¿Qué pasará después?

Tema en 'Relatos' iniciado por Vientchat, 15 Septiembre 2012.

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    Vientchat

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    ¿Qué pasará después?
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    Tragedia
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    Lalalala otra etapa de completa desaparición por aquí... mejor dicho, tenía ganas de volver a publicar algo así que lo hice. Escribí todo y mientras lo hacía la idea se formó. Espero les agrade, está en segunda persona tal como el anterior a este: Lejos.
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    —Estamos perdidos hermano —le dijiste con el miedo tratando de atragantarte, tragas saliva para evitar que ese sentimiento salga y sigues viendo a tu alrededor.
    —Me temo que sí… —él responde, también trataba de ver algo que se le hiciera conocido pero parecía que al igual que tú, todo lo que notaba era un sinfín de formas extrañas y la poca esperanza comenzaba a abandonarte— No, debe ser por aquí —te tomó de la mano como hacia tantos años que no lo hacía, te sorprendió ese gesto, sin embrago hiciste a un lado ese pensamiento y volviste a centrarte en lo que buscaban.

    Llevaban cerca de tres horas vagando por esa ciudad, tus pies duelen tanto que desearías poder renunciar a todo. ¿Recuerdas cómo llegaste a la ciudad? Obviamente no, ya pasaste un largo momento tratando de recordar con tu hermano sin que nada hubiese llegado a su memoria; lo único que tenían presente era la imagen de una casa, grande, hermosa y desconocida. Tu hermano cree firmemente que en ese sitio resolverá todas sus dudas, que todos esos vacíos en su memoria se llenarán o en caso de que no sucediera, encontrarían a alguien a quien pedirle ayuda. No obstante, tú estás lleno o llena de temor, presientes que llegar a ese lugar sólo traerá un mar de sentimientos relacionados con todo menos con la felicidad y el reconocimiento, mas no te atreves a decírselo a tu hermano, lo último que desearías es preocuparlo y borrarle esa sonrisa de su cara, eres diez meses menor que él, esa corta distancia entre sus nacimientos los ha hecho tan unidos que siempre han sido la protección del otro.

    Y ahora, los dos entraban a calles, daban vuelta en una esquina, en la otra, regresaban una calle, cruzaban dos. Cualquiera hubiera pensado que no tenían a donde ir realmente, pero ese sentimiento dentro de ti, ese miedo, crecía casi con cada paso correcto. Hasta que fue más grande de lo que nunca habías podido soportar. Te detuviste en seco, jalando a tu hermano que aún retenía tu mano.

    —Ya estamos cerca… unos pasos más… —le dices agachando la cabeza para que no vea tu expresión de miedo.
    —Siempre lo he dicho, soy muy bueno para ubicarme —respondió sonriendo y al notar que tú no le devolvías la alegría, supo que no estabas bien, como siempre— ¿Qué pasa?
    —Creo que llegar a esa casa son malas noticias… así como tú sabías por donde caminar, yo sé que eso sucederá. —Por fin volteas a verlo, y tu expresión por un momento lo hace entristecer, hasta que te rodea con sus brazos.
    —Nos tenemos el uno al otro, no hay nada que temer

    Con ese último comentario, parte de tu temor se esfuma, logras formar media sonrisa y tomar la fuerza para seguir.

    Tal como lo previste, diez pasos más adelante estaba la casa. A diferencia de la que tenías en la memoria, lucía tenebrosa por el clima nublado de hoy; las puertas principales están completamente abiertas y varios coches están en el interior, entre ellos reconoces dos patrullas y tres ambulancias, una que está por marcharse. Caminas a un lado de tu hermano, su andar bajó en velocidad pero no se atreven a detenerse. Ya no sientes miedo, ya no sientes nada más que curiosidad.

    No hay gente fuera de la casa, todos están dentro de ésta. La gran casa, bordeada por un jardín tan bien cuidado, está realmente tenebrosa; tan silenciosa. La gente murmulla en vez de hablar alto, ni tu hermano ni tú saben si deben estar ahí o no, así que hacen lo posible para pasar desapercibidos; se detienen a un lado de un grupo de señoras.

    —Sí, en su cuarto, imagínate. Fue hace unas horas, yo no estaba —dijo una de ellas, provocando en las demás comentarios similares y de entre todo su parloteo sólo distinguieron una frase: “ella lo hizo”.

    Miraste a tu hermano, él te señaló arriba con una mirada y tú asentiste. No son muchas las escaleras que te separan del misterio, tu corazón late tan rápido y tus piernas se mueven tan lento. Llegas al primer piso, pero el los siguientes murmullos parecen venir del segundo, por lo que no te detienes. Es en la habitación cercana al final del pasillo donde las luces están encendidas y se ve el movimiento de la gente así que avanzan hacia allá.

    Se meten entre las personas sin que se logren percatar de ustedes, piensas que deben estar muy sumidos en sus propios pensamientos. Entonces lo ves…

    La escena te deja tan petrificada aunque puedes ver de reojo que tu hermano está pálido y con los ojos bien abiertos. En ese momento todos los recuerdos perdidos regresan.

    Recuerdas que tu papá se había ido cuando tenías corta edad, un año más y tu mamá se había vuelto a casar, su nuevo padre les había dado esa casa. A pesar de todo, ni tu hermano ni tú habían sentido el calor de una familia como los libros o la televisión solían mostrarlo; siempre en su habitación jugando, estudiando, perdiéndose en mundos inventados por autores y demás cosas sólo para ustedes. Y todo eso había terminado; su madre y su padre llegaban realmente ebrios cada cuatro días, un día peleaban entre ellos, al otro se amaban como si se acabaran de conocer; algo en ellos estaba trastornado y lo sentías muy bien. Un regreso como esos fue lo que provocó la escena de ese momento.

    Tanto el cuerpo de tu hermano como el tuyo están a mitad de la habitación, las heridas en el pecho, la espalda y los brazos demostraba que había sido inútil su esfuerzo por defenderse el uno al otro. En una esquina, tu segundo papá discute con los médicos que comienzan a vestir a su esposa con una camisa de fuerza, ella sólo mira los cuerpos con expresión sorprendida, la sangre mancha su cara, realmente lo hizo ella.

    Tu hermano aprieta tu mano un poco antes de que el ruido se desate por completo en tu antigua habitación, es tu padrastro el que comienza a gritarle a los policías quienes habían tratado de hacerlo entrar en razón. Comienza a soltar golpes, está tan furioso que vuelves a sentir el miedo que sentiste la primera vez que lo habías visto así, hasta que tu mirada se va hacia tu madre de nuevo. Ella te ve a ti y a tu hermano, o eso parece, las lágrimas comienzan a caer por su rostro, su sorpresa cambia por dolor.

    —Perdónenme, perdónenme… yo los amaba, perdónenme... —comienza a repetir en un susurro que hace a su esposo calmarse y tratar de ver lo que ella veía, pero obviamente le era imposible. Junto a tu hermano te acercas a ella, se hincan en frente y le sonríen.
    —Lo sabemos y te perdonamos en nuestro último aliento —le dice tu hermano.
    —Estarás bien, te curarás. Te queremos —le dices al besarle la mejilla al igual que él, se ponen de pie, ella está tan sorprendida pero las lágrimas no dejan de caer; los médicos comienzan a llevársela, al pasar a tu lado, tu hermano y tú le dicen: Adiós, mami. Con esas últimas palabras sabes que has cumplido lo que te detenía en ese mundo: el deseo de saber qué pasaría después de que murieran.
     
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