Arena Sangrienta Casa Nitodrius

Tema en 'Partidas Inacabadas' iniciado por SacriDH, 16 Junio 2020.

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    SacriDH

    SacriDH Quieres que lo haga? Está bien pero... lo romperé

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    Nadie sabe quién es Nitodrius. A quien se le pregunte te dirá que jamás lo ha visto, pero que existe y es el dueño de ese tenebroso lugar. No se sabe dónde está realmente esa casa de gladiadores pero es muy pequeña y se sabe que está en la entrada de algún bosque. El lugar tiene tres pisos. En el primero están las habitaciones de los aspirantes a gladiador. En el segundo la cocina, muy pequeña, un baño, aún más pequeño donde tienen que entrar a bañarse de a 3 personas y parados, y la forja de la cual sale un extraño calor frío. Al tercer piso nadie puede subir salvo los empleados de mayor rango.

    El tercer piso da a un claro rodeado de árboles. Ese es el patio de entrenamiento. Se dice que se puede escapar de casa Nitrodrius cruzando el bosque. Sólo es un decir porque nadie lo ha logrado realmente.

    Angolo es un sujeto delgado de piel cetrina. Es el encargado de entrenar a los aspirantes a gladiador en fuerza y resistencia. Si quieren entrenarse en alguna de estas características sólo deben pedírselo.

    Rostolfo es el encargado de la cocina y es terriblemente odioso. Pocos saben de dónde saca los ingredientes para sus comidas pero puedes ir a tratar de averiguarlo. Es un tipo obeso con un mostacho y siempre va a todos lados con una espátula del tamaño de un mandoble.

    Agrino es el herrero y el único de los tres empleados de mayor rango con el que se puede tener una conversación. Es un jovencito flacucho y de baja estatura, de unos trece años con, según dice, cuarenta años de experiencia en la forja. Pueden pedirle información o tratar de convencerlo de que les forje algún arma única, pero no sin realizar algún recado antes.

    En el sitio no hay muchos gladiadores y son muy poco conversadores pero de vez en cuando cruzan palabras con los demás. Tienen habitaciones individuales aunque muy pequeñas.

    rapuma

    No hace falta que les diga que deben tirar un dado por cualquier cosa que hagan. Sólo pueden entrenar o ir a la forja a pedir información o pedir un arma o intentar escapar a través del bosque una vez hasta que se resuelva lo que hayan pedido. Lo demás como hablar entre ustedes, conocer otros gladiadores, comer, bañarse, hacer sus necesidades, etc. pueden hacerlo a su gusto y explayarse libremente como gusten
     
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    rapuma

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    Sextus

    Nada. Vacío. Completa oscuridad en la consciencia y silencio, sobre todo. Eso vivió Sextus en el momento en que su cabeza fue arrancada de cuajo en la arena y su alma se entregaba a los Dioses. No había paraísos, tampoco infiernos; un limbo de tiempo donde la oscuridad y el silencio eran reinantes.

    Hasta que despertó. Primero pensó que todo había sido un sueño, ¿era posible? Pero los hilos de algodón en su cuello le decía lo contrario. Y a todo esto la cabeza le explotaba con una jaqueca horrible. ¿Dónde estaba? ¿Era el infierno este lugar?

    Caminó con prisa por los pasillos, intentando pasar desapercibido, sin saber si los que estaban allí eran amigos o enemigos. Se dirigió al herrero, el muchacho parecía saber lo que hacía.

    —Muchacho. —a su pesar la voz salió débil y opaca. —¿Qué es este lugar? ¿Y como es que estoy vivo?
     
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    SacriDH

    SacriDH Quieres que lo haga? Está bien pero... lo romperé

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    Sextus rapuma

    Todo ese lugar era raro y hablar con el niño con un martillo enorme lo era aún más. Él te miró y te sonrió con toda su boca aunque una de las comisuras de sus labios se arqueó hacia abajo de manera confusa.

    —¿Y tu eres?

    Le diste tu nombre.

    —Ah sí, entiendo —luego de eso ambas comisuras se arquearon hacia abajo aunque siguió sonriendo. Te restó importancia y volvió a su tarea de calentar el acero que estaba trabajando—. Cuanto menos sepas sobre por qué estás vivo mejor. Sólo agradécele a los dioses y ya, no era tu hora.

    ¿No era tu hora? ¿Realmente? Te cortaron la cabeza, si esa no era tu hora ¿cual sería?

    —Este lugar te ha reclutado como aspirante a Gladiador. Es muy raro que alguien de nuestra casa sea Gladiador, ¿sabes? La mayoría suelen entrenarse para eso pero luego terminan siendo reclutados por la legión. ¿Te digo un secreto? La mayoría aquí no son muy inteligentes. Pero si son fuertes por que en un ejército son más útiles que solos en un campo de batalla donde tienen que tomar decisiones.

    Sientes que Agrino es muy conversador y parece a gusto de hablar contigo. Te nota un tanto diferente a los demás aspirantes.

    —La mayoría debe estar entrenando en este momento, pero no creo que te haga falta— el niño señaló tus grandes músculos. Estaban más hinchados y duros de lo normal—. Has venido al lugar indicado y te felicito por eso. Puedo hacerte un arma si quieres. No podrás usarla para entrenar pero si para conseguir materiales en la mazmorra, es muy importante porque aquí todos quieren comer pero son muy perezosos para conseguirse comida por sus propios medios.

    ¿Mazmorra? No entendías que era eso pero lo alentaste a seguir hablando.

    La mazmorra es un lugar en las afueras de la ciudad. Es una cueva subterránea con gran cantidad de túneles y allí hay animales... y otras cosas quizá, como humanos que ya no son tan humanos —una de sus comisuras se levantó triunfal como si hubiera dicho un buen e irónico chiste—. Ahí no vas a tener un entrenamiento pero puedes conseguirme algunas piezas que necesito para hacer el arma que prefieras. Sin embargo, debes estar listo para que en cualquier momento Nitodrius te convoque, ya sea a la arena o a realizar algún otro tipo de trabajito.

    Trataste de entender un poco toda la información que te dio.

    —Si quieres ir a la mazmorra me avisas. También qué arma prefieres, así te diré qué material necesito. Por el momento, te pido que me dejes terminar este pedido o me retorcerán en el potro por la mañana.

    La última frase te empujó casi hasta salir corriendo. La mazmorra no sonaba muy bien pero sí mejor que saber que estabas en ese lugar. Si bien estarías custodiado y no podrías escapar quizá podrías cruzarte con algunas pistas que te ayudaran a encontrar un objetivo en tu nueva vida.

    Al salir puedes ver dando vueltas por los pasillos a tres aspirantes a dos aspirantes a gladiador y una esclava. Los aspirantes a gladiador contemplan el claro de entrenamiento donde otros están practicando pero no hacen nada, sólo miran. Uno es alto, robusto y calvo. El otro un poco más bajo y delgado, de piel pálida y largo cabello negro. La esclava, que te asombró verla en ese lugar, está parada frente a la puerta de una de las habitaciones y tampoco hace nada. Tiene rubios cabellos crespos cayendo sobre sus hombros.

    Puedes hablar con ellos y/o ir pedirle a Agrino que te mande a las mazmorras lo antes posible.

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    rapuma

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    Sextus

    Poco entendió lo que el muchacho le explicó; su mente aún estaba espesa y los recuerdos de la Arena eran confusos, no podía recordar bien. Se llevó de nuevo los dedos a los hilos que rodeaban su cuello y apretó uno; no sintió dolor pero la sensación le dió escalofríos y apartó la mano. ¿Qué le habían hecho?

    Pero Sextus era alguien práctico, si realmente los Dioses le habían dado una nueva oportunidad... la aprovecharía. Aunque sentía que algo no estaba bien, que no era normal. Se quedó en silencio, procesando la información del herrero, admirando a la vez la definición de sus músculos; era cierto, se sentía más fuerte... ¿había sido una gracia divina? Vio entonces a los aspirantes cerca de él. Los encaró sin un ápice de miedo pero si de preguntas. ¿Ellos habían terminado allí al igual que él?

    —Ustedes. —les habló mientras se acercaba, guardando distancias. —¿Cómo fueron reclutados? ¿Qué es este lugar?


    Estos son los datos de Septus, quiero decir Sextus actualizados!

    Fuerza: 40
    Carisma: 10
    Resistencia: 20
    Suerte: 5
     
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    SacriDH

    SacriDH Quieres que lo haga? Está bien pero... lo romperé

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    Sextus rapuma

    Algo confundido todavía y acostumbrándote a la molesta disonancia entre tu cuerpo y tu mente decidiste hablarles a los demás. Te acercaste a ellos y les preguntaste, con tu tono de voz mas mas firme. La esclava al parecer no te escuchó y se metió en la habitación que estaba enfrentando. El calvo te observa con sus ojos somnolientos, te ignora y camina hacia el claro de entrenamiento.

    Al menos el muchacho delgado de cabello largo se te acerco. Esbozo una extraña y sarcástica sonrisa. Pudiste ver que en la parte de su cabeza donde debería haber un ojo derecho, había una pequeña cicatriz y las pestañas estaban pegadas.

    —Te contaré como fui reclutado, amigo —te dijo con una voz siseante y cargada de falsedad. Sin embargo, mantuvo su distancia contigo y te clavó la mirada de su ojo izquierdo en los tuyos—. Yo era un fantástico arquero, oh sí, recuerdo que mi maestría con el arco era muy buena, ahora ya no lo uso... me da un poco de miedo jajaja.

    Empezaba a asustarte su forma de comunicarse. Esa risa estridente que sólo él entendió te caló los huesos.

    —Entonces el gran Nitodrius se fijó en mi. En realidad muchos se habían fijado en mí, una ocasión estaba exhibiendo mis habilidades frente a otro gran señor de las batallas pero por desgracia la flecha de un idiota se desvió y me dio en el ojo.

    Entonces señaló su ojo estropeado, como si no lo hubieras visto antes. La mueca de su cara estaba deformada con un poco de odio.

    —Desde ese momento, sólo el gran Nitodrius vio talento en mi. Es cierto, perdí todo la mayor parte de mi talento con el arco pero gané unas increíbles habilidades con la espada. Así que por eso estoy aquí. ¿Y tu, amigo? Mi nombre es Sidios, por cierto.

    Es increíble que aunque te das cuenta que el tipo es un mentiroso, embustero y, posiblemente, traicionero te ha caído bien. Tu mente lo acepta, para ti está bien que él sea así, debe haber tenido sus motivos. Además fue el único que te dio algo de importancia, los otros que estaban cerca te ignoraron. De cualquier manera, algo sigue resonando en tu cabeza.

    Puedes elegir contarle toda tu historia, una parte de ella o inventarle cualquier otra cosa si no confías en él.

    Mientras le relatas algo de ti él te presta suma atención hasta que en un momento desvía su mirada y su sonrisa burlona se convierte en una linea de seriedad. Algo lo ha desconcentrado.

    —Ahí está de nuevo ese.

    Te volteas a ver hacia donde esta mirando Sidios y ves a qué se refiere sin duda. Un monstruo de al menos dos metros con 3 brazos saliendole del cuerpo, con rostro aparentemente humano aunque sin cabello y unos brazos supermusculosos como para destrozar un cráneo con una mano estaba ahí parado en el medio del claro de entrenamiento, jugueteando con una espada de acero. Todos allí parecían humanos en mayor o menor medida pero ese sujeto era el único que de humano tenía muy poco. A su alrededor había otros tipejos, algunos intentaban alejarse y otros lo vitoreaban.

    —Ese es Jacinto. Una vez me enfrenté a él —el restro de Sidios de repente fue completa desolación—. Es el sujeto más fuerte aquí y aun no es gladiador. Jamás nadie se convertirá en gladiador si no lo derrota primero.

    Aún no logras comprender bien el tema de los gladiadores pero si era tan bueno ya debería ser gladiador desde hacía tiempo. Sidios se puso serio y te observó.

    —¿Qué tal? ¿Quieres enfrentartele? No te matará pero podrías perder alguna extremidad si no eres lo suficientemente bueno. Sino podemos combatir un poco para entrenar, ¿qué me dices?

    A un costado hay armas de un acero muy extraño. Parece más obscuro de lo normal. Puedes encontrar lo siguiente:

    *Mandoble Pesado
    *Espada larga y escudo pequeño
    *Dos espadas cortas
    *Hacha Enorme
    *Maza de pinchos con cadena
    *Bastón largo


    La calidad de las armas es ordinaria.

    Sidios
    Fuerza:
    15
    Carisma: 10
    Resistencia: 25
    Suerte: 30

    Jacinto
    Fuerza:
    Desconocida
    Carisma: Desconocido
    Resistencia: Desconocida
    Suerte: 0

    (No olvides el dado de 20)
     
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    rapuma

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    Sextus

    Cuando observó a Jacinto, sea lo que fuera esa cosa, retrocedió inconscientemente un paso. ¿Que engendro era aquello? ¿Que aberración de los Dioses había creado ese ser? Sacudió la cabeza fuertemente, pensando que así saldría de aquella pesadilla infinita.

    Pero al abrir los ojos todo seguía allí: el monstruo de nombre Jacinto, el resto de aspirantes y el tal Sidios. ¿Sería una prueba? ¿Estaría en el Hades sin saberlo esperando la prueba final? Por Minerva, lo haría. Enfrentaría a la bestia como Hércules enfrentó al León de Nemea con sus manos desnudas.

    Tomó ambas espadas nuevamente, esta vez sintió que eran más pesadas. Correcto. Es lo que necesitaba.

    —Mataré a esa bestia. Solo hay una forma de ganar renombre y es la osadía. —apuntó con su espada a Sidios. —No seré un gallo asustado, me criaron para ser el mejor de la casta del Ludus Magnus y ahora lo seré en este lugar del Averno. O moriré en el intento.

    Y girando ambas espadas con suma maestría con sus muñecas, encaró al giganton de tres brazos, aquél horrible ser. Sextus confiaba en sí mismo, aunque al ver el grosor de los músculosos brazos de su enemigo dudó un instante. No obstante pisó fuerte en la Arena.

    —Yo, Sextus, te desterraré. —anunció con voz firme hacia Jacinto.

    Los Dioses pondrían a cada uno en su lugar.
     
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    Última edición: 23 Junio 2020
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    SacriDH

    SacriDH Quieres que lo haga? Está bien pero... lo romperé

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    Sextus rapuma

    Sidios no podía creer lo que veía. Incrédulo te observó ir a buscar las espadas dobles y ponerte en guardia frente a Jacinto. Pudiste ver mejor a ese tipo.

    De cerca parecía un poco más humano, sobre todo su rostro ceñudo con arrugas, quemaduras y dientes algo afilados. Su cuerpo en si no tenía nada de extraño salvando que medía más de dos metros seguramente. Lo que más te horrorizaba era un brazo humano esquelético que colgaba inerte debajo de su brazo derecho. No tenía ningún sentido eso ahí y no sabías como lo habían conectado y como estaba recibiendo sangre pues estaba blanquecino pero algo rosado, no estaba putrefacto. Al menos no parecía ser útil para nada, eso no desequilibraría las cosas. De cualquier manera era imponente.

    Sidios observó todo callado. Varias veces pareció querer detenerte pero al final nunca lo hizo. Angolo, el entrenador, se rascó su delgada barbilla cetrina y sonrió con sarcasmo al escuchar tu bravuconería. Los demás aspirantes los rodearon, muy sorprendidos de que un novato desafiara a Jacinto.

    —Comiencen entonces —gritó Angolo con una voz de ultratumba cargada de lujuria—. Solo traten de no matarse.

    Cuando el tipo dio su primer paso y sentiste el piso retumbar empezaste a rezar a los dioses. Lo esperaste en guardia. Al verlo a los ojos te diste cuenta que podría ser el tipo más fuerte que hayas visto en tu vida.

    Jacinto
    Fuerza:
    60
    Carisma: 0
    Resistencia: 15
    Suerte: 0

    ¡Ahora tienes una nueva característica: Percepción! (Arroja un dado de 10 caras para conocer cual es tu percepción inicial)

    Para tu suerte no era muy rápido y pudiste esquivar su primer golpe. Sabías que si te daba, aunque la espada era mediocre, te partiría en dos de un golpe. Te moviste con cautela a un costado y con una de tus espadas raspaste levemente su mano. La criatura gritó con una voz chillona que te recordó a la de un niño pequeño y berrinchudo.

    Te atacó otra vez, con un golpe descendente. Usaste tus dos espadas para poder sostener su golpe. Con toda tu fuerza apenas podías contener la suya con una sola mano. Lo bueno era que esta vez tus espadas no se deshicieron.

    Con obvia ventaja, el gigante te lanzó un duro puñetazo con su mano en las costillas. Te crujieron y sentiste un dolor impresionante que te hizo doblarte por completo y tener que rodar para evitar el golpe de la espada. Con bastante más agilidad de lo que esperabas el tipo te persiguió a pisotones mientras rodabas y te arrastrabas, aún con el costado izquierdo dolorido. En un pisotón fallido lograste atravesar otra débil linea con la espada en su pierna. El sujeto volvió a gritar y esta vez, muy enojado, comenzó a descargar puñetazos además de pisotones.

    Esquivaste todo lo que pudiste pero esa gran mole estaba a otro nivel físico. En un momento, llegó un fornido golpe a tu cara. Tu nariz estalló en sangre y te tambaleaste. Tu cerebro estaba a punto de desconectarse. Jacinto no esperó que lo hicieras. Arrojó su enclenque espada, te tomó por la cintura con sus dos manos y sentiste como empezaba a levantarte lentamente.

    —¡Basta, Jacinto! —sentenció Angolo con prepotencia. Acompañó su grito con un latigazo en el piso. El rudo rival dudó un instante pero luego te bajó y te palmeó la cabeza con fuerza pero casi con gracia.

    Estabas vivo, adolorido pero te sentías mucho mejor que en la arena. Incluso sentías a tu mente y tu cuerpo más conectados. Necesitabas la batalla para mejorar. Habías ganado una gran fuerza y lo notabas en tus manos.

    —Bueno, parece que tenemos alguien muy valiente —dijo Angolo con firmeza. Los demás presentes lo observaron temblando—. Raro de ver aquí. Sólo te falta entrenamiento, muchacho. ¿Cómo es tu nombre?

    Puedes dar un leve discurso, todos te escucharán. Además, por meterte al claro, Angolo te forzará a entrenar.

    (Tira 3 dados de 20. Uno por el discurso que darás, otro por el entrenamiento de fuerza y otro por el de resistencia. No olvides el dado de 10 para la percepción, serían 4 dados en total, 3d20 y 1d10)
     
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    rapuma

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    Sextus

    Lo primero que hizo fue torcer el tabique de su nariz con sus dedos hasta que se escuchó un tenebroso crack. Respiró con fuerza y al inspirar tomó mucho aire con la nariz y luego lo soltó fuerte, sacando una bola de moco mezclado con sangre que cayó en la arena.

    Le aterró el hecho de que Jacinto lo levantó del suelo con una mano. Eso ya escapaba a todo lo que había vivido. Aquel hombre era más fuerte del hombre que Sextus consideraba un toro, como Aldor.

    Cuando se vio rodeado de aspirantes y todos parecían prestarle atención el guerrero levantó el mentón y su semblante se puso firme. Habló con voz firme la cual retumbó en todos los rincones de aquel maldito lugar.

    —Mi nombre es Sextus Longino Nigrino. Pero abandoné mi apellido y herencia hace tiempo en busca de la gloria y el honor de ser conocido como Sextus El Invicto. No vine a ser amigos, soy alguien práctico; sé lo retorcido que puede ser la mente del que nos rige, de hacernos matar para su diversión en cualquier ocasión o en cualquier escenario. Hace tiempo dejé de preguntar nombres a compañeros. Hoy sé tú nombre pero mañana debo matarte en la Arena y no puedo permitirme flaquear. En el campo de batalla el nombre deja de importar, solo el clamor del público. De esa forma, siendo reconocido por el pueblo de Roma podré ganar la rudius y conseguir la libertad. Y en ese momento, solo cuando la tenga en mis manos, podré decir que estaré completo. Entré a este mundo de adiestramiento salvaje por capricho propio y me iré de él por mi habilidad con las espadas, conseguir el beneplácito de Roma será mi redención en la vida.

    Dejó de hablar, tenía la garganta seca. Y no estaba muy seguro porque había dicho esas palabras a personas que seguro poco le importaban lo que él pensara. Comenzó a entrenar con intensidad, aprovechando la adrenalina que aún florecía en su cuerpo por el encuentro con el monstruoso y deforme Jacinto.
     
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    Buen trabajo con ese post ehh

    Sextus rapuma

    No estuviste muy seguro de tu discurso y lo que acarrearía entre los presentes pero si estabas seguro de ti mismo. Estabas lastimado pero de muy buen humor y eso se percibió cuando hablaste. La mayoría de los otros aspirantes no hicieron mucho, pero quedaron satisfechos e impresionados, asintiendo mientras hablabas y luego poniéndose a entrenar cuando terminaste. Jacinto incluso aplaudió como un autómata en cierto momento pero luego se puso a luchar también contra tres oponentes al mismo tiempo. Angolo se acercó y habló:

    —Bueno, creo que tienes sabido el concepto de gladiador, mejor así, no tendré que enseñartelo. En cuanto a tu entrenamiento, puedes venir aquí cuando quieras, siempre hay luchadores dispuestos a combatir. Puedes usar las armas de acero para entrenar tu fuerza y correr en los primeros metros del bosque para fortalecer tu resistencia. Ten cuidado de no internarte demasiado, en ese bosque no existe el honor, las criaturas te atacarán de a miles.

    Te dejó pensando eso que dijo pero decidiste tenerlo en cuenta para más adelante. Mientras empezabas a descontracturar tus músculos con la espada Sidios se acercó.

    —¡Oau! ¡Eso fue impresionante! ¿Cómo haces no temerle a Jacinto? Todos aquí le tememos, incluso los que luchamos contra él para entrenar.

    A ti no te pareció gran cosa. El tipo era atemorizante pero todos los oponentes lo eran en cierto punto. Empezaste a darte cuenta que allí, en Casa Nitodrius, todos eran unos gallinas. Mayor razón aún para convertirte en un campeón, prácticamente no tenías competencia salvo el gigante e incluso a él lo necesitabas porque era el único que te podía ayudar a crecer como gladiador en ese lugar.

    —En fin, no tengo ganas de entrenar en este momento. Voy a buscar algo de comida, ¿vienes?

    Si bien el ofrecimiento era bueno, decidiste primero terminar tu entrenamiento. Sidios dijo que te esperaría allí si lo necesitabas.

    El entrenamiento con espada estuvo bien aunque las sentías muy ligeras para tu gran fuerza. ¿Quizá tendrías que pedir para la próxima dos mandobles? Era una idea descabellada luchar con armas tan grandes y pesadas pero todavía te faltaba mucho que aprender sobre tu cuerpo.

    Cuando corriste un poco por el bosque sentiste que era lo que necesitabas. El aire viciado por la neblina te llenó los pulmones. Era agotador como ningún ejercicio que hubieras hecho antes pero pudiste soportarlo y sentiste como lentamente tu pecho se iba abriendo, lubricando tus venas con sangre espesa. Mientras trotabas llevaste varias veces tus manos a los hilos en tu cuello, aún incomodo por su presencia. ¿Qué había pasado con tu cabeza? ¿Era posible que alguien la cociera y todo volviera a funcionar normalmente? ¿O es que te había parecido que te la cortaron? Quizá solo había sido un tajo...

    Mientras estabas metido en tus pensamientos, sentiste ruidos en lo más profundo del bosque. Un grito agudo, seguido de un aullido y el golpeteo constante de árboles. Era inquietante y querías saber qué pasaba pero no tenías espada y ya te habías internado lo suficiente. ¿Sería buena idea desestimar el consejo de Angolo y meterse a echar un vistazo? ¿O convendría ir con Sidios a la cocina? Tenías un poco de hambre. La otra opción era descansar un poco, habías recopilado demasiada información en tu confuso cerebro.

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    rapuma

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    Sextus

    Frenó en seco su avance, sintiendo las primeras gotas de sudor bajando por su frente. ¿Había oído un aullido? El cabello detrás de su nuca se erizó como si un espíritu hubiera pasado por su retaguardia e instintivamente se giró para comprobar que seguía solo. Solo pero con ruidos no muy lejos de su posición. Él era valiente pero no un insensato. No tenía idea qué cosa podía esperarlo del otro lado de los árboles que le rodeaban y dió un paso atrás, cauto. Le pareció sentir que un arbusto a su derecha se movía y cuando fijó la vista en él se dió cuenta que no había viento ni brisa.

    Echó a correr de nuevo en la dirección contraria, lejos de los árboles y los aullidos y las criaturas que su imaginación comenzaba a formar en su mente. Era valiente pero pecaba de supersticioso, de almas vengativas, de cosas espantosas. Estaba pensando en todo eso cuando su estómago rugió y sintió el olor de las cocinas. No había notado el hambre que llevaba encima y decidió internarse en el comedor, ignorando la visión de los platos de comida, quizá era mejor no preguntar de dónde venía.

    Buscó instintivamente a Sidios con la mirada y se colocó en la fila, esperando su ración.
     
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    Sextus rapuma

    Decides esperar por la comida, a ver si Sidios aparece pero no lo ves por ningún lado. Quizá te demoraste demasiado entrenando y le dio sueño. Ese sujeto sí que era extraño pero te caía extrañamente bien.

    La cocina era, dentro de lo que cabía, el lugar más acogedor de Casa Nitodrius. No tenía mesas por lo que suponías que ibas a tener que comer sin apoyarte. Había muchas sillas apoyadas a la pared y había algunos comensales allí, degustando su comida poco agradable a la vista como autómatas... como esclavos, después de todo era lo que eran.

    La fila con poca gente te llevó a una pequeña habitación abierta donde Rostolfo revolvía un gran caldero con su enorme espátula. Era un sujeto bastante desagradable, con quemaduras en las manos, en la cara y esperas no saber dónde más. Parte de su cabello no crecía del lado izquierdo, el cual lo tenía tan cercano al caldero que posiblemente fuera por eso, se achicharraba antes de crecer. Estaba sentado en una diminuta silla y debía pesar al menos unos 150 kilogramos de grasa pura.

    —Siguiente —dijo con voz de ultratumba.

    Cuando te acercaste extrajo una cantidad bastante pobre de comida y te la echó en el plato. Era una mezcla de color verde, pero no verde vegetal, sino más bien un verde musgo, no, ni así, un verde pino... tampoco, era un verde. Otro verde. Lo único bueno del plato era que desprendía un impresionante calor y que olía a mar. No olía tan mal como se veía.

    Preocupado por decidir si lo comerías o no, fuiste a sentarte y no te fijaste que te colocaste al lado de un sujeto encapuchado muy extraño. Te observó desde que caminabas en su dirección y hasta cuando te sentaste y empezaste a comer. La comida no estaba mal, habías probado cosas mejores de parte de tu madre y eso que a veces no tenía más que pan para darles a tus hermanos y a ti, pero al menos era comestible y te quitó el hambre por completo, era muy sustanciosa, sólo esperabas no enterarte de qué estaba hecha.

    Luego de llevarte algunos bocados a la boca decidiste mirar a un costado porque sentías la incesante mirada del sujeto. No veías demasiado detrás de su capucha y sus mascadas cubriendo su boca y nariz.

    —Te he visto en la arena haciendo el ridículo —dijo sin más.

    Mordiste la cuchara. Algún fanfarrón ibas a encontrarte pero al menos esperabas que fuera alguien que diera la cara.

    —También te he visto darle buena batalla al sujeto más fuerte de por aquí —habló nuevamente sin dejarte decir nada.

    Ese tipo parecía ver muchas cosas. Te preguntabas si era capaz de levantar una espada, después de todo se lo veía flacucho y menudo.

    —¿Sabes? Podría ayudarte a volver una vez más a la arena muy pronto... digo, si te interesa.

    Su voz era extrañamente melodiosa, como la de ninguno por ahí. Lo que dijo te interesó muchísimo pero no sabías que tan confiable iba a ser ese tipo. Antes de que pudieras hablar se levantó y comenzó a alejarse. Sin embargo, se dio la vuelta para hablarte una vez más.

    —Espero que para entonces ya tengas una buena espada. No creo que quieras que te pase otra vez lo que pasó en la arena, ¿verdad?

    Y despareció. Se fue como el viento por la puerta dejándote con pensamientos encontrados. Sin saber su nombre, si lo volverías a ver, si fue real o una alucinación. Terminaste de comer, pensativo.

    ¿Debías buscar a Sidios? ¿Qué tal esas palabras del sujeto? Volver a tener una revancha en la arena era realmente tentador pero antes tenías que conseguir una espada y Agrino te había dicho que para hacerla necesitaba materiales de la mazmorra y todavía no comprendías bien qué era, quizá un lugar peligroso. Ahora estabas lleno y con fuerzas pero estabas algo cansado, podrías dirigirte también a tu habitación. ¿Qué piensas hacer?

    ¡Ganas 5 puntos en suerte!
    (Puedes tirar un dado de 20 caras para ver si logras percibir las intenciones del sujeto que habló contigo antes de que se fuera. No hace falta que tires dado para la decisión que vayas a tomar)
     
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    rapuma

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    La comida había logrado lo esencial, había satisfecho su hambre. ¿Sería cebada con colorante? La verdad que ya no importaba y apartó el cuenco vacío a un lado. Su mirada se perdió unos momentos por dónde aquél sujeto misterioso se había esfumado, analizando sus palabras con profundidad; ¿quizá aquella persona supiera realmente qué había pasado en la arena? Sextus aún pensaba en sus espadas cuando luchó en la Arena... ¿alguna gracia de los Dioses? simplemente no encontraba respuestas y su mente intentó recapitular todos esos acontecimientos que parecían lejanos y confusos, como si fueran de otra persona ajeno a él.

    Salió de la cocina y se dirigió a los baños: quería sacarse la suciedad y la transpiración seca que estaba pegada a su cuerpo, sobre todo en su espalda. El lugar era diminuto pero eso no le impidió que el agua fría le relajara y que a sus músculos les diera tregua. Salió del baño e intentó buscar un buen sitio para descansar, en las habitaciones de los aspirantes. El agua fría le había dado el sueño que su cuerpo necesitaba, estaba fatigado y su cerebro, aún buscando respuestas, se encontraba espeso aún.

    Lo mejor sería dormir y al otro día volvería a dar con el herrero. Tendría muy buenas armas en su posesión si volvía a la Arena ya que está vez volvería para quedarse.

    Cuando abrió los ojos sintió su cuerpo renovado; los músculos estaban descansados y sus pensamientos, sobre todo, estaban frescos. Se masajeó la sien y caminó a paso rápido en dirección del herrero, aquel joven y extraño muchacho que parecía mover el martillo con la fuerza de dos hombres adultos.

    -Estoy interesado en buscar armas de mi envergadura; créeme cuando digo que dos espadas pesadas las manejo como si fueran dos simples dagas, tal vez... me pueda permitir manejar algo más pesado y a ambas manos por igual. Herrero, ¿que me recomiendas?
     
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    Última edición: 29 Junio 2020
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    SacriDH Quieres que lo haga? Está bien pero... lo romperé

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    Tras comer te diste un baño y luego de este te fuiste a dormir. Te habías quedado pensando en el sujeto que te habló y te dormiste tan concentrado en eso que el mismo ser se presentó en tus sueños, con sus mismas vestiduras misteriosas pero con una gran espada en su mano izquierda. Te apuntó con ella mientras un poderoso destello lo rodeaba como si estuviera metido en una hoguera. No tenías que ser un genio para asociar eso: ese tipo estaba relacionado con los dioses. Tenía que serlo.

    Te levantaste repuesto y contento. Recordaste el sueño detalle por detalle como nunca antes lo habías hecho. Era un muy buen presagio, a pesar de que en tu sueño el sujeto te apuntaba con la espada no lo interpretaste como una amenaza sino más bien como que confiaba en ti para luchar.

    Luego de dar unos bocados más a un poco de pan duro en la cocina decidiste ir a la herrería. No volviste a cruzarte a Sidios en ese lapso de tiempo.

    Agrino te vio entrar mientas martillaba y las chispas saltaban. Te sonrió con complicidad al verte. Mientras te acercabas te ignoró y siguió dandole duro al metal que estaba moldeando.

    —Compañero, en esos ojos veo el entusiasmo por la batalla que no había visto en tu última visita.

    Ahí fue donde hablaste para pedirle tu espada. El joven dejó de martillar y te observó sonriente.

    —Sí, tengo un arma para ti. No era para ti... hasta ahora.

    Sorprendido lo viste darse la vuelta y rebuscar entre sus pertenencias. De allí sacó una hermosa espada como pocas veces habías visto.

    Espada Marciana del Terror
    Calidad:
    Poco común
    Incrementa la fuerza un 20%
    Habilidad: Furia: al activar la furia, tu resistencia se reduce un 50% y tu fuerza aumenta un 50%

    Cuando la depositó en tus manos supiste que esa arma iba a contar más años que tu cuando siquiera perdiera el filo. Era increíble, no era tan grande como esperabas, pero tenía el peso sin dudas de un mandoble, con tu gran fuerza sentías que te podría llegar a costar levantarla luego de varios minutos de combate.

    —Verás, por lo general no doy armas sin recibir materiales a cambio pero esta espada hace tiempo que está aquí y hasta el momento no encontraba un portador que le correspondiera. Podrás llevarla siempre que quieras. Espadas de esta calidad no hay muchas en el imperio. Esta espada tiene alma propia y te darás cuenta cuando estés en batalla. A veces será ella la que te controle, al menos hasta que te vuelvas experto en su manejo. Si quieres otra igual, ahí afuera hay un guardia que te llevará a la mazmorra. Necesito materiales, tráeme lo que puedas. Con dos de estas causarás estragos.

    Te sentiste muy pero muy bendecido desde la aparición de ese sujeto encapuchado. Tanto que debías aprovechar para ir a la mazmorra.

    (postea en la mazmorra siguiendo las reglas del lugar, cualquier cosa me preguntas)
     
    Última edición: 30 Junio 2020
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    SacriDH Quieres que lo haga? Está bien pero... lo romperé

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    Reniegas de lo que Augustus te ofreció y el sujeto se retira mirándote muy pero muy extrañado. Prácticamente como si estuvieras loco. De cualquier forma, vuelves con los guardias a Casa Nitodrius, cargado con bastantes objetos que distribuyes entre la herrería y la cocina. En la herrería, Agrino se muestra conforme pero dice que con eso no podrá crear un arma de tan buena calidad, que para eso necesita más que sólo metal. No sabes a qué se refiere, posiblemente te des cuenta en una próxima incursión a la mazmorra. Por otro lado, le llevas toda la enorme cantidad de carne que cargabas a Rostolfo, quien te observa impresionado. Nadie jamás le había llevado tanto botín. Ofreció prepararte un buen trozo de carne asada para la próxima que fueras, pero que no le dijeras a nadie porque allí muchos eran bastante celosos y no quería que se armara un altercado en la cocina, a pesar de su aspecto rudo, en el fondo el cocinero era un cobarde.

    Cuando le ofreciste las sanguijuelas el tipo hizo una mueca de asco y te dijo que eso era más bien para utilizar en la sala de curaciones. Que fueras a dejarlo allí porque "no ponía esa clase de porquerías en sus comidas". Te dejó pensando que quizá sus platillos se veían feos no por los ingredientes sino por las escasas habilidades para cocinar del sujeto.

    Como fuera abandonaste el lugar y fuiste hacia la sala de curaciones cargando ese puñado de sanguijuelas que a cada paso que dabas te arrepentías más de haber recogido. ¿En qué estabas pensando? ¿Por qué te pareció buena idea buscar esas cosas en el pantano? Antes de llegar a la sala de curaciones, te cruzaste a Sidios.

    —¡Ey! ¿Qué tal, chico espadas? ¿Vamos a entrenar un poco?

    Le comentas sobre tu destino.

    —¿La sala de curaciones? Oh, no, amigo, no te recomiendo ir ahí. Mejor vamos a entrenar, ven, espadas contra espadas, debes enseñarme a usar dos juntas y la próxima podemos ir ambos a la mazmorra, puedo ayudar bastante a cargar botín y dividimos según lo que más necesitemos cada uno. Me anda haciendo falta comida... el otro día quise esperarte en la cocina pero ya le debo mucho a Rostolfo y ese sujeto me da escalofríos.

    Esa era una buena idea. Quizá yendo de a dos conseguían más cosas y quizá entre todas esas cosas había algo que a Agrino le serviría para tu espada. Como sea debes decidir si vas a la sala de curaciones o a entrenar. Sidios no parece querer seguirte a ese lugar, sea donde sea, y te preguntas qué habrá allí. Por otro lado, si no vas a entrenar en ese instante puede que Sidios vuelva a desaparecer... aunque eso quizá podría ser bueno. Como sea, tu destino está en tus manos.

    (Dado de 20 para la sala de curaciones. 2 dados de 20 vas a entrenar.)
     
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    Miró a Sidios y extendió el brazo derecho por donde sujetaba la pequeña bolsa de cuero con las sanguijuelas. Sabía por experiencia que estás succionaban la sangre infectada en heridas mortales; él mismo había sido sometido unas cuantas veces a esa práctica cuando entrenaba con su entrenador. Sextus tenía en claro que si era herido de gravedad ya estaría seguro con esas sanguijuelas en la sala de curaciones, era mejor dar pasos firmes sobre una base sólida; y eso es lo que tenía pensado.

    —Iré a la sala de curaciones. Si caigo herido sabré que tienen las herramientas o en este caso las cosas listas para atenderme.

    Y sin dar otra explicación, porque sentía que no debía nada a ese sujeto, se giró; describiendo un círculo completo con sus pies, y caminó hacia la sala de curaciones.

    Ya luego podría entrenar con el favor de los médicos del lugar.
     
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    Última edición: 6 Julio 2020
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    Decides no hacerle ni caso a Sidios e insistes en ir a la sala de curaciones. El muchacho, a pesar de que intenta detenerte, no puede hacerte cambiar de opinión y se queda en el pasillo donde lo cruzaste, cabizbajo, hasta podrías decir que un poco enojado. Ya se le pasará.

    Por tu cuenta caminas hacia la sala de curaciones y te cuesta un poco encontrarla, está en el segundo piso, cerca del incómodo baño. Intentas abrir la puerta pero está bloqueada, sin embargo, oyes una melodiosa voz femenina hablar del otro lado.

    —Ya voy.

    Esperas a que salga quien sea. Oyes una pesada madera caer y luego la puerta comienza a abrirse. Te topas con una mujer, vestida con una túnica roja sangre. Te inspecciona con una mirada violeta, con sus cabellos rubios con ondas sobre sus hombros, tan común en las mujeres del mujeres del imperio. Es bastante alta para ser mujer pero no más que tú. Tiene dos gigantescos pechos que deforman la túnica y la hacen ver más robusta de lo que en realidad es. Tiene bolsas en sus ojos como si hiciera mucho tiempo que no duerme. Y, detalle no menor, le falta el brazo izquierdo por completo, la túnica lo deja ver bien, hay una cicatriz que comienza desde su hombro derecho, como si se lo hubieran arrancado de cuajo. Le muestras la bolsita con las sanguijuelas y te hace un ademán para que pases. Lentamente lo haces, no llegaste hasta ahí para irte corriendo. Te agradece lo que le das, lo coloca en una repisa de madera muy rústica y vuelve a centrar su mirada en ti. Se pasea a tu alrededor, analizándote. Está empezando a incomodarte.

    —Mmm, Sextus... mi mejor creación.

    Abres los ojos sorprendido y no sabes si escuchaste bien porque la mujer sigue mirándote como si nada. Es más, se acerca a ti y acaricia suavemente tu cuello y tu pecho desnudo donde quedó la cicatriz ganada en la arena.

    —Es decir, mi mejor curación.

    Su tardía corrección sólo confirma lo que oíste anteriormente.

    —Esperaba verte mejor entrenado, creo que tendré que castigar a Angolo cuando lo vea. Sin embargo, te veo conforme y eso me agrada —comentó sonriente, mordiéndose el labio inferior—. Me llamo Méraga. Sube a la mesilla, vamos a atender esos raspones de lobito.

    Luego de decir eso te da la espalda y va hacia la puerta. Ya no estás tan seguro de lo que va a pasar ahí pero te intriga demasiado todo lo que dice. La vez levantar la pesada madera que con la que bloquea la puerta con su única mano. Es extremadamente fuerte, incluso a ti te costaría levantar ese elemento con las dos manos.

    La mesa, en el centro de la pequeña sala de curaciones, era un mueble cuadrado de piedra con cojines de lana sobre él, quizá lo más cómodo que has visto hasta entonces en Casa Nitodrius. Méraga regresa hasta ponerse de nuevo a tu lado.

    —¿Y bien? ¿No quieres ser atendido? —te susurra al oído—. ¿Es que algo en mi te ha dado impresión? ¿Acaso buscas algunas respuestas? Ponte cómodo, anda.

    Sin decir más te da una poderosa cachetada en el muslo, en una parte cercana a tu trasero, dejándotelo ardiendo. La mujer te observa con sus ojos cansinos bien abiertos, esperando tu accionar.

    (Rolea dos dados. Un de 20 y uno con las caras de tu carisma.)
     
    Última edición: 7 Julio 2020
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    —¿Creación...? —musitó en un susurro ahogado, tan imperceptible para él mismo que seguro Méraga no pudo oírlo. ¿O sí?
    Ese lugar, sin saber muy bien qué, no le agradaba pero no entendía cuál era la razón ya que nunca había estado ahí antes, ¿verdad?

    Y cuando le abofeteó el muslo Sextus se giró y la enfrentó como un lobo, pero un lobo acorralado. Se masajeó ahí donde la mujer le había golpeado y se acostó, mirando siempre por sobre su hombro para evitar otro golpe, entre los cojines. Su cuerpo se relajó en la comodidad pero sus músculos estaban tensos, sobre todo los de sus brazos, preparado para defenderse en caso de que haga falta.

    —Mi pelea en la Arena... —comenzó a decir despacio. —Morí, ¿no es así? Dime la verdad. —se tocó la cicatriz del pecho, cercana a la clavícula; nadie podría soportar ese golpe y mucho menos la decapitación. —¿Qué hiciste conmigo? ¿Cómo es que estoy con vida? Merezco saberlo. Es mi muerte la que me fue arrebatada sin mi permiso; la vida fue en pacto propio ya que decidí morir por gloria, pero una vez muerto ya nadie podría molestarme. Se me negó el descanso eterno y merezco, necesito saber la razón. —los recuerdos de la Arena eran cada vez más vivos, más frescos. —Seré el gladiador más fuerte de la casa Nitodrius pero necesito saber de dónde vengo y qué... soy. ¿En que me convertiste?
     
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    SacriDH Quieres que lo haga? Está bien pero... lo romperé

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    Sextus rapuma

    La mujer te escucha cansinamente mientras mezcla y pisotea hierbas con un mortero. Cuando terminas, se da la vuelta y no dice nada. Estás un momento esperando su respuesta hasta que ella habla, con una voz irritada, totalmente distinta a la lujúrica voz anterior.

    —Pues si no has pasado por la morada de Plutón quiere decir que jamás moriste, ¿entendido? Pensé que serías distinto a los demás —se mordió el labio mientras te miraba a los ojos con decepción—. Eres igual de aburrido. Ya duérmete.

    De repente sientes que el cuerpo se te queda tieso y los ojos te empiezan a pesar. No sabes por qué, ella no te ha dado nada, ni siquiera se te ha acercado. Tu mente vuelve a ser un mar y te pierdes en él.


    Despiertas en la habitación tal como despertaste aquella vez en que entraste a casa Nitodrius. Instintivamente te llevas las manos al cuello: ya no hay hilos. Sonríes a pesar de que no sabes qué rayos pasó en la sala de curaciones. Tu leves heridas por estar en la mazmorra no son más que enrojecimientos en curación sobresaliendo entre tu piel.

    Te levantas y vas a la sala de curaciones otra vez, quieres respuestas. Sin embargo cuando golpeas nadie abre. Lo intentas algunas veces más y nada. O no se encuentra o no quiere abrir. Deberás probar otra cosa.

    Sientes hambre por lo que deberías ir a la cocina. Podrías pasar también por la mazmorra. Si vas a la cocina no podrás entrenar hasta un rato más tarde, si no tendrás que entrenar con el estómago vacío. Tu otra opción es sólo recorrer el lugar a ver a quién te encuentras.

    ¡Tu próxima tirada en Rezando a los Dioses sufrirá una penalización!

    (Estás más libre en la casa pues ya la has recorrido. Puedes hacer varias cosas al mismo tiempo, pero recuerda que no puedes ir a la herrería, a la cocina y al campo de entrenamiento al mismo tiempo, sólo puedes ir a uno de los lugares y tirar tu dado de 20. Puedes postear en la mazmorra pues estás descansado y curado, esto no influye en tu post donde decidas qué hacer, es como si lo hicieras entre tareas)
     
    Última edición: 10 Julio 2020
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    rapuma

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    Golpeó por quinta vez con su puño la puerta pero el silencio era la única respuesta. Volvió a tocarse el cuello y paseó la mano áspera por todo el grosor del mismo. ¿Qué droga le estaban colando en la comida? Parecía ser la única razón probable, no encontraba otro método.

    Se giró y salió de la zona de curaciones. Pensó en Sidios. Si él había estado ahí, y es que parecía que sí, debería hablar con él sobre esa misteriosa mujer. Aún no olvidaba sus palabras.

    "Mi mejor creación".

    Oyó el ruido de choques de espadas y gritos, algunos bufidos de los aspirantes al intentar superponerse unos a otros. También le llegó el olor dulzón a comida y el agrio de la herrería. Recordó entonces que contenía en sus pertenencias algunas cosillas que podrían servir a la forja de otra espada. Se dirigió hacia allí.

    Cuando llegó a la forja dejó todos los materiales por encima, para que el joven pueda verlos.

    —Sé que es poco y la calidad no es la mejor del reino. ¿Qué otras cosas podría juntar para que puedas forjarme un arma mejor a la que me diste? Habla, herrero, por Júpiter.
     
    rapuma ha tirado dados de 20 caras para Herrero Total: 1 $dice
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    Sextus rapuma

    A pesar de que tus intensiones eran ir a la herrería, por el camino hacia la misma te cruzaste con el gran Jacinto que te cortó el paso cuando ibas hacia las escaleras. Quisiste evitarlo pero no te lo permitió.

    —Combatir —dijo estúpidamente.

    Trataste de disuadirlo, incluso de decirle que irías luego pero nada lo convenció. Te llevó a rastras empujándote por el hombro hasta el campo de entrenamiento.

    —Usar linda espada —te dijo señalando la Espada Marciana del Terror que llevabas contigo. Él tomó un gran escudo y un mandoble que usaba como espada de una mano.

    Podrías ir a buscar otra espada pero el coraje te hizo quedarte sólo con esa. Los demás comienzan a rodearte, preparados para verlos combatir como si fueran el mejor espectáculo del lugar.

    Puedes ver a Sidios contemplando el desafío y a Angolo acariciando su huesudo barbilla mientras se muerde el labio. Todos esperando que comience la batalla. Si bien te encomiendas a los dioses te sientes extraño, como si no gozaras de la bendición que habías recibido con ese sueño de la otra vez. Tratar de vencer a Jacinto otra vez iba a ser complicado.

    Jacinto
    Fuerza:
    70
    Carisma: 0
    Resistencia: 20
    Suerte: 0

    (Jacinto te va a tomar por sorpresa al principio así que tienes que tirar un dado por tu resistencia y un dado de 20. Si usas tu resistencia completa no puedes usar Furia cuando ataques. Si vas a usar furia tenes que usar la mitad de tu resistencia en el dado)
     
    SacriDH ha tirado dados de 20 caras para Ataque Total: 13 $dice
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