21 de septiembre

Tema en 'Relatos' iniciado por montsehinata, 10 Septiembre 2011.

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    montsehinata

    montsehinata Entusiasta

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    Título:
    21 de septiembre
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
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    Drama
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    1
     
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    Santiago observo al ejercito trigarante pasearse por la ciudad de México mientras celebraban que la guerra había finalizado y al fin eran un país independiente. Su hermanito y hermanita reían y ovacionaban a los guerreros mientras lanzaban los pétalos del suelo que otras personas lanzaban desde sus balcones.

    Santiago había sido esclavo desde su nacimiento y su padre había ido a la lucha de la independencia al igual que otros esclavos. Debería de sentirse orgulloso pero no lo estaba. Su padre no se encontraba en las filas de los ganadores, se encontraba en una fosa común a dos horas de la ciudad de México.

    El chico observó a Agustín de Iturbide y se aguanto las ganas de escupirle en su cara. Probablemente el había ayudado con la finalización de la guerra pero eso no le quitaba lo traidor y “realista”.

    -Vámonos de aquí.- susurró Santiago mientras jalaba a sus hermanos por las camisas. No importaba lo mucho que festejaran la victoria, el seguía vistiendo harapos y aun tenía el hueco en el estomago de dos días. Los pequeños al principio se resistieron pero al ver la cara de frustración y enojo de su hermano los siguieron sin volver a quejarse.

    Santiago llevaba quince años de su vida trabajando por un criollo desalmado y pedante. Y lo peor del caso era que quisiera o no; sin un padre que lo ayudara a sustentar a sus hermanos él seguía siendo dependiendo de ese despreciable ser humano. ¿A veces se preguntaba porque todo mundo creía que la esclavitud había finalizado? Esta seguía ahí pero no tan publica. Los jóvenes y varias mujeres aún seguían bajo las órdenes de un amo y limitados a trabajar en las haciendas.

    -Santiago vas muy rápido.- se quejó su hermana, apenas tenía 5 años y ya tenía que lavar y ordenar los cuartos de los hijos del hacendado. Y Santiago sabía que lo seguiría haciendo hasta que envejeciera o muriera.

    -Yo me quiero quedar a ver lo caballos.- se quejo su otro hermano, el tenía 8 años y ya trabajaba más de 10 horas en los campos de cultivo. Santiago lo volteo a ver y por un momento creyó ver en su rostro algunas facciones de su abuelo, un verdadero mexica.

    -El señor solo nos dio 20 minutos y si no llega nos mandara a buscar y…- Santiago trató de reflexionar que palabras usar con sus hermanos.- se va a enfadar.-

    Se odio a sí mismo por ser tan sumiso y obediente. Llegaron a la hacienda antes de que el sol se pusiera en lo más alto y entraron por la puerta de atrás. La puerta de los esclavos. Santiago vio a su alrededor y noto que la hacienda se encontraba en completo silencio y armonía. Probablemente eran los primeros en llegar de la celebración.

    De pronto vio como una de las cocineras se acercaba a él y a sus hermanos. Santiago pudo apreciar que estaba nerviosa y no paraba de mover los ojos como si esperar que algo o alguien la atacaran.

    -El señor dice que vayas a la bodega por tres fusiles y se los entregues a sus vigilantes. Creo que van a buscar a algunos que aún faltan por llegar.-

    Santiago se mordió el labio inferior y apretó contra sí a sus hermanos, se alegraba de haber regresado temprano.

    -¿Vayan con Xochitl a la cocina quieren?- les dijo Santiago a sus hermanos mientras los empujaba levemente, ellos asintieron gustosos y corrieron en dirección a la cocina.

    Santiago se sintió débil por primera vez, ver a sus hermanos felices con tan solo poco era demasiado injusto. Ellos se merecían algo mejor, el lo merecía. ¿Qué no Hidalgo había luchado por la libertad? Ahora el señor iba a ir en busca de sus “trabajadores” o mejor dicho esclavos para impedir que huyeran. Para Santiago nada había cambiado.

    Santiago entro a la cámara de armas y sacó tres fusiles, tan fácil que sería asesinar al amo. La idea lo hizo sonreír con malicia, no podía ser tan difícil, matarlo mientras dormía en medio de una noche con luna nueva. Lo difícil sería escapar con sus hermanos y poder sustentarlos.

    -¿Meditando pequeño?- dijo una voz sarcástica a sus espaldas. Santiago se dio la vuelta tan rápido que dejo caer los fusiles. El criollo lo observaba con malicia mientras jugaba con un arma de fuego. Santiago tensó todos sus músculos mientras observaba como el señor lo apuntaba con el arma.

    ¿De que servía ser un país independiente cuando aún un español nacido en México podía hacer contigo lo que quisiera? Santiago negó con la cabeza y trató de evitar contacto visual con el hombre.

    -Yo se que estas enojado. Sé que querías pelear contra mis padres al igual que tus padres los indígenas.- Santiago cerró los puños al escuchar como el señor le quitaba el seguro al revolver. –Yo se que me quieres matar desde que puedes cargar una de esas.- dice mientras apunta con la otra mano los fusiles en el suelo.

    -Yo se que quieres ser libre.- el estruendo del disparo resonó por la casi vacía hacienda.
     
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