C de Cercanía

El atardecer había llegado una vez más. El paisaje desde estas alturas se veía como un manto rojizo, lleno de pequeñas y diminutas hojas que volaban por el aire, pero más allá, la cordillera se extendía hasta el ocaso. Las nubes acolchonadas y anaranjadas adornaban el cielo y notaba a algunas aves volar libremente.

De repente, noté que Lis se había sentado al lado de mí, a observar el paisaje. Ambos estábamos sentados en una gran roca que se alzaba por el camino irregular de la cordillera. La chica se quedó viendo el ecosistema rojizo que había delante de nosotros. Era hermoso... Quiero decir, no el paisaje, sino su rostro.

—Quería agradecerte por lo que hiciste hoy, Gabriel—La muchacha siguió mirando hacia delante.—En verdad, no sé cómo agradecerte. Me quitaste un peso de encima.

—No es nada—Comenté.

—Yo jamás hubiese encontrado las palabras—Mencionó.—Irónico. ¿No es así?

—Cierto. La chica más popular del instituto, que tiene facilidad para atraer a cualquier chico, no sabe qué decirle a alguien para consolarle, mientras el tipo más estúpido del planeta lo hace fácilmente.

La chica rió. Su risa me parecía la risa de un Ángel. Vamos... Gabriel... es tu momento para... para... oh, no. No creo que ella se atreva tampoco.

—No eres estúpido—Dijo.—Digamos que... Que eres algo...

—Vamos, dilo.

—Algo tímido.

—¿Algo?

—Bueno, al principio me lo parecías. Recuerdo la primera vez que trataste de hablarme dentro del salón de clases. Volteaste, y te quedaste congelado, sin decir palabra alguna—Serena rió tiernamente.

—Lo sé. No me recuerdes eso—Le dije, cubriéndome el rostro sonrojado.

—Me pareció algo tierno—Dijo y se acercó más a mí.

Vamos, Gabriel... Hazlo. Bésala... Bésala...

—Gracias... Supongo.

—También me pareció algo tierno el que me mandaras regalos todos los días.

—No debí hacerlo. Debí de hacerme tu amigo primero. Debí por lo menos hablarte. Soy un tonto.

—No lo eres—La chica recargo su cabeza en mi hombro. Su sombrero se cayó hacia el suelo, pero a ella no le importó.

—Lis...—Ella no volteó, pero me escuchó.—... Yo... Sé que es algo ridículo lo que voy a decirte, pero... pero...

—¿Qué?

—... Eres la primera persona con la que me siento a gusto.

Ella se sorprendió, y en ese momento me miró. Pude entender esa mirada. Esa mirada azul que me trasladaba más allá de lo que realmente significaba. Sabía que ella se había sorprendido por lo que le dije, pero fue más porque era el primer chico que le decía eso. Yo sabía, y estaba completamente seguro, de que los miles de chicos con los que había salido, nadie le había mencionado aquello. Todos... todos y cada uno de ellos trataban de impresionarla con regalos, flores, chocolates, cenas caras, acompañarla a su casa, etc. Sin embargo, lo que realmente importaba era el hacer sentir bien a la otra persona, y yo lo estaba logrando. Qué ironía. Quién pensaría que yo, un chico tímido en exceso, iba a estar a gusto con la chica más popular del instituto.

—Gabriel...—Nombró, y me sonrió de una manera tan hermosa que me sonrojé. Gabriel, no te sonrojes en un momento como este. Siempre tengo que estar arruinando esto.—Yo... Yo... También me siento muy a gusto contigo. Te quiero, Gabriel.

Vamos... Gabriel... Hazlo. ¡Bésala!

Me acerqué a ella. Poco a poco. Mis labios comenzaban a sentir su respiración cálida. Notaba el olor a flores caracterçistico de ella. Agarré su mano cálida, y sentí esa textura suave y esa tez blanca que me hacían estar nervioso. Pero por alguna extraña razón, en ese momento me dejé llevar. Mis labios estaban a punto de tocar esos labios que jamás pensé que iba a ser capaz de alcanzar. Esos labios y esa sonrisa que me hacían traer mi timidez de vuelta. Estaba apunto... y con eso, toqué sus labios. Fue como si hubiese tocado el cielo. La primera vez que había sentido unos labios. Sentí extraño, pero placentero. Sin embargo, tan sólo fue por un segundo, ya que se apartó.

Ella se separó, y miró hacia otro lado, incómoda.

Lo sabía.

Sabía que no debía de hacerlo. Lo sabía. Siempre arruinando todo. Soy una completa basura. Cagando los momentos románticos con las mujeres.

—Lo siento... Yo... Yo...

—No... No es tu culpa—La chica se paró de la roca, recogió su sombrero y se adelantó hacia las orillas del barranco de la montaña, para apreciar el paisaje. Por un momento se quedó en silencio, y quise saber lo que estaba pensando. La chica se volteó hacia mí, con la cabeza por lo bajo, pero después me miró con aquel par de diamantes que brillaban más que los últimos rayos del ocaso.—Gabriel... Yo... Yo te quiero. Pero... Pero ha sido algo duro para mí todo esto. Aún sigo triste por lo que pasó... Has sido muy lindo conmigo estos últimos días, pero aún hay cosas que no sé de ti.

Ella tenía razón.

—Yo... De hecho, quisiera compartir más contigo... Me gustas mucho y quisiera ser más cercano a ti.

La chica se quedó en silencio.

Con esa sonrisa que tanto me gusta, asintió... No sé qué pasará en el futuro, pero si estoy a su lado, superaremos todos los obstáculos que se nos interpongan.

Notas del autor:

Se parece a el yo de antes... T-T. Que recuerdos tan encantadores, y horribles...