Perdona por no haber escrito antes, pero para poder conectarme dependo de las habilidades del sujeto y sus posibilidades de acceso a Internet, y en este tiempo no se han dado ninguna de estas dos circunstancias. Hay días que el castigo se lleva peor que otros; y hoy es uno de esos días. Una enorme tristeza se ha apoderado de mí. Una tristeza que ha permeabilizado en mi recipiente y eso me preocupa. Esta mañana Ralph no ha ido a la Universidad. Ha cogido el coche y ha conducido hasta Lake Louise. Allí, sentado a la orilla, ha permanecido durante casi una hora, contemplando los reflejos titilantes del Château en las aguas azul turquesa del lago. Su mente estaba en blanco. Ningún pensamiento. Ningún recuerdo. Permanecía quieto; en silencio; ajeno a todo; hasta que una llamada le devolvió a la realidad. Cuando Laureen le preguntó por qué no había ido a clase Ralph no supo que contestar. Realmente desconocía cómo había ido a parar a aquel lugar y por qué. Fue entonces cuando me di cuenta. Había sido yo quien le dirigió hasta allí, y lo peor de todo es que no fui consciente de ello. No me gusta intervenir en sus vidas. No me gusta nada. Supongo que a ti te pasará lo mismo. Ellos no tienen la culpa de nuestro problema. Una cosa es tomar el control unos minutos, pero sobrepasar el límite puede traer consecuencias perjudiciales para el sujeto; y esta vez me temo que lo he sobrepasado. Ralph lleva todo el día dándole vueltas. No encuentra ningún sentido a lo sucedido. No se atreve a contárselo a nadie. ¿Cómo explicar que ha estado más de tres horas ausente? Le tomarían por loco. Hace un rato se ha tomado un par de tranquilizantes y espero que mañana cuando despierte lo recuerdo todo como una pesadilla. “Lo recuerdo todo…” Ha pasado tanto tiempo y tantas vidas, que en ocasiones me cuesta diferenciar mis propios recuerdos de los de los demás. A veces, cuando trato de recordar, se forma en mi mente un extraño collage en el que los días, los años y lo siglos se entremezclan, evocando momentos distorsionados por las experiencias vividas en miles de personas. Pero aunque ni los recuerdos ni los latidos sean míos, mi corazón siempre te ha pertenecido. Durante miles vidas he compartido muchas emociones y muchos sentimientos ajenos. He contemplado, como un mero espectador ,el amor en todas sus formas; y me he refugiado en el sabor de tus labios en cada beso, en el olor de tu cabello en cada abrazo, en el sonido de tu risa en cada suspiro. Ya no me queda más tiempo. Me está costando mantenerme despierto. No sé mañana en qué lugar del mundo despertaré; ni qué vida me tocará vivir. No sé en qué lengua hablaré; ni cuál será mi profesión. No sé si despertaré solo o acompañado; si volveré a nacer o a morir. Pero pase lo que pase mañana, yo te seguiré buscando. Mantengo viva la esperanza en que algún día encuentres este blog y nos podamos comunicar; pues si no tenerte es una tortura, no saber nada de ti es un infierno. No hay noche que no sueñe con reconocer tu brillo en los ojos de una desconocida. Te quiero Leonor. Siempre tuyo. Hernán