Estaba sentada, sola, sin ningún rastro de compañia viviente, solo su computadora color negro. Tecleaba y tecleaba, ella sólo obserbava la pantalla y reía. Su madre, por otra parte, acababa de levantarse de la computadora para ir a comer, eran las cuatro de la tarde y no había ni siquiera desayunado. -Pero sí, te acabas de levantar para comer, sólo para eso, ahorita vas y te vas a retacar en la computadora, pues sí, es lo unico que te importa- comentó en modo de protesta el tío de la joven que estaba sentada, mientras que su madre lo miraba sorprendida. -No, solamente jugué un juego en Facebook, nada más, además, no he desayunado- habló la madre mientras seguía preparando su quesadilla. La niña, que sólo observaba guardó silencio y se interesó más en seguir tecleando. Su tío había regañado a su madre, por que en lugar de cuidar a su hermana pequeña, de apenas dos años de edad, se había ido a jugar un juego en la computadora. -Abril, ve por tu hermana para que tu tío no esté chingando- pidió la madre. La niña se dirigió hacia la puerta y vio a su hermana queriendo abrir la puerta del carro de su tío. Hizo que la niña soltara la puerta y la llevó consigo en dirección a la puerta. Pero antes de que pudiera cerrarla entró su padre. -Gabi, ¿no ves a la niña?, ahí anda comiendo tierra sepa qué chingadera más- protestó el padre. La madre lo miró enojada, aventó el queso, aventó las tortillas y sujetó a la niña del brazo jalándola brutamente. -¡Deja en paz a la niña, la estás lastimando!- gritó el padre mientras le quitaba a la niña de la mano. Abril, que por el momento sólo observaba, se levantó del sillón negro y trató de sujetar a su hermanita, pero su madre lo impidió y salió de la casa con ella en brazos. -Gabi, cálmate, sólo decía. -No, Jaime, estoy harta, harta de que tú y tu hermano se la llevan regañándome, ¿no ven que estaba comiendo?, ¡déjenme en paz!, estaba comiendo, cómo chingan- y así, azotó la puerta de afuera y salió a la calle mientras el padre, Jaime la seguía por la espalda tratando de llamar su atención. Por otro lado, la joven niña de a penas tenía trece años, tomó su computadora y salió de la casa. Se dirigió a un parque, un parque lleno de rosas, y ahí, empezó a escribir su historia, aquella historia donde era muy feliz, pero la felicidad duraba muy poco. Pobre de aquella niña, aquella que aunque quiciera meterce en la plática, no la dejaban, para ellos ella sólo era una niña que sobrara en la discución. La niña, que tiene aún un gran nudo en su garganta, tomó de nuevo su computadora y se dirigió de nuevo a la casa de su tío. Una lágrima rodante salió de sus ojos, y maldijo todo aquello que le daba problema... aunque ella no quería maldecir, ella sólo quería vivir en paz.