Prólogo No sé si es el ambiente, quizás sea el lugar, o simplemente sea un capricho que no encuentra satisfacción en mi mente, pero estaba empezando a recordar. Supongo que no es de extrañarse tampoco, desde hace tiempo que los dioses se manifiestan de forma más evidente en el mundo. Quizá su esencia me afecta en cierta forma y desean que encuentre una respuesta por mí mismo. –¡Mira! Es muy bonito. Una dulce voz me sacó de mis pensamientos, a los cuales tengo el hábito de abstraerme desde siempre. Al crepúsculo era a lo que se refería, los enormes nubarrones, que rara vez aparecen en un lugar como éste se encontraban pintados del característico color naranja con el que se les ve durante el inicio y el final de cada día. La estrella primordial terminaba su viaje, escondiéndose lentamente tras el valle que alberga a tantas personas que alguna vez pisaron esta tierra. Una vista realmente preciosa, pero que ahora me hacia rememorar sucesos del pasado, que si bien hermosos, traen consigo todos los conflictos que se tienen que pasar para poder decir que, aquellos escasos buenos momentos, valieron la pena. –Realmente es hermoso. –le contesté, aunque realmente no me lo había preguntado, esta pequeña serpiente siempre espera una respuesta después de hacer un comentario. Es igual que su madre. –¿En qué está pensando? –dejando de ver aquel espectáculo que los dioses habían concebido desde el comienzo de los tiempos, volteó para conmigo, ahora sí me preguntaba algo. –Son días como estos los que me traen esa antigua añoranza… –le contesté sin apartar la vista de aquel paisaje–. Estos días me hacen volverme a preguntar si acaso se pudo hacer algo para evitar todo. –¿Estos días? –dijo levantando una ceja. Solo lanzó la pregunta al aire por lo que al parecer se lo preguntó a sí misma–. Los días de recolectar… ¿A eso se refiere? Así era. Es interesante que la niña me diera la respuesta a lo que me estaba preguntando a mí mismo. El porqué estaba empezando a recordar era precisamente porque estábamos en las mismas fechas que hace más de una década. Estamos en la época de recolección, es la fecha en que recolectamos las bendiciones que la personifica del río Iteru, Hapy, nos ha dado este año mediante el gran río. –Así es. Es curioso, pero después de tanto tiempo, aún lo recuerdo claramente. –le contesté, y tras una breve pausa decidí seguir–. Cada detalle, cada momento, y a pesar de que lo analizo una y otra vez, no encuentro el error… Quizá todo pasó porque así tenía que pasar. ¿Destino? No, no creo que haya sido algo como eso, los dioses ya han dicho incontables veces que el destino, en éste contexto, es solo la palabra con la que denominamos al camino por el cual ya no podemos regresar. La pequeña anningen, como es de suponerse, ya sabe a lo que me refiero. Es de las pocas personas en el mundo que saben la verdad de lo acontecido hace más de diez años. –Como está pensando en eso, ¿por qué no me lo cuenta de nuevo? –me dijo mientras su mirada de incertidumbre ahora se convertía en una de emoción, anticipándose a una respuesta que le complaciera-. Quizá ahora sí descubramos algo. –añadió después. La contaminación del mundo aún nos tiene atrapados dentro de los territorios no purificados del planeta, por lo que el transporte a lugares lejanos es bastante escaso, y lento, así que ciertamente tenía el tiempo suficiente para contárselo de nuevo. –De acuerdo. ¿Por dónde empezaremos esta vez? Confiare en que quizá esta vez encuentre la respuesta, o por lo menos me acerque a esta.
Era algo sencillo realmente, no había que esforzarse mucho. Una simple cacería de djay, que para ser sincero dejaba mucho que desear. Un djay negro era nuestro objetivo, realmente me esperaba algo mejor para un encargo clasificado como “riesgo moderado”. El bosque rubí se encontraba en completa calma al ser bañado por el tono que le ofrecía el crepúsculo. Su contorno tomaba un color naranja rojizo, casi haciéndole justicia a su nombre. Aunque éste viniera de otra fuente, una que ya se había agotado hace siglos, supongo que le han dejado el nombre solo para evitarse el problema de volver a nombrarle. Me encontraba oculto entre los árboles, esperando a cualquier señal de movimiento que pudiera advertir mi posición, pero nada ocurría. Lo único que lograba escuchar era la cascada que se encontraba no muy lejos de donde yo me encontraba, ese característico sonido que hace el agua al caer en un ambiente libre de cualquier sonido artificial creado por los humanos. Es relajante en su propia forma. Una vibración, seguida del sonido que hacen los comunicadores me hizo apartarme de mis pensamientos. –Aquí vienen, estate atento. –fue lo que se dijo por el comunicador, con el clásico sonido de estática que se escucha cuando se termina una transmisión. –Entendido. –fue lo que contesté. Al parecer ya se estaban acercando. Un sonido ensordecedor se escuchó a la distancia, las tranquilas aves que se encontraban a mí alrededor salieron huyendo tras el estruendo. Dejando la calma, que estaba disfrutando, desaparecer en un instante. ¿Es que nunca podrá controlarse? Supongo que siendo ella no podría esperar otra cosa, ya debería de haberlo previsto desde hace tiempo. –Va hacia ti. –me informaron por el comunicador. Pocos segundos después del mensaje, lo vi. El djay negro, una criatura un tanto amenazadora, un tanto interesante, por lo menos para mí. Su cuerpo no es ni físico ni etéreo, es una extraña mezcla de esas dos cosas. Una combinación de dos mundos completamente diferentes, obviando el hecho que es de color negro de la cabeza a los pies tal como su nombre lo indica. Posee forma humanoide pero su cabeza es un tanto más grande que la de un humano común y con la habilidad de estirar sus brazos hasta más de 3 metros si así lo necesitan. Su cara es lo que más me llama la atención, carente de nariz, con dos aberturas que emanan un brillo rojo donde deberían de estar unos ojos, o quizá esos son sus ojos. Podrías decir que carecen de boca pero, al hacerles daño, lo que antes no parecía existir aparece, un agujero que podríamos confirmar que es su boca aparece justo debajo de sus supuestos ojos expulsando el mismo brillo rojo y emitiendo un sonido ensordecedor similar al chillido de un niño, pero aún más agudo. Finalmente, todo su cuerpo expide una esencia extraña, repugnante al principio, pero tras pocos segundos uno se acostumbra, aunque no deja de ser molesta, no podría compararlo con nada ya que en si esa esencia es tan característica de los djay que nos referimos a ella como tal, esencia djay. Todo ya estaba planeado, dos de mis compañeros atraerían al djay, una vez con su atención le dañarían para que éste intentara escapar dirigiéndose a hacia donde yo estaba oculto, el último de mis compañeros me asistiría a la distancia. Tras esperar poco tiempo, dejando que el demonio se sintiera seguro al no ver a sus recientes perseguidores cerca, me abalancé sobre él. Logrando ensartar una de mis dagas en su cabeza, mientras que con la otra apenas logre rozarle. Emitió el característico chillido de los djay, al cual aún no me había acostumbrado del todo, dejándome aturdido por un instante. Supongo que el djay se dio cuenta de esto, ya que no perdió el tiempo y empezó a atacarme con la supuesta “magia” con la que los dota su amo. Fuego fatuo es el nombre con el que se le identifica a esta magia. Un fuego de un color antinatural, ni rojo ni azul, este “fuego” tiene un color purpura oscuro, aunque sigue quemando igual que las llamas naturales. Logré esquivar algunas, pero no tuve tanta suerte como para evitar que me hiciera daño alguno. Es una suerte que siempre tenga ropa encantada, ya que de otra forma esas quemaduras hubieran sido realmente dolorosas. Estando apartado de mí, el djay parecía confiado en que no lograría hacerle daño desde lejos, a lo que no podía estar más equivocado. Lancé seis de mis pequeñas dagas hacia él y justo cuando estaban por clavarse en su cuerpo, saltó, y creyó esquivar el peligro. Las dagas cambiaron de dirección, siguiendo al djay por detrás, incrustándose en su espalda. Nuevamente el djay chilló. –¡Mantenlo ahí! –escuché que me gritaban a lo lejos. No tenia porque decírmelo, después de todo ya estaba planeado, pero supongo que ya se le debía de haber olvidado y actuaba por instinto. Siguiendo el plan mantuve al djay en su lugar, evitaba que huyera lanzado dagas y cuchillos a donde intentara huir, o simplemente aturdiéndole al clavarle una daga tras otra en su cuerpo. Finalmente llegaron dos de mis compañeros, ambas chicas, las mismos que habían atraído al djay hasta mí. Encomendé a mis dagas a salir del cuerpo del djay, y en un instante, se las clavé nuevamente, evitando que pudiera realizar acción alguna y así darle tiempo a las dos de poder recitar sus conjuros. – Em pen medew nedj-i... –empezó a recitar una de ellas. “Em pen medew nedj-i” que quiere decir “con estas palabras yo pido que…” más un sinfín de palabras del primer idioma que se formuló por el dios de la sabiduría y patrón de los magos, Dyehuty. A pesar de que he estudiado éste lenguaje, y sus inicios, realmente no me veo como un usuario de magia, así que prefiero dejarle eso a los que realmente les interesa. Al parecer el djay sabía lo que se avecinaba, ya que estaba desesperado por moverse, pero al ver que no podía hacer gran cosa para mover su malherido cuerpo, empezó a desvanecerse en el aire, intentaba volverse más etéreo, de lo que ya era, para así poder escapar. –Lalo, es tu turno. –le comuniqué al compañero que me asistía. Ahora que lo pienso, no siento que me haya ayudado mucho cuando estaba solo contra el djay. –Déjamelo a mí. –fue lo que recibí de respuesta. Retrocedimos unos pasos, tras esto una ráfaga de balas atravesaron el campo, esparciendo pedazos de perdigones por todo el suelo, dañando al djay y así evitando que éste desapareciese. Para cuando el polvo, que había levantado semejante vendaval de balas, ya estaba por volver nuevamente a la tierra, las dos ya habían terminado de recitar. –¡Kohl Sutej no ranburu! Una corriente eléctrica ahora viajaba por todo su cuerpo, siendo dirigida por sus manos, hizo que la electricidad le recorriera desde sus pies hasta los ojos. Vi claramente como de sus dedos se expulsaron chispas y destellos directo hacia sus pupilas.Tras un instante, al haber apartado ya sus manos de su cara, rayos nacidos de sus propios ojos se irradiaron sobre el ya derrotado djay, haciendo que éste convulsionara de dolor emitiendo el mismo chillido de siempre, el cual ya estaba harto de escuchar. Seguía el golpe de gracia. Recitando en un idioma más comprensible, la elfina de nuestro grupo se encargaría de darle de comer a una diosa. –Ante mí se encuentra lo que no es apropiado, lo que es indeseable, lo que no tiene la gracia de Ra. Yo no poseo el poder para acabar con él, por ello encomiendo a los dioses que se hagan cargo. Que lo impuro desaparezca, que la Maat se restablezca, que los dioses nos protejan, que se haga la voluntad de Maat. Que Ammyt dicte su juicio con un bocado. –tras aspirar profundamente prosiguió. –¡Amenki Ammyt! Un círculo de esencia envolvió al djay, y tras un destello, desapareció. –¡Por fin! –dijo una de mis compañeras mientras se arrodillaba en el suelo, de seguro por el cansancio de haber estado corriendo quién sabe por cuánto tiempo. Nuestro trabajo había terminado. Para el momento en que de seguro la diosa Ammyt ya disfrutaba de la golosina que le acabábamos de mandar. Lalo, quien me había asistido a lo lejos, hizo acto de presencia al bajar del árbol en el que estaba oculto. Lalo Rey, un chico delgado con pinta de tener la energía de un atleta. De tez morena oscura y una estatura promedio, muy similar a la mía, con cabellos rizados llegándole un poco más abajo de la nuca, y unos ojos café oscuro, que si bien algo aletargados, nunca perderían de vista su objetivo una vez han encontrado un blanco. Cargando una pesada arma de fuego, que bien parecía más un cañón ligero que un fusil de francotirador, Lalo se acercaba a paso lento hacia nosotros. Cualquiera podría decir que por su apariencia no destacaba mucho y realmente su carácter no era tampoco algo muy extravagante, más sin embargo, sus habilidades podrían poner en vergüenza al más profesional de los militares. Este chico podría darle a una mosca a más de dos kilómetros de distancia sin siquiera haber apuntado por más de un minuto, aunque muchos dijeran que era talento innato, eso era mentira. –No sé porque te pones así Yoko, ni que hubiera sido la gran cosa. –dijo con tono burlón, mientras se acercaba a la aparentemente exhausta chica que se encontraba en el suelo, por cierto, como has de suponer, ella se llama Yoko. Yoko Nez Café, de piel clara y de una estatura un poco más baja que el promedio de las chicas. Con el cabello corto de un color azul zafiro, y unos ojos amarillos que adornaban su rostro de forma muy interesante. Dependiendo del caso, esos ojos podrían hacer que vieras el rostro de una jovencita que pide a gritos que la protejas de cualquier mal, pero también podrían mostrarte la peor de las pesadillas a sabiendas de lo que podría irradiar de estos, junto a una mirada maliciosa digna de cualquier villana sacada de algún manga. –¡Tú ni hables Lalo! –dijo Yoko, a la vez que le lanzaba una fulminante mirada al chico–. Eres el que menos hizo en todo esto. –Pero sí actué, el djay hubiera escapado de no ser por mí. –le respondió Lalo mientras sonreía. –Quizá, pero qué hay de Ankh, ¿crees que no te vi? –Yoko decía esto mientras miraba hacia donde yo me encontraba –. No le ayudaste en nada mientras estaba peleando con el djay. Que Yoko saliera en defensa de lo que yo ya había pensado hace poco era, por lo menos, curioso. Conozco a Lalo desde hace mucho y sé que me hubiera ayudado si así lo hubiera necesitado, pero para Yoko eso no importaba. –Ankh es hábil y tiene más de un truco bajo la manga, no requería de mi ayuda realmente. –contestó Lalo a la vez que también me miraba. Me limite a solo reírme para mí mismo, a pesar de que su conversación me había incluido a mí, yo solo era uno de los objetos en su discusión, realmente no tenía casi nada, o nada que ver conmigo. Mientras la habitual discusión que suele ocurrir siempre entre esos dos empezaba, me di cuenta de que alguien más disfrutaba de está, al reírse para sí misma. –Uno podría decir que es cosa de todos los días ¿no? –le dije mientras me acercaba a ella. –Sí. –afirmó después de soltar una risita encantadora. Erdrie, la elfina de nuestro grupo en este encargo. Erdrie del bosque luz de luna, de la casta pura de elfos lunares, Erdrie posee un cuerpo ideal al igual que todos los demás de su raza. Con la tez más blanca que he visto en mi vida, aunque no es para nada pálida, un poco más alta que Yoko, con el cabello blanco brillante, diferente a como podrías imaginarte las canas que salen por la edad, y con unos ojos azul cielo en los cuales uno podría perderse por completo, y eso solo le daba más encanto a su ya hermoso rostro. Si bien Lalo, Yoko y yo estábamos vestidos como cualquier joven de la época. Erdrie tenía más arraigada su cultura a pesar de ya haber estado bastante tiempo en ciudades con predominación humana. Sus prendas estaban adornadas con oro, y un collarín dorado en su cuello poseía una especie de esmeralda que luego sabría no era una esmeralda realmente. Traía una prenda que le tapaba solo el pecho, dejando ver sus hombros y parte de su espalda en todo su esplendor, engalanaba también una especie de vestido que empezaba desde la cintura y caía hasta sus tobillos éste se abría al nivel de su muslo izquierdo haciendo que expusiera toda su pierna, pero al saber lo que esto podría ocasionar en algunas personas, siempre traía una prenda por debajo. Finalmente unas sandalias que siempre me han parecido extrañas, ya que se ajustan en casi toda la pierna baja. Los elfos, al parecer poseen un sentido de libertad natural más arraigado que los humanos, quizá al mismo nivel que los anningen, ya que si bien no fuera por las reglas de la sociedad, podrían estar sin prenda alguna y no sentir la más mínima vergüenza. Tras haber dado caza al djay, y una vez que Yoko y Lalo por fin se cansaron de argumentar el uno contra el otro sobre las cosas más triviales que te puedas imaginar, volvimos a la estación del bosque rubí. Ahí, nuestro cliente, una especie de comerciante recolector de la zona, nos pago lo acordado por el contrato, repartimos el oro en partes iguales y nos encomendamos a regresar a casa. Habíamos terminado justo antes del anochecer, así que durante el viaje en tren pude disfrutar del paisaje que el bosque y las montañas ofrecen durante la noche. Siempre me ha gustado viajar de noche, me parece un tanto más relajante que de día. Mientras me relajaba en mi asiento, vi como Yoko había caído dormida, recostando su cabeza en las piernas de Erdrie, realmente se le veía cansada. A pesar de ser uno, no, más bien por el hecho de que solo fue un djay, habíamos tardado bastante en encontrarlo. Estuvimos cerca de unas 5 horas en el bosque. Algo un tanto más tardado que nuestro promedio habitual en este tipo de encargos. Miré de nuevo por la ventana y me empecé a perder en el paisaje nocturno, no quería intentar dormirme, ya que entonces no podría aprovechar el resto de la noche que todavía me quedaba por disfrutar. Sí, esa noche, podemos empezar desde ahí, después de todo, fue la última noche tranquila que recuerdo haber tenido, antes de que mi curiosidad empezara a causarme problemas.
“Un secreto siempre estará acompañado de mentiras.” La academia I No sé cómo es que siempre lo logra, quizá su reloj biológico está muy bien sincronizado con el ambiente en que se encuentre, o simplemente es una coincidencia que con el tiempo quiso hacerse hábito por puro capricho. Para cuando estábamos llegando a la academia, Yoko ya se había despertado. Supongo que eran cerca de las 11 de la noche, más o menos, no recuerdo haber consultado mi reloj en ese momento, e incluso si lo hice, no recordaría la hora. Una vez que llegamos a la estación de la Academia el tren se detuvo y tras el habitual anuncio del conductor, nos bajamos. En la estación se encontraba un señor bonachón ya con una edad algo avanzada, quien era el líder de la estación a quien todos los estudiantes nos referíamos como “El jefe”. Supongo que derivaba de “Jefe de la estación” o quizá su nombre era parecido a esa palabra, ahora que lo pienso, nunca me molesté en preguntarle su nombre durante todos esos años que estuve como estudiante. –¿Cómo ha ido el encargo esta vez?–nos dijo a modo de saludo. –Estuvo bien, algo aburrido, pero la paga fue buena.–contestó Lalo. –Aburrido sí, en cierta forma, pero fue más correr que nada. Como en una de esas estúpidas carreras sin destino en que la gente participa por no tener nada mejor que hacer. –agregó Yoko a la vez que se acariciaba las piernas, al parecer se le habían entumecido por quedarse dormida. –Entiendo. –dijo el jefe mientras sonreía, su cara claramente decía “¿Porqué no me extraña?” Ó eso fue lo que pensé. Después de despedirnos del jefe, dejándolo recibiendo a otros estudiantes que bajaban de los trenes, nos dirigimos al área de apartamentos. No teníamos mucho de qué hablar, o por lo menos no teníamos un tema de que hablar en especifico para los cuatro, así que a pesar de ir juntos podrías decir que nos separamos en cuanto a conversaciones. Erdrie y Yoko iban enfrente hablando sobre algún animal que se habían encontrado mientras buscaban al djay en el bosque, no les puse mucha atención realmente, yo ya estaba centrado en la conversación con Lalo. Empezamos a hablar de algunos puntos para la clase de “historia de las armas” de mañana pero, como suele suceder, el tema se desvió hasta el punto en que ya no tenía nada que ver sobre el primer tema que tomamos; él me contaba sobre el ultimo tequila que había probado hace poco, el cual le habían enviado unos parientes lejanos. Me describió su sabor, textura y como le quemaba la garganta de forma placentera cuando tragaba. Solo con imaginármelo se me antojaba probarlo. Poco a poco, caminando por las calles del campus que estaban bordeadas con árboles para hacer resaltar el mismo camino en sí, nos acercábamos a los departamentos. No teníamos prisa alguna por llegar así que disfrutábamos de una agradable brisa que soplaba aquella noche. Ya era algo tarde pero aun así pudimos ver varios estudiantes que paseaban por el campus, probablemente también vendrían de algún encargo o quizá se dirigían al bar que abre a medianoche, o simplemente estaban disfrutando la brisa como lo hacíamos nosotros. Tras caminar por varios minutos llegamos al punto de separación, una esquina en la que se encontraba mi departamento, de ahí Erdrie, Lalo y Yoko darían vuelta hacia la izquierda y avanzarían hasta separarse de nuevo ya cada quien por su lado. Bajo un poste de luz que denotaba la esquina, nos detuvimos, Lalo ya había terminado de presumirme su bebida exótica y al parecer Yoko y Erdrie ya habían cambiado de tema en su conversación. –Quiero decir, para un encargo que terminamos en un día, deberían pagarnos más. ¿Cuándo has visto a otros terminar un encargo tan rápido? –le decía Yoko a Erdrie, pidiendo una afirmación. Erdrie simplemente asentía con una encantadora sonrisa. –Fueron tres mil quinientos oros para cada uno. Si hubieras hecho el encargo sola hubieras conseguido catorce mil. Claro, suponiendo que hubieras terminado el encargo en un solo día. –Lalo decidió meterse en la conversación, no sé si era para empezar de nuevo con su discusión de la tarde o simplemente ya no tenía nada más que decirme a mí. –¿Enserio crees que terminaría en un día? Ese asqueroso Djay me tendría correteándolo por más de 3 días de seguro. –Pudiste haber llevado solo a Erdrie y hubieran obtenido siete mil cada una. –Ustedes dos estaban de flojos en frente del Coliseo. Y estoy segura que se hubieran quedado ahí un buen rato, y luego se irían a “tirar barra” en otro lado. –decía Yoko a la vez que nos lanzaba una mirada de descontento a los dos haciendo una graciosa “v” invertida con su boca. Inmediatamente después puso una brillante sonrisa, y poniendo sus puños en su cadera prosiguió. –Prácticamente hice que su día fuera productivo. – parecía realmente orgullosa de lo que había dicho, seguramente pensando que nos hacia un bien a nosotros, que realmente era, en parte, cierto. Sonriéndole a Yoko simplemente no dije nada, después de todo no había nada que decir. Junto a mí Lalo se quedó mirando hacia otro lado, quizá intentaba pensar en alguna observación que decir para llevarle la contraria a Yoko, mientras que haciéndole compañía a mi sonrisa, Erdrie también sonreía sin decir nada. –Hablando de flojos, Ankh, tienes un duelo de demostración mañana, ¿no? –comentó Erdrie con esa encantadora sonrisa que seguía vigente en su cara. “Así que me he ganado ese título”, pensé. Me reí ante tal pensamiento, que no dejaba de ser cierto a la vista de mis queridos amigos. –Sí. – afirmé –. Mañana después de clases. –¿Enserio?¿Cuánto tiempo seguirás así? – me preguntó Yoko. Tras una pequeña pausa añadió –. Pártele la cara a alguien de vez en cuando en un duelo para que te dejen en paz los del consejo. Ante tal comentario no pude evitar reírme. Yoko es esa clase de persona, alguien que siempre dirá las cosas directamente sin guardarse nada, sus palabras son directas y cortantes pero su forma de actuar y de decirlas te haría pensar que es solo una broma, algo que le causaba problemas muy a menudo. No le contesté, ya que no sabía que contestar. ¿Qué podría decirle después de todo? Si le daba una fecha en específico como respuesta a su pregunta seguramente esperaría pacientemente a esa fecha. y justo ese día me obligaría a cumplir lo que dijera. En cambio si le contestaba con indiferencia me arriesgaba a que ella misma me retara a duelo con tal de hacerme ese “favor”. Si le daba la razón, de seguro me daría recomendaciones de a quien retar para tener un duelo fácil. Mi silente sonrisa era la mejor forma de quedarme neutro en esta situación. Yoko entendió esto al parecer, y fingiendo un bostezo, decidió cambiar de tema y pasar a despedirse. –Como sea, ya es tarde y la cama me está llamando. Nos vemos mañana. –Descansen. –dijo Erdrie mientras se aproximaba a Yoko para irse las dos juntas. Despidiéndose con una sonrisa de Erdrie y otro bostezo de Yoko, parecía real esta vez, las dos chicas se dirigieron a sus apartamentos, dejándonos a Lalo y a mí parados aún bajo el poste de luz. –Supongo que no querrás ir al bar en estos momentos. –me dijo Lalo justo cuando las dos siluetas de las chicas ya habían desaparecido. –Quiero dormir bien, por lo menos hoy. Vayamos otro día. –No le veo el caso a ir solo, así que hare lo mismo. Te veo mañana entonces. De esta forma nos despedimos, la invitación de Lalo de seguro era para darme a probar de su dichoso tequila que de seguro se llevaría al bar consigo, el cual realmente me apetecía probar, pero tenía otra cosa que hacer en ese momento, aunque no era dormir. Una vez que me despedí de Lalo contemplé un poco mi departamento, realmente me gustaba ese lugar, la construcción era de madera y estaba elevada sobre el nivel del suelo, por lo que había que subir unos cuatro escalones para poder acceder a la entrada. Tenía un barandal, igual de madera, debido a esto. Enseguida se ubicaba una pequeña banca, ideal para dos personas, donde había colocado algunas macetas con plantas pequeñas a la vez que una lona que daba una muy agradable sombra dirigida hacia la banca, para los días cuando la “estrella primordial” no mostraba misericordia. Tenía también unas enredaderas que yo mismo planté, estas subían por un lado de la casa, algo que me hacia recordar mi hogar junto a mis padres ya que había varias creciendo del lado de la casa donde se encontraba mi cuarto. Seguramente era el lugar en donde mejor podía llegar a relajarme ya que lo había habituado a mis gustos, el hecho de que la casa fuera de madera y solo los cimientos fueran de concreto, con el único propósito de poder pasar los cables eléctricos dentro de la casa, era un extra que me había encantado. A quien fuera que haya venido con este estupendo diseño me encantaría agradecérselo, aún ahora que ya no vivo ahí. A pesar de que era realmente un casa pequeña, en lugar de un departamento, el hecho de que el terreno fuera de la academia y no de los estudiantes hizo que a las pequeñas casas en renta se les denominara departamentos, no entiendo la razón, quizás fuera pura semántica. Entré al departamento y me dirigí al cuarto donde se encontraba mi cama, podría decir “mi habitación”, pero como nadie vivía ahí aparte de mí, no sé cómo llamarle. No tenía mucho realmente, aparte de una pequeña cocina y un baño que ya venían por defecto. El lugar era acogedor aun sin muchos muebles, con el tiempo lo llene de cosas que requería en ese entonces gracias al sueldo de la academia y la paga por los encargos. Llegué a comprarme un televisor, una pequeña mesa, una computadora y un librero, la cama me la traje de la casa de mis padres cuando me mude aquí. En las paredes tenia colocadas varias decenas de dagas y cuchillos a modo de decoración, pero realmente las usaba si era necesario, o cuando requería un repuesto. Me acerqué al librero y tomé un libro que sobresalía de los demás, el titulo era: "La historia de Razón". Abriendo el libro en la página donde me había quedado gracias al marcador que le había puesto, proseguí a seguir leyendo. Aún recuerdo lo primero que leí esa noche, estaba en un capitulo interesante, algo sobre el principio de “el conjunto”, creo que era cuando empezaban a mencionar las primeras veces que al grupo de héroes se le empezó a llamar así. El conjunto y las academias tienen una estrecha relación, la cual se nos explicaba vagamente durante clases. Debido a que yo quería saber más sobre esta relación decidí sacar aquel libro de la biblioteca, lo había leído durante cerca de 4 días sin conseguir nada de lo que necesitaba, al parecer era otro callejón sin salida con el que me había topado nuevamente. Era un tanto frustrante. Poco después de terminar el libro, decidí acostarme. Ahora que lo pienso, de haber sabido que no encontraría nada, hubiera aceptado la invitación de Lalo.
La academia II –... y así, como bien deben de saber, las cúpulas de Heka se establecieron en cada gran ciudad habitable en el mundo…–con un tono bastante monótono, como quien ha dicho la misma oración miles de veces, el instructor de historia nos dormía con su apacible discurso. Mi mente estaba divagando entre el sueño y la somnolencia, no sé cuántas veces ocurrió, pero cada vez que cerraba los ojos y los volvía a abrir sentía que ya habían pasado a otro capítulo del libro, y ahí estaba yo, cada vez buscando y avanzando hojas una y otra vez hasta volver a estar al corriente con la explicación, para que cuando volviera a cerrar los ojos perdiera nuevamente el hilo de la historia. El instructor caminaba por el aula mientras hablaba, buscando a algún despistado que no estuviera poniendo atención, o a alguien que pretendiera estar siguiendo la lectura en el libro cuando realmente estaba en otra cosa. En la pared a la que todas las bancas encaraban se encontraban tres pizarras grandes donde estaba escrito entre las tres “PONGAN ATENCION”, haciendo que pareciera una especie de rompecabezas. Por encima de estas estaba la pantalla de anuncios, a la que todos veíamos en lapsos disparejos para ver la hora, esperando impacientemente a que llegara el momento en que terminaría la clase. – Ahora, ¿quién me puede decir en qué consiste el proceso de la Heka? –esta pregunta logró despertarme por completo, no sé si fue porque el instructor estaba cerca de mi cuando la hizo, o simplemente mi mente me alertaba que debería poner atención por si acaso la pregunta se dirigía a mí–... ¿Qué tal usted?, señorita Claudia. Aquella chica estaba a tres filas de donde se encontraba el instructor en ese momento, quizá era una forma de advertir que no solo vigilaba la hilera de asientos por la que pasaba, sino que veía el aula por completo, y no solo a los estudiantes que tuviera al lado. –Ehm... Las cúpulas de Heka están establecidas por un gran cristal de Ast en los centros de las ciudades, éste emana la Heka en forma de cúpula alrededor de la ciudad curando la contaminación de la tierra, el agua y el aire que encierra. –parecía algo indecisa en su respuesta, aunque no estaba errada del todo en sí. –Bien pero, ese es el proceso de la sanación del mundo y no el proceso de la Heka. Cuando digo el proceso de la Heka, me refiero al proceso mismo de la magia Heka. – Pero instructor, nosotros somos de armas. Eso debería preguntárselo a quienes estudian magia y no a nosotros.–un anningen estudiante, cuyo nombre y familia no recuerdo, al parecer decidió protestar ante tal pregunta. No puedo decir que tenía un punto de vista diferente al suyo, pero lo siguiente que dijo el instructor tenía un punto más importante. –Estudiantes de magia o no, deberían de saber por lo menos el proceso de esta magia ya que es la salvación de nuestro mundo. –después de dejar salir un leve suspiro, agregó–. ¡Téngale un poco de respeto al mundo donde viven, por favor! Después de un incomodo silencio que duro cerca de dos minutos, en el cual nadie queria toparse con la mirada del instructor, él mismo decidió terminar el asunto. –... Señor León, usted tiene magia como clase secundaria, ¿cierto? –esperó a que el joven León asintiera, luego añadió–.Por favor explíquenos el proceso de la magia Heka. – El proceso de la magia Heka consiste en conectarse con Nuu, como cualquier otra magia, pero ésta ruega a más de un dios por sus beneficios. Al poseer varias divinidades, la misma magia se clasifica como magia divina, y esto ocasiona que cualquier esencia o material impuro que se encuentre en el usuario sea descontaminado. En el caso de las ciudades, el usuario es la ciudad misma. – Muy bien, aunque es de esperarse de alguien que estudia magia. Continuando con el tema, en el año 2,139 D. R., el cual es recordado como: "El primer año de Heka", los gobiernos se encontraban..... Después de un sonido muy característico de cualquier escuela la pantalla que se encontraba por encima de las pizarras empezó a brillar, dejándonos un mensaje escrito y hablado al mismo tiempo. Con una sincronía perfecta en las palabras que se iban escribiendo junto a las que se mencionaban. Se había hecho esperar bastante; Claro, cabe mencionar que el instructor fue interrumpido por esto. “Las clases han concluido. Se les recuerda a los alumnos que tengan programados duelos de demostración, favor de pasar a la recepción del coliseo. Que tengan una agradable tarde.” La voz que decía esto tenía el mismo tono que el que escucharías en algún centro comercial cuando anuncian las ofertas para que vayas corriendo a buscarlas. –...Parece que retomaremos el tema la siguiente clase. No olviden que los exámenes de la rama común están cerca, ¡estudien!; Y no acepten encargos en estos días. –haciendo énfasis en la palabra “estudien”, el instructor parecía algo molesto mientras terminaba de decirlo, quizá estaba por llegar a una parte que le gustaba en la historia, pero ¿qué se le va a hacer? ¿no? Supongo que no hace falta decir que ya era otro día, el día siguiente a haberme quedado en vela leyendo un libro que al final no me dijo nada de lo que yo quería saber. El anuncio de fin de clases me recordó que tenía que entablar un duelo de demostración contra otro de los obligados en el coliseo, por lo que decidí ir directo hacia allá. Mientras me dirigía hacia el coliseo de la academia, pasé por el jardín de la misma, un lugar lleno de arboles y flores, tapizado con refrescante césped que era lo suficientemente cómodo como para quedarte dormido en él aunque no estuvieras cansado del todo. En el centro se encontraba un puente de madera que atravesaba un pequeño lago, te daba la sensación de ser más un parque que un jardín. Éste lugar estaba hecho para que uno se relajara mientras se esperaba una clase, o simplemente para vaguear y perder el tiempo, que era para lo que usualmente lo utilizábamos mis amigos y yo. Ahí, alcance a escuchar a una joven que le preguntaba a un instructor sobre lo que se hacía en las academias y lo que se requería para poder ingresar, probablemente fuera una aspirante para el siguiente año, parecía estar bastante interesada en los ingresos que otorgaban las academias a los estudiantes, así como el promedio de oro que se podía conseguir durante un encargo. Al parecer las academias llamaban más la atención por el oro que se conseguía en estas, que por el servicio que ofrecían al mundo, aunque no culpo a quien piense de esta forma, después de todo, yo había ingresado a esta academia prácticamente por la misma razón. Dejando atrás el jardín, me encaminé al coliseo. Durante mis primeros años casi nunca tuve que realizar un duelo de demostración, o duelo por obligación, que era como les decíamos la mayoría de los estudiantes. Aunque durante los pasados seis meses había tenido que hacer bastantes. El coliseo era una especie de arena donde dos, o más estudiantes, entablaban combates, ya fuera para práctica, demostración o exámenes. El lugar siempre se llenaba durante los duelos de demostración debido a que solo en estos se podía apostar, no entiendo la razón de esto aun. Éste era el caso de ese día, la fila para acceder era tan larga que tuvieron que acomodar a la gente de modo que hicieran varias curvas haciéndola ver como una serpiente andando, o supongo que así se vería si pudieras verlo desde arriba. Por suerte, al ser uno de los que participarían en los duelos de hoy, no tenía que hacer fila alguna y solo debía encaminarme a la recepción para que me dejaran pasar a esperar mi turno. Tras varios minutos en espera, en los cuales todo lo que llegué a hacer fue en pensar que haría para comer ese día, estando también junto a otros tres estudiantes que no conocía, anunciaron al primer obligado. – Estudiante Daniel de Revé. Pase por favor, usted es el primero en pelear. –dijo la recepcionista dirigiéndose al joven enseguida de mi. –...Aquí vamos... –lo dijo desganadamente–. Solo espero que no haya muchas apuestas en mi contra...Luego andan reclamando esos idiotas. –murmuró después, aunque llegué a escucharlo claramente. No sé si el amigo estaba molesto porque apostaran en su contra, o es tan engreído como para pensar que ya gano y que le reclamaran por ello. No habían pasado más de 10 minutos, desde que habían anunciado a aquel estudiante llamado Daniel, pero un escalofrió me recorrió la espina y comencé a sentirme incomodo sin razón aparente. Dicen que así es como se siente cuando alguien no muy lejos de donde te encuentras está hablando de ti, y no de una manera que te agradaría. ¿Alguna vez lo has sentido? ¿Es algo incomodo no? Así me sentía yo. Lalo, Yoko, Erdrie y los demás de seguro ya debían de estar en las gradas del coliseo, los llegué a ver formados en la fila cuando me dirigía a la recepción, por lo que supuse que ya habían de haber entrado. Puede que sean ellos los que estuvieran hablando de mí. Yo no sobresalía mucho como para ser el tema de una conversación de gente que era ajena a mi persona, y después de todo, a todos mis amigos les había mentido, así que era normal que se pusieran a cuestionar mis actos cuando yo no me encontraba, pero no me gusta pensar así de ellos, ni en ese entonces ni ahora. “Primer duelo terminado. Ganador: Daniel de Revé” La misma voz que anunciaba el fin de las clases se hizo escuchar nuevamente declarando al ganador del primer duelo. Fuertes gritos de alegría junto a aplausos se escucharon a la distancia, seguramente de los que habían apostado a favor de Daniel. “¿Quién diría que su seguridad era fiable? Bien por él, supongo.” Recuerdo haber tenido una leve sonrisa mientras pensaba eso. – Estudiante Ankh Medjay. Pase por favor, usted sigue. Ahora me tocaba a mí, “Entonces... ¿Qué puedo demostrar?” me hice esta pregunta en la mente, a la cual me respondí: “Lo más seguro es que dependerá de mí contrincante el que me esfuerce o no, en este duelo”