Haikyuu!! Apareciste tú... [Haikyuu!!/ Días de abecedario]

Tema en 'Fanfics de Anime y Manga' iniciado por Kikuz-sama, 2 Mayo 2017.

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    Kikuz-sama

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    Escritora
    Título:
    Apareciste tú... [Haikyuu!!/ Días de abecedario]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1121
    Últimamente me he obsesionado un poco con Haikyuu, así que les presento mi primer fic. Tal vez el personaje esté un poco (o mucho) fuera de su carácter. Espero me perdonen.
    Disfruten la lectura :D


    Actividad: Días de abecedario
    Letra: A



    —Tobio, no olvides que debes estar ahí a las doce.



    Kageyama miró fijamente a Natsu y asintió. Quiso decirle algo, asegurarle que no lo olvidaría pues sabía que a él no le gustaría pero no pudo hacerlo pues en nudo que se le hizo en la garganta no permitió que las palabras salieran de su boca. La observó unos segundos más y la familiaridad de su figura amenazó con quebrar su auto-control. Con urgencia se dio la vuelta, tomó la sombrilla que se encontraba al lado de la puerta y salió del lugar. Afuera el tiempo no era del todo agradable, aunque no llegaba a ser completamente hostil. La mañana tenía un sabor melancólico y sumamente amargo.



    Camino con paso lento y escuchó el rítmico golpeteo de las gotas de lluvia. No tenía prisa por llegar pero tampoco podía soportar estar un momento más ahí. Si con anterioridad había anhelado un momento de silencio, ahora que se había topado con él, no lo disfrutaba. La falta de ruido impedía ahogar los múltiples recuerdos que comenzaban a llover sobre él. Respiró profundamente y se detuvo un momento. Necesitaba recomponerse.



    Reanudo su andar y casi sin notarlo se encontró afuera de Karasuno. Ese lugar marcó su existencia. Cuando llego ahí aún persistía esa presión en su pecho, esa sensación asfixiante que lo hacia sentir desesperado y completamente sólo. Había estado ahogándose una y otra vez, corriendo en círculos en esa aterradora oscuridad sin tener una mano amiga que le sirviera de ancla. Creyó que no podría salir y cuando pensó que estaba condenado a estar sólo, él apareció.



    Llego cómo un torbellino de luz que hizo burbujear en su interior miles de emociones desconocidas. Le enseño lo que era la confianza ciega que lo hizo lanzarse de cabeza y le mostró que por primera vez no se encontraba sólo. Que podía colocar el balón sin miedo a que este cayera porque nadie lo estaba siguiendo. Que, sin importar que tan densa y aterradora fuera la oscuridad, siempre habría un rayo de luz que lo llenaría de una extraña calidez.



    Sonrió imperceptiblemente.



    Bakeyama, esa sonrisa es tan ¡wah!



    Y ese absurdo e incoherente comentario todo lo iluminó. Pensó en esa mirada chocolatosa y su corazón duplicó su ritmo cardíaco. Pensó en sonrisas que Shoyo le regaló a lo largo de los años y no pudo evitar sentirse tontamente enamorado de ese enano idiota. Porque era innegable que Hinata era un idiota que alegraba sus días, con sus descuidados halagos sobre las increíbles colocaciones que hacia para él, con las agotadoras competencias que no dejaron (ni después de sus días de adolescencia), con esa sorprendente ingenuidad y admiración con la que lo miraba.



    Cerró los ojos e imaginó su rostro. Seguía igual de aniñado que cuando lo conoció y esa inagotable curiosidad reflejada en sus grandes ojos, aunado a su alborotado cabello no ayudaba a aportarle madurez a esa cara que se negaba a crecer. Suspiró y sintió un pequeño malestar en el pecho. Respiró profundo y miró el reloj. Casi era hora.



    Reanudo su camino e intento no distraerse con los recuerdos que las calles le obsequiaban. Porque, inevitablemente, mirara donde mirara podía ver a Hinata con la sonrisa pegada a los labios y saltando por doquier. Contagiando a todos con su inagotable vitalidad, iluminando los días aún más que el mismo sol.



    Cuando llegó al lugar, tuvo miedo. Quiso darse la vuelta y huir del lugar pero no podía. Shoyo jamás se lo perdonaría, así que tomando valor entró al lugar. Caminó entre la escasa vegetación y arribó al punto de encuentro. Ahí se encontraban las personas más allegadas, los viejos integrantes del Karasuno y algunos amigos de la universidad. También estaban ahí Natsu y su madre. La última lo miraba con reproche y no podía culparla, había llegado tarde.



    —Kageyama, eres el último. ¿Quieres decir unas palabras antes de que bajen el cuerpo? —Le pregunto Natsu con la voz quebrada y sin atreverse a mirarlo.



    Quiso negarse. Las ganas de gritar fueron casi incontrolables y estuvo a punto de huir pero sabía que si no hablaba ahora no tendría otra oportunidad. Con paso inseguro se acerco. Tomó la flor que le ofrecía la pequeña pelirroja y se colocó frente al ataúd. ¿Cómo podía despedirse del amor de su vida? Cerró los ojos y las lágrimas que intento contener toda la mañana, corrieron libremente por sus mejillas.



    —Shoyo, apareciste tú y le diste un sentido a mis porqués. Fuiste luz en mi interminable oscuridad y ahora que no estás no se exactamente que haré. —Guardo silencio un momento y, habiendo perdido todo su autocontrol, continuó. —¿Hinata, por qué fuiste tan idiota para morir así? Un segundo basto para arruinarlo todo pero realmente no es que pueda culparte. ¿Qué haré ahora sin ti? Desde que apareciste tú el mundo se volvió más vibrante y acogedor, por doquier había luz. Ahora… todo esta mal. Tú fuiste quien me dio un punto de referencia, un lugar seguro al cual volver… Me mostraste que cuando estuviera a tu lado, seríamos invencibles y así fue, hasta hoy.



    —Yo había estado tratando de resignarme a vivir en esa oscuridad, incluso había aprendido a convivir con esa sensación asfixiante y de repente apareciste tú volviéndolo todo de cabeza; con tu petición silenciosa de que te siguiera. Eso hice y desde entonces no pude dejar de soñar contigo. Nunca te lo dije pero fuiste mi primera historia de amor... Shoyo, gracias por amarme, por rescatarme de la oscuridad.



    Tobio cerró los ojos un momento y recordó el día en el que se casaron. Después de pronunciar sus votos, giró hacia Shoyo y no pudo evitar corresponder a la sonrisa que le ofreció. Él había dicho: Bakeyama, esa sonrisa es tan ¡whoa! No es aterradora, es perfecta. Por favor, nunca dejes de sonreír. Y, tomándolo por sorpresa, se lanzó a sus brazos y lo besó.



    ¿Cómo se suponía pudiera mantener su sonrisa cuando el causante de ella ya no estaría ahí? No pudo seguir hablando por lo que se hizo a un lado y permitió que el cuerpo inerte de Hinata fuera depositado en su última morada.



    Kageyama observó todo en silencio y pensó que, a pesar del dolor lacerante que rompía en mil pedazos su corazón a causa de la perdida de su sol, esperaba que en cada vida Shoyo estuviera ahí para él.



    ...Porque apareciste tú y te convertiste en mi primer amor...
     
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