Búscame en el paraíso [Torneo]

—Señorita Jen, ¿gusta algo de tomar?

—No tengo apetito, Steve.— Fue lo que respondí a mi adorable mayordomo.

—Pero debe beber algo, ya que no ha querido probar bocado. Señorita, me tiene preocupado.

—Steve, en serio, no tengo apetito. Sólo... sólo necesito estar sola unos días. Por favor, retírate.— Ordené, de la manera más amena que pude.

La verdad es que no podía articular bien mis palabras, sentía dolor en el pecho y me faltaba el aire. Jhon, mi mejor amigo de toda la vida, la única persona en la que confiaba, ya no estaba. ¿Por qué, ¿por qué? era todo lo que podía pensar. Si tan solo me hubiese hecho caso, si no hubiera dicho que yo estaba loca y que aquél había sido sólo un mal sueño mío, esto no habría pasado. Su pequeño coche, un chevy 1997, rodó cuesta abajo después de que mi compañero perdiera el control en aquella engañosa curva. Y ahora... no, no quiero ir y verlo así, pálido. Tocarlo y que en su cuerpo no haya calor, no quiero, no quiero no quiero...

—¡No, no no no no!— Grito, mientras quiebro todo lo que esté a mi paso. Tomo una cajita que se encuentra en mi tocador y saco el contenido. Coloco el delicado anillo que acabo de tomar en mi dedo anular... se ve tan hermoso. —Jhon, no, por favor... ¡Jhon, vuelve aquí estúpido!

Aquella cajita me la trajo su hermana, Melly, esta mañana. Dijo que él tenía planeado proponerme matrimonio el mes siguiente, que lo había estado planeando hacía ya un año, pero que no encontraba el valor. Me entregó la pequeña cajita y me dijo que eso me pertenecía. No lo había visto hasta este momento... es tan hermoso. Posee una hermosa piedra en el centro, ¿cuánto le habrá costado esto? Él siempre me decía que su familia estaba pasando por momentos económicos difíciles... Dios, se esforzó para poder comprarme esto. Yo, yo le habría dicho que sí, yo lo amaba intensamente desde hacía mucho tiempo.

—Jhon, por favor, vuelve...— Suplico, con voz cortada y forzada. —Por favor, te necesito...—

Me recuesto en la pared y me dejo caer. Acerco mis piernas a mi cuerpo y coloco mis brazos sobre mis rodillas. Acto seguido coloco mi cabeza sobre mis brazos, y lloro, lloro como nunca he llorado. Dejo caer la pequeña cajita sin contenido aparente y continúo en mi mundo, recordando su rostro, su sonrisa, sus expresiones, su aroma... me estoy muriendo en vida.
Ladeo un poco la cabeza y veo un trozo de papel dentro de la cajita. Se le ha salido el pequeño colchón que protegía al delicado anillo, supongo que estaba allí dentro y por eso no la había visto. Tomo con cuidado el papel perfectamente doblado y lo estiro. Encuentro rápidamente que es la caligrafía de Jhon, y leo desesperadamente:

Querida mía.

Te escribo esto un poco indeciso. No sabes cuánto me he preguntado si debería o no hacerte esta proposición... Pero ¿sabes? Melly me ha dicho que sabe perfectamente que tus sentimientos serán reciprocos a los míos, que estamos hechos tal para cual y que es imposible que en todo este tiempo no hayas sentido lo mismo que yo por ti. Supongo que eso me ha dado el valor suficiente.

Estuve dándole vueltas al asunto una y otra vez... ¿Sabes? Sé que no me arrepentiré. Espero que la confianza que siento en este momento sea buena, y que realmente sientas eso que yo siento por ti.

Si me dices que sí, te prometo hacerte vivir en el paraíso. Te prometo llevarte flores todos los días, besarte cada mañana al despertar, protegerte con mi vida, ser tu caballero. Te prometo no faltarte nunca al respeto, ser siempre esa persona que te ha cuidado de todo y todos. Te prometo serte fiel hasta la muerte. Te prometo que los problemas que podamos tener siempre se arreglarán, que seré tu fiel compañero, que nunca te faltarán mis besos, mis caricias, mi amor.

Te amaré siempre, tal y como he hecho hasta ahora. Y, mi vida, cuando alguno de nosotros llegue a su fin, cuando la jornada tuya o mía acabe, debemos seguir. Si te me vas primero amor, te prometo seguir por ti, te prometo vivir, tal como tu quisieras que yo hiciera. Viviré siempre extrañándote, viviendo de cada bello recuerdo que hayas dejado en mí. Viviré sin mirar a nadie más, porque serás siempre la única para mí.

Y, amor mío. Si yo llegase a partir primero, te suplico que continúes viviendo. Vive, porque es lo que yo hubiera querido. Que vivas, que disfrutes la vida viviendo de cada hermoso recuerdo que tenemos juntos. Yo nunca me iré de tu lado, aunque mi cuerpo ya no responda ni tenga vida, tú me mantendrás vivo. En tus recuerdos y en tu corazón.

Y bueno, yo te esperaré. Te esperaré en donde las almas sin sitio encuentran su descanso eterno. En donde nos quedarémos por siempre sin miedo a volver a separarnos. Cuando llegues, búscame. Búscame ahí, en el paraíso.

​

Te amo, Jennifer.​

​

Lágrimas mojaron el delicado papel. Lo aparté frenéticamente y comencé a secar mis ojos. Sonreí levemente, aunque con pesadez, y susurré.​

​

—Te buscaré en el paraíso, amor mío.​

Salgo de la habitación, aún con el anillo puesto al dedo. Trago saliva y bajo las escaleras. Aunque muchas veces intenté ayudar económicamente a Jhon, él siempre me negaba todo... es por eso que le daba siempre el dinero a su hermana. Mi cariñoso mayordomo, a quien veía como un gran amigo, me ofreció nuevamente algo de tomar.

—Señorita, ¿algo de tomar?

—Un vaso de agua estaría bien.— Respondí, dándole una ligera sonrisa.

—¿Se encuentra mejor? ¿y qué hay de ese anillo?— Cuestionó, observando mi mano izquierda.

—Oh Steve, estoy mejor. ¿Esto? Es de parte de Jhon... dentro de algunos años lo nos volveremos a ver. Mientras tanto, debo aprender a vivir con este dolor, y disfrutar de mi vida.

—Me alegra que se encuentre mejor, señorita.— Me dijo, con una sonrisa muy amplia dibujada en su rostro, mientras me ofrecía el vaso de agua.

No iba a ser fácil, pero no lo haría por mí, sino por él. Porque ese fue su deseo, y lo cumpliría.

​

FIN ​