Ailurofobia

Ailurofobia

Bien, es el cosO que hice para Relatos Fóbicos, nada más :O (?) ¡Mueran con el final! xD (?)

Ailurofobia.​

Gatos, gatos, gatos, ¡los odio! Todos dicen que son una monada pero los detesto. Cada vez que escucho un maullido, sea fingido o no, debo agarrar un palo o cualquier cosa para golpear porque de verdad me aterran.
Cada vez que voy por la calle tengo miedo que en cualquier momento se me cruce uno negro. Dan mala suerte, ¡y yo no quiero tenerla!
Algunos tienen unos ojos amarillos espantosos, otros casi no tienen pelo… ¡Y Dios mío cuando aparean! ¡Hacen un ruido escalofriante que ni quiero imaginarme!
Si lo tienes como mascota te arañan todo lo que tienes: sofás, almohadas incluso tu propia piel. Nunca olvidaré el día donde comenzó todo…

Dormía plácidamente con mi hermana en un colchón. La luz de la luna iluminaba mi rostro cuando una figura negra apareció en la ventana.
No la noté porque dormía, pero así fue. Esa figura se lanzó sobre mí para dormir encima de mi pecho.
El impulso hizo que me levantara de golpe para lanzar un grito desgarrador al igual que mi hermana, quien despertó del susto.
El felino comenzó a rugir porque también lo asusté… No, ¡él me asustó más! ¡Largo de mi vista!
Lo eché aterrorizada y desesperada y cerré la ventana para que ningún gato vuelva a entrar.
Recuerdo que temblaba y mi hermana me preparó un té para calmarme pero no podía. No dormí esa noche.

Ahora muchas de mis amigas tienen esos gatos peludos que parecen ancianos, ojos azules, pelo color naranja, etc. Lucen verdaderamente lindos, pero los aborrezco.
Nunca dejaré que se suban sobre mí, nunca dejaré que me huelan, nunca dejaré que quieran dejar su asqueroso “perfume” en mi pierna. Nunca. Para mí esos son monstruos.

¿Han oído la historia “El gato negro”? Casi me desmayo cuando lo oí. Ni siquiera recuerdo porqué fui tan estúpida para quedarme a escucharla. Edgar Allan Poe, ¿¡porqué!? ¿¡Por qué me torturaste al crear esa historia!?

“Debes ir algún especialista. Aunque no queda duda que es una fobia” Mi hermana me lo aconsejó y yo le hice caso.
Cuando iba comencé a sudar al ver a un felino buscando comida entre la basura e inmediatamente salí corriendo intentando no mirarlo.
Al llegar al médico, me examinó y me hizo preguntas sobre el caso a lo que yo respondía lo mejor que pude. Llegó a la conclusión de que padecía de “Ailurofobia” y la causa era el susto que me dio esa noche cuando tenía doce años y que el mayor remedio era hacerme una hipnosis.

No sabía si aceptar. Los gatos son feos y no los quiero ver ni en pintura, dibujos animados, estatuas, etc. Ojala se extingan y no los vuelva a ver.

Por fin llegué a casa, al final acepté hacerme el tratamiento y probar la suerte de olvidarme de ese miedo.
Me dirigí a darme una ducha cuando oí un maullido chillón que provenía de la cocina. Me giré robóticamente a ver… No tenía ningún palo cerca, nada para golpear. Comencé a avanzar lentamente y llegué al lugar.
Encontré al felino husmeando en mi cocina y me miró. Sus ojos lucían nostálgicos y brillantes. Quedé hipnotizada por un momento hasta que se acercó para acariciar su cabeza contra mi pierna.
Luego, en todo el vecindario se escuchó un tremendo grito. Quería golpearlo y agarré lo primero que encontré para espantarlo y que se largue de una vez.
Cuando sentí que todo había acabado volví en sí y miré si todo estaba bien.
Lo único que pude ver fue un cuchillo en mi mano y un gato ensangrentado en frente.