Colección Atardecer [Numéria Russo|Gakkou Rolplay|Colección]

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Kaisa Morinachi, 25 Febrero 2023.

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    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

    Tauro
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    Escritora
    Título:
    Atardecer [Numéria Russo|Gakkou Rolplay|Colección]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    4
     
    Palabras:
    590
    Radio


    Hacía un calor insoportable aquel verano y no nos quedaba más que barrer el suelo de la cafetería, o esa era la idea, pues con Emma terminamos prendiendo una radio que guardaban en una parte inaccesible para los clientes y terminamos cantando lo que iba sonando. Ahí estábamos, mi pronunciación en el inglés aun no era la mejor a pesar de llevar ya un año ahí, pero al menos la castaña me hacia soporte con su mejor pronunciación, aunque ninguna era originaria de Norteamérica para empezar. Eso si, lo daba todo con la entonación y en los coros me pasaba de dramática, me aferraba a la escoba como si de un micrófono se tratara y por poco me imaginaba frente a un montón de personas en un gran escenario. La risa alegre de mi compañera no demoró en aparecer.

    —¡Oh, my god! Que ya van a ser las cinco —exclamó Emma mirando su celular con sorpresa, cosa que no demoré en reflejar.
    —¡No me digas! ¡Aun ni hemos terminado! —respondí con la misma sorpresa en la mirada, saqué mi celular y no demoré en verlo con cierta preocupación. Suspiré algo resignada, adiós sesión de karaoke—. Pá se va enojar sí llego tarde —aclaré preocupada, pero no demoré en mostrarme dudosa de mis propias palabras, por lo que me sobé el cuello—, osea, no sé sí se enoje, pero tengo el trato de llegar antes de las seis a casa—. Emma también dio un suspiro tras haber guardado su celular, desanimada.
    —Quédate un día a dormir, Nume —casi rogó.
    —¡Oh, no, sabes bien que no puedo hacer eso! A papá no le gusta—. Mi amiga infló los mofletes y se cruzó de brazos, apoyada contra una de las mesas de la cafetería. Yo fruncí el ceño e hice mi propio mohín, previendo su queja, manos sobre la cintura.
    —Nunca te atreves a pedírselo —atajó con firmeza, yo mantuve la propia en mi ceño fruncido.
    —No quiero discutir con él—. Tampoco me gustaba escuchar sus limitaciones, porque me frustraba y en verdad no quería comportarme como la enana caprichosa que podía ser. No era cool.

    Emma dió un suspiro hastiada y se dirigió a apagar la radio, yo le seguí la mirada aún firme, pero por dentro la inseguridad me comía.

    —Te dejaré en la estación —dijo sin más y yo luego suspiré con algo de melancolía. Emma se percató de eso y me volvió a mirar con el ceño fruncido—. No te quejes —dijo cuando pasó por mi lado—, podemos juntarnos otro día, ir a al centro...— La miré con esa seriedad firme pasando un brazo sobre mi regazo, sosteniendo el otro, algo retadora. Aunque Emma no había demorado en brindarme una sonrisa más confiada—, podemos ir al comercial y buscar un buen conjunto de ropa. ¡No tendremos el dinero, pero sí la imaginación!

    Ahí estaba, su optimismo. La vi caminar a la salida y cuando hice lo propio, tras guardar mis pertenencias en la mochila, me permití una sonrisa.

    —Cuando gane dinero tendrá el mejor estilo de Nueva York, París o Inglaterra, ya verás —dije con esa sonrisa confiada y decidida, Emma la reflejó.
    —Eso si no te gano primero.
    —Ya quisieras —comenté codeandola.

    Dejar Norteamérica fue triste, pensé que por fin había llegado al lugar en el que me quedaría mucho tiempo, lograría hacerme un hueco y terminar al menos tres años de estudios, pero no.

    Nunca era lo que yo quería.
     
    Última edición: 25 Febrero 2023
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    Drama
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    Screenshot_20230227_102015.jpg

    __Pomeriggio al Castello Alfonsino__

    21/06/2019
    Viernes​

    Aquel tramonto fue más intenso que nunca, al igual que el naranja de sus rayos tiñendo las arenas bajo mis sandalias, mis propios cabellos obtenían aún más reflejos otoñales con el sol. Mi seriedad era clara y mi actitud silente mientras veía al astro padre caer dormido sobre el horizonte, fue entonces que unas manos se posaron sobre mis hombros y di un respingo, una grave risa me azotó el corazón y fruncí el gesto, tensa, preocupada. "No sabía que te iba a encontrar aquí" fue lo que me dijo Fabrizio, opinaba lo mismo, de saberlo habría ido a perder el tiempo a otro lado. Posé con suavidad una de mis manos sobre alguna de las suyas, cabizbaja y seria. Me preguntó con su voz calma, esa que usaba cuando se preocupaba, cómo estaba. ¿Cómo iba a estar, si la mierda se repetía a cada momento que sentía la más mínima seguridad de que las cosas habían cambiado, que ya no iba a tener que emprender vuelo una vez más? Toqué con más fuerza su mano, la brisa del mar nos rozaba la piel, ¿Era esta la intimidad que quería?

    ¿Estaba bien que mi corazón se alborotara cuando él nunca podría ser capaz de comprender este amor? Puede que lo estuviera subestimando, puede que me comprendiera más de lo que creía, pero eso no me sirve. No me sirve sí de todas formas quedaré despechada. Le respondí con seriedad que quería estar sola, él me miró con calma, un poco serio, cosa peculiar en él...

    Me tomaba en serio... y aquello era algo...

    Soltó mis hombros colocándose a mi costado, miró el atardecer mientras yo clavaba mis ojos en la arena... miré de reojo esa mano que acarició la parte posterior de mi brazo, esa oscura mano que se entrelazó con la mía y provocó que volviera a arrugar el gesto, esta vez con angustia agregada.

    Contrastaba tanto su piel con la mia...

    ¿Por qué? ¿Por qué no podía solo dejarle ir, que no quedara nada? Solo aquel cariño, aquella alegría...

    Aquel lugar donde a ratos no me sentí... ¿Juzgada?

    Aquel lugar donde podía ser yo, es que le había entregado mucho a ese chico y aún así seguía sin poder encontrar alguien en quien apoyarme del todo. Porque no él me quería, no me quería como yo lo quería, aquello era más que una tortura, porque era doloroso, angustiante y no podía desprenderme como lo había hecho tantas veces...

    Porque no quería, en verdad no quería perderlo a él.

    Me preguntó cuando viajaría a Japón, la vista que había vuelto a la arena se sorprendió, otro vuelco, no recuerdo haberle contado aquello. Busqué sus ojos que aún miraban el atardecer, angustiada, sorprendida. Me miró de reojo, serio, pero volvió a mi y sonrió. Aflojé mi mano, pero cuando pasó una de mis sinuosas hebras por detrás de mi oreja volví a apretar con fuerza su mano, desvié la mirada, fruncí los labios.

    Era tan pequeña a su lado... incluso... incluso... tan ingenua.

    No vi que su sonrisa se esfumó, pero me rodeo entre sus brazos mientras yo dejaba caer mis manos como peso muerto. Aunque, claro, no demoré en corresponder el gesto.

    Silencio, las olas, la brisa, nuestras respiraciones calmas.

    —Creo que te voy a extrañar —musitó—, ¡Ay! —pisé su pie con mi sandalia, enojada, se veía en el rostro que ocultaba en su pecho—, ¡¿Y eso?! —cuestionó, pero sabía que no estaba en verdad enojado...

    Él no era como yo... éramos... incompatibles. No podría ser mi compañero de vida y aquello si que dolía. Quién me mandó a enamorarme, jodido y condenado afecto, que condena cuando lo único que querías era tranquilidad y alegría.

    Placer, creo que era una mala manía evitar mis sentimientos y sentir lo que otros quisieran.

    —Porque no sabes usar tus neuronas —fue lo que respondí. Otro silencio.

    —Estoy cerca de tener las mismas que tú— Sonreí contra su pecho, con soberbia y jocosidad.

    —Ni en tu más húmedo sueño.

    Y mi propio comentario me puso de malas, porque sabía que, efectivamente, él nunca me encontraría en su más íntimo sueño. Me separé cabizbaja, me adelanté un par de pasos y miré el horizonte, el sol se escondía, mis manos se posaban sobre mi cintura, Fabrizio ni se movió.

    >>No quiero saber de ti —dije para fruncir el ceño, inhalé y agarré valor, me acerqué a Fabrizio—, me voy en dos semanas —dije tan firme como seria sosteniendo su mirada, tenía que elevar la cabeza para dar con sus ojos, él me devolvió el gesto igual de serio.

    —¿Qué significa eso?

    Miré el suelo, desvié la mirada y le dije sin más:

    —No quiero estar contigo— Lo miré otra vez—, no quiero que me hables. Sí te calma yo lo haré, cuando quiera.

    Le di un toquecito en el hombro y empecé a caminar, y antes que pudiera terminar de formular su queja salí corriendo.

    Escapé de ahí y él, considerado como lo era conmigo, no corrió tras de mí.

    No sabía sí quería llorar, pero la verdad es que una vez sentada en el avión y mirando la ventana, con papá hablando trivialidades al lado, me cuestioné qué tan grave habría sido mi mentira, porque no eran dos semanas...

    Era una, solo que no quería sorpresas, tampoco despedidas...

    No quería más despedidas...

    No quería más sorpresas.

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    Última edición: 1 Marzo 2023
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    Kaisa Morinachi

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    Drama
    Total de capítulos:
    4
     
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    Advertencia: Relación sexual poco explicita.
    Nel profondo

    El tiempo que llevaba esperando esto... puede que me hubiera enamorado muy rápido, pero me divertía con él, me enseñó las cosas divertidas de mi ciudad y sentía que podía confiar en él. Le dije que lo amaba, se lo dije y él no sabía qué contestar, pero me respondió con un beso que para mí fue muy emocionante.

    Salimos un par de veces, tuve un par de confirmaciones, ningún te amo, pero estaba más que contenta con caramelos, puede que siendo una ingenua que pensaba que le darían el pastel principal luego. Tal vez Fabrizio era tímido en aquellos aspectos, tal vez necesitaba un poco más de tiempo y yo estaba más que dispuesta a entregarle ese tiempo.

    A entregarle mi primera vez...
    Entregarle todo.
    Asi que estaba nerviosa, intenté que no se notara, pero las preparaciones físicas y mentales fueron variadas y empezaron antes del mismo día. Un buen baño, un arreglo general en toda mi desnudez, unas velas con buen aroma que compré donde esa señora que leía cartas, ¡Me costaron lo suyo! Así que esperaba que al menos entregaran un buen mood. Oh, y claro, mucha, mucha investigación sobre cómo usar los métodos anticonceptivos y de protección. Papá no tenía que enterarse, así que yo me iba a casa de una amiga cuando en verdad me colaria una noche entera en casa de Fabrizio, una dónde, por fortuna, ninguno de sus padres estaba presente. Podía ser la noche ideal.

    Quería que lo fuera, porque a ratos no era más que una princesita atrapada en un cuento de hadas, que solo se amargaba cuando la realidad le golpeaba una y otra vez. Quería saber lo que era fantástico solo un momento... por favor.

    Así que ahí estábamos, con unas luces led, el olor de su habitación cargado a él, la penumbra, la vela que compré. Estaba recostada en la cama y podía ver su cara, su cuerpo sobre mi, era un chico bastante grande, no muy musculoso, pero con algo de cuerpo. Su piel me parecía hermosa, sus ojos ahora estaban serios, pero generalmente eran bastante risueños y relajados, aunque eso no quitaba que la seriedad le llegara cuando tenía algo importante entre manos. Una presentación de saxo, una junta que quería que saliera bien, cuando bajaban sus notas.

    Yo misma.

    Acarició mi mejilla, luego pasó sus dedos sobre mi pecho, agarró un mechón y llevó la punta hasta sus labios labios, la imagen me emocionó, cumplía mis expectativas, esas ansias de un gran romance. Su mirada seria cayó sobre mi, pensé que estaría más relajado, tal vez coqueto, pero aceptaba esa reacción si eso era lo que quería darme.

    —¿Estás segura, Nume?

    Él estaba dudando, lo vi por un instante en su mirada. ¿Por qué? No sabía sí quería descubrirlo. Apreté el abdomen para poder levantar mi torso y así echar los brazos sobre sus hombros, sin pensarlo lo besé. Nos habíamos besado un par de beses antes, sobre todo cuando a él se le iban una o dos copas de más, pero por eso sentía que estaba bien.

    Que esto saldría bien.

    Me siguió el juego, conseguimos el cometido, aunque a ratos él necesitaba algo más de tiempo para conseguir una erección, no lo juzgué, lo ayudé en lo que pude y, aunque cuando estuve desnuda por completa frente a él fue una gran vergüenza, aunque pronto supe disfrutarla, porque en verdad lo quería, vaya que lo quería.

    Era como mi lugar seguro...

    Así que nunca esperé ese desenlace.
    ¿Cómo estuvo? —pregunté sonriente mientras su cabeza descansaba sobre mi pecho aún desnudo, las sábanas nos cubrían hasta la cintura más o menos, un poco menos a mí y a él un poco más, porque estaba mas abajo.

    No me respondió, estaba tan serio que me preocupó, pero intenté mantener la sonrisa.

    —Para mi estuvo bi...
    —Numéria— Su voz sonó plana cuando tomó asiento, quedando por delante mío, casi carente de emoción por lo que mi corazón no demoró en dar un vuelco y precipitarse, mi sonrisa se desconcertó un poco y sentí frío.

    Temía lo peor... pero jamás eso.

    >>Creo que me gustan los chicos —confesó, mi rostro estaba atónito, no supe qué pensar, me demoré en entenderlo. Él, tan relajado, tan confiado, ahí estaba él; tapándose la cara con ambas manos, parecía derrotado... o más bien que buscaba protegerse.

    Y por algún motivo me sentí traicionada, apreté los dientes y mi gesto se tensó con angustia. Me destapé, me vestí rápido, salí y cerré de un portazo. Me escondí en su baño y él no salió a buscarme. No podía ir a buscarme, no tenía fuerzas para eso...

    Como yo tampoco las tenía para regresar a casa esa misma noche, no podía, papá no sabía que estaba ahí. Navegué en mi teléfono, puse una canción y la dejé sonar sin más.


    Cuando salí del baño y caminé por la casa Fabrizio estaba fuera de la puerta de su cuarto, respaldado contra la pared, cabizbajo y serio. Mi rostro se contorsionó en pena, porque lo conocía y sabía que no estaba bien, lo conocía y sabía que yo no estaba bien. Me paré frente a él, le miré con los labios tensados, de repente quería cruzarle una cachetada, pero me contuve cerrando los puños con fuerza.

    —Perdon —soltó, noté en su voz que lo decía de corazón, pero eso no cambiaba lo que sentía.
    —¡¿Por qué?! —soné más alterada de lo que quería, al borde de las lágrimas incluso, él corrió el rostro como sí le hubiera propinado la cachetada que contuve antes. No era sencillo, no era agradable para ninguno de los dos. Me apunté con mis dos brazos, tan expresiva como siempre fuí— ¿Sabes? ¡Me acabó de sentir super utilizada! ¡Confiaba en ti, Fabrizio!

    El chico apretó los dientes con claro dolor y yo solo lo miré con desconcierto, con preocupación, dolida. Me llevé las manos a la cintura, cabizbaja, y me apreté el labio inferior con los dientes. Di un suspiro pesado.

    —No quiero verte —dije, silencio.
    —Me parece correcto —respondió apagado, ahora su energía, su alegría, la tranquilidad que me brindaba eran pura tristeza, arrepentimiento, perdida.

    Su luz, la que me iluminó el camino, ahora se extinguía y sentí que su sol era una ilusión, que siempre fue una gruesa vela, una que no se consume... pero se apaga.

    Di un suspiro pesado... quería ser cruel... pero ya lo dije: Lo quería mucho.

    Aún con lo que había sobre la mesa sentía que no podía dejarlo ir. Era de las pocas personas que quería conmigo, que se mantuvo conmigo a pesar del tiempo y la distancia que nos llegó a separar.

    —No quiero hablarte...— Me acerqué y, cabizbaja, alcé mi mano hasta dar con su hombro—, pero... pero te acompañaré... todo lo que sea necesario.

    Quería irme, marcharme, pero ya lo había dicho. Su gran mano cayó con fuerza sobre la mía, era calida, mi cuerpo estaba frío, y sollozó. Me partió el corazón escucharlo a él quebrarse de esa manera tan calmada.

    Y lloré...
    supongo que así era el amor.
    Por más que no fuera el mismo.​



    Si, ests canción existe en la playlist de Numéria y es re canon que incluso la cante. En fin, quería escribir esto desde hace un rato y creo que quedé conforme.

     
    Última edición: 3 Marzo 2023
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    607
    Partida

    Coraline, Coraline, dime tus verdades
    Coraline, coraline, dime tus verdades
    Coraline, dime tus verdades.

    Pero dime tus verdades.
    Me gustaba mi casa en Italia, era hogareña, tenía paredes pálidas y el piso de madera, junto a los puebles, contrastaban de manera magistral. Era hogareño, me sentía parte de él, porque mi figura combinaba con los paisajes que me fui apropiando dentro de ella. Recostada en un sillón de un verde opaco, oscuro. Cocinando con materiales caseros, utensilios de madera, otros que podían requerir electricidad, pero optaba por usar mi propia fuerza. Esconderme en mi cuarto, el único, que tenía una ventana enorme con el que veía el paisaje que incluso daba hasta la costa. Y veía cada atardecer ahí, tranquila, divagando entre los colores del escenario y el ruido que generaban mis recuerdos.

    Miraba, sentía, me calmaba...

    Y ahora estaba de rodillas contra la cajonera del librero, observando aquellas fotos casi como si fuera masoquista... puede que si lo fuera. Aquellas guardadas con un silencio, no bajo llave, pero aquel cajón parecía maldito, porque tenía muchas cosas olvidadas, pero sé que las fotos debajo del todo eran un recuerdo constante no solo en mi cabeza...
    En la de papá también...
    Di un suspiro mientras apretaba con fuerza esas fotografías... cerré los ojos en el proceso, conmocionada. Guardé las fotos, cerré el cajón justo cuando escuché la puerta de la entrada abrirse con un poco de maña, mis ojos filosos cayeron sobre quién entraba, como un gato de erizados cabellos...

    Papá venía con una sonrisa y gran entusiasmo, se borró apenas me vio y, temerosa, desvié por completo la mirada dejando aún más en claro que no me encontraba... no.

    —Ay, Numéria —suspiró y el leve quejido reflejaba su genuino dolor, fruncí el ceño con más fuerza, empuñé las manos sobre el mueble.

    No quería más compasión, de nada servía.

    >>Discúlpame— Se acercó, se acuclilló para quedar a mi altura y me iba a tocar.

    Ya nada servía.

    —¡Déjame! —grité apartando su mano de un manotazo. Mis ojos ce cerraron con aun más fuerzas y mi rostro se enrojeció, sentí la presión tras mis ojos y el nudo en la garganta... pero inhalé hondo apretando los labios.

    Escuché el suspiro de papá, lo conocía tan bien que no tenía que mirar sus ojos para saber que tocaba el puente de su nariz, puede que angustiado.

    Puede que yo y papá fuéramos los emocionales de esa familia dispareja...
    Y aquella un recuerdo amargo...
    La sal...
    sobre nuestras heridas.

    Suspiró melancólico, me levanté hastiada y ni abrí los ojos, pero mi cuerpo apuntó en su dirección, el me siguió más lento el gesto de erguirse.

    —Discúlpame —dije arrepentida, no quería gritarle. Sentía que no se merecía...
    que no me merecía...
    Me miró angustiado, pero yo no fui capaz de afrontar su mirada alzando mi mentón, sus manos cayeron firmes, pero gentiles sobre mis hombros. Me miró y yo no fui capaz, pero antes de que se atreviera a estrecharme contra él volví a hablar.

    —No quiero... déjame sola, por favor.

    De todas formas tendríamos que compartir el viaje en avión cuanto antes... Suspiró, yo me filtré de sus brazos y él dejó caer las manos a sus costados...

    Troté, prácticamente escapé a mi cuarto, ese que quedaba arriba, di un portazo... Me tiré y lloré...

    Lloré como no hacía hace mucho tiempo...

    Con amargura...

    Luego me detuve... ​
    ¿Qué sacaba con llorar?




     
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