Atrapada en el mundo de esos bellos sueños dulces, donde siempre doy lo mejor de mí para ser feliz con alguien y lo único que recibo son palabras hirientes. Ahogada en medio de un mar de lágrimas amargas, pero no aprendo y vuelvo a repetir mi error: Amar. Darle el corazón a alguien que me dejará sin explicaciones, alguien que se comportará como un salvaje, pues no hayo palabras y que luego regresar a pedirme perdón. ¿Si me golpeas será igual…? ¿Me pedirás perdón y me darás flores? ¡No quiero, no quiero eso! Por eso sufro, porque entrego amor, porque me entrego a lo que hago y a cambio me dañan. Porque un corazón noble y una mente ingenua no es una buena combinación, sin embargo así nací yo… No puedo cambiar el hecho de amarte, porque simplemente no puedo, y eso me lastima. No amarte no me lastima, lo que me hiere son las palabras que usas conmigo. Aun así sólo quiero hacerte una pregunta: ¿Lo merezco? Si la respuesta es un sí, no haré nada, no puedo cambiar la forma de pensar que tienes, pero tampoco quiero que me trates a como desees. Yo que comprendo, que escucho y espero de forma paciente. Creyendo que algún día podré cambiar a un salvaje; fumas y odio el olor, me molesta el humo y dije: “No importa, porque te amo”. Aunque ahora veo que para ti mis palabras no son suficientes, tal vez si es lo mejor que me quede callada. Ahora, ya no sé, no sé si volver a confiar en tus palabras. Me da miedo que esto siga así, que no confíes en mí y yo confío plenamente en ti. Acepté que seas celoso, hasta me hacía sentir importante. También te permití ser posesivo conmigo, me gusta y me hacía sentir amada. Me apegué a ti, pero no sé hasta que punto eso fue bueno. Entonces, ahora aprendí que el amor duele. Que amar cada segundo con el corazón en las manos, que entregarse a alguien y creer fielmente en él, tal vez sea un error que comete mi alma tan enamorada. ¿Por qué duele tanto? Si las palabras no pueden tener el poder de golpear un corazón o eso creía, tus palabras me llegan, te siento y me da miedo perderte, pero más miedo me da perderme a mí misma. ¿De qué soy presa? ¿Del amor o del masoquismo? ¡Ya ni sé, aun así me apego a ti, porque me siento incapaz de dejar a lo que más amo! ¡Maldita sea!