¿Truco o Realidad? [Halloween]

¡Hola!

Como estamos en temporada de Halloween, me vino a la cabeza este pequeño escrito ^^

Espero lo disfruten y que cualquier error o incoherencia que encuentren me lo hagan saber, gracias.

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¿Truco o Trato? ¿Realidad o Fantasía?​

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Era ya muy tarde, alrededor de las once y media de la noche.

Ésta chica siempre solía recorrer el mismo camino, pero ese día parecía que la atmósfera estaba un tanto más pesada de lo habitual. Quizás se debía a que las calles estaban teñidas de naranja y negro, con las hojas secas de otoño revoloteando por doquier y con una que otra calabaza dejada en la avenida, con la habitual expresión del Jacko en su superficie.

Como era la única calle que la conducía a su casa, nunca pudo optar por un camino diferente. Lo que le parecía extraño es que no se había topado con ningún infante disfrazado pidiendo dulces como manda la costumbre.

En una de esas llegó al lugar que la había envuelto en misterio días atrás, el viejo cementerio central del pueblo.

Su toque lúgubre se hacía eco, especialmente con todos aquellos árboles sin hojas, con ramas puntiagudas, situadas alrededor.

Tragó saliva, inspiró con fuerza todo el oxígeno que pudo y de un patatús corrió como loca para alcanzar el otro lado de la cuadra, justo donde terminaba el cementerio.

Cerró sus ojos con fuerza para evitar ver nada que no quisiera ver.

Era increíble que tanto miedo se haya apoderado de ella en ese instante. Solía jugar con sus primos en aquel cementerio cuando era pequeña, también ahí había sido donde recibió su primer beso, una de las tantas veces en que uso el lugar como escondite de sus padres. Pero toda esa semana antes de Halloween había estado soñando que una criatura se la llevaba, atravesaban esos bastos barrotes de hierro, y ella no podía volver a salir.

Tanto fue el miedo al sueño que la estuvo inundando por siete días seguidos, que el sólo pasar frente al cementerio para ir al instituto donde estudiaba le daba un pavor horrible y un escalofrío recorría su piel.

Pero ahí estaba ella, corriendo para alcanzar el otro lado de la acera y finalmente estar lejos de aquella manzana donde descansaban los restos de los que ya habían pasado a “mejor vida”.

Cuando finalmente cruzó la calle, expiró todo el aire que había contenido en sus pulmones.

Su corazón fue recobrando el control, sus pulsaciones se normalizaron.

Quiso mirar atrás. Ver que en verdad había pasado el cementerio.

Ladeo la cabeza un poco hacia la izquierda, sólo un poco. Atajó la respiración.

Sobre su hombro había pequeñas marcas de rasguños, y la manga de su blusa celeste estaba desgarrada. También noto que su pelo estaba de una manera bastante singular, deforme por así decirlo, desigual.

Volteó en ese instante, allí, parada sobre la otra acera.

Lo vio.

Ahí estaba aquella criatura de sus sueños, con las uñas de acero, la misma ropa rasgada y la misma máscara hecha de arpillera. Tenía un orificio por el cual se podía ver un ojo negro que la miraba con inquietante afán, a pesar de la máscara que lo cubría podía sentirse que estaba sonriendo.

Él alzó la mano, saludándola desde la acera del cementerio.

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Al día siguiente el guardia de seguridad del cementerio volvía a su trabajo, había pasado la noche en su casa porque como todo pueblerino supersticioso deseaba estar lejos de su puesto de trabajo cuando era la afamada noche de brujas.

Grande fue su sorpresa en encontrar a Marina, la chica de nuestra historia, tirada en el piso, desmayada.

Todo indicaba que se había dado un golpe contra la gruesa reja de acero que pertenecía al cementerio, que el guardia dejó accidentalmente abierta antes de irse.

Una de las ramas secas que sobresalía de entre el muro del cementerio tenía una tela celeste entre sus puntiagudas ramificaciones, así como pedazos de cabello castaño, iguales que el de Marina.

Es difícil explicar el estado mental en el que despertó la muchacha luego, perdida entre la fantasía y la realidad. Le explicaron de mil maneras diferentes que sólo se dio un fuerte golpe luego de que el árbol la rasguñara, pero esas palabras las consideraba imposibles.

Cada vez que cerraba los ojos podía distinguir perfectamente aquel ojo negro que la miraba por el orificio de la arpillera, podía sentir las frías garras de acero, y podía sentir que se desvanecía mientras terminaba encerrada en el cementerio del cual no podría volver a salir.