Leyenda Popular Comida familiar

Escrito hecho para la actividad piedra, papel o tijeras. Aclaro que no he respetado la leyenda al 100%, y le he cambiado un par de cosas.


Comida Familiar

El patrón revisó los informes de productividad de cada empleado durante todo el semestre, siendo capaz de ver quien había trabajado de forma más dura, y quienes habían estado holgazaneando. Su ingenio de azúcar se había mantenido como el más productivo, sin embargo, eso no se debía al trabajo de sus empleados, sino a un contrato que este estaba obligado a cumplir. Eligió a los tres empleados menos productivos, bajo la promesa de que formarían parte de una “comida familiar” durante la noche, y dichos empleados aceptaron en su incredulidad.

Al anochecer, el patrón estaba sentado en su oficina con ambas manos juntas, como si estuviera rezando. El sudor le caía por la frente, y las piernas le temblaban como si estuviera nervioso por la llegada de algo, o de alguien. Fue entonces que escuchó un gruñido en la oficina, el cual casi lo hace cagarse encima. Estaba muy nervioso que le costó articular palabra alguna.

— L… los em…empleados está…están en la calle… más oscura — sentía como los latidos de su corazón se aceleraban.

Un ladrido de un segundo que pareció eterno para el patrón se escuchó, y luego se dio cuenta de que la bestia se había marchado. Nunca quiso involucrarse con el diablo en persona, pero era una tradición que venía desde sus antepasados. Por más que lo intentara, no llegó a comprender por qué alguno de sus antepasados haría algo así. Pero según el secreto que pasa de familia en familia, ahora el año sería más próspero.

Mientras tanto, los tres empleados se habían vestido lo mejor que pudieron para acudir a la comida con su patrón. Estos iban caminando por la calle más oscura, en la cual no se puede ver casi nada, ni siquiera usando la luz de varias velas. De repente, se escuchó un gruñido aterrador.

— ¿Alguno de ustedes tiene hambre? — preguntó el más flaco de ellos, creyendo que era el ruido del estómago de un compañero suyo.

— No fui yo — respondió uno.

— Tampoco yo — el otro empezó a sentir miedo — Ese es el ruido de un animal.

Después de que los tres buscaran en ambas direcciones, lograron divisar, a pesar de la oscuridad, dos luces rojas muy brillantes, las cuales se encontraban en la misma dirección en la que se escuchaban esos gruñidos. Fue ahí que los tres lo vieron: un perro gigante, con la mandíbula ensangrentada, ojos rojos y una mirada asesina. Sus ojos brillaban tanto que se podía observar su cuerpo a la perfección.

Los empleados querían correr, pero estaban paralizados del miedo. Fue entonces que el perro les saltó encima para devorarlos, tal y como el contrato con el dueño del ingenio azucarero lo estipulaba: tres empleados al año, y a cambio, el dueño podría mantener toda su fortuna.