One-shot Caja Misteriosa [Pokémon Rol Championship | TCG]

Título: Caja Misteriosa
Fandom: Pokémon Rol Championship | TCG.
Personajes: Mimi Honda, Alpha Xenodis
Palabras: 1373
Summary: "Su mente divagaba de un lado a otro en búsqueda de una respuesta porque el no saber qué sería de ella en el siguiente tramo de su vida le perturbaba. No saber qué era la caja misteriosa que se vería obligada a abrir era una tortura."
N/A: Kurone . Si no lo publiqué a las doce de Chile, es porque me quedé dormido y soy un vago de mierda que debería morir (?)
Lo siento si hice un OoC con Mimi. Y este Alpha es como si fuera uno de 20. Bien haremoso y seductor (?)
Hay cosas muy leves aquí, pero igual podría ser vergonzoso. Aviso.

Las apuestas son apuestas y deben ser cumplidas. Esa era la mentalidad que le había hecho llegar hasta ese punto. Sus palabras debían ser cumplidas al pie de la letra para no magullar su orgullo y todo lo que su ser representaba. Todo lo que creía que le volvía persona y no la dejaba como un pobre cachorro expuesto.

Por eso mismo se encontraba ahí, afuera de la arena de duelos. Eran ya las doce y poco más, pero había llegado diez minutos antes de lo pactado. Se encontraba ansiosa. La incertidumbre y la curiosidad le desbordaban. Su mente divagaba de un lado a otro en búsqueda de una respuesta porque el no saber qué sería de ella en el siguiente tramo de su vida le perturbaba. No saber qué era la caja misteriosa que se vería obligada a abrir era una tortura.

Sin embargo, tuvo que dejar abruptamente sus pensamientos. Una pequeña descarga atravesó su espalda y un agudo ruido escapó de sus labios. Su cuerpo instintivamente se alejó con brusquedad y se volteó hacia la amenaza.

—Yo—Saludó el contrario de manera energética. —. Parece que Mii-chan tiene unas lindas orejitas sensibles~.

Observar a esa persona solo le hizo arder la sangre. Era la persona a la que esperaba y al mismo tiempo su verdugo. Aquél que llevaba la dichosa caja que al abrirse desataría un infierno sobre ella. Era un chico llamado Alpha.

Se habían conocido en la arena de duelos y en todos sus encuentros las interacciones entre ellos habían sido del todo menos pacíficas. Él lograba sacar de quicio a la chica con una inmensa facilidad, como si de un talento innato se tratase. Era un pervertido y pasota. Parecía simplemente querer jugar a las cartas y aprovechar de molestarle y si se diera el caso, y vaya que lo pondría feliz, poder verle en ropas menores. La irritaba de sobremanera. Desde el hecho de no poder ganarle hasta sus delirantes comentarios de él siendo el protagonista de algún tipo de serie.

Sin embargo, algo le había forzado a actuar sobre él. A tomar sus labios como nunca había tomado los de otra persona. A demostrarle con acciones lo que sus palabras jamás mostrarían. Alguna parte de él no le disgustaba.

—¡L-Llegas tarde! ¡De seguro planeabas dejarme en este frío hasta que me congelase para luego ofrecerme ir al h-hotel del amor para calentarme!

Sus palabras llevaban parte de verdad. El clima helado era un hecho en época de invierno. Las calles se encontraban con una cantidad no muy alta de nieve, pero el ambiente definitivamente se encontraba a una baja temperatura, lo suficiente como para justificar la ropa más gruesa que ambos llevaban. Las bufandas que arropaban sus cuellos y, en el caso de él, el pequeño gorro invernal que cubría sus siempre despeinados cabellos.

—Lo siento, pensé que estarías en la entrada de ese lado—Hizo su pulgar hacia atrás por encima de su hombro antes de reírse. —. Olvidé que hay más entradas, pero cuando lo pensé fui a revisar y te encontré. Aunque si gustas que vayamos adentro a una de las salas de duelos y te dé un poco de calor, no tengo problemas.

Su rostro, adornado por un leve rubor, terminó por volverse un océano carmesí con pequeñas zonas que conservaban el pálido natural de su tersa piel. Quiso golpearlo en ese mismo momento, hacerle callar de un solo golpe, pero no pudo. El frío le limitaba a ocupar sus brazos para dar calor a su tembloroso cuerpo.

—E-Eres solo un perro en celo, ¿verdad? ¡A-Al final me quieres traer aquí solo para hacer eso! ¡Eres un pervertido! ¡Un animal que solo piensa en meter su… S-S-Su cosa dentro de cualquiera que vea!

—¿Soy una pervertido? —Sus palabras instantáneamente se volvieron más fuertes. La distancia que les separaba se acortó inesperadamente para la rubia y repentinamente se vio con unos ojos ambarinos frente a los suyos. —Sí, quizás tengas razón. Pero parece que eso es lo que quieres, ¿no? —Sintió el agarre sobre sus caderas. Liberó un inaudible gemido. —Quizás es que no hay suficientes pervertidos en tu vida.

Lo sintió sobre sus labios. Fugaz, ni siquiera fue un beso. Solo una caricia. Como si simplemente le enseñase el platillo y lo retirase antes de que sus manos se hicieran con los cubiertos; Antes de siquiera poder saborearlo.

Dejó de sentirlo cerca.

—Pero bueno, no venimos a esto, ¿no? Tengo tu castigo aquí—Se dio la vuelta parcialmente y permitió a la chica observar una mochila colgando en sus espaldas. Aunque claro, ella ya podía ver los tirantes antes de ello. —. Aunque no es adecuado que lo usemos aquí. Sígueme.

Fue incapaz de contestarle. Su mente solo volaba de un lado a otro intentando recrear el sabor de sus labios, la textura de su lengua, el sentimiento de besar a otra persona. La cercanía y el calor que ella había tomado de él tras ese último duelo. Ese mismo sentimiento con el que le tentó ahora.

—¿Qué haces, tía? Muévete.

Sintió el tacto de su mano entonces. Los guantes le protegían del frío, pero él estaba descubierto. Deseó que ella también lo hubiese estado.

****

La caminata tuvo su duración. Dentro de ella la rubia increpó a su verdugo con tal de saber qué planeaba, pero no consiguió más que un “Secreto” y un “Ya verás”.

Pero la inquietud no se calmaba. Cada vez se alejaban más de la arena de duelos y su corazón luchaba violentamente por escapar de su tórax desde hace rato. Aunque ni ella misma sabía la razón ahora. ¿Era por ese roce de labios? ¿O por miedo a que el perro en celo le hiciese algo pervertido? O quizás porque ella lo-

—¡Aquí es!

La voz masculina interrumpió abruptamente sus pensamientos. El anuncio de que habían llegado a su destino le hizo perder un peso de encima. No habían acabado excesivamente lejos del lugar original, pero eso no era lo preocupante. Lo que ahora le importaba era descubrir a qué tipo de lugar él le traía para ejecutar su castigo.

Se asomó por el costado izquierdo del chico para apreciar la vista. Sus ojos se abrieron a la sorpresa cuando pudo divisar la sólida masa de hielo entre tanto terreno nevado y boscoso. ¡Era una laguna congelada! Gozaba de un tamaño mediano y en ciertos lugares árboles desnudos le adornaban atravesando el agua sólida hacia el cielo.

—Es… Es hermoso.

Asombrada, desconectó de todo. Por un momento olvidó que estaba ahí para ser castigada. Que estaba ahí con un tipo que le podía hacer enojar en menos de un segundo y al que aún no le descubría lo bueno. Por un momento, solo pudo pensar en apreciar la belleza natural.

—Bueno, tu castigo será divertirte conmigo un rato.

Fue interrumpida por la persona que le acompañaba. Sus manos ya no se tocaban y de hecho, él le estaba enseñando las propias. Manos que cargaban con algo que no esperó cuando aceptó su derrota: Patines.

—Vamos, ya aceptaste, ¿no?

Solo pudo asentir. Estaba realmente desconcertada. ¿El pervertido que le hizo desnudarse en medio de un duelo quería divertirse con algo como patinaje sobre hielo? Era difícil de creer.

Aun así, se decidió a calzar los patines. El contrario ya se encontraba en pista, moviéndose energéticamente de un lado a otro. Tomaba vuelo y se dejaba llevar por la inercia antes de comenzar de nuevo. Ella debía cumplir su promesa también.

Se acercó hasta el agua y apenas la cuchilla hizo contacto se deslizó. Chilló asustada por el inminente golpe que recibiría, pero fue el suave tacto de un cuerpo el que la atrapó. Abrió los ojos y se encontró con sus orbes ambarinos espectándole.

—Tsundere atrapada~—Se burló tras soltar una carcajada más fuerte que las anteriores. —. Es mi turno, por cierto. Robaré.

Entonces ella lo sintió. Sintió los labios del chico apegándose a los suyos, asaltándolos y tomándolos para sí mismo en un beso agresivo. Jadeó entre ellos, sus manos tomaron con fuerza la sudadera del chico y la apretaron. Se aferró a él para no dejarlo escapar. Comenzó a corresponder para que no le dejase.

Después de todo, encontró algo que le gustaba de él.