Addiction

Aquí les dejo la primera historia que subo a este foro. Espero que os guste y comenteis para bien o para mal. He elegido el género Fantasía, pero hay un poco de todo (romance, acción...). La clasificación puede variar según los capítulos. Como aún no he terminado de escribir la historia, puede que algún capítulo sea subidito de tono, pero aún no puedo decir nada.

INTRODUCCIÓN

Nunca me atrevía a salir de aquí. Este era mi hogar, mis recuerdos. Una vez alguien me dijo que conviene tener más proyectos que recuerdos. Entonces, después de estar encerrada en mi habitación durante horas, la valentía se unió a mí y decidí dejar todo atrás. Nuevo lugar, nueva gente, nueva familia… nueva vida.

1. Capítulo – La despedida

- Cariño, te echaré de menos – me dijo mi madre abrazándome tan fuerte como podía.
-Volveré en navidad, vacaciones… será como si no me hubiera ido. – Intentaba animarla.
- La casa se queda vacía sin ti.
- Sí, porque yo no ocupo nada – dijo mi padre.
Mis padres eran sobreprotectores. Siempre lo fueron. En mis veinte años nunca había dormido fuera de casa. No me imponían normas, simplemente no soltaban la cuerda a la que me tenían atada. Esa fue una de las razones por las que decidí irme a Down-ville. Me ofrecieron un puesto de camarera en un local de noche. Así tendría el día libre para poder centrarme en mis estudios, después de un año sabático.
El ruido del aeropuerto nos hacía gritar para poder escucharnos. Eran principios de Septiembre y el aeropuerto estaba lleno de jóvenes que marchaban a estudiar fuera acompañados de sus familias. Unos lloraban, otros reían… en mi caso había un silencio incómodo. Podía ver la cara de pensativo que ponía mi padre cuando trataba de hacer un comentario chistoso para romper el silencio. Por el contrario, mi madre solo me miraba fijamente como quien mira la tumba de su hijo.
-Te llamaré a diario – dije al fin.
-Eso espero.
Encontré en internet un alquiler cerca del local donde trabajaría. Era pequeño pero confortable. Calculé como pagarlo todo con mi salario y las cuentas cuadraban. Aún así mis padres insistieron en mandarme dinero mensualmente.
Subiendo al avión miles de recuerdos inundaron mi cabeza. Sabía que ya nada sería igual. No tenía confianza en mí misma y estaba casi segura de que me rendiría y volvería a casa en menos que se tarda en freír un huevo. Claro que eso no se lo podía decir a mis padres. Al fin iba a ser autónoma y podría valerme por mi misma. Lo que no sabía era todo lo que me esperaba en Down-ville.
Pasé el viaje dormida o más bien grogui. Al llegar no me costó encontrar un taxi, le di mi nueva dirección y arrancó. Todo el paisaje era extraño para mí. Estaba acostumbrada a ver niños correteando por todas partes, abundantes árboles y puestos. Down-ville parecía triste. No veía niños, los árboles estaban secos y las casas sustituían los establecimientos.
-¿Nueva? – preguntó el taxista sacándome de mis pensamientos.
-¿Perdón?
-Que si eres nueva por aquí.
-Ah… Sí.
-No te costará adaptarte.
-No sé…
-Hemos llegado. – el viaje apenas había durado unos minutos. Saqué mi cartera dispuesta a pagarle el mini viaje – Nada, no te voy a cobrar por unos metros.
-ueno… gracias.
-No te preocupes. Esto puede parecer un poco muerto, pero es genial y…- dudó un momento - digamos fantástico. – No entendí ni una palabra – Espera – me dijo antes de que pudiera bajar del coche – Aquí tienes mi tarjeta – dijo dándomela – Si no consigues hacer amigos solo llámame.
Vaya, si todos eran tan sociables como el taxista no me costaría integrarme. La verdad es que me llamó la atención. Era un chico joven y guapo. No tenía pensado llamarle.
Mi nuevo hogar era precioso por fuera. Después de verlo me esperaba lo peor dentro. Debajo de una maceta estaban las llaves. Por suerte estaba equivocada. A simple vista le hacía falta una mano de pintura, nuevos muebles y poco más, pero era genial. Una barra americana separaba la cocina del salón con una televisión de plasma gigante. En el centro del salón, entre el sofá y la tele, una mesa antigua pero bonita adornada la sala y encima de esta una enorme lámpara de araña colgaba del techo. Al fondo distinguí dos puertas en la oscuridad. Sí, no tenía luz. Los caseros me avisaron de que tendría que ir a verles personalmente y darles la fianza si quería que me dieran luz y agua. Como mi suerte nunca fue muy buena, con el peso de la maleta me dirigí a la primera puerta con la intención de instalarme y dormir un rato. Pero era el baño. Pequeño, por cierto. Muy pequeño. Con una ducha de pie, retrete y lavabo en conjunto. Recorrí toda la anchura de la casa hasta llegar a la otra puerta donde encontré lo que sería mi habitación. Una cama pequeña en el centro y un armario. Nada más. Suficiente.
Me tiré en la cama y llamé a mis padres con las pocas fuerzas que tenía. La conversación no parecía acabar nunca y a ratos me quedé dormida al teléfono. Al fin se despidieron de mí y me dejaron descansar un rato.

 

2. Capítulo-Primeros pasos

Cuando desperté eran las seis de la tarde. Abrí la maleta donde toda la ropa estaba hecha una bola y saqué unos vaqueros y una camiseta blanca de tirantes arrugada. Me tambaleé y caí al suelo intentando ponerme los vaqueros a oscuras. Nada grave. Mi equilibrio nunca fue bueno. Saqué una nota con una dirección escrita de mi cartera y la leí un par de veces para poder entender mi propia letra. Cogí una chaqueta y las llaves y me dispuse a encontrar la actual casa de mis caseros.
Pensé en llamar a un taxi, pero para que no me volviera a pasar lo mismo decidí ir andando. No parecía un pueblo muy grande. La suerte volvió a estar en mi contra y después de preguntar a siete personas y andar casi kilómetros encontré mi destino. Era una casa vieja y se caía a trozos. Me pregunté porque alquilarían la casa nueva y no la vieja.
Toqué el timbre y me abrió una chica joven, de unos 21 años.
-¿Están tus padres? – pregunté sin saludar.
-¿A quién buscas? – me preguntó después de analizarme con la mirada.
- A Jane y David.
- Yo soy Jane ¿Eres Amy?
- Sí… lo siento creía que mis caseros eran más…
- viejos, lo sé – terminó mi frase. – Pasa. – Dijo dedicándome una sonrisa – puedes esperar aquí, voy a buscar a David.
No tenía ningún sentido. Esa casa era horrible por fuera y peor por dentro. Las paredes eran de color oscuro, la maqueta negra y los muebles estaban rotos. No entendía nada. Jane vino acompañada de David que también tendría unos 21 años. Eran una pareja joven y guapa. Parecían modelos, Jane con una sonrisa preciosa y David rubio con ojos verdes.
-Bienvenida ¿Quieres tomar algo?
-No, gracias. Me gustaría pagaros ahora y que me deis la luz y el agua que estoy bastante cansada.
-Claro, ahora voy a buscar todo el papeleo – se despidió Jane dejándome a solas con David.
-Nos dijiste que ibas a trabajar en un local. – sacó conversación.
-Sí, en el Rock&Blood.
-Nos pasamos mucho por allí, así que nos veremos a menudo. ¿Lo has visto ya?
-Que va, cuando he llegado me he quedado dormida y no he visto nada todavía. Mañana veré un poco todo esto.
Llegó Jane con un sobre y papeles.
-Fírmame esto y listo.
-Aquí tienes – le ofrecí el dinero después de firmar.
Jane metió el dinero en un sobre y se lo guardó en el bolsillo.
-Si tienes cualquier problema solo tienes que llamarnos – dijo dándome su tarjeta
-Descuida.
Tendría que hacerme yo también tarjetas, parecía la moda. Esta vez llamé a un taxi que no tardó más de 10 minutos en llegar.
-Esta vez te cobro – rió el chico del volante.
-Claro – sonreí.
Otra vez él. Hubo un accidente a mitad de camino asique para no quedarme dormida le di tema de conversación.
-¿Cómo te llamas?
-No has leído mi tarjeta ¿eh? – ups… - Me llamo James.
-Yo Amy.
-Encantado – dijo mirándome por el retrovisor.
-¿Qué ha pasado? – pregunté respecto al accidente.
-Eh… un accidente supongo. Como se nota que eres nueva.
-¿Ocurren accidentes a menudo? – pregunté asustada.
-Bueno… casi a diario.
-Necesitáis una nueva autoescuela…
-No creo que sean problemas del volante.
No quise preguntar. A este chico le gustaba ser misterioso entonces no le iba a dar el placer de hacerlo. Después de esperar unos minutos más pasamos el tramo del accidente. Pude ver a través de la ventanilla un cuerpo posado en el suelo. Como no había sangre no me asusté demasiado. Ver un cadáver no es muy impactante cuando no hay sangre o destrozos en el cuerpo.
-¡Hemos llegado! – gritó al verme medio dormida.
-Lo siento, estoy agotada… Toma el dinero.
-¡Llámame! – me gritó al salir del coche. Ni lo sueñes…
Al llegar a casa ya serían las ocho de la noche. Encendí la luz y pude ver mejor mi dulce, vacío y silencioso nuevo hogar. Me tiré en la cama y en cuestión de segundos caí dormida.
Al día siguiente me desperté con lo puesto el día anterior. Cogí el móvil de la mesilla y tenía 23 llamadas perdidas de mis padres. Genial. Les llamé e hice todo lo que pude para calmarles y disculparme por no llamarles a la noche. Después de una larga conversación me duché y empecé a preparar el desayuno. Ah no. Que no había comprado comida. Me vestí y salí a la calle en busca del supermercado más cercano. Pregunté de nuevo a unas cuatro personas hasta que di con un supermercado pequeño al otro lado de la calle.
Adivinad quien estaba allí.

 

3. Capítulo – Empieza mi nueva vida.

Ahí estaban Jane y David, empujando los dos juntos el carrito como una pareja de película romántica.
- Hola. – les saludé por cortesía aunque deseaba comprar lo básico y desayunar antes de que me explotara el estómago.
- ¡Amy! ¿Qué tal? – me saludó casi eufórica Jane.
- Bien, tengo que comprar algunas cosas… - dije con la intención de que me dejaran marchar.
- Nosotros ya estamos terminando. Vamos a pedir el servicio a domicilio asique puedes incluir tu compra en la nuestra y te invitamos a desayunar que creo que deberíamos conocernos un poco mejor
La propuesta parecía agradable así que accedí. Compré unos cereales, leche, huevos, algo de carne y lo metí en el “carro del amor”. Lo llamo así porque su compra se basaba en velas aromáticas, champagne, canapés e incluso una sartén en forma de corazón. Demasiado.
Después de pagar nos dirigimos al bar del frente. Cuál fue mi sorpresa al ver el cartel “Rock&Blood”. Al entrar parecía un local tranquilo. Solo tres mesas estaban ocupadas por parejas e hijos.
-¡Hola Charlie! – saludó Jane al camarero.
-¡Hola preciosa! – le contestó este - ¿Hoy venís acompañados?
-Sí, te presento a Amy. Tu nueva empleada creo.
-¡Encantado! – dijo saltando por la barra para darme dos besos.
-Encantada… - dije cortada.
-Esta noche empiezas ¿Preparada?
-Supongo…
-Seguro que lo haces genial – intervino Jane – Ponnos lo de siempre ¿y tú Amy?
-Hmm… un café, dos tostadas, un zumo de naranja y un croissant por favor.
-Vaya, que estómago – comentó Charlie.
Cogimos sitio en una de las mesas entre dos pequeñas familias.
-Cuéntanos algo de ti – me dijo Jane. David no parecía demasiado hablador esa mañana, aunque Jane tampoco le daba margen para participar.
-No sé… Mañana empiezo las clases.
-¿Estudias y trabajas?
-Sí… pero las clases son a distancia, solo tengo dos días a la semana.
-¿Qué vas a estudiar? – preguntó intrigada.
-Veterinaria – la pareja soltó una risilla.
-Entonces no te va a faltar trabajo – rió David.
Empezaba a sospechar de este lugar. Todos los habitantes parecían simpáticos y abiertos pero a la vez reservados y sobretodo muy misteriosos. No me gustaban esos misterios y tampoco quería preguntar, no vaya a ser que no me gusten las respuestas.
Esperando a que nos sirvieran los desayunos dejé de prestar a tención a la charla de Jane y David sobre el tiempo y fijé mi interés en una mujer que entró en una puerta que había al fondo del local. Pensé que era el baño pero Charlie entró detrás. Poco después salió con unos vasos vacíos en una bandeja. Extraño.
No tardó mucho más en servirnos el desayuno.
-Aquí tenéis – sonrió – Entonces te espero a las diez Amy – volvió a sonreír y se fue.
La pareja pidió el mismo desayuno. Dos cafés y una tostada para compartir. Entre los dos tardaron en comerse la tostada el mismo tiempo que yo en tomarme todo mi desayuno.
-Vamos a casa, pronto llegará el pedido. – dijo Jane.
Tenían el coche aparcado fuera. Un Citroën bastante antiguo. David conducía. Cuando llegamos no vomité por poco. El trayecto no duró más de un minuto. Que velocidad, por dios.
Me invitaron a comer y por pereza a prepararme la comida accedí. A lo tonto pasé toda la tarde en su casa, incluso cené con ellos. La tarde fue agradable. Reímos y nos conocimos mejor. Me di cuenta de que era Jane la que llevaba los pantalones en esa casa. David apenas hablaba pero cuando lo hacía siempre nos hacía reír.
-Tengo que irme, no quiero llegar tarde el primer día. – dije mirando el reloj.
-Yo te llevo – se ofreció David. Así seguro que no llegaba tarde.
En el coche llamé a mis padres para que no ocurriera lo de ayer. Les metí prisa diciéndoles que llegaba tarde y colgué pronto.
-Hemos llegado, puedes abrir los ojos – rió David al ver que tenía los ojos cerrados con todas mis fuerzas. – podrías haberme dicho que no te gustaba la velocidad.
Me despedí y entre en el local. Menudo cambio. El pequeño café de esta mañana había cambiado por completo. Unas luces de neón me hicieron entrecerrar los ojos. La música hacía que mis oídos temblaran a su ritmo. La muchedumbre me impedía el paso.

 

4.capítulo – la sala

-¡Amy! – me gritó Charlie desde el otro lado de la barra.
Solo estaban él y otra camarera. Me abrí paso como pude y llegué a la barra.
-Ya puedes empezar – sonrió.
Me acerqué a dos chicos que estaban intentando pedir algo.
-Dos cubatas y si te quitas la camiseta te doy buena propina.
Ni lo sueñes. Les puse las copas, les cobré y me acerqué a otro chico de la barra. La noche pasó rápido. Mientras yo andaba recorriendo la barra de lado a lado como una loca, Charlie y la camarera se pasaban a la sala del fondo.
-¿Te ayudo con la otra sala? – pregunté con mi mejor intención.
-Me parece que es un poco pronto para subirte a ese “nivel” – dijo haciendo con los dedos las comillas.
No pregunté más y me dediqué a mi trabajo. Dieron las seis de la mañana cuando el bar empezó a quedarse vacío. Observaba a la gente que salía de esa extraña sala. No parecían tener nada especial a simple vista. Pensé que sería alguna sala VIP a la que solo acudían personas de alto nivel social. ¿Sería eso a lo que se refería Charlie al decir “nivel”? Ensimismada en mis pensamientos el local se vació por completo.
-Creo que hoy has hecho un perfecto trabajo a pesar de ser tu primer día. – me felicitaba Charlie. – debes estar cansada asique no te preocupes por esto, ya recojo yo así que puedes irte.
-Prefiero ayudar, no estoy tan cansada.
La verdad es que no quería volver a casa sola, para estar sola, dormir sola y levantarme sola.
-¡Hasta mañana Charlie! – gritó la camarera que ya se iba. Acto seguido tiró la bandeja desde la entrada y Charlie la cogió cual perro cogiendo un fresbee.
-Vaya, que reflejos. – me asombre.
-Este trabajo los requiere – sonrió.
Mientras barríamos y recogíamos todo salió la última persona de la sala.
-Otra vez nos vemos, debe ser el destino – bromeó.
Era James. Llevaba unos vaqueros desgastados y una camisa blanca medio abierta. Un taxista no puede ganar tanto como para permitirse entrar en una sala VIP.
-Hola – saludé - ¿Te pasas a menudo por aquí? – pregunté intrigada.
-Casi a diario – sonrió. – No sabía que trabajabas aquí.
-Es mi primer día…
-Tengo el taxi fuera ¿quieres que te lleve a casa?
-¡Sí! – contestó Charlie por mí guiñándome un ojo – Ya termino yo con esto, así no tienes que ir andando.
-Bueno… está bien. – dije poco convencida.
Una vez fuera monté en el taxi y James sacó tema de conversación.
-Puedo llevarte a casa todos los días si quieres.
-Me harías un favor la verdad…
-Entonces dicho y hecho – sonrió sin dejar de mirarme por el retrovisor.
-¿Qué es esa sala donde estabas? – pregunté ya más intrigada que antes.
-Si no te lo ha dicho Charlie no creo que tenga que hacerlo yo… si me invitas a tu casa te lo cuento.
Buf… todos eran demasiado extrovertidos para mi gusto. Como la intriga me invadía le invité a entrar.
-No tengo nada para beber.
-Tampoco creo que tengas nada que me guste.
-¿Especial con las bebidas?
-Y con las comidas – rió.
-¿Me vas a decir que es esa dichosa sala?
-Es un secreto a voces… Tal vez deberías averiguarlo por ti misma.
-Me has dicho que me lo contarías.
-Te daré pistas. – dijo divertido. – Son las siete de la mañana, ya ha amanecido. Mañana prometo llevarte a un lugar donde descubrirás todos los misterios de Down Ville.
Tampoco tenía nada mejor que hacer y accedí. Poco después James marchó y yo me eché en la cama. Me desperté a las cinco de la tarde, llamé a mis padres, me preparé y desayuné y me dirigí a la presentación que tenía de las clases. Sería un día agotador, aunque todavía no sabía lo que me caería encima.

 

5. Capítulo – Nueva gente, más sorpresas.

A las seis de la tarde llegué a clase. Todos parecían conocerse. Tenía compañeros desde los 18 años hasta los 50. Me senté en una silla, de esas que tienen la mesa incorporada, sí, esas que son tan incómodas como dormir sobre ortigas.

Entró en el aula un chico de unos 20 años y se puso a escribir en la pizarra. Sam Becker. Nunca había tenido un profesor tan joven. Apoyó sus libros sobre la mesa y todos prestaron atención.

- Hola. Soy Sam Becker, vuestro profesor. Nos veremos los lunes y miércoles desde las seis de la tarde hasta las ocho. Como son estudios a distancia tendréis que empinar los codos como nadie. Estudiar, estudiar, estudiar y sobretodo practicar. Bien, podéis presentaros.

Cada alumno dijo su nombre, edad y donde vivía. Cuando llegó mi turno, al levantar de la silla del diablo, se me enganchó la camiseta en la mesa por lo que caí de culo de nuevo en la silla. Todos aguantaron la risa y entre susurros empecé a presentarme. Cuando por fin terminé quería que la tierra me tragara.

- No te preocupes, a todos nos pasa lo mismo con estas horribles sillas – me dijo la chica que tenía al lado.

Cuando todos mis nuevos compañeros terminaron de presentarse, Sam se despidió dándonos el calendario con los días festivos y la lista de libros que deberíamos comprar. Cuando se acercó a mi nuestras miradas conectaron. Un extraño brillo en sus ojos me dejó hipnotizada.

A la salida me encontré de nuevo con la chica que se sentaba a mi lado.

- Hola, soy Kate.

¿Otra tarjeta? Pensé.

- Amy – dije sin mucho entusiasmo.

-Creo que vivimos cerca, podemos ir juntas.

Empecé a sospechar que este pueblo tenía información confidencial mía y que me habían investigado antes de llegar.

La verdad es que me pareció una chica simpática. Apenas tuve tiempo de decir palabra, pues no calló en todo el camino. Resultó ser mi vecina, vivía en la casa que tenía al lado.

- Algún día podemos quedar para estudiar o podemos quedar el siguiente día para ir a clase ¿Qué te parece? – me invitó entusiasta.

- Claro – sonreí.

Entré en casa desganada de ir a trabajar. En dos horas comenzaba mi jornada. Justo cuando me senté en el sofá tocaron el timbre. Tan oportunos como siempre.

- Hola Amy, servicio a domicilio

Era David con la compra.

- Muchas gracias. De todos modos tengo que volver a comprar algo más.

- No hay problema ¿Quieres que te acompañe y cargamos juntos con la compra?

-Desde luego.

Fuimos juntos al supermercado y me sorprendí de lo gracioso y carismático que era David. Sin Jane hablaba mucho más, me hacía reír y era muy pero que muy educado. Cargó con las bolsas más pesadas hasta mi casa y le invité a entrar.

- He quedado con Jane en “Rock&Blood” a las diez.

- A esa hora comienzo el trabajo. Puedes quedarte a cenar si quieres.

Accedió y cenamos juntos. Nada muy trabajado, un par de pechugas de pollo a la plancha con un poco de ensalada. Me ayudó a preparar la cena, a poner la mesa e incluso arregló un par de bombillas y sintonizó la televisión con nuevos canales. Mi vida sería mucho más fácil con un hombre conmigo. Claro que él ya estaba cogido.

- ¿Qué opinas de Down Ville? – me preguntó al terminar la conversación sobre mi primer día de clase.

-La verdad es que es un lugar misteriosos, para qué negarlo. Vosotros y un chico al que conocí hacéis que esto parezca una autentica locura. No estoy acostumbrada a que la gente se presente a cualquier, allí somos más distantes.

-Misterioso dices… Yo diría que es un lugar fantástico. Creo que pronto lo averiguaras por ti misma.

Recogimos pronto y nos dirigimos al local. James estaba en la puerta esperándome al parecer. Mi sorpresa fue brutal cuando David se arrojó sobre él. El susto pasó deprisa, luego me di cuenta de que lo que parecía una pelea era un abrazo de lo más cariñoso. Resultaba que se conocían desde niños, es más eran mejores amigos. Acabé asumiendo que las sorpresas serían cotidianas en mi nueva vida.

 

6.Capítulo - Intento fallido.

La jornada de trabajo fue dura y cansada, pero pensar que James me descubriría algunas de las preguntas que rondaban en mi cabeza hizo que el turno pasara rápido. Cuando terminé James estaba esperándome.

- ¿Lista?

- Siempre.

Me puse la chaqueta y nos dirigimos al coche aparcado en frente del local. Le comenté el disturbio que hubo en el local del cual él no sabía nada por que estuve en la sala del fondo. Fue lo de siempre, una chica y dos chicos. Podéis imaginarlo: yo la vi primero, pero ella me quiere a mí, puñetazo, patada, botella rota… Lo extraño no fue la pelea. Lo extraño fue que cuando uno de los chicos comenzó a sangrar de la cabeza en un abrir y cerrar de ojos aparecieron dos chicos más que debieron de salir de la sala del fondo y a los que Charlie tuvo que sujetarles para que no fueran en contra del chico lastimado.

- Hemos llegado – dijo James aparcando el coche.

- ¿Esta no es la casa de Jane y David? – pregunté anonadada.

-Sí pero nosotros vamos al bosque – me contestó señalando detrás de la casa.

Baje del coche, tropecé y James me agarró.

-Gracias…

Al levantar la vista James estaba demasiado cerca de mi cara. Notaba su aliento contra mi rostro. Había traspaso el círculo imaginario de espacio personal.

- Gracias – repetí alejándome de él.

Este se apartó y me dirigió hacia la parte trasera del hogar de Jane y David. Era un bosque repleto de árboles. Todo estaba oscuro a esas horas de la madrugada, poco faltaba para el amanecer.

- Solo tienes que esperar un momento…

La espera se me hizo interminable, hasta que al fin pude distinguir entre los arbustos una pequeña silueta. Empezó a brillar y el resplandor me cegó por completo. Cuando mi vista se adecuó a la luz David estaba a escasos metros de nosotros.

-¿Qué hacéis aquí? – preguntó confundido y lanzó una mirada desafiante a James.

-Tío… tenemos que enseñárselo todos lo saben menos ella.

-Enseña tus trapos sucios pero no los nuestros – dijo en un tono enfadado agarrando de la mano a Jane.

Juraría que Jane no estaba junto a él cuando le vi. Jane me sonrió mientras se alejaba. Estaba sangrando del labio y me imaginé (gracias a mi mente sucia) que habrían tenido un encuentro alocado.

- No se cortan ni un pelo… - pensé en voz alta.

-¿Perdón? – me pregunté James que no entendió bien lo que dije.

-Nada, nada…

Volvimos al coche y no pude aguantar una risilla.

-¿Qué se supone que debería fascinarme, emocionarme… o alucinarme como tú decías?

-Parece que no quieren ayudarme… entonces te enseñaré otras cosas… pero tendrás que esperar hasta mañana.

-Genial.

El sol comenzó a salir. De camino a casa aviste otro accidente cerca del bosque. Esta vez la ambulancia no había llegado y pude ver a un hombre tendido en el suelo, sin una gota de sangre como el anterior, pero claramente fallecido. James apenas reparó en ello.

Cuando llegamos a mi casa le invité a entrar pero tenía que trabajar. La verdad es que se lo agradecí, así podría dormir unas cuantas horas antes de salir a comprar los libros de clase y alguna cosilla más para comer.

Dormí plácidamente durante media hora. Sí, solo media hora. Mi móvil me despertó. Eran mis padres preguntándome si había tenido buen día, como era mi trabajo, si me gustaba algún chico, si tenía leche en casa, si iba al baño con regularidad… todas las preguntas inimaginables que pueden hacerte unos padres y no por eso cada cual menos estúpida que la anterior. Después de responder un largo cuestionario me dirigí a la cocina, desayuné unos cereales con leche y salí a la calle en busca de una librería

Tras preguntar cinco veces hallé una a dos manzanas de mi casa. Entré y le tendí al dependiente la lista de los libros que necesitaría. Mientras esperaba a que los buscara el timbre de la puerta me asustó. Un joven empezó a reírse de mi pequeño grito.

- Hola Amy – saludó cortésmente.

Era Sam, mi nuevo profesor. Me extrañó que entre tantos alumnos recordara mi nombre.

-Me alegra ver que pronto comienzas a estudiar. – dijo señalando al librero que ya tenía mis libros preparados. Pagué y miré a Sam.

- Si bueno... quiero esforzarme un poco este curso.

- No tienes que creerte todo lo que digo… Siempre me gusta asustar a mis alumnos al principio del curso, pero ya verás que no es tan duro como lo pinto. – me sonrió.

Mientras pedía un par de bolígrafos, borra gomas, lápices y demás materiales al librero vi algo chocante en su actitud. Al tiempo que pedía sus enseres fijaba su atención a lo lejos y no al librero. Hablaba pero sus ojos apuntaban a otro lugar y hacía pequeñas muecas. Creía que ese lugar acabaría volviéndome loca si es que aún no lo estaba…

 

7. Capítulo – Mala caída.
Al salir de la librería me encontré con David. Pensaba que estaría un poco irritado por lo que quiso hacer James, sea lo que sea que quería hacer. Pero me equivoqué. En cuanto me vio sonrió de oreja a oreja y se acercó a mí amigablemente.

— ¡Hola! ¿Necesitas ayuda? – me preguntó al verme cargar con todos los libros.

— No, no pesan, tranquilo – mentí, ya que estaba empezando a no llegar a la sangre a mis dedos de la presión que hacía la bolsa.

— Iba a pasarme por tu casa, parece que alguna bombilla no anda del todo bien – me dijo.

Si era así, no me había dado ni cuenta. Me acompañó hasta mi casa y le invité a entrar. Cuando encendí las luces, yo estaba en lo cierto; todas las bombillas estaban en perfecto estado.

— Creo que todo está bien…

— Sí, solo era una escusa, quería hablar contigo tranquilamente.

— No hace falta inventarte escusas para hablar conmigo – sonreí un poco confusa.

— Si que hacen falta… aún no conoces bien a Jane y sus horribles celos.

— ¿Está celosa de mi? – pregunté un poco asustada.

— De ti, de las vecinas… incluso estaría celosa de mi propia madre si aún viviera.

— Vaya…

David se sentó en el sofá y esperó a que yo hiciera lo mismo. Así hice, me miró directamente a los ojos y empezó a hablar.

— Mira Amy… James es como un crío, no se toma enserio nada. No es en absoluto responsable y ayer estuvo a punto de meterte en un lío o ponerte en peligro. — Empecé a ponerme muy nerviosa.

— ¿Ponerme en peligro? ¿A qué te refieres? — pregunté con un hilo de voz.

— Hay cosas que es mejor que no sepas por tu propio bien.

— No entiendo nada… — mi cabeza daba vueltas.

— Tienes que darle tiempo al tiempo, pronto entenderás todo.

— Está bien…

— Tengo que irme. Si Jane te pregunta he arreglado las bombillas ¿vale?

— Sí, sí…

Y se marchó. Así, sin más. En este pueblo estaban todos de atar. Dejé mis nuevos libros en mi cuarto. Pegué una ojeada por encima y parecía que tendría que estudiar mucho… Alguien tocó el timbre. Abrí de mala gana y era James.

— Hola, quería hablar contigo…

Esto era un son vivir.

— Adelante — le invité a entrar.

Se sentó en el mismo lugar con David y yo a su lado.

— Amy… me han llamado la atención “los de arriba” – dijo haciendo un gesto de comillas con los dedos. — No puedo contarte nada así que tendrás que descubrirlo tú sola.

— Genial… estoy empezando a tener un poco de miedo – pensé en voz alta.

— ¿Miedo? No lo tengas, simplemente quieren que vivas en una burbuja al margen de la realidad, aunque la realidad es totalmente distinta a la que tú conoces.

Cada palabra me parecía extraña. No entendía nada de lo que ocurría.

— Sé que eres una chica inteligente y podrás adivinarlo tú sola. No me han dicho nada sobre dar pistas así que te ayudaré en lo que pueda.

Esta historia comenzaba a aburrirme. ¿Por qué no me dejaban en paz? Nadie me había preguntado si yo quería saber todos esos misterios, yo había ido a ese lugar con la intención de ser autosuficiente, sacarme mis estudios y poder vivir la vida a mi manera. No quería meterme en estos embrollos.

— Es más fácil de lo que piensas. Estoy seguro de que estos días has estado viendo cosas muy raras. Une todo lo que has visto y saca tus propias conclusiones. Tengo que irme, nos vemos esta noche.

Marchó. Decidí no pensar en todo aquello. Mi cabeza estaba a punto de estallar así que volvía meterme a la cama hasta la hora de trabajar. Desperté a las ocho de la tarde, cené un poco de carne y me dirigí al “Rock&Blood”. Charlie estaba esperándome sonriente.

— Hola preciosa – saludó.

— Hola Charlie…

— Tienes mala cara…

— Me duele un poco la cabeza.

— Vete a casa si quieres…

— No, mejor me quedó aquí para mantenerme ocupada.

— Como quieras, pequeña.

Me puse al otro lado de la barra y comencé a servir copas. A eso de las tres de la madrugada Charlie vino corriendo hacia mí.

— Amy, vas a tener que hacerme un favor…

— Lo que quieras.

—- Se que va a ser un poco duro para ti, pero tienes que servir en la sala del fondo.

— ¿Ocurre algo? – dije al ver su cara de preocupación

— La otra camarera está enferma y me estoy ocupando yo solo de esa sala, pero me han llamado del hospital, mi madre está ingresada en estado grave y tengo que irme.

— Sin problemas, enseguida voy. Espero que se recupere…

— Ya te contaré… - juraría que vi una lágrima recorriendo su rostro. — Seguro que puedes afrontarlo, no te asustes y actúa con normalidad. Ten cuidado. — me besó en la mejilla y salió corriendo.

El local entero se quedó a mi cargo. Por fin descubriría lo que se escondía tras la puerta del fondo. Cogí la bandeja y me dirigí hacia allí. Al entrar una nube de humo nubló mi vista. La sala era diferente a lo de fuera. Aquí había poca luz, no había mesas y sillas, por el contrario había sofás muy cómodos y una suave música.

— ¿Qué queréis tomar? – pregunté a dos hombres que reían en uno de los sofás.

— Dos de “A positivo”.

Pensé que sería una nueva bebida. Recogí vasos vacíos y me dirigí a la barra. Empecé a buscar botellas con el nombre “A positivo”. No encontré nada. Recordé a Charlie cogiendo bebida de una pequeña nevera de la cocina. Cuando encontré y abrí esa nevera casi me desmayo. Estaba llena de sobres de… ¿Sangre? Odiaba la sangre… No podía ser. Cogí uno de los vasos vacíos que había recogido. Aún había un líquido rojo en el fondo. Era una guarrada pero metí el dedo y chupé. Las arcadas no tardaron en llegar. En efecto, era sangre. ¿Qué clase de monstruos bebían sangre? Vertí el contenido de la bolsa en dos vasos. Casi perdí el equilibrio, pero tuve que hacerlo por Charlie y les serví a los dos hombres de la sala. Al recoger más vasos, ahora que sabía cual era el contenido me mareé y caí de espaldas en el suelo. Tanta suerte era la mía que me di con la esquina de una mesa en la cabeza. Empecé a sangrar y desde ese momento perdí en conocimiento.

 

8. Capítulo – Celos y miedo.

Desperté en una habitación la cual tenía las paredes forradas con un papel de flores con colores cálidos. El olor era suave y me relajaba. Al abrir los ojos la poca luz de la sala me deslumbró. Veía borroso hasta que mis ojos se hicieron a la luz. Alguien estaba sentado a mi lado.

— Por fin despiertas.

Al oír su voz un cosquilleo recorrió mi cuerpo. Era David…

— Hmm… mi cabeza… - me quejé.

Cuando me toqué noté que una venda envolvía toda mi cabeza. Intenté incorporarme en la cama pero parecía que mi cerebro bailaba dentro de mí, como si unos enanos estuvieran tocando tambores dentro. Al pensar eso, descubrí que estaba delirando.

— Descansa un poco más.

Otra vez esa voz tan dulce. Cuando volví a despertar me encontraba en la misma habitación. Unas fuertes voces al otro lado de la puerta me despertaron de mala manera.

— ¿Estás mejor? – me preguntó James que se encontraba sentado en una silla delante de la cama.

— Creo que sí… ¿Qué me ha pasado?

— Tuviste una mala caída anoche y te golpeaste la cabeza.

Entonces me acordé de todo. Sangre. Bebían sangre.

— ¿Qué sois?

— No me metas en el mismo saco… David te lo explicará luego, él te salvó.

¿Me salvó? ¿Salvarme de qué? Solo fue un golpe en la crisma ¿no? No fui ni al hospital…

— ¿Qué ocurre ahí afuera? — pregunté escuchando más gritos.

— Peleas conyugales. – rió James.

Estaba a punto de volver a dormirme cuando entró Jane.

— ¿Te encuentras mejor? – me preguntó, pero esta vez noté algo de recelo en su voz. Podrías decir incluso que noté ira, como si no quisiera que me recuperara.

— Sí, gracias.

— No me las des a mí — volvió a contestarme borde — ha sido David el que te sacó de allí, ahora le verás como tu héroe, tu salvador ¿no? — y después de eso marchó dando un enorme portazo lo cual hizo que notara que mi cerebro estallaba.

— No se lo tomes en cuenta — me calmó James — seguro que se le pasa.

— ¿He hecho algo malo? — pregunté preocupada.

— No, que va. Está enfadada con David. No soporta que se acerque a nadie que no sea ella, y como él te salvó… no la entiendo, ¿qué tendrías que haber hecho? ¿Dejar que murieras?

— Así no me clamas James… ¿Me puedes explicar que ocurrió anoche?

*Flashback*

Un fuerte golpe hizo que la sangre de aquella muchacha se derramara en el suelo. Toda la sala se puso en pie. El olor que desprendía era delicioso, dulce y agrio al mismo tiempo. Un grupo de hombres y mujeres la rodeaban y se peleaban entre ellos por saber quien disfrutaría de ese placentero manjar. Otro hombre fue quien impidió que el caos se desatara. Protegió a la chica con su cuerpo, incluso peleándose con su propia esposa. No era el más fuerte, pero tuvo la suficiente energía para pelear con quien se acercará a la chica tendida en el suelo. Empujó a un hombre y lo empotró contra la pared, haciendo que este cayera inconsciente. Mordió a otros dos que también lo intentaron. Una joven mujer se acercó a él sonriente:

— Proteges bien la cena, cariño.

Y acto seguido los colmillos crecieron en el interior de la hermosa boca de la joven. Sus ojos se entornaron rojos por la sed y se lanzó sobre la adolescente. El hombre no lo permitió y mordió con fuerza el cuello de su esposa. Cogió el cuerpo de la joven desangrada y corrió tan rápido que los ojos de los humanos no fueron capaces de distinguirlo.

*Fin Flashback*

Cuando James dio por finalizada la historia, caí en estado de shock. Querían beber mi sangre, querían matarme y David me protegió. No solo eso, si no que se peleó con su mujer por mí, por salvarme la vida.

— Entonces… ¿qué son? – logré decir al fin.

— Te dije que este pueblucho estaba lleno de incógnitas.

— Son…

— Vampiros — concluyó David mi frase.

Los dos nos quedamos mirándonos fijamente. Sus ojos negros se posaron en los míos haciendo que me estremeciera.

— Pero… — no lograba encontrar palabras para describir mi asombro.

— Entiendo que quieras marcharte ahora que lo sabes. Vuelve con tu familia, protégete a ti misma. — me dijo con voz fría.

— No…

— ¿Cómo?

— No pienso marcharme.

Algo en mi interior gritaba con fuerza. Mi instinto me obligaba a salir corriendo de esa casa, de Down Ville. Pero algo aún más fuerte me obligaba a quedarme. Ni yo misma era capaz de saber que era lo que me ataba a no irme.

— ¿No me tienes miedo? — me preguntó David acercándose a mí lentamente.

— No… — por mucho que temblara mi cuerpo no era el miedo lo que hacía que me sintiera así.

— Aún no te has recuperado del todo… Te llevaré a casa. Descansa.

Dicho esto me volvió a coger en brazos. El contacto con su piel fría, impactó con la mía haciendo que un escalofrió me recorriera desde la cabeza hasta los pies.

— ¡Llévatela! ¡Vete con ella! – gritó Jane furiosa.

En menos de un minuto estaba echada en mi cama.

— James se quedará contigo. Mañana te irás de aquí. — dicho esto marchó de nuevo.