Hola chicos y chicas, después de una larguísima ausencia aquí me tienen, tratando de brindarles algunos de mis escritos, esperando que sean de su agrado. Este pequeño One-shot se me ocurrió en un momento de aburrimiento, ojala les guste. ¿COMO CONFIAR OTRA VEZ? Estábamos sentados, entre nosotros se interponía una mesa y tú clavabas tus ojos marrones en los míos. Respiré hondo, a leguas podía verse tú desconfianza y tu dolor; y nadie más que yo era el culpable de ello. Mis acciones te lastimaron, mis malas decisiones nos separaron y ahora que deseaba recuperar un poco de aquello que alguna vez tuvimos, parecía ser demasiado tarde. Cerré los ojos un momento, tratando de ordenar mis ideas y de hacerte entender que es lo que deseaba de esto. Al abrirlos noté esa mueca tan familiar y ahora tan extraña, surcando tus labios, deducías y te debatías entre seguir aquí o irte de una buena vez. Abrí la boca y la cerré, quería decirte que te quería pero esas palabras, proferidas por mis labios, parecían ser un vil perjurio. –¿Para qué me has citado aquí? –Inquieres impaciente. Sonrió tontamente al recordar que la paciencia nunca ha sido tu fuerte, contigo todo debe ser rápido, ir directo al grano. Suspiró y tú frunces el ceño; debes estar imaginado ya de que va todo esto. Intentó mirar tus achocolatados orbes pero me acobardo al encontrar en estos, recelo, tu mirada refleja tantas dudas pero al mismo tiempo mucho dolor, al final desvió la mirada y la clavó en el blanco mantel que yace sobre la mesa. –Quería disculparme… –Ya es tarde para ello. Tus palabras me lastiman así que levantó la mirada y buscó con desesperación tus ojos; quiero que veas, que comprendas lo mucho que este error también a mi me daño. Pero ahora eres implacable, mi bella musa, tu mi mujer hermosa ahora me odias y no pudo culparte por ello. –Nunca es tarde. Insisto, lo último que quiero es perderte otra vez y de una forma tan estúpida. Te pones en pie y desesperado te tomó de la mano; obligándote de esa manera a quedarte. Me miras y te sientas de nueva cuenta, respiró un poco más tranquilo y te dejo en libertad pues eso es ahora lo que tus ojos, ese libro abierto que siempre fue mi favorito, a gritos me piden. –¿Qué es lo que quieres? ¿Cómo decirlo sin que suene estúpido? Era bien sabido para todos el terrible error que cometí y lo tonto que parecía pedir una segunda oportunidad a una mujer que lo dio todo, que dio el alma, no sólo la piel… –¿Quiero que regreses conmigo? Abriste los ojos como plato, tu sorpresa era tangible pero era rápidamente opacado por tu dolor; cerré los ojos un momento tratando de convencerme que cuando los abrieras las cosas serían diferentes y que tal vez, cuando mirara esos orbes descubrirá que todo estaba bien. Respiré hondo y clavé mi mirada en la tuya; en ese momento un látigo me golpeó pues agua cristalina corría por tus mejillas. –¿Tienes una idea de lo que espere para escuchar esas palabras? Tu voz se quebró y desviaste la mirada, te limpiaste con furia las rebeldes lágrimas y te pusiste en pie. Dejaste sobre la mesa un billete que seguramente cubriría los gastos del café antes ordenado, tomaste tu bolso y la correa la pusiste sobre tu hombro; estabas por irte y esta vez comprobaba desesperado que era incapaz de evitar que te alejaras. Quise moverme pero mi cuerpo parecía estar hundido bajo el agua, cada movimiento que realizaba requería un tremendo esfuerzo por mi parte. Pero necio, queriendo impedir lo inevitable, te sujete de la muñeca y busqué esos ojos hechiceros que me hicieron caer preso de tu encanto, pero… al verlos, comprobé una vez más lo estúpido que podía llegar a ser. ¿Cuándo daño debía causarte para entender que ya no era digno de ti? Te apartaste de golpe y me diste la espalda, te quedaste ahí de pie por lo que pareció una eternidad y yo esperé, rogando por un milagro, esperando como un condenado a que la salvación o mi condena, se me fuera otorgada. –Es tarde ya Inuyasha, tú elegiste y debes vivir con lo que escogiste. –Kagome, yo… –Basta Inuyasha, por favor no me busque más. Alcanzaste la salida y mientras te alejabas yo veía como la felicidad se me esfumaba de las manos. Respiré hondo y contuve las lágrimas pues estaba seguro de que esa sería la última vez que te volvería a ver. Permanecí sentado hasta que pude controlarme, me puse en pie y seguí tus pasos pues era lo único que de ahora en adelante tenía permitido hacer.