Phineas y Ferb Puerta de enlace [Phineas y Ferb]

Nunca se hubiese imaginado que al momento de encender su Otrodimensión-Inador vería una versión alternativa de la ciudad de Danville. Había corrido con emoción hacia el interior sin pensar si era seguro, ¿realmente un invento suyo había superado de esa forma las leyes de la física ofreciéndole un vistazo a un mundo completamente nuevo? Era algo que ni en sus sueños había logrado imaginar, sentía que había logrado superarse a si mismo esta vez, incluso si fue gracias a la ayuda de esos dos misteriosos niños que se aparecieron justo en ese momento y le habían corregido un error de diseño que dejó pasar por alto (En otra circunstancia no hubiera permitido que tocaran su botón de autodestrucción, pero ellos se habían ganado muy rápido su simpatía, compartían su amor por inventar por lo que de inmediato se llevaron bien).

Lo primero que le sorprendió fue ver lo cambiada que estaba la ciudad, todo parecía haber sido hecho como un tributo a si mismo, el edificio que tenía por residencia era definitivamente más grande (y algo más sombrío) y el sitio le daba de alguna forma una extraña sensación. Aun así, la curiosidad de explorar ese extraño mundo nuevo lo impulso a adelantarse por ahí hasta que se topó con alguien demasiado parecido con él. Demasiado en realidad.

Era como si se viese en un espejo, bueno, uno que cambia tu apariencia y te hace ver más amenazante. Su "reflejo" era él vestido con una larga bata negra y guantes gruesos, tenía un parche en un ojo con una cicatriz que pasaba por encima y su peinado tenía un estilo distinto. Podía notar un poco como ese "si mismo" tenía una forma ligeramente más seria y autoritaria de hablar, a diferencia suya. Aun así y pasado el desconcierto inicial, podía sentir que estaba literalmente ante un igual.

Al inicio ambos congeniaron muy bien. Compartían demasiadas cosas en común y sobre todo admiraba como su alterno había logrado dominar su Área Limítrofe casi sin dificultad alguna a diferencia suya. Quería pensar de que eso era una señal de que él también podía hacerlo, aunque significara tener que robotizar a Perry, idea que en el fondo no le gustaba del todo.

Pero nada podía durar para siempre, sobre todo para Heinz Doofenshmirtz. Rápidamente su alterno empezó a demostrar algunas actitudes que no le agradaban. Cuando ordenó a Perry el ornitocyborg que atacara a los niños que lo habían ayudado hace un rato, él quedó algo desconcertado, pero lo dejó pasar, creyendo que solo hablaba de atraparlos. Pero luego de eso empezó a evidenciar como su contraparte parecía burlarse de él y que no quería formar un equipo, sino usarlo para que construyera otro Otrodimension-Inador e invadir su dimensión con su ejército de Normbots. Finalmente ocurrió lo inevitable, y fue condenado al igual que los misteriosos niños y Perry el ornitorrinco.

La verdad, mientras lo encadenaban, no podía evitar pensar qué es lo que había pasado. Se supone que eran la misma persona ¿o no? Ni siquiera había podido hacerse amigo de si mismo, se sintió muy decepcionado cuando pensó en ello. Justo esa mañana se había deprimido cuando al hablar con esos chicos, se había dado cuenta de que no tenía amigos que le pusieran apodos. Fue por esa razón que estaba tan emocionado cuando conoció a su alterno, creyó que al fin había encontrado alguien con quién congeniar. Debía tener una suerte demasiado desgraciada como para que su "otro yo" solo haya resultado en alguien que lo condenaría a muerte.

Sin contar como parecía restregarle en la cara el fracaso como villano que era. Tampoco podía entenderlo, como era que fuera vencido por "él mismo" en sus fallidos intentos de dominar el Área limítrofe. No quería reconocerlo, pero se sentía definitivamente "más pequeño" en sentido figurado cuando el otro Doofenshmirtz había comenzado a mostrar su verdadera faceta. De alguna manera, sentía que representaba ese objetivo inalcanzable, él quería demostrar que podía ser un malvado de temer que podía hacerse cargo de la ciudad por la fuerza, pero por otro lado, mostraba al mismo tiempo el enorme contraste que existía entre alguien verdaderamente malo y si mismo, sabía que su conciencia jamás le permitiría dañar a Perry el ornitorrinco o condenar a esos agradables niños a ser comidos por un monstruo ¿realmente quería convertirse en un igual a su alterno?

En ese momento su mente era un bullicio de pensamientos contradictorios. Lo que quería ser versus su conciencia. Su aparente incapacidad de hallar alguien con quien coincidir también estaba molestándole como una mosca dentro de su consiente. De alguna manera sentía que ver como encadenaban a Perry y a los niños era su culpa, si no hubiese construido la máquina que les había permitido llegar en primer lugar, nada de esto estaría pasando. También temía por su propia vida, por primera vez se encontraba en un real peligro de vida o muerte sin manera alguna de escapar.

¿Había alguna forma de terminar con esta situación? Por lo que había notado, intentar dialogar con el otro Doofenshmirtz era una opción completamente descartada, su megalomanía no le dejaba ver otra cosa que ambición. A menos que…

¡Claro! ¿Cómo no se le había ocurrido antes? Él nunca había perdido ese tren de juguete. No comprendía, y sabía que jamás lo haría, la razón de porque ese artefacto de madera le había afectado tanto a su contraparte, pero si eso podía de alguna forma acabar con toda esta locura, entonces solo podía aferrarse a esa esperanza. Tenían que volver a su dimensión y solo así podría buscarlo y dejar su conciencia tranquila por lo menos sobre todo lo que había pasado en el día.

Sabía, aunque no quisiera reconocerlo, que durante ese acto de bondad había sido su lado bueno el que nuevamente salió triunfante. No las ganas de obtener la gloria de un héroe, no la envidia hacia la competencia de su alterno, no. Era simplemente su verdadero ser que trataba de ocultar, el que una vez más lograba guiar sus acciones.