HunterXHunter [Longfic] Maldito Rubio; Fanfic Kurapika; Hunter x Hunter AU

Corrí apresurada por los pasillos del instituto, sin recordar muy bien en qué aula se encontraba la lista de resultados finales. Sujeté aún más fuerte los tirantes de mi mochila para el último trayecto.

¡Tengo que ser la primera en leer las calificaciones! Este mes me esforcé mucho, tal vez demasiado. No podía permitir que ese muchacho estúpido tuviera mejor promedio que el mío, no otra vez...

Cuando llegué, me detuve jadeando. Puse mis manos en mis rodillas y cerré los ojos, sintiendo como el sudor empezaba a correr por mi frente.

—Vaya, llegaste temprano—Exclamó una voz que reconocía a metros de distancia. Abrí los ojos de golpe, para encontrarme con el mismísimo maldito rubio. Él estaba solo, frente a la lista de calificaciones. Me observaba serio, con un tanto de burla en su mirada.

Me acerqué a la pared y le empujé con mi hombro para poder observar mejor los resultados.

Kurapika Kurta = 10.00

Elizabeth Bufí = 9.9
​

—¡Maldición!—Grité, a punto de arrancar la hoja del friso.

—Felicidades, tu promedio ha mejorado considerablemente—Contestó Kurapika, sonriendo ampliamente. Extendió su mano para chocar los cinco, pero yo volteé a otro lado.

—¿Te das cuenta que otra vez soy segundo lugar? ¡Me esforcé tanto para ganar el mejor promedio, y tú me lo arrebataste!

Él rió suavemente y bajó su mano.

—Si quieres ser primer lugar, tendrás que enfocarte más en los estudios. No creo que los juegos de rol que tanto usas sean educativos, para nada.

A punto de explotar, lo tomé de la camisa. Con fuego en la mirada, fruncí el ceño.

—¡Tú no sabes nada sobre mí ni sobre mi vida!

Se soltó de mi agarre con extremada facilidad, revolvió mis cortos cabellos con su mano derecha y tomó rumbo hacia la salida del edificio.

—Lo siento si te incomodé—Dijo cabizbajo. Suspiré por lo bajo, apretando mis puños.

—Maldito rubio...

 

Estiré la tela de mis pantalones cortos, un tanto incómoda y avergonzada por su exageradamente pequeño tamaño. Una razón más para odiar las clases de Deportes.

—¡Para ya, te he dicho miles de veces que te ves bien!—Exclamó Rebekka golpeando levemente mi hombro.

Miré mi pecho plano una vez más y puse una cara de asco. En momentos como eso odiaba a mi yo del pasado, que el primer día de clases había especificado que era una "Mujer". Si no lo hubiera hecho, posiblemente todos la hubieran confundido con un hombre, y podría utilizar el cómodo y poco revelador uniforme de deportes masculino.

—Sé en lo que estás pensando—Dijo mi amiga, apachurrando mis mejillas—. Nadie te hubiera confundido con un hombre, pequeña estúpida. Después de todo, tienes una linda y delicada cara de mujer.

Saqué la lengua, confundida por las recientes palabras de Rebekka. Cuando la profesora de Deportes apareció, todos nos callamos y ordenamos en filas, divididos en mujeres y hombres.

—¡Hoy vamos a jugar quemados! Mujeres contra Hombres, ¡a sus puestos!—Gritó en seco. Sonreí al imaginarme golpeando al imbécil de Kurapika.

Rápidamente nos dividimos, como había asignado la maestra. Yo me posicioné en la parte de frente, para localizar al maldito rubio.

—¿Debes estar contenta, no? Eres rápida, ligera y fuerte. Tú ganaras seguro—Comentó Rebekka a un lado mío, y apuntó a otra chica llamada Carolina—¡Mira el tamaño de sus pechos! No creo que pueda esquivar a gusto con esas cosas estorbando todo el tiempo.

Inevitablemente, reí para mí misma. Y el juego comenzó. La mayoría de los balones se dirigían a chicas como Carolina, obviamente. Yo tiraba muchos también, a chicos delgados y débiles. La mayoría de los equipos se desintegraban poco a poco cada minuto, tanto que de mi lado sólo estábamos yo y otras dos chicas, y de el lado de los hombres quedaban Kurapika y otros cinco.

—¡Elizabeth!—Escuché un grito de advertencia y esquivé la pelota que iba directo a mí, a una velocidad impresionante.

—¡Gracias!—Contesté, sin saber quién me había advertido.

El juego siguió por diez minutos. Yo esquivaba y lanzaba, formando patrones. Finalmente, todas las chicas fueron eliminadas, menos yo. Y todos los chicos fueron eliminados, menos él.

Sostuve tres balones en mis hombros y le miré amenazante.

—¡Voy a ganarte, Rubio!—Exclamé, y él sonrió.

—Seguramente lo harás, me rehúso a golpearte.

—¡¿Eh?!

Tomé aire, preparándome para gritar.

—¡¡No importa si soy una mujer!! Prepárate para intentar golpearme, Kurapika—Tiré un balón directo a su cabeza, pero lo esquivó en un salto, hice lo mismo con los otros dos, ahora directo a su estómago, y los esquivó por igual—. ¿Tan sólo esquivarás?

Asintió cruzándose de brazos.

—Maldito...

Tomé otros cuatro balones del piso y seguí lanzándolos como balas, pero todos los esquivó, menos uno. Ese chocó fuertemente contra la pared y volvió disparado hacía mí, golpeándome en el pecho.

Caí de culo.

Rebekka y las demás chicas se acercaron, intentando ayudarme. Pero me levanté por mi cuenta, sobándome el trasero.

—¡Los chicos ganan este encuentro! Al salón—Dijo la maestra, y todos empezaron a seguirla en fila. Pero yo me quedé allí, viendo a los ojos a Kurapika.

—¿Sabías que eso pasaría, verdad?—Pregunté apretando mis puños.

—Sí, lo sabía. Creía que tú también, pero sólo pensabas en ganar y ser primer lugar—Contestó el rubio, dando una palmada en mi hombro. Quité su mano de un golpe y le di un cabezazo con todas mis fuerzas.

—Maldito Rubio...

 

Matriz, fila, columna...​

Esas tres palabras volaban por mi cabeza. ¡Soy buena en las matemáticas! Puedo hacerlo.

El Maestro empezó a repartir los examenes por orden de lista. Mientras esperaba a que mencionara mi nombre, observé a Kurapika, mordiéndome la uña del pulgar. Se le notaba confiado y serio, maldito, ¿cree acaso que tendrá una mejor calificación que yo?

—Elizabeth Zair—Dijo el maestro. Me levanté instintivamente y tomé el puñado de papeles que me esperaban. Volví a mi asiento y le di vueltas en círculo a un lápiz, debido a los nervios—. No trampas, no acordeones, no pasar respuestas y no copiar. Media hora y contando, pueden comenzar.

Los ruidos del grafito contra el papel inundaron el salón, y en mi cabeza solamente se escuchaban miles y miles de ecuaciones. Contesté pregunta por pregunta, a punto de explotar. Pero no estaba tan concentrada como quería.

—¡Me rindo, no puedo hacerlo! Que asco de escuela, que asco de vida—Exclamó una chica llamada Sibila, levantándose de golpe. Salió del salón dando un portazo, y el maestro rió.

—Esta generación es deplorable... Olviden eso y vuelvan a sus examenes.

Volví a mi examen, pero ya era tarde... Todos los procedimientos que estaba haciendo se habían esfumado de mi memoria. ¡Maldición! ¿por qué me distraje?

Volteé a ver al Rubio, que al parecer no había prestado nada de atención al pequeño espectáculo de Sibila.

Lamentablemente, conocía a Kurapika desde hace años, en preescolar. Gracias a eso lo conocía en verdad, principalmente sus "virtudes". Y para mi desdicha, dos de las principales eran las matemáticas y la concentración.

Empecé con la última hoja del examen, sudando frío. Sólo quería entregarlo primero y tener un diez, sólo eso.¿Es mucho pedir, dios?

Sí, es mucho pedir.

—Terminé—Dijimos al mismo tiempo Kurapika y yo. Le miré en shock, mientras el cuerpo me temblaba.

—Bien hecho, Elizabeth, Kurapika. Pueden salir afuera para que esperen a los demás—Comentó el maestro recibiendo nuestros examenes al mismo tiempo. Tomé de la mano al Rubio, clavándole mis uñas, y lo jalé hasta la salida del salón.

Ya fuera, me senté en una banca y le obligué a quedarse a un lado mío. Me tapé la cara con mis manos, a punto de llorar por la frustración.

—¿¡Por qué siempre me molestas!?—Grité, liberándolo todo—¡Lo único que quiero es superarte! Pero... Me es imposible.

Sentí como ponía su mano en mi cabeza y acariciaba mis cabellos, sin decir nada.

—¿¡Cómo logras ser tan bueno en todo!? ¡Es algo... inhumano!—Seguí gritando, cada vez con un nuevo reclamo. Pero, después de todo.... él me estaba escuchando. Cuando logré calmarme, retiré mis manos de mi rostro—No lo entiendo...

Dio unas leves palmadas en mi hombro, y sonrió comprensivo.

—No deberías presionarte tanto con ganarme. Eres una chica capaz de todo lo que se proponga, y lo sé desde hace bastante tiempo. Deja de pensar en mí, y supérate a ti misma. Después de todo, eres la chica más inteligente de esta escuela. Sé feliz.

Me levanté cuando terminó. Estiré mis brazos hacia el cielo y sonreí satisfecha.

—Sigo queriendo ser mejor que tú, pero lograste hacerme feliz por un momento. Felicidades, Kurapika—Dije, cerrando los ojos. Agité la mano en despedida, dispuesta a ir a caminar un poco por el patio para despejar mi mente.

—¿Ya no me dirás Maldito Rubio, entonces?—Susurró él, a algunos metros de distancia. Logré escucharlo de lejos, raramente. Volteé a verlo y saqué la lengua.

—Tú siempre serás un Maldito Rubio.

 

—¡La clase de Artes es lo mejor del mundo!—Contesté a Rebekka, cruzando mis brazos.

—A... a mí no se me dan bien las artes...—Exclamó cabizbaja, sosteniendo una pequeña pieza de origami anaranjado. Estaba mal hecho, pero era bonito.

—Es genial, Rebecca. No, genial no. ¡Maravilloso!—Le tomé de las manos y empecé a dar vueltas en círculos, casi arrastrándola. Cuando noté su cara de mareo, paré.

—Estás muy feliz recientemente...—Dijo, sonriendo—Que bueno, si tú eres feliz, yo también.

Sonreí también, pero en mi cabeza. Es cierto que desde hace unos días estoy más alegre de lo normal, y ya no me presiono tanto. Posiblemente ésto me ayude con mi desempeño académico.

—¡Gracias Rebecca! Será mejor entrar al salón ya.

No deberías presionarte tanto con ganarme. Eres una chica capaz de todo lo que se proponga, y lo sé desde hace bastante tiempo. Deja de pensar en mí, y supérate a ti misma. Después de todo, eres la chica más inteligente de esta escuela. Sé feliz.

Sacudí la cabeza, intentando desvanecer ese pensamiento.

No. ​

Entramos al peculiar salón de Artes. Sí, "peculiar", esa palabra le queda como anillo al dedo. Una gran mesa en el centro, cubierta con manteles de colores manchados con pintura. En las paredes cuelgan artesanías probablemente mexicanas o de otro lugar de America Latina. El piso no es de madera, como en los demás, si no que está cubierto de azulejos verdes deteriorados con el tiempo.Como amo este salón...

—Pongan atención, muchachos—Exclamó la Profesora, aplaudiendo dos veces—Pronto se hará una exposición en la escuela, y todos los grupos colaborarán.

—¿Y qué haremos?—Preguntó un chico bastante interesado.

—¡Pinturas!—Sonreí al escuchar la respuesta de la Maestra, soy buena pintando—¡En parejas!Maldición... Odio trabajar en parejas.

—¿Y cuál será el tema?—Cuestionó Rebekka, sosteniéndome del brazo. Si hacemos parejas, quiero que me toque con ella, por favor.

—¡El amor! Y como estoy completamente a favor de la homosexualidad, las parejas serán mixtas.

Casi inmediatamente, el salón se vio envuelto en murmullos. La mayoría de mis compañeros no estaban de acuerdo con el tema elegido, ni mucho menos con que las parejas fueran mixtas. Algunos hasta decían cosas malas sobre la maestra. Pero ella siempre estaba alegre y firme, una razón más para admirarla y tenerle respeto.

—Les diré las parejas en unos instantes, esperen en silencio por favor—Anunció la maestra, sentándose en el lado más grande de la mesa. Acomodó sus gafas de lectura en su tabique y se dedicó a leer rápidamente las listas de alumnos—. Como primera pareja, Jano y Brais. Representarán a Eros, el Amor Sexual.

—¿¡Qué!?—Exclamó Jano, un chico de corta estatura, cabellos rojizos y pecas, muchas pecas. Estaba sonrojado hasta las orejas, y mostraba sus nervios en cada célula de su cuerpo.

—¡¡Pasiva!!—Escuché que alguien más gritó desde otra parte de la mesa, lo que causó una gran explosión de risas en el salón.

—La siguiente pareja son... Otto y Camil. Representarán a Storgé, el Amor Fraternal.

Ah, ese par. Chocaron los puños, alegres y complacidos por la decisión de la maestra. Amigos desde siempre, suertudos...

—Continuamos con Kurapika y...—Yo no, por favor— Elizabeth, sí. Representarán a Ágape, el Amor Puro.

Me levanté rápidamente, golpeando la mesa con mis palmas abiertas.

—¡No, no no no! ¡Me rehúso a ser pareja de él! ¡Y más con ese tema tan...!

—Por mí no hay problema—Contestó Kurapika, interrumpiéndome. ¿Qué se cree?

La maestra asintió con malicia en su rostro.

—Espero una pintura maravillosa por su parte, chicos.

Amor... puro.

—¡Que suerte tienes Elizabeth! Kurapika es tu mejor amigo en el mundo—Dijo Rebecca, sarcásticamente. Kurapika me guiñó un ojo desde el otro lado de la mesa, y yo golpeé mis mejillas para evitar que se tornaran rosadas.

—¡Maldito Rubio!

 

—¡Hey, espera!—Gritó Kurapika alzando su mano. Le ignoré completamente, aún resentida por lo pasado en la clase de Artes. Seguí mi camino, ahora más rápido.

Tonto, tonto, tonto...

—Lo siento por lo que pasó—Dijo el mismo, tocando mi hombro. Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo, ¿cómo puede ser tan rápido?—Sé que no querías estar en equipo conmigo, pero es una buena oportunidad para poder ser amigos, ¿no crees?—Preguntó, sonriendo.

—Puede ser...—Exclamé, después de pensarlo un poco. En realidad, no creo que sea completamente verdad.

—Es bueno que pienses lo mismo. Pero si queremos ir al corriente con la exposición y asegurarnos de que todo salga bien, lo mejor sería vernos en algún lado y empezar lo antes posible.

Seguí caminando hacia mi casa, con Kurapika siguiéndome a un lado mío. Estaba enojada, claro, pero su compañía no es para nada molesta cuando no está ganándote.

Pasamos bajo una larga explanada, llena de abundantes y bellos árboles naranjas. Mientras yo observaba mi entorno, él revisaba su celular, haciendo muecas de vez en cuando.

—¿Te parece bien si nos vemos hoy en tu casa? Le pregunté a mis padres si se podía en la mía pero dijeron que no—Dijo al fin, rompiendo el silencio.

—¿En mi casa?—Saqué la lengua, odiando la idea.

Kurapika, en mi casa.

Tal vez...
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—Me desagrada completamente la idea—Dije, sin más, haciendo que sus cabellos se erizaran.​

—Vaya, eres sincera...—Contestó, rascándose la nuca y riendo.

—Lo soy—Reí con él. Seguimos caminando, juntos, hasta que estábamos a unas simples dos cuadras de mi casa.

Sentí un leve roce en mi mano que llamó mi atención de inmediato. La retiré rápidamente, sin hacerlo notar mucho, pensando en que ese roce podría haber sido la suya.

Tomada de la mía...
​

—Bueno... Está bien, podemos hacerlo en mi casa—Exclamé, volteando a otro lado—. Pero no llames mucho la atención con mis padres, siempre dicen cosas sin sentido—Saqué mi celular, buscando en mis contactos el nombre "Maldito Rubio". Al encontrarlo, escribí mi dirección y la hora a la que pensaba sería mejor vernos.

—Dale, está bien—Contestó, y su teléfono sonó.

—Es un mensaje que te envié. Mi dirección y la hora a la que podemos vernos—Miré frente a mí, encontrando la fachada de mi casa a lo lejos. Agité la mano en despedida—¡Mi casa está ahí! Nos vemos.

Devolvió la despedida con una sonrisa en su rostro, y volvió por el mismo camino que habíamos caminado antes.

—Gracias por acompañarme...—Susurré, pero no me escuchó—No me gusta caminar sola...

***
​

Escribía en mi celular a la velocidad de la luz, explicando perfectamente alunas leyes ortográficas a Rebecca. Después de la escuela, yo tomaba el papel de tutora de algunos compañeros, les ayudaba a prepararse para los examenes y me pagaban con dinero virtual.

Todo un negocio...


Rebecca~: ¿Pero qué es un sustantivo? No lo entiendo

¿En serio no sabes lo que es? Estamos a punto de terminar secundaria
​

Rebecca~: ¡No! No sé lo que es... Pero por eso me enseñas. Si no fuera por mí, los PA'S se te hubieran acabado hace mucho.

Oh rayos, es cierto. Mi punto débil son los PA'S
​

Rebecca~: Y el maana, y los Relojes...

Rebecca~: La lista es larga

Shhhhh​

Rebecca~: Jajaja

Rebecca~: Hey, quiero hablar de otra cosa antes de seguir estudiando

¿Ok?
​

Rebecca~: Hoy te vi con Kurapika en la salida, ¿acaso ya están formando una amistad? ¿dejarás el odio a un lado?

¡Ja! ¿Me espías?
​

Rebecca~: Todo el tiempo

Rebecca~: Pero no haz contestado a mi pregunta

No creo que podamos ser amigos, en realidad.

Somos parecidos, pero siempre lo consideraré un rival

¡Y además se cree la mejor cosa del mundo!
​

Rebecca~: Como alguien que conozco

...
​

Rebecca~: Pero tú lo conoces desde hace muchos años, ¿no?

Pues sí, aunque él es un completo libro cerrado. Con candado de metal.
​

Rebecca~: Y... ¿Sabes el tipo de chicas que le gusta?

¿Eh? ¿Por qué preguntas eso?
​

Rebecca~: Hum... No lo sé. Es que, creo que me gusta o algo así.



Tiré el celular al piso, escuchando un fuerte crujido que se adueñó de la habitación.

¿Chicas? ¿Gustar? ¿Kurapika y Rebecca?​

 

Golpeaba bruscamente mi cama con la almohada, desquitándome. No conocía muy bien el motivo de mi frustración, pero tenía que sacarla de alguna forma.

Mi celular seguía muerto, en el piso. No le tomé mucha importancia a su estado, si no mas bien al último mensaje que Rebecca había mandado.

Seguí golpeando hasta que la almohada reventó, creando una bella explosión de plumas blancas. Caí agotada, acariciando sus restos, con remordimiento en la conciencia.

Si lo pienso bien...

Rebecca es hermosa.
​

Claro que lo es. Es bellísima. Es una persona increíble, excelente, amable...

Y es mejor a mí en tantos aspectos...
​

—¿¡Por qué me preocupo por eso!? ¡¡Maldición!!—Grité ahogadamente contra la cama, con ganas de seguir golpeando más cosas.

Me di cuenta de que si recibía mucha atención, y de repente me amenazaban con quitármela... Perdía la conciencia. Lo odiaba...

Y Kurapika me había estado brindando tanta.

—¡¡LO ODIO!!—Volví a gritar, esta vez más fuerte. Rezando en mi mente porque mis padres no lo hubieran llegado a escuchar. Pasaron diez segundos antes de que me levantara, acomodara mi cabello y recogiera mi teléfono, como si nada hubiera pasado.

Pero el teléfono ya había muerto. La pantalla estaba destrozada y no prendía. Punto a favor de mi salud mental.

Me quité el uniforme, un tanto cansada por el destroce que acababa de cometer. Lo guardé en el mismo lugar de siempre, para cambiarme.

Tomé la ropa más suelta y ligera del armario; pantalones cortos tres tallas más grandes que la mía y una blusa a tirantes verde que no uso desde hace años. Dispuesta a dormir hasta que el Maldito llegase.

***
​

—Elizabeth... Eli, Eli...—Escuché a mi mamá, susurrándome al oído—Tienes visitas, es un chico muy guapo...

Abrí los ojos de golpe y me tallé la cara rápidamente. Sentía algunos rastros de baba seca en mi mejilla, pero sin darle importancia me levanté.

—¿Quién dice ser?—Pregunté, estirando las piernas.

—Kura...pika. Creo—Contestó, sonriendo embobada—. ¿Es tu novio?

Saqué la lengua, golpeando mis mejillas.

—Ni de broma.

Salí de mi habitación, ignorando el posible y próximo reproche de mi madre. Sin importar mi forma de vestir ni lo sucia que estaba mi cara, caminé hasta la sala.

Allí estaba él, revisando su teléfono. Vestido con una camisa azul a franjas y unos pantalones de mezclilla. Ropa normal, supongo.

—Miren a quién tenemos aquí, un Rubio que es muy Maldito—Exclamé bostezando. Llamé su atención de inmediato, apagó su celular.

—En carne y hueso—Dijo, sonriendo como siempre.

Odio tu sonrisa, odio tu cabello. ¡Odio todo en ti!
​

Volteé a un lado, ocultando mi cara.

—Empecemos de una vez. Todas mis cosas están por aquí, sígueme.

Lo conduje hasta un gran armario que había debajo de las escaleras. Siempre estaba cerrado debido a la excesiva cantidad de cosas que tenía dentro. Moví mis manos hacia Kurapika para que se alejara un poco y lo abrí inmediatamente.

Pinceles, pinturas, acuarelas, pasteles, lienzos. Todo empezó a caer como una avalancha del gran armario. Por suerte no nos había caído nada encima, pero algunas pinturas se habían derramado en el piso de madera.

—Después limpiaré—Dije bufando, y empecé a tomar las cosas que creí que necesitaríamos.

—Yo te ayudaré—Contestó él, tomando también algunos pinceles y pinturas. Raramente, escogía los pinceles más feos y las pinturas más oscuras.

—¡Piensa en Ágape, estúpido!—Grité, tirando las cosas que llevaba sostenidas—Ágape, el amor puro, profundo. Universo, naturaleza...

Me di cuenta que entender el concepto del amor le costaba bastante. Seguía eligiendo objetos erróneos, pero yo supuse que su forma de ver al amor era diferente a la mía y a la de los demás. Así que tuve la idea de mezclar nuestras opiniones y crear el mejor cuadro para la exposición; Ágape.

Salimos al patio con las manos llenas, dispuestos a empezar lo antes posible. Con un lápiz empecé a hacer un boceto en una hoja blanca. Hilos rojos que volaban por los aires, entre árboles abundantes. Dudosa, decidí preguntarle a Kurapika.

—¿En qué piensas cuando te dicen la palabra "Amor"?

Sobresaltado, puso una mano en su barbilla y cerró los ojos.

—Nunca me lo había planteado...—Contestó con decepción—Pero... Supongo que en mis padres.

—Vale...

En el centro de la arboleda dibujé a dos personas tomándose de la mano. Borrado. Mejor, dibujé a dos personas abrazándose. Borrado.

—Explícame cómo es la relación Ágape entre tú y tus padres—Comenté, casi tragándome completo el borrador de mi lápiz.

Él bajó la cabeza, sin saber muy bien que decir. Su mirada se perdió en el césped del patio.

—No sé por qué mencioné a mis padres, no tengo ninguna relación Ágape con ellos—Soltó al fin, cruzando sus brazos— Mi Ágape es una chica que me gustaba hace bastante tiempo, sí sí. Estoy seguro.

Solté el lápiz de un golpe.

—¿Quién?