One-shot de Inuyasha - Infierno (Naraku&Kagome)

Tema en 'Inuyasha, Ranma y Rinne' iniciado por Andreína, 30 Octubre 2016.

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    Andreína

    Andreína Usuario VIP

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    Título:
    Infierno (Naraku&Kagome)
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
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    1
     
    Palabras:
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    Infierno

    Su amor por Inuyasha terminó por desvanecerse una fría noche de invierno; cuando, tras sopesarlo durante muchos días, comprendió que no era correspondida y que aquello ya se le había dicho, desde el principio.

    Se lamentó durante una noche entera y lloró silenciosamente hasta que el sol salió; pero cuando éste último hizo su aparición, secó las lágrimas y se vistió de la más pura de las esperanzas. Porque, se dijo amargamente, el primer amor, si no es el último, siempre duele.

    Y el amor, en general, era el único sentimiento divino que tenía su propia sede en el infierno. Era quizás, el origen principal de muchos pecados. O al menos de los suyos. Porque no había odiado a nadie jamás hasta que se enamoró de Inuyasha; y debía admitirlo: sintió envidia por Kikyo.

    Pero al fin y al cabo era humana. Y una característica esencial de su raza era la imperfección. ¿Por qué debía ella, entonces, ser la maldita excepción? Si había permanecido al lado de un hombre que no le correspondía, salvado a la mujer que más odiaba por amor al motivo de su odio y había luchado una guerra que no le pertenecía, ¿acaso no era aquello suficiente para haberse ganado ya el cielo y permitirse ser un poco egoísta?

    De cualquier forma, no podía ocultarlo por mucho tiempo más: estaba exhausta de ser una mártir.

    Y había esperado tanto por Inuyasha, que no quería esperar por nadie nunca más. Ni siquiera por ella misma. Pues, para ser honesta, si lo pensaba demasiado terminaría arrepintiéndose y la verdad, su sensatez hasta aquel momento sólo le había traído sufrimientos.

    Él por su parte llevaba noches acechándola. Era un canalla que se había introducido en sus sueños, con la intención de quebrar su mente y lo había logrado; había destruido por completo sus inhibiciones y había quebrado absolutamente su sentido común.

    Con aquellos sucios besos suyos.

    Que la habían abrasado con la calidez de llamas ardientes, y debía admitir, que estaba disfrutando del infierno en los brazos del demonio más ruin que había conocido.

    No supo si fue el despecho lo que la orilló a aquella situación tan desafortunada. Pero recordaba con absoluta certeza lo que había sucedido aquella noche, luego de que Hakudoshi volviera a hurgar en su alma y dejara sembrados en su pecho un par de sentimientos que le dieron mucho de qué pensar.

    Soñó con él ese día, y despertó aterrorizada.

    Recordaba no haber sido capaz de mirar al hanyou a los ojos, sintiéndose una traidora por los pensamientos que la habían asaltado durante la inconsciencia. Pero el verdadero traidor fue su cuerpo, que reaccionó indecente a aquella fantasía sacada de los más oscuro de su corazón.

    Porque, para su propia sorpresa, aquella semilla germinó tal como lo había planeado su enemigo. Y fue así, como buscando apoderarse de sus ojos, terminó haciendo suyo su corazón. A través de ilusiones y de sueños.

    La primera vez que su traición se consumó se encontraba sola. Inuyasha había seguido a las serpientes de Kikyo, y sus amigos dormitaban ajenos a lo que sucedería con ella y posteriormente, con su alma.

    Caminaba por el bosque con la intención de mojar sus pies en un arroyo que sonaba cercano. Se aseguró de caminar en una dirección contraria a aquella en la que sabía encontraría a su amigo y encarnación.

    Él estaba acechándola, porque ya lo sabía. Era conocedor de la revolución que había ocasionado en su pecho, y fue el principal espectador del nacimiento de aquel sentimiento: cuando la curiosidad la llevó a sentir algo más que miedo, y sus pesadillas se volvieron algo placentero.

    Reposaba de un árbol cercano con la mirada perdida. Sus facciones frívolas le recordaron que los demonios alguna vez habían sido ángeles, porque se veía hermoso pero cruel. Implacable, y lleno de maldad. Perfectamente capaz de destruir su alma, y disfrutarlo sin ningún tipo de contemplación.

    Pero no pudo sentirse intimidada. Algo le impidió correr, y recordó entonces que hacía tiempo ya que había perdido la cabeza; primero, cuando aquellos pensamientos egoístas comenzaron a oscurecer su corazón, y después cuando, luego del encuentro con Hakudoshi, algo se apoderó de ella y ella lo permitió.

    Noche tras noche, en silencio y en sus sueños, él existió muy real.

    —Naraku —pronunció en apenas un susurro, mirándole con tanto temor como fascinación.

    Sigilosa, se escondió detrás de un árbol y cuando él giró a verla, dedicándole aquella sonrisa ladina, llena de burla y malicia, ella sólo pudo dar un paso al frente, como la fiel seguidora en la que se había convertido, por amor.

    Nunca supo lo que le habían hecho; ni qué clase de hechizo habían utilizado, ni qué daño había ocasionado Hakudoshi en su alma para atrofiar su corazón. Mucho menos, el por qué o el origen de aquella conexión tan sublime como siniestra que se manifestaba en aquellos sueños tan perversos, que ensuciaban su pureza.

    ¿Habría sido aquella su intención desde el principio, cuando Kagura la capturó y la entregó a aquel bebé?

    Todo aquello dejó de importar, cuando él dijo su nombre y la llamó:

    —Kagome, ven —y extendió una mano hacia ella, dispuesto a convertir sus sueños en realidad.

    Y aceptó su oferta, porque no pudo negarse. Sus pies se movieron solos y la llevaron hasta él, que la recibió en sus siniestros brazos con la dulzura más enfermiza que ella pudo alguna vez imaginar.

    Se entregó sin reservas, y sin poder evitarlo, al hombre más despiadado que conocía. Y su cuerpo, a pesar de ser capaz de destruirla, la acobijó con su calor. Porque, después de todo, lo único que él estaba interesado en destrozar era su mente y ya lo había hecho. La prueba de aquello era su desnudez, enroscada en la cintura de un varón que había dañado a muchas de las personas que ella amaba, y que no sentía remordimientos ni dolor por sus pecados.

    Malvado, sin intención de dejar de serlo. Ése era él, su enemigo y el hombre que la había hecho suya, noche tras noche, desde la primera vez.

    Él no la amaba; de hecho, también estaba enamorado de Kikyo. Su situación con él no era ni mucho menos más sana de la que tenía con Inuyasha, pues este hombre no sentía el más mínimo afecto por ella. Pero, la hacía sentir tan bien que no podía evitarlo.

    Después de todo, deseaba ser egoísta durante un poco más.

    Y así lo hizo. Traicionó a sus amigos, a su conciencia y a sí misma; pero al menos lo disfrutó. Porque, después de todo, ¿de qué servía ser buena si se sentía tan mal todo el tiempo? Se arrepentiría, algún día, cuando probablemente fuera demasiado tarde; pero lo haría. Mientras tanto quería permitirse sentir.

    Perdida en sus pensamientos, Kagome llevó una mano a su frente para apartar un mechón rebelde que cubría sus ojos. Abriéndolos perezosamente, detalló su alrededor. Pronto, pronto amanecería. Soltándose del abrazo de su compañero, se reincorporó lentamente en la grama.

    Él la miró con seriedad absoluta, y segundos después, una sonrisa leve, llena de sorna, se posó en sus labios masculinos.

    —¿Estás arrepentida, Ka-go-me? —su voz desdeñosa, llena de veneno. Disfrutando herirla.

    Ella cerró los ojos con fuerza, apretando ligeramente los puños y luego suspiró, decidida a ignorarlo.

    —Debo irme, se hace tarde.

    Se vistió tan rápido como le fue posible, sin mirarlo ni una sola vez. Porque el contacto visual les pertenecía a los amantes, y él no la amaba, y ella no deseaba que él supiera que ella sí. Le echó un vistazo antes de determinarse a irse finalmente.

    Él yacía en la grama, descubierto. Con los cabellos negros sueltos y aquellos ojos rojos, fríos y burlones, mirándola fijamente. Desafiándola a arrepentirse.

    —Adiós —murmuró quedamente.

    Una mano le impidió avanzar, haciéndola caer sobre él. Autoritario, él tomó su mentón antes de acercar su rostro sigilosamente al de él, en una amenaza silenciosa.

    —Cubre tu aroma —recomendó—; estás llena de mí.

    Sus labios se apoderaron de los de ella, en un beso voraz y lleno de posesividad, que reafirmaba su dominio sobre ella. Lo disfrutó durante unos segundos, incapaz de controlar los sentimientos que él le producía y se aglomeraban en su vientre. Cuando se separaron, su sonrisa enfermiza se acentuó:

    —No queremos perder a nuestra infliltrada.

    Los rostros de sus amigos pasaron por su mente, y unas lágrimas rebeldes se asomaron por sus ojos. No las permitió salir; tragó fuerte y respiró profundo antes de hablar:

    —Te irás al infierno.

    —Sí, pero tú vendrás conmigo, querida.








     
    Última edición: 30 Octubre 2016
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    Hola, que genial tu historia me encantó, jamás me imaginé esta pareja y bueno Naraku de por si es tan frío, y la verdad veo que Kagome por parte era fácil de manipular, bueno después de que se diera cuenta que no era correspondida por parte de Inuyasha era tan obvio.

    Naraku no la amaba porque claro es cierto también amaba a Kikyo, ¿qué tenían todos con Kikyo? Me pregunto yo. :'D

    Me gustó mucho, aunque sinceramente al principio me había perdido y le había perdido sentido. Pero está bien, me gustó mucho, pues es que yo adoro Inuyasha.

    Noté algunos dedazos, sólo es cosa de revisar y releer. Vi muchas comas, eso molesta un poco al leerlo.

    Muy buen fic, sigue así.


    ¡Hasta luego! =^.^=
     
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    @Andreína. No puedo creer que nunca leyera esto, tan seductor y tóxico.
    La manera en que llevaste acabo la dulzura y tentación de Kagome fue esplendida. tanto que pone a pensar. El ser humano es tan débil que con solo interrogarse lo mal que se siente y debido a qué, sabiendo el daño que le hace prefiere seguir envenenándose que salir de ahí. Y claro que ella se arrepentirá, cuando sus amigos la descubran deseará no a ver nacido, pero mientras que eso pase se deleitará con el demonio, una y otra vez.

    Me gustaría mucho una continuación, en donde Inuyasha se entere que su plato de segunda mesa (?) también lo tiene olvidado a él.

    Amé esta historia.
     
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    OH! SI! tank's for all bad little girl! x'D vine corriendo tan pronto pude y esto es... deleite a la vista, sí que sí.
    En un momento pude percibir ese todo desgarrador sentimiento de rechazo y pérdida; el corazón es algo tan incontrolable y engañoso como un torrencial en un día perfecto.
    uf! de verdad, es horrible y mal sano todo esto como el síndrome de estocolmo pero es como un desahogo a tratar de olvidar a este Inu*
    Gracias por publicar hermosa, gracias. Lo amé de verdad... espero poder seguir sabiendo de más cuando se pueda y haya tiempo.:/*-*\:
     
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    Tarsis Usuario VIP Comentarista supremo Escritora Modelo

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    Triste pero cierto. Es duro para Kagome, ser no más que el reflejo de alguien que estuvo antes de ti, más clara, más fuerte, más hermosa. Para nadie es fácil aceptar que muchos piensen que no eres más que la copia de alguien. Y aunque en la serie toma su propio curso, me gustó mucho como lo plasmas acá. Algo bastante realista y cercano a sus sentimientos al principio. Caes en la duda, ¿me quiere por mí o por ella? Me da risa el final, "te irás al infierno", ella está siendo cómplice, así que definitivamente, se irá con él.
     
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    Rahzel

    Rahzel Usuario popular Comentarista empedernido

    Aries
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    Debo admitir que jamás había pensado a Kagome con Naraku ¡y me ha encantado! La pobre siempre metiéndose con hombres que mueren por Kikyou, eso sí es un mal karma >.< terrible considerando que Naraku es el peor de todos los males posibles ¡pero ha sido maravilloso leerte! Un amor enfermizo, no correspondido y además de todo, como espía para derrotar a sus amigos ¡qué oscura resultó Kagome! La adoré, en algún momento, tenía que espabilar, quizás, no tan brusca, pero ha quedado de maravillas.
    ¡Un abrazo!

     
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