Long-fic de Pokémon - Pokémon | All - In - One |

Tema en 'Fanfics de Pokémon' iniciado por SunshineAndGasoline, 28 Abril 2019.

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    SunshineAndGasoline

    SunshineAndGasoline Iniciado

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    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    3
     
    Palabras:
    1332
    Introducción

    Esta historia tiene lugar veinte años después de los hechos sucedidos en Pokémon Rojo y Azul, y transcurre en el mismo canon de los videojuegos principales (tomando prestados ciertos personajes muuuy secundarios del anime). Se desarrollará en el marco de un torneo mundial organizado por la Liga Pokémon (llamado All-In-One) para enfrentar a los mejores entrenadores activos de Kanto, Johto, Hoenn, Sinnoh, Unova, Kalos y Alola. ¿Galar? Uhm, tal vez haya sorpresas.

    El marco temporal me sirve para transformar un poco la vida en las regiones y para dar por sentados algunos sucesos de los juegos que puedan o no tener relevancia en el presente de mi historia, además de "jubilar" a la mayoría de los personajes clásicos o cambiar su rol en el mundo; volviéndose líderes de gimnasio en otras regiones, profesores, jubilados o desapareciendo para tener aventuras en regiones distantes y desconocidas.

    En todo caso, ésta no será una historia sobre Red y Green adultos, sino que introduciré un (importante) número de personajes nuevos y originales; jóvenes de entre doce a veintipico de años que son las nuevas caras del mundo de los entrenadores Pokémon.
    Tendrá un fuerte enfoque en los combates, pero también trataré de hacer interactuar y crecer a los personajes a través de sus victorias y de sus derrotas. Me interesa ver cómo vayan a relacionarse entrenadores sumamente competitivos y que provienen de lugares muy distintos. Ojalá ustedes compartan el interés y acompañen a estos personajes, y sus Pokémon, en el viaje.

    Los dejo con el prólogo, por ahora. Los primeros dos capítulos ya están escritos, y listos para subirse al foro en próximos días.


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    All In One LOGO.jpg

    Prólogo
    El anuncio



    Aquel mes de noviembre del año 2X18, en todo el mundo se hablaba con gran expectativa del inicio del Torneo Mundial de la Liga Pokémon, un evento sin precedentes en el que se enfrentarían los mejores entrenadores de las siete principales regiones adheridas al comité de torneos y competencias oficiales de la Liga. Kanto, Johto, Hoenn, Sinnoh, Unova, Kalos y Alola serían representadas como cunas de auténticas promesas, aquellos con un talento capaz de enfrentar -y vencer- a líderes, capitanes, élites, cerebros, kahunas y campeones de todo el mundo, haciendo uso de los Pokémon mejor entrenados.

    En un principio, la información sobre el evento comenzó a circular tímidamente entre reducidos grupos de entrenadores; aquellos allegados a ex-líderes de gimnasio que formaban parte del comité oficial, o que eran hijos de algún empleado de diseño gráfico que trabajaba en los afiches del torneo. Poco a poco, la insignificante pelusa de información comenzó a tomar velocidad y a agigantarse hasta que prácticamente se convirtió en una verdad silenciosa que todos ya habían asumido.

    Esto provocó un boom en la carrera de muchos entrenadores; aquellos que recién comenzaban su viaje se amontonaban en filas kilométricas en los principales Frentes de Batalla, convencidos de que era su pase más rápido para clasificar. Otros, de gran experiencia, le sacaban polvo a sus viejas pokébolas y se dirigían a los laboratorios donde comenzaron sus andanzas para reencontrarse con sus bestias más curtidas en el arte de la batalla. Corrían rumores, incluso, de que algunos líderes de gimnasio y hasta miembros de la Élite 4 abandonaban sus puestos para poder participar de la competición, puesto que quienes estuvieran ejerciendo el cargo oficialmente no podrían inscribirse. Algo grande se avecinaba.

    Finalmente, la noticia se confirmó un día viernes 15 de noviembre, con la transmisión en directo por los principales canales de radio y televisión del comunicado del presidente de la Liga Pokémon, Charles Goodshow. Sobre su baja estatura y entre una maraña de pelo blanco que conformaba su barba y sus pobladas cejas se asomaba una mirada ardiente de pasión. El señor Goodshow no parecía presidente de nada, más que de una sociedad de fomento del skate; se mostró ante las cámaras con una gorra girada hacia atrás, una remera roja y blanca con diseño de pokébola y unas bermudas púrpuras. De pie sobre una tarima de mármol, la máxima figura de autoridad de la Liga Pokémon vociferó el anuncio con una euforia que debía tener preocupado a su médico de cabecera:

    Hoy es un gran día para ser entrenador pokémon. Aquellos que, como yo hace ya muchos años, emprendieron su viaje con entusiasmo para explorar el mundo, descubrir a esas misteriosas criaturas que llamamos Pokémon y entrenarlas con cariño estrechando lazos de amistad, deben sentirse orgullosos de sus logros. Deben estar orgullosos de su sueño, de haber elegido su propio camino, de haber apoyado a sus amigos Pokémon e incluso deben estar orgullosos de sus derrotas, de aquellas marcas y cicatrices producto de tantas caídas, pero sobre todo producto de tanto aprendizaje” —el señor Goodshow le hablaba directo a la cámara sin apenas pestañear, no parecía leer ningún discurso redactado ni telepronter en otra pantalla. Cada palabra surgía de su boca espontáneamente, como si estuviese sentado junto a su propio nieto, aunque le hablaba -y lo sabía- a cientos de miles de entrenadores de todo el mundo—. “Celebremos hoy, entonces, la cúspide de todos sus logros, de sus viajes, de sus capturas y entrenamiento: ¡Anuncio de manera oficial el Torneo Mundial de Pokémon: ALL-IN-ONE! Donde los entrenadores elegidos de las siete regiones del planeta adheridas al comité de eventos oficiales de la Liga Pokémon podrán verse las caras y enfrentar a sus mejores Pokémon para obtener el título de Campeón Mundial. ¿Así que quieren ser Maestros Pokémon, chicos? Reúnan sus medallas, alisten sus pokébolas, empaquen sus pociones… Porque el torneo empieza en un mes.”

    Una chica trepada a un árbol en una jungla de alguna isla de Alola soltaba un grito de felicidad tras escuchar el mensaje a través de una vieja radio llena de moho que colgaba torpemente de una rama, espantando a una parvada de Trumbeak de las copas de los árboles que levantaban vuelo raudamente despeinando sus largos cabellos rosados.

    Un muchacho rubio, de lentes y aspecto distinguido tomaba con calma un café entre las calles bohemias de Ciudad Lumiose, y le daba un sorbo a su bebida caliente esbozando una sonrisa mientras observaba la transmisión en un plasma gigante ubicado en la torre de oficinas frente a la cafetería, donde una multitud se amontonaba para mirar.

    Dos rivales de toda la vida irrumpían un encarnizado combate entre sus Gallade y Lucario en las montañas nevadas de Sinnoh tras escuchar el victoreo de una multitud de entrenadores atiborrados en una taberna ubicada a pocos metros del sendero.

    Una chica menuda, de pelo castaño y ondulado y kimono con motivo floreado se abría paso entre ruinas antiguas, oyendo en segundo plano el comunicado a través de un dispositivo de pulsera rosa con forma similar a un pequeño celular, escoltada por un Pokémon cuadrúpedo y negro como la noche, que hacía brillar los aros dorados que decoraban su pelaje para iluminar el espacio cerrado, revelando toda clase de símbolos dibujados en los muros de piedra que la rodeaban. El murmullo distorsionado que salía del aparato resonaba con eco por todo el recinto, pero los misteriosos huéspedes que aparecían y desaparecían entre los muros dibujando círculos en el aire detrás de ella no parecían darles importancia a las palabras del anciano.

    Montado a lomos de un formidable Arcanine, un entrenador de piel bronceada y largo cabello oscuro y ondulado se abría paso a través de un infinito desierto en algún rincón del mundo. Sus ojos miraban fijos hacia el horizonte que asomaba inalcanzable tras el manto de arena que bañaba todo su campo visual. Pero ni las distancias ni los agresivos rayos de Sol parecían ser obstáculo suficiente para su ambición. En el momento que el señor Goodshow le habló al mundo, él no lo supo. Pero más temprano que tarde le llegaría su invitación.
     
    Última edición: 3 Mayo 2019
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    SteveAnd

    SteveAnd Intentando mejorar en fanficslandia :3

    Virgo
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    ¡Hola! Vengo a dar mi opinión sobre algunos aspectos de la historia.

    Básicamente todo el prólogo se basa en el Torneo, me hubiera gustado ver desde la perspectiva de personaje o los personajes principales a la hora de anunciarlo, así creando un ambiente de euforia o algún otro ambiente de su parte, la cual se podría haber desarrollado junto con el prólogo. Se que de último se muestra los cuatro posibles personajes principales, pero a lo que me refiero es haber narrado su vida como "entrenador".

    Tal vez eso se muestre en los siguientes capítulos, y me estoy apresurando, pero creo es un punto a recalcar.

    El inicio te atrapa, un torneo mundial creado para saber quien es mejor, ¿A quién no le encantaría verlo? Pero conforme vas leyendo, sólo se enfoca en un torneo, y se empieza a perder interés.


    Cabe aclarar que cada región tendrá a sus respectivos "representantes"
    Me gustara ver como manejas esa parte en especial, la manera de como los personajes se enfrentarán a docenas de entrenadores. Pero cuida el hecho que serán bastantes batallas y eso perderá interés al lector así que no te enfoques solamente en eso.

    Por lo demás unos insignificantes errores ortográficos, que se pueden pasar desapercibidos. En fin espero con ansias el siguiente capítulo.
     
    Última edición: 1 Mayo 2019
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    SunshineAndGasoline

    SunshineAndGasoline Iniciado

    Piscis
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    ¡Hola! Para empezar, muchas gracias por el comentario. Cualquier opinión me ayuda y motiva para perfeccionar el desarrollo de la historia.
    Con el prólogo quise introducir simplemente el concepto del All-In-One y cómo la noticia se propagaba por todas las regiones, así como dar pinceladas superficiales a algunos de los personajes que participarán de la historia en mayor o menor medida. Pero no creas que serán los protagonistas principales, porque pienso introducir a una veintena de personajes, todos ellos con un background y características particulares.

    Es cierto, tuve en cuenta que enfocar la historia en el desarrollo de un torneo puede dar lugar a situaciones repetitivas y a la monotonía de los combates que, se supone, deberían ser únicos y espectaculares, además de muy distintos el uno del otro. Pero si hay algo que me gusta tanto como las batallas e introducir a diversos tipos de Pokémon dando lo mejor de sí mismos, es el desarrollo e interacción entre personajes. Así que espero poder plasmar bien esa dinámica entre personas muuuy distintas, en el marco de un evento fundamental como lo es un torneo mundial e interregional. Confío en que eso va a dar lugar a situaciones variadas y que no se reduzca a un puñado de enfrentamientos entre entrenadores genéricos. ¡Espero hacerlo bien!

    Por favor, si no es molestia me gustaría que remarques errores ortográficos o gramaticales que entorpezcan la experiencia de lectura. Trato de releer lo que escribo un par de veces antes de publicarlo, pero a veces la mirada externa de un lector es más aguda y detecta mejor esos errores. Si ves que se reiteran los mismos, me ayudarías remarcando las fallas. Espero que no sean muchas, igualmente.

    ---

    Respondido el comentario, paso a dejar el primer capítulo, donde se presentan un par de personajes en la carrera contrarreloj para poder participar del Torneo Mundial All-In-One. Aclaro que los nombres de lugares y personajes no-originales corresponderán a las versiones en inglés de los juegos, puesto que son los que jugué y con los que me encuentro más familiarizado. Asimismo, comento que los ataques serán dichos en idioma español, pero no necesariamente apegándose a la traducción oficial para las ediciones españolas de los juegos (aunque la gran mayoría sí que serán iguales). Esto se debe a que algunas traducciones de ataques me parecen fuera de lugar y chocantes a la hora de leerlas en el marco de una batalla llena de descripciones. Por ejemplo: "Close Combat" será traducido acá como "Cuerpo a Cuerpo", en lugar de "A Bocajarro".

    Sin más, disfruten la lectura:


    Capítulo 1
    De la cima para arriba

    Era una nublada tarde de noviembre sobre el acceso norte al Frente de Batalla de la región de Johto, ubicado a una hora por mar desde Ciudad Cianwood. Las olas rompían estruendosas contra las colinas rocosas que daban acceso a la isla sobre la que se había cimentado el popular asentamiento de la región; un predio similar a un parque de diversiones, pero con edificaciones espectaculares donde solo los mejores entrenadores podían verse las caras para obtener los Símbolos de Batalla. Dichos símbolos eran insignias que abrían las puertas a la calificación para el Torneo Mundial All-in-One, que se había anunciado tan solo una semana atrás.
    Las rondas eliminatorias se disputarían durante el mes de diciembre, por lo que los entrenadores de todo el mundo que aún no reunían los requisitos suficientes para inscribirse se agolpaban y formaban largas filas en la entrada. Como tantos otros que se formaban en fila, tres jóvenes entrenadores aguardaban su turno para ingresar al Frente. Se trataba de dos chicos y una chica, todos ellos de unos dieciséis años de edad y que parecían conocerse desde hacía ya bastantes años. Uno de ellos tonteaba sentado en el suelo contra la pared con su pokégear -un objeto símil-celular de color negro y verde y que podía ajustar a su muñeca con una correa deslizante-, con cara de hastío y el cabello negro pintado de rosa cayéndole desprolijamente sobre los ojos, que ocultaba detrás de un par de gafas de montura gruesa.

    —Kyo, ¿a cuántos ves delante nuestro? —preguntó sin despegar la vista de la pantalla de su pokégear mientras pulsaba botones rápidamente, sumergido en algún juego de video.
    —Aún si te dijera el número de personas, dudo que pudiéramos hacer algo con esa información, Gin —le respondió el otro muchacho, de cabello castaño peinado en flecos hacia el costado, quien vestía ropa tradicional de la región: un kimono azul oscuro por fuera y blanco por dentro con motivo de olas blancas, lo que hacía gran contraste con la ropa informal de su amigo.
    —Mierda —masculló, al tiempo que sonaba un tono monofónico en su dispositivo, recordando a una melodía de game over—. ¿Eso significa que hay veinte o treinta formados antes?
    —Significa que vamos a poder entrar antes de que arranque el All-In-One, nerviosito.
    —No me preocupa entrar, me preocupa salir cuanto antes de acá para poder inscribirnos, geniecito.
    —Vamos chicos, están dejando pasar a alguien y la fila se mueve —les dijo desde atrás con calma una chica de yukata rosa con motivo floreado y brillantes ojos color café, mientras volteaba a disculparse con un muchacho con cara de pocos amigos que se amontonaba atrás en la fila para avanzar.
    —Tsk, no entiendo por qué la gente se impacienta tanto por una patada en el culo de parte de un frontier brain —gruñó el pelirrosa, mientras arrastraba su cuerpo hacia adelante, todavía sentado, a medida que la muchedumbre acortaba la fila.
    —Quizás quieran ver cómo te patean el culo a vos en un rato -suspiró Kyo encogiéndose de hombros, escoltando caballerosamente a la chica de yukata rosa hacia adelante para quedar detrás de ella en la fila, interponiéndose entre ésta y el entrenador malhumorado que no paraba de escupir insultos por lo bajo, golpeando el suelo con el pie.
    —Para eso tengo a mis buenos Pokémon —sonrió con malicia, mientras sacaba de su cinturón una esfera negra con franjas amarillas y la apoyaba en su pecho—, siempre dispuestos a que les pateen el culo por mí.
    Un entrenador delante de ellos ocultó la risa, pero Gin no tuvo tiempo de enorgullecerse por su ácido comentario cuando la chica pasó por delante suyo clavándole el taco de madera de su sandalia en el pie, mirándolo por lo bajo con un gesto de reprobación y desagrado.
    —¡Riza! ¡¿Qué te pasa?! —gruñó, agarrándose el pie con ambas manos.
    —Por comentarios así de desagradables podrían expulsarte de la fila —le espetó, arqueando las cejas—. Y yo celebraría eso, la verdad.
    —Mi cerebro empieza a funcionar mal después de la quinta hora en esta fila.
    —Y el carácter dócil de Riza también, Gin —añadió el chico castaño con una sonrisa incómoda, mientras rascaba su barbilla con el dedo índice.
    —¡No es por la fila, Kyo! —dijo la chica volteando hacia él—. Es porque me molesta que traten a los Pokémon como herramientas. Johto pasó épocas muy oscuras por culpa de gente con esa filosofía.
    —Tranquila, Riza, que estoy escondiendo bien la R en mi pecho —masculló Gin, incorporándose y dando saltitos sin apoyar el pie magullado.
    —Mejor guardá esa ultrabola, creo que se movió un poco y parece que Ukyo escuchó tu chiste tan divertido. ¿No lo querés ayudar a sacarle filo a sus tenazas?

    El pelirrosa tragó saliva y miró con desconfianza la ultrabola inerte en su mano izquierda. Pensó en responderle algo a la chica, pero decidió callarse y guardarla nuevamente en el compartimento de su cinturón.

    —“ATENCION, ENTRENADORES” —se escuchó por los parlantes ubicados en los pilares de la entrada—. “EL AMO DE LA TORRE DE BATALLA, BARRY, ESTA RECIBIENDO DESAFIANTES PARA COMBATE DIRECTO A AQUELLOS QUE ASPIREN A PARTICIPAR DEL ALL-IN-ONE, PERO SOLO QUIENES POSEAN AL MENOS TREINTA MEDALLAS DE GIMNASIO. AQUELLOS INTERESADOS QUE REÚNAN LOS REQUISITOS PUEDEN SALIR DE LA FILA Y AGUARDAR LA INSPECCIÓN DE UNO DE NUESTROS ACOMODADORES.

    Todo el brillo y entusiasmo que se encendió en los ojos de los entrenadores en fila al escuchar el desafío cara a cara con el Amo de la Torre, se apagó inmediatamente cuando se anunció el requisito de las treinta medallas de gimnasio, un logro sólo al alcance de aquellos con años de experiencia y viajes por diversas regiones. Uno de los hombres trajeados del Frente comenzó a avanzar desde el principio de la fila averiguando quiénes cumplían con las condiciones del cerebro de la frontera, pero los entrenadores solo agachaban la cabeza o hacían el ademán de contar las medallas en su estuche, sabiendo con creces que no alcanzarían el número mínimo e indispensable. Un poco más adelante que Kyo, Gin y Riza, un grupo de chicos le pasaba sus medallas rápidamente a quien parecía el más experimentado de ellos, vigilando que el acomodador no los atrape.

    —¡Vamos, Kanchou, es tu oportunidad de ganar ese símbolo!
    —Sos el mejor de entre nosotros y el orgullo de Azalea, vos podés.
    —¡No seas idiota, me estás pasando la Medalla Zephyr que ya tengo!
    —¡Cállense, ahí viene!

    Cuando el acomodador, de traje y anteojos oscuros de Sol que le daban el intimidante aspecto de un guardia de seguridad, llegó hasta ellos en la fila, el tal Kanchou -un chico delgado, de unos doce años, con cabello pelirrojo peinado en un profundo jopo hacia atrás y ropa de karateka- avanzó tembloroso y le enseñó con una exagerada sonrisa de orgullo su estuche entreabierto, del cual cayeron dos medallas al suelo. El señor de traje arqueó una ceja y se agachó para recoger las insignias, tomando luego el estuche del chico y acomodándolas cuidadosamente en uno de los compartimentos. El brillo de las varias decenas de medallas relucía con fuerza, reflejándose en las gafas oscuras del acomodador, que escrutaba al entrenador con la mirada como un Terminator a su víctima antes de disparar. Varias gotas de sudor caían por la frente de Kanchou, despeinando algunos flecos de su jopo. Sus amigos, detrás suyo, parecían rezar en silencio, aterrados. Gin y Kyo observaban la situación divertidos, mientras que Riza les dedicaba una mirada reprobatoria y suspiraba, resignada.

    —Muy bien, señor Kanchou de Pueblo Azalea, parece que consiguió con esfuerzo treinta medallas de gimnasio y… una chapita de Poké-Cola —le dijo, serio, mientras sacaba del estuche una tapa roja de botella de refresco y se la devolvía al pálido entrenador—. Diríjase a la entrada y presente las medallas en la mesa de recepción para realizar el trámite de admisión.

    El pelirrojo parpadeó atónito un par de veces, mirando la chapita de Poke-Cola en su mano mientras el acomodador continuaba su inspección en la fila sin volver a dirigirle mirada alguna. Creyó escuchar a sus espaldas la risa atragantada de uno de sus amigos, y le pegó un codazo seco en el estómago con expresión de hastío. Los demás lo empujaron fuera de la fila y lo llevaron eufóricos hacia la entrada, ante la mirada incriminatoria de aquellos entrenadores que permanecían en sus lugares.

    —Disculpe, mi amigo cumple los requisitos para enfrentar al Amo de la Torre.

    Distraído viendo cómo los jóvenes y atrevidos entrenadores desaparecían en el túnel de acceso al Frente de Batalla, Gin no se había percatado de que frente a su grupo ya había avanzado el acomodador, interceptado por Kyo.

    —¿Ah, sí? ¿Cuál es su nombre, joven entrenador? —inquirió el robusto hombre trajeado, espiando a Gin por debajo de los anteojos oscuros. Al ver al entrenador que ocultaba su rostro bajo mechones de cabello rosa, inmediatamente cambió su actitud, quitándose las gafas con una velocidad inhumana para mirarlo bien. Los ojos del acomodador eran mucho más pequeños y menos intimidantes sin los lentes oscuros cubriéndoselos. Kyo le devolvió una exagerada sonrisa, haciéndole el símbolo de la paz con los dedos—. ¡¡N-no puedo creerlo, pero si usted es Gin Irou!!

    Una multitud de entrenadores en la fila asomaron sus cabezas tras escuchar ese nombre, fijándose de inmediato en el pequeño grupo de tres entrenadores. Los murmullos rápidamente dieron paso a exclamaciones, y algunos se salieron de la cola para acercarse a ver de cerca a quien había trastornado la actitud del serio y formal acomodador.

    —¿Qué es tan difícil de creer? —preguntó incómodo Gin, encogiéndose de hombros y bajando con una mano la gorra negra de lana en su frente—, ¿que un ex campeón regional quiera participar del evento competitivo más importante en la historia?
    —Lo difícil de creer es tu pelo, y no digas esas cosas en medio de una multitud —le dijo la chica de kimono, mientras sonreía amablemente a la multitud que se agolpaba detrás de ella para verificar la identidad del entrenador.
    —D-disculpe mi falta de profesionalismo —el señor de traje se ajustó la corbata y acomodó sus gafas de Sol, exagerando que tosía—. Es un placer verlo por acá, señor Irou, sus credenciales son de sobra conocidas por todos. Le pido que se dirija al vestíbulo de recepción de la Torre Batalla, el Amo de la Torre estará encantado de recibirlo.
    —¿De verdad ese es Gin Irou?
    —¡Increíble, el ex campeón de Johto y Kanto!
    —Creí que tenía el cabello diferente…
    —¡Idiota, es obvio que se lo tiñó para pasar desapercibido!
    —Es un poco bajito.
    —Dicen que Lance se retiró tras perder contra él en Sinnoh.
    —Hace un rato se estaba sacando un moco.

    Los murmullos y comentarios de la multitud que los rodeaba venían por todas partes, y mientras que Kyo y Riza oficiaban de guardaespaldas y trataban de contener a las masas que intentaban ver, fotografiar o simplemente saludar al popular entrenador, Gin solamente se acomodaba un par de grandes auriculares y los conectaba a su pokégear, escabulléndose con habilidad entre la marea de gente.

    —En realidad —dijo mientras eludía con destreza ninja a un par de chicos de diez u once años que se le tiraban encima para pedirle su autógrafo—, me teñí el pelo porque pensé que se vería genial. La verdad es que me arrepiento un poco.

    Kyo se disculpaba y abría paso entre la muchedumbre, tomando de la mano a Riza para ayudarla a salir del tumulto. Detrás de ellos, el acomodador les rugía a los entrenadores que regresen a la fila si querían ingresar al Frente. Rápidamente alcanzaron a su amigo y lo rodearon por los hombros.

    —No sé a quién pretendías impresionar —arqueó la ceja Riza.
    —Los tres sabemos que lo hiciste para declararle tu amor a Whitney —asintió Kyo, dándole una palmadita en la espalda.
    —¿Ah? —volteó Gin hacia el castaño, levantando uno de los audífonos—. ¿Viste lo que generé ahí atrás? No necesito usar un kimono anticuado para impresionar a la gente.
    —Gin, no estamos acá para impresionar a nadie más que al Amo de la Torre —le reprochó Riza, frunciendo el ceño—, y a alguien como él no lo vas a impresionar con otra cosa que no sean tus habilidades en batalla.
    —Alguien sin habilidades en batalla no podría enfrentarse a él, por empezar —le sacó la lengua a Riza, con tono infantil.
    —Se va a impresionar cuando enfrente a Kanchou de Pueblo Azalea, eso es seguro —rió Kyo, tratando de distender el ambiente.

    Tras avanzar por lo que quedaba de fila, Kyo, Gin y Riza ingresaron a la recepción techada del Frente de Batalla. Allí dentro fueron recibidos amablemente por atractivas secretarias, quienes les pidieron que enseñen sus medallas y sus pokédex. A diferencia de los entrenadores de afuera, las recepcionistas no se inmutaron cuando los tres amigos depositaron en el mostrador sus estuches, todos ellos repletos de insignias metálicas de todas formas y colores. Gin tenía unas cuarenta, mientras que Kyo enseñó treinta y dos medallas y Riza dieciséis. Cada entrenador esperaba delante del mostrador a que las recepcionistas ingresen en la base de datos sus respectivos títulos y credenciales, conectando sus pokédex a las computadoras portátiles.

    —Riza Minamura, entrenadora de Ciudad Violet y apoderada del Profesor Elm, en New Bark. Derrotaste a la Elite 4 de Sinnoh hace tres años, una bastante dura, felicidades —decía sonriente una muchacha de cabello prolijamente recogido y gafas de marco rojo, mientras tipeaba a la velocidad de la luz en su teclado, ingresando los datos de la entrenadora en el sistema del Frente de Batalla.
    —Kyo Kodoiro, entrenador promesa de Ecruteak, también representante de Elm. Pudiste contra la Elite 4 de Johto y la de Sinnoh, además de haber sido el líder suplente en el gimnasio de tu ciudad cuando Morty no pudo ocupar el puesto. Excelentes credenciales —asentía amablemente otra recepcionista, de cabello rubio y mirada adormecida, alternando su vista entre la pantalla del monitor y el muchacho de kimono azul.
    —Gin Irou, entrenador de New Bark y representante del Profesor Elm (aunque no te menciona demasiado en el registro de la Liga de Johto). Campeón tanto en Johto hace cuatro años, como en Kanto hace dos. El año pasado venciste a la Elite 4 de Sinnoh y enfrentaste a Lance, pero no fuiste por el título de campeón. Es una pena, porque ser tri-campeón interregional es un logro que muy pocos pueden conseguir —decía rápidamente la recepcionista de Gin, con cabello recto negro y mirada aburrida, perdida en la pantalla e ignorando la expresión un tanto incómoda del pelirrosa.
    —E-es que no me gustan los números impares —tosió ruborizado, bajando la gorra negra sobre su frente. Los mechones de cabello negro y rosado se enmarañaban en un largo flequillo, ocultando sus gafas. Kyo, a su lado, le dio un sutil codazo bajo la manga ancha de su kimono.
    —Entonces —cortó la recepcionista, levantando por primera vez su mirada para verlo fijamente. Sus ojos eran dardos desafiantes—, ¿vas a desafiar al Amo de la Torre para calificar en el Torneo Mundial?

    A Gin se le ocurrieron un puñado de respuestas sarcásticas, pero por algún motivo decidió tragárselas y ponerse firme:

    —Sí. Vengo por el símbolo dorado.

    Tras escudriñarlo unos instantes con la mirada, la chica le devolvió a Gin su estuche con medallas y su pokédex, acompañado por una espléndida sonrisa. Además, le hizo entrega de un pase especial para enfrentar al Amo de la Torre.

    —Le deseo suerte, señor Irou. Adelante, el Amo de la Torre espera.
    —Muchas gracias —asintió con la cabeza, sin borrar su nueva expresión de seriedad impostada—. ¿”Señor”? Pero si debo ser varios años más joven que ella —le susurró a su amigo mientras guardaba el estuche y pokédex, avanzando todos finalmente hacia la puerta de entrada.

    Una vez se abrieron las puertas corredizas, delante del grupo se alzó imponente aquél pináculo del entrenamiento Pokémon; un descomunal predio al aire libre repleto de puestos donde se podían cambiar PB (Puntos de Batalla) por toda clase de objetos raros y tutores de movimiento, además de una serie de portentosos edificios donde entrenadores experimentados de todo el mundo se acercaban a probar sus capacidades frente a temibles jefes, también conocidos como Frontier Brains. Música alegre sonaba por parlantes dispuestos a lo largo del predio, y los más jóvenes correteaban felices con globos con formas de Pokémon. Al tratarse el Frente de Batalla de un predio tan enorme, de un par de cientos metros cuadrados, a todos los aspirantes se les entregaba un folleto con el mapa del lugar al entrar, indicando la ubicación exacta de cada edificio destacado. Sin embargo, nadie allí necesitaba mirar el mapa para conocer la ubicación, a lo lejos, de la bestial Torre de Batalla; un edificio altísimo cuyo techo era difícil de mirar sin entornar la vista. Las nubes estaban apenas unos peldaños más arriba de donde se encontrarían con el Amo de la Torre.
    En circunstancias normales, los entrenadores debían disputar sucesivos combates a medida que ascendían por la Torre, y cada derrota les supondría bajar un piso. Un escalón menos en la escalera al cielo, que suponía el máximo desafío del Frente para alzarse con uno de los símbolos de plata y oro que coronaban el reto. Gin tenía la oportunidad de enfrentar a uno de los entrenadores más poderosos de la región, solo para poder acceder a la eliminatoria de un torneo con los mejores del mundo. Se mostraba distraído y despreocupado frente a sus amigos, pero por dentro era un manojo de nervios y ansiedad. ¿Qué tan bueno podía ser el hijo de Palmer?

    —Bueno, acá estamos: la Torre de Batalla —decía mecánicamente Kyo mientras leía el folleto, sin observar realmente el edificio en cuestión—. Parece que es tan alto que hasta a algunos Pokémon voladores les genera vértigo combatir en la cima.
    —Eso no tiene sentido, Kyo —replicó Riza, sacándole el folleto de las manos.
    —Entremos rápido, no quiero que Kanchou de Azalea se lleve todos los símbolos dorados —dijo Gin dirigiéndose a las puertas. Cuando estaba por cruzar el umbral, las puertas de vidrio templado se abrieron de par en par y alguien salió corriendo del interior del edificio, llevándoselo por delante y cayendo los dos al suelo. Kyo y Riza ayudaron a su amigo a levantarse, al tiempo que un grupo de chicos salía raudamente del edificio para darle una mano a su amigo. Era el joven entrenador pelirrojo que, mientras se sobaba la cara, apartó a sus amigos con la mano una vez se incorporó.
    —¡¿Por qué no miras por dónde vas?! —le gruñó molesto a Gin, que revisaba que sus gafas no se hubieran roto.
    —Es la puerta principal, tarado —soltó, acomodándose la gorra oscura—, perdón por no ser Spinarak-Man y entrar trepando por las ventanas.
    —No te metas en más problemas, Kanchou, vamos al Centro Pokémon —le insistió uno de sus amigos. El pelirrojo tenía los ojos llenos de lágrimas, y su cara estaba completamente roja.
    —Ay, no se preocupen —se disculpó Riza con ternura, haciendo una corta reverencia—, solo venimos a darle problemas al Amo de la Torre.
    —Ni lo sueñen, ese tipo no es normal —afirmó otro de los amigos de Kanchou, con los ojos abiertos como platos.
    —¡Sí, y eso que el Raticate de Kanchou no es un Raticate normal, está por encima de la media!
    —Pero por debajo de un Frontier Brain. Ahora dejen pasar —espetó Gin, ingresando al edificio sin mirar atrás.

    Los chicos de atuendo tradicional sonrieron con incomodidad y algo de pena al grupito de entrenadores de Azalea y, tras una última reverencia, entraron a la torre. Uno de ellos se les quedó mirando, perplejo.

    —Hey, Kanchou, ¿ese de pelo rosa no era…?

    Un elevador custodiado por dos guardias de seguridad se erguía al fondo de la planta baja de la Torre de Batalla; un espacio amplio, dividido en cubículos de paredes de vidrio -extremadamente reforzado- donde una multitud de entrenadores disputaban batallas en simultáneo. Los tres chicos de Johto avanzaron raudamente por el vestíbulo del edifico hasta llegar a los guardias quienes, tras examinarlos con la mirada y verificar el pase que entregó Gin, oprimieron un botón para abrirles las puertas al ascensor. Era una cabina espaciosa y sin ningún tablero de comando visible, que simplemente cerró sus puertas y comenzó a subir con ligereza. Kyo y Riza se miraron entusiasmados, y le dieron unas palmaditas en la espalda a Gin, que estaba de piedra frente a las puertas, con las manos hundidas en los bolsillos de sus jeans. Una pantalla LED marcaba los pisos, que se sucedían de arriba abajo. Al llegar al número cien se detuvo y abrió sus puertas, y una potente brisa casi los arrastra hacia atrás.

    Salieron con dificultad del elevador, cubriendo sus rostros con los brazos (mejor dicho, todos lo hicieron menos Gin, que sujetaba con fuerza su gorra de lana para que no saliera volando por la corriente de aire). Tras adaptarse a las condiciones climáticas y la impresionante altura a la que se encontraban, Riza se acercó trotando al borde de la terraza, observando fascinada las increíbles vistas de toda la región de Johto. Estaba a tal altura que hasta creyó poder divisar Kanto a lo lejos. El cielo brillaba de un azul intenso, y las nubes estaban tan bajo que podían rozarse con los dedos. Hacia el norte, de cara a ellos y en la otra punta de la terraza, el Astro Rey contrastaba con su luz la silueta de un hombre alto, que aguardaba cruzado de brazos. Mientras Kyo alcanzaba a la chica de kimono rosa y la tomaba de la mano para que no se arrime más al precipicio, Gin avanzó dando largas zancadas hacia el centro de la terraza, sobre el cual se habían trazado los límites de un campo de batalla.

    El hombre frente a él era difícilmente divisible a esa altura, con el Sol en su espalda y corrientes de aire que hacían volar los cabellos en la cara de Gin, pero alcanzó a apreciar un viejo tapado de solapas levantadas color marrón que llegaba hasta sus rodillas, una bufanda verde musgo que daba varias vueltas a su cuello y un suéter oscuro debajo. Era muy alto, y su cabello rubio danzaba enmarañado al compás de la brisa. Una fuerte mirada de ojos color ocre se posaba sobre él, y aunque no podía apreciarla con claridad, le dio toda la sensación de que el Amo de la Torre ya sabía quién había ido a enfrentarlo.

    —¡¿Usted es Barry, el Frontier Brain de la Torre de Batalla?! —le preguntó, tratando de ahogar con su grito el ruido del viento.
    —¡Ja, ja ja! ¡Finalmente un digno oponente! —rió alegre el hombre del otro lado, y sin más dilación infló una pokébola en su mano derecha—. Soy Barry, Amo de la Torre, ¡y espero tener una emocionante batalla con vos!
    —Espero no quedarme sin oxígeno antes de terminar —murmuró para sí mismo, mientras repasaba con el dedo las pokebolas en su cinturón.

    Un referí se acercó desde un costado, posicionándose entre los dos entrenadores sobre la línea divisoria del campo de batalla. Kyo y Riza se habían acercado, observando con atención al oponente de su amigo.

    —Ni se te ocurra confiarte, Gin —le dijo con calma el castaño—, Barry es famoso por ser alegre y despistado, pero no le sacó el puesto a su padre por simple herencia familia. Es un feroz oponente.
    —Y si vas por el símbolo dorado, no va a dudar en usar lo mejor que tiene contra vos —afirmó Riza.
    —Déjenmelo a mí —sonrió, inflando una ultrabola en su mano izquierda.
    —¡Esta será una batalla oficial entre el retador Gin Irou y el As de la Torre, Barry, por el símbolo dorado! —anunció el referí finalmente—. ¡Ambos utilizarán tres Pokémon sin límite de tiempo! ¡¡Comiencen!!
    —¡¡A pelear, Ukyo!! —exclamó Gin, arrojando al cielo la esfera negra, blanca y amarilla.
    —¡¡Vamos, Rapidash!! —gritó Barry, liberando a su Pokémon.

    Ambas esferas estallaron con un haz de luz en el aire, liberando a los primeros contendientes de la batalla. Del lado de Gin salió volando una criatura bípeda, cubierta por una resplandeciente armadura carmesí. Tenía cuatro alas que zumbaban a una velocidad pasmosa hasta que, tras dar un par de vueltas en el aire, afirmó sus patas en el suelo de la terraza, adoptando rápidamente posición de combate, con una postura marcial que exhibía las dos grandes pinzas de acero que tenía por manos. Los ojos dorados y la mirada asesina completaban el intimidante aspecto de ese Scizor.

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    Barry, por su parte, liberó una bestia cuadrúpeda de apariencia equina, que lucía un imponente cuerno en lo alto de la frente y un hermoso pelaje blanquecino bañado en el fuego que manaba sin control desde las crines de su cabeza, pasando por toda su espalda hasta terminar en una cola completamente ígnea. Se irguió con energía sobre sus pezuñas traseras y repiqueteó en el lugar algunas veces, encendiendo también llamas detrás de sus fibrosas patas. Era una Rapidash lista para la carrera, que despertó comentarios de admiración por parte de los chicos de kimono, mientras ambos Pokémon intercambiaban miradas desafiantes.

    —¡Que excelente Rapidash, miren lo cuidado que tiene ese pelaje! —se asombró Kyo al ver al Pokémon de fuego.
    —Le puede dar muchos problemas al Scizor de Gin —suspiró Riza, pero el pelirrosa ignoró el comentario.
    —“Ok, uno de fuego” —pensó Gin, con expresión seria—. “Creo que Ukyo sabe de sobra cómo enfrentar a su mayor debilidad.”
    —¡Ese Scizor parece un rival de temer, retador! —exclamó Barry con una ancha sonrisa, cruzando nuevamente sus brazos—. ¡Pero no esperes menos de mi Rapidash!
    —¡Rápido Ukyo, Tijera X!
    —¡Esquívalo con Agilidad!

    El Scizor de Gin se impulsó en un veloz ataque frontal contra Rapidash, mientras sus grandes tenazas se bañaban en un fulgor esmeralda y las cruzaba para asestar un corte certero, pero el equino se movió a tiempo saltando hacia un costado, impulsado por sus robustas patas traseras y dando una espectacular vuelta en el aire. Rápidamente comenzó a tomar velocidad al galope, trazando un recorrido irregular y dejando una estela de fuego tras su paso hasta ubicarse exactamente en el lugar donde el insecto metálico había iniciado la batalla. Su velocidad era por mucho superior a la del Pokémon de Gin, que se giró para dedicarle una mirada de odio.

    —¡No la dejes descansar! —ordenó el pelirrosa, viendo cómo las llamas en las patas de la Rapidash se avivaban.
    —¡Agilidad!

    Nuevamente y en sentido contrario, Scizor se abalanzó contra Rapidash corriendo ésta vez con los brazos hacia atrás para ganar velocidad, tirando todo su cuerpo hacia adelante y haciendo vibrar sus alas para aprovechar una correntada de viento a su favor. Esta vez logró asestar un golpe, o eso creyó por un instante, puesto que la imagen de la Rapidash se desvaneció de su lugar y apareció a varios metros lejos suyo, dejándole las tenazas incrustadas con pesadez en el suelo de concreto agrietado. No tuvo tiempo de girar la cabeza para dedicarle otra mirada de odio, cuando una descomunal llamarada se precipitó sobre él, doblegando el tamaño de su cuerpo y quemando el suelo a su paso.

    —¡Lo atrapó! —exclamó Riza, tapándose la boca con las manos.
    —¡Eso no va a asustar a Ukyo, caballo de mierda! —rugió Gin con una desquiciada sonrisa en el rostro, mientras una gota de sudor recorría su frente. La temperatura del combate comenzaba a elevarse, pese a la fresca brisa que golpeaba su rostro.

    Cuando la humareda negra que dejó el fuego tras su paso se disipó, Barry y su Rapidash abrieron los ojos sorprendidos al ver que Scizor se encontraba perfectamente posicionado en el mismo lugar, con una rodilla hincada al suelo y sus dos brazos extendidos hacia adelante, sujetando con las tenazas un bloque de cemento carbonizado que arrancó del suelo para usar como escudo, protegiéndose así de la llamarada. Con un fugaz movimiento, partió el bloque en dos y arrojó uno violentamente contra el equino, como si de un gigantesco shuriken se tratase. El bloque de concreto salió disparado girando al ras del suelo y apuntándole a las piernas, pero el Pokémon de fuego ya había ganado suficiente velocidad como para anticipar el golpe y pegó un brusco salto, dejando un cráter en el suelo bajo sus pezuñas y eludiéndolo sin mayor dificultad.

    —¡Lanzallamas! —ordenó Barry, sin borrar la sonrisa de su rostro.

    Todavía en el aire, Rapidash infló su cuello y luego su hocico con fuego y vomitó otra enorme llamarada en dirección al oponente, pero Scizor no pensaba permanecer en el mismo lugar e, impulsado por la misma pierna que hincaba en el suelo, salió disparado como un jet aún sujetando firmemente el otro bloque de cemento en su tenaza, colocándose justo debajo de la equina y girando sobre sí mismo para arrojarle a quemarropa el pedrusco, que ésta vez salió disparado de forma perpendicular al suelo y golpeó de lleno al caballo en pleno estómago. Con una mueca de dolor, Rapidash resistió el golpe y disparó otra llamarada sobre el insecto, pero Scizor extendió sus alas retráctiles y voló en espiral alrededor del fuego hasta quedar por encima del equino, cazándolo por su robusto cuello con una de las pinzas y dando una vuelta de 180 grados en el aire, arrojándola con todas sus fuerzas al suelo, donde se estrelló levantando una polvareda.

    —¡Todavía no es suficiente, dale con Cabeza de Hierro! —mandó Gin, notando con preocupación que en su última acometida una de las piernas de Scizor había sido alcanzada por algunas llamas.
    —¡Está expuesto, Rapidash! —alertó Barry.

    Scizor se puso de cabeza en el aire y luego se dejó caer con sus alas retraídas para ganar velocidad, apoyado por el propio peso de su armadura de metal, listo para propinarle un duro cabezazo a Rapidash. Pero al estar cerca del suelo notó que, en lugar de Rapidash, ahora había una cortina de fuego oficiando de trampa mortal, y que el caballo, aturdido por el golpe, se había alejado lo suficiente como para tenerlo en su rango de tiro, listo para propinarle otra llamarada. Así que extendió sus alas nuevamente y las batió con fuerza para permanecer en el aire, lejos de las llamas, y cambió el curso de su vuelo, yendo raudamente hacia su oponente.

    —¡Vamos de frente, Envite Ígneo! —ordenó el Amo de la Torre, inclinándose hacia adelante con entusiasmo.

    Las llamas envolvieron completamente el cuerpo del equino, que galopó a una velocidad infernal para enfrentar directamente a Scizor. Ukyo entrecerró los ojos, abochornado por sobrevolar el terreno ígneo a tan corta distancia, pero no apartó la vista de su rival, preparado para un choque frontal o para cualquier tipo de ataque sorpresivo. Brazas salían desprendidas del chasquido entre las pezuñas de Rapidash y el suelo de concreto que carbonizaba tras su paso, y en una fracción de segundo ya se encontraba sobre el insecto metálico, apuntándolo con el cuerno convertido en un taladro de fuego, lista para llevárselo por delante.

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    —¡Ni lo sueñes, Ukyo! —gritó Gin, sacándole la lengua a su oponente—. ¡¡Doble Equipo!!

    Justo cuando estaban por impactar, Scizor escuchó la orden de su entrenador y, estando a milímetros del fuego que consumía a Rapidash y que pronto lo consumiría también a él, se multiplicó a si mismo creando una veintena de copias, que siguieron de largo y desplegaron alas para volar alrededor de la yegua. La bestia de fuego clavó sus pezuñas en el suelo y giró rápidamente sobre su propio eje aún con las patas traseras al vuelo, concentrando las llamas que bañaban todo su cuerpo en el centro de su boca, formando una esfera de fuego inmensa que disparó sin dudar sobre el enjambre de Scizor en el cielo, consumiendo todas las copias en un instante. Los entrenadores de Johto miraban atónitos el formidable poder destructivo de esa Rapidash, secándose el sudor de la frente. El calor se tornaba insoportable y las fuertes corrientes de aire solo avivaban las llamas. El verdadero Scizor había escapado a tiempo, otra vez, del fuego, pero se lo veía agitado y se paraba con cierta dificultad sobre la pierna que antes habían logrado quemarle.

    —¡¡JAJAJAJA!! —rió frenéticamente el hombre rubio, llevándose una mano a la cara—. ¡Pero si ese Scizor es impresionante! ¡¿Quién diría que un Pokémon con una armadura tan pesada sería capaz de moverse así?!
    —Seh… Tu Pokémon tampoco está mal, Barry —gruñó Gin, viendo a la Rapidash repiquetear rápidamente con sus pezuñas sobre el concreto, resquebrajándolo y soltando chispas—. Pero la velocidad no es todo lo que importa en combate. Y, además —sonrió—, no creo en los corceles indomables. ¡¡Ukyo, Puño Bala!!
    —¡Cuidado, Rapidash!

    Antes de que Rapidash termine de recibir las ordenes de su entrenador y haciendo uso de una fuerza magnética inexplicable, Scizor se dejó impulsar a toda velocidad por su enorme tenaza de acero y ésta se enterró en un santiamén en el morro del equino, arrastrándolo hacia atrás un par de metros. El corcel de fuego sacudió la cabeza escupiendo algo de sangre y, en un arrebato de furia, le lanzó una cornada al insecto intentando asestar justo en la pierna quemada, pero eso suponía entrar en el juego que esperaban Gin y su Pokémon, que rápidamente levantó la pierna desplegando sus alas, propinándole una durísima patada en la quijada y levantándola por los aires unos centímetros hasta desplomarse hacia atrás, notablemente aturdida por los últimos golpes.

    —¡Te lo digo más claro, Barry! —dijo Gin con una sonrisa llena de confianza, mientras el cristal de sus anteojos brillaba reflejando la luz del Sol y las brasas del fuego—. ¡A Ukyo no vas a ganarle con fuego, y mucho menos esperes hacerlo sin él!

    Soltando un bramido terrorífico, Rapidash se incorporó pegando un salto directo contra Ukyo, pero el Scizor esperaba nuevamente ese tipo de ataque frontal e impulsivo y la recibió cazándola por el cuerno con una tenaza, girando elegantemente sobre su propio eje y estrellándola al otro lado contra el suelo, con la facilidad con la que alguien sacude una toalla. La fuerza en sus delgados brazos de acero dejaría pasmado a cualquiera, pero el jefe de la Torre de Batalla sabía que se enfrentaba a Pokémon de muy alto nivel. De alguna forma, esto comenzaba a parecer más un reto para él que para el verdadero retador. Justo cuando Rapidash amagó con volver a incorporarse, clavándole una ardiente mirada de desprecio al Scizor que preparaba su tenaza para asestar el golpe definitivo, Barry sacó su pokébola y retiró del combate a su Pokémon, tomando a todos por sorpresa.

    —No tiene sentido que sigas sufriendo, lo hiciste muy bien, Rapidash —le susurró con ternura a su Pokémon a través de la pokébola, para luego guardarla en un bolsillo interno del abrigo—. Y vos también, Gin, ese Scizor es una máquina de matar, todo un Terminator, ¡JAJAJA! —nadie más lo acompañó en la risotada—. Pero tenés razón, parece que no habrá forma de ganarle de la manera obvia, así que vamos a jugar su juego. Después de todo, tu Pokémon no es el único insecto que disfruta de un buen combate cuerpo a cuerpo.

    Dicho esto, y sin que Gin abra la boca, Barry infló otra pokébola y la arrojó con una sonrisa al campo de batalla, liberando a su segundo Pokémon, que los chicos conocían muy bien. Un escarabajo bípedo de color azul y robusta contextura física, con un par de amigables ojos amarillos parecidos a los de su amo y un descomunal cuerno en forma de cruz que medía casi lo mismo que el resto de su cuerpo. Era un formidable Heracross, que clavó su mirada en Scizor y le dedicó una sonrisa amable mientras adoptaba pesadamente una posición de combate con los puños hacia el frente. El insecto rojo de Gin lo observaba impasible, escudriñando a su nuevo oponente de pies a cuerno. Sería un duelo entre los insectos más poderosos de Johto.

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    —Siempre me gustó Heracross —afirmó Gin, curvando una sutil sonrisa—. Pero de donde yo vengo, no es buena idea darles cabezazos a los árboles para atrapar a un Pokémon.
    —¿Sí? Un chico de Pueblo Azalea me dijo hace un rato que era una práctica común, y que un Heracross siempre respetará al entrenador que sepa dar un buen cabezazo —respondió alegremente Barry, mientras se daba golpecitos con el puño en la sien.
    —De hecho, es más inteligente atraerlos con miel… —murmuró Riza frunciendo el entrecejo, mientras Kyo soltaba una risita.
    —¡Muy bien, Heracross, vamos a llevarnos el segundo round!
    —¡¡Herra-Cross!! —exclamó el escarabajo, tensando los músculos y batiendo las alas en su lugar.
    —¡Nada de eso, Ukyo, si a esa cosa le gustan los cabezazos, vamos a darle uno bueno!
    —¡Scii-Zor! —chilló la mantis metálica, chocando sus tenazas entre sí.
    —¡¡Megacuerno!!
    —¡¡Cabeza de Hierro!!

    Los dos insectos se abalanzaron de frente, y aunque Scizor cruzó en una fracción de segundo casi todo el terreno, Heracross aferró sus cortas pero musculosas piernas al suelo y recibió su envite con el cuerno, haciendo vibrar el hierro que recubría todo el cuerpo de Ukyo. El impacto fue mucho más duro de lo que pensaba, y aunque el suelo bajo el escarabajo había formado un cráter por la presión de la férrea cabeza de Scizor, el cuerno brillante del Pokémon de Barry superaba por mucho la fuerza del más duro de los aceros, y pronto comenzó a avanzar con una sonrisa cargada de confianza, comiéndole espacio a la mantis carmesí. Barry, aún cruzado de brazos, observó a Gin por un momento, orgulloso del poder de su escarabajo hércules, pero el pelirrosa no borraba la sonrisa calma de su rostro.

    —Parece que confiás mucho en la fuerza del acero.
    —Mejor dicho —lo cortó Gin—, parece que vos confiás mucho en el honor de un simple cabezazo.
    —¡¿Qué?!

    Volviendo la vista a los Pokémon, el entrenador rubio notó sorprendido cómo Scizor sujetaba con sus dos tenazas el largo y formidable cuerno de Heracross, apretándolo con fuerza sin dejar de empujar con su propia cabeza. El escarabajo soltó un gruñido de dolor, apretando los dientes, mientras sentía cómo el hierro se aferraba con violencia a su piel intentando quebrarla, y retrocedió unos cuantos pasos.

    —Cualquiera diría que eso no parece un movimiento muy honorable —suspiró Kyo.
    —Y tendría razón. Pero no deja de ser legal, y eso es lo que cuenta en una batalla de estas características —asintió Riza, echándole una mirada reprobatoria a su amigo, quién por supuesto se encontraba absorto en el combate e ignoraba cualquier comentario que le hicieran.
    —¡¡JAJAJA, tenés toda la razón, Gin!! —carcajeó el Amo de la Torre con presteza, mientras descruzaba los brazos y empezaba a aplaudir el ingenioso agarre de su oponente—. Pero si no puedo derretir el acero, te aseguro que voy a abollarlo.
    —¿Eh?

    El pelirrosa acomodó sus gafas cuando un reflejo de luz lo cegó, y cuando pudo agudizar la vista vio con espanto cómo la otrora afable sonrisa de Heracross se había transformado, desde la mueca de dolor, en una nueva sonrisa, ya no amigable, sino cargada de sadismo y malicia. Antes de que su Pokémon pudiera reaccionar, el escarabajo aprovechó que sus tenazas estaban ocupadas con su cuerno para levantarlo unos centímetros por el aire con la propia fuerza de su cornamenta y, una vez desestabilizado, comenzó a asestarle una serie de puñetazos limpios en todo el torso y abdomen, con un salvajismo que rápidamente comenzó a hundir el hierro bajo sus puños. Los golpes fueron tan profundos que dejaron a Scizor sin aire, y casi al instante sus pinzas se aflojaron, soltando el cuerno del oponente y cayendo inconsciente al suelo. Había bastado una seguidilla de golpes genéricos para acabar con él. Gin no podía creerlo, estaba preparado para una batalla más larga. Ukyo todavía podía pelear.

    —E-ey, Ukyo, vamos, arriba, todavía falta… —le dijo incrédulo a su Pokémon, que yacía inerte en el suelo.
    —Gin, perdió la consciencia —le dijo tajante Kyo.
    —Por duro que sea el acero, Heracross no deja de ser un Pokémon de tipo lucha, la ventaja seguía siendo clara —dijo Riza con expresión de lástima, viendo al magullado Pokémon de su amigo.
    —¡Cállense, él ya pudo antes contra peores adversarios! —gritó el joven entrenador a sus amigos—. ¡¡Levantate, Ukyo!!
    —¡¡Ni siquiera lo pienses!! —le gritó Barry de repente—. Tu Pokémon no puede seguir, y aún si pudiera ponerse en pie, sería desagradable que intentes mantenerlo en la batalla. ¡Aceptá su derrota con honor, y retíralo!

    La actitud del rubio se había vuelto absolutamente firme. Pese a su risa y afable personalidad, no dejaba de ser un entrenador curtido y experimentado, un hombre que cargaba con una reputación a sus espaldas. La autoridad de sus palabras le sonó a Gin, de pronto, absolutamente natural. Agachó la cabeza, y devolvió a Scizor a su ultrabola.

    —Perdón, Ukyo, estuviste increíble —le susurró a la esfera negra y amarilla antes de guardarla en su cinturón y tomar una pokébola común—. ¡Ja! Yo sabía que Heracross era bueno, pero te aseguro que, si mi Pokémon no hubiera estado quemado, su cuerno sería hoy mismo un bonito adorno en mi pared.

    Barry soltó una genuina carcajada, y luego volvió a cruzar sus brazos irguiendo su postura. Era asombrosamente alto, y el Sol en su espalda sólo lo volvía más imponente.

    —El combate sigue, entonces —dijo el Amo de la Torre, y sonrió desafiante.
    —¡¡A ganar, Expert!!

    El chico de pelo rosa arrojó su pokébola escarlata al cielo, que estalló liberando una nueva criatura al campo de batalla. Era bastante más alta que Heracross, alcanzando con su cuello alargado el tamaño de un hombre adulto. De pelaje gomoso y amarillo, y cuerpo en forma de botella, el nuevo Pokémon de Gin lucía intrigante y majestuoso con un par de perlas rojas coronando su frente y la punta de su alargada cola con aros negros. O al menos eso pensó Barry, hasta que Ampharos pegó un brinco hacia atrás, gruñéndole a Heracross ni bien vio el estado en el que había quedado el campo de batalla, presumiendo las consecuencias que había dejado para su compañero de equipo. En un momento, las nubes en el cielo comenzaron a cernirse en torno a la terraza sobre la cual se llevaba a cabo el enfrentamiento, cubriendo al Sol y bañándose en una tonalidad oscura. Chispas comenzaron a salir del cuerpo del Ampharos, que adoptó inmediatamente posición de combate. Estaba listo para vengar a Ukyo. Heracross le dedicó una desagradable sonrisa para provocarlo, y lo llamó con una mano.

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    —¡Heracross, Cuerpo a Cuerpo!
    —¡Expert, Rizo Algodón!

    Desplegando sus alas por completo y levantando vuelo raudamente, Heracross acometió contra Ampharos tensando cada músculo de su cuerpo, pero el monstruo eléctrico comenzó a inflar rápidamente su pelaje amarillo, envolviéndose en varias capas de algodón generado espontáneamente. Recibió de lleno la seguidilla de brutales puñetazos, patadas y cornadas del escarabajo, pero poco efecto hicieron sobre él. Barry sabía que no podía dejar que aumente de esa forma sus defensas contra un Pokémon netamente físico.

    —¡Levantalo por los aires! —le ordenó a su Heracross.
    —¡Cola de Hierro! —mandó Gin.

    Heracross levantó con ambos brazos a la bola de lana dorada que tenía por oponente, pero al apretarla a su cuerpo sintió una descarga eléctrica paralizante que lo dejó inmóvil unos segundos en pleno vuelo, cosa que Ampharos aprovechó para desprenderse de la lana y de las garras del rival y, con el cuerpo más liviano, pegar una vuelta completa en el aire asestándole un fortísimo golpe con la cola, que brillaba en intensos tonos plateados. El golpe fue directo al hombro derecho del Heracross, quién cayó al suelo de pie, sujetándoselo con una mueca de dolor. Ampharos cayó al suelo justo delante suyo, y arqueó el cuello hacia él dedicándole una mirada provocativa, como diciendo “Eso fue por Ukyo, hijo de puta”.
    Sin esperar orden alguna de su entrenador, Heracross se escabulló con sorpresiva agilidad detrás de Ampharos y lo cazó por su larga cola con ambas manos, levantándolo por los aires y dándole un par de vueltas dispuesto a arrojarlo incluso fuera de la torre, pero no se percató de que a medida que giraba el Pokémon eléctrico, las nubes negras entorno a él comenzaron a girar en el cielo, iluminándose con fugaces destellos blancos que pronto dieron paso a estruendosos truenos. Antes de que sus manos pudieran desprenderse de la cola de Expert, éste soltó un destello cegador de la gema en su cola, seguido por una fortísima descarga eléctrica que aturdió cada músculo en el cuerpo del insecto. Lo tenía literalmente pegado a su cola, con un coro de truenos sobre sus cabezas vitoreando el encuentro.

    —¡¡Heracross, Avalancha!! —ordenó Barry sin una sola sonrisa en su rostro. Estaba inmerso en el combate, tanto como su Pokémon.
    —¡¡HERRRAAA!! —chilló el escarabajo guerrero que, aún con las manos inmovilizadas a la cola del monstruo eléctrico, golpeó el suelo con sus piernas levantando con sorprendente facilidad varios bloques de concreto, que arrojó sobre el cuerpo de Ampharos golpeándolos con su propio cuerno. Estaba dispuesto a sepultar a Ampharos bajo el propio terreno de combate, quizás eso anularía su poder electrizante.
    Pero Gin tenía plena confianza en su monstruo, y así lo demostró dedicándole una cálida sonrisa, aún viendo cómo recibía duros y sucesivos golpes en la espalda.
    —Sé que eso apenas te está haciendo cosquillas, Expert —le dijo con un tono de voz muy calmo, mientras su Pokémon lo observaba de espaldas al rival. Ampharos pareció devolverle la sonrisa, y en un santiamén expulsó una onda de energía eléctrica de su cuerpo que desintegró al instante cada bloque de pesado y duro concreto que le arrojó Heracross. La descarga fue tan fuerte y repentina que también liberó al escarabajo del estado de parálisis en sus manos, haciéndolo volar unos metros hacia atrás.
    —Wow, de verdad estuvo perfeccionando el ataque especial de su Ampharos —murmuró Kyo, levantando apenas sus cejas. Riza no emitía palabra, pero su mirada calculadora no se desprendía de Barry.
    —¡¡Cuerpo a Cuerpo!!
    —¡Rizo Algodón! ¡¡No vas a tocarlo!!

    El escarabajo voló como alma que lleva el diablo hacia Ampharos, atacándolo desde cada flanco posible con veloces y furtivos puñetazos, intentando asestar una cornada, o clavarle una garra en la piel, pero cada esfuerzo era aplacado por las propias defensas del monstruo eléctrico, que generaba cantidades inmensas de pelaje rizado en forma de algodón para amortiguar cada envite del oponente. Para colmo de males, los potentes golpes de Heracross no solo no dañaban a Ampharos, sino que éste le soltaba ocasionales descargas eléctricas que detenían su acometida paralizándolo y debilitando así sus intentos de noquearlo rápidamente. Ampharos había decidido, incluso, que las nubes ya no rujan con sus truenos, todo para no avivar las llamas del oponente, y para desestimar sus intentos de darle un combate a la altura. Simplemente estaban a otro nivel. Más pronto que tarde, el tipo bicho de Barry se mostraba agotado y respiraba agitadamente mientras algunas chispas aún salían de su cuerpo entumecido.

    —Bueno, Expert, hiciste bien en bajarle los humos a ese Heracross —comenzó Gin, de nuevo con su tono irónico y provocador—, pero vamos a demostrarle que podemos ganar en un combate limpio, mano a mano. O aleta a pata, lo que sea que tengas por brazos.
    —¡Phaaa! —gruñó molesto el Ampharos, girando su largo cuello hacia él y apuntándolo con su brazo en forma de aleta. Luego, volteó nuevamente a Heracross y adoptó una postura de combate diferente, parándose con las piernas separadas y doblando sus brazos como si de un boxeador se tratase, tirando incluso algunos torpes puñetazos al aire. Tanto Barry como Heracross fruncieron el ceño.
    —Mierda, si hubiera sabido que estos aspirantes al Torneo Mundial iban a ser tan petulantes como vos… —gruñó por lo bajo el Amo de la Torre—. No los habría invitado a pelear tan fácilmente contra mí.
    —Pero no podés negar que es divertido —rió Gin, enseñándole la V de la victoria con sus dedos. Ampharos intentó imitar el gesto de su entrenador, aunque la V le salió invertida.
    —¡¡DESTROZALO, HERACROSS!!
    —¡¡HERRRAAAAAAAA…!!
    —¡Expert…!

    Heracross saltó hacia Ampharos levantando y curvando su brazo en un derechazo que bajó directo a la gema en su frente. Todo sucedió en cámara lenta: el escarabajo se movió con un último arranque de velocidad que se estuvo guardando durante todo el combate y, aún con la parálisis entumeciendo hasta sus huesos, arrojó un golpe que hubiera conectado de lleno, de no ser porque el Pokémon de Gin deslizó entre sus piernas su propia cola, rozando con su perla un pie del insecto y paralizándolo de inmediato, aprovechando esa oportunidad para avanzar hacia él con el golpe preparado y completamente cargado de energía en el extremo de su brazo izquierdo.

    —¡¡… PUÑO CERTERO!!

    El golpe de Ampharos conectó limpiamente, estrellando un brutal puñetazo frontal que sacudió cada partícula de Heracross, hundiendo su rostro y luego todo su cuerpo en el suelo con un ruido seco, y provocando bajo él un cráter de algunos metros de diámetro. El golpe fue tan potente, que todos quedaron en silencio, incluso Gin, hasta que algunos tímidos truenos se atrevieron a escapar entre las nubes, negras como ovejas, como si estuvieran aplaudiendo a su creador. Fue el knock out definitivo para Heracross. Barry lo retiró perplejo, para luego felicitar su desempeño en el combate.

    —No se puede subestimar a un entrenador que carga dos títulos regionales en su espalda —dijo Barry guardando su pokébola, para luego quitarse limpiamente el tapado y la bufanda que lo abrigaban, revelando colgada al cuello una esfera de color gris plomo y decorada con cuatro bolas azuladas que sobresalían al frente. Los chicos de Johto conocían bien esa clase de pokébola, y Gin arqueó una ceja.
    —¿Va a mandar a su Snorlax? —le preguntó entre susurros Kyo a Riza, arrimándose a ella.
    —Y admiro, de verdad, que hayas conquistado alguna vez la cima tanto en tu región natal como en la mía propia. Sinnoh y Johto siempre estuvieron hermanadas por la historia —su tono amable y tranquilo fue mutando lentamente a una voz áspera y profunda—. Pero es acá y es ahora cuando los lazos de fraternidad deben cortarse, y dar paso a una auténtica amenaza para tus Pokémon.
    —Sin tanto teatro, que me está agarrando hambre… —espetó Gin, con su habitual falta de modales, hurgando en su oído con el dedo meñique y mirando hacia un lado, restándole importancia. Barry sonrió por última vez.
    —No me agrada tener que usar este Pokémon, porque significa que todavía no soy tan bueno —dijo, arrancándose de un tirón la bola pesada en su cuello e inflándola con una mano. Sus ojos destilaban caos—. Pero es el legado de mi padre, y de lo que implica alcanzar la cima más allá de la cima en lo alto de esta Torre. Acá y ahora, Gin Irou, ¡¡voy a sepultar tu victoria!! ¡¡Regigigas, despierta!!

    Con toda la fuerza de su brazo derecho, Barry arrojó la bola pesada hacia el aire, varios metros por encima del campo de batalla, haciéndola estallar con el estruendo metálico de lo que parecía ser el único receptáculo posible para la monstruosa bestia que surgió de ella. Se materializó delante de Gin y su Ampharos un Pokémon como nunca antes habían visto, cayendo pesadamente con una densidad superior a los cuatrocientos kilos que hizo temblar no solo la terraza, sino toda la Torre de Batalla en su conjunto, y lo sintieron hasta aquellos entrenadores que disputaban sus combates en los primeros pisos. Kyo notó cómo el arbitro del combate se alejaba dando grandes zancadas, colocándose a salvo en una garita blindada especialmente construida para soportar el poder del coloso.
    El monstruo, de más de cuatro metros de altura, se encorvó posando en el suelo agrietado y chamuscado sus robustas piernas y brazos, que parecían columnas de marfil blancas con matorrales de verde y viejo musgo recubriéndolas, con un grosor que duplicaba el de Ampharos. Algunas venas hinchadas y ennegrecidas rebalsaban por sus extremidades, así como hombreras y muñequeras hechas de oro puro que brillaban incluso cuando el cielo sobre ellas se encontraba ya totalmente cubierto por nubarrones negros. Posó con pesadez sus dos brazos en el suelo, adoptando una postura encorvada similar a la de un gorila, y dejó apreciar una serie de joyas (¿ojos?) a ambos lados de su torso, que dormitaban apagadas en colores rojo, celeste y grisáceo. Su horrendo aspecto lo coronaba la carencia de una cabeza a la cual mirar directamente, sino que en lo alto de su cuerpo solo se veía una especie de casco dorado con algunos agujeros perforados de profundo negro.
    Era algo más allá de lo natural, y a su vez parecía la encarnación viva de la fuerza de la naturaleza. El monstruo quedó inmóvil y no emitió sonido alguno.

    regigigas-legends-awakened-la-37.jpg

    —¡¿Q-Qué carajo es esa cosa?! —gritó Gin, retrocediendo algunos pasos y apuntando a la bestia con el dedo. Expert, su Ampharos, lo miraba desde abajo aferrando sus patas al suelo y balanceando su cola enérgicamente. No se dejaría intimidar por ningún oponente.
    —Lo que me temía —negó con la cabeza Riza, sin poder disimular su mirada maravillada al contemplar al Pokémon legendario con sus propios ojos—. Va a ir con el Pokémon insignia de su padre, Palmer, y de la Torre de Batalla.
    —El Pokémon Colosal, que arrastra continentes a su espalda… Regigigas —sentenció Kyo con un hilo de voz, apretando la mano de la chica debajo de las mangas caídas de sus kimonos.
    Palmer se mordió el labio inferior hasta hacerlo sangrar, torciendo una sonrisa cargada de malicia.
    —Hora de ponerse serios, Gin Irou… ¡Que siga el combate!


    Continuará…
     
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    Armiel

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    Aries
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    Fumu, muy interesante. La tematica del torneo puede sonar simple, pero bien llevada puede llegar a ser muy entretenida (Kengan Ashura es buen ejemplo) y pues la narración de la batalla te quedo genial. Sobre los movimientos traducidos siempre puedes optar por la traducción latina de algunos movimientos, siguiendo el ejemplo de Close Combat = A Bocajarro (Español) = Combate Cercano (Latino). Por cierto, es muy gracioso leer tanto dialecto argentino en pokémon xD y creo que Ultra Ball queda mejor que Ultrabola, me suena raro y supongo que es porque todos los medios de pokémon dejan el [insertar nombre aquí] Ball...
     
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    SunshineAndGasoline

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    Muchas gracias por el comentario. No conozco "Kengan Ashura", ¿es un fic o un manga/anime?

    No estoy muy familiarizado con las traducciones latinas basadas en el anime, pero "Combate Cercano", aunque no suena tan mal, sí me parece una traducción demasiado literal, cuando Close Combat hace referencia al combate cuerpo a cuerpo, a puros puñetazos y patadas feroces, bien al estilo de las peleas de Dragon Ball. Por suerte solo voy a usar ese recurso con un puñado de ataques, la enorme mayoría van a ser reconocibles fácilmente para todos por su nombre en español.

    Siempre que escribo algo así se me dificulta un poco si inclinar mi estilo hacia un neutro genérico que pueda procesar fácilmente cualquiera o a sentir que le doy más identidad a mis personajes (teniendo en cuenta que soy argentino y que tengo bastante influencia de ciertos fics muy populares de Pokémon argentinos). Si veo que se vuelve una distracción para los lectores, puedo llegar a cambiarlo. Pero no voy a dejar que los nacionalismos lleguen al punto de meter insultos de mi país o cosas como "Che boludo, tirá la pokebola dale que quiero ir a jugar a la pelota". (?) Será, más que nada, una cuestión de acentuación en determinadas palabras.

    Respecto de la Ultrabola o Ultraball, voy a ver para próximos capítulos. Al igual que el uso de mayúsculas en la palabra "Pokémon", donde quizás lo más apropiado sea escribirla en minúscula al referirnos a las criaturas y no a una marca.

    De nuevo, gracias por tus comentarios y espero disfrutes los próximos capítulos. Seguramente suba el segundo durante el fin de semana.
     
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    Armiel

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    Aries
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    Un manga de artes marciales. Tendrá anime pronto, pero el manga ya finalizo aunque solo en ingles esta completo de momento...
    Siempre esta la buena Wikidex para ver como lo tradujerón y ver un video de YT para ver que tal suena...
    Supongo que depende como dices el nivel de jerga incluido. Por poner un ejemplo la traducción argentina de Hunter X Hunter simplemente no se puede tomar en serio de tanta palabra argentina metida, es como si leyera algún manga traducido 100% en chileno. No pararía de reír. Pero el nivel al que lo usas esta bien y sirve de marca personal tuya así que es fácil de recordar...
     
    Última edición: 3 Mayo 2019
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    SteveAnd

    SteveAnd Intentando mejorar en fanficslandia :3

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    Daré mis puntos de vista en el capítulo, espero te sean de utilidad.

    Este desconozco si fue hecho a propósito.
    Me refiero a "-"

    Esta "a", me parece que está demás.

    Bueno después de volverla a leer, esos fueron los inconvenientes que encontré, si encuentro más editare el texto, del mensaje.


    Bueno cabe resaltar, que manejar una gran parte de personajes principales, puede ser demasiado difícil. Y el lector al ver muchos personajes, no tendría la dedicación de tener algun favorito en especial. He visto historias donde básicamente los personajes no "pegaron" y simplemente les dio muerte a los menos favoritos.

    Bueno te deseo suerte en ese aspecto.

    Me parece que falta una coma después de noviembre.
    Me parece algo confuso, tal vez con una coma se arregle.

    Se entiende lo que quieres expresar, pero se siente algo confuso si lo lees detenidamente.

    El " suspiraba "se lee con confusión.
    Se nesecitaban 30 medallas si no recuerdo mal.

    Me parece que la palabra indicada, tendría que ser "arremetió" ya que fue más como envestidura.


    Esto lo resalte al ser un hecho que al lector, le llama la atención. Y me gustaría ver como se desarrolla.

    El capítulo estuvo fantástico, aunque me hubiera gustado que la batalla, tuviera más diálogos.

    Kanchou de Azalea, me parece un personaje que se quedara, por el momento me llama la atención que pueda ser un entrenador misterioso(misterioso en el hecho que oculta su identidad o su poder), o simplemente me equivoco xD. Los errores que encontré "poco comunes" sólo fueron algunas "," y mayúsculas.

    Sin nada más que decir me despido.
     
    Última edición: 3 Mayo 2019
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    SunshineAndGasoline

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    Armiel: Buena data, estuve chusmeando imágenes del manga pero ese estilo pseudo-grotesco lleno de venas y músculos nunca fue muy de mi agrado. Igual voy a pegarle una leída, a ver cómo maneja la variedad de personajes. No sabía que HxH tenía traducción argentina, no debe ser oficial igualmente.

    SteveAnd: Muchísimas gracias por las correcciones, tendré todo en cuenta para ir puliendo futuros capítulos. Riza tiene esa cantidad de medallas, pero pasa como acompañante de Gin, al igual que los amigos tramposos de Kanchou que van como "hinchada". Si ella fuese la que quisiera enfrentar al Amo de la Torre, no podría hacerlo por cantidad de medallas.

    Me alegra que hayas enconttado cosas interesantes en el capítulo. El comentario irónico de Gin sobre la R en su pecho es una referencia obvia, pero no pienses que su plot pasa por ese lado. Y ya veremos si Kanchou de Azalea vuelve a participar de la historia... Pero con sus credenciales la tiene muy difícil para entrar al Torneo Mundial, aún teniendo un Raticate "por encima de la media". xD
     
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    SunshineAndGasoline

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    Piscis
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    Título:
    Pokémon | All - In - One |
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    3
     
    Palabras:
    12572
    Capítulo 2
    Lo que nos hace fuertes

    Los nubarrones, negros como el alquitrán, se arremolinaban sobre la cima de la descomunal Torre de Batalla, causando un fenómeno meteorológico que despertaba sorpresa, admiración y hasta miedo por partes iguales entre todos los visitantes del Frente de Batalla de Johto. Un breve sismo que sacudió la edificación había alarmado a los encargados de la seguridad en el recinto, pero el referí de la batalla entre Barry y Gin los tranquilizó desde su comunicador, bien resguardado dentro de la garita blindada. En los pisos inferiores, los entrenadores habían cesado temporalmente sus batallas para observar hacia arriba con cada vibración en el techo y las paredes de vidrio templado, que delimitaban sus propios campos de batalla. Se respiraba un aire enrarecido en el lugar, y pronto algunos valientes se acercaron a los guardias que custodiaban el acceso al elevador principal para tratar de ir a presenciar la batalla que se sucedía en lo más alto de la torre. Por supuesto que se les negó esa posibilidad, y se los animó a ignorar los fuertes ruidos y regresar a sus respectivas batallas.

    Volviendo al combate, el inmenso Regigigas de Barry había permanecido inmóvil durante largos segundos, y no daba señales de emplear ningún tipo de técnica, pero Gin trató de aguardar un tiempo prudencial evaluando sus posibilidades ante semejante coloso. Finalmente, decidió no perder el tiempo comiéndose los sesos.

    —¡Expert, un último Rizo Algodón mientras esa monstruosidad descansa! —mandó Gin. Ampharos asintió y volvió a cubrirse por una bola de lana chispeante, incrementando al máximo sus defensas.
    —¡Ja! —rió el Amo de la Torre—, ¡vas a necesitar esas defensas cuando te enfrentes a mi Pokémon!
    —Y vos vas a necesitar algo más que un escroto gigante con arbustos para asustarnos —desafió el pelirrosa—. ¡Ya sabés qué hacer, Expert!
    —¡Phaaa! —rugió el Pokémon eléctrico, desprendiéndose de la lana para moverse libremente y abalanzándose contra la mole.

    Ampharos cargó directamente contra el monstruo, que parecía volverse más gigantesco a medida que se acercaba, soltando chispas de sus fulgentes perlas mientras se rodeaba de una intensa aura azulada, y derrapó por el suelo girando sobre si mismo para asestarle una potente Cola de Hierro en las piernas, intentando derribarlo. De más está decir que la táctica no dio resultado, y Regigigas no se movió de su lugar ni un milímetro. Sin descansar, Ampharos soltó una fenomenal descarga eléctrica ni bien entró en contacto con el cuerpo de la mole, pero al estar sus pies cubiertos por aquellos matorrales de musgo, la descarga eléctrica apenas hizo efecto sobre el monstruo legendario.

    —Mierda, lo que me suponía —gruñó Gin para sí mismo—, esa cosa no va a ceder así como así. ¡Expert, hay que encontrarle el punto débil; saltá y dale con Cola de Hierro a esas piedras de colores!

    El Pokémon eléctrico asintió y pegó un gran brinco impulsado por su propia cola, haciéndola refulgir con un brillo metálico y girando en el aire para asestar un coletazo, esta vez vertical, sobre la columna de jemas preciosas que sobresalían a ambos lados de su torso, dándoles el toque de gracia con una electrizante descarga que sacó chispas sobre ellas.

    —Error —dijo secamente Barry, fijando la vista en su propio Pokémon, que tras unos segundos comenzó a mover los seis dedos que brotaban como pilares retráctiles de las muñequeras doradas en sus brazos.

    Ampharos saltó hacia atrás, impulsándose con el robusto cuerpo de marfil de su oponente, y logró apartarse varios metros al tiempo que las esferas en su cuerpo se encendían titilantes, emitiendo un brillo de tonalidades rojas, celestes y plateadas. El suelo comenzó a vibrar bajo sus pies, así como los trozos de concreto desperdigados por todo el campo de batalla, producto de los combates previos.

    —¡No hay que darle tiempo, dale con Rayo desde atrás! —mandó un cada vez más preocupado Gin.

    Obedeciendo la orden, Expert salió a la carga corriendo raudamente con su cuello y su cola completamente extendidos al ras del suelo para ganar velocidad, pasando por debajo de las piernas de Regigigas y posicionándose detrás de éste, elevando sus brazos y su cabeza al cielo y encendiendo sus propias perlas de rubíes para descargar un fortísimo rayo sobre el oponente, justo cuando éste levantó la pierna derecha para comenzar a moverse, tosca y lentamente. El Rayo sacudió violentamente el musgo en su cuerpo, pero ninguna otra repercusión pareció tener sobre el coloso.

    —Es inútil, las defensas de un Pokémon legendario no tienen comparación. Y menos las de uno entrenado previamente por dos frontier brain —analizó Riza, llevándose una mano al pecho. Sabía que Expert era uno de los Pokémon con mayor ataque especial en el equipo de su amigo, pero sus intentos eran inútiles, aun atacando desde todos los flancos.
    —Solo estás cansando a tu Pokémon, Gin —dijo en voz alta Barry, asegurándose de que la provocación llegara a oídos de su oponente.
    —Sin movimiento no hay efecto, Barry —sonrió repentinamente el pelirrosa, con su mirada completamente oculta bajo los mechones de pelo rosa y negro. El rugido de los nubarrones sobre sus cabezas dio paso a una intensa lluvia, que terminó de sosegar las llamas que aún crepitaban desde el combate de Rapidash.

    Tras un instante de incredulidad y viendo cómo el agua se precipitaba cada vez con más fuerza sobre todos, Barry echó una carcajada.

    —¡Excelente, qué buena forma de camuflar la Danza Lluvia! —lo felicitó, aplaudiendo de buena gana, para un segundo después reflexionar y detener sus manos en seco, girando nuevamente hacia su Pokémon—. ¡¡Salí de ahí, Regigigas!!

    Ampharos sonrió con malicia, elevando su cabeza al cielo y dejándose empapar por la refrescante lluvia, al tiempo que la perla en su frente enviaba la señal a las nubes negras para descargar, instantes después, un pilar eléctrico sobre Regigigas, que desapareció en el acto deslizándose varios metros hacia atrás, levantando una onda expansiva con el simple movimiento de todo su cuerpo e impulsando hacia atrás los cuerpos de Gin y sus amigos. Kyo sujetó a Riza por la cintura, impidiendo que cayera de espaldas. Había estado muy cerca, pero el legendario eludió un trueno descomunal que perforó el concreto y trazó un enorme cráter en el suelo. Algunos escombros se precipitaron en el piso de abajo, alertando a los guardias de seguridad, que inmediatamente sacaron sus walkie talkies y dieron la orden:

    —Levanten las barreras, hay que asegurar la Torre —le comunicó al réferi en su cabina, quien abrió una compuerta de acero y presionó una combinación de botones que activaron una serie de ultrabolas posicionadas estratégicamente en cada flanco de la terraza, y liberando así, desde cada extremo, a un grupo de diez Alakazam y diez Gardevoir que, con su elevado poder psíquico, levitaron alrededor de la Torre levantando toda clase de pantallas de luz y barreras para reforzar la seguridad del edificio, expuesto a una batalla de proporciones titánicas. Barry observaba sonriente cómo la seguridad del Frente había tenido que desplegar su mayor arsenal de contención.
    —Aprecio el obsequio, Anabel —dijo, mirando cómo los Alakazam sobre él extendían sus brazos aferrándose al par de cucharas que formaban las barreras psíquicas en todo el campo de batalla—. Te prometo que solo va a ser una ligera sacudida… ¡¡Terremoto!!
    —¡¡Esquivalo y responde con Trueno, Expert!! —ordenó Gin, alejándose varios metros para quedar detrás de la barrera psíquica que los mantendría a resguardo.

    Regigigas emitió un extraño ruido robótico que sonaba a la combinación de distintas voces en su interior y, volteando con pesadez hacia su rival, lanzó un formidable golpe al suelo con ambos puños, agitándolo como si fuese una alfombra que comenzó a levantarse con la onda expansiva directo hacia el Pokémon eléctrico de Gin, que volvió a impulsarse con la cola lo más alto que pudo, pasándole el descomunal terremoto por debajo. El suelo estalló en mil pedazos, y aunque varios bloques de concreto salieron volando y golpearon a Ampharos, éste tenía ya las defensas lo suficientemente elevadas como para aguantar sin problemas esa clase de golpes circunstanciales. Inmediatamente, entre un Alakazam y un Gardevoir combinaron sus poderes mentales para sostener en pleno aire cada fragmento, grande y chico, del campo de batalla, y lo devolvieron a su lugar, uniéndolos como piezas de rompecabezas y reconstruyendo así el terreno sobre el que finalmente Ampharos pudo aterrizar de pie.

    —¡¿Q-qué carajo fue eso?! —preguntó desde el piso 99 un muchacho joven mientras devolvía a su Marowak a la pokébola. Su oponente guardó a su Girafarig, con expresión de espanto en el rostro. Acababan de presenciar cómo el techo sobre sus cabezas era arrancado y destruido volando por los aires, dejando caer una estruendosa lluvia sobre ellos y cómo, instantes después, una descomunal energía psíquica lo reconstruía en el acto. Pero ese breve instante fue suficiente para divisar la monstruosa forma de Regigigas imponiéndose en las alturas.
    —¡E-este lugar no es normal, no pienso quedarme acá! —y dicho y hecho, el otro entrenador salió disparado hacia el ascensor, pidiendo bajar. Varios más lo seguirían.

    De vuelta a la cima de la Torre de Batalla, Ampharos ya había emprendido carrera nuevamente contra Regigigas; no pensaba acobardarse frente a nadie delante de su entrenador. Juntos habían vivido un sinfín de batallas, y había enfrentado a bestias aún más grandes en desigualdad de condiciones. Se sentía fuerte, su mente estaba despejada, su cuerpo endurecido y con las defensas elevadas, las nubes en el cielo le jugaban a favor. Esa mole, por imponente que pareciera, se movía de forma lenta, tosca y pesada. Y aún si consiguiera conectar un golpe, podría resistirlo.

    —¡Trueno!
    —¡Bloquealo!

    Nuevamente Ampharos invocó al centenar de nubes ennegrecidas, que le escupieron un trueno centelleante y blanquecino al Regigigas. Éste, por su parte, levantó una pierna para luego dejarla caer pesadamente aplastando el concreto y levantando un bloque enorme de cemento que sujetó con ambas manos sobre su cuerpo, bloqueando el ataque eléctrico sin recibir ningún daño considerable, aún cuando la descarga habría barrido fácilmente con casi cualquier Pokémon que no sea de tierra. Pero el Pokémon de Gin no se detendría ahí, sino que emprendió una carrera a toda velocidad trepándose con un salto al mismo bloque de cemento chamuscado que el legendario apresaba entre sus dedos, y tras dar una voltereta en el aire girando sobre si mismo soltó un bravo coletazo férreo que lo partió en dos, estrellándose contra su casco dorado, que vibró con un estruendo metálico.

    —Cuidado, Gin —le advirtió Kyo—, no sé si sea buena idea exponer tanto a tu Ampharos.
    —El único expuesto acá es Regigigas —gruñó entre dientes el pelirrosa, golpeando con sus dedos las pokébolas en su cinturón, repasándolas una por una como un tic nervioso—. ¡Expert, hora de cargarnos!
    —Resistilo —pidió Barry con inusitada calma.

    Aferrado con sus cuatro extremidades al casco de Regigigas, Ampharos invocó nuevamente a sus nubes negras alzando la perla en su cola y haciéndola brillar intermitentemente. Éstas respondieron con un trueno brillante que el coloso intentó esquivar instintivamente, pero con la bestia eléctrica adherida como una pegatina a su cuerpo blindado, los rayos que llovían del cielo se redirigían irremediablemente a la joya en la punta de su cola, propinándole fortísimas descargas que hacían vibrar su robusto cuerpo. El coloso amagó con asestarle un duro golpe a Ampharos antes de sufrir una parálisis total, pero Expert calculó con precisión la trayectoria del puñetazo y saltó a tiempo buscando que golpee su propio casco. Sin embargo, Barry le ordenó a tiempo que se detenga y que lo atrape, y Regigigas obedeció fielmente atajando al vuelo a Ampharos con su mano libre, apresándolo con sus tres dedos. En lugar de hacer fuerzas inútilmente para zafarse de la presión, Ampharos relajó cada músculo en su cuerpo y las propiedades gomosas de su piel le permitieron escabullirse ágilmente, resbalándose entre sus dedos y deslizándose por su brazo cargando energía en uno de sus brazos, listo para asestarle un golpe de lleno en toda la “cara”.

    —¡Rápido, Expert, acabalo con Puño Certero! —gritó desesperado Gin, al notar que el cuerpo de Regigigas comenzaba a brillar y a rodearse por un aura roja, mientras que el suelo bajo sus pies comenzaba a sacudirse y vibrar violentamente.
    —¡Resistilo, un poco más! —mandó Barry, sonriendo.

    Deshaciéndose de la parálisis que recorría su cuerpo de pies a cabeza, Regigigas se cubrió a tiempo con sus dos brazos, juntando frente a su cuerpo las muñequeras doradas que recibieron de lleno el impacto del golpe de Ampharos. El choque fue tan potente que provocó una onda expansiva que volvió a fisurar el suelo bajo sus pies, abriendo una decena de grietas que llegaron hasta el grupo de entrenadores de Johto; hasta el propio Barry e incluso hasta la cabina donde, bañado en sudor, observaba el réferi cada movimiento en la batalla.
    La onda de choque arrojó a Ampharos varios metros hacia atrás, sacudiendo su aleta izquierda con algo de dolor por la contundencia del material que componía las muñequeras doradas del Regigigas, quién apenas parecía haber sufrido raspones superficiales. Sin tiempo a reaccionar, Barry continuó:

    —¡Ahora! ¡¡Cuerpo Pesado!!
    —¡¡Cuidado, Expert!!

    En una jugada que todos creían impensable hasta entonces dadas las dimensiones del Pokémon legendario, Regigigas comenzó a correr a toda máquina hacia Ampharos, dejando cráteres enormes a su paso y salpicando sobre los charcos de agua formados por la lluvia, empapando a Gin, Kyo y Riza; mientras que el escuadrón de Pokémon psíquicos en el aire contenía con todas sus fuerzas la energía del coloso para evitar que la Torre se viniera abajo. Al estar lo suficientemente cerca del eléctrico, pegó un brinco en el aire que acabó por estallar el concreto bajo sus pies, alzando su par de brazos musculados sobre su torso y casi rasgando las nubes tormentosas con los puños. La sombra enorme del Pokémon cubrió por mucho el área donde se encontraba de pie el Pokémon de Gin. Ampharos tensó cada músculo de su cuerpo y generó nuevamente una serie de capas de algodón para resistir el impacto; ya estaba bastante cansado y sabía bien que sus piernas no lo alejarían lo suficiente de ahí como para escapar.

    El tiempo pareció congelarse para todos, Gin había experimentado esos nervios y adrenalina solo en un par de combates en su vida. Siempre dentro de los límites permitidos por una batalla oficial. Siempre resguardado por réferis que evitaban que las bestias se pasen de la raya. Siempre confiado, también, de las propias capacidades de sus experimentados Pokémon. Pero esto era distinto: una mole ancestral de casi media tonelada y que por su tamaño difícilmente podría combatir en ambientes cerrados, saltaba con todas sus fuerzas alzando sus musculosos brazos y flexionaba sus rodillas arrastrando tras sus puños porciones de nubes, que le disparaban relámpagos como flechas, sin inmutarse. Se cernía peligrosamente sobre su Pokémon, cuyas defensas aún al máximo deberían ser cinco veces mayores para aguantar un derrumbe de energía semejante. Bañado en un fulgor plateado, Regigigas se cerró de repente juntando piernas y brazos, y cayó como una bomba atómica sobre el monstruo eléctrico, con un ruido ensordecedor que enmudeció incluso a los truenos que rugían desde el cielo acompañando las fuertes lluvias, estallando bajo ellos el campo de batalla en mil pedazos que se congelaron en el aire, con un tremendo esfuerzo por parte del escuadrón de Alakazam y Gardevoir dispuestos en los cielos. Uno de los fragmentos voló sin control hacia el rostro de Gin y se detuvo en seco a escasos centímetros, rodeado por el aura psíquica azulada de dichos Pokémon. Sendas gotas se sudor bañaban su rostro, y sus manos temblaban inmóviles junto a una de las pokébolas en el cinturón.

    Kyo y Riza, detrás suyo, ahogaron un grito al ver cómo Ampharos desaparecía bajo el coloso, y como éste último se zambullía en el concreto desapareciendo del campo visual de los allí presentes. Todo el Frente de Batalla se sacudió con un sismo. Media docena de Alakazam y Gardevoir se teletransportaron de inmediato al interior de la Torre de Batalla, ejerciendo el doble de poder psíquico para generar a toda velocidad barreras que protegieran del derrumbe a cada entrenador y Pokémon que aún se encontrasen en los pisos inferiores, aunque previamente la mayoría había evacuado el lugar. Regigigas cayó al menos diez pisos golpeando a Ampharos con todo su cuerpo.

    —¡¡¡MIERDA, MIERDA, EXPERT!!! —gritó tras unos segundos Gin, aún escuchando cómo el suelo se agrietaba y desplomaba en el cráter inmenso generado por el legendario, y salió disparado hacia allí sacándose de encima la mano de Kyo, que intentó en vano detenerlo. Barry corrió hacia el cráter también, así como el réferi que, con el rostro desencajado por el temerario movimiento de Regigigas, finalmente salió del resguardo de la garita y se aproximó por el medio, señalando a un par de las bestias psíquicas para que cierren ese agujero.
    —¡Con cuidado, entrenador! —le advirtió al pelirrosa mientras éste saltaba hacia el piso de abajo impulsivamente. Hubiera caído varios metros, de no ser porque uno de los Gardevoir generó un puente con su energía psíquica por el que el entrenador pudo deslizarse. Del otro lado, un Alakazam repitió la hazaña, permitiendo a Barry bajar. El réferi acompañó a los chicos de kimono por el ascensor.

    Tras bajar una decena de pisos en lo que pareció una eterna caída -contenida por la guardia psíquica de Gardevoir y Alakazam-, Gin y Barry pusieron pie firme en una de las tantas salas de la Torre de Batalla, completamente deshabitada y cubierta por una densa nube de polvo. En el centro de la misma, el legendario reposaba tranquilamente con sus musgosos pies y sus imperturbables brazos apoyados en el suelo, completamente inmóvil, como si nada fuera de lo común para un titán de sus características hubiera acontecido. No había rastros de Ampharos por ninguna parte, pero el suelo se encontraba completo y había resistido la caída de la bestia, no había forma de que Expert hubiera caído más abajo. Sobre sus cabezas, cada trozo estructural de la Torre de Batalla se acomodó como piezas de Tetris reconstruyendo rápidamente el destrozo causado por el ataque de Regigigas.
    Gin cruzó la sala corriendo, apartando el polvo con una mano y agudizando al máximo su imperfecta vista para hallar a su Pokémon. Se paró al lado del monstruoso Regigigas ignorando completamente su presencia, y escudriñó alrededor de su cuerpo macizo en búsqueda de uno amarillo. Miró hacia lo alto y divisó algo de humo saliendo de los orificios del casco dorado que hacía de “centro de comandos” del Pokémon y, un poco más arriba, un par de aletas aferradas a los matorrales que sobresalían de sus hombros le devolvieron el alma al cuerpo, y la sonrisa a su rostro: Ampharos se agarraba del coloso como un parásito, sin que éste pareciera notar los sesenta kilos de electricidad sobre su cuerpo. Estaba en pésimo estado, con golpes y moretones a lo largo del cuerpo y un fino hilo de sangre cayendo de un costado de su boca y de la propia jema que portaba en la frente, opacada y cubierta de polvo.
    De inmediato, Gin se apresuró a sacar la pokébola para poner a salvo a su monstruo de bolsillo, pero cuando apuntó a Expert con ella, el eléctrico extendió uno de sus brazos deteniéndolo en seco, y negando rotundamente con la cabeza. Barry observaba en silencio la situación, recuperándose aún de la agitada caída. Las puertas del elevador se abrieron, y tanto el árbitro del combate como Kyo y Riza salieron precipitadamente, al tiempo que un par de Alakazam y Gardevoir notablemente agitados se teletransportaron al interior del recinto. La chica de kimono rosa se cubrió la mitad del rostro con las manos, abriendo como platos sus brillantes ojos castaños.

    —¡Usted es un completo irresponsable! —le gritó horrorizada al Amo de la Torre, tomando por sorpresa a todos. Regigigas permanecía impasible en su lugar—. ¡¿Cómo se atreve a obligar a alguien a pelear contra esa bestia?! ¡La escala de poder está fuera de lugar para un establecimiento oficial de la Liga Pokémon!

    Barry la miró detenidamente, con semblante sombrío.

    —Este Regigigas —comenzó, tras algunos segundos— es la mayor muestra de respeto que puedo darle a tu amigo y a su Pokémon.
    —Si atentar contra la vida de Ampharos, y de todos los entrenadores y Pokémon que se encontraban en la Torre, es su muestra de respeto —cortó Kyo, con una mirada fulminante—, prefiero que se lo guarde, y que devuelva inmediatamente a ese Regigigas a su pokébola.
    —¡Kyo! —gritó Gin de repente, con la mirada ensombrecida bajo el cristal empañado de sus gafas—. El único que va a decidir cuándo devolver ese monstruo a su pokébola, voy a ser yo. La batalla sigue en pie.

    El castaño enmudeció y, tras mirar a los ojos a su amigo para analizar la seriedad de sus palabras, le devolvió una sonrisa irónica y cargada de amargura. Barry se volvió a su Pokémon, y con expresión adusta asintió con la cabeza. Inmediatamente después, las piedras que el coloso tenía por ojos comenzaron a titilar, encendiéndose en cadena de arriba abajo. Piedra. Hielo. Acero. Un aura de energía roja volvió a emanar de su silueta.

    —Que así sea. ¡Regigigas!
    —¡Expert, saltá!

    Con un movimiento inesperadamente rápido, Regigigas tiró un fuerte manotazo a su propio hombro, exactamente en el lugar donde Ampharos se ocultaba, con toda la intención de aplastar al mosquito. Pero su mano se perdió en el musgo de sus hombros, puesto que el monstruo eléctrico ya había saltado hasta aferrarse de cabeza al techo con sus dos patas, quedando exactamente encima del coloso. Una descarga eléctrica se expandió en onda por todo el techo cuando se impulsó hacia su oponente, haciendo estallar los focos de luz dispuestos en toda la sala y cargando un haz de energía descomunal en el puño cerrado que simulaba la punta de su aleta.

    —¡¡Puño certero!!
    —¡¡Detenelo, rápido!! —mandó Barry. Definitivamente no se imaginaba una respuesta así del monstruo eléctrico después de haber recibido de lleno el Cuerpo Pesado de Regigigas.

    Con otro veloz movimiento, Regigigas se cubrió el “rostro” con la mano libre, juntando sus tres dedos como pilares e hinchando las venas negras y musculadas sobre su brazo. Pero Ampharos no pensaba desperdiciar su último golpe, y con las últimas gotas de sangre que aún le llegaban al cerebro se las arregló para enroscar su larga cola a los dedos del coloso, girando trescientos sesenta grados para tomar impulso y luego lanzarse como un relámpago directo a la fas del legendario a través de su brazo, soltando un devastador puñetazo cubierto de un fulgor blanquecino que cegó por completo a Regigigas. El golpe fue directo a la jema superior izquierda del monstruo, de color rojizo, y ésta se quebró con el impacto provocándole un extraño sonido de inconfundible dolor, mientras se llevaba las manos al pecho. Un humo rojizo brotaba como sangre evaporada entre sus dedos de piedra. Ampharos soltó una sonrisa de satisfacción al caer, precipitándose de espaldas al suelo, inconsciente. Gin intentó correr hacia él, pero la fuerza psíquica de un Alakazam lo detuvo en seco.

    —No es seguro entrar al terreno de batalla ahora que Regigigas está activo —sentenció Barry—. Devolvelo a su pokébola, la teletransportaremos de inmediato al Centro Pokémon.

    El pelirrosa observó con dolor a su Pokémon, pero le dedicó una sonrisa llena de orgullo.

    —Gracias por todo tu esfuerzo, amigo —dijo, y lo devolvió a su receptáculo escarlata. De inmediato, la pokébola se cubrió por un manto azulado y desapareció de la mano de Gin. Kyo y Riza aún estaban boquiabiertos.
    —Tengo que felicitarte, Gin —le dijo el Amo de la Torre con solemnidad—, las contadas veces que saqué a pelear a Regigigas fue para asegurarme la victoria. Realmente no me gusta perder, ni servirle el combate en bandeja a mis oponentes. Pero con vos, ahora realmente estoy… Curioso, por saber a qué Pokémon vas a elegir para hacernos frente. Estoy un poco lejos, pero puedo adivinar que en tus ojos todavía flamean esas ansias de victoria.
    —Será mejor que te reserves esa felicitación para cuando pierdas —sonrió el pelirrosa, clavando sus ojos negros en los del rubio, al tiempo que inflaba una nueva pokébola en su mano izquierda, sin siquiera meditar la elección por un segundo—. Tranquilo, no te vamos a hacer esperar para eso.

    Cerró los ojos un segundo arrimando la esfera a sus labios, y pareció susurrarle unas palabras imperceptibles justo antes de arrojarla al campo de batalla. La esfera de colores blanco y carmesí giró y voló por los aires en cámara lenta, atravesando ante los ojos del entrenador una larga historia de batallas, victorias y derrotas, desandando a cada vuelta un año en su vida, una aventura vivida, una enseñanza aprendida. Un fulgor verde cruzó la mente del entrenador, devolviéndolo al pasado por una fracción de segundo.


    (…)

    Se encontraba a los doce años en el centro del Bosque Ilex, en Johto, al oeste de su pueblo natal New Bark. Vestía bermudas negras y una remera sin mangas blanca, y su cabello negro caía pesadamente sobre sus ojos. Las gafas de montura fina le quedaban enormes. Estaba sentado sobre unas piedras al borde de un lago de aguas cristalinas, por las que nadaban en el fondo algunos Magikarp. Entre sus piernas descansaba, también sentado, un pequeño Pokémon lagarto color azul marino, con una hilera de escamas rojas protuberantes en la espalda y la punta de la cola, que sacudía a la orilla del lago moviendo el agua para atraer a algún Pokémon descuidado y retarlo a combate. Se los veía aburridos, como si hubieran estado en la misma situación durante largas horas, y en el bosque entero se respiraba un aire de paz por donde no parecía transcurrir el tiempo. Las copas de los árboles, altísimos y frondosos, apenas y dejaban pasar algunos débiles rayos de luz solar que se difuminaban sobre la hierba trazando sombras irregulares. El lugar era un claro precioso, donde el aire llegaba puro a los pulmones a través de brisas suaves que mecían el pasto tras su paso, y pese a eso, uno siempre tenía la extraña sensación de estar siendo observado en el bosque, por el bosque mismo. Gin estaba de espaldas a unos cuantos metros de una pequeña construcción de madera y aspecto muy antiguo, similar a un pequeño templo, y a los pies de la cual reposaban dos chicos vistiendo atuendos tradicionales de la región, que meditaban de rodillas con sus ojos cerrados y uniendo las palmas de sus manos.

    —¿Les falta mucho a esas hamburguesas? —preguntó entonces, irritado y volteando a ver por sobre su hombro a los dos chicos que reposaban en silencio—. Esa caja de madera no hace bien su trabajo. Y ustedes ahí, rezándole.

    El Totodile a sus pies asintió repetidas veces, imitando el gesto de hastío de su entrenador mientras escupía un chorrito de agua de sus fauces, ahuyentando a un Poliwag que se había acercado.

    —¿Cuántas veces piensa repetir lo mismo? —preguntó con tono suave la chica de yukata rosa y cabello castaño, corto y con un par de bucles ondulados a ambos lados de su rostro, hablándole al chico que meditaba junto a ella, que vestía de negro y tenía el cabello castaño y semi-largo peinado hacia atrás.
    —No es un horno microondas, Gin, es un santuario, y se lo debe tratar con respeto —le explicó el castaño con paciencia, haciendo uso de un tono de voz calmo y sosegado—. Es un buen lugar para reflexionar sobre pasado, presente y futuro. Creo que te vendría bien en esta etapa de tu viaje.
    —¡¿Ah?! —soltó groseramente el pelirrosa, parando la oreja como si no hubiera oído bien para luego arrastrarse por el pasto hacia donde reposaban los dos chicos, mientras su Pokémon se zambullía en el lago con astucia para cazar algún pececito—. ¿Y para qué me serviría a mí eso? Porque si adentro de esa cosa hay una MT de lucha, me vendría de perlas.

    La chica carraspeó, frunciendo el entrecejo.

    —Meditar aclara y despeja la mente, Gin, es un buen ejercicio —comenzó la joven Riza, torciendo lentamente el cuello hacia él, sin abrir sus ojos y con las palmas de las manos todavía unidas en dirección al santuario—, y tal vez te ayude a encontrar el camino para derrotar de una vez a Whitney —sentenció, espiándolo por el rabillo del ojo para descubrir con placer que su comentario lo había apuñalado justo donde quería.

    Gin soltó un gruñido y se cruzó de brazos, mirando hacia otra parte. Pero no pudo con su genio, y al instante volvió a la carga, incorporándose.

    —¡Bah! Lo único que necesito ejercitar son los músculos, solo así voy a ganarle a esa vaca estúpida. Vamos, Dylan.
    —¡To-to!
    —Tené cuidado, el guardián del bosque no es tan amable con aquellos que le faltan al respeto —le dijo Kyo con una plácida sonrisa. La chica separó sus manos y le dio una suave palmadita en la cabeza, despeinándolo en señal de reprobación. Gin ya se había adentrado al bosque, seguido con saltitos por su Pokémon.
    —Eso no es cierto, Kyo —dijo, y luego volvió a juntar las manos hacia el santuario—. El guardián del bosque posa su mirada sobre todas las almas que alberguen sentimientos nobles. Incluso aquellas confundidas, como la de Gin.

    El castaño suspiró, encogiéndose de hombros y apoyando sus manos en el pasto, echándose rendido hacia atrás. De todas formas, ya había roto su concentración. Una bolita de brillante pelaje verde agua y redondas orejas se asomó desde el fondo del lago a sus espaldas, observando curiosa a los humanos.

    —Tenés un espíritu único, Riza. Estoy seguro de que la voz del bosque va a hablarte en cualquier momento.

    La chica se puso roja como un tomate, y hundió su rostro entre las mangas floreadas de su yukata alzando más las palmas hacia el santuario.

    Había pasado cerca de una hora, y el chico de anteojos y cabello oscuro se había adentrado lo suficiente en el bosque como para empezar a toparse en los árboles con Pokémon de mayor nivel a los que enfrentar para entrenar a su equipo. Había liberado a sus Pokémon para acompañar a Totodile; eran un Flaaffy de rizos desaliñados y oscuros y una Hoppip que saltaba de rama en rama por los encinares, girando las hojas en su cabeza como hélices para desplazarse con las corrientes de aire. Alimañas como Caterpie y Weedle dieron paso a algunos Beedrill agresivos que le daban trabajo a sus Pokémon, y mientras que Totodile los mantenía a raya con chorros de agua y arañazos, Flaaffy se encargaba de ellos paralizándolos y rematándolos con fuertes descargas. Hoppip, por su parte, sudaba horrores intentando eludir los rápidos envites de sus oponentes, y por los nervios apenas atinaba a dormir a algunos esparciendo en sus rostros un polvo somnífero que los tumbaba.

    —¡Cuidado con ese de la derecha, Dylan, agarralo por el ala con Mordisco! ¡Expert, Onda Trueno a esos de allá, así dejan de sorprenderlos por la espalda! ¡Puffi, volá detrás de Expert y dormí a los que puedas con Somnífero mientras Dylan se encarga de los más grandes! ¡Cuidado todos con los Disparos Demora de los Kakuna, algunos todavía están escondidos entre las hojas de los árboles!

    El chico se secaba las gotas de sudor de la frente sin parar de dar indicaciones a sus Pokémon, refugiado a resguardo detrás del grueso tronco de un encinar y notando preocupado cómo el combate, lejos de finalizar, parecía despertar cada vez más la atención de enjambres de Pokémon salvajes que acudían al epicentro de la batalla en mayor número, agotando a los suyos con incesantes ataques. Sus monstruos de bolsillo hacían su mejor esfuerzo, intentando volverse más fuertes para su entrenador, y aunque varios Beedrill habían caído, Gin los regañaba cada vez que uno les acertaba una cornada con los aguijones en sus brazos o que un Kakuna los apresaba entre redes, entorpeciendo sus movimientos.

    —¡Vamos chicos! ¡Si esas avispas de mierda les parecen difíciles, no tienen ninguna oportunidad contra los Pokémon de Whitney!

    Flaaffy disparó su onda eléctrica a un Beedrill que voló raudamente por la espalda de Totodile, pero no acertó el golpe y la avispa pasó de largo alzando su aguijón listo para clavárselo al lagarto azulado, que por suerte lo notó a tiempo pegando una ágil voltereta hacia atrás y cazándolo por un ala con los dientes, girando en el aire sobre su propio eje para arrojarlo contra un árbol, pero media docena de Weedle y Kakuna se asomaron desde los árboles, atacándolo con Disparo Demora y apresándolo en sus redes viscosas, cosa que aprovecharon otros dos Beedrill para dispararle con Picotazo Venenoso; el ataque no lo dañó demasiado, pero sí logró envenenarlo. Cuando la oveja eléctrica se dispuso a ayudar a su compañero, Hoppip, aterrada por un Beedrill que se cernía sobre ella, comenzó a girar en círculos disparando el somnífero hacia todos lados y alcanzándolo, haciendo que tropiece y caiga de bruces al suelo.
    Al menos una veintena de Beedrill se acercaron agitando sus alas transparentes a toda velocidad y comenzaron a volar en círculos alrededor de los tres Pokémon. Totodile se sacudía con todas sus fuerzas intentando librarse de los hilos adheridos a sus escamas, pero el efecto del veneno lo debilitaba rápidamente. Flaaffy parecía aletargado, tratando de mantener sus ojos abiertos, pero desvaneciéndose poco a poco. Hoppip temblaba hecha una bolita en medio de sus dos compañeros, tapándose los ojos amarillos y lanzando torpes cortes con las alargadas hojas de su cabeza cada vez que las avispas se arrimaban, amenazando con sus largos y puntiagudos aguijones como lanzas. Las piernas de Gin comenzaron a temblar de los nervios cuando notó que había dejado su mochila con pociones y antídotos en el claro del lago donde estaban sus amigos, así como su pokégear para pedir ayuda. Los cientos de encinares se le aparecían cada vez más altos e intimidatorios, y de ellos no paraban de surgir las avispas zumbantes amenazando a sus Pokémon. Y él ahí, oculto tras un tronco, inmóvil, sin poder hacer nada más que provocarlos y regañarlos cegado por su hambre de victoria.
    Vio entonces cómo uno de los Beedrill tomaba a Hoppip entre sus aguijones y la levantaba por los aires, al tiempo que otro se acercaba y, con malicia, comenzaba a picotear su estómago rosado sacándole chillidos de espanto y dolor. ¿Por qué sus Pokémon debían llegar a tal grado de humillación y castigo sólo para volverse más fuerte? ¿Sólo para ganar una medalla? ¿Para qué? Perdido entre el mar de preguntas, el cuerpo de Gin se movió instintivamente hacia el peligro, arrojándose sobre los Beedrill con una rama que levantó del suelo y blandiéndola en el aire para espantarlos. Los insectos fueron tomados por sorpresa y se apartaron unos metros, liberando a Hoppip, que cayó sobre los brazos de su entrenador. Pero, lejos de apiadarse o conmoverse, volvieron al ataque apuntando con sus aguijones cargados de veneno al propio humano, que se agazapó en el pasto temblando, pero cubriendo con su espalda y brazos a sus tres Pokémon.

    —¡¡Perdónenme, amigos!! Les fallé…

    Esperó por una fracción de segundo que pareció una eternidad el agudo dolor de la lanza clavándose sobre su espalda, pero el dolor nunca llegó. En su lugar, un arrullo cálido entibió su ropa y su piel, y algunas brazas diminutas volaron delante de sus ojos oscuros, iluminándolos. Luego sintió una corriente de calor insoportable que pasó a centímetros de su espalda y lo rodeó formando una espiral de fuego infernal que se alzó por los aires llevándose por delante a todos y cada uno de los Beedrill presentes, y ahuyentando de inmediato a los bichos más pequeños que presenciaban el combate desde los árboles y arbustos. Gin abrazó contra su cuerpo a sus tres Pokémon, sin entender qué sucedía, pero el calor se había esfumado. Oyó unas pisadas acercándose por el pasto escarchado. ¡Era Kyo! ¡Su amigo lo había salvado! Pero no recordaba cuándo su Quilava se había vuelto tan fuerte como para disparar un fuego tan abrasador.

    —Arriba, entrenador —dijo una voz que no era la de Kyo—, este no es lugar para morir.

    Gin giró la cabeza y, acomodando sus lentes con las manos aún temblorosas, levantó la mirada. Frente a él, la figura de un hombre de unos veinte años que lo observaba con la mirada vacía. Debía medir más de un metro ochenta, y su complexión física era fuerte y atlética. Tenía vaqueros claros y desgastados, y una camiseta blanca y fina de escote amplio, que dejaba ver una piel bronceada y marcada por años de viajes y aventuras. Su cabello oscuro caía enmarañado y desprolijo por su cuello, y su expresión dura contrastaba con el aspecto melancólico de sus ojos celestes, que lo miraban desde arriba. Detrás suyo, un gigantesco Pokémon de aspecto canino y frondoso pelaje naranja atigrado se erguía imponente sobre los cuerpos chamuscados y humeantes de más de treinta Beedrill, desparramados por el pasto ennegrecido. Gin lo reconoció al instante.

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    —Ese Arcanine… —murmuró fijando la vista en el majestuoso Pokémon de fuego, para luego volverse hacia el sujeto que los había salvado. Sus ojos se iluminaron—. Y usted… Usted es Shiozu Takei, el entrenador legendario de Kanto.

    El entrenador de piel bronceada ignoró el título grandilocuente de Gin, y se hincó en cuclillas para observar la condición general de sus tres Pokémon, sacando de su bolso de viaje unas bayas de forma esférica y colores verde y azul y dándoselas rápidamente a probar a los monstruos de bolsillo del pelirrosa, quienes, tras intercambiar miradas de desconfianza, acabaron mordisqueando los frutos y recuperando la salud; Totodile se había curado del envenenamiento y con sus fuerzas restablecidas pudo deshacerse con un par de arañazos de los hilos de Disparo Demora que lo envolvían, y Flaaffy se libró del sueño que lo apresaba, levantándose y cargando en su espalda a Hoppip, que pegó unos saltitos de alegría haciendo girar en el aire las alargadas hojas de su cabeza.

    —Tus Pokémon tienen mucha energía —observó sin dirigirle la mirada al chico, con una voz suave en la que se adivinaba severidad, mientras Gin se incorporaba alzando en brazos a su Totodile—, pero recibieron más golpes de los necesarios. Llevalos a un Centro Pokémon cuanto antes.

    Shiozu Takei le dio la espalda al pelirrosa, acercándose a su Arcanine para colgarle en unas correas de cuero el bolso de viaje. Acarició con una mano su pelaje rubio ceniza cuando el joven entrenador, a sus espaldas, abrió la boca:

    —¡Muchas gracias por tu ayuda! —dijo con la cara teñida de rubor, inclinándose en una exagerada reverencia, que sus tres Pokémon imitaron.

    El viajero lo observó por encima del hombro, sin emoción en la mirada.

    —No te acostumbres a agradecer la ayuda de otros —sus palabras lo dejaron frío—. Hacete fuerte, y no dependas de nadie más que de vos mismo y tus Pokémon.

    Gin no supo qué decir. Desde sus brazos, Totodile alzaba la cabeza y lo miraba con una sonrisa en sus fauces, tirando cariñosos mordisquitos a su barbilla. Hoppip se había acomodado en su hombro, observando temerosa al majestuoso can de fuego. Expert se veía frustrado. Shiozu volvió a girar su cabeza, echándole un último vistazo al contenido de su bolso. Y tras algunos segundos durante los cuales lo único que inundó el ambiente fue una brisa que mecía las alas chamuscadas de los Beedrill en el suelo y las partículas de fuego volando cerca del Arcanine y adhiriéndose a su pelaje, el entrenador de Kanto montó a su bestia.

    —¡Esperá!

    Arcanine le gruñó a Gin, pero éste no pensaba echarse atrás. No podía ser alimento para perro luego de que le salvasen la vida.

    —¡Ayudame a ser más fuerte! —le pidió de pronto, con la mirada encendida—. ¡Sé que viajaste por todo el mundo! ¡Y formaste a muchos entrenadores para hacerlos mejores!
    —No —cada letra que Shiozu pronunciaba cortaba como un cuchillo—. No estás preparado para mejorar con mi ayuda. Yo entreno a los fuertes, no a los débiles.

    Gin estaba paralizado en su lugar. Pero ese último comentario llegó a los oídos de Totodile, que se zafó de un brinco de los brazos de Gin y corrió hacia Shiozu, con la mirada cargada de furia. Arcanine volteó, observándolo como a un insecto, y le enseñó los colmillos con un gruñido aterrador. Pero el pequeño lagarto acuático, lejos de amedrentarse, le clavó sus ojos carmesí y enseñó también sus cortos colmillos, desafiante.

    —Dylan, ni siquiera lo intentes. Volvé acá. —lo reprobó finalmente el pelirrosa, antes de que intente lanzarse torpemente a la yugular del majestuoso Pokémon de fuego.
    —¡To-to!

    El inicial de agua protestó, pero desobedecer a su entrenador no era opción. Y en el fondo, muy a su pesar, aceptaba no ser lo suficientemente fuerte como para enfrentar a esa bestia. Le dedicó una última mirada de odio al entrenador de ojos celestes y a su Pokémon, y volvió con Gin. Shiozu miró al pelirrosa, y esbozó otra clase de filo con sus labios: una sonrisa, tal vez, motivada por la nostalgia. Las ramas de los árboles mecían sus hojas como una madre acunando a sus bebés.

    —El tiempo en este bosque transcurre de una manera especial —dijo, para todos y para nadie en particular—. El vínculo con tus Pokémon… Eso te hace fuerte. No lo eches a perder.

    Aferró las manos al cuello de su Pokémon, y Arcanine salió de escena con un espectacular salto, perdiéndose a toda velocidad entre los ancestrales encinares. Shiozu Takei había dejado una marca imborrable en Gin, desapareciendo minutos después como si todo hubiera sido un espejismo, una ilusión. Las manos del pelirrosa temblaron al tiempo que sus ojos se llenaron de lágrimas. Dylan y Expert se acercaron tímidamente a sus piernas y las abrazaron con calidez. Había sido un día particularmente duro.


    (…)

    Volvemos al presente, donde la Torre de Batalla había sufrido una sacudida tal que el polvo aún se elevaba desde el suelo agrietado hasta el techo con focos haciendo cortocircuito. Regigigas respiraba agitado, exhalando vapor por los huecos circulares en su casco. Se cubría uno de sus seis ojos (o corazones) con una mano, aquél que Ampharos había logrado rajar con un fortísimo Puño Certero. No le importaba quién sería su próximo oponente, él se encargaría de reducirlo a polvo con sus propias manos. Barry se mostraba serio e imperturbable, con la mirada fija en la pokébola que volaba por los aires y se abría dándole un golpecito al techo, liberando al último Pokémon de Gin.

    Surgió tras el estallido un feroz reptil bípedo que superaba cómodamente los dos metros de altura, con musculosos brazos y piernas curtidos por años de combates y marcados por las cicatrices de los mismos. Largas y afiladas aletas dorsales, rojas como la sangre, surgían amenazantes de lo alto de su cabeza y bajando por su espina hasta su robusta cola, que sacudía con pesadez golpeando el suelo a sus pies. Las garras blancas y alargadas en cada una de sus extremidades principales solo eran superadas en lo intimidante por una fila de colmillos ganchudos que brotaban como demonios de sus fauces entreabiertas, con la quijada bañada por un amarillo pálido que contrastaba con su cuerpo azul claro. Fijó sus ojos ensombrecidos en el oponente que doblaba su tamaño, pero algo en su mirada carmesí lo observaba como si fuera un simple Caterpie. Cualquier oponente no era suficiente para amedrentar al rey aligátor: Feraligatr.

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    —Dylan —lo llamó el pelirrosa, y el lagarto volteó la cabeza para mirarlo con una sonrisa torcida—. Confío en vos.
    —¡Ferra! —asintió el monstruo, levantando un brazo y tronando cada hueso de su enorme mano terminada en garras. Regigigas se rodeó nuevamente de aquella aura roja, que denotaba el inmenso poder que albergaba su interior.
    —¡Danza Dragón! —mandó el entrenador de Johto.
    —¡No dejes que se mueva, usa Agarrón! —alertó Barry. Conocía bien ese movimiento y no pensaba otorgarle la ventaja a Gin.

    Feraligatr empezó a repiquetear con ambos pies en el suelo, tronando los músculos en su cuello y relajando los hombros para que los brazos cuelguen y se balanceen a ambos lados de su cuerpo, pero cuando el aura anaranjada comenzó a manar de sus escamas, Regigigas encendió sus cinco joyas aún funcionales y lanzó un rapidísimo manotazo, apresando al lagarto entre sus dedos de piedra. La presión que ejercía era tal que un Pokémon de nivel inferior podría haber reventado al instante, pero el de Gin no era un oponente cualquiera, y aún resistiendo la fuerza de una montaña apresándolo, le dedicó una mirada y una sonrisa asesinas al coloso legendario.

    —El plato está servido —sonrió Gin. Barry alzó una ceja.

    Abriendo sus enormes fauces, el lagarto acuático enterró cada uno de sus colmillos, largos como machetes, en la piel rocosa de Regigigas, penetrándola con asombrosa facilidad y dejando salir algo de polvillo blanco de su cuerpo, que le cubrió el hocico. Regigigas no emitió sonido alguno, pero el dolor había sido procesado por su sistema nervioso, levantándolo por los aires y estrellándolo contra el techo, con tal fuerza que lo desmoronó sobre su cabeza. Pero si el titán no pensaba soltar el cuerpo de Feraligatr con su mano, Feraligatr no liberaría su brazo de la presión de sus colmillos triturándolo hasta los huesos.

    —No vas a ganar este combate con un ataque como ese, Gin —le dijo Barry, impasible.
    —Es cierto —concedió el pelirrosa—. Pero al menos puedo ganar algo de tiempo.

    El Amo de la Torre fijó sus ojos ocre al brazo de su Pokémon, descubriendo que de los colmillos del lagarto comenzaban a expandirse cristalinas capas de hielo sobre Regigigas, congelando progresivamente su sólido brazo y subiendo por éste hacia el hombro con una velocidad aterradora.

    —¡¡Soltalo, rápido!!
    —¡¡Fuerza Bruta, Dylan!!

    El legendario amagó con volver a sacudir su brazo para arrojar lejos de allí al Feraligatr que lo aferraba con la vida -y la mandíbula-, pero el congelamiento de su Colmillo de Hielo ya había causado el efecto deseado, forzándolo a abrir sus dedos desafectados y liberando involuntariamente antes de tiempo al rey caimán, que le dedicó otra sonrisa cargada de saña, y alzó un brazo colgándose del techo partido sobre su sangrante cabeza para no caer al vacío, tensando los músculos del brazo libre para propinarle un violentísimo tajo vertical, con tal fuerza que lo quebró completamente, estallando las partículas de hielo y haciendo retroceder al coloso. Pero Feraligatr no lo dejaría escapar tan fácil, y sin esperar orden alguna de su entrenador se balanceó colgado del techo en dirección a su nueva presa, volviendo a enterrar los colmillos esta vez en uno de los dedos-columna del legendario. Cayó con pesadez al suelo sin soltarlo ni por un instante, y corrió con pasmosa velocidad sacudiendo el piso con sus patas y torciéndole el brazo entero mientras sujetaba su dedo con las fauces, hasta colocarse a espaldas de un anonadado Regigigas.
    La descomunal barrera psíquica que generaban los Alakazam y Gardevoir en el recinto se expandía y comprimía con cada movimiento de los Pokémon en combate, cuidando con precisión que su poder no ocasione más daños de los ya causados a la torre, ni a los atónitos espectadores.

    —Es una lástima, Barry —suspiró Gin, con falsa lástima—, pero el Pokémon legendario de tu papi no es más que una mole tosca y torpe en un espacio reducido como éste.
    —¡Maldito…! —gruñó el Amo de la Torre, aún con un hilo de sangre cayendo por la comisura de sus labios. Sus puños apretados vibraban.
    —Es cierto —asintió Kyo, con una gota de sudor recorriéndole la sien—. El Cuerpo Pesado de Regigigas hizo estragos con Ampharos, pero también les dio un giro a las condiciones del combate. Cambiando el terreno de juego, las piezas no se mueven como uno quiere.
    —Ahora Regigigas no tiene que lidiar solo con el Feraligatr de Gin, sino con su propio tamaño y fuerza —analizó Riza.

    Barry sonrió, secándose el sudor de la frente.

    —Haremos algo al respecto, entonces.

    El gigantesco cuerpo de Regigigas se bañó en aquella luz roja que todos ya bien conocían, liberando al máximo su poder y dándole un manotazo meteórico al suelo, que estalló en mil pedazos, desestabilizando a Feraligatr y haciéndole soltar su dedo apresado. El caimán cayó al vacío, contenido solo por el campo de fuerza que ejercían los psíquicos en el terreno, apoyando sus pies en la barrera psíquica y comenzando a correr nuevamente hacia el titán, que ya había girado sobre sí mismo lanzando un reverso con su brazo congelado, estampándole un fortísimo golpe y mandándolo a volar por los aires hasta atravesar el techo con todo su cuerpo, dejando un enorme hueco en su lugar.

    —¡Dylan! ¡Basta de juegos, quiero que acabes con esa mierda horrenda! —mandó Gin gritándole al agujero en el techo, del que rápidamente asomó la cabeza del caimán disparándole un fortísimo chorro de agua a Regigigas que, si bien no hizo mucho daño, sí que comenzó a inundar la esfera psíquica que envolvía el campo de combate, hundiendo sus pies cubiertos de musgo en el agua que surgía sin descanso de las fauces de Feraligatr.
    —¡Regigigas, Puño Trueno!
    —¡Al agua, Dylan!

    La Hidrobomba del lagarto había cumplido su cometido: el terreno de batalla era ahora una descomunal esfera de puro poder psíquico, llena hasta la mitad de agua bajo la cual se sumergían los pies del coloso. Esperó a que el puño centellante del monstruo saliera disparado en dirección a su cabeza, y se impulsó por el agujero desde el techo al centro del estanque artificial, zambulléndose en su elemento justo a tiempo para que el puñetazo eléctrico se pierda en el techo. Con una agilidad que superaba con creces a la que presentaba a pie sobre tierra firme, Feraligatr nadó entre las piernas del legendario lanzando furtivos zarpazos y mordiscos con garras y colmillos, hiriendo lenta pero eficientemente a Regigigas, que se dispuso a lanzar otro Puño Trueno al agua, siendo detenido en seco por su entrenador.

    —¡Quieto, Regigigas, es una trampa! —mandó el rubio, alarmado—. ¡Mejor que sea un Puño Hielo!

    El otro puño del legendario se recubrió por una manopla helada que sumergió al agua intentando darle a Feraligatr, pero éste se movía con absoluta confianza inmerso en su elemento, dando trombos sobre sí mismo y realizando toda clase de maniobras evasivas para eludir cómodamente los golpes gélidos del coloso, ocultándose entre el musgo de sus pies y pegando, de vez en cuando, algún sorpresivo salto a la superficie para asestarle coletazos por la espalda para desestabilizarlo y, también, por qué no, para provocarlo un poco más. El ataque elemental de tipo hielo no lo afectaba demasiado aún si recibía algún golpe, y la potencia del impacto era aplacada en cierta medida por la densidad del agua. Kyo y Riza celebraban la estupenda estrategia del pelirrosa, que observaba con cuidado los movimientos de su Pokémon y la reacción del oponente.

    —“Dylan está haciendo bien su trabajo —analizó en su cabeza—, pero ese Regigigas está muy lejos de cansarse, y es imposible derribarlo de un solo golpe. ¿Tengo que seguir desgastándolo? ¿O será que…?”
    —¡Ya tuve suficiente! ¡¡Regigigas, evapóralo todo con Giga Impacto!!

    Resistiendo toda la presión del agua y de la mismísima gravedad que contenía su peso descomunal, Regigigas se propulsó con las piernas pegando un impresionante salto que destrozó lo que quedaba del techo, al tiempo que los psíquicos expandían su esfera de energía para que ningún fragmento de la estructura se perdiese, reduciendo el terreno acuático en el cual Feraligatr podía nadar con relativa comodidad. Su cuerpo se bañó por un haz de luz tan blanco que quemaba la vista de todos los presentes, lo único que brillaba con mayor intensidad eran las cinco joyas en su pecho.

    —¡¡Ahora, Dylan!!

    Impulsándose desde el fondo con sus fuertes patas, Dylan salió disparado del agua justo cuando el monstruoso legendario se preparaba para estallar su Giga Impacto sobre él, aferrándose con las garras en sus brazos y patas al torso del monstruo y resistiendo en carne propia la inmensa onda de poder que manaba de su cuerpo. La fuerza de choque que generaba ese monstruo le hizo sentir que se desintegraría en cualquier instante solo por entrar en contacto con tan devastador ataque, pero su dueño, su amigo, confiaba en él. Era un momento decisivo en el combate.
    Sujetándose con las garras de cuatro de las joyas brillantes, Feraligatr enterró los colmillos en la quinta perla del coloso, cerrando sus fauces con tal fuerza que la resquebrajó en el acto, sin apenas oponer resistencia. El ataque fue tan certero y crítico, que Regigigas bramó un horrendo grito de dolor en el aire, soltando humo de los orificios en su casco y cegando al lagarto, quién aún así tensó cada músculo de sus brazos y piernas para no soltarlo, y tras tirar violentamente su cabeza hacia atrás, le arrancó la gema del cuerpo con un crujido que estremeció a todos.

    El tiempo transcurrió, de nuevo, en cámara lenta: Barry vio horrorizado cómo el rey caimán lo observaba fijamente doblando el cuello y girando su cabeza hacia atrás, mientras su Pokémon lanzaba rugidos de ira y dolor aún bañado en un fulgor blanquecino, y escupía a sus pies la pesada perla celeste cubierta de polvo y de sangre de su propia boca. Cuando el gigante comenzó a caer en picada directo hacia un impacto fulminante, Dylan alzó nuevamente la cabeza y hundió el hocico contra el casco dorado y ardiente del coloso, exhalando una monstruosa hidrobomba que llenó todos sus orificios, ayudándose por la presión de su ataque a impulsar sus pies con todas sus fuerzas contra las dos perlas inferiores de color plateado, aplastándolas y quebrándolas al mismo tiempo que con las garras en sus manos arrancaba de su cuerpo las últimas dos gemas preciosas, aquella roja que representaba la piedra y la celeste que representaba el hielo. El robótico y grotesco rugido de dolor del Pokémon legendario acompañó un estallido al caer, que desencadenó una onda expansiva de tal tamaño que hasta la barrera psíquica comenzó a resquebrajarse, por lo que todos los Pokémon psíquicos allí presentes se teletransportaron a la base del conflicto, concentrando absolutamente todas sus fuerzas en una única barrera de contención para el Giga Impacto. El Pokémon de Gin se vio apresado, entonces, por el masivo cuerpo de Regigigas y por la masiva barrera psíquica de los Alakazam y Gardevoir.

    Pero la sonrisa de orgullo en su rostro se ensanchó incluso cuando la luz del ataque consumió todo alrededor. Y por largos segundos, nadie pudo ver nada más.

    —¡¡M-mierda, Dylan, Dylan!! —gritó Gin, apretando los ojos y tosiendo compungido por el aire enrarecido en la vapuleada habitación, y corriendo hacia el epicentro del impacto para buscar a su Pokémon. Nuevamente había expuesto a su compañero a un ataque prácticamente suicida.
    —¡¡Es muy peligroso, Gin!! —le gritó Kyo desde atrás, agarrando con fuerza la mano de Riza y sujetándolo a él por el brazo. Esta vez sí pudo detenerlo a tiempo—. ¡Escuchame! ¡Todavía no sabemos si ese Regigigas quedó fuera de combate!

    La luz comenzaba a extinguirse en el recinto, volviendo a dejar todo en una tenue penumbra. El silencio era adornado solo por el ruido de escombros y de las ondas psíquicas que trataban de reconstruir la maltrecha Torre de Batalla. Gin no alcanzó a ver a Barry al otro lado, porque en el centro del impacto se hallaba tumbada la montaña a la que habían enfrentado Expert y Dylan. Y el resultado, de nuevo, era desolador: apenas la cola magullada de Feraligatr se adivinaba asomando bajo la mole. Levitando en círculos alrededor del campo de batalla, los Alakazam y Gardevoir jadeaban exhaustos. El réferi se acercó al epicentro para observar a ambos Pokémon, y luego giró su cabeza hacia Barry. Regigigas estaba inerte, tumbado boca abajo sobre los restos de Feraligatr. El rubio negó con la cabeza, y permitió que algunos segundos más se sucedan para ver si uno de los dos Pokémon era capaz de recuperarse. Gin estaba consternado; un empate no serviría de nada en una batalla de esas características. Kyo aún lo sujetaba del brazo, y Riza le había tomado la mano también.

    Todos estaban en completo silencio, hasta que unas piedritas esparcidas por el suelo comenzaron a temblar, y un ruido pesado esfumó toda duda: el coloso legendario comenzó a levantarse del suelo, elevándose sin mover piernas ni brazos… No, no era Regigigas el que se levantaba, sino Feraligatr, que con los músculos y venas de sus brazos tan hinchados que parecían a punto de explotar, cargó sobre sus manos todo el peso de la mole ancestral. Su aspecto era deplorable, con múltiples heridas sangrantes bañando sus escamas, un colmillo partido y diversos moretones que habían pasado del púrpura al negro absoluto. Pero no borraba la sonrisa de su exhausto rostro, clavando la mirada en su entrenador con un fulgor en sus ojos.
    El pelirrosa ensanchó una sonrisa tan amplia que su rostro le dolió, pero la ilusión sería cortada de raíz por Barry, que también sonreía satisfecho al otro lado del campo de batalla. Gin no lo pudo creer: Regigigas volvió a cubrirse por esa luz rojiza y rápidamente sujetó a Dylan por la cabeza sin que éste pudiera hacer nada para defenderse, aferrando sus pies al suelo y levantándolo un par de metros suspendido en el aire. Sin esperar recibir orden alguna, el coloso comenzó a asestarle con su mano libre durísimos Puños Trueno al maltrecho lagarto, sacudiendo todo su cuerpo como si de un costal de boxeo se tratara. La sangre caía por su mandíbula en una lluvia carmesí que bañaba su pecho. El dolor era insoportable, y sus músculos estaban tan agotados que no impusieron resistencia alguna. Estaba al límite de la vida y la muerte.

    —No puede ser —se cubrió la boca Riza, con los ojos castaños abiertos como platos, mientras el titán azotaba a golpes —. Es invencible.
    —No lo es —negó rotundamente Kyo, con una serenidad impostada que apenas podía contener los fuertes latidos de su corazón—. Todavía queda…
    —¡¡Rematalo de una vez, Regigigas, basta de golpes sin sentido!! —mandó Barry, bañado en sudor, con la expresión desencajada y los ojos fuera de sus órbitas.
    —¡¡¡Dylan!!! —exclamó el entrenador de New Bark, sin la certeza de que sus palabras llegarían a oídos de su Pokémon—. ¡¡Es la última oportunidad, por favor, no te rindas!!
    —¡¿De nuevo vas a llevar a tu Pokémon al límite?! —le gritó al otro lado el Amo de la Torre, con el rostro desfigurado—. ¡¡El combate está más que decidido!!
    —¡¡¡NO TODAVIA!!! —respondió con un rugido de batalla, con tantas fuerzas que algo pareció encender al lagarto, rodeándose por un aura azul intensa de la que salían desprendidas cuerdas de pura energía, iluminando todo en la penumbra polvorienta del campo de batalla—. A veces el límite es necesario para sacar lo mejor de uno. No permitiría que ninguno de mis Pokémon sufra tanto si no es estrictamente necesario… Pero tu desesperación va a ser tu ruina, Barry. ¡¡¡DYLAN, VAMOS A DEMOSTRARSELO JUNTOS!!!
    —Fe… ra… li… —comenzó a exhalar desde sus fauces sangrantes y maltrechas, con la mitad de la cara completamente cubierta por los dedos del coloso—. ¡¡¡GAAAARRR!!!

    Con un crujido seco de sus mandíbulas partiéndose para liberar todo el poder que le quedaba, Feraligatr vomitó desde el centro de su alma una hidrobomba como nunca habían visto antes, con tal potencia y presión que hundió hasta el casco dorado de Regigigas, impulsándolo hacia atrás salvajemente hasta estamparlo contra la barrera psíquica. Nuevamente los psíquicos tuvieron que teletransportarse detrás del coloso para contener el descomunal poder del ataque acuático de Dylan. El agua que generó fue tanta que las gotas estallaban en el techo y paredes, salpicando a todos con una pequeña lluvia.
    Tras medio minuto, todo lo que quedó de Regigigas era una montaña de piedra, oro, musgo y marfil sentada pesadamente en el suelo, con los brazos inertes a sus costados y cascadas de agua cayendo por los orificios en su casco y su pecho. Dylan se mantuvo de pie, temblando y jadeando en el lugar, pero con la cabeza erguida y la frente muy alta. El combate había terminado.

    —¡¡Regigigas no puede continuar, la victoria es para Feraligatr!! —vociferó el réferi, anonadado, tras comprobar que hasta el último atisbo de energía había desaparecido en el coloso— ¡¡Gin Irou, de Pueblo New Bark, ha derrotado oficialmente al Amo de la Torre, Barry!!

    Mientras el réferi anunciaba su victoria, todo lo que a Gin le importó hacer fue correr hacia su Pokémon y saltar sobre él abrazándolo, para felicitarlo y agradecerle. El lagarto se desplomó hacia atrás, sentándose en el suelo, y alzó a su entrenador con un brazo para ponerlo sobre sus hombros. Sonreía animadamente mientras el pelirrosa acariciaba su mandíbula, manchándose las manos de sangre. Pero no le importaba, todo lo que quería era festejar el triunfo de su Pokémon. Kyo y Riza corrieron detrás suyo, colgándose de los brazos del caimán para celebrarle la victoria. La felicidad no cabía en sus rostros.
    Barry acarició un costado de su maltrecho Pokémon legendario.

    —Perdoname, Regigigas —le susurró con una sonrisa melancólica—. Tal vez todavía no sea el más indicado para ser tu entrenador, pero voy a esforzarme mucho. Gracias por todo.
    —No sé si llamar a la policía o si agradecerte por ese combate —Barry acababa de devolver a su bola pesada a Regigigas, cuando se encontró a Gin detrás suyo, extendiéndole la mano con una sonrisa satisfecha—. Enviar una bestia así a pelear fue todo un riesgo.
    —No lo fue —negó decididamente el Amo de la Torre, estrechando su mano—. No contra alguien de tu nivel, Gin. Y después de ver a tu magnífico Feraligatr, no sé si el riesgo no lo corrió mi Pokémon al enfrentarlo.
    —¿Contra Dylan? ¡Definitivamente! —rio de buena gana, haciendo girar en su dedo índice la pokébola de su inicial—. Si no lo noqueas rápido, su habilidad “Torrente” puede ser decisiva.
    —Lo sé, la comparte con mi Empoleon —asintió, pensativo, al tiempo que el réferi se les acercaba con un estuche metálico en las manos—. ¡Es cierto! No viniste hasta acá para que mi Pokémon legendario masacre a tu equipo, sino para recibir la llave al All-In-One.

    Levantó la tapa del estuche y le entregó a Gin una moneda dorada con un símbolo calado al frente. El chico de New Bark la recibió con el pecho inflado de orgullo, entornando sus ojos detrás de las gafas de montura gruesa.

    —Te felicito, Gin Irou de Pueblo New Bark. Sos digno de poseer el Símbolo Dorado de la Torre de Batalla.
    —Wow… Es… —susurraba el chico, obnubilado con el símbolo delante de sus ojos—. Diminuto. Pero debe haber valido el par de huesos fracturados de mis Pokémon.
    Un fortísimo pisotón cayó como meteoro sobre su pie derecho, haciéndolo saltar en una pata. Riza se encontraba a su lado, con la habitual mirada reprobatoria para su amigo.
    —¡Claro que no lo vale, Gin! —le gritó, enseñando los colmillos.
    —Pero, aunque seas un sádico sin cerebro, estamos orgullosos de vos —sonrió Kyo, tras un suspiro, dándole palmaditas en la espalda a Gin.
    —Vamos rápido al Centro Pokémon —mandó la chica, pegando media vuelta y dirigiéndose al elevador. Tras un par de pasos, se detuvo en seco y volteó hacia el Amo de la Torre—. Señor Barry, me hubiera gustado preguntarle muchas cosas sobre Regigigas, pero, viendo el estado en que quedaron los Pokémon de mi amigo, creo que hay otras prioridades ahora.

    Kyo hizo una reverencia y siguió a la chica. Gin asintió con la cabeza y se alejó dando tumbos. Barry los miró nostálgico, esbozando una última sonrisa mientras su cabello rubio enmarañado ocultaba sus ojos.

    Fuera del rascacielos se encontraron una multitud de entrenadores amontonándose tras vallas de contención dispuestas circularmente alrededor de la entrada. Algunos aplaudieron de buena gana a los entrenadores que salieron del edificio, pero Kyo notó cómo algunos se quejaban con los acomodadores porque habían tenido que interrumpir sus combates debido al caos que desató el enfrentamiento de Gin contra Regigigas. Hacia el centro del vallado había una abertura custodiada por dos guardias de seguridad, donde un puñado de entrenadores más experimentados hacían fila para ingresar a la Torre, aparentemente para desafiar al Amo de la Torre. Tras pasar por dicho acceso a un costado de la fila, Gin desvió la vista hacia uno de los entrenadores que aguardaba para ingresar; era un muchacho alto y delgado, con jeans teñidos de rojo y una chaqueta negra con manchas blancas, cuya capucha ocultaba casi la totalidad de su rostro, pero dejaba escapar algunos cabellos castaños y una fría mirada de ojos café, que le recordaron a Shiozu. Sobre sus cejas, a un costado de la frente, tenía algunos parches improvisados. El entrenador tenía las manos hundidas en el bolsillo de canguro de su chaqueta y la mirada perdida hacia el frente, a diferencia de los demás, que volteaban a ver al grupo de chicos que salían empapados y cubiertos de polvo del edificio del Frente. A Gin le resultó terriblemente familiar, pero en ese momento no pudo recordar de quién se trataba.

    Apretaron el paso hasta el Centro Pokémon, que se encontraba justamente en el centro del Frente de Batalla. Tras pasar por algunos reconocidos edificios del predio llegaron al mismo y, tras someterse al reproche de la enfermera Joy, dejaron a los tres Pokémon de Gin al cuidado de sus Chansey y Blissey. Fueron a comer algo a la cafetería, conversando animadamente sobre el impresionante combate de Gin y lo mucho que había perfeccionado el entrenamiento de sus monstruos de bolsillo tras su viaje por Sinnoh, reconociendo Kyo lo asombrado que estaba por la mejoría en el ataque especial de Ampharos. Tuvieron que irrumpir su charla reiteradas veces, puesto que otros entrenadores los reconocían y se acercaban para tomarse alguna fotografía o pedir un autógrafo.
    Cuando el Sol comenzaba a caer sobre el cielo de Johto, Riza se apartó del grupo con un viejo cuaderno de viajes con dirección a la Torre, esperando poder conversar con Barry sobre la naturaleza y habilidades de Regigigas, confiada de que ya no tendría más retadores en lo que quedaba de jornada, puesto que por la noche no se aceptaban desafíos.
    Descansaron durante la noche en una de las habitaciones del Centro Pokémon. Gin se quedó despierto varias horas, absorto en pensamientos acerca de la batalla que había tenido con el Amo de la Torre y la descomunal potencia de su Pokémon legendario. Se preguntó si debería enfrentar a criaturas así en el All-In-One. Pensó mucho acerca de si estaría a la altura de un evento de esas dimensiones. Pero luego recordó a todos sus Pokémon, y el esfuerzo con el que habían peleado por él, para otorgarle esa chance de participar del torneo más importante de los últimos años. Podía desconfiar de si mismo, pero nunca de sus amigos.

    —¡Gin, despertate, es tarde y vamos a perder el barco!

    La voz de Kyo y un portazo sacaron de sus sueños al pelirrosa, rodando hacia un costado y cayéndose de la cama, con el rostro estampado contra el suelo alfombrado. Se incorporó torpemente, buscando con una mano sus gafas en la mesita de luz y con la otra su remera blanca en el respaldo de una silla, y bajó rápidamente las escaleras para encontrarse en el vestíbulo del Centro Pokémon a sus dos amigos con atuendo tradicional de la región. Riza se disculpaba por la tardanza de su amigo con la enfermera Joy, que le dedicaba una mirada reprobatoria mientras acariciaba con una mano la cabeza de un Chansey que sostenía en una bandeja las tres pokébolas del chico. Tras pedir perdón de mala gana y agradecer a la enfermera y su Chansey por el cuidado de sus Pokémon, Gin guardó las pokébolas en el cinturón y se cargó la mochila al hombro.

    —Perdonen, creo que un Darkrai estuvo suelto en mi habitación anoche y no me dejaba despertar —carraspeó el pelirrosa mientras los tres salían del Frente de Batalla.
    —Vos le das pesadillas a Darkrai, Gin —respondió con un suspiro de resignación la chica de yukata floreada.
    —Apretemos el paso, chicos —decía Kyo muy por delante de ellos. Las mangas de su kimono, mal puesto por el apuro, flameaban como banderas con el viento—. Tenemos una hora para alcanzar el ferry hacia Olivine.

    El viaje hacia la sede del Torneo Mundial sería largo, puesto que se ubicaba en una isla apartada de las principales regiones que participarían del mismo. Los chicos llegaron por los pelos al diminuto puerto de Cianwood y abordaron a tiempo el ferry que los llevaría por mar hasta el Ciudad Olivine. Fue un viaje corto, de unos treinta minutos, enmarcado por un día espléndido: las aguas del mar se encontraban calmas y cristalinas, y un grupo de Wingull y Pelipper cruzaba el cielo despejado con dirección al este, posiblemente a la región de Hoenn. Tras llegar a Olivine, los chicos descendieron de la pequeña embarcación y recogieron sus bolsos de viaje. El puerto de la ciudad costera estaba atiborrado de gente ese día, puesto que allí zarparía el famoso St. Anne originario de Kanto con rumbo a Ciudad Tempest, trasladando a un número de participantes y espectadores al Torneo Mundial All-In-One. Nadie quería perderse un evento de tamaña magnitud. Riza hablaba con alguien por su pokégear mientras Gin y Kyo observaban un viejo mapa intentando trazar con el dedo el rumbo del barco hacia la isla donde se llevaría a cabo el torneo. Tras un par de minutos, tres figuras aparecieron entre la multitud.

    —¡Ahí están! —dijo la chica, cortando la comunicación en su pokégear con una sonrisa.
    —¡Hola Riza, hola chicos!

    Una chica de unos veinte años se acercó dándole un mordisco a una hamburguesa, hablando con la boca llena mientras levantaba un brazo y lo sacudía de un lado al otro, destacando entre la multitud. Era alta y curvilínea, con la piel muy blanca y el cabello muy oscuro lloviendo liso sobre sus hombros, con un flequillo recto sobre la frente. Sus expresivos ojos color café acompañaban una espléndida sonrisa, con los cachetes inflándose y desinflándose a cada bocado que le daba al aperitivo. Vestía una camiseta al cuerpo color amarillo pastel y shorts negros deportivos. Detrás de ella caminaba un hombre treintañero aún más alto, con una camisa negra entreabierta y cabello castaño peinado en picos hacia atrás, recogido con una pequeña cola de caballo en la nuca. La gente volteaba a verlo asombrada. Más atrás se acercaba un muchacho de la edad de la chica, con aspecto sombrío y la mirada caída, vistiendo un largo tapado oscuro y luciendo cabello negro y corto con flecos dispersos en la frente. Se lo veía agobiado. Gin tragó saliva al verlos acercarse.

    —Vaya, vaya —soltó con un murmullo sádico el hombre de camisa negra cuando llegó a ellos, parándose delante del pelirrosa—, así que el pequeño Gin creció y se volvió un entrenador de temer. Aunque casi no te reconozco con ese… pelo.
    —Tsk —gruñó el chico, buscando la gorra de lana negra en su mochila—. Si quiere reconocerme, infle una pokébola, profesor.
    —¿Cómo está, senpai? Tiempo sin verla —saludó Kyo a la chica recién llegada, haciendo una reverencia.
    —¡Qué grande que estás, Kyo! —la chica abrazó amigablemente al entrenador de kimono azul. El gesto crispó una ceja en Riza, que le dedicó una mirada fulminante, pero la chica de cabello largo y negro se le acercó rápidamente, dándole un fuerte y cariñoso abrazo a ella también y tiñendo su rostro de rubor—. ¡Hola Riza, esa yukata te queda preciosa!
    —No acoses así a esos chicos, Nanami —suspiró el chico de tapado negro, arrastrando sus palabras y sus pies hasta allá—. Hola a todos, ¿podemos embarcar?
    —¿Por qué tanto apuro, Masaru? Disfrutemos un poco de la refrescante brisa de Olivine —le sacó la lengua la muchacha, guiñándole un ojo. El pelinegro apartó la mirada hacia otro lado.
    —Podemos disfrutarla en el barco, vamos subiendo —sugirió el hombre de pelo castaño mientras pasaba de largo a Gin, despeinando con una mano su cabello negro y rosa antes de darle tiempo a ponerse la gorra, gesto que ofuscó por demás al entrenador de New Bark. Kyo tomó de la mano a Riza, liberándola de los brazos de Nanami, y ambos lo siguieron.
    —Profesor Green, ¿a cuál de sus discípulos va a patrocinar en el torneo? —le preguntó Riza al alcanzarlo, mientras cruzaban el puente que conectaba el puerto con la imponente embarcación blanca.
    —Bueno, los dos tienen mi absoluta confianza, por supuesto —analizó mientras ladeaba la cabeza de un lado al otro—. Pero, entre nosotros, a Masaru se lo ve un poco decaído últimamente, así que voy a apostarle a Nanami esta vez.
    —Pero si el senpai está entre los mejores del mundo, ¿qué lo tiene así? —inquirió Kyo, volteando hacia el muchacho de tapado oscuro que caminaba al final del grupo, observando cómo la chica de remera amarilla acosaba a Gin con preguntas y elogios hacia su cabello pintado de rosa y lo “cute” que se veía.
    —Justamente, parece que Nanami —suspiró Riza, arqueando una ceja. Green se encogió de hombros.
    —No es de la incumbencia de un Profesor Pokémon la vida privada de los entrenadores bajo su tutela. Pero sí, parece que esos dos terminaron hace poco.

    —Ese Green es un imbécil, el viejo Oak debía estar senil para cederle el puesto en Pueblo Paleta —decía ofuscado Gin mientras cruzaba el puente, clavándole los ojos como puñales por la espalda. Nanami reía, divertida.
    —Puede que lo sea, pero sus conocimientos son incuestionables —murmuró Masaru, apareciendo como un fantasma junto a él y provocándole un sobresalto. Gin se veía diminuto en medio de los dos entrenadores de Kanto.
    —¡Claro que no es imbécil! —los regañó la chica de pelo azabache con una sonrisa de oreja a oreja—. Solo que le gusta estar más en la práctica que en la teoría cuando se trata de estudiar a los Pokémon.
    —No creo que necesite que lo defiendas, Tomura —suspiró Masaru, sin dirigirle una sola mirada a la chica.
    —Oigan —interrumpió Gin, antes de que la situación se torne incómoda—, ¿saben si Shiozu va a participar?
    Masaru y Nanami lo miraron en silencio por un instante.
    —No sabemos nada de él hace tiempo. Pero Green está seguro de que participará —afirmó ella, por primera vez con tono serio en la voz.
    —Sería un escándalo que el mejor de Kanto no participe en All-In-One —murmuró Masaru, encogiéndose de hombros.
    —La mejor de Kanto está frente a tus ojos, Masa-kun —le guiñó un ojo Nanami, provocativa.

    Gin alzó la vista al cielo azul. La brisa había dejado de soplar en cierto punto, y los pensamientos que volaban en su cabeza se detuvieron en seco, fijos en su mente. Nada quería más que ganar, pero cada vez más montañas se alzaban en el horizonte hacia su meta, y serían difíciles de cruzar. Tras hacer el check-in abordaron el St. Anne, que zarpó rumbo a Ciudad Tempest. Un centenar de personas en el puerto de Olivine alzaron sus brazos y despidieron a sus amigos y familiares, hasta que el barco desapareció tras la línea de horizonte en el mar.


    Continuará…
     
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  10.  
    AJ Slifer

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    Buenas. Pues vamos a intentar dar a mi opinión.

    Empieza presentándonos al presumible trío de protagonistas comenzamos a ver pequeños rasgos de la personalidad de los mismos y las interacciones entre ellos. Así como un poco el trasfondo de Gin Irou, trasfondo que se amplía durante la segunda parte del combate con ese recuerdo del pasado. Y finalmente se nos presentan nuevos personajes camino del torneo.

    La verdad es que los combates me han gustado mucho. Y si a principios ya tenemos el enfrentamiento que hemos visto el torneo promete ser increíble.

    Me gustaron varios detallitos: Lo del Raticate por encima de la media (me pregunto si sera una referencia a Joey/Chano) Lo de Dylan doblando el cuello como haría un cocodrilo en la vida real, lo Gin sacándose un moco...

    A modo de crítica, que no es tal ya que son aspectos totalmente subjetivos, es que el combate (La parte de Regigigas) se me hizó quizás excesivamente violenta por momentos, la otra (aún más subjetiva) es que me parecen muchos personajes nuevos de golpe y he tenido que releerlo varias veces para ver si Kyo era el chico y Riza la chica y viceversa XD. Nada importante.

    Hasta la próxima
     
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  11.  
    SunshineAndGasoline

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    Así es. Los primeros tres capítulos (especialmente el tercero, que estoy escribiendo en mis -pocos- ratos libres en medio de una mudanza caótica) van a intentar cimentar las bases de la historia, y el tono que quiero manejar. Desde batallas encarnizadas y dinámicas (¿quizás demasiado intensas para algunos?) hasta una variedad particular de personajes, intentando mantener un equilibrio de importancia y trascendencia entre ellos.

    Me alegra que te hayan gustado, quería representar de alguna forma el sinsentido del Frente de Batalla, donde pasás de enfrentar Pokémon "normales" (pero muy bien entrenados) a legendarios rotos que uno no imaginaría encontrar ahí cuando se adentra en esos retos. Así que pasar de un vs Rapidash y vs Heracross a un vs Regigigas me pareció divertido, además de ver cómo se le pasa el manto a personajes canónicos en los juegos.

    Lo del Raticate es efectivamente referencia a Chano, aunque posiblemente a estas alturas el verdadero Chano ya sea toda una leyenda en Johto, con bastantes más medallas que Kanchou en su haber. Y no sabia que los cocodrilos podían hacer eso, simplemente supuse que Feraligatr podría hacerlo por la anatomía que presenta y lo voraz que es el Pokémon, pero es un buen detalle que lo hayas remarcado.

    Ya me lo remarcaron alguna vez, que enfatizo mucho en lo encarnizado de las batallas o la intensidad de los Pokémon al combatir. Voy a cuidar eso de cara a la Liga, porque no dejan de ser encuentros "deportivos", pero quería demostrar que, aunque Barry es un excelente entrenador, quizás todavía no esté a la altura del legendario a la hora de controlar todo el poder que contiene, a diferencia de su ya retirado padre. No olvidemos que los legendarios no son solo Pokémon que uno puede entrenar y "domesticar", sino que muchos de ellos son prácticamente fuerzas de la naturaleza que no se cortan mucho a evaluar qué tanto daño pueden causarle a sus oponentes. Aún así, los Pokémon de Gin están a muy buen nivel y tras una noche en el Centro Pokémon se recuperarán sin mayores efectos colaterales. <3

    Empecé la historia centrándome en el trío de Johto y su pequeño arco para que Gin consiga su pase al torneo mundial, pero desde el prólogo anticipo que van a ir apareciendo otros personajes. La estructura de los capítulos es complicada de organizar, sobre todo por la extensión de cada uno, pero voy a tratar de cuidar los momentos en los que se introducen y en los que salen otros personajes. Voy a ir añadiendo fichas técnicas y pequeños resúmenes de dónde está cada personaje una vez introducidos todos ellos. Pero desde ya aviso que el próximo capítulo va a introducir una grosera cantidad de personajes nuevos, aunque creo que todos ellos en situaciones bastante distintas y contrastantes. ¡Espero que les guste!

    Muchísimas gracias por los comentarios y perdón si tardé en responder. Con la mudanza no me queda mucho tiempo libre ni resto de energías, pero el episodio tres ya está muy avanzado, así que posiblemente para la primera semana de Junio pueda subirlo.
     
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