Capturado Violador de Menores

Capturado Violador de Menores

Capturado violador de menores



En la primera página del periódico, en letras rojas, sangrientas, chillonas, dolorosas a mi vista, se constataban los hechos. CAPTURADO VIOLADOR DE MENORES, eso decía, cuatro palabras tan simples, acompañadas de una imagen del terrible abusador, un hombre robusto, con arrugas marcadas en el rostro, y un espeso bigote negro sobre los labios, escaso cabello del mismo color, con una frente amplia, y una mirada serena; tranquilo, así era él, cuando la policía entró en su bar, cerrado en ese momento del día para arrastrarlo hacia la patrulla que lo esperaba afuera, caminó tranquilo, y hasta puedo jurar que me sonrió, con la desfachatez que lo caracterizaba.
Pensé que quien leyera ese periódico no iba a prestarle mucha atención a la noticia de la primera plana, la de letras rojas, la que hablaba sobre mí, sobre la historia que marcaría mi vida para siempre. El abuelo que compraba el periódico todos los días para rellenar los crucigramas y echarle una ojeada a las modelos que exhibían su cuerpo en las últimas páginas, no le prestaría demasiada atención a mi noticia, para él sería una abusador más, un montón de niños sin rostro que fueron violados, fotografiados, asesinados, algo normal. La mujer que leía el horóscopo, la joven que lo compraba para realizar un trabajo escolar, ninguna de esas personas pensaría en mí. En la niña que fue “rescatada” en plena violación antes de que el violador la asesinara, como a muchos niños más que fueron encontrados hechos cadáveres en la bodega del bar, algunos descuartizados, con signos de tortura, otros completos y con tristes muecas en sus rostros de ojos abiertos. En total fueron diecinueve, y yo pude ser la número veinte.

Cuando salí de mi casa la nefasta mañana en que mi vida cambió, no llegué a imaginarme jamás lo que me pasaría las siguientes horas, había visto en las películas de mi edo que las protagonistas tenían un presentimiento antes de ser asesinadas, algo puesto fuera de su sitio, sonidos extraños, algo que las alertaba para tener en cuenta que lo siguiente sería una sangrienta película de terror. Pero yo no sentí nada, y de haberlo hecho creo que habría salido de igual manera para hacerle un favor prometido a mi mamá. El hombre que me saludó mientras caminaba no me inquietó, aunque no lo conocía lo primero que pensé fue que era un amigo de mi familia, luego me invitó a su auto, para dar un paseo, le dije que no porque me estaban esperando, él insistió, tuve miedo, pero el supermercado al que me dirigía estaba demasiado lejos para correr, me arrepentí del momento en que elegí el camino rápido y deshabitado sobre el camino largo y seguro. Quise gritar, pero como si el desgraciado hubiese escuchado mis pensamientos se lanzó sobre mí cubriéndome la boca para arrastrarme a su auto, había alguien más manejando, otro hombre. Durante el camino pensé lo peor, me imaginé que iban a asesinarme, a descuartizarme y tirar mi cadáver en una bolsa de basura, como había leído que le había pasado a una niña un día que salió a comprar unos tomates para el almuerzo en una tienda cercana. Luego pasaron por mi mente las violaciones, Garavito ¿sería Garavito ese hombre que me había secuestrado? El famoso violador y asesino de menores, escuché que torturaba a sus víctimas antes de matarlas. El frío me invadió, cualquier opción era terrible, la piel se me puso de gallina, y los dientes me castañearon cuando mi cuerpo empezó a temblar violentamente.
El auto anduvo durante mucho tiempo, yo no conocía la ciudad y era seguro que si me escapa del auto iba a perderme, no importaba porque aún conservaba el billete que me había dado mi mamá en el bolsillo, pero cuando miré con atención si la puerta estaba asegurada, calculado el tiempo que me tomaría abrirla y tirarme, él monstruo me miró, me atrajo hacia su cuerpo con un brazo y colocó mi cabeza sobre sus piernas, olía a cigarrillo, me tapó la boca con una mano y con la otra empezó a palpar mi cuerpo, intenté deshacerme de su abrazo pero era mucho más fuerte que yo. Durante casi media hora sólo pude escuchar el latido de mi corazón en mi cabeza, y soportar las desagradables caricias del hombre que me sostenía.
Imaginé lo que sentiría mi mamá al abrir la bolsa de basura en la que se encontraría mi cadáver, no pude evitar el llanto, ella no tenía la culpa de que yo hubiera sido tan descuidada, debí tomar el camino largo como siempre me dijo, y ahora ambas sufriríamos las consecuencias. Por mi culpa.
El auto se detuvo, el corazón me latió mucho más rápido, sentí que iba a vomitar, las piernas no me respondían. Me pregunté como alguien tendría el corazón de hacerme algo malo, era inocente, no le hice daño a nadie nunca. El hombre del bigote abrió la puerta y me arrastró con él, estábamos en un parqueadero pequeño, pero sólo se encontraba el auto en el que viajábamos, eché una ojeada rápida, lo que alcancé a ver bajo el brazo de mi secuestrador, buscaba los cuchillos, las hachas con las que me despedazarían, no encontré nada, pero lloré amargamente.
Nos dirigimos hacia una puerta, todo estaba oscuro adentro y olía a podrido, subimos unas escaleras, llegamos a una oficina, fui la primera en entrar, las cortinas estaban cerradas, eran rojas, y manchaban la habitación con un color parecido a la sangre, las paredes, las sillas, el escritorio, todo estaba manchado de sangre, sangre que podría ser mía. Los hombres cerraron la puerta cuando entraron, se dijeron algo, el del bigote se frotó las manos. Yo estaba esperando que sacara el cuchillo.
—De tu colaboración depende tu vida. —soltó suavemente, como un secreto que es dicho a un amigo. Lo miré sin entender. —Quítate la ropa.
Abrí los ojos descomunalmente, no pensaba hacer lo que él decía, pero recordé la primera frase que dijo, la que no entendí, de mi colaboración dependía mi vida, tal vez podría salir de ahí con vida, volver con mi mamá y pretender que nada había sucedido. Obedecí la orden per con pudor, no quería quitarme la ropa interior, per el hombre me repetía que de eso dependía el poder salir de allí, en ese momento no me imaginaba que ninguno de esos monstruos deja escapar a sus víctimas por miedo a ser delatados, realmente pensé que si obedecía saldría lo más rápido posible. El otro hombre empezó a fotografía mi cuerpo desnudo, mientras el del bigote se tocaba la entrepierna, sentí demasiado asco, y traté de no mirarlo a él ni mirar a la cámara, me pidieron que abriera las piernas, que me pusiera en distintas posiciones que no me gustaron, pero lo hice, siempre pensando en mi familia y en lo que sufrirían si no me volvieran a ver.
Después de las fotografías el tipo del bigote le pidió al otro que lo dejara a solas conmigo, empecé a coger mi ropa pero él me lo impidió, me tocó con sus manos ásperas y sudorosas, no me gustaban sus caricias, me dolían. Me pidió que me acostara boca abajo, con miedo accedí, y se puso sobre mí, se introdujo en mi cuerpo y traté de escapar pero me sostuvo del cabello con fuerza y me dijo que me tranquilizara o si no me mataría, ya no quería obedecer, el dolor que sentía era tan fuerte que preferí luchar para escapar, y si en medio de eso encontraba la muerte, pues lo aceptaría gustosa. Pero mis brazos no eran nada comparados con los suyos, así que pronto me sometió y continuó con su horrible violación.
Grité pidiendo ayuda, lloré desesperada, le clave mis uñas al suelo, pero nada funcionaba, nada desaparecía mi humillación, ni mi tristeza, nada de lo que hacía me llevaba a un sitio mejor. Escuché pasos en el piso de abajo, de muchas personas, demasiado ruido, pronto estaban tocando la puerta de la oficina, el violador se sobresaltó, la puerta fue derribada en un abrir y cerrar de ojos, un grupo de policías con pistolas en la mano entro en la habitación y capturo al hombre del bigote, antes de salir con los brazos en la espalda sujetos por esposas, me dedicó una sonrisa, una sonrisa que odié, que constataba que había logrado lo que quería, a pesar de que ahora estaba siendo apresado.
Una mujer vestida de policía acudió a mi lado, me ayudó a ponerme mi ropa, y me prometió que todo estaría bien, que encontraríamos a mis padres y que ese horrible hombre no iba a hacerme daño nunca más porque se iba para la cárcel. Me alegré por eso, esperé que lo hicieran sufrir. La mujer me dijo que tenía que declarar frente a algunas personas lo que el hombre me había hecho, le dije que no lo diría frente a muchas personas, lo aceptó.
Cuando me encontré en los brazos de mi mamá pude llorar tranquilamente, pero no quise hablar sobre la sucedido, los policías ya le habrían contado, le dijeron que debían llevarme donde una psicóloga especializada en mi tipo de casos, le informaron del encarcelamiento del hombre de bigote. No hablé en todo el día, le dijeron que lo mejor era no presionarme, no quería que mi mamá supiera lo que había pasado, sentía vergüenza por haber permitido todo aquello, no quería decirle que no tomé el camino que me recomendó, que su hija era una desobediente y ahora todos sufrían por ello.
Al día siguiente le pedí a mi mamá que comprara el periódico, ella dijo que era mejor que no lo leyera, le pedí que lo hiciera por mí, pues no quería salir nunca más, las calles me parecían terriblemente peligrosas, ella accedió, lo compró, mi noticia estaba en primera plana, con letras rojas y grandes. Leí cuidadosamente, fue en ahí donde me enteré de los niños descuartizados en el sótano, me imaginé entre ellos, ahora entendía porque olía a podrido el lugar por donde pasamos, estaba lleno de cadáveres en descomposición.
En la siguiente página del periódico hablaban sobre un partido de fútbol que causó conmoción en la ciudad, y me imaginé que en esa página terminaba mi vida y lo que me había pasado, que nadie que se informara de la noticia derramaría una lágrima por mí, pues estaban a pasar una hoja de cubrirse los ojos con una venda, ignorar la violencia en la que vivían y alegrarse el día con una noticia deportiva ¿Quién quería imaginarse los detalles de una violación y de un sótano repleto de cadáveres de niños descuartizados? Si en la página siguiente podían olvidar que eso había pasado y continuar con sus vidas, a diferencia de mí ¿Realmente me habían salvado?

FIN