Nos gustaría presentaros nuestra obra. No sabemos si el formato en el que lo ponemos sería el adecuado, en caso de no ser así lo solucionaríamos en cuanto pudiesemos. Nuestra historia se desarrolla en Irybile, un continente dividido en varias facciones gobernadas por 6 dioses mayores. Es en ese lugar es donde transcurren las aventuras de diversas criaturas que influyen en la vida y aventuras de cierto dragón que desde hace mucho tiempo está causando desastres en la región de un dios en concreto. Este ser se encontrará con la joven que será su acompañante durante su huida de ese territorio. En este link podéis encontrar nuestro blog, allí vamos colgando noticias sobre la obra al mismo tiempo que ilustraciones e información sobre el mundo y los personajes. Aquí os iremos colgando los capítulos que también están disponible allí. Irybile
Capítulo piloto Cuentan las historias que mucho tiempo atrás cuando los distintos dioses aún combatían por hacerse con sus territorios apareció una misteriosa criatura. Debido a su naturaleza escurridiza casi toda la información que se posee son rumores. Durante siglos las distintas generaciones de dioses de la justicia hemos intentado averiguar su veracidad, ya que estos hablan de innumerables muertes que han ido aumentando en magnitud y frecuencia en los últimos tiempos, concretamente desde que el Dios del Orden y los otros miembros de su facción empezaron a interesarse por él. Por suerte o por desgracia esta serie de sucesos recientemente está ocurriendo en las cercanías de unas montañas mayormente deshabitadas en una península al sur, en un castillo anteriormente residencia de la Diosa Celeid protegido por las fuerzas del orden, pero por muchos intentos de descubrir qué ocurría siempre encontraban alguna forma de ocultarlo. Cabe tener en cuenta que poco antes de que empezasen a darse dichos acontecimientos la Diosa Celeid, vasalla del Orden, inició un tratado con el Dios del Agua, asunto con el que puede estar vinculado teniendo en cuenta las tensiones existentes entre los dos. Es posible que mediante ese trato hayan logrado encontrar un método para controlar los daños causados por esa criatura después de los destrozos ocasionados la primera vez que ocurrió, pero a diferencia de lo que pensaran solo ha acabado llevando a una mayor constancia de los hechos. Como actual Dios de la Justicia, yo, Hika, me he comprometido a detener estas calamidades y cualquier otro evento dirigido a perturbar la paz en el continente. Por ese motivo me dispongo a viajar a los lagos centrales para pedirle información al Dios del Agua, ante la negativa de la facción del Orden a proporcionarla. ***** —¡Dad la alarma, algo le ocurre al prisionero! Reaccionando a esa voz las campanas de la fortaleza empezaron a sonar con fuerza. Con presteza los distintos miembros que componían la guarnición se apartaron de los calabozos, mientras una doncella se preparaba para la batalla. Se ató en la cintura un vial que previamente había rellenado con agua bendita, se colocó una coraza sobre la túnica que llevaba puesta y envainó su espada para dirigirse a los calabozos En cuestión de minutos aquella doncella a la que nombraban “Santa” llegó donde se encontraba el prisionero. Estaba retorciéndose de dolor, su cuerpo quedó cubierto por marcas rojas que parecían arder y cierto olor a quemado emanaba de él. —Lo siento. —Una voz que no pertenecía a ninguno de los allí presentes se escuchó en la fría prisión. Tras eso un fuerte grito resonó en la fortaleza. El cuerpo del prisionero se estaba deformando, y en su rostro quedaba representado el terrible dolor por el que estaba pasando. Aquellas terribles marcas ahora recubrían por completo su cuerpo y de ellas emanaban borbotones de sangre. Sin embargo, más que sangre parecía brea en llamas. Sus extremidades crujieron y comenzaron a asemejarse a las de un animal. Diversos zarcillos de llamas nacieron de su espalda incinerando todo aquello con lo que entraban en contacto. La doncella, viendo que no podía hacer nada, mientras contemplaba atónita como las llamas iban consumiendo a aquel pobre infeliz, decidió que su mejor opción era dirigirse a la capilla de la fortaleza. El camino no era muy largo, aún así el tiempo no estaba a su favor. En el pequeño vial que tenía preparado no llevaba suficiente agua bendita para detener aquello que se avecinaba. Ya casi había llegado cuando un fuerte rugido hizo temblar la construcción. El techo de los calabozos se había desmoronado y una columna de llamas energía del lugar. En poco tiempo la columna fue tomando la forma de un reptil gigantesco. Aquellos zarcillos que antes crecían del torso del prisionero, ahora tenían el colosal tamaño de aquel reptil. El caos empezaba a reinar en la fortaleza, y en cuestión de segundos casi una tercera parte de la estructura había sido destruida y de las llamas nacían criaturas de aspecto dracónico dispuestas a acelerar la destrucción que aquel ser causaba. Ya era demasiado tarde para purificar al prisionero, y solo quedaba una opción para evitar la expansión de esta calamidad. Ignorando el estruendo del exterior la doncella inició los preparativos de un ritual. Su objetivo era confinar a la criatura hasta que la destrucción acabase, y lo llevaría a cabo aunque eso le costase la vida. Los minutos iban pasando y cada vez la destrucción era mayor, los pocos guardias que quedaban se vieron abrumados por las hordas que no paraban de generarse a partir de las llamas y la fortaleza ya había sido destruida casi en su totalidad. La doncella estaba finalizando los preparativos cuando dos criaturas irrumpieron en la capilla. Haciéndoles caso omiso, prosiguió, dispuesta a terminar aquello que empezó. Una de las bestias se abalanzó sobre ella, desgarrando parte de su espalda. La doncella gritó. La zarpa no solo le había causado una herida profunda, las propias llamas que envolvían a aquel ser comenzaron a consumirla. Cayó abatida al suelo, pero aun así tenía una sonrisa dibujada en su rostro. —He logrado cumplir mi misión. —Unas últimas palabras salieron de sus labios al mismo instante que una gran barrera de agua envolvía toda la fortaleza. Toda criatura generada por aquel ser con aspecto de dragón desaparecía en contacto con ella y el coloso de llamas parecía retorcerse de dolor al tocarla. Con el paso de las horas el ser se fue desvaneciendo, dejando en aquel lugar un enorme cráter. En él quedaron unos pocos restos de lo que antes era una gran fortificación y los de varios cuerpos carbonizados. Parecía no haber sobrevivido nadie, pero de entre las ruinas salió una misteriosa criatura que se asemejaba a un dragón huyendo del emplazamiento. ***** Era una noche fría de tormenta. En los templos de la Bendición se palpaba la preocupación, pues días antes, los territorios del Dios del orden fueron azotados por una catástrofe y la posibilidad de que se extendiera era algo que nadie deseaba. Una persona encapuchada había dejado una pequeña cesta a la entrada del templo, desapareciendo por donde vino con la misma presteza. Sonó un trueno y tras este, alguien empezó a llorar. Los sacerdotes no tardaron en percatarse de ello y un poco sorprendidos recogieron la cesta en la que se encontraba una pequeña niña. Una vez dentro se encargaron de secarla y cambiarle las ropas para evitar así que enfermase. Al día siguiente, mientras una novicia se ocupaba del cuidado de la criatura, se dio cuenta que esta tenía una pequeña marca en el abdomen. Aquella marca, que para una persona normal no se salía de lo común, estaba revolucionando a todos los que allí se encontraban. Su forma parecía la de un dragón y eso causó que muchos la relacionaran con Thylos, llegando incluso a considerarla como un presagio de mala suerte que llevaría a la ruina a ese templo. Pasaron las horas mientras los sacerdotes intentaban llegar a un acuerdo sobre qué hacer con ella, hasta que finalmente decidieron que lo más sensato sería avisar a Celeid, Diosa de la Bendición, a quien ellos servían. Pero unos pocos, descontentos con la situación, creyeron que también sería conveniente avisar al Dios del Agua sin que los otros se enterasen, para así evitar un juicio que pudiese verse nublado por los eventos recientes. Había pasado un día tras eso. La calma del templo había desaparecido completamente cuando las puertas del templo se abrieron de par en par. Entró a lo que a primera vista sería otra sacerdotisa, pero esta relucía unas inmensas alas, que al entrar dentro del edificio recogió, desapareciendo de su espalda entre unas bellas luces. Su vestimenta lucía unos brillantes adornos de bronce, que destacaban sobre su vestido blanco. Todos quedaron atónitos al verla. Se apartaron para dejarle paso mientras un grito se escuchaba desde la puerta. —Abrid paso a la Diosa Celeid. La Diosa, al entrar, miró hacia todos los lados y alzó su voz. —¿Dónde está la criatura de la que se me informó? Al proclamar esas palabras, una sacerdotisa fue donde se encontraba la Diosa y la acompañó hasta una sala del templo donde había una cuna con un bebé dentro, envuelto en sábanas. Fue hasta la cuna y retiró con cuidado las sábanas para ver al bebé. En ese momento se percató de la marca del abdomen, y de ella surgió la rabia, soltó de forma brusca la sábana encima del bebé. Se alejó de la cuna y miró por la ventana, pensando en lo que se podía hacer. Las sacerdotisas, nerviosas y preocupadas por la posible decisión de Celeid, tardaron bastante tiempo en atreverse a preguntarle. —Mi señora, ¿qué le parece marca?. Ante esas palabras la Diosa se giró para responderlas con gran seriedad. —Sin duda esto es un mal presagio, esta niña portará a Thylos y causará desastres allá a donde vaya. Como Diosa de la facción del Orden, dictamino que esta niña debe ser ejecutada. —¿Realmente hay que llegar hasta ese punto? —contestó totalmente alterada una sacerdotisa al escuchar la decisión de Celeid. —¿Vais a cuestionar mi decisión?—. Alzó la voz, enfadada por la respuesta que vio en las sacerdotisas. Éstas no eran capaces de contrarrestar sus palabras, así que callaron y bajaron la cabeza en señal de arrepentimiento. Pero en ese momento, se escuchó un alboroto que azotaba la sala central del templo. Portazos y gritos de los demás sacerdotes resonaban con fuerza. —Espere señor, no es ahí. —Cálmese mi Dios, la criatura está bien. Celeid se preocupaba por momentos, su mirada fija hacia la puerta indicaba que algo que le desagradaba se estaba acercando. Los golpes cada vez venían de más cerca. Fuese lo que fuese que los provocara se acercaba cada vez más. En un momento, la puerta se abrió de golpe y entró en la sala un pequeño animal azulado con dos sacerdotes detrás, intentando calmarlo. —Celeid, esto ha llegado demasiado lejos. No permitiré que le hagas nada a esa criatura. Después de sentenciar tales palabras se dirigió a la cuna para asegurarse que no le habían hecho nada al bebé. Subió a la cuna y, viendo que no tenía ningún rasguño, suspiró de alegría. —Menos mal que no te ha pasado nada, pequeña. Tranquila, esa Diosa vieja y rabiosa no te hará daño. —Dicho esto bajó de la cuna y miró con rabia a las sacerdotisas del cuarto—. ¿Veis normal lo que ibais a hacer? Las sacerdotisas callaron ante esas palabras. Incluso a ellas les parecía exagerada la decisión de Celeid. —Ya veo, como la rubia dijo que debíais matar a la niña, vosotras le ibais a hacer caso. Qué vergüenza. —comentó con rabia mientras desviaba la mirada de ellas para centrarse esta vez en la diosa. Se puso delante de ella y, señalándola con la pata, continuó. —¡Celeid!, qué excusa tienes para esto. Ibas a matar a una inocente en mis dominios. Celeid se mostraba muy enfadada ante la aparición de esta criatura. Sabía que era de los pocos que podían impedir que cumpliera con su misión. —Señor Mizyl, me ciño a mi deber como Diosa de la Bendición —comentó con sutileza pero sin poder esconder la rabia que contenía dentro. Mizyl puso cara de sorpresa ante esas palabras. Realmente no se creía que a eso se le pudiera llamar deber. —Ohh. Celeid, ¿me lo dices en serio? Me pareces extremista, haces todo esto por una marca. Mizyl se movía de un lado para otro, murmurando. Celeid se molestaba aún más al ver que ese Dios no entendía sus motivos. La tensión se palpaba en el ambiente, las sacerdotisas no sabían cómo reaccionar ante tal situación. Mizyl alzó la cabeza y se acercó a la cuna, donde volvió a subirse para observar a la niña. Realmente daba la sensación de que esperaba algo. Ante eso, Celeid dudaba. Se notaba que Mizyl estaba alargando como podía el tiempo, pero no era capaz de imaginarse para qué. Al poco rato en la cara de Mizyl surgió una gran sonrisa que alteró a la Diosa. Estaba claro que algo tramaba, así que no dudó en preguntarle al respecto. —¿Mizyl porqué sonríes de esa manera? —preguntó extrañada. —No es nada, solo me alegro de que podremos zanjar el asunto de una vez por todas —dijo con una gran sonrisa mientras jugueteaba con la niña. Con esa respuesta, sorprendió a Celeid, que empezó a pensar qué podría ser aquello. Fuera lo que fuera no le gustaba nada la idea, a este paso solo conseguirían el renacimiento del monstruo y, por ende, provocar otro desastre. Se escuchó un portazo de la puerta del templo principal, y a continuación un gran golpe en el suelo. Celeid no se quería imaginar que podría ser eso, pero desgraciadamente tendría que lidiar con ello también. Mizyl miró hacia la puerta con su gran sonrisa a la espera de que se abriese. Un sacerdote la abrió y entró una criatura aún más pequeña que Mizyl, de hermoso pelaje con reflejos verdosos. —¿Cómo ha ido el viaje, mi querido Hika? —comentó alegremente por la aparición de este pequeño. —Mizyl, te aseguro que es la última vez que monto en uno de tus esbirros —contestó mientras se acababa de sacudir su pelaje. Mizyl dio una fuerte carcajada al oír las palabras de Hika, parecía que tenía una buena relación con él. En cambio, Celeid no se alegró ni un pelo de su presencia. Todo lo contrario, era de lo peor que le podía pasar. Sabía que este ser podría obligarla a ceder su misión. Aún así se vio obligada a dirigirse a él con total educación. —Bienvenido seáis, Hika, Dios de la Justicia. ¿Qué le trae a usted por aquí? —Inclinándose un poco en señal de respeto. —Ohhh Celeid, hace mucho que no nos vemos. —Inclinándose en señal de respuesta—. Bueno, me estaba acercando para darle una visita al Dios del Agua y parece ser que la visita la encontré yo. —Mirando a Mizyl como se estaba riendo en su cara, dio un fuerte suspiro y se dirigió al Dios del Agua—. ¿Entonces por qué motivo me has traído hasta aquí?. Mizyl bajó de la cuna, y se acercó donde se encontraban los otros dos Dioses. Hizo una señal a las sacerdotisas para que salieran de la sala; Creía conveniente hablarlo seriamente entre los tres. Ante la señal las sacerdotisas abandonaron, la sala dejando solo a los tres Dioses y a la cría. Fue en ese momento cuando el Señor del Agua comentó el problema a Hika. —Si te he traído aquí es porque necesito que tu des el juicio en este caso, entre yo y Celeid —comentó con una mirada fría hacia la Diosa. Hika miro a Mizyl, su expresión había cambiado totalmente, él conocía bastante bien a este Dios y una mirada fría en él solo podía significar que alguno de sus valores más internos habían sido tocados. Aún sabiendo eso, preguntó por lo que ocurría. Mizyl estuvo explicando el caso de Thylos y la cría a Hika, acentuando lo que pretendía hacer Celeid al bebé. Después de lo contado y con un muchas quejas de Celeid por parte del caso Thylos, Hika se vio obligado a pensar seriamente el caso. Decían que la niña podría ser portadora de Thylos ya que más o menos había nacido durante la catástrofe y portaba una marca en forma de dragón, pero según decía Mizyl ningún otro portador la llevaba y él tampoco tenía información sobre ello. El caso de ese dragón era muy importante para él y era consciente de la destrucción que había provocado, pero igualmente no había suficientes pruebas como para sentenciarla. Con esta mentalidad, Hika pidió permiso para llamar a una sacerdotisa. Tanto Celeid como Mizyl no objetaron su petición y fue él personalmente a llamar a quien recogió el cesto de la entrada. Una vez dentro, preguntó si la cesta llevaba algo, o si pudo ver a quien dejó la criatura. Desgraciadamente, solo estaba la niña y no se pudo ver a quién la dejó. Dicho esto, la sacerdotisa salió de la sala mientras Hika y agradecía su apoyo. A continuación giró para exponer su decisión frente de ambos. La mirada de los dos Dioses indicaba que esta decisión supondría un gran cambio. Solo uno podía ganar y eso quedaba en manos del Dios de la Justicia. —Señor del Agua, Señora de la Bendición, después de haber escuchado las dos partes y haber hablado con la sacerdotisa he llegado a una conclusión. Mi decisión es que la niña vivirá y que, a partir de ahora, el Dios del Agua se encargara de ella bajo mi estricta vigilancia. La respuesta de Hika hizo que Mizyl saltara de alegría y saliese corriendo a estar con la criatura. En cambio, Celeid estaba enojada pero no parecía sorprendida por la decisión. Obviamente se quejó del resultado del juicio. Decía era un gran error. Sin embargo, la única respuesta consiguió de Hika es que las pruebas eran insuficientes como para matar a una niña dentro de los terrenos del Dios del Agua. Al ver que no conseguiría nada, se rindió, fue hacia la mesa, y poso su mano sobre su cara en signo de completo disgusto. Mientras observaba como el canijo jugueteaba con la cría. —Bueno, habiendo escuchado la decisión final de Hika mi trabajo aquí ha finalizado. Es hora de volver a mi templo —comentó Mizyl mientras agarraba a la cría con las fauces. —Estupendo, entonces yo también me iré. Me gustaría que me enseñaras dónde vivirá la criatura a partir de ahora. Tanto Hika como Mizyl se disponían a salir de la sala cuando Celeid se levantó y les dio una última advertencia. —Hasta luego, Dioses del Agua y la Justicia. Seguramente su decisión traerá consigo catástrofes. Espero que estén preparados. —dijo con una mirada aterradora y penetrante. Dicho, eso Mizyl cerró las puertas con un portazo. Parecía bastante cansado de soportar a Celeid. Se dispusieron a salir del templo, pero antes de ello, Hika ayudó a cargar a la cría a espaldas de Mizyl y las sacerdotisas la taparon con algo de ropa para que no fuera desnuda. Una vez tapada los dos Dioses se despidieron de los sacerdotes del templo y se marcharon, agradeciendo su colaboración. Ambos salieron del lugar y se dirigieron al templo de Mizyl. Esta vez iban los dos caminando. No se llevaron esbirros que les facilitase el traslado y como el Señor del Agua iba cargado con la criatura iban más lento de lo habitual. Hika aprovechó el camino para hacerle ciertas preguntas. —Mizyl, ¿cómo es que Celeid está viviendo en tus terrenos? —Ahh, eso. Bueno, es que firmamos un tratado, y en él se estipulaba que ella vendría a vivir a mis dominios —comentaba, algo molesto. Esa respuesta extrañó aún más a Hika. No encontraba ningún motivo por el cual esos dos se tuvieran que soportar. —¿Y cómo es que firmásteis esos tratados? —preguntó dudoso. Mizyl le explicó que cuando empezó a gobernar tuvo muchos problemas con los radicales de sus terrenos, obligándole a tener a otro Dios con unas ideas similares al antiguo Señor del Agua. Por su lado Celeid necesitaba agua mágica para Thylos. —Con que Thylos, ehhh… —Formo una pequeña sonrisa. Esto era lo que él buscaba al venir a sus terrenos. Algo que ligase a Thylos en este tema. Realmente esperaba que si seguía preguntando al Dios del Agua conseguiría más información sobre él o sobre los problemas en la zona del Orden. Con esta mentalidad, siguió preguntando al Dios del Agua a ver si podía sacar algo más. —¿Y tú sabes para qué quiere esa agua? —preguntó más animado. Se quedó un rato pensativo. Respondió un poco extrañado por el cambio de humor de Hika al nombrar ese nombre. —Siento decirte que no sé gran cosa del asunto, solo que utiliza esa agua como arma en las manos de chicas nombradas Santas. Sin embargo, no se cómo las elige ni el porqué deben ser chicas y no otro tipo de criatura. Hika insistió que si podría contarle algo mas le sería de mucha ayuda. Mizyl no paraba de darle vueltas a la cabeza para ver si podía decirle algo más de utilidad, pero en ese momento no se le ocurría nada. Entonces decidió que le iría preguntando más cosas del asunto, a ver si así se le refrescaba la memoria. Empezó por si sabía por qué necesitaba pedirle agua y no utilizaba otro tipo de arma, en especial porque los Dioses del Orden no actuaban personalmente. Fue ese momento que Mizyl se detuvo para aprovechar el terreno arenoso y dibujó en el suelo explicando a Hika lo que sabía del tema. —Se ve que Thylos tiene algún tipo de barrera anti-divina que le protege de nosotros. Por ese motivo ningún Dios se atreve a ir personalmente a por él. Después, según lo que fui escuchando, su poder tenía dos afinidades. Una relacionada con el fuego y otra que dicen que tiene que ver con el caos, pero no podemos asegurar nada. Entonces, para poder vencerlo, se debe utilizar agua mágica bendita, así se gana al fuego y esa especie de poder del caos. Como los Dioses no pueden actuar, se envía a alguien que utilice esa magia en nuestro nombre y así no es de carácter divino. Hika escuchaba atentamente las explicaciones de Mizyl. En ese momento, se dio cuenta que su poder no serviría contra Thylos ya que también era un Dios. Realmente esa barrera era una gran molestia. Pero eso no evitó que siguiese preguntando el porqué una humana contra algo tan poderoso como un dragón. Sabía que en el reino del Orden habitaban dragones muy poderosos e intentaba pensar en porqué no se encargarían ellos. Mizyl dijo antes que no sabía tampoco el porqué humanas y no otras criaturas así que sería inútil preguntar. Los dos siguieron caminando hasta llegar a un enorme templo del Señor del Agua. Hika se sorprendió que escogiera ese templo. Sabía que era el templo principal de Mizyl. —¿La dejarás vivir en el templo principal? —dijo sorprendido pero alegre al mismo tiempo. —Por supuesto, será como una hija para mí. —comentó orgulloso. Hika sonrió ante su respuesta —Bueno, veo que te has metido en el papel de padre, confío en ti plenamente —dijo mientras se dirigía hacia la dirección contraria al templo. —¿No entrarás? —preguntó disgustado. —No, lo siento, tengo mucho trabajo que hacer y además ya he visto demasiadas veces este templo. Mizyl, debo irme pero dejo a tu cargo a esta niña, te iré haciendo alguna visita para ver como va la tarea. Mizyl inclinó la cabeza en respuesta a las palabras de Hika —Tranquilo, estará en buenas manos, te deseo suerte en tu investigación. Hasta la próxima Hika. Con una sonrisa Mizyl entró dentro del templo mientras Hika marchaba hacia el bosque. Una vez dentro, los sacerdotes fueron a recibir a su Dios, aunque quedaron sorprendidos al ver la criatura que llevaba en su espalda. —Mi señor Mizyl, ¿quién es esa pequeña que lleva en la espalda? —Se acercaron para recogerla. —Esta pequeña es mi hija —comentó seriamente. Se armó un alboroto al escuchar esas palabras del mismo Dios del Agua. —¿Su hija? Mi señor, no lo entiendo, ¿podría explicar lo ocurrido? —dijo preocupado y a la vez alterado por la decisión de su Dios. —Bueno, es un bebé abandonado en el templo de Celeid. Como allí no se quisieron hacer cargo, he decidido quedármela yo. —Pero mi señor, usted, ha recogido a varios huérfanos y siempre los ha llevado en la casa de acogida que ordenó construir. ¿Por qué es este caso distinto?. —Es mi decisión. No te preocupes, me encargare de ella —se encontraba algo tenso por la situación. —Pero… —No quiero más peros sobre el asunto. Por favor, os pido que lo aceptéis —dijo mirando fijamente a sus sirvientes. —Si es su decisión, nosotros le seguiremos, mi señor. Las sacerdotisas de la zona llevaron al bebé a una cuna, le cambiaron las mantas, y le pusieron algo de ropa. En ese momento el Dios del agua se le acercó, la sacó de la cuna, y la llevó donde sería a partir de ahora su habitación, que estaría cerca del de la cría. La dejó sobre la cama, se subió en ella y se acurrucó al lado de la niña. Mientras acariciaba la cabeza con su patita, le susurró. —Tranquila pequeña, ahora nadie te podrá hacer daño. Ese angelito malo ya no está. Tu papi está aquí para cuidarte. Mi pequeña Drake... ***** Los años pasaron y en ese mismo templo una joven se encontraba durmiendo sin ser perturbada. A su vez,un fuerte alboroto parecía cada vez más cercano. La puerta se abrió de golpe y el pequeño Mizyl apareció con un cubo a rebosar de agua. Tras ver que la muchacha aún dormía se subió a la cama y comenzó a armar escándalo con claras intenciones de despertarla. Con un perezoso movimiento, ella echó al Dios del agua de la cama para seguir descansando. —Así que me vienes con esas... ¿Qué te parecería un bañito fresquito? —De forma repentina, la melena de Mizyl empezó a brillar, y las puntas de su pelaje se tornaron agua. Sus brazaletes brillaron con fuerza y el agua del cubo reaccionó a ello, alzándose y cayendo sobre la joven. —¡PAPÁ! ¿Cómo te atreves? —dijo levantándose de golpe—. ¡Me las pagarás si te atrapo!. —Veo que te has levantado, ya sabía yo que esto te sentaría bien. —dijo entre carcajadas mientras corría perseguido por ella. Tardaron poco en llegar al salón principal donde les recibió una sirvienta ofreciéndole un tela de algodón para secarse. —Drake, ahora que ya estás despierta necesitaría que me hicieses un favor —comentó Mizyl mientras descansaba de su carrera. La muchacha lo miró con cara de duda, mientras se secaba. —Ha llegado a mis oídos que los ancianos herboristas del pueblo cercano andan escasos de ciertas plantas y necesitan a alguien que pueda ayudarles. —Y como siempre a ti no te apetece mover una zarpa para hacerlo —comentó algo molesta. —Veo que me conoces bien —dijo con una sonrisa en su rostro. Drake suspiró quejumbrosa mientras Mizyl le hizo una señal a la sirvienta, quien dejó la sala para regresar al cabo de poco con unas ropas en las manos. —Míralo por el lado positivo, puedes estrenar hoy tu nueva prenda. —Una simple prenda que me costó bastante conseguir —dijo algo irritada. —Son cosas que ocurren cuando tu especie tiene por costumbre diferenciar las ropas femeninas de las masculinas. Y a ti te dio por probar una que desgraciadamente era del otro bando. —Aún así no entiendo porque hay que diferenciarlos. —Hija, saliste a mi, no entiendes lo que otros llaman tradición. Tu solo llévala. La opinión de los demás no debería importarte. —Miró un momento las prendas—. Creo que deberías probarlas. —A eso iba. —Drake se dirigió a su cuarto con Mizyl siguiéndola—. Aquí se acaba tu trayecto. El Dios del agua exclamó sorprendido, pero aún así no parecía que fuese a dejar de seguirla. Drake, visiblemente irritada, lo empujó cerrándole la puerta, y al poco tiempo de entrar salió vistiendo sus nuevas ropas. —Es más cómoda de lo que pensaba, cada vez entiendo menos el porqué de esas diferencias a la hora de vestir. —Ahora que ya estás lista deberías partir, que te están esperando— señalo la salida. —Sí Papá —dijo quejándose—. Por cierto, ¿Me podrías prestar un caballo? —¿Tanta falta te hace un caballo para ir al pueblo de al lado? —Estoy cansada, y el trayecto no es tan corto como parece. —Drake seguía quejándose. —Solo si me prometes lavar los caballos del establo a tu regreso. Un poco dubitativa, Drake aceptó la oferta y se dirigió a los establos para partir. Al llegar allí estuvo mirando qué caballo escogería para poder ir al pueblo de al lado. Cuando finalmente se decidió, lo ensilló y marchó hacia el pueblo. Mizyl observaba su partida desde el templo mientras se alejaba a lomos de un caballo pardo. —Estoy un poco preocupado —dijo una vez Drake había desaparecido en el bosque. —¿Qué ocurre mi señor? —Se trata de Hika… Me prometió que nos haría alguna visita, pero no ha venido ni una sola vez. —Conociendo a Hika, debe haber sido por algún motivo de gran importancia. —Sí, corren los rumores que el titan que se creía muerto ha vuelto, y ese es un asunto que no me acaba de hacer mucha gracia. —Recuerde, mi señor, que los rumores no siempre son verdad. —Eso es cierto, pero sería una buena explicación para que Hika no haya podido visitarnos. Mientras cabalgaba hacia su destino, en su cabeza iban surgiendo varios pensamientos debido a los problemas que habían con los ciudadanos de las tierras del Agua. «¿Vestir o no ropa de hombre?» Eso no le preocupaba, para ella era una tontería. El problema es que esa tontería demostraba la mentalidad anticuada y poco abierta que la gente tenía aún en la región del Agua. Pero aunque así fuese, en comparación a la gente del Orden eso era insignificante. Los tenían completamente controlados, generando una tensión constante entre las dos facciones que debían convivir. Al principio el tratado con esta facción solo calmó la rabia de lo más radicales que iban en contra de su padre, pero últimamente se notaba que estos tampoco soportaban tener a los miembros de una facción distinta dentro de su región. Si solo fuera eso aún la gente aguantaría y callaría, pero desde que el Dios del Agua llegó al poder y dejó libertad total de creencia, permitiendo que vinieran seguidores de otros Dioses, o incluso ateos, la gente fiel del agua se alborotó, aun más viendo que se mezclaban con humanos o criaturas de otras creencias. Eso, con el antiguo Dios del Agua, habría sido impensable. Y esa idea seguía manteniéndose, y por eso existía esa molestia. Aparentemente era con los miembros de la facción del Orden donde se nota mayor hostilidad. Una vez llegó al pueblo, fue directamente a la casa de los ancianos herbolarios. Bajó del caballo, y lo ató en un árbol. Acto seguido entró dentro de la casa. Allí estaban los dos ancianos preparando sus remedios. Drake intentó ocultar sus preocupaciones al dirigirse a los ancianos para que no la notaran extraña. Les saludó y preguntó qué era lo que necesitaban. Los ancianos explicaron que últimamente los resfriados eran muy comunes entre los ciudadanos de las tierras del Agua y que ciertas hierbas estaban escaseando, así que pidieron a Drake que fuera a por ellos a recogerlas. Le dieron una muestra de la hierba y le indicaron dónde podía ir a recogerlas. Drake agradeció las indicaciones y la muestra y se fue en busca de aquella hierba en el lago central del continente. Una vez llegó allí soltó el caballo y fue a recoger las hierbas que creía que eran las más parecidas a las que los ancianos le solicitaron. Tras un rato de arrancar hierbas se levantó y las comparó con las que tenía en mano, dándose cuenta que eran erróneas y que había estado recogiendo hierbas para nada. Con un gran grito tiró las hierbas recogidas, dio una patada al suelo y se tumbó un rato murmurando, mientras miraba el lago enfadada por el error que había cometido, descansando sus piernas algo dolidas de estar en cuclillas. Estuvo un rato tranquila para poder relajarse. Una vez estaba más calmada sacó la muestra del bolsillo y fue comparando cada hierba hasta ver cuál era la correcta. En el momento que vio la correcta, volvió a ponerse en cuclillas y a recoger hierbas. Cuando llevaba un buen rato, se sentó acariciándose las piernas del dolor que tenía. Mientras miraba el cielo tranquilamente, escuchó un susurro que no supo de dónde procedía, se levantó de golpe y miró a los alrededores, aunque no vio nada. Dio por hecho que eran imaginaciones suyas y se volvió a sentar, pero al momento de sentarse volvió a escuchar el susurro. Asustada, fue donde el caballo para irse de ese lugar, no sabía de dónde procedía el susurro pero tampoco tenía ganas de averiguarlo. Se fue cabalgando hacia el bosque para volver al pueblo a entregar las hierbas a los ancianos, pero al poco rato empezó a perder la visión y a marearse. Drake estaba confusa, no entendía qué estaba pasando, y no se sentía bien. Al girar la cabeza para ver si se le pasaba, notó una mejoría al mirar una zona del bosque que desconocía. Ella, ignorante de lo que podría haber ahí decidió continuar hacia el pueblo, pero sus mareos le impedían proseguir, viéndose obligada a ir hacia la zona desconocida. Tras un rato de ser guiada por los mareos y su borrosa visión, llegó hasta un bastón de unas tonalidades vivas. Extrañada, bajó del caballo y se acercó con cuidado junto al animal, que raramente no estaba nervioso. Lo miró fijamente. Parecía un bastón importante. —¿Tal vez sea un arma mágica? —Se preguntaba mientras la observaba fijamente. Si estaba en lo cierto, seguramente fuese el bastón quien la trajo ahí, podría ser cosa de algún hechizo que le pusieron para que no fuera abandonada. Igualmente sería imprudente dejarla ahí. Debía ser llevada frente al Dios del Agua. Poco a poco fue acercando su mano hacia el bastón y, de un golpe lo agarro, y lo alzó. El arma reaccionó al levantarla y su brazo empezó a temblar. De ese bastón se alzaron unas esferas como canicas que brillaban con una tonalidad amarilla. Unas marcas rojas como el fuego empezaron a expandirse por toda la longitud del bastón. Las marcas no se detuvieron a alcanzar su mano y empezaron a expandirse por todo su cuerpo. Asustada, dejó caer el cetro al suelo, y en ese mismo instante, un chirrido que parecía venir del arma resonó profundamente en su mente. Sus marcas comenzaron a arder, y Drake sentía como si su cuerpo se estuviera quemando. Poco a poco su conciencia se desvanecía hasta que finalmente perdió el conocimiento.
Los Ojos del Zorro Prólogo En un continente dominado por criaturas mágicas muy poderosas habitaban una especie de zorros con nueve colas. Estas criaturas tenían un pelaje azul con matices blancos y sus cuerpos eran delgados, a la par que ágiles, que les permitían moverse con gran elegancia. También poseían un poder psíquico capaz de levantar grandes y pesados objetos, además de la habilidad de convertirse en humanos y manejar armas mágicas de gran calibre. Para acabar, aparte de sus cualidades físicas y psíquicas, dominaban unas particulares llamas azules que eran mucho más destructivas y vivaces que las llamas normales. Tan poderosas, que solo podían ser apagadas con agua mágica de gran nivel. Todo eso, unido a un coraje mayor que el de cualquier caballero y una sabiduría más allá de lo común, hacía que parecieran prácticamente invencibles. El Dios de Agua estaba realmente orgulloso de tener semejantes criaturas entre sus filas y estos eran muy leales a él. Eran los protectores de la región y no permitían que ningún intruso atacase la zona. Fueron de los más poderosos en los Terrenos del Agua. Se llegó a decir que eran los titanes de la facción, el ojito derecho del Dios del Agua y los siguientes por debajo de él en poder. Con estas criaturas como guardianes, prácticamente ningún esbirro de los demás Dioses se atrevía a atacar o siquiera acercarse a esa región. Pero incluso la llama más grande y fuerte acaba por apagarse. Debido a una deficiencia genética, su energía y poder pasaron en decadencia y cada generación era más débil que la anterior. El Dios del Agua no tardó en darse cuenta de la situación; pero al ser incapaz de hacer algo por ellos, decidió nombrar guardianes a otras criaturas y abandonar a su suerte a esa especie. Cuando la noticia llegó a oídos de los zorros supuso un serio golpe al orgullo de los zorros que, traicionados por su señor y por sus genes, vieron como la desesperación tomaba las riendas de sus actos. Sin embargo, las colas, aquello que los zorros más amaban y estaban orgullosos, decrecían. Y con ello, su esperanza de vida y habilidades se veían mermadas. Fue la gota que colmó el vaso. El líder de la especie, con su ego dañado y una desesperación creciente, tomó una decisión que cambiaría por completo el destino de los zorros. Al fin y al cabo, antes que ver a su especie volverse simples zorros prefería traicionar a su mezquino Dios del Agua. El líder de los zorros decidió ir a hablar con el Dios del Caos, el único que podría ayudarlos en esa situación. El Dios del Caos era conocido no solo por su increíble poder, capaz de conceder los deseos más oscuros de cualquiera, sino por su codicia. Pedirle algo al Dios del Caos equivalía perder otra cosa, y esto el líder de los zorros lo sabía muy bien. El líder de los zorros fue al castillo central de los Terrenos del Caos donde el temible Dios residía. Extrañamente, no vino nadie a darle una “cálida bienvenida”. Parecía como si el mismo Dios supiera de su presencia y hubiera ordenado vaciar el lugar, sin que nadie se interpusiera en el camino del líder de los zorros. Al entrar en la sala del Dios, un aire frío recorrió todo su cuerpo, y con ello le siguió un escalofrío. Se notaba por el estado del castillo que aquel lugar era un hábitat inhóspito: los colores oscuros, las piedras antiguas y desgastadas, los agujeros en el edificio, las telas rotas, el cielo siempre cubierto por nubes grises... Para un ser normal, aquel sitio sería inhabitable... Pero seguramente para los seres que habitaban allí era una acogedora morada. El zorro, tras entrar en la sala central del edificio, vio una silueta cubierta por la oscuridad de la zona. Asumiendo que era el Dios del Caos, el líder de los zorros se posó delante de la silueta. La silueta sería completamente anónima si no fuera por los ojos de un rojo brillante que miraban con desprecio al orgulloso ser que le había visitado. Una voz grave resonó en la sala. —Criatura de los Terrenos del Agua, ¿qué te trae por mis tierras? El pelaje del zorro se puso de punta con solo oír la voz de ese Dios. El líder notaba la ominosidad de la situación, que empeoraba al sumar la decoración de la zona. El no poder ver nada del ser que tenía delante le incomodaba, así que hizo acopio de su valor para enfrentarse a sus miedos y le respondió. —Soy el líder de los antiguos guardianes de la facción del agua. Señor del Caos, vengo a pedirle un enorme favor —comentó, temblando por la presencia del Dios —. Necesito poder para mi especie — exclamó con una falsa seguridad en sus palabras.—¿Y con qué motivo queréis más poder? No parecéis precisamente un ser escuálido y débil —comentó mientras con la mirada analizaba el físico del zorro.—Solo quiero recuperar lo que es nuestro por derecho. ¿Puedes hacerlo? —solicitó mientras apretaba los dientes, intentando no hablar más de lo necesario. El escalofriante Dios soltó una risa socarrona ante la situación. —No te molestes en ocultarlo, a estas alturas pocos son los que no saben sobre lo decadentes que os habéis vuelto, oh ojitos derechos del Dios del Agua. Pero primero los negocios y luego las burlas a otros. —Dejó una pequeña pausa para que el líder asimilara su auténtica posición en la conversación—. A efectos prácticos, solo queréis vuestros poderes de vuelta. Estáis desesperados por recuperar vuestra posición… Sí, eso lo puedo solucionar. —Mostró una amenazante sonrisa—. Aunque todo tiene su precio. Y para daros lo que queréis a cambio algo me llevaré. —Hizo una pausa, dejando que el silencio consumiera de nuevo el lugar. Al líder de los zorros la situación le heló la sangre—. A cambio de algo como vuestros valiosos poderes, quiero que seáis mis espías y me informéis de aquello relevante en los terrenos del Dios del Agua. Espías del Caos, por así decirlo. Aunque también habrá otras consecuencias más… directas.—¿Se puede saber que consecuencias serían esas? —preguntó el líder de los zorros. El Dios soltó una gran carcajada. —¿En serio crees que necesitas saberlo? No estás en posición de exigirle nada a nadie, mocoso. El líder de los zorros, medio asustado y medio desesperado, intentó analizar con calma la situación. No importaba qué decisión tomara, tanto él como su especie iban a salir mal parados. Debía elegir entre la muerte de su especie o la posible deuda permanente con el Dios del Caos y, aunque iba a afectar a sus congéneres, la decisión era solo suya. La presión del momento hacía cada vez más mella en su capacidad para pensar con claridad. —¿Podría cada uno de mis compañeros elegir si aceptar o no su oferta? — preguntó, con temor a que el capricho del Dios del Caos se tornara en contra suya. El Dios del Caos estuvo un rato pensando en la petición del líder. —Acepto tu petición, que cada miembro decida su futuro. El zorro se sorprendió al ver que el Señor del Caos aceptó su petición. —¿En serio? Se lo agradezco muchísimo —dijo agachando la cabeza todo lo que pudo. Con un ligero movimiento de cabeza, uno esbirro del Caos salió de entre las sombras que, tras recibir un pergamino enrollado de su señor, se retiró apresuradamente de la sala. Al rato volvió con una bolsa llena de píldoras de un color lila oscuro y la dejó enfrente del zorro. —Quien decida recuperar sus poderes que tome una píldora —dijo el señor del Caos con su voz grave y penetrante.—Agradezco su ayuda, Dios del Caos —comentó el líder de los zorros. El zorro miró atentamente la bolsa, la cargó en su espalda con la ayuda del esbirro, e inmediatamente salió del lugar en dirección a los Terrenos del Agua. Mientras iba en dirección a las fronteras del Terreno del Caos, el líder no podía parar de pensar si la decisión era la adecuada. «¿Qué pensarían de haber ido a pedirle ayuda al mismo Caos? ¿Cómo reaccionaría su clan ante la píldora?» Realmente ni él sabía aún lo que quería. No estaba nada seguro de cuánto quería sacrificar por su poder. Pero ver caer a su especie, a su familia... Era demasiado doloroso. No era capaz de soportarlo. «Esto... Esto lo hago por la manada.» Era lo único que podía pensar para quitarse sus dudas sobre si realmente era lo correcto. Sin embargo, aunque dejaba a los miembros de la manada decidir qué hacer, temía que la especie se disgregara y se provocase alguna clase de conflicto. Dentro de su cabeza resonaba el mismo problema. Solo podía pensar en qué pasaría y si había hecho lo correcto. Con todos estos pensamientos era incapaz de conciliar el sueño. Al llegar a su hogar pidió que toda la especie se reuniera para comentar la reunión con el Dios del Caos. —Tras un largo viaje, he encontrado una solución para nuestro problema. Sin embargo, nos saldrá caro. —Realizó una pequeña pausa y puso la bolsa con las píldoras enfrente suyo—. Hice un trato con el Dios del Caos. Para solucionar nuestra decadencia habrá que tomarse una de estas extrañas píldoras. Quien lo haga, a parte de las consecuencias que pueda causar, deberá comprometerse a revelar información sobre los Terrenos del Agua a los vasallos del Caos. —antes de que la indignación se esparciera, el líder proclamó con autoridad— No obligaré a nadie a tomarla. La decisión es solo vuestra. Muchos se asustaron al escuchar sobre el Territorio del Caos, en especial cuando comentó que espiarían a su propio Dios. Aunque su Dios les hubiese abandonado, gran parte de ellos le seguían siendo fieles. —Dejaré tres días para que podáis pensarlo con claridad. Cuando finalice este plazo regresaré aquí a la misma hora de hoy. Quien acuda dará a entender que está de acuerdo con ingerir la píldora. —Tras decir esto abandonó la zona junto a sus más cercanos. Los zorros murmuraban entre sí. No estaban seguros de lo que deberían hacer. Algunos estaban muy enfurecidos por la decisión de su líder y no tardaron en irse malhumorados de la zona. Pero eran muchos los que estaban dudosos. Poco a poco, los zorros fueron abandonando el lugar para pensar con tranquilidad la oferta del líder. Una vez a solas con su esposa, el líder expresó con palabras las inquietudes que le atormentaban desde que salieron de los terrenos del Dios del Caos. —Espero que esta decisión no perjudique a nuestra especie, sólo pretendo ayudarles.—No te preocupes, ahora cada uno decidirá por su futuro. No todo depende de ti. —La cálida voz de su mujer intentaba animar al agotado líder. Pero el líder de los zorros seguía preocupado por el futuro de la siguiente generación, con la mirada perdida en cómo su hija jugueteaba en la hierba. Se culpaba a sí mismo, pero si no actuaba sabía que esto solo iría a peor. Esperar... Esperar era lo único que podía hacer. Al cabo de tres días se vería qué tipo de futuro recorrería la especie. Al día siguiente, en otro lugar del bosque los zorros que estaban más en contra de la píldora se reunieron para hablar sobre la situación. —¿Por qué el Dios del Caos?—Nunca haría un trato con ese monstruo.—Yo ya dije que no se podía confiar en él. Entre ellos surgieron muchas quejas sobre el jefe de la manada. Los indignados tenían muy claro que ellos rechazarían la oferta. Que los demás cayeran en manos del Dios del Caos era algo que no les gustaba. Debían convencer a los otros fuera como fuera. Había algo más oculto sobre las píldoras y eso les superaba. Entendían que deberían ser espías; pero aparte de eso había algo más tenebroso y ellos lo sentían. El problema era que ignoraban el qué. Aunque aprovecharían la ignorancia de la situación para persuadir a los demás zorros de que rechazasen la oferta. Así que iniciaron un rumor para asustar al resto de la manada. —Aquellos que tomen la píldora se convertirán en muertos vivientes al servicio del Dios de la Nigromancia. —Los falsos rumores no tardaron mucho en llegar a oídos del jefe de la manada. El líder de los zorros estaba perplejo. Él sabía que eso se lo habían inventado ya que en ningún momento habló de las consecuencias de tomarla. Así que llamó a sus subordinados más fieles y les pidió que hablasen con todos los zorros de la manada y desmintiesen el falso rumor. Cuando los subordinados se alejaron, la mujer se acercó para hablar de la situación. —Cariño, ¿qué haremos ahora? —preguntó preocupada.—Habrá que intentar que el rumor no avance más, o al menos concienciar a los demás de su falsedad. Espero que esto funcione... Esperando a que llegase el día en que tuvieran que decidir si aceptar la píldora, el líder intentó calmar a su mujer.
Los Ojos del Zorro Capítulo 1: Las Consecuencias de su decisión Los días pasaron y el momento de la decisión final llegó. El líder de la manada fue al lugar y hora acordada junto a su mujer y su pequeña hija para esperar al resto de la manada. Esperaría hasta el final del día para ver quién aceptaría la píldora y quién no. Su mujer estaba realmente preocupada: «Después de ese terrible rumor, ¿realmente alguien vendría? ¿Todos abandonarían su identidad, aquello de los que estuvieron orgullosos desde hace tanto tiempo?» En cambio, su marido se mantenía sereno. Realmente sabía que el que vendría sería porque también quería mantener sus poderes. Con todas esas preocupaciones en mente, esperaron. Por ahora la zona estaba vacía. Únicamente los graznidos de las aves se escuchaban, y en algunas ocasiones se podía percibir el sonido de las hojas de los árboles movidas por el viento. Hasta Kitsune, la hija del jefe, que siempre era muy revoltosa, mantenía la calma y la compostura, mirando hacia el frente y con las orejas atentas por cualquier sonido de sus compañeros. Al cabo de unas horas de espera se escuchó algo entre los árboles. La pequeña se disponía a dirigirse hacia esa dirección, pero su padre puso su pata de por medio para que no fuera. Algo no olía bien. De entre los arbustos salió un zorro de la manada, repleto de heridas. Era Hikye, el cabecilla del grupo que protegía la zona norte de los Terrenos del Agua y la mano derecha del líder. Al verlo el líder fue corriendo a socorrerlo. Kitsune se quedó totalmente pálida al ver semejante escena. Nunca había visto a uno de su especie tan herido como aquel zorro. Su madre intentó calmarla, aunque se notaba que la situación también le afectaba. Hikye les explicó que había miembros de la especie que estaban de acuerdo y habían ido a reunirse con el jefe; pero estos fueron detenidos y atacados por aquellos que estaban en contra de la píldora. Al escucharlo, el jefe, junto a su mujer y su hija, fueron adonde les guió el zorro. Salieron del bosque y pararon en una pradera a las fronteras de la facción del Agua. Allí encontraron al resto de la manada, esta vez dividida en dos bandos. Además, uno de los grupos se había puesto enfrente del bosque y no dejaba pasar al resto. —¿Qué se supone que estáis haciendo? ¡Esto es una deshonra para nuestra especie! —El jefe de la manada alzó la voz para que todos le escuchasen. Durante un pequeño instante se produjo un silencio que sería cortado por el grito de uno de los zorros que impedía el paso al bosque. —¡Deshonra es vendernos al Dios del Caos! Estas palabras alborotaron todavía más al bando en contra de la píldora. Eran palabras duras en una situación muy delicada, y en consecuencia dejaron sin habla al líder. Sin embargo, no era momento para mantenerse callado, así que respondió con determinación. —Si esa es vuestra decisión, no os toméis la píldora. Pero dejadnos a aquellos que quieran mantener su identidad. A aquellos que deseen mantener su orgullo. A aquellos que elijan seguir manteniendo su estatus en los terrenos del Agua. A aquellos que prefieran seguir siendo los zorros mágicos que somos ahora y no unos simples animales de bosque. ¡Dejad que ellos construyan su futuro y sigan el camino que han elegido! Los alborotadores fueron incapaces de responder ante tamaña determinación, así que recurrieron al único argumento al que podían aferrarse: no venderse al Dios del Caos. Y, como ninguno de los dos bandos cedía, la lucha se reanudó. Ante esta terrible escena, al jefe y a su esposa no les quedó más remedio que entrar en batalla para defender sus ideales. La cría observaba petrificada desde lejos la lucha entre los dos bandos, una guerra que dividiría a los zorros para siempre. Era incapaz de moverse del miedo, y sin embargo tampoco podía apartar la vista de esa escena. Ver cómo se mataban los unos a los otros hacía que brotasen lágrimas de sus ojos. Sentía como si todo fuera cada vez más lento y estuviera perdiendo color, hasta que al final sólo perduró el blanco y el negro. El fragor de la batalla era demasiado para ella. Y, a su vez, el no ser capaz de hacer nada la ponía en peligro. Por suerte, Hikye, demasiado herido como para volver al combate, la agarró y se la llevó dentro del bosque para ponerla a salvo. Sin embargo, Kitsune se soltó y regresó corriendo a la pradera donde la lucha se estaba produciendo. Se quedó detrás de un árbol, absorta de nuevo en la horrorosa escena. El otro zorro volvió para recogerla, pero ella se negaba rotundamente moverse de allí. —Mis padres están luchando ahí fuera. La cría, preocupada por lo que les podía pasar, no quería irse, pero Hikye seguía insistiendo. Aún en los límites del bosque se encontraban en peligro y la cosa podía llegar a más. —Mira pequeña, si empiezan a usar sus poderes el desastre será mayor y podrías salir herida. Tus padres jamás querrían esto. —dijo mientras le agarraba de la pata con la suya. Ella se deshizo del zorro herido y fue a agarrarse al árbol. —¡Jamás! Me da igual lo que me pase. Quiero quedarme cerca de mis padres. Tal y como Hikye predijo, la batalla se fue volviendo más feroz. Los alborotadores dejaron de usar sus zarpas y garras para pasar a la energía mágica. Las terribles llamas azules empezaron a azotar el campo. Todo lo que había alrededor empezó a arder y lo que era antes una pradera se convirtió en un campo de llamas. Ahora los zorros no recibían simples mordeduras o arañazos, también eran dañados por las graves quemaduras de sus llamas azules. Al ver ese desastre, Hikye, acabó cogiendo por la fuerza y por sorpresa a la cría, corriendo hacia el bosque. Kitsune se movía, intentando escapar, pero esta vez le estaba costando más debido a que él la había sujetado con más fuerza. No iba a permitir que se acercaran a ellos una vez desatada su magia. —¡Suéltame! ¡Déjame! ¡¡Quiero ir con mis padres!! Kitsune empezó a patalear. Su voz cada vez temblaba más y de sus ojos brotaban lágrimas hasta que al final se echó a llorar. —No quiero que mueran... —No morirán, tranquila. Tus padres son muy fuertes. El zorro intentaba calmar los llantos de la criatura, pero esta se deprimía cuanto más lejos estaban del campo de batalla. En el momento que creyó que estaban lo suficientemente lejos como para escapar de la furia de la batalla, Hikye dejó a la pequeña en el suelo. Esta no reaccionó. Ya había dejado de llorar, y se estaba completamente deprimida. Fue a una esquina y se tumbó sin decir palabra. Él estaba vigilando el perímetro con las orejas bien estiradas, por si escuchaba algún ruido; pero parecía que no había nadie por los alrededores. Mientras vigilaba la zona, se dio cuenta de que la cría estaba tumbada en un lado, y decidió acercarse para hablar con ella. —Escúchame, tus padres no van a morir. Así que no te tienes que preocupar por nada. —Dijo mientras movía el cuerpo de la criatura de un lado a otro. —¿Por qué se pelean?¿Por qué el Dios del Agua no hace nada por nosotros? —protestó mientras lo miraba con los ojos llorosos. Ante esas palabras, el zorro miró a un lado con cara de tristeza. Intentó recobrar algo de fuerza de su interior para contestar. —Él no tiene nada que ver con esto. La pelea está fuera de su región, así que no va a actuar ni por un bando ni por el otro. Ella se sorprendió ante esas palabras. Miró al suelo y lo arañó con rabia. Hikye se dio la vuelta y se sentó no muy lejos de ella, mirando hacia el cielo y pensando en todo lo que estaba ocurriendo. Durante todos estos años habían sido guardianes de los Terrenos del Agua, y ahora que era cuando más necesitaban a su señor, este les había abandonado. No había palabras para expresar cómo se sentían. El zorro herido cerró los ojos, esperando que esta batalla no acabase siendo el final de la especie. Las horas fueron pasando y seguían sin saber nada sobre la situación de la pelea. La pequeña cría se levantó para echar un ojo a la zona; pero, aparte de que no vio nada, el otro zorro apenas le dejaba separarse. —No nos podemos quedar aquí toda la vida —clamó la cría, enfadada, mientras se apartaba de él. —Te doy la razón, pero somos un zorro herido y un cachorro ¿qué crees que haremos allí? —respondió, interponiéndose en el camino de la cría. —No lo sé, pero no puedo quedarme aquí tumbada sin hacer nada. Dicho esto, lo esquivó y se fue en dirección al campo de batalla. A Hikye no le quedó más remedio que perseguirla. —¡Detente!¡No conseguirás nada si te matan! —gritó en vano. Por mucho que Hikye gritase, la pequeña no le prestaba atención. Estaba harta de esperar, quería ver con sus propios ojos cómo estaban el campo de batalla y sus padres, aunque eso pudiese acarrearle graves secuelas emocionales. Una vez estuvieron cerca del campo de batalla, vieron cómo el bosque que había cerca estaba totalmente chamuscado. Y, sin embargo, no había ningún fuego encendido. Era como si alguien hubiera extinguido las llamas. Al acercarse un poco más al lugar vieron que la pradera había quedado en un estado lamentable. Estaba repleto de cuerpos de zorros muertos, en una zona abrasada por el fuego ya extinto. Pero lo que les pareció más increíble, es que el campo estaba empapado de agua. Hikye observaba los cuerpos para ver si había algún superviviente; pero desgraciadamente no tuvo suerte. Mientras Hikye investigaba, la pequeña miraba de un lado a otro impactada por la escena. Tantos de los suyos en el suelo, con heridas, quemaduras… Era una escena demasiado dura para una cría tan pequeña. Hikye le repitió varias veces que no se torturase más y se quedase a un lado mientras él investigaba. Pero ella se negaba, siguió adelante y se adentro en el campo mirando los cuerpos de sus compañeros, esperando no ver el cuerpo de sus padres entre ellos. Por suerte, la cría ni vio a sus padres ni detectó su olor. Dio un gran suspiro ya que no vio el cadáver de sus padres, asumiendo que aún seguían vivos. Aún así, no sabían qué había pasado, dónde estaban los demás, ni quién se involucró en la batalla. Los dos zorros rastrearon la zona a ver si encontraban el rastro de los demás. Desgraciadamente no pudieron despedirse ni enterrar a los caídos como era debido en sus costumbres, eran demasiados y aún tenían que encontrar a los que faltaban. Aun así estaban convencidos de que harían alguna ceremonia funeraria en el nombre de todos los fallecidos en esta guerra. Kitsune al ver que no encontraba nada fue con lágrimas en los ojos a donde estaba el otro zorro. —¿Dónde están los demás? ¿Qué ha pasado aquí? Yo creía que nadie se entrometería en esta guerra. Hikye tampoco acababa de comprender lo ocurrido, pero sabía que algo intervino en la batalla y obligó a los zorros a abandonar la zona. Se quedó un rato pensativo, tenían que decidir qué deberían hacer. Teniendo en cuenta la situación y sabiendo lo poderosos que son los zorros de llama azul, aun teniendo su poder en decadencia, sólo podrían hacer una cosa. —Ven conmigo, tengo una ligera idea de que podría haber pasado. —El zorro se fue del campo de batalla con la cría vuelta hacia el bosque. —¿Dónde vamos? ¿Sabes dónde están los demás? —La cría preguntó, pero desgraciadamente no obtuvo ninguna respuesta. Hikye estaba muy concentrado y decidido a regresar hacia el terreno de agua. La pequeña estaba confusa al ver que volvían a la región que supuestamente habían abandonado. Observaba los alrededores por si podía ver a alguien familiar o al menos lograba conseguir una pista de lo que había pasado. Llegaron hasta un pueblo del Dios del Agua, pero sin entrar en él quedándose por los alrededores. Hikye miró fijamente a la cría y le dio una pulsera con unos matices lilas que tenía en el brazo. —Toma, ve a la taberna de este pueblo y espérame allí, volveré dentro de poco. —¿Por qué no me dices que ocurre? —preguntó preocupada al ver la reacción del zorro. —Te juro que cuando vuelva te contare todo lo que ha estado ocurriendo, hasta entonces debes prometerme que no te moverás de ahí —respondió mirándola fijamente. La pequeña veía que no le sacaría nada, así que se movió hacia dentro del pueblo mientras veía a su compañero desaparecer. Una vez dentro del pueblo, fue a la taberna que había en la zona y entró en ella. Ya había ido alguna vez con su familia, pero era la primera vez que la habían dejado sola. Entró al local y se dirigió a una mesa, se subió a la silla y miró a la tabernera. Al poco rato se le acercó a la mesa. —Buenos días cariño, ¿qué te puedo servir?, las patas de pollo son nuestra especialidad —preguntó con una gran sonrisa la tabernera a la cría. La cría algo preocupada por su amigo tardó un poco en reaccionar a la pregunta. —Ehh, entonces dame una pata de pollo. —dijo algo avergonzada. —¿Y qué te apetece de beber pequeña? —Agua —respondió algo fría. —Muy bien, dentro de poco le serviremos la comida, cariño. —Después de atenderla, la tabernera se fue a la barra y la cría se quedó sola en la mesa mirando la ventana. Aunque estuviera concentrada mirando lo que había fuera de la taberna, no podía evitar sentirse observada por las demás criaturas del local. Incluso podía escuchar como susurraban entre ellos. Daba la impresión que algunos no sabían que los zorros tienen un buen oído, desgraciadamente para ellos, Kitsune podía tanto oír como entender lo que iban diciendo. —¿Has visto esa cría ahí sola? —Su raza lleva tiempo en decadencia. —Su especie está acabada… Ella estaba atenta a los comentarios ya que podían decir algo sobre el tema que le ayudará a saber que pasaba. Aun teniendo que ir escuchando todo tipo de comentarios sobre su especie no dejó ni un instante de mirar la ventana. Estaba a la espera de poder ver a su compañero o a otro miembro de la manada. La tabernera que la atendió volvió a la mesa a traer lo que había pedido. La cría giró su cabeza y estiró la pata delantera donde llevaba la pulsera hacia la chica. Esta cogió la pulsera y fue un momento a la barra para poder cambiarla por otras de menor valor. La tabernera volvió con una pulsera verde y cuatro verdes y las repartió entre las patas delanteras de la criatura. También trajo el pollo en un plato y le puso el agua en un cuenco para facilitarle el poder beberlo. —Muchas gracias pequeña, disfruta de la comida —comentó con una gran sonrisa. Una vez cobrada la comida, la chica se fue y la pequeña empezó a comer. Ella miraba la ventana mientras comía, esperando ver a alguien familiar. Pero por desgracia no veía a nadie. «¿Cuánto más van a tardar?» se preguntaba mientras miraba su reflejo en el cuenco de agua. Suspiró y apoyó un momento la cabeza en la mesa. Bajó sus orejas cansada, y cerró un momento los ojos para relajarse. Al poco tiempo escuchó un ruido de fuera que le hizo levantar tanto la cabeza como las orejas. Cuando miró hacia las puertas por si veía algo estas se abrieron y entró un sacerdote del templo del Agua. Todas las criaturas del local se quedaron sorprendidas, en especial Kitsune que a su vez estaba preocupada por la presencia del clérigo. Que un sacerdote del templo del agua se acercarse al pueblo no solían ser buenas noticias. El sacerdote iba observando las mesas, con una mirada aterradora, como si buscase un criminal sentado en ellas. Al mirar la mesa donde estaba la pequeña su mirada se volvió todavía más amenazante. Cuando Kitsune se percató de ello, observó sus alrededores para asegurarse que no mirase otra cosa, pero desgraciadamente no era así. Los otros clientes no tardaron en girarse hacia ella, avergonzándola por completo. El sacerdote avanzó hasta la mesa de la pequeña mirándola fijamente mientras ella bajaba las orejas y lo miraba preocupada. El sacerdote hizo un gesto con la mano para que le siguiera. Kitsune bajó de la mesa y empezó a seguir al sacerdote con la cabeza baja, mientras era observada por los demás. El sacerdote la llevó hasta una zona del bosque lejano al templo del Agua. En ningún momento se atrevió abrir la boca para preguntarle dónde se dirigían. Tras unos largos minutos de caminar, sintió el olor de los demás zorros, levantó las orejas y la cabeza y se le iluminaron ojos. Se mostraba algo ansiosa por verlos, pero no tardó mucho en ver que si el sacerdote la estaba llevando ahí no sería algo bueno. Miró al sacerdote y al ver su expresión era algo enfadado bajo inmediatamente las orejas y se relajo. Siguieron caminando hasta llegar a un claro, donde pudo ver a su padre y a su madre con bastantes heridas. —¡Mama, Papa! Kitsune salió corriendo hacia ellos con una gran sonrisa, pero al acercarse y ver esas heridas su rostro cambió completamente. Su madre no dudo en ir a ella para poder abrazarla, en cambio el padre se mantuvo mirando fijamente al sacerdote con algo de furia. Se alegraron de ver que estaba perfectamente a salvo. —Mamá, ¿dónde están los demás? ¿Están bien? —preguntó empujándola con sus patas delanteras. La madre dejó caer unas lágrimas, pero no pudo contestarle. Kitsune, al ver que su madre no decía nada, callo y se acurrucó junto a ella. —Ahí tenéis a la pequeña, como os prometimos, ahora cumplid vosotros también con vuestra parte —dijo en alto con una voz fría el sacerdote. El zorro líder se levantó e hizo una seña con la cabeza a la madre para que se fueran. —Tranquilo, nosotros también cumpliremos la promesa. —contestó enfadado y de forma tosca. Al levantarse la cría miró al sacerdote y salió de entre las patas de la madre para dirigirse a él. —Están heridos, ¿porque no les ayudas? Pensaba... pensaba que erais nuestros amigos —gritó con lágrimas en los ojos. Su madre la empujó para que se moviera. Mientras caminaba se dio cuenta que el sacerdote no estaba contento con la situación. Y debido a ello, Kitsune solo podía mostrar decepción, tristeza e impotencia. Los tres zorros se adentraron en el bosque. Cuando perdieron de vista al sacerdote, la pequeña miró al frente y se dirigió a su padre. —¿Papa hacia dónde vamos? —preguntó seria. —Iremos donde esta el resto de la manada —dijo fríamente sin mirarla. Su madre, viendo que el líder no quería hablar del asunto la agarro con la boca para ponerla junto a ella. —Mama, no, dejame… —comentó la cría pataleando. —Kitsune por favor, quédate quieta. Cuando la cosa se calme ya hablaremos de lo ocurrido. Hasta entonces, no sigas insistiendo. —dijo la madre dejándola en el suelo, a su lado. Kitsune se calló por el momento. estaba enfadada por no poder saber qué ocurría, pero sabía que no lo lograría que se lo explicasen. Kitsune y sus padres salieron del bosque de los Terrenos del Agua. La pequeña miró atrás, hacia el bosque, sabiendo que si se marchaban de él solo podía ser por un motivo: el destierro. Al salir del bosque pudo sentir el olor de sus compañeros, eso la hacía feliz aunque la situación no les favoreciera. Estaba deseosa de estar con los suyos, aun así no se atrevió a adelantarse y se quedó al lado de su madre hasta poder ver a los demás. Cuando llegaron junto al resto de la manada, se percató que faltaban muchísimos de ellos. Y a los pocos que estaban, se les veía realmente heridos. Uno de los zorros se les acercó. —Veo que su hija está bien. Me alegro de ello —comentó mirando a la cría con una cálida sonrisa. Después el zorro miró fijamente al líder. —Líder… ¿Qué haremos ahora? —Tendremos que buscar un lugar donde quedarnos, las zonas que están fuera de los terrenos gobernado por los Dioses suelen ser más peligrosas así que habrá que estar preparados —comentó adelantándose hacia los demás. —Sí, mi líder —respondió decidido el otro zorro. El líder se puso en frente de lo que quedaba de manada y alzó su voz. —Queridos compañeros, debo suponer que si seguís aquí después de todo esto es que al final aceptáis la píldora. Lamento mucho la pérdida de gran parte de nuestros compañeros, realmente jamás pensé que acabaría la cosa así. Pero no es momento de bajar la cabeza, debemos encontrar un lugar donde vivir y defenderlo para las generaciones que están por venir. Todos aclamaron al unísono las palabras de su líder, parecía que aún quedaba esperanza dentro de ellos pese a su precaria situación. —Entonces es como me temía… Nos han desterrado —comentó Kitsu con la mirada baja y los ojos llorosos. —Tranquila hija mía, no te preocupes, saldremos de esta — La madre le lamió la cabeza y la acarició con la suya. —No es eso, confío en vosotros… —aclaró entre algunas lágrimas. —Entonces dime, ¿Qué es lo que te preocupa? —No hay nada que me preocupe, es solo… Que me siento traicionada por el Dios del Agua. Siento un gran odio hacia él; pero a la vez mucha tristeza por lo ocurrido —dijo temblando mientras le caían las lagrimas. Su padre se acercó a ella al escuchar sus llantos. Se puso enfrente de ella y con su pata alzo su cabeza para que lo mirase a los ojos. —Escucha Kitsu, nosotros dejamos de lado al Dios del Agua y por ello hemos recibido un castigo. Es mejor que no pienses mucho en ello ahora —explicó con tono serio. Dicho esto se dio la vuelta para ponerse enfrente de la manada. La cría se le quedó mirando con tristeza, sabía que lo que había dicho era verdad, pero el Dios del Agua les dejó de lado primero y tuvieron que buscar ayuda donde nadie quería hacerlo. Pero sabía que intentar discutirlo no serviría de nada. Es por ello que al final a causa de su cansancio, se acurrucó junto a su madre esperando que no tuvieran problemas para sobrevivir fuera de los terrenos del Agua. —Escuchad, hoy es el día que dejaremos de perder nuestras raíces, nuestro poder, nuestro honor. He traído las píldoras conmigo, para ver si son peligrosas seré yo el primero en probarlo. Hasta que no avise, no quiero que os acerquéis —dijo en alto delante de la manada entre gritos y alabanzas de los zorros. Tras decir eso, tomó la bolsa de tela que llevaba consigo, sacó una píldora y se la tragó de golpe delante de la manada. Todos estaban expectantes ante la situación, había una gran tensión esperando el resultado de tal acción. Durante los primeros instantes no ocurrió nada. Una vez pasado la media hora los efectos empezaron a hacerse visibles. El líder se desmayó cayendo al suelo y empezó a temblar. Los demás estaban muy preocupados pero no podían acercarse a él, ya que les suplicó que no lo hicieran, no se sabía que podía pasar si lo hacían. Después de estar un rato temblando su pelaje se empezó a blanquear y a caer. Unas marcas rojizas, que brillaban como si fuera un rubí, salieron en ciertas zonas de su cuerpo. Su brillo recordaba al que emanaba de los ojos del Dios del Caos. Una llama azul envolvió la punta de su cola y un aro de fuego se colocó cerca de la base de la llama. No obstante, ese azul no era el mismo que tenían antes con sus poderes, era más oscuro, más parecido al de los fuegos fatuos. Otra llama del mismo color que la anterior, pero más pequeña, surgió de la nada rodeando al zorro y moviéndose con voluntad propia. En su rostro se reflejaba el sufrimiento que padecía. Cada pocos segundos soltaba algún chillido, apretaba con fuerza los dientes, y aun estando inconsciente se movía de un lado hacia otro. Los demás quedaron impactados y atónitos al ver esa escena. La cría asustada se escondió detrás de su madre, mirando tanto la bolsa como a su padre en ese fatídico momento. Estaba asustada por la reacción que provocaba la píldora, ya que sabía que ella también se la tendría que tomar. Una vez finalizó aparentemente la transformación, el zorro líder se calmó. Parecía que lo peor ya había pasado. El resto de la manada lo miró dudoso, no sabían si el cambio había sido solo físico o había algo más. No parecía que se fuese a despertar en poco tiempo. Los compañeros lo miraban intrigados, pero este no despertaba, hasta que Hikye, cansado de esperar, se adelantó junto a otro miembro de su grupo. Iban poco a poco, atentos a cualquier posible reacción del líder. Aunque parecía que todo el mundo estaba atento a lo que le pudiese ocurrir al líder, hubo cierta pequeña que no pudo apartar la mirada de esa llama que salió en mitad de ese espectáculo. Esta no se movía lo más mínimo, se quedó en el mismo lugar que en el que apareció. Pero Kitsune no pensaba dejar de observarlo hasta que su padre recobrase el sentido. Al final los dos zorros se pudieron acercar a él sin el menor problema. No parecía que el líder fuese a reaccionar. Una vez que este se despertó y se estabilizó, se miró a sí mismo y después a los demás. Sus dos compañeros le ayudaron a mantenerse de pie, ya que después de la transformación tenía los huesos y los músculos doloridos. No obstante, sentía que el dolor iba desapareciendo con rapidez y su cuerpo sanaba cualquier herida que pudiera haberle hecho la transformación. Una vez se pudo poner en pie, la manada lo miraba ansiosa de oír una respuesta. —Compañeros, se que este cambio de apariencia es desagradable, pero mentalmente siento que soy el mismo de siempre. Todos los zorros se alegraron ante esa noticia. Era increíble que algo del Dios del Caos no afectase a tu forma de ser. Kitsune se acercó lentamente a su padre al ver que hablaba con total normalidad. Este la acarició al verla cerca de él. —Tranquila, Kitsu, no temas. Papá está bien —dijo acercando su cabeza y comentándolo con una voz tenue. Eso relajo tanto a la manada como también a la madre de la pequeña. Viendo que el líder parecía haberse visto afectado solo físicamente la manada decidió que era hora de tomar esa píldora. El padre de Kitsu agarró la bolsa con la boca y la soltó frente manada en símbolo de que ya podían comérsela. El resto de la manada fuera pasando en orden para tomarse la píldora. Sabiendo que seguramente se desmayarían decidieron ir de tres en tres, para así asegurarse de que serían capaces de defender al resto en caso de que algo ocurriese. Pero como tampoco podían fiarse de que siempre ocurriría lo mismo decidieron que las crías fueran las últimas en tomarse las píldoras. La manada estaba confiada, tal vez demasiado. Los primeros fueron los cabecillas de los grupos que vigilaban el norte, este y sur. Se pusieron delante del líder y tomaron cada uno una píldora. Se apartaron a un lado, y cuando el líder se lo indicó, se tomaron a la vez la cápsula. Al igual que con padre de Kitsu, fue al cabo de unos minutos cuando empezaron a desmayarse y también temblar. El resultado no fue distinto al primero. Una vez despertaron el siguiente grupo se dispuso a tomar la píldora hasta que finalmente llegó la hora de que la crías, entre ellas Kitsune, se la tomasen. Era un momento demasiado importante en su vida. Cuando se puso delante de la bolsa estaba realmente asustada. Temblaba, y le salían algunas gotas de sudor frío por el cuerpo. Su padre puso la zarpa en su espalda y ella reaccionó mirándolo asustada. Él la observaba con una mirada serena intentando tranquilizarla. Eso la ayudó bastante y al final agarró una de las píldoras y se fue al lado de su madre. Una vez se situó junto a ella se tragó la píldora de un golpe, se agarró a su madre, cerró los ojos y esperó a que esta hiciera efecto. Como a todos a la media hora tuvo esos temblores y después de caer inconsciente vinieron los cambios de aspecto, pero sus padres no se alejaron de su lado en ningún un momento. Una vez la transformación concluyó, se quedó en el suelo estirada. Su madre se tumbó a su lado esperando a que se despertase. Al despertar, miró a sus padres algo aliviada. —¡Míradme!, mamá, papá, ya soy como todos. Ahora ya no perderemos nuestros poderes —exclamó levantándose mientras se mostraba en su cara una gran sonrisa. Los padres sonreían al ver la reacción de la pequeña. Mientras Kitsu mostraba su alegría corriendo alrededor de sus padres, la llama que le apareció se cruzó en frente suyo. —Oye papi, ¿esto…? —preguntó señalando la llama. —No estoy seguro hija, he visto varias veces este tipo de llamas en otras criaturas, seguramente será algún tipo de espía del Dios del Caos. Por ahí le mandara la información o algo así —explicó mientras intentaba alcanzar la llama con la pata. La cría seguía mirando esa llama fijamente, se iba moviendo de un lado a otro sin ningún tipo de control. Llegó un momento en que sus instintos la motivaron a dar caza a esa llama y empezó a perseguirla. Sin embargo era incapaz de atraparla y si lo conseguía, desaparecía de entre sus zarpas, volviendo aparecer a su lado. —Ohh, pero si te había atrapado —reprochó mirando decepcionada a la llama. Esta reacciono moviéndose de un lado a otro a su alrededor, parecía que no se fuese alejar de su lado. Kitsu iba mirando como se movía de un lado a otro, pero al ver que no se iba a dejar atrapar decidió no hacerle caso. —Bahh, paso de ti. No me interesas. —Giró la cabeza, mirando hacia el lado contrario a la llama. Kitsu se iba moviendo mientras la llama le seguía de cerca. La criatura miraba de reojo como le seguía. Ver que no se iba a alejar de su lado, le iba causando un cierto estrés. —Pero bueno, ¿a qué estás jugando? —preguntó enfadada a la llama. La llama reaccionó moviéndose hacia atrás, pero al poco rato se situó a su lado. —Uffff, se acabó. Kitsu empezó a correr de un lado para otro para ver si la perdía de vista, pero en ningún instante se alejó de su lado. La pequeña harta de ser perseguida, dio un giro repentino y escupió una pequeña bola de fuego azulada hacia la llama. Esta la esquivo de forma rápida y precisa, como si hubiese predicho que le iba a lanzar ese ataque. —Mamá, papá, ¿estais seguros que es inofensiva? —preguntó asustada mientras se movía hacia atrás con el pelaje erizado. Su padre se le acercó y se sentó a su lado. Kitsu aprovechó en ese momento para agarrarse a la pata de su padre. —No te preocupes hija mía, son inofensivas para el que la lleva. Pero si por algún caso intenta hacerte algo ya me encargare yo de ella. —Arañó esa llama que se partió en dos al golpearla, pero volvió a juntarse. Kitsu, aún así, no dejó de mirar esa llama fijamente durante el resto del día. Llegó la noche. Los zorros vigías se quedaron en las zonas más altas que había en las colinas. Mientras los demás les tocaba descansar para el día que les esperaba fuera de los terrenos del Agua. Era la primera vez que Kitsu pasaba la noche fuera de los Terrenos del Agua y estaba bastante asustada, aun estando cerca de su familia. Había escuchado muchas historias acerca de los que viven en Las Tierras de Nadie. La llama de Kitsu que en aquel momento no daba apenas luz, empezó a brillar con algo más de intensidad y se puso entre sus patas. Kitsune sentía el calor que la llama desprendía. La luz, aunque no era muy fuerte, le iluminaba la zona cercana para que no estuviera totalmente a oscuras. Eso la calmó bastante y ayudó a que pudiera cerrar los ojos tranquilamente. —¿Por qué me ayudas? —preguntó Kitsune medio dormida. La llama reaccionó a su pregunta moviéndose entre las patas de Kitsu y soltando un pequeño ruido. —Pensaba que todo lo que tenía que ver con el Dios del Caos era malo —dijo mientras cerraba poco a poco sus ojos. La llama se movía de derecha a izquierda. —¿Me estas diciendo que no es cierto? —preguntó estirando una pata y apoyando su cabeza ahí. La llama seguía moviéndose de derecha izquierda. —¿Qué no es malo?¿O qué sí es malo? No te entiendo —levantó la cabeza del suelo. La llama seguía moviéndose de la misma forma. —Madre mia, mi llama salió defectuosa —exclamó girándose, mirando hacia el otro lado. Pero al ver la oscuridad de la zona, volvió a girarse rápidamente. —Pero al menos iluminas algo —contestó algo sonrojada, mientras cerraba los ojos. La llama, al ver que no la comprendía dejó de moverse, se situó cerca de su cabeza y atenuó la luz que producía para que no le molestase mucho al dormir.
Los Ojos del Zorro Capítulo 2: Un Giro Inesperado Mientras los clanes de zorros luchaban por su supervivencia, en el templo del Agua se iba a discutir sobre las consecuencias de los acontecimientos recientes. Dicha discusión ocurriría en la sala del consejo del templo, una enorme sala con una mesa ovalada situada en el centro donde se reunirían los sacerdotes. Una hermosa fuente de piedra coronaba el centro de la mesa; y unas grandes columnas se situaban en las esquinas desde las cuales recorría agua hasta un canal, decorado con flores blancas, que rodeaba toda la sala. Era el lugar perfecto para que el consejo del Dios del Agua se reuniera y debatiera sobre los eventos que ocurrían en los Terrenos del Agua. Los sacerdotes fueron entrando en la sala. La mayoría de ellos vestían unas túnicas sencillas, pero uno destacaba entre ellos, el sumo sacerdote Fanry, con una vestimenta más llamativa y una vara de gran tamaño. Este se posiciono en una punta de la mesa presidiendo el consejo mientras que los demás se sentaron en los lados. —Señores, ya sabéis por qué estamos reunidos aquí. Necesitamos buscar la solución a la crisis de nuestras tierras. —Entonces, ¿realmente eran ciertos los rumores sobre el Dios del Agua? —preguntó un sacerdotes. —Desgraciadamente sí —respondió el sumo sacerdote apoyándose en su vara decorada con adornos azules que relucían como si vieras reflejado el mar en ella Al escuchar la respuesta los demás sacerdotes empezaron hablar entre ellos sin prestar atención al sumo sacerdote. Al ver que le ignoraban Fanry frunció el ceño y se levantó de la silla. Con un simple gesto con la vara, esta se iluminó, y de la fuente surgió con fuerza un enorme chorro de agua que se elevó hasta casi llegar al techo de la sala, explotando, y dejando caer unas pequeñas gotas sobre la mesa y los sacerdotes. Estos reaccionaron ante el chorro de agua, siendo un momento perfecto para que el sumo sacerdote alzase la voz. —Señores, ¡Silencio por favor! —exclamó el sacerdote principal. Los allí reunidos callaron ante la voz de su superior. Aunque el mismo Fanry se mantenía sereno a todos los demás se les notaba algo alterados, a algunos de ellos incluso les temblaba la voz a la hora de hablar sobre su Señor o los guardianes. Inquietos por la situación, miraban preocupados al sumo sacerdote esperando que él supiera qué hacer. —Su eminencia ¿Se le ocurre que podemos hacer? —preguntó otro sacerdote. —Por ahora tendremos que mantener la calma en nuestros Terrenos, manipularemos la información para que no sea tan impactante para nuestros ciudadanos. —explicó el sumo sacerdote. Uno de ellos se alzó rápidamente y golpeó la mesa con sus manos. —Pero seguramente los rumores ya se hayan extendido por todo el Terreno. —Reprochó alterado —Por mucho que la manipulemos la gente ya debe conocer la verdad y si no actuamos rápido podría ser un caos. Fanry hizo un gesto con la mano para que el sacerdote tomará de nuevo asiento. —Tranquilo, la gente puede saber qué ocurre por encima, pero nosotros tenemos que convencerles de que la situación está bajo control. De esta forma evitaremos el caos del que tanto teméis —contestó notablemente calmado. —Eso es solo un arreglo temporal, no servirá para solucionar el problema que tenemos. Tsss, no me puedo creer que estos guardianes fueran tan incompetentes. Después de echar a aquellos ineptos esperaba que la cosa mejorase —criticó otro sacerdote mientras se apoyaba hacia atrás en la silla, cruzando tanto los brazos como las piernas. —¿No se sabe cómo ocurrió? ¿O quién fue el culpable? —preguntó preocupado otro de los presentes. —No, desgraciadamente el culpable supo deshacerse de las pruebas que lo pudiesen delatar —le respondió Fanry cerrando los ojos. —No me puedo creer lo que está pasando. Primero la ineficiencia de los guardianes y ahora un Dios comportándose como nunca se había visto. Esto es un desastre —se quejó el anterior alterado poniéndose las manos en la cabeza. —¿Y qué piensa hacer con este Dios? —preguntó enfurruñado el sacerdote que estaba apoyado atrás en la silla. —Con este Dios poco podemos hacer, no creo que tenga remedio… —respondió enojado Fanry —Nos centraremos ahora en nuestros ciudadanos y en que esta situación no provoque la perdición de los Terrenos del Agua. Sobre el Dios ya lo hablaremos en otra reunión. —Dio un golpe con la vara al suelo, provocando que la fuente antes activa se detuviera—. Doy por terminada la reunión, centraos en modificar la información que llegue a los pueblos. Mañana a la misma hora dará paso a la siguiente reunión del consejo del tempo principal del Agua —declaró al consejo. Todos los sacerdotes se levantaron al unísono y se fueron de la sala con la mirada inquieta y sudorosos por sus propios nervios. A algunos de ellos no parecía convencerles la decisión de Fanry y decidieron juntarse con la esperanza de poder encontrar alguna solución sin tener que depender del sumo sacerdote. ***** En unas colinas dentro de las Tierras de Nadie los zorros decidieron parar para poder pasar la noche. Las crías estaban cansadas después de un duro dia. El viaje había sido agotador. La presencia de terribles criaturas por los alrededores empeoro la situación de los zorros, obligándoles a moverse de sus posibles madrigueras. El líder visitó a la manada para ir comprobando cómo estaban, mientras que Kitsu miraba como estaban las crías imitando a su padre. A muchos zorros les hizo gracia ver a la pequeña Kitsu visitando a las crías de la manada preguntando cómo les fue el viaje, si necesitaban algo o cómo estaban sus padres y cómo se comportaba la llama. Estos momentos de tranquilidad eran indispensables para que no decayera la moral de la manada. Una vez acabó de atender a todos los zorros tanto el líder como Kitsu se reunieron junto a la esposa del líder. —¿Alguna novedad de la que informar mi joven caballero Kitsu? —preguntó el líder sentándose delante de su hija. Kitsune se sentó enfrente suyo, alzó su mirada y su pecho al mismo tiempo y se quedó todo lo quieta que le permitiese su cuerpo para demostrar su firmeza. —No, mi señor todo correcto. Las crías aguantan el ritmo y las llamas las tengo bajo control, en especial a esta —comentó Kitsu acercando su cara a la llama y mirándola inquisitivamente. —Muy bien Kitsune, si sigues así serás una estupenda líder —dijo felicitando a la pequeña. Kitsune no podía contener la alegría, su cola se movía de un lado para otro y se le iluminaron los ojos. Fue en ese momento que se levantó y saltó encima de su padre. Mientras tanto, su madre fue detrás de una roca y cogió con las fauces un hueso que tenía unos pocos trozos de carne pegados a él. —Kitsune, mira, como compensación por un gran trabajo —le dijo su madre. Kitsune al ver ese hueso dejó de lado a su padre y saltó a por él. Su madre lo soltó al ver que Kitsu lo agarraba con la boca. Una vez obtuvo el hueso la pequeña se apartó a un lado a mordisquearlo y comerse esos trocitos de carne. Su madre aprovechó ese momento para echarse encima de Kitsu y darle su baño diario. —Ohhh, nooo, mamá, eso es trampa —se quejó viendo que no podía escaparse. —Mi pequeña, sabes que te vas a dar el baño si o si, deberías alegrarte que al menos tienes algo con que entretenerte —aclaró su madre mientras le lamia la cabeza. Aunque Kitsu tenía ese sabroso hueso en su boca, su cara mostraba algo contrario a la felicidad. Estaba estirada apoyando su cabeza en el suelo esperando a que su tortura acabase.. —Me pregunto por qué estas cosas no se pueden oler u oír. Así estaría alerta de que no me pillasen —siguió quejándose Kitsu. —Lo siento cariño, pero esto es lo que hay. Agradezco que no sea así, entonces daros un baño sería una persecución diaria —comentó el líder mientras se estiraba en la hierba. En ese momento levantó sus orejas y miró hacia un lado, escuchaba que alguien venía. Pero al reconocer un olor de uno de sus compañeros, se levantó plácidamente y espero a que llegase el zorro. El zorro llegó totalmente agotado, jadeando y sudando como si hubiera recorrido un desierto entero. Cuando llegó delante del líder le saludo como pudo y se sentó de golpe. En cuanto recuperó el aliento, el padre de Kitsu le pidió que le acompañase hasta un pequeño lago, no muy lejos de donde se encontraba la manada, para que pudiera beber un poco de agua y relajarse. Una vez llegaron allí, el zorro se puso a beber agua y se tumbó cerca del lago para que pudiera beber cuando lo necesitase. El zorro líder se paseó por la zona con las orejas y la nariz bien atentas para asegurarse que no hubiera nadie cerca. Cuando acabó de reconocer el terreno, el zorro líder, volvió junto al otro zorro para conversar de lo que le había pasado. —Viendo como has vuelto creo que tienes algo interesante que decirme, ¿me equivoco? —preguntó el líder a su compañero. —Sí, mi líder. Los Terrenos del Agua están pasando por muchos problemas —comentó jadeando aún por el cansancio. —Tss ¿mas problemas con esos nuevos guardianes?, sino fuera porqué le tengo aprecio a la zona en la que me crié me estaría riendo de su patética situación —comentó enojado el líder. —Mi líder, no se por qué seguimos investigando la zona, nos abandonaron, deberían sufrir las consecuencias ahora por estúpidos —le recriminó su espía. Al escuchar las críticas de su compañero el líder se sentó, bajo la cabeza y cerró con fuerza los ojos. Por mucha ira que sintiera hacia Dios y su consejo de aduladores, no podía rechazar su tierra natal, aún tenía amigos y compañeros viviendo allí. Estuvo un instante con los ojos cerrados pensando en todo el embrollo que se había formado en su cabeza. No obstante sabía que ese no era el momento de quedarse callado y pensativo, así que abrió los ojos y se dirigió a su compañero. —Entonces ¿me puedes explicar, qué problemas tienen ahora? —preguntó algo irritado. El zorro espía miró al suelo, su rostro había cambiado, mostraba su preocupación en la cara. —Los guardianes han metido la pata hasta el fondo… —respondió con una voz más débil. El líder, al percatarse del cambio de actitud de su compañero, lo miró extrañado. —¿Qué hay de raro en eso? Desde que nos sustituyeron parece que no han dado mucho la talla —insinuó el líder. —No, mi líder esta vez sí que es algo grave —dijo mirando fijamente al padre de Kitsu, con un tono serio. El líder viendo la seriedad en el rostro de su compañero decidió que no era apropiado seguir bromeando y empezó a tomarse en serio las palabras de su espía. —¿Cuéntame, qué ha ocurrido? —preguntó con un tono serio. —El Dios del Agua… ha muerto… —respondió el zorro. El líder se quedó atónito al oír la respuesta, sus pupilas se contrajeron, le salían gotas de sudor frío por el cuerpo y se quedó petrificado después de semejante noticia. Tardó unos minutos en poder asimilar la noticia y responderle a su compañero. —¿Estás seguro? ¿la fuente era fiable? —preguntó alterado el líder. —Sí, me asegure personalmente de informarme de varias fuentes de confianza. —respondió. El líder se levantó y empezó a dar vueltas por la zona donde se encontraban. —¿Se sabe quién lo hizo? ¿o cómo ocurrió? —Siguió preguntando el líder. —No. Sea quien sea, sabía lo que se hacía —contestó preocupado. El líder empezó a refunfuñar sobre lo patéticos que eran esos nuevos guardianes. Pero su acción se vio interrumpida por su compañero. —Pero… esto… no es lo único… —dijo entrecortandose. —¿Cómo que esto no es lo único? ¿Realmente crees que se puede resaltar algo más después de lo que me has contado? —cuestionó el líder. —Sí, mi líder, incluso te puedo asegurar que esto es aún más grave que lo anterior El líder se detuvo de dar vueltas y se acercó a su compañero. —¿Qué puede haber peor que los que me has contado? —preguntó asustado. El otro zorro bajó las orejas y mostró cierta inquietud en su rostro. —Se que costara de creer… pero nació ya el nuevo Dios del Agua… —Pero si eso es una espléndida noticia —declaró con alegría, interrumpiendo a su compañero. —No, permíteme acabar por favor. El nuevo Dios del Agua… ha…ha…. abandonado sus propios terrenos, dicen que se ha negado a gobernar con unos ideales tan anticuados y esclavizantes. Y lo peor de todo, el consejo ha tomado el control del lugar —expresó tristemente cerrando los ojos con fuerza y miedo por cómo podría reaccionar su líder. Pero no le escuchó quejarse. El otro zorro al abrir los ojos vio a su líder temblando por la situación. Los dos estaban asustados de que podía ocurrir con su antiguo hogar. Parecía que ninguno de los dos fuese a hablar. Estaban absortos por los pensamientos provocados por la noticia, pero aun asi tampoco les apetecía, ni sabían que comentar en aquella situación. —¿Contaremos algo a la manada? —preguntó el zorro espía. —Aún no lo tengo decidido, necesito tiempo para pensarlo. Mientras tanto sigue investigando, si ves que ocurre algo que haga peligrar los Terrenos me avisas de inmediato —A sus ordenes mi líder —respondió con fuerza el zorro. Tras decir eso se levantó y se fue corriendo en dirección a los Terrenos del Agua, en cambio el líder volvió con la manada. Al volver se encontró con su cría con la cara apoyada en el suelo, algunos pelos de punta a causa del baño, las orejas totalmente bajadas y las dos patas estiradas. Mientras tanto su madre estaba encima, tumbada alegremente. Habían acabado ya de bañarla, pero su madre había decidido pasar un rato con ella. En ese momento, Hikye se acercó donde estaban ambas. —Pero bueno mira que cosita tan hermosa hay aquí. ¿Como te ha ido el baño pequeña? —comentó Hikye burlándose de Kitsu. Kitsu en ese momento levantó la cabeza con cara de asco y miró con desagrado a Hikye. —Déjame en paz, y vete a meterte con otro zorro —contestó malhumorada. —Pero, ¿por qué estás tan enfadada? Si estás hermosa —opinó Hikye mientras le acariciaba la cabeza con sus patas. Kitsu se percató de que su padre estaba cerca gracias a su sentido del olfato. —Padre, por favor matame. Estoy sufriendo —suplicó Kitsu mientras estiraba su pata hacia su padre. —Lo siento hija, no tengo ganas de jugar ahora, tengo que ocuparme de ciertas cosas —contestó el padre de Kitsu desanimado. El líder siguió su camino con la cabeza baja. Su esposa, al ver su cara, sintió que algo pasaba así que decidió seguirle. Como su madre se levantó de encima de Kitsu, ella se pudo mover del sitio. Y viendo que su madre corría detrás de su padre decidió también seguirles, pero fue parada por Hikye. —Ehhh ¿a dónde te crees que vas? —preguntó Hikye interponiéndose delante de Kitsu. —Con mis padres, pero cierto saco de carne se está metiendo en medio —expresó Kitsu enfadada a Hikye. Kitsu se movió hacia un lado pero Hikye era más rápido que ella, así que no pudo esquivarle para seguir a sus padres. —Ya empezamos… —se quejó Kitsu. —Venga, para que no estés todo el día quejándote, vamos a jugar a algo —dijo Hikye. Kitsu se quedó mirándolo esperando a que comentase de que iba el juego. —Mira, hace un buen rato he escondido un pequeño tesorito. Tiene que ver… —se quedo un rato pensativo —espera que me acuerde… Ahh, siii. Con las sobras de la carne de ayer que tanto te gustaba. Si eres capaz de encontrarla te la podrás quedar. ¿Qué te parece la idea? —explicó Hikye guiñandole el ojo. A Kitsu se le iluminaron los ojos, se puso nerviosa al escuchar la palabra tesoro y más aún cuando dijo carne. Estaba inquieta, su cola mostraba la felicidad de la noticia y no tardó ni un segundo en pasearse por todo el lugar con la nariz pegada en el suelo. Incluso estaba atenta con las orejas inclinadas hacia el suelo esperando a ver si la escuchaba. «Crios, que fácil es engañarlos» pensó Hikye con una gran sonrisa «Ya miraré de encontrar algún trozo de carne cualquiera y esconderselo cuando no me mire, ni pueda olerlo». Lejos de la manada, la madre de Kitsu consiguió alcanzar al líder. —Cariño, te veo con mala cara, ¿ocurre algo? —le preguntó a su marido. El líder se detuvo cuando su esposa se puso delante suyo. No obstante no se veía con fuerzas para mirarla a la cara. —Nuestro espía ha venido con unas noticias espantosas —respondió el líder con la cabeza baja. —Ya me imagine que sería por las noticias que traía, pero ¿de qué se trata exactamente? —dijo su esposa alzando la cara con su zarpa para que le mirase a los ojos. El líder al mirar a los ojos de su esposa no pudo contener su llanto. —Es muy difícil tanto de explicar como de creer. Así que debes mentalizarte un poco de ello —remarcó el líder. —No te preocupes cariño, si eres capaz de soltar una lagrima por ello se que no es una tontería. El líder respiro profundamente y recogió las pocas fuerzas que tenía para explicarle a la esposa lo que estaba ocurriendo. —El Dios del Agua ha muerto, no se sabe quien és el culpable. Lo peor de todo es que el nuevo Dios rechazó el gobierno y ahora quien tiene el control es el Consejo del Templo del Agua —le explicó rápidamente a causa de lo alterado que estaba. —¿Me estas diciendo que ese hatajo de sacerdotes egocéntricos e incompetentes va a gobernar los terrenos del Agua? —exclamó su esposa furiosa. El líder bajó las orejas ante la voz de su esposa. —Querida, se que es una escandalosa noticia, pero opino que debería preocupar más el tema del nuevo Dios del Agua —dijo el líder retrocediendo al ver la reacción de su esposa. Al escuchar las palabras del líder, su esposa se dio un tiempo para pensar mejor la situación y no dejarse llevar por la rabia que tenía dentro. —Tienes razón, este comportamiento nunca se había visto antes en otro Dios —comentó su esposa. —Los Terrenos del Agua me tienen muy preocupado, ahora que no tienen Dios podrían ir otras criaturas a intentar invadirlos. Realmente no sé en qué está pensando este Dios —criticó el líder pudiéndose acercar otra vez a su esposa. —Ahora que lo dices, no había pensado en ello. —Se quedó un rato pensativa—. Tsss… Aun hay gente que aprecio allí, y aunque tenga mis contras con los sacerdotes espero que el estado de los Terrenos del Agua y sus ciudadanos no decaiga, y más sabiendo quien los está gobernando —dijo apretando los dientes al hablar sobre quién gobernaba. —Se que puede sonar egoísta, pero no puedo dejar de pensar en nuestro antiguo hogar. Tengo demasiado miedo de lo que le pueda pasar —comentó el líder algo cortado. —Estas insinuando que quieres ir a ayudarles, ¿me equivoco? —preguntó su esposa sospechando de sus palabras. —Se nota que hemos pasado mucho tiempo juntos —mencionó el líder desviando la mirada. —Mi vida, sabes que te conozco muy bien. Una indirecta tan a la vista no se me iba a escapar —afirmó su esposa con una cálida sonrisa—. De todas formas, creo que deberías comentarselo a toda la manada si piensas en serio en ayudarles. —Lo se, pero quiero buscar las palabras adecuadas, no puedo decirlo de cualquier manera. Y más sabiendo que muchos de ellos aún siguen tocados por lo ocurrido. —Entiendo, tomate tu tiempo. Sabes que yo siempre estoy aquí para apoyarte y ayudarte en lo que pueda —dijo su esposa cálidamente. En ese momento se acercó y le lamió la cara. El líder y su esposa se fueron hacia donde se encontraba la manada. En el momento en que llegaron Hikye fue a hasta ellos para ver qué ocurría. Kitsu no tardó en aparecer detrás suyo con el supuesto trozo de carne del que le habló antes. Hikye se quedó alucinando ya que no dejó ningún trozo de carne. Pero viendo que no podía atenderla ahora le felicitó y la mandó a que se fuera a comérselo a otro lado. —¿Ocurre algo, mi líder? No tenías buen aspecto antes —preguntó Hikye preocupado. El líder aún se mostraba algo preocupado y le costaba contar la noticia a los demás, pero su esposa le acarició el cuello con su cabeza y le miró fijamente. El líder respiro profundamente y se dispuso a hablar. —Sí, Hikye, necesito que reúnas a toda la manada. Hay algo importante que debo contaros. —ordenó el líder a su oficial. —Ahora mismo, mi líder— respondió Hikye a las órdenes. Hikye fue corriendo a anunciar a todos los de la manada que se reunieran urgentemente por petición del mismo líder. Cuando los reunió a todos, el padre de Kitsu se subió encima de una roca para que todos los de la manada les pudiesen ver. —Compañeros, tengo una noticia muy importante que anunciaros. El Dios del Agua ha muerto —se quedó un rato en silencio—. Se desconocen las causas de la muerte y tampoco se sabe quién lo hizo. En el caso de que alguien se le pregunte, ya nació el nuevo Dios del Agua. Pero por causas que desconozco ha decido abandonar sus Terrenos y el mismo gobierno que su antecesor le dejó —respiro profundamente y alzó la voz—.Compañeros, nuestro antiguo hogar está bajo un grave peligro. Los consejeros bastardos que nos echaron están ahora a cargo de los Terrenos. Se que muchos de vosotros aún estáis dolidos por lo ocurrido, pero amigos míos, no podemos abandonar a nuestras amistades y a los mismos habitantes de los Terrenos del Agua a la merced de un gobierno tan deleznable —dijo preocupado —. Pido por favor que alcéis vuestra pata y me ayudeis en la misión de proteger lo que antes era nuestro hogar. Compañeros la decisión es toda vuestra, pero agradecería vuestro apoyo. Una vez acabado el discurso el líder bajó de la roca. La manada se sobresaltó. Todos los zorros aclamaban a su líder, algunos incluso con lágrimas en los ojos. Sin duda las palabras habían llegado a los corazones de los miembros de la manada, aunque parte de ellos estaban dudosos a causa del dolor que aún sentían. —Fue un gran discurso, cariño, seguro que después de estas palabras la manada te seguirá —afirmó la esposa con gran alegría. El líder sonrió y miró hacia la manada. —Ahora es decisión vuestra seguirme o no. Dentro de una hora partiré hacia los Terrenos del Agua. Los que deseen seguirme que se vayan preparando —comentó el líder en alto. La manada empezó a prepararse para marcharse, por mucho que tuviesen sus dudas y no les gustaba la idea de reencontrarse con los sacerdotes, echaban de menos sus tierras y no querían dejarlas en manos de esos indeseables. Al cabo de unas horas la manada se acabó de preparar y se dispuso a partir. Toda la manada le siguió hasta los Terrenos del Agua, viajaron por las praderas de las Tierras de Nadie para dirigirse a unas de las puertas de las fronteras del Terreno del Agua. Su viaje fue bastante duro, tuvieron que evitar varias rutas para no toparse con criaturas peligrosas, e ir descansando para no forzar a las pobres crías. Tardaron más de lo que pensaban, pero gracias a sus sentidos y su paciencia no tuvieron problemas para poder llegar otra vez a su antiguo hogar sanos y salvos. Una vez llegaron cerca de las puertas de los Terrenos del Agua, se dirigieron hacia uno de los sacerdotes que guardaba la entrada. Mientras que la esposa se encargó del resto de la manada, Hikye y el líder se acercaron a las puertas para evitar malentendidos. —¿Qué se supone que haceis aqui?, ¿no os acordáis que el Dios os ha desterrado? —les recriminó el sacerdote de la entrada. —¿Qué Dios?, ¿el que nuestros sustitutos dejaron que muriese? —insinuó con tono sarcástico Hikye. —No es culpa nuestra que los guardianes fueran tan deficientes —contestó enfadado el sacerdote. El líder interpuso la pata entre el sacerdote y Hikye. —Por favor, cálmense, no estamos aquí para discutir —dijo el líder mientras dirigía la mirada hacia el sacerdote —Somos conscientes de lo que está ocurriendo y queremos ayudar a defender nuestro antiguo hogar ante el ataque de cualquier enemigo. —Nosotros no necesitamos la ayuda de unos exguardianes que se han vendido al Dios del Caos. Además, ¿quién aceptaría la ayuda de unos seres tan horrendos como en lo que os habéis convertido? —criticó el sacerdote de la puerta mirando asqueado a los dos zorros. Hikye no pudo contener su rabia. Sus ojos se contrajeron, apretaba con fuerza sus fauces y su pelo se empezó a erizar. —No creo que sea buena idea sacerdote. Los demás Dioses y las mismas criaturas de los Terrenos de Nadie ya deben conocer la pérdida de vuestro Dios. Sois un blanco muy apetecible —le advirtió el líder. El sacerdote se dio media vuelta y se acercó hacia la puerta. —Parece que sois vosotros los que no conocéis nada acerca del tratado de paz temporal entre todos los Terrenos. Está prohibido que un Dios ataque a otro terreno cuando su Dios acaba de morir. No será susceptible otra vez hasta que haya pasado un par de años después de su nacimiento —explicó el sacerdote a los zorros. El líder avanzó hasta el sacerdote. Mientras que este otro se giró mirando con desprecio al zorro que se le acercaba, como si de un enfermo se tratase. —Soy consciente de eso, pero… Para empezar que los Dioses hayan pactado no significa que lo vayan a cumplir. Y eso solo afecta a las criaturas que están al servicio de los Dioses, no obstante las criaturas de las Tierras de Nadie no están sujetas a ningún tratado o ley —comentó el líder enfadado por el trato que estaba recibiendo. Al escuchar esa respuesta, el sacerdote se enfureció más de lo que ya estaba y se situó delante de la puerta, cerca de una especie de campana llena de agua. —Os doy vuestra última advertencia. ¡Largaos de aquí! No os necesitamos. En caso contrario daré la alarma —amenazó el sacerdote con la mano cerca de la campana. Los dos zorros retrocedieron viendo las amenazas del sacerdote. —¡Estas cometiendo un grave error! Los habitantes de la zona podrían pagar por vuestros errores —gritó el líder enojado mientras se daba la vuelta. El padre de Kitsu hizo una señal a Hikye para que abandonara el lugar junto a él. —Dejalo, es imposible hacerle entrar en razón —dijo el líder a Hikye mientras se alejaban de allí. —Lamento mucho lo ocurrido, aunque sabiendo como eran los sacerdotes no era raro que acabase pasando esto —comentó Hikye entristecido. El líder y Hikye llegaron donde se encontraba la manada. El líder andaba con la cabeza baja mientras que Hikye le miraba apenado. La esposa del líder fue la primera en ir con ellos. Se puso enfrente, mirando preocupada el aspecto de su marido. —¿Habéis conseguido convencer al sacerdote? —les preguntó la esposa. —No, como era de esperar, no nos ha querido escuchar —contesto Hikye malhumorado. —Lo lamento mucho, esos sacerdotes llevarán a la ruina a todos los habitantes —expresó enojada. El líder levantó en ese momento la cabeza. —No podemos dejarlos abandonados, debe haber alguna manera de ayudarles. —No podemos entrar de ninguna forma —comentó Hikye al líder. —¿Por la fosa? Podríamos intentarlo por allí —preguntó alterado. —¿Estas loco? Hay crías con nosotros, y la fosa está llena de criaturas peligrosas. Y aunque se diera el caso de que pudiéramos entrar, si nos ven, avisarian a los sacerdotes y a los guardianes —le respondió su esposa—. Cariño, hagamos lo que dice Hikye, por ahora no podemos hacer otra cosa —comentó intentado calmarlo. El líder volvió a bajar la cabeza de golpe, soltando alguna lágrimas y apretando sus dientes. —Mierda. Malditos sacerdotes. Su esposa le acarició la cabeza. —Déjalo por hoy, ya investigaremos otra forma de solucionarlo. La manada es más importante ahora —le dijo su esposa—. Vamos, los demás están esperando. Los tres zorros se fueron hacia donde estaba el resto de la manada. Kitsune fue corriendo hacia sus padres, por lo que Hikye se vio obligado a pararla agarrándola por el pellejo del cuello. La esposa del líder comentó a la manada lo ocurrido con el sacerdote, mientras que Hikye tuvo que soportar las pataletas de Kitsu. El líder estando absorto en sus pensamientos no estuvo activo en todo el dia. Obligando a la esposa a encargarse de la manada y llevarles a un lugar seguro. Se dirigieron a unas colinas que había cerca de las fronteras de los Terrenos del Agua. Fue un largo camino y cómo estuvieron todo el día caminando acabaron totalmente agotados. Una vez allí buscaron una cueva donde poder pasar la noche. Al final del día la moral empezó a decaer y esta vez no estaba el líder en condiciones de animarles. Lo único que pudieron hacer es irse a dormir esperando que los siguientes días fueran más amenos. Durante los siguientes días, los zorros se despertaban intentando pensar que ese día iría mejor. El líder seguía intentando convencer a los sacerdotes, pero siempre obtenía el mismo resultado. Esto fue perjudicando su moral, causando que ese malestar se propagase al resto de la manada. Cada día fue peor que el anterior, se notaba la falta de comunicación entre los zorros. Les costaba mantener el ritmo y se cansaban con más facilidad. Sus propios sentidos empezaron a fallarles y más de una vez tuvieron que enfrentarse a criaturas de las Tierras de Nadie. Todo lo que estaba ocurriendo provocaba que los zorros estuvieran susceptibles, resultando en algún que otro enfrentamiento entre ellos. La esposa del líder intentó actuar en consecuencia, pero a causa de que el líder estaba incapacitado, no consiguieron hacer mucho para que el malestar no aumentase. Un dia que la manada estaba recorriendo un terreno casi desierto. Uno de los zorros de la manada empezó a murmurar con la cabeza baja. —¿Estas bien?¿Te ocurre algo? —preguntó el zorro viendo a su compañero en tan mal estado. El otro zorro al escuchar la pregunta se abalanzó contra él para clavarle las fauces. Por suerte pudo esquivarlo a tiempo. Eso alteró a toda la manada, que se alejo de el zorro agresivo, apartando a las crías para que no sufrieran daños. —¿Que cómo estoy? Está bastante claro, ¡no soporto mas esta manada de perros sarnosos! —gritó el zorro hacía el resto de la manada. En el momento que levantó la cabeza para gritarles, se dieron cuenta de que sus ojos brillaban con una tonalidad amarilla más fuerte de la que tenían de normal. La marca de su cabeza brillaba con la misma intensidad. Y tanto la llama que flotaba a su alrededor como la de su cuerpo empezaron a oscurecerse y adquirir una tonalidad violácea. El líder y su esposa se colocaron en medio del zorro agresivo y su compañero, mientras que el amigo retrocedía impactado por la escena. —¿Qué es lo que te ocurre? ¿Por qué le atacas? —preguntó el líder observando el terrible cambio que había sufrido el zorro. El otro zorro parecía no escucharle, solo movía la cabeza de un lado a otro, como si intentase deshacerse de algo. Viendo que no reaccionaba el líder intentó acercarse, pero el zorro volvió a atacar, esta vez con una enorme bola de fuego. El líder fue rápido y contraataco con una llama de fuerza similar. —¡Morid! ¡Morid! ¡Morid! —exclamó el zorro abalanzándose a por el líder. Viendo que el zorro le iba a atacar, el líder desplegó sus seis colas y la marca de la frente se le iluminó con un rojo claro, a diferencia de la del zorro agresivo que tenía un brillo oscuro. El zorro que se le abalanzo se quedó colgado en el aire. Viendo que no se podía mover, no tardó en reaccionar y desplegó sus colas consiguiendo deshacerse de lo que le tenía atado en el aire con el mismo poder psíquico. Pero en ese mismo instante, los poderes psíquicos de el líder levantaron un enorme pedrusco que lo golpeó fuertemente dejándolo tirado en el suelo. Aprovechando que el zorro estaba en el suelo, el líder invocó unas llamas que inmovilizaron al zorro en el suelo. La amenaza estaba atada y apenas se podía mover. En ese momento su pelaje se oscureció y de sus ojos brotó sangre como si de lágrimas se tratase. La imagen era espantosa, pero al menos el zorro estaba inmovilizado. No obstante empezaron a escucharse más gritos entre la manada. Más zorros empezaron a verse afectados. Los líderes intentaban contener a los que iban enloqueciendo, por lo que Hikye aprovechó para apartar a todas las crías de lo que estaba ocurriendo. Pero Kitsu se separó de los demás a causa de que el zorro que estaba delante suyo se le empezó a oscurecer la llama. El zorro se giró observando a la pequeña con una mirada sanguinaria. Su padre, al ver eso, se abalanzó contra ese zorro para evitar que dañase a su hija. Kitsune volvía a sentirse como en la última batalla, pero esta vez solo podía retroceder, no tenía fuerzas para intentar ayudar a su padre. Solo podía mirar temerosa como se despedazaban los unos a los otros. Cada vez había más zorros que iban enloqueciendo. Uno de ellos saltó encima del padre de Kitsu con zarpas rodeadas de llamas. Ocupado con el zorro que tenía debajo, el líder no fue capaz de defenderse de ese ataque. Por suerte, la madre de Kitsu logró golpearle con una bola de fuego para evitar que alcanzase al líder. Pero este acabó delante de Kitsu, asustandola tanto que se cayó al suelo quedándose sentada. Fue en ese momento que a Kitsune, atemorizada, le empezó a doler la cabeza. Y al igual que el resto de zorros enloquecidos, sus ojos y la marca de su frente empezaron a iluminarse. —No… No… ¡No quiero! ¡Basta! ¡Sal de mi cabeza! —exclamó Kitsune moviendo la cabeza. De sus ojos empezaron a brotar lágrimas. Su pelaje se estaba oscureciendo, cada vez escuchaba menos su alrededor. Su consciencia se iba desvaneciendo y su llamas se estaban tornando lilas oscuros. Kitsu bajo la cabeza y cerró los ojos con fuerza esperando que fuese una pesadilla. —¡Estad tranquilos, no dejaré que el Caos os consuma! —una extraña voz resonó por el campo de batalla. Unos látigos de agua claros como el cristal surgieron de la tierra. Estos empezaron a agarrar con fuerza a todos los zorros enloquecidos apartándolos de los zorros normales. Una vez que consiguió inmovilizar a todos los zorros, Kitsu sintió un calor detrás suyo. Una pata que no pertenecía a un zorro la agarro apretandola contra el cuerpo del misterioso animal. Kitsu, levantó la cabeza y estiró la orejas. Fue en ese momento que pudo percibir una voz cálida y tenue con sus oídos. —No te preocupes pequeña. Cálmate, ya verás como no te pasara nada —susurró la misteriosa criatura a los oídos de Kitsu. La pequeña hiperventilaba a causa de su estrés. Para intentar calmarla la misteriosa criatura le acariciaba su barriga, pero no solo a ella, los látigos de agua acariciaban también los cuerpos de los zorros alterados. Los zorros que no estaban atados por los látigos se quedaron atónitos al ver la criatura. Al padre de Kitsu le brotaban lágrimas de alegría de sus ojos. Kitsu sentía la curiosidad de saber quien era, pero su cuerpo apenas reaccionaba. Pasaron unos minutos y los zorros alterados empezaron a relajarse, sus llamas retornaban a su color original. El pelaje se aclaraba, las marcas dejaron de brillar, y de sus ojos ya no salía sangre ni tampoco brillaban. A medida que los zorros iban volviendo a la normalidad estos caían dormidos. Los que seguían conscientes fueron a ayudar a sus compañeros que se estaban desmayando. Kitsune como no se había transformado del todo pudo aguantar despierta, sus sentidos empezaron a aclararse y su cabeza ya no le dolía tanto. Cuando la llama recuperó su tonalidad azulada se movió alrededor de Kitsu alumbrandola con su luz. —¿Quieres dejar de marearme? —dijo Kitsu moviendo sus patas para apartar la llama. La misteriosa criatura decidió soltarla, tanto a ella como a los demás zorros. Al ver que la criatura retiraba su pata Kitsune decidió estirarse un poco para ver si así se pasaba su mareo. Tras eso, sus padres no tardaron ni un segundo a ir hacia ella. Aprovechando que Kitsu estaba estirada, la madre decidió tumbarse a su lado para que Kitsu se pudiera apoyar sobre ella, mientras el líder le lamió su cabeza felizmente. —Me alegro que todo haya salido bien —dijo la criatura misteriosa con una sonrisa. —Muchísimas gracias, nos has salvado —agradeció el líder con lágrimas en los ojos agachando la cabeza en señal de gratitud. Kitsu en el momento en que se pudo levantar se quedó sorprendida al ver esa misteriosa criatura. Era bastante pequeño, más que su padre, pero transmitía una gran sensación de poder. No obstante más que imponer como lo hacían los zorros, era elegante, hermoso y delicado. Su pelaje mezclaba unas bellas tonalidad de azules y verdes que transmitía una hermosa armonía como si de un bello paisaje de bosque se tratase. Una pequeña cornamenta le daba un toque de fuerza a su viva imagen. Sus ojos aunque fuesen grandes y le dieran un toque infantil, no dejaban de transmitir su madurez. Pero el detalle más importante en su imagen, y que dejó atónitos a todos los zorros, era una marca azulada en su pecho. La Marca de Divinidad, la prueba de que es un Dios Mayor. —No… no… no puede ser —dijo Kitsu impresionada por la imagen del Dios. —¿Acaso sois el nuevo Dios del Agua? —preguntó la madre de Kitsu a la misteriosa criatura. La pequeña criatura sonrió viendo la reacción que habían tenido los zorros. —Así es, mi nombre es Mizyl y soy el actual Dios del Agua. Es un placer conoceros —comentó Mizyl poniéndose la zarpa en le pecho y agachando la cabeza en señal de reverencia. —Somos nosotros los que tenemos el honor de conocerle, mi Señ…. Dios Mizyl —dijo el líder corrigiendose a si mismo. —Tranquilos, soy consciente de lo ocurrido y opino que la decisión del consejo y de mi antecesor no fue la adecuada —comentó Mizyl con un tono sereno y delicado. —Si aún sentís afecto a los Terrenos del Agua, me gustaría poder arreglar vuestra situación —propuso Mizyl al líder de los zorros. —Mi Dios Mizyl, nos encantaría poder volver a los Terrenos del Agua, pero hicimos un pacto con el Dios del Caos —respondió arrepentido—. No creo que bajo esta situación desee tenernos en tus Terrenos —dijo bajando la cabeza con lágrimas en los ojos. Mizyl en ese momento movió la cabeza de derecha a izquierda, se levantó y puso la zarpa en el pecho del líder. —Conozco el pacto, y aun así deseo que regreséis a mis Terrenos. Es culpa de la ineficiencia de mi antecessor que vosotros estéis en esta situación. Me gustaria arreglar los errores que cometieron él y su consejo de sacerdotes —comentó Mizyl sonriendo mientras le miraba tiernamente. El líder abrió los ojos asombrado por la reacción de Mizyl, era tan distinto al antiguo Dios. Mientras que el anterior podía representarse como un ser frío y egoísta, este transmitía calidez y confianza. Pero aún así se seguía sintiendo mal por ese fatídico trato. —Mizyl, ¿sois consciente de que ahora somos espías del Dios del Caos? —Sí, pero decidme, si tuvieras que luchar al lado de un Dios, ¿por cual sería, por el Agua o por el Caos? —contestó Mizyl con otra pregunta. —Está claro que lucharíamos por vos —respondió decidido. Mizyl afirmó con la cabeza y se movió hacia atrás. —Eso es todo lo que necesito oír. Al fin y al cabo la información que podáis conseguir le acabaría llegando igualmente, así que tampoco me preocupa mucho —explicó Mizyl mientras se sentaba delante del líder. —Mi Señor, estamos muy agradecidos. Si realmente deseáis que regresemos, a pesar de nuestras circunstancias, así será —respondió alegremente el líder. —¿Eso significa que podremos volver a casa? —preguntó Kitsu mientras se le iluminaban los ojos mirando a Mizyl. —Exacto, pequeña —contestó Mizyl sonriente. —Como representante de toda la manada, os juramos fidelidad, mi Señor del Agua —declaró el líder con una reverencia. —Os lo agradezco… —se quedó un rato pensativo— Disculpa, pero me gustaría conocer vuestros nombres. Tanta formalidad no va conmigo —dijo Mizyl sacando la lengua y sonrojándose. —Yo me llamo Kitsu —respondió pegando botes. —Ohh, encantado pequeña. Me alegro que estés mejor —dijo Mizyl acariciando la cabeza de Kitsune. —¡Kitsune! Cálmate por favor —comentó la madre a Kitsu. —Ohhhhh —refunfuñó Kitsune con los mofletes hinchados. —Mi nombre es Umia y soy la madre de Kitsune. Siento que mi pequeña sea tan revoltosa —se disculpó la madre de la pequeña. —Mi nombre es Ryugan y como portador del mayor número de colas fui escogido junto a mi mujer como actuales líderes de los zorros —Al acabar la frase Kitsune empezó acariciar la pata con su cabeza —Y como me iba a olvidar de decir que soy el padre de esta preciosidad —comentó felizmente acariciando a Kitsu con la cabeza. —Umia, Ryugan, encantado de conocerlos. Ahora que se los nombres es más cómodo para mí poder hablaros —Mizyl cerró los ojos, suspiró y los volvió a abrir —Entonces ¿nos ponemos en camino? —preguntó con una sonrisa—. Hay mucho que hacer. —Mi Dios, hay compañeros aún inconscientes. Deberíamos esperar a que se despierten —dijo Ryugan mirando atrás, preocupado por sus compañeros. —¡Es verdad! Siento este despiste. Estoy demasiado distraído con mis cosas. —Se sonrojo un poco—. Por supuesto que esperaremos —respondió sintiéndose mal por no haber recordado la situación en la que estaban. Las horas pasaron y Mizyl se quedó jugando con Kitsune mientras el líder esperaba a que se recuperasen todos. Una vez que todos despertaron Ryugan fue a comentarselo a Mizyl. —He estado dando una vuelta para ver el estado de toda la manada, y ahora, mi señor, estamos en condiciones de movernos. Todo el mundo está ansioso por volver a casa. —Muy bien, no hay tiempo que perder. Tengo que decirles un par de cosillas amistosas a esos sacerdotes —dijo Mizyl mientras sonreía sarcásticamente. La manada se empezó a mover hacia los Terrenos del Agua, en cabeza estaban Mizyl con Kitsune. Daba la impresión que se llevaban muy bien, iban contandose historias sobre el continente. Fue un gran descanso para Hikye, que para variar no tuvo que hacer de canguro. A estos les seguían de cerca Umia y Ryugan que observaban con una sonrisa como los otros dos charlaban tranquilamente. Y por último Hikye y los otros cabecillas dirigiendo al resto de la manada. Atravesaron las llanuras de los Terrenos de Nadie en dirección a una de las puertas de los Terrenos del Agua. El viaje fue demasiado tranquilo y aunque eligieran un camino recto y sin dar ningún tipo de rodeo no parecía que les fuese atacar ningún tipo de criatura. Los zorros estaban algo inquietos ya que les parecía demasiado extraña esa tranquilidad, en cambio tanto a Mizyl como a Kitsune parecía darles igual. —Ehhh, Mizyl has visto a mi llama ¿no?— preguntó mirando a su llama. —Sí, me había fijado en ella. En mis documentos no vi nada de que portaseis semejante llama —respondió Mizyl—. Aunque después de la píldora, creo que no me debería extrañar —comentó mirando como la llama seguía a Kitsu. —Pues si. Esta llama salió después de la píldora. Pero ¿sabes qué? —dijo Kitsu con una gran sonrisa. —¿Qué? ¿Qué? —preguntó intrigado. —Esta llama hace cosas muy chulas —respondió la cría orgullosa. —¿Y qué cosas chulas hace esa llama? —seguía preguntado intrigado Mizyl mientras se acercaba poco a poco a Kitsu. Kitsune miraba a su alrededor buscando una roca de considerable tamaño. —¿Ves esa roca? —preguntó Kitsu señalando con la cabeza. —Sí, menudo pedrusco —comentó mirando la roca que le señalaba. —Pues ahora verás —dijo sonriendo mientras miraba la roca. Kitsu respiro hondo, y lanzó hacia la roca una pequeña bola de fuego, que como mucho hubiese dejado una pequeña marca en ella. Pero la llama reaccionó a su ataque y lanzó otra pequeña bola de fuego hacia la de Kitsune. Las dos bolas de fuego se fusionaron aumentando su tamaño considerablemente y cuando golpearon la roca, esta quedó completamente destruida. Kitsune miraba a Mizyl orgullosa, en cambio tanto Mizyl como sus padres se quedaron de piedra ante ese espectáculo. —No… no… me lo puedo creer —dijo Mizyl mientras tartamudeaba al quedarse apenas sin habla—. Oye Kitsune ¿dónde dices que conseguiste esa llama? Yo también quiero una —preguntó Mizyl envidioso del poder que le daba la llama. —No te pienso decir donde conseguirla. Y además, hace más cositas a parte de lo que has visto —insinuó Kitsune sacando la lengua a Mizyl. —No me digas eso… ¿Qué más cositas hace? Estoy ansioso por verlo —comentó Mizyl mirando la llama. —Pues… —se quedó un rato pensativa —Mmm… No te lo voy a decir, ya lo descubrirás —dijo con una enorme sonrisa Kitsune. —¿Cómo? No me puedo creer que me hagas esto —comentó decepcionado Mizyl. Los padres se pusieron delante de Kitsune y Mizyl, no sabían nada de lo que estaba ocurriendo. —¿Kitsune estas bien? —preguntó alterada Umia a su cría. —Mi Dios Mizyl ¿creéis que esta llama podría ser peligrosa para nuestra pequeña? —preguntó Ryugan a Mizyl preocupado mientras veía que Kitsune asentía ante la pregunta de su madre. Mizyl se quedó un rato mirando a la llama que estaba cerca de Kitsune, pero esta no se inmutaba por las miradas de los demás, ni siquiera a la de un Dios. Mizyl sentía algo raro en ella, pero no le pareció que eso fuese peligrosa —No creo que le vaya hacer nada a Kitsune. Si quisiera hacerle daño seguramente ya lo hubiese hecho —explicó Mizyl al líder. —Pero este comportamiento solo lo he visto con ella —comentó el líder algo asustado. —Me da que no solo es con ella . Viendo el comportamiento de la llama creo que afectará a todas las crías —supuso Mizyl viendo como reaccionaba la llama al lado de Kitsune. —¿Cómo podéis saber eso? Mizyl —preguntó Umia. —No lo sé, tengo esa corazonada —respondió con suma tranquilidad—. Si encontramos una roca similar a la que destruyó Kitsune, podríamos probar mi teoria. —les comento Mizyl. Ellos asintieron ante el comentario de Mizyl, y decidieron aprovechar el camino hacia las puertas de los Terrenos del Agua para buscar una roca parecida a la que destrozó Kitsu. Cuando encontraron la roca perfecta para poner a prueba la teoría del Dios, Mizyl pidió a una cría voluntaria que probase atacar con una bola de fuego a la roca. Justo como había dicho Mizyl cuando el pequeño lanzó la bola de fuego la llama reaccionó de la misma forma consiguiendo el mismo resultado. —Por lo que veo esta llama se comporta de forma distinta si la tienen vuestras crías, tal vez sea para protegerlas y que puedan sobrevivir. No es algo muy raro de ver —explicó Mizyl con una sonrisa. —¿Y por qué haría eso el Dios del Caos? —le preguntó el líder. —No lo se. Tal vez sea para asegurar la supervivencia de sus espías, para que las crías puedan causar destrucción o simplemente puede ser que esa llama no esté ligada con el Dios del Caos —comentó Mizyl intentado pensar en todas las posibilidades. —¿Qué no lo esté? Lo dudo muchísimo. Que surgiera después de tomar la píldora y no tuviese relación con el Dios del Caos —comentó el líder dando por hecho que sería cosa del Caos. Mizyl le miró extrañado y encogió sus hombros. No parecía que tuviera mucha idea de lo que pasaba. Aunque fuera un Dios, no dejaba de ser una criatura sin experiencia y eran muchas las cosas que se le escapaban. —No le des mucha más importancia. Ya has visto que esa llama no parece ser que de momento haga nada malo a las crías. Aunque sería un peligro si se descontrolasen. Os pido que tengáis este tema controlado —explicó Mizyl a los padres de Kitsune señalando la manada de crías que se habían emocionado al ver el enorme poder que poseían. El líder asintió ante las palabras del Dios mientras que Umia fue a hablar con las crías y el resto de la manada para que se empezasen a mover. Tras ese pequeño contratiempo, prosigueron su camino hacia la puerta de los Terrenos del Agua. No tardaron apenas en llegar, solo tenían que llegar al frondoso bosque que rodeaba los Terrenos y allí ir a una de las puertas de acceso. El camino siguió siendo muy tranquilo a pesar que los Terrenos no tuviera la protección del Dios. Una vez en la puerta, el líder pidió a la manada que se quedase un momento atrás, siendo Mizyl y Ryugan los primeros en avanzar. El sacerdote se quedó enormemente sorprendido al verlos. Su cara expresaba lo poco en que confiaba en que ese Dios volviera. —No sé a qué esperas para abrir las puertas —dijo Mizyl enfadado mientras se sentaba frente al sacerdote. —Mi Señor Mizyl ¿qué hace usted aquí? Pensábamos que habíais abandonado los Terrenos del Agua —preguntó el sacerdote. —No sé a qué listillo se le ocurrió tal engaño. ¡Jamás renuncie a gobernar! Renuncie a seguir la filosofía egoísta y anticuada de mi antecessor —exclamó Mizyl mirándole molesto. —¿Y por qué abandonasteis a los Terrenos del Agua? —le echó el sacerdote en cara sus acciones. —Tsss… ¡Yo no he abandonado nada!. Tuve que viajar a los Terrenos de la Justicia para poder presentarme ante Hika, Dios de la Justicia, y que me reconociese como nuevo Dios del Agua. Y declarar los años de paz temporal entre mis Terrenos y los de los demás Dioses. También tuve que enviar a mis esbirros para que contactasen con los Dioses menores que me sirven. —Suspiró profundamente—. Le comenté todo a Fanry pero se ve que esa rata ha decidido manipular la información a su gusto —susurró profundamente molesto por la actuación de Fanry. El sacerdote estaba cada vez más tenso, sabía que estaba poniendo su vida en riesgo al agotar la paciencia de su Dios. —¿Y esos traidores? ¿Eres consciente que el antiguo Dios del Agua los había desterrado? —preguntó de nuevo el sacerdote, señalando a Ryugan. Ryugan se sintió ofendido. Le entraron ganas de abalanzarse sobre él y arrancarle la cabeza, pero tuvo que calmarse para no tensar más la conversación con el sacerdote. Pero antes de que pudiese responder, Mizyl se levantó y se dirigió con un tomo más fuerte al sacerdote. —Por supuesto que soy consciente de ello. Pero desde que no esta mi antecesor, ahora soy yo quien decide aquí las cosas. Y como no muevas tu culo, dejes de meter excusas y abras esa condenada puerta, acabarás igual que todas las criaturas de alrededor de mis Terrenos —amenazó Mizyl con una sonrisa intimidante. El sacerdote se alarmó ante la amenaza de Mizyl y fue rápidamente a abrir la puerta. Cuando la puerta se abrió, Ryugan fue a buscar al resto de la manada. Una vez dentro, Mizyl se colocó en cabeza de la manada junto al líder. Kitsune y Umia iban detrás de ellos dos seguidos de la manada, que se había organizado alrededor de las crías para protegerlas. Decidieron pasar por un camino que daba a los pueblos más cercanos, para así evitar meterse en el denso bosque que los rodeaba. Durante el trayecto muchas criaturas se dieron cuenta de que Mizyl y los antiguos guardianes habían vuelto. Esa noticia no tardó en extenderse y los habitantes de la región empezaron a reunirse en los pueblos que debían recorrer para llegar a su destino. Cuando llegaron al pueblo más cercano a la puerta, vieron a un montón de criaturas reunidas en la plaza del pueblo para darles la bienvenida. Los zorros se quedaron impresionados al ver cómo los ciudadanos les daban la bienvenida. No podían creerselo y tampoco comprendían por qué los ciudadanos no estaban molestos con ellos. Un zorro mensajero apareció entre la multitud corriendo hacia Ryugan. —Mi líder, suerte que habéis podido pasar la puerta —dijo el mensajero alegremente. —Que suerte que estes bien. ¿Sabes que está pasando? —preguntó Ryugan. —Mi líder, estan todos alegres por vuestro regreso y la del Dios. Estaban asustados por los posibles ataques de las criaturas de los Terrenos de Nadie. Los sacerdotes no tenían la situación baja control. Hubo mucha represión por parte de los sacerdotes y por culpa de eso se organizaron múltiples revueltas frente a los templos —contó el mensajero moviéndose a un ritmo acelerado mientras mostraba una sonrisa en su rostro —La confianza en ellos ha desaparecido y los problemas con los guardianes actuales ayudaron a que volvieran a querer vernos. No se sienten seguros con ellos. Mi líder, nos prefieren a nosotros —comentó dando algún salto, moviendo la cola frenéticamente y mirándole felizmente— ¡Quieren que volvamos! ¡Quieren a su Dios y a los zorros! No a esa panda de sacerdotes —exclamó el mensajero emocionado mientras seguía al líder. A Ryugan se le iluminaban los ojos mientras escuchaba todo lo que había ocurrido durante su ausencia. Mizyl también se alegró al oír lo que pensaba el pueblo. «Pronto, muy pronto sacaremos la basura del templo» pensaba Mizyl mientras caminaba con la cabeza alta mirando a su pueblo aclamarle. La manada siguió su recorrido entre los bosques y los pueblos de los Terrenos del Agua para dirigirse al templo principal junto a Mizyl. La gente y demás criaturas fueron reuniéndose en los pueblos para aclamarles, y hasta los que habitaban en los bosques salieron para poder admirar la figura de su nuevo Dios. Cuando salieron del último pueblo se dirigieron hacia el bosque que rodeaba el templo principal. A medida que se iban acercando cada vez había menos gente y todo se iba volviendo más silencioso. Se acercaban a un lugar sagrado, un lugar que solo debían pasar los elegidos del Dios. Debido a eso, la manada se detuvo solo llegar al bosque y Mizyl se giró hacia ellos. —A partir de ahora Ryugan y yo iremos solos. Espero que lo comprendais —dijo Mizyl. La manada comprendió que debía quedarse en el bosque por ello se quedó esperando mientras Mizyl y Ryugan continuaron hacia el templo. Cuando llegaron delante del templo vieron a los dos sacerdotes que guardaban la entrada. Sus miradas eran desagradables, sabían a qué venía Mizyl. Pero a diferencia del sacerdote de la puerta hacia los Terrenos, estos no se resistieron y abrieron rápidamente las puertas. Las miradas amenazadoras tanto de los sacerdotes como las de Mizyl y Ryugan se cruzaron al pasar por la puerta. —Fanry les espera en la sala del Dios —dijo uno de los sacerdotes mientras cerraba la puerta. Dentro del templo, se dirigieron hacia la sala del Dios donde les esperaba Fanry. Normalmente dentro del templo se vería la actividad de los diferentes sacerdotes, no obstante no había nadie ni en la sala central ni en los pasillos. Cuando llegaron a la Sala del Dios se encontraron a gran parte de los sacerdotes del templo y a Fanry con su vara mágica, sentado en el trono del Dios con una mirada de superioridad y la cabeza en alto. Mizyl frunció el ceño al ver eso. —Rata manipuladora es hora de que vayas por donde has venido. A partir de ahora… —Mizyl golpeó con fuerza el suelo con las patas delanteras —mi trasero volverá a donde le corresponde… ******* Al mismo tiempo que Mizyl recuperaba su posición en las tierras del Agua, los ciudadanos de los Terrenos del Orden estaban protestando alrededor del templo de la Diosa Celeid y levantaban trozos de madera tallados con formas de zorros. A causa de eso la Diosa Celeid decidió reunir a los sacerdotes que habitaban en el templo. —Mi Diosa, somos conscientes de por qué nos has reunido, pero me gustaría preguntar ¿por qué tomasteis esa decisión? —preguntó uno de los sacerdotes a la Diosa viendo como esta se sentaba en su trono. —Es por eso mismo que os he reunido. Parece que no os habéis enterado de nada, así que no hablaría más de la cuenta —respondió Celeid con un tono ofensivo. El sacerdote se quedó callado ante la respuesta tosca de la Diosa, pero otro de los allí presentes, insatisfecho con la respuesta de la Diosa, decidió intervenir. —Pensábamos que vendríais a pedirnos consejo sobre la decisión de permitir la entrada de los zorros en los Terrenos —comentó enojado por el trato de la Diosa. —¿Por qué os iba a comentar yo nada? Mis decisiones son un hecho en cuanto yo lo decida. No necesito vuestra opinión para nada —respondió Celeid mirando a los sacerdotes como si fueran escoria. Los sacerdotes se sentían ofendidos, pero no es la primera vez que les pasaba. Sabían que no podían hacer nada, así que decidieron callarse antes de que la Diosa actuase en consecuencia. —Sentimos nuestra arrogancia, mi Diosa —dijo agachando la cabeza un tercer sacerdote —En ese caso ¿qué es lo que deseaba contarnos? La Diosa Celeid se levantó y se dirigió hacia una ventana de la sala. —Necesito que me ayudeis a calmar la multitud. Estoy harta de tener que soportar sus quejas —comentó la Diosa enojada. —Mi señora, eso es una decision muy precipitada. Es normal que el pueblo se altere al traer aquí a unos unos seres que no querían ni en sus tierras —explicó el primer sacerdote. La Diosa se giró mirandoles. —Estos seres pueden sernos útiles. Sin hogar, desamparados en las Tierras de Nadie y con un gran odio hacia el Dios del Caos. Los podemos usar como queramos y ya tengo planes para ellos —dijo con una sonrisa que hizo temblar a los sacerdotes de la sala. —¿Y cuales son esos planes? Mi Diosa —preguntó el segundo sacerdote. —Al principio, los usare como perros para dar caza a Thylos. Si alguien debe sacrificarse que sean ellos antes que alguno de los nuestros. Y más adelante… —se quedó un rato callada— no diré nada. Dejaré que el tiempo lo cuente. —Usandolos para los asuntos relacionados con Thylos es muy posible que la gente no se moleste tanto. Aún así debemos encontrar algo que pueda calmarles por completo —dijo el primer sacerdote quedándose pensativo. —¿Y si le pedimos la aprobación al Dios del Orden? Si el acepta, la multitud se callara —comentó el tercero. La Diosa se acercó a él y le golpeó la cabeza suavemente con la vara. —Me gusta la idea. Al fin sale algo de vuestra fangosa cabeza —dijo Celeid con aires de superioridad —Queda decidido, yo misma me encargaré de comunicárselo. Vosotros quedaos aquí y no permitáis que entren en el templo ni que hagan más ruido del que ya hacen. Nadie quiere llamar la atención del Dios de la Justicia. Tras decir eso la Diosa se dirigió hacia la puerta mientras los sacerdotes agachaban la cabeza. —Como desees mi Diosa, nosotros nos encargamos. Que tengáis buen viaje —dijo el primer sacerdote antes de que Celeid se saliese de la sala. Celeid emprendió el camino hacía el templo del Dios del Orden más cercano. Durante su viaje pudo contemplar cómo cada vez había más gente quejándose de su decisión de traer a los zorros a sus terrenos. Estaba molesta por el alboroto que armaban por ello, pero temía que eso llamase la atención del Dios de la Justicia, por lo que se apresuró para conseguir la aprobación del Dios del Orden cuanto antes. Cuando llegó al templo, los sacerdotes que vigilaban la puerta le abrieron rápidamente y avisaron al oráculo de su llegada. Alojaron a Celeid en una lujosa sala donde dos sacerdotisas le sirvieron algunos platos para que comiese y descansase de su viaje mientras esperaba. Poco después de que empezase a comer, su anfitrión entró por la puerta. —Nos honra tenerla aquí, mi Diosa Celeid. ¿Qué la trae a visitar nuestro templo? —preguntó el oráculo sentándose frente a ella. —Deseaba comunicarle unos asuntos Dios del Orden para obtener su aprobación —respondió Celeid. —Aunque me encantaría poder cumplir su deseo, el Dios Mayor no puede atenderla en estos momentos. Está muy ocupado con unos asuntos —comentó disgustado el encargado. —¿De qué tipo de asuntos me habláis? —preguntó Celeid alzando el tono. —No se lo puedo revelar mi Diosa, son órdenes del Dios del Orden —respondió pacíficamente. —¡Este asunto es de gran importancia! Necesito comunicárselo al Dios del Orden cuanto antes —exclamó levantándose de golpe de la silla. —Mi Diosa, calmese por favor. Si desea puede hablarlo conmigo para ver si puedo hacer algo —comentó el encargado, mientras las sacerdotisas intentaban calmar a la Diosa. —Tu no puedes hacer nada. Es la aprobación del Dios del Orden la que necesito —siguió contestando. —Lo siento Celeid, la palabra del Dios del Orden están por encima de la suya —replicó al ver la reacción de la Diosa. —¡Callate! Como osas hablarme de esa forma —gritó irritada a causa de todos los obstáculos que se le presentaban. —¡Celeid por culpa de los desastres de Thylos estáis cada vez más impertinente! Este no debería el comportamiento de una diosa menor del Orden —exclamó completamente molesto. Celeid calló de golpe tras ese comentario. Se quedó en silencio mirando abajo completamente absorta en sus pensamientos. Al ver la reacción de la diosa ante su comentario, el oráculo se sintió culpable, nunca pensó que sus palabras le afectarían tanto. Solo reflejó algo que todo el mundo pensaba sobre ella. —Lo… Lo… siento mi Diosa. No debería haber dicho eso —se disculpó asustado. Celeid tardo unos segundos en reaccionar, levantó su cabeza pero su mirada era vacía. Al ver esos ojos el encargado temía por lo que le pudiera pasar. —Si esto no llega al Dios del Orden y se pone fin al asunto de inmediato, podría llamar la atención de Hika. Y creo que ya sabes que supone eso —respondió con una voz floja y fría. El oráculo se quedó un rato pensativo, aunque el miedo seguía aún en su cuerpo. —Siendo así informare al Dios del Orden cuanto antes. Esto sí que puede llegar a ser una urgencia —comentó el oráculo. Al escuchar sus palabras, Celeid se levantó sin decir nada y se marchó del templo ignorando las despedidas de los sacerdotes. Aunque más tranquilo por la marcha de Celeid, al oráculo le quedaría un mal recuerdo de lo ocurrido y el miedo a un posible castigo del Dios del Orden. Cuando Celeid salió del templo se dirigió a un bosque cercano y buscó una zona tranquila por donde no pasase nadie. Allí se sentó apoyando su espalda en un árbol, miró arriba y dejó caer las lágrimas que llevaba conteniendo desde lo ocurrido en el templo. —¡Thylos, me vengare lo juro! —gritó golpeando con el puño al árbol que tenía detrás—. Me vengare por todo lo que me has hecho *******
Los Ojos del Zorro: Capítulo 3: El Pacto entre dos Dioses Los años pasaron y Mizyl cambió de forma radical la forma de gobierno y las normas de sus Terrenos. A los ciudadanos les costaba adaptarse a los cambios y eso provocó que los más conservadores se revelasen. Muchos de ellos protestaban frente a los templos pero algunos incluso se atrevieron a penetrar en las zonas sagradas. Aun así, Mizyl encontraba necesario seguir adelante con su nueva forma de gobernar, negándose a volver a una forma de gobierno despótica, como la anterior. Un tranquilo día por el ocaso, una sacerdotisa entró corriendo en la sala del Dios con un mensaje en las manos. —Mi Dios, acaba de llegar un mensaje urgente de la puerta fronteriza del sur —anunció jadeando por el esfuerzo. Mizyl se levantó de su trono y corrió hasta situarse justo delante de la sacerdotisa. —¡Traed algo de agua! Rápido —exclamó mirando a un sacerdote que estaba cerca de la puerta—. Dime, ¿qué dice ese mensaje? —La Diosa Celeid se encuentra en la puerta, quiere veros —respondió la sacerdotisa poniéndose la mano en el pecho. —¿Ce… Celeid? —se cuestionó Mizyl dudoso. —Es la Diosa de la Bendición, mi Dios —comentó una de las sacerdotisas que se encontraba en la sala al ver la reacción de su Dios. —Si, si… Diosa de la Bendición —dijo apartando la mirada hacia un lado mientras su cara reflejaba aún más dudas y se ponía la zarpa en la boca. —Es una Diosa menor que sirve al Dios del Orden —volvió a comentar viendo que Mizyl no reaccionaba. —Ahhh, si, si, claro… Pues decidle que pase —dijo alegremente Mizyl mientras volvía a su trono. El sacerdote volvió con un odre lleno de agua y se lo entregó a la mensajera. —Pero, mi Dios, ¿está seguro? No es normal que un Dios del Orden venga personalmente —comentó la mensajera algo más relajada al beber del odre. —Más motivo para hacerla pasar. Es una forma de premiar que haya movido su culo ¿no os parece? —dijo Mizyl mientras se sentaba en su trono con una sonrisa en su rostro. La mensajera, aunque no estuviese convencida de la decisión de su Dios, decidió asentir e ir a entregar la respuesta a los sacerdotes de la puerta. Al cabo de unas horas entró un sacerdote en la sala anunciando la llegada de Celeid al templo. Mizyl, algo ansioso por verla, decidió levantarse y ponerse frente las puertas. En ese momento, estas se volvieron abrir, y tras el repique de unas campanas y la voz de la sacerdotisa, Celeid entró en la sala. Celeid miró al trono, pero al no ver a nadie sentado allí decidió mirar los alrededores pero aparte de los sacerdotes sólo pudo apreciar a pequeño animal que tenía delante. Esa criatura estaba sentada como un perro, con las patas delanteras tan juntas que se tapaba a sí mismo su pecho y movía la cola frenéticamente y con una gran sonrisa de oreja a oreja. Celeid, dió por sentado que sería una mascota del Dios, así que la ignoró completamente y miró hacia la sacerdotisa que había anunciado su llegada. —¿Dónde se supone que está vuestro Dios? —preguntó extrañada. Los sacerdotes sonrojados apartaron la mirada avergonzados por la actuación de su Dios, pero aunque aquella sacerdotisa sintiese lo mismo, se vio obligada a responder la petición de la Diosa. —Se encuentra delante suyo, Diosa Celeid —respondió sonrojada la sacerdotisa. Celeid miro enfrente, pero lo único que había delante suyo era aquel animalejo. En ese momento, Mizyl levantó una pata y alzó su zarpa hacia Celeid. —Encantado, soy Mizyl, el nuevo Dios del Agua —dijo sonriendo. Celeid se quedó sorprendida al ver que esa criatura afirmaba ser el Dios Mayor de la zona. —¿Dios? ¿Tú? ¿No estarás tratando de engañarme, verdad? —preguntó alterada Celeid. Mizyl apartó las patas de su pecho para dejar ver con claridad su marca. —No es ningun engaño, realmente soy un Dios. No solo eso, ¡soy un Dios Mayor! —exclamó Mizyl resaltando la última frase mientras sacaba la lengua y golpeaba la marca de su pecho con la zarpa. Celeid se molesto al escuchar que era inferior a eso. Pero aun así intentó calmarse, respiró hondo y volvió a la conversación. —Dejando eso… —¿Qué ocurre Celeid? ¿Te has decepcionado al verme? —preguntó Mizyl interrumpiendo a Celeid mientras apoyaba sus patas delanteras sobre ella y se acercaba a su cara todo lo que podía. Celeid se sorprendió al ver como Mizyl se subía encima suyo, no obstante no tardó mucho en apartarlo bruscamente. —No te subas encima mio. ¿Acaso crees que esta es forma de comportarse ante otro Dios? —preguntó enojada por el comportamiento de Mizyl y cerrando sus alas todo lo que pudo. Viendo que Celeid se estaba enojando una sacerdotisa decidió intervenir. —Por favor, Mi Dios, comportese —comentó preocupada. —De acuerdo, ya vuelvo a mi trono. Encima que me preocupo por saber qué le pasa —refunfuñó Mizyl sentándose en su trono. —Lamentamos mucho el comportamiento de nuestro Dios. Por favor continúe —se disculpó la sacerdotisa agachando la cabeza. —Eso Celeid ¿qué ibas a decir? —preguntó Mizyl tumbandose y moviendo su zarpa de arriba a abajo. Aunque Celeid estuviese enojada, intentó no exteriorizarlo. Estaba allí por un motivo y enfurecer al Dios del Agua no estaba entre sus planes. Volvió a respirar profundamente y se dirigió a Mizyl. —Mi Señor del Agua, como vos ya debéis saber. El cambio de Dios es algo que conlleva muchas dificultades y más conociendo los problemas que dejó su predecesor con los guardianes. Por eso… —¿Por eso qué? Di directamente lo que quieres. No hace falta que me expliques la situación, la conozco mejor que tú —dijo Mizyl molesto cortando la explicación de Celeid. —¡Mi Señor! —exclamó una sacerdotisa. Celeid levantó una mano señalando hacia la sacerdotisa para que callase. —No os preocupeis, yo también prefiero dejarme de historias —dijo cruzando los brazos—. Vengo a proponer un trato entre nosotros dos. —¿Acaso el Dios del Orden es consciente de esto? —preguntó extrañado Mizyl. —Sí, y no debéis preocuparos, puedo jurar que él no se entrometerá —comentó seriamente. —¿Y qué se supone que buscas con ese pacto? —preguntó desconfiado. —Necesito que me abastezcais de agua del mayor nivel mágico que tengáis y que me permitáis vivir en uno de vuestros templos. Para que veas que vengo en son de paz, únicamente traeré conmigo unos pocos sacerdotes de mis Terrenos —respondió Celeid decidía relajando sus alas. —Claro, claro... ¿Y qué gano yo dandote agua y encima aguantandote cerca? —preguntó Mizyl levantándose para quedarse sentado—. Porqué me imagino que esa agua no es para decorar tu templo con bellos estanques de peces —aclaró. —Aparte de ayuda para controlar a las masas, ya que nuestra forma de gobierno y la de tu antecesor no difieren mucho entre ellas, tengo a unos antiguos guardianes en mis Terrenos —contestó Celeid sonriendo—. Creo que sería más conveniente para ellos estar en tus Terrenos. ¿No opinais lo mismo? —sugirió la Diosa con una mirada tenebrosa. Mizyl bajó de golpe sus orejas y sus ojos se contrajeron al escuchar exguardianes. Era la primera vez que escuchaba sobre ellos y sabía que rechazar la oferta podría significar no volver a tener noticias suyas. No obstante, no podía dejarse llevar por sus sentimientos, movió la cabeza para despejarse y volver a la conversación. —Aun no me has dicho para qué quieres usar mi agua —dijo Mizyl seriamente mordisqueandose el labio inferior. —Es para el asunto de Thylos. Creo haber encontrado una forma de retenerlo, pero para ello necesito tu agua mágica —explicó la Diosa—. Espero que como Dios Mayor estéis al corriente sobre esta criatura —comentó con más confianza a medida que la conversación avanzaba. —Sí, soy consciente de ello. Igualmente, ¿me estas diciendo que has encontrado la forma de retener semejante criatura con la ayuda de mi agua? Según tengo entendido su barrera es impenetrable y por si no fuera suficiente es inmortal. ¿Como piensas retener algo así? —preguntó extrañado por esa propuesta. —Básicamente tengo una teoría sobre cómo abrir una brecha en esa barrera. Sus llamas parecen poseer una extraña mezcla de afinidades. La primera de ellas sería del fuego, y la segunda se acerca más al desorden, muy similar a la que poseería un ser del Caos —explicó Celeid acercándose hacia Mizyl y colocandose la manos en las caderas. —¿Y se supone que quieres romper la barrera con la mezcla de nuestros poderes? —Mizyl movió atrás la cabeza cuando vio a Celeid acercarse a él—. Suena interesante —comentó Mizyl moviendo la cabeza hacia delante viendo que Celeid se detuvo. —Aunque no podamos matar la criatura, tenerla retenida evitaría que esas catástrofes se extendiesen al resto de los Terrenos —declaró Celeid expandiendo sus alas. —Entiendo tus propósitos, tampoco estoy de acuerdo con las masacres que supuestamente ha cometido —comentó arañando con su zarpa el trono donde estaba sentado—. Pero aun sabiendo que tener la criatura retenida sería una gran forma de evitar más desastres, nada me asegura que tu disparatado método funcionará. Por lo tanto mi respuesta no será inmediata. Deberás esperar. Cuando lo tenga decidido enviaré unos de mis esbirros a tus terrenos con la respuesta —explicó Mizyl con un tono más flojo y desanimado al que tenía normalmente. —Comprendo, entonces esperaré su respuesta Dios del Agua. Agradezco su atención —dijo agachando la cabeza. Una vez finalizada la conversación, los sacerdotes abrieron las puertas para que Celeid se marchase. Pero antes de que las puertas cerrasen completamente, Celeid pronunció sus palabras de despedida. —Veo que nuestros papeles se han cambiado, mi pequeño e inexperto Dios. Los sacerdotes se alteraron al escuchar las palabras de la Diosa. Fueron a quejarse enojados a Mizyl por la propuesta de la Diosa, pero en ese momento se dieron cuenta de que Mizyl tenía la cabeza baja, apretaba sus dientes con fuerza e intentaba con un esfuerzo inútil contener las lágrimas. Por primera vez los sacerdotes vieron llorar a su Dios. —¡Mierda! —Pegó un golpe fuerte con su zarpa al trono—. Maldito antecesor. ¿Ahora como podre arreglar esto? —se quejó entre lágrimas mientras bajaba la cabeza. —Mi Dios.... —dijo una sacerdotisa apenada por su dios. —¡Mi señor Mizyl! Este no es momento de bajar la cabeza, le necesitamos con todas sus energías —exclamó un sacerdote. Mizyl levantó la cabeza y miró al sacerdote. Sus lágrimas no cesaban, su furia aún no estaba calmada y le costaba pensar en que debía de hacer. —Reunámonos en media hora en la sala del consejo —ordenó Mizyl tras estar unos minutos callado. Mizyl bajo de su trono y salió de la sala. Los sacerdotes, impotentes al ver que no sabían cómo levantar el ánimo de su Dios, no se atrevieron a decirle nada. Así que decidieron prepararse para la reunión que les esperaba hasta que el Dios volviese. Esos treinta minutos pasaron lentamente, en especial para los sacerdotes, quienes estaban preocupados por el estado de su Dios. A pesar de eso, sabían que si continuaban de aquella forma no lograrían nada por lo que aprovecharon ese tiempo para analizar con calma la situación que se les planteaba y las posibilidades que tenían a su alcance. Mizyl se dirigió al lago central del continente. Era como una cuna para él, siendo su lugar de nacimiento y la zona donde podía sentirse más en armonía con su elemento. Aun siendo consciente de que no llegaría a tiempo a la reunión, prefirió tomarse ese tiempo para reposar y calmarse en su hogar. Una vez traspasó el bosque que había entre el templo y el lago, se acercó a la orilla de este. Ya era de noche y la luz de la luna iluminaba el bello lago central. Pequeñas criaturas iluminaban los árboles de alrededor mientras que algunas luciérnagas sobrevolaban el lago. La suave brisa movía tanto las hojas de los árboles como el agua. Era extraño como ese paisaje que parecía prácticamente solitario transmitiese tanta vida. Era la magia del del agua, el elemento de la vida. Mizyl observaba el lago admirando su belleza mientras su cuerpo se movía solo hacia él. Cuando su zarpa tocó el agua, esta no se hundió, Mizyl flotaba en ella y siguió caminando hasta situarse en el medio. En ese momento cerró los ojos, su pelaje empezó a brillar y su cuerpo empezó a tornarse agua. Fue cuestión de segundos para que todo el cuerpo de Mizyl pasase a ser agua y se volviese uno con el lago. Todas las luciérnagas que lo sobrevolaban reaccionaron ante la transformación de Mizyl apartándose a un lado, iluminando los laterales con sus luces. Pasaron unos minutos hasta que el agua se volvió a alzarse y lentamente se unió tomando de nuevo la forma de Mizyl.. Una vez finalizó, Mizyl se movió hasta la orilla del lago, donde se sacudió las gotas de agua que tenía por el pelaje. En ese momento miró hacia el bosque que tenía enfrente. —No hace falta que te escondas más, te sentí llegar —comentó Mizyl sentandose dirigiendo seriamente la mirada hacia el lago. De los arbustos que tenía detrás saltó una criatura que corrió hacia el Dios hasta morderle la cornamenta. —Kitsune, ¿qué haces a estas horas merodeando lejos de tus compañeros? —preguntó mientras se quitaba de encima a la pequeña. —Solo estaba dando una vuelta —contestó mientras se sentaba a su lado. —¿Tus padres lo saben? —preguntó Mizyl con una mirmirada indagadora. —Claro que no lo saben, y no lo van a saber. ¿Verdad? —preguntó devolviéndole la mirada. Mizyl sonrió forzosamente ante su respuesta mientras ella sacaba la lengua acompañando ese gesto con una sonrisa. —¿Y tu Mizyl? He oído que había venido la Diosa Celeid y no te he visto con buena cara —comentó preocupada. Mizyl se quedó pensativo, parecía que otra vez no fuese a responder, pero Kitsune viendo su expresión se movió delante de Mizyl y lo empujó con sus patas delanteras. —¡Ehhh!, Mizyl, dime algo, no te quedes callado —exclamó Kitsune sacudiendolo de un lado a otro. —Kitsune, aunque me gustaría poder estar tan animado como tu. Ahora mismo no estoy de humor —dijo Mizyl mirando hacia un lado mientras la apartaba con su zarpa. —¿Es por culpa de lo que te ha dicho la Diosa esa? No tienes que hacer caso a lo que diga esa creida —se quejo situándose frente el morro de Mizyl. —Es un asunto serio, no puedo ignorar sus palabras —comentó Mizyl volviendo a apartar la mirada. Kistune, harta de que Mizyl no le prestase atención decidió moverle la cabeza con su zarpa para que la mirase a los ojos. —Si no me comentas de que se trata no seré capaz de entenderte —dijo Kitsu mirando fijamente los ojos de Mizyl—. Aunque sea una cría algo podrás compartir conmigo. No diré nada al Dios del Caos —refunfuño Kitsu retirando la zarpa de la cara de Mizyl. En ese momento la llama salió de detrás de ella—.Y esta tampoco dirá nada. —Apartó la llama con la zarpa. —Podríamos decir que tengo un problema que resolver y no estoy seguro de si tomare la decision correcta —comentó Mizyl suspirando preocupado mientras se ponía la zarpa sobre la marca del pecho. —Yo confío en tí, y sé que tomarás la correcta — le dijo Kitsune situándose delante de Mizyl. —¿De verdad crees eso? —le preguntó mirando al cielo. Kitsune golpeó el suelo con sus patas delanteras al mismo tiempo que su llama empezó a brillar llamando la atención de Mizyl y ahuyentando a las luciérnagas del lago. —¡Eres el Dios del Agua! —exclamó Kitsune retrocediendo hacia el lago metiendo su cola dentro del agua—. Fuiste elegido por este elemento —dijó mientras sacó la cola de golpe del agua salpicando a Mizyl —¡Tu y nadie más! El mismo agua confia en ti. Y no solo el elemento. ¡Todos confiamos en tí! Mizyl se quedó asombrado por las palabras de la cría. Miraba como esos grandes ojos le observaban fijamente. —Pequeña, si eres capaz pronunciar estas palabras ante mí en el momento idóneo, se que de mayor te convertirás en una líder increíble. —Mizyl la halagó mientras se levantaba. —Y tú en un Dios increíble —respondió Kitsu ante los halagos de Mizyl, mientras la llama se movía hacia el bosque—. Bueno Mizyl tengo que irme, ya me he entretenido demasiado —comentó dirigiéndose hacia el bosque—. Hasta otra, espero que la próxima vez que nos veamos estés más animado —dijo Kitsu mientras entraba en el bosque. —Yo tambien lo espero… —le respondió Mizyl—. Gracias —susurró con una voz tenue. —Menos agradecer y mas mover el culo —gritó Kitsune desde dentro del bosque. Mizyl rió ligeramente al escuchar a Kitsune y también empezó a adentrarse entre árboles. Fue corriendo hasta su templo, volviendo a traspasar el bosque que hay entre su templo y el lago central. Al ser de noche el camino fue más tranquilo de lo habitual, aun así podía sentir a las criaturas nocturnas que vagaban entre los árboles. Una vez llegó al templo, entró de golpe y fue directamente a la sala del consejo donde le estaban esperando todos. —Llegáis tarde mi Dios —le recriminó el sacerdote más joven. —¿Donde estabais mi Señor? —preguntó una sacerdotisa de hermosos cabellos largos y rubios—. Os busque por todo el templo y no os encontré. —Fui al lago central para relajarme y reflexionar sobre el tratado —respondió Mizyl sentándose en su silla. —Mi señor, tened en cuenta que ahora que no contamos con un sumo sacerdote, vuestra presencia es más necesaria —se quejo el anterior sacerdote levantándose de golpe de su silla . —No hace falta ponerse así —dijo una sacerdotisa joven que destacaba por unos hermosos ojos verdes en agitando las manos para que se calmase—. Lo importante ahora es si os encontráis mejor, mi Dios —preguntó mirando a Mizyl. —No puedo decir que este bien, pero al menos ahora creo que podré mantener la cabeza fría —respondió Mizyl apoyando las patas delanteras sobre la mesa. Miró a su alrededor—. Viendo que ya estamos todos, puede dar comienzo la reunión sobre el tratado que me ha propuesto Celeid —declaró Mizyl iluminando su pelaje para que la fuente del centro de la mesa empezase a expulsar agua. La sacerdotisa que se encontraba sentada más cerca de Mizyl se levantó. —Al ocaso Celeid, Diosa de la Bendición y vasalla del Orden, visitó nuestro templo para proponernos un tratado. En este se especifica que Celeid vendrá a vivir a estos terrenos, junto a unos pocos sacerdotes, y le tendremos que otorgar agua mágica. A cambio, ella nos ofrece su ayuda para calmar a las masas y nos traerá con ella al resto de los exguardianes, de los que hasta ahora no habíamos recibido noticias —explicó mirando con sus hermosos ojos los anotaciones que tenía en las manos. Al acabar su explicación, la sacerdotisa se sentó. Tras eso, Mizyl miró a los demás sacerdotes. —Ahora que todos somos conscientes de la situación, se abre el debate para decidir qué decisión tomar —declaró Mizyl colocando sus patas delanteras otra vez en la silla y cerrando los ojos. El sacerdote más joven se levantó de su silla para poder hablar. —En mi opinión deberíamos declinar esa oferta. Tener una Diosa de otra facción en nuestros terrenos es demasiado peligroso, podría ser una trampa. Además, desconocemos si realmente tienes a nuestros exguardianes en sus Terrenos —comentó sentándose de nuevo una vez acabó lo que tenía que decir. —Aunque estoy de acuerdo con lo que has dicho sobre los exguardianes, veo que quien realmente se mete en un peligro es Celeid. Estaría rodeada de enemigos, si intentase hacer algo contra nosotros sería prácticamente una muerte segura —rebatió la sacerdotisa rubia que se levantó en el momento en el que el otro sacerdote se sentó. —Claro, ¿y por qué motivo Celeid se arriesgaría tanto? Seguro que estará aprovechando que nuestro Dios es inexperto para tenderle una trampa —refutó enfadado el sacerdote desde su silla. Los demás sacerdotes se quedaron pensativos intentando averiguar que motivó llevaría a Celeid correr tal riesgo. —Thylos —hizo una breve pausa—. Esa es la respuesta que estáis buscando —respondió Mizyl abriendo los ojos. Los sacerdotes callaron repentinamente al escuchar el nombre de la criatura. —Mi Dios, ¿en serio crees que deberíamos actuar contra Thylos? —preguntó asustada una sacerdotisa—. Mira lo que les ocurre a los Terrenos del Orden, cada cierto periodo de tiempo reciben grandes masacres de esa criatura —comentó preocupada mientras se intentaba cubrir con las manos una marca en forma de luna que tenía en cuello. Algunos sacerdotes de la sala empezaron a temblar por las palabras de la sacerdotisa. —No os preocupeis por ello. Si Thylos empieza a atacar otras facciones, todos los Dioses pondrán sus ojos en él. Seguramente no le interesara algo así —dijo Mizyl viendo que sus sacerdotes se habían asustado ante los comentarios de la sacerdotisa. —Aun así… —se quejó un segundo sacerdote descontento por las palabras de Mizyl agarrando su bastón con fuerza. —¡No quiero ni un comentario más sobre Thylos! No es de nuestra incumbencia en estos momentos y mucho menos teniendo otro asunto importante entre manos que nos afecta directamente —declaró Mizyl molesto mirando enojado a los sacerdotes por la cobardía que presentaban. Los sacerdotes tuvieron que asentir disgustados ante las palabras de su Dios. —Yo creo que deberíamos aceptar la oferta. Sabiendo que Celeid está obsesionada con ese asunto, creo que sería muy probable que viniera con una oferta tan descarada como esa. Sin contar que su presencia impondría cierto miedo a las masas, que es lo que más necesitamos ahora —argumentó de pie la sacerdotisa más cercana a Mizyl. —Opino lo mismo, el asunto de Thylos lleva marcando los Terrenos durante mucho tiempo —dijo el sacerdote más anciano que se sentaba frente a ella. —Sigo sin estar de acuerdo, esa idea es una completa locura. Además seguimos sin estar seguros sobre situación de los exguardianes —recriminó enojada la tercera sacerdotisa cruzando los brazos y dejando visible su marca. Mizyl estiró sus patas cada uno en dirección a un lado de la mesa para que callasen. —Mientras escuchaba vuestras opiniones, he pensado una posible respuesta para el tratado de Celeid —dijó Mizyl mirando a todos sus sacerdotes. *****
Los Ojos del Zorro Capítulo 4: El Reencuentro Una vez acabó la reunión del consejo Mizyl pidió a la joven sacerdotisa que escribiera un mensaje con la respuesta. Al acabar de escribir la carta, Mizyl empapó su zarpa con tinta y la puso en el mensaje, enrolló el pergamino y creó a un esbirro que se tragó el mensaje y partió hacia los terrenos del Orden. —El mensaje ya está enviado. Confío en que el consejo ha sabido elegir la mejor opción —dijo Mizyl observando las puertas por donde salió su esbirro con el mensaje. —La decisión fue la acertada, así que, mi señor, no os preocupéis de nada —le respondió la joven sacerdotisa que se encontraba detrás de él. ***** Poco después, en el templo de la Diosa del Orden los sacerdotes se apresuraron para abrir las puertas. Una criatura creada con agua mágica y con una estructura casi deforme, pero con cierto parecido a un can dracónico irrumpió en el interior. Este ser se acercó a Celeid, que se encontraba sentada en su trono. Una vez frente ella, Celeid se levantó y se acercó al esbirro. La Diosa acercó su mano a la boca de la criatura y esta escupió un pergamino en su mano. Los sacerdotes de la sala miraron extrañados a la criatura mientras esta se sentaba en el suelo. No parecía de que se fuese a marchar sin una respuesta. —Mi Diosa, esta criatura… ¿que hacemos con ella? —preguntó una pequeña sacerdotisa mirando como su Diosa desenrollaba el pergamino. —Dejadla estar —contestó Celeid leyendo el mensaje—. Seguramente estará esperando nuestra respuesta. —Entiendo. Como vos deseéis —asintió la pequeña sacerdotisa. Celeid tardo unos pocos minutos en leer el mensaje. Al acabar se quedó con el pergamino en mano pensando sobre qué debería hacer. Cuando lo decidió, llamó a la joven sacerdotisa para que le trajera la pluma y un pergamino. Se levantó de su trono y se dirigió a su mesa donde empezó a escribir la respuesta una vez la joven sacerdotisa trajo lo que necesitaba. El esbirro de Mizyl se levantó y se dirigió donde estaba Celeid en el momento que ella enrollaba el pergamino. —Entrega esto a tu Dios —dijo dándole el mensaje. Celeid se levantó de la mesa, miro a los sacerdotes de las puertas. —¡Abrid las puertas! —gritó. Los sacerdotes no tardaron en abrirlas, y el esbirro salió corriendo del templo después de emitir un fuerte rugido. Los presentes en la sala miraron a Celeid curiosos por la respuesta que le daba a Mizyl. —Mi Diosa. ¿Cuál será nuestro próximo movimiento? —preguntó curioso uno de los dos sacerdotes que guardaba las puertas. —¡Llamad a todos los sacerdotes del templo! —ordenó Celeid— una vez estéis todos os contaré lo que tengo pensado —comentó regresando a su trono. ***** Una semana después de que le llegase el mensaje a Celeid, en la zona del bosque donde habitaban los guardianes, Ryugan estaba hablando con Umia de los acontecimientos que les esperarían. Mientras tanto Hikye, como era de costumbre, vigilaba a Kitsune para que no les estorbara. —Querido saco de carne ¿no tienes nada mejor que hacer con tu vida? —preguntó Kitsune inquieta, dando vueltas cerca de Hikye. —Para nada, solo sirvo para aguantar tus pataletas —respondió con tono sarcástico mientras se tumbaba en el suelo. —Últimamente se ha reforzado la protección en los Terrenos: los adultos apenas están en casa, habéis puesto algunos zorros jóvenes a vigilar, mi padre ya ha tenido varias reuniones con Mizyl y la mayor parte del tiempo si no está fuera, está hablando con mi madre —comentó Kitsune mirando a su alrededor viendo a sus padres hablar a lo lejos —Algo va a pasar —refunfuñó. —Vaya ¿y te has enterado de todo tú solita? —preguntó Hikye burlesco riéndose de la cría. —¡No te rías de mí! —se quejó Kitsune enojada —Nunca me contáis nada, estoy harta de que me estorbes. Kitsu se abalanzó para morder a Hikye, pero este se levantó y desplegó sus cinco colas. La imagen era terrorífica, la inmensa sombra de Hikye cubría a la impotente cría. Kitsune se detuvo de golpe, bajó las orejas, erizó su pelaje y se quedó temblando al ver la mirada espeluznante que le transmitía. La llama reaccionó al temor de la cría situándose entre los dos. —Pequeña Kitsu, te advierto que aunque seas la hija del líder no quedarás impune ante un mal comportamiento. Ya empiezas a ser mayorcita para saber cómo actuar, dudo que a tus padres les hiciera gracia que te deba castigar porque me atacaste al ver que no lograbas lo que querías —explicó Hikye disgustado haciendo caso omiso a la llama. Kitsune se entristeció al escuchar la bronca de Hikye, se sentó, cerró los ojos y agachó la cabeza. —Lo… lo siento —dijo con la voz quebradiza mientras le salían lágrimas de los ojos y se mordisqueaba el labio inferior con rabia. —¿Qué ocurre Hikye? —preguntó Ryugan que justo entonces apareció detrás de Hikye. —Ehhh… Nada… No es nada —respondió sorprendido al darse cuenta que tenía detrás a su líder. —Necesito hablar con mi hija —dijo mirando a Kitsune con la cabeza y las orejas bajadas—. ¿Kitsune estas bien? —preguntó dirigiéndose a su hija mientras Hikye se apartaba a un lado. Kitsune solo asintió con la cabeza. Su padre al no estar convencido de que no le pasase nada, se acercó a su hija y le puso el morro debajo del suyo para que levantase la cabeza. —Como tú dices siempre, si no me cuentas lo que pasa no podré ayudar —dijo suavemente Ryugan lamiendo la cabeza de la pequeña. Kitsune en ese momento levantó la mirada, tenía aún los ojos rojos y llorosos. —Me gustaría… ¡Me gustaría que por un día me tuvierais en cuenta! —exclamó Kitsune mirando a su padre con resentimiento —Nunca me contáis que pasa, siempre me tenéis al margen… —siguió quejándose bajando el tono de voz. —Pues hoy es el día en que eso cambiará —dijo Ryugan mirándola decidido. Tras esas palabras a Kitsune se le iluminaron los ojos y empezó a mover la cola rápidamente. —Ven conmigo —dijo el líder moviéndose hacia la zona donde estaba antes hablando con Umia. Kitsune fue corriendo a seguirle, pero fue parada abruptamente por Hikye. —Aunque tu padre considere que estés preparada, deberás tener en mente lo que te dije antes —le susurro al oído. Dicho esto Hikye se apartó para que Kitsune pudiera pasar. —Lo tendré en cuenta. Confía en mí —le respondió al pasar por delante de él. —Jamás dejé de hacerlo —susurró Hikye mostrando una ligera pero cálida sonrisa al saber que ella no la escucharía. En el momento en que Kitsu alcanzó a su padre, este se giró para dirigirse a ella. —Kitsune, es hora que actúes como un líder —dijo Ryugan mirando con determinación a su hija. Kitsune se alegró tanto que era incapaz de esconderlo. Sus ojos brillaban más que una luciérnaga, aunque mantuvieran el tono rojizo del llanto. Su cuerpo se movía involuntariamente a causa de los nervios y su cola, como era de esperar, parecía que tuviera vida propia. Estaba esperando con tanta emoción las siguientes palabras de su padre que no dijo ni una sola palabra. —Mizyl nos ha encargado una importante misión y quiero que tengas un papel importante en ella —continuó explicando Ryugan al ver que su hija no contestaba. —¿Y qué papel será ese? —preguntó ansiosa. —Ahora te enseñaré, eso sí, mantén la compostura y la calma. Eres una líder frente a una importante misión, no un simple perro emocionado por un hueso —comentó Ryugan apoyando su zarpa sobre la cabeza de su hija. Kitsune respiró hondo y se sentó alzando su pecho con orgullo. Mantuvo esa postura durante unos segundos con los ojos cerrados y evitando moverse para demostrar a su padre que era capaz de comportarse como una líder. —No hace falta que te mantengas así —dijo su padre con una sonrisa mientras le daba un golpe suave al abdomen—. Te mostraré lo que tendremos que hacer, acompáñame —comentó dirigiéndose hacia el bosque. Kitsune no tardó ni un segundo en seguirle con la sonrisa de oreja a oreja, estaba ansiosa por descubrir cuál sería su primer cometido como hija del líder. ***** Había pasado apenas una semana desde que el mensaje de Mizyl llegó a manos de Celeid. Los sacerdotes de las puertas fronterizas estaban más alerta de lo normal a cualquier movimiento del exterior. Los guardianes se habían acumulado en la zona sur de los Terrenos del Agua sin olvidar el resto de los dominios. Tanto Kitsune como Ryugan se encontraban cerca de la puerta sur de la frontera hacia las Tierras de Nadie. En ocasiones Mizyl se acercaba a la puerta donde se encontraba al líder con dos sacerdotes esperando a los acontecimientos que se aproximaban. Era mediodía y en la puerta del sur, frente al Dios Mizyl, apareció una pequeña criatura. Tenía forma humanoide y aspecto ágil. Poseía unas pequeñas alas emplumadas como las de las aves y dos cristales rojizos adornaban la zona cercana a sus ojos. Sus orejas eran enormes y peludas, de ellas colgaba un hermoso velo, y su cola era larga y suave. —¿Los has podido ver? —le preguntó Mizyl a esa pequeña criatura. —Sí, están a un par de horas de nuestra posición —contestó mirando hacia las Tierras de Nadie. —Entiendo. —Se quedó un par de minutos pensativo. —¡Dad la alarma! Estad todos preparados para cuando lleguen —gritó Mizyl a todas las criaturas que estaban allí. Al escuchar las órdenes de su Dios, Kitsune y Ryugan fueron corriendo hasta que llegaron a su posición. Kitsune hiperventilaba con fuerza y no era capaz de quedarse quieta. Miraba a todos los lados observando el movimiento que provocó Mizyl, todos estaban nerviosos por lo que se acercaba y ella no era una excepción. Kitsune se fijó en su padre, no se encontraba en la situación de decirle nada, tenía que demostrar que estaba preparada para una situación de este calibre. Cerró los ojos y suspiró profundamente. De repente, notó una suave y cálida caricia en su mejilla. Al abrir sus ojos, vio a su llama iluminando su rostro con esa tenue luz que emitía. Esta produjo un leve sonido que la relajó. —Gracias… Estaré bien, no te preocupes —susurró Kitsune a la llama. La pequeña llama se movió a su lado tras escuchar sus palabras. Kitsu miró al frente, aunque aún mantuviese los nervios, ya no se movía ni hiperventilaba con tanta fuerza como antes. Sentía más confianza en sí misma y sabía que no estaría sola. —Puedo verlos, estan muy cerca —gritó la pequeña criatura volando desde el cielo. La diosa y su séquito, formado por unos pocos sacerdotes y una manada de extrañas criaturas, no tardaron en llegar frente a las puertas. Mizyl las observaba con detenimiento, pero no era capaz de reconocer si esas criaturas eran las que él realmente buscaba. —¡Abrid las puertas! —ordenó Mizyl. Los sacerdotes abrieron las puertas para que pasasen únicamente Ryugan y su hija. —Es el momento de actuar, hija mía —dijo Ryugan mientras avanzaba. Kitsune asintió y avanzó con determinación junto a su padre. Estaba preparada para su primera misión. Al atravesar la puerta vieron que Celeid se encontraba encabezando el grupo. Justo cuando las puertas se acabaron de cerrar, Mizyl saltó de la muralla cayendo en un cúmulo de agua, que había creado al lado de Ryugan, para amortiguar el impacto. —Espero que te acuerdes del trato. ¿Traes lo que busco? —preguntó Mizyl acercándose a Celeid. —Claro que sí, Mizyl, lo prometido es deuda —contestó mientras se apartaba a un lado. Dos de las criaturas que la acompañaban se movieron a su lado. Mizyl los observó atentamente, se giró e hizo un gesto con la cabeza para que Ryugan y Kitsune avanzasen. —Vamos a saber si tenías razón, querido angelito —comentó Mizyl burlescamente, apartándose a un lado mientras miraba a Celeid. Los dos zorros avanzaron hasta estar enfrente de las otras dos criaturas. Al igual que ellos, eran una cría y un adulto los que habían avanzado. Kitsune las miraba atentamente, su olor le era familiar, pero no era capaz de reconocer su aspecto. Su físico era el de un zorro, pero sus colores no eran los mismos. Se encontraban ante unos zorros con un pelaje caoba y marcas de color granate. Su cuello estaba rodeado por un pelaje del mismo color que el de sus marcas que bajaba hasta el pecho. El pelaje blanco de este hacía destacar aún más el color del resto de su cuerpo. Y poseían una enorme y peluda cola como la que ellos tenían . A simple vista se asemejaban a unos insignificantes zorros salvajes, pero al fijarse bien pudo apreciar dos apéndices que parecían pequeñas colas sobresaliendo de su cola. Kitsune se alteró al ver esos apéndices, ver los vestigios de lo que antes eran unas hermosas colas le pareció repugnante. Pero como prometió comportarse como una adulta tanto a su padre como a Hikye, evitó al máximo exteriorizar ese sentimiento. Aun así era imposible esconder ese sentimiento de aversión, y eso quedaba reflejado en su rostro. Pero Kitsune no era la única que encontraba repulsivas las criaturas que estaban frente a ella. La otra cría miraba horrorizada la llama que estaba al lado de Kitsune. Su cara no solo mostraba a la perfección lo que sentía, sino que además su pelaje se erizó y se echó unos pasos atrás. A diferencia de las crías, que a mayor o menor medida mostraban sus sentimientos hacia la otra, los adultos se miraban fijamente sin decir nada. Aunque se percataron de los rasgos físicos que eran desagradables a su vista, intentaron no exteriorizarlo para evitar un enfrentamiento. —Tu olor me es familiar, pero no soy capaz de reconocer a quién pertenece —comentó Ryugan observando de arriba a abajo el zorro que tenía delante. —Debes de ser Ryugan ¿me equivoco? —preguntó el otro zorro mirándolo con desprecio. —No te equivocas, ¿pero me puedes decir quién se encuentra frente a mi? —insistió el líder al ver que no lograba reconocer a quien tenía delante. —Mi nombre es Icard —contestó con frialdad. Kitsune y Ryugan se alarmaron al escuchar su nombre. Esta vez incluso al líder se le notó en el rostro la sorpresa al escuchar ese nombre. —No es posible… Pero… Si cuando nos separamos tenías la edad y el tamaño de mi hija. ¿Cómo puede ser posible? —preguntó impactado. —La pérdida de nuestros poderes fue más rápida de lo que nos podíamos imaginar. Y como podéis ver, nuestros cuerpos también quedaron afectados. —Hizo una breve pausa mostrando un rostro de preocupación. —Igualmente, hablas de nosotros… Pero ¿Qué ha ocurrido con vosotros? —preguntó mirando asqueado en lo que se habían convertido. —¿Qué problemas tienes con nosotros? —devolvió la pregunta enojado por la reacción del otro zorro. —¡Miraos! Vuestro aspecto es horrendo, vuestro pelaje se ha vuelto tan pálido que os hace parecer unos muertos. Y esas marcas sangrientas… ¡Cualquiera diría que habéis sido poseídos por el Dios de la Nigromancia! —contestó de forma ofensiva, enojado y mostrando sus colmillos. En ese momento se fijó en la llama de Ryugan que se encontraba prácticamente inmóvil—. ¿Y qué se supone que es eso? —¡Basta! No tengo motivos por los que responderte. Y aún menos con esa actitud de crío que estás teniendo —contestó irritado mientras alzaba su cabeza, estirando sus orejas hacia atrás y moviendo las colas hacia arriba agresivamente. Cuando la tensión entre los dos zorros estaba llegando a su momento más álgido, la llama de Kitsune se movió hasta situarse en medio de los dos. Ambos zorros se sobresaltaron al verla, y Icard no tardó en atacar. Levantó su zarpa y golpeó con fuerza la llama contra el suelo. Ryugan al ver la reacción del otro zorro, desplegó con rapidez sus colas para defenderse. —¡Parad los dos! —dos voces retumbaron con fuerza. Mizyl y Celeid se posicionaron rápidamente en medio de la pelea. Ambos zorros retrocedieron al ver a sus respectivos Dioses. La llama desapareció de debajo de la zarpa de Icard y apareció entre las patas delanteras de Kitsune. La pequeña intentaba taparla con sus patas mientras mantenía una posición defensiva y le regañaba por su actuación. Celeid observó durante unos instantes tanto la llama de Ryugan como la de Kitsune. Seguidamente les dio una advertencia a los zorros y se apartó para dirigirse a Mizyl. —Lamento el comportamiento de mis súbditos —dijo Celeid disculpándose a Mizyl. —Los mios también tienen parte de culpa, me disculpo por ello —comentó Mizyl girándose hacia ella. Mientras los Dioses se disculpaban entre ellos, los zorros seguían mirándose asqueados el uno al otro. Icard erizó el pelaje y enseñó los dientes hacia Ryugan, pero este no quiso caer en sus provocaciones, apartó la mirada a un lado y bajo sus colas para evitar enojarse más. —Como puedes ver, he cumplido mi parte del trato —dijo Celeid con la vara cerca de sus zorros. —Sí… ya me he dado cuenta de ello… —respondió algo defraudado al comprobar cómo reaccionaron los zorros. —Espero que ahora seáis vos quien cumpla su palabra. Mizyl se quedó en silencio durante un par de minutos y se giró mirando hacia la puerta. —¡Abrid las puertas! —exclamó hacia los sacerdotes ocultando su decepción a Celeid. Celeid mostró una sonrisa al ver que las puertas de los Terrenos del Agua se abrían. Apartó su vara de delante de los zorros e hizo una señal con la mano para que sus súbditos avanzasen. —Me alegra tener frente a mí a un Dios de palabra —dijo Celeid con una sonrisa confiada mientras avanzaba hacia la puerta. —Sí… Claro… —murmuró Mizyl descontento. Mizyl se colocó en cabeza de la fila, seguido por Ryugan y Kitsune, mientras que Celeid y su séquito iban detrás de ellos. La pequeña no podía evitar ir mirando hacia atrás de reojo, tenía miedo de que les atacaran aprovechando que estaban de espaldas. —Kitsune —dijo Ryugan para llamar la atención de su hija. —Pero… —se quejo Kitsu preocupada por la amenaza que sentía. Ryugan se limitó a mirarla enojado. Kitsune, descontenta al no poder responderle, volvió a mirar hacia delante. El grupo se movió hasta traspasar la puerta que se cerró detrás de ellos. Icard y el resto de su manada iban mirando los alrededores, aunque las crías no reconocieran el lugar, los adultos sentían nostalgia por volver a su antiguo hogar. La Diosa observaba las defensas dispuestas en los Terrenos del Agua durante su trayecto hacia al templo de Mizyl. Enormes hileras de zorros que servían al Dios les observaban, criaturas voladoras controlaban el cielo, esbirros de agua creados por el Dios vigilaban con sumo cuidado todos los movimientos de sus zorros y los densos bosques que parecían tranquilos, en realidad estaban infestados de sirvientes del Dios del Agua que no dudarían en atacar si actuasen de forma sospechosa. Celeid sabía que cualquier movimiento en falso acabaría convirtiendo la tierra que pisaba en su tumba. Aun así, Celeid no parecía estar nerviosa ni asustada, caminaba con tranquilidad siguiendo a Kitsune y Ryugan. Sabía que si le quisieran tender una trampa y matarla ya podrían haberlo hecho. Además, estaba a un paso de conseguir algo que ansiaba desde hace mucho tiempo, no encontraba motivos para estar alterada. En cambio sus sacerdotes transmitían todo lo contrario, se les notaba inquietos por la situación.El camino hasta el templo principal de Mizyl fue largo y tuvieron que soportar la hostilidad de gran parte del Terreno. Cuando pasaban por los muchos pueblos que había, los ciudadanos se reunían para observarles de una forma poco amistosa. Pero eso no era nada en comparación a tener que pasar por los bosques, allí se sentían observados, pero aún así, ninguno de ellos era capaz de ver absolutamente nada en los árboles o arbustos, e incluso alguno de ellos miraba el suelo temiendo un posible ataque desde allí. Una vez atravesaron el último pueblo y llegaron a la zona sagrada, Mizyl se paró en seco, seguido de todos los que iban detrás. —Celeid, a partir de aquí tus súbditos no podrán avanzar. Deberán quedarse aquí hasta que acabemos de hablar —comentó Mizyl señalando un claro llano cercano a donde estaban. —Comprendo. —Celeid se giro a sus súbditos. —¡Vosotros! Ya habéis escuchado al Dios del Agua. Quedaos ahí hasta que yo os avise. El séquito de Celeid se movió hasta la zona señalada por Mizyl, mientras ella y el Dios del Agua se adentraron en el bosque. Los guardianes se quedaron vigilando al grupo junto a otras criaturas fieles a Mizyl. Kitsune, que acompañaba siempre a Ryugan, esta vez se fue con su madre hasta el pueblo más cercano a la zona sagrada. A la pequeña ya se le empezaban a cansar sus piernas, pero por suerte el camino no fue muy largo. Había sido un día agotador y la pequeña necesitaba relajarse. Una vez llegaron al pueblo, se acercaron a la plaza principal, donde se estiraron cerca de la fuente para tomar agua. —Hoy ha sido un gran día para mi pequeña —dijo Umia con una gran sonrisa. —Sí, pero no me ha agradado el trato que hemos recibido por parte de esos zorros —comentó Kitsune mirando enojada hacia la fuente. —Lo se, a mi tampoco me ha gustado cómo han actuado. Lo que no me acabo de creer es que de todos los Dioses que habían hayan tenido que parar a manos de Celeid —dijo disgustada. —Pues sí, ese angelito parece bastante desagradable. Además tiene cara de amargada —criticó Kitsune mirando a su madre. Umia río ante el comentario de su hija mientras se levantaba. —¿Quieres que vayamos a comer algo? Debes tener hambre —comentó situándose frente a su cría. Kitsu reaccionó levantando las orejas, pero al poco tiempo las bajo del golpe. —Nunca diré que no a que me invites a comer —dijo intentando esconder una pequeña sonrisa. Umia puso su zarpa en la cabeza de su hija. —En ningún momento he dicho que te invitaría… Que se le va hacer, hoy te invitaré yo, pero aun espero el día en que me toque a mí —comentó dirigiéndose hacia la taberna del pueblo. —¡Mama!… —gritó Kitsune para llamar su atención—. Estoy preocupada por los otros zorros. ¿Crees que irá todo bien? —preguntó mientras se levantaba y se acercaba a Umia. —Kitsune, siento decirte que no puedo responder a eso. Pero por ahora no te preocupes por ello, vamos a comer, que se que lo estás deseando —dijo acariciando la cabeza de su hija. Kitsune asintió y acompañó a su madre hasta la taberna. No sabía cómo acabaría la situación entre los dos clanes, pero eso es una pregunta que solo el tiempo podía responder. *****
Los Ojos del Zorro Capítulo 5: ¡Que Dé Comienzo la Prueba! Cuando Celeid y Mizyl finalizaron el acuerdo, la forzada convivencia entre los dos clanes de zorros provocó múltiples enfrentamientos entre ellos. Ninguno de los bandos quería ceder terreno ni llegar a ningún acuerdo, a pesar de los esfuerzos de Ryugan para evitar el enfrentamiento. El odio hacia el otro clan, en especial por parte del bando de Celeid, estaban muy arraigados. Las crías fueron creciendo rodeados de un odio que no comprendían de dónde procedía y eso causo que a parte que este fuese cada vez más irracional. Con el paso del tiempo, la generación más anciana de los zorros caoba cayó, dejando el mando a la generación de Icard y sus descendencias. A diferencia de ellos, los zorros que tomaron la píldora se mantenían sin apenas envejecer. Y esa diferencia provocó más dificultades a la hora de solucionarlo. Las crías caoba, aun sin entender bien el porqué debían odiar al otro clan actuaban de una forma hostil, y eso solo causaba molestias al clan de Ryugan aumentando las tensiones entre ellos. Al ver la hostilidad entre los dos clanes, los dioses Mizyl y Celeid decidieron reunirse en el templo de del Dios del Agua para debatir sobre la situación. —Agradezco que pudieras venir a pesar de que avisase con poco tiempo. Pero veía urgente comentar la situación entre los dos clanes —comentó Mizyl hacía Celeid mientras se sentaba—. Toma asiento por favor, seguramente esto nos llevará tiempo —dijo señalando la silla que había enfrente de la suya. —No se preocupe Mizyl, entiendo lo que dice y pienso lo mismo respecto al asunto de los zorros —comentó mientras tomaba asiento—. Están siendo realmente molestos, incluso he visto algunos recurrir a la violencia —explicó apoyando sus manos sobre la mesa. —Eso es lo que realmente me preocupa —dijó Mizyl cruzando sus patas delanteras—. No estamos en condiciones de que los guardianes se peleen contra el otro clan. ¿Habías pensado en alguna cosa para calmarlos? —preguntó preocupado. —En mis terrenos sería tan fácil como callar sus insignificantes opiniones —respondió volcando una talla de madera con forma de zorro. —¡¿Eres una vasalla del Orden y esto es lo mejor que se te ocurre?! —exclamó Mizyl sorprendido por la poca sensibilidad de Celeid. —¡Pero…! —dijo Celeid interrumpiendo a Mizyl que se puso sus zarpas en los morros para callarse— Se que a vos estas medidas no le agradan y al ser vuestros terrenos son sus decisiones —Celeid realizó una breve pausa, cogió la figura con fuerza y la balanceó delante de Mizyl. —Celeid, por favor, deja esa figura… La hizo mi hija —expresó molesto mirando la figura con atención. —Ya lo sé. —Celeid le lanzó la figura a las zarpas de Mizyl. —Tenía pensado hacer una prueba —dijo levantándose de la silla. —¿Una prueba? —preguntó extrañado mientras intentaba agarrar como podía la talla del zorro. —Si, aprovechando la generación joven. Les obligaremos a tener que pasar por una prueba juntos para que estrechen lazos —explicó moviéndose hacia un lado de la mesa. —¿Estrechar lazos? Querrás decir que harán lazos con las pieles después de matarse —respondió Mizyl incrédulo por la propuesta de Celeid. —¿Por qué piensas que querrán matarse? —preguntó la Diosa apoyándose en la mesa. —No se… Están habiendo peleas entre ellos solo por estar cerca ¿tal vez si los juntas acaben matándose? —respondió con tono sarcástico. —Eso ocurre con los adultos. Con las crías será más fácil evitar esa matanza que decís —expusó convencida hacia Mizyl. —No niego que aprovechar la generación joven para reeducarlos parece una buena idea. ¡Pero no con esta generación de crías! Aún tienen la herida reciente. —Estáis exagerando. Las crías son muy fáciles de convencer y más si ejercemos presión por nuestra parte —dijo Celeid girándose bruscamente frente la negativa del Dios del Agua. «Y por ser crías es más probable que se ataquen por cualquier tontería» pensó Mizyl viendo que razonar con Celeid no era una opción. —Igualmente, ¿tiene alguna idea mejor que la mía? —preguntó la Diosa a Mizyl con una mirada indagadora. Esa pregunta cogió desprevenido a Mizyl. No lograba encontrar ninguna idea que pudiera remediar el problema que tienen actualmente. —No… no tengo ninguna idea en estos momentos —respondió enrabiado al no tener nada con que contrarrestarlo. —Entonces, creo que está claro lo que vamos a hacer. No podemos permitir que aumente la hostilidad entre los dos clanes —comentó Celeid mientras se acercaba a la puerta. —¡Espera! —exclamó Mizyl para que la Diosa se detuviera—. Si piensas hacer la prueba, yo participaré a la hora de marcar las pautas —dijó Mizyl seriamente bajándose de la silla y acercándose a Celeid. —Me parece justo —dijó antes de abandonar la sala. Unos segundos después de que Celeid abandonase el templo, Mizyl se giró, fue hasta la silla y la golpeó con su pata trasera. —¡Maldita sea! Esta vez ha logrado salirse con la suya —exclamó mientras se dirigía hacia la puerta—. Estoy deseando el día en que la pueda echar de mis Terrenos como si se tratase de un borracho en una taberna —comentó Mizyl irritado marchándose de la sala. Mientras Mizyl se quejaba de tener que soportar a Celeid, esta se encontraba fuera del templo del Agua refunfuñando por la actitud del Dios Mayor. —Tss… Pensé que este Dios sería más ingenuo, pero veo que me equivocaba. La próxima vez tendré que escoger mejor mis movimientos —se quejó al salir de la zona sagrada de los Terrenos del Agua. ***** —¡Kitsune! ¡Kitsune! ¡Despierta! —exclamó una voz misteriosa. —Déjame dormir un rato más… —refunfuño Kitsune tapándose los ojos con sus zarpas. —¡No! Despierta, tienes que hacer la prueba ¡despierta! —siguió gritando la misteriosa criatura mientras pisoteaba a Kitsune. —Será solo un instante… pero déjame dormir… —dijo apartando a la criatura con su cola. —No se despierta. Llama, haz algo —se quejo la voz misteriosa. Una luz intensa alumbró la cara de Kitsune obligándola a levantarse. A los pocos segundos abrió los ojos y miró enojada a la criatura que tenía delante. —¡Ahhh! ¿Pero en qué estabas pensando? —preguntó Kitsune irritada por la luz. —¡Te has despertado! ¡Lo conseguí! ¡Lo conseguí! —respondió una cría de zorro dando botes de alegría. Kitsune suspiró con fuerza y se movió hacia donde estaban los demás zorros. La pequeña cría, celebrando su éxito, no dudó en seguirla con gran felicidad. —Kitsune, mamá me ha dicho que hoy me enseñará a cazar —dijo la pequeña cría moviendo la cola alegremente. —¿Y qué tipo de piedra cazarás hoy? —preguntó de forma burlesca a la cría. —¡Nooo! Iré a cazar un ciervo —respondió inflando las mejillas. —¿Una piedra con forma de ciervo? —siguió preguntando para meterse con el pequeño. —¡Que nooo! ¡Un ciervo de verdad! No una piedra… —respondió enojandose por las preguntas que le hacía. —Ahh, entiendo, un ciervo de verdad —dejo una breve pausa— ¿ciego, cojo o sordo? —preguntó al instante con cara de sorprendida. —¡Para ya, Kitsune! No tiene gracia —se quejó empujando con sus patas delanteras a Kitsune. Kitsune no pudo evitar reírse por la reacción de la pequeña cría. Este, enfadado de que Kitsu se metiera con él se fue corriendo hacia Umia que estaba un poco apartada. —¡Mamá, mamá! Kitsune no para de reírse de mí —gritó mientras se colocaba entre las patas de Umia. —Hija mía, tienes que cuidar de tu hermano pequeño, no reirte de él —dijo Umia mientras acariciaba a su hijo con la cabeza. —Si claro… no es culpa mía que se ofenda tan rápido —comentó Kitsune enseñando la lengua a su hermano. —Papá dijo que fueras hablar con él —dijó la cría señalando una zona del bosque con la pata. En ese momento el pequeño se adelantó hasta situarse delante de su hermana. —Quiero que sepas que un día de estos te ganare y entonces seré yo quien se ria de ti —declaró la cría mirando con decisión a Kitsune. —Y hasta ese entonces tú seguirás siendo un renacuajo ruidoso —comentó Kitsu mientras se iba a hablar con su padre. La cría al escuchar las palabras de su hermana infló los mofletes y se giró irritado sin decir nada. En cambio, Kitsune prosiguió su camino hasta donde estaba su padre. Tuvo que alejarse su hogar para entrar en el bosque que daba hacia el lago central. «¿Por qué mi padre quería reunirse conmigo fuera de casa?» pensó Kitsu mientras atravesaba el bosque. No tardó mucho en llegar al lago central, ya que gracias a sus sentidos más desarrollados perderse o retrasarse no estaba entre sus opciones. Allí encontró a su padre sentado en la hierba, observando tranquilamente el lago. Kitsune se movió hasta allí y se sentó a su lado. —Ya era hora de que te levantases —dijo Ryugan mirando como su hija se sentaba a su lado. —Dale las gracias a Crely —comentó aún somnolienta. —Eso significa que lo he educado bien —dijo entre risas. —Si… Ya… Entonces, ¿de qué querías hablarme? —preguntó Kitsune extrañada. —Es por la prueba —Ryugan retiró la sonrisa que tenía en su rostro. —Ya me imaginaba que sería por eso, pero dudo que tanta insistencia solo sea para desearme suerte o contarme algo que ya sepa —comentó la cría mirando fijamente a su padre. —No, realmente necesito pedirte algo. —¿De que se trata? —El mismo Dios del Caos me ha comentado, en una de esas molestas reuniones, que ha empezado un nuevo juego que podría afectar a todo el continente. Debemos averiguar de qué se trata ese juego del que habla. —El tono de Ryugan iba detonando una mayor preocupación a medida que le explicaba los planes del Dios del Caos. Kitsu se sobresaltó al escuchar la noticia. —¿Y por qué el Dios del Caos querría contarnos sus planes? —Lo desconozco, pero fue él mismo quien me pidió que le enviase la información sobre aquello de lo que se habla entre la gente en los Terrenos del Agua —respondió dudoso. —¿Fue él? —Kitsune se iba sorprendiendo cada vez más a medida que su padre le contaba la noticia. —Sí, pero no me pidas explicaciones porque no las tengo. Igualmente aunque no me lo pidiese también me hubiese puesto a investigar sobre esto —Ryugan se estaba enojando al comentar la reunión con el Dios del Caos. Kitsune se movió hacia delante y giró su cabeza mirando hacia su padre. —Entonces, estas diciendo que aproveche la excusa de la prueba para ir investigando sobre los posibles planes del Dios del Caos, ¿me equivoco? —Exacto, aunque no te puedo asegurar que las palabras del Dios del Caos sean verdad. Tal vez solo nos esté engañando para tenernos entretenidos —explicó mientras se levantaba y avanzaba hasta donde estaba Kitsune. —Comprendo, ¿entonces me encargo yo de la investigación mientras tú defiendes los Terrenos? —preguntó con seguridad a su padre. —Veo que cada vez eres más avispada —respondió sonriendo—. Como se nota que mi pequeña ha llegado a la adolescencia —comentó observando como su hija reflejaba la esbelta figura de un zorro joven. —Claro que lo soy. Me convertiré la próxima líder de los zorros y demostraré que puedo superarte —Kitsu sacó pecho enorgullecida tras la declaración. —Entonces, te daré algo para celebrarlo Ryugan corrió hacia uno de los arbustos que se encontraban en el bosque cercano y empezó a buscar entre ellos. Unos minutos después, sacó de entre los arbustos un collar de cuentas azuladas, del que emanaba un extraño brillo celeste y llevaba enganchadas unas cuerdas de color lila oscuro. Se puso el collar en el cuello, y después de volver a rebuscar por el arbusto de nuevo, sacó dos pañuelos de color rojo. Kitsune miró curiosa los objetos que traía su padre. —¿Qué es eso papá? —preguntó fijándose en el collar que llevaba en el cuello. —Es un regalo para ti —contestó Ryugan dejando los pañuelos en el suelo—. Ahora intenta convertirte. —Aún no lo he perfeccionado —comentó Kitsu algo avergonzada. —Tú intentalo —insistió su padre. Kitsune dio unos pasos atrás y sus marcas empezaron a brillar. Su cuerpo se envolvió de una luz blanca y poco a poco empezó a cambiar de forma. Al acabar la transformación, el brillo se desvaneció y de allí surgió una joven de aspecto humano con la cola y las orejas propias de un zorro. —¡Ahhh! ¿Por qué seguís ahí? —Kitsune se quejó, agarrándose sus propias orejas. —Bueno, aunque los humanos no estén dotados de orejas y cola como las nuestras, el resto está muy bien —comentó su padre mientras daba una vuelta alrededor de su hija. —Espera, ¡¿qué?! Tú también no… —exclamó enojada mirando su cola. —No te preocupes, es todo cuestión de práctica —dijó Ryugan observando las orejas de Kitsune. —Aunque veo que estás vestida. ¿De dónde sacaste esa ropa? —preguntó observando el kimono blanco con tonos azulados que llevaba Kitsune. —Me la regalo Drake. Fuimos las dos a comprarla cuando conseguí parecerme más a una humana que a un zorro —Tras decir eso, Kitsune se dejó caer disgustada por culpa de su imperfecta transformación. —¿Entonces aprovechaste las veces que quedabas con ella para practicar la transformación? —preguntó sorprendido. —Si, era un ejemplo perfecto. Pero aún me falta demasiado… —Suspiró Kitsu. —Tendré que quedar con ella otra vez para practicar —comentó tapándose los ojos con las manos. —Has mejorado mucho, prácticamente pareces una humana cualquiera —dijo mientras apoyaba su cabeza contra la de Kitsu —No te preocupes, pronto lograrás dominar la transformación —le susurró Ryugan para animarla Kitsune retiró sus manos de sus ojos y apartó la cabeza para poder ver mejor a su padre. —A todo esto. ¿A qué viene pedirme que me transformase? —preguntó Kitsune moviendo los dedos de la mano con lentitud mientras las observaba detenidamente. —Ah, sí. —Ryugan agarró con la boca los lazos y se los dejo delante de Kitsune. —¿Sabes cómo atarte un lazo? —preguntó Ryugan. —No, eso requiere mucha habilidad con los dedos. Habilidad que no tengo… —respondió avergonzada. —No te preocupes, esta vez te los pondré yo. Pero deberás dominar la movilidad de los dedos humanos —le aconsejó su padre mientras se transformaba en un humano. La apariencia de Ryugan a diferencia de la de Kitsune no tenía ningún fallo. A simple vista parecía un humano normal. Aprovechando su transformación su padre ató a los brazos de su hija los dos lazos zorros que había dejado en el suelo. —Papá, ¿Y ese collar? —preguntó Kitsune ignorando los lazos. —Se que puede parecer extraño, pero es una arma mágica que me otorgó hace tiempo el Dios del Caos —respondió atandole el último lazo. —¡¿Un arma del Dios del Caos?! —exclamó alejándose de ella mientras su llama se acercaba al collar. —No te preocupes por ella —dijo agarrando el collar —Yo y Mizyl nos aseguramos que no se tratase de una trampa. La llama empezó a brillar con su tono azulado al tocar el collar. El collar también brilló con un color celeste al mismo tiempo. Kitsune se quedó abstraída por el brillo que emanaba, pero a la vez sentía un desagradable escalofrío en su cuerpo. —Parece que a tu llama le ha llamado la atención —comentó una vez pararon de brillar. —No estoy segura de fiarme de ese collar… —Se quedó unos segundos pensativa observando fijamente el collar. — ¿Tu estas segura que es de fiar? —preguntó a su llama. La llama se movió de arriba a abajo mientras producía ruidos. —Ves, tu llama confía en que lo es —comentó acercandole el collar. —Un momento, ¿y de qué narices me servirá llevar ese collar? —preguntó Kitsune desconfiada mientras apartaba el collar con las manos. Tras escuchar esas palabras la llama acumulo energía en su interior y la disparó contra el collar. En el momento en que el fuego entró en contacto con el collar, esté lo absorbió sin dejar rastro emitiendo un leve brillo. Kitsune se quedó sin palabras al ver la actuación del collar, pero aún así seguía estando incómoda al estar cerca de esa arma. —Ha quedado decidido —dijo Ryugan mientras le colocaba el collar a la fuerza —A partir de ahora tendrás que aprender a usarla, confío en ti —comentó mientras retornaba a su forma habitual. —¡¿Queeee?! —exclamó Kitsune viendo como le colocaban el collar. La llama acarició la mejilla de Kitsune pero esta la golpeó. —¡Quítate! Que forma más rastrera de convencer que tenéis —se quejó mientras agarraba el collar que le pusieron en el cuello. El collar empezó a brillar al reaccionar con las manos de Kitsune y su forma cambió a la de una guadaña con unos extraños cristales en la cuchilla. Kitsu, asustada al ver una arma relacionada con la muerte entre sus manos, la lanzó lejos de ella. —¡¿Qué haces?! ¿Quieres clavarme la guadaña? —gritó mientras saltaba a un lado para evitar la guadaña. —¿Qué quieres que haga? Deshacerme de eso —respondió Kitsune alterada y mirando con desagrado el arma. —¿Qué te esperabas de una arma bendecida por el Dios del Caos? —preguntó Ryugan mientras iba a recoger la guadaña. —Pense que era solo un collar, ¿cómo me iba a esperar que cambiase de forma? —dijo levantando una de sus piernas hacia su padre para que no se le acercase. —Es algo normal en las armas mágicas, así que deberías tenerlo presente —comentó balbuceando con el arma en la boca mientras se acercaba a su hija. —Ohh, no… —dijo Kitsune negando con la cabeza. —Ohh, sí… —respondió su padre con el mismo tono de voz dejándole la guadaña justo enfrente suya. La llama creó un pequeño anillo de fuego debajo de ella, que usó para agarrar la mano de Kitsune y acercarla a el arma. Kitsune se resistía, pero la llama no dejo de insistir hasta que Kitsu se dejó llevar por cansancio. —Pfff… sentencia de muerte firmada… —Suspiró Kitsune descontenta al tocar el arma. —No seas tan exagerada —comentó Ryugan lamiéndole la cabeza. —¿Y estos lazos también son una trampa? —preguntó Kitsune mirando los lazos. —No, esto es un regalo mío y de tu madre —respondió con una cálida sonrisa. —Tenemos que celebrar que ya eres mayor —dijo orgulloso. —¿No se supone que es esta prueba lo que decide si lo soy o no? —preguntó dudosa mientras agarraba con la mano el mango del arma. —Para mi ya lo eres —respondió con decisión. Kitsune sonrió tras esas palabras —Gracias papá, no te decepcionaré —El arma se transformó en collar a la vez que ella volvía a su forma zorro. —Te deseo mucha suerte —comentó Ryugan mientras ayudaba a Kitsu a ponerse el collar. Kitsune se limitó a asentir. En cuanto le pusieron el collar corrió hasta el bosque, pero antes de entrar, su padre le dio una última advertencia. —¡Kitsune!, ten cuidado los críos no saben lo que dicen —gritó Ryugan desde cerca del lago. Kitsu no entendió que quiso decir con eso y se quedó mirándolo de una forma extraña durante unos instantes, pero al ver que no decía nada más decidió proseguir su camino. ***** —Mamá, mamá, corre que te quedas atrás —gritó Crely mientras se adentraba en el bosque. —Espera, recuerda que mamá está aún un poco resfriada y no puedo diferenciar los olores —comentó Umia mientras seguía a su hijo. Umia al perder de vista a su hijo, corrió hacia la zona del bosque por la que se había ido. Siguió el camino hasta un pequeño claro que había cerca de un pueblo de los Terrenos del Agua. Allí se encontró a su hijo cerca de una zorra caoba. —¡Crely, vuelve aquí ahora mismo! —exclamó Umia asustada. —Ehh, mi madre me enseñara a cazar. ¿Quieres venirte con nosotros? —preguntó la cría con las patas delanteras apoyadas sobre la zorra. La zorra caoba aunque mantuviera una postura defensiva y su cara mostraba hostilidad, esta no se movía. Parecía totalmente petrificada. —Crely, no te lo vuelvo a repetir. ¡Ven aquí ahora mismo! —siguió gritando Umia a su cría. —¿Por qué no puede venir con nosotros? —preguntó la cría mientras se acercaba a su madre. Umia al ver que su cría se separaba del alcance de la zorra caoba se dirigió rápidamente hacia él y le agarró del pellejo del cuello. —¿A qué viene tanta prisa? —preguntó enojada la cría. Umia no respondió hasta que se separaron suficiente de la zorra caoba. —No te acerques a esos zorros, son peligrosos —avisó Umia seriamente. —¿Y por qué alguien de los nuestros nos haría daño? —preguntó Crely extrañado. —No son de los nuestros —Negó Umia vehementemente. —Si no lo son, ¿por qué huelen igual que nosotros? —preguntó irritada la cría. Umia se quedó en silencio ante la pregunta de su hijo. —Sigamos —dijo Umia con un tono seco. La cría viendo que su madre no le daba una respuesta la siguió pero con un enfado notable. ***** Kitsu caminó hasta la zona acordada por la Diosa para la prueba, se encontraba intranquila al ser algo ideado por Celeid. Pasó a través de los arbustos y algunas hierbas aromáticas para camuflar el olor hasta llegar a dos enormes árboles que daban a un estanque. —Se supone que el lugar de quedada era este —se dijo a sí misma mientras investigaba los alrededores con sus orejas y hocico. Kitsune se acercó a los árboles con sigilo para evitar que la escuchasen mientras la llama se ocultaba entre sus patas. Miró hacia el estanque y allí vio a Celeid con un zorro caoba de un aspecto joven. —Llama, ¿detectas algo peligroso? —preguntó Kitsune en voz baja mientras observaba toda la zona. La llama salio de debajo de sus patas y dio una vuelta alrededor del estanque sin que le vieran. Una vez acabó de inspeccionar la zona se acercó a Kitsune se situó delante de ella y desprendió un pequeño brillo verde. —De acuerdo, allá vamos —comentó Kitsune mientras avanzaba hacia la zona del estanque. —Veo que ya has llegado —dijo Celeid al ver a Kitsune salir de entre los árboles. —Pfffff… apestas —comentó el zorro caoba apartando el hocico. —Azzio, por favor, compórtate —comentó la Diosa con una mirada desagradable. —Si quieres que me comporte dile a ella que no apeste —criticó asqueado Azzio sacando la lengua. —¿Y este se supone que sera mi compañero? —preguntó Kitsune decepcionada. —Exacto, soy Azzio hijo del líder de mi clan, espero que no seas un estorbo —respondió con aires de superioridad. Kitsune calló ante el comentario pero se le quedó mirando con desprecio. —¡Callad los dos! —exclamó Celeid extendiendo sus alas desde una roca en medio del estanque. —Si recordáis para que estáis aquí, acercaos a las armaduras —explicó Celeid señalando las corazas. Los dos zorros se acercaron mirándose fijamente y pusieron la zarpa delantera en sus respectivas armaduras. —Ahora que estáis los dos ¡Que dé comienzo la prueba! —exclamó Celeid golpeando el suelo con su vara.
Los Ojos del Zorro Capítulo 6: El Primer Desafío La tensión se palpaba en el ambiente cuando Celeid declaró como iniciada la prueba. Los zorros se observaban fijamente, reflejando el desagrado que sentían el uno por el otro. Celeid se dirigió de nuevo a ellos dejando escapar una ligera sonrisa al ver su actitud. —La prueba se dividirá en tres desafíos que deberéis superar —explicó Celeid observando cómo se colocaban los zorros las armaduras. —¿En qué consisten esos desafíos? —preguntó Kitsune una vez se colocó la coraza. —¿Y por qué nos tenemos que poner esto? —preguntó Azzio mientras intentaba sacar la pata de dentro de la armadura. —Cuando llegáis a la zona acordada con las otras criaturas, descubriréis en qué consiste cada uno de ellos. —Celeid soltó la vara, que se quedó en el sitio sin caerse, y se dispuso ayudar a Azzio a sacar su pata de la coraza. —La coraza fue capricho del Dios del Agua. —Eso no explica porqué nos la debemos poner —se quejó Azzio mirando su propia coraza. —Si te callases y me dejaras hablar, tendrías tus respuestas —respondió Celeid molesta. Azzio se calló de golpe y agachó la cabeza mientras bajaba tanto las orejas como la cola. —Os entregaré una bolsa con un mapa dentro. Allí está marcado donde tendréis que ir y en qué orden. Al completar los distintos desafíos con éxito os darán un objeto que tendréis que meterlo en la bolsa y é cuando hayáis conseguido finalizarlos todos —explicó Celeid señalando la bolsa que se encontraba a su lado —El tema de la armadura es más complicado, pero solo lo explicaré una vez. Así que estad atentos —Alzó la voz Celeid mientras señalaba la coraza. —Como podéis observar, vuestros armazones tienen tres cristales mágicos que brillan en un lateral. Si uno de vosotros decide atacar a vuestro compañero, dejará de brillar un cristal del zorro agresor. Si dejan de brillar los tres cristales la armadura se romperá y eso significa que ese zorro no superará la prueba. —¡¿Como?! —exclamaron al unísono los dos zorros. —No solo eso, la armadura tiene una cierta resistencia, si esta recibe mucho daño del exterior, la que realmente se verá afectada es la armadura del zorro que no lo esté recibiendo. Así que tened en cuenta que de esa forma también se puede romper —explicó Celeid mientras desviaba la mirada con disgusto hacia el collar que portaba Kitsune. —¡Espera un momento! ¿Me estas diciendo que si a la zorra esta le da por atacar a su propia coraza, la mía se romperá y así perderé la prueba? —gritó alterado Azzio alucinando con la noticia. —En el caso que uno de vosotros golpee su propia armadura será uno de los cristales de esta él que dejará de brillar —comentó Celeid con cara de desagrado. —Uff… menos mal. —Azzio suspiro de alivio por las palabras de Celeid —Es decir, que para ganar la prueba, aparte de traer los objetos, tenemos que llevar la coraza puesta, ¿no? —preguntó Kitsune. —Exacto. Los dos zorros mostraron un claro descontento por la armadura. Ya de por si no era cómoda de llevar, pero el tener que verse obligados no solo a no atacar, sino que también a proteger al otro zorro era una idea que a ninguno de los dos les agradaba. —Ahora que conocéis las reglas de la prueba, es hora de que partáis —Celeid cogió la bolsa y la lanzó en medio de los dos. Ambos zorros cruzaron sus miradas después de observar la bolsa, esperando que uno de los dos se decidiese por cogerla. Pasaron unos desagradables segundos hasta que Kitsu decidió acercarse a recogerla. Pero en ese momento Azzio se movió dándole un empujón que apartó a Kitsune. —Bah, déjame a mí, no vaya a ser que te canses —comentó con un tono engreído. Kitsune se quedó quieta en el sitio donde se encontraba, con el pelaje erizado y mostrando sus dientes. Pero teniendo a Celeid tan cerca no consideró conveniente iniciar una pelea con Azzio, por lo que decidió no darle importancia al asunto y lo siguió hacia el interior del bosque. Los dos continuaron adentrándose en el bosque hasta que llegaron a un pueblo que se encontraba cerca. Allí Kitsune estiró sus orejas para intentar enterarse de todo lo que podía de las criaturas que se encontraban por la zona. Azzio no tardó en darse cuenta de que Kitsune parecía algo distraída mirando hacia todos los lados. —¿Acaso se te ha perdido algo? —preguntó Azzio algo malhumorado. —Nada que a ti te interese —Kitsune respondió con una fría mirada de desagrado. En ese momento una joven con un vestido rojo con marcas negras se acercó a ellos. —¡Kitsune! Hace mucho que no nos vemos —gritó la chica dirigiéndose a Kitsune. —Drake, qué alegría verte —exclamó con una sonrisa Kitsune mientras se levantaba apoyada con sus patas traseras para abrazar a Drake. Drake y Kitsu se abrazaron alegremente al verse. A diferencia de Azzio que se alejó mirándolas asqueado. —¿Qué le ocurre a ese? —preguntó extrañada. —No le hagas caso, al pobre no le llega la sangre a la cabeza —contestó Kitsune al ver como se alejaba. Drake se quedó pensativa unos segundos mirando al zorro. —¡Ahhh, claro! Acabo de caer que Mizyl me comentó algo de una prueba con los dos clanes o algo así —dijo Drake en un sobresalto —ya me extrañaba verte con uno de los otros. —Si… Yo no sé en qué pensarían los Dioses… —se quejó Kitsune Drake se quedó otra vez pensativa, pero no conseguía ninguna respuesta. —Desconozco porqué llevan a cabo el asunto de la prueba, solo se que Mizyl se quejo bastante de los roces entre los dos clanes —comentó Drake intentando recordar las conversaciones que tuvo con su padre. —Dejando eso de lado, ¿qué haces tú por aquí? —preguntó Kitsune ignorando a Azzio. —Ahh, sí, acabo de llevar los materiales para la costura de mi nuevo ropaje —respondió Drake con una sonrisa. —Ya era hora. Cuando este acabado me lo tendrás que enseñar —dijó Kitsune moviendo su cola contagiada por la alegría de Drake. —Claro que si. Fuiste de mucha tu ayuda para convencer a los demás. —Drake finalizó el comentario con una mueca. —La gente no es tan valiente cuando cuelgan del aire —dijo orgullosa Kitsune guiñándole el ojo también. —¿Quieres dejar de hablar con esa humana? ¿O ya te has olvidado de la prueba? —gritó Azzio enojado mirándolas asqueado. —Tss… Ya me gustaría haberte olvidado —murmuró Kitsune dándose la vuelta —Me tengo que ir antes de que se vuelva más irritante, ya nos veremos al finalizar la prueba. —Kitsune se despidió mientras avanzaba hacia Azzio, pero Drake no tardó en detenerla agarrándola por la cola. —¡Cuántas veces te he dicho que no me agarres la cola! —exclamó Kitsune molesta. —Ten cuidado, los críos no saben lo que dicen —susurró Drake preocupada al ver el comportamiento de Azzio. —Ya veo que te has dado cuenta que ese zorro habla más que piensa —comentó Kitsune sin apenas escuchar la advertencia de Drake. —¿Por qué hablabas con esa humana? —preguntó Azzio molesto —Después os creeis superiores. —¿Acaso sabes quien es? —preguntó Kitsune irritada mientras se acercaba a Azzio. —Si… Es el capricho del Dios del Agua, y quien tarde o temprano nos matara a todos —respondió Azzio con desprecio, tanto en su rostro como en su forma de hablar. —Tu no tienes ni idea sobre el tema de Thylos, se nota que Celeid te ha comido la cabeza —se quejo Kitsune acercándose de forma agresiva a Azzio. —Yo podría decir lo mismo con Mizyl, ese Dios es muy ingenuo —comentó Azzio mientras proseguía su camino. —Listillo, ¿acaso sabes donde se realiza la primera prueba? —preguntó Kitsune mientras se sentaba. Azzio se paró en seco y se giró mirando su mochila. —Tú y tu estúpida amiga me habéis despistado —respondió Azzio enojado. Kitsune se acercó a Azzio y cogió el mapa con la boca de dentro de la bolsa. Contempló el mapa y vio una señal a las afueras del pueblo en dirección contraria a la que iban. —Genial, estábamos yendo por el lado contrario —se quejo desquiciada metiendo con fuerza el mapa en la bolsa, cosa que causó que Azzio se tuviera que agachar por el golpe. Kitsune se giró y siguió el camino que llevaba a las afueras del pueblo, Azzio como no pudo mirar el mapa tuvo que seguirla. El camino fue exasperante para ambos, ninguno de los dos se dirigía la palabra. Se tenían tanto asco que evitaron todo lo posible girar la cabeza hacia el lado donde se encontraba el otro. Kitsune siguió intentando escuchar a las criaturas para ver si sacaba algo de información útil, pero no logró encontrar nada interesante. Mientras tanto Azzio observaba atentamente a la llama de Kitsune. No le agradaba ver algo que tuviera que ver con el Dios del Caos merodeando a sus anchas, y aún menos tener que soportar la compañía de una criatura que se había vendido a él por poder. Al salir del pueblo, cruzaron el riachuelo que lo separaba del Bosque de Verlym y se adentraron en él. No era un bosque muy frondoso, pero aun así era de los más conocidos del terreno debido a los inmensos árboles que lo poblaban. La abundante luz que penetraba entre las grandes ramas de los árboles permitía el crecimiento de una gran variedad de flores y plantas que inundaban de color el sotobosque. Esa exuberante vegetación atraía a muchos insectos, que a su vez, servirían de alimento a los pequeños animales que allí habitaban, revelando así la gran actividad que había en el lugar. Debido a sus condiciones, Verlym no solo era el hogar de una fauna muy variada, sino que era un lugar de reunión para las hadas de los alrededores, dotándolo de una aura de magia y misticismo. —Según la señal la prueba debería ser por esta zona —comentó Kitsune mirando los alrededores. La llama de Kitsune reaccionó y se elevó hacia una de las ramas de un árbol. Ambos la siguieron con la mirada hasta que esta se detuvo al llegar a la rama. En ese momento, apareció una pequeña criatura con enormes orejas, desde las que caía un velo, unas pequeñas alas emplumadas y dos cristales que lucían un bello color rojizo encima de sus ojos. —¡Ahhh! ¡Apártate de mí! —exclamó la criatura intentando apartar a la llama de un golpe . La llama esquivó el golpe y bajó hasta donde estaba Kitsune para situarse a su lado. —¿Entonces esa llama era tuya? Menudo susto —dijo la pequeña criatura mientras observaba como la llama volvía con su dueña. —¿Y tú vas a ser el primer desafío? —preguntó Azzio. —Exacto —respondió balanceando una garra que llevaba como colgante. —La prueba solo consiste en quitarme esto antes de que anochezca. Parece sencillo, ¿verdad? —comentó en un tono sarcástico. —Así que solo hay que quitarte el colgante. —Azzio dejó la bolsa a un lado y adoptó una postura agresiva. —¡Alto los dos! —gritó Kitsune. —¿Qué es lo que ocurre? —preguntó la criatura mientras se agachaba. —No sería de buena educación empezar esta prueba sin que al menos nos presentáramos —comentó Kitsune molesta. —Ahh… tienes razón. —La criatura se rascó la cabeza como si se le hubiese olvidado alguna cosa. —¡A quién le importan las presentaciones! ¡Vamos contrarreloj! —se quejó Azzio erizando su pelaje. —La señorita tiene razón, es una prueba entra criaturas de alto rango de los Terrenos del Agua, sería de mala educación no presentarse. —Se puso la mano en el pecho mientras se levantaba. —Mi nombre es Hiwil y pertenezco a las criaturas encargadas de explorar terrenos. —Mi nombre es Kitsune y soy la hija del líder de los guardianes de los Terrenos del Agua. —dijo Kitsune orgullosa. —El mio es Azzio y soy el hijo del líder de los zorros caoba. ¿Podemos empezar ya? —se quejó Azzio descontento. —Que molesto eres —comentó Kitsune mirándolo desprecio. —Bueno, tengo ganas de ver de lo que son capaces los famosos zorros guardianes, espero que todo lo que se contaba antes de vosotros siga siendo verdad —dijo ansioso Hiwil con las manos en las caderas. —¡Que de comienzo la prueba! —gritó levantando la mano. —¡Lo primero será bajarte de ahí! —Azzio lanzó una gran llamarada por la boca que fue directo a por Hiwil. Hiwil sonrió y en un instante desapareció de la zona, siendo esta arrollada por el fuego. La enorme rama, en la que Hiwil se encontraba unos instantes atrás, empezó a arder y el fuego no tardó en propagarse a las hojas cercanas. —¡Espera! ¡El bosque! —exclamó Kitsune viendo cómo ardía el árbol. —¡¿En serio no sabéis cómo parar esas llamas?! —preguntó asustado Hiwil apareciendo debajo del árbol. En ese momento una criatura con forma dracónica compuesta por agua apareció de detrás de los árboles y lanzó un chorro al lugar donde estaban las llamas. La magia del agua no solo las apagó, sino que también regeneró lo destruido por ellas. —¡Mizyl! —exclamó Kitsune felizmente mientras observaba cómo la criatura les miraba desde lejos. —Menos mal que el Dios pensó la forma de contrarrestar vuestras llamas —dijo Hiwil después de suspirar de alivio. —¿Pero eso no se irá? —preguntó Azzio observando el esbirro de Mizyl. —¿Para qué? ¿Para que incendiemos el bosque? —Kitsune preguntó enojada. —Si lo entiendo… pero me incomoda que esté ahí. —Azzio intentaba ocultarse con su cola para evitar ser visto por el esbirro. —Comprendo lo que dices, pero lo más razonable sería que se quedase ahí —comentó Hiwil alejándose de los zorros —Una vez dicho esto, prosigamos con la prueba —declaró mirando a Kitsune y Azzio. —¡Sí! —gritó Kitsune mientras se posicionaba, a diferencia de Azzio, que seguía intranquilo observando a la criatura. Kitsune alzó la cola y la marca de su frente empezó a brillar. Hiwil se empezaba a sentir agarrotado. No era capaz de mover ni un músculo del cuerpo, pero aun así lograba mantenerse en el aire, aunque más que ser él quien levitase, parecía como si le hubieran atado en el aire. Kitsune se abalanzó hacia él, pero Hiwil, al ver que no sería capaz de soltarse a tiempo, hizo brillar los cristales de su cabeza y logró zafarse antes de que Kitsune lo alcanzase. Kitsu se dio la vuelta al darse cuenta que no lo pudo atrapar y miró hacia donde se encontraba la criatura. —¿Seguirás quedándote ahí parado? —Kitsune se quejo al ver como Azzio parecía más concentrado en la criatura de agua que en la misma prueba en la que se encontraban. —¿Ehh? —Azzio no se enteró de lo que le dijo Kitsune ya que estaba absorto ante la criatura. En ese momento la criatura abrió la boca y escupió una aguja de agua que tardó en impactar cerca de Azzio. —¡Ahhh! —Azzio gritó asustado mientras se apartaba intentando evitar el ataque. —¿Esto es todo lo que podéis hacer? —preguntó Hiwil decepcionado. —¿Cómo quieres que te enseñemos algo si mi compañero no reacciona? —se quejó Kitsune. El esbirro de Mizyl frunció el ceño mientras miraba a Azzio. —¡Deja de mirarle! —gritó Kitsune enfurecida. Azzio dio un giro brusco mirando tanto a Hiwil como a Kitsune. —¡Yo ya sé lo que tengo que hacer! ¡Dejad de gritarme! —exclamó Azzio irritado. —El tiempo corre, cachorros —comentó Hiwil acercándose a una rama. Azzio lanzó una llamarada hacia Hiwil, pero este se desvaneció antes de que lo alcanzase. Cuando este desapareció, Azzio levantó todo lo que pudo las orejas y empezó a mirar fijamente su alrededor intentando localizar algún rastro de la criatura. A los pocos segundos Azzio se abalanzó hacia una zona que parecía vacía. —¿A dónde te crees que v… Hiwil apareció en ese lugar justo antes de que Kitsune pudiese acabar la frase; sin embargo, Azzio fue detenido en el aire antes de que le pudiera alcanzar. —No está mal —dijo Hiwil mientras lanzo por los aires a Azzio. Al ver que Azzio iba a colisionar contra un árbol, Kitsune usó sus poderes psíquicos para detenerlo y bajarlo suavemente. —Si Azzio ha podido detectarte debe significar que no te estas teletransportando —comentó Kitsune mientras miraba a Hiwil. Hiwil simplemente sonrió al escucharla. —Entonces veamos cómo soportas la presión —Kitsune lanzó una bola de fuego de color azulada hacia la criatura. Justo en el momento en que tendría que haber entrado en contacto con el fuego, Hiwil desapareció de la misma forma en la que lo había hecho anteriormente. No obstante, antes de poder reaparecer, Hiwil se dio cuenta de que Azzio se estaba abalanzando hacia la posición a la que se dirigía y como si se tratase de un acto reflejo los cristales de su cabeza volvieron a brillar. Pero Kitsune sabiendo que volvería usar sus poderes psíquicos, activo los suyos para poder contrarrestarlos. Viendo que Azzio seguía a la carga aún habiendo usado sus poderes, Hiwil sabía que no tardaría en ser alcanzado. Así que con un rápido movimiento, erizó su cola hasta el punto en que los pelos parecían agujas y golpeó a Azzio. —¡Aahhh! —exclamó Azzio retirándose a un lado. El cuello y la cara de Azzio empezaron a sangrar más de lo que él podía imaginarse. El impacto no solo había logrado apartarlo, sino que también le provocó unos arañazos. —Espero que esas heriditas no te hagan retroceder —comentó de forma burlesca Hiwil mientras se posaba en el suelo. —¡Si crees que con eso me vas a detener lo llevas claro! —gritó Azzio furiosos mostrando sus colmillos y erizando el pelaje. «Esta es la primera vez que nos hiere al defenderse, pero me parece extraño que no nos haya atacado. ¿Por qué motivo sólo se limita a defenderse?» Se preguntaba Kitsune mientras observaba el comportamiento que presentaba Hiwil. La llama de Kitsune empezó a moverse y a chirriar. —Vamos a tener que presionarlo más si queremos quitarle el colmillo. —Kitsune alzó la vista al cielo. —Aún queda tiempo. «Pero si este no aprende a calmarse será difícil hacer algo en equipo.» Pensó Kitsune mientras observaba como Azzio arañaba el suelo con rabia. —Ven aqui zorrito. —Hiwil intentaba provocar a Azzio. Azzio lanzó otra llamarada hacia Hiwil. Como respuesta a ese ataque, Hiwil volvió a desvanecerse y apareció justo debajo de unas ramas cercanas, pero Azzio, que ya había tenido en cuenta ese movimiento se abalanzó hacia su nueva posición. Justo cuando Hiwil fue a defenderse, la llama de Kitsune le lanzó una pequeña bola de fuego, dejándolo desconcertado y permitiendo que Azzio lo derribara. —Ahora el colmillo es mío —dijo Azzio dirigiendo su boca hacia el colmillo. —¡Noooo! —El golpe contra el suelo hizo que Hiwil pudiese recobrar el sentido y no tardó en crear un campo psíquico que repelió a Azzio de su lado. —¿En serio no lo has podido conseguir? —se quejó Kitsune mientras veía a Azzio recuperarse del golpe. —¡Ahh! ¿Qué narices es esa llama? —preguntó mientras se frotaba los ojos y retomaba el vuelo. —Lo mismo me pregunto yo —comentó Azzio observando a la llama. —Es mi compañera, es lo único que voy a decir —respondió Kitsune decidida. —Tsss.. Que molesto —susurró Hiwil. —¡A ver como te defenderás ahora Hiwil! —Kistune lanzó una bola de fuego hacia Hiwil. —Ya lo veras. —Hiwil se la devolvió con sus poderes psíquicos. —Recuerda que somos dos. —Azzio se abalanzó contra Hiwil. Repentinamente, Hiwil desapareció del lugar, pero esta vez, antes de que reapareciera de nuevo, Azzio lanzó una llamarada hacia la zona donde iba a aparecer. —No es suficiente. —Hiwil se deshizo con facilidad del ataque de Azzio. Pero la llama de Kitsune fue rápida y lanzó el mismo ataque de antes para aturdir a Hiwil. En el momento que fue alcanzado, a Kitsune le dio tiempo para ir contra él para quitarle el colmillo. Hiwil no tardó en recobrar el sentido y echarla fuera con el campo psíquico. Pero Azzio que espero a que lo usase, cargo contra él y de un tirón agarró con la boca el colmillo. —El colmillo es mío —balbuceó Azzio con el colmillo en la boca. —Dirás nuestro… —comentó Kitsune molesta mientras su llama soltaba un chirrido. —¡Maldición! Creía que podía repeler esa llama. ¿De dónde ha salido eso? —preguntó Hiwil sorprendido por el poder de la llama. —Ya dije que no contestaría… —Es cosa del Dios Caos… —interrumpió Azzio asqueado mientras metía el colmillo con la bolsa. —Tu no sabes absolutamente nada, así que cierra esa bocaza —contestó toscamente Kitsune acercándose a Azzio. —Sea o no lo sea, es una magia muy fuerte. —Hiwil se acercó a la llama. —Y no parece que tengas control alguno en ella. —Fue a tocar la llama con la mano y esta empezó acariciarla. Kitsune se quedó callada y asintió, Hiwil estaba en lo correcto. La llama era independiente aunque tendía a obedecer sus órdenes o ayudarla. —Igualmente, la finalidad de este desafío era trabajar en equipo… Lo habéis superado… pero… no he visto nada de trabajo en equipo —¿Como quieres que ayude a una zorra que está ligada al Dios de la Nigromancia? —se quejó Azzio restregándose su zarpa por la herida. —Ya empezamos… —Kitsune susurró aburrida de las locuras de Azzio. En ese momento unos látigos de agua surgieron del suelo agarrando a Azzio por las patas, provocando que cayera al suelo de espaldas. —¡¿Pero qué?! ¡Suéltame! —Azzio intentaba soltarse. —Oye cachorrito, los guardianes hicieron un trato con el Dios del Caos. Pero con la Nigromancia no tienen nada que ver —explicó Hiwil mientras observaba como Azzio intentaba zafarse sin éxito. —No te va a hacer caso, no ves que Celeid le ha lavado el cerebro… el poco que tiene… —comentó Kitsune susurrándole a Hiwil la última parte. —No ayudeis… mejor seguid cotorreando… —comentó Azzio con tono sarcástico. —Lo siento mi maldad no me permite ayudarte —contestó de forma irónica. —Igualmente, ahí viene un voluntario —dijo Hiwil señalando al esbirro del Dios del Agua mientras se acercaba. —Ohh… ¡No! Cualquier cosa menos eso… —Azzio se quejó mientras torcía el cuello para ver al esbirro acercarse. —¡Alejate! ¡Vete! ¡No! ¡Fuera! ¡No! ¡Nooooooooo…! —gritó Azzio al ver como el esbirro le lamía toda la herida para curarla. —Mira el lado positivo, al menos ya no tienes la herida —comentó Kitsune riendo por la desgracia de Azzio. Azzio gruñó molesto mientras se secaba con las zarpas el agua de su pelaje. El esbirro volvió al interior del bosque pero se seguía manteniendo por los alrededores. —Bueno criaturitas, en esta zona ya habéis acabado. Solo puedo desearos suerte en el resto de pruebas. —Al acabar de hablar, Hiwil le dio un leve golpe en el lomo a Kitsune. —Te lo agradecemos. Nos pondremos en camino hacia la siguiente prueba —comentó Kitsu sonriendo. —Si seguís este bosque llegaréis al pueblo Hyniart. Deberíais poder descansar allí, la siguiente prueba está un poco lejos —comentó Hiwil señalando hacia el oeste. Azzio se sacudió y se colocó delante de Hiwil. —Entonces sigamos. —Azzio recogió la bolsa del suelo con cierto desagrado y se dirigió hacia donde señaló Hiwil. —Muchas gracias Hiwil, espero que nos podamos volver a ver pronto —dijo Kitsune agachando la cabeza. —No hay de que. Hasta la vista —comentó Hiwil mientras veía a los zorros entrar dentro del bosque. «No entiendo realmente la prueba, es una verdadera pérdida de tiempo.» Hiwil parecía preocupado. Azzio y Kitsune continuaron caminando por el bosque sin siquiera hablarse ni mirarse. Azzio caminaba golpeando el suelo con fuerza, se notaba que aún seguía enojado por lo ocurrido durante el desafío. En cambio, Kitsune parecía bastante tranquila y aprovechaba los momentos de calma para ir observando los alrededores, intentando ver al esbirro de Mizyl. Aproximadamente a mitad del trayecto hacia el pueblo, Azzio empezó a refunfuñar mientras su cara de enojado iba a más. —¿Qué se supone que te pasa ahora? —preguntó Kitsune harta de escucharle. —¡Estoy harto del Dios del Agua y de tener que ir contigo! —exclamó girándose de forma brusca hacia Kitsu. —Mira, no eres el único que está descontento con esto —comentó Kitsune mientras bajaba el morro de Azzio con su zarpa. —El único ser tan estúpido como para pensar que se conseguiría algo con esta prueba es tu Dios —Azzio mostró sus colmillos a la vez que gruñía a Kitsune. —Sabihondo, ¡la prueba fue idea de tu Diosa! —respondió molesta Kitsune al ver la actitud que presentaba Azzio hacia Mizyl. —¡No culpes a Celeid de las alocadas ideas de Mizyl! —Azzio se acercó a Kitsune erizando su pelaje. —¡Y tu no eches las culpas a Mizyl desconociendo completamente lo ocurrido! ¡Ignorante!—Kitsune iba elevando el tono de voz a medida que la conversación avanzaba. —¡Cierra esa bocaza! ¿Crees que siempre tienes la razón? —exclamó golpeando el suelo con fuerza para mostrar su enfado. —¡Claro que la tengo! Es lo que tiene no vivir en la ignorancia. —Kitsune alzó la cabeza en señal de superioridad. —¡Ya no aguanto mas! —Azzio se abalanzó contra Kitsune y le clavó sus fauces en el cuello. Kitsune, dolorida por la herida en el cuello y furiosa por las palabras de Azzio, envolvió sus garras con fuego mágico y apartó a Azzio clavándoselas en el hocico. Al ver que la discusión se había convertido en una pelea, el esbirro de Mizyl no dudó en intervenir y separarlos con un potente chorro de agua. Los dos salieron disparados hasta chocar contra el mismo árbol. La coraza resistió el golpe, pero en cada armadura uno de los cristales dejó de brillar. —¡Mierda! Como he podido caer ante esa provocación. —Kitsune aún estaba se recuperando del golpe. —Ahhh… —Azzio aún seguía en el suelo dolido con los ojos cerrados. Al recibir el chorro de agua las heridas que de ambos zorros sanaron, pero el duro golpe contra el árbol les seguía doliendo. Una vez separados, el esbirro volvió a ocultarse en el bosque al igual que las otras veces, pero en su rostro se notaba lo molesto que estaba por lo ocurrido. Kitsune se levantó como pudo, pero sus piernas aún temblaban por el golpe. No obstante, Azzio seguía en el suelo apenas sin moverse. —Mierda… Hay que llegar al pueblo rápido —comentó Kitsune intentándose mantener de pie. La llama de Kitsune se acercó a Azzio y le acarició la cabeza mientras producía un leve silbido. —Quita… Puedo yo solo… —dijo Azzio intentado levantarse como podía. Cuando Azzio pudo volver a mantenerse en pie retomaron el camino. Se estaba haciendo de noche y la oscuridad hacía cada vez más difícil avanzar sin tropezarse. La llama, conociendo el peligro que resultaba caminar sin ver hacia dónde se dirigían, se adelantó un poco para ir inspeccionando el terreno y así evitar las dificultades a la hora de atravesar el bosque. Por suerte el camino no fue muy largo y no tardaron en llegar al pueblo que Hiwil les comentó. —Al fin… —Las patas de Azzio cedieron y cayó al suelo agotado. —¡No! Espera a llegar a la posada… —Kitsune se quejó mientras observaba como el cielo oscurecía. Por mucho que Azzio intentara levantarse sus piernas no le respondían. Kitsune estaba prácticamente en las mismas, sus piernas temblaban más a cada segundo que pasaba y deseaba poder a la posada cuanto antes para acabar con esa tortura. —Por favor, ya no falta casi nada —Kitsune suplicaba agotada. —Hago lo que puedo… —Azzio intentaba avanzar con todas sus fuerzas, pero aun así le costaba mantener el ritmo. Aunque el camino fue corto, era el peor trayecto que habían tenido que recorrer hasta ese momento. Sus piernas casi no podían ni mantenerlos en pie, sus colas se arrastraban por el suelo, sus orejas les colgaban de la cabeza y su boca se había secado de tanto jadear. A duras penas lograron llegar a la posada del pueblo debido al estado en el que se encontraban. Cuando entraron, se les acercó una criatura humanoide con rasgos de reptil para recibirles. —Buenas tardes pequeños. ¿Qué es lo que desean? —preguntó amablemente el posadero. —Dormir…—Azzio respondió dejándose caer lentamente en el suelo. —¿Tiene alguna habitación con camas separadas? —Kitsune preguntó apoyando el hocico en la mesa. —Si, no os preocupéis. Mizyl ya nos avisó de vuestra prueba —comentó el posadero. —¡Menos mal! —Kitsune reaccionó con gran alegría al escuchar eso mientras se sentaba en el suelo. —Si me podéis acompañar, os llevaré a vuestra habitación —comentó mientras avanzaba hacia la puerta. —Espera… un… momento… —comentó Azzio entre jadeos y arrastrándose por el suelo. El rugir del estómago de Kitsune interrumpió a Azzio. —Me había olvidado que llevo todo el día sin comer nada… me muero de hambre… —Kitsune bajó la cabeza y apoyó su zarpa en el estómago al quejarse. —En el salón que hay aquí al lado podrás comer algo —El posadero les indicó donde se encontraba el salón a los dos zorros exhaustos. —Enséñame dónde está la habitación y después me dirigiré hacia allí —dijo Kitsune mientra se levantaba. —Pfff… —Azzio hizo acopio de las pocas fuerzas que le quedaban y se levantó para dirigirse hacia la habitación. —Un momento, que le ayude con la bolsa —dijo el recepcionista recogiendo la bolsa de Azzio. —Te lo agradezco… —Azzio suspiró profundamente. Los dos zorros acompañaron al posadero hasta la habitación. Cuando llegaron allí, Azzio entró rápidamente y se tumbó en la cama de un salto, mientras tanto, Kitsune se quedó quieta en la puerta moviendo la cola con alegría al ver una cama en la que descansar. —Disfrutad del descanso —comentó el posadero con una gran sonrisa. —Muchas gracias… —Porque será lo único que disfrutaréis —acabó la frase antes de que Kitsune pudiese responder. Azzio levantó tanto la cabeza como las orejas al escuchar esa frase, pero el posadero ya se había ido. Solo pudo contemplar a Kitsune sonriendo forzosamente mientras le recorría un sudor frío y la cola caída. —Esto… Ya no lo agradezco tanto. —Genial… —Azzio dejó caer la cabeza en la cama. —Me voy a comer algo, no me importa lo que digan —dijo Kitsune abandonando la habitación. —Atragántate —dijo Azzio antes de que Kitsune se fuera de la habitación. Kitsune dio un portazo y se fue hacia el salón evitando mirar al posadero. Al llegar allí buscó una silla vacía en la que sentarse. Pero desgraciadamente todas las mesas estaban ocupadas y tuvo que dirigirse a la barra a sentarse para poder comer. Al llegar allí, se subió a la silla y apoyó el hocico en la barra. —¿Eres la hija de Ryugan? —preguntó quién debía ser el hermano del posadero mientras se acercaba a Kitsune. —Sí… —respondió Kitsune desganada. —¿Entonces estás con la prueba? —Sí —respondió esta vez con un tono más tosco. —Tienes hambre, ¿verdad? —preguntó con una sonrisa. —Sí… —Kitsune le miró con ojos de cordero degollado y con voz más dulce. —Espera un momento y ahora te traigo algo —dijo el hermano del posadero. «Debería aprovechar para ver si escucho algo interesante.» Su estómago rugió «Ahhh.. Así no se puede, tengo demasiada hambre.» Kitsune observaba su alrededor mientras intentaba concentrarse en su misión. El hermano del posadero tardó unos pocos minutos en traerle su comida. Kitsune estaba tan ansiosa, que al oler la carne, sus orejas, cabeza y cola se levantaron al unísono instintivamente y no pudo apartar la mirada hasta que la situaron delante de ella. —Estaba en lo correcto al pensar que tenías hambre. Y no te preocupes, Mizyl ya se ocupó de pagar estos gastos —comentó el hermano del posadero con una sonrisa al ver a Kitsune babear al ver su comida enfrente suyo. —Espero que lo disfrutes, pequeña. —Muchas gracias —dijo Kitsune con una gran sonrisa. Kitsu sostenía la carne con las patas y la desgarraba con los colmillos para coger pequeños trozos. El hermano del posadero fue a por un cuenco de agua cuando vio que Kitsune empezaba a comer. —Que rico —balbuceó Kitsune mientras masticaba la comida. —¿Has escuchado sobre el multiforme? —preguntó una criatura de la taberna. Ese comentario llamó la atención de Kitsu que se encontraba saboreando la carne. A pesar de que las criaturas que conversaban sobre eso estaban algo lejos y que había mucho ruido en la sala, Kitsune era capaz de oír lo que iban diciendo. La joven intentó girarse disimuladamente para observar las criaturas, pero al tenerlas detrás podía levantar sospechas. —Tsss… —Kitsune se mordió el belfo inferior. —Dicen que lo han visto—Siguió la conversación entre las criaturas. «¿No se supone que había muerto?» Kitsune se sorprendió al escuchar hablar de ese ser e intentó mirar de reojo para ver si podía reconocer de dónde procedían. —Si… Yo he escuchado que ha enloquecido y que va a atacar a todos los Dioses con un ejército de diez mil criaturas —comentó una criatura con la voz temblorosa. —A mi me han dicho que está matando a todos sus guardianes —le respondió uno de los allí presentes. —No puede ser. —Kitsune se sobresaltó ante el rumor. —Eso es imposible, me da que os han contado un montón de mentiras —se quejó una tercera voz dando un golpe a la mesa. —No se… El rumor está muy extendido —comentó la primera voz preocupada. —¿Qué te ha parecido la carne? —preguntó posadero. Kitsune se sorprendió, no se había dado cuenta de que tenía al lado posadero. —Es una buena pieza, le doy mi enhorabuena a quien lo haya cazado —contestó con una sonrisa falsa. —Me honra escuchar eso de la hija de Ryugan —dijo el posadero regresando a su trabajo. Kitsune suspiró —Ya mañana seguiré —susurró mientras se acababa la comida que le quedaba—. Ya he acabado, gracias por todo —Kitsune agachó la cabeza y volvió a su cuarto corriendo. Al llegar a la habitación cerró la puerta y se dirigió a la cama para poder descansar. —Mañana será otro día —le comentó a la llama—. Buenas noches, amiga…
Los Ojos del Zorro Capítulo 7: La Llegada al Bosque de Rai'Ka El amanecer llegó a los terrenos del Agua. Los habitantes se empezaron a despertar para así empezar su rutina, no obstante, para algunas criaturas llegaba la hora de dormir. El Sol brillaba con fuerza y sus rayos alcanzaron a Kitsune desde la ventana. —Ahhhgg… —Kitsune sintió escozor los ojos. —¿Ya es por la mañana? —Se preguntó asomándose por la ventana. Kitsune observó cómo muchas criaturas paseaban por el pueblo, conversaban, trabajan… —Es hora de irse, no podemos hacer esperar a la siguiente criatura —comentó Kitsune mientras su llama se levantaba de la cama y se colocaba a su lado. La llama produjo unos ruidos molestos, llamando así la atención de Kitsu. —¿Qué es lo que ocurre? —preguntó observando a su llama. La llama se acercó donde estaba durmiendo Azzio y siguió emitiendo ruidos molestos. —Tss… Yo tampoco lo aguanto… —Kitsune avanzó hacia la cama de Azzio. Azzio continuaba durmiendo plácidamente mientras el rostro de Kitsune cambiaba a uno más enfurecido. —No soporto ni su existencia… —La marca de la frente y el collar de Kitsu empezaron a brillar. —Si simplemente desaparecieras… El collar cambió de forma a la de guadaña y al mismo tiempo Kitsune tomó la forma humana. —¡Ya no debería aguantarte ni a ti ni tus tonterías! —La cuchilla de la guadaña se empezó a oscurecer y tomó un tono rojizo oscuro. Kitsune elevo la guadaña y la clavó directamente en el cuello de Azzio. La guadaña le dejó unas marcas que se extendían desde el cuello hacia el resto del cuerpo, pudriendo cada parte que tocaban como si de una fruta se tratase. —Todo se acabó para ti —Kitsune sonrió, pero su armadura se rompió en dos cayéndose al suelo. —La prueba… —comentó mirando la armadura parada en el suelo—. Mizyl… —dijo preocupada por la imagen que daría. —¡Mizyl! —Kitsune se levantó de golpe de la cama y miró hacia todos los lados. Pudo observar a Azzio durmiendo tranquilamente en su cama. —Tss… Qué asco que no pueda hacerlo realidad —comentó decepcionada mientras se volvía a estirar. —¡Aghhh! ¡El cuello! —exclamó quitándose el collar —¿Todos los de tu clan son tan molestos por la mañana? —Azzio se quejo tapándose los oídos con las zarpas. —¿Y así es cómo saludan los de tu clan al despertarse? —Kitsune se tumbó y estiraba el cuello para ver si calmaba su dolor. —Tss… —Azzio se levantó y salió de la habitación dando un portazo dejando sola a Kitsune. —Al menos hay una molestia menos de la que preocuparse… —Dejó una breve pausa— Al menos por el momento —Kitsune agarró el collar con sus zarpas mientras lo miraba fijamente. «¿Lo que vi en mis sueños es tu verdadero poder, o es solo cosa de mi imaginación?» se preguntó mientras lo observaba detenidamente. En ese momento, el estómago de Kitsune rugió del hambre. —Ufff… Que hambre tengo… —Kitsune bajó su cabeza y sus orejas. —No me puedo quedar aquí, iré abajo a comer algo —Se levantó de la cama, pero al apoyar sus cuatro zarpas al suelo su cuello empezó a doler obligándola a detenerse. —¡Ahhh!… Maldito collar —dijo agarrando el collar con la boca y colocándoselo en el cuello. La llama de Kitsune se acercó a su cuello y lo acarició calmando un poco su dolor. —Gracias llama… —Se quedó un rato pensativa. —Aunque ahora me entero que sabes hacer eso. —Kitsune se quedó alucinada girando la cabeza para observar su llama. La llama se apartó y emitió un sonido agradable que relajo a Kitsune. —Yo confío en ti, compañera —comentó Kitsune con ternura. —No creo que estés ligada al Dios del Caos… O al menos eso quiero creer. —Kitsune, preocupada, se quedó en silencio y desvió su mirada hacia un lado. La llama no tardó en ponerse en frente y le golpeó con una pequeña bola de fuego a la cara. Kitsune no sufrió apenas daños pero sirvió para que reaccionara. —Vale, lo comprendo —comentó dirigiéndose a la puerta—. Intentaré no darle más vueltas —dijo Kitsune acariciando su cabeza con la zarpa. La llama se colocó al lado de la puerta y Kitsune fue a abrirla. La llama pasó primera seguida de Kitsu y las dos se dirigieron hacia la sala donde se servía la comida. Al llegar, vieron que las mesas y la barra estaban completamente llenas, no había ningún sitio donde sentarse. —Tsss… Al ser por la mañana todos se habrán levantado con hambre —comentó Kitsune tratando de buscar un lugar en el que sentarse. La llama se movió entre las mesas para detectar un sitio vacío. Una vez encontró uno, volvió con Kitsune y le indicó con sus distintivos ruidos que la siguiera. Kitsune alegre por la noticia la siguió corriendo, pero al llegar al lugar se encontró que el único sitio vacío estaba frente a Azzio. Su sonrisa desapareció de golpe y su mirada empezó a transmitir desgana al tener que sentarse ahí. Pero al no tener otra alternativa se acercó y se sentó allí. Al igual que ella, Azzio tampoco estaba contento por la situación. —¿Por qué no podía haber otra mesa vacía? —susurró Azzio molesto por tener que compartir mesa con Kitsune. —No hace falta que murmures, yo tampoco quería sentarme contigo —contestó Kitsune sentándose delante de Azzio. —Llama, ¿puedes avisar al posadero para que me atienda? —preguntó observando a la llama. La llama hizo un ruido y se dirigió hacia donde estaba el posadero. Mientras esperaban Kitsune observaba sus alrededores e intentaba escuchar toda la información útil que pudieran comentar. —¿Estás buscando algo? —preguntó Azzio apoyando sus patas en la mesa. —Nada que a ti te interese —respondió Kitsune de forma tosca sin tan siquiera mirarle. —Oye zorrita, ¿qué crees que opinaría la gente de alrededor si supieran que les estás espiando? —comentó Azzio en voz baja mientras le acercaba su cara. —Tss… —Kitsune descontenta miró a Azzio —¿Por qué te interesa saberlo? —preguntó Kitsune volviendo apartar la mirada. —Simple curiosidad —contestó Azzio estirando las orejas al igual que Kitsune. Cuando Kitsune iba a comentar lo que escuchó del multiforme, el posadero se acercó a la llama de Kitsune. —Kitsune, pequeña, no te había visto bajar. Suerte que tu llama me ha avisado —comentó el posadero con una falsa sonrisa. Ambos zorros se sorprendieron porque no vieron llegar al posadero. —No te preocupes, veo que la posada está llena a estas horas —comentó Kitsu observando su alrededor mientras su llama volvía a su lado. —Es una alegría para nosotros que lo esté —comentó el posadero con las manos en las caderas — Igualmente a lo que venía, ¿qué desearás para almorzar? Nuestros familiares han cazado varios conejos, sería un honor que los probases—dijo acercándose a Kitsune. —Suena interesante, y hace mucho que no como conejo —Entonces traeré el conejo, ¿Azzio deseas alguna cosa más? —preguntó el posadero antes de macharse. —No, yo ya estoy bien —respondió Azzio negando con su zarpa. —De acuerdo, en unos minutos estará listo el conejo —El posadero se dirigió a la barra. —Grac… —No te creas que me he olvidado de lo otro, zorrita —comentó en voz baja Azzio mientras apoyaba más de medio cuerpo en la mesa para acercarse a Kitsune. —Tss… —Kitsune apoyó sus piernas delanteras en la mesa y su zarpa en la cara. —Es terrible, el multiforme mató a tres de sus guardianes —comentó aterrada una criatura de la posada. Kitsune alzó sus orejas y miró hacia el lado del que venía la voz. —¿Escuchaste eso? —preguntó Kitsune concentrada en aquella conversación. —Sí… —respondió disgustado Azzio levantando sus orejas y observando de reojo. —¿Quienes cayeron esta vez? —preguntó una segunda criatura preocupada. —Los tres hermanos que guardaban al titán Embforst —respondió la primera. —No puede ser… —dijo Azzio en voz baja extrañado. —¿No se supone que esos hermanos masacraron a todos los que se oponían a sus ideales? —preguntó dudosa la segunda criatura. —Sí… Se suponía que lo hacían porque a las hembras les faltaba personalidad —respondió la primera irónicamente. —¿Personalidad? ¿A qué se referirían con eso? —preguntó sorprendida la segunda criatura. —No lo sé, estaban locos… —respondió molesta la primera criatura. —¿Masacre? —preguntó Azzio extrañado. —Escuche algo sobre eso, pero según me contaron no fue ninguna masacre —Kitsune dudaba de la fiabilidad de esos rumores. —Bah… Paso de escuchar más —comentó bajando sus orejas. —Yo tampoco me fio mucho, mi padre me habló del multiforme y no los mata… —dijo Azzio bajando también las orejas. —Aunque yo tenía entendido que los guardianes del titán Embforst eran hembras —comentó Azzio extrañado. —Según me contaron a mi eran asexuados… —¡Vaya asco! Los rumores solo te confunden más —dijo Azzio molesto golpeando la mesa con su zarpa. —Esto es así. A parte de algún escrito, los rumores es la única fuente de información que tenemos. —Kitsune suspiró profundamente. —Son iguales… pero se ven distinto… Son iguales… —Azzio empezó a murmurar concentrado para sí mismo. —¿Ehh? —Las palabras de Azzio confundieron a Kitsune. —Luz… oscuridad… —Azzio seguía murmurando. —¿Qué estás murmurando?—Kitsune giró su cabeza hacia un lado sin entender nada de lo que decía Azzio. —Las guardianas son iguales, pero se ven diferentes. La luz guarda gran oscuridad, la oscuridad muestra gran serenidad. Son ayudadas por un cristal, el cual no te deja ver con claridad. Si tú las deseas superar tu sexualidad debes apartar —recitó Azzio manteniendo los ojos cerrados. —¿Donde escuchaste eso? —preguntó Kitsune pensando en el significado las palabras de Azzio. —Me lo contó mi padre… —Se quedó un rato pensativo — pero no sé de dónde proviene. —Ya tengo el conejo —El posadero se acercó con el plato en la mano. —Huele muy bien —comentó Kitsune olfateando la carne. —Que aproveche, pequeña —Dejó el plato en la mesa y volvió otra vez a la barra. —Muchas gracias —dijo Kitsune antes de que se fuera el posadero. —Ojalá te atragantes —comentó Azzio mirándola con desprecio. —Sabes que eso no pasará —Kitsune empezó a mordisquear la pata del conejo que le habían servido —¿Entonces no te acuerdas de donde vino? —preguntó Kitsune masticando su comida. —No, me han hablado de tantas cosas distintas… —respondió Azzio intentando recordar. —Igualmente tanto hablar del multiforme… No me gusta nada… —comentó Kitsune mirando hacia la ventana. —¿Por qué estás tan interesada en el multiforme? —preguntó Azzio con una mirada indagadora. —No se… hablan de que podrían atacar a los demás Dioses… —se quedó un rato callada. —¿Por qué unos guardianes estarían interesados en ello? —preguntó irónicamente. —Vale, vale, me ha quedado claro —comentó Azzio mientras levantaba la pata hacia ella. —Pues ya está —dijo de forma cortante Kitsune. Azzio dio un buen suspiro y con la boca sacó el mapa de dentro de la bolsa. Lo estiró sobre la mesa y se puso a observarlo fijamente. —¿Donde nos toca ir ahora? —preguntó Kitsune mientras se acababa el plato. —Uffff… No me gusta nada ese lugar —respondió Azzio con cierto desagrado mientras apoyaba su zarpa en la cara. —¿Qué lugar es ese? —siguió preguntando Kitsune mientras arrancaba el último trozo de carne de la pata del conejo. —Es en el bosque Ray’Ka… es demasiado oscuro… Y por si eso no fuera suficiente, allí habitan los miembros de Sangre Oscura —se quejó Azzio apoyando su cabeza en la mesa. —Seguramente alguno de ellos será quien nos haga la prueba —comentó Kitsune levantándose de la silla. —Que ilusión… —dijo Azzio descontento mientras recogía el mapa y se levantaba de la silla. —No te quejes tanto, eres una criatura con los sentidos muy afinados. Son ellos los que deberían tener asco de ti —comentó Kitsune harta de las quejas de Azzio. —No es tan fácil detectarlos… Pase una vez por esa zona junto a mi padre… no sentí absolutamente nada… Pero allí estaban… —dijo Azzio preocupado mientras cogía la bolsa. —Ya se verá que hacemos una vez lleguemos allí —comentó Kitsune dirigiéndose a la barra. —No creo que sea buena idea esperar tanto —dijo Azzio pensativo mientras seguía a Kitsu. —Nosotros nos vamos, gracias por todo —gritó Kitsune al posadero al pasar cerca de la barra. —Nos vemos pequeña, suerte con la siguiente prueba —les contestó el posadero despidiéndose con la mano. —Gracias… Al menos eso creo… —Se notaba la desconfianza que sentía Azzio hacia el posadero. —Mejor olvídate de esas palabras —le susurró Kitsune. Los dos zorros salieron de la posada y emprendieron su camino hacia el bosque Inantia. Les esperaba un largo recorrido por delante y sabían que en un día no llegarían, por lo que decidieron ponerse en marcha rápidamente para así no retrasarse mucho más. —¿Dónde pararemos para dormir? —preguntó Azzio mientras avanzaban hacia su destino. —Aun no estoy segura, cuando empiece atardecer ya decidiremos —respondió Kitsune. Al salir del pueblo, emprendieron el camino que les llevaría al lago de Inantia. Era una ruta directa que podían seguir sin tener que adentrarse en los bosques de los alrededores. Eso les facilitó mucho el trayecto, ya que gracias a ello, era menos probable toparse con alguna criatura hostil. —Menos mal que existen estos caminos y no hace falta adentrarse en el bosque —comentó Kitsune alegre observando los árboles de los alrededores. —Sí, pero entonces el trayecto se hace más aburrido —dijo Azzio un tanto molesto. —Tú nunca estás contento ¿verdad? —preguntó Kitsune cansada de la cargante actitud negativa de Azzio. —Estando contigo está claro que no —respondió Azzio apartándose de ella. Cuando giraron la cabeza para observar el camino se dieron cuenta que había una piedra azulada se encontraba bloqueándolo más adelante. —¿Eso qué es? —preguntó Kitsune fijando su mirada. —Ni idea, pero esos colores no son de una piedra normal —respondió Azzio estirando sus orejas —No parece haber nadie cerca, aún así puedo sentir bastante poder en ella —comentó Azzio cerrando los ojos. —Si es algún tipo de arma mágica no deberíamos dejarla ahí tirada —dijo Kitsune acercándose a la piedra. Azzio esperó a que Kitsune avanzase un poco para seguirla. —¿Me lo dices en serio? —Kitsune miró hacia atrás viendo como Azzio se quedó en la retaguardia. —¿Quien es la guardiana aquí? —preguntó mientras apartaba la mirada. —Increíble… Kitsune siguió avanzando con cautela. Poco a poco la imagen de ese extraño objeto se hacía más reconocible y pudo empezar a diferenciar una mezcla de distintos azules con un blanco bastante llamativo. —Espera, eso no es una piedra… —dijo Kitsune al acercarse bastante al objeto. Kitsu corrió hacia el objeto, Azzio no tardó en seguirla con cierta curiosidad. Pero al acercarse y darse cuenta de que se trataba, esa curiosidad cambió bruscamente a sorpresa. —Espera… ¡¿Cómo?! ¡¿Aquí?! —exclamó Azzio. —Me parece increíble, esto solo podía ser una cosa… No sé cómo no me lo imagine antes… —Kitsune se quejó cuando llegó al lado del misterioso objeto. —¡Mizyl! ¡Levántate! Hazme el favor… —gritó Kitsune golpeándolo con las zarpas. —Nooo… Tengo sueño… —dijo Mizyl girándose hacia el otro lado. —¿Y eso es nuestro Dios?… —Azzio lo miró decepcionado. —No hay sueño que valga —Kitsune le clavó sus garras en la cara. —¡Ahhh! —Mizyl se levantó de golpe y se tapó su herida con su zarpa. —¿Por qué haces eso? Estaba tan a gusto… —comentó dejándose caer al suelo. —¡No te vuelvas a tumbar! Se lo comentaré a Drake —Kitsune agarró a Mizyl por el cuello. —¡No! No se lo digas, lo usará después en mi contra… —Mizyl no tardó en recuperar el equilibrio después de que Kitsune lo soltase. —Entonces haz el favor de volver al templo —Kitsune se mostraba algo enfadada. —Llevo varios días ahí encerrado, y si no ahí, con Celeid… Dejadme descansar un poco —Mizyl se siguió quejando y bajó sus orejas y cola. —A ver. —Kitsune se quedó un rato pensativa. —Hará dos días me dijo Drake que te encontró en la taberna molestado a los que trabajan ahí — contó mientras hacía memoria. —Upss…Te contó eso… —Mizyl se rascaba la cabeza con su zarpa mientras evitaba mirarla. —Y hace tres día mientras paseaba por el lago central te encontré flotando con la cabeza metida en el agua como si estuvieses muerto —comentó Kitsune golpeando con su zarpa el pecho de Mizyl. —Pues de esa ya no me acordaba —dijo Mizyl sacando la lengua mientras seguía evitando mirarla. —¿Quieres que continúe? —Kitsune se acercó a Mizyl mirándolo inquisitivamente. —No… —respondió Mizyl avergonzado. —Entonces, ¡mueve tu culo al templo de una vez! —exclamó Kitsune señalando con su zarpa hacia el templo. —De acuerdo… —Mizyl empezó a caminar hacia el templo, pero al mirar hacia delante se topó con Azzio. —Anda, tú debes ser el hijo de los caoba —comentó Mizyl observándolo de arriba abajo. —¿Ehh?… Sí… —dijo Azzio con la voz temblorosa. —Espero que consigáis pasar la prueba —comentó Mizyl antes de proseguir con su camino. —¡Espera! —gritó Kitsune hacia el Dios. —¿Qué quieres?… Tranquila… que iré directo hacia el templo… —comentó Mizyl dándole la razón para que se callase. —No era eso, ¿Por qué esta prueba? —preguntó Kitsune —. Esto no va a ninguna parte, la finalidad de esta prueba es una completa estupidez. Mizyl se quedó un rato callado pensando en cómo podría responderle. —Eso lo deberíais averiguarlo vosotros, yo no os lo puedo decir —respondió Mizyl retomando su camino. Aunque respondió con tranquilidad, al girarse sus labios temblaban y su rostro, normalmente alegre y despreocupado, ahora mostraba intranquilidad. —No entiendo nada —dijo Azzio observando como Mizyl se desvanecía entre los arbustos. —Yo tampoco, esta prueba tiene algo que no me gusta —comentó Kitsune. —Si él estaba dormido, ¿quién controlaba al bicho ese? —se preguntó Azzio ignorándola completamente. —¿En serio solo te preocupas por eso? —se quejó Kitsune gritándole a la cara. —A mi ese esbirro me incomoda —comentó Azzio bajando las orejas. —No lo controla Mizyl. El esbirro tiene su propia consciencia, es completamente independiente —explicó Kitsune—. Y ahora que lo sabes ¡mueve el culo tú también! —exclamó mostrando sus colmillos. —No hace falta que lo digas, ya sé lo que tengo que hacer… —dijo Azzio retomando la marcha. Ambos zorros prosiguieron su camino hacia el lago Inantia. El camino no era muy largo, pero debido a los contratiempos causados por Mizyl, se retrasaron más de lo que pensaban, y para cuando llegaron el cielo ya se había oscurecido. —Se está haciendo muy tarde… —comentó Azzio sentándose frente al lago a observar el reflejo de la luna en el agua. —Tendremos que detenernos aquí por hoy —dijo Kitsune mientras observaba el cielo estrellado. Azzio estiró sus orejas y se colocó cerca de los arbustos que llevaban al interior del bosque. La llama de Kitsune se dio cuenta de lo que pretendía Azzio y se acercó a él. —¿Qué haces aquí? —preguntó Azzio al darse cuenta que la tenía al lado. Azzio se quedó mirando extrañado como la llama se adentraba sola en el bosque. —Va a buscar la cena, eso es lo que querías, ¿no? —Kitsune se acercó a Azzio y se sentó a su lado. —Sí… Pero, ¿cómo lo sabía? —Azzio seguía atento a la presencia de cualquier posible presa. —Llevamos mucho sin comer y yo tengo bastante hambre, creo que era lógico —Kitsune se acercó al lago para beber, dejando a Azzio a la espera de que volviese la llama. Al poco tiempo, la llama salió del bosque y avisó a los zorros para que la acompañaran. —Ya tenemos la cena —Kitsune se dirigió hacia la llama. —Que poco me gusta eso… —Azzio miraba desconfiado a la llama. La llama se volvió a adentrar en el bosque con los dos zorros siguiéndola de cerca. Corrieron por dentro de bosque hasta llegar a un pequeño claro cerca del lago. Antes de llegar allí, los dos zorros percibieron el olor de un animal en las cercanías y la llama, al mismo tiempo, bajó la intensidad de su luz. Los zorros se escondieron entre los arbustos para observaban el claro y pudieron ver pastar a un joven ciervo. —Suficiente para nosotros dos, buen trabajo llama —susurró Kitsune mientras observaba al ciervo pastar tranquilamente. La llama se movió alegremente de arriba abajo y empezó acariciar la cara de Kitsune. —Yo iré primero —Azzio corrió hacia el ciervo y se abalanzó contra su cuello. Cuando vio al zorro, el ciervo se giró e intentó asestarle una coz para repeler su ataque. Por suerte Azzio respondió lo suficientemente rápido como para esquivar su ataque, pero eso le dio una oportunidad al ciervo para escapar. Pero antes de que pudiera esconderse entre los árboles, su cuello se empezó a retorcer hasta romperse. Azzio vio espantando como el ciervo caía muerto delante suyo con el cuello completamente retorcido. —¿En serio cazáis de esa manera tan salvaje? —preguntó Kitsune mientras sus marcas dejaban de brillar. —¿Cómo? —preguntó Azzio impactado por la escena. —Tengo poderes psíquicos, ¿acaso te olvidaste de ellos? —respondió Kitsune clavando sus zarpas en el cuerpo del ciervo. —No fastidies… —comentó Azzio observando el estado del cuello del ciervo. —¿Vas a comer o te quedaras ahí parado? o… ¿Acaso tienes miedo de que tu cuello acabe igual? —Kitsune se tumbó y empezó acariciar con su zarpa el cuello del ciervo con una sonrisa en su rostro. Azzio empezó a sudar como si estuviera rodeado de feroces llamas, sus ojos se contrajeron como si se hubiese visto cegado por una potente luz y su cola, que normalmente se mantenía alzada, cayó de golpe como si le hubieran atado a un enorme peso. Pero al mover su pata, esta se golpeó con los cristales de la armadura. «No… No puede hacerlo… Decepcionaría a Mizyl» pensó Azzio al tocar los cristales de la coraza. —No te tengo miedo —le dijo a Kitsune mientras se acercaba al ciervo. —¿No? Si ya parecías un cachorrito indefenso —comentó Kitsune riéndose de él. —Eso te lo habrás imaginado tú —Tras decir eso se tumbó y agarró con la boca un trozo de carne del ciervo. —Sí claro… —susurró Kitsune antes de empezar a comer. Ninguno dijo una sola palabra mientras comían. Esa tensión tan desagradable que había entre ambos se volvió más evidente durante la cena. Kitsune al saciar su apetito, volvió hacia al lago sola. Pero lo más extraño fue que la llama se quedó junto a Azzio. —La zorrita no está aquí… No sé a que estas esperando —comentó Azzio sin mirar a la llama. La llama respondió emitiendo sus característicos sonidos mientras se movía de un lado hacia otro y le iluminaba la zona. —¡Si esperas a que haga caso a la magia del Dios del Caos estas alucinando! —exclamó Azzio. La llama no dudo en darle un leve golpe en el hocico y emitir un sonido más chirriante que el anterior. —Ya no tengo más hambre —Azzio se levantó irritado y se fue hacia el lago acompañado de la llama de Kitsune. —Yo no sé como Kitsune puede aguantarte todo el tiempo —Azzio continuó prácticamente a ciegas debido a la oscuridad de la zona. De repente la llama golpeo el cuerpo de Azzio para hacerle retroceder. —¿Que ocu… La llama descendió hacia el suelo, iluminando la zona que iba a pisar Azzio en aquel momento. Cuando Azzio pudo ver el suelo con claridad se dio cuenta de que el camino que iba a seguir estaba cubierto casi en su totalidad por las raíces llenas de espinas de las plantas que crecían en el bosque. —¿Por qué? —sé preguntó Azzio observando las espinas que cubrían el camino —Si te controlasen el Dios del Caos o Kitsune habría sido una enorme oportunidad para dañarme sin que se apagaran los cristales de Kitsune… —Azzio estaba algo sorprendido por como actuaba la llama. La llama volvió a emitir ruido y buscó un camino despejado mientras iluminaba el suelo. —¿Qué narices eres? —preguntó Azzio observándola. Como siempre, la llama solo respondió emitiendo sonidos y moviéndose de un lado a otro. —No entiendo nada… —comentó Azzio disgustado bajando las orejas. La llama se acercó a Azzio y le dio un leve golpe al hocico. Después, volvió hacia donde estaba antes para iluminar el camino que debía seguir. Azzio no dijo nada más y decidió seguir el camino que le mostraba la llama. Gracias a ella, Azzio pudo regresar al lago sin ningún tipo de herida. Para cuando llegaron, Kitsune ya se había quedado dormida. —Aunque agradezco lo que has hecho quiero dejarte claro que no confío en ti, ni siquiera tengo claro que eres —dijo Azzio mientras dejaba la bolsa en el suelo y buscaba un sitio donde tumbarse. Al escuchar esas palabras, la llama se acercó a Kitsune y se posó a su lado. Azzio se tumbó y cerró los ojos para descansar y estar preparado para el desafío del día siguiente. ***** El sol se levantó el día del segundo desafío, sus rayos alumbraban las cristalinas aguas del lago Inantia. Muchos animales se levantaban para emprender un nuevo día, pero Kitsune, que aún seguía tranquilamente dormida, empezó a sentir unos ligeros golpes en su hocico. —Ahhh… —Kitsune se rasco con su zarpa el hocico para ver si apartaba lo que le estaba golpeando. Pero aquella sensación sólo duró unos instantes. Poco después de una pequeña pausa algo la golpeó con más fuerza. —Para… —Kitsune se giró hacia el otro lado y movió la cola de un lado hacia otra para intentar sacarse lo que la estaba golpeando de encima. Tras decir eso algo volvió a golpearla, pero esta vez con alguna cosa caliente. —¡Ahhhh! ¡Llama! ¡Condenada! ¡¿Qué estás haciendo?! —exclamó Kitsune levantándose de golpe cubriéndose el hocico con la zarpa. Habiéndose despejado un poco, empezó a sentir un fuerte olor bastante desagradable. —Ufff… ¿A qué huele? —Kitsune se tapó rápidamente la nariz, esta vez para intentar notar lo menos posible el olor. La llama se acercó hasta un árbol emitiendo unos sonidos bastante irritantes. Kitsune viendo lo molesta que parecía la llama, y para no tener que escuchar ese ruido, se acercó corriendo a donde le señalaba su llama. —Puaj… Cada vez se nota más… —dijo Kitsune mientras se acercaba al árbol. Una vez llegó allí, acercó el hocico completamente asqueada y olisqueó la zona. —¡No!¡Que asqueroso! —gritó apartando la cara de esa zona—. Ya sé de que es el olor. — Kitsune se acercó a Azzio que en aquel momento dormía plácidamente. —¡Estúpido zorro creído! ¡Despierta! —le gritó Kitsune cuando llegó a su lado. —Ummmhhh… Que chillona eres… —dijo Azzio recogiendo sus orejas con sus zarpas. —Mira zorro asqueroso, como vuelvas a intentar marcar tu territorio en zonas donde este yo, juro por tu patética vida que marcare con mis garras tu estúpida cara. ¡¿Te ha quedado claro?! —dijo Kitsune apretando con su zarpa el pecho de Azzio. —¡No! —dijo Azzio entre toses. —Bahh… Qué asco me das —Kitsune retiró su zarpa y se dirigió hacia el lago para beber agua. —Y qué tremendo dolor de oídos me da escucharte —comentó Azzio acariciándose la oreja. —Igualmente, coge la bolsa, hay que avanzar —dijo Kitsune colocándose su collar en el cuello. —Pfff… mandona… —comentó Azzio levantándose y recogiendo la bolsa. La llama no tardó en adelantarse para mostrarles el camino que tenían que coger para llegar hasta el lugar de la prueba. —El bosque está aquí al lado —comentó Kitsune esperando a que Azzio llegase su posición. Una vez Azzio las alcanzó, dejaron a la llama ir delante para que les iluminase el camino y así poder ver mejor por donde iban. Se adentraron entre la maleza que había alrededor del lago y continuaron el camino hacia la segunda prueba. No les quedaba mucho camino, así que aprovecharon y se detuvieron para cazar algún animal incauto durante el trayecto. —¿Me lo parece a mí o cada vez hay menos luz? —comentó Azzio mientras seguían su camino hacia el bosque Ray’Ka. —No, realmente hay menos luz que antes —dijo Kitsune observando el poco cielo que podía verse. Cuanto más avanzaban por el bosque, menos luz les llegaba. Un vez llegaron al bosque de la prueba se encontraron con un cartel cortado por la mitad. —Bos… Ray… —leyó Azzio en voz alta. —Sin duda es el bosque de la prueba —comentó Kitsune contemplando la espesura del bosque. —Pfffff… Esto es más feo de lo que recordaba —dijo Azzio observando los oscuros colores de los árboles. —Igualmente hay que avanzar —dijo Kitsune entrando dentro del bosque. —Genial… —Azzio la seguía de cerca. Una vez se adentraron en el bosque, la llama tuvo que iluminar la zona, ya que les resultaba prácticamente imposible ver algo en el primer trecho. Pero a medida que iban avanzando, un extraño brillo verde, que provenía de las hojas de los árboles, fue intensificándose hasta que llegaron a la zona concertada para el desafío, donde ya pudieron ver con cierta claridad. —¿Se supone que aquí hay alguien? —Kitsune se quedó atenta intentando detectar cualquier movimiento. —Sí… Pero es lo que te comentaba, no hay forma de detectarlos —Al igual que Kitsune, Azzio también se concentró intentando percibir cualquier rastro de alguna criatura. Poco después de que la llama empezase a buscar por esa área intentando encontrar a la criatura de la prueba, una aguja salió volando de entre las sombras y la clavó en un árbol dejándola inmovilizada. —¡Llama! —gritó Kitsune corriendo hacia ella. Mientras se intentaba librar de la aguja que la mantenía prisionera, la llama empezó a emitir unos sonidos que se asemejaban a los de una cría en peligro. Pero cuando Kitsune llegó junto a ella, otra aguja se clavó delante de Kitsune. —¡Deja de esconderte! —exclamó Kitsune enojada. Tras esas palabras, de las sombras de bosque apareció una sombra que avanzaba hacia ellos. A medida que se les acercaba se los rasgos de esa criatura iban viéndose con más claridad. Lo primero que pudieron apreciar fue un brillo azulado en los ojos de la criatura. Poco a poco empezaron a poder apreciar unas enormes alas negras, cuyas plumas brillaban con el mismo tono que los ojos; dos largas orejas le caían por su cuerpo como si se tratase de una melena; una enorme cola, que se asemejaba a la de una ardilla, recubierta por un pelaje brillante en la zona superior; y una bufanda, que escondía parte de su rostro, perfecta para guardar esas terribles agujas que lanzaba a sus enemigos. —Yo de ti dejaría esa llama donde está —comentó la extraña criatura dejándose ver ante los zorros —Tranquila Kitsune, no está sufriendo ningún daño —La criatura se guardó una aguja, que tenía en la mano, en su bufanda. —¿Por qué no la dejas ir? —gritó Kitsune enfadada. —Es muy simple, esa llama os da demasiada ventaja en esta prueba. No serviría de nada que os la resolviera ella —explicó la criatura acariciándose las orejas. —¿Entonces tu eres la criatura encargada de la prueba? —preguntó Azzio. —Creo que está bastante claro. Estáis ante la hija del líder del clan más importante de los Sangre Oscura. Pequeños zorritos, ¿en serio no sabéis quién soy? —preguntó decepcionada. —Perla… Por desgracia sí sé quién eres —dijo Azzio mordisqueándose el belfo inferior. —Como no, pequeño Azzio. Después de esa derrota en la que vuestros sentidos no os sirvieran de nada, esperaba que nos recordases —comentó Perla. —Que molestia… lo siento llama —susurró Kitsune alejándose de su llama. —Bueno, ahora que no tenéis a esa molesta llama, me podréis enseñar de que valéis, queridos zorritos —declaró Perla. *****
Los Ojos del Zorro Capítulo 8: La Llegada del Guardián El segundo desafío estaba por comenzar. Perla, con una escalofriante sonrisa, sacó de su bufanda un colmillo parecido al que tenía Hiwil. Azzio se quedó mirando fijamente el colmillo apretando los dientes por los malos recuerdos que guardaba de esas criaturas. A diferencia de él, a Kitsune le costaba apartar la mirada de su llama, que seguía quejándose por la aguja que la mantenía prisionera. —Este colmillo es lo que piden vuestros Dioses para demostrar que habéis superado el desafío —comentó Perla balanceando el colmillo. —Y como no nos lo vas a regalar…. ¿qué tenemos que hacer para conseguirlo? —preguntó Kitsune apartándose de la llama. —Solo tenéis que darme un golpe —comentó Perla guardándose el colmillo otra vez en la bufanda. —Pero no vale atacar a ciegas —específico Perla. —Claro… Solo… —dijo Azzio irónicamente. —Por eso no querías que la llama participase —comentó Kitsune observando apenada a su llama. — ¿Es que si no que gracia tendría? Esa cosa me localizaría y vosotros no tendríais que hacer nada —Perla se dio la vuelta y estiró sus enormes alas negras. —Que dé comienzo la prueba queridos zorritos —dijo con una sonrisa. Perla arrancó una pluma de sus alas y la lanzó hacia arriba. Al llegar a cierta altura, la pluma estalló en un enorme brillo, cegando durante unos instantes a los zorros. Cuando recuperaron la vista, Perla ya había desaparecido de donde se encontraba. —Ya estamos otra vez… —Azzio cerró sus ojos y se concentró en intentar escuchar cualquier sonido que pudiera producir Perla. En ese momento una aguja salió disparada de entre los árboles, dirigida a toda velocidad hacia Azzio. — ¡Aparta! —Cuando Kitsune se dio cuenta de eso, empujó a Azzio apartándolo de la trayectoria de la aguja. — ¡Así es imposible! —se quejó Azzio al ver la aguja clavada en el suelo. Al poco tiempo, otra aguja dirigida hacia Kitsune apareció detrás de ellos. Pero por suerte, la escucho venir y pudo esquivarla. —Está claro que esta no se limitará a defenderse —comentó Kitsune mirando a su alrededor. —Si no puedo concentrarme me será imposible saber dónde está —dijo Azzio estirando sus orejas todo lo que podía. —Es que ningún olor… ningún sonido… —Kitsune intentaba averiguar alguna forma de detectarla. Tras esas palabras, surgió una aguja del suelo que se clavó en el muslo de Kitsune. — ¡Ahhh! —Tras el ataque, Kitsune dio un golpe al aire instintivamente con la pata trasera. Poco después de que se le clavase, la aguja empezó a soltar chispas que dañaron aún más a Kitsune. Aún así, ella aguantó el dolor y usó sus poderes para sacarse esa aguja y lanzarla lejos. No obstante, el daño ya estaba hecho y a Kitsune le costaba mucho más moverse. Al darse cuenta que había alcanzado a Kitsu, Perla decidió volver a lanzarle otra aguja para así inmovilizarla por completo. Pero Azzio lanzó una llamarada, que tras desviar la aguja, siguió su camino y abrió un hueco en los árboles por donde entró la luz del sol. —Qué raro… —Kitsune observaba extrañada el hueco que dejó el ataque de Azzio. — ¿El qué? ¿Qué te tenga que ayudar porque sino mi armadura se rompería? —preguntó Azzio irónicamente, mientras señalaba unos arañazos que tenía su armadura. —No, el hueco… Las hojas de los árboles no se han quemado… Y el esbirro de Mizyl tampoco las ha reparado —comentó Kitsune extrañada. —Ahora que lo dices… Otra aguja, que salió disparada hacia ellos, interrumpió su conversación, pero tanto Kitsune como Azzio lograron esquivarla. —Algo tiene que ver con desafío. —Kitsune seguía mirando los alrededores a la espera de otro ataque de Perla. A diferencia de lo que había hecho en sus anteriores ataques, esta vez Perla lanzó tres agujas hacia el suelo. — ¿Dónde se supone está apuntando? —preguntó Azzio. —Esto no me gusta nada… —Kitsune se iba preocupando cada vez más por las acciones de Perla. Como ya había hecho anteriormente, Perla lanzó otras tres agujas. Dos de ellas se clavaron en dos árboles distintos y otra en el suelo, cerca de Azzio. —Esta es fácil —comentó Azzio esquivando la aguja. Pero en el momento que se movió hacia un lado para esquivar esa aguja, entró en contacto con una de las que había clavadas en el suelo. La aguja reaccionó al calor de Azzio y, al igual que la que se le clavó a Kitsune, empezó a soltar unas chispas que dañaron el abdomen de Azzio. — ¡Mierda! —Azzio saltó a una zona despejada de esas agujas. —Nos está cercando —Kitsune solo podía mirar impotente cómo les iba encerrando con las agujas. Otras tres agujas se clavaron cercando la zona del desafío. Llegó un punto en el que moverse resultaba prácticamente imposible sin recibir un golpe de las agujas. —No podemos permitir que clave más de esas agujas —Kitsune le comentó a Azzio. Cuando Perla lanzó más agujas, Kitsune lanzó una bola de fuego para calcinarlas y así evitar que se clavasen en el suelo. Ese ataque abrió otro hueco entre los árboles que, al igual que el anterior, no cerró el esbirro de Mizyl. —Esos huecos… Tienen algo que ver con el desafío —Kitsune se quedó mirando atentamente los huecos que se habían formado entre los árboles. — Tsss… Me estoy hartando —Azzio apretó sus dientes y erizó su pelaje. Azzio no tardó en reaccionar al siguiente ataque de Perla lanzando varias llamaradas hacia las agujas y cerca de ellas, dejando una parte del bosque al descubierto. La luz del sol cubrió parte del lugar en el que se encontraban y, gracias a ello, Kitsune pudo reconocer bajo esa luz la silueta de Perla saltar hacia la zona oscura del bosque. —Así que era eso —Kitsune cerró sus ojos y su marcas empezaron a brillar. — ¡Ya no te podrás esconder! —De ella emanó un enorme campo de energía que golpeó su alrededor, destruyendo todas las hojas que había en los árboles cercanos y dejando así entrar a la luz del sol en la zona. El poder de Kitsune golpeó levemente tanto Azzio como a Perla. Y aunque no contaba para ganar el desafío, hizo que Perla volviese a ser visible. — ¡Maldita su suerte! —comentó Perla disgustada. —Con la luz del sol ya no te puedes esconder —dijo Kitsune mientras observaba a Perla volando cerca de los árboles que había alrededor. Azzio, sin decir nada, atacó a Perla con una llamarada para acabar de una vez el desafío. Pero esta pudo esquivar su ataque con gran facilidad. —Esto no se… —Sí que se ha acabado —Kitsune alzó su cola y con las marcas brillando otra vez, utilizó sus poderes psíquicos para golpear a Perla, que cayó al suelo después de colisionar contra un árbol. — ¡Mierda! ¡Condenados poderes psíquicos! —gritó Perla furiosa. — ¡¿En serio?! ¿Esto sí cuenta? —Azzio quedó impresionado con la facilidad que tuvo Kitsune para golpear a Perla. —Sin poderes psíquicos es muy difícil parar este tipo de golpe —comentó Kitsune mientras se acercaba a Perla. —Tu padre intentó ayudarme para poder contrarrestar ese tipo de ataques, pero es demasiado difícil… Son demasiado rápidos —Perla golpeó con fuerza el árbol con el que había colisionado. —Bueno, al menos completamos el desafío. La cosa era verte más que golpearte —comentó Kitsune cuando se situó delante de Perla. —Igualmente, esto estaba mal planteado y lo vuestro fue un simple golpe de suerte… El trabajo en equipo del que me comentaron ha sido inexistente —Perla hizo desaparecer las agujas clavadas en el terreno con un simple chasquido. — ¿Y qué más da? Toda la prueba en si no tiene sentido —dijo Azzio abriendo la bolsa. —Menuda pérdida de tiempo… —Perla sacó de su bufanda el colmillo que había prometido como muestra por haber completado el desafío y se lo lanzó a Azzio. —Mizyl dijo que tendríamos que ser nosotros quienes encontremos el significado de la prueba, pero por mucho que piense no le encuentro nada bueno. Solo problemas —comentó Kitsune mientras dejaba reposar su pierna dañada. — ¿Puedes aguantar con esa herida? —preguntó Perla al ver como Kitsune recogía su pata. —No es gran cosa, puedo con ello —respondió Kitsune. El esbirro de Mizyl apareció de entre los árboles. Azzio, al verle, no tardó en salir corriendo para esconderse entre la maleza del bosque, pero antes de poder acercarse a su escondite los látigos de agua que creó el esbirro le atraparon. — ¡Nooo! Otra vez no, por favor… —Azzio intentaba liberarse de esos látigos, pero le resultaba imposible. A diferencia de Azzio, Kitsune se acercó al esbirro de Mizyl evitando forzar más su pata. —Por favor —Kitsune se giró enseñando al esbirro la herida que tenía a causa de la aguja. El esbirro posó su zarpa sobre la herida empapándola con su agua mágica. La herida se cerró rápidamente y sus quemaduras desaparecieron. —Es increíble el poder curativo de Mizyl —comentó Perla. —Oye Perla, quiero proponerte algo —dijo Kitsune sacudiendo su pierna. — ¿De qué se trata? —preguntó Perla acercándose a Kitsune. Tras esas palabras dos látigos surgieron del suelo, uno golpeó a la herida de Azzio, y el otro se acercó a Perla por la espalda. Pero ella respondió antes de que la golpease y lanzó una de sus agujas contra el zarcillo de agua, deshaciéndolo por completo. —No lo necesito, tranquilo —comentó Perla observando al esbirro. —Estaba congelada… —Azzio temblaba de frío mientras observaba como el esbirro de Mizyl se acercaba a un árbol. — ¡La llama! —exclamó Azzio al ver como el esbirro miraba a la llama aún prisionera de la aguja de Perla. —Pues… Ya me había olvidado de ella… —Perla se rasco la cabeza avergonzada, y con un chasquido hizo desaparecer la aguja. —Lo siento pequeña. La llama al ser liberada cayó suavemente como si de una pluma se tratase al suelo. El esbirro lanzó un leve rugido apenado hacia la llama, pero solo pudo emitir un leve sonido mientras se movía lentamente. —Antes de que se me olvide, ¿podrías regenerar las hojas de los árboles? Esta luz es muy molesta — Perla le señaló el enorme agujero que habían dejado tanto los ataques de Kitsu como los de Azzio. El esbirro de Mizyl rugió mirando al cielo, levantó sus patas delanteras y golpeó el suelo vehementemente. Sus garras se prolongaron a lo largo del suelo, el agua que las formaba fue extendiéndose hasta llegar a los árboles de alrededor, por donde subieron rápidamente hasta llegar a parte más alta de las ramas. Una vez allí, los chorros de agua se extendieron hasta formar una fina capa de agua cristalina que cubrió todo el agujero. Al poco tiempo, las ramas empezaron a crecer a lo largo de esa capa fina de agua, dejando caer en el suelo gotas de agua que brillaban como zafiros. A medida que las ramas cubrieron el agujero, de ellas volvieron a crecer aquellas hojas que relucían con su hermoso brillo verdoso iluminando el lugar, que estaba oscureciéndose de nuevo al volver a bloquear la luz del sol. A medida que el antiguo paisaje se iba recuperando, más gotas caían de la capa de agua, hasta que llegó a parecer una lluvia. Las plantas que quedaban empapadas por ese agua, empezaron a brillar con un tono celeste y a moverse de un lado a otro mostrando la alegría y vida que había en el bosque de Ray’ka. Una gran tranquilidad comenzó a invadir los corazones de las criaturas que se reunieron para observar el bello paisaje al entrar en armonía con la gran vitalidad que reflejaba el agua del Dios más cercano a la vida. —Qué hermoso —dijo Kitsune con los ojos cerrados mientras disfrutaba de la lluvia. Una vez se regeneraron todas las hojas y las ramas, el agua dejó de caer y las plantas recuperaron su tonalidad. —Muchas gracias Mizyl —comentó Perla mientras se escurría sus orejas. El esbirro rugió hacia las criaturas y volvió a adentrarse en el bosque. —Entonces, ¿qué querías decirme? —Perla le preguntó a Kitsune. —Quería proponerte que nos encontremos después de pasar esta prueba para poder entrenar, de esa forma podré mejorar el control sobre mis poderes y tú aprender a evitarlos —respondió Kitsune sacudiéndose. —Suena interesante, cuando acabéis este juego ya me comentarás —comentó Perla al girarse. — ¡Espera! —Azzio corrió hasta donde se encontraba Perla—. Yo también quiero entrenar, aún no soy capaz de detectaros —dijo Azzio disgustado. —Las crías de nuestra especie tienen que entrenarse en el sigilo. Una criatura con unos sentidos como los tuyos sería de gran ayuda en sus entrenamientos —comentó Perla fijándose en las orejas de Azzio. —Acepto la propuesta —Azzio empezó a mover su cola de un lado hacia otro felizmente. —Bueno zorritos, yo tengo que volver con mi gente. —Perla se giró y caminó hacia el bosque, pero a mitad de camino volteo la cabeza. —Una cosa antes de irme. Tened cuidado, hay algo en esta prueba que no me gusta nada —alertó Perla mirando las corazas que llevaban ambos zorros. Tras decir esas palabras, prosiguió su camino hacia el bosque hasta desaparecer de la vista de los zorros. —Menuda novedad —dijo Azzio acercándose a Kitsune. En ese momento, la llama se levantó del suelo y se acercó a Kitsune, posándose encima del collar. Este empezó a brillar y a acumular energía cerca de la llama, que poco después lanzó contra ella. Tras ese golpe, la llama se apartó del collar y se movió de un lado a otro como si no hubiese ocurrido nada. — ¡¿Qué es eso?! —Azzio se alejó de inmediato erizando el pelo asustado. —Ni idea, pero parece haberle ido muy bien a la llama —comentó alegremente Kitsune al ver cómo se movía su llama. — ¿Cómo puedes decirlo tan tranquila? —exclamó Azzio impresionado por la despreocupación que mostraba Kitsune. —Porque yo sabía dónde me metía al tener que tragarme este collar —contestó Kitsune avanzando por el bosque. —No entiendo nada… —dijo Azzio extrañado. —No lo necesitas —Kitsune giró su cara. —Y yo tengo que ir con esto… —dijo Azzio. «¿Qué se supone que acaba de pasar?… Papa, Mizyl esta me la guardo…» pensó Kitsune mientras escondía su cara de miedo de Azzio. —No te quejes tanto y avanza, con suerte podremos llegar al pueblo Lymn antes del anochecer —dijo Kitsune adentrándose en el bosque. —Tú no eres nadie para impedir que me queje —comentó Azzio molesto mientras la seguía. La llama, sabiendo que se adentraban en un bosque oscuro, decidió iluminar el camino colocándose la primera. Como había ocurrido ya en otras ocasiones, los zorros siguieron a la llama hasta la salida del bosque. Una vez llegaron allí, pudieron ver un camino que atravesaba dos enormes lagos. —Si seguimos ese camino llegaremos a Lymn —dijo Kitsune avanzando por el camino. —Cuantos nenúfares —dijo Azzio acercando su cara al lago. —Oye Azzio hay algo que quería comentarte —comentó Kitsune mientras se tocaba con su cola la parte trasera de su coraza. —Yo también quería decirte algo. —Azzio se acercó a Kitsune y tocó con su zarpa el collar. — ¿Esto es un arma mágica? —preguntó Azzio recordando lo ocurrido anteriormente con la llama. — ¿Y por qué lo quieres saber? —Kitsune hizo un movimiento para apartarse de Azzio. —Nada del otro mundo, solo quiero saber si aparte de levantarme por la mañana con el cuello roto también estaría frito o cortado en trocitos —respondió irónicamente. —No necesito ninguna arma para hacer eso —dijo Kitsune mostrando una sonrisa aterradora al girar su cabeza. —Tss… —Azzio se mordió el belfo inferior —Igualmente, cuando esa cosa brilló… Sentí un escalofrío horrible… —comentó preocupado Azzio. —Pues yo no sentí nada —dijo Kitsune completamente tranquila. — ¿Nada? —preguntó sorprendido Azzio. —No, además el tema del quería hablar yo tiene más importancia que esto —La insistencia de Azzio empezaba a molestar a Kitsune. —Venga suelta eso tan importante —dijo Azzio con cierta prepotencia. —La prueba… Los desafíos, todo me parece un juego más que una prueba —comentó Kitsune prosiguiendo el camino. — ¿Lo dices por lo que nos ha comentado Perla? —preguntó Azzio mientras la seguía. —Aparte, es decir Hiwil, solo se limitó a defenderse —respondió Kitsune pensativa. —Ahora que lo dices… —Azzio empezó a pensar en todo lo ocurrido durante el primer desafío. —Y Perla, me atacó… una vez… o no… —Kitsune empezó a replantearse lo que iba a decir. — ¿Qué? —preguntó Azzio. —Perla solo lanzaba las agujas en el suelo o en los árboles. Solo una se clavó en mi pierna… ¿Por qué las clavaría en el suelo si era más eficaz clavarselo a nosotros? —se preguntó Kitsune. —Tal vez les prohibieran atacarnos… ¿Y Perla falló su aguja? —Azzio intentó responder la pregunta que se hacía Kitsune, pero ni él mismo estaba seguro de lo que decía. —Pero si fuese cierto los desafíos pierden la dificultad y la necesidad de tener que trabajar en equipo sería nula. —Kitsune cada vez tenía más dudas sobre funcionamiento de los desafíos. —El trabajo en equipo siempre ha sido una estúpida ilusión —dijo Azzio molesto. — ¿Y si no buscan ese trabajo en equipo? —preguntó Kitsune. — ¿Y qué intentan buscar los Dioses si no es eso? —respondió Azzio con otra pregunta. —Dioses… —susurró Kitsune intentando concentrarse al máximo. «Dioses…» Kitsune se sobresaltó, parecía como si algo se le hubiese iluminado en la cabeza «Menudo ascazo… Espero que no sea lo que pienso» Kitsune empezó a apretar con fuerza sus dientes. — ¿Qué ocurre? —preguntó Azzio intrigado. Kitsune miró durante unos instantes hacia otro lado, se quedó un rato pensativa y tras relajarse un poco, giró su cabeza para dirigirse a Azzio. —Creo que hay alguien más implicado. —A Kitsune le empezaron a caer gotas de sudor frío por el cuerpo. — ¡Eso es imposible! —exclamó Azzio alterado. —Si no es un tercero, eso significa que el problema yace en los Dioses —comentó Kitsune preocupada. Azzio se quedó callado ante la respuesta de Kitsune. Realmente conocía los motivos por los cuales estaba diciendo eso. El también podía ver que este desafío no buscaba una idílica amistad entre los dos clanes. Pero negar la intervención de otra criatura solo podía significar que el culpable debía ser uno de los dos Dioses. —No sé qué decir… —dijo Azzio mirando el suelo. —Solo queda un desafío, completémoslo antes de que quién quiera que metiese la zarpa se salga con la suya—comentó Kitsune avanzando con rapidez. Los dos zorros avanzaron con rapidez por el camino que llevaba a Lymn. Aunque no tuvieron ningún problema para llegar, sus mentes no podían pensar en otra cosa que no fuera la verdadera intención por la que participaban en esa prueba y en quién podía ser el culpable de ello. Tras unas escasas horas caminando, pudieron ver unas grandes puertas de madera en medio del camino con dos antorchas enfrente de ellas. —Ya llegamos —dijo Kitsune levantando la cabeza para ver el dintel de las puertas. — ¿El lago sigue en el interior del pueblo? —preguntó Azzio apoyándose a la orilla del camino intentando ver qué había tras la puerta. —Muy poco —contestó Kitsune empujando las puertas. —Podrías ayudar… —dijo al ver las que puertas no cedían. —Podría —contestó Azzio mientras observaba el paisaje. Tras pasar unos minutos empujando con todas sus fuerzas, las puertas se abrieron con gran facilidad, como si una enorme bestia las empujase, provocando que Kitsune cayera al suelo. —Bienvenido a Lymn pequeños —dijo una criatura semejante a Hiwil. —Ehh, ¿Hiwil? —Azzio se sorprendió al ver a la criatura. — ¿Hiwil? ¿Acaso conocéis a mi hermano? —preguntó la criatura mientras ayudaba a Kitsune a levantarse. —Fue quien nos hizo el primer desafío —contestó Azzio entrando dentro del pueblo. — ¿Ah sí? ¿Y como lo hizo ese canijo? —preguntó sonriendo mientras se inclinaba con las manos en las caderas. —Para llamarle canijo sus poderes psíquicos estaban muy desarrollados —contestó Kitsune mientras atravesaba las puertas para entrar en el pueblo. —Mi hermanito siempre ha tenido un don para ellos. Aunque ahora que pienso, ¿por qué no usaste tus poderes para abrir las puertas? —le preguntó a Kitsune la criatura que les recibió. —Pues… No pensé en ello… —contestó Kitsune escondiéndose tras su cola. —Al igual que tampoco pensaste en presentarte —dijo moviendo su cola para mostrar su rostro. —Es verdad, mi nombre es Nylor —dijo Nylor entre risas—. Y resulta que habéis llegado en el momento perfecto —Mi nombre es Azzio y mi compañera malhumorada es Kitsune, encantado de conocerte —comentó Azzio sonriendo mientras miraba a Kitsu. — ¿Y por qué hemos llegado en el momento perfecto? —le preguntó Kitsune haciendo caso omiso de Azzio. —Ha venido el guardián de Embware al pueblo —comentó Nylor emocionado. — ¡¿El guardián de Embware?! —exclamaron los dos zorros al unísono. — ¡Sí! Está ahora en la taberna, si os dais prisa le podréis ver. —Tras decir eso Nylor salió corriendo hacia la taberna. — ¡Venga! Los zorros lo siguieron ilusionados y nerviosos por la presencia del guardián en el pueblo. Tras llegar allí, Nylor se acercó a la puerta. Desde fuera podían escuchar a las criaturas festejando la llegada del guardián, contrastando con el pueblo que parecía prácticamente desierto. Nylor abrió la puerta de la taberna con gran energía y gritó con todas sus fuerzas para llamar la atención de los presentes. — ¡Escuchadme todos! ¡Los hijos de los zorros acaban de llegar al pueblo! —Nylor se apartó alegremente de zorros. Todos los allí presentes callaron y observaron fijamente a los dos zorros, que quedaron completamente avergonzados. —Ehh… Hola… Soy la hija del líder de los zorros guardianes… Kitsune… encantada… —Balbuceó avergonzada mientras apartaba la mirada de la multitud. —Yo me llamo Azzio y soy el hijo del líder de los Caoba, encantado de conoceros —dijo Azzio con gran velocidad agachando la cabeza sonrojado. —Entonces las historias que se contaban sobre los famosos guardianes era cierta —dijo una criatura que salió de entre la multitud. Los dos zorros pudieron ver a un pequeño reptil alargado formado completamente por agua levitando cerca de una mesa. Sus ojos desprendían un fuerte brillo rojizo, que se asemejaba al que producían su corazón y alguna especie de vasos sanguíneos que eran perfectamente visibles debido a su cuerpo transparente. Su largo cuerpo estaba rodeado por una serie de adornos de oro circulares, presididos por un ornamento con forma de herradura en su cuello. Y sus pequeños brazos se separaban en tres dedos acabados en unas ventosas. Los zorros quedaron atónitos ante la criatura, quién les observaba con atención como si esperase alguna reacción por su parte. —Chicos, os presento a Radrón, el guardián de Embware —Nylor se reía por dentro por la reacción de los zorros al ver al guardián. —D…r…Dra… ¡Un dragón! —exclamó Azzio impactado mientras observaba a Radrón de arriba abajo. — ¿Acaso es la primera vez que veis uno? —Radrón enroscó su cuerpo como si de una serpiente se tratase. —Sí… Los dragones que defienden los Terrenos del Agua no suelen pasearse por los pueblos —comentó Kitsune tan sonrojada que apenas poder mirar cara a cara a Radrón. —Comprendo, aún así creía que la hija de los Guardianes habría tenido contacto con alguno —respondió Radrón extrañado por lo que le contó. —Desde los problemas con los sacerdotes y el Dios del Agua se perdió bastante el contacto con los dragones —comentó Kitsune disgustada. —Entonces vuestro dios debería solucionarlo. Como Señor del Agua es importante que mantenga un buen contacto con los dragones cercano a sus terrenos. —Radrón se giró y se acercó a una silla para sentarse. — ¡Chicos, sigamos con la celebración! no se puede desperdiciar un día como este —gritó Nylor al resto de la taberna. —Vosotros dos, ¿por qué no os sentáis aquí? Será interesante poder hablar un rato. —Radrón les ofreció las sillas que tenía delante para que se sentasen. — ¿Lo dices en serio? —preguntó Kitsune con un intenso brillo en los ojos. —Claro —respondió Radrón sonriendo. —Ahora que caigo, si un guardián de Emb está aquí. ¿Eso significa que los rumores eran ciertos? —preguntó Azzio mientras tomaba asiento y dejaba la bolsa debajo la mesa. — ¿Qué rumores os han llegado? —preguntó Radrón apoyando sus dos zarpas en la mesa. —Que el multiforme ha enloquecido y ha empezado a recolectar sus Emb aunque eso cueste la vida de sus guardianes —comentó Kitsune mientras agarraba con su zarpa su collar. — ¿No sabéis nada acerca del porqué? —preguntó Radrón mirando de forma indagatoria a los zorros. —Yo escuche que quería atacar a todos los Dioses con un ejército de diez mil criaturas… —Kitsune se quedó incrédula ante el rumor. — ¡Yo también escuche algo así! —Azzio bajó las orejas. —No será eso ¿verdad? —preguntó asustado. —Dudo muchísimo que sea eso —Radrón enroscó su cuerpo y cruzó sus brazos — ¿Ese es el único rumor que conocéis? —Al menos que pueda recordar —respondió Kitsune mientras intentaba acordarse de más conversaciones acerca del tema. — ¿Habéis escuchado acerca de Thylos de Hielo? —les preguntó Radrón. — ¡¿Qué?! —exclamaron ambos zorros al unísono. —Ya veo que no. —Radrón se rascó la parte de atrás de la cabeza al ver la reacción de los zorros. — ¿Me estás diciendo que hay más de un Thylos suelto por ahí? —preguntó Azzio apoyando todo su cuerpo en la mesa. —Bueno, según dicen se asemejan. Pero realmente lo desconozco —Radrón echó atrás su cuello tras ver como Azzio se subía encima de la mesa. —Tú, atrás —Kitsune usó sus poderes para empujar a Azzio y que se volviese a sentar. — ¿Entonces qué dicen esos rumores? —preguntó preocupada. —Comentan que hace mucho tiempo nació un dragón semejante a Thylos que congeló gran parte del territorio del Dios del Hielo. Muchas criaturas que habitaban allí quedaron atrapadas en grandes bloques de hielo, siendo una de ellas el multiforme. Por eso comentan que, ahora que consiguió liberarse, busca la venganza contra él —les explicó Radrón. — ¿Pero entonces por qué ataca a sus guardianes? —preguntó Azzio preocupado. —No estoy seguro… Pero no sentí que fuese él… —respondió en voz baja, como si se hablase a sí mismo. — ¿Como que no sentiste que fuese él? —preguntó Kitsune con las orejas bien estiradas. —Me atacó… Fue algo tan rápido… conocía todos mis puntos débiles. No dejó paso a ningún tipo de argumento, simplemente me atacó hasta dejarme incapacitado —comentó Radrón entristecido y con los labios temblorosos. — ¿Entonces tiene el Embware? —Azzio se sobresaltó al escuchar eso. —Sí… Pero aparte del mío ya tenía otros consigo. Realmente creo que aparte del mío solo le faltaba otro —respondió Radrón apoyando sus zarpas en el pecho. — ¿Pero no pudiste ni huir? —preguntó Kitsune asombrada. — ¡No! —Radrón golpeó la mesa con su zarpa—. Aunque el enfrentamiento estuviera perdido, tenía que proteger el Emb incluso si era el multiforme quien lo reclamaba. Ese era mi cometido… —Al menos tú sobreviviste. —Azzio apartó la mirada. — ¿Por qué dices eso? —preguntó Radrón extrañado. —Dicen que los guardianes de Embforst no sobrevivieron —respondió Kitsune apenada. — ¡Eso es imposible! —exclamó alarmado Radrón. —Una de las guardianas tiene una capacidad curativa similar a la del Dios del Agua —dijo alterado por la noticias de Kitsu. —Entonces puede que el rumor sea falso. —Kitsune intentaba animar a Radrón. —Estoy seguro que sí, dudo que esas salvajes se hayan dejado matar tan fácilmente —Radrón susurró con la cabeza baja y apretando los dientes. — ¿Y qué harás ahora que te han quitado tú Emb? —preguntó Azzio apoyando sus patas delanteras en la mesa. —Por ahora hablaré con vuestro Dios para alertar sobre el posible ataque a las tierras de su Dios menor. Y después… depende de lo que pase en esa reunión —Radrón cruzó sus brazos intentando concentrarse. Poco después de que Radrón pronunciase esas palabras, la puerta de la taberna se abrió de golpe y entró una muchacha de pelo castaño vestida con un rojizo arrastrando un saco. — ¡Drake! —Kitsune salió corriendo hacia ella. — ¡Kitsune! —Drake, con una sonrisa, dejó la bolsa en el suelo y se agacho para abrazar a su amiga. —Veo que aún no habéis acabado con la prueba esa… —dijo mientras miraba decepcionada la coraza de Kitsune. —Humana, aquí no se te ha perdido nada —comentó una criatura de la taberna asqueada por la presencia de la joven. —Eso, lárgate ya… —gritó otra criatura gritó. Pero parecía que esas criaturas no eran las únicas a las que no les agradaba su presencia, la mayoría de los allí presentes no estaban muy contentos de la aparición de Drake en el pueblo. — ¡Ehhh! Relajaos —dijo Nylor mientras se acercaba a Drake. —No les hagas caso, si necesitas cualquier cosa dímelo —comentó acariciándole la cabeza. —Solo he venido a buscar a Radrón para llevarlo ante mi padre… —dijo Drake algo molesta mientras recogía de nuevo su bolsa. —Drake… —dijo entristecida Kitsune mientras se apoyaba en ella. —Esa humana acabará por destruirlo todo, ¿en serio vas acompañarla? —Azzio saltó de la silla enfurecido antes de que Radrón pudiera levantarse. —Si realmente fuese así, ¡me encargaría de purgar el continente de escoria como vosotros! —Drake, harta de esos comentarios, tiró la bolsa al suelo con todas sus fuerzas. El ambiente se volvía más tenso por instantes, las criaturas contrarias a la presencia de la humana se sobresaltaron y empezaron a amenazarla. Azzio furioso aprovechó el caos y la confusión generados para lanzarle una bola de fuego a Drake, pero Kitsune pudo ver sus intenciones y lanzó otra bola de fuego para detener la de Azzio. Pero antes de que Nylor o Radrón pudiesen reaccionar, ambas bolas de fuego se distorsionaron y desaparecieron como si se hubieran sido absorbidas un agujero negro. No obstante, no tardaron en reaparecer frente a los zorros, golpeándoles con fuerza. Todos los presentes quedaron impactados ante lo ocurrido excepto Radrón, que se apresuró a salir de la taberna y lanzó una descarga eléctrica hacia una zona que a simple vista parecía vacía. —Condenado… Hay que ser cobarde para huir tan rápido —dijo Radrón mientras observaba los alrededores en busca del causante de esa distorsión. — ¡Kitsune! ¿Me escuchas? —Drake preguntó alterada mientras la cogía en brazos. — ¡Kitsune! ¡Azzio! ¿Podéis levantaros? —preguntó Nylor observando a ambos zorros tirados en el suelo. —Drake, deja, esto no es nada —Kitsune tardo un poco pero al final logró ponerse en pie sin dificultad alguna. —Mierda… —susurró Kitsune tocándose el segundo cristal de su armadura, que justo entonces se había apagado. — ¿Qué narices fue eso? —se preguntó Azzio mientras se levantaba. — ¿Esto? La jugarreta de algún cobarde —respondió Radrón mientras entraba a la taberna. —Siento mucho que hayas tenido que ver esto —dijo Nylor disculpándose a Radrón. —No te preocupes —Radrón se dirigió a la joven — Drake ¿verdad? —Sí —Esta asintió con la cabeza. —Guíame rápido hasta tu Dios —Radrón fue hasta la puerta y la abrió mientras hacía señales con la cabeza a Drake para que saliera. —Siento que tenga que dejarte en estas condiciones, te deseo mucha suerte —Drake abrazó con todas sus fuerzas a Kitsune y le dio un beso a la frente antes de irse junto a Radrón. El ambiente seguía tensó, aunque después del ataque, las criaturas se calmaron un poco por miedo a que les ocurriera lo mismo. Aun así, Azzio que seguía furioso, decidió coger la bolsa e irse fuera de la taberna. — ¡Espera! ¿No vas a comer nada? —preguntó Nylor acercándose a Azzio. —No tengo hambre —Azzio salió de un portazo de la taberna. —Esto va de mal en peor… —Nylor giró su cabeza y vio a Kitsune apretando los dientes con fuerza. Ese desagradable encuentro con la hija del Dios había empeorado la relación entre los dos zorros. Más de lo que ya estaba. La llama, que se sentía impotente al no haber podido hacer nada para detener ese ataque, se situó delante de Kitsu le acarició el morro para intentar consolarla. —Tss… ¿tienes algo de carne que me pueda llevar a mano? —preguntó Kitsune malhumorada. —Sí… —contestó Nylor entristecido por lo ocurrido. —Un momento —dijo antes de irse hacia la despensa. A los pocos minutos, Nylor trajo una pata de vaca y la dejó delante de Kitsune. Esta la cogió con la boca y tras agachar la cabeza, salió de la taberna sin decir nada. Al salir de allí, se dirigió a un callejón apartado para comerse la carne sin que nadie pudiera molestarla. —Quiero que se acabe esto ya… ¡Odio está condenada prueba y todo lo que tenga que ver con ella! —Kitsune lanzó su collar y se estiró y con una de sus patas cubrió sus ojos para ocultar las lágrimas que le brotaban. La llama empezó a emitir unos sonidos suaves para intentar relajar a Kitsu, pero no parecía que funcionase. —Déjalo… Solo quiero dormir y que mañana acabe todo esto —Kitsune se dio la vuelta y cerró los ojos. La llama, al ver que no estaba siendo ignorada, se puso delante de Kitsu y la iluminó con un leve brillo que no le molestase al dormir. ***** Tras una larga noche, los rayos del sol iluminaron la cara de Kitsune. Aunque como eso no fue suficiente para despertarla, alguna criatura decidió ayudarla bañándola con el agua más fría que pudo conseguir. — ¡Ahhhgg! —Kitsune se levantó y intentó arañar con su zarpa a quién le había lanzado el agua. —Mizyl… —Tras abrir los ojos pudo observar al esbirro de Mizyl sentado plácidamente esperando a que ella se levantase. Kitsune se sacudió con fuerza, no obstante seguía empapada y temblando del frio. Al notar la bajada de temperatura del cuerpo de su dueña, la llama se posó en su lomo y con un fuerte brillo empezó a transferir su calor a Kitsu para que se secase su pelaje. —Tú tranquilo, ya habrá venganza por esto —Kitsune mostró sus colmillos amenazándolo. Tras esas palabras el esbirro de Mizyl se levantó y realizó un gesto para que le siguiera. Kitsune, sabiendo de lo que debía tratarse, cogió su collar y le siguió sin decir palabra. Mientras tanto, su llama seguía pegada a su lomo secándole el pelo. —Ya es suficiente, llama —dijo Kitsune rascándose con su zarpa trasera el abdomen. La llama se desprendió de su lomo y se coloco a su lado. Kitsune la miró con una cálida sonrisa, que desapareció de golpe cuando giró su cabeza y vio a Azzio en la puerta norte de Lymn. El esbirro se apartó hacia un lado y le indicó con la cabeza que fuera con él. —Tss… —Kitsune se acercó a Azzio enojada. Cuando Azzio vio como se acercaba, no le dijo absolutamente nada, simplemente empezó a avanzar hacia fuera del pueblo haciendo como si su compañera no existiese. El comportamiento de Kitsune no fue muy distinto al de Azzio, solo se dedicó a seguirle sin dirigirle palabra ni mirada. Los dos zorros siguieron el camino que daba hacia una de las puertas fronterizas de los Terrenos del Agua. Pero antes de llegar allí, el paisaje cambió por completo. Ya no parecía que siguieran dentro de los Terrenos del Dios del Agua. Los bosques habían desaparecido y no había rastro alguno de vegetación, ni de lagos, ni de ríos. La llanura baldía que tenían enfrente se asemejaba a los páramos de las Tierras de Nadie —Bueno jovenzuelos, este será vuestro último desafío —Una voz desconocida retumbó en el área. Tras escuchar esa voz, los zorros se giraron y pudieron ver como dos criaturas con aspecto de reptil se posicionan delante de ellos de un salto. — ¡¿En serio?! —Kitsune exclamó sorprendida al ver la apariencia de la criatura. — ¿Eres familiar de aquellos posaderos? —preguntó Azzio. —Sí y no solo eso. Formamos parte de la caballería ligera de los Terrenos del Agua —respondió el reptil orgulloso. —Espero vengáis preparados, porque esta prueba será la decisiva —dijo mostrando su enorme lanza. *****
Los Ojos del Zorro Capítulo 9: ¿Cómo Ha Podido Ocurrir Eso? El último desafío, aquel que decidiría si los zorros completarían la prueba o no, había empezado. Tanto Kitsune como Azzio quedaron impresionados al ver la montura de la criatura. De su boca surgían unos colmillos afilados como si de los dientes de una sierra se tratasen. Su terrorífica mirada les hacía sentir como una inofensiva presa que esperaba a ser devorada. En cada pie había una enorme uña con forma de hoz con la que podría segarles la cabeza tan fácilmente como un granjero siega el trigo. Y un cuerno metálico sobresalía de su hocico para defenderse de cualquier criatura que pudiese atacarle desde arriba. En conjunto de esas características formaban una temible bestia de caza. Por desgracia, a parte de su físico no conocían mucho más de esa criatura, provocando que temieran más lo que pudiese llegar hacer. En cambio, aunque su jinete sostuviera en sus manos una lanza mágica, su aspecto impresionaba mucho menos. Este les observaba con una mirada serena como si le dieran lastima. —Espero que mi amigo no os haya asustado —dijo el jinete viendo como los zorros se quedaron prácticamente petrificados al observar su montura. La montura rugió con fuerza mientras observaba a los dos zorros. —Irros acaba de presentarse, dice que espera mucho de vosotros —dijo mientras se bajaba de Irros. —Mi nombre es Kitsune, soy la hija de Ryugan, líder de los guardianes. —Kitsune, insegura, se presentó dando un paso hacia delante. —Yo soy Azzio hijo del líder de los caoba —dijo Azzio con las orejas caídas avanzando hasta donde estaba Kitsu. —Encantados, yo soy Althere y soy hijo del posadero que os atendió —dijo Irros después de clavar su la lanza en el suelo. —Ahora entiendo lo que dijo del posadero… —comentó Azzio subiendo de nuevo las orejas. Irros miró a Kitsune con una sonrisa aterradora mientras dejaba salir algún que otro bramido. Kitsu, sintiéndose amenazada, tomó una posición defensiva. —Kitsune, se ve que tu pelaje le ha llamado la atención. Dice que es una lastima que no pueda conseguirlo. En esta especie cada vez que cazan una presa con un pelaje de su agrado se lo ponen en la manta —explicó Althere mientras tocaba el pelaje de la manta de Irros. —Aunque tuviera permitido matarme, no dejaría que se lo llevase —dijo Kitsune mirando asqueada al raptor. —¿Entonces la prueba? —preguntó Azzio apartándose de Kitsune. Irros rugió con fuerza y bajó la cabeza mostrando el cuerno que llevaba enganchado en la manta de la cabeza. —Tenéis que quitarle el cuerno a mi amigo —dijo Althere tocando el cuerno de Irros. —¡¿Qué?! —se quejó Azzio viendo al raptor levantar la cabeza de golpe. «Con lo flexible que parece ese cuello… Un fallo es decir adiós a nuestras extremidades» Kitsune se acarició la pierna mientras observaba los afilados colmillos de Irros. —¿Estais preparados? —preguntó Althere cogiendo su lanza y montandose en Irros. —Si no lo estuviéramos, no estaríamos aquí —dijo Kitsune decidida. Irros rugió con tal fuerza que ambos dos zorros bajaron de golpe las orejas para evitar todo lo posible escuchar ese terrible sonido. Aprovechando el desconcierto que había causado en los zorros, Irros se desplazó con gran velocidad hasta ellos. Los vasos de la lanza de Althere empezaron a expandirse y contraerse y de su punta emanó agua mágica que rodeó la punta de la lanza. —Esta vez no fallaré. —Althere intentó ensartar a Kitsune con la lanza una vez la tuvo a rango, pero esta logró esquivarla con cierta dificultad. Después de un fuerte rugido, Irros se abalanzó contra Kitsune para intentar clavarle su garra, no obstante, Kitsune usó sus poderes psíquicos para defenderse y dejó suspendido al raptor en el aire Althere, al no querer dejar escapar la oportunidad, lanzó la lanza hacia ella para ver si la podía alcanzar, sin embargo, los reflejos de Kitsu fueron lo suficientemente rápidos para que ella para repelerla lanzando una bola de fuego antes de que le alcanzase. Tras ese ataque, la llama se colocó rápidamente sobre el collar de Kitsu, y empezó a brillar con fuerza. Irros se giró y pudo ver que Azzio se disponía a atacarle. Tras un esfuerzo logró deshacerse de los poderes que le mantenían atrapado y dio un enorme salto hacia donde había caído la lanza, evitando así la llamarada que Azzio había lanzado contra ellos. A Kitsune no le dio tiempo a reaccionar, y al ver que no podía esquivarlo cerró los ojos con fuerza. Fue en ese momento que su collar se elevó y absorbió por completo la llamarada que estaba a punto de impactarle. Althere y Irros se quedaron asombrados por cómo reaccionó el artefacto que Kitsune portaba en el cuello. —¿Qué se supone que es eso? —preguntó Althere mientras recogía su lanza. —¿Qué estás haciendo? ¿Acaso quieres que se apague mi último cristal? —preguntó Azzio enfurecido. —Eso debería decir yo ¿Es qué querías asarme? —contestó Kitsune tras abrir los ojos. —Yo estaba atacandolos a ellos, no a ti, pero si no te mueves… —se quejó señalando a Irros y Althere. —¡No había forma de que esquivase eso! —gritó Kitsune mientras se tocaba el collar con su zarpa. —¿No fastidies?… No sabía que los magníficos zorros guardianes fueran tan torpes y lentos… —dijo Azzio de forma burlesca. —Mira criajo, tú quieres acabar como el ciervo, ¿me equivoco? —Kitsune amenazó a Azzio elevando su cola. —Oye… —dijo Althere observando la pelea desde lejos. —Uyy, claro… usa tus poderes, es lo único que se te da bien —contestó de forma arrogante. —Chicos… Parad ya… —comentó Althere decepcionado por la escena que estaba presenciando. —Al menos se me da bien algo, no como a ti —contestó de una forma incluso más arrogante que la de Azzio. Althere y Irros observaban atónitos desde lejos y sin saber muy bien qué hacer como la pelea se iba intensificando. —¿No crees que deberíamos detenerlos? —preguntó Althere a su compañero. Irros dio un pequeño bramido mientras se rascaba la cabeza con la garra. —Se que no es de nuestra incumbencia, pero que tampoco los podemos dejar así —comentó Althere. —Irros hizo un pequeño rugido mirando a Althere. —Mira, no empecemos… Que ellos no fuesen a sobrevivir en las Tierras de Nadie con estas peleas no significa que nosotros no podamos —contestó Althere al raptor harto de su actitud. El raptor bramó cerrando los ojos y sonriendo. —¡Lo que tú digas! Vosotros sois geniales y los demás servimos para nada —contestó con tono irónico. Irros volvió a bramar como antes mirando a su compañero. —Perdona por haber fallado, no soy tan perfecto como tú, ¿sabes? —dijo Althere mirando a los ojos de su compañero. El raptor bramó mirando hacia delante mientras se reía de su compañero. —Maldito creído… —susurró echándose hacia atrás —Al menos prométeme que no dejarás que se at… —Irros saltó hacia delante sin dejar a su jinete acabar lo que estaba diciendo. La discusión aumentando hasta llegar a un punto donde ninguno de los dos dudó en usar sus poderes sobre el fuego con la intención de dañar el otro, olvidando completamente de la situación en la que se encontraban. Pero antes de que las llamaradas golpeasen a su objetivo, Irros se situó entre ambos de un salto, y del suelo surgió una pequeña ola por la fuerza de la caída, que deshizo los ataques de los zorros y golpeó a estos lanzándolos por los aires. Tras eso, el raptor rugió con una enorme fuerza que hizo que incluso las piedras temblasen por el sonido. —…quen. —Una vez el raptor apartó a los dos zorros, Althere pudo terminar la frase, aún conmocionado por lo ocurrido. —Ahhgg… —Kitsune intentaba levantarse del suelo mientras su llama le acariciaba la cara. —¡Vosotros dos! ¿Acaso queriaís perder la prueba? —preguntó Althere enojado. Los dos zorros solo se limitaron a mirarse entre ellos furiosos mientras se volvían a ponerse en pie. —No podéis seguir con el desafío, al menos no en este estado. Acabad esto por vuestros Dioses… —dijo Althere bajándose de su montura. Tanto Azzio como Kitsune decidieron no responder al comentario de Althere. Estaban cegados por su furia y les era prácticamente imposible pensar con claridad. —Es mejor que os vayáis por ahora, volvedlo a intentar cuando estéis más tranquilos —comentó Althere clavando la lanza en el suelo. —Y ni se os ocurra atacaros, a no ser que queráis que Irros se encargue de haceros pagar vuestro error. Tras esas palabras el raptor empezó a bramar mostrando sus afilados dientes a los zorros. Después de que se levantase Kitsune, la llama se acercó a Irros y le tocó el morro mientras producía unos dulces sonidos. El raptor afirmó con la cabeza como si la hubiera entendido. Posteriormente la llama volvió con Kitsune, que estaba esperando delante del bosque junto a Azzio. —Llama… —dijo Kitsune observando a la llama acercarse. Esta se coloco entre los dos emitiendo un gran brillo, tras eso se adentro en el bosque seguida por los zorros. —Seguramente sea una mala idea, intentar presionarlos dudo que fuese a cambiar las cosas —dijo Althere mientras veía a los zorros alejarse. Irros bramó empujando a su compañero con la cabeza. —Bueno, me alegro que me apoyes —comentó acariciando la cabeza de su compañero. El raptor, que estaba tranquilo dejándose acariciar, empezó a bramar con fuerza y a moverse de una lado a otro alterado de repente. —¿Qué ocurre? —preguntó su compañero asustado. Irros empujó a Althere y se adentro con rapidez en el bosque mientras emitía un enorme rugido. —¡Espera!… —Althere cogió su lanza con fuerza y se sentó en el suelo mirandola entristecido —Podrías intentar confiar un poco en mi… ***** Los dos zorros continuaron avanzando por el bosque mientras seguían a la llama. Antes de alejarse mucho del lugar del desafío, decidieron detenerse durante para descansar e intentar relajarse. La llama, que estaba controlando a los zorros, se mantuvo entre los dos emitiendo su característico brillo sin moverse. —Si tanto querian que superásemos el desafío podrían habernos dado el cuerno… —dijo Azzio apoyando su cara en una enorme raíz que sobresalía del suelo. —Seguramente no puedan hacerlo —comentó Kitsune estirada en el suelo. —¿Y qué más da? Nadie nos vigila. —Azzio se rascó la oreja con su zarpa. —Para empezar, seguramente el esbirro de Mizyl no deba estar lejos, y después de lo que pasó en la taberna seguramente no sea el único —contestó Kitsu arañando con fuerza el árbol que tenia enfrente al recordar la escena de la taberna. —Menudo asco… Que dos Dioses den tanta importancia a lo que hagan dos zorros de poco más de diez años… —comentó Azzio sacando la lengua. —¿Comó que poco más de diez años? —Kitsune giró su cabeza sorprendida. —Yo tengo unos ¿dieciséis, diecisiete? Por ahí irá —contestó Azzio intentando contar el tiempo que pasó. —¡¿Qué?!—Kitsune se levantó de golpe. —Crely es incluso mayor que tú. —¿Quién es Crely? —preguntó Azzio levantando la cabeza. —Mi hermano pequeño… —dijo Kitsu completamente decepcionada. «Ahora lo entiendo todo… No es que se comporte como un crío, es que es un crío… » —¿Pero cuántos años tienes tú? —preguntó Azzio al levantarse. —Pues… ciento y algo —contestó Kitsune colocando su zarpa en la cabeza. —¿Es una broma? —preguntó Azzio alucinando. —No —¡Pero si mi abuela era más joven que tú, y ya se encuentra junto al Dios de la Muerte! —exclamó Azzio dejándose caer en el suelo sentado. —Ahora entiendo eso de que los críos no saben lo que dicen. —Kitsune suspiró mientras se volvía a estirar en el suelo. —He estado acompañado de una vieja… —comentó Azzio asqueado. —Y yo de un bebé. —Kitsune seguía intentando asimilar la situación. —Esto no puede ir a peor… —dijo Azzio apoyando la cabeza en el suelo. De repente el grito de una joven retumbó por todo el bosque. Muchas aves y animales empezaron a correr despavoridamente huyendo de la dirección de la que provenía esa voz. —¡Drake! —Kitsune se adentró rápidamente hacia la zona donde se escuchó el grito. —Esa criaja otra vez… —Azzio y la llama corrieron tras Kitsune para intentar descubrir lo qué había pasado. Los dos zorros avanzaron rápidamente por el bosque, pero a medida que se acercaban al lugar del que provenía esa voz, empezaron a sentir una extraña sensación. Notaban como si algo les oprimiera el pecho y su respiración empezó a dificultarse. —¿Por qué? —se preguntó Kitsune bajando las orejas. —¿Qué está pasando? —preguntó Azzio mirando a los alrededores asustado. La llama, que no sentía molestia alguna, siguió avanzando con rapidez. Kitsune respiró hondo y haciendo un gran esfuerzo continuó hacia adelante, siguiendo a su llama. En cambio Azzio, que estaba entrando en pánico, simplemente siguió a Kitsune para no tener que quedarse solo. Un poco más adelante de donde estaban, encontraron a Drake tumbada en el suelo con unos ropajes que nunca antes habían visto. A su lado había una enorme espada cuyo filo salía de la boca de una empuñadura en forma de cabeza de dragón. Pero lo que realmente hacía preocupante la escena era una oscura silueta deformada con aspecto similar al de un dragón que se encontraba junto ella. La silueta giró su cabeza y pudieron apreciar el brillo de unos enormes ojos rojizos que les observaban con una enorme sed de sangre. Los dos zorros quedaron petrificados ante la escena, eran incapaces de moverse aunque pudiesen percibir que se encontraban en un grave peligro. Pero justo entonces, Irros apareció de entre los árboles y de un fuerte golpe en el suelo hizo aparecer una cascada que los separó de esa criatura. La llama, a su vez, lanzó una pequeña bola de fuego a la cortina de agua para potenciar la barrera que les protegía. Irros rugió con fuerza mientras empujaba a los dos zorros para que corrieran. Los dos zorros corrieron sin apenas dudarlo, el raptor se mantenía en su retaguardia mirando hacia atrás para asegurarse de que no les seguía. Cuando consideraron que se habían alejado lo suficiente se detuvieron, y Azzio empezó a dar vueltas por la zona completamente estresado. —¡Thylos! ¡Era Thylos! Hay… ¡Hay que avisar a Celeid! —Azzio salió corriendo hacia el templo donde se alojaba Celeid sin esperar respuesta de los demás. —No…¡No! ¡Celeid no! —Kitsune se dispuso a perseguir a Azzio para impedir que llegase a Celeid, pero Irros la paro agarrandola del cuello. —¿Qué haces? No hay tiempo —exclamó Kitsu alterada. Irros se giró y indicó a Kitsune que se subiera en su lomo con un fuerte rugido. —Voy. —Kitsune tomó forma humana y se subió encima del raptor, agarrándose con todas sus fuerzas al cuello de este. Irros empezó a correr en dirección al Templo del Agua para darle la terrible noticia a Mizyl. Por desgracia el templo de Celeid se encontraba más cerca de ellos que el de Mizyl, aun así, gracias a la gran velocidad del raptor podrían llegar allí antes que Azzio a su destino. —Drake… ¿Cómo ha podido pasar?… ¿Cómo no he podido hacer nada para ayudarte?… —se preguntaba Kitsune mientras le caían lágrimas de los ojos. Irros estuvo bramando suavemente para intentar animar a Kitsune durante su recorrido hacia el Templo del Agua. —Irros, siento no poder entenderte en un momento como este, pero… Te agradezco que nos ayudes… Gracias… De verdad… —A Kitsune le temblaba la voz, la escena le iba atormentando a medida que avanzaban. El raptor bramó una sola vez mientras la miraba, después con una sonrisa se concentró en seguir el camino y llegar a su objetivo lo antes posible. El camino hacia el Templo del Agua se les hizo eterno, en especial a Kitsune que seguía preocupada por su amiga. Al llegar a las puertas el raptor dio un fuerte rugido a los sacerdotes para que les abrieran las puertas. —¡Abrid! ¡Rápido! ¡Es una urgencia! —gritó Kitsune con todas sus fuerzas al ver las puertas del templo del agua. Los sacerdotes al reconocer la voz de Kitsune abrieron rápido para que pudieran entrar. —Está en la sala Vess —comentó el sacerdote mientras el raptor entraba por la puerta. —Gracias —dijo Kitsune. El raptor fue corriendo por el templo hasta dirigirse a una enorme sala rodeada puertas y con varios asientos donde se encontraban sentadas algunas criaturas. Irros no dudo un instante en tirar la puerta abajo con su cabeza, las criaturas que estaban allí quedaron totalmente impactadas y fueron apartándose lentamente del lugar. —¡Mizyl, Drake está en problemas! —exclamó Kitsune una vez Irros tiró la puerta abajo. Mizyl en aquel momento se encontraba hablando niña pequeña, de ojos claros como el sol. Sus largos y dorados cabellos estaban decorados por una flor violeta colocada junto a una pluma en un lateral y por una cinta con unas alas emplumadas que se le recogía en una cola. Su vestido era blanco como la nieve que destacaba más gracias a unos adorno rojizos. —¡Kitsune! —Mizyl salto de su silla para acercarse a Kitsune. —Drake… Drake… Thylos la atrapó… —Kitsune tras bajarse del raptor volvió a su forma zorro para apoyar su cabeza entre las patas delanteras de Mizyl. —Lo se… —dijo Mizyl entristecido —Pero no te preocupes, todo irá bien. —Mizyl acariciaba la cabeza de Kitsune para intentar calmarla. —¡No pude hacer nada!… Encima Azzio ha ido alertar a Celeid… —dijo Kitsu entre lágrimas. —Comprendo… no te preocupes, ya has hecho suficiente. —Mizyl miró a la niña para dirigirse a ella —Lya, necesito tu ayuda y la de Nai. —¡Sí! Ningún problema. —La pequeña miró hacia la puerta y con la mano levantada gritó con todas sus fuerzas. —¡Hermana! ¡Hermana! Ya tenemos trabajo. —!Uooohhh¡ ¿En serio? Hermana ¡Eres la mejor! —Una niña de pelo oscuro de la misma edad que Lya asomó su cabeza por la puerta con los ojos iluminados y una gran sonrisa en su rostro. —¿A ti quién te ha dado permiso para entrar? —Una criatura humanoide con aspecto felino agarró a la cría de pelo oscuro por la ropa y la arrastró fuera mientra esta inflaba sus mofletes. —Ve a casa, a partir de aquí yo me ocuparé —le comentó Mizyl a Kitsune. —Pero… —Ve. Kitsune sin poder decir más, se secó las lágrimas con su zarpa y junto a Irros salieron del Templo del Agua. —La próxima vez… La próxima vez no quedarán las cosas así, no seré una inútil… Lo prometo —comentó Kitsune frente la puerta antes de adentrarse al bosque. *****
Con este capítulo concluimos el primer arco de nuestra historia. El siguiente ya formará parte del segundo. Esperamos que hasta ahora os haya gustado, os iremos manteniendo actualizados. Los Ojos del Zorro Epílogo Ese mismo día, un poco más tarde, cerca del Templo del Dios del Agua, la pequeña Lya recogía flores blancas en un claro del bosque que lo rodeaba, era imposible de imaginar que tras ese incidente la zona donde vivía Mizyl pudiese estar tan tranquila. Pero la calma de ese momento acabó siendo interrumpida por Celeid, que llegó batiendo sus alas y descendió para situarse frente la puerta. El viento que provocaron sus alas hizo que algunas de las flores que la pequeña tenía en sus manos salieran volando, dejándola solo con una. Tras ver la figura de Celeid, la niña se acercó corriendo hasta ella con la flor en la mano. —Esas alas, esa luz ¿Acaso eres un ángel? —preguntó la niña observándola de arriba a abajo. —¿Que hace una niña tan pequeña aquí? —preguntó Celeid. —¡Un Ángel! ¡Nai! ¡Nai! ¡Corre! Es un ángel —gritó la pequeña con gran energía mientras daba pequeños saltos. —¡¿Un ángel?! —La otra niña bajó de un árbol de un salto, pero desgraciadamente cayó al suelo de culo. —¡Nai! ¿estás bien? —Exclamó la niña rubia cubriéndose la boca con las manos. —Yo sí… Pero mi culo no opina lo mismo —respondió Nai con las manos en las nalgas mientras se acercaba a su hermana. —¿Dónde está el ángel? —preguntó al situarse frente a su hermana. —Aquí —señaló la pequeña con la mano. Nai dio un fuerte suspiro. —Lya… cabeza hueca. No es un ángel, es una Diosa —dijo Nai mientras se rascaba la cabeza. —¿Qué? Pero… Pero… alas y… humano… ángel ¿no? —preguntó Lya dudosa. —Ufff, siento lo de mi hermana. No sabe diferenciar un árbol de un caballo —comentó Nai disgustada. —Que cruel… —dijo Lya con lágrimas en los ojos y agarrándose su vestido —Soy Celeid, Diosa de la Bendición. Aunque también se me puede considerar un ángel —Celeid cerró sus alas y desaparecieron de su espalda acompañadas de un hermoso brillo —Decidme, ¿Quiénes sois vosotras y qué hacéis aquí? —preguntó Celeid cruzando los brazos. —Soy Lya, princesa de un reino que está lejísimo de aquí —se presentó Lya contenta tras las palabras de Celeid. —Yo soy su hermana Nai, pero soy solo su simple sirviente —dijo Nai apoyando su mano en el hombro de su hermana. —Pero pronto se convertirá en mi fiel caballero ¿verdad? —dijo Lya abrazando a su hermana. —Se intentará… —respondió con poca confianza. —Así me gusta —Lya le dio un pequeño empujón y alzó la flor hacia Celeid. —Señorita Celeid, mi madre siempre me decía que si rezas frente a un árbol a Irybile, esta te dará las mejores y mas bonitas flores para recoger —Explicó mientras le mostraba la flor que tenía entre las manos. —Ten, Irybile eligió la flor más hermosa para ti. —Es muy extraño ver a un creyente de Irybile… Igualmente Lya eso no responde a mi pregunta—respondió Celeid ignorando a la niña. —Mama se fue lejos, nunca la volvimos a ver… Por eso ahora estamos aquí —contestó Nai uniendo sus manos. —¿Por qué mamá no vuelve?… Celeid, ¿tu lo sabes? —preguntó Lya con las manos temblorosas. —Veo que hablar con vosotras es una pérdida de tiempo… —comentó Celeid apoyando la mano a la cabeza. —Tengo asuntos importantes de los que ocuparme, eso habladlo con el Dios del Agua —Celeid se movió hacia la puerta ignorando a las niñas, pero Lya y Nai no tardaron en volver a ponerse en medio. —¡Espera! ¡la flor! Cogela, seguro que así Irybile te ayudará —dijo Lya elevando la flor todo lo que pudo. —Por favor, toma esa flor, harías muy feliz a mi hermana —comentó Nai agarrando las manos de su hermana ayudándola a mantener la flor arriba. —Id a Mizyl a contarle esas tonterías —Celeid apartó a Lya de un empujón provocando que esta cayera al suelo junto a su flor. Lya al ver su flor en el suelo comenzó a llorar con todas sus fuerzas. Nai no tardó en ir a socorrer a su hermana. Pero al ver que no tenía ninguna herida se giró con los mofletes inflados y lágrimas en sus ojos. —¡¿Por qué?! ¡Ella solo quería darte una flor! ¡Una simple flor! Entonces… ¿Por qué le haces eso? —Nai intentaba no llorar como su hermana, pero palabra tras palabra acabó por no aguantar más y se dejó caer al suelo mientras rompía a llorar. Celeid volteo la cabeza viendo a las dos niñas llorar desconsoladamente en suelo. Una extraña voz resonó en la cabeza de Celeid. —No llores pequeña, ya estoy aquí. Una joven sostenía a una niña en brazos. —No te preocupes, ¿ves esta flor? Si la cuidas y le sonríes, Irybile cuidará de ti y te sonreirá —La joven le dio la flor a la pequeña y la abrazó con ternura. —Tchh… Que molestas… —El escándalo que armaban Lya y Nai hizo que Celeid volviese en si. Celeid, viendo la escena que había montado, decidió girarse, poner de pie a Lya y recoger la flor. —No hace falta que llores más, me quedaré esta flor. Tras esas palabras Celeid se fue hacia la puerta del Templo mientras Lya agarraba la mano de su hermana para ayudarla a levantarse. —Lograr eso con una Diosa… Nada mal hermanita —comentó Nai sonriendo. —Irybile, ayuda a esa joven a encontrar su luz, te lo ruego —Lya unió las manos y hizo una plegaria frente la puerta del templo. Una vez dentro, Celeid se dirigió a la sala del trono sin tan siquiera mirar a los sacerdotes que se encontró de camino allí. A su vez ninguno de esos sacerdotes intentó dirigirse a la Diosa, todos se apartaban observando cómo avanzaba furiosa hacia la sala de Mizyl. —¡Mizyl que explicaciones tienes sobre el incidente de tu hija! —Celeid abrió las puertas de la sala del trono vehementemente. —¿Que ha ocurrido con mi hija? —preguntó Mizyl extrañado mientras apoyaba su zarpa en la cara. —¿Que supuesta maldad he hecho ahora sin moverme de aquí? —preguntó Drake rascándose la cabeza. —¿Como? ¿Drake? —Celeid se quedó atónita al ver a Drake sentada. —Así me llamo —respondió Drake colocando su mano en el pecho. —¿Pero vas a decir que ha pasado? —preguntó Mizyl golpeando el trono con la zarpa que tenía apoyada en su cara. —Me han comentado que Thylos se ha apoderado de tu hija —respondió Celeid mirando con desprecio a Drake. —Ya estamos otra vez —dijo Drake con la mano en cabeza mientras se echaba atrás. —Mi hija no se ha movido de aquí en todo el día, es imposible que haya tenido contacto con ningún dragón —comentó Mizyl molesto. —Me da a mi que tus sirvientes ya ven visiones —dijo Drake mientras se reía. Celeid se giró con una escalofriante sonrisa en su rostro, tanto Drake como Mizyl quedaron confusos al ver que la Diosa no se enfadaba por lo ocurrido. —No pasa nada, si realmente tu hija no se ha encontrado con Thylos, mejor para ella —comentó Celeid mientras se colocaba frente las puertas. —¿Lo dices por algo en especial? —preguntó Mizyl inquieto. —Ya esta la nueva santa preparada, esta vez me aseguraré de que ni Thylos ni el nuevo portador vean la luz. Pero no te preocupes, como tu hija no tiene que ver no le pasara nada —Al acabar la frase, Celeid abandonó la sala manteniendo aquella sonrisa. —Mizyl… Lamento haber escuchado eso —Dos misteriosas criaturas surgieron de entre las sombras de la sala del trono. —Celeid, no pienso permitirlo —comentó Mizyl mientras apretaba con fuerza los dientes. *******
Hoy os traemos el prólogo del segundo arco de nuestra obra para que podais leerlo. Esperamos que lo disfruteis. La Traición de los Sentidos Prólogo Años atrás, en el interior de un enorme templo en las proximidades de los Terrenos del Caos, habitaba un dragón. Esta poderosa criatura podía crear ilusiones capaces de confundir a cualquier criatura de Irybile. Sus más fieles sirvientes, Las Garras de las Sombras, se encargaban del cuidado tanto del templo, como del dragón que lo habitaba, y a cambio, este ofrecía protección a la especie. Hasta que un fatídico día llegó y el dragón cayó gravemente enfermo. Sus sirvientes, entristecidos por la terrible noticia, decidieron acudir al templo a diario para realizar ofrendas al dragón. Este, al ver la preocupación de sus sirvientes, decidió sellar parte de su poder en un arma mágica. —Dejaré este vestigio como señal de agradecimiento a vuestra especie. Para poder reclamarlo, el portador deberá llevar consigo la joya de la corona de la tribu. Si está brilla, el guardián lo aceptará como el elegido. Al finalizar esas palabras, una pequeña criatura tomó el arma y se la llevó consigo hasta las entrañas del templo. Las Garras de las Sombras le agradecieron el gesto, pero al mismo tiempo, quedaron extrañados al ver que no eligió un elegido entre los presentes. Tras el fallecimiento del dragón una terrible hambruna azotó a la especie. La caza se les dificultó, las cosechas no daban frutos y los siervos del Caos atacaban constantemente sus territorios, causando gran cantidad de bajas entre la población. Las Garras de las Sombras probaron y probaron con la esperanza de que uno de ellos fuese el elegido, pero ninguno de ellos recibió la bendición de su protector… Hasta que no apareciese el elegido, las desgracias jamás cederían. —Hasta que llegué yo y me quede con esa arma —Un humanoide con rasgos felino agarró de un salto la tablilla donde estaba la inscripción. —Aunque no me gusta que el guardián pusiera trampas incluso para el elegido… —La gata se transformó en un sombra uniéndose con el suelo, logrando así evitar varias flechas se clavaron en el suelo que estaba pisando anteriormente. —Pero se lo perdonare, al fin y al cabo no le dan un arma a cualquiera —Una sombra amorfa salió del suelo tomando recuperando poco a poco su aspecto original. Solo entrar en la siguiente sala, unas enormes lanzas electrificadas salieron disparadas de las paredes hacia ella, no obstante, al ver como se le acercaban dio un puñetazo al suelo y de su mano se extendieron sombras que se alzaron y repelieron los proyectiles. Aunque antes de que se pudiera levantar, un enorme péndulo de roca se abalanzó sobre ella a gran velocidad, pero con gran rapidez la gata pudo saltar hacia un lado para evitar la roca y aterrizó encima de uno de los numerosos esqueletos que había por el templo. —Te lo mereces, por robar lo que es nuestro —dijo la gata tras patear los restos del esqueleto. Al cruzar la sala llegó a una habitación oscura. Poco después de entrar allí escuchó un leve sonido y rápidamente se puso en guardia para estar preparada para lo que pudiese venir. Un temblor azotó toda la habitación y de la parte superior apareció un horrendo monstruo con dos cabezas y unos escalofriantes ojos que ardían en llamas, cuya cola y abdomen se derretían lentamente. La gata aunque veía esa monstruosidad decidió avanzar hacia delante como si no existiera. La criatura, molesta porque no le prestaba atención, decidió golpearla con su zarpa, pero en lugar de impactarle, esta la atravesó sin hacerle ningún rasguño. La gata siguió avanzando ignorando por completo a esa criatura, la cual terminó por desvanecerse en el momento en el que salió de la habitación. —Así que no solo engañan a la vista… interesante… —comentó la gata sonriendo. La gata llegó hasta la cámara del guardián, un enorme cuarto iluminado por antorchas con el suelo cubierto por polvo y rocas. Extrañamente en esa sala no había ni rastro de peleas ni cadáveres, a diferencia de las anteriores. En medio de la cámara se encontraba un altar sobre el que yacía el arma de la que hablaban las leyendas. —Se supone que debería estar aquí el guardián… —dijo la gata disgustada mirando por los alrededores—. Pensaba que cuando salía sellaba del templo, menuda vergüenza. La gata subió por las escaleras que llevaban hasta la parte más alta del altar, y allí encontró una estatua de oro que sostenía una vara mágica en las manos. —Yo no entiendo como no lo han robado ya. —La gata agarró la vara y la sacó de las manos de la estatua de golpe. —Y más con lo hermosa que es. —Comentó la gata acariciando la gran esfera que se sostenía en la cabeza de dragón que había en una de las puntas de la vara. La gata se giró con intención de abandonar la cámara, pero en ese momento, la estatua empezó a brillar y una pequeña criatura de pelaje morado con alas de hada, una piedra en la frente y enormes orejas apareció en el lugar donde antes se encontraba la estatua. —¿Dónde te crees que vas minina? —La criatura se levantó de la mesa y miró fijamente a la gata. —¿Tú eres el guardián? —preguntó la gata sorprendida al ver el tamaño de la criatura. —Claro que sí, soy Nyssar, el guardián de la vara del dragón de la ilusión —comentó Nyssar observando la joya que llevaba en la corona. —¿Y quién se supone que es la gatita que viene aquí a llevarse la vara? —preguntó Nyssar apoyando su mano con firmeza en la cadera. —Me llamo Kira, soy la hija de los actuales sacerdotes de mi tribu, y la elegida para la vara —Se presentó Kira colocando la mano de la vara en el pecho. —Eso lo decidiré yo. —Nyssar alzó el vuelo, colocó sus manos en la corona de Kira y apoyó su frente en la joya que la decoraba. Las dos joyas brillaron al unísono. Al ver ese brillo, Kira cerró los ojos y agarró con fuerza la vara. Una vez cesó el brillo, Nyssar volvió a posarse sobre el altar. —Años y años aguantando inútiles, ignorantes y egocéntricos intentando quitarme la vara, y ahora me dicen que se la darán a una cría… —Nyssar soltó un gran suspiro. —Esto debe ser una broma… —Tranquilo, ya me voy, así no tendrás que verme nunca más. —Kira se giró malhumorada. —¿A dónde te crees qué vas? —preguntó Nyssar cerrando la puerta de la cámara con sus poderes. —Soy la elegida ¿qué más quieres? —Kira erizó su pelaje. —¿En serio crees qué te irás con una arma sola por ahí? ¿Sin vigilancia? —preguntó Nyssar con tono irónico mientras bajaba de la mesa. —¿Y quién me va a vigilar? ¿Tú? —preguntó la gata acercando su cara a Nyssar. —¿Y quién va a ser sino? —respondió Nyssar acercándose más a la gata. —¡Es una broma! ¡¿No?! ¿Y qué pasará con el templo? —preguntó la gata alterada. —¿El templo? ¿A mi que me cuentas?, yo solo vigilo el arma y su portador, lo que le pase al templo no es problema mío —respondió Nyssar. —¡No pienso dejar que me sigas! —Kira intentó golpearle con la vara pero este la esquivo con gran facilidad con un simple salto. —¡Ahora verás! —El cristal que había en la cabeza de dragón de la vara de Kira empezó a brillar y de detrás de Nyssar surgió una enorme serpiente que se abalanzó contra él. —Otra ilusa más en la lista… —Nyssar levantó su brazo y su joya empezó a brillar. Poco después de ese gesto la serpiente desapareció como si nunca hubiese estado allí. —¡¿Cómo?! ¡No puede ser! —exclamó Kira al ver que el poder de la vara no funcionaba contra Nyssar. —¿En serio pensabas que eso iba a funcionar conmigo? —Nyssar se rodeó de una aura morada al mismo tiempo que su joya brillaba con fuerza. Levantó la mano señalando hacia Kira quien fue golpeada por sus poderes psíquicos saliendo despedida hasta el final de las escaleras. —Ahhhh… —Kira se intentaba levantar, pero tras el gran golpe con el suelo aun seguía asombrada. —Yo no sé dónde escucháis que los guardianes tengan que ser fáciles de matar, y mucho más si es con el arma que están protegiendo. Es… simplemente, estúpido —comentó Nyssar cruzando sus brazos mientras miraba decepcionado el estado en el que se encontraba la gata. —Pero si esta arma no puede ni contigo… ¡Dime! ¿Cómo puedo proteger a mi gente con ello? —preguntó indignada Kira mientras intentaba ponerse en pie con ayuda de la vara. —Antes de responderte quiero que te plantees algo ¿Qué sentido tendría mi existencia si el arma que defiendo me pudiera neutralizar? —preguntó Nyssar mientras bajaba las escaleras. La gata se quedó callada pensando en la pregunta que le hizo el guardián, pero no era capaz de encontrar una respuesta. —Ninguna, ¿verdad? Cualquiera podría el arma por un despiste, por suerte o por algún otro motivo por el estilo. ¿Qué? ¿Muero? ¿Eso significa que es digno? ¿Qué el arma es suya? —cuestionó a la gata en tono irónico. —¡No! ¡Ya lo he entendido! —gritó Kira enrabiada. —No te preocupes, el arma es poderosa, al fin y al cabo al empuñarla es como si el dragón te cediese sus poderes —comentó Nyssar una vez llegó al final de las escaleras. —Entonces, ¿ahora qué pasará? —Kira tras varios intentos, pudo alzarse para estar sentada. —El arma es tuya, pero como guardián estaré a tu lado para controlar que todo vaya bien y asegurarme que el portador sea apto —dijo Nyssar sentándose delante de Kira. —¿Qué sea apto? —preguntó Kira. —Me refiero a si eres merecedora de ese poder —contestó Nyssar apoyando su mano en la vara. —¿Y qué ocurre si no lo soy? —preguntó Kira un poco asustada por lo que podría ocurrir. —Depende, la solución podría oscilar entre destruir el arma o cederla a otro y matarte —Nyssar se levantó mirándola seriamente. Kira tragó saliva con fuerza mientras observaba su vara con cierta preocupación. —Debes entender que todo poder conlleva una responsabilidad —dijo Nyssar mientras le levantaba la cara de Kira con sus manos. —No digo que estés equivocado, pero creía que esto sería distinto —explicó Kira mientras apretaba la vara con fuerza. —Ya me imagino, muchas criaturas venían aquí con la ilusión de que al conseguir la vara serían los mejores o de que si confiaban en ellos mismos podrían con todo, incluso se presentó algún que otro egoísta creyéndose que lograría matarme en un instante. La mayoría de esos acabaron convertidos en cadáveres —comentó Nyssar mientras alzaba el vuelo. —Es algo que nos han enseñado desde pequeños —dijo Kira. —Entonces pisa la realidad y verás que no es tan bonita como la cuentan —comentó Nyssar mientras levantaba a Kira con sus poderes. —¡Dime! ¿Puedo proteger a los míos con esta vara? —preguntó Kira. —La protección de tu especie no solo depende de ti y del poder de la vara. Todos deben colaborar para lograr lo que deseas, aún así dominar su poder es buen comienzo para lograrlo —respondió Nyssar mientras abría la puerta de la cámara. —Sí es así, ¡entonces te demostraré que soy apta para el arma! —exclamó Kira al guardián. —Que así sea —dijo Nyssar con una cálida sonrisa. ******
La Traición de los Sentidos Capítulo 1: Un Rayo de Esperanza Desde muy pequeña siempre tengo el mismo sueño, aunque realmente no se si a esto se le podría considerar sueño… Una ory aparece siempre en él, me habla como si se tratase de una criatura real. Apenas me habla sobre su día a día, ni siquiera se donde vive, solo se que esta cerca del territorio del Dios del Hielo. Pero a pesar de que no conozco mucho sobre sus quehaceres, sí que conozco historias sobre su especie y su pasado, historias que son desagradables de oír. Según la información que encontré, su especie es conocida por ser unas de las más sucias del continente. Y no sucias en el sentido de higiénicas, sino de alma. Criaturas sin moral ni ética, pensando en si mismos como si no existiese nada más, viviendo a merced de sus sentidos más salvajes, despojados de su propia humanidad. A vista de cualquier Dios sería lo más repugnante y vergonzoso que pudiese existir… Mi amiga lo sabía, sus sentimientos eran los mismos. Por eso, con cinco años, fue frente al Dios del Hielo y le otorgó su voto de castidad, quería demostrar que incluso dentro de la sucia roña que era su especie, podía surgir una criatura con sentimientos e ideales nobles. Por supuesto, deshonrar una promesa como aquella frente un Dios sería una grave ofensa tanto para él como para la criatura que lo rompiera, pero el Dios sorprendido por el valor de esa pequeña decidió aceptar. Mi amiga fue tan feliz al escuchar aquella respuesta, siendo de las pocas cosas que me recalcó y me explicó con detalle. Pero aún así temía la respuesta de su especie. Al ver uno de ellos que intentase sobresalir, que se creyera mejor que ellos, lo más seguro es que intentarían detenerlo. No obstante, el Dios al saber que podría estar en peligro le regaló dos gemas. —Nadie más que tú será capaz de romper este pacto. —Las palabras del Dios relajaron a mi amiga y reforzaron su confianza. Si alguien intentaba tocarla o alterar su decisión moriría por sus actos. Al salir del templo, ocurrió algo que la sorprendió aún más que todo lo anterior. Encontrarse a su padre esperándola frente al templo. Normalmente los padres abandonan las crías poco después de nacer. Pocos ory se dignaban a quedarse con sus crías, pero en su caso fue así. Su padre se quedó junto a ella para protegerla y cuidarla. Pero aunque en un principio pensase que tras abandonar su hogar para hacer esa promesa le haría enfadar, no fue así. Todo lo contrario, la apoyó y le prometió su ayuda para cumplir con su juramento. Con su padre a su lado, regresó al lugar donde vivían, pero como era de esperar la especie no les recibió con los brazos abiertos… Le atacaron con el propósito de arrebatarle el cristal que le otorgó el Dios. No obstante su padre no dudó ni un momento de salir en su defensa frente a todos aquellos que les acercasen, y por si a su padre se le escapase alguno, el poder del cristal se encargaba del resto. A día de hoy aún sigue llevando sus cristales, protegiendo su promesa, enseñando a las crías valores e intentando separarlas del mundo oscuro donde vivían. —¿Acaso no es así Alecrassia? —preguntó Kira con una sonrisa en su rostro. —¿Cómo quieres que te responda? Solo te he escuchado murmurar amiga mía —comentó una coneja humanoide con unas enormes orejas riéndose mientras se acercaba a Kira. Otra vez el mismo sueño, un espacio sin fin teñido de unos bellos colores blanquecinos y amarillentos… Y ella… —Aún mantienes tu promesa, ¿no? —Kira se sentó en el suelo y sostuvo enfrente suyo la vara del dragón. —Por supuesto —contestó guiñando el ojo e mostrando las joyas de sus orejas—. ¿Y tú? ¿No tienes nada que decirme? —Alecrassia se estiró frente a Kira y pasó su dedo suavemente por la vara. —A ti no te hace falta que te diga nada, seguramente ya lo sabrás —comentó Kira dando un ligero golpe en la cabeza de Alecrassia con la vara. —¿Tanto te molesta que te siga el guardián? —cuestionó Alecrassia apoyando su mano en la cara. —Claro que sí. —Kira se levantó y se giró con el arma en la mano. —Me hace sentir como una niña… —¿Acaso no lo eres? —preguntó Alecrassia —¡¿Cómo?! ¡Tengo ya veintitrés años! —Kira se giró bruscamente sorprendida. —¿Cuantos crees que debe tener el guardián, o las otras criaturas de este continente? —Alecrassia se levantó rápidamente. Kira calló de golpe y bajó la cabeza. Se podía percibir como apretaba con fuerza los dientes intentando contener su rabia. —Kira, te conozco… —Alecrassia se acercó a ella, la agarró y apoyó su cabeza a la de ella. —Es imposible que no te vean como una cría, pero… ¡Demuestrales que no eres una inmadura! —dijo Alecrassia con determinación. A Kira se le iluminaron los ojos. Kira sujetó con la vara con las fuerzas renovadas por el comentario de Alecrassia y elevó de nuevo la cabeza. —¡Lo haré! —Debo irme, recuerda que te estaré observando —dijo Alecrassia con una sonrisa tras soltar a Kira. —Hasta mañana. —Alecrassia desapareció del lugar rodeada de un hermoso brillo azulado. —Hasta mañana… —¡Kira! —Una voz resonó por toda la zona. —¿Quién me llama?—preguntó Kira observando los alrededores. —¡Kira, despierta! —La voz cada vez sonaba con más fuerza. —¿Nyssar? Kira despertó en su cuarto tras recibir un golpe de Nyssar en la cara. —Al fin despiertas —dijo Nyssar cansado de llamarla. —Creo que la bofetada sobraba —comentó Kira molesta mientras acariciaba su mejilla. —Espabilate gatita, debemos partir pronto —Nyssar bajo de la cama de un salto y salió de la habitación. Kira se levantó de su cama y fue directamente al armario. De allí cogió su corona, una bufanda y su vara. Una vez terminó de vestirse, salió corriendo hacia el comedor, donde la esperaban su madre y Nyssar. —Kira, ¿ya estas lista? —preguntó su madre al verla entrar. —¡Sí! —respondió Kira enérgicamente. —Te dejo a ti el mapa Nyssar. Cuida de mi hija por favor —dijo su madre mientras le daba un pergamino. —Tranquila, déjalo en mis manos —comentó Nyssar mientras agarraba el mapa. Kira hizo un gesto para responderle, pero tras una breve pausa acabó por no hacerlo. —¿Pasa algo Kira? —preguntó Nyssar al ver la reacción de su compañera. —No… No es nada. —Kira desvió la mirada hacia otro lado. —Debéis partir, os deseo mucha suerte —comentó la madre de Kira dándole un beso a la mejilla de su hija. —Gracias madre, nos vemos. —Kira se giró y empezó a dirigirse hacia la puerta. Nyssar observó en silencio como Kira abrió la puerta de su casa y salió de ella sin esperarle. Ambos se miraron algo extrañados debido a la melancolía que se desprendía de Kira. —Es mejor que vaya con ella. —comentó Nyssar, acompañándolo de un suspiro, al travesar la puerta de la casa. Tras salir de la casa, Nyssar pudo ver de nuevo todo el poblado de la Garras de las Sombras. Como era de esperar de un asentamiento situado en un pantano, era una zona bastante húmeda. Las pocas casas que había estaban construidas sobre tablones de madera para así evitar las variaciones en el nivel de agua del pantano, pero el estado de muchas de ellas era completamente deplorable. No obstante, lo que más lástima daba era ver a algunos miembros de la tribu teniendo que dormir al descubierto porque les habían destruido su casa o como parte de ellos no tenían que echarse a la boca debido a la escasez de alimentos. —Esto es horrible… —Nyssar tras observar la zona en la que se encontraba, pudo ver a Kira observando su poblado desde lo alto de una pequeña elevación del terreno.. —¿Kira? —preguntó Nyssar mientras se acercaba volando hacia ella. —Vamonos… —Kira tardó unos segundos en reaccionar. Cuando volvió en sí, bajó de la elevación y fue directa hacia los límites del pantano. Nyssar podía percibir la tristeza que sentía Kira al ver su tribu en aquel estado. Sabía que estaba perdida en sus pensamientos, y por eso decidió seguirla sin decir nada hasta que pudiese aclarar sus sentimientos. Al llegar a los límites del pantano Kira se paró en seco. —Sabes que sin una montura tardaremos una eternidad, ¿verdad? —preguntó Nyssar mientras miraba los frondosos bosques que había a lo lejos. —Lo se… Tocará preguntar a las criaturas del bosque, tal vez alguna nos ofrezca su ayuda a cambio de algo —respondió Kira más fría de lo habitual al observar su hogar desde la distancia. —Si quieres ayudarlos, habrá que espabilarse —dijo Nyssar levantando el vuelo. Kira sin decir nada asintió y retomó el camino fueron hacia los bosques frondosos a los límites de los Terrenos del Dios del Caos junto a Nyssar, que la seguía de cerca. *****