[Cuento] Campeón

Tema en 'Relatos' iniciado por Ruki V, 4 Septiembre 2015.

  1.  
    Ruki V

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    Escritora
    Título:
    [Cuento] Campeón
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Amistad
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1363
    NOTA DE LA AUTORA: Había una vez una estudiante de 16 años y medio que escribió un cuento para una tarea de Literatura y decidió compartirlo en la página en la que publicaba todos sus escritos que probablemente nunca la harían famosa(?) ni siquiera en la página misma.

    Espero que si alguien lo lee lo encuentre de su agrado.
    ___________________________


    Esta historia comienza con una familia que tenía un perro de raza al que querían mucho, tanto los adultos, mamá y papá, como los niños. Un día, alguien dejó mal cerrada la puerta trasera de la casa y el perro se escapó, aunque volvió al día siguiente. Un par de días después de su regreso, se dieron cuenta de que se había cruzado con una perrita de la calle, la cual daría a luz a sus cachorritos en algunos meses. El menor de los hijos estaba emocionado con la idea, pero sus padres le explicaron a él y a sus hermanos que no podrían quedarse con los cachorros porque con su perro tenían más que suficiente.


    Pasaron los meses y los cachorros nacieron. La perrita dio a luz a quince pequeños perros de raza cruzada; todos bastante sanos, excepto por uno, que nació con tres patitas. Además de eso, de manera trágica, la perrita falleció sin que pudieran hacer nada por ella.


    A todos los cachorros los llevaron a un centro de adopción, donde los recogieron y cuidaron hasta que tuvieron edad suficiente para que fueran adoptados. Siendo de razas cruzadas, tomó cierto tiempo, pero a fin de cuentas catorce de ellos fueron adoptados. El pequeño perro cojo no fue adoptado, ni siquiera volteado a ver, hasta tener casi un año de edad; y para ese entonces ya se había acostumbrado al poco espacio en el que podía moverse, y lo poco que podía moverse.


    Un buen día de verano, pasaba un chico de doce años llamado Nick por el centro de adopción por mera curiosidad, y todos los animales le parecían muy tiernos, sobre todo los perros. Entonces su atención se dirigió al pequeño perro cojo, y el rostro se le iluminó.


    —¡Por todos los cielos!— exclamó acercándose al vidrio que lo separaba del perro. —¿Por qué le ha tocado está suerte a este lindo perrito?

    —Nació así— aclaró una trabajadora del lugar sonriendo. —Lo trajeron así desde días de nacido al centro de adopción.

    —Pero se nota que ya ha crecido mucho. Siendo tan lindo, ¿cómo es que no tiene un hogar? ¡Yo voy a darle un hogar!

    —Me temo que tienes que traer a un adulto a que firme unos papeles.


    Decidido, Nick fue a su casa a hablar con sus padres sobre el pequeño perro cojo.


    —Nick, muy a penas nos podemos mantener nosotros mismos— decía su mamá con pesadumbre. —No podemos pagar el cuidado de un perro.

    —¡Por favor!— suplicó Nick. —Será por completo mi responsabilidad. Seré un buen hijo y un buen dueño, lo prometo. ¡Por favor!


    La madre de Nick cedió al entusiasmo y confianza de su hijo, y aceptó ir a adoptar al pequeño perro, que tenía una apariencia muy extraña, o más bien única, debido a la cruza de razas; por lo que Nick decidió nombrarlo "Campeón".


    —¡Se llama como se ve!— declaró Nick.


    Campeón estaba ciertamente feliz de ser finalmente adoptado, a pesar de que apenas y se había imaginado esa dicha de tener una familia. Cuando llegó a la casa y Nick dejó de tenerlo en brazos, intentó incluso echar a correr en el amplio espacio, pero, aunque increíblemente era capaz de avanzar mucho y rápido, tropezaba y tropezaba. Pero ladraba y movía la cola feliz como nunca.


    Como Nick había prometido, se hizo cargo de Campeón. Se consiguió un trabajo de medio tiempo para poder comprarle comida y una pequeña cama en la que dormiría. Pero antes de ir a comprarle una cama, su padre lo detuvo para que hablara con él.


    —Hijo, Campeón es oficialmente un miembro de la familia. Pero, así como yo me encargo de que comas, y tú de que Campeón coma, ¿de qué más me encargo yo, que te lo recuerdo a menudo cuando no te abrigas bien?

    —¿De que esté sano?

    —Exacto— dijo rodeándolo con un brazo y palmeando su hombro. —Tu mamá y yo ganamos lo suficiente para mantenernos a nosotros mismos y a ti, pero a duras penas. Si en verdad quieres a Campeón, debes saber que él también necesita un doctor y medicinas, y… Bueno, el pobre además es cojo.

    —¡Los perros pueden curarse como los humanos en muchas maneras!— aseguró Nick. —Como me habías contado, papá, de tu tío abuelo: Se le puede poner a Campeón una pro… pro… prote…— Nick no estaba seguro de como pronunciar la palabra.

    —Prótesis.

    —¡SI!

    —¿Sabes cuánto cuesta una de esas, incluso para el tamaño de patita que tiene Campeón?

    —¡Yo quiero mucho a Campeón, como me quieren tú y mamá! Y voy a trabajar para que tenga siempre qué comer y vaya al doctor.


    Y así, Nick trabajó: Trabajó y trabajó y trabajó, todo lo que podía, aunque fuera verano y prefiriera quedarse en casa con Campeón. Incluso cuando entró por fin a la secundaria al terminar las vacaciones, siguió trabajando y estudiando. Sin embargo, ni vendiendo periódicos, ni ayudando con el mandado a la gente mayor, ni limpiando en las casas de sus vecinos; no había trabajo con el que pudiera ahorrar más que un pequeño frasco de dinero para comprar pronto una prótesis para Campeón.


    Con el paso del tiempo, Campeón se hizo cada vez menos ágil, rápido, “atlético” podría decirse. Engordó, envejeció, se hizo más torpe. Cuando Nick cumplió quince años, Campeón ya tenía cuatro, pero lucía como si estuviera cerca de tener veinte, lo que ya es demasiado para un perro.

    Un día, cuando su mamá volvió del trabajo, Nick se encontraba sentado en la sala, con Campeón en brazos. Campeón lucía cansado, triste, y estaba lamiendo los dedos de Nick, quien sollozaba.


    —Nick, hijo, ¿qué te sucede?— dijo su madre sentándose junto a él.

    —Hace rato…— Nick tuvo que respirar profundamente por un minuto antes de seguir hablando. —Dejé abierta la puerta, Campeón salió de la casa se cayó de las escaleras de la entrada.

    —¡Por todos los cielos! ¿Está bien?— preguntó su mamá acariciando la cabeza de Campeón.

    —Si…— contestó Nick en voz baja. —Pero, la próxima vez, ¿lo estará?— dijo con los ojos lagrimeando. —Llevo años pidiendo al cielo por su salud; por fuerza para reunir dinero para su salud. Pero llevó también meses con temor a que se vaya de mi lado antes de que consiga una prótesis.

    —Cielo…— suspiró su madre. —Si soy honesta contigo, ¿qué tanto alargará su vida una prótesis si ya está en tal estado?— dijo volviendo a acariciar su cabeza. Luego volteó a ver a Nick sonriendo. —Creo que deberías detenerte a solo, pues, disfrutar de él. ¿Qué tanto convivieron realmente en los últimos tres años? Digo, tal vez no sea igual de juguetón e hiperactivo que antes, pero apuesto a que te haría buena compañía en los ratos libres… Y no te quedan muchos: La preparatoria te va a consumir los dos años que vienen, y luego la carrera…

    —Querrás decir más trabajo— dijo Nick sonriendo. —Aunque ya no tuviera que trabajar por Campeón, después de la preparatoria deberé trabajar para contribuirles algo a ti y a papá, además de ahorrar para mi futuro.

    —Eres un chico muy bueno… No, un hombre muy bueno Nick— dijo su mamá besando su mejilla. Campeón ladró en señal de aprobación y Nick sonrió.


    El resto de su año en la secundaria, Nick dejó de trabajar a petición de sus padres. Tal como su mamá le había aconsejado, se dedicó a pasar con Campeón el tiempo que quedara para pasar. Sin embargo, como ya veía venir, a diferencia de otros perros que había oído morían de quince años o tal vez más, Campeón falleció a sus cinco años de edad, cuando Nick comenzaba a ser absorbido por la preparatoria.



    En el futuro, Campeón ocupaba un espacio verdaderamente grande en el corazón de Nick: Tanto así que guardaba intacto el pequeño frasco de dinero para su prótesis.
     
    Última edición: 4 Septiembre 2015
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    Si esto fuese un one-shot típico, habría detalles que no podría pasar por alto, pero tratándose de un trabajo escolar que por lo general se hacen a desgana, tiene mucho corazón puesto en él.

    Las historias conmovedoras son mi debilidad, y el cierre de este relato ha sido verdaderamente poderoso. Se siente de verdad en poco tiempo como logran conectar, y como al final evitas eso de ''el amor lo puede todo'' sin dejar de hacernos sonreír. Es una historia triste que logra hacerte feliz. Felicidades por ello, porque me ha encantado.
     
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