One-shot Almuerzo [Gakkou Roleplay]

Personajes: Bleke Middel; Jezebel Vólkov; Anna Hiradaira; Altan Sonnen; Kashya Thornton.
N/A: bueno, al final no hubo clases de la tarde ni nada, así que decidí escribir algo que me había imaginado podía pasar durante el almuerzo. Also, Bleke iba a disculparse con Jez en ese momento así que asumamos que lo hizo y ya (?
Sorry por el título crappy, no se me ocurrió nada mejor.

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—¡Ah, Anna! ¡Qué lindo almuerzo!

Jez le sonrió a la aludida, bastante emocionada, luego de que la menor hubiera destapado su comida. Estaban sentados bajo un árbol del patio norte, donde el club de lectura solía almorzar cuando aún hacía buen clima; aunque ese día contaran con nuevas incorporaciones.

—Está lindo, sí —respondió Anna, repasando el aspecto de su comida.

La verdad, hacía mucho que su mamá no le preparaba un almuerzo y no logró evitar la sonrisa que le decoró el rostro al imaginarla quedándose hasta tarde para hacerlo, aunque el trabajo la obligara a madrugar todos los días. Habían tenido malos tiempos, era innegable, y había sido difícil para ambas. Pero ahora lo estaban intentando, querían caminar en la dirección correcta y podían apreciarlo en los pequeños detalles: como las porciones de manzana peladas con forma de conejitos. Anna observó uno entre dos dedos y soltó una risa suave, casi inaudible, antes de llevárselo a la boca.

Eran conejitos verdes y estaban deliciosos.

—Esta mañana ha sido particularmente agotadora —comentó Bleke, sentada sobre sus talones con la espalda típicamente erguida y el semblante sereno—. Ya quiero irme a casa.

Jez asintió queda ante sus palabras y probó bocado de su almuerzo, con la vista gacha. No estaban exactamente peleadas pero… tampoco estaban del todo bien, ¿verdad? Aunque Bleke se veía igual que siempre. Comenzó a arrugar el ceño sin ser consciente de ello a medida que pensaba en el asunto, hasta que Altan la codeó suavemente y le señaló su propia comida con los palillos.

—¿Son de queso?

—Ah, sí. —Le dedicó una sonrisa suave y fue señalando una a una las diferentes cosas dentro del bento—. Zanahoria y batata hervida, bollos de arroz, omelette enrollado…

Anna y Kashya almorzaban en silencio mientras Bleke, de forma bastante disimulada, alternaba su atención entre la comida y el par de amigos. Era mucho más perceptiva que Hiradaira, no había necesitado demasiado para notar el tipo de relación que mantenían y aquello de lo cual Vólkov parecía no percatarse.

—Jez. —Su voz se alzó apenas por encima de lo usual, lo suficiente para llamar la atención de la albina, y le sonrió con suavidad al recibir su mirada dorada, como de tímido conejillo; fue al grano—. Lamento lo que ocurrió hoy, en la pista. Debería haberte tratado con mayor cuidado, siendo que fuiste a asistirme de inmediato. Estaba algo molesta y no lo tuve a consideración, pero quiero que sepas que lo agradezco mucho.

Por la expresión de Jez podía adivinar que la chica no estaba acostumbrada a oírla hablar tanto; ella tampoco, siendo honestos. Un rubor suave se apoderó de sus mejillas pálidas y meneó la cabeza rápidamente, apresurándose por tragar lo que tenía en la boca.

—No te preocupes, Blee. Ya pasó.

Middel entornó apenas la mirada.

—Pero a ti sí te preocupó, ¿verdad? Motivo suficiente para disculparme.

Jezebel bajó la vista a su almuerzo y lo sujetó con algo de fuerza entre sus manos; todos tenían su atención sobre ella, y aunque los conociera y fueran sus amigos… era algo incómodo. Sentirse observada.

—Está bien —murmuró, con un hilo de voz—. Te lo agradezco.

Quizás Anna fuera un desastre notando ciertos aspectos más complejos de las relaciones, como sentimientos ocultos y demás, pero no necesitó ser una genio para advertir la tensión de Jezebel. Tenía que hacer algo por aquella chica que había salvado su primer día, volviéndolo mucho más agradable de lo que alguna vez imaginó.

Aunque lo que se le ocurrió para rescatarla no fue la mejor de las ideas.

—¿Ya oyeron? Sobre la fiesta de hoy.

Kashya siguió comiendo, ajena a cualquier interés sobre aquel tópico. El rostro de Jez se encendió, pues aún no le había mencionado nada a Altan y si la conversación seguía… bueno, no era ciega. Había visto el intercambio entre él y Joey en los casilleros, esa mañana. Le olía mal.

El muchacho, obviamente, notó la reacción de la albina a su lado y sus alarmas se encendieron.

—¿Fiesta? —replicó, serio.

—Sí, bueno, “juntada”. —Anna rodó los ojos, haciendo las comillas con los dedos—. Cuando hacíamos pases en el gimnasio apareció este tipo, Wickham, y nos invitó.

Bingo. Jez se encogió sobre su almuerzo como un animalillo descubierto y Bleke observó por el rabillo del ojo la evidente tensión que se apoderó del cuerpo de Altan. Decidió intervenir.

—¿Joey? —Hiradaira asintió—. Me pregunto qué se traerá esta vez entre manos.

—Dijo que sería aquí, en la escuela —respondió—. Ni idea cómo planea entrar.

Anna era bastante distraída, sí. En ese instante, de hecho, se le escapaba casi todo lo que estaba ocurriendo a su alrededor. Bleke tomó una pequeña porción de arroz con sus palillos y se lo llevó a la boca, masticando lentamente. La brecha del silencio sólo acrecentó la tensión. Le echó un vistazo a Jez; Altan también la miraba, y entonces el moreno abrió la boca.

—¿Vas a ir?

Bleke contuvo una sonrisa; era increíble cuán diferente podía sonar su voz cuando le hablaba a Vólkov. Comprendía el efecto sosegador de la albina, parecía haber tenido resultados sobre Hiradaira también. Lo de Altan, sin embargo, escalaba a altitudes más complejas.

Jez sopesó sus palabras antes de asentir.

—Estaba pensando en ir, quizá sea divertido.

Bleke le dio un sorbo a su té y liberó el aire por la nariz, en silencio. ¿Qué parte de todo aquello le resultaba interesante, lo suficiente para involucrarse? No estaba segura, aunque si alguien le preguntara a quién prefería, idealmente, para una persona como Jez…

Creía conocer mejor a Joey que casi toda la Academia, pero aún así, no veía la forma en que su repentino interés sobre la albina arribara a buen puerto. No con sus costumbres, su estilo de vida y su impredecible volatilidad.

—Una fiesta de Joey —anotó, captando la atención de Vólkov y, por rebote, de Altan—. Jez, es bastante probable que ese sea un ambiente al que no estás acostumbrada. Lo sabes, ¿verdad?

La albina volvió a asentir y entreabrió los labios.

—¿Irás? —Había cierta nota de ilusión en su voz, de esperanza, incluso.

A Bleke le dio algo de pena y le sonrió, calmada.

—No. No hay nada ahí que pueda interesarme y, de cualquier forma, no arriesgaré las elecciones del Consejo por una simple noche de diversión. Pero si realmente quieres ir… creo que deberías hacerlo. —Sus labios se estiraron un poco más cuando su mirada oceánica, con la velocidad de un águila, viajó hasta conectar con el negro de Altan antes de volver a Jez—. Pero no sola.

Era probable que no necesitara involucrarse, que Sonnen fuera a acompañarla de cualquier manera. Aún así, una fuerza motivadora en su interior se negaba a dejar el asunto estar. Le causaba curiosidad, si se quiere, ser testigo de cómo las cosas se desenvolverían de ahora en adelante. Había una cuestión bastante interesante desarrollándose alrededor de Jez, ¿verdad? Y sin que ella tuviera la menor idea.

Aquel chico se veía bastante perspicaz y confiaba en que leyera la situación correctamente, aunque pareciera cargar siempre esa eterna expresión de indiferencia. Molestia, incluso.

—Ah, yo iré —intervino Anna de repente, encogiéndose de hombros—. Podemos ir juntas, Vólkov, y si vemos que se va todo muy a la mierda nos largamos.

Había sido más rápida que Jez. La quieta e inmutable sonrisa de Bleke se volvió hacia Altan, a la simple espera de verlo intervenir. Sonnen soltó el aire por la nariz y sus dedos parecieron comprimirse alrededor de los palillos.

—Lo mismo. —Jez se giró hacia él y su sonrisa fue increíblemente genuina; tuvo un efecto automático en la creciente molestia de Altan—. Eh, pero ¿estás segura de ir?

—¡Sí! —respondió la albina, muy contenta—. Me alegra mucho que vayamos todos juntos.

Bleke se sonrió y cerró la tapa de su almuerzo, ordenando las cosas casi a cámara lenta. Conque Joey había organizado una jodida fiesta en la escuela, de noche, a sus espaldas, ¿eh? ¿Tendría miedo de que lo delatara o algo? Curioso. La idea de haberse enterado sin que él supiera la tentaba de darle un buen susto. Jamás los soplaría, no le interesaba en lo más mínimo ser esa clase de fisgona para sumar puntos con los directivos.

Esperaba que Joey lo supiera, o de lo contrario… bueno, estaría un poco decepcionada.

—Debo atender un par de asuntos —anunció, incorporándose, y les sonrió a todos desde arriba—. Diviértanse, nos vemos mañana. Y suerte. —Otra vez, el océano pareció dirigirse directamente al pozo ciego por un ínfimo instante—. Adiós, Kashya.

La última aludida correspondió a su saludo con un simple asentimiento mientras finalizaba su comida y Bleke se alejó con calma, sujetando el maletín a su hombro. Aún le resultaba difícil a veces, pero debía ser fuerte. Era quien era, después de todo, gracias a vivir acorde a sus decisiones; y estaba bien así.

Estaba bien. Lo estaría.

Lo que sucediera esa noche, en esa fiesta, no le correspondía en lo más mínimo ni tenía algo que ver con sus intereses principales. Como mucho, sólo tendría el potencial de traerle problemas. Suspiró, ingresando al edificio de aulas, y le echó un vistazo al grupo de jóvenes que había dejado atrás antes de girar en la esquina. Podía usar todos los argumentos lógicos que quisiera pero, al final del día, esas cosas seguían interesándole, ¿verdad? Al menos un poco.

Seguía siendo una adolescente. Pero, antes que eso, era una Middel.

Una maldita Middel.