Colección Bajo mi corazón, con pasión [Colección]

Encuentro
Bellamy Dubois x Paz Zhou ​

Escuché la puerta cerrarse con suavidad tras mi espalda, el cuarto se sentía húmedo y oscuro. Los edificios estaban los unos contra otros, apretujados, así que la luz que con suerte se colaba a través de la pequeñísima ventaba estaba lejos de ser causada por los rayos directos del sol. Era luz residual y nos veíamos honrados con su brillo, porque la magnificencia del sol era suficiente para cubrir incluso los rincones más recónditos.

Y hablando de cubrir... Bellamy, amigo mío desde hace un buen tiempo, de los pocos amigos que he tenido, sostuvo mis caderas con una fuerza gentil y pronto sentí como olfateaba mi aroma, el shampoo a frutas de mi cabello. Todo el gesto mi hizo inspirar hondo mientras sentía cada fibra tensarse bajo el toque del extranjero, fue tras eso que dejé de prenderme a lo que había en la pared para mirar sus grandes manos, las cubrí con las mías mucho más finas, delicadas, pálidas...

A ratos tan solo veía un cadáver...

Sentía que cualquier día me uniría a esa fúnebre colección, pero antes de poder seguir dibujando la voz de Bellamy me llegó, grave, sobre mi oído. La suavidad en ese gesto me hizo inhalar otra vez, un poco expectante. Busqué su rostro, sonreí con una suavidad que, para sorpresa de cualquiera (incluyéndome) era confiada.

—Claro —resolví a su propuesta con la sonrisa tranquila... La seriedad de Bellamy se transformó en sonrisa y, despejando una sola mano de mi vientre, sostuvo mi mentón con esa firmeza que solía tener, pero la delicadeza también era clara.

No me sorprendía, la gente a mi alrededor solía tratarme con cuidado por obvias razones.

Bajé mis ojos desde desde los suyos hasta sus labios, ahí y tan solo en ese momento fue que, luego de mucho tiempo, fui capaz de ignorarlo todo. No como en esos días donde me deprimía y todo carecía del valor que necesitaban, no era gris, ni melancólico, ni siquiera frío.

Era tener un motivo, era querer por fin algo sobre cualquier otra cosa, conseguir confianza y saber que tenía un motivo por el cual luchar más allá de mi familia...

Y ese motivo ahora me sostenía, brindándome la calidez que no podía sentir por mi cuenta, la que le robaba a otros... ¿Eran ellos capaces de ver esa calidez en mí? Exhalé por la nariz, porque no me quedaba de otra, sus caricias viajaron desde mi mentón, rozaron la oreja y llegaron hasta mi nuca, acarició mis cabellos con mimo, aunque también aprecié las claras fuerzas reprimidas en el gesto, la cosa es que me sacó otro suspiro.

Otro suspiro mientras poco a poco mis mejillas se sonrojaba, ojos entrecerrados, mientras intentaba no perder la calme en mi torpe intento de seguir el ritmo marcado por sus labios. Coló su mano por mi cintura baja y la que estaba más arriba viajó otra vez desde esa nuca hasta mi espalda, le dio un recorrido ligero, cosquilloso, y mi respiración se entre cortó estremeciendose al tacto, terminó por sostener mi cadera con más fuerza que antes, el beso continuaba a saber cómo, la experiencia que seguramente, pensé, debía poseer Bellamy ayudaba en todo eso. Con sus pasos e insistencias mi espalda terminó contra una de las paredes de su cuarto, fría o no, poco me importaba, yo seguí correspondiendo sus labios con las manos ya abrazadas a su espalda alta, rodeando su cuello con mis brazos mientras quería tener más cercanía con él. Pegó su cadera a la mía y saqué un sonido de lo más vergonzoso, me miró concentrado procurando saber cómo me encontraba con todo esto... que traíamos entre manos.

No pude hacer otra cosa que, tras mirarlo atento, sonreírle con una suave alegría confiada, él se quedó solo con lo confiado en su sonrisa, aunque, bue...

El destello que brillaba en sus ojos se oscurecía en los míos violeta.

Fue entonces que me besó con más ganas, sus manos treparon, insistente, inquietas, pero tomándose su tiempo, desde mis caderas hasta recorrer todo mi torso, tanteando esos lugares que podrían tomarse como mágicos, para no decir cualquier vulgaridad que nos reduzca a meros animales.

Era claro que el placer buscado ahí superaba cualquier necesidad física.

¿Para qué tocarnos? Yo vivía bien sin siquiera hacer nada y estaba seguro que Bellamy tenía el carisma e incluso belleza suficiente para que no le faltara pretendiente, sea hombre, sea mujer en ese sentido.

Así que decidí, como bien dije, no prestarle atención a nada que no fuera él y cada gesto, cada mirada, cada sonido y cada atención que se le escapaba o me entregaba a consciencia premeditada.

Fue entre la ida y venida de gesto, luego de sacarme un par de sonidos que, por todos los dioses, nunca nadie más escuchara, que su voz, agravada, susurró sobre mi oreja cuando sus labio dejaron de atender mi cuello.

—Te amo —fue lo que dijo y me estremeció más que cualquier cosa, aunque sus manos ayudaban sin control en conseguir las reacciones que, sé, quería de mí.

Ante eso solo pude sonreírle con una sonrisa amplia, sagaz y puede que coqueta.

—Claro que lo sé —repliqué en un murmuro con calma, siempre confidente. Ahora era yo quién echaba mis manos sobre sus hombros para caer sobre su oído.

Esa voz dulce e incluso aguda de repente agarró una gravedad imprevista sin perder el encanto al mantenerse sedosa como terciopelo.

>>Yo también te amo...

con todo lo que significaba.​