Harry Potter Bondad inesperada.

¡Felices Harrynavidades!
¡Un poco de espíritu navideño en el foro de HP!

Bondad Inesperada
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El pasillo estaba desierto. Los alumnos no se atrevían a pasar por allí, le tenían miedo. Porque él los acechaba, él y su burlona risa; Peeves estaba esperando.


Los alumnos con sentido común (menos Fred y George en su tiempo) sabían que estar en el mismo lugar que Peeves era lo peor que podías hacer. Un tintero vaciado en la cabeza, un tirón de calzoncillos, entre otras maldades eran lo único que podías esperar de semejante poltergeist. Peeves era el bromista por excelencia, aunque algunos de sus chistes eran pesadísimos. Y por esta misma razón todos lo detestaban.


Ningún fantasma soportaba al pobre Peeves, ¡nadie entendía sus bromas! Por eso vivía solo, flotando por allí, riendo e inventando canciones a las parejitas de Hogwarts (algunas bastante pasadas de tono). Y la realidad era ésa, ni las gárgolas lo querían.


Peeves disimulaba su soledad los 364 días del año, pero llegaba una época en la cual no podía evitar sentirse triste y desamparado: Navidad. Los alumnos felices, con radiantes sonrisas, compartiendo bocadillo de estación; los fantasmas flotando entre las mesas y contando anécdotas... Todo era alegría. Menos para él.


Por eso se encontraba allí, bloqueando el paso de ese pasillo, enojado y molesto con todos. Esperaba a que algún idiota pasase por ahí para elaborar su novedosa trampa atrapa-alumnos, la cual consistía en tropezar con una delgadísima cuerda encantada que él había colocado. Y bueno, lo demás era historia. Cuando el alumno se tropezaba, la gran araña que colgaba del techo caería sobre el inocente borreguito. ¡Ja!


Pero nadie pasaba por allí.


Cuando se hubo hartado de esperar, bajó flotando del techo, con el ceño fruncido. Y abajo, en el suelo, a centímetros de la cuerda, se encontró a una muchacha pálida, de cejas y cabello rubio y con aire inconfundible de chiflada.


—¡Oh! ¡Miren a quién tenemos aquí! ¡Es Lunática Lovegood! — Reuniendo toda su maldad en una sonrisa, Peeves se acercó a Luna—. ¿Ya te dejaron los sanadores salir de San Mungo, Lunática? ¡Atención, atención! ¡Lunática Lovegood está suelta por los pasillos de Hogwarts! ¡Sálvese quien pueda!


—No, Peeves—contestó Luna tranquilamente. Ella solo lo miraba sin prestar atención a sus burlas. Llevaba puesto una vaporosa túnica plateada, la cual no le quedaba mal pero brillaba con demasiada fuerza.


—¿Y qué es eso que llevas? ¿Un disfraz para la fiesta de chiflados? De seguro será presidida por tu padre, ¡el presidente de los lunáticos! — Y riendo de sus propias bromas, Peeves comenzó a dar volteretas en el aire.


—Muy gracioso, pero no. En realidad, venía a traerte esto antes de ir a la fiesta de Slughorn—. Con una mano, Luna le tendió un objeto cilíndrico a Peeves, quien la miró extrañado—. Es para que tires bolas de papel a los alumnos. Sé que te gusta bromear mucho y pensé que esto te gustaría... Algunas veces tus chistes son muy buenos y mereces algo de reconocimiento.


—¿Para mí? —Peeves estaba sorprendido. ¡Lunática le estaba regalando algo!


—Sí—. Luna sonrió y con una gran sonrisa dijo:—Feliz Navidad, Peeves.


La muchacha se alejó lentamente, tarareando por ahí, dejando al poltergeist mudo. Cuando ya se hubo alejado lo suficiente, Peeves sostuvo el tubito entre sus dedos fantasmagóricos.


—Gracias, Luna—dijo.


Y flotando, volvió a su lugar en el techo, a esperar que un incauto pasase por allí, pero esta vez, con una sonrisa en el rostro.