Hebras largas y marrones que se deslizan por un frenesí totalmente hermoso de largos cabellos, un rostro pálido semejante a la porcelana. Labios rojizos, carmesí, traídos exclusivamente del infierno, atractivos hasta el punto de que mi iris no puede dejar de posarse en aquellos dos. Una nariz fina y respingada recubierta por unas cuantas pecas. Pecas y más pecas que se esparcen como un bucle, como un torbellino, son eternas y van hasta su espalda. Blanca, blanca como un papel. Ojos marrones, claros como un ocaso en el sur, claros como el agua del océano pacifico, no son azules, no son verdes pero tiene esa esencia que hace a una mujer estar cerca y lejos al mismo tiempo. Pómulos finos y alzados como un galgo entrenado, era pura, nunca había visto algo tan bonito como ese rostro alumbrado por la fría luz de los focos en la oficina. ¿Cómo hago para salir de este trance? En este momento es imposible, caigo con todos mis impulsos ante su estética, no puedo desviar la mirada, hoy y siempre tengo en mente que conocí a la mujer más hermosa de todas. Voz ronca y gastada, una lengua que sobresale por ese par de labios como un tic continuo, manos finas y dedos largos, el color rojo es lo que más sobresale de su persona, es como su marca que permanece en mi psique. Piernas largas que se esparcen una sobre la otra en la silla rotatoria, zapatos negros y muslos finos. Lo poco que se deja ver de su tobillo muestra un deje de piel que me lleva a una fantasía etérea, me transmuta a un mundo que se cierne en una oscuridad y desesperanza continua, su luz es más fuerte que todo. Superficial y vacía se muestra como alguien unilateral y espesa, cada palabra que expreso y sale de mis fauces desganadas no parecen llegarle, no quiero sentirme así pero es imposible, soy su contraparte, un alter ego que no llega a más, soy un sabio encapsulado en un cuerpo y mente atrapados por la flojera, por mis propios pensamientos impuros y descalzados, soy magia y humanidad al mismo tiempo. Soy un sabio, soy un mago pero señores, entiendan que ella es Dios. Una mirada penetrante que se asoma por el rabillo, se da cuenta, entiende mi amor imposible a su persona, aún así no dice nada, no expresa ningún sentimiento, se mantiene indiferente a lo lejos. Sé, sin embargo, que necesito acariciarla, pasar mis largos y ansiosos dedos por su cabellera, tomar mi mano con la de ella sin decir nada, mirarla a los ojos, besarla y entrar en un bucle de sentimientos, peleas, odio, amor. La necesito, ella es mi musa y lo que me inspira, ella es todo para mí en este momento y que importa más que este momento. Firme se sienta y habla, con tal determinación y elegancia que parece impregnarse en mi alma sucia, su propia forma de ser, no la conozco y eso me desespera, necesito hablarle pero nunca fui bueno en eso, quiero contarle sobre su magia, sobre sus hermosas pestañas que se posan y una mirada perdida e inocente. Necesito contarle más y más, necesito mirarla y sonreírle, quiero que me sonría, quiero hablarle sobre su mirada y como me pierdo en ella, quiero hablarle sobre su luz y quiero hablarle de todo. Quiero hablarle de nada. Sus brazos que se mantienen reposando sobre la mesa mientras la luz de la pantalla se refleja en ese par de ojos grandes y adormilados, la hacen ser más bella que ayer y menos que mañana. Soy un sabio que lo que sabe es sobre ella, lo que sé sobre ella es que es luz y es Dios, ella es Dios. No puedo dejar de lado este sentimiento que con conocimiento anterior sé que será efímero e incontinuo, soy un individuo inestable y totalmente jodido. Ella es magia y Dios y lo único que sabe es sobre su luz, sobre su belleza, sobre sus pecas que se quedan enganchadas en sus muñecas. No entiendo la razón ni el significado pero no puedo dejar pasar esta idea o fantasía de escaparme con ella, con lentes de sol oscuros y una estela magnifica recorriendo toda su piel, sin un zapato y con un pañuelo atado desde su barbilla hasta la cabeza, la imagino como una mujer de los sesenta, la imagino como una mujer renegada y a la vez fina. El armamento que mantiene en sí es más grande que el de todos los ejércitos del mundo, sus municiones se recargan con cada mirada que expreso hacia ella, alimento su ser y el ego titilante, ¿por qué pienso en ella en una forma egoísta? Tiene muchos errores posiblemente sin embargo ella es esa mujer que corre y corre mientras la luna la ilumina en un sendero totalmente desconocido, ella es la que me agarra de las manos y ella es la que se mantiene con ojos pardos y piel fina, definitivamente ella es Dios. Necesito emborracharme, drogarme mientras le hago el amor, mientras la tomo de los brazos escuálidos y flacos, perderme en todo lo que ella pueda sacar de su mente, abrazarle por la mañana y perderme por la tarde, jugar con su cadera. Unas mañanas se pierde y otras se encuentra, ella está en un constante sentido de búsqueda lo que su mente no podría nunca entender es que yo estoy haciendo lo mismo pero en vez de encontrarme a mí mismo la encontré a ella. Mi garganta se quema cuando el licor la recorre, mis manos se asoman con lentitud siempre que necesito decirle algo, ese es el mismo sentimiento pero la siento en mis venas, como un alma que se está escapando, un alma ardiente que lo único que quiere es vivir.
Hola, primero que nada, me gustó mucho tu narrativa y la forma de manejar las palabras. El amor y el encanto, en medio de un hechizo de la diosa roja. Embriaga tanto como se debió haber sentido el protagonista. En serio, me gusta la madurez de tu historia, algo que no se encuentra fácilmente. Ahora, sentí un poco saturados los párrafos y que le faltaba alguna que otra coma o punto, pero supongo que eso ya es según el estilo del escritor, y no afectó tanto la forma de disfrutar el relato. Gracias por compartir tu escrito.