One-shot Antónimos.

Tema en 'Vocaloid' iniciado por Quesita, 27 Diciembre 2013.

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    Quesita

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    1 Diciembre 2013
    Mensajes:
    13
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    Escritor
    Título:
    Antónimos.
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Comedia Romántica
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1185
    Antónimos
    Una pareja normal, una vida normal, un amor normal

    [​IMG]

    Prólogo:
    Somos una pareja normal. Kaito, mi novio, tiene 18 años y yo 16... no creo que sea raro; mis padres
    no me permiten salir con él, mi hermano menos, pero estoy en esa fase de la adolescencia de "voy a rebelarme en contra de mis padres".
    Para mi suerte, asistimos a la misma escuela pero a clases diferentes, obviamente. Él tuvo que
    recursar un año, por lo que ahora éste es su último período escolar. Luego de que se gradúe no sé que voy a hacer, supongo que estará muy ocupado asistiendo a la universidad, pero va a tenerse que hacer un tiempo para mi, sino lo obligaré. Bueno, no... no exactamente.​

    Me levanto, miro mi celular: 15/05/13 - 07:13 a.m. Pego un salto de la cama y me dirijo a la cocina. Mi madre y su mal humor mañanero estaban durmiendo aún y mi hermano estaba en la cocina, preparando el desayuno. Lo saludo rápido y me voy directo al baño, a arreglarme el cabello y lavarme los dientes. Luego, vuelvo a mi habitación, me cambio y preparo mi bolso para llevar al instituto. Creo que no hay nada que odie más en el mundo que mi uniforme escolar.

    —¡No corras en las escaleras Miku, vas a caerte y como te advertí no voy a ayudarte!— Gritó mi hermano.

    Al terminar de bajar, lo encontré en la cocina aún, aunque ya estaba vestido y preparado para irse. Nos sirvió el desayuno y luego de que le puse mala cara por su reproche de la escalera, me entregó el dinero del almuerzo y un casco.

    —¿Un casco?

    —¡Hoy entro más tarde al instituto!— Dice entre risas.

    —Maldita sea, ¿tengo que ir en bicicleta?

    —No creo que quieras ir en autobús con este calor...— Insistió, irónico meneando el casco entre sus dedos.

    Tomé el casco enfurecida y me dirigí a la parte posterior de la casa, me subí a la bicicleta y le tiré el casco a mi hermano cuando salió a despedirme riéndose. Lo vi un poco enojado por mi acto de furia, pero me apresuré a llegar al instituto. Aunque tengo un problema, estoy usando pollera, esta maldita pollera del uniforme. Traté de ir lo más rápido que pude, aunque llegué justo cuando sonó el timbre. Finalmente tuve que soportar tres horas de un absurdo monólogo de mi profesor de historia, que no sabe ni qué día terminó la primera Guerra Mundial.

    Cuando tocó el timbre y tuve por fin mi receso, muy merecido, me dirige inmediatamente al tercer piso del establecimiento para saludar a mi novio. Al subir me encuentro con rostros enojados, serios y algunos hasta lagrimeando. Me apresuré para llegar al aula de Kaito y me termino tropezando con alguien de frente. Las cajas que llevaba, se cayeron encima mío, y dos de las cuatro me lastimaron los brazos.

    —¡Auch!

    —¡Hey! ¿Podrías fijarte por dónde caminas? Idiota.— Grita una voz, muy arrogante.

    —Lo siento, pero ¿podrías ayudar a levantarme?

    —¡Levántate sola, rompiste todo mi trabajo de un mes!— Insiste la misma voz, que suena suspendida sobre mi.

    —No... no puedo mover los brazos...— Hago un desesperado intento de moverlos, pero resultó en vano.

    A lo lejos, se oyen unos gritos. Una voz familiar, sé quien es. Dios, por favor, no armes un escándalo. Luego de dos minutos se escuchan un par de sonidos y finalmente un estruendoso golpe en el suelo. Yo sigo en el suelo, con cuatro cajas encima mío.

    —¿Estás bien?

    —No puedo mover los brazos...— Digo, calmada y con una falsa sonrisa.

    Por el amor de dios, tranquilízate querido.

    —Ven Miku, voy a llevarte a la enfermería.— Afirma Kaito, mientras me quita las cajas de encima y me carga entre sus brazos.

    —Puedo mover los pies...

    —No me importa señorita Limón.

    ¿A qué se refiere con eso? ¿Limón? Sí, es normal que él me haga chistes, pero este no lo entendí...

    Entramos a la enfermería, luego de ser el centro de atracción del colegio, y me sentó sobre una camilla. La enfermera me examinó los brazos e hizo un acta de lo que había ocurrido. Por suerte no estoy quebrada ni nada de eso, tuve una leve parálisis. Finalmente ella me dio unas pastillas para despertar los músculos. Pero me insistió más de tres veces con que necesitaba unos masajes para la relajación. Por último, miró a Kaito, le guiñó un ojo y salió de la enfermería.

    —¿Estás bien amor? ¿No te duele nada?

    —No me duele nada, solo que no siento los brazos...— Contesto, irónica.

    —¡Hey! No se desquite conmigo señorita Limón.

    —Tráeme algo de tomar.

    —¿Limón y Sal?— Pregunta riéndose.

    —¡Manzana y Azúcar!

    Kaito se fue de la habitación y volvió al poco rato. No es que no lo ame, pero realmente me encanta hacerle la contra en todo lo que me dice; es muy divertido. Desde que salgo con él, soy otra persona, y adoro la persona que soy ahora. Él me cambió para bien y por suerte puedo estar a su lado. Aunque no soy una persona que entregue mucho amor, por eso trato de demostrarlo con... ¿antónimos?

    —Señorita Limón...— Dice, extendiéndome la lata de refresco.

    —¿Estás divirtiéndote?— Pregunto, poniéndole mala cara.

    En ese momento su cara se tornó triste y solitaria, como si hubiera hecho algo que no sería perdonado jamás en toda su vida. De todos modos logró remediarlo. Al sentarme en la camilla, tomó de mi mentón y lo subió un poco, puso la lata en mi boca y por fin pude tomar. Mis brazos permanecían colgados. Que ironía, no podía ni moverlos y desde que salgo con Kaito, siempre lo molesto con que puedo defenderme de sus ataques de amor...y ahora estoy a su merced. Finalmente bajó la lata y me dio un tierno beso, con su mano ubicada, aún, en mi mentón.

    —No puedes defenderte...

    —Cielo santo, ¡estamos en la escuela Kaito!— Digo entre risas.

    El quitó su mano de mi mentón para sostener las mías y me dio un apasionante beso; lleno de amor, locura, calor y ternura.

    La enfermera llegó al poco rato y nos interrumpió, por supuesto que no nos dijo nada porque estábamos ya separados, pero insinuó algo. Ella le pidió a Kaito que se retire. En fin, terminé haciendo reposo en la camilla de la enfermería, esperando por los masajes de mi novio y por otro beso romántico y prohibido. Aunque fue un poco en vano, porque al cabo de dos horas me recuperé y logré volver a casa junto con él. Ahora teníamos una anécdota más para contarles a nuestro hijos... cuando tuviéramos, por supuesto.

    ¡Fin!
     

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