Microrrelato A través de la ventana.

"10 de Enero de 1996, un accidente automovilístico fatal provoca la muerte de seis personas; Miriam Noroeste es la única que sobrevive, aunque con daños irreparables."

No podía hablar, sonreír, llorar, reír o simplemente enojarse como tantas veces había deseado. Cualquier intento de alguna expresión en su rostro había resultado ser un acto en vano y había dejado de intentarlo hacía ya bastante tiempo. Sus ojos eran lo único que podía mover con soltura y, aunque nadie lo supiera jamás, hacerlo era sentir que podía hacer todo lo que su condición no le permitía. Claro, sin olvidar que su audición era perfecta.

Aún podía maravillarse, aún podía ver lo que sucedía a su alrededor. Oír la brisa filtrarse de manera traviesa por la ventana, ver danzar las cortinas con pasos hipnóticos rozando las paredes blancas de su habitación como una caricia llena de delicadeza. Escuchar las risas de los niños venir de alguna parte era la melodía más preciosa que la vida le brindaba con modestia. Pero a veces, aquellas risas eran opacadas por los gritos de sus hermanos discutir su futuro.

Muchos de los miembros de su familia estaban apagados por la tristeza, la agonía que ella no sentía y la amargura que todo aquello les provocaba. Sabía que era una carga, pero no podía hacer nada. Más de veinte años habían sucedido desde ese fatídico diez de enero y los vestigios de aquel día no habían desaparecido en lo absoluto. Al menos no para todos ellos. Por su parte, sólo le quedaba disfrutar de lo más simple mientras aún tuviese vida. Ver el mundo a través de la ventana era su pequeño trago de gloria y el privilegio que no muchos tenían.

Decidieran lo que decidieran el asunto no le asustaba, estaba preparada, tal vez desde siempre...