Baño de chicos (3° piso)

Tema en 'Tercera planta' iniciado por Yugen, 3 Diciembre 2020.

  1.  
    Gigi Blanche

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    No necesitaba ser una mente maestra ni similar para adivinar que si este cabrón supiera apenas dos mierdas sobre mí, sobre mi vida, mi apellido y las cosas que hacía, probablemente fungieran de pura gasolina. Galones enteros, vete a saber, con lo salido que parecía estar y lo mucho que disfrutaba el calor insoportable del infierno. Como si hubiera literalmente nacido de las brasas ardientes y la oscuridad del averno. En un momento de delirios, incluso, se me ocurrió que sus tatuajes bien podían representar eso.

    Su mano no se quedaba puto quieta y las neuronas se me estaban derritiendo o algo. En un momento se detuvo para deslizarse un poco más allá y suspiré con pesadez, tragándome el jodido impulso de ladrarle en la cara, de exigirle que siguiera la mierda que había iniciado. Igual tenía lo suyo, qué sé yo, no que me importara cuando nadie me convencería de que no lo estaba haciendo para prolongar el desastre, para resistirse a mis demandas.

    Volvió a jalar del cabello, sentí la dureza de la puerta contra mi cabeza y separé los labios, notando la ausencia de aire de nuevas cuentas. Sus palabras me alcanzaron ligeramente embotadas, oscurecidas, y su puta fantasía me arrancó una risa del pecho que se ahogó a medio camino, claro, por el jodido pañuelo. Era burlona a cagar, condescendiente incluso.

    ¿Que yo me arrodillara?

    Vaya chiste.

    Busqué sus ojos, así la falta de oxígeno me tuviera un poco denso, y esbocé una jodida sonrisa de lobo al encargarme de desabrocharle el pantalón. La mierda cayó por su propio peso, sus dedos siguieron aventurándose más allá y en un impulso que no razoné ni un poco lo cacé por los hombros y lo empujé contra la pared del cubículo. Fue agresivo, joder, lo fue de verdad. La mierda rebotó y me lancé a su boca sin reparar en nada, presionándome contra su cuerpo una, dos, tres veces. Si acaso hice un espacio para colar las manos, deshacerme también de su ropa interior y le eché encima un suspiro pesado al sentir su miembro contra el mío.

    —Sigue puto soñando, cabrón —mascullé con la mandíbula tensa, acentuando la fricción al mover las caderas—, de que me verás arrodillado.
     
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    El maldito no tenía ni una pinta de que fuese a ceder aún, si es que era un hueso duro de roer, pero mira que no me importaba que no fuese exactamente este día el que no consiguiera que se arrodillara, el que lo sujetara del cabello hasta sentirlo ahogándose, arañándome los muslos. Podía esperar Kou, no tenía afán~ Pese a la clara y risible batalla de control que quería igualar. Pobrecito, para demandar en control, al menos en este aspecto le faltaba mucho al cabroncito. Me desprendió el pantalón y me empujó con la puta fuerza que me hizo sentir el frío del cubículo en mi espalda, respirando agitado por ahí derecho, provocando que una risa de lo más cagada saliera completamente ronca, la cual se comió al lanzarse a mi boca. No demoré en comerle los labios como bestia hambrienta, soltando su accesorio a la vez que con la izquierda volvía a envolver su miembro pese a los chispazos de placer que me causó al presionarse contra mí.

    —¿Quieres apostar? —siseé fundiendo la yema de mis dedos en sus glúteos, haciéndolo chocar con brusquedad contra mi cuerpo pese a que ambos teníamos la otra mano colada entre ambos—. Cuando lo consiga —murmuré con los putos cables desconectados—, te pediré otra cosa a cambio~

    Aumenté el ritmo, jugando con la punta de tanto en tanto con el pulgar, mordiéndole el labio inferior de una puta forma que el sabor metálico me llegó al no medir siquiera la fuerza.

    Uy, ya no me estaba reconociendo~

    Colté la lengua dentro en lo que entornaba los ojos, alejándome apenas para hundirme en su cuello, sobremarcando su dermis como el puto vicioso que era.

    Mierda.

    Se sentía tan bien.


    No supe en que puto momento al ya entregarme al instinto animal, pero le empujé de tal forma que le quité la mano de mi entrepierna, volteándolo contra la puerta de nuevo, resonando en todo el puto baño, pero en esta ocasión dándome la espalda. Me enterré en la parte posterior de su nuca, clavándole los dientes apenas en lo que continuaba masturbándolo con la zurda, dejando la derecha en mi propio falo para masturbarme en igual de marginitud. La mirada se me desenfocó en algún momento, sintiendo que me vendría.

    ¿Y qué mejor que hacerlo encima?

    Estiré la maldita sonrisa como un depredador, viniéndome en su espalda baja sin dudarlo siquiera.
     
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    Gigi Blanche

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    El cabrón me empujó contra él con unas ganas que dieron gusto, clavándome los dedos en los glúteos, y su risa ronca rebotó en mis oídos así ya se hubiera extinto como tal. Me sonreí contra sus labios, en un chispazo de lucidez se me dio por pensar en el puto desastre que estábamos hechos, pero nada me detuvo. Volvió a envolver mi miembro, arrancándome un suspiro pesado, y seguí chocando su cuerpo casi con violencia. Su susurro, otra vez, me llegó embotado y pestañeé con pesadez, entornando la mirada hasta encontrar sus ojos. ¿Que cuando consiguiera qué?

    Sonreí, empapado en sorna, y descubrí toda mi hilera de dientes.

    —Preocúpate por conseguirlo antes de pensar en putas apuestas —mascullé, tensando la mandíbula al presionarme contra él—, Kasun.

    Su mano aumentó el ritmo, espesándome la mente por completo, y un gruñido me brotó directamente del pecho al sentir el pinchazo de dolor en la boca. No tardé nada en sentir el sabor oxidado de la sangre y estuve a medio pelo de ceñirme con él, cegado por un repentino brote de genuina ira, pero se me echó encima, coló la lengua y cuando quise acordar el hijo de puta me había dado la vuelta. La puerta rebotó bajo mi peso, arrancándome otro gruñido, y ya toda la mierda se revolvía tanto entre el dolor y el placer que no me funcionaba una neurona.

    Sentí su mordida en la nuca, me siguió masturbando a una velocidad estúpida y apoyé ambas manos en la hoja de madera, inclinado hacia adelante como estaba. El aire me ardía en los pulmones, ya no enfocaba una mierda y cerré los ojos con fuerza cuando me corrí, tensándome brevemente. Fue un instante que el mundo se detuvo, las llamas dejaron de arder. Un ínfimo segundo de auténtico vacío, de muerte, y al abrir los ojos las agujas del reloj se reiniciaron. Bajé la mirada, notando que había manchado la puerta, y al buscarlo de soslayo las fichas cayeron en su lugar de golpe. Fruncí el ceño, aún algo agitado, y me removí hasta quitármelo de encima para llevarme la mano a la espalda.

    El hijo de su reputísima madre me había acabado encima.

    —¿Qué cojones? —mascullé, clavándole la mirada, y resoplé con fuerza audible.

    No lo empujé como tal, pero me colé en el espacio sin mucho cuidado para agarrar bastante papel, limpiar mi propio desastre y un poco la puerta. Me subí los pantalones, me arranqué la chaqueta con genuino asco y meneé la cabeza antes de salir del cubículo. Ya no le dirigí la mirada ni le hablé, no era de los que se ceñían cuando estaban enfadados, más bien aplicaba el vacío y ya. Fui a un lavabo, le eché agua fría hasta limpiarla así quedara toda empapada, y lo seguí ignorando todo el tiempo que me tomé hasta finalmente salir del baño. Quizá me cagara de frío sólo con la camisa puesta pero vaya, tampoco me quedaban muchas opciones.

    En serio.

    Putas ganas de arruinarlo, eh.
     
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    Encendí el cigarro en lo que me encerré en el cubículo, inhalando el humo al fumar, sentándome sobre la tapa del retrete mientras me perdía en el móvil, deslizando el pulgar por cada publicación, deparando en uno que hacía publicidad a otro vídeo juego que había estado viendo en una de las tiendas cercana al trabajo, se veía lo más de bueno pese a la porquería de compañía que habían escogido como desarrolladores, sin embargo al ver el precio chasqueé la lengua. La mierda del entretenimiento era costosa de por sí, al menos para un idiota como yo que trabajaba medio tiempo, costeando lo mío a la vez que mantenía a mi vieja.

    Vaya chiste de vida.

    Terminé de fumarme el cigarro en un dos por tres, manteniendo el buso negro puesto desde la mañana por el frío del carajo que hacía desde que me levanté. Aunque prefería este tipo de clima, vete a saber por qué, quizá porque de cierta forma el aire helado aplacaba a los culos inquietos, pese a amontonarlos más en los sitios del instituto al no poder ir fuera. Tenía suerte de haberme movido en el metro, de lo contrario me hubiese caído toda la porquería de agua en la motocicleta, y de enfermarme quería poco.

    Como si tueviese para costear medicinas en algún momento de mi vida.

    Apagué el cigarro con la punta de la zapatilla, lanzándolo luego en el cesto de basura, saliendo del cubículo para lavarme las manos, buscando luego en la mochila la colonia, solía funcionar en camuflar el aroma de la nicotina, no fuese que la idiota de Kathe se diese cuenta que seguía fumando por pura ansiedad.

     
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    Era curioso cómo mi hermano y yo éramos algo así como la noche y el día. Ya fuera con los deportes, con los estudios, con el lugar al que irse de vacaciones o simplemente con un día de lluvia cualquiera. Detestaba esos días; el cielo gris, encapotado y melancólico, la humedad calándome los huesos, sobrepasando mi de por sí pésima resistencia al frío.

    Y sin embargo él los amaba, y veía belleza en la calma que les precedía, en el olor a lluvia y el sonido de las gotas repiqueteando tras la ventana.

    Cuando el receso se abrió paso abandoné el aula, con la intención de dirigirme a los baños de esa planta. Si en algo coincidíamos Yule y yo era en la pesadilla que se convertía el Sakura cuando caían un par de gotas y todos, absolutamente todos sus estudiantes se arremolinaban buscando refugio en sus pasillos, la cafetería, donde fuera. Era caótico y asfixiante y por un instante el baño se me antojó un buen lugar donde huir de la multitud y despejar mis ideas.

    Al adentrarme en el lugar el olor a tabaco me llegó con facilidad, vamos, lo usual allí. El sitio parecía vacío a diferencia de un cubículo cerrado. Escogí cualquiera de los restantes y al salir y dirigirme al lavabo para lavarme las manos la puerta se abrió, haciéndome dirigir mi atención hacia el chico que parecía haberlo estado usando. Lo cierto es que por su expresión no parecía estar pasando su mejor día o quizás era su rostro de plano, pero mientras el sonido del agua llenaba el silencio terminé por alzar la voz.

    —¿Huyendo de la lluvia también? —cuestioné sin más, observándole de soslayo antes de cerrar el grifo. Quizás solo estaba de paso, pero por su olor a nicotina algo me decía que llevaba su rato allí dentro, qué se yo—. En días como estos casi parece un milagro encontrar un lugar vacío.
     
    Última edición: 23 Julio 2021
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    No había prestado la suficiente atención de por sí como para darme cuenta si estaba compartiendo espacio con cualquier otro idiota, aunque tampoco solía importarme siempre y cuando no me molestaran directamente, o indirectamente, como fuese, así que apenas e ignoré el que la otra puerta se abría, probablemente había entrado al baño en lo que me aspiraba como maniaco el cigarro. Me aseguré ligeramente que no fuese el imbécil de la vez pasada, notando de soslayo la cabellera albina a lo que deslizaba el cierre de la mochila. Tremenda mierda... la loción la había olvidado en casa. Chasqueé la lengua apenas, recibiendo luego su pregunta.

    —Ajá —murmuré en respuesta, casi comenzando a tantear si tenía intenciones de joder o qué putas, pero al continuar mencionó un carajo de los sitios vacíos, y bueno, el tipo tenía razón—. Es una mierda —continué con el tono de voz bajo de por sí—, los imbéciles se amontonan por todo, es un fastidio.

    Cerré la mochila de nuevo, pestañeando frente al reflejo del espejo como si me estuviese insultando a mi mismo en mi cabeza. Sin colonia era pasarme el resto del receso ahí encerrado como animal en cautiverio, conseguir una loción prestada, o importarme un culo y pasearme por el instituto, evitando a Kathe.

    La última no era la opción a elegir, eso seguro.
     
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    Pese a no ponerle mi atención encima directamente, concentrado en retocar algún que otro mechón albino fuera de lugar, noté de manera furtiva que parecía estar buscando algo. El rubio aquí presente tenía una cara de mala hostia digna de campeonato pero pese a ello me respondió, sin aquella cuota de brusquedad anticipada. Solté el aire por la nariz sin gracia realmente, más bien era una confirmación de que le estaba escuchando, y finalmente giré mi rostro hacia él, sujetando la mochila sobre mi hombro.

    Era curioso cómo cambiaban las cosas. Era claro que tenía algún problema y tiempo atrás no hubiera tardado ni dos segundos en lanzarme como un imbécil a intentar ayudarlo, pese a no conocerlo de nada. Nunca había sido algo así como don altruista, de esas almas generosas y desinteresadas que vivían por y para los demás. La única razón por la que me desvivía en generar simpatía en la escuela era la imagen que tanto me había labrado, la del príncipe de mierda. En cierta medida mi único interés era la atención que recibía a cambio, nada más. Era egoísta hasta decir basta, pero nada que hacerle.

    Tampoco me enorgullecía de ello.

    —Amery Shawn —Me presenté de la nada, un poco por pura cortesía, y saqué de mi mochila la lata de refresco que había comprado antes de subir a clases. Recargué la cintura en el lavabo, dándole un sorbo a la lata entre frase y frase—. No me suenas de nada y créeme, tengo calada a más de media escuela. ¿Recién transferido?

    Las cosas habían cambiado y por ello estaba allí, encerrado en el baño en lugar de regocijarme entre la multitud. Estuviese el chico por marcharse o no, lo cierto es que me quedaría allí dentro un poco más. No se estaba mal del todo.
     
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    Le escuché presentarse y fue entonces que hice un ligero escaneo, parecía el tipico niñito de casa, esos que tenían el padre, la madre, quizá un hermano menor, el desayuno, almuerzo, comida y merienda por ahí derecho, que poco necesitaba de un trabajo de medio tiempo o cualquier otra mierda que afectara su rutina perfecta, deportista quizá también. No demostré nada de igual forma, más que continuar con la maldita cara que me hicieron mis viejos... bueno, la que mantenía por desconfianza en realidad.

    —Tampoco me suenas de nada, y pareces de los que llama la atención de las estúpidas por donde pasas —murmuré, y a diferencia de él me desordené los cabellos rubios—. Aleksander.

    Era de los pocos medianamente decentes que no querían joderme la puta vida. La niñita albina también caía en el saco, ese de los que parecían no matar una mosca, justo como este idiota, pero vete a saber si en realidad era lo que aparentaban, porque vamos, no me fiaba de nada.

    —Hace un par de días —me subí al lavamanos al saber que no saldría de esa porquería de baño, con la vista perdida en los cubículos pese a mantenerme alerta a su presencia—. ¿Qué hace un imbécil de buena pinta tomando una soda dentro de este basurero?

    No que me interesara saber el por qué en realidad, solo por descartar el que no quisiera joderme como el otro imbécil.
     
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    Contra todo pronóstico el tipo se subió al lavamanos en respuesta. Incluso cuando parecía estar a un chasquido de irse a otro lugar, como un animal huraño que rehusaba el contacto, me siguió la conversación y enarqué las cejas con sorpresa, con la lata aún en los labios. Bueno, suponía que lo había juzgado mal.

    —El perfil bajo está dando sus frutos entonces —Balanceé la lata en el aire, repasando los azulejos aquí y allá con aire ausente. El sonido de la lluvia amortiguaba las voces provenientes de fuera—. Bienvenido al culo del mundo pues, Aleksander.

    No había que ser un lince para notar en su nombre y en su acento que no era de allí, al igual que yo y tantos otros. En mi rostro se coló cierta gracia al escuchar lo de mis pintas, suponía que había cosas que no cambiaban y simplemente me encogí de hombros.

    Desde que la realidad me había golpeado en la cara y me había sacado de mi trono ya no tenía caso seguir aparentando ser alguien que no era. No con deudas, una beca rechazada y un trabajo que buscar.

    —Digamos que me cansé de llamar la atención —comenté con simpleza, y le observé de perfil desde mi lugar—. Tú en cambio no pareces del tipo al que eso le importe. ¿Huyendo de alguien, quizás?
     
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    Dudaba que alguien como él pudiese manejar un perfil bajo con ese cabello que se cargaba, albino de por sí, pero vete a saber con la cara de animal arisco que me mandaba tampoco es que pudiese pasar muy desapercibido, vaya idiota podía llegar a ser. Recosté la cabeza contra el espejo, manteniendo mis manos entrelazadas sobre mis piernas en lo que lo escuchaba hablar. No dije nada con respecto a la bienvenida porque bueno, ¿qué putas se tendría que responder a esa mierda? ¿Gracias acaso? Pfff.

    Me descolocó el que le diera al clavo en un solo golpe, provocando que por un instante me tensara ligeramente.

    —¿Ah? —murmuré contrariado—. ¿Yo? ¿Escondiéndome de alguien? Estás mal de la cabeza, idiota.

    De mentir no sabía un puto carajo, por eso terminaba mejor evitando que respondiendo preguntas inútiles, se me daba mejor. Solté el aire por la nariz en lo que entornaba los ojos. Lo único con lo que contaba era con la beca actual, si la perdía por andar de imbécil fumando por ansiedad quedaba en la verdadera miseria, y eso los vicios de mi vieja no lo entenderían, Kathe me mandaría a la mierda, y ni que decir del chulo que se consiguió mamá.

    Seguí con los rubís prendidos en el color de los cubículos.

    —¿Qué te hace pensar que me escondo o qué?
     
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    Gigi Blanche

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    Joder, la risa limpia que le brotó del pecho apenas oír lo de la novia fue una mezcla de vanidad e incredulidad digna de alquilar balcones. Había que verlo nada más, comportándose como el puto rey de la colina o algo. Venga, entre la mierda del espejo, los doppelganger y si encima supiera de su gemelo empezaría a cuestionarme la casualidad o el realismo ingenuo de la situación. Como para ponernos a delirar y todo.

    Total que la palabrita mágica salió de sus labios y ensanché la sonrisa de mierda, llena de diversión y vete a saber qué cosas más. Me acerqué a su posición y le eché el brazo sobre los hombros, arrastrándolo con el puto derecho que me salía de los cojones.

    —Hace un poquito de frío, ¿no crees? Y total llevo tres jodidos años fumando en esta escuela de mierda.

    Consumí la breve distancia que nos separaba del baño de hombres, cerré la puerta a nuestras espaldas y le pegué una revisada rápida a los cubículos antes de echarle mi peso al último lavabo, el más cercano al ventanuco. Había que ver nada más, de saber que Alisha estaba arriba seguro le habría caído para molestarla un rato y sumarla a la caridad del tipo este, pero vaya. Uno no era adivino.

    Hundí las manos en los bolsillos, siguiéndolo con la mirada, y lo señalé brevemente con la barbilla.

    —Bueno, ¿y cómo diablos te llamas?
     
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    No supe si fue exactamente la sonrisa que se remarcó en sus facciones, el que su tacto me alcanzara sobre los hombros o que fuese el que tuvo la iniciativa de arrastrarme a un sitio para fumar, pero el chispazo vicioso se esparció por mis venas como un puto adicto recibiendo algo de su dosis, empezando a olerme que podía llevarme realmente bien con este chico, sin contar que no me importaría comérmelo, claro estaba, pero bueno, eso se iría viendo con el tiempo.

    —Uy, un chico experimentado en los rincones de este sitio de porquería, que honor~ —murmuré con sorna, sin fijarme en realidad si había algún pobre diablo ahí dentro.

    Me subí al lavamanos, recostando la espalda contra uno de los espejos en lo que me sacaba el porro del bolsillo, buscando luego la candela en el otro con toda la calma del mundo.

    —Zeldryck, Zeldryck Kasun —respondí girando la ruedilla del encendedor, prendiendo la maria a lo que inhalé con los labios para terminar de encenderla, llegándome su aroma en lo que volvía las pupilas hasta las suyas—. Parece de los que saben divertirse, mira que creí que serías de lo que se orinan por ofrecerle algo de hierba —solté en lo que comenzaba a fumar, reteniendo el humo en los pulmones para luego soltarlo y estirarle el porro para que fumara.
     
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    Gigi Blanche

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    En sí me importaba de poco a nada si acababa dándole ideas equivocadas a la gente y luego tenía que lidiar con ello. No me preocupaban las consecuencias de mis acciones, eso ya estaba visto, y muchas veces podía rayar la crueldad, falta de empatía, qué sé yo. O quizás iba cambiando de parámetro según la situación, la persona y tal, porque al final del día sí me preocupaba un poco por hacer sentir cómoda a Blee, o porque Jez supiera con qué clase de persona se estaba metiendo, y cosas así. Pero bueno, cuando percibía que lo que había frente a mí era un cabrón de calidad, pues... me pasaba todo bastante por el culo.

    An honor, indeed! —exclamé con cierto dramatismo, ampliando los brazos y todo, antes de regresar al japonés—. Me conozco todos los rincones y puntos flojos de esta academia; los ciegos también~ Así que si algún día necesitas consejo, puedes acudir a este oldie experimentado.

    Seguí sus movimientos de soslayo, en lo que se subía al lavabo, sacaba el porro y tal, y recibí su nombre. Kasun, ¿eh? Más extranjeros, obvio.

    —Qué nombre raro —solté sin filtro, ladeando apenas la cabeza—. ¿Y de dónde eres?

    Luego intentó picarme o vete a saber qué mierda, honestamente no me creía ni por putas que tuviera pintas de orinarme en los pantalones por un poco de maría, pero tampoco iba a ponerme grosero con quien andaba convidándome hierba, ¿a que sí~? Esbocé una sonrisa apenas ladeada, soltando el aire por la nariz en una risa de nada, y estiré el brazo para llevarme el porro a los labios. Entrecerré los ojos, inhalando el humo, y le eché un vistazo al cigarro en lo que retenía el aire y se lo alcanzaba de regreso. Exhalé lentamente.

    Really~? —fingí sorpresa, aunque se notaba que era falsa, y mantuve mi atención puesta en él—. Bueno, espero que te hayas llevado una agradable sorpresa, en ese caso~ Es buena, por cierto. ¿La conseguiste aquí?
     
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  14.  
    Amane

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    Aquella semana había sido una absoluta locura, y como ya venía siendo demasiada costumbre, todo ello había venido por un capricho de mi queridísima madre; no había mucho que yo pudiera hacer una vez se le cruzaba una idea por la cabeza, así que ya ni siquiera lo intentaba en lo más mínimo. El viajecito me había estropeado algunos planes que tenía en mente desde el fin de semana anterior, pero al menos había podido vengarme gastando la tarjeta como nunca en aguas internacionales (¡y encontrándole un regalo precioso a Abby, ya de paso!).

    Llegué a casa el jueves por la tarde, lo que me hubiese dado carta blanca para faltar el viernes a clase si no hubiese sido porque realmente necesitaba ir antes del siguiente fin de semana. Dios realmente le daba sus peores batallas a sus mejores guerreros y yo estaba dispuesta a lucharlas, así fuese solo por el bien del chismecito. Así que el viernes me planté en la academia, a pesar de lo agotada que estaba, y ni bien sonó la campana del receso me escabullí hacia los baños de los chicos; parecía haber mucho barullo aquel día, así que me fue especialmente sencillo pasar desapercibida.

    Kouchiiii, necesito hablar contigo de una cosa de vida o muerte!!
    Ven a los baños de chicos de nuestro piso, te espero en el último
    Y que nadie te vea!
    (por favor)


    Y, por supuesto, añadí un sticker de un conejito haciendo ojitos para convencerlo.

    Gigi Blanche heyo heyo beautiful uwu
     
    Última edición: 28 Octubre 2023
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    Gigi Blanche

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    El móvil vibró sobre mi pupitre mientras almorzaba en la tranquilidad del aula. Había notado el flujo de gente desaparecer escaleras abajo y que el tercer piso se encontraba atípicamente vacío, cosa de la cual jamás iría a quejarme. El sonido de la trompeta se deslizó por las ventanas abiertas del pasillo, encima del silencio, y en cierto punto me acerqué por mera curiosidad. Había un montón de gente reunida en el patio norte y dos personas empezaron a bailar. Las mechas rosas la delataron incluso a la distancia y me permití fruncir el ceño, sabiéndome solo. Había visto a Kakeru pasar con Ishikawa y Sugawara.

    Ridículamente predecible, ¿verdad?

    Bufé, hastiado, y regresé al aula. Entonces el aparato vibró y lo revisé, comprobando que eran unos mensajes de Riamu. ¿Cuánto había pasado? ¿Como dos semanas de la última vez que nos vimos? Había sido el día que el mocoso Hattori se presentó muy fresco a las puertas del club. Con el paso de los días, Akira aceitó las habilidades por las cuales lo había reclutado en un principio y esbozó un panorama bastante claro de la situación. Descubrimos la existencia de su prima, una chica extranjera que, por algún motivo, habían mantenido oculta, y notamos un movimiento atípico en las fuerzas juveniles de Nerima. No estábamos seguros hasta qué punto la aparente insurgencia se relacionaba a la subasta dorada de Shimizu, pero el olfato me decía que tanto Yuta como Kaia Hattori estaban gestando algo. Algo que los peces gordos siquiera imaginaban.

    Sólo quedaba sentarse y disfrutar el show, ¿no?

    Mi primera gran pregunta fue qué rayos hacía Riamu en el baño masculino. La segunda, ¿a qué venía la urgencia? El sticker del final coronó la solicitud y me sonreí apenas, incorporándome. ¿No hablar por más de diez días y aparecer de repente con esto? Sonaba a algo que ella haría, sí.

    Le seguí el juego; aunque, siendo honestos, tampoco tuve que esforzarme por ello. No había nadie en el pasillo cuando salí de la clase. Hundí la mano libre en el bolsillo, en la otra mantuve el móvil y caminé con calma hasta el baño de los chicos. Empujé la puerta, repetí la acción detrás de mi espalda y avancé hasta detenerme frente al último cubículo, donde Riamu se encontraba. Le concedí una sonrisa tranquila, de las de siempre, y descansé el hombro en el marco de la puerta.

    —De vida o muerte, vaya —bromeé, en voz baja—. Y yo pensando que necesitarías primeros auxilios. Te veo bien enterita, Ri-chan.
     
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    Amane

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    Tras haberle enviado los mensajes a Kou, decidí entretenerme revisando mis redes sociales en lo que él llegaba a la cita; estaba en un 95% segura de que el chico no me dejaría colgado, mucho menos con el mensaje tan catastrofista que le dejé, así que ni siquiera me sorprendí demasiado cuando escuché los pasos adentrándose en los baños un par de minutos después. Me sonreí con cierto aire de satisfacción, sin levantar la mirada de la pantalla hasta el último momento, cuando el chico ya estuvo plantado delante de mí.

    —Oh, pero por dentro me estoy muriendo, Kouchii —sentencié bien seria, mientras me guardaba el móvil de vuelta en el bolsillo y me ponía en pie, pues había estado sentada sobre la tapa del inodoro hasta el momento—. Si has venido con intención de hacerme el boca a boca, tranquilo, luego vas a poder~

    Le solté aquello como si nada, sin preocuparme por saludarle cómo las personas normales o explicarle cualquier cosa sobre mi mensaje, pero lo cierto es que tampoco le di mucha opción a preguntar o comentar nada al respecto, porque inmediatamente después de hablar acorté la poca distancia que nos separaba, lo agarré de la muñeca y tiré de él para meterlo por completo en el cubículo, cerrando la puerta con mi mano libre en el proceso.

    >>Kouchii, tú te enteras de cosas, ¿verdad? —murmuré, clavando la mirada en sus ojos al aprovechar lo estúpidamente cerca que había hecho que estuviésemos—. Hay un chico en tu clase, se llama Jack... ¿Atkinson, creo? Necesito saber cosas de él. ¿Sabes algo?
     
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    Gigi Blanche

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    Seguí sus movimientos en silencio, sin reaccionar de forma evidente ni contestar a las tonterías que dijo. Se incorporó, alcanzó mi muñeca e ingresé al cubículo sin oponer resistencia. En lo que ella se encargaba de cerrar la puerta, yo me guardé el móvil, dejándome así las dos manos en los bolsillos, y relajé la espalda contra uno de los laterales. Las dimensiones eran ridículamente estrechas, claro, pero ya llevaba un buen tiempo aceptando a Riamu en mi espacio sin cuestionármelo.

    Alcé las cejas ligeramente. Me enteraba de cosas, cierto, era parte del trabajo, pero dudaba que esa clase de información le interesara a ella de algún modo. Aguardé con calma hasta que soltó el meollo, el tan temible caso de vida o muerte: uno de mis compañeros de clase. Solté una risa nasal, fue inevitable y no pretendió cargar burla, fue más bien una reprimenda mental hacia mí mismo. Claro, ¿qué iba a ser, sino un chisme escolar? Riamu era una adolescente ordinaria, después de todo. No tenía que preocuparse por lo que yo.

    —Es el moreno estúpidamente alto, ¿cierto? —hice memoria, escarbando en los pobres archivos que tenía de los demás estudiantes—. Pues... lo único que sé es que aún no se lleva muy bien con el japonés. Y que tiene una pierna herida, pero eso es evidente. No destaca mucho en clase. Hace tiempo nos tocó en un proyecto juntos y, eso sí, habla como cotorra. —Me encogí de hombros—. Parece un buen chico.

    Busqué sus ojos, ligeramente divertido.

    —¿A qué viene el interés, Ri-chan?
     
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    Amane

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    Si bien era cierto que le había puesto un dramatismo innecesario al asunto, realmente no me pude llegar a imaginar un escenario en el que Kou no supiera que lo había citado para algo tan sencillo como aquello; claro que también existía la posibilidad de que lo hubiese buscado para otro tipo intereses, pero creía que todavía no le había dado los suficiente motivos para creerme capaz de ello. La cuestión es que su reacción pareció indicar algo de sorpresa, lo que significaba que había conseguido mi objetivo con tanto secretismo, pero resultó que me interesaba demasiado su respuesta, así que apenas le pude dar importancia a aquella detalle por el momento.

    Me separé un poco en cuanto comenzó a hablar, queriendo darle el mayor espacio posible teniendo en cuenta las circunstancias, y escuché sus palabras con toda mi atención puesta en las mismas, analizándolas con cuidado. Me llevé una mano a la barbilla cuando terminó de hablar, acariciándome la misma en un gesto pensativo, y sopesé la información con cuidado antes de volver a mirarlo con una sonrisilla divertida.

    —Oh, lo he visto por los pasillos, me he enamorado y quiero casarme con él, nada muy loco —solté con toda la normalidad del mundo, sin importarme demasiado lo obviamente falso que todo sonaba, pero después de un rato dejé escapar un pequeño suspiro mientras me encogía de hombros—. Thi me ha estado hablando de él... bastante, para ser sincera. No sé realmente lo que significa, pero tengo un presentimiento al respecto y... bueno, solo quiero asegurarme de que no le va a hacer daño.

    Kou no me había dado ningún nuevo dato super relevante sobre el sujeto, pero sí que había comentado que parecía un buen chico; eso, viniendo de él, debía significar algo. No era suficiente, sin embargo, y rápidamente cambié mi expresión hasta acabar haciéndole ojitos al muchacho, volviendo a invadir ligeramente su espacio para asegurarme de que me estuviera viendo.

    >>Kouchii... ¿te gustaría ser mi espía? Ya sabes, echarle un ojo a los tortolitos y contarme si cualquier cosa importante pasa. ¿Harías eso por mí, hm? ¿Por favor~?
     
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    Gigi Blanche

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    Sabía que demostrar interés en su interés, redundancia aparte, desembocaría en una broma tan obvia. La dejé correr, por ende, y mantuve mi mirada sobre ella con la calma usual hasta que se dignó a darme la respuesta real. ¿Thi? Era... su amiga, ¿cierto? La niña de cabello celeste que iba a mi clase. Creía recordar que me la había mencionado en otra ocasión. Fui haciendo las conexiones mentales necesarias conforme hablaba hasta que le puse pausa a la cuestión apenas ella... bueno, Riamu no solía destacar por su sutileza. Los ojos de cachorro mojado se le notaban de aquí a Canadá y solté el aire por la nariz.

    Iba a pedirme algo, por supuesto.

    ¿Cómo había acabado metido en este embrollo adolescente? Porque sí, obvio. El asunto me causaba un poco de gracia, si debía ser honesto, y tampoco tenía razones de peso para negarme. Además, ¿cómo le decía uno que no a esa carita? Me sonreí, disimulando la diversión, y parpadeé con cierta lentitud al tiempo que asentía.

    —Espiarlos, entiendo —murmuré, y mis labios se estiraron un poco más con una pizca de sorna—. ¿Llamo a Eguchi y le pido que los investigue? Bueno, a Atkinson, al menos.

    Coñas a un lado, era bastante gracioso pensar que si el pobre niño tenía algún trapo sucio escondido, Akira seguramente sería capaz de encontrárselo.
     
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  20.  
    Amane

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    Realmente Kou no tenía muchas opciones por delante, el pobrecito, pues si no cedía ante mis irresistibles ojitos de cachorrito, tenía en el arsenal un millón de técnicas más para convencerlo de cumplirme el capricho de turno (y sí, el principal arma era ser extremadamente pesada hasta que aceptase). Por suerte para todos, no hizo falta recurrir a medidas extremas y Kou me siguió el rollo con bastante facilidad; quizás con demasiada, llegados a aquel punto.

    —¿Podemos hacer eso? —pregunté, abriendo los ojos en un claro gesto de sorpresa, y volví a separarme para adoptar de nuevo una expresión pensativa—. ¿Deberíamos indagar tanto? Claro que mi alma de chismosa quiere saberlo todo, pero una parte de mí no quiere inmiscuirse demasiado... ¿Y si descubrimos algo que no deberíamos? Por otro lado, si el tal Jack ha hecho algo tan terrible, mi deber es hacer lo posible para que no se acerque a Thi...

    Restaba decirlo, pero había acabado sumiéndome en un debate interno digno de estudio, y todo delante de Kou sin importarme lo más mínimo; en algún punto, sin embargo, levanté la vista hasta dar con la suya y fruncí el ceño, repentinamente consciente de que era justamente Kou de quién hablábamos. Me volví a pegar a su cuerpo, solo habiendo hecho falta inclinarme hacia delante un par de centímetros, y le clavé el dedo índice en el pecho, mirándolo con los ojos ligeramente entrecerrados.

    >>No llamarías a Eguchii para esto, ¿cierto? Te estás quedando conmigo —le espeté, inflando apenas las mejillas al terminar de hablar.
     
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