“Así que has entrado, bienvenido al infierno”

Tema en 'Relatos' iniciado por AyameEGS, 17 Noviembre 2015.

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    AyameEGS

    AyameEGS Iniciado

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    17 Noviembre 2015
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    Escritor
    Título:
    “Así que has entrado, bienvenido al infierno”
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Misterio/Suspenso
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    2688
    (Historia que creé el año pasado por las fechas de noviembre, espero les agrade)




    “Así que has entrado, bienvenido al infierno”


    Si hubieses sabido lo que te esperaba no habrías ingresado en éste sitio, pero así fuiste creado, lleno de curiosidad y de preguntas, lleno de valor y de ingenuidad, un cordero inocente y escéptico. Tu mente creyó poder soportar la realidad, pero ahora vagas en la línea entre la cordura y la enfermedad.

    —Sí, recuerdo el día que te conocí—.

    La noche más fría que esa ciudad había apreciado en años, todos estaban en sus casas celebrando la festividad y unos tantos, evitando celebrarla, ¿sabes? No festejamos aquí como el resto del mundo, la muerte es un asunto de felicidad y de alegría.
    Las estrellas apenas brillaban alumbrando la oscura calle de negro profundo como el manto de un sepulturero de la antigüedad, entregando a los muertos en sus cajas de pino a las profundidades de la madre que llamamos Tierra.
    Tú estabas reunido con tus amigos en aquel viejo camino, bebían y se reían de cosas sin sentido, cuando por el morbo de la muerte misma y de la noche festiva, tuvieron la asombrosa idea de retarse los unos a los otros.

    —Te apuesto a que no te atreves a llegar al último piso de éste edificio y regresar— el desafío fue impuesto por tu primo, quien los acompañaba más ebrio y falsamente feliz que un enamorado en 14 de febrero.
    —Eso es sencillo, pero ¿cómo comprobaras que llegue hasta ése sitio?—.
    —Deberás recoger tu celular—.

    Antes de que pudieses negarte a la broma, tu primo te arrebato el celular que escondías en el bolsillo derecho de tu pantalón, dándote solo escasos segundos para verlo volar a través de la calle y romper una ventana del viejo edificio abandonado. La ventana que sufrió se encontraba arriba en el tercer piso, y parecía no tener un acceso sencillo por el interior, porque como es sabido, todas sus puertas estarían selladas con la cerradura con quien fueron hechas.
    Tus amigos se reían y se apretaban el estómago para intentar no caer al suelo por la gracia que les provocaba, pero túardías en furia porque el celular había costado meses de ahorros y quisieras o no, ahora estabas obligado a intentar encontrarle.

    —¡Eres tonto Miguel! ¿Cómo lo encontraré en la oscuridad?—gritaste sin consideración mientras empujabas con el codo a tu primo.
    —No seas marica, lo único que tienes que hacer es seguir el sonido de tu celular, te estaré llamando para que suene o ¿acaso tienes miedo de subir por él?—
    —No tengo miedo— pero por dentro estabas temblando con la idea de ir a ciegas por el sitio
    —Entonces hazlo, te estaremos esperando—

    La pesadez con la que caminabas por el sendero que te llevaría a la puerta principal de cristal desecho podía apreciarse desde la distancia, seguramente pensabas que sería la última vez que invitaras a tu primo a las reuniones con tus amigos.
    Estando ahí parado frente a las puertas, giraste medio cuerpo para observar a tus amigos que te animaban y se burlaban de ti para obligarte a entrar. Pero los dos sabemos que nadie te obligo hacer nada, tu mente morbosa es la que te atrajo a aquí.
    Tus débiles pasos hacían eco cuando atravesaste la entrada, no podías ver ni oír nada más que el viento corriendo por los pasillos ayudado de las ventanas rotas. El otro sonido que invadía el sitio, era de la basura que los indigentes dejaban por el suelo, así como las cosas que fueron usadas en otros tiempos y que ahora se pudren día a día.
    Tu vista es el sentido del tacto que usas con tu mano pegada a la pared, temblando a cada centímetro que avanzas por el primer piso solitario, solo las ratas te espantan cuando cruzas cercas de ellas y salen huyendo con sus chillidos agudos.
    Tu mano a perdido el soporte después de los primeros 15 minutos y te encuentras ante la penumbra del sitio, sin saber si sigues pisando suelo o es producto de tu imaginación, no ves la hora de darte la vuelta y salir huyendo del lugar, pero sabes, que te queda largo camino.
    Con tropiezos con muebles caídos y rotos por el camino, pero tu mano se aferra a un tubo que es el barandal de la escalera, estas sonriendo aunque no puedes verte, porque con ella localizada, la tortura se acaba. Subes uno a uno sus escalones, procurando tentar con el zapato movió por tu pie para asegurarte de que la escalera siga entera y sin peligros.
    Alcanzas el final, estas ahora en el segundo piso, pero aun debes avanzar más arriba. Junto a ti esta la segunda escalera que te lleva al tercer piso, tuviste que ser más precavido, aquí sí que faltaban pedazos de concreto, pero con tu cuerpo dirigiéndose de un lado al otro, has conseguido llegar a la cima.
    Para tus buenas noticias, a pesar de que ahí la penumbra había abandonado el lugar gracias a las ventanas que daban a la calle, escuchas la canción para llamadas que habías puesto en tu celular, seguro ahora odias haber colocado ese tono para las llamadas de tu primo.
    Corres como si alguien te estuviese siguiendo por la espalda, hasta que el sonido se aleja de ti, entonces frenas y regresas unos cuartos hasta detenerte frente a la puerta donde más fuerte se escuchaba el sonido, no fue tan difícil como imaginaste.
    Intentaste abrir la puerta con tus manos, pero la cerradura estaba puesta, sin la llave, tuviste que tomar la decisión de patear para intentar abrirla, pero la puerta no cedió ante tus intentos.
    La desesperación de estar tan cerca de tu objetivo hizo que tus manos se levantaran y revolviesen tu cabello, que hasta ese momento puse atención, lo llevas a los hombros, algo largo para lo que tu sociedad dicta que es lo formal y la noche también lo tiñó opacando la luz en él.
    Agarraste sillas y todo cuanto estuviese por el pasillo para lanzar contra esa puerta, pero nada consiguió hacerle rasguño alguno y cuando pensaste que no habría forma de recuperar tu celular, te diste media vuelta para regresar a las escaleras.
    Únicamente cuando pusiste el primer pie en el escalón, escuchaste algo similar a un cerrojo abriéndose y el rechinar de la puerta que se abrió para dejarte ver el interior por una fracción de espacio entre ella y la pared.
    No sabes cómo sucedió, seguramente fue gracias a que el cerrojo esta viejo y los golpes lo gastaron, pero estas emocionado y corres de nuevo hasta empujar la dichosa puerta, para ver el interior.
    Una vieja oficina, aúnestá el escritorio antiguo corroído por el tiempo y el clima, la basura de tierra, papeles y rastros de comida se acumulan en el suelo, traídos aquí por las ratas que hacen sus nidos.
    Observas por todos lados, y siguiendo el sonido de la tecnología portátil, das con tu celular debajo del escritorio, donde los pies de quien una vez lo utilizo se resguardaban. No puedes ver más que el celular y una parte del suelo, gracias a que el escritorio tiene una pared de madera en el sitio, permitiendo que los pies se oculten en una cueva que antes fue lujosa.

    —Por fin, pensé que tendría que comprar otro celular, en cuanto baje voy a darle un buen golpe a ese idiota—

    El celular sonó de nuevo con ese tono característico, tu oprimiste el botón para contestar la llamada y al mismo tiempo que hablabas, te levantaste del suelo para ver a tus amigos y tu primo por la ventana, saludándoles con un gesto de mano alzada y moviéndola de un lado a otra.

    —¡Hey!, ya conseguí el celu…— el miedo te paraliza cuando los localizas y una nube que cubría la luz de la luna se aleja, dejando que la luz ilumine bien la calle y puedas apreciar mejor los detalles.

    Sostienes el celular en tu oreja temblando de miedo, mientras repites constantemente “hola, Miguel, no es gracioso”. Lo que te ha erizado cada cabello de tu piel es la vista de tus conocidos en la calle, bañados en un líquido que a la luz se ve rojo carmesí, y tu primo, empalado cual espantapájaros en cultivo, con sus ojos bien abiertos por el terror, fijados directamente a esa ventana. Nadie se movía, nadie contestaba el teléfono que observaste brillando a los pies de tu primo.
    Con el pánico en tu piel, estabas por colgar el teléfono cuando una voz aparece en ella, grave y profunda, macabra y sádica, audible pero no viva, la llamada tenia interferencia.

    —Bienvenido—

    Sueltas el celular por el terror que te provoco aquello, tu sabes que esa llamada fue hecha del celular de tu primo, porque es al único al que le tienes puesto el tono de tu música favorita, y cuando aprecias en ese suelo, que la llamada a finalizado, el celular de tu primo también apaga su brillo.
    La sangre se te hela y con rapidez recoges el celular, corriendo hasta la puerta para salir de ese lugar. Corriste escalera abajo lo más aprisa, brincando escalones e infiltrándote de nuevo en la penumbra del segundo piso.
    Antes de poner tu mano sobre el barandal que te llevara al primer piso, te detienes en seco, temblando como un niño frente a un asesino. Por el pasillo escuchas cadenas y pasos arrastrándose que parecieran ir directo a tu localización, ¿pero cómosería posible? Te repites en tu mente, si el sitio está abandonado.
    No te detienes a esperar a ver qué resultado tenía eso, volviste a correr por la escalera, tan rápido que te tropezaste y rodaste por los últimos escalones. El sonido de las cadenas aún se acerca a ti, te levantas y sales corriendo hasta que logras ver la luz que se filtra por las puertas de cristal del recinto, estas feliz, pronto la pesadilla debería de terminar…que ingenuo cordero.
    Cuando llegas a ellas, notas que el cristal esta como nuevo, no tiene ningún rasguño y el cerrojo esta puesto, pero tú juras haber entrado por un hoyo en el cristal.
    Escuchas de nuevo el sonar de tu celular, el mismo tono de antes y lo contestas con rapidez esperando que fuese una pesada broma de tus acompañantes, pero la misma interferencia continua.

    —¿Miguel?— contestas con el temblor en tu voz, si fueras mujer estarías llorando ahora mismo.
    —Bienvenido— volvió a sonar aquella voz.
    —¡Basta ya! ¡No es gracioso!—

    El sonido de las cadenas lo escuchas justo en tu espalda, y temes mirar atrás para descubrir de qué se trata, pero te encuentras entre la espada y la pared.
    Pateas con fuerza el cristal de aquella puerta pero no se rompe, solo resuena y te regresa el impacto, tumbándote de espaldas en el suelo mientras cerrabas los ojos.

    —¡Paren ya!— gritas aterrado y derramando unas lágrimas por tus ojos.

    El silencio regresa a tus oídos, no escuchas ni ves nada por unos segundos, hasta que te armaste de valor y abriste tus ojos, solo para observar que el sol brillaba a través de las puertas y de las ventanas, que todo estaba en su sitio en aquel lugar.
    Las paredes blancas estaban limpias, no había restos de basura en el suelo, los muebles estaban como nuevos, sin polvo y había carteles en las paredes a los cuales no les prestaste ninguna atención másallá de lo que tu ojo registraba como mancha. Por fin te decides en levantarte y mirar atrás, donde aquel sonido de cadenas te acechaba, pero ves el pasillo limpio e iluminado que da a una recepción, en donde esta una mujer de cabellera roja y uniforme blanco, escribiendo cosas en una computadora y contestando una llamada telefónica.
    No tienes idea de que ha sucedido o si te desmayaste y estas soñando, pero lo único que se te ocurrió hacer, como el curioso morboso que eres, fue dirigirte hacia esa mujer para preguntar lo que sucedía. Ella cuelga el teléfono despidiéndose de lo que parecía ser una amiga y te mira a los ojos sonriéndote con alegría.

    —¿En qué puedo ayudarte muchacho?— te pregunta con una voz suave y tranquilizadora
    —Yo…— no terminas tu frase porque no tienes idea de que preguntar.
    —¿Tienes una cita?, ¿cuál es su nombre?—
    —Soy…—Fuiste interrumpido por una voz masculina atrás de ti.
    —Zadquiel Hernández, ¿no es así?—

    Volteas a verlo con asombro, y asientes con tu cabeza sin saber cómo es que conoce tu nombre ni lo que sucede en ese sitio.
    La encargada revisa en su computadora y brinca en su asiento contenta, mientras tarareaba una canción.

    —cierto, Zadquiel Hernández, cita de las 2 de la tarde, bueno, lo dejo en sus manos doctor—
    —Zadquiel, acompáñame hasta mi oficina, no tenemos tiempo que perder— te avisa el hombre mientras se encamina a las escaleras.

    Tenías la opción de retirarte de ahí, pero no lo hiciste, no puedes decir que alguien te obligo a seguirlo, pero cuando te diste cuenta, estabas de nuevo en aquella oficina del tercer piso, sentado en una silla frente al escritorio mientras el hombre estaba del otro lado, sentado revisando unos papeles en silencio. Durante minutos no supiste nada, incluso miraste por la ventana y el día alumbraba la calle, atravesando no había nadie, no estaban tus amigos ni tu primo ni había manchas de aquel líquido.

    —¿Qué está pasando aquí?— preguntas en voz baja, pero sabes que el hombre te ha escuchado.
    —La desorientación será normal en los primeros días, pero tranquilízate, no parece ser un caso grave—
    —¿De qué estáhablando doctor? ¿Acaso tengo algo malo?— preguntas llevado por la corriente de la información que parece no darte.
    —Tranquilo…Ninguno de mis pacientes a abandonado su tratamiento hasta el final—
    —¿Qué?—
    —Bienvenido— la voz del hombre suena idéntica a la que escuchabas en el celular.

    El miedo de relacionar a ese hombre con aquella voz te hace temblar tanto, que te levantas de un brinco haciendo que la silla en la que te encontrabas caiga de cabeza en el suelo, mientras aquel hombre sonríe con la misma intensidad en que te había dado la bienvenida desde el inicio, temes a esa sonrisa, no puede ser algo bueno, pareciera comerte con la mirada llena de maldad.
    Ibas a echarte a correr cuando sientes tus brazos aprisionados por algo, volteas atrás de ti y dos oficiales te están sujetando de tus brazos, y con suma rapidez, te colocan una camisa de fuerza y la abrochan dejándote completamente indefenso y a su voluntad.
    Pataleas y maldices, lloras y te retuerces, pero nada consigue que te suelten, una y otra vez continuas luchando por estar libre de esa odiosa prisión de tela, sin entender lo que ocurre aun. Tus lágrimas caen al suelo y por una fracción de segundos ves que regresa la escenografía anterior, estas en el edificio abandonado y oscuro, pero aun con la camisa de fuerza puesta, las ratas juguetean por tus pies y salen huyendo.
    Levantas la mirada y aquel hombre seguía frente a ti con esa sonrisa.

    —¡¿Qué rayos sucede aquí?!— gritas desesperado
    —Bienvenido al manicomio— contesta el hombre.

    Tu terror fue tanto que pronto tu vista comienzo a fallarte, te inundaba el negro infinito y poderoso que antes, en el pasillo dos, te había invadido, donde no podías ver nada ni siquiera tu propio cuerpo, pero esta vez, no podías razonar que estuvieses con vida, solo sentiste un golpe fuerte contra tu cabeza poco antes de perder la vista.

    Tuviste que haber escogido mejor tus opciones, no puedes decir que no te di oportunidades.
    Pero así es la raza humana, curiosa y morbosa, le gusta saber la verdad de todas las cosas que le rodean, incluso si esa verdad puede aislarte de la realidad y de lo que conoces.
    Suplican por su vida, maldicen y cuando todo termina bien para ellos, juran que fueron obligados a sufrir lo que les ha sucedido…pero tú y yo sabemos que nadie te obliga hacer nada, fueron tus propias decisiones quien te han conducido aquí esta noche.
     

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