Harry Potter y el comienzo de otra aventura [Obra I:Séptimo]

Tema en 'Fanfics abandonados sobre Libros' iniciado por Otra Aventura, 17 Agosto 2016.

  1.  
    Otra Aventura

    Otra Aventura El comienzo de otra aventura

    Piscis
    Miembro desde:
    17 Agosto 2016
    Mensajes:
    6
    Pluma de
    Escritor
    Título:
    Harry Potter y el comienzo de otra aventura [Obra I:Séptimo]
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    3
     
    Palabras:
    179
    HARRY POTTER Y EL COMIENZO DE OTRA AVENTURA
    ¿Qué pasaría si narrásemos los acontecimientos que ocurrirían justo después de la caída del Señor Tenebroso? Harry, Ron, Hermione y Ginny, llenos de tribulaciones dan los primeros pasos en una Comunidad Mágica inestable. Las muertes y un futuro incierto son ahora los nuevos objetivos a derrotar. ¿Te atreves a entrar?

    NOTAS
    • El fic constará de más de treinta capítulos de los cuales tengo escritos diez (iré subiéndolos poco a poco).
    • En condiciones normales,la frecuencia de posteo será de un capítulo de alrededor de dos mil quinientas palabras cada dos días.
    • A parte de ser una historia con tintes principalmente aventureros, debo de afirmar que también tiene su toque romántico.
    • Cumplirá con el epílogo (cuando llegue) y con los nuevos datos canons de la octava obra (Cursed Child).

    [​IMG]

    Todo final, vuelve a tener un principio ya que el tiempo, es infinito...
     
  2.  
    Otra Aventura

    Otra Aventura El comienzo de otra aventura

    Piscis
    Miembro desde:
    17 Agosto 2016
    Mensajes:
    6
    Pluma de
    Escritor
    Título:
    Harry Potter y el comienzo de otra aventura [Obra I:Séptimo]
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    3
     
    Palabras:
    3008
    CAPÍTULO I: PROBLEMAS PARA TODA UNA VIDA
    [​IMG]
    Obra I: Séptimo
    Primer capítulo


    -Ya he tenido suficientes problemas para toda una vida -dijo Harry mientras se alejaba de los retratos del despacho del Director de Hogwarts. Después de aquella larga y tediosa aventura, el niño que sobrevivió solo pensaba en dejarse caer sobre la cama con dosel de la Sala Común de Gryffindor. La tranquilidad era tal que su mente dejó de lado a sus amigos, a Ginny y a los Weasley durante unas décimas de segundo. Pero la realidad, pesada, se dejó caer sobre sus hombros.

    Aunque el logro alcanzado era inmenso, Harry sentía una enorme presión en el pecho. Todas aquellas personas muertas por una causa de la que él era baladí… Miró el rostro de sus dos amigos, aquellos que desde hacía siete años lo habían acompañado y fue entonces cuando sintió la desesperación de la muerte, la tristeza. Hermione abrazaba con fuerza a Ron mientras las lágrimas resbalaban por las mejillas de este hasta morir en sus labios.

    -Ron… -sollozó Hermione mientras le pasaba el brazo por los hombros. -Está bien, todo ha acabado.

    -Ya… -espetó este con aire sombrío mientras se acurrucaba bajo el cuerpo de la gryffindor. -Pero han muerto muchas personas… Fred, Remus, Tonks… No culpo a nadie, por supuesto, y merecía la pena, pero… ha sido todo tan oscuro.

    Ante esta escena, Harry se dio cuenta de que una lagrima emanaba de sus ojos. Se quitó las gafas, las cuales estaban completamente arañadas y se la secó con las mangas de la chaqueta. Los sollozos de su amigo, su mejor amigo, evocaron con fuerza recuerdos de años atrás. Los fuegos artificiales de su quinto año en presencia de Dolores Umbridge de los gemelos Fred y George, las bromas de Tonks y las clases del profesor Lupin.

    Los dos sentimientos que inundaban con fuerza la mente del mago eran tan opuestos que no sabía qué hacer. La alegría por el trabajo cumplido y la desesperación por no poder estar, hacían que Harry se sintiese confuso. La impotencia por no haber podido salvarlos a todos era un sentimiento muy egoísta para el mismo, ya que incluso había dado su vida por salvar a los demás. Pero, aun así, aun sabiendo que él había cumplido con su parte, se sentía desdichado. Si todo hubiera sido diferente, si el problema se hubiera cortado de raíz desde el principio… Pero la vida le había enseñado que pocas veces era justa, y que, aunque el bien primara sobre el mal, este último siempre acababa haciendo estragos.

    -Ron -comenzó a decir Harry dirigiéndose al pelirrojo, -cada uno de nosotros… cada uno de nosotros hemos dado todo lo posible para alcanzar el objetivo.

    -Lo sé, colega -le contestó, -pero algunos hemos dado más, otros menos y otros… todo.

    El dolor por la pérdida del hermano era palpable en los ojos de Ron. Mientras su amigo se hundía en el dolor en el despacho del Director de Hogwarts, Harry observó que, desde lejos, los retratos miraban al pequeño de los Weasley. Entonces, de nuevo, la voz de Albus Dumbledore desde su retrato, habló firme:

    -La muerte no es más que el comienzo de la próxima aventura, Ron -dijo el antiguo director del Castillo mientras su cara dibujaba un gesto de afecto. -No creo que tu hermano, ni Tonks, ni Remus, ni ninguna de las personas que han muerto en esta guerra, hayan muerto arrepintiéndose de lo que hacían. Han sido precisamente esas personas las que, muriendo por una causa digna, nos han hecho creer en la victoria. Donde quiera que estén, nuestros seres queridos estarán orgullosos de la hazaña que hoy aquí habéis conseguido.

    Harry agarró involuntariamente su antigua varita (ahora arreglada) y miró con orgullo al hombre de larga barba blanca que acaba de dirigirse a su amigo. Las lágrimas de ambos cesaron en el momento en el que este les dirigió su última palabra.

    -Ya… Supongo que sí… Estarán orgullosos -afirmó con una media sonrisa, poco convincente.

    Harry se contentó con la misma, pues era pedir demasiado el hecho de que su amigo saltará de alegría en un momento tan duro como aquel. Entonces agradeció que Hermione cortará aquel silencio:

    -Necesitamos comer algo -afirmó con rotundidad, -iremos a las cocinas, descansaremos y después, Harry, harás lo que tengas que hacer con “esa” varita.

    El chico afirmó concienzudamente para después salir en dirección a las escaleras, único lugar por el que se podía abandonar el despacho, no sin antes dirigir una última mirada al retrato del profesor Dumbledore, buscando una última mirada de aprobación, la cual obtuvo en forma de sonrisa.

    Cuando salieron del despacho, lo que había visto pero no había notado, se hizo palpable. El Castillo estaba completamente destrozado. El olor a humo y la sensación de destrucción imperaban a donde quiera que el mago mirara. Desde que había salido del Gran Comedor en dirección al despacho, parecía haber obviado aquello. Con tristeza, miró los muros que lo habían visto crecer en aquellos últimos siete años mientras que sin mediar palabra avanzaba el trío hacia la cocina.

    Las palabras llegaron cuando los tres amigos entraron en el Gran Comedor. Para llegar a las cocinas primero debían de bajar unas escaleras y para eso, era de obligado cumplimiento pasar por aquel lugar tan enigmático. Las mesas estaban partidas, los estandartes de Hogwarts raídos. En los rostros de los allí presentes, la modesta alegría del principio había dejado paso a una sensación de extraña desolación.

    [​IMG]

    Algunas máscaras de mortífagos estaban tiradas por el suelo. Muchas habían sido pisadas seguramente por la rabia y la furia de la muerte. Entre antiguos rostros de acero y olor a quemado, Harry vio el rostro de Ginny hundido en el pecho de su padre, el cual, con la mirada perdida, miraba la bolsa de color pardo que custodiaba el cadáver de Fred. De nuevo, como le había pasado hacía algunas horas, los sentidos del mago dejaron de lado cualquier otra cosa y se focalizaron en la chica Weasley. Su cuerpo, de manera involuntaria, se acercó a ella. El resto del Gran Comedor desapareció mientras Hermione y Ron lo miraban desde donde habían clavado los pies.

    Cuando estuvo a muy pocos metros del lugar, el señor Weasley levantó la mirada y clavó sus ojos en los de Harry, entonces le sonrió mientras afirmaba con la cabeza, haciéndole entender que comprendía al joven mago. Con un gesto suave, tiró del hombro de su hija para que pudiera ver la figura del que hasta entonces tanto había añorado. Este pudo observar el demacrado rostro de una joven que a corta edad había vivido también, como él, aventuras espeluznantes. Tenía los ojos completamente bañados en lágrimas e inyectados en sangre. Cuando vio a Harry se levantó firme, clavando también sus ojos en él. Con admiración, el chico vio cómo la pelirroja se acercaba a él para derrumbarse en sus brazos.

    -Harry… -susurró como en un suspiro mientras pasaba sus brazos por su cuello. -Se ha ido, se ha ido…

    El mago no estaba acostumbrado a ver a Ginny así. La chica siempre había sido de carácter fuerte y estoico. Pocas veces había visto lágrimas en sus ojos. La abrazó y tuvo que coger el peso casi muerto que ella ocasionó. El viejo dragón dormitaba en su interior rugió complacido mientras notaba los húmedos labios de la más joven de los Weasley en su mejilla.

    Las palabras, de tantas como quería decir, se le atravesaron en la garganta si poder articular ninguna. De su boca salieron un par de gruñidos inentendibles que hicieron que Ginny levantase la cabeza alzando una ceja acompañada de una pequeña y tímida sonrisa.

    -Vamos a las cocinas -le dijo mientras aspiraba el olor del su cabello, el cual estaba lleno de ceniza y polvo.

    La chica afirmó con la cabeza y fue en busca de su padre para después volver con el trio, ya que Harry se había acercado a sus dos amigos.

    -Mi padre no quiere comer nada, se quedará aquí con mi madre y… -miró a Ron y cortó la frase para mirar al estrellado cielo del Gran Comedor.

    -Vamos -dijo Hermione en su peculiar tono autoritario mientras comenzaba a dar pasos hacia la escalera que bajaba a las cocinas y la sala común de Hufflepuff.

    Dejaron atrás al Gran Comedor, abandonando todas las miradas que se clavaban en ellos y especialmente en Harry. Las bolsas de color pardo se sucedían en una hilera continua que llegaba hasta la salida del Gran Comedor. Todos aquellos, o al menos eso suponía Harry, eran cadáveres de miembros que habían sido leales a la luz.

    Desde hacía algunos años, el mago había entendido que había razones por las que era necesario morir. Razones por las cuales, el Mundo sería libre de la opresión de la oscuridad.

    De nuevo, evocó a sus viejos amigos caídos en la batalla.

    -Harry, no deberías de preocuparte más -añadió Hermione con una sonrisa amable mientras se acercaban a las cocinas, dejando atrás la sala común. -Todo ha terminado, no hay que darle más vueltas, la vida sigue. Esto significa el triunfo de la luz sobre la oscuridad, el triunfo de la verdad sobre la mentira, el triunfo de la vida -espetó con rabia a Harry, el cual observaba como su amiga apretaba con fuerza la mano de Ron.

    -Es cierto tío -afirmó este rascándose el pelo, -seguramente Fred se esté riendo ahora de Vold…Volde…

    -Voldemort -sentenció Ginny.

    -Si… eso, Voldemort -siguió Ron. -Seguramente Fred se esté riendo donde quiera que esté de él… Hemos hecho lo que hemos podido y al fin y al cabo lo hemos conseguido, porque… no volverá, ¿no? O sea… se ha ido, para siempre, ¿verdad?

    Harry afirmó en silencio. No tenía mucho que decir. Hasta entonces no se había planteado todo aquello. Harry había hecho todo lo que había tenido que hacer y Voldemort había muerto. No había sido como antes, no había sido como hacía tantos años cuando sus padres murieron… De eso estaba seguro.

    Es decir, no podía volver. Cada pedazo de su alma había sido destruido por ellos mismos, debilitando al Señor Tenebroso hasta que poder hacerlo perecer. Todo había sido concebido como un plan perfecto desarrollado por Albus Dumbledore. Era imposible que hubiese habido ningún fallo.

    Mientras Harry estaba sumido en sus propias dudas, un crujido lo sacó de su ensimismamiento.

    -¡Kreacher! -dijo Hermione con una sonrisa de oreja a oreja mientras se acercaba extendiendo los brazos.

    El elfo doméstico, que había servido durante largos años a la noble y ancestral casa de la familia de Sirius Black, el padrino de Harry, hasta la muerte del mismo, pasando a manos de su ahijado. De hecho, Kreacher había sido en gran parte, culpable de la muerte del padrino de Harry, pues había tenido órdenes de mentir a este para que fuera al Ministerio. Pero todo eso había quedado muy atrás cuando descubrieron el secreto del guardapelo. El cambio de lealtad del elfo doméstico había sido notable desde entonces.

    -El amo y sus amigos… -dijo el elfo ignorando sutilmente el abrazo de Hermione. Aunque hubiera cambiado, su amor por la sangre limpia seguramente le impediría. Aunque sí que alargo su mano, esquelética y deforme para estrechársela a la “sangra sucia”. -¿Qué deseáis?

    -Comida -dijo Ron con ansia.

    * * * *

    -Entonces es cierto… el Señor Tenebroso ha caído -dijo Kreacher con orgullo mientras acariciaba el guardapelo de su antiguo amo Regulus Black, hermano de Sirius.

    -Si -le contestó Ginny mientras los demás comían con verdadera pasión, -Harry lo mató.

    -Eh… “y de trugh pobregh hergmmano no…”

    -¡No hables con la boca llena de comida, Ronald! -gruñó Hermione obligando a que el mago se callara.

    -¿Cómo fue? ¿Cómo lo habéis hecho? -preguntó el elfo con inusitada curiosidad.

    -Es una historia bastante larga, Kreacher… -afirmó Harry con una ligera sonrisa.

    -La escucharás en el Gran Comedor mañana al medio día, Kreacher -dijo una voz grave a sus espaldas.

    Todos, acostumbrados a los sobresaltos de los últimos años se sobresaltaron de tal manera que Ron se atragantó y empezó a toser como un verdadero poseso.

    Desmaius! -conjuró Harry.

    Protego -dijo la voz con tranquilidad. -Tranquilos chicos, soy yo, Kingsley.

    Todos observaron como el rayo rojo de la primera varita se perdía en una esfera de color verdosa. Un pequeño estruendo hizo gritar a los elfos domésticos, que tenían la cabeza protegida con cacerolas y demás instrumentos de cocina.

    Más tranquilos se fijaron bien y en la puerta vieron al auror del Ministerio de Magia y miembro de la Orden del Fénix Kingsley Shacklebolt. Tenía una sonrisa de oreja a oreja y sus dientes blancos relucían en la oscuridad.

    -¿Cómo que lo escuchará mañana? -preguntó Ron sorprendido cuando dejó de toser convulsivamente.

    Aquello era cierto. Muy pocas personas, tan solo cinco, sabían el secreto (más Voldemort), que el Señor Tenebroso guardaba. Y dos de ellos habían muerto.

    -Todo el mundo sabe -comenzó a decir el auror, -que vosotros tres guardáis el secreto que ha hecho que Voldemoert perezca de una vez por todas. La explicación, seguramente sea tan inverosímil que la Comunidad Mágica tenga que escucharla de mano de los protagonistas de esta historia.

    “La gente aún está asustada. Ni si quiera una décima parte de la Comunidad Mágica sabe lo que hoy ha tenido aquí lugar, y la mitad de los que lo saben, no lo creen. Mañana el Profeta realizará varias ediciones explicando lo sucedido, pero lo principal, es tu declaración, Harry Potter.”

    A punto estuvo esta vez Harry de atragantarse. Una vez que se recompuso, dijo:

    -Eh… Yo… No, no soy dado… a, a los discursos.

    -Todo el mundo lo sabe -dijo Kingsley con amabilidad mientras cogía un trozo de tarta de calabaza, -pero así lo ha decidido la profesora y nueva directora de Hogwarts Minerva McGonagall y el Ministro de Magia en funciones, un servidor. Yo también deberé de explicar algunos asuntos, así que nos vemos mañana a primera hora en el despacho del director. Esta noche enterraremos a los caídos.

    -Pero…

    -No hay nada que discutir Harry. Ahora podéis iros a dormir.

    Harry se quedó con el reproche en la boca cuando el auror se despidió con la mano y un trozo de tarta en la boca.

    -No puede ser…

    -Es normal, ¿no? -dijo Ron con un humor visiblemente mejor que de hacía un par de horas. -Es decir, has vencido a Voldemort, la gente querrá saber cómo y por qué. Yo al menos querría saberlo.

    -Es cierto Harry -continuó Hermione.

    -Yo quiero saberlo -imploró Ginny mientras acariciaba la mano con la que Harry agarraba la varita.

    -Lo escucharás mañana al medio día en el Gran Comedor -dijo Ron bromeando imitando la voz grave de Kingsley.

    Todos explotaron en una enorme carcajada, incluso Kreacher se sonrió. La presión que habían aguantado había sido demasiado fuerte. Durante varios minutos rieron, lloraron y se abrazaron, pero sobre todo se quisieron y se fundieron en uno, amparándose en lo más bonito de todo: la amistad.

    […]

    Cuando hubieron comido y bebido a gusto, la seriedad y la tristeza hizo de nuevo sombra a la victoria.

    -Deberíamos subir -dijo Ginny con labios temblorosos mientras apretaba con fuerza las manos de Harry.

    Entonces este lo supo. Era hora de despedir a los caídos como verdaderamente se merecían. Un gesto nervioso de protección sobre Ginny hizo que pusiera sus manos sobre las de ella y le ayudara a levantarse.

    -Vamos.

    Como si fuera un cortejo funerario, los amigos, acompañados por Kreacher y varios elfos domésticos de las cocinas ataviados con cacerolas y palos de madera subieron las escaleras hacia el gran comedor.

    Las pinturas de los cuadros de las paredes hacían reverencias y admiraban a la comitiva improvisada que se había formado. Poco a poco se fueron uniendo más seres del Castillo, fantasmas y demás.

    Cuando llegaron al mismo, el coro de Hogwarts (o lo que quedaba de él) entonaba una bonita sonata mientras que el profesor Flitwick hacía que palomas blancas y mariposas volaran por todo el comedor. Los gritos de dolor, de tristeza, de desesperación y la unidad de la comunidad mágica hicieron de aquel momento uno de los más recordados de la historia.

    Una vez hubo terminado la canción, las bolsas de color pardo se alzaron en el aire. Ginny, Bill, Fleur… Toda la familia Weasley más Harry y Hermione se pusieron detrás de los cuerpos sin vida de todos sus amigos, profesores y conocidos caídos en la batalla. El enorme grupo que lo conformaban la mayoría de criaturas de Hogwarts más las personas allí presentes se dirigieron a las lindes del Bosque Prohibido. Allí encontraron a Hagrid que sollozaba como un bebé y a Grawp, el cual tenía heridas por toda la pierna derecha.

    -Estimados miembros de la Comunidad Mágica -dijo una voz potente sin necesidad de ningún hechizo la cual Harry identificó como la de la profesa McGonagall, -hoy nos encontramos aquí para dar el adiós que se merecen a todos los caídos en la batalla. No haremos distinción entre buenos y malos, entre luz y oscuridad… Tan solo cabe decir que gloria eterna tengan los caídos por hoy, para siempre y desde siempre.

    Dicho esto, con un suave toque de varita las bolsas se unieron todas formando un enorme árbol parecido a una secuoya con una rama por cada uno de los caídos en la batalla.

    -Ha nacido, el Árbol de los Caídos -dijo la nueva directora entre sollozos, aplausos y gritos de dolor y alegría.

    Una vez que todo hubo terminado, se dirigieron a las Salas Comunes. Harry, de momento, tenía el cupo de problemas cubierto en la vida… De momento.

    Continuará…
     
    Última edición: 17 Agosto 2016
  3.  
    Otra Aventura

    Otra Aventura El comienzo de otra aventura

    Piscis
    Miembro desde:
    17 Agosto 2016
    Mensajes:
    6
    Pluma de
    Escritor
    Título:
    Harry Potter y el comienzo de otra aventura [Obra I:Séptimo]
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    3
     
    Palabras:
    3092
    CAPÍTULO II: INESTABILIDAD, SEGURIDAD Y UNA NUEVA PROFESORA
    [​IMG]

    Obra I: Séptimo
    Capítulo II

    Harry se despertó tranquilo. Era la primera vez en mucho tiempo que había podido descansar tranquilo. Durante unos segundos, su mirada se centró en la habitación que tenía ante él: los dormitorios de la sala común de Gryffindor. La última vez que había dormido allí, había sido poco después de la muerte de Dumbledore el año pasado, así que sentía una sensación extraña, como de desasosiego. A su lado, Ron Weasley ronca con estruendo sumido en un profundo sueño.

    El mago retiró el dosel de la cama con cuidado para después poder levantarse. Hecho esto, los colores de la casa de los leones aparecieron con más fuerzas. La luz del Sol entraba con fuerza por cada una de las ventanas de la torre en la que se encontraba la sala. Ensimismado con el espectro de luces que formaban los cristales, Harry meditaba sobre los próximos pasos a seguir en su vida. Desde hacía muchos años atrás, había sabido perfectamente que su deber era derrotar al Señor Tenebroso, pero una vez hecho esto, ¿qué haría? Debía de terminar el último año de formación en Hogwarts, y además tenía muy claro que adecentaría la vieja casa de su padrino Sirius para poder vivir en ella, ya que no tenía pensado volver a vivir con los Dursley. Aunque la despedida con estos había sido un tanto emotiva, no podía olvidar el sin vivir ocasionado en sus primeros años de vida.

    Mientras Ron mascullaba en sueños, decidió vestirse e intentar arreglar un poco el pelo, cosa que fue prácticamente imposible, como siempre. Con precaución, salió de la habitación para bajar la escalera de caracol hasta llegar a una sala provista de chimeneas, sillones, etcétera. No tenía previsto encontrar a nadie, pero sus ojos se posaron en Neville Longbottom y Ginny Weasley.

    Al parecer, esta última estaba admirando la valentía con la que el chico había matado a la serpiente. Harry sonrió divertido dejándose caer en su sofá preferido para después dirigirse a ambos:

    -Fuiste muy valiente, Neville.

    -Buenos días Harry -dijeron este y la menor de los Weasley con gesto amable.

    El chico no pudo dejar de clavar sus ojos en los de Ginny durante el resto de la conversación, a lo cual ella respondía con guiños y sonrisas.

    Iba vestida con el uniforme del colegio. Este estaba un poco raído por la batalla del día anterior. Además, pudo observar como la pelirroja tenía magulladuras y sangre agolpada por los brazos y la cara. Seguramente hubiera luchado con uñas y dientes. De hecho, mientras comían en las cocinas los elfos domésticos la habían señalado cuchicheando sobre su enfrentamiento con Bellatrix Lestrange.

    Entonces Harry se dio cuenta del dolor que sentía por todo el cuerpo. Se miró las manos y observó cómo ambas estaban llenas de arañazos y cortes.

    -No sé qué me pasó -decía Neville, -las serpientes por lo general suelen darme bastante miedo, ¿sabéis? Fue un acto instintivo.

    -Pero lo hiciste.

    -Bueno… Se podría decir que sí -afirmó el chico con una sonrisa y una pizca de orgullo. -Pero Harry, tú fuiste el detonante de todo, ¿qué pasó en el bosque?

    Ginny miró inquisitivamente también al mago mientras un pellizco de sorpresa le encogía le estómago. Era cierto, nadie sabía lo que había ocurrido en el bosque excepto los mortífagos y Hagrid allí presente en aquel momento. Notaba la mirada curiosa de la chica y el gesto expectante de Neville.

    Aunque había salido airoso de aquella situación, el recordarlo le había hecho darse cuenta del nerviosismo que le producía. Por alguna razón que ni el mismo conocía, había dado un paso más allá de la vida. Aquella charla con Dumbledore “en su cabeza” le había hecho descubrir muchas cosas y despejar muchas dudas, había sido fructífera, pero… ¿qué había sido? ¿el preludio a la muerte?

    -Lo contaré hoy -se excusó Harry notando el pequeño gesto de decepción en las facciones de Ginny, -en el Gran Comedor a la hora de la comida.

    -Harry, ¿no deberías estar en el despacho de McGonagall? -inquirió una voz a sus espaldas.

    El chico agradeció profundamente dicho requerimiento a Hermione, la cual bajaba las escaleras con decisión. Llevaba razón, pero por la noche, antes de dormir, Harry había tomado una decisión y sabía perfectamente que debía contestar a esto.

    -Ron y tú vendréis conmigo -contestó sonriente, -el trabajo hecho es en gran parte gracias a ustedes.

    -Pero Harry a nadie le interesará… ¿Qué pintamos nosotros allí? -preguntó.

    -Lo mismo que yo, nada.

    Ambos soltaron una pequeña carcajada.

    -Habrá que despertar a Ron -afirmó Hermione con rotundidad. -Ginny, ¿me ayudas?

    No hizo falta ni tan si quiera que la chica contestara a la pregunta pues se levantó con decisión y juntas se dirigieron al cuarto de los chicos.

    Harry siempre había pensado que constituía una injusticia el hecho de que las chicas pudieran subir a su cuarto y ellos no. Estando Harry sumido en sus meditaciones, aparecieron Ginny y Hermione con Ron por los brazos. Tenía los ojos hinchados de dormir, además de entrecerrados.

    -Dejarme dormir un poco más -dijo con apatía mientras ambas lo miraban con fiereza.

    -¿Crees que es momento para dormir? -le espetó Hermione con severidad mientras Ginny ayudaba a su hermano a ponerse el jersey.

    -Vamos -dijo Hermione para salir posteriormente por el hueco de la sala común.

    Harry se esperó un poco después de que salieran sus dos amigos. Aunque tenía bastantes ganas de estar con Ginny, tenía otros asuntos que cerrar antes de poder relajarse. En su bolsillo, notaba el peso de las dos varitas, la suya y la de saúco.

    -Nos vemos después -le dijo sonriendo.

    -En el Gran Comedor -contestó ésta a la par que le daba un dulce beso en la mejilla que hizo que el dragón durmiente rugiera con ferocidad.

    Harry le dedicó una sonrisa tranquilizadora y salió por el hueco del retrato de la Dama Gorda en dirección al despacho de la nueva Directora de Hogwarts, Minerva McGonagall.

    Aunque hiciera ya un año desde la primera vez que Harry y Ginny se habían besado, prácticamente, este no estaba acostumbrado a las muestras de cariño. Ni si quieran pasaron unas semanas desde el primer beso hasta la muerte de Dumbledore y su decisión de seguir adelante con el plan. Todo esto había derivado en la negativa por parte de Harry a inmiscuir a nadie más en un escenario tan peligroso. Y por supuesto, ella tampoco debía de estar más en peligro de lo que ya estaba por ser miembro de una familia de traidores a la sangre como eran los Weasley.

    Y así estaba, sumido en sus pensamientos, cuando Ron exhaló una exclamación de asombro.

    -Impresionante… -dijo este con la boca abierta debido al asombro.

    -¡Es horrible! -exclamó Hermione con tono tenso mientras tiraba del hombro de Harry.

    Este, que tenía la cabeza en otra parte, no se había dado cuenta del espectáculo que tenían a su lado. Estaban cerca de una de las puertas de los pasillos que daban a las escaleras. Ya desde lejos Harry había notado un ruido incesante, pero cuando llegaron a dicha puerta, el espectáculo que contemplaron sus ojos fue poco menos que sorprendente.

    Cientos, miles de elfos domésticos con sus respectivas cacerolas en la cabeza, trabajaban a toda velocidad. Algunos mediante magia volvían a colocar cuadros en sus respectivos lugares, otros limpiaban el hollín provocado por la batalla del día anterior, otros tantos colocaban enormes bloques de piedra en las paredes donde había huecos y trozos, y la otra mitad se dedicaba a limpiar todo aquel estropicio.

    En un primer momento, a Harry no le pareció mal idea ya que alguien tenía que hacer aquel trabajo. Además, los elfos parecían bastante contentos ya que mientras trabajaban no paraban de silbar y tararear. Muchos de ellos les empezaron a dar los buenos días al trío con inusitada admiración.

    -¡Esto es explotación! -dijo Hermione en tono enfadado mientras cruzaban las escaleras en dirección al despacho. -¿Para qué está la magia? ¡Todo esto con un hechizo se arreglaría mucho más rápido? ¡Tendré que seguir con la P.E.D.D.O!

    -¿Aún estamos con esas? -le preguntó Ron en tono divertido, -Pero míralos, si son todos muy felices.

    Eso era del todo cierto y Hermione guardó silencio durante unos minutos mientras fulminaba con la mirada al pelirrojo.

    -No sé qué habré podido ver en ti -dijo en tono apático mientras llegaban a la gárgola que guardaba el despacho de la directora, -¡eres tan sentimental como una roca!

    Harry no pudo evitar sonreír a la par que miraba el gesto de complicidad de ambos mientras pedían a la gárgola que los dejara pasar.

    -Entrada libre para Potter y sus amigos -dijo en tono neutro la escultura de piedra mientras giraba sobre sí misma dejando ver la escalera de caracol.

    Los tres amigos subieron con velocidad hasta llegar al despacho. Como era de esperar, la profesora McGonagall no había cambiado absolutamente nada. Estaba sentada detrás de la mesa, escribiendo un enorme pergamino de más de noventa centímetros. A su lado, Kingsley la observaba con gesto serio. Al verlos entrar ambos levantaron la vista.

    -Me alegra que hayan venido -dijo la nueva directora mientras les indicaba que tomasen asiento.

    Al parecer, la profesora también esperaba que fueran los tres y no solo Harry, ya que había preparado tres mullidas sillas, exactamente iguales a la de Kingsley.

    -Bueno, como ya sabréis -comenzó a decir, -ocuparé el cargo de directora e intentaré seguir con la gestión que el profesor Dumbledore comenzó.

    El gryffindor miró el retrato del profesor, el cual tenía la cabeza apoyada sobre su mano derecha y dormía profundamente sin enterarse de lo más mínimo.

    -En primer lugar, me gustaría ofreceros el cursar el año que viene el séptimo curso para que completéis vuestra formación. No es sólo por mí, al parecer el profesor Dumbledore ya había previsto todo esto, ya que cuando me senté por primera vez en esta silla como nueva directora, una nota se materializó ante mí. La misma decía que tendríais que cursar séptimo un año después de vuestro año natural.

    Hermione se movió nerviosa en su asiento con una expresión radiante en su rostro. Ron afirmaba concienzudamente a cada palabra que la profesora McGonagall decía.

    -Aunque ahora, los motivos académicos son lo de menos -siguió diciendo. -Hogwarts ha sufrido un grave ataque, el mayor de toda su historia. Las defensas han caído, los hechizos antiguos son los únicos que resisten… Necesitamos de toda la ayuda posible para volver a levantar estos muros. Así que el Ministro en funciones y yo hemos decidido que Hogwarts abrirá sus puertas a mediados de Agosto a las personas de suma confianza para restablecer la seguridad del Castillo -terminó de decir con una sonrisa.

    -¿Ahí entramos nosotros? -dijo Ron con una pizca de orgullo en su voz.

    -En efecto, Señor Weasley -intervino Kingsley con una afable sonrisa dibujada en su rostro. -Con vuestros actos no tenéis nada más que demostrar para saber que sois de plena confianza.

    El Ministro en funciones se levantó de su asiento y esta vez con gesto serio comenzó a hablar.

    -Con el permiso de la profesora McGonagall -dijo mientras dirigía una mirada a esta, esperando su aceptación, -me gustaría explicaros como está la situación actualmente en el Ministerio. En primer lugar, la inestabilidad es nuestra principal enemiga. Muchas de las personas que trabajan en el Ministerio de Magia han estado bajo la influencia de la maldición Imperio, por lo que ahora que Voldermort ha desaparecido se ha convertido en un verdadero caos. Las manadas de hombres lobo, gigantes y demás están bastante tensas, ya que la cabeza visible de la organización ha desaparecido.

    “Aquí entra en juego vuestra figura, chicos. Y es que al haber sido a ojos de la comunidad mágica los que habéis conseguido derrotar al Señor Tenebroso, lo más seguro es que los pocos mortífagos reconocidos que quedaran, las manadas de hombres lobo y demás os podrían poner en un aprieto, por lo que hemos decidido aumentar vuestra seguridad, al menos, la que existía antes de la guerra”.

    -Pero… -comenzó a decir Harry, el cual no estaba de acuerdo en nada que le concediera más importancia de la estrictamente necesaria.

    -No hay pero que valga, Potter -dijo la profesora McGonagall. -Bastante habéis tenido que soportar vosotros tres y más deberás de soportar cuando esta noche cuentes todo lo que ha sucedido.

    -Eso es un punto que…

    -No, Potter -cortó Kingsley, -es necesario, ya te lo dije ayer en las cocinas. La comunidad mágica, después del sufrimiento que ha vivido en estos últimos meses se merece saber por qué.

    -Pero hay cosas que es mejor que nadie sepa -inquirió Harry nervioso.

    -Tanto el Ministro como yo estamos seguro de que usted contará lo estrictamente necesario, señor Potter -dijo McGonagall con una sonrisa.

    El chico tuvo que guardar silencio mientras sus dos amigos lo miraban con complicidad. De nuevo, pudo notar la varita de saúco en el bolsillo de su pantalón. Ese, seguramente fuera el primer detalle a obviar.

    Además, conocía secretos de personas como Slughorn que estaba decidido a no contar. Así que durante las horas siguientes tendría que dedicarse concienzudamente a definir censuras en su discurso.

    -Por otro lado, nos gustaría daros la primicia -informó la directora, -de que hemos encontrado una nueva profesora para Defensa contra las Artes Oscuras.

    El trío guardó silencio ante la noticia, esperando saber el nombre de la encargada de aquel puesto.

    -Veréis -dijo esta vez Kingsley, -desde hace mucho tiempo se ha sabido que Alastor Moody tenía una hermana con la que no se hablaba, Katherinna Moody.

    Harry se quedó un poco perplejo, al igual que sus amigos mientras escrutaba la cara de sus dos interlocutores en busca de algún gesto que delatara que era mentira.

    -Pero si nunca habló de ella -dijo Hermione sorprendida.

    -Renegaba completamente de ella -contestó la directora.

    -Ya sabéis como era el viejo Alastor -afirmó sonriendo el Ministro en funciones. -Desde muy joven, la profesora Moody se enamoró perdidamente de un mago bastante extraño. Al parecer provenía de Madagascar, y sus métodos mágicos no eran exactamente los que usaba Alastor. Un día, parece ser que tuvieron una fuerte discusión en la que llegaron a lanzarse hechizos, él y el novio de su hermana. Estos han estado viviendo en la isla de Madagascar hasta que el murió realizando un ritual. Ahora, la profesora Moody ha decidido volver para realizar un tributo a su hermano. Cuando se enteró de que había muerto se descompuso, y eso que llevaba muchos años sin verle.

    -Esto lo encontramos en la vieja guarida de Alastor -dijo la profesora McGonagall extendiéndoles una foto bastante oscura y sin movimiento.
    [​IMG]

    En ella aparecía una joven de pelo negro vestida con el uniforme de la casa Ravenclaw.

    -Vaya… -dijo Ron con un tono de admiración que le reprochó Hermione con una mirada penetrante.

    -Pero, ¿por qué nos cuenta esto? -inquirió Hermione.

    -Porque fue íntima amiga de Molly Weasley cuando estudiaba en Hogwarts -afirmó McGonagall, -y se quedará en la Madriguera este verano, ya que no tiene a donde ir. Además, debo advertiros de que es un poco…extraña.

    -¿Qué…qué? -preguntó Ron.

    -Ahora fuera -ordenó la profesora, -no creeros que por ser famosos os vamos a dejar pasar una el curso que viene, nos vemos en el Gran Comedor.

    Aunque las palabras eran duras las acompañó de una sonrisa y un guiño que hizo que los tres se fueran bastante alegres. Con parsimonia y perplejos aún (sobre todo Ron), bajaron las escaleras para salir del despacho.

    -¿Cómo es que mi madre no nos ha contado nunca nada -se preguntó Ron a sí mismo en voz alta.

    -Seguramente el profesor Moody se lo pidiera -le contestó Harry. -Eso no es nada comparado con el discurso que tengo que dar hoy… -tenía tono abatido.

    -Siempre podemos hacer que Hermione haga explotar algo para que no se escuche nada si se te escapa algún detalle comprometido -dijo Ron entre risas.

    -Ni hablar -dijo ella acompañando sus palabras con una carcajada.

    -Tenemos que dejar la varita a su legítimo dueño -dijo Harry en tono serio mientras bajaban las escaleras en dirección al vestíbulo.

    -Pero colega… ¿de verdad estás seguro de que quieres dejarla en la tumba? -preguntó Ron.

    -Estoy seguro.

    -Pues vamos -contestaron los otros dos.

    El camino hasta el enorme mausoleo de blanco mármol lo hicieron en silencio, reverenciando este la admiración que el trío sentía por el director más famoso que había tenido Hogwarts. A medida que salían del Castillo y andaban más y más observaban con expectación la reparación del puente, de la cabaña de Hagrid a lo lejos, la replantación de los árboles quemados por la profesora Sprout, la cual los saludó efusivamente, etcétera.

    Tardaron más de un cuarto de hora en llegar a su destino. El silencio, los claveles blancos y el paisaje ofrecían a aquel lugar un aspecto sagrado. Con precisión, Harry observó que el mármol estaba roto por la mitad y que habían profanado la tumba.

    Hermione, que también se había dado cuenta habló primero:

    -Deja la varita, yo lo arreglaré.

    Harry no contestó. Con calma se había acercado a la tumba y se había apoyado sobre las piedras en las que esta reposaba para poder ver su interior.

    Cuando estuvo lo suficientemente alto, observó el cuerpo sin vida del director. Un frío sepulcral le recorrió el cuerpo mientras apoyaba la varita en las frías manos de Albus Dumbledore, el que nunca debió de dejar de ser su legítimo propietario.

    Harry suponía que el cuerpo había sido hechizado para que este no se deteriorase, pues estaba en perfectas condiciones. En aquel momento, recordó aquella cueva, en la que el director había vivido uno de sus últimos momentos. Las imágenes entraron con fuerza en su cabeza hasta que Hermione conjuró:

    Reparo.

    Mientras la tumba crujía y el mármol se unía, Ron ayudó a su amigo a bajar de las piedras.

    -Es hora de ir al Gran Comedor.

    Continuará
     
    Última edición: 18 Agosto 2016

Comparte esta página

  1. This site uses cookies to help personalise content, tailor your experience and to keep you logged in if you register.
    By continuing to use this site, you are consenting to our use of cookies.
    Descartar aviso