Crepúsculo Camuflaje

Tema en 'Fanfics sobre Libros' iniciado por Brunchi, 26 Agosto 2024.

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    Brunchi

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    Escritora
    Título:
    Camuflaje
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    36
     
    Palabras:
    156
    CREPÚSCULO FANFIC - POLIAMOR

    Carole, una joven de cabellos negros y ojos verdes, es una metamorfa Cammaleoniri olvidada, sin recuerdos de su pasado ni de su origen. Su vida cambia drásticamente cuando el hielo que la aprisiona se derrite en Forks, liberándola. Al caer sobre Rosalie, quien estaba a punto de matarla por repulsión, es salvada por Alice. Alice, al vislumbrar su futuro, descubre en Carole la promesa de un vínculo romántico, esperanza y equilibrio para el Aquelarre Cullen. Mientras Carole comienza a recuperar su memoria perdida, su llegada abre un nuevo capítulo de posibilidades y conexiones en el mundo de los vampiros.

    Inicialmente publicado y terminado en Wattpad e Inkitt en: julio 2022 a marzo 2024. User: @Brunchi11.
    →Lo publico por aquí, porque en wattpad no se puede disfrutar la lectura por tanta publicidad.

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    Última edición: 26 Agosto 2024
  2. Threadmarks: Capítulo 1
     
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    Camuflaje
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    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    36
     
    Palabras:
    864
    CAPÍTULO 1

    En un rincón de Alaska, la tranquila vida del Aquelarre Cullen está a punto de ser alterada por una serie de visiones inquietantes que Alice no puede ignorar. Fragmentos del futuro se despliegan ante sus ojos, revelando el destino de la familia.

    ️⏳ Una mujer de piel morena, cabellos negros como la noche y con un aspecto salvaje corre entre los árboles con agilidad. Sus ojos verdes, vibrantes como el pasto bajo el sol, brillan de emoción mientras su risa llena el aire. Detrás de ella, Rosalie, visiblemente frustrada, le exige a Emmett que la baje de inmediato, mientras él sonríe, disfrutando de la escena. La conexión entre ellos es innegable, pero la mujer mantiene una energía juguetona que desconcierta y fascina a todos a su alrededor.

    ️⏳La misma mujer, ahora en un entorno más tranquilo, observa con profunda adoración a Esme, quien está cocinando algo con dedicación. Carlisle se encuentra cerca, y al notar la escena, se acerca para dejar un beso en la sien de la mujer de ojos verdes. El cariño y el respeto entre ellos son palpables, como si ya fueran parte de una familia unida por lazos invisibles pero inquebrantables.

    ️⏳Edward, con un camaleón de colores cambiantes posado en su hombro, observa una casa en el pequeño pueblo de Forks. La expresión en su rostro es de pura curiosidad y concentración. El camaleón, que parece estar charlando con él, gira su cabeza hacia la casa con un interés similar. En el frente, un auto de policía está estacionado, indicando que el lugar no es uno cualquiera, sino un punto crucial en su futuro.

    ️⏳Jasper, con su expresión habitual de calma tensa, se encuentra luchando con dos mujeres. Una de ellas es la misma de ojos verdes y piel morena, la cual se mueve con una fuerza y agilidad que desafían su aspecto salvaje. De repente, ante los ojos asombrados de Jasper, la mujer se transforma en un camaleón de cola alargada, su piel reflejando matices verdes y marrones. Con un movimiento rápido, utiliza su cola para derribar al rubio, dejándolo sin aliento en el suelo. Alice, observando la escena, se ríe con una mezcla de diversión y ternura antes de acercarse y abrazar a la mujer, pronunciando las palabras:

    "Eres única, nuestra."

    Estas visiones simultáneas y entrelazadas sugieren que la enigmática mujer no solo será una nueva pieza en su vida, sino un vínculo crucial para todos ellos. Mientras el futuro se despliega de manera confusa y fragmentada, los Cullen se preparan para enfrentar lo que podría ser el cambio más profundo que jamás han experimentado. ¿Quién es esta figura misteriosa? ¿Y cómo afectará el destino de la familia? Muy pronto, su camino los llevará de Alaska a Forks, donde las respuestas comenzarán a revelarse.

    Jasper, con su semblante preocupado, observaba a Alice, quien se había quedado inmóvil hace cinco minutos durante su presentación ante el Aquelarre Cullen. Alice había tenido una visión de una mujer que sería la compañera de todos ellos, pero aún no había visto cuándo llegaría.

    —¿Qué ha sido eso, Alice? —preguntó Edward, con curiosidad en su voz, sus ojos dorados fijos en la vidente.

    Alice, con su apariencia etérea de cabello oscuro y rostro angelical, todavía mantenía un aire de misterio. Edward, con su rostro angular y una expresión de inquietud, no comprendía completamente la visión que se había mostrado. Solo había podido captar fragmentos borrosos y la frase que Alice había susurrado a Jasper: "Eres única, nuestra."

    —Por ahora, nada concreto. No sé qué desencadenará esto, pero... es nuestro futuro, Edward —comentó Alice, su voz cargada de una mezcla de calma y anticipación.

    Jasper, con su rostro de rasgos marcados y mirada intensa, abrazó a Alice con confusión, buscando respuestas en sus ojos dorados. Edward permaneció pensativo, comprendiendo que debían ser cautelosos. Solo ellos estaban en la casa de Alaska; el resto del clan había salido en busca de alimento para su próximo viaje.

    —¿Pasa algo, Alice? —preguntó Jasper, su voz reflejando la preocupación.

    —Por ahora, nada, Jazz. Pero pronto estaremos completos, lo veo venir —respondió Alice, con una sonrisa cómplice y una mirada llena de esperanza y certeza.

    —Vaya, espero que sean cosas buenas. Ya suficiente es la dieta nueva —murmuró Jasper, intentando aligerar el ambiente con una broma.

    Edward trató de escudriñar más allá de las visiones borrosas y distantes en la mente de Alice, pero el futuro parecía esquivo. Era como si el destino se negara a ser revelado por completo.

    —Eres un libro de misterio y adivinanzas, Alice —suspiró Edward, frustrado por su curiosidad insaciable.

    —A veces es bueno conocer la sinopsis de una historia para que resulte atractiva; el resto viene al leerla a fondo. ¡Es lo mismo, Edward! Solo que lo viviremos, no te apresures —dijo Alice con entusiasmo, su felicidad y curiosidad palpable en cada palabra.

    Ambos esperaban con ansias conocer a la mujer que, según Alice, sería su compañera compartida, deseando descubrir el futuro que les esperaba.

     
    Última edición: 26 Agosto 2024
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    Camuflaje
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    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    36
     
    Palabras:
    901
    Capítulo 2
    Rosalie, con su deslumbrante cabello dorado y ojos que resplandecen en un tono ámbar, se mueve con gracia por el inmenso bosque de Alaska. Su belleza es incomparable, casi etérea, como una flor exótica. A pesar de su apariencia impecable, la perfección de Rosalie siempre contrasta con la dureza de su carácter. Hoy, sin embargo, hay un ligero cambio en su comportamiento. Mientras su pareja, el corpulento y siempre jovial Emmett, se encontraba cazando un oso en otro lugar, Rosalie prefirió la tranquilidad de cazar un venado, buscando un momento de paz lejos del caos.

    Mientras camina, sus pensamientos la absorben, sin darse cuenta de lo que ocurre a su alrededor. En lo alto de uno de los árboles que rodean el ambiente nevado, un pequeño camaleón verde, casi imperceptible, lucha por sobrevivir. Había estado atrapado y congelado en un bloque de hielo durante un largo tiempo, pero ahora, liberado por un rayo de sol, siente un renovado aliento de vida. Sin embargo, su despertar es breve, pues los pájaros que lo rodean lo miran con ojos hambrientos. El diminuto reptil, apenas del tamaño de una cucaracha, se lanza desesperadamente hacia una rama cercana, pero sus movimientos torpes lo traicionan, y comienza a caer desde lo alto del pino.

    Mientras tanto, Rosalie se concentra en su presa, un cervatillo que se alimenta despreocupado. De repente, algo frío, húmedo y viscoso cae directamente sobre su nariz, interrumpiendo su enfoque. El asco la invade instantáneamente, pero también algo más; una extraña sensación de que algo importante está por suceder. Justo cuando está a punto de deshacerse del pequeño animal que había caído sobre ella, escucha unas rápidas pisadas acercándose.

    —Morirás, cosa asquerosa —dice Rosalie con voz fría, levantando su brazo con intención de aplastarlo.

    —¡No te atrevas, Rosalie! ¡DETENTE! —grita Alice, apareciendo con la velocidad de un rayo, justo a tiempo para evitar que Rosalie mate al pobre camaleón.

    Alice, pequeña y elegante, con su cabello negro corto y sus ojos igualmente dorados, toma al diminuto reptil con sumo cuidado, mirándolo con alivio y ternura. Rosalie, aún sintiendo el repugnante recuerdo de lo que había caído en su rostro, la observa con desagrado.

    —¿Se puede saber por qué has hecho tal escándalo? —pregunta Rosalie, frunciendo el ceño mientras limpia con disgusto su nariz, recordando algo desagradable de su infancia.

    En ese momento, Jasper y Emmett se acercan, atraídos por la conmoción. Jasper, con su rostro serio y gesto protector, abraza a Alice por la cintura, mientras que Emmett, con su usual sonrisa, le pasa un paño limpio a Rosalie, quien lo toma agradecida y se limpia con urgencia.

    —Ese bicho se cruzó en mi camino, iba a matarlo. Dame una verdadera razón por la que no debería hacerlo —exige Rosalie, aún disgustada.

    —Porque es familia —responde Alice con calma.

    —Perdona, Jasper, pero creo que a tu esposa ya la perdimos —bromea Emmett, riendo mientras Rosalie lo apoya con un asentimiento.

    Jasper, aunque divertido por la situación, no puede evitar sentirse incómodo al percibir el pánico del pequeño camaleón. Instintivamente, envía ondas de calma hacia el reptil, tratando de aliviar su temor.

    —¿Por qué lo dices, Alice? —pregunta Jasper, intrigado por la reacción del animal.

    El pequeño camaleón, ahora más tranquilo, se aferra a la mano de Jasper con sus diminutas patas, sintiéndose seguro.

    —Porque, como has comprobado, este pequeño ser va a ser importante en nuestras vidas —responde Alice con convicción, mientras el reptil se acomoda en su dedo.

    —¿Quieres decir que vamos a adoptar a ese bicho? —pregunta Emmett, emocionado como un niño con un nuevo juguete.

    —Sí, pero no es un bicho. Aunque sí come bichos —corrige Alice, con una sonrisa.

    —¿Podemos llamarlo Pancho o Pascal? ¡Por favor! —insiste Emmett, entusiasmado.

    —¿En serio, Emmett? ¿Vas a apoyar esto? ¡Casi me mata del susto! —Rosalie se muestra indignada, aunque un leve brillo de ternura cruza por sus ojos.

    —Cariño, ya estamos muertos. Además, ¡mira lo tierno que es! —Emmett la mira con una expresión de niño travieso, tratando de convencerla.

    Rosalie suspira, resignada pero aún firme.

    —No podemos saber si es hembra o no. Debemos esperar a que crezca.

    —Entonces, si es hembra, que sea Pascalita o Pancha —responde Emmett, insistiendo con una sonrisa.

    —Ugh, son los peores nombres, osito —replica Rosalie, utilizando el apodo cariñoso que le tiene, aunque claramente no le gustan las sugerencias.

    Emmett, fingiendo estar ofendido, se encoge de hombros, aunque su sonrisa sugiere que no ha terminado de divertirse.

    —No seas mala, osita.

    —Lo fuiste primero, así que atente a las consecuencias. En fin, ¿qué le diremos a Carlisle? —pregunta Rosalie, impaciente.

    —Que tenemos un nuevo integrante en la familia —responde Alice, como si fuera lo más natural del mundo.

    —Realmente no te entiendo, Alice —murmura Rosalie, aún confundida.

    —No es necesario que me entiendas ahora, Rose —Alice le dedica una sonrisa tranquilizadora.

    —Creo que puedo inducir al camaleón pequeño al sueño para que se relaje —dice Jasper, considerando el estrés del animal.

    —Perfecto, cariño —Alice lo mira con gratitud.

    —Sigo pensando que esto es una tontería. ¿Realmente puede ser importante un camaleón? —Rosalie observa al diminuto reptil, su expresión mezcla de curiosidad y desagrado.

    Aunque el pequeño animalito despierta cierta ternura en ella, la idea de que pue
    da ser importante en sus vidas aún le resulta difícil de aceptar.
     
    Última edición: 26 Agosto 2024
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    Camuflaje
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    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    36
     
    Palabras:
    858
    CAPÍTULO 3

    Jasper decidió entregar el pequeño camaleón a su pareja, quien, con suma ternura y delicadeza, lo colocó en el centro de su palma. Luego, cubrió al pequeño reptil con su otra mano, formando una cúpula protectora para evitar que la velocidad y el viento lo perturbaran, especialmente bajo la somnolencia que Jasper inducía.

    Sin más, todos se dirigieron hacia la casa del Clan Denali, cuyos miembros los observaron intrigados por la extraña escena. Rosalie y Emmett llegaron como los últimos, Rosalie mostraba claramente su molestia ante lo que parecía estar a punto de revelar la vidente del Clan Cullen.

    —¿Por qué trajeron a una bebé? —preguntó Edward, siendo el primero en romper el silencio.

    Las hermanas Denali se sintieron aún más incómodas, pero al observar con atención, no veían lo que Edward aseguraba escuchar.

    —¿Una bebé...? —repitió Jasper, confundido, mientras veía la sonrisa crecer en los labios de Alice.

    —¡Entonces es Pascalita! —exclamó emocionado y victorioso Emmett.

    —No la llamaremos así —regañó Rosalie, cruzando entre las hermanas, visiblemente molesta por no entender por qué ese pequeño animal era importante para la familia.

    —¿Es ella, Alice? —preguntó Edward, incrédulo.

    —Parece que no necesitábamos saber su género hasta que creciera. Nos facilitaste las cosas, Edward —dijo Alice con entusiasmo, abriendo la cúpula que sus manos formaban para mostrar el camaleón a Edward—. Encontró a Rose.

    Rosalie gruñó al recordar lo sucedido, y Edward comprendió de inmediato, con una chispa de diversión en su mirada. «Curiosa forma de encontrarla», pensó.

    —¿De qué hablan? —preguntó Kate, cruzando los brazos.

    —Siempre son raros, no los entiendo. Tanya, vamos a cazar —farfulló Irina, desinteresada.

    —¿Qué tan importante puede ser un camaleón? ¿Dónde se escucha la bebé? Explícanos, Edward —reclamó Tanya, curiosa.

    —Hay una voz de niña, balbuceando cosas al azar, que se hace más fuerte cada vez que miro al camaleón —explicó Edward, mientras observaba cómo el pequeño reptil seguía dormido en la pequeña mano de Alice.

    —Eso es muy turbio. ¿Por qué sería así? —preguntó Kate, ceñuda.

    —No lo sabemos. Pero esa cría será alguien muy importante para mi familia, para el Clan Cullen... cuando crezca, al parecer —explicó Edward, feliz pero cauteloso, tratando de controlar sus impulsos.

    —Sin duda no los entiendo, y apoyo a mi hermana: vamos a cazar. Me duele la cabeza solo de pensar cómo podría ser posible todo esto —dijo Tanya, confundida y desinteresada.

    —Lo que parece decir Alice es que tal vez tengan una mascota, ¿no? —preguntó Kate, tratando de encontrar una explicación lógica.

    —No exactamente... pero creo que sirve como comparación parcial —respondió Alice, dudosa.

    —¿Quieres que lo cargue? —preguntó Jasper, con una extraña necesidad de proteger los sueños del pequeño camaleón, que no era más grande que una aceituna.

    —Gracias, Jazz. Así me da tiempo de comprar su terrario y demás cosas —agradeció Alice, pasándole el animalito a Jasper, quien lo recibió con cuidado, mientras el camaleón seguía profundamente dormido, ajeno a todo.

    —Ah... Luego investigaré qué es eso —murmuró Jasper para sí mismo, intrigado por cómo su pareja siempre sabía qué cosas comprar.

    No pudo decir más, ya que Alice desapareció justo cuando Carlisle y Esme ingresaban a la casa que compartían con los Denali.

    —¿Qué está pasando aquí? —preguntó Esme, extrañada al ver a la mitad de sus hijos tan serios.

    —¿Edward?... ¿Por qué Alice está tan... energética nuevamente? —inquirió Carlisle, confuso.

    —Porque... ¿tenemos una mascota? Alice asumió que estarías de acuerdo, ¿no? —respondió Edward, nervioso y dudoso. Odiaba cuando Alice lo ponía en situaciones comprometidas.

    —Qué hermoso animalito. ¿Dónde lo encontraron, chicos? —preguntó Esme, encantada, al ver al pequeño ser verde en las manos de Jasper, quien estaba más quieto de lo habitual, sentado en la sala.

    —Prácticamente, Rose lo encontró, mamá —respondió Emmett con un tono divertido.

    —¿Por qué quieren tener una mascota tan precipitadamente? —preguntó Carlisle, intrigado.

    —Porque Alice vio que era parte de la familia y una figura muy importante en ella. Hace tiempo que lo vio, pero nunca pensé que el momento llegaría —contestó Edward, levantando más preguntas que respuestas.

    —¿Qué? —exclamó Kate, incrédula. «¿Ahora las visiones incluyen el tipo de mascota que uno puede tener?», pensó irónicamente.

    —No será una mascota como tal. Pero será parte de nuestro aquelarre, Carlisle. Alice la ha visto en nuestro futuro —explicó Edward.

    —Vaya... Supongo que no será un problema. Puede quedarse —dijo Carlisle, aún desconcertado.

    —Qué raro suena: Un vampiro y su mascota camaleón. Es bastante estrambótico, ¿no les parece? —comentó Kate, con un tono irónico.

    —Sí, pero... ¡Podremos ponerle un nombre! ¡Rose, amor, ven, vamos a buscarle un nombre! —exclamó emocionado Emmett.

    El grito despertó al camaleón, que asustado se ocultó por instinto, desapareciendo de la vista de todos.

    —Eres un bruto. Mira, ahora se nos perdió —gruñó Jasper, sintiendo un escalofrío en sus manos al percibir un movimiento extraño.

    —Ups... Lo siento. Se me olvidó.

    Y así, la familia comenzó a adaptarse a la presencia de un nuevo integrante. Quizás, después de todo, una mascota no les vendría mal. Les daría una responsabilidad diferente, alejándolos de sus propios mundos por un momento.
     
    Última edición: 26 Agosto 2024
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    Camuflaje
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    Fantasía
    Total de capítulos:
    36
     
    Palabras:
    928
    CAPÍTULO 4

    Emmett se queda con una mueca en el rostro. Habían perdido a su primera mascota por ser demasiado ruidoso.

    «Pobre Pascalita... Debe pensar que soy un monstruo» piensa desanimado.

    —No lo eres, solo la has asustado. Aunque es raro que no la escuche llorar, lo normal sería que una bebé llorara —comenta Edward con comprensión.

    Kate Denali aún no entiende cómo todo lo relacionado con estos parientes —considerados así por su alimentación vegana—, siempre termina en una situación peculiar. Lo que antes era un chiste, ahora parece un nuevo desafío.

    —Hay que tener cuidado, una pequeña criatura como esa no puede ser asustada tantas veces. Si van a quedársela, deben ser más cautelosos. Somos inmortales, el camaleón no lo es, hijos —recomienda Carlisle, entretenido al ver cómo reaccionan sus hijos.

    —Sigo escuchando su corazón y sus pensamientos, no está perdida —expresa Edward.

    —Yo también la siento cerca, aún está en mis de... —comienza a decir Jasper, pero su expresión cambia cuando la sensación desaparece— ya no la siento.

    Kate reprime una sonrisa ante la reacción cómica de Jasper, pero se contiene por respeto. No puede evitar pensar en lo extraño que sería que un camaleón se convirtiera en parte del clan Cullen.

    —No den pisadas fuertes y no caminen, podrían aplastarla —advierte Esme preocupada.

    Jasper percibe sensaciones de pánico, incomodidad y miedo, sabe de dónde provienen pero no puede ubicar la fuente exacta. Esto lo hace sentir incómodo y preocupado, una necesidad de protección similar a lo que siente con Alice.

    —Edward...

    —Ya lo sé. Estoy... yo... intentaré escucharla mejor —dice Edward, sintiendo la misma necesidad de protección, pero sin comprenderla del todo.

    «No soy comida», «¿Dónde estoy?», «¿Quiénes son?»

    Los pensamientos llegan a Edward tras cerrar los ojos y bloquear los pensamientos de sus hermanos. Las preguntas suenan como las de un bebé, lo que coincide con el tamaño del camaleón. Prefiere no decir nada, buscando dónde pisar sin hacer ruido. Hace un gesto con el dedo para que todos guarden silencio. Jasper intenta no pensar en nada.

    —Tranquila, somos tu familia. Lo seremos... Solo queremos cuidarte —dice Edward con total sinceridad.

    El lector de mentes escucha el corazón de la criatura acelerarse y luego calmarse, pero siente que está al borde de un ataque de nervios.

    «¿F-familia?» escucha la voz de una niña pequeña entre un tartamudeo, antes de que un sonido similar a un llanto explote en la habitación, causando un dolor intenso a los Cullen. «¡Ma-má! ¡Buaaaaaa!»

    Jasper es el primero en sentirse sofocado por la sensación de peligro, miedo y abandono. Es como si las palabras de Edward hubieran empeorado el estado emocional del animal, haciéndolo caer de rodillas, sintiendo un dolor en su corazón muerto y mirando a Edward con intensidad.

    —¿Qué... qué es este dolor?... Duele... punza mucho —sisea Emmett, agarrándose el pecho, la sensación similar a cuando perdió a su familia en el pasado.

    —¡Maldición! ¡EDWARD, SOLUCIÓNALO! —grita Rosalie con enojo y dolor, cayendo al suelo también.

    Carlisle y Esme jadean al sentir la angustia, el desamparo, y la tristeza inmensa. Sus ojos se cristalizan con lágrimas que ya no pueden derramar. Esme solloza ante el dolor y la angustia que azotan su corazón muerto.

    —Edward... hijo... ¿qué ves...? —pregunta Carlisle, fatigado.

    Edward es el que más siente dolor. Las punzadas en su mente son crueles, escucha gritos de dolor, llanto y angustia, y luego nada más que el llanto del pequeño camaleón llorando por su madre.

    —Lo siento... No quería causar esto... —dice Edward angustiado, sintiendo el dolor que lo abruma, similar al don de Jane. Con el cuerpo adolorido, toma valor para decir— Muéstrate... Por favor... No te dejaremos... —expresa angustiado, arrastrándose hacia el sonido de los sollozos— Confía... seremos lo que necesites, solo... déjame cuidarte.

    Kate, sorprendida, observa cómo un pequeño punto verde aparece en el respaldo del sillón de la sala. Edward se acerca cuidadosamente, tomando al pequeño camaleón que tiembla con cada hipo, rastro del llanto y la desolación.

    —Ya, pequeña Eco...

    —Tranquila... No te abandonaremos, nunca más —afirma Jasper con necesidad, acercándose a Edward mientras acaricia suavemente al animalito.

    —Me gusta el nombre Eco —dice Emmett, sintiendo cómo la sensación en su pecho comienza a desvanecerse— Pero, ¿por qué...?

    —¿Por qué ha llorado? —pregunta Rosalie, angustiada.

    —Después se los contaré. Ahora... solo concentrémonos en calmarla. Es una niña muy pequeña aún —admite Edward con una mueca que indica que lo que ha visto no es nada agradable.

    Rosalie se siente incómoda al saber esto, al igual que el resto de la familia.

    «¿Qué tan mala podría haber sido su vida antes de llegar a nosotros?» piensan todos los Cullen.

    —¡Llegué! —exclama Alice suavemente al entrar a la casa con varias cosas en las manos— Se llamará Eco porque es capaz de reflejar el dolor de todos, y... Creo que será más que una simple mascota —expresa, intuyendo lo que ha sucedido antes.

    Alice también siente muchas cosas, pero teme por la vida de la pequeña, así que solo revela lo que considera necesario.

    —Espero que sus vacaciones en Forks sean mejores con esta nueva compañía, pero yo me iré a comer algo. Adiós —dice Kate al ver llegar a Eleazar y Carmen.

    —¿Qué hacen tan quietos? —pregunta Carmen intrigada.

    —Queridos amigos... ¿Carlisle? —pregunta Eleazar— Vaya... qué dones tan curiosos tiene ese pequeño camaleón. ¿Dónde lo encontraron?

    —¿Dones? —repiten los Cullen, quedando estáticos al escuchar las pala
    bras de Eleazar, llenos de curiosidad ante lo que esto podría significar.
     
  6.  
    Brunchi

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    Palabras:
    1198
    CAPÍTULO 5

    Claramente, después de que Eleazar y Carmen ingresaran al hogar, confundidos, preguntaron qué había ocurrido. Recibieron respuestas a sus dudas iniciales, pero también vieron cosas que el clan parecía no querer aceptar o reconocer. Sin embargo, evitaron pensarlo demasiado al principio debido a la presencia del lector de mentes, por lo que debían ser cuidadosos.

    —¿A qué te refieres, Eleazar? —preguntó Carlisle, visiblemente intrigado. «¿Cómo es posible que estas características me resulten familiares?» pensó, bastante confundido.

    —No me sorprende que los Vulturi no hayan compartido más información contigo. Es una especie que pocos conocen. No representa una amenaza ni es útil para nuestra especie —añadió Eleazar, sentándose en otro sillón cercano a Edward y Jasper, quienes lo observaban con recelo, sin comprender—. Sus dones son maravillosos e imposibles de imitar, robar o adquirir, ya que solo se heredan por linaje. Estos dones giran en torno a su naturaleza: camuflaje, la capacidad de ir más allá de su propia esencia, y la habilidad de adaptarse al entorno físico que la rodea, ya sea por antojo o por supervivencia. Sin embargo, su segundo don no parece originario de su naturaleza; no me da buena vibra, ya que es similar al de un metamorfo.

    —¿Cómo que no es originario? ¿Quién osaría dañar a una niña con una naturaleza tan inofensiva? —preguntó Jasper, inquieto y tenso.

    —¿Similar al de los metamorfos lobos? Pero no tiene el hedor de esos chuchos, ese aroma mojado y sucio —negó Edward, contrariado y confundido ante la duda generada.

    —No entiendo por qué, pero el segundo don no es propio de ninguna especie que yo conozca. Podría tratarse de una maldición o de un experimento científico humano; no podría asegurarlo. Es un enigma, pero es lo que la hace única, aunque sigue siendo inofensiva. Su segundo don está relacionado con cambiar de forma, aunque no estoy seguro si es humana o de los nuestros —inquirió Eleazar, mirando con curiosidad a la pequeña que se encogía en las manos de Edward, aferrándose a su pulgar como si fuera un escudo—. Es una criatura extraordinaria. Cuídenla y entenderán por qué fueron extinguidos por la propia naturaleza.

    —¿La pequeña Eco podría ser humana? ¿Es eso lo que quieres decir...? —preguntó Rosalie, a la defensiva pero con una expresión suavizada.

    —Podría ser, pero no quiero darles ilusiones sin un conocimiento más profundo —respondió Eleazar, con una mueca que dejaba claro que no sabía más que eso. Esto hizo que un brillo curioso apareciera en la mirada de Rosalie.

    «Si ella puede cumplir con mi deseo, la protegeré. Vivirá la vida que yo nunca pude disfrutar. Será mi bebé», pensó Rosalie, observando a la camaleón con una expresión más suave, sintiendo cómo el amor maternal la influía suavemente. Un nuevo camino y una esperanza se abrían ante ella, logrando ver en aquel animal, que al principio la había repugnado, una oportunidad para cumplir su sueño.

    Mientras tanto, Edward, capaz de escuchar esos pensamientos, y Jasper, que percibía el cambio emocional de Rosalie, fruncían el ceño, pensativos. El cambio era demasiado rápido y anormal.

    «Hay que cuidar que esto no se convierta en una obsesión tóxica o en una visión incorrecta que pueda causar problemas en nuestra familia, Edward», pensó Jasper, preocupado por la percepción emocional de su hermana.

    —Es posible que los Vulturi conozcan esta información desde hace mucho tiempo, pero ahora nos corresponde a nosotros aprender todo lo necesario sobre ella, por la salud emocional y física de nuestro clan —afirmó Carlisle, incómodo al recibir esa información. «¿Por qué los reyes no confiaron en mí para compartir esta información? ¿Realmente son inofensivos?», se preguntó con dudas.

    —Si eso es lo que deseas, hazlo. Pero recuerda que hay secretos que es mejor mantener ocultos en lugar de exponerlos a los reyes. Nunca está de más ser cautelosos en esta vida eterna, amigo mío —expresó Eleazar, observándolos con una mirada profunda y tranquila.

    —Esto ya no es gracioso. Oye, Eleazar, cuando te pones tan misterioso, no entiendo nada. ¿Alguien puede explicármelo? ¿Familia? —preguntó Emmett, completamente confundido.

    Alice observaba, feliz, al notar en sus visiones que la pequeña Eco aceptaba el terrario, sintiendo que había hecho algo bien para mejorar su bienestar.

    —Emmett, no es tan difícil de entender —negó calmadamente la vidente, mientras se acercaba con pasos ligeros a Edward y a la pequeña mascota—. Ven, pequeñita, ¿quieres comer? ¿Tienes hambre? —preguntó con una expresión suave y dulce, casi en un susurro, especialmente para no asustarla. Claramente, esa actitud le resultaba difícil, pero sabía que los ruidos y el frío no le harían bien a la criatura verde.

    La pequeña, nombrada como Eco, los observó con sus ojitos circulares. Miró al rubio (Jasper), al cobrizo (Edward) y luego a la pelinegra (Alice), aunque finalmente volvió su mirada al cobrizo. «¿Seguro?» preguntó la pequeña voz infantil, dudosa y tímida.

    —Es seguro. Ella es Alice, mi hermana —respondió Edward.

    Después de aquello, la pequeña Eco pestañeó lentamente, y luego, paso a paso, despegó sus cuatro pequeñas patitas de la mano de Edward para pasar a la mano fría de Alice. En ese momento, un gruñido se escuchó proveniente de su estómago.

    «¡Sí! ¡Tiene hambre!» pensó Alice, eufórica pero manteniendo una apariencia tranquila ante el pequeño animal. En verdad, se estaba esforzando por no asustar a la criatura.—Vamos, pequeñita, Eco.

    Alice caminó hacia el terrario que había conseguido, equipado con ramas, un calefactor a la temperatura adecuada, y bichos que aguardaban tras el vidrio cerrado. Había una multitud de mosquitos, gusanos y otros insectos pequeños, algunos vivos, otros ya muertos. Alice colocó cuidadosamente a la pequeña Eco en el suelo de aserrín suave.

    Sin darse cuenta, la sala quedó en silencio mientras todos observaban con curiosidad cómo la pequeña miraba su nuevo hogar. Emitió un sonido de aceptación, y poco después, su lengua salió disparada atrapando un insecto, luego dos o tres. Poco a poco, fueron viendo cómo la pequeña se saciaba, y su pequeño estómago comenzaba a hincharse al terminar de comer.

    —La naturaleza animal es tan hermosa y curiosa. Espero que su cuidado sea armonioso y un éxito. Nunca antes había oído hablar de vampiros con mascotas —comentó Eleazar, ligeramente divertido ante la escena, como si fuera un gran descubrimiento.

    —Gracias por los buenos deseos, amigo mío —expresó cordialmente Carlisle, sintiendo alivio de que, al menos entre todos, Alice supiera cómo cuidar a este pequeño animal—. Bien, mañana partimos. Hoy descansemos por el bien de la pequeña Eco.

    Todos aceptaron gustosos la decisión. Rosalie se retiró de la sala; esta escena alimenticia no encajaba en los planes de la visión que se había formado. Aún le producía sensaciones de repulsión. Emmett se quedó observando con curiosidad, de brazos cruzados; aquello sin duda era lo más interesante en su aburrida rutina eterna.

    Mientras tanto, Alice y Jasper estaban sentados, observando con tranquilidad y felicidad cómo la pequeña Eco exploraba cada rincón de su terrario. Las cuatro paredes de vidrio la protegerían en su ausencia, si fuera necesario. Pero las ramas hacían que ellos perdieran de vista a la pequeña, que poco a poco parecía estar confiando en ellos.
     
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    Fantasía
    Total de capítulos:
    36
     
    Palabras:
    495
    CAPÍTULO 6
    Forks, 2004.

    —Cuidados para regular la temperatura de tu camaleón: durante la noche, debes apagar todas las luces y permitir que la temperatura baje entre 5° y 10°C. No será necesario calentar artificialmente la jaula de tu camaleón si la temperatura de la casa no baja de 18°-21°C —empezó a leer Jasper en voz alta, para que Esme y Emmett, quienes eran los únicos en la mansión aquel día, pudieran escuchar.

    —Un motivo más para tener aire acondicionado. Sabía que no iba a ser un desperdicio —comentó Esme, contenta, mientras empezaba a buscar el manual del aire acondicionado. En un pestañeo, ya estaba con el librillo al lado de Jasper.

    —Mmm... ¿Por qué es tan importante la temperatura correcta para un camaleón? —preguntó Emmett, extrañado, al ver cómo la pequeña Eco parecía bostezar—. ¿Cómo una criatura como esta puede ser tan adorable? Eres hermosa, Eco.

    —Es fundamental mantener la temperatura correcta para asegurar el crecimiento y la salud del camaleón, y también para que muestre buenos pigmentos en su primer camuflaje espontáneo —respondió Jasper, tras una lectura rápida en el libro que Alice le había regalado—. Tiene una belleza exótica.

    La pequeña camaleón los miró con un brillo en los ojos que les hizo sentir contentos, mientras que para Edward era un deleite escuchar los balbuceos de la niña: "lindos". No eran muchas palabras, pero expresaban claramente lo que sus ojos reflejaban.

    —Me sorprende cuánto nos intriga un camaleón —dijo Edward, entrando por la puerta de la nueva casa en Forks, mientras abrazaba el respaldo del sillón con los brazos abiertos—. Es decir, aún no han desempacado todo, pero lo primordial es que la pequeña Eco tenga su hábitat adecuado.

    Alice entró dando pequeños saltitos, con un frasco en las manos que claramente contenía bichos recién recolectados.

    —No seas tan reflexivo. Disfruta que ahora es como una mascota. Ya verás que, una vez que deje de serlo, serás el primero en gruñir, Edward —añadió Alice, mientras destapaba la abertura superior del terrario para empezar a destapar la tapa del frasco—. ¿Quieres alimentarla?

    Edward, un poco dudoso, asintió curioso. Nunca había tenido una mascota antes, ni siquiera sabía que los camaleones existían. Cuando iba a lanzar un insecto al terrario, una gran lengua lo azotó, robando rápidamente la presa, lo que asustó al joven vampiro.

    —Oye... tranquila, no lo iba a dejar escapar —titubeó Edward, sorprendido por lo comelona que parecía ser la pequeña.

    —¡Jajajajaja! ¡Edward se asustó! ¡Bien hecho, pequeña Eco! —felicitó Emmett, intentando modular su voz, pero aun así logró que la camaleón se escondiera de nuevo.

    —En verdad no finges ser torpe, lo eres. ¡Bruto! —siseó molesto Jasper, dándole un zape en la cabeza a Emmett.

    Rosalie, quien observaba todo desde lejos, seguía sin estar completamente cómoda con que su "pequeña niña" fuera un camaleón, pero solo podía esperar a que el ti
    empo iluminara su visión.
     
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    Brunchi

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    36
     
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    1566
    CAPÍTULO 7

    —Jas, por más que leas muchos libros, ninguno podrá darte las respuestas a sus próximos pasos —comentó su pequeña pareja, entrando con un nuevo libro—. Pero... si tanto quieres leer, ayúdame a elegir a alguien que la acompañe.

    —¿Acompañe? ¿A dónde irá? —preguntó Jasper con duda.

    —No irá a ningún lado. Es que... —Alice empezó a decir, titubeando.

    Jasper percibió la preocupación en ella, además de ansiedad e inquietud.

    —¿Qué pasa? ¿Qué sucede, Alice?

    —Pronto volveremos a la jornada estudiantil y la dejaremos sola —admitió, avergonzada por querer acaparar todas las necesidades de la pequeña camaleón.

    —Esme estará aquí, no la dejará sola —respondió Jasper, extrañado.

    —Sí... pero no será lo mismo. Esme también tiene su rutina de quehaceres; no podrá estar siempre, como nosotros, para cuidar esa mirada o estar ahí cuando nos necesite... y si nos necesitara... y si...

    —Cariño, me parece que estás exagerando un poco. Eco estará a salvo, con buena atención, y no necesita nada más —aconsejó Jasper, comprensivo ante su hiperactiva compañera, mientras la atraía y la besaba dulcemente—. No generes tanto estrés, o te saldrán canas.

    —Jas... Los vampiros no podemos... —comenzó a decir Alice, pero luego empezó a comprender el punto de su compañero empático.

    —Correcto. Ya estás haciendo lo máximo por ella. Deja que vaya a su ritmo, cariño —comentó Jasper, influyendo paz en su dirección.

    Por un momento pareció que la había convencido, pero la sonrisa nerviosa de Alice le dijo otra cosa. En un descuido, lo besó y se soltó, quedando Jasper sin ella en sus brazos.

    —Lo siento, cariño, pero no puedo quedarme de brazos cruzados. Iré de compras, te veo luego —expresó Alice, con las llaves del auto en la mano.

    Jasper suspiró sin necesitarlo cuando ya no pudo ver a su pareja. Luego escuchó el motor del auto, y después nada más, dejando en claro que ya se había marchado completamente. Sin embargo, su mirada fue directa a la causante de los desvelos compulsivos de compras de su pequeña: la pequeña reptil que lo miraba como si lo observara desde todas las direcciones, curiosa, intrigada y hambrienta.

    —Lo siento, Eco. Intenté detenerla, pero no pude... —expresó Jasper, avergonzado, como si necesitara decirlo, aunque aún no comprendía el motivo real de por qué sentía tal necesidad. No creía que fuera posible tener otra compañera y menos que fuera compartida con todos.

    La pequeña camaleón se movió delicadamente, como si fuera una pluma entre las pequeñas ramas, muy lentamente —aquel tronco que cada semana renovaban para su comodidad—, hasta quedar cerca de la compuerta y luego mover su boquita, mostrando un poco su lengua.

    No tardó mucho en comprender la sensación de inquietud, además de escuchar el sonido del estómago del animal pidiendo comida. Por lo que se acercó a la otra pecera, donde había bichos; era un pequeño criadero de grillos. Con una pequeña red, similar a la de cazar medusas de Bob Esponja, empezó a atraparlos con cuidado. Luego cerró de nuevo el criadero y se acercó a la pequeña Eco.

    —Hazte a un lado y te daré de comer —comentó suavemente.

    La camaleón hizo lo que él dijo, aún ansiosa por atacar la comida. En cuanto los grillos cayeron al suelo, no tardó en soltar el látigo de su lengua en esa dirección. El movimiento imprevisto asustó a Jasper, quien nunca superaría esos momentos. No era solo Edward quien quedaba maravillado por la agilidad de aquella lengua.

    [...]

    Ya en la tarde de ese día, Jasper empezó a recordar cuánto tiempo había pasado desde su traslado a ese pequeño pueblo. Había sido un mes desde que se habían mudado a Forks. Para los pueblerinos, era la primera vez que veían a Jasper y Alice; para el resto de la familia, significaba el regreso a su casa habitual luego de varios años sin estar por ahí.

    En ese mes habían ocurrido muchas cosas. Por ejemplo, Emmett se había ganado la molestia de la pequeña Eco, y ya llevaba una semana sintiendo la era de hielo de la camaleón. Por otro lado, Alice tenía sus manías compulsivas de comprarle cosas. Esta vez estaba preocupada por la soledad que la pequeña pudiera sentir. Aunque al intentar que la pequeña Eco tuviera amistad con otros de su especie, la situación no terminó muy bien.

    Todos los camaleones terminaban siendo arrinconados por los látigos de lengua de la pequeña camaleón, teniendo que devolver a todos los camaleones que compró. Según Alice, quería que la pequeña Eco tuviera compañía mientras ellos iban a clases como adolescentes normales, pero su idea no había sido la mejor.

    Había logrado que la pequeña camaleón no quisiera estar a su lado por alrededor de dos semanas. Según Edward, la pequeña se encontraba muy indignada con Alice y no quería nada que tuviera que ver con otro camaleón que le quitara la atención de los demás. La niña era demasiado posesiva con ellos.

    Y aquello realmente no les molestaba a los vampiros, sino que se enternecían ante la sensación de ser solo de esa pequeña criatura verde. Sin embargo, Alice seguía tratando de conseguir el perdón de la pequeña; hacía de todo, pero ella ya no era la misma. Según Edward, le había dicho a Alice que la solución era evidente, pero que ella parecía ser ciega. Jasper también veía, sentía y escuchaba cómo la pequeña Eco reaccionaba ante la presencia de su pareja vidente:

    —Solo debes pedirle disculpas de la manera que tú sabes querer, Alice —le había dicho Jasper, intentando enseñarle el camino del sentimentalismo animal, porque sí, la pequeña se sentía ofendida por haber entendido que Alice la quería cambiar, cuando esa no era la intención. Siempre la miraba con cariño, pero también con dolor, y eso afectaba a ambas; con todos los demás, estaba bien dentro de lo que cabe.

    Tras aquel recuerdo, Jasper no se dio cuenta de que su esposa ya había vuelto, con una caja entre sus manos.

    —¿Qué es eso, Alice? —preguntó Jasper, bastante intrigado.

    —Esto sí que le va a gustar. Tal vez no he visto el futuro de ello, pero a mí sí que me recordó a ella —dijo Alice, muy entusiasmada, trayendo enseguida la caja cerca del rubio—. Esto no lo necesitamos, pero creo que funcionará.

    Jasper seguía sin entender hasta que la pequeña Cullen abrió la caja, dejando ver una taza con un mango en forma de camaleón verde. La taza, sin duda, le recordaba a la pequeña Eco, por lo que esperó pacientemente la reacción de ambas.

    —Vaya, sin duda se parece. Pero, a ver cómo se lo explicas —murmuró Jasper, pensativo.

    Alice inmediatamente fue a mostrarle la taza a la pequeña Eco. Golpeó suavemente el cristal hasta obtener la atención del pequeño animal verde.

    La camaleoncita despertó muy lentamente tras aquellos golpecitos, encontrándose con la mirada dorada de Alice. Iba a amagar con voltear su rostro para no verla.

    —¡Espera! Este... Yo... quiero pedirte disculpas, pequeña Eco. Ninguna de las veces me expliqué; solo te mostré, esperando que entendieras mi propósito —explicó Alice, suplicante y avergonzada.

    La camaleón se quedó medio estática en su acción, mirándola sin nada que expresar, pero gruñó levemente como si dijera un "aja". Alice aprovechó el beneficio de la duda.

    —Vi en la tienda algo que me recordó a ti. No es lo mismo, pero sí que se parece a ti —explicó mientras colocaba la taza sobre la orilla de la mesilla donde estaba su terrario—. Mira, esta eres tú, y yo siempre estaré recordándote, aun cuando tenga clases en el instituto.

    La camaleón miró el objeto con intriga, bastante extrañada, sin saber cómo reaccionar: «¿Soy yo?» «¿Por qué me extrañarías, si solo quieres tener otros?» pensó aún rencorosa por lo sucedido previamente.

    —Ella pregunta que: ¿por qué la extrañarías si solo quieres tener otros? —expresó el lector de mentes, entrando en la sala por casualidad—. Parece que aún no olvida lo que hiciste, Alice.

    La vidente se sintió triste por la confusión y desconfianza que la pequeña Eco demostraba hacia ella, por lo que, con los ojos cristalizados, la miró directamente a esos ojos tan bonitos.

    —Compré esto porque no quiero que estés sola. Se siente feo estar sola, y solo quiero que seas feliz... Nunca quise dañarte ni cambiarte, Eco —dijo Alice con un puchero.

    La pequeña la miró y luego parpadeó unas cuantas veces, para después mirar al cobrizo recién llegado: «Nunca me dejes... Así sí te perdono» expresó, aunque tímida, al saber que no quería mucho admitir su temor.

    —Tiene miedo —expresa Jasper, mirando a la pequeña Eco con cierta confusión.

    —¿Pero por qué? —pregunta Alice, igualmente desconcertada.

    —Porque le da vergüenza admitir que teme quedarse sola —responde Edward.

    Esta breve conversación hace que la pequeña camaleón se esconda de los tres vampiros, camuflándose.

    —Aww, eres tan tierna y un poco tonta, pequeña Eco —sonríe Alice, enternecida, mientras deja la taza a un lado—. Nunca más estarás sola, somos eternos, pequeñita.

    —Y la eternidad es mucha —dice Edward, intentando localizarla, ya que sigue escuchando sus balbuceos mentales.

    —Y tenemos todo este tiempo solo para ti, pequeña princesa —sentencia Jasper.

    Con cada palabra, pueden escuchar el corazón del animal latir con emoción.

    «Solo míos, míos», admite con posesión la pequeña, feliz de tenerlos por mucho tiempo para ella.

    Ellos ya la tenían para sí mismos.
     
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    Brunchi

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    36
     
    Palabras:
    1344
    CAPÍTULO 8

    El día había llegado: los jóvenes Cullen debían asistir al Instituto de Forks. Desde las 5 de la mañana, la pequeña Eco ya estaba despierta. Aunque no comprendía del todo de dónde provenía su ansiedad, en cuanto vio a sus "dueños" vestidos de manera más formal y recogiendo mochilas, supo que estaban a punto de salir.

    «¿Es hoy ya?» pensó Eco, un camaleón verde que observaba desde su terrario.

    —No deberías estar ansiosa, pequeña Eco. Solo yo debería estarlo —dijo Jasper, apretando con fuerza las correas de su mochila, su expresión grave—. Me preocupa no poder controlarme.

    —Toda la familia te apoya, Jas. Estaremos en contacto, y mientras menos te preocupes, mejor te irá —respondió Alice, sentándose a su lado y dándole un suave beso en la mejilla. Vestía de manera impecable, como siempre.

    «El vampiro no debe temer; los demás, tal vez, por su curiosidad suicida. Pero tú no eres un peligro», pensó Eco, con su rudimentaria comprensión.

    Los Cullen habían notado algo curioso durante la semana previa al comienzo de clases: Eco había desarrollado una sorprendente habilidad para comunicarse. Cuanto más tiempo pasaba con ellos, más parecía "modular" su lenguaje, evolucionando desde simples balbuceos hasta pensamientos algo más complejos, aunque aún rudimentarios y algo primitivos.

    Jasper, al escuchar el pensamiento del camaleón, sintió un extraño respeto por la criatura. Aunque la voz en su cabeza sonaba infantil, había una sabiduría que lo hizo sentir pequeño por un instante. Se preguntó cómo era posible que Eco supiera tanto sobre su naturaleza. Miró a Edward en busca de respuestas, pero este solo se encogió de hombros; él tampoco lo sabía.

    —Despreocúpate, cariño. Hasta nuestra pequeña Eco sabe que no debes temer. Nada malo ocurrirá. Y lo sé gracias a mi don —dijo Alice, con una voz que denotaba un leve toque de incertidumbre. Aunque podía ver el futuro, no siempre podía garantizarlo todo.

    La pequeña Eco, tras escuchar lo dicho, miró a Alice y luego hacia la salida de su terrario. Subió lentamente por la rama que le habían colocado hasta quedar cerca de la rejilla. «¿Un rato? Por favor», pensó, sabiendo que Edward entendería.

    Edward sintió una urgencia inexplicable de complacerla. Nunca entendía del todo por qué se sentía tan inclinado a protegerla y cuidarla. Era extraño, considerando que Eco no era más que una mascota.

    —Solo un rato, hasta que tengamos que partir —respondió Edward, acercándose a la rejilla y extendiendo su mano.

    La pequeña Eco olfateó la mano de Edward, buscando el familiar aroma a canela y menta que siempre le recordaba al vampiro de cabello cobrizo. Al encontrarlo, rozó su cabeza contra el dorso de la mano de Edward, disfrutando del contacto, aunque la sensación era fría.

    Edward sintió una extraña mezcla de emociones al sentir al camaleón subiendo por su brazo. Jasper, que percibía las emociones, notó un escalofrío cálido recorrer el cuerpo de Edward. Era una sensación tan agradable que incluso él deseaba estar en su lugar.

    —No seas celoso, Jasper. Sus intenciones están dirigidas a ti. Déjame disfrutar el momento —murmuró Edward, lo suficientemente bajo para que la pequeña Eco no lo oyera.

    Jasper, al sentir la felicidad proveniente de la pequeña, se sintió avergonzado por sus propios sentimientos. «Lo siento, Edward. No sé qué me pasó», se disculpó mentalmente.

    —Descuida —respondió Edward, mientras acercaba su brazo para que Eco pudiera estar más cerca de Jasper—. Acércate, quiere hacer algo pero aún es muy pequeña para hacerlo sola.

    —¿Eso dice? —preguntó Jasper, confundido por el torrente de emociones que percibía de Eco.

    —Eso es lo que entendí. Se queja de ser tan pequeña —respondió Edward, con una sonrisa divertida, pensando en cómo el camaleón parecía tener la ambición de crecer más que ellos.

    Jasper se acercó, intrigado por la expresión de Eco, quien parecía estar disfrutando del momento. Alice, observando desde el otro lado de la habitación, tenía los ojos brillantes de felicidad al ver la interacción. Jasper dejó que Eco se deslizara sobre su piel, hasta quedar frente a él, como si intentara darle un beso.

    «Nunca dudes de ti, porque yo no lo haré», pensó Eco con una determinación que Edward tradujo al instante. Jasper sintió un ardor en sus ojos y una opresión en la garganta. Era un sentimiento abrumador de paz, ternura y amor incondicional que tocó su corazón muerto. No pudo evitar soltar un sollozo ahogado.

    Alice acarició la espalda de su esposo, comprendiendo profundamente sus emociones. Ese siempre había sido su deseo: que Jasper sintiera amor y que se sintiera una mejor persona de lo que fue.

    —Pequeña Eco, yo también quiero que me ames así —pidió Alice con una voz suave y tierna.

    Edward negó con la cabeza, divertido, al ver cómo sus hermanos sucumbían a la tentación de pedir la atención de Eco.

    —¡Yo también quiero! ¡No se la queden solo para ustedes! —exclamó Emmett desde la distancia, acercándose más despacio al ver a la pequeña Eco. Cuando llegó a la sala, habló en un tono más suave—. ¿Puedo?

    Emmett aún estaba en proceso de mejorar su relación con Eco, pero estaba decidido a intentarlo. Por eso, se mostró cauteloso al acercarse.

    «Sí, quiero», pensó Eco, mirándolo recelosa pero con ganas de aceptar.

    —Aprovecha, Emmett. Ha dicho que sí —tradujo Edward, mientras Emmett se preparaba para su turno.

    Emmett, emocionado, observó cómo Eco rozaba su rostro contra el de Alice, quien sonreía como una niña. Luego, Eco se volvió hacia Emmett, mirándolo con desconfianza pero cediendo a la tentación de acariciarle el rostro y el mentón.

    «Vuelvan pronto, ¿sí?»pensó Eco, con un toque de nostalgia.

    El tiempo había pasado rápido. Eran ya las 6:55 de la mañana. Todos estaban listos, pero no podían resistirse a mimar a la pequeña Eco antes de partir.

    —Volveremos para el almuerzo, o tal vez cuando despiertes. Esme se queda a cuidarte —dijo Edward, al notar la expresión melancólica en los ojos de Eco.

    —Si no me siento bien, no tardaré en volver, señorita Eco —añadió Jasper, brindándole el mismo apoyo que ella le había dado.

    —Vamos antes de que Jasper se arrepienta. Rose, ya nos vamos —dijo Alice, con decisión.

    Rosalie bajó las escaleras, cargando su mochila al hombro. Miró a Eco con cierta reserva, pero finalmente se acercó y le dio una caricia rápida en la cabeza.

    —Pórtate bien, Eco. Mamá estará al tanto de todo —dijo Rosalie con una dulzura que sorprendió a Emmett y lo dejó celoso.

    —¡Vamos, cariño, es hora! —exclamó Emmett, tomando a Rosalie por la cintura y dirigiéndose a su Jeep.

    —Se puso celoso —dijo Jasper, con una sonrisa divertida.

    —Ya lo escuché, pero no entiendo por qué —respondió Edward, confundido. Él era el único que aún no comprendía completamente los sentimientos que nacen al tener un compañero.

    —¡Ya vi que todo irá bien hoy, así que vámonos! —exclamó Alice, radiante de felicidad mientras estiraba la mano de Jasper—. Nos vemos más tarde, pequeña Eco. Te queremos.

    Finalmente, Edward quedó solo con Eco, con la intención de devolverla cuidadosamente a su terrario. La pequeña lo miró, pero no se movió.

    «¿Ed…?»se escuchó la voz tierna de Eco en su mente.

    —¿Sí? —respondió Edward.

    «No eres un monstruo», pensó Eco, con una sinceridad abrumadora. «No para mí. Y quien diga lo contrario se las verá conmigo. Eres mío, y sé que te irá bien».

    Edward se sintió profundamente conmovido, sintiéndose querido y comprendido de una manera que no esperaba.

    —Gracias, Eco —dijo con calidez, depositando un suave beso en la cabeza del camaleón, quien disfrutó del gesto.

    Después de eso, la pequeña criatura bajó del brazo de Edward y se instaló en la rama de su terrario. Con cuidado, Edward cerró la rejilla y la aseguró, echando una última mirada para asegurarse de que Eco estuviera bien antes de tomar su mochila y salir.

    Esme, ocupada lavando la ropa de los chicos, aún no había visitado a Eco, pero su visita tardaría en realizarse debido al arduo trabajo que tenía por delante.
     
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    Palabras:
    709
    CAPÍTULO 9

    Esme Cullen observaba con ternura al pequeño terrario que albergaba a Eco, el camaleón de la familia. La luz suave de la tarde se filtraba a través de las grandes ventanas de la casa, bañando la sala en un cálido resplandor dorado. A lo largo de los años, Esme había encontrado su lugar en la familia como la figura maternal que, desde el momento en que Carlisle le otorgó su apellido, supo que sus nuevos compañeros serían sus hijos. Aunque al principio le costó aceptar su nueva naturaleza vampírica, el amor incondicional de Carlisle la ayudó a superar cualquier inseguridad. Con el tiempo, ese amor floreció en un don especial: la capacidad de brindar afecto sin límites a quienes aceptaban ser amados por ella.

    A diferencia de sus hijos adoptivos, Esme no poseía habilidades especiales como la capacidad de leer mentes, influir en emociones o prever el futuro. Sin embargo, su don era tan valioso como cualquier otro. Su habilidad para amar y cuidar era la que mantenía a la familia unida, convirtiendo una casa llena de vampiros en un verdadero hogar.

    Se acercó al terrario con un pequeño vaso de agua en la mano, observando cómo Eco la miraba con ojos atentos y curiosos. El camaleón, que era tratado con el mismo respeto y cariño que cualquier otro miembro de la familia, levantó una patita y la apoyó en el cristal, como si intentara comunicar algo. Esme, con su paciencia infinita, comprendió que la pequeña criatura deseaba interactuar con ella. Con delicadeza, cambió el agua y acercó su mano al terrario.

    —¿Ocurre algo, pequeña? —preguntó suavemente, su voz como un murmullo que acariciaba el silencio de la sala.

    Eco se acercó a ella, apoyando su diminuta cabeza en el dorso de la mano de Esme. La vampira, conmovida por el gesto, sonrió con ternura.

    —Eres muy dulce, pequeña Eco —dijo, su voz reflejando el cariño que sentía por el pequeño ser—. ¿Tienes hambre o necesitas algo?

    El camaleón, en respuesta, trepó por su brazo hasta posarse entre su hombro y su cuello. Esme la observó, pensativa, recordando las palabras de Jasper sobre el cuidado de estos animales.

    —Parece que quieres quedarte allí —murmuró Esme—, pero según lo que recuerdo, no deberías exponerte mucho al frío. Solo será por un momento, ¿de acuerdo?

    Eco pareció asentir con un suave sonido que Esme interpretó como un gesto de aprobación. Juntas, pasaron la siguiente hora en esa posición, con Eco acurrucada cerca de su cuello mientras Esme continuaba con sus tareas domésticas. A lo largo de los años, Esme había desarrollado una rutina meticulosa, manteniendo la casa impecable, aunque sabía que sus hijos vampiros no lo necesitaban tanto como un humano. Pero para ella, estas tareas eran una manera de mostrar su amor y cuidado por la familia.

    Mientras limpiaba el polvo de los muebles, Eco estornudó suavemente, lo que hizo que Esme soltara una risa apenas audible. Luego, lavó los platos, aunque sabía que era más por costumbre que por necesidad. Finalmente, se dirigió a los baños, donde la diferencia en el orden de cada uno reflejaba las personalidades de sus ocupantes. El de Emmett y Rosalie era un desastre, como siempre. El de Alice y Jasper, en cambio, estaba perfectamente en orden, y el de Edward apenas requería atención.

    Una vez cumplida la hora, Esme supo que era momento de devolver a Eco a su terrario. Extendió su brazo con suavidad, y el pequeño camaleón, aunque renuente, se deslizó de vuelta a su hogar. Sin embargo, antes de hacerlo, ambas compartieron un último momento de conexión, una comprensión mutua que iba más allá de las palabras.

    A pesar de que Rosalie tenía la esperanza de ganarse el afecto de Eco, la pequeña criatura ya había elegido a Esme como su figura materna, un lazo que se fortalecía día a día. Mientras Esme se alejaba, sintió una calma profunda, sabiendo que, aunque sus hijos adoptivos no estaban en casa, no estaba sola. La pequeña Eco había llenado ese espacio temporalmente vacío, y ambas disfrutaban de esos momentos juntas hasta que el resto de la familia regresaba, llenando la casa nuevamente de vida y energía.
     
  11. Threadmarks: Capítulo 10
     
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    11 Noviembre 2016
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    Escritora
    Título:
    Camuflaje
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    36
     
    Palabras:
    952
    CAPÍTULO 10
    En el instituto Forks, la tensión era palpable desde el primer día de clases de 2005. A pesar de la esperanza de que todo seguiría igual en ese pequeño y alejado pueblo, los cambios eran inevitables. Como bien se decía, "pueblo pequeño, infierno grande", y Forks no era la excepción. Los chismes corrían como pólvora, y los Cullen lo sabían.

    —¿Están realmente seguros de que dejar a Eco con Esme fue una buena idea? —preguntó Jasper, su voz denotando una incomodidad que sólo deseaba apaciguar volviendo a casa.

    Alice, con su habitual sonrisa de certeza, interceptó sus pensamientos al instante.

    —Jas, no vamos a regresar. Debes enfrentar esto. —respondió con la seguridad de quien ya había visto el futuro.

    Edward, siempre tan analítico, compartía la preocupación de Jasper. Su ceño se frunció mientras consideraba las palabras de su hermano.

    —Aunque tiene razón, mamá no puede percibir las intenciones de Eco, ni leer su mente. ¿Cómo se adaptará Esme a eso? —preguntó Edward, la intriga asomando en su tono.

    Alice, siempre un paso adelante, volvió a tranquilizar a sus hermanos.

    —Les aseguro, chicos, que no habrá problema alguno. —dijo con la misma serenidad que la acompañaba desde que había visto en sus visiones que todo saldría bien. Llevó a Jasper hacia la secretaria, donde debían recoger sus horarios—. No veo ningún cambio en el futuro, así que todo estará bien —pensó con determinación.

    —Nuestra Eco es inteligente, sabrá cómo pedir ayuda, hermano mío —comentó Emmett con su habitual tono juguetón. Aunque en el fondo, deseaba haber pasado más tiempo con la pequeña camaleón antes de tener que ir al instituto.

    Edward captó los pensamientos de sus hermanos y suspiró. La súplica en la mirada de Jasper no pasó desapercibida.

    «No estás relajado. Vayamos a ver cómo está ella. Por favor» pensó Jasper, su ansiedad palpable incluso en silencio.

    «No podemos. Hoy debemos empezar las clases como todos los demás. Recuerda que no debemos levantar sospechas» respondió Edward en un intercambio mental, tratando de mantener a su familia enfocada en la tarea que tenían por delante.

    Cada uno de los Cullen recogió su horario de clases y se dividieron en sus respectivos grupos. Jasper compartía algunas clases con Alice, Emmett y Rosalie estaban juntos, y Edward, como de costumbre, iba solo.

    Las clases eran una verdadera tortura para Jasper. El olor de la sangre humana lo asaltaba constantemente, y el sonido de los corazones latiendo a su alrededor era una tentación insaciable. Cambiar su dieta a sangre animal no había aliviado su sed, sólo la había aplacado superficialmente, dejando un vacío que nunca se llenaba. Las emociones de los demás lo abrumaban, sumiéndolo en una constante lucha interna por mantenerse bajo control.

    Se sentía deprimido, incapaz de ver cómo iba a poder lidiar con todo. Aunque Alice, su compañera y guía, parecía estar completamente segura de que todo saldría bien, él no compartía esa seguridad, aunque le hubiera prometido seguirla hasta el fin del mundo.

    —Jas, es hora del almuerzo —lo llamó Alice, sacándolo de sus pensamientos oscuros.

    Durante el almuerzo, Jasper intentaba mantener la compostura, pero fingir que podía comer era una de las tareas más ridículas a las que se había enfrentado. Las clases de historia, aunque algunas eran inexactas, otras le resultaban interesantes, pero la mayoría de los eventos los había presenciado en persona, lo que las hacía triviales. Fingir que comía era un acto que le parecía casi risible, pero lo hacía por Alice.

    Edward, por su parte, fingía masticar, pero en cuanto tenía oportunidad, escupía discretamente la comida en el basurero cercano. Rosalie, siempre inteligente, había optado por fingir que bebía yogurt dietético, un truco que no requería masticar ni tragar. Jasper, desafortunadamente, había elegido una ensalada y un sándwich, creyendo que podría disimular mejor, solo para descubrir que masticar y luego deshacerse de la comida era aún más incómodo.

    El día no mejoraba para Jasper. Aunque intentaba mantener una actitud positiva por Alice, extrañaba las vacaciones y la tranquilidad de estar con Eco. Ese contacto, aunque simple, le ofrecía un refugio que ahora añoraba.

    Mientras tanto, Edward lidiaba con su propia tortura. Escuchar los pensamientos de todos a su alrededor le estaba provocando un dolor de cabeza. A diferencia de Jasper, que sólo percibía las emociones, Edward vivía en un constante flujo de pensamientos ajenos que nunca se detenía. Era como escuchar a miles de narradores hablando al mismo tiempo, cada uno contando su propia historia. En medio de ese caos, lo único que lo calmaba era recordar los serenos pensamientos de la pequeña camaleón, Eco, que contrastaban con el tumulto de voces humanas que lo asediaban ahora.

    Fingir comer al menos proporcionaba algo de diversión. Ver la expresión de incredulidad en el rostro de Jasper era uno de los pocos momentos ligeros de la mañana.

    Por otro lado, Emmett pasaba el tiempo compartiendo ideas pícaras con Rosalie, disfrutando de la rutina estudiantil como si fuera un juego más. Rosalie, con su belleza y elegancia, sonreía discretamente ante las ocurrencias de Emmett. Para ella, la vida en el instituto se había vuelto casi normal, siempre y cuando ningún humano se acercara demasiado a su familia. Sabía que haría cualquier cosa para protegerlos de los Vulturi, la amenaza constante que pendía sobre ellos.

    Para los Cullen, ese primer día de clases fue una mezcla de rutinas conocidas y desafíos personales. Cada uno, a su manera, pensaba en la pequeña Eco y cómo estaría en casa con Esme. A pesar de las preocupaciones, sabían que al regresar encontrarían una imagen que quizás no esperaban, pero que de alguna manera, sabían que todo estaría bien.
     
  12.  
    Brunchi

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    Camuflaje
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    36
     
    Palabras:
    1052
    CAPÍTULO 11

    Cada uno de los adolescentes Cullen llegó en sus autos a la casa. Edward y Jasper fueron los primeros en entrar; sin embargo, se quedaron ansiosos al no encontrar a su pequeña camaleón en su terrario. No se escuchaba su corazón ni su respiración... Definitivamente no era un truco del camuflaje del camaleón.

    —¿Dónde está? —preguntó Jasper.

    —Busquemos a Esme —propuso Edward.

    Ambos estaban a punto de moverse, pero la mujer, pareja de su padre, se les adelantó. Al ver las expresiones preocupadas de los jóvenes, ella también se preocupó.

    —¿Qué pasa, niños?

    Ambos boquearon al ver que estaba tan preocupada como siempre por ellos. Sin embargo, Alice entró saltando alegremente hacia Esme, mirándola divertida y enternecida. Los que habían entrado a la casa pudieron ver cómo la pequeña camaleón estaba dormida en el hombro de Esme, con la cola levemente enroscada alrededor de su cuello, en una postura posesiva.

    —No es nada, mamá. Los chicos estaban algo paranoicos —dijo Alice al ver que su hermano y su pareja no hablaban a su querida madre.

    —¿Por qué no está en su terrario? —preguntaron ambos al unísono.

    Esme, tras escuchar la respuesta de su hija y sus hijos, alivió el ceño preocupado, transformando su rostro en uno dulce, lleno de felicidad y ternura.

    —Eco no quería estar sola mucho tiempo, así que quedamos en que cuando llegaran volvería a su casita. Pareció entenderme, así que... no tuve problema.

    Emmett, al escuchar eso, se sorprendió. No era un secreto que sus hermanos Edward y Jasper estaban preocupados porque Esme no supiera cómo comunicarse con la pequeña camaleón. Pero al parecer, toda esa preocupación había sido en vano, pues todo había ido bien mientras estaban en clases.

    —Sorprendente, mamá. Parece que la pequeña Eco te quiere mucho —dijo, señalando a la pequeña y la cola posesiva alrededor de Esme—. ¿La puedo cargar primero?

    En ese momento, la pequeña Eco abrió los ojos, encontrándose con esas personas que la hacían feliz, por lo que su corazón latió emocionado. Sin embargo, en su mente surgió la duda: «Quiero saludarlos, pero... ¿y Esme? No quiero dejarla sola», pensó, indecisa.

    Edward frunció el ceño al escuchar esos pensamientos. Por un momento, sintió una molestia en su corazón, como si algo de lo que escuchó no le gustara. «¿Pero por qué no me gusta?» pensó, incómodo con la sensación.

    —Eco, ven conmigo —exigió Edward, con un tono algo ronco y posesivo.

    Jasper también percibió la misma molestia al no poder tenerla entre sus manos, pero la pequeña no parecía querer despegarse de Esme. Esto lo entristeció, tanto que no se fijó mucho en lo que sentía su hermano.

    La pequeña camaleón se sintió amenazada por el tono de Edward, por lo que cambió a color rojo y abrazó a Esme con más fuerza.

    —Edward, no le hables así. No es la manera correcta —regañó Esme.

    —Déjala, ya después será nuestro turno —dijo Jasper, algo desanimado.

    Alice no podía creer lo que estaba viendo y, sin poder evitarlo, soltó una risa, logrando que ambos la miraran con molestia.

    —¿Qué es lo gracioso, Alice? —preguntó Edward, ciertamente tosco.

    —Sus celos —respondió Alice como si nada—. Ya pronto se solucionará esto. Son muy impacientes.

    Jasper no pudo entender por qué su esposa estaba tan emocionada, como si hubiera visto una visión y lo estuviera ocultando de todos.

    Pero no hubo tiempo para preguntar, porque Carlisle entró hablando de algo con Rosalie, quien parecía estar siendo mimada por su padre en una conversación bastante secreta para todos en la casa, dado lo bajo que estaban charlando.

    Sin embargo, la figura paternal, al encontrar al resto de sus hijos mirando recelosamente a su esposa, se fijó mucho mejor en ella, encontrándose con que la pequeña Eco estaba muy pegada a su compañera. Por mucho que quiso evitarlo, no pudo evitar acercarse, abrazando también a su esposa por la cintura y besándola por reflejo del amor que le tiene, y para demostrarle al animal de quién era Esme. Fue algo natural e instintivo.

    En cuanto Carlisle sintió cómo Eco se colocaba entre ambos, como si quisiera ser mimada, iba a preguntar, pero no pudo al escuchar a través de Edward:

    —Te extrañó —dijo Edward entre dientes, con la misma sensación de molestia creciendo a cada segundo.

    Carlisle se quedó sorprendido. No había pasado mucho tiempo con la "mascota" e integrante de la familia, por lo que no pudo evitar sonreír levemente en gratitud ante tal muestra de cariño. Pero lo que no esperó fue escuchar el ronroneo y sentir el roce de la carita del reptil contra su rostro.

    Con aquella muestra de amor, sintió un profundo amor incondicional, uno que parecía inundar todo su ser y finalmente completar esa sensación de tener hijos. Era como un calor humano que nunca había sabido cómo llenar.

    —El sentimiento es mutuo, mi dolce speranza —reconoció finalmente la figura paterna de la familia.

    Así fue como todos quedaron pensativos, sin entender por qué Carlisle y Esme parecían ser ahora los favoritos de la pequeña Eco.

    —¿Dulce esperanza? ¿Por qué le dices así, padre? —preguntó Rosalie, ahora celosa.

    —No sabría explicarlo, pero necesitaba esto, lo necesitaba desde hace bastante tiempo. Y no sabía que lo necesitaba hasta hoy —dijo, pensativo, buscando una forma de expresar el cariño que finalmente había conectado con el camaleón.

    —Lo que siente Carlisle es un amor paternal pleno. Eso es lo que he podido traducir con el golpe de sentimiento y emoción inmensos —dijo Jasper con el ceño fruncido.

    —Ya basta, los celos no los llevarán a ningún lado —riñó Alice, cansada del par de familiares que tiene.

    —¿Celos? / «¿Celos?» —preguntaron al mismo tiempo tanto Carlisle como Eco.

    Ambos confundidos, perdidos y en sintonía.

    —Mis niños, el amor que la pequeña Eco tiene es para todos, es incondicional. No discutan o estarán castigados —dijo Esme, cerrando el tema de discusión.

    La mirada que les dirigió a todos les recordó que no solo era madre, sino la figura maternal y guía del clan, al igual que Carlisle.

    El día terminó con cada uno yéndose a su cuarto, refunfuñando.

    Mientras tanto, Carlisle se quedó con las dos figuras femeninas más preciadas de su eterna vida, comentando cómo había sido su día.
     
  13.  
    Brunchi

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    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    36
     
    Palabras:
    1955
    CAPÍTULO 12

    La camaleón, al escuchar la voz de Jasper, dirigió su mirada hacia él. Fue en ese momento cuando él percibió una creciente molestia y duda en ella, como si la situación demandara que ambos mantuvieran la cabeza baja y guardaran silencio.

    «También contigo...», pensó con la voz algo rasposa y grave.

    —Q-q...—empezó a decir Edward, pero al notar que tartamudeaba, se calló con vergüenza.

    —¡Oh! Ya sé lo que quiere Eco, vayan, vayan chicos... Ya luego nos vemos. ¡No seas tan dura con ellos, Eco bonita! —dijo Alice repentinamente, empujando a ambos vampiros fuera de la casa y cerrando la puerta tras ellos.

    Desde el otro lado, se escuchó claramente:

    —Terminen rápido, yo también quiero solucionar las cosas —admitió Emmett.

    Jasper y Edward se miraron, el primero aún con duda en la mirada, y el segundo dijo escuetamente:

    —Quiere hablar contigo también.

    —¿Por qué?

    Edward lo miró con obviedad, confundiendo más a Jasper.

    «Serás mi traductor, Jas no me entenderá o... mmm... podría...» empezó a divagar Eco, en un intento por recordar cómo hacerlo.

    —¿Qué es lo que recuerdas, Eco? —preguntó Edward más por Jasper que por sí mismo, incapaz de comprender los borrones que notaba en la mente de la pequeña. —¡Agh!... duele... —se quejó de dolor ante una punzada en su cabeza.

    Jasper supo que algo de lo que Edward había visto le había causado dolor, por lo que esperó a ver qué ocurría.

    «Pues ya no me leas, ya veré yo solita» se quejó la camaleón al ver que ni siquiera él podía comprender su mente.

    Saltó de los hombros del cobrizo al suelo, y por un momento se hizo invisible a tal punto que ninguno de los dos la vio.

    —¿Y ahora qué has hecho para que esté tan molesta la pequeña Eco, Edward? Date prisa y suplica perdón —dijo Jasper, ceñudo y totalmente preocupado por el pequeño animal camuflado.

    —Pero si esta vez no he sido yo —gruñó ofendido Edward.

    Ambos se tensaron ante el crujido de una rama, atentos al sonido del corazón del animal verde y a su respiración. Edward ya no podía verla ni escuchar sus pensamientos.

    En ese instante, el sonido de un galope ahogado rompió el silencio del bosque, como si una bomba de humo se hubiera activado en la oscuridad, irrumpiendo en la quietud. No era un sonido casual, sino la señal de que Eco estaba transmutando. En cuestión de segundos, su forma de camaleón cedió, dando paso a su figura humana. El proceso, aunque conocido por ellos, siempre traía consigo esa peculiar mezcla de sonidos: el eco de un galope distante y la liberación de una nube espesa que se dispersaba rápidamente en la bruma del bosque.

    La pequeña, vestida con un lamba que le cubría desde las axilas hasta justo antes de las rodillas, avanzó con pasos ligeros pero seguros. La tela del lamba, modesta y cómoda, caía suavemente alrededor de su cuerpo, adaptándose a su figura y al clima de Forks, donde el aire húmedo y fresco se colaba entre los árboles altos. A pesar de estar lejos de su tierra natal, la niña conservaba la vestimenta que le recordaba sus raíces.

    La niebla, que parecía intensificarse alrededor de ellos, envolvía el lugar, haciendo que el aire se tornara aún más denso. Los rayos de la luna, apenas perceptibles entre las copas de los árboles, se filtraban tímidamente, creando sombras que se movían como espectros en la penumbra.

    —Bueno, ya he recordado. Lo que quería preguntar es: ¿por qué están tan molestos porque haya estado con Esme? Explíquenme —dijo la pequeña niña de ojos verdes con una mirada que, en lugar de imponer, ahora despertaba ternura.

    —¿Eco? ¿Eres... tú? —preguntó Jasper, bastante asombrado.

    —Sí, soy yo. ¿Qué pasa? Ahora que me ven, no pueden ni hablar correctamente. Tsk... ¡Qué tontería! —murmuró, aún enfadada por su propia incomprensión.

    El aspecto que Eco había tomado para facilitar la comunicación era el de una niña de 11 años, un aspecto que era difícil de digerir, considerando lo concretamente que hablaba.

    —¿Por qué no puedo leerte la mente? —preguntó Edward, aún conmocionado.

    —¡No importa eso! Lo que quiero saber es... ¿por qué estabas celoso? ¡Eso es lo que dijo la hadita! —exclamó impaciente. La niña de ojos verdes parecía, de un momento a otro, tener el cabello pelirrojo.

    «Creo que la hiciste enojar», pensó Jasper.

    Edward ni siquiera lo miró. Solo se fijó en la niña de ojos verdes, que ahora sí parecía intimidante.

    —Yo... yo malinterpreté todo... —murmuró entre dientes, avergonzado.

    —No lo escuché muy bien —gruñó la pequeña Eco, cruzándose de brazos. Tal vez había tragado sin querer, impidiéndole escucharlo.

    Jasper, al ver aquella pequeña interacción, por un instante se sintió divertido. «¿Quién lo diría? Edward siendo regañado por Eco, una niña», pensó sin querer.

    La mirada matadora del cobrizo hacia el sureño fue muy obvia. Sin embargo, una pequeña afinación de garganta lo hizo ver nuevamente a la niña.

    —Si no me cuentas, no te dejaré escucharme —amenazó seria la niña de mejillas regordetas y ojitos grandes de color verde.

    Edward se sintió injustamente amenazado. ¿Cómo podía hacerle eso?

    —Tsk... No puedes, soy tu traductor, me necesitas —dijo orgulloso el cobrizo.

    La niña alzó una ceja y lo miró burlona, tocándose el cabello y luego mirando sus pies.

    —¿Ves alguna manera en la que ya no pueda ser escuchada por los demás? —preguntó simple y directa.

    Edward apretó los puños ante la actitud petulante de la que se suponía era Eco, la camaleón que lo trataba como si fuera una rama, pero de las que le gustaba quedarse para charlar.

    —Estás muy caprichosa.

    —Y tú, un idiota, cabeza de chorlito.

    Jasper abrió la boca, pero su comisura se aferró a ahogar una risa. Esta era la situación más cómica de su vida.

    Sin embargo, la mirada de la niña en él, sin querer, lo tensó. Fue muy repentino.

    —Si no me dices, le preguntaré a Jas. También sabe muchas cosas que yo no —dijo Eco mientras se acercaba sin miedo, ni preocupación, ni titubeos, hasta tomar la ropa del sureño y estirarla—. Por favor, cuéntame qué sintió para poder entender sus humores y no seguir con esta molestia en aumento.

    Jasper se quedó sorprendido, y no era el único. Aunque ahora Edward se sentía ofendido. «¿Pero... por qué con él sí ha sido respetuosa y conmigo no?» pensó indignado Edward.

    Sin embargo, un gran escalofrío recorrió la nuca y espalda de Jasper al saber que el enojo y la molestia seguían presentes en la dulce pero seria mirada de la niña. Era una sensación de mal augurio, no como los de su esposa, sino que, en el ser de la pequeña Eco, por lo general equilibrada, ahora podía percibir concretamente cómo estaban equilibradas esas emociones: tranquilas (cariño, paciencia y seriedad) y explosivas (enojo, molestia y petulancia).

    —Sintió celos por Esme, yo también... Vinimos como dos locos a verte después del Instituto, pero no estabas en tu lugar habitual, nos preocupamos y no querías soltar a Esme. Yo... yo me sentí... —se le dificultaba admitir sus propios sentimientos— me sentí triste cuando ni siquiera me miraste.

    —¿Uh? —una pregunta de total sorpresa y extraña sensación embriagó a la pequeña.

    Edward no era capaz de ver ningún pensamiento de reacción, y eso le estaba causando jaqueca, aunque fuera imposible. Dolía no escucharla.

    —¿Y por qué tenía celos de Esme? —preguntó confundida, realmente como una pequeña niña ahora—. No me malinterpretes, me importas como no tienes idea, Jas, pero... sigo molesta con él —apuntó a Edward sin pena alguna—, y realmente, si no soluciono esto, sin querer lo descargaré en ti. Has sido muy bueno conmigo y no te lo mereces.

    Jasper se sintió conmovido y sonrió suavemente al ser comprendido. No solo Alice lo entendía ahora, sino que la pequeña Eco se estaba volviendo un ser muy importante para él. «En otras palabras, soy su favorito», admitió pensativo, victorioso y orgulloso.

    —A veces pareces tan madura y en otras tan inocente. ¿Cómo es que eres así, Eco? —pregunta Edward, bastante indignado.

    —¿Será porque estuve encerrada durante años en hielo y no pude ser una adolescente normal como tú? —responde con ironía.

    —Pero si tu cuerpo tiene 11, 12 años como máximo ahora. —contraataca Edward.

    —Volver a la forma original sin saber mucho de tu pasado no es fácil. ¡No recuerdo cómo era de adolescente, vale! Es lo que hay. ¡Deja de enojarme y dime por qué estás tan ingrato conmigo! —gruñe, enojada y frustrada.

    Jasper se acerca con su don para entender la situación. Observa con atención para sacar sus conclusiones.

    —¿Por qué siento que también lo estás pagando conmigo? ¿Qué parte de lo que he dicho no entendiste? Ha sido un malentendido mío; los celos no debieron tener lugar. —responde Edward, ofendido pero también empezando a revelar respuestas que su familia quería averiguar.

    —Para tu mente tan vieja, no te escuché antes, así que fue por eso. —murmura, enojada, apartándose de Jasper, quien le agarra la mano izquierda. —¿Uh? ¿Qué pasa?

    —Tranquila, ese enojo se está disipando. Deja que te cuente su motivo —comenta Jasper, transmitiéndole un poco de tranquilidad con una fresca caricia de su don. «Sé sincero con ella, Edward», advierte Jasper.

    Al percibir esto, Eco siente un escalofrío y se erizan los vellos de sus brazos. Acepta la caricia de tranquilidad sin rechazarla.

    —Está bien, te diré lo que he sentido. —cede Edward, aún celoso por la atención y buscando el perdón. Ya estaba sufriendo al escuchar los pensamientos de Jasper.

    La niña lo mira y sonríe ligeramente, sintiéndose más ligera con las manos entrelazadas. Ninguno está incómodo, ni siquiera Jasper. No siente sed ni ganas de ingerir sangre.

    —Estaba celoso de Esme. No entiendo muy bien, pero quería y quiero el mismo cariño afectuoso que das a los demás. En mi pecho y garganta sube una molestia extraña, similar al ardor del hambre, pero aumenta cuanto más veo que solo mimas al resto y no a mí. Alice nos confirmó que esa molestia que yo, como Jasper, sentíamos eran celos por Esme. Pensé que... la querías de una manera más seria. —comenta Edward, siendo totalmente sincero pero sintiéndose muy avergonzado por expresarlo en voz alta.

    —Pero Esme es como mi mamá... —murmura, llevando sus manos al corazón por una punzada de dolor. —¿Está mal que... q-que la quiera como una mamá? —pregunta con los ojitos verdes aguados por el dolor. No quería recordar ese dolor.

    Jasper, preocupado por el dolor que percibe, mira a Edward con inquietud. «¡Cambia de tema! Hay trauma y dolor. No debes hablar de su mamá; parece que hay algo relacionado con eso», advierte.

    —No, no, no está mal. Solo es que no lo pensé. Esme estará contenta con serlo, te adora y ama. Pero yo... yo confundí eso con amor de compañera o amante. No lo entenderías ahora, pero cuando seas mayor, lo... —empieza a decir, pero es interrumpido por un abrupto abrazo y muchos sollozos.

    —N-no... M-me tomes por bobaaa —solloza, sin poder evitarlo, mientras derrama lágrimas salinas y abraza a Edward tras el llanto que no puede detener—. Yo sé de eso... No... es necesario...

    Edward comienza a hablar, pero su voz se corta al escuchar un repentino *¡puff!*. Una nube de humo aparece de la nada, y de ella surge el pequeño camaleón que cae al suelo, completamente inconsciente. Sin dudar, Edward lo atrapa en el aire antes de que impactara. Alarmado por la situación inesperada, intercambia una mirada preocupada con Jasper. Juntos, llevan rápidamente al camaleón a Carlisle. Lo que había comenzado como un momento tranquilo se había vuelto repentinamente complicado.
     
  14.  
    Brunchi

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    36
     
    Palabras:
    1088
    CAPÍTULO 13

    —Entonces, ¿me están diciendo que al fin llegó el momento que esperaba y... Edward lo echó a perder? —empezó a decir Rosalie, totalmente indignada.

    Edward no sabía si creer que eso era lo que más le importaba a su hermana en ese momento, o que ni siquiera Carlisle sabía cómo reanimar al pequeño camaleón.

    —Oigan, ya sé qué voy a estudiar en la universidad esta vez. Seré veterinario. —dijo Emmett al ver que ninguno sabía cómo intervenir en la situación.

    Edward sonrió ante el pensamiento de su hermano, y el ambiente mejoró un poco gracias a la pequeña ola de calma que Jasper generó.

    —Tiene signos vitales estables. Si me dicen que se desmayó tras tantas emociones fuertes, nuestra mejor opción es mantenerla en su hábitat hasta que recupere la consciencia. Si pasa más de 12 horas así, la llevaremos a una veterinaria. —dijo Carlisle con sabiduría.

    Edward se rascó la nuca y, sin poder evitarlo, salió de la habitación frustrado.

    —Jasper, si no es mucha molestia, cuéntame mejor qué ha ocurrido, hijo.

    —Sí, cuéntanos, Jasper. ¿Cómo es que no pude verla siendo una niña? ¡Sabías que era mi mayor deseo y no me llamaron! ¡Malditos egoístas! —exclamó Rosalie, bastante enojada.

    Carlisle miró a su esposa en busca de ayuda. Esme, comprendiendo la situación, abrazó a Rosalie por los hombros, acariciándola en un gesto de apoyo.

    —Vayamos a esperar afuera, hija mía. Los gritos no ayudan a la pronta recuperación de la pequeña Eco. —dijo Esme suavemente, guiando a Rosalie fuera de la habitación.

    Rosalie seguía molesta por haber perdido su primer encuentro con Eco. Jasper comenzó a relatar lo sucedido con Eco, describiendo lo que ella podía hacer y cómo se manifestaban sus habilidades. También mencionó que la pequeña tenía un trauma psicológico relacionado con la mención de su figura materna biológica.

    —Ya veo, entonces lo mejor será evitar el tema hasta que ella misma nos lo mencione o se sienta lista para hablar de ello. —añadió Carlisle, pensativo.

    De algún lugar, Carlisle había registrado una conversación similar, pero no recordaba de dónde, por lo que planeó buscar entre sus libros y los que había tomado prestados de los Vulturi.

    —¿Carlisle?

    —Dime.

    —¿Es posible tener varias compañeras? Carlisle dejó de lado sus pensamientos para enfocarse en la pregunta, que lo dejó realmente intrigado.

    —¿Por qué lo preguntas? ¿Ocurre algo con Alice? —lo miró con comprensión.

    —No, solo que... cuando tomé la mano de Eco... fue como si algo que no sabía que me faltaba se llenara con su presencia. Alice parece haberlo notado, pero yo... no sé si está bien querer de manera especial a otra persona que no sea Alice. —dijo Jasper, confundido, mientras miraba su mano y sentía una extraña sensación en su corazón muerto.

    —La verdad, solo he oído hablar de un evento extraño que ocurre en raras ocasiones: vampiros que llegan a tener un vínculo afectivo especial con más de una persona. Pero nunca lo he presenciado. Sin embargo, te aconsejaría que hablaras con Alice, que descubrieras cómo se siente y qué pueden hacer al respecto. Dependiendo de eso, podremos abordar el tema con la pequeña Eco. —respondió Carlisle con una voz suave y delicada, mirándolo con comprensión.

    —Gracias, Carlisle. Eso haré. —dijo Jasper, pero se quedó mirando al pequeño camaleón que descansaba sobre la camilla, con una manta bajo sus pies y un foco cercano para que no sintiera tanto el frío de Forks.—Se mejorará, ¿verdad?

    Y, como si respondiera a la pregunta, el pequeño camaleón abrió los ojos, algo desorientado. Ambos vampiros lo observaron en silencio, hasta que escucharon una suave súplica.

    —No me odien... por favor...

    Ambos se quedaron estáticos al escuchar la voz de Emmett a su lado.

    —Nunca lo haríamos, Ecomuellita.

    Quedó claro que no había sido una ilusión. La comunicación en voz alta provenía del pequeño camaleón. Desde ese momento, supieron que nada volvería a ser igual.
    Jasper entró en la habitación que compartía con Alice, sintiendo una mezcla de nervios y confusión. Aunque se había preparado para la conversación, su mente seguía siendo un torbellino de dudas. Encontró a Alice sentada en el borde de la cama, con esa expresión tranquila y anticipada que solo ella podía tener. Sus ojos, llenos de comprensión, lo miraron con cariño mientras una suave sonrisa se formaba en sus labios.

    —Alice, necesito hablar contigo sobre algo que me tiene inquieto —comenzó Jasper, acercándose a ella con cautela.

    Alice inclinó la cabeza, esa sonrisa en su rostro se amplió ligeramente, pero sus ojos brillaban con una emoción contenida, como si supiera exactamente lo que iba a decir.

    —Ya lo sabía, Jas —respondió ella, interrumpiéndolo antes de que pudiera continuar—. Desde hace bastante tiempo. Jasper frunció el ceño, sorprendido.

    —¿Lo sabías? —preguntó, aunque en el fondo sabía que Alice siempre veía más allá de lo que los demás podían entender.

    Alice asintió, su voz era suave y llena de una alegría que parecía contenerse a duras penas.

    —Por eso dije que ella sería una parte muy importante para nosotros en cuanto la encontráramos. Eco es nuestra esperanza de seguir vivos, Jas. Gracias a ella, aprenderemos a amar en el momento correcto, sin prisas y con muchas emociones. Solo espera, no puedo decir mucho más.

    Jasper se quedó en silencio por un momento, procesando lo que Alice acababa de decir. Su mente le daba vueltas a todas las posibles implicaciones, pero la serenidad de Alice lo calmaba, aliviando la ansiedad que había sentido desde que había notado aquella conexión con Eco.

    —¿Podré amarla? —preguntó Jasper en voz baja, buscando la confirmación de Alice—. ¿No ansiaré su sangre? ¿No es una alucinación esto?

    Alice sonrió con ternura, su risa suave y melodiosa llenando la habitación mientras negaba con la cabeza.

    —No, Jas. No es una alucinación —dijo, tomando su mano entre las suyas—. Serás quien más disfrute de tenerla cerca. Ella es el equilibrio que necesitamos cultivar, ya lo verás, cariño mío.

    Jasper observó la expresión de Alice, tan llena de confianza y amor. Una paz desconocida comenzó a asentarse en él, disipando la confusión que había sentido. Sabía que podía confiar en Alice, que su visión siempre los había guiado por el camino correcto.

    —Entonces, confiaré en lo que dices, Alice —murmuró Jasper, acercándose para besar suavemente la frente de su compañera—. Si ella es lo que necesitamos, haré lo que sea necesario para protegerla y amarla.

    —Lo sé, Jas —susurró Alice, abrazándolo con fuerza—. Lo sé.
     
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    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    36
     
    Palabras:
    822
    CAPÍTULO 14

    En la sala de estar de la casa de los Cullen, el terrario de Eco está en un rincón tranquilo, rodeado de plantas y con luz natural que entra por las ventanas. Eco está en su hábitat habitual, observando a los Cullen desde su rincón de seguridad. Emmett, decidido a mejorar la relación con la camaleón, ha decidido hacer un esfuerzo consciente por comunicarse con ella sin causar incomodidad.

    Emmett se acerca al terrario con cuidado, moviéndose despacio para no asustar a Eco. Se arrodilla frente al terrario y, en lugar de hablar, opta por comunicarse a través de gestos y señales que Eco pueda interpretar sin sentirse abrumada.

    Primero, Emmett hace una señal amistosa con la mano, moviéndola lentamente de un lado a otro en un gesto de saludo. Luego, coloca una pequeña oferta de comida para reptiles cerca del terrario, asegurándose de que sea algo que Eco pueda comer y disfrutar. Emmett se aleja un poco después de colocar la comida, para darle a Eco espacio para acercarse si lo desea.

    Eco observa a Emmett con atención desde dentro de su terrario. Sus ojos cambian de color, indicando curiosidad y una ligera apertura a la interacción. Ella se acerca lentamente al borde del terrario, mirando la comida con interés. Luego, con un movimiento lento y deliberado, Eco extiende su lengua para probar la comida, mostrando que la oferta de Emmett ha sido aceptada.

    Emmett sonríe al ver la respuesta positiva de Eco. Luego, en un gesto de respeto, coloca una mano en su pecho y hace una inclinación ligera hacia el terrario, como si dijera "lo siento" y "gracias" a través de su lenguaje corporal.

    Eco observa los gestos de Emmett y, aunque aún mantiene cierta reserva, su postura se relaja un poco. Ella responde con un pequeño movimiento de su cuerpo, una especie de inclinación hacia adelante que en el lenguaje de las camaleones puede interpretarse como una aceptación de la oferta y un signo de respeto hacia él.

    Emmett se siente aliviado al ver que Eco está dispuesta a aceptar su gesto. Continúa comunicándose a través de gestos suaves, evitando movimientos bruscos y manteniendo una actitud calmada. De vez en cuando, hace una señal amistosa con la mano o se acerca para dejar una pequeña pieza de comida, siempre asegurándose de no invadir el espacio de Eco.

    A medida que pasa el tiempo, Emmett se da cuenta de que, aunque Eco no le confía completamente, sus esfuerzos están ayudando a construir una relación más amigable. Aunque Eco sigue siendo cautelosa, empieza a mostrar signos de aceptación a través de sus propios gestos y movimientos, lo que indica que está dispuesta a permitir una amistad más cercana con Emmett.

    Emmett, al ver que Eco está respondiendo positivamente a sus gestos, decide probar un enfoque más directo, aunque sigue manteniendo un tono de voz suave y controlado para no asustarla.

    Se arrodilla frente al terrario, con una expresión relajada y amigable. Su voz es suave, casi susurrante, para no crear ruidos innecesarios que puedan asustar a Eco.

    —Hola, Eco. Me alegra verte acercarte a la comida. —dice Emmett con una sonrisa, asegurándose de que su tono sea amable y tranquilo—. Quería hablar contigo un poco. Sé que soy bastante ruidoso a veces, pero realmente me gustaría ser tu amigo. No quiero que te sientas incómoda conmigo.

    Eco lo observa atentamente, sus ojos cambiando de color al escuchar la voz de Emmett. Aunque no responde verbalmente, sus movimientos indican que está prestando atención.

    —He notado que Jasper y Edward parecen ser tus favoritos, y está bien, ellos son geniales. Pero yo también quiero ser alguien en quien puedas confiar y con quien puedas sentirte a gusto. —continúa Emmett, inclinando ligeramente la cabeza para mostrar su sinceridad—. Estoy tratando de mejorar y hacer que te sientas más cómoda alrededor mío. Si hay algo que pueda hacer para ganar tu confianza, por favor dímelo.

    Emmett coloca una mano sobre el terrario en un gesto de cercanía, pero sin intentar tocar a Eco. Su mirada es cálida y sincera, tratando de transmitirle que sus intenciones son completamente amistosas.

    —Sé que mi forma de ser puede ser un poco... abrumadora a veces. Prometo intentar ser más tranquilo y respetuoso con tus espacios. —dice, manteniendo su voz en un tono bajo y agradable—. Me gustaría realmente tener una buena relación contigo.

    Eco, al observar el esfuerzo genuino de Emmett, parece relajarse un poco más. Sus movimientos son más lentos y su postura muestra menos tensión. Aunque sigue manteniendo una distancia prudente, parece que está dispuesta a aceptar la amistad de Emmett.

    Emmett, viendo que su enfoque está funcionando, continúa hablando con calma y sonrisa en su rostro, tratando de reforzar el vínculo que está construyendo con Eco. Su paciencia y actitud respetuosa están ayudando a suavizar la relación entre ellos.
     
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    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    36
     
    Palabras:
    552
    CAPÍTULO 15

    Tras la conversación de Emmett, la pequeña camaleón volvió a dormir con más tranquilidad, su cuerpo aún reflejaba el cansancio acumulado. Carlisle aprovechó el momento para trasladarla a un terrario más adecuado y saludable para ella. Las horas pasaron, y con el tiempo, Eco comenzó a mostrar signos de despertar.

    Un gruñido, similar al de una cría de león, emergió de repente en la sala. Todos se volvieron instintivamente hacia el sonido, y Edward, al escuchar el ruido, captó un pequeño susurro en su mente: «¿Ya amaneció? Tengo hambre.» La voz rasposa de la camaleón revelaba su estado de necesidad.

    La risa aterciopelada y breve que escapó de los labios de Edward rebosaba alegría, ternura y alivio. Jasper percibió estas emociones claramente. Con la risa de Edward, todos supieron a quién pertenecía el sonido. Emmett esbozó una pequeña sonrisa de alivio, mientras que Rosalie, aunque aún frustrada, mostraba una tenue sonrisa de alivio al asomarse desde detrás de una pared. Carlisle y Esme, al igual que el resto, supieron que Eco estaba volviendo a estar bien.

    —Deberíamos darle de comer antes de ir al instituto —se aclara Edward, manteniendo una distancia prudente y cautelosa.

    La camaleón abrió sus ojitos, y todos en la sala suspiraron involuntariamente, un reflejo humano que revelaba lo real que era para ellos el momento. Los ojos de Eco miraron a su alrededor, y solo un segundo después, vio a Alice acercándose con una bolsa de saltamontes que había recolectado afuera. Ella era la única que faltaba en la escena.

    —Perdón por la demora, pequeña Eco —dijo Alice con un tono ligeramente avergonzado.

    Jasper recién comprendió por qué su esposa había ido con tanta prisa al bosque, y el resto de la familia se enteraba de su ausencia por primera vez.

    —Pero si acabas de llegar, hija mía —susurra Carlisle, mostrando confusión.

    Alice simplemente sonrió mientras dejaba caer los grillos vivos en el terrario, luego cerró la tapa para permitir que su gesto amable tuviera efecto.

    Observando, Alice se deleitó con las acciones de Eco, quien, como un resorte, cazaba los insectos con su lengua tras los suaves golpes contra el vidrio, un espectáculo emocionante para los humanos pero aún más fascinante para los vampiros con sentidos agudos.

    —Bueno, niños, es hora de ir a clases —anunció Esme, interrumpiendo el momento de deleite con la dura realidad de la rutina escolar.

    Sin la presencia de Carlisle, los adolescentes probablemente habrían protestado, deseando quedarse para asegurarse de que Eco estuviera bien sin ellos.

    —Su madre tiene razón. Me quedaré yo para velar por el bienestar de Eco. Rápido, hijos míos, no quiero repetir esto otra vez —dijo Carlisle con voz pacíficamente seria.

    Con una última mirada de suplicante hacia la camaleón, los jóvenes se despidieron y partieron hacia el instituto con sus mochilas en mano. Sin embargo, no podían evitar quejarse en cada automóvil sobre la injusticia de sus padres. Sabían todo lo que les esperaba en las clases y sentían que un día de ausencia no les haría mal en esta vida humana que tan poco les atraía.

    Ahora más que nunca, estaban indignados por estar atrapados en cuerpos de jóvenes adolescentes y casi universitarios, encontrando cada día una tortura más insoportable.
     
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    Brunchi

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    Fantasía
    Total de capítulos:
    36
     
    Palabras:
    1012
    CAPÍTULO 16
    La pequeña camaleón, tras batallar con los escurridizos saltamontes, finalmente terminó de comer. Se sentía aún cansada y, al despertar de su letargo, notó la ausencia de los demás, solo viendo a Carlisle y Esme a su lado.

    —Parece que se encuentra mucho mejor; tal vez solo le faltaba comida —comenta Carlisle, observando a la camaleón con alivio.

    Esme, aliviada, abraza a su compañero con ternura.

    —Espero que solo sea eso, pero creo que sería prudente consultar a un especialista en camaleones —responde, su preocupación aún evidente.

    —He averiguado cuánto costaría llegar a una veterinaria especializada en animales exóticos. El viaje en auto tomaría un día y dieciocho horas, ya que está en Nueva York y primero tendríamos que ir a Seattle. Los niños podrían rebelarse si nos la llevamos de esta manera —dice Carlisle, pensativo.

    —¿Entonces qué podemos hacer? No podemos simplemente ignorar esto o considerarlo leve —interviene Esme, preocupada.

    La pequeña camaleón, al percibir la preocupación en la figura maternal, continúa masticando el último saltamontes, más por juego que por necesidad.

    «¿Por qué están tan preocupados?» se pregunta, acercando una de sus patitas al vidrio de su terrario. Luego, ingeniosamente, usa su cola como un pequeño látigo para golpear la superficie del vidrio con suficiente fuerza para llamar la atención de Carlisle y Esme.

    —¿Qué ocurre, mi pequeña niña? —pregunta Esme, con su dulce voz dirigida a la camaleón.

    La agilidad con la que la pequeña mueve su cola es sorprendente. Señala a sí misma y luego a la rejilla de la puerta superior del terrario.

    —Parece que quiere salir. Pero no creo que sea lo más adecuado; necesitamos que recupere su temperatura normal primero, pequeña —interviene Carlisle, con preocupación.

    Frustrada por la negativa, la camaleón emite un pequeño chasquido de molestia. A pesar de la preocupación en el rostro de Carlisle, Esme no puede resistirse y cede al deseo de la pequeña. La camaleón da un pequeño salto, toma forma humana y cae de pompis al suelo, sin haber recuperado completamente su fuerza.

    —Gracias, mamá —sonríe Eco, sus primeras palabras en presencia de Carlisle y Esme.

    Esme se emociona al escuchar la palabra "mamá" y al ver cómo su camaleón se transforma en una dulce y hermosa niña de ojos verdes, aproximadamente de 11 a 12 años.

    —Es sencillamente interesante lo que puedes hacer, pequeña Eco —dice Carlisle, con curiosidad reflejada en su rostro.

    Sin embargo, Esme no tarda en acercarse para ayudar a la niña que ha caído al suelo.

    —¿Te ha dolido? ¿Necesitas algo? —pregunta Esme, comprensiva y preocupada, con voz suave.

    —Un poquito, sí. Y la verdad es que sí. ¿Me ayudarías a levantarme? No entiendo por qué mis piernas tiemblan tanto cuando intento levantarme —dice Eco, como si cambiar de forma no fuera gran cosa.

    —La debilidad en tus piernas es probablemente por la falta de descanso y proteínas. Tendré que hacerte un examen para saber cómo mejorar tu salud y defensas —explica Carlisle, viendo con preocupación cómo le cuesta a Eco levantarse con la ayuda de Esme.

    Aunque Carlisle no puede evitar admirar la escena de ver a su compañera transformada en una niña, que resulta ser la realización de un sueño para Esme.

    —Uhm... No entiendo —admite Eco, con total sinceridad y sin rubor en las mejillas, mientras Esme y ella llegan a donde está Carlisle.

    Carlisle se agacha a la altura de la niña para tener un mejor contacto y comunicación.

    —Es normal, hay cosas que no podré explicar hasta investigar a fondo —le sonríe comprensivo Carlisle.

    —Tampoco entiendo otra cosa —dice Eco, frunciendo el ceño y pensativa.

    —Adelante, pregúntame lo que quieras.

    —¿Por qué te has quedado en casa en lugar de ir a trabajar, papá? —pregunta Eco con una familiaridad que brota de su corazón infantil.

    Carlisle y Esme sienten una profunda emoción al escuchar a Eco llamarlos de esta manera. A pesar de que siempre escuchaban a sus hijos llamarlos mamá y papá, nunca imaginaron que una niña de ojos verdes llegaría a sus vidas y les tocaría el corazón con una sola palabra. Están emocionados y sensibles por el cariño que Eco les muestra.

    —Es... Es sencillo. Me preocupa tu salud. No puedo ir y ayudar a los demás si no cuido a uno de los míos. La familia es más importante que mi trabajo —responde Carlisle con sinceridad, carisma y cariño.

    Las palabras de Carlisle hacen que Eco se sienta aún más como una niña que como una camaleón.

    —Pero ya estoy bien... solo ha sido un malestar pasajero —dice Eco en un murmullo, temerosa de que su papá pueda perder su trabajo por su culpa.

    —Eso lo veremos con un examen de rutina. Si te portas bien, te regalaré un dulce —dice Carlisle, sacando una paletita de uno de sus bolsillos, algo que siempre lleva consigo para sus pacientes.

    Eco observa el dulce con intriga y curiosidad, atraída por su color rojizo y el agradable aroma. Su boca comienza a salivar ante la idea de probarlo.

    —No sé qué es eso, pero lo quiero, papá —admite con inocencia.

    Esme sonríe al ver la ternura de Eco. Se inclina y la abraza suavemente por los hombros.

    —Mi pequeña Eco, eso es una paletita. Es un dulce que se derrite lentamente en la boca. Es delicioso y se da como recompensa a los niños que se portan bien en una consulta médica. Tu papá te lo dará cuando termine de revisarte y te sientas mejor —explica dulcemente Esme, mientras acaricia el cabello de la niña.

    Eco disfruta de las caricias de Esme, encontrándolas reconfortantes, al igual que cuando estaba en su forma de camaleón. No entiende por qué Rosalie, que siempre estaba distante y encerrada en su aspecto, no se acercaba a ella como lo hacía la figura maternal. No confiaba en Rosalie y esperaba que la situación no fuera siempre tan incómoda.

    Ya no era necesario consultar a un especialista en camaleones; con una revisión médica realizada por su figura paternal, sería suficiente.
     
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    Brunchi

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    Fantasía
    Total de capítulos:
    36
     
    Palabras:
    1027
    CAPÍTULO 17

    Carlisle debe manejar la situación con la mayor delicadeza posible. Es evidente que la pequeña no está acostumbrada a la atención médica especializada, por lo que no puede permitirse ningún movimiento brusco que pueda asustarla. La suavidad es crucial para que la niña no desarrolle miedo hacia el proceso esencial para su salud.

    Afortunadamente, cuenta con la ayuda de Esme, quien no tiene problemas para tomar a la niña en brazos. Es evidente que a la pequeña le encanta el contacto físico con su nueva cuidadora. El don de Esme está teniendo el efecto deseado, proporcionando confort en esta nueva experiencia. La pequeña Eco, perceptiva y sin mostrar miedo por el momento, resulta fascinante de observar en este estado de tranquilidad.

    —Necesitaré que te sientes y te quedes tranquila en la camilla —dice Carlisle con toda la amabilidad y suavidad requeridas para el momento.

    Esme participa activamente en la situación, admirando a su esposo con una combinación de delicadeza, seriedad y curiosidad pura, aunque también con una cautela que revela su propio temor. La reconforta con una caricia en la mejilla, atrayendo la atención de Eco.

    —¿Mamá?

    —No temas, cariño. Estamos aquí para ti. Iremos a tu ritmo. Si te sientes incómoda, podemos hacer una pausa —le dice Esme con total honestidad y suavidad, acariciando la temperatura extraña de la pequeña Eco.

    La niña cierra los ojos delicadamente ante la caricia y se acomoda en el fresco hueco del cuello y el hombro de Esme. La fría temperatura no parece molestarle, lo que provoca ternura en ambos adultos.

    —Gracias, mamá. Me sentaré donde papi me necesita —responde la pequeña Eco con más seguridad, después de dejar un suave beso en la mejilla pálida de Esme.

    Esme la coloca con cuidado en la camilla, retrocediendo para darle espacio a Carlisle. Observa cómo los cortos pies y las delicadas piernas de Eco cuelgan a cierta altura del suelo.

    —Voy a escuchar tus latidos con este objeto —explica Carlisle, mostrando el estetoscopio—. Está frío, pero no te hará daño. Es solo un poco más frío que tu mamá o yo.

    Eco observa con interés y asiente, permitiendo que el objeto toque su piel desnuda. Siente un escalofrío, pero el sonido amortiguado es reconfortante.

    Carlisle se maravilla al escuchar el latido del corazón de la pequeña. Aunque el ritmo es ligeramente más lento de lo normal, no es motivo de preocupación.

    —Tu corazón está sano. Eres una niña muy dulce y paciente —comenta Carlisle con amabilidad.

    Eco sonríe y baja un poco la cabeza con cierta vergüenza, su rubor pintando sus mejillas regordetas.

    —Ahora revisaremos tus pulmones. Necesitaré que, cuando te lo indique, respires profundo y luego sueltes el aire lentamente —guía Carlisle mientras continúa con el examen.

    La niña asiente, siguiendo las indicaciones con paciencia. Cuando siente el estetoscopio en la zona de sus pulmones, cierra los ojos para concentrarse mejor.

    —Respira profundo y lentamente —pide Carlisle.

    Eco lo hace, notando la sensación fría que se desliza por su espalda.

    —Ahora suelta el aire como te expliqué —añade Carlisle.

    Ella obedece con cautela. Tras unos minutos, Carlisle termina el examen.

    —Listo, todo está en muy buen estado —informa Carlisle con seguridad.

    Luego, Carlisle la viste con una holgada camiseta de Esme. La prenda no debería ser demasiado pesada para la pequeña.

    —Vamos a medir tu temperatura —dice Carlisle, colocando el termómetro bajo el brazo de Eco con gran delicadeza, causando un ligero estremecimiento en la niña—. Solo tomará unos minutos. No te preocupes, medirá si tienes fiebre o si tu temperatura está dentro del rango normal.

    Eco observa el termómetro y asiente, aunque se humedece los labios. Finalmente, se anima a hablar:

    —¿Puedo beber algo? Tengo sed...

    —Claro, mientras no muevas ese brazo, puedes beber —le dice Carlisle con una sonrisa dulce.

    Esme asiente y rápidamente trae un vaso de agua. Eco bebe con avidez, saciando su sed.

    Carlisle retira el termómetro tras el tiempo estipulado y descubre que la temperatura de Eco está un poco elevada, a 32 °C, cuando lo óptimo debería ser entre 24 y 32 grados. Aunque no es alarmante, decide aplicar un poco de frescura en su frente para ayudar a regular su temperatura.

    —Estás un poco más caliente de lo normal. Necesitaré ponerte algo fresco en la frente por unos minutos, ya que tienes fiebre —comenta Carlisle con preocupación controlada.

    —Es normal, no te preocupes, papi. Solo necesito dormir un poco más y estaré mejor —dice Eco mientras observa a su padre trabajando con un papel y ajustando el termómetro, sin entender del todo el proceso.

    —Estoy ajustando el termómetro —explica Carlisle—. Noté tu mirada curiosa. No leo la mente como Edward, tranquila.

    La sorpresa en los ojos de Eco es evidente, algo que ambos vampiros notan. Carlisle interviene para aclarar cualquier confusión.

    —Bien, mañana por la mañana, cuando los chicos no estén, te haré un último examen. Ahora debo ir a mi turno, al menos por un momento —avisa Carlisle, consciente de que la niña es perceptiva, pero sin querer someterla a un examen que podría ser traumático.

    —¿Me porté bien, papi? ¿Me darás ese... palito que mamá mencionó? —pregunta Eco con inocencia.

    Esme sonríe ante la ternura de Eco, lleva el vaso vacío a la cocina y regresa justo cuando Carlisle abre el envoltorio de una paleta de fresa y se la entrega a la niña. Eco la olfatea, la lame con timidez y, guiada por un instinto nostálgico, la come con gusto.

    —Felicidades, cariño. Has sido una excelente paciente. Nos veremos más tarde. Te quiero —dice Carlisle, besando la frente de Eco antes de depositar un beso en los labios de Esme.

    Esme se queda con Eco, quien se acerca a su madre y se despide de su padre con una mano. Carlisle se va, cumpliendo con su deber.

    Esme y Eco pasan la mañana juntas hasta la hora de salida de los chicos, disfrutando de su compañía. Eco, después de que la paleta se derritiera por completo, decide volver a su forma animal para descansar antes de que los demás se enteren de lo sucedido esa mañana.
     
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    Brunchi

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    36
     
    Palabras:
    492
    CAPÍTULO 18


    Una vez que Edward cruzó el umbral de la puerta, se dirigió rápidamente hacia la voz de la pequeña Eco, pero encontró los pensamientos de Esme. Su madre parecía estar recordando con plena dicha el tiempo que pasó con su esposo y la pequeña Eco esa mañana en la casa.

    A medida que Edward escuchaba los recuerdos, notó que Carlisle había pasado la mañana cuidando a Eco durante su primera consulta médica.

    —¿Mamá? —escuchó una voz suave, que Esme recordaba con cariño.

    El alivio lo reconfortó al saber que la pequeña estaba feliz y tranquila con sus padres, aunque aún buscaba a Esme.

    —Llegué, mamá —anunció Edward.

    —Bienvenido, hijo. ¿Y tus hermanos? —preguntó Esme.

    —Fueron a cazar. ¿Y Eco?

    —Hoy tuvo consulta con tu papá y decidió dormir un rato.

    —¿Está mal? —preguntó Edward preocupado—. ¿Qué diagnóstico obtuvo?

    —No, todo está bien. Los resultados son similares a los de los humanos. Espera a tu padre para más detalles —dijo Esme con tranquilidad.

    —Tienes razón. ¿Dónde está Carlisle?

    —Una vez que la pequeña pasó el examen y la vio calmada y feliz, volvió al trabajo. Necesitaban a tu padre —explicó Esme mientras limpiaba el suelo con una escoba, sin molestar a la niña dormida.

    Edward iba a responder, pero Rosalie llegó y, al escuchar la conversación, mostró indiferencia al ver a la camaleón.

    —¿Qué pasó, Edward? —pensó Rosalie.

    —Hola, Esme. ¿Cómo ha ido tu día? —preguntó con cariño.

    —Todo bien, cariño. Tu padre revisó a la pequeña Eco y parece que mejorará pronto —respondió Esme con una sonrisa—. ¿Y el tuyo?

    —Normal, lo mismo de siempre —dijo Edward, luego notando algo—. ¿Cómo que papá la examinó? Papá no estudió veterinaria.

    —Es cierto, pero Eco cambió a su forma de infante, lo que facilitó mucho el proceso. Traer a un veterinario solo para ella sería exponerla a un extraño —explicó Esme, mostrando preocupación solo de imaginarlo.

    La actitud protectora de Esme era evidente.

    —¿Por qué siempre cambia con ustedes pero nunca conmigo? —preguntó Rosalie, molesta.

    —No has tenido suerte, hermana —dijo Alice, tomando a Jasper de la mano y abrazándolo al observar a la pequeña camaleón en buen estado.

    —¿Y a ti quién te preguntó? —respondió Rosalie con irritación, pensando: «Metiche».

    —Oye, relájate. Si fuerzas las cosas, no funcionará, Rosalie —dijo Jasper, incómodo ante la actitud de la rubia.

    —No te soporto —espetó Rosalie de nuevo.

    —Rosalie, por favor, no pelees con tus hermanos. Solo se preocupaban por ti —intervino Esme con tono conciliador.

    Rosalie, al recibir la llamada de atención, se sintió un poco avergonzada y murmuró un escueto: —Lo siento.

    Luego se retiró del lugar, y Emmett se dirigió al terrario de Eco. Al verla dormir, se acomodó en un sillón cercano con su videojuego, dispuesto a estar cerca de ella y hablarle cuando despertara.

    Así transcurrió otro día normal en la casa de los Cullen.
     
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    Fantasía
    Total de capítulos:
    36
     
    Palabras:
    999
    CAPÍTULO 19

    Seis meses habían pasado, y el verano había llegado con la misma rapidez con la que había avanzado el año. En el hogar de los Cullen, la atmósfera estaba cargada con tensión y dolor. Rosalie se encontraba en medio de una discusión acalorada con Eco, quien ya no se reflejaba en la imagen de una niña de 12 años, sino que había crecido hasta los 17, mostrando una determinación firme y un cambio notable en su actitud.

    —He intentado darte el beneficio de la duda, darte una oportunidad, satisfacer esa necesidad que tanto querías desde que llegué a la familia, pero debo serte sincera. No te necesito como madre, Rosalie. Perdón por ser cruel, pero Esme cumple perfectamente con ese rol. No porque me lo haya dicho o pedido, sino por una conexión incondicional. Yo siento atracción por ti, y no es cariño fraternal. ¿Entiendes lo que digo? — La joven de cabello castaño, Eco, había crecido unos centímetros más desde la última vez que se le había visto.

    Rosalie se quedó paralizada, el dolor evidente en sus ojos cristalizados. La confrontación había sido dura, y las palabras de Eco resonaron con una crudeza dolorosa.

    —¿Cómo puedes ser tan egoísta, Eco? —preguntó Rosalie con la garganta ronca, el dolor reflejado en su voz.

    —Tengo valores e integridad. Puedo ofrecerte otras cosas, pero fingir ser tu hija no me gusta. Me causa malestar. Tú eres la egoísta que desde el principio viste en mí una ilusión frustrada, y no soy lo que crees desear. No voy a seguir mintiéndome ni mintiéndote. ¡Yo te quiero como algo más! —gruñó Eco, molesta.

    —¡No puedes hacerme esto! —Rosalie estaba deshecha. Había intentado acaparar la atención de Eco para sí misma, deseando desesperadamente la figura materna que nunca pudo tener. Emmett, quien estaba a su lado, intentó ayudarla, pero se vio atrapado entre el deseo de Rosalie y la angustia de Eco.

    Recordando los eventos previos, desde los intentos de Rosalie por acaparar la atención de Eco hasta la frustración que causó en la niña, se veía claramente el impacto negativo en el ambiente familiar. Eco había intentado encajar en el rol de hija de Rosalie, pero el esfuerzo había sido en vano, y Rosalie no comprendía el dolor que causaba con su insistencia. Edward había intentado razonar con su hermana, pero sin éxito, y la situación solo empeoró con el tiempo.

    Alice y Jasper, al observar la situación, comprendieron la gravedad del conflicto. Alice intentó consolar a Rosalie mientras Edward estaba preocupado por la situación. Jasper, por su parte, estaba molesto con Rosalie, consciente del daño emocional que había causado.

    Esme, a pesar del dolor que le causaba la situación, se mostró comprensiva y trató de mediar en la situación, buscando una solución pacífica. Su empatía por el dolor de su hija, Eco, era evidente.

    Mientras Rosalie permanecía paralizada, la situación se volvía cada vez más tensa. Esme y Jasper llevaron la conversación al interior de la casa, buscando calma y entendimiento en medio del caos emocional. Aunque la conexión entre Rosalie y Eco estaba rota, la esperanza de encontrar una solución a través de la empatía y la comprensión seguía presente.

    En un sueño profundo de Eco la llevó a una introspección inesperada, confrontando una voz enigmática que la ayudó a entender sus verdaderos sentimientos. Al despertar, consciente de su cuerpo adolescente, se dio cuenta de que sus deseos y necesidades estaban en conflicto con la imagen que Rosalie quería proyectar para ella. Su deseo de no ser más una niña, y su rechazo a la manipulación de Rosalie, se manifestaron en una actitud rebelde y decidida.

    —Eres tú quien no quiere entender. Háblame cuando te decidas. Ahora no quiero verte ni en pintura. Solo intentaste manipularme para satisfacer tu deseo frustrado. ¡Dañaste a mamá con tu ceguera! No velabas por mí; solo por tus propios deseos. —Eco dijo con determinación antes de alejarse, saltando de árbol en árbol.

    Alice, sin emitir palabra, rozó a Rosalie mientras la seguía rápidamente, su mente centrada en evitar que el dolor de Eco se profundizara. Edward y Alice intercambiaron una mirada cargada de significado.

    «Le ha dolido mucho este enfrentamiento; debe ser evitado a toda costa. Debo protegerla» pensó Alice mientras se dirigía hacia el lugar donde Eco había desaparecido.

    «¿Por qué le duele tanto?» preguntó Edward telepáticamente.

    «Porque entendió que el amor que siente por Rosalie es el mismo que siente por ti, por mí y por Jasper.» Alice admitió antes de desaparecer entre los árboles.

    Jasper, aunque molesto con Rosalie, no acompañó a Alice. Prefería dejar que su compañera lidiara con la situación y esperaba que ella lograra razonar con Rosalie. Su propia frustración y dolor se reflejaban en su actitud.

    Rosalie permanecía inmóvil, sus sentimientos de ira, molestia y dolor se sentían intensamente, hasta el punto que Jasper tuvo que hacer un esfuerzo para no dejar que su don de manipulación emocional se descontrolara. La angustia de Rosalie era palpable, como el aroma de pasto recién cortado, y afectaba a quienes la rodeaban.

    —Hijo... ¿Qué tienes? —preguntó Esme, preocupada por el estado de Jasper.

    Jasper, sin saber si hablar o no, hizo un gesto significativo hacia Esme y luego miró a Rosalie. La situación era clara: el dolor estaba presente y debía ser abordado.

    —Vamos dentro, hablemos con calma, hijo —dijo Esme con comprensión.

    A pesar del dolor que Rosalie había causado, Esme seguía mostrando empatía y respeto hacia su hija, tratando de encontrar una solución pacífica. Jasper siguió a Esme, buscando alivio y paz, mientras lidiaba con el dolor que emanaba de Rosalie. Sabía que si Alice no lograba suavizar el dolor de Eco, él haría lo necesario para mitigar el sufrimiento de su hermana.

    En este torbellino emocional, el desafío era encontrar un equilibrio y sanar las heridas causadas por la desesperada búsqueda de una felicidad que parecía siempre eludir a Rosalie y a Eco por igual.
     
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  1. Pire
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