Relatos para la actividad Días de Abecedario. Si el post está mal otra vez me avisan. xD DAMN IT. Letra A, día uno. A de Ansias Ambos mirábamos el oscuro cielo y la Luna blanca que contrastaba con él. Uma estaba pegada a mí y no decía palabra alguna. El viento soplaba con fuerza y hacía mucho frío, pero aguantábamos, siempre lo hacíamos. —¿Cómo se verá nuestro hogar desde arriba? — Preguntó ella. —Pequeño, muy pequeño—le contesté. Moví mis extremidades un poco y me acomodé. Me molestaba mucho estar parado así, casi congelado y sin poder moverme. Aunque no debía quejarme porque valdría la pena en algún futuro. —Quiero volar—murmuró mirándome. Estaba triste y cansada y todavía tenía que irse, otra vez. Era la última noche antes de que ella partiese. —No puedes—. Desvié la mirada y me quedé absorto en las estrellas. Yo la comprendía, realmente lo hacía y si ella y yo hubiésemos nacido con plumas, nuestros sueños serían más fáciles de cumplir—. Somos pingüinos, Uma, y lo seremos hasta el día de nuestra muerte. No me respondió, ni siquiera me miró o rozó. Dio media vuelta y se alejó. Levanté la cabeza y vi que las nubes se acumulaban, tapando el cielo, y el viento corría con más fuerza. Se aproximaba una tormenta. —No quise ser cruel—dije, pero ella no me escuchó. Se había ido—. Yo también tengo ansias de volar. Me apreté un poco más, intentado que el huevo que se encontraba debajo de mí tuviera el calor necesario. Y con todo mi ser deseé que Uma volviese para ver nacer a nuestro primer hijo.
B de Bárbara Se miró en el espejo. Las lágrimas negras dejaban rastro en sus mejillas, sus verdes ojos no tenían vida, y ella estaba tan vacía. Tomó un pañuelo y se limpió la nariz, dejó de llorar. Se acomodó el bretel de su brasier que colgaba patéticamente en su hombro derecho. —Apúrate, ya es tarde—una voz ronca le habló al oído aunque ella no se volteó, ya sabía quién era el que la llamaba. Con sus manos arrancó la peluca rosada que llevaba y la tiró al suelo. Abrió una pequeña bolsa transparente que había sobre la mesa, sacó una base, la máscara de pestañas y labial bordó oscuro. Se retocó el maquilla y terminado, estaba lista. Respiró profundamente y se levantó, caminó hasta un pasillo. Habían dos cortinas rojas, llenas de brillos, detrás de ellas estaba su público. Y entonces, empezó a sonar la música. —¡Y aquí la mujer que todos estaban esperando! La única e inigualable... ¡Bárbara! Aplausos, gritos, silbidos. Ella abrió las cortinas y sonrió como si fuera el día más feliz de su vida, la luz del reflector la cegó un poco pero se conocía el camino de memoria. Bailó y lanzó besos a la concurrencia hasta llegar al frío caño plantado en medio del escenario. Las lágrimas amenazaron con salir pero se contuvo. Acabaría pronto, como siempre, aunque de todas formas no podía evitar pensar que odiaba su vida.
Wow, me impresionó el primer relato. Me gustan mucho los pingüinos, son unas criaturas tan fuertes, lindas, cariñosas y leales. El leer desde su perspectiva me hizo pensar en que si yo fuera pingüino, también me gustaría volar como las muchas aves que de seguro ellos mismo ven surcar el cielo en una buena temporada. El segundo relato me pareció muy triste. Qué sufrimiento para ella, es lógico que aborrezca su vida. La amargura se la ha de estar comiendo. Qué feo. Saludos *w*
D de Durazno Estaban las dos sentadas a orillas de la piscina, sus pies en el agua. Ambas estaban comiendo duraznos mientras hablaban animadamente. Eran amigas desde pequeñas, y vivían en Santa Fe. Tenían peleas, sí, pero pocas, y casi siempre terminaban tiradas en el patio de la casa de Josefina, riendo. Ahora comían duraznos y hablaban de sus padres, que poca atención les prestaban. —Es el trabajo, viven para el trabajo; yo a mis viejos no los entiendo—decía Guillermina mientras le daba una mordida a la fruta. —Todo para conseguir plata, ¿viste? Espero no ser nunca así. —Y bueno, si ellos no trabajaran tanto nosotras no estaríamos acá, sentadas al lado de esta hermosa y gran pileta, ¿eh?— Guille tiró el carozo a un costado y tomó otro durazno de la cesta que había entre las dos—. La vida es así... si te gusta el durazno, aguantate la pelusa.