Contenido oculto: Interior de las grutas Contenido oculto: Ost Ubicada en el subsuelo de la región de Sinnoh, Aldea Rocagrís ha estado aislada del resto de la región durante siglos, manteniendo ninguna clase de contacto con el resto. Sus habitantes ejercen el oficio de la minería, pasándolo de generación en generación con gran orgullo. Las leyendas cuentan que el Corazón de Sinnoh se encontraba tiempo ha en las profundidas de las grutas, allí donde los cristales alumbran el camino de los mineros que se pierden en su camino a la aldea. Como una relación simbiótica, los aldeanos protegían su ubicación con su vida de quienes pudiesen irrumpir su descanso, y la gema preciosa les recompensaba otorgándoles ríos de agua dulce entre las cavernas, así como remansos de paz donde la vegetación podía crecer y brindarles alimento. Se dice que tras una cruenta guerra, el corazón se fraccionó en tres partes, dispersándose a lo largo de la región para aumentar así su seguridad. No obstante, sus habitantes siguen traspasando a las siguientes generaciones con orgullo el título de Guardianes del Corazón.
Las alas de un veloz Staraptor cortaron el aire viciado de las cavernas. El líder, un nombre fornido de aspecto adusto llevaba algún tiempo esperando esa misiva. Junto a él, los habitantes de Rocagrís permanecían fueras de sus casas, apesadumbrados por la noticia que habían recibido de un mismo mensajero horas atrás. Con un ligero batir de alas el Staraptor aterrizó y de su lomo descendió un hombre de apesadumbrado aspecto. El líder de Rocagrís lo miró con severidad. —Kyo, viejo amigo—saludó escuetamente, sin alegría en sus gestos. El Aggron a su lado le imitó—. ¿Qué está sucediendo? Incluso los cristales de las cavernas no brillan tanto como antes. El denominado Kyo se quitó sus rudimentarias gafas de aviador de los ojos y suspiró con pesar. —Ragnar, traigo noticias nuevas desde Nido. La invasión es ya una realidad, toda Sinnoh ha sido asaltada por los forasteros de blanco. Parecen estar en busca del Corazón. Hubo susurros y murmullos de consternación y espanto entre los habitantes de Rocagrís. El Corazón de Sinnoh era el alma de la región, la fuente de poder de la misma y el símbolo de unión entre sus gentes. Aunque ya no se encontrase completo, si caía en manos equivocadas sería su perdición. El líder apretó los dientes. —Malnacidos. Quizás ya no seamos los Guardianes pero seguimos llevando el orgullo en nuestras venas. Mientras un único habitante de Rocagrís continúe con vida, ningún sucio forastero pondrá sus manos en el Corazón de Sinnoh. Entre los presentes había un muchacho joven, un habilidoso minero. Él era el único hijo del líder, Dennis Alken. Ragnar lo miró. —Muchacho, reúne los fragmentos y evita que los encuentren— el joven pareció querer protestar pero su padre lo interpeló severamente con ojos encendidos por la severidad de la situación—¡Escúchame bien, Dennis! ¡Eres un minero de Rocagrís pero también eres el sucesor directo y futuro líder! Yo no puedo marcharme y dejar la aldea sola ante de la invasión enemiga y tu Aron es aún demasiado débil como para ayudar en combate. Repentinamente hubo confusión. Una nube de denso humo cayó sobre los habitantes. Era una nube venenosa producida por un Weezing que se acercó flotando hasta su entrenadora, una mujer de cabello azul y ropajes blancos. Mientras la gente tosía al desvanecerse la nube, la mujer se acercó al líder. —Se te ha acabado el tiempo, líder de Rocagrís. Es hora de que nos lo entreguéis. —¡Jamás!—replicó—. ¡Ni aunque estuviera aún en estas minas lo dejaría en manos de invasores! >>¡Ataca, Aggron! Y con un rugido el Aggron del líder alzó una violenta pared de rocas frente a sus gentes. Dennis no tuvo más remedio que huir aprovechando el caos generado. Ragnar tenía razón, su Aron era demasiado pequeño y débil para enfrentar la invasión enemiga. Y ahora él tenía una misión como Guardián y futuro líder de Rocagrís: Reunir los pedazos del Corazón de Sinnoh... y protegerlos con su vida si hacía falta.
