One-shot Boca de lobo [Gakkou Roleplay | Anna Hiradaira]

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Gigi Blanche, 5 Agosto 2020.

  1.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Escritora
    Título:
    Boca de lobo [Gakkou Roleplay | Anna Hiradaira]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    2298
    N/A: no me juzguen (???? Llevaba un buen queriendo escribir algo... así con Anna, y me avergüenza un poco publicarlo pero ya lo escribí, así que chinga tu madre. La advertencia es que esta shit es más kinky que la mierda, y se recomienda discreción si no te van las weas raras (? Nada explícito, tho.



    heavy lungs let you breathe
    in and out, like a part of a lucid dream
    blurry lines decorate all you see
    through a foggy lens



    Boca de lobo
    .
    .

    El cielo parecía una boca de lobo, listo para engullirte si mirabas demasiado. Su inmensidad me resultaba tan negra, tan honda y tan profunda que me empeñé en buscar sus límites casi a tientas, algún desperfecto, una estrella. Algo, por pequeño que fuera, dispuesto a recordarme que no. No era una boca de lobo lista para engullirme.

    ¿Y qué si lo era? Algo dentro de mí vibró, pues sabía que… era mierda. Pura mierda.

    ¿Boca de lobo? Ya estaba ahí metida.

    —¿Hmm? ¿Qué miras, Anna-chan?

    Volví mis ojos hacia Kakeru cuando su voz suave se alzó sobre el murmullo estándar de las cigarras, la charla de los chicos y los vidrios de cerveza chocando aquí y allá. Despegué mi cabeza de su hombro y lo observé con mayor detenimiento. Él me sonrió y le dio un trago a su botella.

    —El cielo —respondí con simpleza—. Está… condenadamente negro.

    Como tus putos ojos.

    Kakeru imitó mis movimientos y alzó la cabeza durante un rato. Yo ya había visto lo que había allí arriba y, de cualquier modo, tenía mi propia boca de lobo allí mismo. Repasé la piel blanquecina, tan pálida de su cuello, y las sombras afiladas debajo de la línea de su mandíbula. Desvié mi atención hacia los chicos.

    La tenía en toda la nariz. Su jodida colonia.

    —¿Quieres?

    Rei notó mi mirada y yo sacudí la cabeza. Nunca me había gustado realmente la cerveza. Le di un trago a mi lata de Coca Cola y acomodé las piernas sobre el banco. Kakeru reposó una mano sobre mis muslos, como si nada, mientras volvía a unirse a la conversación sobre… videojuegos y esas cosas. Justo iban hablando de uno que no conocía así que ni modo; solté el aire por la nariz y reacomodé mi cabeza justo allí, en el hueco que su cuello delgado me permitía para sentir su calor y su aroma. Cerré los ojos.

    Negro.

    Todo era negro.

    El móvil comenzó a vibrar dentro del bolsillo de mi falda. Esa tarde había tenido clases de verano y cuando salí de los casilleros, Kakeru y los muchachos estaban esperándome para matar el tiempo. Su saludo había sido alzar en alto, muy sonrientes, las latas de Coca y las paletas que me habían comprado. Tenía gustos de niña y ellos lo sabían. Él lo sabía.

    —¿Hola, ma? —respondí en español. Los chicos ni me miraron, ya estaban acostumbrados.

    —¿Dónde andás, Anna? ¿Cenás acá?

    Eché la cabeza para atrás, mi cabello rosado se deslizó sobre el torso de Kakeru y clavé los ojos en el cielo una vez más.

    —Estoy con los chicos, no te preocupes. No me esperes para cenar, no sé a qué hora voy a volver.

    —¿Segura?

    —Sí, tranqui. Tenés que madrugar mañana. Yo me encargo.

    —Bueno, está bien, amor.

    —¿Qué hay de cenar?

    —Hice una carne con papas.

    —Uh, piola. Bueno, guardame un poco y después lo caliento en el microondas.

    —Okey. Nos vemos, amor. Pasala lindo.

    —Gracias, chau.

    Cuando colgué, me quedé con el móvil en la mano un rato para chequear que tuviera mensajes nuevos o alguna mierda similar. Los dedos de Kakeru habían empezado a tamborilear sobre mi pierna, al ritmo de alguna canción sonando en su cabeza. Los chicos hablaban de The Elder Scrolls.

    Había tanta calma. Todo parecía correcto.

    Y tan negro.

    —¿Tu mamá? —preguntó Kakeru.

    —Sip.

    Me sonrió.

    —Luego envíale saludos a Mana-chan, hace mucho no la veo~

    —Te refieres a ella como si fuera una adolescente. —Solté una risa corta, devolviendo el móvil a mi bolsillo—. Es verdad, el otro día me preguntó por ti. Podrías venir a cenar este fin de semana, si quieres.

    Había tanta calma. Todo parecía normal.

    Y tan cagado.

    —Eh, vamos a comprar unas papas o algo para comer. ¿Qué quieren? —inquirió Rei, mientras él y Subaru se incorporaban con cierta pereza.

    —¡Onigiris! —exclamó Kakeru, bastante animado.

    Yo lo miré un momento antes de contestar. Parecía estar más contento que de costumbre.

    —Papitas está bien, luego ceno en casa.

    —Aw, a la nena le hacen la comida —me molestó Rei, risueño, a lo que reí y le mostré mi dedo corazón en alto.

    —No hables como si fueras indigente, estúpido.

    Las cigarras se lucieron sobre el silencio de la conversación ausente. Repasé el perfil de Kakeru, su nariz respingada y las pestañas espesas. Su cabello lacio, tan oscuro, revuelto hacia aquí y hacia allá. Cuando se volvió hacia mí, con su sonrisa habitual, yo tomé su rostro y lo besé. La mano que mantenía sobre mi pierna se congeló un breve instante antes de apretar y, después, ascender hasta mi espalda. Me removí sobre su regazo para enfrentarlo mejor y pegó mi pecho al suyo, deshaciendo la coleta alta que llevaba en el cabello. Enredó sus dedos entre las hebras rosadas, como de algodón de azúcar, y prácticamente devoró mi aliento sin réplicas, dudas o tiempos de espera.

    Acuné su rostro entre mis manos momentos antes de separarme. Su piel era suave, su aliento sabía a cerveza, y su cuello aún olía a colonia.

    Lo recordé de repente.

    —Ah —murmuré, agachándome para recoger mi mochila del suelo; Kakeru me sostuvo de la cintura por si me caía o algo—. Cierto.

    Saqué una bolsa plástica y, de allí, un par de helados de agua. Llevaban un rato ahí dentro y hacía un calor del demonio, me sorprendía que aún conservaran algo de solidez. Arrugué el ceño, abriendo uno, y le eché un vistazo.

    —Se ve bastante entero —anotó Kakeru.

    Había mantenido sus manos ceñidas a mi cintura y podía percibir cierta insistencia tácita, tan sutil que ni valdría la pena sacarla a colación. Busqué sus ojos negros y me encogí de hombros, dándole una probada al helado azul. Era de piña.

    —Se te teñirá la lengua, Anna-chan —comentó, divertido, y tomó mi muñeca con suavidad—. Dame un poco~

    Le dio un mordisco a la punta de la paleta. Toda mi expresión se comprimió de impresión al verlo; era un puto loco y si yo llegaba a hacer eso, juraría que se me iban a caer todos los dientes juntos. Kakeru entornó sus ojos al verme y buscó mi boca. No le hizo falta moverse mucho, estábamos demasiado cerca. Mis labios lo recibieron entreabiertos y presionó su lengua dentro. Era húmedo, cálido y sabía a piña. Podría jurar que lo oí gruñir suavemente cuando respiré agitada contra su rostro y volvió a besarme, jalando de mi cabello y rozando mis pechos sobre la camisa del uniforme.

    Las cigarras cantaban y hacía un calor del demonio, incluso de noche.

    La paleta de helado comenzó a derretirse, danzando por mi mano hasta escurrirse y caer sobre mis piernas desnudas. Cada gota era un nuevo escalofrío directo a mi columna y no hice nada al respecto cuando Kakeru bajó a mi cuello y comenzó a morder y succionar hasta marcarme.

    Lo había notado contento, ¿no? Debía estar caliente el hijo de puta.

    Bueno, no era el único.

    Su risa agitada chocó contra mi piel cuando reparó en el pequeño detalle del helado. No buscó mis ojos, se quedó allí y llevó una mano hasta mis piernas.

    —Mierda, Anna, qué desastre.

    Cerré los ojos. Era bajo, pausado y ronco.

    Sí. Qué puto desastre.

    Solté el aire de golpe, desinflando mi pecho, y su cabello oscuro me hizo cosquillas en la mejilla al erguirse. Me estaba sonriendo cuando sus dedos empezaron a danzar cerca de mis rodillas.

    —Vas a tener que limpiarte.

    —Sí, luego.

    Mi seriedad contrastaba enormemente frente a la eterna liviandad de Kakeru, y es que no sabía ser como él. No sabía fingir que todo siempre me importaba una mierda. No era de acero ni estaba hecha de gas. No me amoldaba a cualquier recipiente ni contaba con la dureza necesaria para romper todo lo que intentara contenerme.

    —¿Luego por qué? ¿Hay algo que quieras hacer ahora~?

    Mi seriedad contrastaba enormemente, y el rosado opaco de mis ojos se mantuvo fijo en su pozo ciego cuando me llevé la paleta dentro de la boca y le di una larga probada. Estaba, desde ya, loca como una puta cabra por seguir juntándome con ellos, ignorando sus mierdas corruptas y comiéndole la boca a un idiota asqueroso, un criminal. No haría ninguna diferencia seguir enloqueciendo un poco más.

    ¿Verdad?

    Los dedos de Kakeru se congelaron cuando me vio comer el helado. Me aseguré de saborearlo bien, atrapando las gotitas derretidas con la lengua y recorriendo su longitud completa mientras se reducía poco a poco. Corría refrescante por mi garganta y observé al imbécil frente a mí cada maldito segundo. Su mirada casi perdida, sus labios entreabiertos y su Nuez de Adán, subiendo y bajando, cada vez que tragaba grueso.

    Subiendo y bajando.

    Subiendo y bajando.

    La curvatura nívea de su cuello, las clavículas asomando por entre la camisa desprolija y las puntas rebeldes de cabello negro.

    Negro.

    Boca de lobo.

    Observé el palito limpio de madera y suspiré, sonriéndole luego a Kakeru mientras señalaba mi propio rostro. Estaba algo pegajoso.

    —¿Me ayudas?

    Kakeru se inclinó, respiró contra mi piel y le eché un vistazo al camino empedrado del parque antes de volver a besarlo. Iba a ser bastante vergonzoso si los muchachos llegaban justo ahora, ¿verdad?

    Lo curioso era que a una parte de mí le importaba una auténtica mierda. Esa parte descarada, siempre irreverente, egocéntrica incluso, que siempre se había inclinado y sonreído ante las ovaciones, los aplausos y reflectores.

    Esa parte de mí había mutado, le había aflojado la correa y se había fundido en el negro de Kakeru, su boca de lobo y el cielo sin estrellas.

    Y me gustaba.

    —Ya, ya —murmuré, suave, presionando mi dedo sobre sus labios—. Los chicos deben estar por volver en cualquier momento.

    Kakeru me miró a los ojos y sonrió, meneando la cabeza.

    —¿Vienes a dormir a casa? —interrogó.

    Sus manos, sus dedos permanecían clavados a mis caderas con insistencia y comprendí el mensaje tácito, tan sutil que ni valía la pena traerlo a colación. Me valía mierda. Haría lo que quisiera.

    —No —respondí con simpleza, y me separé un poco de él para buscar unos pañuelos dentro de la mochila—. Otro día.

    Esa relación estaba cagada desde un principio, su mundo jamás sería el mío y ambos lo sabíamos. No tenía el menor sentido que insistiéramos en permanecer juntos. Era muy probable que estuviéramos usándonos y ya; para rellenar diferentes vacíos, para silenciar diferentes ruidos.

    Era muy probable que yo no significara nada para Kakeru, o al menos siempre me esforcé por creerlo. Si me tragaba esa mentira, si la doblaba sobre sí misma y la presionaba directo hasta mi pecho, puede que lograra seguir viviendo con normalidad. Viéndolos después de clases, charlando de idioteces, jugando al baloncesto y pegándome a ellos como una asquerosa garrapata para no estar sola.

    ¿Qué iba a hacer si Kakeru me descartaba? La idea me generaba terror.

    No solo mi comportamiento era errático, mi entera existencia parecía estar constantemente al borde del abismo. Un día podía odiarlo todo y no poseer voz, y al otro podía chupar un puto helado frente a Kakeru como si se tratara de su polla.

    No había intermedios.

    Me limpié las piernas lo mejor que pude, pues estaba bastante pegajoso y era difícil removerlo sin jabón. Suspiré, dejándolo estar, y Kakeru permaneció en silencio. Me incorporé de su regazo y estiré las piernas, aunque la razón fuera otra: su jodida erección me estaba incomodando.

    —Lo siento —solté, aunque no lo sintiera realmente—. ¿Quieres irte? Le invento a los chicos cualquier mierda.

    Kakeru se irguió detrás de mí, liberó el aire a consciencia y se revolvió el cabello.

    —Te acompaño a casa, vamos. Ahora les escribo.

    Sonreí ante su seriedad y comenzamos a caminar en dirección contraria. Le eché un vistazo a sus movimientos mientras desbloqueaba su móvil y escribía algo en el grupo, pues segundos después mi propio celular vibró. Entrelacé las manos detrás de mi espalda y aspiré el aroma a noche de verano, alzando la vista al cielo.

    Negro.

    Sin estrellas.

    —Así que, ¿el sábado? —inquirí.

    —¿Ah? —No fue tosco, sólo sonó distraído.

    —Si el sábado vienes a cenar a casa.

    Bajó la mirada hasta mí, y ver mi sonrisa pareció relajarlo. Hundió las manos en los bolsillos de sus vaqueros y se encogió de hombros.

    —Claro. Siempre estoy dentro si implica probar la comida de Mana-chan.

    Me reí y comencé a recoger mi cabello para atarlo en la coleta de antes. Luego, rebusqué en mis bolsillos y me llevé un chicle a la boca. Anduvimos en silencio, como si nada, a mitad de la noche. Era una normalidad que no tenía ni mierdas de normal, pero no me importaba lo suficiente para hacer algo al respecto.

    No iba a importarme nunca, hasta que la puta muerte se interpusiera entre mi eterno egoísmo y yo.

    Y seguiría sin importarme, cuando por fin comprendiera mi peso en la vida de aquel niño roto y perdido… y lo librara a su suerte.

    Negro.

    ¿Quién era, realmente, la boca de lobo?
     
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  2.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado

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    Sis, para no ser un explícito esto fue bien dirty and i liked it *sips vodka*

    Tbh, no esperaba que Annita fuese así de nasty, toda una caja de sorpresas. Aunque claro que, siendo que se junta con esta clase de personas, al fina uno se acaba adaptando, sobre todo estando liada con Kakeru. DEBO hablar de la escena del helado primero BC I FUCKING LOVED THAT. Like, Anna jugando con él de esa manera y luego diciéndole que no va a su casa SHE IS THAT BITCH AND WE LOVE.

    La verdad es que como dices su relación se ve complicada. Yo creo que en el fondo sí se tienen algo de aprecio pero no son capaces de sacarlo a relucir por sus diferentes motivos, por eso se acaba viendo como una relación en la que se usan para satisfacerse y poco más. Aunque si se rechazan incluso cuando eso, no tiene ya ni sentido (???

    La conversación de Anna con su madre me gustó, bc parecerá una tontería, pero me parece muy cute cuando tu grupo de amigos se acostumbra a algo que es muy tuyo y siguen a lo suyo. Like, me pasa también que con mi madre hablo en rumano a veces por teléfono y mis amigos ya ni se inmutan y es gracioso (?)

    Y pues idk qué más decirte, me ha gustado mucho el fic. Entiendo el por qué de la vergüenza pero la verdad es que a mí me encanta leer este tipo de cosas que son tan diferentes a lo que sueles encontrar en los fics y es muy guay ver que los personajes tienen tantas capas y personalidad, y que esconden tantas cosillas. Y sobre todo lo narras todo tan bien que es super disfrutable so dw babe <3

    El final tho, adoro. Parece un poco anticlimático y a la vez no, porque en realidad el fic va de ese sentimiento de peligro y negro de Anna pero la escena de en medio llama tanto la atención y parece tan "peaceful" que uno se olvida de lo realmente jodida que es toda la situación so idk, i think is very cool and great.

    So keep going bc i love leer el background que estás haciéndole a la beba y todo uwu
     
    • Adorable Adorable x 2
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