Star Wars Fanfic - La Esperanza Imperial Ep.II - Fortaleza

Tema en 'Fanfics sobre TV, Cine y Comics' iniciado por Lord Reinhart, 17 Marzo 2018.

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    Lord Reinhart

    Lord Reinhart El último muchacho excelente

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    El Episodio II de "La Esperanza Imperial" prosigue la historia de la capitán imperial Ayllenia Reinhart unos meses después del final de la trilogía original de George Lucas.
    Es decir, justo después de "El Retorno del Jedi".

    ADVERTENCIA: Si no has terminado de leer el Episodio I "Ayllenia piloto imperial", puede que te lleves algunas sorpresas al principio.

    Es una historia escrita muchos años antes de que Disney comprara los derechos de la saga por la que se sigue estrictamente la cronología del llamado universo expandido.

    Una vez más, y como todas mis fanfics, es una historia larga y ya completa de muchos capítulos pero, siguiendo las recomendaciones de los administradores, os la dosificaré a tan solo 2 entregas por semana.

    Como en muchas historias intermedias, al tener que contactar entre una épica inicial y otra final, quizás tengais la sensación de que es el más flojo de los episodios que voy a publicar.

    Quizás esta sea una característica inevitable de las trilogías.
    Lo dejo a vuestro criterio.
     
    Última edición: 17 Marzo 2018
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    Ciencia Ficción
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    1300
    La Esperanza Imperial Ep.II - Fortaleza


    La segunda estrella de la muerte ha sido destruida y Lord Vader y el emperador han desaparecido con ella.

    Preocupada por su mundo natal, Ayllenia regresa al palacio de las lluvias donde nace la hija que concibió con Flaian Garren en la base de Endor.

    Aprovechando el vacío de poder se autoproclama gobernadora como lo fue anteriormente su padre. La guerra continúa y la tregua pactada con Skywalker agoniza frente a los planes expansionistas de la Nueva República y la ambición de los aspirantes al trono imperial.

    Dantooine


    Sólo alguien muy poderoso habría podido acercarse tanto antes de percibirla en la fuerza. A pesar de todo, si pretendía sorprenderla había fracasado.
    La puerta de la balconada se abrió sola y el frío viento exterior comenzó a ondear el camisón blanco de Ayllenia. Una figura oscura se dibujó al contraluz de los relámpagos de la tormenta exterior.

    - Tiene una bonita casa milady pero el clima de este planeta es un asco.

    - ¿Quién eres y qué quieres? – preguntó desafiante

    El extraño, que por la voz era evidentemente una mujer, entró despreocupada sentándose en uno de los divanes de la amplia habitación. El fuerte aparato eléctrico le permitió ver por fin el rostro de la intrusa: Una mujer completamente empapada, vestida de negro de arriba abajo, enfundada en un mono ajustado de brillante cuero, una capa negra al estilo sith y un sable láser al cinto. Sin embargo lo que más destacaba era su melena pelirroja y sus brillantes ojos verdes.

    - Parece mentira que la niña pueda dormir con el escándalo que tenéis siempre ahí fuera.

    - Nos gusta la lluvia – respondió con sequedad plantándose frente a ella con los brazos cruzados.

    - Me llamo Mara y tenía curiosidad por conocerte.

    Un sable de luz de estilizada y alargada empuñadura voló hasta ser empuñado por la joven madre. La hoja se extendió al instante iluminando la estancia con una temblorosa luz amarilla.

    - Fuera de mi casa

    Mara se puso en pie caminando hacia la ventana divertida.

    - ¿De qué lado estás? – comentó – Llevas un sable de centinela jedi y apenas eres capaz de contener el torrente de furia de tu interior. ¡Eres patética Ayllenia!

    - Dejadnos en paz. Este planeta es leal al imperio pero no queremos tener nada que ver con los sith. ¡Apestas a lado oscuro!

    - Si hubieras aceptado la oferta del emperador, si hubieras seguido a los rebeldes al interior de la Estrella de la muerte como era tu deber...pero querías vivir. Te creías muy importante porque esperabas un hijo. Y preferiste que muriera mi maestro. Eres tan débil que me das asco.


    Mara se puso en guardia tras su sable morado dispuesta a atacar. Ayllenia permanecía serena con el sable extendido hacia atrás como prolongación de su brazo. Había logrado transformar la ira en paz. La mera idea de defender a su bebé había sido la catalizadora de su calma. La sith esperaba un ataque, había sentido su furia creciendo. ¿Cómo se había desvanecido tan rápido?¿Por qué no la atacaba? Las cosas habían cambiado mucho desde la muerte de su maestro y era la primera vez que sentía miedo.

    La Dantooinesa sintió su vacilación y apagó su arma, sin saber muy bien porqué su oponente también lo hizo.

    - Eres la hija del emperador – concluyó Ayllenia –Tus sentimientos hacia él son muy fuertes aún.

    - Y los cobardes traidores como tú me habéis destrozado la vida.

    - No te equivoques. Yo no soy tu enemigo. Si buscas un culpable, hazlo en la Alianza Rebelde. Si yo muero, el remanente imperial perderá también este planeta. Te lo garantizo.

    - Volveremos a vernos milady – salió a la terraza encapuchada – Y entonces de nada le servirán su dialéctica ni su entrenamiento jedi..

    La joven madre caminó por el frío enlosado para cerrar las puertas. A continuación tomó a la pequeña, que se revolvió un poco, y se sentó con ella en brazos en la enorme cama vacía. Echaba de menos a Flaian. Solo compartió con él aquel lecho dos noches cuando nació Eysena. Al contrario que ella, no había abandonado la flota. La guerra civil estaba más virulenta que nunca. Estrechó al bebé contra su pecho asumiendo con tristeza lo que la fuerza le había revelado ya hacía tiempo:

    - Estaba equivocada al pensar que podía volver a casa – le comentó al bebé con tristeza – Vamos a tener que escondernos una temporada. Pero, ¿dónde?

    [Unos pocos años más tarde]

    El palacio de las Lluvias hacía años que ya no era el mismo, desde que sus dos más preciadas joyas lo abandonaron con sólo una nota de despedida. Lady Kallya la leía a menudo “Querida madre”, decía el amarillento mensaje, “La guerra nos ha alcanzado mucho antes de lo que pensaba. Confío el gobierno de Dantooine a tus sabias manos una vez más. Os ruego que no me busquéis. Me voy con lágrimas en los ojos pero la vida de mi hija es lo primero. Por favor, pídele a Flaian que me perdone.”

    Garren había ahogado sus penas en el campo de batalla y, según los rumores, en el fondo de una botella de brandy corelliano. Su odio a la Nueva República era más que conocido. Todo lo que había sucedido era por si culpa.

    Como cada vez que terminaba un servicio pasó por el planeta a preguntar a su suegra si había alguna noticia. Tras cinco años, su fe en encontrarlas estaba a punto de desaparecer.

    Lady Kallya le recibió en la galería acristalada. Convenientemente amortiguada, no se escuchaba nada del espantoso aguacero que golpeaba el corredor que discurría por los frondosos jardines. La anciana se cogió del brazo de su hijo político, visiblemente afectada por la edad y los acontecimientos de los últimos años.

    - Me alegra volver a verte Flaian, hacía muchos meses que no me visitabas.

    - Hemos estado ocupados en una operación de mantenimiento de fronteras. Supongo que no ha habido ninguna novedad milady

    - Supones bien – suspiró la senadora – Mi hija, como buena jedi, sabe cómo desaparecer. Han pasado ya cinco años y ningún rastreador ha sabido encontrarla.

    - He pedido la baja temporal en la flota. Voy a tomar el mando de la búsqueda personalmente.

    - No sé hijo. Siempre he dudado sobre este asunto. Parecía tan asustada en su última nota...

    - Son mi mujer y mi hija, y pienso encontrarlas...aunque sea lo último que haga.

    - Se prudente hijo mío. No sabemos nada del peligro que las amenazaba.

    - Quien quiera que sea, le mataré – respondió apoyando su mano sobre la de la anciana para infundirle confianza.

    La gobernadora asintió cediendo al deseo de volver a ver a su hija perdida.

    - ¿Dónde vas a empezar a buscarla? Hay tantos mundos que rastrear.

    - Creo conocer a Ayllenia lo suficiente para afirmar que será un planeta con abundancia de agua y donde menos se sospeche que pueda estar. ¡Maldita sea! – se paró en seco – Por eso no la hemos encontrado: está en la Nueva República

    - No lo creo. Aylli odia profundamente a los rebeldes.

    - Haría cualquier cosa por su hija. Estoy convencido que está en alguno de sus mundos.

    - ¿Eres consciente de lo que te pasará si te cogen esos rebeldes?

    - Han pasado cinco años. No puedo quedarme cruzado de brazos por más tiempo.

    - Me han comentado que bebes en exceso.

    El capitán imperial aceptó el comentario con pesar pero sin negarlo.

    - Era muy duro no poder hacer nada. Creía que podía acelerar el tiempo así. Ahora tengo una razón para dejarlo. ¡Cómo amaba Aylli esta lluvia! – cortó la conversación inconscientemente.
     
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    Chandrila

    Una risa infantil rompió la melodía de los animales nocturnos en aquel remoto bosque.

    Una niña de unos 5 años, con los ojos vendados, se descubrió un ojo para dirigirse a su madre que la observaba con una sonrisa radiante.

    - Casi me da – rió la niña refiriéndose a la bola de entrenamiento que flotaba frente a ella. En su mano un pequeño sable de luz verde zumbaba como un cable en una tormenta.

    - Laina, no seas tramposa y prueba otra vez.

    - Sí, mamá.

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    Ayllenia observaba complacida como su hija, sin ver absolutamente nada, detenía por instinto cada descarga del entrenador. Su pequeña no conocía su nombre, ni siquiera el suyo propio. Vivían de lo que podía cazar en una cabaña en el bosque. Alejados de las grandes ciudades y tratando sólo lo necesario con los demás habitantes del planeta. Para ellos, se llamaba Sora y era una refugiada de guerra. No tenía familia, ni amigos. La destrucción de Alderaan le proporcionaba una cortina de humo muy adecuada.

    Había tenido que refugiarse en la boca del lobo, el planeta que más odiaba de todos: Chandrila, la cuna de la rebelión. La mismísima canciller Mothma era de aquí.

    Había abandonado sus condecorados uniformes y galones. Ahora lucía sencillos vestidos. A sus casi treinta años, su cabello volvía ser largo y liso, aunque ocasionalmente lo recogía en unas trenzas que enrollaba en un elaborado moño.

    - Mamá, tengo hambre. ¿Podemos parar?

    - Claro cariño.

    - ¿Iremos luego a las ruinas a buscar tesoros?

    - Ni lo sueñes señorita. Es muy tarde para que los niños anden por ahí de paseo.

    - Por favor mamá...y me lees una de las historias tan bonitas de las paredes.

    - A cenar, vamos.

    La niña entró corriendo en la casa seguida por su madre. Las ruinas a las que se refería eran una antigua necrópolis jedi, de los albores de la vieja república, que se extendía a varios kilómetros de distancia. Del tamaño de una ciudad, estaba compuesta por un recinto amurallado con varios cinturones en diferentes estados de conservación. Los edificios, de piedra labrada, eran mausoleos erigidos en memoria de antiguos caballeros.

    Ayllenia había pasado muchas horas recorriéndola, con su bebé a la espalda primero, con su hija de la mano después. Allí encontró las piezas que necesitaba para el arma de su hija, el entrenador y otros tesoros que guardaba celosamente, como la diadema la primera mujer que ingresó en la orden jedi muchos siglos atrás o un anillo del siempre enigmático Lord Revan.

    Ir a Gan- Illá, así era el nombre de la ciudad memorial, era una aventura en si misma. A Eysena le encantaba ir entre las piernas de su madre a gran velocidad cogida al estribo de la RC 74Z, la misma que usaba en Endor durante la guerra. A menudo se burlaban de algún gran predador que intentaba alcanzarlas o cazaban la cena con el blaster montado en la parte inferior del chasis. Madre e hija estaban intensamente unidas.
     
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    Coruscant


    La había seguido desde que salió del trabajo en el cuartel general. No fue problema reconocerla a pesar de los años. El hecho de ir acompañada por Wedge Antilles, archiconocido objetivo de la flota imperial, fue de gran ayuda también. La había llevado en un speeder abierto hasta un edificio que supuso su hogar, donde se separaron con un beso en la mejilla.

    Se le revolvió el estómago ante la escena. Moor había sido un ejemplo de conducta y superación para todos los pilotos de TIE. No se veía capaz de ignorar su traición pero debía hacerlo.

    Tenía que esperar unos minutos. Instintivamente echó mano de la petaca de licor del bolsillo de su chaqueta. Dudo mirándola unos instantes pero al final cedió y pegó un trago. Ignorando la precaución, se dirigió a la puerta por la que había desaparecido la antigua oficial imperial.

    Llamó al interfono y respondió la serena voz de Kasan.

    - Deseo ver a la señora Moor. Es un asunto importante.

    - ¿Quién es?

    - No recordará mi nombre. Nos conocimos en Tatooine.

    La compuerta se deslizó unos centímetros, lo justo para poder ver los ojos de la piloto fisgando a su visitante.

    - Me suena su cara pero no le reconozco. ¿Qué quiere?

    - Hablar de mi esposa: lady Ayllenia de Dantooine.

    Kasan abrió la puerta por completo. En su mano refulgía un blaster cromado.

    - Pasa dentro pero no hagas tonterías.

    Apenas se cerró la puerta le apuntó con el arma al pecho.

    - Habla y sé rápido.

    - Mi mujer lleva desaparecida 5 años y la estoy buscando.

    - ¿Qué te hace pensar que yo sé algo de ella?

    - Antes de...su deserción, me consta que ella le apreciaba.

    - No sé nada de ella desde que la mandaron a Endor...Es curioso, hace apenas dos días que tuve esta misma conversación en el Radiant.

    - ¿Qué es el Radiant?

    - Un bar en el sector consular, bastante elegante ahora que lo pienso.

    - ¿Puedo preguntar con quién mantuvo la conversación?

    - No permitiré asesinatos en Coruscant.

    - Sólo quiero saber por qué la buscan y quién.

    - Quiero tu palabra de imperial que no lo matarás.

    - No lo mataré, aquí.

    - Era un comerciante rodiano, parecía un noble...Sí, claro.

    - ¿Qué sucede?

    - Eres aquel cadete novato de Bestine...

    - Buena memoria. ¿Sabe dónde puedo encontrarle?

    - Últimamente lo veo mucho por allí. Te lo advierto imperial, si levantas una mano contra él, irás a prisión.

    Flaian se volvió, dándole la espalda dispuesto a irse.

    - ¿Qué fue de aquel capitán de destructor con quien se iba a casar?

    - Ayllenia te lo contó – sonrió circunstancialmente – Murió. Menos de un año después de casarnos.

    Sin decir nada abandonó el edificio dejando a Kasan con una tormenta de sentimientos confusos. Le apetecía una copa más que nunca y, por una vez, no sería un obstáculo para cumplir su misión.
     
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    Los establecimientos del sector consular no tenían mucho que ver con las oscuras cantinas de pie de calle, nada que ver con las subterráneas. La estancia, amplia y luminosa ofrecía cómodos asientos y elaboradas mesas de cristal a la nueva aristocracia de Coruscant. Haciendo de tripas corazón, se internó entre los numerosos uniformes rebeldes tomando asiento en una esquina solitaria.

    Inmediatamente, una Twi’lek de delicados rasgos y aún más exquisitos vestidos se acercó para tomar asiento a su lado. En aquel lujo, el servicio a la mesa era, llamémoslo especial.

    - Normalmente nuestros clientes eligen siempre las mesas centrales para que todo el mundo les pueda reconocer. Tú sin embargo, has venido derecho a la más alejada para ver sin ser visto.

    - ¿Hasta dónde llegan tus funciones? – preguntó mostrándole en la mano unos miles de créditos.

    La Twi’lek mostró una sonrisa maravillosa alargando la mano sobre la de Flaian.

    - Estoy a tu completo servicio...el resto del día

    - De acuerdo. Entonces tráeme una copa. No importa lo que sea.

    La alienígena se encaminó a la barra moviéndose lo más seductoramente que sabía. Garren apenas la miró unos segundos. El tiempo que tardó su voluntad en imponerse sobre el instinto animal. Fue buena idea traerse aquellos créditos capturados a aquellos contrabandistas el mes pasado. Sin duda le iban a abrir muchas puertas.

    La asistente exhibió generosamente el escote de su vestido al servirle la bebida. Era plenamente consciente de lo que hacía como quedó claro al cruzar una mirada con Flaian. El color de su piel había sido artificialmente alterado para asemejarse a la de una hembra humana ligeramente bronceada. Un hermoso tocado la coronaba trenzado con las cintas que adornaban sus lekkus.

    - Estás casado – comentó dando un trago a su propia bebida – Apenas me miras.

    - Eres una chica muy lista.

    - Me has pagado mucho para no llevarme a la cama. ¿Qué es lo que buscas?

    - ¿Cómo te llamas?

    - Valerai.

    - Quiero que te estés aquí conmigo pasándotelo bien y que me respondas cuando te pregunte.

    - ¿Las preguntas van aparte de lo que me has pagado?

    - Si las respuestas me agradan.

    La Twi’lek se acercó en disposición cariñosa y recostó su cabeza en su hombro.

    - No me molestaría que me tocases – le susurró al oído. Flaian la tomó bajo su brazo y continuó bebiendo.

    Pasaron varias horas y Valerai empezó a acusar síntomas de embriaguez. Por el contrario el imperial se mantenía bastante sereno. Flaian creyó llegado el momento de iniciar su investigación.

    - Valerai, quisiera hacerte unas preguntas.

    - ¿Seguro que son preguntas lo que quieres? – le sonrió poniendo la mano de su cliente en su cadera.

    - Estoy buscando un comerciante Rodiano.

    - ¡Qué mal gusto! – le interrumpió acariciándole el pecho de su camisa

    - Uno que ha estado haciendo últimamente muchas preguntas.

    - ¿De qué tipo?

    - De las molestas.

    - Buscas a Zebrok. Es ese de la barra.

    - ¿Qué puedes contarme de él?

    - Tiene dinero – sonrió muy sexy – Y sus fuentes de ingresos son...discutibles.

    - Puedes irte cuando quieras – se levantó para acercarse al comerciante.

    - Me has pagado lo que gano en varios días y yo se respetar los tratos. Te puedo venir bien más tarde –comentó con gran sensualidad.

    El rodiano estaba vigilado de cerca por un guardaespaldas Noghri que se interpuso enseguida al ver aproximarse al desconocido. Valerai se abrazó a su espalda como si de una joya de su ropa se tratara. Con apenas un gesto de su amo, el Noghri se hizo a un lado sin perder detalle de los recién llegados.

    - No te conozco – comentó el Rodiano en su idioma natal.

    - Sin embargo ha llegado a mis oídos que buscais a una persona.

    - Todos buscamos a alguien – le respondió en común – señor...

    - Frendar.

    - ¿Por qué no le dice a la chica que vaya a arreglarse mientras hablamos de negocios?

    - Me temo que me ha cogido cariño – denegó su sugerencia ante la satisfacción de su consorte.

    - Respecto a esa persona que busco, ¿cómo sé que su información es buena?

    - Porque yo la conocí durante la guerra.

    - ¡Qué interesante!¿Puedo preguntar dónde?

    - En Endor. Era mi jefe de escuadrón de TIEs.

    Pudo sentir el escalofrío que recorrió a la Twi’lek ante el devenir de la conversación pero sus caricias mientras hablaba no cesaron.

    - En realidad a mí no me interesa esa persona. Estoy haciendo un favor a un amigo. No sé si me entiende.

    - Creo que sí.

    - Digamos que mi amigo no frecuenta ambientes tan elegantes. ¿A lo mejor estaría usted dispuesto a reunirse con él en un lugar algo más austero?

    - Siempre y cuando sea un local público – sonrió Garren.

    - Vamos señor Frendar, ¿por quién nos toma? Soy una persona respetable. Si tiene la bondad de acompañarme, estoy seguro que mi amigo se alegrará de verle.

    - ¿No le parece un poco precipitado?

    - En absoluto. Por favor, no se muestre tan desconfiado. A Rhyrrshk – comentó señalando al Noghri – le ponen muy nervioso las personas que no confían en los demás.

    - Vete a tu casa Valerai – aceptó dándole unos créditos de propina.

    - Le ruego me disculpe pero, la señorita debe acompañarnos también. Es un tema muy delicado y usted insistió en que se quedara.

    Con un gesto de asentimiento le echó su levita por los hombros a la Twi’lek y le dedicó una medio sonrisa tranquilizadora para mitigar su miedo, evidente en su mirada.
     
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