Aisai es la ciudad de las flores, Muchas de sus creaciones se utilizan en distintos sitios de Japón central para el ritual Ikebana. El silencio es una necesidad durante las prácticas de ikebana. Es un tiempo para apreciar las cosas en la naturaleza que las personas suelen pasar por alto debido a sus ocupadas vidas. Uno llega a ser más paciente y tolerante hacia las diferencias, no sólo en la naturaleza, sino también en general. Ikebana puede inspirar a identificar con la belleza en todas las formas de arte. Este es también el momento en que uno siente la cercanía a la naturaleza que ofrece la relajación de la mente, cuerpo y alma Gobierno: Aisai tiene un regente; el cual está encargado de impartir justicia en nombre del Señor feudal de Aichi. Locales: Casa de armamento Herbolaria Comercio Shukusha Santuario Clínica
El recorrido de la prefectura de Mie a la de Aichi había resultado bastante tranquilo, avanzaron evitando caminos comunes para evitar ser nuevamente rastreados, una sugerencia muy buena de Misato, la cual había resultado bien hasta que llegó el medio día de su segundo día de viaje. El recorrido se tornaría caótico. Recorriendo los grandes caminos de Aichi se vieron en una situación complicada a una relativamente cercana distancia de su objetivo, Nagoya. Un río se desbordó a su lado y sintieron todo el poder de la naturaleza arrasando con sus cuerpos. Matsuda logró sujetar a Kuroki del cuello del kimono con fuerza, mientras ambos eran arrastrados por la fuerza del río, extendió su mano para intentar alcanzar la mano de Misato, la sostuvo por unos instantes mientras ella se aferraba del hombro de Daichi y Heya del brazo. Misato sabía que aquel agarre no duraría, Matsuda no quería soltarlos pero una bifurcación golpeó el brazo de Matsuda provocando que estos se soltaran. Misato, Daichi y Heya siguieron por un flujo de aquel río, mientras Matsuda y Kuroki por el otro. Antes de perderse Matsuda gritó con todas sus fuerzas. —¡¡¡FUJI!!!— Por un momento pensaron que gritaba el nombre de su amada como los hombres que mueren en el mar; pero posiblemente se refería a su siguiente punto de encuentro ahora que el destino deseaba burlarse de ellos separándolos. Fuji era una ciudad en Shizuoka. La corriente del río los llevó a un sitio con menor fuerza en sus aguas, fue allí donde decidieron salir, mientras escupían un poco del agua dulce y exprimían sus prendas. Que si lo veían del lado amable, había borrado todo rastro de sangre en ella. Una mujer que estaba recolectando campanillas de invierno los observó preocupada, corrió a ayudarlos tirando su canasta. —Vienen del río; cómo Momotaro —dijo haciendo alusión a una fábula que contaban desde antaño —pero ustedes no venían en un melocotón gigante — soltó una pequeña risa para liberar un poco de tensión a tan agravante evento —Mi nombre es Kioshi, seguramente se preguntarán dónde están —dijo señalando el basto lugar lleno de flores, era extraordinario. —Esto es Aisai, el pueblo de las flores— dijo con orgullo.
Misato Aoyama Finalmente habíamos partido de Iga con destino a Nagoya, para evitar ser rastreados di unas ideas que ciertamente evitaría rastrearnos, todo parecía marchar bien hasta que ocurrió. —¡Kuro-kun!—deje escapar un alarido cuando un río los arrastró con gran fuerza arrastrandolo con Matsuda, no podía dejarles a su suerte ¡Tenía que hacer algo! Al final le tome de la mano pero fue inútil, en medio del agobiante caos ellos se soltaron. Mi sangre helo cuando Matsuda grito el nombre de Fuji cuando fue tratado por el rio...no...el no podía estar... Fui arrastrada junto con Heya y Daichi hasta un punto lejano, entre chapoteos trate de nadar por un segundo recordé un punzante dolor...el mismo cuando cai al río luego de una lluvia de flechas Taira; todo tan familiar. Ya habíamos llegado a un lugar lejos de Kuro y Matsuda...los habíamos perdido. Fuera del río solo pude mirar en la dirección contraria...donde les perdimos, podía sentir mi voluntad quebrarse y ahogarse en un abismo de angustia... —K-kuro...¿tu tambien?...no puede estar pasando otra...Ta-Takeshi...—mi voz finalmente quebró sin articular nada coherente...solo silencio mientras mis orbes humedecian a causa de la impotencia...no pude hacer nada. Permanecí unos eternos segundos hasta que escuché la voz de una mujer, al verla supuse que sería una aldeana. Ella nos recibió en un pueblo llamado Aisai el pueblo de las flores. Escrute el panorama encontrando un paisaje ameno y de gran belleza, reuní la suficiente voluntad para serenar mi mente, para mi suerte y calma mi Katana seguia a mi lado unque hubo la necesidad de desenvainarla para evitar problemas con la humedad. —Mi nombre es Misato Aoyama—me presente mientras estrujaba mi cabello— Creo que está de más decir que somos unos viajeros perdidos. Y así habíamos terminado, nuestro equipo estaba dividido y sin un líder claro...esto era muy parecido cuando el clan junto a las tierras que debía proteger sucumbieron a la ira de los Taira, los dioses nuevamente pondrían a prueba mi viaje...tal vez lo merezca por haber renegado mi espiritualidad. Aunque parecian haber sido piadosos al traernos a un humilde y hermoso pueblo.
Campo de flores Kioshi sonrió con dulzura —Bienvenida Misato Aoyama— dijo para después mirar a Heya y después a Daichi, quien al tener el cabello humedecido no podía ocultar su cicatriz. —Viajeros perdidos, podemos ayudarlos; ¿A dónde se dirigían? — preguntó mientras miraba el flujo del río —Puedo ayudarlos en lo que necesiten, seguramente el río los ha tratado muy mal, Aisai compensará toda esta tragedia que los atormentó. La naturaleza suele ser cruel— Kioshi les indicó por dónde caminar para que no pisaran las flores —Este es el mes más importante para nosotros; las flores en su mayoría están en su momento más espléndido; pero el siguiente mes, es el mes del agua; es entonces que las flores de loto comienzan a aparecer en nuestros pantanos — dijo con alegría, para esa mujer todo su mundo eran aquellas flores.
Tanaka Heya Caminaban cerca al río cuando repentinamente creció y se desbordó, empujando todo y a todos a su paso. Heya intentó mantenerse a flote como pudo agarrándose de Daichi y sosteniendo a Misato, quien a su vez estaba agarrada de Matsuda hasta que chocaron con una roca, por lo que el río los llevó por caminos diferentes. En medio de todo, Heya se preguntó si deberían buscar a Fuji y contarle lo sucedido. No seria hasta más adelante que recordaría el lugar del mismo nombre. ... Después de un tiempo las aguas se calmaron, salieron del río y secaron sus ropas. Heya desenvainó su espada y la dejó secando en la hierba, cuando observó a la mujer que se acercaba. La vista era hermosa, un pequeño consuelo por la travesía que habían pasado(y las que esperaban). Se acurrucó a recoger algunas campanillas de invierno mientras respondía a la mujer Mi nombre es Heya. Íbamos camino a Nagoya cuando el rio nos tomó desprevenidos. Agradecería si nos guía hasta un shukusha cercano-Dijo realizando una leve reverencia-Estamos todos algo cansados después de lo ocurrido-Dijo mirando a Misato y a Daichi Observó el entusiasmo de la mujer por las flores. No le extrañaba, por algo Aisai tenia el apodo que tenia. -Disculpe, sabe donde podría conseguir manzanilla? -Preguntó después de un rato
Campo de flores (Misato; Heya; Daichi) Kioshi escuchó a Heya con atención —Nagoya ya no está lejos, pero posiblemente les tome un día llegar allí, el rió si los alejó bastante, si al menos los kamis hubieran favorecido su viaje podrian haber sido lanzados directamente hacia su objetivo, Nagoya — dijo pensando en la dirección de la que venían —¿Manzanilla? ¿acaso tú también eres un amante de las flores? Seguro que lo eres, te vi tomar campanilla de invierno; esa es mi favorita— dijo mientras los guiaba hacia el puente que cruzaba a la otra parte de Aisai, allí había más cultivos de flores; Kioshi les señaló el Shukusha — Allí tienen el shukusha, en esta temporada no tenemos tantos visitantes como hace unos meses, junto podrás notar el cultivo de manzanilla, es pequeño porque no es una flor ideal para los arreglos florales, pero es muy bien recibida en la clínica y el Shuksha, es deliciosa en té— dijo revisando los contenidos de su canasta —Debo terminar mi recolección, cuando terminen pueden buscarme en el comercio; seguro podré ayudarlos un poco en tan malos tiempos que han pasado— Contenido oculto: Kioshi
Tanaka Heya Asintió ante las palabras de la mujer mientras pensaba en Kuroki y Matsuda, con suerte ellos habrían llegado a Nagoya. —Bueno, me crié en un pueblo donde se plantaban hierbas medicinales, no puedo negar que heredé un poco el gusto por las flores. —respondió antes de escuchar las indicaciones —Gracias por su hospitalidad, no dude que pasaremos por el comercio.—dijo con una leve reverencia antes de cruzar el puente junto a Misato y Daichi. Observó el cultivo de manzanilla unos segundos antes de entrar al Shukusha. A pesar de que no tomaría demasiado, no le gustaba cosechar en cultivos ajenos.
Shukusha (Misato; Heya; Daichi) Una mujer los recibió con una sonrisa en recepción —Bienvenidos a Aisai— miró sus ropas aun humedecidas y algo rotas —Si desean hospedarse son más que bienvenidos, podemos ayudarlos a reparar sus kimonos, mientras ustedes pueden usar las yukatas del local — dijo señalando los cortes de la ropa que llevaban, En la sala principal descansaban dos personas tomando el té, parecían estar hablando tranquilamente; sólo esas personas parecían hacer ruido en el hostal, al parecer no había demasiados huéspedes. El aroma era algo sutil, las flores de los campos parecían entremezclarse creando una fragancia especial. —¿Qué los ha traído a Aisai? — preguntó la encargada.
Misato Aoyama Mientras sacudia la ultima gota de humedad de la katana para envainarla, Heya comprobo el tiempo que tomaria llegar a nuestro destino original. Aunque por un momento pense en la idea de retomar el rumbo, me intrigo como Matsuda grito el nombre de Fuji...¿no era eso parecido a las tacticas de retirada y reagrupamiento? Recordaba como a la hora de replegarnos alguien gritaba un punto de reunion. Fuji er el nombre de una ciudad que figuró en mis destinos alternativos a Nara. Con aquel manojo de información, logre menguar la ansiedad sobre el posible destino de Kuroki y Matsuda, ambos eran guerreros que no podrian morir tan facil. —Creo que podemos suponer lo que intentó Matsuda comunicarnos con su ultimo grito—señale al resto del grupo...¿podria ser su lider? Tras lo ocurrido parte de mi lo dudó— Tal vez encontremos informacion util que nos lleve rapido con el resto...vamos. Me despedi de la joven chica con la promesa de reunirnos con ella— de acuerdo Heya, tomaremos un tiempo para que recolectes lo que necesites o tal vez sugieras algun sitio en especial— dije observando el apacible sitio que era aquella ciudad. En el shukusha la recepcionista ofrecio la reparación de nuestros kimonos, lo que provoco una sonrisa encantada en mi rostro. —Oh por supuesto lo agradeceria de verdad...este kimono es en verdad especial para mi— agradeci la oferta, pues el kimono fue el regalo hecho una familia humilde que resguarde. —Todo ha sido un pequeño incidente con el río que nos arrastro hasta este pueblo—mencione apenada sin contactar su mirada, no era de ver todos los dias ver a viajeros ser llevado por la corriente.
Daichi Nishimura [Shukusha] La noche antes de partir hacia Nagoya, me quedé pensando en las palabras de Obata. No le respondí después de escuchar lo dicho sobre la verguenza al elegir un camino, mi cicatriz pareció arder después de escuchar esas palabras, hice una reverencia con mi cabeza, aceptando finalmente la disciplina que nos había mostrado. "La confusión...", pensé dudoso y dejé que la palabra retumbara en mi cabeza. Dormí, sacando todas las dudas de mi cabeza. Cuando amanecimos, un mensaje referente al pasado de mi padre retumbó en mi mente, "No estamos en momentos para estos, Daichi, déjalo ser, ya luego decidirás...", me dije, permanecí toda esa mañana en silencio preparándome para mi viaje, no era tiempo de cuestionarme aquella información que había recibido, no sería justo para los demás. Suspiré resignado y miré a todos antes de partir, habría otro momento para romperme mi cabeza con el pasado. Pasó el primer día de viaje sin ningún tipo de problema, pero en el segundo, ocurrió el contratiempo, nuevamente las aguas mostraban su cara poco amigable y la naturaleza mostraba su superioridad ante la decisión humana. La corriente nos separó, solo podía escuchar las voces, mientras intentaba no tragar agua y mirar al cielo para no ahogarme, sentía que alguien me sujetaba, mientras yo sujetaba mi katana. La corriente se calmó, su furia desapareció en un segundo, estábamos en la orilla de algún lugar. Sentí las rocas chocar rozar mi rostro, me levanté y miré mis ropajes. —¿Todos están bien?—pregunté, confundido. No parecían haberme escuchado, volví a soltar par de palabras y noté que mis oídos estaban tapados. Metí un en mi oído, giré mi cabeza y dejé que todo saliera. Pasé mis manos por mis ropajes, estaba empapado, mis cabellos despeinado. Desvainé la katana y giré la vaina dejando que el exceso de agua cayera de nuevo al río. Suspiré y miré al sol caliente.—Al menos podremos secarnos rápido, eso espero.—susurré. Volví a guardar la katana, dejandola levemente levantada para que la humedad en la vaina se evaporara, luego en vez de colocarla en mi cintura nuevamente, la tomé con la correa del hombro intentando colocar en la mejor dirección hacia el sol. De la nada, pude observar como los otros dos miembros: Misato y Heya, hablaban con una nativa de esa región, me acerqué rápidamente. "—...Aisai, el pueblo de las flores...—" Miré alrededor, girándo levemente sobre mi eje, más allá de la orilla del río, pude visualizar la extensión y variedad de flores que allí habían. Abrí mis ojos impresionado, realmente se trataba de un espetáculo y sonreí levemente, en el Norte, a veces después de invierno habían flores, nunca a ese nivel de magnitud, pero era una señal de la bondad de los dioses, un recuerdo de su benevolencia que a veces parecía estar ausente. La aldeana que se presentó como Kiosho se mostró hospitalaria y nos guió al Shukusha más cercano. Yo, me limité a hacer una leve reverencia con mi cabeza cuando se marchó, encaminándome con Heya y Misato hacia el interior de aquel precinto para intentar descansar. Escuché la conversación de las personas dentro del Shukusha y no pude evitar sonreír levemente: "¿Cómo será poder vivir una vida tranquila en un lugar como este?", me pregunté por un momento, relamí mis labios y negué con la cabeza quitando esos pensamientos difusos de mi cabeza. "No se puede anhelar todo... Daichi, no se puede.", me dije hasta que la voz de Misato me sacó de mis pensamientos. —Aún cuando reagruparnos es nuestra prioridad por obvias razones, considerando la falta de alguien con habilidades médicas, me gustaría verificar si hay una casa de armamento los kunai resultaron útiles y creo que un arco podría ser una adición para nuestra unidad...—dije colocando un dedo en mi barbilla pensando en algo más.—En el norte se suele utilizar para la cacería de ardillas. —dije, antes de escuchar las palabras de la dueña del local. Sonreí en su dirección, moviendo mi cabeza en señal de aceptación.—Gracias...—respondí, extendiendo mis brazos observando como seguía empapado.—Realmente, ya estoy sintiendo algo de frío.—respondí con una leve reverencia.—También, me gustaría saber si tiene información sobre lugares de interés, rumores que estén corriendo o algún otro comentario que pueda ayudar a estos viajeros desafortunados. —le pregunté a la dueña refiriéndonos a nosotros. Contenido oculto Intentar usar Cultura Local con la dueña
Shukusha (Misato; Heya; Daichi) La recepcionista sonrió entregándoles yukatas que colocó frente a ustedes; aun el día era joven; pero aquellas prendas eran perfectas para poder pasear por la ciudad sin ningún inconveniente. —No se preocupe, sus kimonos volverán a ser los de antes— dijo hacia Misato para después escuchar las palabras de Daichi. La mujer se quedó pensando unos instantes —No han llegado demasiados noticias, desde que se escucharon los rumores del resurgimiento de viejos clanes; por fortuna Aichi aun no se ha visto envuelto en conflictos grandes como las otras Prefecturas cercanas a Kioto — mencionó con tranquilidad, ella no veía a un Japón en guerra —Esta época ha sido de gran paz —
Daichi Nishimura [Shukusha] Asentí con mi cabeza ante la respuesta de la dueña del local, demostrando mi gratitud. Eso, solo podría signifca que estaban en una región muy tranquila o sencillamente la mujer era ignorante de todo lo que acontecía en ese lugar. Prefería que fuera la primera opción, un poco de tranquilidad en medio de la tormenta de esos últimos días sería un alivio para mi corazón. Sonreí levemente aceptando el yukata.—Yo, me cambiaré e iré directamente a la casa de armamento, podríamos decir que nuestro punto de encuentro podría ser el comercio de la señorita Kiosho, ¿no?—pregunté dubitativo, alejándose lentamente. Mi mente requería un momento a solas. Miré el rostro de las personas que me acompañaban, alejándome lentamente para cambiarme, ellos decidirían si acompañarme o hacer alguna otra cosa, por ahora, estabamos estancados en ese lugar y con suerte mas tarde podríamos decidir que hacer realmente. "Debo preguntarle a alguien más que está ocurriendo por aquí...", hice una leve reverencia a las personas que platicaban en el Shukusha antes de desaparecer para poder cambiarme con tranquilidad.
Misato Aoyama Apenas recibi el Yukata fui a cambiar en una habitación apartado, entregue el kimono confiando que sea reataurado para lucir aun más su radiante color esmeralda. Daichi habia decidido ir hasta otro punto de la ciudad. —Mucha suerte Daichi san— me despedi obviando mi intencion de explorar por mi cuenta, de verdad desconocia esta ciudad lejos de cualquier conflicto entre clanes...algo demasiado bueno para ser cierto. —dare una vuelta tambien, ahi nos reuniremos— Afirme sobre nuestro siguiente punto de reunión con Kioshi en el comercio. Alejándome me adentre en las calles de Aisai, teniendo como primer destino el santuario del pueblo, no sabia si era Shinto o budista pero la verdad me apetecia explorar cada terreno en la ciudad.
Tanaka Heya Shukusha -> Casa de armamento Agradeció a las palabras de la recepcionista y después de un rato salió de su habitación vestido con una Yukata. -Recogeré algunas hierbas y luego iré contigo a la armería, si no te molesta—contestó a Daichi. Escuchó a Misato y asintió— Nos vemos en unas horas en el comercio, entonces.—Dijo mientras se dirigía al cultivo cercano de manzanilla y recogía un poco. Estaba un poco confundido. Su corazón quería ir a Shimane, pero abandonar el clan que lo acogió una vez obtuvo la información que quiso no le parecía muy buena idea. Pensó en las palabras de la recepcionista. Una ciudad pacífica debería mantenerse neutral en una guerra que no le afecta. Incluso podría aliarse con algún bando si le conviene. Ahora, no tenia pruebas de que Takeda seguía vivo. Incluso él, si no lo hubiera visto habría pensado que eran simples rumores. Posiblemente no podría convencer al gobernador de Aisai de esa manera. Además, ese gobernador dependería de las decisiones del señor feudal en la capital... ¿Y si podía convencerlo de que pronto acabaría ese tiempo de paz?. Sacudió la cabeza, ¿Que valor tenia su palabra en una sitiación como esa?. Más aún si ni siquiera estaba seguro si era verdad. Indicó que ya había terminado su tarea y se dirigió a la casa de armamento.
Casa de armamento (Misato; Heya; Daichi) El lugar era muy pequeño aun así tenía el típico aroma de hierro y el calor de una fragua la cual no se veía a simple vista, posiblemente se encontraba en la parte trasera de aquel sitio. Una mujer con ropa arremangada los recibió, tenía un aspecto algo sucio y estaba sudada. —Justo acaban de aparecer cuando golpeaba un par de armas — dijo la mujer sin formalidades, sin excusarse de su aspecto —No tenemos muchos visitantes armados por Aisai —dijo reparando en las katanas — Mis ventas más comunes son hoces para arar el campo y cortar las flores; pero supongo ustedes vienen por otro tipo de filos — mencionó alegre. Contenido oculto Herrero nivel 2 mejoran armas (máximo un dado de 10 caras) Santuario Misato Avanzó hacia el santuario, era un sitio hermoso, rodeado de árboles por los cuales alcanzabas a ver la aldea y el río; la entrada tenía un arco torii lo cual indicaba que aquel pequeño espacio era dedicado a la religión sintoísta. Pero aquel sitio no era un santuario como tal, era sólo una pequeña construcción de madera con un incienso; en la tabla superior a la construcción estaba escrito el nombre "Kitsunebi" Una niña salió con una máscara de zorro de entre los árboles, tenía una flor en sus manos y parecía observarte, caminó lentamente hacia ti y dejó la flor junto al incienso para después juntar sus manos y empezar una oración. Llevaba cascabeles en las manos los cuales hizo sonar al juntar sus manos. Todo aquello se sentía extraño, pero no maligno; no podías escuchar la oración de la pequeña, no sabías si era porque sus susurros eran muy ténues o sus palabras solo eran escuchadas en su mente.
Daichi Nishimura [Casa de Armamento] Heya fue el único que decidió acompañarme, durante el camino hacia la casa de armamento me mantuve en silencio tampoco había mucho de lo que hablar, todos estábamos conscientes de lo que había sucedido y creo que solo queríamos reunirnos con los otros.—Si tuvieramos caballos todo sería más fácil...—dije resignado al aire. Llegamos a un pequeño establecimiento que desde fuera parecía una pequeña fachada oculta en esa calle que se sentía vacía.—Este lugar es muy tranquilo, no puedo negarlo...—respondí entrando. Sin embargo, en el interior, aún con el espacio limitado el aroma seguía siendo el mismo, sonreí levemente sastifecho, esa era justamente la vista que esperaba. "—...pero supongo ustedes vienen por otro tipo de filos...—" Miré mi katana por un momento que ya estaba totalmente seca, sujeta a mi cintura y envainada, sonreí levemente, la mujer herrera parecía muy entusiasmada por ver katanas.—Está en lo cierto, me encontraba interesado en adquirir algún bien de este lugar, somos viajeros que por una fortuna inesperada hemos terminado aquí...—respondí sonriéndole levemente. Me quité el cinturón que sujetaba la vaina de la espada y se la extendí, dándole una pequeña reverencia, mientras el arma se encontraba horizontal en mis dos manos. —Me gustaría un análisis de mi arma de combate, nadie aparte de mi padre sabe su origen, creo que ya viene siendo hora de saber su historia...—pronuncié casi en un susurro, "¿Qué significa eso de que su lealtad siempre estuvo con los Fujiwara?", me pregunté por un momento, sintiendo como esa pregunta venía desde lo más profundo de mi mente, como un puñal de realidad. Alcé mi cabeza, no era momento para discutir eso. —También, quiero saber si tiene a su disposición arcos y flechas e...—miré a Heya, lanzándole una leve sonrisa de disculpas por dejarlo fuera de esa conversación. —Información de donde puedo conseguir tres caballos a un precio accesible en esta lugar, me parece ver que ustedes tienen varios carruajes...—respondí mostrando el número de caballos con mis dedos, mientras sonreía ligeramente hacia la encargada del lugar, esa información era gracias a lo que había escuchado en el Shukusha.
Misato Aoyama Mas cerca me percate que el lugar era sintoísta, un lugar donde pediría por la seguridad del resto del clan...esperaba en verdad que los dioses los tuviese con bien. Tras la respectiva reverencia cruce el portal hasta el sencillo altar. —Kitsunebi—Lei al ver la inscripción, por un momento recorde mi sueño antes de abandonar Iga, aquel donde aceptaba las cicatrices que marcaban mi piel, el nombre sugeria las llamas de zorro que podian surgir en los bosques. Avance rauda hasta al altar para orar cuando unos pasos en el solitario lugar llamaron mi atención. Era una niña con mascara de Kitsune. La niña solo se acerco y se dispuso a orar en un silencio absoluto tal vez agradeciendo la abundancia, solo pude observarla sin atreverme a interrumpir sus plegarias. La mascara rememoro los dias en que Shizune, Kaede y yo luciamos las mismas máscaras en los festivales por la cosechas de arroz, cosechas abundantes gracias a Inari. Mi familia siempre destaco los mejores arrozales de Japón.
Tanaka Heya Casa de armamento Caminó con Daichi a la herrería y no pudo evitar que se le escapara una pequeña sonrisa con las últimas palabras de la mujer. —También me gustaría un análisis de esta katana, no sé mayor cosa de ella—agregó a las palabras de Daichi mientras desataba la vaina de su cinturón y la entregaba junto a su espada. Estuvo a punto de pedir una limpieza, pero prefirió guardar sus monedas para más adelante. Fue en ese momento que Daichi mencionó nuevamente a los caballos. Ya lo había dicho como idea, pero averiguar precios para hacerlo realidad era algo diferente. Lo único que pudo hacer Heya fue dedicarle abrir los ojos durante un instante y asentir, después de todo era la manera más rápida de reunirse con los demás.
Casa de armamento (Misato; Heya; Daichi) La mujer sonrió y aceptó primero la katana de Daichi mientras hablaba —Tengo arcos y flechas comunes, aun no tengo la destreza para crear unos personalizados, y menos si esta ciudad no necesita más que herramientas de arado; el arco cuesta doscientas cincuenta monedas, y el carcaj con diez flechas tiene el valor de cincuenta monedas — decía mientas desarmaba con cuidado la espada de Daichi —Este es un sable bastante antiguo, su hoja ha sido forjada con gran aprecio y cariño; se notaba desde el agarre, este tramado es bastante fino; no sólo tienes una katana personalizada para tu familia, sino que tiene gran valor, no creo que pudiera comprarla aunque quisiera — dijo volviéndola a ensamblar y entregándosela a Daichi —Si quieres saber de caballos ve con Harunao o Kioshi en el comercio; seguro podrán llegar a un trato— Después se giró hacia Heya y tomó también su katana; la miró con detenimiento antes de desarmarla, observó el filo con cuidado y luego el nakago para ver la firma del herrero —Es un sable muy bueno, pero no es personalizado; y yo no podría ayudarte para personalizarlo, conozco mis limitaciones, no quisiera dañar tu katana — dijo mientras la volvía a ensamblar —Pero si te encuentras con un herrero con mejores capacidades no dudes en mejorarla — Contenido oculto: Daichi En tu siguiente post tírame un dado de 20 caras por favor Eso le dará el valor de ataque a tu katana Contenido oculto Herrero nivel 2 mejoran armas (máximo un dado de 10 caras) Santuario Misato La niña terminó de orar y se levantó —No debería de permanecer aquí si obscurece; las linternas la guiarán a dónde no quiere ir— dijo para salir corriendo y desaparecer entre los árboles, corriendo hacia la aldea. La noche comenzaba a acercarse.
Misato Aoyama "Las linternas la guiarán a donde no quiere ir" Las últimas palabras de la pequeña calaron en mi mente reviviendo viejas enseñanzas...Kitsunebi...quien sabe si esas llamas me llevasen a un destino incierto; tras lo ocurrido a Takeda en Tsu sabía que no podía subestimar a los espíritus y Yokai que rondan la naturaleza. Asentí a la sugerencia de la niña aunque esta no viese nada, removí el flequillo de mi frente mientras notaba como el ocaso se hacía presente. Aproveche el tiempo, al igual que la niña eleve una oración a los dioses por reunir al grupo sanos y salvos, de por si estábamos perdidos llegamos a una ciudad sin planearlo permitir que algún espíritu desvíe mi camino no era algo que debía permitirme. Una vez acabado mi rezo dirigí mi atención en ubicar la casa de armamento donde los chicos debían estar, la noche estaba por caer y Kioshi aguardaba por nosotros. En la casa de armamento entre y vi a mis acompañantes conversando con la herrera a cargo del establecimiento. —Oh siguen aquí...espero no haberlos hecho esperar, dentro de poco anochecera y creo que deberíamos ir con Kioshi—avise acercándome al par pero en cuanto vi a la herrera pensé en que analizará mi katana. —Disculpe pero ¿Seria tan amable de analizar mi katana?—pregunte mientras deslizaba mis dedos en la empuñadura decorada con nueve franjas carmesi—esta Katana fue el último recuerdo del abuelo antes de morir dejandolo en mis manos, fue su...primera compañera—añadi mientras sonreía con nostalgia, solo sabía que dicha katana le acompaño en su juventud como guerrero. Aunque más adelante consiguió más armas de gran poder, nunca dejó de considerar está katana su mayor tesoro.