Les traigo esta nueva edición, espero les guste como quedo :) Personajes del señor Masami Kurumada. "Al Santito le duele la muela" Escrito: 22/10/16 Editado: 08/05/22 "Duele más una muela que un parto, hija, recuérdalo muy bien" Según las madres ¿Verdad o mentira? Quién sabe. "Cuando te duelan las muelas por tragar tanto dulce, no me estés chingando" Frase celebre de mi señora madre. En cuanto sintió la punzada que le llegaba desde la mandíbula hasta parte de su cráneo las lágrimas ya empezaban a empañar su vista por el dolor tan atroz que, sin temor a equivocarse, podía jurar que le llegaba hasta el alma. Trago saliva fuertemente y se juro jamás volver a comer nada dulce en su vida. Aunque muy en el fondo sabia que dicha promesa se iría ala basura en cuanto dejara de sentir dolor. Él era amante de lo dulce y cremoso, su mayor adicción eran los dulces de leche. Y hablando de dulces de leche… Se levanto con rapidez del sillón, haciendo que su hermano le mirara confundido por el movimiento tan brusco. Se excuso simplemente diciendo que iría al baño. Con pasos rápidos llego hasta el pequeño cuarto, sin detenerse a echar el pestillo se acercó con rapidez a la taza y escupió el pequeño dulcecito de leche que no hacía mucho tiempo estuvo disfrutado. Hizo una mueca de desagrado al ver que había una ligera tonalidad rojiza en los restos de saliva. Le bajo a la cadena y procedió a acercarse al lavabo para enjuagarse un par de veces. Con cada buchero que hacia el dolor se incrementaba por lo fría del agua. Por poco su dignidad se iba en el retrete junto al dulce pues estuvo a punto de dar saltos por la sensibilidad en su boca. ¡Dolía como los mil demonios! Armándose de valor abrió la boca ampliamente y se reviso en el reflejo que le regresaba el espejo. Era la ultima muela de la parte de abajo. Le faltaba un pedacito. ¡¿Cómo demonios llego a eso?! Si, mordió el dulce pero el recordaba perfectamente que antes era solo un pequeño puntito negro ¡Era una cosa tan insignificante! Abrió el estante y saco su cepillo de dientes, la pasta y un enjuague bucal. Comenzó a tallarse los dientes, pero al tener que tallar el lado derecho donde estaba su muela picada empezó a rezar a Athena que le diera valor. En cuanto termino se enjuago con el listerine y se llevo la mano a su mejilla que se veía un poco roja, la acaricio con mimo. Dolía, dolía, dolía y dolía. "No vuelvo a masticar los dulces. Ni a comer tantos al día, lo juro." Se prometió por segunda vez, restregándose con delicadeza los ojos. Jamás en su vida creyó que lloraría por algo tan insignificante como una muela. Él, un Santo Dorado, capaz de correr a la velocidad de la luz y vencer enemigos con solo alzar un puño, llorando por una porquería tan pequeñita. Buscando entre las cosas de su hermano encontró un par de aspirinas y sin revisar si estaban caducadas -Pues su hermano tenia la bendita costumbre de guardar cosas ya inservibles- se las llevo a la boca y las trago, bebiendo muy poquita agua. Se observo nuevamente al espejo y procuro lucir despreocupado. Sabia bien que si demostraba un síntoma de malestar su querido pariente no dudaría en salir corriendo a despertar a la sanadora del Santuario valiéndole bien poco que eran casi la una de la madrugada. Su mejilla se había puesto mas roja. Si el dolor no se detenía mañana luciría hinchada, más de lo que ya estaba. Maldita sea su suerte. Inhalando y exhalando salió del baño, deseando que la noche que tenia planeada para ver películas se terminara. Con fingida calma se sentó en donde estaba y al cabo de unos quince minutos se excusó diciendo estar cansado y que tenia que ir a entrenar temprano con los chicos. Su hermano solo alzo ambas cejas, no le creía nada, pues sabia que el otro odiaba entrenar los sábados. Sin intentar indagar el porqué de su decisión solamente le deseo las buenas noches, quito la película que estaban viendo y se acomodo a sus anchas antes de que El amor es como el chachachá empezara. El dolor que sentía le impidió burlarse como acostumbraba de los raros gustos del mayor, así que se limito a rodar los ojos y dirigirse a la habitación que era suya desde que tenía memoria. Muy rara vez la usaba, pues no podía dejar desprotegida su morada que le cobijo por trece largos años. Sin cambiarse la ropa se dejo caer en la cama, envolviéndose torpemente en las sábanas, esperando que los hermosos brazos del sueño le acunaran y le hicieran caer en la mas deliciosa inconciencia del mundo real. Pero eso nunca paso. El dolor trajo consigo al maldito insomnio que no le daba tregua alguna. No hacía más que moverse de un lado a otro, dando vueltas como pollo rostizado. En ratos cerraba los ojos y contaba una y otra vez hasta el cien, pero nada. En momentos derramaba un par de lágrimas y se mordía los labios para no gemir por el jodido dolor que le llegaba hasta el corazón. Rogó a los Dioses que se terminara ese maldito suplicio, incluso prometió ir a cada templo que aun estaba en pie y dejar alguna ofrenda. Esa noche, ningún Dios escucho sus oraciones. Esa mañana se levanto mas temprano que de costumbre, luciendo unas ojeras dignas de un mapache. Nada más dio un breve vistazo a su reflejo y gruño, no se había equivocado al decir que la mejilla estaría hinchada. El dolor era mucho peor. Sentía su boca viscosa y con un sabor sumamente desagradable. Antes de salir de su habitación, elevo su cosmos levemente para saber donde estaba su hermano. Lo detecto en su habitación. "Lo más probable es que despierte ya entrada la mañana" Sin temor a ser detenido, se fue caminando sin ganas rumbo al baño, arrastrando las pantuflas de conejo y la sabana que le cobijo por el suelo, importándole muy poco si se ensuciaban. —¿Y si voy al dentista? —se cuestionó así mismo, mirándose en el espejo del baño como si su imagen le fuera a responder. Se inspecciono la muela otra vez que desde hacia años le molestaba de vez en cuando y que siendo sincero consigo mismo nunca se digno a visitar un dentista por pura desidia. Bueno, mas bien era porque les tenia un miedo tanto a los profesionales dentistas como a sus extraños aparatos que introducían en la boca de sus pacientes ¿Quién no le temía a esos ruidos infernales? Que bien podrían ser comparados con las almas en pena que estaban en el inframundo. ¡Y una mierda! Arrugo el entrecejo mientras sus labios se torcían mostrando su disgusto, su enojo, mas bien. ¿Cómo es que una simple y estúpida muela le hacía llorar por una noche completa? Se pregunto nuevamente. ¿Cómo es que esa cosa tan insignificante le hacia querer darse de golpes en la pared o arrastrarse por el suelo? Poco faltaba que babeara como un perro rabioso. ¡Esa mierda dolía más que una patada en los panditas! Con sumo cuidado se cepillo los dientes y se enjuago otra vez ¡Su dentadura era perfecta! Salvo por esa simple y fastidiosa muela. Sus dientes eran como perlas preciosas, blancos y bonitos. Se dio una ducha rápida y se dirigió a su habitación de nuevo. Se cambio con rapidez y salió a realizar unos breves ejercicios al coliseo en lo que llegaban los demás. No está de más que el realizar ejercicios en lugar de ayudarle hizo que empeorara el dolor de manera aguda. Y eso que solo estuvo trotando alrededor del lugar para empezar a calentar. Con forme los soldados, Amazonas y Santos fueron llegando su dolor iba de mal en peor. Procuraba por todos los medios no abrir la boca ni gesticular más de lo necesario pues descubrió que el dolor empeoraba si movía demasiado la mandíbula. Ignoro todos los "Buenos días, Caballero" que le decían varios soldados y caballeros de rango inferior, solamente asentía con la cabeza levemente, ondeaba la mano o curvaba los labios. Sin moverse de su lugar se dispuso a esperar pacientemente a sus camaradas, aunque deseaba salir corriendo en dirección a su casa y ponerse a tomar cuanta pastilla encontrara. —¡Alguien se cayó de la cama! ¡Y en sábado! —exclamó Milo, bajando con lentitud al lado de Camus que solamente alzo su ceja al verle ahí —¡El mundo se va a terminar! —a sus espaldas les seguían Shura, Mu, Afrodita, Shaka, Ángelo y Aldebarán. No contesto, no le apetecía empezar una conversación con el Bichejo parlanchín, así que se limito a sonreír de manera forzada. Respondió como pudo el saludo de los otros. Observo como Ángelo y Milo se bajaban de las gradas y se enfrascaban en una especie de pelea. Más bien jugaban a quien era el primero en caer al suelo. Shura les acompaño unos momentos después y empezó a trotar. Camus y los demás optaron por sentarse a un lado suyo para ajustarse las vendas en sus manos a medida de protección. —¿Te sientes bien? —pregunto alguien a su izquierda, no hizo falta que volteara pues la voz de Afrodita era imposible de confundir. A menos que fuera con Misty. —Sí, Nemo. —dijo en voz baja. Apretó nuevamente los dientes y cerro los ojos. Otra punzada le hizo tragar saliva con lentitud. —¡¿Tú que esperas?! —le gritó Milo desde su lugar señalándole, Ángelo se estaba poniendo de pie —¿Qué esperas? ¿Una invitación? Demuéstranos de que estas hecho ¿O qué? ¿Tienes miedo? Galli… ¡AH! —antes de que terminara la frase, Cáncer no dudo en apresarlo entre sus piernas y dar una asombrosa vuelta con Milo apresado entre ellas. No había duda que a Milo le acababan de sacudir todas las neuronas que poseía por tremendo golpazo en el suelo. Todos empezaron a reír como locos, menos él y Camus. —¡Agradece que no te partí a la mitad, Cojijo! —escucharon decir al Santo de la cuarta casa entre risas —¡Baja de ahí! ¡No seas cobarde! —espetó el peliazul, sonriéndole con descaro. Milo solo alzo los pulgares en señal de que estaba bien. Negó con la cabeza, intentando no dejar que su sonrisa se desvaneciera. —No me apetece patearles el trasero, Jaiba. —respondió, mordiéndose la lengua para ahogar el quejido que pugnaba por salir de sus labios.} —¡Eres un cobarde! —como respuesta al pobre Escorpión le mostro el dedo medio. —Ya —la repentina voz calmada de Camus le hizo arrugar la nariz —¿Qué te duele? ¿Acaso no demostraba con cada gesto de su ser que no estaba de humor para hablar? Trataba de ser cortes y amable, pero le daban ganas de mandar a todos al mismísimo Inframundo de ida y de regreso si era posible. —¿Qué te hace suponer que me duele algo? —pregunto mirando de reojo al galo que contemplaba como Ángelo barría el suelo con Milo nuevamente. Antes de que pudiera contestar el rubio del grupo se le adelanto. —Por la cara de sufrimiento eterno que traes. Y puedo deducir que tiene que ver con una muela pues traes tu mejilla derecha hinchada y roja. —respondió con calma Shaka —Podría asegurar que no has dormido en toda la noche, tus ojeras de oso panda te delatan. —Además parece que te vas a poner a llorar por lo cristalinos que traes los ojos. —dijo Camus, volteando lentamente hacia él —Y si te miro detalladamente puedo decirte que derramaste lagrimas antes de que llegáramos pues tienes una breve marca en las mejillas. —Y traes lagañas. —dijo Afrodita, tendiéndole un pañuelo. La mirada del sueco era comprensiva y un tanto apenada. El joven peliceleste sabia lo que era un dolor de muelas ¡Y que decir de la muela del juicio! Tomo el pañuelo y empezó a restregárselo en la cara para borrar las evidencias de su llanto, provocado por el dolor. En sus prisas por hacer desaparecer la muestra de su debilidad se presiono mas de la cuenta en su mejilla hinchada. Un error fatal. —¡Agh! —varias lagrimas se agruparon en sus bellos ojos al sentir como si le clavaran miles de agujas, una tras otra, en su muela, paladar, mejilla, encía… ¡En todo el rostro! Se llevo ambas manos a la mejilla dolorida y se hizo hacia adelante, apoyando los codos en sus rodillas. Cerro sus ojos con fuerza, luchando contra sus ganas de empezar a gritar mil groserías. —¿Es una muela picada o la del juicio? —pregunto Mu. Él solamente alzo un dedo —¿Muela picada? ¿Por qué no vas al dentista? —le sugirió. La mirada asustada que le dio lo dijo todo sin necesidad de palabras —Oh. —Ponte un pedacito de algodón remojado en tu orina. —dijo Aldebarán, haciendo que todos le miraran como si estuviera loco —O podrías ponerte un ajo o un clavo, eso también ayuda mucho. Son buenos remedios caseros. —¿Orina? —pregunto Afrodita con una mueca de asco —¿Estás hablando en serio? —Claro que sí, no lo he probado yo, pero Dio me dijo que eso ayudaba. También me dijo que si quieres que una muela se caiga y no tienes dinero para un dentista puedes morder la piel de una serpiente ya seca. Eso hace que se te caiga y no te volverá a doler. —mas de uno se pregunto si no seria necesario encerrar al guardián de Tauro en algún manicomio con Dio de Mosca haciéndole compañía. Camus estaba dispuesto a decirle la poca higiene y falta de pruebas científicas a sus "remedios caseros" cuando Seiya llego a ellos, saludando a uno por uno con su habitual alegría. Shun le seguía, sonriéndole a cada uno. —¡Hola! ¿Cómo amanecieron? —pregunto alegremente el Pegaso, palmeando con suavidad el hombro del pobre hombre adolorido —En especial tú, es raro verte aquí los sábados. —Ya lo se. —le respondió secamente, sin voltear a verle —Y amanecí bien. —cada letra que pronunciaba era una nueva punzada que le llegaba directo al cerebro. —Pues no me lo parece. —respondió el castaño. "Pues me vale un pedazo de mierda lo que pienses" se mordió la lengua para no decirle esas palabras, pues sabía que no merecía tal trato, por mas fastidioso que fuera en esos momentos. Camus se apartó un poco para hacerle espacio al japones que sin esperar invitación por parte suya se sentó a su lado y con desfachatez le abrazo por los hombros. —¿Qué te pasa? —le pregunto, dándole una pequeña sacudida de manera juguetona. Ya tenía tiempo tratándole y hasta cierto punto el chiquillo lo veía como un hermano mayor, así que era normal su falta de ¿se podría decir que respeto? hacia él. Su relación paso de superior a una bonita hermandad. —Nada, Seiya, nada. —conocía bien a ese castaño latoso, sabía que no daría su brazo a torcer a menos que se le distrajera con otra cosa más importante, como Saori. —A mi no me engañas —"Ya lo sé" pensó con desgano —A ti te pasa algo. —con brusquedad le abrazo más fuerte, provocándole una mueca de dolor. —¿Quieres entrenar, Pony? —pregunto de golpe, haciendo que este le soltara. Seiya boqueo un par de veces, sin saber que decir. A pesar de ser buenos amigos nunca habían entrenado juntos. Peleado sí, pero entrenado jamás. —¿En serio? —dijo, ladeando el rostro, parpadeando un par de veces. —¿Quieres entrenar o no? —le respondió un tanto malhumorado. Se puso de pie, dispuesto a desviar la conversación anterior. Además, haría que su pelea no durara mucho, quizá Seiya era un buen guerrero, pero no contaba con los años de conocimiento que él poseía en el combate de cuerpo a cuerpo. —Sí, me parece muy bien. —con energías renovadas se puso de pie de un salto y le siguió camino al terreno de combate. Bajaron las gradas sabiéndose observados por todos los presentes, pues era inusual que ellos dos entrenaran juntos. Camus y compañía solamente los veían con preocupación, más de uno sabia lo que era un dolor de muelas y lo errático que eso te podía poner. Solo esperaba que Seiya saliera por su propio pie y no en brazos de Aldebarán. En cuanto llegaron al centro del Coliseo cada uno se coloco en el extremo opuesto en guardia. Antes de que pidiera que pelearan sin Cosmos, el japones se le adelanto. —Sin cosmos por favor. —dijo el chiquillo, él arqueo la ceja indicándole con ese gesto que quería una explicación —Quiero solo tener un combate de cuerpo a cuerpo, nada más. —se revolvió el cabello, sonriendo alegremente —Y no me apetece que pisotees mi honor, otra vez. Él solamente le sonrió y asintió. Una vez dicho eso, el combate empezó. Seiya no perdió tiempo y se lanzo como una bala hacia él, dispuesto asestarle un golpe en las costillas. Ese golpe nunca llego a su destino. Sin dificultad alguna detuvo su puño con la mano, agarro su muñeca y sin problemas le dio una vuelta, le puso el pie haciéndole trastabillar para después golpearle el pecho. El Pegaso cayó al suelo soltando un quejido, el polvo se alzó a su alrededor por tan tremendo impacto. —Estas muerto. —le dijo con seriedad. Seiya hizo una pequeña mueca de dolor y frustración. Frustración porque su adversario se estaba conteniendo en sus golpes, lo sintió claramente cuando la palma del Santo Dorado golpeo su pecho. Con rapidez se puso de pie y ni siquiera se sacudió las ropas. Seiya quería que le trataran como lo que era, no como una muñeca de porcelana que se puede romper. Con renovadas fuerzas se lanzo al ataque, pero por mas que intentaba golpear al Guerrero no podía, ya que la mayoría de sus ataques eran evitados o, en el peor de los casos, usados en su contra y los pocos que conseguía darle eran en zonas no tan dolorosas. Era obvio que Seiya necesitaba entrenar mas en el combate cuerpo a cuerpo. Cuando su espalda toco el suelo por cuarta ocasión se decidió a hacerlo, era algo arriesgado y posiblemente no lo lograra, pero ¿Qué podía perder? Nada. Lo intentaría, intentaría sorprender al Santo de una manera que difícilmente podía proveer. Se acerco con ambos puños en algo y empezó a dar puñetazos a diestra y siniestra sin detenerse un poco. Él hombre solamente los evitaba moviéndose de un lado a otro, dando un paso hacia atrás, detuvo un puñetazo antes de que le tocara en la cabeza, pero no contaba con que Seiya se liberaría de un brinco y sin avisarle diera una vuelta con la pierna en alto dándole en la mejilla derecha haciendo que viera estrellas ante sus ojos. Ese golpe lo hizo caer de culo al suelo, sintiendo que le faltaba el aire se llevo ambas manos a la zona golpeada. Seiya le había dado una jodida patada. Una patada. El castaño soltó un grito de victoria, pero en cuanto vio que su compañero de armas no se levantaba se acercó rápidamente extendiéndole una mano para ayudarle a ponerse en pie. Abrió con lentitud los ojos, mirando fijamente al chico. El característico sabor metálico de la sangre inundo su boca y un hilito de tonalidad roja resbalo por la comisura de sus labios. La pequeña sonrisa que iluminaba el rostro de Seiya se murió en cuestión de segundos y la palidez se vio en sus mejillas. En el Coliseo se podía escuchar hasta el sonido de un alfiler caer al suelo. Nadie decía nada. "Correría sangre, sangre de Pony con alas" pensó Milo, empezando a caminar a donde se encontraban ellos. Seiya trago saliva y dio varios pasos hacia atrás con las manos levantadas en señal de rendición cuando el Santo Dorado se puso de pie y escupió, claramente sangre mezclada con saliva y otra cosa que no alcanzo a identificar. El bello hombre que paso una noche de los mil demonios entrecerró la mirada sin dejar de ver al chiquillo frente a él. Camus, Mu, Milo, Shaka y Aldebarán llegaron a su lado en un parpadeo, colocándose al lado del hombre herido en caso de que saltara y le torciera el cuello al consentido de Saori. —Te juro que… yo… —balbuceo sin saber que decir. El mayor de los dos dio un paso decidido hacia Seiya. Se sintió empequeñecer al tener al otro frente a él. Si tenía que pedir perdón de rodillas lo haría. Y si tenia que hacerlo mil veces igual lo haría. En primera porque quería vivir y en segunda porque no quería perder su amistad. Aioria alzo la mano derecha y Seiya cerro los ojos esperando recibir el cachetadon que le dolería por semanas, pero ese golpe nunca llego. Soltó un gritillo nada masculino cuando un par de brazos le rodearon con fuerza y le alzaron como si no pesara nada. —¡Gracias! ¡Gracias!¡Gracias! —decía el Leo una y otra vez. Pegaso observo a todos confundido, esperando una explicación. —¡Gracias Seiya! —Aioria le miro con sus ojos de minino verdes acuosos. Su mejilla aún seguía un poco roja, el dolor que le había quitado hasta el sueño no estaba, solo dolía un poquito, pero no era algo que una aspirina no pudiera solucionar —¡Muchas gracias! —volvió a abrazarle sin dejar de decir gracias contra su hombro. —¿Qué mosca le pico a Michifuz? —pregunto Kanon a Saga alzando una ceja. Habían llegado cuando estaban peleando el par de castaños —¿Cómo diablos va agradecer que te den una patada en el hocico? Saga sonrió, había platicado con Aioros esa mañana sobre el Santo de Leo. El Sagitario le había dicho que cacho a su hermano revisándose en el espejo su dentadura y que lo había escuchado quejarse toda la noche de dolor. —Ahí esta la respuesta a tus preguntas, Kanon. —señalo Saga el lugar donde Aioria había escupido. Ahí, entre polvo, saliva y sangre estaba una muela. La muela picada —Fin— ¡Gracias por leer! SafiroBipolar
Los siguientes tres serán pequeños omakes. Espero les gusten : D ¿No era más sencillo? Kanon y Saga La noche había caído y con ella la luna y sus fieles acompañantes; las estrellas que titilaban como pequeñas luces en el hermoso manto oscuro repletó de misterios y secretos, que no dudaba en cobijar a cualquiera que la buscase en busca de protección y consuelo. O compañía. Saga y Kanon estaban afuera de su templo, recostados en un par de mantas viejas, contemplando el oscuro firmamento. Platicando de los sucesos de ese día. —Y así fue como encontré condones de sabor Nutella en la farmacia de Narcedalia. —dijo Kanon, haciendo que Saga alzara ambas cejas, pensando si debería sorprenderse o asquearse. —¿Y qué piensas hacer con ellos? —Pues usarlos —respondió como si no fuera lo más obvio del mundo —Ya encontrare a alguna dama dispuesta a comprobar si sabe igual al chocolate o no. —movió sus cejas de manera picara, provocando que Saga rodara los ojos, fastidiado —Oye, ya cambiando de tema ¿No crees que hubiera sido mejor un dentista? Ahora Aioria esta… Chimuelo. —soltó una pequeña carcajada. —Le dan miedo. —dijo tranquilamente, una estrella fugaz había capturado su mirada —Hace un par de años cuando era patriarca él empezó con pequeños dolores. Le di permiso de ir a Atenas con un dentista, pero rechazo mi ayuda. Le pregunte porque y me dijo que les temía. —Mmm… Igual que tú. —Saga le miro de reojo, un tanto molesto —Si un día te duele la muela y no quieres ir con un dentista ¿Me das permiso de tirártela de una patada? —sonrió lo más inocente que pudo, ganándose una mirada de odio de parte del mayor. —Claro. —le respondió al cabo de unos minutos —Pero toma en cuenta que yo no te tirare una muela, yo te los voy arrancar todos, uno por uno. Cada preciosa perla tuya que tienes por dientes, Kanon. —Mejor ya no, así déjale. —trago saliva un tanto nervioso, pues la luz de la luna le daba un aspecto macabro a la sonrisa de su gemelo. —Hubo algo bueno de todo ese lío. —dijo Saga al cabo de unos minutos de agradable silencio. —¿Qué cosa? —Kanon volteo a verle, curioso. —Que al gatino ya no le duele la muela, miaw, miaw, miaw. —canturreó de manera infantil. Ambos empezaron a reír a carcajadas. —Fin—
Ratón de Dientes Aioros y Aioria —Tanto dolor debe serme recompensado. —Aioria se encontraba sentado en su cama, en la palma de su mano estaba la muela picada, la había lavado lo mejor que pudo, dejándola más o menos limpia —Mas te vale venir, condenado ratón. No me vayas a fallar como la última vez. —dejo la muela sobre su buro junto a un pequeño pedacito de queso y se dispuso a tratar de dormir. El condenado ratón de nombre Aioros estaba bajo la cama, esperando pacientemente a que Aioria se quedara profundamente dormido para dejarle un par de billetes y tres caramelos. Debido a que Aioros había muerto cuando el Leo era muy niño nunca tuvo la oportunidad de decirle que el ratón de dientes no existía. Así como tampoco pudo dejarle dinero ni dulces cuando se le cayó su ultimo diente. Además, Aioria tenía razón. Tanto dolor por una simple muela debía ser bien recompensado. Y, aparte, no quería romperle el corazón a su hermano al decirle que el ratón no era real. —Fin— Gracias por leer :D SafiroBipolar
Juicio Shun e Ikki —Helamno…Essto eh un pooco esstemissta… —murmuró Shun, o eso intento. Apenas se le entendía media palabra ya que tenía una pinza de punta doblada en la boca siendo manejada por Ikki, que trataba de zafarle sin éxito la muela del juicio que ya tenía tiempo atormentando al joven Andrómeda —¿Y ssi mejjol voy con un deltitaa? —Que no, Shun. No podemos ir con un dentista. —habló Ikki, dándole un tirón ya que había logrado cerrar las pinzas sobre la muela, Shun dio un ligero brinquito —Cuesta mucho dinero y dinero es lo que no tenemos. Además —miro fijamente los ojos llorosos de su hermano —¿No quieres que deje de doler? —el menor asintió lentamente —¿Acaso no quieres lo que te dejara el ratón? —el peliverde entrecerró la mirada. —Quieen lo quiele eless tu. —aparto la mano de su hermano junto a las pinzas —Para comprarte chocolates envinados. Y no creo mucho en esa loca historia de Aioria sobre un ratón que trae dinero. —logro decir, antes de que Ikki le volviera a recostar violentamente sobre la cama introduciendo con brusquedad las pinzas robándole un quejido. —No, Shun, noo ¿Como crees? —sacudió la cabeza —Y mi maestro Aioria no miente, no tenía por qué hacerlo. Pero bueno ¿Quieres que ya no te duela verdad? —Shun no tuvo más remedio que darle la razón, así que asintió —Entonces… Flojito y cooperando, hermano. —el chico gimió y derramo un par de lágrimas ante el brusco tirón que le dio —Flojito y cooperando. x-Fin-x Muchas gracias por llegar al final de esta historia, me disculpo por subirla ya por tercera vez… pero últimamente me he dado la tarea de editar mis viejos fics xD ¡Gracias por leer! SafiroBipolar