carta a una asesina

como he estado aburrida decidi escribir este relato corto, mientras mi fic de capitulos avanza magnificamente. Espero que le guste y si tengo errores, que seguro hay, me los dicen para poder mejorar.

CARTA A UNA ASESINA​

Hola. Soy… bueno; para comenzar no sé quién soy ni cómo me llamo. Estoy en un extraño lugar con líquidos y gran cantidad de obstáculos que me impiden moverme. Me siento inútil.
Me siento como un estorbo al estar dentro de ti sin poder hacer nada; me agobia saber cómo comenzó mi existencia: solo cuando sentí nacer, cuando sentí aparecer, creía estar en un lugar totalmente en silencio. Puede que en ese momento ni siquiera me imaginaras, pero disfrutaste mucho de mi origen. Aunque no lo creas, escuché como peleabas con alguien reprochándole ser el culpable de un sufrimiento por `lo que acababa de pasar´, y que no conocía, pues apenas nacía en tu vientre.
Durante toda mi vida tuve esa inquietud: ¿Cuál sería tu sufrimiento? Me entristecía no poder ayudarte. Solo hasta una noche en la que me abrazaste y dijiste con ojos cristalinos: `Te tengo dentro de mí´. Me sentí alentado, que la soledad se iba de mi lado, me sentí pleno por fin. Pero tu no demostrabas lo mismo, parecías trágica: no se, pero me atrevería a pensar que mi existencia era una tragedia para ti. No noté sonrisas, brincos, alegrías inesperadas; solo ví que no separabas tus brazos de mi y que de tus claros ojos salían gotas que caían levemente empapando tus manos.
Sentías una tristeza que no podía entender y que reflejabas en mi… Me hacías tanto daño que de nuevo perdí el sentido de vivir al sentirme así, despreciado. Intenté ahogarme, ahorcarme, pero fue imposible alcanzar mi meta: algo se interpuso en mi desición. Decidí seguir adelante solo, aunque me guardaras.
La primera semana estuviste bastante deprimida: todo el tiempo estuviste recostada, mirando programas violentos y pesados o escuchando Bethoven como buena trágica, e incomodando mi bienestra. No me sacaste a pasear, nunca sentí calor diferente al poco que tú me dabas.
Completando mi primer mes de vida, quella parecía casi termianrse. Nunca te alimentaste adecuadamente; siempre te la pasaste mirándote al espejo, con tus manos sobre mí y diciendo: `Maldito´. ¡No tengo la culpa de que seas tan egoísta! Yo solo quería ayudarte en ese sufrimiento que aún no podía descifrar, y que me mataba de la tristeza al hacerse difícil de mostrar. Tomabas mucho alcohol y fumabas, y eso me envenenaba poco a poco. Tus preocupaciones y problemas que jamás quisiste compartirme no te permitían conciliar el sueño, por lo que tomabas pastillas con café cargado para lograrlo. Fue efectivo y dormiste, pero mientras eso hacías estragos en mí. No entiendo por qué me hacías tanto daño llevándome por dentro. Me estabas matando y yo, indefenso, no podía hacer nada para evitarlo. No me dabas amor para sentirme querido por alguien en el mundo; no me cuidabas, sino que por el contrario salía a la lluvia, manejabas y te ponías en riesgo de una caída sin yo importarte; no te cuidabas ni a ti misma. Sólo decías cosas horribles que parecían ser dirigidas a mí.
Ya tenía yo 2 mese y las cosas no cambiaban. Comías arroz en la tarde sombría, y me hiciste enfurecer porque odiaba el arroz. Por esto te di mi primera señal biológica de vida: y no fue un puntapié, sino una patada; lo hice aún sin estar completo. Sin entenderlo te enfureciste también y golpeaste tu estómago diciendo: `No más, no más´. Entre tantas tinieblas y encerrado aquí, en este estrecho lugar, no podía defenderme. Hubiese querido huir de tus garras y denunciarte. Luego te paraste y empezaste a caminar hasta Sali8r. Me alegró un poco saber que me paseabas, aunque de nuevo no fuera bajo el mejor clima; sin ser una tarde color rosa, de campo, de flores, de familia.
Después de varias horas de tú estar quieta y en un determinado estado, llegué a la conclusión de que estabas totalmente acostada. Me dieron ganas de darte otra patada por incomodarme, pero no quería despertar tu ira, maltratadora.
Pero ya temprano llegó mi fin: Llegó a mi cabeza un raro aparato, que parecía un tubo bastante delgado, que me incomodaba aún más: empezó a succionarme. Me aferré de donde pude y luché por no dejarme llevar, tras vencer el miedo que me producía pensar que mi corta y miserable vida estaría en riesgo, pero mis fuerzas no me permitieron aguantar más. Me incrusté en aquel aparato y cerré mis ojos para descansar por siempre.
Duré mucho tiempo escuchando bastante ruido y viendo todo negro. Poco a poco ese ruido fue desapareciendo hasta no escuchar nada, al igual que mi vista se fue aclarando hasta deslumbrar mis ojos brillantinos en una espléndida luz que me retorcía la mirada. Me hallé en un lugar totalmente blanco. Sin necesidad de que me cargaran podía desplazarme. Todo era perfecto para mí en aquel lugar.
De repente apareció delante de mí un negro, canoso y muy elegante, de blanco; me señaló una ventana. La abrí y te vi. Por esto supuse, y después me aseguré, que estaba en el cielo y que delante de mí, Dios. Había muerto; me sorprendí al saberlo, pero me sorprendió haber sido tan bueno.
El hecho es que te vi. Te vi arreglada, hermosa y feliz. Salías a rumbear con tus amigos, o también a diversos planes bastantes divertidos; te arreglabas y cuidabas, y comías saludablemente; toda tu vida se volvió lujos y desorden, pero los lujos para ti eran felicidad; hasta confiabas a todo mundo tus secretos sin importar si sabría guardarlos o no.
Por eso comprendí que cuando estaba en tu vientre sufría por mi: yo era tu calvario, tu carga, tu dolor. Tú solo querías deshacerte de mí.
Tú me mataste. Me quitaste la oportunidad de conocer el mundo que habitabas y que en algún tiempo sería como mío, de conocer gente nueva, de ver la luz, de ver cosas diferentes a un simple hubo que era como las rejas que mataban mi libertad. Hasta llegué a querer ser como tú, pero ya no quiero. Me avergüenzo de ti. Ahora haces, dices y compartes todo lo que nunca hubo cuando estuve contigo, Pero ¿sabes? Gracias por haber impedido mi `felicidad´, que al lado tuyo hubiera sido un infierno. Gracias por no haberme dado la vida, porque si hubiera pasado te hubiera odiado toda mi vida, más que lo que desde este lugar maravilloso te odio.