A Monstruo le gustan los niños

Hola! Este es mi primer escrito aquí y espero que no les desagrade mucho xD. Agradezco de todo corazón sus críticas para saber qué puedo mejorar, y espero que el cuento no se torne aburrido o feo :c

Buena lectura :).
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Porque siempre le gustaron. Desde que nació gracias a la imaginación de cientos de infantes, él ha vivido sólo gracias a ellos y a su deliciosa inocencia. Si los adultos supieran cuánto le encantaban esos pequeñuelos… Pero no era posible porque ellos no creían en él y por lo mismo les tenía miedo.

Aquel mes lo había dedicado a vivir bajo la cama del pequeño Tom en Alemania, el hermoso rubito de ojos grises, cuerpo delgadito y piel blanca, quizá suavecita y tierna. Esa noche de luna creciente iba a ser diferente: esperó mucho tiempo para lo que estaba por ocurrir. Se encogió todavía más debajo de la cama de Tommy cuando la bruja de su mamá encendió la luz de la habitación, sin tener piedad de él. El pequeño descansaba sobre sus brazos. La castaña italiana se acercó hasta el lecho de su hijo y lo recostó allí, despertándolo sin querer.

—Mami… —susurró el chiquitín abriendo sus ojos. La miró sentada sobre su cama y de repente cayó en cuenta de lo que estaba pasando: su mami no tenía intenciones de dormir con él esa noche—. Mami, duerme conmigo —pidió atemorizado.

—No, Tommy, esta noche dormiré con tu papá. Descansa, ya eres un niño grande. —El niño grande, de seis años, no quería serlo, así que se apegó rápido al cuello de su madre antes de que no le fuera posible.

—Mami, pero hay un monstruo debajo de mi cama y me va a comer —comentó temeroso. La mamá sonrió ante el ingenuo pensamiento de su bebé—. Y Blue ya no quiere dormir conmigo.

—Vas a estar bien, te prometo que no hay nada debajo de tu cama. Sólo es tu imaginación, Tommy —dijo, pero el chiquillo parecía no querer calmarse.

—No, mami, mira y verás que sí hay algo.

—¿Sí? ¿Y tiene nombre? —preguntó intentando conocer más acerca del amigo imaginario de Tom.

—Monstruo —respondió el rubio acariciando las mejillas de su progenitora.

—¿Y por qué Monstruo comería niños? —Mientras hablaban iba tapando a su hijo con las delgadas mantas.

—No sé, pero le gustan los niños, mami. Duerme conmigo… —volvió a pedir angustiado.
Sin embargo, Marie llevaba durmiendo con él todo el mes y no había podido tener una sola noche de tranquilidad con su esposo, así que suspiró buscando en su memoria el número del psicólogo que solía revisar el desarrollo mental de su pequeño.

—Tommy, hagamos un trato. Dormirás esta noche solo y si Monstruo no te molesta, entonces todos los días te prepararé para la escuela tu postre preferido.

—¿Y si sube hasta mi cama y me come?

—Si lo ves entonces gritas mi nombre y yo vendré corriendo para espantarlo. ¿Listo? Te prometo que dormirás con nosotros.

—Listo —culminó el pequeño lleno de miedo, pero confiado en las palabras de su mamá. La mujer sonrió y se levantó, caminando hasta la puerta. Posó su mano en el interruptor y lo apagó.

—Eres un niño grande y valiente, mi Tommy. Descansa. —Cerró la puerta y salió.

Tommy no quería dormirse, además tenía ganas de hacer pis pero temía que Monstruo estirara su peluda mano y tomara su pie, así que se quedó quietito donde estaba. Miraba atentamente hacia el techo, hacia ambos lados de la habitación una y otra vez, pero no se atrevía a mirar debajo de la cama o correr siquiera a toda velocidad para encender la luz.

Monstruo, quien había escuchado todo, decidió esperar a que el pequeñín estuviera dormido para poder acercársele. Una vez logró su cometido, hacia las tres de la mañana, pensó que ya era hora. Soltó un gran suspiro que movió algunos juguetes que estaban tirados por todo el suelo, y lentamente, segundo a segundo, fue sacando sus largos dedos.

La luz de la luna lo evidenció: primero la punta de unas negras pezuñas, largas pero delgaditas. Las dos de la mitad eran más largas que las de los lados, en cada mano había seis. Luego, con movimientos incluso lentos para una vieja tortuga, se fueron arrastrando hacia la luz nocturna peludos dedos, colores azules grisáceos y enmarañados de lo sucio que estaba. Entonces salió cautelosamente el resto de su deforme cuerpo: un hocico tan largo como el de un lobo: con dientes largos, desordenados como los de una piraña pero de tamaños desproporcionados. Luego sus ojos, tan pequeños como los de un gato, amarillos sin ningún punto oscuro que indicara iris o pupila. Finalmente salieron sus cortas orejas circulares y audaces.

Hacia las cuatro de la mañana su cuerpo, que medía más de tres metros (porque sólo Monstruo se doblegaba para caber en los lechos de sus deliciosos niños), pero simulaba la altura de un humano debido a que estaba todo encorvado, se encontraba mirando al delicioso Tommy. Sus pequeños párpados estaban cerrados; su pecho subía y bajaba sumisamente. La boquita, roja y entreabierta, dejaba escapar el cálido aliento que olía a dulces. Entonces Monstruo sonrió ampliamente, dejando ver toda su caja de afilados dientes podridos… mortales. Él era el nene más hermoso y provocativo que había visto jamás.

Levantó un dedo y con su garra acarició el brazo que estaba por fuera de la rojiza manta, haciéndole cosquillas y logrando que se moviera un poco más hacia donde él estaba. En ese instante sintió unas irremediables ganas de hacerlo:

—T… Tho… my… —musitó con su hocico incapaz de hablar como el de un humano. Ante ello escupió sin querer sobre el diminuto rostro.

El niño abrió sus ojos y se congeló al encontrarse con los amarillentos y aterradores de Monstruo, quien efectivamente había ido hacia él. Trató de gritar pero estaba paralizado del miedo, mojando su pijama blanco sin querer.

Sí, a Monstruo le gustaban los niños… toditos hasta el último de sus huesecitos.

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Bueno, no es que deje muchas enseñanzas xd, pero agradezco sus críticas ;)