Amor entre iguales.

Esta es mi interpretación de unos de los capítulos del libro de Ernesto Sábato “El túnel”, no lo he terminado pero mientras leía no pude evitar escribir esto, encontraran muchas semejanzas que use como referencia para ir avanzando en los sentimientos del que lo escribía, aunque en el libro es un hombre yo desee hacerlo más personal así que lo volví una mujer que desesperada exige a un ser igual a ella (hombre) si sus sentimientos son reales.

Les recomiendo el libro claro, un clásico bastante corto, que te hará ver un amor de una persona, que a mi parecer tiene trastornos de personalidad de algún tipo, hacia alguien similar a él, ella es la única que entiende su punto de vista y eso lo obsesiona, el relato del cómo y porque él acabo con su vida. ¿Por qué asesinar a alguien igual a ti, a la única que te comprende?

Amor entre iguales.​

Encontrarte a ti mismo en alguien, un ser igual con las mismas inseguridades y temores, puede hacerte pensar que son el uno para el otro y que el amor verdadero es ese pero ¿Qué realmente entiendes como amor verdadero?

Quizás un amor de madre, que ve a su niño perdido en las mismas calles que ella o un amor de hermana que te ve como su igual de manera protectora; esa pregunta obliga a los hombres a sujetar a otros, soñando que así, sin moverse, podrán descubrir en sus ojos algún rastro de amor verdadero.

En algunas ocasiones pensamos que es imposible la existencia de alguien tan similar a ti, huimos con una camiseta mal puesta y pantalones sucios entre un grupo de gente en la calle, con la esperanza de huir de esa falsedad, con la idea de que debes alejarte del engaño o de esa persona que se ríe a tus espaldas de la ingenuidad con la que la tratas; en otros momentos somos bruscos y honestos, allí es cuando queremos exigir lo mismo, intentamos ver que lo que nos profesan es cierto, quizás creamos verlo en sus ojos o en su sonrisa o en los rastros que han quedado de ella marcada en las arrugas de su piel, viendo sombras donde no las hay e intentando encontrar garantías de amor puro, amor verdadero pero resulta que esas mismas señales pueden también decirte lo que más temes.

Para mi es imposible confiar en alguien igual a mí, así como es imposible para el resto del mundo confiar en mi aunque en momentos sutiles hablemos con la verdad en nuestros cuerpos, sabiendo los pensamientos del uno y el otro, luego de ese trance me despierto llena de desesperación, con una soledad impresionantemente cada vez mayor ¿Por qué esos instantes no son eternos? Y si no pudiesen serlo ¿porqué tan siquiera existen? Después de ellos todo parece tan mundano, grosero, descuidado y torpe, ya luego de desconectarnos, de saber lo que sentíamos cada uno con solo una mirada ¿Cuál es el propósito de seguir existiendo cuando en solo esos instantes nos sentimos completos? ¿Es un castigo cruel hacernos volver a la realidad o solo la lamentable consecuencia de querer ver el paraíso sin poderlo obtener en tus brazos?

Por más que insistiera, por más que lo forzara, era imposible que esos instantes se prolongaran, nos distanciábamos con cada buena intención, con cada paso desesperado, con cada roce pasional, con cada intento de unión física. El se alejaba, me huía, cada vez que yo lograba obtener esos momentos, él simplemente se vestía rápido y huía hacia las calles intentando inútilmente que yo no lo tomara de los brazos exigiéndole si sus gemidos eran ciertos, si sus palabras de amor eran sinceras.

Con cada una de sus huidas me hacía dudar cada vez más de la naturaleza de sus sentimientos, de cada vez más de esas palabras lindas, inclusive de cada conversación e instante de conexión. Me hacía creer cada vez más de que esas marcas alrededor de los labios fueran risas contra mi afecto, simple comedia, y que por ello debía evitar e incluso fingir el placer en nuestros encuentros. Lo negaba una tras otra vez, eso hacía que mis dudas crecieran y que los interrogatorios fuesen en extremo extensos.



Peleas entre roces, paseos como enamorados, llantos y ruegos de perdón se intercalaban con muecas de alegría y felicidad ¿En qué mundo alguien pudiese pasar de las lagrimas desconsoladas a una alegría radiante si la acusaciones que las causaron no tuviesen algo de ciertas?



Una parte de mi quería rebajarlo, que se humillara revolcándose en sus mentira y falsedades, restregarle en la cara que sabía sobre su falta de placer estando conmigo especialmente porque intuía el porqué de ello; otra parte de mi, la pura creatura, de vez en cuando me dominaba haciendo que le pidiera perdón humillándome yo por la crueldad de la otra mitad de mi ser.

En algún momento lo lleve hasta su límite y en ese punto su mirada era fría, me veía como si fuese la peor escoria había piedad hacia mi hasta incluso lastima, no odio ni rabia simplemente me veía como basura. Así me sentía.