[Gremio] Salón Principal

Ankaeri

—La probabilidad de que eso pasara sería realmente mínima—dijo como si fuera un robot que repite lo único que tiene programado para luego mirar a Fern con una tímida sonrisa—, aunque podría pasar. En ese caso, ¡vayamos yendo!

 

Fenrir

Comenzó a contar las monedas de oro que guardaba en un bolso de tela sucia, frunció levemente el ceño, quizá no eran suficientes para conseguir donde comer y dormir ese día, aquello le revolvió el estómago, no le gustaba la idea de mendigar un poco de comida, en especial si tomaba en cuenta el como todos le miraban, o así lo sentía ella tras leer esos libros sobre criaturas, aún no lo termina de entender, no era la única en ese lugar con una curiosa cola o unas orejas notorias, pero, al parecer, si era de las únicas en su especie y los otros parecían notarlo, cuando mostraba los filosos dientes al sonreír o por el como se le erizaban el cabello al escuchar algo poco agradable.

Suspiró molesta, deseando ocultarse de todo, pero no podía, era una Giannikas y como tal debía mantenerse abierta a las aventuras y nuevos retos, solo que el estar tantos días en un solo lugar le comenzaba a poner de los nervios, caminó hasta el gremio de aventureros, había visto un folleto sobre el tema en una ciudad que había visitado semanas atrás, le había llamado la atención, pero el saber que debía volver con su clan le distrajo del tema, fue una suerte encontrarse con ellos, esperaba poder unirse y tener un lugar donde dormir sin problemas, o, al menos, donde colarse para no terminar en el frío exterior.

Ya dentro sonrió al ver como nadie posaba una mirada en ella, quizá una fugaz por parte de un par de criaturas, pero más que por su apariencia fue por el ruido que hizo la puerta al entrar, su cola se agito en alivió y comenzó su camino a la recepción, aunque en el primer momento que esta hizo contacto con una curiosa charca junto a un sujeto que le triplicaba el tamaño no pudo evitar enroscarla en su cintura, dejando la punta por el lado izquierdo, era una costumbre que tenía en el barco, para no ir arrastrando la misma por los pisos recién limpiados o por la arena fresca de una costa.

 

Sirthur.

El viaje desde las tierras que dominaba había sido largo. Había un poco de cansancio acumulado sobre su cuerpo no acostumbrado a tales travesías. Sin embargo, lo que más importaba ahora era el hecho de poder hacerse un miembro del famoso gremio de aventureros de la ciudad. Esperaba tener grandes aventuras mientras que evitaba el contacto con todos los humanos... Pero las cosas no iban a ser tal cual como lo pensaba: De primeras, las camareras del lugar pertenecían a la raza detestada, habían varios pertenecientes al gremio y algunos que se inscribirían que se encontraban en las mismas condiciones.

—Impensado.

Claro, él desconocía que dentro de las razas que más abundaban en lugares así era la humana, quienes alzados muchas veces por codicia buscaban la riqueza mediante al método más violento y peligroso: Ser un aventurero más.

Avanzó dentro del lugar, moviendo su cola por costumbre de un lado a otro; se notaba que era un noble con su simple caminata y su forma de vestir. Continuó hasta poder encontrar una puerta con un letrero que anunciaba a la recepción tras la puerta. Entró ahí y finalmente cerró la puerta con su rabo tras pasar.

Contenido oculto

Cuánto hype de empezar (?)

 

Sirthur.

Tras retirarse de la recepción se dirigió inmediatamente a la sala de entrenamientos. No sabía porqué, pero realmente tenía bastante emoción por el simple hecho de blandir un arma como una cosa más allá del deporte, pues en casa se le había acostumbrado a practicar un poco de esgrima... Aunque no era demasiado bueno en ello, la verdad.

Sin más, entró a la sala de entrenamientos, cerrando con cola tras pasar.

 

Marisa Margatroid

Habían pasado un par de días desde que partí de mi hogar en el bosque. Las trompetas de la aventura resonaban en mi corazón desde aquel día. El mundo es un lugar gigantesco, y yo encerrada en mis cuatro paredes. Ay, tonta de mí. Menos mal que en unos de esos milagrosos momentos inspiradores me dio por viajar por el mundo. ¡Y aquí me encuentro! En la ciudad de Alharzan, con un folleto que lleva mi nombre escrito: Gremio de Aventureros. ¡Ese es mi lugar! Parece creado exclusivamente para mí. Como prodigiosa aventurera en prácticas que soy tenía que ir allí sí o sí.

Claro, claro, la ciudad era muy chula y todo eso. Gente de aquí para allá, puestos con productos de todos los colores y un montón de cosas que jamás había visto; pero la chicha estaba en el gremio. ¿Para qué detenerse entonces con distracciones chorras? ¡Al Gremio que vamos!

Entré con aires de grandeza, ¡aquí llega la bruja Marisa Margatroid! ¡Única en su especie! Eso estaba pensando, pero a nadie parecía importarle la llegada de esta talentosa, linda y sensacional bruja. Hum, supongo que no podré ganarme la fama solo con mis encantos. Miro a mi alrededor: está petado de gente, la mayoría se les ve muy salvajes, otros son bichos raros que jamás había visto ni leído en mis libros, y los había silenciosos, ajenos al caos elaborado por el algarabío de las fiestas y las peleas. Por un segundo me pregunté si realmente encajaba en todo eso.

¡Pues claro que sí! ¡Yo encajo en todos lados! Me dirigí decidida a la cola de la recepción para inscribirme en el Gremio.

Contenido oculto: Offrol

¡Hola a todos! Aquí va mi post introductorio. Solo quiero aclarar que a pesar de decir onrol que Marisa es una bruja, en realidad es una hechicera. El personaje que tenga los conocimientos para apreciar esa diferencia y quiera aclarárselo a Marisa tiene toda la libertad (y casi la obligación XD) de decírselo, aunque ella seguirá en sus trece.

 

Canis

Mi primer día en esta ciudad. Decidí venir al salón principal para ver qué es lo que me espera, pero hay muchas personas, demasiadas para mi gusto. Creo que me sofocaré por esta cantidad de personas antes de poder hacer algo.

Por suerte mi fiel compañero, Felis, me acompaña y me da ánimos para seguir. Supongo iré a ver si me puedo registrar o lo que sea que me saque de este lugar tan poblado. En verdad prefiero el bosque y los animales a esta jungla de roca y aventureros.

Supongo iré a la recepción, para ver qué se hace aquí.

 

Marisa Margatroid

Volví al Salón Principal tras mi fracaso en la recepción. Fui buscando entre los miembros del Gremio repitiendo una vez y otra vez la misma frase hasta que alguien quisiera ofrecerme una mano, o tres monedas que es incluso mejor.

—¿Alguien tiene tres moneditas para esta linda futura aventurera?

 

Canis

Tras el fiasco del registro, vuelvo al Salón Principal para pensar en qué hacer para conseguir esas tres monedas de oro. Se me hace increíble tener que pensar en cómo conseguir tanto dinero. Me siento en una mesa desocupada, esto ya que prefiero evitar que alguien me hable.
—No es como que me vaya a poner a robar para conseguir el dinero —mi felino, Felis, se devuelve a la Recepción, para devolver una bolsa de monedas de oro que acababa de robarle a un aventurero, que estaba distraído con la encargada.

Me parto la cabeza durante un par de horas, pero nada se me ocurre. Me levanto de golpe, y termino derribando a un sujeto que venía corriendo.
—Lo siento, amigo, ¿estás bien? —le pregunto al verlo tirado en el suelo.

Un par de encargados de seguridad, aprenden al tipo, y me informan que él acababa de robar un tesoro sagrado del gremio. Como recompensa, me dan diez monedas de oro. Me encontraba feliz de haber obtenido suficiente para pagar mi cuota de inscripción, pero antes de llegar a la Recepción, noto a unas personas que piden donativos para el orfanato local, y les doy ocho monedas. Me veo la mano, donde ya solo llevo dos monedas de oro.
—¡Do'h! —exclamo, al darme cuenta que aún me falta una moneda.

Supongo no siempre se gana. Ahora debo ver dónde conseguir otra moneda, y así lograr pagar la cuota del gremio. Mi gato suspira, negando con la cabeza ante mi torpeza.

 

Marisa Margatroid

Estaba feliz de la vida. Ya soy oficialmente una Aventurera. Ahora puedo hacer eso que hacen los aventureros... esto... aventuras y tal. ¿Y dónde empiezo las aventuras? ¡Ah! Recuerdo que tenían un tablón con peticiones. Voy a echarle un vistazo y leo mucho de los papelitos con las misiones, me fijo en que también hay sellos de colores con dibujos grabados en ellos. No sé qué significan, pero son muy cuquis. En el tablón leo una nota del Gremio que dice que temporalmente no se iniciará ninguna misión. Leí en un libro que la gente de ciudad es aficionada a una cosa llamada burocracia o algo así. Imagino que el Gremio también disfruta de la burocracia. ¿Debería aprenderlo yo también?

En cualquier caso aún no puedo empezar ninguna misión, lo mejor será que mate el tiempo con algo. ¿Con qué? Mientras voy al Salón Principal pienso qué haré durante todo el día. Debería explorar la ciudad, pero el viaje me ha dejado agotada, no estoy para trotes. Eso me recuerda que debería buscar algún lugar donde dormir. ¿O el Gremio tiene habitaciones? Luego lo tengo que preguntar.

Instintivamente me siento en una silla vacía en un rincón solitario del salón, enfrascada en mis pensamientos. Ahora me hacía la misma pregunta inicial. ¿Y qué hago ahora? ¡Ah, ya sé! Cuando entré al Gremio me dieron el libro "La Guía del Buen Aventurero". Como voy a ser una buena aventurera debería empezar a estudiarlo, además una lectura siempre viene bien en cualquier momento. ¡Benditos libros!

Saco el libro de mi zurrón y empiezo a leerlo.

Contenido oculto: Offrol

Este post también se puede traducir como un "Ey, estoy aquí, rolea conmigo senpai". Claro que también me puedes odiar desde la distancia... Yo estaré leyendo mi librito igualmente.

 

Canin

Entre los presentes, lo que parece ser una bruja, de la raza humana, parece estar teniendo un, muy evidente, monólogo interno con tintes de hiperactividad.

Felis maúlla, dándome el que le parece ser el nombre de la bruja: Maria Metroid. Aunque tal vez lo entendí mal.

Parece muy centrada en ese libro. La verdad el mío lo perdí al enfrentar unos golem.

Igual no me gusta hablarle a nadie que no sea Felis. Supongo que tiempo de comer. Saco unas sardinas dedidratadas, le doy la mitad a mi gato.

Ahora que lo pienso, hay un sitio para entrenar. Quizás lo visite más tarde.

 

Belfurgigen

Tras la experiencia de la Sala de Iniciación me embargaba la satisfacción, debido a que tenía la seguridad de que lograría mejores cosas de las que me proponía. El poder otorgado por la extraña esfera de luz hacía que me sintiera más grande que un orco (aunque menos feo, desde luego). Supuse que mi siguiente paso como aventurero era ir a la sala donde se realizaban los entrenamientos: los combates de un aventurero de seguro eran distintos a las batallas de los criminales como yo, sentía curiosidad por ver qué deparaba el lugar. Pero antes, pedí otro trago en la barra, donde no había sitio para sentarse.

En el salón del Gremio fue menos fácil hallar el sitio donde colocarme. De pronto, el lugar parecía más abarrotado que antes de entrar a la Sala de Iniciación, y en su mayoría eran seres de gran altura. Torcí los labios, molesto, cuando alguien me chocó al pasar por mi lado e hizo que parte de la cerveza se derramara en el suelo. Lo bueno es que, en el proceso, me hice con un par de monedas de su bolsa. Los problemas continuaron, sin embargo, pero en un momento fugaz distinguí una silla vacía, sobre la que casi me abalancé.

Luego me di cuenta que la mesa era más bien pequeña y estaba ocupada por una humana con sombrero puntiagudo, bastante chistosa a la vista. Aunque me daba bastante igual si le molestaba mi presencia, mi educación me llevó a saludar. A mí manera, por supuesto.

—Hola —comencé escuetamente, sin mirarla. Apoyé mi jarro de cerveza y me dediqué a contar las monedas que acababa de robar—. Esta era la única silla libre que había, por lo que no me quedó más remedio que aprovechar la oportunidad —las monedas tintineaban, como acompañando mi voz grave—. Si te molesta o incomoda de algún modo mi presencia, te invito amablemente a que te busques otro lugar, gracias.

Alcé los ojos distraídamente para evaluar su reacción. Noté así la lectura que la humana tenía frente así. El Manual. Fruncí el ceño, mostrando al mismo tiempo más interés.

—¿Tú también eres una nueva aventurera?

 

Marisa Margatroid

Oigo al otro lado de la frontera marcada por mi barricada de páginas una voz masculina. Me asomo por encima del libro y veo a un hombre de orejas puntiagudas y pelo algo alborotado. A primera vista me pareció un elfo, pero en cuanto compruebo su estatura noto que algo falla en mi teoría. Es más bien bajito, del tamaño de un gnomo... Ah, claro, es eso. Es uno de esos hombrecitos como el de aquel cuento que leí de la "Pijanieves y los 7 gnomos", o algo así. Pensaba que solo salían en los libros, pero ya veo que me queda mucho de este mundo por descubrir.

El gnomo fue muy directo, hasta algo borde, pero eso no me desagrada. Incluso lo aprecio. Una persona directa es más sincera, aunque no para todo. Así que mi primer contacto en el Gremio es un gnomo, ¿eh? Interesante.

—Así es, soy nueva. Me llamo Marisa Margatroid, una bruja normal y corriente —en ese momento oigo el inconfundible tintineo de las monedas. Me molesto un poco, el incidente económico del registro al Gremio es demasiado reciente para dejarlo pasar—. No me molesta que te sientes en la misma mesa, no soy ninguna racista, pero sí me molesta el egoísmo. Yo pidiendo prestadas tres moneditas de nada y aquí la gente va sobrada de dinero. Ya no existe la caridad para una aventurera neófita en este desdichado mundo.

Con un suspiro exagerado vuelvo a mi lectura. En el fondo sé que puede que él no tenga la culpa, quizás ni estaba presente cuando pedí el dinero, pero me tenía que desfogar con alguien y le ha tocado. Bueno, es lo que hay. Cada uno apechuga con lo que le toca.

 

Belfurgigen

Di un trago a mi cerveza antes de responder.

—Así de cruel es el mundo, tendrás que ir acostumbrándote —dije, limpiándome los labios mojados con un pañuelo limpio—. Conozco sitios en los que, además de no darte nada, de paso te despojarían de lo poco que te queda. Digamos que tuviste suerte —seguí contando monedas. Algunas las lanzaba a un costado cuando detectaba que eran falsas (se ve que el sujeto al que robé era tonto o también un sinvergüenza)—. Mi nombre es Belfurgirgen, un gnomo experto en delincuencia, antes artesano —alcé los ojos para observarla bien—. No sabía que las hechiceras también usaban ese tipo de… ¿vestimenta?

Si es que se le podía considerar vestimenta a la ridícula ropa que la humana llevaba encima…

 

Marisa Margatroid

—Ya me voy dando cuenta de que el mundo no es precisamente un cuento de hadas. Ya voy conociendo el percal, aunque imagino que todavía me queda mucho por aprender —mis ojos se detienen en el apartado del reglamento del Gremio—. Menos mal que al menos en el Gremio puedo estar tranquila ante los hurtos —sonrío—, aunque estoy segura de que un experto en delincuencia no opinaría lo mismo.

Dejo escapar una risilla antes de continuar con la conversación.

—¿Mi traje? Es el uniforme tradicional de las brujas, lo llevo desde pequeña. Bueno, no exactamente desde pequeña porque una va creciendo y la ropa como que deja de servir con el tiempo, pero ya me entiendes. ¿A que mola mi traje?

 

Canis

No me entretengo para nada al escuchar la conversación del gnomo y la humana. Me alejo un poco más, quedando lejos de todos. Observo a los aventureros ir y venir, ladrones haciendo de las suyas, personas coqueteando con la encargada, y no solo hombres, debo agregar.

Una vez me termino las sardinas deshidratadas, que apenas si probé por culpa de Felis, que me las estuvo arrebatando de mi plato, me decido a investigar la Sala de Entrenamiento. Mi gato se sube a mi hombro y vamos a ese sitio.

 

Clementine

A tan solo dos pasos....ante mi se levantó aquel edificio donde la aventura tiene su mayor presencia. Apenas cruce la puerta descubri mi rostro para notar como un verdadero bullicio tiene lugar, ni las tabernas del feudo tenian tal espectacular ruido.

No pasaron dos segundos cuando unas cuantas miradas se enfocan en mi dirección, a las cuales les devolví una pequeña sonrisa.

Si de nuevo ocurrio mis orbes carmesí atrapaban a los más curiosos, sobre todo a los hombres del lugar, pero sabia que debía estar atenta a ciertos "dedos ligeros" que sabia rondan estos lares, es horrible, justo puedo estar en un nido de ladrones que acechan a los incautos.

—sera mejor guardar distancia...Odiaria apenas ser despojada de mis...¡ah! Y asi vi como un ladrón entre risas era perseguido por un comensal del gremio, pero antes de escapar logre conjurar una garra astral que lo derriba en un santiamen.

—Si! — exclame dando un saltito de alegria, aunque luego me lamente un poco por el bribón...espero que aquel sujeto no lo deje como saco de heno. Asi pasaron seis minutos siendo halagada tanto por mi apariencia como por mi humilde ayuda, bueno es mi deber como la herdera de un pequeño feudo, cuidar tesoros...

— Espero que todos esten bien...
Recorde entonces a mis pobres amigos, culpados de un crimen que jamás cometieron, al menos pude asegurar sus vidas por un buen tiempo a costa de mi intenso encuentro con mamá.

Bien no debia perder más tiempo, supe de antemano que varios robos fueron para tomar tres monedas obligatorias en el registro de aventurero, por suerte no llame mucho la atención(hay quien no se fia de hechiceros) de momento, logre obtener unas cuantas monedas como agradecimiento para reponer las que gaste hace un dia para el alimento de un viejo mendigo al cual robaron.

Di unos ultimos saludos y dirigi mi atención al resto del salón y pude notar como algunos salían de la sala de recepción, de acuerdo ese es mi lugar.

 

Belfurgirgen

No respondí enseguida. Antes opté por dar otro trago y saborear, suave y discretamente, la cerveza. Era horrible, pero no lo suficiente para despreciarla con contundencia.

—Leí por encima el Manual. Admito que no recordaba con exactitud esa prohibición —dije, terminando de contar las monedas auténticas y guardándolas en mi bolsa; obviamente, mentía— Es una lástima, supongo que tendré que adecuarme a las reglas si mi deseo es permanecer en este gremio.

>>Sobre tu traje, no estoy muy seguro de que sea tan genial como lo pintas —me encogí de hombros y volví a inclinar la jarra en torno a mis labios. Los limpié con un pañuelo antes de proseguir—. Lo que me extraña es que no usaras trucos de magia para hacerla crecer… Las Hechiceras deberían de poder hacer algo como eso —medité.

No estaba seguro de que la magia se utilizara para nimiedades cotidianas. Pero no era muy docto en el tema de la magia.

 

Marisa Margatroid

No le di importancia al hecho de que no admirase mi indumentaria, para gustos colores, sabores y piedras. El tío me cae bien, guardando las distancias pero me cae bien. Si me dejo guiar por las apariencias acabaré muy mal, ya me ha pasado con mi primera impresión de la ciudad. Pretendo mantener la conversación hasta que el gnomito se canse. Siendo ajena a este tipo de vida, lo primero que debería hacer una persona en mi situación con un mínimo de dos dedos y medio de frente es obtener información.

—Hum, no es tan sencillo. Si lo fuese los usuarios de la magia no necesitarían dinero para comprar sus cosas, ¿no crees? —respondí respecto al uso de la magia en mis ropas—. Pero sí considero que para ser un buen mago debes tener cierta... creatividad. ¿Sabes? La magia y el latrocinio harían una buena combinación.

Escuchando lo que acababa de decir parecería que estoy ofreciendo algún tipo de alianza o algo así, no sé si esas cosas se llevan por aquí, aunque yo me refería a otra cosa muy distinta y... ¿Personal? ¿Autodidacta? Meh, qué más da.

—Bueno, ya que estamos sentados en la misma mesa cuéntame: ¿Qué te llevó a convertirte en un aventurero?

 

Canis
Nos sentamos a esperar la respuesta de la encargada, para ver si podemos tomar la misión que pedimos. Mi gato, se acuesta a dormir sobre la mesa, no sin antes haber visto por todo el lugar, para comprobar que no hubiera alguien peligroso.
—Me da envidia lo rápido que te duermes —digo, viendo como el felino ronronea —. Me pregunto si bastará con nosotros dos <<¿debería preguntar a alguien si quiere unirse a la misión?>>

 

Una vez había vuelto tras coger la daga de la sala de entrenamiento, había querido volver con mis compañeros pero no los encontré. Me encogí de hombros y salí con ella —no les importaría perder un arma pequeña con todo lo que tenían, ¿verdad?— de nuevo hacia el salón principal.

Mientras caminaba hacia el tablón de anuncios, del cual estaba de todos modos completamente seguro de que no iba a entender nada —ni falta que me hacía—, jugueteaba con la daga. En esas estaba cuando se me escapó hasta ir a parar a una mesa donde pude distinguir una humana y un gnomo que se encontraban

— Perdón —les dije al ir a recuperar la daga. Entonces se me ocurrió algo—. ¿Podríais ayudarme? Me gustaría tomar alguna misión pero no sé leer...