Candy Candy Desafiando el destino [Finalizado]

Cap. 102

Candy se quedó un momento con Benjamin. Estaba tan triste por Albert y Bárbara, pero aquel chico le pareció tan cercano a ella, que se acercó a su cabecera y acarició su frente.

- Pobre chico…no deberías hacer sufrir tanto a tu madre.

Benjamin lloraba y tenía pesadillas.

- Mamá…te quiero…hermanita…Candy…

Entonces despertó sobresaltado.

Cuando el muchacho la miró, se sorprendió.

- ¿Dónde estoy?

- En un hospital. Cuéntame, ¿qué te pasó?

- ¿Tú quién eres?

- Son enfermera. Me llamo Candy.

- Candy…tú…tú eres Candy…tienes que ser Candy.

- Tranquilízate, Benji.

- ¿Cómo sabes mi nombre?

- Tu madre me lo acaba de decir.

- ¿Y también te dijo que yo tengo una hermana?

- Algo así.

- Sí…ella no tiene paz desde que la perdió. Cuando yo nací siempre me hablaba de ella.

- Ya, buen chico, duerme- dijo Candy casi llorando.

El muchacho se tranquilizó y se quedó vencido por el sueño.

Candy lo arropó y salió de ahí.

- Ya vuelvo, señora- dijo Candy.- Está dormido, seguramente se pondrá bien.

- Gracias, señora.

Candy se marchó hacia donde estaban aguardando noticias de Albert y Bárbara. Entonces, un muchacho de ojos negros y cabello castaño llegó hasta donde ellos se encontraban.

- ¿Me pueden decir dónde está Bárbara Gerald?

Terry se acercó.

- ¿Quién eres?

- Mi nombre es Arthur…soy hermano adoptivo de Barbie…me dijeron que estaba aquí.

- Está internada pero se pondrá bien.- dijo Candy.

El muchacho preguntaba por Albert Andley.

- También está hospitalizado pero pronto saldrán los dos.

- Me dijeron que mi hermana había venido a la casa del Sr. William Andley.

- Sí- dijo Candy- ella vive allí.

- ¿Y por qué está en el hospital?

- Es largo de contar- añadió Terry.

Candy se acercó.

- Ven yo te pondré un poco al tanto.

Terry seguía esperando noticias de Albert.

En tanto, la madre de Benjamin Ottmer escuchó al doctor.

- Su hijo se pondrá bien, sólo era la fiebre la que lo estaba desgastando pero ya pasó el peligro. Venga, tiene que comer algo.

- No, doctor, yo puedo esperar.

- Hágalo, por favor, su hijo la va a necesitar…

- Está bien, doctor. Iré a comer algo.

- Venga, yo la llevaré- continuó el médico.

Candy ponía al tanto a Arturo.

- Bárbara se pondrá bien, ya verás.

- Tengo miedo…su padre, el conde, murió del corazón. Ella es tan débil…y esperando un bebé- dijo el joven, llorando.

Candy lo consoló.

- No te angusties, Arturo. Ya verás que todo estará bien y Bárbara será muy feliz al lado de Albert.

Al poco rato, el doctor fue con buenas noticias.

- Familiares de la señorita Bárbara…

- Somos nosotros- respondieron todos.

- La joven ya está bien, su bebé también. Está dormida por ahora pero en cuanto despierte, podrán verla.

- Gracias.- dijo Arturo.

Terry abrazó a Candy.

- Qué bien que Bárbara ya esté bien…

- Sólo hay que averiguar qué sucede con Albert.

Al fin, llegó el médico.

- El señor Andley está bien. Extrajimos la bala y se ha salvado.

Ambos se abrazaron.

- ¿Podemos verlo?- preguntó Terry.

- En un rato más.

- Gracias, doctor- agradeció Candy.

Cuando fueron a comer algo, Terry le preguntó.

- ¿En dónde estabas hace un rato, pecosa?

- Con la madre de un chico que está internado en el pasillo 4…parece ser que el chico no estaba muy bien. Pero sabes…hay algo extraño…

- ¿Qué es?

- La señora dijo que ella había tenido un niña y que la había abandonado…luego le dije mi nombre y se sorprendió. Y el chico me nombró y apenas escuchó mi nombre, se exaltó.

- Es extraño- dijo Terry.- ¿Y qué piensas?

- No lo sé…cuando la escuché hablar me dio un vuelco el corazón y recordé lo que la hermana María y la Señorita Pony me decían de cuando yo había sido recogida junto con Annie.

- Tal vez sea sólo una coincidencia, ven, tienes que descansar un poco.


En breve, Bárbara despertó. Miró junto a ella a Arturo.

- Hermano…estás aquí, ¿cómo lo supiste?

- Vine a buscarte y me enteré de que estabas en la casa del señor Andley.

- ¿Cómo está él?

- Bien, dijo el médico que ya pasó el peligro. Y el tuyo igual. Hermanita, te he extrañado tanto.

- Yo también, hubiera querido saber de ti antes pero no podía porque no tenía trabajo y luego…

- Luego…conociste al señor Andley.

- Así es…y lo amo tanto.

Arturo asintió.

- Lo sé…sé que vas a tener un niño. Y eso me hace muy feliz. Pero el que no será muy feliz será Alejandro.

- ¿Por qué?

- Alejandro siempre estuvo enamorado de ti. Pero si sabe que eres feliz, él también lo será.

- Yo también quiero que sea feliz. Y qué hay de…Lowell?

- Mal…está perdido en el alcohol. Y ya nadie se preocupa por él, ni siquiera Liza.

- Entiendo…no importa. Lo mejor es que todo está bien. ¿Y tú? ¿Cómo has estado?

- Bien, hermana, gracias. La finca va muy bien. Las propiedades de tu padre están creciendo y sobre todo, el jardín.

- Qué felicidad. No te vayas, quédate otro rato más.

- Por supuesto, sólo por ti he venido- sonrió.


Candy dejó a Terry descansando un poco tras haber estado durmiendo un rato junto a él.

Se levantó y cambió y fue a ver al enfermo del cuarto 202.

Llegó cuando la señora hablaba con él.

- Madre…es ella…tiene que ser mi hermana.

- No lo sé…podría ser mi niña…

- Pregúntale dónde creció…

- Al parecer es familiar del señor Andley.

- No pierdes nada con preguntarle…

Candy se acercó y preguntó por el chico.

- ¿Cómo sigues?

- Bien, ya mejor.

La señora le agradeció.

- Ha sido usted muy amable, señora.

- No tiene nada que agradecer. Ahora, hay que dejar descansar a Benji.

Cuando salieron, Candy le preguntó.

- Señora…¿puedo hablar con usted un momento?

- Sí, querida, dígame…

- Acaso usted conoce…¿el hogar…de Pony?

La mujer comenzó a llorar.

- Sí…ahí fue…donde dejé a mi pequeña Candy hace casi 20 años.

Candy comenzó a llorar.

- ¿La niña tenía una muñeca rubia…con el nombre de Candy bordado en el vestido?

- Sí…-dijo la mujer, llorando.- Y mi pequeñita tenía la cara repleta de…pecas…

Candy comenzó a llorar.

- Entonces…usted es…mi madre…

La mujer se miró en los ojos de la enfermera y ambas se dieron un intenso y cariñoso abrazo.

 

Cap. 103

Terry por fin pudo pasar a ver a Albert. En cuanto despertó sonrió.

- Terry…

- Hola, Albert. Como dicen, yerba mala nunca muere, ¿eh?

- Seguramente por eso sigues vivo tú también, ¿no?

Ambos rieron.

- Creo que no debería hacerte reír, la herida todavía debe dolerte.

- Bastante pero me siento mejor de que estés aquí. ¿Y Bárbara? ¿Cómo está?

- Bien, ya pasó el peligro. Su hermano Arturo está ahora con ella.

- ¿Arturo? Oh…su hermano.

- No te preocupes. Él sabe todo y vino a verla porque quería acompañarla.

- ¿Y Candy?

- Está muy bien, quería entrar a verte pero tuvo que ir a ver a un chico que está en otro pasillo, al parecer está mal.

- Espero que todo salga bien. En cuanto pueda, ojalá le permitan entrar.

Pasado un rato, Terry esperaba afuera cuando vio venir a Candy con aquella mujer.

- Terry…-dijo abrazándolo.

Luego se acercó para mirar a aquella mujer.

- Candy…

- Sí, Terry…esta señora…es mi madre.

Terry se acercó y miró a la mujer. Realmente se parecía mucho a Candy.


- Señora…me alegra tanto conocerla. Me alegro por Candy de que por fin pudiera conocer a su madre.

- Y yo me alegro de que ella no me guarde rencor.

- Mi pecosa es incapaz de guardar rencor- aseguró Terry.

Candy sonrió.

- Él es mi esposo, Terruce Grandchester.- dijo Candy.

- Grace Ottmer- dijo ella presentándose.

Luego se acercó cuando Candy le presentó a Annie.

- Mira…ella es Annie, la hija de tu amiga.

Annie comenzó a llorar.

- Usted…¿conoció a mi madre?

- Sí, sufrió tanto cuando se separó de ti. Confió que la señorita Pony y la hermana María te cuidarían bien.

- Sí que lo hicieron- dijo Annie- todas me dieron mucho amor pero más Candy…era como mi mamá.


Mientras charlaban, el médico se acercó.

- El señor Andley y la señora Bárbara están bien. Deben ir a descansar. Es necesario.

Candy preguntó al médico.

- ¿Y qué hay de Benjie?

- El joven Benjamin también se ha salvado, gracias a usted.

- Ese joven es mi hermano- señaló Candy con orgullo.


Pasaron los días.

Albert estaba mucho mejor y Bárbara y él volvieron a su casa. Terry se preparaba para la temporada de teatro.

El estreno estaba próximo.

Candy estaba muy emocionada.

- Ya quiero verte de nuevo haciendo al príncipe de Francia.

- Esta vez me verás más cerca.

- Es lo que más deseo.

Le dio un beso tierno cuando sintió un golpecito en el vientre.

- Terry…se movió…

Él colocó su mano y sintió aquel dulce movimiento.

- Está contento- dijo Terry- ya quiero conocerlo…-dijo besando de nuevo a la mamá.


Bárbara también disfrutaba del crecimiento de su bebé al lado de Albert.

Él la había citado en su oficina.

- Barbie…estás tan linda hoy.

- Albert…¿qué me quieres decir?

- Nada especial. Oye, ¿por qué se fue Arturo?

- Tenía que avisar a Alejandro y volver para unos trámites de la casa de mi padre.

- Entiendo. Espero que vuelva pronto porque…quiero que estén los dos aquí para algo especial.

- ¿Qué es?

Entonces entregó un hermoso anillo para colocarlo en su mano.

- Un anillo…

- Sí…¿quieres ser mi esposa? Sé que no es muy agradable el que te entregue este anillo cuando ya vamos a ser padres pero…no quiero dejar pasar más tiempo para la boda.

Bárbara sonrió.

- Lo sé pero…aun falta tiempo.

- De hecho…sólo quiero que nos casemos en una ceremonia sencilla, con todos nuestros amigos. ¿Qué dices?

- Estoy feliz- dijo Bárbara.

Luego le preguntó.

- No quería indagar pero…creo que debería hacerlo…¿qué sucedió con Elisa?

- Fue encerrada…pagaron sus padres para que no fuera llevada a la cárcel, sino más bien, a una clínica de salud mental.

- Pobre…eso pensé. Sólo alguien que está mal de la cabeza puede hacer tanto daño.

- Ahora no pienses en eso. Debes estar tranquila, ¿sí?

Ambos asintieron y se dispusieron para acudir al estreno de la obra de Terry.


Durante el estreno, Terry estaba nervioso.

- Espero que no pase nada malo.

- Seguramente todo estará bien- dijo el señor Stratsford.- Sólo debes concentrarte, Terry.

- Está bien.

La obra comenzó. Candy estaba algo nerviosa.

Terry actuó magistralmente. La gente estaba conmovida.

Él mismo sentía que desbordaba su corazón en el escenario.

Candy estaba tan emocionada que empezó a sentir un poco de dolor.

La obra terminó, mientras Candy comenzaba a sentirse un poco mal.

Cuando ella se pudo acercar le dijo.

- Terry…estuviste genial pero…

- Pero…¿pasa algo, Candy?

- Sí…creo que…el bebé ya va a nacer.

Terry se puso nervioso. Tomó el primer coche que encontró y se llevó a Candy al hospital de una vez.

NOTA: Muchas gracias por sus comentarios, les agradezco enormemente que la estén leyendo y pues ya falta poco pero igual cada comentario de ustedes me motivó para continuar y el final tiene que ir lo mejor posible de acuerdo a las expectativas ;) GRACIAS!!!

 

Cap. 104

Terry fumaba un cigarrillo mientras esperaba noticias.

Albert trataba de calmarlo.

- Tranquilo, Terry, todo va a salir bien. No te angusties.

- Es mi primer hijo, Albert. Es angustiante. Ya pronto estarás igual que yo, a ver si estás tan tranquilo. Por cierto, ¿cómo se quedó Bárbara?

- Bien, se preocupó un poco pero está tranquila. Annie y Paty están con ella.

Terry asintió.

La espera se hizo interminable. De pronto, una enfermera llamó a Terry.

- Señor Grandchester.

- Sí, soy yo…

- Venga, por favor.

Se acercó despacio. La enfermera tenía entre sus brazos a su bebé.

- Ha sido un niño. Muchas felicidades, señor.

- Gracias, señorita. ¿Cómo está mi esposa?

- La señora Candy está muy bien. Venga.

Entraron a la habitación. Candy estaba algo pálida.

- Terry…

- Hermosa…¿cómo te sientes?

- Bien…¿ya viste a nuestro hijo?

Terry lo estrechó con mucho amor y lo miró.

- Sí…es muy lindo…y se parece mucho a ti. Tiene la carita repleta de pecas.

- Terry…

El nuevo padre soltó una leve carcajada.

- Por eso lo amo más. Nuestro hijo…-señaló dándole un beso al niño y luego a la madre.

Estuvo un poco de tiempo más hasta que la enfermera le pidió que saliera para que Candy pudiera descansar y amamantar a su bebé.

- Yo quiero estar presente.-dijo Terry.

- Son indicaciones del médico. Después podrá estar con los dos.

Terry salió.

Albert lo miró.

- ¿Qué sucedió?

El rostro de Terry estaba iluminado.

- Ha sido un niño…un hermoso niño- dijo soltando lágrimas de emoción.

Albert lo felicitó.

Eleonor y el duque también estaban ahí.

- Vinimos en cuanto nos enteramos.

Terry abrazó a su madre y luego a su padre. El duque sonrió.

- Me alegro tanto por ti, hijo. ¿Cómo está Candy?

- Bien, acabo de verla.

- Ya quiero conocer a mi nieto.- dijo Eleonor.- No puede ser…ya soy abuela.

Terry la abrazó y le dijo.

- Sí…eres la abuela más linda y más admirada de toda América.


Todos rieron y esperaban el momento de poder ver a Candy. Al poco rato llegaron su madre y su hermano.

- ¿Cómo está Candy?

- Muy bien, señora. Ya es usted abuela de un hermoso niño- dijo Terry.

- Qué felicidad…-dijo la mujer con lágrimas en los ojos.

- Quiero ver a mi sobrino- exclamó Benjamin.

Terry sonrió. Benjamin recordó que Terry le había dicho que tenían una conversación pendiente entre los dos. Sólo que no era momento para ella.

Uno por uno fue visitándola. Albert fue uno de los primeros.

- Felicidades, Candy…ya conocí a tu niño. Es hermoso.

- Gracias, Albert. ¿Y Barbie?

- Está bien. Las chicas están con ella. También en algunas semanas dará a luz. Estoy nervioso.

- El señor Andley será padre y está nervioso…qué vergüenza para la familia…-ironizó.

- Se ve que ya te sientes mejor, Candy. Ya tienes ganas de hacer bromas.

Ambos rieron ligeramente.

Al poco rato entró su madre.

- Hija…mi Candy…

- Mamá…

Las lágrimas afloraron.

- Que Dios te bendiga a ti, a tu bebé y a tu esposo por quererte tanto. Gracias a Dios pude volver a verte y conocer a tu hijo.

- No digas eso, hablas como si te fueras a marchar. Y apenas empezamos a estar juntas.

- Tienes razón, no debo decir esas cosas. Ahora lo que importa es que te cuides y te alimentes bien para que tu bebé crezca sano y fuerte.

- Sí, lo sé, madre. En cuanto me ponga bien y el niño esté un poco más grande, iremos juntas a ver a la señorita Pony y a la hermana María para que lo conozcan, ¿te parece?

- Sí, hija…-señaló la señora con el semblante un poco demacrado.

- Te veo pálida- dijo Candy.- Me parece que no te estás alimentando bien. ¿Dónde estás quedándote?

- En la casa de mi difunto esposo, cariño, el padre de Benjie. Pero…como trabajo tanto…

- Ven con nosotros a Lakewood. Yo estaré ahí con Albert un tiempo hasta después que nazca el bebé de Annie y el de Bárbara.

- Está bien…iré con ustedes.

- Gracias…

- No agradezcas, quiero pasar más tiempo contigo y cuidar de mi nieto.

Charlaron un poco más hasta que Candy se volvió a dormir.


Días después la casa fue otra revolución por el nacimiento doble del niño de Annie y la niña de Bárbara.

Archie y Albert estaban más que nerviosos. Terry trataba de calmarlos.

- O se calman o tendré que golpearlos a los dos para que entren en razón.

- No decías lo mismo cuando aun no nacía tu hijo, Grandchester- observó Archie.

- Mira, americano, sigue en ese plan y no le quedará hueso sano al padre de tu hijo cuando termine con él.

Albert comentó.

- ¿Podrían calmarse los dos? Me ponen más nervioso.

- Perdón- dijo Terry- en lugar de ayudar los estoy inquietando.

Ambos bebés nacieron en la casa y al mismo tiempo.

La familia comenzaba a crecer vertiginosamente.

Paty era la única que aún no tenía planes de bebé porque no se había casado.

Pero era una orgullosa tía de los pequeños que habían nacido en aquella casa.


En tanto, en la clínica de salud, Michael entró aquel día para visitar a Elisa.

- Hola…-dijo Michael.- Te he traído dulces…los que te gustan.

- Gracias, Michael- respondió Elisa- tú sí tienes buen gusto. No como los Andley que no tienen modales y se codean con cualquier gente.

Michael entrecerró los ojos y se secó las lágrimas con la yema de los dedos. Elisa no estaba bien.

- Me alegra haber venido. Te ves muy linda con esos rizos.

- Gracias, me arreglé para ti.

Michael sonrió débilmente.

- Dime, ¿no ha venido Neil?

- ¿Neil? ¿Quién es Neil?- preguntó.

- Tu hermano…

- Yo no tengo ningún hermano…

Tal vez era una evasión suya, puesto que jamás había tenido mucha empatía últimamente con él. El médico le había dicho que podía hablar de cualquier cosa con ella, excepto de enfermeras y de Candy. Así que se prometió no mencionarla para nada.

- Me…me tengo que ir…vendré a verte pronto.

- Todavía no te vayas- dijo Elisa- quiero mostrarte la broma que les hice a los ángeles de blanco que andan por ahí.

- No puedo, nena, tengo que irme. Pero vendré a verte pronto y te traeré más dulces.

- Está bien…me traes muchos caramelos.

- Sí, lo prometo.

Le dio un beso en la cabeza y salió.

Luego le preguntó al médico.

- ¿Sus padres han venido a verla?

- Sólo su padre. La señora Leagan no se ha comunicado y el señor Neil tampoco.

- Entiendo. ¿Quién más la ha venido a ver?

- El señor Andley vino una vez para saber cómo estaba y dejó una suma para todo lo que requiriera, prometiendo que volvería en un mes. Sólo que se disculpó porque acaba de nacer su hija.

- Comprendo. Yo no podré venir más, doctor. Me voy a casar y estaré en Europa. Le dejaré lo que requiera pero ya no podré venir más.

- No se preocupe, doctor. Ella estará bien cuidada.

- Eso espero, doctor Dawson. Con su permiso.

- Pase usted.

Michael se fue triste por el estado en que Elisa se encontraba. Pero ya no se podía hacer nada más.


Annie tenía entre sus brazos a su pequeño Robert.

- Gracias por aceptar ponerle ese nombre a nuestro hijo, Archie.

- Es el nombre de tu padre, Annie. Es un orgullo que lo lleve.

- Bárbara decidió que llevara el nombre de su madre: Danielle.

- Es hermoso que puedan tener los nombres de nuestros seres amados.

- ¿Sabes cómo le pondrá Candy a su hijo? Anthony.

- ¿Y qué dijo Terry?

Más tarde…

- ¿Estás loca?- decía Terry.- ¿Cómo Anthony?

- Pero, Terry…¿qué tiene de malo?

Terry se cruzó de brazos y frunció ligeramente el ceño. Pero al ver la cara compungida de Candy, soltó la carcajada.

- Claro que acepto, Candy, sólo bromeaba.

- ¿De verdad?

- Por supuesto. No tiene nada de malo que el niño se llame Anthony. Él fue un buen muchacho y seguramente cuidará de él desde el cielo.

- Lo mismo pienso. Gracias, Terry.

- No agradezcas, Candy. Por ti y por mi hijo soy capaz de todo.

Le dio un beso dulce y tierno que se fue intensificando. Ella lo detuvo un poco.

- Terry…todavía no es tiempo.

- Está bien pero…ya me muero por estar contigo otra vez, pecosa.

- Pronto será. ¿Nos acompañarás a la casa Pony?

- Claro que sí. Iré con ustedes.

Días después, la madre de Candy enfermó de gravedad.

Los médicos dijeron que poco o nada se podía ya hacer por ella.

Benjamin le explicó a Candy.

- Padecía del corazón y no se atendió. No quería preocuparme…¡y yo andaba tan mal!

- No te culpes- dijo Candy- tú eras un muchacho rebelde pero no el causante de la enfermedad de mamá. Sólo espero que no muera, que pueda curar para poder estar más tiempo con ella…me ha hecho tanta falta todo este tiempo.

Todos rogaban para que la señora se recuperara.

Una tarde, cuando Candy le llevó la medicina, ella le tomó la mano y le dijo.

- Candy…me alegra verte tan feliz.

- Mi felicidad será completa cuando te restablezcas

- Tienes que ser feliz siempre…prométemelo.

- Por supuesto…-dijo conteniendo el llanto con dificultad.

- Si me voy, sé que Benjamin estará bien y que tú estarás bien. Dales mis saludos y agradecimiento a la señorita Pony y a la hermana María por la gran labor que hicieron contigo y con Annie.

La respiración se fue haciendo más difícil. Al fin exhaló un suspiro sosteniendo la mano de Candy, quien al ver que ya había muerto, soltó el llanto reprimido.

Terry se acercó y acarició su cabellera rubia.

- Ánimo, Candy…se fue tranquila porque pudo tenerte de nuevo a su lado…yo estoy contigo…todos estamos contigo….

Candy lo sabía. Pero aquel dolor era uno de los más grandes para la enfermera.

(Y vamos ya por el final...coming soon)

 

Cap. 105

El dolor por la muerte de su madre duró mucho tiempo para Candy. Se vio aminorado por el amor de Terry y el de su bebé, quien crecía a pasos agigantados. La señorita Pony y la hermana María pudieron conocer al pequeño Anthony.

- Se parece mucho a Candy cuando era bebé, pero tiene los ojos de su padre- dijo la señorita Pony.

- Gracias a Dios que ustedes han podido conocer a mi hijo.

- Tu madre debió irse muy en paz- añadió la hermana María.

Terry estaba con ellas.

- Están tan igual desde que yo las dejé de ver…-dijo Terry.

- Y tú tampoco has cambiado nada, perdón por hablarte así pero…ahora eres de la familia Pony.

- Lo sé- dijo Terry- así me siento y veo a todos estos pequeños con el mismo amor con que los ve Candy.

Estuvieron jugando un rato con los niños y ellos sólo querían ver a los bebés de Annie, Albert y Candy que habían ido a visitarlos.

Archie y Albert conversaban con la señorita Pony.

- Le agradecemos tanto el amor que siempre le dio a Candy y a Annie. Gracias a ello fueron siempre buenas chicas.

- No tienen nada que agradecer, ellas siempre fueron buenas niñas y ahora son excelentes mujeres y madres.

La felicidad parecía rondar a todos.


Un mes después se celebró la boda de Paty y Arthur.

Cuando terminó la boda, Paty pidió ir a la tumba de Stear.

Ahí, dejó una ofrenda floral.

- Stear…tú sabes cuánto te amé. Y sé que tú no te opones a mi boda con Arthur. Él es un buen hombre y me hará muy feliz. En tu nombre, lo amaré, por él y por ti. Cuídanos desde el cielo.

Arthur se acercó a ella.

- Vamos, Paty, todos esperan por nosotros.

- Ya voy, Arthur.

Arthur en su pensamiento, dirigió también una oración por Stear Cornwell.


Después de la fiesta de Paty, Candy se despidió de Albert y Bárbara.

- Por favor, cuídense mucho. Y cuiden mucho a Danielle.

- Volveremos a Nueva York para una temporada más pero nos haremos un espacio para ir a Escocia de luna de miel.

- ¿Luna de miel?- indagó Annie.

- Sí- dijo Terry- una segunda luna de miel.

Una vez que se despidieron se dirigieron a su departamento en Nueva York.

Lo acondicionaron para recibir a la nueva familia de Terry Grandchester.

- Es hermoso- dijo Candy.

- Me alegre que te guste cómo quedó el departamento.- dijo acomodando a su hijo en la cuna.

Estuvieron acomodando cosas hasta que oscureció. Prepararon la cena entre los dos y se durmieron temprano.


La temporada de teatro terminó. Terry estaba feliz y organizó todo para llevar a Candy a Escocia.

El trayecto fue delicioso.

El paseo a caballo fue muy alegre y divertido hasta que llegaron al castillo Grandchester.

Antes de subir a su cuarto, la tomó en brazos y la llevó hasta la habitación.

Estando ahí, el tiempo no se hizo esperar.

Terry se dedicó a besar los labios de su esposa seduciéndola dulcemente para hacerla olvidar todo el dolor que había sufrido. Sus caricias la convencieron para entregarse sin ninguna traba a su esposo, al padre de su hijo, consiguiendo que ella le mostrara el gran amor que guardaba para él.

A solas, tan sólo cubiertos con una sábana, ella acariciando su pecho mientras él contemplaba a su esposa en total desnudez, esperaban el momento de volver a unirse totalmente.

- Te amo, Candy- dijo al oído de su esposa.

- Y yo a ti, Terry- gemía tiernamente, mientras él la acariciaba sensualmente.

Momentos más tarde, el fuego de su entrega se avivó. Los sonidos de su boca se entremezclaban..estaban totalmente fundidos, temblando de placer. Amaban tanto esos momentos juntos que deseaban que jamás terminaran.

Cuando la madrugada llegó, los halló dormidos uno en brazos del otro. Despertaron al poco rato para ver a Anthony que lloraba.

- Pobrecito…debe tener pesadillas.

Entre los dos la arrullaron para que se quedara dormido y al fin el pequeño consiguió conciliar el sueño.


Después de la luna de miel, ella recuperó su trabajo como enfermera en el hospital Saint Joseph. Tiempo había en que se separaban por la temporada de teatro y en otro tiempo permanecían juntos en las afueras en Lakewood.


Algunos años más tarde…

- ¡Robert! ¡Apúrate!- gritó Danielle.

- Ya voy- dijo el niño de Annie que era un poco más tardado.

Anthony era muy travieso y había dejado piedras en el camino.

Candy lo notó.

- Anthony, ¿por qué haces eso?

- Es que…quería jugar con los chicos.

Terry se acercó y lo reprendió.

- No vuelvas a hacer esto o me molestaré mucho contigo.

- Perdóname, papá. No lo volveré a hacer.

Candy sonrió. Terry asintió.

Por fin Robert y Danielle llegaron a la casa Pony.

Anthony los acompañó.

Paty y Arthur llevaban en brazos a su bebé. Era una hermosa niña.

En esa ocasión llegaron a la casa. Pero ya no estaban ni la hermana María ni la señorita Pony. ¿Quién estaba?

Albert salió.

- Qué bueno que vinieron. Los chicos ya los estaban esperando.

Los pequeños huérfanos ocuparon su lugar en la gran mesa junto con los chicos de todos.

Candy dijo a Albert.

- Gracias por comprar el hogar, Albert. Ahora entre todos cuidaremos de los chicos.

- No es nada. Todos somos un poco sus padres. Todos hemos compartido con ellos pérdidas, separaciones dolorosas y también mucho amor. Así que ellos son nuestra pequeña familia.

Dentro de la casa, Terry reñía a los chicos.

- Un momento, niños…llegó el tío Terry y al primero que no obedezca lo voy a castigar dando mil vueltas al árbol padre.

Candy y Annie reían.

- Se quiere hacer el duro- dijo Candy.- Tal vez porque estuvo en el ejército pero es un pan.

- Sin embargo, creo que los chicos lo obedecen porque toca la armónica para ellos y les hace obras de teatro.

- Sí, les encanta verlo actuar.

Albert les enseñaba a ser buenos con los animales. Bárbara les enseñaba a montar a caballo. Paty era la maestra, Annie les enseñaba a bordar a las niñas y les enseñaba modales. Candy era la enfermera y también era quien ponía el desorden.

Y entre todos cumplían el sueño de la casa Pony, haciendo de ella un verdadero hogar. Y cada uno de ellos desafió al destino para ser verdaderamente feliz.


FIN