Appareances & Cheats

Tema en 'Fairy Tail' iniciado por Leah Knightwalker, 4 Enero 2014.

  1.  
    Leah Knightwalker

    Leah Knightwalker Iniciado

    Cáncer
    Miembro desde:
    12 Diciembre 2013
    Mensajes:
    1
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Appareances & Cheats
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1484
    Prólogo I.

    Rumores.

    ¿A quién engañaba? No le gustaba, y lo sabía desde que todo aquello había empezado.

    Recordaba aquella vez en el colegio cuando solo era un mocoso con una extraña obsesión por los dragones y exasperaba a todos los profesores con su personalidad revoltosa y destructiva. La maestra estaba a punto de salir de sus cabales. ¡Cómo quería callar a esa manada de pequeños demonios! Corrían de un lado a otro, se jalaban los cabellos o comían cosas que un humano no comería. ¿Qué acaso eran extraterrestres? No lo dudaba. Aquellos demonios debían de haber venido de otra parte, pero del Planeta Tierra no.

    Se cruzó de brazos, con el ceño fruncido.

    Pero ese semblante se fue tan pronto escuchó un gimoteo.

    Una niña pequeña, de cortos cabellos blancos y ojos azules como el cielo sobresalía entre los demás al ser la única quieta. Lloraba en su esquina como una magdalena. Podía estar molesta por la hiperactividad de los niños pequeños, pero verlos llorar le partía el corazón. Cada vez que necesitaban su ayuda, recordaba la razón de haber estudiado para ser profesora de jardín infantil.

    —Lisanna, cariño. —susurró la profesora a la niña de cabellos blancos mientras se acercaba a ella y la abrazaba maternalmente—. Dime, ¿por qué estás llorando?

    Lisanna le contó todo entre sollozos; un rumor falso sobre ella se había esparcido y ahora ninguna persona quería jugar con ella. La profesora, molesta, logró reunir a todos los pequeños estudiantes en un círculo. Natsu, sin entender nada, obedeció de milagro, pero sin saber por qué la profesora quería ponerlos a jugar de repente ese juego llamado Teléfono Roto* mientras una niña de cabellos blancos se escondía detrás de esta. Al final del juego, y al ver como la frase del principio había sido cambiada por una completamente diferente, la profesora les explicó que eso mismo pasaba con los rumores. Al pasar de boca en boca, se deformaba tanto que ya la verdad no se podía ni vislumbrar. Al final, todos entendieron que aquel rumor sobre Lisanna era mentira y volvieron a jugar con ella como si nada hubiera pasado.

    Eran niños pequeños, aún con la mente inocente y abierta a cualquier explicación por más loca que fuera.

    Eso era lo único que había salvado a Lisanna en aquella ocasión.

    Desde aquel momento, en que vio a la albina de ojos azules llorando a mares por culpa de un rumor, Natsu odió todo lo que tuviera que ver con rumores. En ese momento no era amigo de Lisanna, ni siquiera le había dirigido la palabra. Luego de eso, se atrevió a hablarle. Se volvieron grandes amigos, los mejores. Y en un acto impulsivo de Natsu, le prometió que le cuidaría siempre de todas las falsas verdaderas que alguna vez pudieran llegar a decirse sobre su mejor amiga de la infancia. Aún sin pensar en las consecuencias que eso podría acarrearle.

    Los susurros empezaban. Aquello lo detestaba. Nunca le había gustado que otros hablaran en voz baja. Tenía muy bien oído, pero como hablaban tan bajo, sus palabras eran transformadas en simples chirreos que le martirizaban el oído.

    Natsu frunció el ceño, exasperado.

    Las personas a sus lados se encogieron en sus asientos, y solo por un momento los susurros pararon, para alivio de Natsu.

    No le gustaba que le tuvieran miedo de esa forma. Él seguía siendo aquel niño de cinco años con problemas de hiperactividad y obsesión a los dragones, solo que nadie se daba cuenta debido a la forma en que tenía que actuar. Él no era el pervertido, mujeriego y problemático joven de diecisiete años que todo el mundo creía que era. Él no bebía ni llevaba cada semana una joven diferente a su cama para hacer otra cosa que no era dormir. Tampoco tenía problemas con sus padres, como solían decir por ahí de él. Ni sus malas notas eran debido a creerse el chico rebelde.

    Si tenía la costumbre de meterse en problemas, pero solo por crear catástrofes con sus actos impulsivos y exagerados. Sus malas notas eran solo reflejo de siempre quedarse babeando sobre sus cuadernos y libros a la hora de estudiar. Y el rumor sobre que se llevaba mal con sus padres seguía sin saber de dónde lo sacaban. El resto no era más que pura mentira; su mente era tan inocente que nunca entendía el doble sentido y uno de sus puntos fuertes era su respeto por las mujeres. Además, la única bebida que le aficionaba era la soda, y eso todos sus amigos lo sabían.

    Chirrió los dientes, queriendo poder romper un par de cosas como siempre hacía cuando actuaba como el mismo.

    —¡Natsu! —aquella voz la conocía de memoria, ya que su dueña era la causante de todos sus males ahora. Lisanna había sido y seguiría siendo la causante de todos los malos rumores que corrían sobre él. No le detestaba por eso, no podía; era como su hermana pequeña, aquella que juró proteger de todo lo malo que se podría decir de ella.

    Giró la cabeza con lentitud para poder fijarla en Lisanna, la cual le miraba con una expresión de emoción mientras corría hacia él. La albina se lanzó a Natsu, rodeándole el cuello con los brazos y rápidamente dándole un fugaz beso en los labios.

    Natsu se contuvo de hacer una mueca de asco. Todos los besos de Lisanna le sabían desagradable, no porque fuera mala besando, sino porque era su hermana menor y nunca podría mirarla de una manera más allá de eso. Y eso lo sabía ella desde el día en que se le declaró. A diferencia de Natsu, ella nunca logró verlo como un hermano, sino como mucho más que eso. Era su primer mejor amigo y primer amor, uno que seguía perdurando aún después de tantos años.

    La gente les miraba fijamente, y ambos lo notaban.

    Así es como debe ser, se recordó Natsu para tranquilizarse cuando los susurros empezaron a correr de nuevo.

    Lisanna no notó su desagrado por lo que pasaba. Ella vivía en su mundo ensueño, siendo la novia de su amigo de la infancia y capitán del equipo de básquet de la mejor academia en deportes de Fiore mientras que ella era la típica capitana de las animadoras con un cuerpo para morirse aunque fuera una completa santa. Sin embargo, en el fondo sabía que todo era una mentira, solo rumores mal esparcidos que le habían metido en aquella situación. Pero ignoraba esa verdad.

    Ellos debían ser el chico rebelde y la chica perfecta.

    Así es como ella siempre había soñado que sería y así era en aquellos momentos, aunque ese escenario no había sido creado con hechos reales.

    Ambos sabían que algún día toda aquella farsa debía caer algún día, para felicidad de Natsu y tristeza de Lisanna.

    Rumores, rumores, rumores.

    Creaban una vida efímera, sin cabeza ni pies. Todo lo que creaban era mostrar una historia diferente a la verdadera, en la que solo existían las apariencias y los engaños. Era como si los rumores los encerrara en una burbuja que distorsionada para que las personas fueran solo capaces de ver la burbuja, que mostraba solo la persona que los rumores formaban.

    Natsu a veces quería volver en el tiempo para retirar su promesa. Había prometido que la cuidaría de todos los rumores que ella considerara malos o le hicieran quedar mal, pero no contaba en que no todo lo que él considerara malo, ella también lo viera mal. Ni que tuvieran que crear nuevos para reemplazar anteriores. Ni mucho menos que él se viera involucrado. Más bien, no le había prometido romper la burbuja, sino modificarla para que fuera de su agrado.

    La profesora había salvado a Lisanna en aquel entonces de la burbuja que apenas había aparecido, la había roto con un simple juego. Pero ahora eran grandes y no se tragarían cualquier excusa que los dejara satisfechos. No era tan fácil romper la burbuja con un juego.

    Y Natsu no tenía a nadie que la rompiera. Estaba atrapado entre miles de burbujas, una tras otra. Quería romperlas, pero no podía hacerlo solo sin que otros se vieran afectados, más que todo la persona por la que las burbujas habían empezado a aparecer. Al principio había aparentado que no le importaba verse afectado también por los rumores, pero ya no era fácil ocultar lo tanto que le fastidiaba desde el inicio.

    Estaba atrapado, sin ninguna salida.

    Una vida falsa, solo creada por apariencias y engaños, burbujas distorsionadas.

    -----------------------------------------------------------------------------
    *Telefono roto: Solo por sí realmente no es tan famoso el juego, se trata de que van pasando una frase de persona en persona sin que los demás escuchen, y al final, la última persona dice que lo que le dijeron, lo cual generalmente está totalmente distorsionado.
     

Comparte esta página

  1. This site uses cookies to help personalise content, tailor your experience and to keep you logged in if you register.
    By continuing to use this site, you are consenting to our use of cookies.
    Descartar aviso