Amistad Inolvidable

Tema en 'Relatos' iniciado por Borealis Spiral, 25 Mayo 2013.

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    Borealis Spiral

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    Título:
    Amistad Inolvidable
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    Para niños. 9 años y mayores
    Género:
    Amistad
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    1
     
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    Recordando y vangando por Internet y YouTube me encontré con esta canción, viejita pero bonita y surgió esto para la actividad !Inspírate en esa canción! Denle oportunidad.



    Amistad Inolvidable

    La amistad debe cuidarse, debe ser duradera. No obstante, hay ocasiones en las que por las vicisitudes de la vida que llegan de improvisto y nos golpean para noquearnos, los amigos no duran para siempre; a veces el carácter de ellos nos hace alejarnos o simplemente uno mismo los descuida y esa camaradería termina por irse al traste. Con todo, los amigos que dejaron una huella positiva en nuestra persona y que por x razón no están con nosotros, indudablemente son inolvidables. De allí que yo no te olvide.

    Recuerdo el día que nos conocimos. Era el primer día de clases en la escuela elemental, la primaria. Principios de septiembre, pocos días antes de mi sexto cumpleaños. Al igual que todos los de primer grado, me dirigí al salón correspondiente y me senté en una de las tantas mesitas para dos alumnos que adornaban el aula. No recuerdo exactamente la ubicación, tan sólo rememoro vagamente que estaba muy cerca de las ventanas, a un lado de la puerta. El caso es que esperé a que la maestra diera inicio. No estaba del todo emocionada, si no me falla la memoria; a decir verdad, estaba muy asustada. Era una escuela que no conocía, personas extrañas me rodeaban y no sabía cómo era mi nueva docente.

    Y entonces, poco antes de comenzar con las presentaciones y las lecciones, llegaste. No imaginaba en aquel momento que te volverías alguien importante para mí, no sabría que te convertirías en alguien tan querida y especial; para mí, en esos efímeros segundos tan sólo fuiste una más de todos los extraviados e inseguros niños presentes, y que viste conveniente sentarte a mi lado derecho. No era nuevo para mí. En el preescolar también había compartido asiento con una niña.

    No hablamos entre nosotras en la introducción de la maestra y nos limitamos a escuchar los nombres de nuestros nuevos compañeros. Llegó nuestro turno. No sé quién lo dijo primero, pero el hecho fue que el tuyo me llamó bastante la atención y me confundió. Nohemí Martín del Campo Soltero. Tres apellidos. Todos tenían sólo dos; yo tenía dos. ¿Por qué tú tres? Claro que ahora sé que el Martín del Campo funciona como uno, pero en aquel entonces no lo entendía. Fue esa la primera cosa que me interesó de ti más que de cualquier otro. La que considero una amistad linda y única surgió después, ante nuestra primera actividad impuesta.

    La maestra Eva —la recuerdo bien por su fuerte carácter—, nos pidió dibujar una plana de paletitas, las que debían tener el diámetro de un cuadro de la liberta cuadriculada grande y el palito debía ser del largo de otro. Para continuar abajo teníamos que dejar una hilera de cuadros en blanco. Después debíamos colorearlos al gusto. Tú y yo terminamos de dibujar al mismo tiempo y nos dispusimos a colorear. Las dos elegimos amarillo para la primera paleta y fue la primera vez que me hablaste. “¿Por qué me copias?” Fueron tus palabras cargadas de un ligero disgusto y dichas con reproche.

    ¿Pueden creer que de allí surgiera una simpática relación? Pues así fue.

    Obviamente yo no te copiaba. Siempre había tenido un patrón a seguir a la hora de colorear y éste empezaba con el color amarillo, además que es mi predilecto. “No te copio”, dije con simpleza. No dijiste más y continuaste con tu labor. Hice lo mismo y poco después volviste a hablar. “Te falta el morado”, y señalaste mi plana. La miré y, en efecto, me faltaba ese color. No agradecí ni nada, tan sólo cloré una paleta del tinte faltante. Al rato volviste a abrir la boca. “Mira, combina el café y el verde y haces otro color”. Me mostraste la combinación y sin más la imité. La cuarta vez que te dirigiste a mí fue para prestarme un lápiz color carne que en mi joven vida había visto. Tenías un set muy completo.

    De allí los motores estuvieron listos para que nuestro trato se estrechara más. Las dos éramos inexperimentadas en un mundo distinto, en una nueva etapa de nuestra vida; lo mejor sería contar con alguien en quien apoyarse y afrontar lo desconocido, así que comenzamos a confraternar más y más hasta que se volvió normal vernos día con día, conversar sin tapujos o incomodidades, ir a casa de la otra a jugar o hacer tarea después de clases o los fines de semana. Por aquellos años fui realmente feliz.

    Te idealicé demasiado, diría yo. Para mí eras la niña perfecta: la que lo conseguía todo, de quien sus padres estaban tremendamente orgullosos, la que sacaba las mejores notas del salón. Entonces decidí que quería ser como tú. Desde que te conocí fue mi deseo. Me esforcé por conseguirlo. Te imité hasta lo más mínimo porque debía ser como tú; porque debía complacerte. Nunca tuve muñecas, comencé a pedirlas pues las adorabas; me aburría jugar al té y la comidita, pero contigo lo hacía y lo disfrutaba porque tú lo amabas. No me gustaba maquillarme y parecer un payaso, pero tú lo hacías, por lo que yo también. Si te agradaba el perfume para hombres yo iba y le preguntaba al chico que te gustaba si usaba, tan sólo para hacerte feliz ya que si tú lo eras, yo lo era.

    ¿Esclavitud? ¿Falta de libertad? ¿Carencia de mente y gusto propios? ¿Ausencia de personalidad? Sí, tal vez todo eso me aplicó, ¿y qué? En ese entonces no me importaba, no lo sabía, no me afectaba. Era dichosa estando contigo. Aún hoy no me arrepiento de ello. Sé que era una cautiva a tus deseos, mas nunca me dañó, no me daña recordarlo. Eras especial. Fuiste la única quien me quiso por lo que era, quien no se abochornaba de mi torpe proceder. Sólo tú me invitaste a tu casa a dormir. Has sido la única a quien yo invité a dormir en mi casa. Por ti me quedaba horas al teléfono hablando del más insignificante detalle con tal de no colgar. Teníamos nuestra comunicación exclusiva. Fingíamos hablar inglés, que en realidad no eran más que sonidos inentendibles que nos lanzábamos y con todo, éramos capaces de comprender lo que queríamos decir.

    ¿Cómo olvidar eso?

    Seis años maravillosos que terminaron cuando ingresamos a la secundaria. No iríamos a la misma. La noticia me destrozó más de lo que demostré. Mi mundo de fantasías se vino abajo; me sentí despojada de lo más precioso que tenía, pero no tenía voz para nada más que lamentarlo en un “adiós” dirigido a ti el día de la graduación. Mis padres y los tuyos habían decidido por nosotras y no había más que hacer. Intenté hablarte muchas veces e incluso ir a verte pues nuestras casas no estaban muy lejos la una de la otra, pero no hubo ocasión conveniente o sinceramente no la busqué demasiado. Finalmente mi personalidad comenzaba a aflorar y parte de ella era la despreocupación desvergonzada, la pereza y la frialdad en mis tratos. Pensaba en ti, sí, con toda esa afición que te tengo, pero como la mala amiga que soy, no pasó de allí.

    Gracias a que mi hermano menor y el tuyo mantenían una amistad en la primaria, fue posible que volviera a verte. Se quedarían a dormir en tu casa y yo acompañé a mi hermano. Te abracé al tenerte frente a mí; tuve que hacerlo, te echaba tanto de menos. Conversamos un poco sobre la nueva etapa de nuestra vida y fue más que evidente la diferencia entre nosotras. Tú, como era de esperarse, siempre tan femenina, elegante, lista, con todo en tus manos. Yo, en cambio, descuidada, desinteresada, monótona, un adefesio en tu mundo de ensueño. Y sin embargo, allí estábamos otra vez. Sentadas lado con lado en la misma mesa, hablando con sinceridad, sonriéndonos, tal como en la escuela.

    Antes de irme volviste a hacerme la invitación de ir a visitarte. Para mí, esa casa siempre estaría dispuesta a recibirme y tú, a verme. No necesitabas aclarármelo, lo sabía mejor que nadie y te lo aseguré, pero no pude prometer volver. Empezaba a conocerme lo suficiente como para discernir que mi yo actual no se esforzaría por regresar aún a costa de mi propia alegría. Soy demasiado displicente. Y como creí, el tiempo corrió imparable e ingresé al bachillerato. Nunca dejé de pensar en ti y una esperanza creció en mí ante la posibilidad de que te volvería a ver. Tu hermano mayor había estudiado allí. A pesar de que descuidé nuestra relación, me emocionaba pensar que podrías estar en mi instituto.

    Un par de semanas después, a la hora del receso y mientras daba una vuelta por el lugar, te divisé fuera de las oficinas de las secretarias y el director. Sonreí, sonreíste; nos sonreímos. Allí estabas, tan bella como siempre. No hubo abrazo ese día. No me sorprendió y a ti tampoco. El tiempo, con ayuda de nosotras, había hecho de las suyas. Nuestra amistad se había enfriado bastante. Lo tuve más claro que el cristal con nuestra plática superficial, carente de esa confidencialidad que tantos años había tardado en formarse y la que desapareció más pronto de lo que se desearía. Sin embargo, podíamos soportarnos mutuamente. Yo soportaba tu tono consentido y tú soportabas el mío impersonal. Parecía ser que estabas en el turno vespertino, yo en el matutino y querías cambiarlo.

    Tal vez no lo lograste porque no reparé en ti después. No sé si continuaste asistiendo en la tarde a la escuela, si saliste a esperar al siguiente año, o si te trasferiste a otra preparatoria. Simplemente no lo sé; lo único de lo que estoy segura es que esa fue la última vez que te vi.

    Después de seis años de hermosos tratos, seis más estuvieron llenos de dudas, de oportunidades mal aprovechadas. Ahora simplemente puedo aseverar que en los tiempos venideros no habrá situaciones para arreglar lo que destruimos. Si estando metros cerca no lo hicimos, mucho menos estando alejadas miles de kilómetros, ¿verdad? Una parte de mí lo lamenta y otra no. No sé cómo habríamos terminado siendo tú como eres y yo como soy. Tal vez ni siquiera nos toleráramos; así que estoy bien. Prefiero las memorias actuales que rebosan de júbilo a unas llenas de amargura. Mil veces escojo esta amistad que poco duró, pero que se ha vuelto inolvidable para mí.

    Fin
    Espero les gustara. Hasta otra.
     
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  2.  
    Milmel

    Milmel Con un sueño en el pecho que pronto florecerá

    Capricornio
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    Escritora
    :')
    que lindo, un escrito cargado de sentimiento, asumo que fue duro para la prota separarte de ella, pero como dices
    las oportunidades se dan como maximo 2 veces, en su caso 3
    si no las supiste aprovechar... de nada vale llorar sobre leche derramada
    que pena que esa amistad haya desaparecido, pero de cierto modo es algo provechoso... imagina si se hubieran quedado juntas??!
    una sin personalidad y otra... mmmm
     
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  3.  
    Lexa

    Lexa Fanático

    Tauro
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    Pluma de
    Escritora
    Oh, qué hermoso. Muy lindo escrito, está cargado de sentimiento, quizás nostalgia pero no tristeza. Entiendo muy bien lo que siente la protagonista, dejar o simplemente alejarse de esa amiga que por un momento pensó que iba a ser su mejor amiga, para toda la vida, pero caer en cuenta de que no es así. Al principio es duro, doloroso, pero con el tiempo uno se da cuenta de que es hasta lo mejor, las cosas pasan por algo. Y es mejor que quede un bonito recuerdo de una gran amistad que hubo, a que amargos días de constantes peleas y monotomas rutinas que terminan por aburrir y matar la relación. Aunque es realmente triste que ambas dejaran que la relación terminara así como así, ninguna de la dos hizo un verdadero esfuerzo por mantenerla, y eso de alguna manera duele, no sé... A mi me duele eso.

    Al principio sentí un poco de pena por la chica, imitando a cada rato las acciones de su amiga, y su amiga permitiendoselo y ayudando para que sea así, me parece que eso es algo muy feo, desde ahí, uno se da cuenta de que la relación empieza a fallar, una amiga no debe permitir eso, en cambio, debe ayudarla para que se desarrolle, crezca y obtenga su propia personalidad, segura de sí misma. Pero bueno, ya eso es pasado, y fue algo que le gustó, al parecer.

    En general, es un bonito escrito, me gustaron las frases finales, muy ciertas. La canción también está bonita, es como nostálgica. Noté que te faltaron algunos acentos, pero nada grave. La narración muy buena, me gusta que sea fluida, descriptiva y agradable a la hora de leer. Lindo escrito, gracias por participar<3

    Saludos.
     
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