Saint Seiya [Longfic] Saint Seiya - Saga: CATACLISMO 2012

Tema en 'Fanfics de Anime y Manga' iniciado por Kazeshini, 6 Enero 2013.

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    Víngilot

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    Comentario capítulos 41-43.

    Hola Kazeshini ¿cómo te va? Regreso para continuar con mis percepciones de esta espectacular tercia de episodios. Mira que Evan tuvo personalidad para no acceder a la tentación de la propuesta de Ra, cualquier otro acepta con tal de evitar la pelea contra un dios de la magnitud del egipcio, el Fénix ha sabiendas de que la negativa implicaba el enfrentamiento no vaciló y decidido expuso su decisión y argumento ¡así se hace Evan! Por su parte, Ra sólo demuestra un miserable deseo de destrucción, que no purificación; yo sé que mientras más poder se tiene más es la responsabilidad así como sé que cualquiera es capaz de destruir, no sólo un caballero, cualquier persona es capaz de destruir por más que padezca de sus facultades mentales, eso no vale de nada, en cambio construir, eso sí es importante, admirable ¿por qué? Porque casi nadie lo hace, sólo algunos se toman la molestia de hacerlo, así que Ra en su afán de demostrar su valía y poder sólo se denigra a sí mismo, cuánto desperdicio de poder, qué lástima. ¡Vamos chicos, no permitan que esa idea prevalezca, demuestren quién tiene la razón!

    Respecto al duelo entre Ikki y Aioria a mí sí me gustó que terminara así, de hecho lo considero un empate con ligero margen hacia Ikki debido a que porta una armadura dorada y eso debe contar, al menos así lo quiero ver, realmente no me gusta escuchar que alguno de los dos… es derrotado. La rectificación de Aioria sólo me dio esperanzas para pensar que entre ellos y Evan derrotarían a Ra, punto del que hablaré adelante.

    ¡¿Ikki dando las gracias a alguien?! Yo también me sorprendí cuando lo leí, jamás lo hubiera imaginado, anexo que más adelante se enorgullece de su “pupilo”, caray, esta batalla le ha dado más madurez y humildad a nuestro flamante Caballero de Leo ¿y sabes, Kazeshini? Lo supiste hacer, supiste hacerlo ver como un guerrero que aprende de sus errores y de su pasado y no como una triste copia de un “fantasma” que ya acorralado no le queda más que resignarse y humillarse, otro gran acierto de tu parte.

    Menouthis. Vaya giro que dio su historia, ya lo había dicho: amabilidad mata coraje. A mí me ha pasado con mi esposa, lo entiendo muy bien, la inocencia de Lindsey ha desarmado gradualmente al humor del egipcio quien “amenazado” se aferró a su trinchera pero finalmente cedió ante este ángel y ¿a poco no se siente mejor probar la calidez de un corazón que se entrega sin pedir nada a cambio? Ah, Menouthis, de lo que te estabas perdiendo, de seguro que se derritió cuando sintió el cuerpecito de la niña abrazándolo. Y mira, es tal la magnitud de la experiencia que es Lindsey el motivo para que el guerrero aporte su grano de arena en la caída de su antiguo líder, definitivamente, sí, redención.

    Y finalmente la batalla, no entraré en detalles, sólo diré que la disfruté mucho, los discursos de los caballeros con esa característica convicción, la unión entre ambos, las técnicas evocadas con estentórea voz, el paisaje apocalíptico, la nueva apariencia de Ra (¡wao!) y su técnica solar, la intervención de Aioria y su ataque combinado… su muerte (aquí interrumpí la música, busqué un fragmento más apropiado, específicamente las notas que se oyen tras la “muerte” de Shiryu en la Casa de Capricornio, y volví a leer) y caray, ya había sufrido cuando pereció a manos de Radamanthys y ahora tengo que volver a soportar la caída de este noble guerrero ateniense… Descanza en paz, Aioria, tu hermano, Marin, el resto de los Caballeros Dorados y particularmente yo estamos orgullosos de ti… Y bueno, parece que el desenlace de esta batalla está a punto de ocurrir, no me lo pierdo.

    Gracias por este enlace, las fichas son un auténtico tesoro, sólo para coleccionistas, lo tendré en alta estima. Que estés muy bien Kazeshini, un abrazo.

    ¡Larga vida a los Caballeros de Atena!
     
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    ¡¡¡¿Ikki muerto?!!! Eso sí que no lo esperaba, caray, no lo acepto, una cosa es perder a los antiguos Caballeros de Oro y otra ver la caída de los antiguos Caballeros de Bronce… me llega más…

    Hola Kazeshini ¿cómo te va? Me impactó como describiste la atmósfera que invadió al continente entero, realmente un apocalipsis, ver el cielo rojo, al sol aumentar tamaño y temperatura, sufrir los estragos de esto, específicamente esas inundaciones… fue algo abrumador concebirlo en mi mente, muchas vidas humanas y repercusiones naturales irreversibles han costado las irracionales ansias de poder de Ra, aún tras su extinción ha condenado a la tierra entera a pagar las consecuencias durante décadas o siglos incluso, recuperarse de eso va a ser una tarea titánica.

    Lo de las gemas es una idea muy buena, me ha gustado mucho. Hago un paréntesis para comentarte que en una historia de dioses mesoamericanos he hecho algo similar, espero algún día poderla terminar y publicar y me agradaría invitarte a leerla. Pero bueno, regresando, este “as bajo la manga” se convierte en una forma de vencer al dios egipcio, contenerlo es realmente algo muy difícil pero para la determinación de los caballeros representa una oportunidad muy valiosa.

    Este par de escenas me han gustado, muy del ánime, me las imaginé y el resultado ha sido muy emocionante: “¡Aioria! ¡Continuaremos con tu legado y protegeremos a todas las personas de este continente!! —rugió Ikki, con los ojos desbordando un furioso fuego—. ¡Desaparece de una vez, Ra!!!”; “¡Esta vez no lograrás tu cometido, maldito infeliz!! —aseguró el Caballero de Leo, colocándose en la mortal trayectoria entre el dios y su nuevo protegido—. ¡Te detendré aunque me cueste la vida!!!”.

    Respecto a una verdad que no había reparado en ella, la de que Evan no tenía amigos a diferencia de su maestro que forjó una amistad eterna con Seiya, Shun, Shiryu y Hyoga. De momento creí que era cierto, que esto era una batalla de individualidades, pero después repasé las batallas que has descrito tan magistralmente y me di cuenta de que no, siempre ha habido muestras de amistad, siempre ha habido unión, han existido sacrificios. Específicamente en este duelo Evan ha peleado hombro con hombro con Ikki y con Aioria y eso es amistad, así como la que estableció con los otros Caballeros de Bronce durante su estancia en el Santuario, ya algún día nos darás la oportunidad de conocer un poco más de sus aventuras y desventuras, sería un hermoso corolario. Y ya hablando de los otros Caballeros de Bronce, creo que se me ha antojado ver en acción a Senshy y mi ídolo, el Dragón Shiryu ¡ay Kazeshini, si se te ocurre matarlo…!

    Y hablando de muertes y sacrificios… ¡No! ¡¿Por qué Ikki?! Esa despedida me ha hecho pensar que realmente es para siempre y eso no lo soporto. Es lógico pensar que alguien tenía que morir y es razonable que sea el más veterano (que a pesar de ello es más chico que tú o yo), Evan ya estaba decidido a sacrificarse pero Ikki no iba a vivir con eso en su consciencia, hizo lo correcto, también hizo lo impensable: actuar tan paternalmente, abierto, humilde, incluso la última lágrima sólo hablan de un guerrero fenomenal, un caballero intachable, un amigo invaluable, por ello me duele, que alguien así, con todas esas virtudes se vaya a donde no pueden seguirlo sus seres queridos me parte el alma, su muerte aunque estoica, admirable, espectacular por qué no, es algo muy sentido, muy emotivo y ese vacío no sé quién lo vaya a llenar, no creo que haya alguien capaz de hacerlo… La agonía de Evan también es una escena cruel, la impotencia por detener a su mentor la pude sentir y sufrir, sensación que se incrementa con la música de SS, no sé si recuerdes, pero hay una melodía muy de Ikki, la ponían mucho cuando él aparecía, se me viene a la mente cuando en la Batalla de Asgard, en Valholl, después de superar a los gemelos, van rumbo a su último duelo, enfrentan un muro que Hyoga congela y se desploma y luego aparece Ikki tendiéndole la mano en una escena muy emotiva; también cuando Ikki escarba en lo profundo de la mente de Mime y éste recuerda los verdaderos hechos sobre la muerte de su padre adoptivo, atormentándose. Definitivamente tu historia y la música se combinan a las mil maravillas para hacerme estremecer y emocionar.

    Oye ¿quién ha resucitado: otro enemigo? Apenas y se levantan y ya viene el ataque otra vez…

    Un placer leerte, Kazeshini, una delicia. Que estés muy bien, un abrazo desde México. ¡No vayas a matar a Shiryu!

    ¡Larga vida a los Caballeros de Atena!
     
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    Kazeshini

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    Saludos, Víngilot.

    Antes de responder a tus comentarios, permíteme agradecerte por tomarte tu tiempo para continuar leyendo la historia y por comentarla.

    Comentario capítulos 41-43.

    Ra definitivamente perdió la cabeza en estos últimos capítulos… Como mencionas, su deseo de purificación se convirtió en irracionales ansias por destruir a los humanos y a todo lo que éstos construyeron en América, y todo por su orgullo. Tienes mucha razón en lo que afirmas: el verdadero mérito es el de quien construye algo, de quien crea algo desde la nada. Como un pequeño adelanto, te puedo decir que aquello justamente lo leerás en el próximo arco.

    Sobre el final de Ikki vs Aioria, coincido en que su encuentro acabó en un ‘empate técnico’, aunque al final, fue Ikki quien salió ganado (aunque en otro sentido), porque logró establecer un vínculo sólido con su actual constelación dorada. Me pregunto lo que habría ocurrido si Aioria no detenía su Plasma Relámpago en el momento clave del encuentro…

    Sí… Ikki es tan duro, que jamás lo hemos escuchando agradeciéndole directamente a nadie. Para ser la primera vez, tenía que hacerlo de modo disimulado e incómodo. Pero como mencionas, en algún momento el actual Leo debía aprender lo que es la humildad. Me alegra saber que narré bien esa parte.

    Pasando a la redención de Menouthis, veo que ambos podemos dar testimonio de lo que significa que nos derritan el corazón. Por más duros que aparentemos ser, siempre llega esa persona especial que derrumba todas nuestras defensas. Y así como le ocurrió a Menouthis, esa influencia positiva nos impulsa a lograr hazañas extraordinarias.

    Regresando a la batalla contra Ra, me pareció épico ver pelear juntos a Aioria, Ikki y Evan. Y sobre Aioria y su sacrificio final… Ufff… vaya que sufrí al escribirlo. Como te decía en otras respuestas, Aioria es de mis favoritos y por eso quise darle un final épico. Aquella escena la escribí escuchando los soundtrack de Saint Seiya y casi se me escapa una lágrima con tantos factores emotivos mezclados.

    Por último, gracias por tus comentarios sobre mis pdf. Cuando tenga publicado hasta el capítulo 60, compartiré el enlace del siguiente volumen recopilatorio.

    Comentario capítulo 44.


    Empezamos fuerte el capítulo con los estragos que provocó la ira de Ra… Aunque me encantan esos escenarios apocalípticos, como que es más difícil trasladarlos a nuestras tierras. Hubiese querido detallar esas escenas un poco más y adentrarme en el terror que se experimentó toda la gente de América, pero se habría perdido el hilo de la acción principal de la batalla. Te confieso que no había considerado lo que le costaría al continente recuperarse de tantos estragos, pero tienes razón, pasarían siglos antes de que todo se normalice.

    Siguiendo con lo de las gemas, te cuento que esa idea se me ocurrió de repente. Ya que dibujé a todos los Guardianes egipcios con adornos de escarabajo, decidí que éstos tengan más relevancia en la historia. En otro tema, sería un gusto poder leer la historia que mencionas cuando la publiques. Sabes que me interesan bastante los temas mitológicos y agradecería que me invites cuando la tengas por acá.

    Justamente lo que intento, es resaltar escenas y diálogos épicos, para que mi historia se asemeje a la original. Gracias por destacar esos diálogos de Ikki que tanto me emocionó escribir.

    Pasando a Evan, quise conservar la esencia de Saint Seiya en su momento cumbre. Aunque Evan siempre estuvo solo durante su entrenamiento en el Santuario, logró desarrollar una sincera amistad con sus compañeros de bronce. El mismo Ikki nos demostró que uno se puede apoyar en la amistad sincera, aunque a veces nos esforcemos por alejarnos de las demás personas. Es interesante lo que mencionas sobre darles a conocer más detalles sobre los Caballeros de Bronce, porque me habían propuesto que escriba una especie de “Gaidens” complementarios a la historia principal, para detallar un poco más sobre la vida de mis OC y su relación con los personajes originales de Saint Seiya.

    Y llegando a lo fuerte del capítulo… tenemos a la desaparición de Ikki… Como dices, duele más decir adiós a los Santos de Bronce clásicos por todo lo que significan para nosotros los fans que amamos Saint Seiya. Me rompí la cabeza una y otra vez para escribir un final digno para un personaje tan legendario como lo es Ikki, y me da gusto saber que logré manejar bien esta escena final. Lo que más quise transmitir, fue justamente lo desgarrador del sacrificio del antaño Fénix, tanto para él mismo, como para su sucesor, quien, como vimos, no soportó verlo partir de un modo tan doloroso. Y como tú, lo sufrí, y más al acompañarlo con la increíble música de SS. He escuchado las melodías que mencionas y sí que quedan bien para el final del capítulo. Recuerdo que la canción que escuché en loop infinito cuando escribí esa escena fue ‘Under the World Tree’ y casi me da algo jeje.

    Refiriéndome a la identidad de quien revivió en el otro sarcófago… hay un diálogo de Anubis con Evan que da una idea de quién podría tratarse… Aquí te lo dejo tal cual aparece en el capítulo 34 de la historia:

    “—¿Qué… son esos dos ataúdes? —preguntó confundido el furioso joven de cabellera platinada, con el aliento apenas recuperado.

    —El sarcófago a mi derecha es un regalo especial de parte de la diosa Morrigan para nosotros los egipcios. En su interior se encuentra una poderosa ‘marioneta’ que necesita de la energía de los vivos para ser reanimada. Lo mismo ocurre con quien reposa en el ataúd a mi izquierda, aunque aquel está reservado especialmente para otro guerrero. Sí, precisamente… ya que me agrada Ikki de Leo, preparé con mucho cariño esta sorpresa especialmente para él…”

    Con respecto a Shiryu… te comento que el actual Libra ha sido mi Santo de Bronce favorito desde la infancia, y le tengo un cariño especial por todos los buenos recuerdos con los que lo relaciono. Todavía nos falta algún tiempo para verlo en acción junto a su hijo. Lo que sí te puedo asegurar, es que tengo reservado algo muy especial a ambos, y justamente aquello lo deducirás hoy, en el capítulo especial que compartiré a continuación.

    Gracias por todo, amigo. Un abrazo desde Ecuador.

    ¡Larga vida a los Caballeros de Atena!
     
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    Kazeshini

    Kazeshini Caballero de Junini

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    Título:
    [Longfic] Saint Seiya - Saga: CATACLISMO 2012
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    76
     
    Palabras:
    9327
    [Saint Seiya/ Los Caballeros del Zodiaco] – Saga: CATACLISMO 2012

    Escrito en Ecuador por José-V. Sayago Gallardo


    CAPÍTULO 45: DESTINOS ENCONTRADOS: ¡ADELANTE, SANTOS DE ATENEA!

    ==Maravilla Suprema. Sendero al Pozo de Brigit==

    En medio de un tenebroso camino flanqueado por árboles en estado de putrefacción, Shun de Virgo avanzaba con sumo sigilo.

    —«Lo lograste, Anna… —se dijo a sí mismo el Santo Dorado, esbozando con orgullo una sonrisa—. Me prometiste que vencerías a Aibhill de Banshee y así lo hiciste».

    Ganando más confianza al sentir el triunfo de su sucesora, el hombre de larga cabellera verde continuó su marcha hacia un derruido pozo que observó en la distancia. Solo algo lo detuvo: un presentimiento tan terrible y fatal, que fue capaz de apretujarle el corazón desde su mismo interior…

    Inexplicablemente, su rostro se tornó lívido, su vista se nubló de repente y sus latidos incrementaron su ritmo. Por último, una profunda melancolía invadió su anonadado ser entero.

    —Her… hermano Ikki… —balbuceó, desplomándose rendido sobre una de sus rodillas y llorando involuntariamente—. No puede ser que tú hayas…

    —Muerto… —sentenció imperturbable una profunda voz masculina, completando la terrible premonición del Caballero—. Fue un terrible destino el que sufrió el poderoso Santo de Leo. Es una lástima que el ejército de Atenea se vea diezmado con una baja tan importante.

    —Lo lamento, Shun de Virgo —añadió una segunda voz que sonaba condescendiente y severa a la vez—. Podemos sentir la fatalidad de la muerte de los seres humanos y tu hermano definitivamente ha dejado de existir.

    Una tercera voz también intervino entre las sombras:

    —Ya llegará el momento para que te lamentes por su muerte. Por ahora tienes una misión muy importante que cumplir para nosotros…

    Aún en shock por las terribles noticias recibidas, Shun apenas pudo alzar la mirada para observar a quienes le hablaban con tanta frialdad.

    —Ustedes son…

    Tres hombres ataviados en armaduras de tonalidades oscuras y formas amenazantes, se erguían ante el arrodillado Santo en cloth áurea, quien al reconocerlos, se reincorporó enseguida e intentó salir de su letargo al ponerse en guardia.

    —¡No creería una sola palabra de seres viles como ustedes!! —les gritó Shun con un furioso semblante poco habitual en él—. ¡Conozco a mi hermano y sé que él puede arreglárselas por sí solo! ¡Ustedes solamente intentan confundirme!

    Sin responder a aquellas frenéticas palabras, los tres guerreros manifestaron su fuerza cubriendo sus cuerpos con maliciosas auras color violeta. Aquellas poderosas cosmoenergías amenazaban con desatarse en cualquier momento contra Virgo…



    ==Maravilla Suprema. Bosque de Luonnotar==

    —¡Aioria!!

    Lo súbito de la exclamación de Marin logró espantar a algunas aves y demás criaturas que moraban en los terrenos de Mielikki.

    El fuerte vínculo emocional que mantenía con el antaño Leo, le permitió sentir el instante exacto de su deceso, por lo tanto le fue imposible evitar que un potente grito que evocaba el nombre del legendario Leo, aflorara de sus labios mientras lágrimas nacían de sus ojos azules.

    Por un momento incluso le dio la impresión de poder escuchar las últimas palabras del Santo, siendo susurradas directamente en su alma.

    —No, Aioria… —contestó a la nada la Amazona, sonriendo con amargura—, puedes estar seguro de que jamás te olvidaré. Siempre habrá reservado un lugar especial en mi corazón para ti…

    Honrando con un minuto de silencio el recuerdo del hombre que sacrificó su vida para salvar las de millones, la Guerrera de Águila enjugó sus lágrimas e intentó recuperar la compostura a fin de continuar con su camino.

    El dolor de las heridas que le infligió la diosa finlandesa de la caza, le dificultaban severamente el paso, pero aun así no desistió en su intento de buscar a su hermano menor y a su amiga.

    Por fortuna para la doncella, tras pocos minutos de calvario, logró reunirse con una de las personas que ansiaba encontrar.

    —Touma, me alegro de verte con vida —le dijo con prudente júbilo, al verlo acercarse lentamente entre los árboles—. Sabía que esa diosa no podría…

    Marin ahogó una exclamación de asombro al ver que Ícaro traía el inerte cuerpo de Artemisa en brazos…

    La diosa griega de la caza tenía su sangrante pecho atravesado por una fecha plateada, pero a pesar de aquello no mostraba ni la más ligera expresión de dolor. Al contrario, su pacífico rostro era bañado por los rayos de sol que se colaban entre las copas de los árboles, dándole una apariencia radiante y feliz. Parecía ser que la deidad dormía plácidamente y que disfrutaba de un hermoso sueño.

    En contraste, una indescriptible tristeza se reflejaba en el rostro de su Ángel y protector. Ya que al despertar tras recuperarse de la paliza que le dio Mielikki, Touma se encontró entre los inertes pero aun cálidos brazos de la diosa que amaba.

    Al reunirse con su hermana, el hombre de cabellera color castaño rojizo intentó ocultar el dolor que sentía con una actitud fría y distante.

    —Marin… Mielikki fue derrotada por Artemisa. Pude ver su cadáver siendo rodeado por decenas de sus animales.

    La aludida casi no le prestó atención a aquellas palabras. Su atención seguía concentrada en las figuras de su hermano y de la ausente diosa lunar.

    —Touma… Lo lamento mucho… —le dijo la Guerrera de Plata, en un intento por consolarlo—. Sé bien lo que sentías por ella y…

    —No digas más, por favor… —le interrumpió él en tono inexorable—. Todavía quedan dioses que amenazan la vida humana en el planeta. No podemos distraernos con sentimentalismos.

    —Hermano…

    —Aún nos mantenemos con vida, Marin. Debemos seguir luchando… sin importar las consecuencias… tal y como Artemisa lo hizo —la voz del Ángel se quebró por unos instantes—. No permitamos que su muerte haya sido en vano.

    La Amazona no pudo observar las lágrimas que nacieron de los ojos de su hermano menor, ya que éste había pasado a un lado de ella para darle las espaldas.

    En el relativamente poco tiempo en el que Marin había convivido con Touma, logró conocerlo a la perfección y recuperar en parte los años en los que ambos se mantuvieron separados. Entendía muy bien sus sentimientos, así que supo que lo mejor sería dejarlo lidiar solo con el profundo sufrimiento que sentía, al menos por el momento. Ella lo comprendía más que nadie, ya que recientemente también experimentó la pérdida de alguien muy importante.

    Ambos continuaron su camino por el bosque en medio de un incómodo silencio. Con cada paso que avanzaban, parecía ser que las muertes que acabaron de experimentar afectaban cada vez más sus ya trastornadas psiquis.

    Solo algo logró renovar sus esperanzas: providencialmente, encontraron con vida a su amiga Shaina.

    Aunque todavía se mantenía inconsciente, los hermanos se alegraron al comprobar que la Guerrera de Ofiuco aún respiraba y mantenía estables sus signos vitales. Solo había algo que los perturbaba en el fondo: Por alguna razón, Shaina no vestía su recién despertada armadura de la decimotercera constelación del zodiaco…


    ==Maravilla Suprema. Torre de Porcelana del Jardín de K’uen-Luen==

    La hermosa y serena dama asiática que se encontraba contemplando su jardín desde un balcón de su torre, se sobresaltó al escuchar de repente furiosas palabras retumbando en lo más profundo de su mente:

    —¡¿Dónde estás, Nü Wa?!!! ¡Te necesito!!! ¡Eres la única que aprecio de entre todos los dioses de la Alianza Suprema!!! ¡Nü Wa!!!

    Aunque iracunda y llena de rencor, la voz del supremo egipcio también sonó desesperada y suplicante para la diosa china de la creación.

    —Ra… —susurró sorprendida y aterrada—, es imposible que un dios de tu nivel haya sido…

    No pudo terminar su frase. Su mirada se dirigió por instinto al Calendario Maya que levitaba en el centro de la fortaleza de los dioses de la Alianza, contemplando así el instante justo en el que la luz roja se extinguió.

    El generalmente tranquilo rostro de Nü Wa se vio desencajado unos instantes por una sobrecogedora tristeza.

    Mordiendo su labio inferior para contener un grito, la deidad china apretó con ambas manos la porción de la túnica de seda blanca que cubría sus muslos. Esa fue su reacción para intentar contener aquellos nuevos sentimientos que le parecieron inexplicables y confusos.

    —¡Ra, eres un engreído estúpido!! —soltó al fin la dama, llorando rabiosa—. ¡Fuiste vencido por tu insolencia y orgullo! ¡No debiste atacar la Tierra tú solo!!!

    Limpiando las lágrimas que le obstaculizaban la visión, la deidad de mirada rosa y lisa cabellera castaña recuperó un poco de su habitual compostura y, tras voltearse para mirar con cierto rencor la puerta de su habitación real; se dirigió con gran decisión a la misma.

    Justo cuando estaba a punto de abandonar su recinto sagrado, se detuvo con resignación al recordar la promesa que le había hecho al dios sol durante su único encuentro.

    —Solo por respeto a ti, no dejaré mi torre —profirió entre dientes para sí misma, parando en seco para descargar su frustración de un golpe en el enorme umbral—, pero si veo que alguno de esos humanos atraviesa esta puerta, juro que dejaré a un lado mi carácter pacífico y mi recato para castigarlos severamente.

    Con gran seriedad en su semblante, Nü Wa regresó a su balcón y contempló los bellos jardines que se extendían en la base de su templo.

    —Te demostraré que mi papel en la Alianza no se limita solo a crear la nueva especie dominante. Justamente tú mismo pudiste ser testigo de una ligera parte del espíritu aguerrido que también poseo. Espíritu que desde ahora manifestaré con todas mis fuerzas para batallar en tu nombre contra los Santos de Atenea que se presenten en este lugar… Ra, supremo dios egipcio del sol, tu desaparición no quedará impune…


    ==Santuario de Atenea. Barracas==

    —Sí que fue duro tener que batallar en mi propio país —comentó Evan con aire calmado a su interlocutora—. ¡No imaginas todos los problemas que nos dio ese sujeto Ra!

    El herido Santo de Fénix se mantenía postrado en una humilde pero cómoda cama de las cabañas del Santuario.

    Quien devotamente permanecía a su lado, tratando sus heridas como lo había hecho ya en tantas ocasiones; era la Amazona Natassia de Cisne.

    —Lo importante es que te encuentras bien, Evan —manifestó la muchacha enmascarada en tono tímido, vendando con delicadeza uno de los antebrazos lastimados del Santo—. Atenea estará muy orgullosa de ti cuando sepa que lograron proteger a toda América.

    —No fui solo yo quien logró la victoria —señaló el joven estadounidense, sonriendo ampliamente para la frágil jovencita que lo atendía—. Mi maestro Ikki, la Guardiana Femi de Isis y el señor Aioria me apoyaron hasta el último momento, además, tú también estuviste allí, Natassia… Gracias a los ánimos que me dieron mis amigos y tú, logré descubrir mi verdadera fuerza interior. No sabes cuánto te lo agradezco.

    La portadora del Cisne siempre evitó ver a los ojos de las contadas personas con las que había entablado una conversación. La mirada de la gente clavada sobre sus ojos le incomodaba, le hacía sentirse presionada. Incluso cuando su maestro Hyôga intentaba encararla y conversar amablemente con ella, la joven aprovechaba la privacidad que le otorgaba su máscara para desviarle la mirada de manera disimulada.

    Pero en esa ocasión se sintió cómoda al observar los sinceros ojos escarlata de su amigo posados sobre ella. Le fascinó tanto ver a Evan sonriéndole por primera vez, que por un momento olvidó su timidez y se sintió reconfortada en la compañía del Caballero de Fénix.

    —Oye, Natassia —la llamó él, sacándola de sus ensoñaciones—. Quiero aprovechar esta ocasión para pedirte disculpas…

    Sin duda la aludida se sorprendió al escuchar tales palabras, y más al ver sonrojado a quien las pronunció.

    —Te traté mal en muchas ocasiones y aunque no tengo excusa para ello, quiero que sepas que todas las palabras duras que te dije, fueron motivadas por la envidia que sentía por ti…

    —¿Envidia? —inquirió ella confundida—. Créeme, no existe ninguna razón por la cual podrías tenerme envidia.

    —La hay Natassia… Siempre quise tener un maestro comprensivo y amable como el que te entrenó. Hyôga de Acuario te cuidó como a una hija y te convirtió en la poderosa Guerrera que eres en la actualidad. Que mal que lo admita pero… me hervía la sangre al ver que tú te comportabas tan fría con él, mientras que yo no tuve a nadie a mi lado en todos estos años…

    —Tienes razón… —dijo en un susurro la muchacha de cabellera celeste, bajando la cabeza en un gesto de vergüenza y pesar—. No merecía que alguien como el maestro Hyôga esté tan pendiente de mí en todos estos años.

    —¡No! ¡No es eso lo que intentaba decir! —aseguró él intentando suavizar sus anteriores palabras, esbozando una sonrisa que no pudo ocultar su incomodidad al verse en apuros.

    Aunque su intención no era que su compañera se sintiera mal, lo consiguió sin querer con lo dicho anteriormente.

    —Y yo como siempre lastimándote con mis palabras —profirió el trigueño a manera de reprimenda para sí mismo, mientras miraba al vacío de la rústica barraca—. En serio lo siento…

    —No te preocupes, Evan —lo tranquilizó la doncella con una voz suave y comprensiva—. Digas lo que digas y te comportes como te comportes, yo sé que en realidad eres un buen chico.

    Un tanto avergonzada por lo dicho, Natassia realizó un involuntario movimiento brusco mientras vendaba al Caballero de Bronce, provocando que éste manifieste ligeramente el dolor causado en la expresión de su rostro.

    —Lo siento, no quise lastimarte más.

    Él reaccionó riendo divertido al escuchar las disculpas de su interlocutora.

    —¡Vaya! ¡Al final fuiste tú la que terminó disculpándose! —comentó entre carcajadas que le dolían—. Tranquila, amiga. En mi vida me causarán tantas heridas como las que recibí de parte de Ra y Anubis. ¡Esos dos golpean como un par de energúmenos!

    —¿Lo ves? Sí eres un buen chico. Dices cada ocurrencia solo para no me sienta mal.

    Un más animado Fénix simplemente se sonrojó y rascó su cabeza por instinto al escuchar aquellas amigables palabras. Aunque no sería capaz de admitirlo, se avergonzó por los elogios de su compañera de generación.

    —Siempre te he apreciado, ¿sabes? —le confesó de repente Cisne un tanto temerosa e insegura—. Te veía entrenando solo, con esa expresión tan severa y seria con la que intentabas ocultar la tristeza que sentías en el fondo. No sabes cuántas veces tuve el impulso de acercarme a ti, pero mis inseguridades me lo impedían en cada ocasión.

    —Natassia… tú…

    —Sí, Evan —le interrumpió anticipándose a lo que él iba a decir—, también conocí el verdadero significado de la soledad al igual que tú, y sé que es difícil no tener a nadie en quien apoyarse. Lo bueno es que ahora tienes a tus amigos y… me tienes a mí…

    El muchacho no supo cómo reaccionar a esas palabras que jamás habría imaginado escuchar de la más callada de sus compañeras. Su rostro se ruborizó por completo, y más al ver que la doncella de bronce acercaba la mano a su careta metálica.

    —Evan de Fénix… mientras más te conocía. Más crecía mi deseo de hacer esto…

    Ante la mirada atónita y maravillada del Santo, la Amazona de Cisne empezó a retirar poco a poco la máscara que cubría su faz. Natassia ansiaba que él fuese el primer hombre que tenga el honor de contemplar su rostro…

    El ambiente se tornó blanco de repente y la jovencita originaria de Asgard despertó lentamente. Aún la invadía la sensación de agradable confort que le produjo su hermoso sueño.

    Lo único que logró distraerla de su éxtasis, fue la imagen que invadió su campo visual. A duras penas Natassia logró identificarla en medio de su confusión: Se trataba de un clásico caracter japonés, el cual había sido pintado en azul en el techo del elegante templo de madera en el que se encontraba. Aquel era el kanji del agua…

    —Mizu… —evocó ella por instinto, conociendo de antemano la forma correcta de pronunciación de esa letra oriental…


    ==Maravilla Suprema. Entrada a la Acrópolis Planetaria==

    Atareado sobremanera, el Santo de Bronce Kenji de Pegaso corría a lo largo de un amplio terreno de condiciones geográficas muy similares al Santuario de Atenea. Aunque algo perturbaba su veloz avance, no planteó detenerse.

    —«No entiendo por qué desperté con este objeto entre mis manos —reflexionó confundido, apretando con ansiedad la estatuilla que sostenía—, pero siento que mi misión es entregárselo a su dueña original».

    Por alguna razón, el joven sucesor de Seiya llevaba consigo la armadura de Atenea. Hecho que sin duda era inexplicable para él, ya que hace unas horas contempló el ascenso de su diosa vistiendo no su cloth, sino su mismísimo Kamui divino.

    Su premura era grande, así que decidió no indagar mucho en aquel asunto, sino más bien continuar con su veloz carrera, sin embargo, ésta se detuvo frente a un gigantesco e imponente templo que se interponía en el escarpado trayecto. Aquel edificio le recordó al diseño arquitectónico de las Doce Casas, ya que eran enormes columnas las que prevalecían en su estructura.

    —Neptuno… —susurró el rubio, alzando la vista y reconociendo el símbolo planetario que había sido grabado en el frontón de aquella construcción clásica—. Seguramente encontraré a un enemigo poderoso en ese lugar. ¡Lo venceré!

    Justo cuando el impetuoso Caballero de Bronce se disponía a internarse en el templo de la Acrópolis, una voz femenina hizo eco en la vacuidad del interior del mismo:

    —Vaya… No creí que un Santo de Bronce fuera capaz de obtener el Octavo Sentido y ascender hacia el santuario de los dioses —intervino ella en un tono pretencioso, que incluso denotaba resentimiento—. ¿Pero qué estoy diciendo? Si es nada más y nada menos que el tan célebre Kenji de Pegaso: el heredero del legendario héroe predilecto de Atenea desde la era mitológica. ¡Qué sorpresa encontrarme con el guerrero sobre quien siempre alumbrarán las candilejas! Sería una verdadera lástima que algo malo le ocurriese al siempre consentido del Santuario por todo lo que representa…

    —¡Aunque sepas mi nombre, no hables como si me conocieras! —replicó indignado el aludido, poniéndose en guardia—. ¡Ya veremos si te atreves a decirme todo eso cuando salgas de tu escondite y me encares como una verdadera mujer!!

    Un agradable perfume de rosas embriagó de repente al impulsivo muchacho. Aquel sublime aroma logró maravillarlo y dejarlo boquiabierto al complementarse con la hermosa imagen femenina que se presentó a pocos metros de él.

    La recién aparecida dejaba ondear al viento su largo cabello color aguamarina y su inmaculada capa alba. Tonalidades que contrastaban bellamente con el resplandeciente dorado de su armadura y su máscara.

    —Señorita Helena de Piscis… —farfulló cautivado, al reconocer a su compañera de oro.

    —Cierra la boca, pequeño —le instó la Amazona, posando sus delicados dedos en el mentón del joven—. ¿Acaso nunca has visto a una mujer vistiendo una armadura dorada?

    Kenji sacudió la cabeza repetidas veces a fin de recuperar su actitud habitual.

    —No es eso, señorita Helena. Es solo que por un momento creí que usted era una enemiga —inventó el rubio, intentando ocultar la fascinación que sintió hace un momento.

    —Conque una enemiga, eh… —repitió irónica la hermana menor de Afrodita, echando atrás su preciosa cabellera en un gesto de arrogancia—. Pues creo que entonces debería mostrarte mi rostro y matarte de una vez para evitarte el sufrimiento de ser derrotado.

    Alterado Pegaso vio como su compañera acercaba la mano a su careta dorada con la clara intención de quitársela, así que su impulso fue cubrirse los ojos con su mano libre. Al ser testigo de tal reacción, la joven de oro rió divertida.

    —Tranquilízate, pequeño. Solo estaba bromeando. Sé que te encanta luchar y no pienso dejarte fuera de toda la diversión.

    —¡Yo no lucho para divertirme! —manifestó un tanto enojado el Santo—. ¡Usted más que nadie debe saber que nosotros peleamos por la justicia y para proteger a la humanidad de..!!

    —Bla, bla, bla… Conozco de memoria ese discursito pre elaborado como para que un mocoso de bronce me venga a sermonear así.

    —¡Pero Helena, ambos deberíamos concentrarnos en…!!

    Una vez más ella interrumpió el irritado hablar del más joven:

    —Señorita Helena de Piscis para ti, caballito con alas —le increpó, cruzando engreída los brazos—. Todavía no te he dado la confianza como para que me llames solo por mi nombre.

    —De cualquier forma, ya que ambos estamos juntos en esto, ¡deberíamos formar un equipo y derrotar a cualquier enemigo que encontremos! —le propuso con gran entusiasmo el sucesor de Pegaso.

    —Por supuesto que no —rechistó tajante la Dorada—. Tengo mis propios asuntos que atender en otro territorio. Y ya que me aburrí de conversar contigo, me marcho. Procura no morir dentro del templo de Neptuno. Nos vemos si sobrevives…

    Sin ningún miramiento, la Amazona intentó pasar de lago de su compañero, pero éste la detuvo agarrándola de la capa que se sostenía en las coyunturas bajas de sus hombreras doradas.

    —¡Espere, por favor! ¡No podemos anteponer asuntos personales a nuestro deber de Santos! ¡Luchemos juntos por Atenea!!

    Un tenso silencio reinó entre ambos durante varios segundos.

    —Debería replantear lo de matarte… El último que se atrevió a tocarme, terminó seis metros bajo tierra…

    El tono amenazante con el que la dama pronunció esta frase, logró intimidar al Caballero de Pegaso, así que por instinto soltó enseguida la prenda blanca.

    —No eres diferente de mí, Kenji —le dijo en una poco habitual actitud seria, mientras se alejaba dándole las espaldas—. Al ver tus ojos, he notado que tampoco luchas por Atenea. Tú solo quieres proteger a la mujer llamada Saori, por quién sabe qué motivo. Ambos somos unos egoístas que pelean por razones personales, pero al menos yo sí tengo la decencia de admitirlo…

    Las pupilas castañas del aludido se vieron opacas al escuchar aquellas implacables palabras. Simplemente no supo qué responderle a su interlocutora.

    —Esa estatuilla que traes contigo… —añadió la enmascarada de hermosa cabellera aguamarina con un tono más suave—. Entrégale su armadura a Atenea si no quieres que todos desaparezcamos en este lugar…

    Dicho esto, la Guerrera de Piscis desapareció a la velocidad de la luz, dejando sumido en la confusión al Caballero de Bronce, quien al verse solo, no se dejó intimidar y tras encarar con decisión el templo planetario, se dispuso a continuar.

    —Piensa lo que quieras, Helena… yo seguiré luchando sin importar lo que se interponga en mi camino… ¡Te demostraré que mis motivos no son egoístas como piensas, entregándole su cloth a nuestra diosa!!

    Recuperando el brillo decidido en sus ojos, Kenji de Pegaso cruzó el umbral del santuario de Neptuno.


    ==Maravilla Suprema. Exteriores de la Ciudadela de Teotihuacán==

    A lo largo de un extenso valle que evocaba a las indómitas altiplanicies mesoamericanas, avanzaba muy seguro Senshi, Caballero de Bronce de Dragón. Aunque las condiciones de aquel ecosistema densamente poblado de cactáceas, matorrales secos y encinos blancos le dificultaba el avance; no desistió en su intento por encontrar a sus amigos y a su diosa.

    Solo se vio obligado a detenerse tras sentir una anomalía en el cosmos… El paisaje que al principio se veía soleado y claro, de repente fue consumido por una oscuridad más espesa que la misma noche.

    —Tranquilo, Senshi —se auto convenció, alzando la guardia sin temor—. Has entrenado durante toda tu vida para momentos como este…

    Entre la bruma emergió caminando lentamente una figura humanoide que lucía una apariencia macabra e intimidante. Se trataba de un hombre alto y atlético de larga cabellera verde oscuro, envuelto todo su cuerpo en la más espesa aura de nociva oscuridad.

    Al verlo avanzar indiferente a pocos metros de donde se encontraba, la reacción del joven Dragón fue bajar la guardia y hacer una reverencia de respeto dedicada al recién aparecido.

    —Señor Sombra Mortal de Cáncer, es un honor poder acompañarlo en esta empresa —le dijo el de corta melena negra, al notar que el Santo de Oro intentaba pasar de largo, ignorándolo.

    El actual portador de la cuarta constelación del zodiaco solía siempre cubrir la mayoría de su armadura con la capa que lo vestía. Las pocas piezas doradas que eran visibles entre la tela, habían sido despojadas de su habitual brillo original al ser cubiertas por el denso cosmos de sombras que emanaba el actual Cáncer, quien al notar la actitud amable de quien le hablaba, detuvo su marcha y posó sus fríos ojos verdes sobre el más joven.

    A pesar de sentirse abrumado por la poderosa energía dañina que involuntariamente dejaba escapar el Dorado, Senshi no dejó de observarlo directamente a los ojos.

    —Interesante —dijo el Santo de Oro con un ligero dejo de sorpresa—. La mayoría de los habitantes del Santuario huyen de mí o evitan acercárseme cuando me ven patrullando, pero tú eres el primero en dignarse a mirarme a los ojos a pesar de la maldad que dicen que transmito. ¿En verdad no me temes como los demás?

    —Ambos somos Santos de Atenea —le respondió el cuestionado, sonriendo con mucha seguridad—. No podría temerle a uno de mis compañeros, y menos aún sabiendo que lo dio todo para ascender hasta aquí en nombre de nuestra diosa. Conozco bien los rumores que se dicen sobre usted, pero yo no me dejo llevar por ellos, sino por los hechos. Y justamente son los hechos los que me dicen que ahora usted está luchando por los motivos correctos.

    Sin decir nada, Sombra Mortal desvió la mirada hacia el entorno azteca en el que se encontraban. Su semblante se mantuvo inalterable a pesar de los elogios del sucesor del Dragón.

    —Eres hijo del legendario Shiryû de Libra, ¿cierto?

    —Así es, señor.

    —Hace muchos años fue tu padre quien venció a mi antecesor en Yomotsu. Estoy seguro de que podrás demostrar la misma sagacidad y valor que el Santo de Dragón manifestó entonces.

    Con un movimiento un tanto tosco, el Caballero Dorado de Cáncer revoloteó con la mano el cabello del joven.

    —Lucha hasta con el último residuo de tu cosmos, muchacho. Y jamás te rindas ante nada —le aconsejó el de larga melena verde, con un tono severo que intentaba ocultar su orgullo.

    —Esa es mi filosofía de vida, señor Sombra Mortal —respondió Senshi, olvidando la presión que ejercía sobre él la oscuridad, para descubrir la esencia bondadosa que ocultaba su interlocutor—. No lo decepcionaré a usted ni a mis amigos.

    Dicho esto, el Santo de Oro prosiguió su lenta marcha hacia ninguna parte.

    Al verlo alejarse tan indiferente, el joven no pudo ocultar su curiosidad.

    —¿Adónde irá ahora?

    —Me necesitan en otro territorio divino. Si logro salir con vida, te prometo que me apresuraré en apoyarte en este bastión mexica.

    Dispuesto estaba el Dorado a abandonar definitivamente la escena, cuando una inquietud más de su compañero de bronce llamó su atención.

    —Señor… antes de que se vaya, y ahora que confiamos el uno en el otro, ¿me podría decir su verdadero nombre?

    Lo repentino de la pregunta detuvo en seco al interrogado, quien por unos segundos guardó silencio y bajó la cabeza con una expresión indescifrable.

    —No… no puedo decirte mi verdadero nombre —titubeó con cierta frustración—, porque simplemente no lo recuerdo…

    Dicho esto, el apodado Sombra Mortal abandonó por completo el lugar junto con la espesa bruma negra que producía, pero aunque el paisaje azteca fue bañado nuevamente por la luz que irradiaba la Maravilla Suprema, el Santo de Dragón se mantuvo sumido en la incertidumbre y el misterio.

    —No… ya tendré tiempo para concentrarme en otros asuntos —se reprendió a sí mismo, para luego girarse y observar la enorme estructura ancestral que se elevaba en la lejanía—. Puedo sentir un enorme cosmos en esa pirámide azteca. ¡Atenea, padre, abuelo Dohko, amigos… en su nombre protegeré a la humanidad!

    Derrochando valentía, el temerario joven se aventuró entre la compleja y majestuosa Ciudadela de Teotihuacán.


    ==Maravilla Suprema. Alrededores del Palacio Yahirodono==

    El territorio de Izanami, la representante japonesa de la Alianza Suprema, estaba compuesto en su mayoría por bellos palacios y edificios construidos de hielo celeste. Incluso árboles, flores y animales se componían de agua congelada.

    Solo había algo que alteraba la frialdad de las tonalidades azules de aquel precioso paisaje: Sangre divina goteaba en el resbaloso piso de hielo y lo derretía poco a poco con su calidez…

    A orillas de una pequeña laguna congelada, una mujer ataviada en yukata de seda semitransparente se mantenía sentada en actitud serena. Aquella dama que era tan hermosa como la misma nieve, se caracterizaba por sus albos e inmaculados cabellos y ojos, los cuales estaban clavados con indiferencia sobre quien acababa de atacar con una de sus técnicas.

    —Es una lástima —se lamentó con apatía la Guardiana japonesa Fuyumi de Yuki-Onna—. Unos pocos centímetros más, y te habría perforado el corazón con ‘Amenonuhoko’… Atenea…

    Saori intentaba contener el sangrado de la profunda herida que le acabaron de infligir. Una enorme y afilada lanza se ensartó dolorosamente a través de su hombro izquierdo…

    Los Guardianes japoneses, o también conocidos como ‘Yōkai’, podían volverse uno con su entorno congelado, así que Atenea no notó la presencia de la fantasmal mujer asiática, la cual arrojó un mortal ataque con la ‘Lanza de los Cielos’ a la desprevenida diosa griega.

    La reencarnación de la deidad helénica de la sabiduría se encontró en una seria desventaja al no portar su poderoso Kamui tras despertar sola en territorio japonés. Algo o alguien se lo había arrebatado durante su periodo de inconsciencia. Sin embargo, a pesar de lo desfavorable de su situación, Saori se armó de valor para continuar con el cetro de Niké en manos. Por desgracia, ni con su poder divino pudo evitar recibir una técnica tan terrible como la que la acabó de herirla cruelmente.

    —Fu… Fuyumi… —la llamó Saori, ahogando un grito de agonía—. Por favor permíteme hablar con el dios que reina en este territorio…

    —Vaya que eres atrevida, Atenea. Me pides algo tan insensato a pesar de encontrarte en tan severo predicamento… Si te llevo con mi señora Izanami, seguramente ella te decapitaría sin contemplaciones.

    El cosmos congelante de la ‘Yōkai’ se elevó hasta abarcar el de Atenea, quien con impotencia notó que su propio poder divino iba disminuyendo gradualmente a causa de la herida.

    —¡Por favor, Fuyumi! —insistió con desesperación la mujer de cabellera lila—. ¡Sé que puedo convencer a Izanami para que desista de su intento por destruir a la humanidad!!

    —¡No insistas, Atenea! ¡Se me ordenó acabar con todos los invasores del territorio shinto y no descansaré hasta cumplir con mi deber! ¡Incluso si es una diosa a quien enfrento, no permitiré que estas tierras ancestrales sean mancilladas!!

    Sabiendo que Yukki-Onna no entendería razones, Saori se reincorporó y con gran convicción encaró a su rival.

    —Tú lo quisiste, Guardiana. No quería hacerlo, pero me has obligado a luchar… —amenazó la griega, extendiendo con autoridad el báculo de la diosa de la victoria, al tiempo que también expandía su cosmoenergía divina—. ¡A pesar de estar herida y de no contar con mi Kamui o mi cloth, te derrotaré y detendré a tu diosa!!

    —Eres una ilusa, Atenea —sentenció la japonesa con total calma—. Tu derrota ya fue decidida cuando esa lanza atravesó tu cuerpo…

    En efecto, la ‘Lanza de los Cielos’ o también llamada ‘Amenonuhoko’ por su dueña original: Izanami; tenía la propiedad especial de absorber poderes divinos. Así que Atenea no pudo evitar que su cosmos sea sellado casi en su totalidad.

    —Ese calor que emanan tu cosmos y tu sangre —añadió Fuyumi con una expresión de marcado disgusto—. No tienes perdón por atreverte a contaminar este territorio helado con algo tan cálido… ¡Muere de una vez, Atenea!! ¡‘Danza Kagura de Agujas de Hielo’!!

    Tras los gráciles movimientos de la ejecutora del ken, millones de finas e incisivas líneas congeladas se dirigieron en forma de una veloz ráfaga hacia Saori, quien en un desesperado intento por salir bien librada de aquella técnica, erigió un escudo de energía protectora con la ayuda de Niké.

    Sin embargo, su poder divino casi nulo no le permitió reforzar la fina película de luz, y las agujas de hielo la traspasaron y arremetieron inmisericordemente contra ella…


    ==Maravilla Suprema. Inmediaciones de la Pirámide de Abu Gurab==

    En medio del amplio y ardiente desierto rojo que se extendía a lo ancho de la pirámide de Ra, corrían hombro con hombro dos Santos Dorados.

    —Hace mucho que no nos juntábamos para batallar, ¿cierto, amigo? —comentó con voz amena uno de ellos, atenuando un poco la tensión que empezaba a reinar entre ambos.

    —Tienes razón, con los años nos distanciamos bastante. Me ocupé de mi esposa y del entrenamiento de mi hijo… Y ahora que lo mencionas, no me había disculpado con ustedes por alejarme tanto tiempo del Santuario.

    Shiryû, Caballero de Oro de Libra, se sentía culpable porque pensaba que abandonó todo lo relacionado con su diosa durante todos esos años. Al darse cuenta de este hecho, su gran amigo Seiya de Sagitario intentó convencerlo de lo contrario.

    —No tienes por qué disculparte. Todos nos alejamos de una u otra forma —comentó el de armadura alada con su característica actitud despreocupada—. Tu hijo Senshi ha crecido como todo un guerrero y se ha convertido en el digno sucesor del Dragón. En cambio yo… —Seiya soltó una pequeña risa burlona—, pues ni siquiera entrené al heredero de la armadura de Pegaso, ¡y ya ves lo testarudo que se ha vuelto ese muchacho sin mi guía!

    El hombre de larga melena negra rió divertido ante el comentario de su amigo.

    —¡Pero si Kenji es tu viva imagen! ¡Si no fuese por el color diferente de sus cabelleras, ambos serían idénticos! —mientras se mantenían corriendo, Shiryû detuvo la plática para mostrar su característica actitud reflexiva—. ¿No será que nos estás ocultando que tu joven sucesor es en realidad tu hijo?

    A Sagitario casi se le escapa el corazón del cuerpo al escuchar aquella pregunta, y más con el acento tan serio con el que fue pronunciada.

    —No bromees, amigo —titubeó Seiya con el rostro completamente ruborizado—. ¡Aunque nos parezcamos físicamente, yo no podría tener un hijo así de impulsivo y descuidado!

    Riendo entre dientes, Libra vio como mejor opción dejar aquella discusión. En ese momento no ganaba nada insistiendo en resaltar el gran parecido que tenían también antecesor y sucesor de Pegaso, en lo que se refiere a rasgos de personalidad.

    —De cualquier forma, amigo —lo llamó el castaño con el fin de cambiar el incómodo tema—. Debemos abandonar lo más pronto posible este lugar. No hay rastros de ningún enemigo en los alrededores.

    —Tienes razón, parece ser que alguien irrumpió en esa pirámide de magma que acabamos de inspeccionar y que logró acabar con todo aquel que la habitaba…

    —Lo notaste, ¿cierto, Shiryû? —señaló el antecesor de Pegaso, dejando escapar una risa más—. Fue ese malhumorado de Ikki quien arrasó con todos los enemigos de este territorio.

    —Ahora que lo mencionas, todavía siento su cosmos agresivo en el ambiente. Solo espero que se encuentre bien.

    —¿De qué hablas? ¡Es Ikki! ¡Un sujeto duro como él no podría…!

    La actitud jovial de Seiya cambió de repente. Un terrible presentimiento lo obligó a detenerse.

    —Saori… —musitó sobremanera preocupado.

    El semblante ensombrecido de su compañero de generación logró confundir y alarmar al actual Libra.

    —¿Qué ocurre, Seiya? ¿Te encuentras bien?

    —No puedo precisarlo, pero siento que Saori se encuentra en grave peligro —apretando puños y dientes, Sagitario se dejó llevar por sus habituales impulsos—: Me marcho, Shiryû… No puedo permitir que nada le ocurra a nuestra diosa. ¡Prometí protegerla y eso haré!!!

    El Caballero guardián del Sexto Templo sabía bien que cuando su amigo mostraba esa seria determinación, no existía poder humano —ni divino— que lo haga cambiar de parecer. En actitud conciliadora, se limitó a agarrarlo por ambas hombreras doradas a fin de encararlo.

    —Te la encomiendo, amigo mío —le instó el antaño Dragón con la misma seriedad—. Sé que protegerás a Atenea con tu vida.

    Tras asentir con decisión y dedicarle una última sonrisa cómplice a su colega, Seiya dejó el desierto escarlata en la forma de una brillante centella en el firmamento.

    Por su parte, Shiryû también fue contagiado por el sentimiento de convicción que transmitía su camarada y también se dispuso a salir de aquel lugar abandonado.

    —«Senshi… estoy seguro de que lograste superar la prueba que les impuso Atenea y que conseguiste ascender hasta este lugar… También te encontraré y protegeremos juntos la Tierra como padre e hijo… Tu madre se alegrará mucho cuando nos vea regresar victoriosos a nuestro hogar en Rozán».


    ==Maravilla Suprema. Sendero al Calabozo de las Mil Torturas==

    En medio de su confusión y de las innumerables heridas que la afligían, la Amazona de Bronce Anna de Andrómeda avanzaba dando tumbos a través de un angosto sendero oscuro.

    Su victoria contra la Guardiana celta de Banshee dejó graves estragos en su delicado ser. Hilos de sangre fluían sin cesar desde las cavidades de su rostro y un terrible dolor amenazaba con paralizar sus de por sí erráticos movimientos.

    —Ma… maestro Shun… —titubeó la joven castaña, extendiendo el brazo de manera suplicante—. No pienso… rendirme en este lugar… Encontraré a Morrigan y… acabaré con ella…

    Por más que la muchacha enjugaba sus lágrimas de sangre, éstas le seguían dificultando la visión e incrementando su martirio.

    Tras avanzar arrastrando los pies a través de ese macabro escenario por ya varios minutos, al fin Anna llegó a sus límites y la acumulación de daño logró mermar por completo su capacidad física.

    El hermoso verde que usualmente resplandecía en sus ojos, se opacó por completo cuando perdió el conocimiento. Con la imagen del sonriente Santo de Virgo en su mente, la Guerrera de Andrómeda se desvaneció en la inconsciencia, para luego desmoronarse pesadamente sobre aquel horrible terreno podrido.


    ==Maravilla Suprema. Puente de Bifröst. Frontera entre Nifelheim y Midgard==

    Los terrenos pertenecientes a la diosa nórdica Yggdrasil parecían salidos de una novela de fantasía: Magníficos edificios y monumentos de estético diseño nacían desde la madera de los enormes árboles que flanqueaban el llamado Puente de Bifröst. La armónica belleza de ese paraíso natural era complementada por la frondosa y llamativa vida vegetal que adornaba tan imponentes estructuras.

    Al guerrero que atravesaba aquel escenario le dio la impresión de que tal demostración de vida solo podría haber sido creada por un poder divino superior. Y sus elucubraciones no eran exageradas, ya que al ver junta a tal cantidad de exuberantes plantas y flores, cualquiera pensaría lo mismo.

    Solo por unos instantes la atención de Hyôga de Acuario se distrajo del hermoso paisaje. Una abrumadora nostalgia lo invadió al recordar a su alumna y sucesora…

    —«Natassia… lamento lo que ocurrió en el Santuario… —reflexionó con pesar el hombre que cubría el costado izquierdo de su rostro con un lienzo blanco—. De ser posible, me habría gustado al menos despedirme de ti antes de ascender a este ostentoso lugar».

    Una amarga sonrisa se dibujó en su rostro.

    —«Me alegró mucho escucharte mostrar tanto valor y entrega en ese momento. No solo te has convertido en una guerrera inigualable, sino que también estás creciendo como un grandioso ser humano... —el Santo de Oro posó con delicadeza la mano derecha sobre su pecho—. Siento que ya estás lista para obsequiarte el objeto que significa tanto para mí…»

    Influenciado por lo bello del ambiente, el rubio dio un liberador suspiro de alivio.

    —Mi querida Natassia, donde quiera que te encuentres, puedes estar segura de que cuentas con la bendición de Atenea.

    Algo perturbó la quietud del lugar, llamando la atención del Acuariano: Desde la lejanía del puente de madera, una figura humanoide se acercaba corriendo rauda hacia el Santo.

    La reacción instintiva de Hyôga fue alterarse al pensar que se trataba de un enemigo, pero se calmó al apenas poder identificar a la recién aparecida.

    —Es la Guerrera de Géminis —se dijo a sí mismo, siguiendo dificultosamente con la vista la trayectoria de la extraña dama—. Es un alivio poder encontrarme con una aliada…

    Dispuesto estaba el Santo a recibir a su compañera Dorada, cuando ésta simplemente lo pasó de largo y continuó con su veloz carrera. Sin detenerse, aquella misteriosa Amazona sin nombre avanzó en sentido contrario del que venía Acuario, ignorándolo por completo a pesar de encontrarse a pocos centímetros de él.

    Tal era la vertiginosa velocidad con la que corría la mujer pelirroja, que apenas Hyôga se giró para llamarla y detenerla, ella ya había desaparecido.

    —Increíble… —añadió el Dorado sorprendido—. ¿Cómo es posible que se mueva de esa manera sin siquiera encender su cosmos?

    Poco a poco la incertidumbre se apoderaba del otrora Cisne.

    Desde que la conoció en un principio, la Amazona de Géminis siempre le inspiró dudas y cierta desconfianza. Más que por su apariencia inquietante, lo que en verdad le intrigaba a Hyôga era el hecho de que ella se mostraba siempre esquiva y huraña hacia todos los habitantes del Santuario y en especial hacia la misma Atenea.

    Incluso sabiendo que aquella misteriosa mujer contaba con la aprobación de su diosa, su actuar le pareció siempre sospechoso, y más al ser testigo de esta última demostración de falta de compañerismo de la menos conocida de los Santos Dorados de la nueva generación.

    Dejando a un lado esos pensamientos que liaban su mente, el Caballero de larga melena rubia se dispuso a continuar. Sin embargo, lo que observó al girarse nuevamente, le heló la sangre por completo.

    —Vaya… Pasaron varios años desde la última vez que nos vimos…

    Quien pronunció aquellas palabras en un tono indescifrable, fue un hombre que se había plantado a mitad del sendero de tronco.

    Aquel extraño poseía un porte imponente y solemne, al ser su cuerpo ataviado por una armadura de tonalidades doradas y cobrizas, cuyo diseño, a juzgar por la expresión del Caballero de Atenea; fue reconocido a primera vista.

    El rostro del recién aparecido era ligeramente cubierto por su casco, y apenas se podía divisar su ligera sonrisa oculta entre la incógnita.

    —Pero qué cara de susto trae —comentó aquel guerrero, al ser testigo de la intriga que se reflejaba en el semblante del Acuariano—. Veo que no me reconocerá a menos que haga esto…

    El General de Poseidón de Dragón Marino retiró el casco de su cabeza. Su objetivo era hacer que Hyôga contemple su faz descubierta…


    ==Maravilla Suprema. Plaza de Bodhidharma==

    —¡‘Redención en el Nirvana’!!

    La voz del Guardián hindú Asura de Ganesha sonó llena de regocijo y emoción al evocar el nombre de una de sus técnicas.

    Tras recibir de lleno el invisible ataque dimensional, los dos Santos de Atenea que lo enfrentaban se desplomaron semimuertos sobre la dura superficie de mármol de la alhambra.

    Narella de Sextante y Theron de Unicornio fueron completamente derrotados y humillados por su rival.

    Aunque lograron ascender con vida al panteón divino, difícilmente los dos amigos serían capaces de continuar en la lucha con el mismo ímpetu que mostraron contra los guerreros finlandeses hace unas horas. Casi no lograron oponer resistencia cuando ese curioso personaje arremetió contra ellos a quemarropa.

    Asura poseía una apariencia poco común para un guerrero, ya que su voluminoso cuerpo le haría pensar a cualquiera que al Guardián le sería difícil moverse al estar tan descuidado y excedido de peso. No obstante, pese a lo que parecían ser solo desventajas físicas, era apabullante la soltura que mostraba al batallar, incluso vistiendo aquella pesada y exageradamente adornada armadura, cuyo diseño traía a la memoria la figura del dios elefante de cuatro brazos.

    —¡Vencí! ¡Vencí a dos Santos de Atenea! —exclamó con aire cantarín el hindú de apariencia bonachona, aplaudiéndose a sí mismo como si de un niño se tratase—. ¡El señor Brahma estará muy orgulloso de mí cuando le muestre los cadáveres de éstos dos!!

    —No… No has obtenido la victoria todavía, gordo… —manifestó con dificultad el maltratado Santo de Unicornio, intentando levantar la cabeza para encarar a su peligroso contendiente—. ¡No permitiremos que una sobrealimentada bola de manteca como tú nos humille de esta forma!!

    La reencarnación de Ganesha dejó pasar desapercibidos los insultos de su joven oponente. Las palabras simplemente no lo afectaban.

    —Hemos vencido antes a sujetos como tú —secundó muy decidida la postrada doncella en armadura rosa, ajustando por instinto la venda que cubría sus dañados ojos—. ¡Y si tengo que perder todos mis sentidos para vencerte, pues así lo haré!!

    Tal como lo hicieran durante su batalla en el Bosque de Pangrati, Narella y Theron se reincorporaron apoyándose en el cuerpo del otro y con gran decisión encararon al avatar del dios asiático.

    —¡Los muertos no hablan! —les reclamó indignado el hombretón en armadura de tonalidades anaranjadas—. ¡Los muertos se quedan quietos en el piso!!

    Justo cuando Asura se disponía a aplastar con todo su peso a los inmóviles Caballeros, una providencial intervención salvó las vidas de ambos:

    —¡‘Excálibur’!!

    Una veloz ráfaga de luz cortante surcó el piso y se interpuso entre la pareja Ateniense y el Guardián. Y aunque no logró herirlo, sirvió de pantalla para que dos aliados hagan aparición en medio del combate en territorio hindú.

    Kyrie de Escorpión había aprovechado la conmoción para rescatar a sus maltrechos amigos y alejarlos de la escena, mientras que su hermano Eleison de Capricornio se plantó enfrente del confundido Ganesha.

    El siempre amable y sonriente sucesor de Shura en ese momento mostraba una marcada expresión de ira en su rostro. Asura logró desatar la cólera oculta del Dorado con sus acciones más recientes.

    —Acabas de despertar a la feroz espada que dormía en mi brazo —amenazó el joven rubio ojiazul, expandiendo su prodigiosa energía cósmica dorada—. ¡Prepárate, porque no me detendré hasta rebanar tu cuerpo en miles de pedazos!!


    ==Maravilla Suprema. Afueras del Jardín de K’uen-Luen==

    Todo era armonía y paz en la extensa pradera verde que rodeaba el territorio de Nü Wa, hasta que de repente una figura siniestra descendió veloz, para chocar de manera abrupta sobre la perfecta alfombra de pasto.

    Parecía ser que un demonio o un ángel de la muerte había descendido en predios chinos, pero en realidad se trataba de un hombre ataviado en una negra armadura alada.

    Levantando la cabeza para contemplar el implacable Calendario Maya que levitaba en el firmamento, el extraño de apariencia macabra extendió con fuerza las dos alas metálicas de formas puntiagudas que nacían de su espalda.

    —Excelente, lo hemos logrado —expresó el guerrero, esbozando una ligera sonrisa de satisfacción—. Como te prometí en las ruinas del Santuario, te he traído sana y salva hasta la fortaleza de los dioses.

    El Santo Negro de Sagitario le hablaba a la mujer que lo acompañaba en su aventura. Él la había protegido celosamente con un firme abrazo durante el ascenso de ambos.

    —Te lo agradezco mucho, Aioros… —manifestó la dama, con una sutil mezcla de calma y seriedad.

    La doncella que protegía el antaño Santo de Atenea era precisamente una de sus compañeras de armas.

    La Amazona lucía una armadura de bronce de tonalidades azules y púrpuras, contrastada ésta con el pulcro blanco de su larga túnica al clásico estilo griego. Su larga cabellera bañada por la luz divina de la Maravilla Suprema, brillaba en un intenso color vino tinto que resaltaba el de su nacarada piel.

    Pese a que la Guerrera de Casiopea obedecía la ley de la máscara impuesta a todas las mujeres en el Santuario, ella era la única a la que se le permitía mostrar sus ojos a través de dos concavidades ovaladas en su careta metálica.

    Desviando su radiante mirada de tonalidad rojo oscuro, la Ateniense contempló el pacífico paisaje al que acabaron de arribar y, soltándose suavemente del abrazo de su amigo y protector, empezó su avance sin decir palabra.

    —No has cambiado un ápice en todos estos años, Alalá —resaltó con amabilidad Aioros de Sagitario, mientras la escoltaba en actitud digna—. Cuando te empeñas en algo, no existe nada que pueda distraerte de tus objetivos.

    Tan abstraída estaba la pelirroja en sus pensamientos, que casi no logró escuchar lo que le dijo aquel hombre castaño que lucía una cinta roja en la frente.

    —Disculpa… ¿me decías algo?

    Cuando Alalá se giró para observarlo, el Santo en cloth negra logró verla claramente a los ojos. Él la conocía muy bien y podía interpretar sus sentimientos a través de su mirada.

    —Tristeza… soledad… melancolía… nostalgia… ansiedad —farfulló Aioros, resaltando lo que veía a través de las ventanas del alma de su amiga—. Sabes que puedo leerte como a un libro abierto.

    —Entonces evitaré que me mires —repuso ella con suma cortesía, dándole las espaldas por segunda ocasión—. Existen cosas que todos debemos sobrellevar solos en algún punto de nuestras vidas… Lo siento pero… mis sentimientos son privados…

    —Entiendo, amiga, pero no puedes cargar sola con el peso del mundo sobre tus hombros. Por favor, permíteme ayudarte con lo que te aflige —quiso convencerla él, hablándole con acento comprensivo.

    El antaño Sagitario no recibió respuesta alguna. Cuestión que fácilmente logró alterarlo.

    —¡Por Atenea, al menos dime tu razón para querer ascender a este lugar tan peligroso! ¡¿Qué vale tanto la pena como para arriesgarte de esta forma?!!

    La irritación e impaciencia con las que él pronunció sus últimas frases, sin duda sorprendieron a su compañera de generación. En todos los años en los que lo conoció, no lo había visto perder así la calma.

    —Discúlpame, no quise gritarte —profirió el ex guardián del Noveno Templo, al ver que Alalá se detenía en seco—. Es solo que me preocupa lo que podría pasarte. Si el enemigo fue capaz de destruir el Santuario entero, no quiero imaginarme lo que le haría a una sola guerrera…

    —Aioros, si sobreviví a la muerte que descendió sobre el Santuario, eso significa que todavía tengo oportunidad para proteger a Atenea y sus ideales. Y… aunque talvez me juzgues mal por lo que voy a decir, también quiero cumplir mi deseo más anhelado —dictaminó la Amazona con una voz tajante y segura—. Puedo sentirlo… y por esa razón haré todo lo posible para reencontrarme con él… ¡Mi corazón me dice que se encuentra aquí, en algún lugar de esta fortaleza divina, y no descansaré hasta verlo nuevamente!

    Ella no solía hablar con tan acentuada convicción, y eso el Caballero que la acompañaba lo sabía muy bien. Adicional a esto, al escuchar las últimas palabras de la frase de su amiga, el guerrero en armadura azabache se percató enseguida de sus intenciones.

    Limitándose a negar en silencio con la cabeza, sonrió complacido.

    —Vaya que es afortunado el hombre a quien buscas. Seguramente merece tener a su lado a una mujer tan valiosa como tú…

    Alalá acogió para sí los elogios y no hizo ningún comentario al respecto. Tras esto, su atención se concentró en la presencia de unas bellas flores que crecían cerca de ambos. Una remembranza del pasado le obligó a arrodillarse y cultivarlas enseguida.

    —Son hermosas —resaltó fascinado el de armadura alada, al ver las radiantes plantas que sostenía su amiga—. Parece ser que la vida que nace en este lugar es mucho más exuberante que la de la Tierra.

    —Son orquídeas azules. Como las que…

    —Como las que dejabas para él cada noche en el monumento en el que encerraron nuestras almas —completó Sagitario en tono alegre.

    —Entonces me vieron orar por ustedes en cada ocasión… —notó sorprendida la dama de cabellos vino tinto.

    —Así es, Alalá. Fueron tu presencia y tus plegarias las que nos permitían ver una esperanza en medio de la oscuridad y el frío al que nos confinaron los dioses. Llenaste de color nuestra gris existencia con todas las rosas que nos obsequiaste durante todos estos años. Debo admitir, además, que no pasó desapercibido para ninguno de nosotros el trato especial que tenías con él… Siempre te escabullías en la noche para colocar una orquídea azul bajo la imagen de su rostro tallado en el monumento.

    La doncella de Casiopea se encogió de hombros avergonzada. No tenía idea de que fue vista en todo momento por los doce Dorados legendarios.

    —En nombre de mis compañeros y mi hermano, te agradezco sinceramente por tu compañía en momentos tan difíciles de nuestra existencia. Y con gran humildad me pongo a disposición como tu protector personal.

    Haciendo una ligera reverencia formal, Aioros le dio más énfasis a sus últimas palabras.

    —No insistas, por favor —reaccionó la dama, extendiéndole una de las orquídeas como obsequio—. Espero que entiendas que esto es algo que debo hacer sola, además… —La mujer enmascarada posó sus nostálgicos ojos escarlata sobre los verdes y serenos del Santo—. También he llegado a conocerte muy bien y, en todos estos años no he olvidado tu forma de ser… Te he notado inquieto desde que nos encontramos por primera vez en el Santuario. Puedo asegurar que tú también tienes asuntos pendientes en esta fortaleza y, aunque lo disfraces bien, sé que ansías partir a fin de resolverlos.

    —Qué bien me conoces —replicó el aludido, riendo incómodo—. Podría engañar incluso al cabeza dura de mi hermano menor, pero no a ti… —al antaño Dorado dio un suspiro de resignación—. De acuerdo, lo admito. Tengo que ajustar cuentas con cierta persona…

    —No te detengo entonces, Aioros —añadió resignada ella, desviando su tapado rostro—. Es una lástima, pero ha llegado el momento de nuestra despedida.

    La reacción instintiva del hombre en armadura negra fue abrazar con fuerza a la sorprendida Amazona, quien no vio venir tan emotivo gesto.

    —Esta no es nuestra despedida —le susurró él con marcado pesar, acercándosele al oído—. Hasta luego, mi querida amiga. Que el cosmos de Atenea te proteja.

    Empuñando con decisión la flor añil que le acabaron de regalar, el Santo Negro de Sagitario se desvaneció por completo sin dejar el mínimo rastro de su presencia.

    Al verse sola, Alalá concentró sus ímpetus en hallar a la persona con la que tanto ansiaba reunirse.

    Lo primero que llamó su atención en su trayecto, fue la magnífica torre de porcelana que se elevaba en el centro de un colorido jardín lejano.

    —«Sin duda aquél es el edificio más importante de este territorio divino —dedujo ansiosa, al tiempo que avanzaba con cautela entre la extensión de pasto y flores—. Algo me dice que te encuentras cerca de esa torre…»

    La más profunda melancolía del pasado invadió por completo a la doncella de Casiopea. Con cada paso que daba, su ritmo cardiaco se incrementaba a causa de una emoción que recordaba muy bien.

    —«Este sentimiento… Solo una persona es capaz de hacer latir mi corazón de esta forma… Volveremos a estar juntos… Saga…»

    Continuará…
     
    Última edición: 2 Julio 2020
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    Kazeshini

    Kazeshini Caballero de Junini

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    [Longfic] Saint Seiya - Saga: CATACLISMO 2012
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    [Saint Seiya/ Los Caballeros del Zodiaco] – Saga: CATACLISMO 2012

    Escrito en Ecuador por José-V. Sayago Gallardo


    CAPÍTULO 46: ¡ENCUENTRO FRATERNAL! EL DILEMA DE GÉMINIS

    ==Maravilla Suprema, Selva de Eldorado==

    —¡Esta es la técnica de Cabellera de Berenice que consumirá todos tus colores! ¡‘Lluvia Perpetua de Oricalco’!! —clamó Mar, pronunciando por instinto el nombre de un ken inédito.

    —¡No lograrás vencerme, Guerrera de Atenea! —replicó muy segura su rival, Cavillaca de Q’inti—. ¡Nada puede devorar las infinitas combinaciones cromáticas que es capaz de manifestar el plumaje del colibrí!! ¡‘Caleidoscopio Primaveral’!!

    La negrura producida por el recién despertado cosmos de la muchacha de Rodorio, fue consumida por la confusa y viva mezcla psicodélica que invadió nuevamente la jungla.

    La Guardiana no pudo evitar sonreír satisfecha al estar segura de que su ken de ilusión superaría al de su oponente.

    —Te lo dije, Mar. El negro es solo uno de tantos colores en…

    —El negro no es un color —le interrumpió la chica con una voz completamente diferente a la suya habitual—. Cuando todos los matices se juntan, la más densa oscuridad se hace presente…

    En un instante, la bruma del más espeso negro contrarrestó y devoró al ken de la inca, quien incrédula vio como su territorio fue dominado por inquietantes tinieblas.

    Los naturales sonidos selváticos fueron acallados y una perturbadora quietud se complementó perfectamente con aquella naciente oscuridad, cuya densidad era tan extrema, que incluso la misma Cavillaca se vio desorientada y aterrada al no ser capaz de distinguir siquiera su propio cuerpo.

    A increíble velocidad arremetieron desde el firmamento miles de finas agujas metálicas, las cuales al ser tan negras y sigilosas como la misma bruma que saturó la jungla, no lograron ser percibidas por la Guardiana de Q’inti, quien simplemente no pudo hacer nada para contrarrestar la salvaje técnica que impactó de lleno sobre ella.

    El oricalco, al ser el poderoso metal ancestral usado para la reparación de cloths, atravesó el material de la armadura de Colibrí como si de mantequilla se tratase. El mortal ken de Berenice siguió su curso y perforó de manera inmisericorde a su víctima en miles de puntos a la vez.

    El karma se hizo presente y la bella joven de cabellera alba experimentó en pocos segundos todo el sufrimiento de las torturas que había infligido a Mar con sus técnicas a lo largo de la batalla. Fue agónico para la sudamericana sentir cada aguja quemante atravesando su carne y sus entrañas, así que no pudo evitar romper la quietud de la escena con sus desesperados gritos.

    La conmoción al fin se detuvo cuando la Ateniense agotó sus fuerzas y cayó de rodillas exhausta por el esfuerzo. Las sombras desaparecieron y la selva de Eldorado regresó a la normalidad, solo para mostrar a su protectora aún de pie y con su orgullosa mirada clavada en lo alto de la vegetación subtropical.

    Ante los ojos de la jadeante y casi postrada Mar, Cavillaca se veía intacta e igual de fuerte que siempre, por lo que muy para sus adentros se lamentó por su fracaso al sentirse indefensa y completamente a la merced de la Guardiana, ya que no fue capaz de mover un solo músculo al verla acercársele a un paso tan firme y seguro.

    —Levántate, Guerrera de Atenea —le exhortó la peruana a su arrodillada contendiente en tono severo, ofreciéndole a la vez la mano en un disimulado gesto amistoso—. Con una sola técnica superaste todas las de mi repertorio, así que acepto mi derrota ante ti…

    Al escuchar tales palabras, la chica en cloth azabache levantó su sorprendido semblante y, con cierta duda, aceptó el apretón de manos que la ayudó a ponerse en pies.

    —Cavillaca, tú…

    —No digas nada, ya es suficiente humillación para mí saber que fracasé en proteger mi territorio.

    Pronunciado esto, la inca dirigió su vivaz mirada violeta hacia unos matorrales en la distancia y, sin decir palabra, caminó hacia ellos al ver un par de objetos resplandeciendo entre las nutridas plantas.

    —¡Espera! —la cansada Mar intentó detener con un gesto a la de verduzca armadura, al notar que lo que pretendía ésta era alcanzar las cajas de pandora de Aries y Tauro—. ¡Dijiste que respetarías las cloths doradas si yo vencía!!

    —Cálmate, Guerrera —intentó tranquilizarla la aludida con su característica voz implacable, sin siquiera voltearse o detener su marcha—. No pienso ofrecer todo ese oro a la memoria de mi señor Viracocha.

    Tomando las pesadas cajas doradas por sus tirantes de cuero, Cavillaca las levantó sin esfuerzo desde los arbustos. Acto seguido, arrojó groseramente el contenedor de Aries a la desprevenida chica de cabellera negra, quien con una forzada maniobra logró atraparla en medio del aire.

    —Tú lleva esa caja dorada con el relieve del carnero —le ordenó la guerrera precolombina, frunciendo el entrecejo para acentuar lo riguroso de sus palabras—. Aunque te haya curado con mi cosmos hace un momento, apenas y pudiste sobrevivir a mi máximo ken y a ejecutar el tuyo propio, así que a partir de este momento te acompañaré y cargaré este objeto que evidentemente es más pesado y grande.

    Leyendo la sinceridad en los decididos ojos púrpura de quien fue su enemiga hace poco, la Amazona de Coma Berenices se calmó y sonrió aliviada en un suspiro.

    —Solían tildarme de ‘ingenua’ en Rodorio, ¿sabes? —le contó Mar con un ligero dejo de nostalgia—. En ocasiones confío demasiado en la gente y… al final casi siempre terminan haciéndome daño.

    Acomodando la pandora box de Aries en su espalda, la muchacha griega se juntó con su interlocutora.

    —Casi no te conozco, Cavillaca… pero quiero confiar en la mujer que me ayudó a descubrir mi verdadero valor como ser humano y como Santo Femenino de Atenea.

    A la Guardiana sin duda le sorprendieron aquellas palabras. Tan cándido y amable se veía el rostro de quien las había pronunciado, que a punto estuvo la de larga melena alba de sonrojarse y dedicarle una cálida sonrisa.

    —No… no lograrás salir con vida de este lugar si yo no te guío —dictaminó la joven sudamericana, aclarando la garganta para recuperar su actitud habitual y cambiar el tema—. Tu técnica… era más que solo una lluvia metálica camuflada entre las sombras. Lograste vencerme porque las agujas de oricalco consumieron también la mayoría de mi cosmos, pero… aunque ahora no sea más que una humana herida, no te vayas a separar de mí si acaso deseas sobrevivir en esta jungla.

    Con la más experimentada a la cabeza, ambas guerreras se adentraron con cautela en la inhóspita selva de Eldorado. Por varios minutos avanzaron a través de la densa vegetación, mientras evadían incontables trampas.

    En un punto, Mar decidió satisfacer su innata curiosidad:

    —¿Adónde nos dirigimos, Cavillaca?

    La peruana se detuvo en seco y se giró para mirar extrañada a su acompañante.

    —No me digas que no eres capaz de sentir los cosmos que se están enfrentando más adelante…

    La aludida avergonzada se limitó a bajar la cabeza y encogerse de hombros.

    —Lo que pasa es que… todavía no me han enseñado a percibir la energía cósmica de aliados y rivales…

    —Bromeas, ¿cierto? —inquirió incrédula la dama inca—. ¿Intentas decirme que una guerrera que es capaz de ejecutar una técnica tan terrible, no logra dominar los fundamentos más básicos del cosmos?

    —Pues no…

    Dando un suspiro de resignación, la protectora del territorio precolombino acomodó de manera prolija la cloth de Tauro en su espalda y continuó la escarpada travesía a través de matorrales y lianas colgantes.

    —No importa… En poco llegaremos al lugar donde uno de los Guardianes incas está enfrentando a dos Santos de Atenea.

    Varios cansados minutos avanzaron las jóvenes en silencio. Mutismo que logró incomodar sobremanera a la Guerrera de Atenea. Su naturaleza sociable le obligó a intentar empezar una amena conversación con su esquiva y malhumorada guía:

    —Cavillaca…

    —¿Qué ocurre, Mar? ¿Necesitas ayuda?

    —No, estoy bien… solo deseaba preguntarte algo.

    —No podemos perder el tiempo hablando, así que…

    —Tú… ¿tienes amigos?...

    El tono repentino y a la vez amable con el que la doncella de Coma Berenices expresó sus dudas, tomó desprevenida a la Guardiana, quien solo pudo reaccionar con un hablar incómodo mientras su rostro empezaba a ruborizarse sin motivo.

    —Yo… no necesito amigos —respondió titubeando y sin voltearse—. Mi deber como protectora de los dioses incas es concentrarme en vigilar el territorio que se me encomendó… Precisamente mi compañero Wayra de Kuntur es la persona más cercana que tengo, pero ninguno de los dos puede distraerse con ese tipo de vínculos afectivos.

    —Respeto tu manera de pensar, pero debes saber que existen muchas personas buenas en este mundo con las cuales podemos crear fuertes lazos de amistad.

    —Estoy consciente de ello, pero yo siempre he estado sola y…

    La guerrera de Viracocha no pudo terminar su excusa. Repentinamente se detuvo al sentir en su mano izquierda el delicado y suave contacto de los dedos de la muchacha en armadura negra.

    —No tienes por qué estar sola, Cavillaca… Si lo deseas yo podría ser tu primera amiga.

    De reojo la aludida observó los pacíficos y puros ojos celestes que ansiosos parecían esperar una respuesta positiva, mas con la misma ternura con la que tomaron su mano en un principio, la inca se soltó de la caricia para por primera vez sonreír sinceramente.

    —Mar… eres una tonta ingenua —le increpó la trigueña, pero despojando la voz de su usual tono grosero—, no obstante, te has ganado mi aprecio.

    La Guardiana de Colibrí llegó al límite de sus fuerzas. Los estragos del combate la mermaron por completo, y no pudo evitar trastabillar y caer de costado vencida por el increíble peso de la armadura de Tauro.

    —¡Cavillaca!!

    Visiblemente alterada y horrorizada, la chica de cabellera en trenza intentó ayudar a su yaciente acompañante, pero perdió la calma al notar los incontables agujeros en la armadura emplumada de Q’inti y las profusas hemorragias que abundaban en la piel de su portadora.

    —No… ¡No lo entiendo! ¡Caminamos juntas por varios minutos y no vi una sola herida en tu cuerpo! ¡¿A qué momento fuiste lastimada de esta forma?!!

    Tosiendo gran cantidad del líquido vital, la guerrera nacida en Perú sonrió con amargura y retiró la mirada.

    —Si hubieras sabido que… me encontraba así de grave… no me hubieses permitido llevar esta armadura… Así que tuve… que utilizar los últimos residuos de mi cosmos para crear la ilusión del Colibrí y… ocultarte mi estado real…

    Como amplia conocedora de medicina, Mar reaccionó rápidamente despojando a la protectora de la jungla del peso de la armadura dorada y del de la suya propia. Acto seguido, rasgó retazos de tela de su vestido lavanda a fin de improvisar vendas.

    —Lo siento… ¡Lo siento mucho! —se disculpó la griega a punto de derramar lágrimas, al tiempo que intentaba detener sin éxito los copiosos sangrados—. ¡Fui yo la que te dejó en este estado y aún así intentaste ayudarme…!

    —¡Basta! —la detuvo enfadada la herida doncella, tomándola firmemente de ambas muñecas—. ¡No me humilles pidiéndome… disculpas!! ¡Cumpliste con tu deber de guerrera y no deberías lamentarte por ello!!

    Tan efusivas palabras gritadas con todo su aliento, le provocaron una dolorosa e incontenible tos, mas de alguna forma logró reponerse y continuar con su severa reprimenda:

    —¡Ya deja de ser así de blanda y compórtate como una digna protectora de Atenea! ¡Por Viracocha, te encuentras en predios enemigos! ¡Si no tomas en serio tu situación de una buena vez, morirás sin duda en territorio inca!!!

    El severo sermón de su antes oponente le ayudó a reaccionar a las malas. Y así la más inexperta de las Amazonas de Atenea logró controlar sus nervios y descubrir lo que creía no poseía: La sangre fría para actuar.

    Enjugando con cierta rabia sus lágrimas, Mar sentó a la Guardiana a la sombra de un frondoso árbol tropical para acomodarla de espaldas a su tronco. Tras esto, e intentando imitar la actitud seria de quien la acababa de regañar, se las arregló para cargar en silencio la cloth de Tauro.

    —Cavillaca, no te vayas a mover de este lugar… Si lo haces perderás más sangre y serás tú la que morirá en territorio inca.

    Los ojos celestes de la chica de Rodorio se vieron más brillantes y rigurosos al pronunciar con gran autoridad su orden.

    Al ser testigo de la naciente actitud de quien hace poco la había derrotado, la guerrera precolombina no pudo ocultar el naciente orgullo que sintió.

    —Así me gusta verte, Mar… Ése es el carácter que debe mostrar una mujer que lucha por lo que ansía proteger —alzando con dificultad el brazo, la representante de Colibrí señaló un sendero camuflado entre la vegetación—. Te encuentras a pocos metros de los páramos de Hanan Pacha. Sigue en línea recta por allí y lograrás alcanzar el lugar de la batalla.

    —Agradezco todo lo que has hecho por mí —resaltó Coma Berenices con solemnidad, mientras se giraba dispuesta a continuar su aventura—. Así que en honor a mi rango de Amazona de Atenea, te compensaré por tu ayuda en un futuro.

    —Es curioso que se hagan llamar ‘Amazonas’. Wayra me aseguró que… así nos denominaban solamente a las guerreras que protegemos las selvas sudamericanas. Sin embargo, tras combatir contigo… debo admitir con honor que te has ganado ese apelativo. Te reconozco como una de las mías… como toda una valiente ‘Amazona’.

    —Aprecio tus palabras, Cavillaca —respondió la más joven, intentando ocultar su regocijo con un hablar digno y pausado, procurando no girarse para que su postrada acompañante no sea capaz de observar su amplia sonrisa—. Qué gusto poder ser una orgullosa ‘Amazona’ junto contigo.

    Sin decir nada más, la Ateniense encendió su disminuido cosmos a fin de ser capaz de correr con el peso de ambas cajas doradas. Su destino la esperaba al otro lado de Eldorado.

    —Mar… espera… Antes de que te marches, solo hay una última cosa que quiero pedirte… Acércate por favor…

    Con cierta extrañeza, la aludida acató la petición y se volteó nuevamente, notando en ese momento que la maltrecha guerrera Shuar acercaba las manos a su ensortijada melena alba. Su objetivo era tomar el hermoso ornamento que complementaba su nata belleza natural: una pluma que resplandecía con todos los colores del arcoíris.

    —Quiero que cuides esta reliquia —le pidió la trigueña, extendiendo ambas manos en actitud casi suplicante—. Significa mucho para mí por todo lo que siempre representó en mi vida.

    Al arrodillarse Mar a pocos centímetros de donde ella yacía, la inca fijó con delicadeza la pluma en la larga cabellera negra en trenza de quien hace poco la escoltaba.

    —Pues te informo que este bello objeto ahora también forma una parte valiosa de mi vida —le susurró al oído con ternura la de cloth negra—, ya que es mi mejor amiga quien me lo está encomendando.

    Cavillaca no pudo evitar sonreír ante aquellas dulces palabras. Por primera vez en toda su vida logró sentir la calidez más pura de un ser humano.

    —Con esta pluma que te encargo… acepto el… regalo de tu… amistad… Protege a la humanidad en… mi nombre… amiga mía…

    Musitado esto, la guerrera selvática fue vencida por sus heridas y el sobreesfuerzo. Tan crítico era su estado, que la pérdida de sangre provocó que se desmayara sin remedio entre los brazos de su única y más sincera amiga.

    Recostando a la desvanecida joven entre la vegetación, Mar dejó a un lado el pesar que sentía y lo reemplazó con una seria convicción. Sin dudarlo, se adentró por el camino que le acababan de señalar. Las pandora box doradas parecían no pesarle en absoluto.

    —«Quiero creer que en algún momento de nuestras vidas, ambas podremos conversar, divertirnos y reírnos juntas, tal y como lo harían dos verdaderas amigas… así que no mueras, Cavillaca…»


    ==Maravilla Suprema, Páramo de Hanan Pacha==

    El combate aéreo entre Wayra de Cóndor y Raistlin de Lobo tomó apenas milisegundos en desarrollarse. Como consecuencia del mismo, el Guardián inca fue impulsado con violencia contra el huerto que se suponía debía proteger, para luego impactar de manera devastadora sobre éste.

    Por su parte, el mayor de los hermanos lemurianos se precipitó en caída libre sobre un maizal cercano. Ya no poseía la energía necesaria para aterrizar correctamente y su maltrecho cuerpo amenazaba con estrellarse sin remedio desde una altura bastante considerable.

    Justo cuando la cabeza de Raistlin estaba a punto de chocar contra la tierra, alguien detuvo su trayectoria y logró resguardarlo entre sus poderosos brazos.

    —Te felicito, hermano… Lograste vencer por tu cuenta a ese Guardián.

    Cuando el Lobo reaccionó ante esas palabras llenas de orgullo, apenas logró levantar la mirada para vislumbrar con dificultad el radiante rostro que le sonreía ampliamente. Su hermano menor, Caramon de Oso, aún se mantenía con vida y, a pesar de encontrarse aquejado por graves heridas, logró reaccionar a tiempo para rescatar de la muerte a la persona más importante para él.

    —Hermano… Creí que no volvería a verte sonreír nuevamente —manifestó con dificultad el más pequeño de los de bronce—. Me alegra…

    —¡Vaya! ¡Parecería que no me conoces, hermanito! —reaccionó el menor de los lemurianos con su característico entusiasmo—. ¡Hará falta mucho más que una simple pérdida de sangre para detener al gran Caramon de Oso!!

    —¡Santos de Atenea!!!

    Aquel potente grito arruinó el momento emotivo, retumbando severo entre las plantaciones agrícolas. El duro énfasis con el que la exclamación invadió el ambiente, sin duda logró alarmar a la pareja de Caballeros de Bronce y más cuando ambos vieron emerger erráticamente a su poderoso rival entre las mazorcas doradas.

    —Nadie… en toda mi vida, me había lastimado de esta forma…

    El fornido Guardián de Kuntur avanzaba en pose amenazante hacia los invasores de su territorio. Aunque su andar era irregular, aun así era intimidante, ya que con cada paso que daba el sudamericano, la tierra retumbaba bajo sus pies.

    Wayra sangraba profusamente por un costado de la cabeza y también a través del área donde recibió el golpe de energía concentrada. A punto estuvo de perder la calma a causa de una naciente ira que nunca conoció anteriormente, pero logró controlarse debido a su naturaleza noble. Respirando profundo, recordó que se encontraba en medio de una digna lid contra dos jóvenes que lo estaban dando todo de sí para lograr la victoria.

    —Los felicito por haberme herido de esta forma, jóvenes Santos —enalteció, a la vez que palpaba por instinto el enorme agujero que dejó Raistlin en su peto—. De no haber sido por esta armadura que el mismo Viracocha forjó para mí, aquella técnica llamada ‘Aullido Mortal’ habría acabado instantáneamente con mi vida…

    Los hermanos tibetanos se sintieron acorralados y en cierta forma indefensos al encontrarse en una situación tan crítica. Lo habían hecho todo para igualar el nivel de poder de su rival, pero hasta el momento no fueron capaces de alcanzar todavía la esencia del cosmos.

    Por su parte, el también llamado ‘Cóndor de los Andes’ rebosaba de un creciente poder que se arremolinaba a su alrededor en la forma de una bella aura de viento color azul. En un instante, los Atenienses entendieron en silencio por qué Wayra afirmaba que había sido bendecido por el mismo dios inca llamado Manco-Cápac. De hecho, a Caramon le pareció que su contendiente podría ser la reencarnación de aquella poderosa deidad precolombina.

    —Espabila, hermano —le ordenó severo Raistlin, al notar la expresión de inseguridad en el más alto—. En este momento no nos queda más que intentar igualar su nivel y atacarlo al mismo tiempo para vencerlo.

    El aludido se llenó nuevamente de esperanzas gracias a aquellas decididas palabras, así que haciendo un gran esfuerzo, se posicionó a un costado del portador del Lobo y con gran empeño, se encomendó en la tarea de elevar su energía cósmica junto con él.

    —Sé que esta no es la primera vez que dos hermanos luchan juntos por Atenea —comentó Caramon, sonriendo muy seguro—, ¡pero juntos haremos que generaciones enteras narren la leyenda de los hermanos de Lemuria que vencieron al poderoso Cóndor!

    —Espero que puedas respaldar esas palabras, joven guerrero, ya que si no logran detenerme en lo que planeo hacer, ambos morirán sin duda.

    En una repentina y violenta maniobra, Wayra dirigió un puñetazo contra su propio brazo izquierdo, logrando así destrozar su guantelete entero. Con orgullo reveló el tatuaje que celosamente escondía bajo el metal, el cual mostraba complejas figuras que evocaban —entre otros diseños— la iconografía con la que se representa a Viracocha desde la era mitológica inca. En aquel dibujo se resaltaban las formas cuadradas y los brazos extendidos en los el dios sostenía sus dos varas características. El confuso y a la vez bello tatuaje se extendía a lo largo de casi la totalidad de la piel de su musculosa extremidad.

    —Lo siento, pero ha llegado el momento de terminar de una vez con este honorable combate —amenazó el hombre de desordenada melena negra, acentuando la seriedad en su hablar—. Este tatuaje representa la bendición de Viracocha y Manco-Cápac. Con su tinta sagrada seré capaz de ejecutar mi máxima técnica.

    Esperando lo peor y aún luchando por alcanzar el nivel de fuerza cósmica de su contendiente, los Caballeros de Bronce alzaron la guardia por puro instinto.

    —¡Podrán haberme quitado mis alas, pero jamás me arrebatarán mi espíritu de lealtad y protección hacia los dioses incas! ¡Desaparezcan entre las sagradas líneas de mis ancestros! ¡‘Nasqa Intiwatana’!!!

    Tras gritar con autoridad el nombre de su ken, el Cóndor hundió con fuerza su puño desnudo en el campo, hasta el punto de enterrar la mitad de su brazo tatuado. Enseguida los dibujos grabados en su piel parecieron cobrar vida, ya que inquietos se movían, retorcían y giraban primero sobre el cuerpo entero de su invocador y luego sobre la extensión de páramo que lo rodeaba.

    La tinta se expandió veloz hacia los Santos a través del terreno, dibujando a su paso las mismas figuras místicas que se extienden a lo largo de la misteriosa Nazca. Una vez que las figuras a escala de animales alcanzaron los pies de los muvianos, ambos fueron completamente paralizados por un poderosísimo campo gravitatorio.

    —¡Maldición! —gritó Caramon, intentando forcejear desesperadamente con líneas luminosas que empezaban a trepar por su corpulento ser—. ¡No pienso rendirme ante este tipo de técnicas!

    —¡Esto va mal! —añadió el alterado Santo de Lobo—. ¡Esas líneas no solamente nos están atenazando, también están drenando nuestros cosmos!!

    —Efectivamente, joven guerrero —complementó con gran respeto el causante del suplicio, con el brazo aún clavado en tierra—. El ‘Equinoccio sobre las Líneas de Nazca’ despojará sus cuerpos de toda energía cósmica que encuentre y no contento con eso, también absorberá su energía vital, otorgándosela a la naturaleza que nos rodea.

    En efecto, la esencia espiritual de los dos Santos era canalizada hacia terreno andino. Como consecuencia, los pastizales que recientemente fueron destruidos por la técnica de viento de Wayra estaban siendo restaurados gradualmente. De igual forma, el destrozado huerto que protegía, también empezaba a regenerarse y a mostrarse más radiante que nunca.

    Al verse casi completamente mermados de fuerza, los hermanos supieron que llegaron al momento más crítico del combate.

    —Raistlin… —lo llamó el más espigado de los Santos, dejando caer su peso sobre una rodilla—. Sé que… mientras continuemos elevando nuestros cosmos, más fuerte se volverá la técnica de Wayra, pero en este momento no tenemos más opción que…

    —Entiendo, Caramon… —le interrumpió el mayor de los hermanos, interpretando sus intenciones y esforzándose aún por soportar el duro castigo—. O despertamos en este momento el Séptimo Sentido, o simplemente moriremos…


    ==Hace siete años. Torre de Jamir==

    Enclaustrado en la biblioteca de la torre de su maestro, un pequeño niño lemuriano de larga cabellera verde claro escrutaba ansioso un sinnúmero de libros y pergaminos.

    —No lo entiendo. ¡Simplemente no lo entiendo! —se dijo a sí mismo el jovencito, acentuando la frustración en su rostro—. ¡¿Por qué no puedo comprender el secreto de la fuerza de los Santos de Atenea?!! ¡No es lógico!!

    —No todo se puede explicar con lógica, Raistlin…

    Solo con la intervención de aquella comprensiva voz, el futuro Lobo se distrajo de sus exhaustivos estudios y, tras girarse, contempló la serena figura de su mentor.

    —Maestro Kiki…

    El Santo de Oro de Aries vestía su atuendo casual de reparador de armaduras, el cual traía a la memoria el mismo que solía ataviar a su propio mentor, el legendario Mû, cuando no portaba su cloth.

    —Ha pasado una semana desde que te encerraste en esta biblioteca. Creo que deberías descansar un poco.

    Posando su cálida mano en el hombro del chiquillo, el protector del Primer Templo del zodiaco instó a su joven aprendiz a abandonar su tarea, pero éste, testarudo, tomó un gran rollo de papiro y se puso en la tarea de leerlo en silencio. Al ser testigo de aquella decidida actitud, el lemuriano de Aries no pudo evitar sonreír satisfecho.

    —¿Te confieso algo, Raist?

    La inusual pregunta desconcentró al niño, quien tras observar con duda a su tutor, asintió con curiosidad.

    —Te escogí como mi alumno porque vi un gran potencial y talento en ti. No solo cuentas con una inteligencia extraordinaria, también posees otras habilidades de las que todavía no estás consciente.

    —¿Habilidades?

    —La lógica, el conocimiento, el talento y el entrenamiento son importantes sin duda, mi joven alumno, pero ellos se deben complementar también con la experiencia y con tu motivación para querer ser un Santo. Y es justamente aquello lo que no podrás encontrar en ningún texto de esta biblioteca.

    Escuchando esto, el apesadumbrado niño bajó la cabeza con decepción.

    —Cómo podría obtener experiencia y motivación, si ni siquiera poseo fuerza…

    Kiki teletransportó a sus manos el casco dorado de su armadura de Aries y con cuidado lo colocó sobre el escritorio en el que el niño tibetano había apilado gran cantidad de libros.

    —Raist, posa tu mano sobre este casco de oro y sincérate conmigo al decirme tu razón para querer ser un Santo de Atenea —le solicitó el mentor con su característica amabilidad.

    El joven alumno acogió la petición y con emoción tocó por primera una armadura dorada. La sensación de calidez que ésta transmitía, le dio seguridad para hablar.

    —Mi mayor deseo es convertirme en un Santo porque ese es mi deber… Usted nos acogió a Caramon y a mí y nos entrenó, instruyó y cuidó por varios años. Por esa razón no lo decepcionaré y obtendré la protección de una constelación. En su nombre, no fallaré, maestro Kiki.

    Sin duda el castaño sintió gran orgullo al escuchar palabras tan decididas, aunque esa no era la respuesta que buscaba…

    —Ven conmigo, Raist. Demos un paseo fuera de la torre.


    ==Hace cuatro años. Campos de Entrenamiento, Santuario de Atenea==

    Varios soldados rasos del Santuario se divertían maltratando a un muchacho en ropas de entrenamiento. Aquel joven de larga cabellera blanca y apariencia infantil recibía pasivamente los golpes sin emitir ni un ligero sonido de dolor u oponer resistencia.

    —¡Miserables! ¡Déjenlo en paz!!

    De entre lo alto de unas rocas, un personaje ataviado en armadura saltó enojado hacia la escena. Caramon, el Santo que hace menos de una semana ganó el derecho de vestir la cloth de Oso, se encontraba indignado por la actitud abusiva de los soldados.

    —¡Lárguense de aquí inmediatamente! —ordenó furioso el recién llegado—. ¡Deberían avergonzarse de llamarse protectores de Atenea! ¡Se supone que debemos salvaguardar a los débiles y no aprovecharnos de ellos!!

    La decena de soldados anónimos retrocedió disimuladamente y, apretando los dientes de impotencia, se retiraron sin protestar al sentirse intimidados por el rango y la corpulenta apariencia de quien los había reprendido.

    Mientras tanto, la víctima del maltrato se esforzaba por reincorporarse por sus propios medios.

    —¿Te encuentras bien? —le preguntó el Caballero con sincera preocupación—. ¿Necesitas ayuda?

    —No... Esto no significa nada —respondió el joven más pequeño y delgado en tono neutral e indiferente—. Ya me he acostumbrado a este tipo de tratos.

    —Pues no deberías hacerlo, amigo. Créeme que cuando apenas llegué al Santuario, también me menospreciaban de esa forma por ser pequeñito como tú. ¡Pero entonces me cansé de eso, comí bastante y entrené duro para obtener el cuerpo fuerte que ves ahora!!

    Aunque Caramon hacía alarde de fuerza, mostrándole de manera cómica los bíceps a su interlocutor, éste no reaccionaba a los intentos del Santo por sacarle una sonrisa. Su actitud se mantenía fría y distante.

    —Gracias por tu ayuda, Caballero de Bronce —agradeció sin ganas el trigueño por inercia, con sus ojos castaños abstraídos en lo alto de las Doce Casas—. Me marcho…

    Los golpes recién recibidos parecían haber causado estragos severos en el de melena alba. Un mal paso provocó que tropiece y caiga nuevamente de bruces en tierra.

    —Vaya, más humillación para mí… —se dijo a sí mismo entre dientes el postrado—. Seguramente este sujeto se reirá de mí, como lo hacen todos al ver mi apariencia débil…

    Sus suposiciones fueron equivocadas y en lugar de burlas, recibió la discreta ayuda del nuevo Oso.

    Levantándolo con absoluta facilidad, Caramon sentó al arisco joven sobre sus grandes hombreras. Acto seguido, se dirigió al lado contrario al que él intentaba ir.

    —Bájame… no necesito que me carguen de esta forma…

    El Caballero hizo caso omiso de aquella orden pronunciada sin autoridad. Haría falta mucho más que una mala actitud para cambiar el carácter amigable y bonachón de Caramon.

    —¡No, señor! ¡Usted tiene un esguince en el tobillo y ahora mismo vamos con el médico de las barracas para atenderlo! ¡Sosténgase bien, porque la ‘Ambulancia Caramon’ lo llevará con una guapa enfermera!

    Sonrojándose ligeramente al sentir vergüenza ajena, el muchacho en ropas de entrenamiento dio un suspiro de resignación y simplemente permitió que lo lleven a atender sus heridas. Su contrariada mirada daba entender que hubiese preferido que Caramon se ría de él y lo deje abandonado, a que lo lleve en hombros como a un niño.

    Habían pasado varios minutos del trayecto en silencio, y ya que el joven sin armadura no tenía intención de decir palabra, su alegre acompañante se dedicó a cantar de manera desentonada una de sus melodías favoritas:

    —“Siempre la verdad vencerá a todo el mal. Y si tú quieres ser un guerrero, ¡vencerás! Con todo el poder, llegarás hasta el final. ¡Si los sueños se van, el cosmos te guiará!” ♫ ¡Vamos, te toca cantar el coro, amigo!

    —No conozco esa canción, lo siento…

    Pese a la apatía que mostraba su protegido, el Caballero no dejó su actitud jovial y contento continuó cantando aquella tonada y algunas más.

    —“¡Fuerza y valor! ¡Activando el cosmos! El mundo brillará. ¡Solo di que sí!” ♫

    —Oye… Caballero de Bronce… —le interrumpió el albino de repente.

    —Dime, chico.

    —En serio no sabes quién soy, ¿verdad?

    —Pues no te había visto antes en el Santuario. Imagino que eres aspirante a una cloth, como lo era yo hace poco. Aunque tampoco te había visto en los entrenamientos…

    —No importa, olvídalo…


    ==Hace siete años. Torre de Jamir==

    Varios minutos caminaron en silencio maestro y alumno a través de los áridos terrenos de las remotas cordilleras del Himalaya. El infante todavía parpadeaba con dificultad, al tratar de acostumbrar nuevamente sus ojos a la luz natural.

    Al fin el Ariano se decidió a hablar.

    —Yo también lo hice…

    —¿Qué cosa, maestro?

    —También me confiné por semanas en esa biblioteca y, al igual que tú, me frustré al no poder encontrar en textos la motivación que buscaba —la mirada del Caballero de Oro se perdió entre las montañas al recordar su pasado—: Mi maestro Mû fue tan bueno conmigo y me trató como si yo fuese su hijo. Tras su muerte sentí que de alguna forma debía pagarle todo lo que había hecho por mí y, por esa razón, me empeñé en heredar su título de Santo de Aries para homenajear su recuerdo. Pensaba que solo así podía atacar por mi cuenta al mal que le había quitado la vida, y erradicarlo de una vez por todas de este mundo… Qué equivocado estaba…

    Los dorados ojos del chiquillo miraban con atención el nostálgico rostro de su mentor, mientras que éste continuaba su explicación:

    —Los Santos de Atenea no somos guerreros entrenados para atacar usando la violencia. Al contrario, nuestro papel es el ser protectores, defensores de los inocentes. Si velamos por las nobles intenciones de nuestra diosa, es porque la humanidad nos necesita y no porque debamos pagar una deuda moral a nadie… No caigas en mi error, Raist. Si mi maestro cuidó de mí, fue porque ese fue su deseo inspirado por su bondad nata, y no porque estaba desesperado por entrenar a alguien que herede una armadura.

    Raistlin se quedó pasmado al escuchar tales revelaciones. Por primera vez en su vida vio claro el sendero que debía seguir.

    —¡Gracias, maestro Kiki! —vociferó el niño, con un entusiasmo nada habitual en él—. ¡Ahora entiendo lo que necesito para convertirme en un Santo de Atenea!!

    Sonriente, el reparador de armaduras vio feliz por primera a su alumno, quien cual potrillo corrió dando brincos hacia la Torre de Jamir.


    ==Hace cuatro años. Barracas, Santuario de Atenea==

    Estar varios minutos cerca de la cuarta persona que había sido amable con él, ablandó por un momento la actitud esquiva del en apariencia débil joven de melena blanca. En esa única ocasión, fue él quien se sinceró en una conversación.

    —Me recuerdas a alguien ¿sabes? —comentó con timidez en un hilo de voz—. Mi único amigo también posee tu mismo sentido de justicia y buen corazón. Y admito que… me gustaría ser como ustedes dos…

    —¿En verdad? ¡Vaya! ¡Se te agradece por el cumplido! Aunque sí que nos falta recorrer un largo camino para poder ser dos verdaderas personas de bien. ¡Por eso debemos esforzarnos cada día, amigo! ¡Y quizás en un futuro ambos podríamos convertirnos en poderosos Santos Dorados!

    —Sí que sueñas en grande, Caballero…

    —¡Pues debo hacerlo para igualar a mi maestro, el gran Kiki de Aries!

    No faltó mucho para que los jóvenes alcanzaran las barracas, así que el más fornido de ellos ayudó al de menor volumen a ingresar con cuidado en una de las rústicas covachas.

    —Puedo seguir solo desde aquí. Te agradezco por traerme, Caramon.

    —De nada, amigo. Y no olvides visitarnos en los entrenamientos. Seguramente el maestro Kiki te recibirá con los brazos abiertos.

    A punto estuvo el Santo de Bronce de dejar el lugar, cuando una duda más lo detuvo:

    —¡Vaya! ¡Qué descuidado soy! Si quiero charlar contigo en otra ocasión, debo conocer primero tu nombre para poder localizarte.

    El maltratado muchacho que ya se encontraba recostado sobre un catre sonrió ligeramente. Pareció tomarse unos segundos para reflexionar, pero al final decidió revelar su auténtico nombre por primera vez. Cuestión que era extraordinaria, ya que hasta el momento ni siquiera Saori conocía la verdadera identidad del guerrero conocido como Aldebarán.

    —Me llamo Zephyrus. Soy el Santo Dorado de Tauro.

    A Caramon se le heló la sangre al escuchar esas palabras. A punto estuvo de dudar de ellas y refutarlas, pero calló al leer la sinceridad y la fuerza en los ojos castaños del guardián de la Segunda Casa. Así supo para sus adentros que su interlocutor decía la verdad.

    Por primera vez en toda su vida, el usualmente parlanchín Caballero de Bronce no supo qué decir a causa de la sorpresa.

    —Jamás olvides esa jovial actitud que tienes, joven Santo —añadió Tauro con cierto dejo de orgullo en su voz—. Ese buen corazón que tienes, hará que llegues muy lejos y que logres tu objetivo de igualar a mi amigo Kiki. Tu destino, Caramon, es brillar como la estrella que me protege. Tu futuro… es dorado…


    ==Tiempo Presente. Maravilla Suprema, Páramo de Hanan Pacha==

    Tanto Raistlin como Caramon experimentaron con claridad sus recuerdos del pasado. Con ello lograron descubrir la última pieza en el rompecabezas llamado “iluminación cósmica”.

    —«Lo que necesitaba para ser fuerte, era el equilibro entre la calma y la pasión que desperté gracias a Shaka de Virgo —meditó con calma el mayor de los Santos, incluso cuando su energía vital estaba a punto de ser consumida por completo—, no obstante, había olvidado lo que el maestro me enseñó cuando era un niño… Lo que necesito para descubrir la esencia del cosmos, en realidad es algo muy simple: debo amar lo que hago y no cumplir mis propósitos por obligación… Seré igual que usted, señor Kiki: ¡El propósito de mi existencia será defender a la humanidad, porque amo la vida en este planeta!»

    —«Quiero creer en sus palabras, señor Zephyrus —reflexionó por su parte el más espigado y fornido de los hermanos muvianos, luchando por vencer con su peso al campo gravitatorio que amenazaba con aplastarlo—. Ahora más que nunca, estoy seguro de que lograré encontrarme con mi destino… ¡El destino que el poderoso Santo Dorado de Tauro trazó para mí! ¡Por esa razón, le ruego me permita brillar al igual la que la gigantesca estrella que lo protege!! ¡Permítame ser uno con Aldebarán!»

    El aura cósmica que se desprendía del cuerpo de Raistlin cambió de su frío gris habitual a un dorado resplandeciente. Al mismo tiempo, el cosmos azul oscuro de Caramon se tornó también áureo.

    —¡Juntos brillaremos como el oro!!! —exclamaron ambos al unísono con toda la potencia de sus voces—. ¡Este es nuestro momento!! ¡Nuestro momento dorado!!!

    Los alumnos de Kiki obtuvieron el Séptimo Sentido.


    ==Maravilla Suprema, Selva de Eldorado==

    —¡Pero qué…!!

    Mar se detuvo en seco al percibir que las armaduras de Aries y Tauro resonaron repentinamente. Al observarlas de reojo, notó también que ambas cajas brillaban de manera intermitente.

    —«Es increíble —pensó atónita—. Es como si ambas cloths tuvieran vida propia y ansiaran alcanzar un lugar específico».

    Al notar que estaba a punto de salir de la jungla, la Amazona aceleró su carrera.

    —¡Debo apresurarme! ¡Algo me dice que me necesitan urgentemente en esos pastizales!


    ==Maravilla Suprema, Páramo de Hanan Pacha==

    —Magnífico… —pronunció atónito el Cóndor, al ver el par de auras doradas que empezaban a expandirse a lo ancho de sus plantaciones—. Lo consiguieron… Estos jóvenes han igualado la fuerza de los Guardianes incas…

    Respirando profundo para recuperar su habitual talante riguroso, Wayra pegó un grito para luego reforzar con su puño libre la presión de las místicas Líneas de Nazca.

    —¡Eleven sus cosmos todo lo que gusten, guerreros! ¡Mientras más fuertes se vuelvan, más energía alimentará a mi técnica!!

    Casi con su último aliento, la joven Mar logró alcanzar el lugar en el que chispeaban destellos azules y dorados. Respirando agitada, observó a los tres contendientes, para luego caer de rodillas vencida por el agotador esfuerzo físico. Su mente y su instinto le ordenaban levantarse e intervenir en el combate, pero sus piernas le fallaron como antaño y le impidieron reincorporarse.

    La Amazona lo ignoraba, pero había cumplido su misión justo a tiempo.

    Las pandora box de las dos primeras constelaciones del zodiaco abandonaron a quien tan valientemente las trajo, y se abrieron con violencia para revelar los object del carnero y el búfalo de oro que Kiki reparó hace unas horas.

    Reaccionando al naciente cosmos dorado de los hermanos lemurianos, ambas armaduras se desensamblaron y se dirigieron presurosas hacia los cuerpos de los maltrechos jóvenes.

    Las casi destruidas cloths de bronce de Oso y Lobo abandonaron momentáneamente a sus dueños, para permitir que las impecables piezas de oro atavíen la totalidad de los seres de quienes acababan de ganarse su protección.

    Una fuerte luz áurea bañó no solo a los jóvenes muvianos, sino que también se extendió por todo el páramo. Wayra y Mar se vieron obligados a cubrirse los ojos al ser cegados por tan intenso destello y, lo que vieron cuando recuperaron la visión, los dejó prácticamente con la boca abierta.

    Ante el inca y la griega se erguían dos confundidos Caballeros de Oro, quienes por el momento serían conocidos como Raistlin de Aries y Caramon de Tauro.


    ==Maravilla Suprema, Entrada al Jardín de K’uen-Luen==

    Aquel escenario imitaba perfectamente a los sagrados santuarios taoístas dedicados a los Ocho Inmortales. Sendos edificios que eran considerados lugares santos de adoración desde la mitología china.

    La incontable cantidad de pagodas construidas en los costados de un sendero de cantos rodados, flanqueaba la carrera de un hombre ataviado en armadura negra.

    —La paz y tranquilidad que siento en este lugar es algo sublime —reflexionó en voz alta el hombre de larga cabellera azulada, avanzando raudo por aquel bello lugar—. ¿Acaso fuimos perdonados por los dioses y se nos permitió disfrutar del Paraíso?

    El guerrero detuvo su carrera intempestivamente al encontrarse frente a un puente de madera que atravesaba un pequeño riachuelo cristalino.

    —No… los dioses no nos perdonarían así de fácil —se corrigió, mientras escrutaba el lugar con la mirada—. Sin duda estoy vivo nuevamente. Una voluntad divina me resucitó bajo la sombra de ese árbol de gingko biloba en el cual desperté, y me otorgó esta armadura negra.

    Saga, el legendario Caballero Dorado de Géminis, aún trataba de asimilar su regreso a la vida. Había pasado poco tiempo desde que su alma fue liberada de aquella fría prisión oscura, y nada sabía de razón por la que se encontraba en ese recinto reconfortantemente iluminado.

    Aunque su mente estaba concentrada en intentar averiguar su situación actual, no pudo evitar sentirse conmovido por lo que vio tras atravesar el puente:

    Ante él se extendía un jardín multicolor de sublime hermosura. Percibir el delicioso perfume floral y contemplar la armonía con la que mariposas y aves sobrevolaban las delicadas flores, provocó un sentimiento de extrema paz en su corazón.

    —Esto es… precioso… —alcanzó a musitar el Geminiano por instinto, avanzando con cuidado para no dañar aquel jardín que estremecería hasta las lágrimas a cualquiera de un solo vistazo—. Una belleza como esta sería digna del Edén o del mismo Elíseo.

    Saga se estaba dejando llevar por aquel ambiente. Avanzaba sin voluntad, embrujado por el bienestar infinito que le ofrecía ese lugar que le pareció de origen divino. Solo la madurez e inteligencia que siempre caracterizaron al antaño Santo de Oro, le permitieron salir de tal ensimismamiento y concentrar la mente en su objetivo inicial:

    —No tengo tiempo para distraerme en este jardín —se dijo a sí mismo a manera de regaño—. Mi deber como Santo de Atenea es averiguar lo que ocurre en la Tierra en estos momentos.

    Levantando su brillante mirada azul, contempló con sumo pesar la horrible imagen que contrastaba con la belleza del terreno que estaba pisando. El destruido Santuario de Atenea se extendía en el firmamento, como mudo testigo de la destrucción que amenazaba al planeta entero.

    Cuando concentró su atención nuevamente en aquel extenso jardín, notó que una gigantesca torre de estilo arquitectónico chino se erguía en sus confines. Tan monumental edificio le recordó a la legendaria ‘Torre de Porcelana de Nanking’ sobre la que había leído en incontables ocasiones.

    En silencio Saga se dispuso a llegar a aquella gran pagoda con el propósito de buscar información que le ayude a entender su situación.

    No obstante, a medida que el legendario Géminis avanzaba, un curioso fenómeno tenía lugar: El movimiento de las pequeñas criaturas que habitaban las flores se veía extrañamente ralentizado. Tras esto, el escenario entero era iluminado y oscurecido intermitentemente con cada paso que daba el Caballero Negro.

    Sin duda, él más que nadie conocía aquella técnica…

    —¡No me engañarás con un ken de Géminis! —gritó amenazante a la nada el hombre de larga cabellera azulada—. No me gustaría dañar este bello jardín solo para hallar a un enemigo, ¡pero si no sales y me enfrentas, lo destruiré todo hasta encontrarte!

    La fuerte risa de un hombre hizo eco en la extensión de flores de variados colores.

    —Deberías ver la expresión en tu rostro, Saga —se burló una voz conocida desde el vacío—. ¿Acaso vas a mostrarme nuevamente el lado siniestro de tu personalidad que por poco acaba con la vida de Atenea?

    El plano de la realidad se abrió en forma horizontal en medio del aire, mostrando una confusa dimensión. Planetas, galaxias y estrellas parecían danzar en esa oscura distorsión espacial que se extendía hacia el infinito.

    —Nos volvemos a encontrar nuevamente —profirió incrédulo Saga entre dientes, al reconocer al hombre que apareció desde aquella oscuridad—, hermano Kanon…

    Ante el Caballero Negro se presentó su gemelo…

    Dejando a un lado la sorpresa que recibió al ver nuevamente al antaño Dragón Marino, la atención de Géminis se desvió a la apariencia complementaria del recién llegado… Kanon cubría su cuerpo con una armadura blanca, casi platinada, la cual también representaba a la tercera constelación del zodiaco. Sin embargo, lo que más le perturbó a Saga, fue ver a su gemelo mostrando unos ojos rojos rebosantes de maldad y una cabellera teñida de un oscuro gris…

    Continuará…

    ***

    Comparto con ustedes la ilustración de otro de los personajes de la historia:

    Wayra de Cóndor

    [​IMG]

    Gracias a mi esposa por el excelente trabajo de colorización. Saludos desde Ecuador.
     
    Última edición: 2 Julio 2020
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    Comentario Capítulo 45.

    Hola Kazeshini, me he venido a dar una vuelta aprovechando las vacaciones laborales, aunque aquí en casa aún hay bastante en qué entretenerse.

    No sé si fue mi percepción pero noté que el episodio está un poco más extenso de lo común y cuando lo leí me di cuenta de la razón. Veo que hay varios frentes de batalla, estás moviendo tus piezas y ha sido una buena jugada, esta forma de presentarnos los escenarios y dificultades en que se involucran nuestros héroes es atractiva aunque también insoportablemente cruel pues si nos interesamos en un duelo específico tenemos que esperar a que nos lo ofrezcas, y me refiero, adelantándome un poco, al enfrentamiento que al parecer tendrá Senshi contra Quetzalcóatl o algún otro dios mesoamericano, cuando leí las primeras palabras se me hizo una sonrisota y de inmediato pensé: “dragón contra dragón”, me encanta la idea, claro que sólo supongo pero me ilusionó desde ya.

    Aprovechando que hablo sobre los dragones, Shiryu y Seiya lucen como en los viejos tiempos, como un par de amigos incondicionales, fue muy grato encontrarlos tan animados y más al enredarse el ahora Sagitario con el tema de la paternidad sobre Kenji ¿en verdad es su hijo? Has ofrecido información suficiente para considerarlo seriamente, pero cómo sería posible que Seiya no lo supiera ¿algún encantamiento, un juramento? Eso está bastante interesante.

    Pasando a Shun, veo que ha sentido la caída de su hermano y esto por supuesto que lo ha afectado, caray, y en una situación bastante apremiante, en pleno confrontamiento con esos personajes, deduzco, vasallos de Morrigan. Y qué decir de Anna, la pobre está sufriendo los estragos de su batalla contra Aibhill y se ha desvanecido, haber si cuando despierta sólo es para darse cuenta del lugar tan tétrico en que se ha metido, por favor que alguien los ayude dónde están los refuerzos? ¿Acaso Marin, Shaina y Touma serán los esperados refuerzos? Ellos también se recuperan de sus heridas y no sé pero como que los veo en peores condiciones que otros caballeros, vamos a ver para cuánto más les alcanza.

    Nü Wa es diferente, se nota que no festeja la guerra ni la muerte, pero esa sentencia de que eliminará a cualquiera que llegue a sus dominios, puf, y aquí viene otra linda sorpresa ¡¿Alalá!? Creo que así le llamas a tu mujer ¿no? está inspirada en ella ¿has elegido a Nü Wa para que sea su contrincante? ¿Está enamorada de Saga, es tu favorito? ¿Por qué él? Esta batalla será muy interesante de leer.

    Hablando de Géminis, la heredera y ¿Kanon? Por donde le vea, tengo un signo inmenso de interrogación, la chica es un misterio de por sí y ¿qué hace Kanon ahí? Debe ser él, pero ya está muerto ¿cómo es que regresó? ¿será el único guerrero de otra orden que aparezca o vendrán más? Absoluto misterio, lo aminoró la presencia de Hyoga, ya lo quiero ver en acción, sus batallas siempre son trágicas y eso le da un superlativo a la acción, creo que soy malo, disculpa Hyoga.

    ¿Fue un sueño la escena de Evan y Natassia? Qué lástima, fue verdaderamente hermoso ver cómo parecía que se relacionaban más y más los guerreros de Bronce, me gusta la pareja que forman. Desde el inicio del párrafo hubo algo extraño al mencionar que estaban en Grecia, pensé: “¿Grecia?, pero si Evan estaba en Estados Unidos ¿cómo pues?”. Así que ahora quiero conocer al causante de esa ilusión para hacerle pagar su osadía ¿o fue un recuerdo de la chica del Cisne?

    Helena de Piscis y el nuevo Máscara Mortal son personajes fascinantes, una es una belleza en exceso y el otro es un enigma hasta para él mismo, los herederos de caballeros con reputación de malos tendrán que esforzarse por limpiar esa imagen y a lo que se ve, pronto entrarán en acción.

    En otro duelo, Asura, un rival muy atípico castigando a los también débiles Narella y Theron, pero la ayuda llegó y es así como vamos viendo a los nuevos Caballeros Dorados en acción, este par de hermanos tienen su carisma, me parece; ser testigo de lo que harán frente al dios hindú va a ser una buena experiencia.

    Finalizo con Saori, está en apuros y es menester que sus caballeros lleguen al auxilio. El lugar donde se encuentra me pareció hermoso, mágico, un paisaje de hielo de exquisita hechura es un obsequio para el lector, recrear estos escenarios en nuestras mentes es maravilloso, nos enamora de la lectura, el otro lugar que me gustó mucho fue el Bifrost, muy bien mi estimado.

    Bueno Kazeshini, espero poder venir mañana a leer y comentar el próximo capítulo que de seguro resolverá algunas dudas que me asaltan, quiere mucho a tu esposa y que Dios les sonría, un abrazo desde México.

    ¡Larga vida a los Caballeros de Atena!
     
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    Comentario Capítulo 46.

    Hey Kazeshini! Estas vacaciones sí que han sido provechosas.

    Vaya, este duelo entre Mar y Cavillaca ha sido interesante, comportándose ambas como honorables oponentes, el hecho de que la guerrera inca tratara a su oponente con ese respeto y firmeza a la vez demostró que aparte de ser una gran guerrera, sacó el potencial de la ateniense, sin embargo la máxima prueba de su grandeza radicó en reconocer su derrota y la ayuda posterior que le brindó a Mar; una batalla exige a los contendientes y les obliga a aprender con rigor inmediato el uno del otro y de la vida misma, casi siempre vimos eso en Caballeros del Zodiaco y tú lo retomas de maravilla, aquí has mostrado la bondad de tu corazón para generar una hermosa amistad donde debía haber odio, sangre y muerte, qué gusto leerte.

    En cuanto a los otros caballeros he de reconocer que me sorprendiste pues yo pensaba que Caramon ya estaba muerto, pero no, regresó de entre las sombras para salvar a su hermano (¿en verdad son hermanos, o es algo así como amigos-hermanos?) y continuar juntos la batalla. Wayra es otro rival admirable y poderoso y parece ser que la única forma de derrotarlo será mediante la unión de los ahora ¿Caballeros Dorados? ¿Sólo están siendo protegidos por las armaduras o ya han sido elegidos como los nuevos portadores?

    Respecto a sus inicios como candidatos a Caballeros fue agradable verlos, me encanta conocer el origen de los personajes y aquí fue donde pude deducir (no asegurar) que Raistlin y Caramon no son hermanos de sangre. Me gustó cómo Kiki invitó al primero a buscar su motivación personal para ser un Santo; como profesor que soy entiendo que una de las estrategias más eficientes para trabajar con un alumno es justamente motivarlo, pues los niños tienden a comprometerse con el trabajo y disfrutarlo, es definitivamente una receta que difícilmente falla. Por otra parte, cuando hablabas sobre Caramon creí que éste estaba con Raistlin y para nada, era con Zephyrus pero ¿cómo es que se dejaba propinar una golpiza? ¿era una prueba? Por cierto, qué gracioso es Caramon, me divirtió mucho la escena donde canta y muestra su escultural cuerpo llevando consigo al Caballero Dorado de Tauro, je, je.

    ¡Y aquí viene el final del episodio! ¡¿Saga enfrentándose a la versión malvada de su hermano Kanon?! Eso no lo entiendo pero sé que lo voy a disfrutar ¡y mucho!

    Bueno Kazeshini, un placer volverte a leer, aún me quedan unos días de vacaciones y estaré al pendiente de la actualización, hasta entonces, que estén muy bien, un abrazo desde México.

    ¡Larga vida a los Caballeros de Atena!
     
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    Kazeshini

    Kazeshini Caballero de Junini

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    Saludos, Víngilot.

    Previo a la respuesta a tus comentarios, te agradezco por darte tu tiempo para continuar leyendo la historia y por comentarla de un modo tan detallado.

    Comentario Capítulo 45.

    Como mencionas, este capítulo fue más extenso que los demás. Esta entrega fue un preludio al arco argumental que vendrá a continuación, y de paso les conté la situación de varios personajes que no habíamos visto hace tiempo. ¡Pero sí que me descubriste! Justamente intentaba dejar la historia en la intriga de lo que ocurrirá con aquellos personajes con los que cada lector tiene mayor afinidad. El orden de los combates y contendientes ya lo tengo predeterminado, pero por ahora sólo te adelanto que, en efecto, tendrá lugar una batalla épica entre dragones…

    Pasando a la escena de Shiryu y Seiya, me gustó escribir sobre ambos en una faceta un poco más relajada y de colegas. Por allí entre bromas salió lo de Kenji… que ya aclararé a su momento en gran detalle.

    En el tema de Shun, quería resaltar la unión que tenía con su hermano Ikki. El mal presentimiento que tuvo de su desaparición es bastante decir. Y bueno, ahora que tres misteriosos personajes han hecho aparición, la situación se complicará mucho para él y para Anna, que es quien peor se encuentra tras su batalla. Tengo reservado algo bastante complicado para maestro y alumna.

    Marín, Shaina y Touma sí que se encuentran bastante aporreados. Por ahora los dejaré descansar y recuperarse antes de su próxima intervención.

    Como dices, Nü Wa es diferente a sus compañeros de Alianza. Entre los diez, podría considerarse como la más pacífica y serena. Hasta el momento hemos visto una pequeña muestra de lo implacable que puede ser, y pronto la veremos en acción.

    Con respecto a Alalá, te cuento que ella es el personaje que mi esposa pidió incluyera en la historia. En sus fics ella siempre relaciona a Alalá con Saga (porque es su personaje favorito de SS), así que decidí aprovechar aquello para dotarle a mi trama con toque un poco diferente. Justamente Alalá y Saga tendrán gran influencia en el arco que se viene.

    Sobre la escena del territorio nórdico en Bifrost, y como ya habrás leído más adelante en el siguiente capítulo, el Dragón Marino con el que Hyoga se encontró no es Kanon… pero sí es alguien que conoce al actual Acuario… Pero eso sí, la aparición de un Marina de Poseidón nos da una pauta para asegurar que guerreros de otras órdenes aparecerán en la historia.

    En el tema de Evan y Natassia, aquella escena en cursiva fue un hermoso sueño de la chica, en el que reflejaba sus deseos más ocultos por el Fénix. También me encanta la pareja que hacen ambos.

    Pasando a Helena y Sombra Mortal… tengo algo especial preparado para ambos. Como dices, deberán limpiar la imagen de malvados que dejaron sus antecesores.

    En el tema de Asura de Ganesha, tenemos a un enemigo como ninguno visto en Saint Seiya. De hecho, en este panteón tengo pensados guerreros que salen bastante de los estándares que conocemos. Lo que sí te aseguro, es que tendrán grandes duelos con los hermanos de oro y los amigos de bronce.

    Por último: Saori… Empecé con el clásico “Atenea está en apuros y debe ser rescatada por sus Santos” pero créeme que mi Saori peleará como toda una diosa de la guerra. Y por cierto, me alegra saber que logré describir bien los escenarios de la batalla. Mi intención era transportarlos a los lugares que veo en mi mente cada vez que escribo.



    Comentario Capítulo 46.

    Qué bueno saber que descansaste bien en tus vacaciones. Y qué bueno saber que logré entretenerte con estos capítulos de la historia. Hubiese querido publicar uno más la semana pasada, pero bueno, se presentaron ciertos asuntos.

    Entrando a la historia, con el combate contra Ra había dejado un poco atrás a lo que tenía planeado para Mar y Cavillaca. Un combate honorable era lo que deseaba para ambas, y más teniendo en cuenta la forma las razones por las que empezaron a batallar. Respeto y solidaridad es lo que quise transmitir con este combate, y esa, amigo, es la esencia de Saint Seiya como bien dices.

    En el tema Caramon – Raistlin, todo parecía perdido para el menor de ellos pero logró sobreponerse a la adversidad para socorrer al Lobo en el momento justo. Como leíste, sus historias son bastante diferentes y aisladas en sus pasados, pero los lemurianos son hermanos de sangre. Te cuento que para ambos me inspiré en dos personajes de una saga de libros que leí hace mucho tiempo: Dragonlance (de esos libros de fantasía ‘Tolkienianos’ que me gustan bastante) Homenajeé a los personajes Raistlin Majere y Caramon Majere que también son hermanos (y de igual forma, el hermano menor es el más alto y fornido, y el menor es el más sabio y enjuto).

    Con la escena del pasado de Raistlin he tenido el gusto de conocer tu profesión de docente. Bastante noble y admirable. No por nada la conocen como la profesión de las profesiones. Justamente tuve algunos maestros buenos en mi infancia (empezando desde mi madre) y aquello me inspiró para escribir la escena del pasado de quien sería el Santo de Lobo. Lo que más necesita uno cuando tiene problemas de aprendizaje, es comprensión, paciencia y motivación.

    Para el pasado de Caramon quise algo diferente y por qué no, hasta algo un poco cómico. Quise relacionarlo un poco Zephyrus, siendo éste una influencia en la vida de Caramon en el poco tiempo en el que ambos se encontraron. Y hablando del desaparecido Tauro, en los primeros capítulos mencionaba que los soldados rasos del Santuario solían maltratarlo, pero que él no ofrecía resistencia porque no quería hacerle daño a quienes tienen poder inferior al suyo. Aquello comprende un reflejo de la personalidad apática y conformista que tenía desde que llegó al Santuario.

    Y lo mejor para el final… encuentro entre hermanos en circunstancias adversas… Todo tiene una explicación, y poco a poco se irá develando a lo largo de este arco argumental…

    Por último, te agradezco mucho por tus buenos deseos. Que Dios los bendiga a tu esposa y a ti. Un abrazo desde Ecuador.

    ¡Larga vida a los Caballeros de Atena!
     
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    Kazeshini

    Kazeshini Caballero de Junini

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    Título:
    [Longfic] Saint Seiya - Saga: CATACLISMO 2012
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Acción/Épica
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    Palabras:
    4457
    [Saint Seiya/ Los Caballeros del Zodiaco] – Saga: CATACLISMO 2012

    Escrito en Ecuador por José-V. Sayago Gallardo


    CAPÍTULO 47: BAIHU, EL TIGRE BLANCO PROTECTOR DEL PARAÍSO

    ==Maravilla Suprema, Páramo de Hanan Pacha==

    Los hermanos Raistlin y Caramon lucían sorprendidos tras verse vestidos con sendas armaduras doradas. Con incredulidad observaban las piezas áureas que de una forma repentina los ataviaron apenas despertado su Séptimo Sentido.

    —Esta es… su cloth, maestro Kiki… —manifestó incrédulo el mayor de los muvianos—. Claramente puedo sentir su calidez y su espíritu vivo dentro de ella… Y no es solo eso, las piezas de la armadura rebosan de vida porque estoy seguro de que usted la acaba de reparar… Maestro, gracias por darme el honor de ser protegido por Aries.

    —Señor Zephyrus… siento que esta armadura dorada resplandece gracias al regalo de su vida… —señaló con nostalgia el hermano más espigado y fornido—. Ahora entiendo. Me está prestando el poder de su constelación de Tauro, para que sea capaz de conseguir un milagro… ¡Pues en ese caso le juro que no lo defraudaré!!

    Aunque los jóvenes Santos rebosaban de nuevas fuerzas, la técnica del Cóndor era tan intensa, que seguía ejerciendo una fuerte presión en la pareja dorada. La energía gravitatoria de las Líneas de Nazca era simplemente abrumadora.

    —¡Aunque ahora posean un cosmos similar al de los Guardianes incas, no obtendrán esta victoria! —aseguró con brío Wayra de Kuntur,—. ¡Gracias al poder de mis ancestros les otorgaré el descanso eterno en la Urin Pacha!!

    Pegando un grito lleno de coraje, el sudamericano lo dio todo de sí para incrementar el poder de su ken como nunca antes. Los estragos no se hicieron esperar y enseguida los nuevos Caballeros de las dos primeras constelaciones del zodiaco se vieron en serios problemas.

    —¡Hermano! —lo llamó Tauro de un grito—. ¡En esta ocasión podremos ejecutar perfectamente el ken del maestro!!

    Al notar que en efecto ambos poseían un nivel de fuerza similar al de un Santo de Oro original, Raistlin sonrío con gran seguridad.

    —Tienes razón, Caramon… ¡Haremos que él se sienta orgulloso de nosotros!

    Las figuras de Nazca seguían trepando por los cuerpos de los Santos, ansiosas por alimentarse con sus energías, pero, a pesar de esto, ninguno de los dos perdió la concentración. Cerrando los ojos, los lemurianos se juntaron espalda con espalda y avivaron sus cosmos dorados.

    Para la Guerrera de Cabellera de Berenice que observaba atónita la escena desde el suelo, fue increíble contemplar el momento en el que armonizaron los dos cosmos dorados en uno solo gigantesco. Muy para sus adentros, Mar sabía que ambos lograron tal prodigio debido a los fuertes lazos de hermandad que poseían.

    —¡‘Escudo de Cristal’! —vociferaron los hermanos al unísono con gran ímpetu.

    Una vez más se hizo presente el cubo luminoso formado de seis ‘Muros de Cristal’, erigiéndose poderoso alrededor de quienes lo habían convocado. La diferencia con respecto al anterior, era que en esa ocasión la resistencia de sus paredes de luz áurea estaba siendo reforzada por la máxima esencia de los cosmos de los hermanos de oro.

    La férrea defensa poligonal recién erigida evocó a las que el legendario Mû y su alumno Kiki edificarían en su momento, siendo en especial la capa de luz que constituía su base, la que tuvo la función providencial de separar los pies de los Santos de la técnica de Wayra, consiguiendo a la vez librarlos de la horrible presión de la gravedad aumentada y del drenaje de cosmos.

    —¡Inconcebible! ¡Mi máxima técnica ha sido anulada!

    La voluntad del inca era inquebrantable, así que a pesar de verse en una seria desventaja, no desistió en su intento de incrementar la fuerza de su ken. Sin embargo, su esfuerzo resultó inútil ante la perfecta coraza de cosmos dorado.

    —¡Ahora es el momento, hermano!! ¡Atácalo con todo tu poder!!

    La vehemente sugerencia del Dorado de Tauro fue acogida enseguida y, tras concentrar la mayoría de su energía luminosa en sus manos, Raistlin de Aries exclamó con autoridad el nombre de su ken de bronce:

    —¡‘Aullido Mortal’!!!

    Tras el ensordecedor bramido de un lobo, una fuerte ráfaga de viento cortante se manifestó a la velocidad de la luz y con la fuerza del Séptimo Sentido. Su potente arremetida fue tan devastadora, que logró quebrar sin problemas la pared frontal del ‘Escudo de Cristal’. La estrategia de su ejecutor era entremezclar su tempestad con los filosos fragmentos de vidrio cósmico, a fin de hacer más peligrosa su técnica.

    Wayra apretó los dientes frustrado tras ver la violenta técnica cortante acercándose a ritmo a vertiginoso. Tan veloz era el vendaval producido por su rival, que apenas lo pudo distinguir como una informe masa dorada, adornada con pequeños fragmentos luminosos.

    —¡Esto no acaba todavía! —vociferó ardido el Guardián, tras dejar de ejecutar su máxima técnica y empeñarse en manifestar otra—. ¡‘Aleteo del Cóndor de los Andes’!!!

    La enérgica tormenta que nació desde las alas invisibles de la ancestral ave de los incas, rivalizó con la misma intensidad con el ken del joven de larga melena verde claro.

    Segundos después de que colisionaran el viento azul del sudamericano y el dorado del muviano, una especie de peligroso remolino verde se originó entre ambos. Wayra y Raistlin luchaban por romper a su favor el balance de poderes, pero por más que derrochaban sus energías cósmicas no lograban provocar que el otro ceda.

    —¡Es tu turno, Caramon! ¡Acaba de una vez con él!!

    Entre la conmoción y el ruido producidos por las borrascas, El Guardián inca apenas pudo identificar la enorme figura que emergió veloz abriéndose paso entre las corrientes. Por un segundo le pareció ver a un furioso toro intentando embestirlo con salvaje furia, pero en poco notó que se trataba del actual Santo Dorado de Tauro, quien arqueando lateralmente ambos brazos a manera de cuernos, corrió frenético hacia su oponente.

    La oportuna distracción logró un desbalance de fuerzas a favor del Dorado, así que Kuntur no tuvo más opción que esforzarse más allá de sus capacidades para recibir con su cuerpo la combinación del ‘Aullido Mortal’ y de su propia técnica. Solo con el sacrificio de su integridad y la de su armadura añil, fue capaz de detener por completo los vientos que amenazaban con arrasar con el territorio que tan celosamente protegía.

    La acción tomó milisegundos en desarrollarse pero, aunque Raistlin había conseguido herir gravemente al Guardián, éste no pensó siquiera en claudicar al ver a pocos metros de él a quien se disponía a atacarlo con toda la potencia de su fuerza física y su cosmos en Séptimo Sentido.

    A Wayra no le importó saber de antemano que sus poderes sagrados habían sido disminuidos en su mayoría por Aries, así que sin vacilar se arrojó contra el corpulento guerrero que estaba a punto de propinarle dos certeros golpes.

    Los puños dorados de Caramon fueron detenidos en su mortal trayectoria por las manos abiertas del guerrero precolombino.

    Cóndor y Tauro empezaron un encarnizado forcejeo físico con nada más que sus cosmos y la fuerza bruta de sus brazos. Tanta era la presión que ambos ejercían para romper la resistencia del otro, que la tierra bajo sus pies empezaba a hundirse poco a poco y el páramo entero temblaba con frenesí.

    —¡No me rendiré!! —vociferó el menor de los lemurianos, desencajando con furia sus facciones a causa del extenuante esfuerzo—. ¡Obtendré esta victoria en nombre de Atenea, de mi maestro y de mi hermano!!

    —¡Jamás!! —rugió implacable el inca con un semblante más severo e implacable que el de su rival—. ¡A pesar de las desventajas con las que tengo que lidiar, defenderé el territorio sagrado de mi señor Viracocha!!

    El guerrero en armadura azulada sabía que no lograría resistir mucho al encontrarse tan herido y la vez desprovisto de su guantelete izquierdo. Para desgracia suya, al habérselo roto para ejecutar su ken secreto, su brazo no fue capaz de soportar la presión que ejercía la musculosa extremidad dorada de su antagonista y sus huesos fueron despedazados tras pocos segundos.

    Caramon lo ignoraba, pero al momento en el que el Guardián dejó su guardia abierta al retirar su destrozado brazo, ejecutó por instinto la técnica de Tauro conocida como ‘Brazo de Acero’. El espíritu de Zephyrus vivo dentro de la armadura le permitió a su sucesor conseguir tal proeza.

    El ken dorado logró impactar a quemarropa en el rostro del de melena negra, enterrándolo con violencia en el terreno.

    Atestiguando esto, el Santo de Aries cayó arrodillado con las manos sangrantes y respirando agitado tras conseguir el prodigio de reforzar las tempestades combinadas de Lobo y Cóndor hace unos minutos. Había resistido en pie a pesar de ya no tener fuerzas, así que vio seguro dejar caer su peso y dar un cansado suspiro de alivio, al saberse acreedor de la victoria.

    Al ver postrado a su hermano mayor, Caramon se apresuró en ayudarlo a reincorporarse. Raistlin estuvo a punto de dedicarle unas efusivas felicitaciones al nuevo Tauro, pero calló cuando ambos escucharon algo que logró horrorizarlos:

    —¡Santos de Atenea!!!

    Un furioso bramido emergió de la tierra, tras el cual un bastante vapuleado Wayra surgió a rastras desde cráter causado por su colisión y, con suma dificultad, logró ponerse en pies para encarar rabioso a los dos hermanos de oro. Acto seguido, extendió lateralmente ambos brazos a pesar del intenso dolor que sentía en uno de ellos.

    —Yo… yo no los dejaré continuar —añadió tartamudeando, pero también con gran autoridad—. Primero… deberán pasar sobre… mi cadáver…

    Los lemurianos alzaron la guardia al sentirse amenazados y acorralados tras contemplar la fuerza que transmitían los ojos castaños de su rival, quien a pesar de tener el rostro lleno de tierra y el cuerpo abarrotado de heridas; quería seguir luchando…

    Sin embargo, no pasó mucho tiempo para que el poderoso Cóndor se vea al fin mermado de fuerzas y resistencia a causa de la fatal acumulación de daño. Era humano como sus rivales después de todo, así que no pudo evitar dejar sus ojos en blanco y empezar a desvanecerse.

    —No… No lo conseguí… —musitó el andino en un suspiro final que salió de lo más profundo de su alma—. Perdóneme por… por no ser capaz de… proteger la Hanan Pacha… mi señor Viracocha…

    En la misma pose amenazante en la que se encontraba, el inca perdió el conocimiento aún estando en pie.

    Conmovidos por la escena, los jóvenes muvianos retiraron los cascos dorados de sus cabezas en señal de respeto por su desaparecido rival.

    —Todavía permanece con la cabeza en alto —resaltó el joven de menor estatura, al observar la solemne figura del Guardián quieto cual imponente estatua—. Sin duda este hombre es un digno representante del legendario pueblo inca.

    —Gracias, Wayra de Kuntur —añadió Caramon de Tauro, casi quebrándosele la voz—. Fue tu determinación la que nos ayudó a despertar nuestro verdadero poder. Jamás olvidaremos al noble guerrero que sigue defendiendo sus tierras aún después de vencido.

    —Hemos encontrado en un enemigo a un digno ejemplo de vida —secundó Raistlin de Aries, con una brillante mirada dorada que casi dejaba escapar lágrimas—. Cuando mi hermano y yo seamos adultos como tú, espero tengamos ese mismo valor y espíritu de protección que nos demostraste. Adiós, Cóndor de los Andes

    Tras dedicarle aquellas palabras al noble defensor de los páramos, la pareja dorada se dirigió hacia el lugar donde yacía la maltrecha Amazona de Cabellera de Berenice. Los dos tenían curiosidad por conocer a la jovencita en armadura negra que llegó para apoyarlos en el momento más crítico de la batalla.

    —«Ambos son increíbles —se dijo a sí misma la fascinada espectadora del encuentro, al ver a los hermanos acercarse con el porte solemne que otorga el vestir una cloth de oro—. Esos Santos que se parecen al señor Kiki lograron darle un giro completo al combate…»

    Mar intentó reincorporarse para reunirse con ellos, pero recordó que no podía hacerlo.

    —«Mis piernas… Una vez más ya no puedo sentirlas —reflexionó intentando esconder su desesperación con una amable sonrisa—. No entiendo por qué ya no soy capaz de caminar nuevamente…»

    Por alguna razón Coma Berenices fue incapaz de mover sus extremidades inferiores tras arribar a los maizales, y por tal motivo se limitó a observar la lucha sin poder intervenir…


    ***


    Varias culturas orientales consideraron como sagradas a cuatro bestias guardianas. Los también conocidos como ‘Sì Shòu’ en la China ancestral, son cuatro seres primigenios asociados con los puntos cardinales, las estaciones y las constelaciones; cuya función es salvaguardar al mundo de los espíritus malignos.

    Al este de la gran bóveda celeste se encuentra Qinglong, el rey dragón azur, asociado con la primavera y regente de los elementos de la madera y la luz. Al sur encontramos a Zhuqué, la gran ave bermellón, criatura mítica relacionada con el verano, el fuego y el conocimiento. En el oeste, el poderoso tigre blanco del otoño llamado Baihu, batalla ferozmente contra el mal gracias a su naturaleza de viento y metal. Y, finalmente, el norte del plano astral es la morada de Xuanwu, la quimera negra en forma de tortuga y serpiente, protectora de los doce animales del zodiaco chino y gobernante del invierno, el agua, la tierra y la virtud de la fe.


    ==Maravilla Suprema. Jardín de K’uen-Luen==

    Alalá de Casiopea, la Amazona de Bronce que ascendió a la fortaleza de los dioses gracias a su amigo Aioros; no encontró resistencia al adentrarse en territorio chino. Aun así, no se descuidó y con cautela caminó a través de la amplia pradera verde que se extendía a sus pies.

    Era su instinto el que la guiaba en su camino y era su corazón el que mantenía claro su pensamiento, no permitiéndole distraerse de su propósito de encontrar a Saga de Géminis. Haría falta mucho más que la sensación de paz y tranquilidad que se respiraban en el lugar para abstraer a la Guerrera de lo que más ansiaba.

    Tras aventurarse por un sendero escondido entre bellos árboles multicolores, alcanzó la parte central de un jardín decorado con clásicos ornamentos chinos. Muy para sus adentros, la doncella enmascarada se sintió embelesada al ser testigo de la extraordinaria hermosura natural que contemplaron sus ojos:

    Una incontable cantidad de flores de todos colores eran rodeadas por cristalinos riachuelos e impecables árboles frutales de todo tipo. Al caminar por inercia Alalá por aquel bello lugar, notó con curiosidad que algunas flores y frutas poseían preciosas formas irreales y simétricas, como jamás se habían visto en la Tierra, sin embargo, la planta que en realidad llamó su atención, fue la que se elevaba imponente en el centro del jardín chino: Se trataba de un espigado árbol de melocotones, el cual era el único que desprendía una brillante aura blanca.

    Tan precioso árbol resaltaba del resto no solo por la diáfana luz que lo bañaba, sino también por la abundancia y perfección de sus frutos, los cuales al ser tan apetitosos en apariencia, tentarían a cualquier mortal a atreverse a degustarlos. Casiopea no fue la excepción y, atraída por el embriagante bienestar que manaba la planta; olvidó sus propósitos por un segundo y le fue imposible detenerse a pensar en las posibles consecuencias de sus actos. En medio de su trance, extendió lentamente la mano derecha a fin de alcanzar uno de los ansiados frutos.

    —Es hermoso, ¿verdad? También me sentí extasiado cuando contemplé ese árbol por primera vez.

    La mujer de cabellos vino tinto salió de su ensimismamiento al escuchar la voz que con tanta calma y familiaridad le hablaba a sus espaldas.

    Tras voltearse, observó la figura de un joven hombre ataviado en una decorada armadura blanca con detalles en plateado. El aspecto sereno y casi angelical del recién aparecido, era complementado perfectamente por lo suave de sus facciones y su porte digno. Su corta cabellera lacia de color avellana claro era acariciada suavemente por la brisa, otorgándole a su lívida piel un tono que resaltaba el verde puro de su apacible mirada.

    —Es suficiente… No me dejaré engañar por apariencias —declaró con calma la aludida, al tiempo que tomaba una evidente pose de batalla—. Todo lo que he visto en este lugar ha sido solo perfección irreal. Solo meras ilusiones que intentan distraerme de mi misión.

    El hombre en ropajes metálicos albos pareció no prestar atención a las palabras y actitud desafiante de la invasora del jardín, así que con total calma dio un par de pasos al frente.

    —Tranquilízate, por favor —le instó él, sonriendo amable—. Aunque no me creas, para mí es un todo un gusto poder conocer por primera vez a un ser humano. Y lo que menos deseo es que esta ocasión especial se arruine con la violencia de un combate.

    La griega bajó la guardia por instinto al leer la sinceridad en las palabras de aquel joven, aunque todavía no confiaba del todo en él.

    —¿Por qué dices que es la primera vez que conoces a un ser humano? —preguntó con sorna—. ¿Qué eres entonces?

    —Disculpa mi falta de delicadeza. Todavía no me he presentado ante ti —haciendo una ligera reverencia, el castaño le sonrió una vez más a Casiopea—. Mi nombre es Téngfēi de Baihu, el tigre blanco del oeste. Soy el Guardián que custodia el ‘Melocotonero de los Ocho Inmortales’. Y con respecto a tus preguntas, digamos que soy un ser diferente a ustedes…

    Dirigiendo con lentitud el índice derecho a su rostro, el Guardián señaló el dibujo que tenía impreso en el centro de la frente.

    —Esto que ves, es la marca de nacimiento que identifica a todos los seres creados por la diosa Nü Wa, la bondadosa regente de la luz y las virtudes.

    —Nü Wa… Entonces ese es el nombre de la causante de lo que ocurrió en el Santuario. Pues lamento decirte que tu diosa bienhechora no es más que una destructora de vidas inocentes…

    Al escuchar tan seguras afirmaciones, Téngfēi se contrarió y desencajó ligeramente sus facciones en una expresión de molestia. Solo tras cerrar los párpados por unos segundos, logró recuperar su calmada actitud habitual.

    —Olvidaré tus ofensas hacia mi madre solo porque mi objetivo no es discutir ni combatir contigo. Mi naturaleza no es violenta como la humana, ya que, al ser yo el primer hombre de la nueva especie creada por la diosa Nü Wa; nací como un ser pacífico que solo busca cuidar este puro jardín. Lo único que pretendo es expandir este paraíso por toda la Tierra cuando la humanidad haya desaparecido, a fin de repoblar el planeta con la primera mujer de mi misma especie.

    Fue sobrecogedor para la Guerrera de Bronce conocer las intenciones de su interlocutor. Simplemente no podía concebir que tenía enfrente suyo a quien prácticamente sería el “Adán” contemporáneo que daría origen a una nueva era en el planeta…

    Tras un par de minutos de seria reflexión, sin previo aviso Alalá se puso en la tarea de encender su energía cósmica. Un aura púrpura que dejaba escapar pequeñas motas de luz del mismo color, se entremezclaba con las blancas que expulsaba el árbol de la inmortalidad.

    —Entonces todo se reduce a la clásica lucha por la supervivencia de la especie más fuerte —sentenció la humana, adoptando la pose que le serviría para ejecutar una de sus técnicas—. Mi propósito en el Santuario tampoco era batallar, no obstante, sabré desenvolverme perfectamente en la lid contra el ser que ha pronunciado su sentencia contra toda la humanidad…

    —Tu nombre… —la interrumpió amable la personificación del tigre blanco, ignorando el desafío—. Dame el honor de conocer la identidad de la valiente mujer que se aventuró en territorio chino.

    —Mi nombre es Alalá de Casiopea. Soy una de las Amazonas de Bronce al servicio de Atenea.

    —Alalá… tus palabras y tu cosmos me muestran agresividad y convicción, pero al contemplar los ojos que asoman a través de los agujeros de tu máscara, solo veo tristeza, nostalgia, dudas… No has ascendido hasta nuestra fortaleza para defender a la humanidad como afirmas. Al leer las ventanas de tu alma, puedo decir que tus verdaderos objetivos son… egoístas…

    Aunque esas palabras fueron proferidas en un tono comprensivo y hasta dulce, la Guerrera ahogó un suspiro de asombro al sentir que su alma era desnudada. En un instante tuvo la certeza de que, de alguna forma, el Guardián sabía que ella buscaba a Saga en la Maravilla Suprema.

    —Puedo sanar la tristeza que te aqueja —añadió calmado Baihu, al no escuchar réplica alguna—. Antes de que hagas tu primer movimiento, permíteme ofrecerte una tregua.

    Dicho esto, el Guardián asiático desapareció del campo visual de su consternada rival, para luego reaparecer a pocos centímetros de ella. La increíble velocidad que poseía el primer hombre de la nueva especie era simplemente abrumadora, así que Alalá no pudo reaccionar al sentir que la mano izquierda de Téngfēi se posaba delicadamente sobre su hombrera. Adicional a esto, el acogedor cosmos plateado que manaba el guerrero del oeste fue suficiente para mermar el de la doncella y paralizarla en un dulce letargo.

    —No temas. No me atrevería a lastimarte. —la tranquilizó, hablándole al oído con suma calma—. En recompensa por tu valor, te obsequiaré esto.

    Cuando Casiopea desvió sus entrecerrados ojos rojo oscuro, apenas notó que el castaño le estaba enseñando uno de los melocotones sagrados. Acto seguido, lo acomodó con suavidad entre las manos que eran cubiertas por guanteletes de bronce.

    —Este melocotón representa el final de tu melancolía. Basta con que le des una sola mordida, para que experimentes la felicidad más sublime hasta el último segundo de tu vida. Ahora que lo tienes en tus manos, puedes abandonar tranquilamente este jardín sagrado.

    La Amazona se sintió en un hermoso sueño al encontrarse tan cerca del guerrero de Baihu, y a la vez sosteniendo el precioso regalo. A punto estuvo de dejarse llevar por el infinito bienestar que le ofrecían, hasta que fue la imagen de Saga de Géminis proyectada en lo más profundo de su mente, lo que provocó que suelte por inercia la fruta divina.

    —No… no lo entiendo —profirió el joven visiblemente alterado por primera vez, al ver que el valioso objeto yacía sobre la hierba—. Lo que más ansían los humanos es la felicidad… Unos intentan fabricarla con el dinero, otros la buscan con falsos sentimientos que confunden con el amor, muchos incluso mueren sin siquiera conocerla… Yo puse la felicidad al alcance de tus manos… ¿y aún así la desprecias?

    —Te equivocas, Téngfēi —contestó la aturdida dama, sacudiendo la cabeza para salir del trance—. Hace mucho tiempo conocí la felicidad más perfecta. Y no creo que ninguna fruta me haga revivir esos momentos…

    —Ya veo... Entonces esa es tu respuesta definitiva —profirió el Guardián del otoño, disimulando su indignación con un hablar suave—. Es una lástima… pero no me queda más que evitar un conflicto, fusionando tu espíritu con el del Jardín de K’uen-Luen…

    La mirada rojiza de Alalá se vio sumamente alterada por la sorpresa al escuchar la sutil amenaza. Su reacción inmediata fue intentar golpear a quien la profirió a fin de distraerlo y alejarse del potencial peligro. No obstante, el tigre Baihu era conocido como el más veloz entre los cuatro ‘Sì Shòu’, así que no pudo evitar que éste la ataque con uno de sus poderosos kens:

    —‘Ilusión en el Paraíso de Qilin’.

    Raudo posó la palma de su mano libre sobre el vientre de la mujer griega. Enseguida una cegadora luz platinada saturó el jardín entero, produciendo con su expansión un agudo y fuerte sonido.

    La enorme cantidad de energía luminosa paralizó y dejó fuera de sí a su desprevenida víctima, despojándola completamente de voluntad. Tras recibir de lleno tan poderosa técnica, la Amazona de Bronce fue reducida a un ser inanimado, cuyas atónitas pupilas opacas y sin vida se veían perdidas en ninguna parte.

    —«Espero sepas perdonarme por esto, Guerrera, pero al rechazar mi oferta de paz, has sentenciado tu destino —reflexionó Téngfēi, casi derramando sinceras lágrimas de pesar al contemplar a la doncella en estado catatónico—. En compensación por haberte atacado de esta forma, mi técnica te permitirá contemplar para siempre una ilusión tan placentera, que no querrás despertar jamás de ella. Adicional a esto, tu cuerpo se conservará intacto por toda la eternidad en el jardín de mi diosa, convirtiéndote así en el adorno más bello que lo engalane».

    El Guardián del oeste no se equivocaba. La quieta dama lucía radiante al ser rodeada por la luz blanca que derrochaba el árbol de los Ocho Inmortales, ya que pequeñas motas de energía le daban una apariencia sublime, al resplandecer al contacto con su impecable cloth azulada.

    A punto estuvo el guerrero de Baihu de marcharse, cuando un detalle logró inquietarlo.

    —Esa máscara… no entiendo por qué las Amazonas de Atenea se empeñan en ocultar sus rostros de una manera tan minuciosa —se dijo curioso a sí mismo, inspeccionando de cerca a la humana ausente—. Espero que no te molestes si contemplo tu belleza natural, Alalá…

    Lentamente el joven acercó su mano a la careta metálica de la Ateniense. No dudaría al retirársela del rostro…


    ==Maravilla Suprema. Jardín de K’uen-Luen, Fuente del Rey Dragón==

    Todo era perfecta armonía en la bella fuente de mármol que evocaba la figura del mítico dragón chino. No obstante, los recientes acontecimientos que se suscitaron en el lugar, le otorgaron un nuevo aire funesto al otrora paisaje paradisiaco…

    Una enorme cantidad de sangre salpicó con violencia sobre el monumento y tiñó de un intenso rojo el agua de la pileta.

    El Guardián asiático conocido como Renshū de Qinglong no vio venir la sigilosa garra que se enterró de repente en el centro de su pecho, y no pudo evitar que su corazón sea arrancado de cuajo de una manera brutal y grotesca.

    Con su armadura bañada en la sangre desparramada de su víctima, la causante del asesinato se alejó caminando tranquilamente de la escena…

    —De… debiste acabar con la vida de ese hombre… —se dijo a sí misma balbuceando de forma mecánica la pelirroja enmascarada—. No… te sientas mal… por ello…

    La Amazona Dorada sin nombre de Géminis aceleró su marcha tras sentir que dos cosmos gemelos estaban a punto de enfrentarse en la distancia…

    Continuará…

    ***

    Comparto con ustedes el artwork de la Guardiana ica de la Selva de Eldorado:

    Cavillaca de Colibrí

    [​IMG]

    Agradezco a mi esposa por el excelente trabajo al darle color. Nos leemos en el próximo capítulo,
     
    Última edición: 2 Julio 2020
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    Hola Kazeshini, otro buen a capítulo a leer y comentar el que nos has ofrecido. Gracias por los buenos deseos.

    La batalla entre los hermanos y Wayra ha sido muy buena al igual que la técnica esta del Muro de Cristal, nulificando la técnica del Guardian y la embestida de Caramon ha sido todo un tributo tanto a Aldebarán como a Zephyruz. Y debo reconocer la determinación de Wayra por enfrentar a ambos aún con semejante poder, en Saint Seiya casi siempre veíamos que era al revés: el héroe combatía contra dos oponentes, aquí sucedió al revés y me agradó, además, esa postura al final de su vida también pasa a la memoria haciéndome recordar al mismo Aldebarán cuando en la Saga de Hades derrota y es derrotado por el gusano ese y queda en esa postura de ataque hasta que sus amigos descubren el cadáver de tan honorable Caballero Dorado. Excelente combate, pero ¿y Mar? ¿qué ha pasado con ella: debilidad? Afortunadamente Raistlin y Caramon están ahí para auxiliarle.

    Respecto a los dioses orientales ha sido muy esclarecedor leerlo, yo lo ignoraba y me gustó aprenderlo así, como lo manejaste. Y ver aparecer tan pronto a uno de ellos fue bueno, por un momento creí que lo dejarías como mera introducción y lo retomarías hasta otro capítulo posterior. Téngfei de Baihu es de un tipo de villano que me agrada, como si no despreciara ni al rival ni a la vida misma, sin hacer todo un escándalo en torno al combate, usando sólo lo necesario, respetando al rival, además poseedor de elegancia y gracia cual Mime, Sorrento, Shaka, Mü, es un villano muy interesante, vaya rival le elegiste a Alalá que demostró su propia dosis de control al resistirse al encanto y ensueño de alrededor, definitivamente Nü Wa usa otras tácticas de guerra, a diferencia de Ra o Morrigan, los dominios de la diosa son perfectos, auténticamente pelearán los Caballeros en el Paraíso. La amazona ha quedado en muy mal estado, necesitará que la apoyen y por lo que leí será ni más ni menos Saga el que la socorra, o al menos alguien que tenga que ver con la constelación de Géminis. Oye: ¿cómo ha sido posible que la Santa de Géminis derrotara con tanta facilidad a Renshu? ¿fue sólo el final de una batalla que nos mostrarás más adelante o es tan sólo la muestra del poder que detenta semejante guerrera? Qué bueno que está del lado de los buenos ¿o no? ¡Ya quiero ver a Saga y Kanon enfrentándose!

    Bueno, quedo a la espera del próximo capítulo y por supuesto que les deseo a ti y a tu mujer que estén muy bien, que Dios les sonría, hasta luego. Un abrazo desde México.

    ¡Larga vida a los Caballeros de Atena!
     
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    Kazeshini

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    Saludos, Víngilot.

    Paso a responder tus comentarios antes de publicar la continuación de la historia.

    Una de las cosas que más me gusta de Saint Seiya son las técnicas y sus nombres, y mientras más aprendo sobre ellas, más me las imagino en distintas variaciones. El ‘Escudo de Cristal’ es una muestra de ello.

    Sobre el combate de Wayra contra los hermanos, mi objetivo fue enfatizar el honor de mis ancestros sudamericanos. El que el Cóndor se haya desvanecido en pies, fue precisamente un homenaje a la muerte de Aldebarán en la Saga de Hades. Aunque no me gustó el modo en que fue vencido, sí me conmovió la forma en la que lo manejaron en el anime con la escena de la flor.

    Y bueno… algo le ocurre a Mar… Pasará algún tiempo para sepamos más sobre su situación y la de Caramon y Raistlin….

    Pasando al territorio oriental, te confieso que mi conocimiento sobre mitología china antes de empezar con este arco era nulo; pero mientras más leía sobre el tema, más encontraba tópicos interesantes para adicionar a la trama. Las cuatro bestias sagradas son una prueba de ello. Su existencia fue perfecta para la creación de los Guardianes de Nü Wa.

    Refiriéndome justamente a Téngfei, es interesante que lo compares con rivales serenos y elegantes que tan bien hemos conocido a lo largo de la serie. Ya hacía falta un contendiente como el tigre blanco en mi historia. Lástima que Alalá no logró oponerse al poder sagrado del primer hombre de la nueva especie.

    Sobre el escenario en el que se desarrolla este arco, quiero transmitirles la misma tranquilidad que me produce contemplar un hermoso jardín lleno de vida floral. Como ya vimos en el Elíseo, este tipo de escenarios logran dar un toque mágico y diferente a los combates.

    Renshu de Quinglong vs Géminis… Uff… aquella corta escena no fue una ilusión. De hecho ni siquiera fue un combate, como bien mencionas. Fue una emboscada a traición, que nos muestra que la portadora de Géminis oculta algo terrible en su interior… pero todo a su tiempo. Detallaré todo sobre esta misteriosa mujer a lo largo de este arco.

    Por último, te agradezco una vez más por continuar leyendo esta historia y por tus comentarios. Mil gracias también por tus bendiciones y deseo que tu familia y tú estén bien y felices.

    Mañana salgo de vacaciones, y por ese motivo estaré alejado de la escritura que me gusta tanto. Nos leemos en un par de semanas. Un abrazo desde Ecuador.

    ¡Larga vida a los Caballeros de Atena!
     
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    Kazeshini

    Kazeshini Caballero de Junini

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    [Longfic] Saint Seiya - Saga: CATACLISMO 2012
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    76
     
    Palabras:
    4454
    [Saint Seiya/ Los Caballeros del Zodiaco] – Saga: CATACLISMO 2012

    Escrito en Ecuador por José-V. Sayago Gallardo


    CAPÍTULO 48: XUANWU, LA QUIMERA NEGRA REGENTE DEL ZODIACO CHINO

    ==Maravilla Suprema. Jardín de K’uen-Luen, Entrada al Monte Penglai==

    Un colorido sendero de joyas de todo matiz era el que llevaba hasta un enorme umbral decorado con ornamentos chinos. Fue en este lugar donde la Amazona de Géminis detuvo su carrera al ver la montaña de jade que se elevaba al otro extremo.

    La recién aparecida ni se inmutó con la casi irreal belleza del lugar, así que enseguida se dispuso a continuar. No obstante, su avance fue detenido por un anillo de intensa luz blanca que rodeó su cuerpo.

    Casi apoyando la cabeza sobre su hombrera izquierda, la extraña mujer hizo el gesto de observar curiosa la aureola brillante que la rodeaba. No dudo al acercar lentamente su mano a fin de tocar el llamativo aro.

    —Yo no haría eso si fuera tú… —le advirtió una serena y melodiosa voz desde la nada—. La energía concentrada de ese halo sería capaz de desintegrar tu brazo entero con el simple contacto. No importa que pertenezcas a la orden de los Caballeros de Oro de Atenea.

    El resplandor de una fuerte luz le obligó a la Guerrera Dorada a apartar su enmascarado rostro. Lo que contempló cuando recuperó su capacidad visual provocó que mecánicamente levante la guardia en una extraña pose.

    Ante ella se presentó una hermosa joven ataviada en una asimétrica armadura blanca con detalles en negro y gris.

    —Mi nombre es Jíngfēi de Xuanwu, la quimera negra del norte. Soy la Guardiana de los Doce Animales del Zodiaco —se presentó cortésmente la doncella recién llegada.

    La principal característica física de Jíngfēi eran sus claros rasgos orientales, realzados en belleza por su lacia cabellera de tonalidad azul oscuro y sus brillantes ojos celestes. En su frente se podía divisar la misma marca de nacimiento que poseía su compañero Téngfēi de Baihu, haciendo evidente el hecho de que pertenecía también a la misma especie que él.

    Debido a la naturaleza pacífica de los suyos, se supondría que la regente del invierno mostraría un semblante calmado y afable, sin embargo, en ese momento sus facciones se vieron ligeramente alteradas por la incomodidad y el disgusto.

    Y no era para menos, la anómala apariencia de la invasora de su territorio consiguió perturbarla. Era la primera vez que veía a un ser humano y aquella imagen que se presentaba ante ella, difería bastante de lo que su creadora Nü Wa le había contado.

    Al estar tan acostumbrada a vivir en un ambiente que solo derrochaba perfección y belleza, la Guardiana no imaginaba que uno de los habitantes de la Tierra tuviese una apariencia tan poco estética. En su pensamiento solo prevalecía la idea de que un ser humano tendría que parecerse a los de su especie, y no lucir una cabellera roja exageradamente larga y descuidada y, además, un porte y presencia tan poco naturales como los que estaba viendo en la Ateniense.

    —¿Qué es lo que pretendes en estas tierras sagradas? —le preguntó Jíngfēi, intentando aparentar sin éxito un tono riguroso—. ¿Cuál es tu nombre?

    No recibió respuesta. La actual Géminis se mantenía inmóvil contemplando el brillo de la aureola que la rodeaba, y una vez más intentó tocarla con curiosidad.

    —Te advertí que no te acercaras a ese anillo de luz —repitió un poco más enérgica la única que había hablado hasta el momento—. Mi técnica conocida como ‘La Sentencia de Zhàyǔ’, comprime la luz del ambiente para formar un aro de cosmos que gira a una velocidad de…

    Boquiabierta, la protectora de la diosa de la creación detuvo su explicación, cuando vio que la Dorada destrozaba su técnica con un rápido movimiento de su mano.

    —Im… imposible… ¡Cómo pudo romper mi ken sin siquiera encender su cosmos!

    Al dispersarse la intensa luminiscencia que producía el anillo inmaterial, la protectora del zodiaco chino fue capaz de observar claramente la apariencia completa de su oponente. Ahogando una exclamación de horror, retrocedió un par de pasos a causa del susto provocado por lo que contemplaron sus ojos:

    La indescifrable dama humana tenía la armadura salpicada de sangre. En especial sus guanteletes dorados, los cuales se veían embarrados con el intenso rojo del líquido vital y todavía goteaban el mismo.

    En medio del impacto de ver la chocante escena, la representante de Xuanwu apenas notó que un objeto del tamaño de un puño rodó lentamente sobre el camino enjoyado, para luego detenerse a sus pies. La pelirroja había traído consigo el corazón que arrancó del cuerpo de su más reciente víctima y era aquello lo que le arrojó con indiferencia a la anonadada Guardiana…

    Temblándole las piernas a causa del miedo irracional que la invadía, la joven mujer de la nueva especie se arrodilló para tocar por instinto ese muerto corazón. Solo con el ligero roce de sus dedos con aquel músculo sanguinolento, pudo saber a quién le pertenecía.

    —¡Renshū! —exclamó, a punto de derramar lágrimas—. No puedo creer que el representante de Qinglong, el ‘Rey Dragón’, haya sido asesinado de una forma tan despiadada y salvaje…

    Géminis dio lentos y tambaleantes pasos a fin de acercarse a la protectora de la montaña de jade, quien en tales momentos de trauma emocional, se encontraba pálida y atenazada de terror al ver que esa extraña mujer se arrodillaba también a pocos centímetros de ella. Lo más que pudo hacer, fue seguir con su dilatada mirada al par de manos ensangrentadas que se posaron con suavidad en sus mejillas bañadas en sudor frío.

    —Mátala… de una vez… —se ordenó a sí misma la fémina de nombre desconocido, tras analizar con cuidado el horrorizado rostro que tenía enfrente—. Arráncale… la cabeza…

    Para la quimera negra, la Amazona había dejado de ser humana y se había convertido en nada más que un inexpresivo monstruo de metal dorado con tres caras. Esa fue la impresión que le dio al verla tan de cerca, usando el casco de rostro dual de Géminis y su máscara áurea a la vez.

    A punto estuvo de rendirse y dejar que el pánico y la muerte hagan lo suyo, cuando recordó lo que la mantenía con vida.

    —¡No…! ¡No terminaré de esta forma! —gritó con frenesí la de cabellera azul oscuro, tras regresar el brillo a sus opacos ojos celestes—. ¡Aléjate de mí, asesina!!!

    Haciendo caso a su instinto de supervivencia, la asiática lanzó un fuerte golpe a quien en poco se dispondría a matarla. Y aunque no la hirió de gravedad, sí consiguió aturdirla y rechazarla varios metros.

    —No se me creó como un ser que use la violencia, pero al ser yo la primera mujer de mi especie y quien repoblará la Tierra junto con Téngfēi; ¡haré todo lo posible por sobrevivir y cumplir con la misión que se me encomendó! —un ligero halo de luz cósmica gris bañó el cuerpo entero de la bella joven—. ¡No permitiré que un ser que emana malicia y muerte se atreva a poner un dedo sobre Nü Wa! ¡Como su protectora más fiel, juro que te detendré!!

    A Géminis no le impresionó en lo más mínimo el ferviente discurso, ni contemplar la creciente fuerza de quien veía como víctima. Como si nada se reincorporó y empezó a acecharla como si de una bestia sedienta de sangre se tratase…


    ==Maravilla Suprema. Jardín de K’uen-Luen, Melocotonero de los Ocho Inmortales==

    A punto estuvo el tigre blanco de retirar la máscara del rostro de Alalá, cuando una perturbación cósmica lo detuvo en seco…

    —Jíngfēi… Algo grave debió ocurrir como para que enciendas tu cosmos de esta forma —declaró preocupado para sí.

    Con la certeza de que la Amazona de Casiopea no lograría despertar de su ilusión, el guerrero de Baihu vio seguro abandonar los terrenos del ‘Árbol de la Inmortalidad’. Con premura corrió a fin de apoyar a su compañera Guardiana en la batalla contra Géminis.

    —«No permitiré que te hagan daño —reflexionó durante la carrera, cambiando su actitud pacífica a una más decidida—. Ya verás que juntos derrotaremos al mal que amenaza las nobles intenciones de nuestra diosa».


    ==Maravilla Suprema. Corazón del Jardín de K’uen-Luen==

    Eran gemelos, pero en aquel momento sus apariencias resaltaban por su marcado contraste. Ambos estaban ataviados con diferentes versiones de la cloth de la tercera constelación del zodiaco, solo que en esa ocasión el blanco denotaría maldad y el negro justicia. Las dos armaduras que al mismo tiempo eran diferentes e idénticas, se combinaban perfectamente con la tonalidad heterogénea de ojos y cabellos que ambos lucían.

    Los hermanos recién vueltos a la vida se observaban inmóviles y en silencio, como esperando atentos al primer movimiento de su contraparte. Mientras el uno sonreía con malicia, el otro mostraba un serio talante. Tal cuestión traía a la memoria las distintas emociones plasmadas en los rostros de los lados del casco de la armadura de Géminis.

    Tanta era la concentración y quietud de Saga y Kanon, que la armoniosa vida natural que engalanaba el jardín no se vio alterada. La extensa pradera de flores multicolores continuaba siendo acariciada por una cálida brisa, mientras que aves trinaban melodiosamente y sobrevolaban despreocupadas los campos. La presencia de mariposas de todos colores le daban al ambiente un aire aún más divino y pacífico. Incluso algunos de estos insectos voladores osaron posarse con suavidad en el metal de las armaduras de los recientes visitantes de su hábitat.

    —Vamos, Saga. Es la primera vez que nos vemos las caras desde hace tantos años —habló al fin el de cabellera gris con notorio cinismo—. ¿No vas a recibir con un abrazo a tu querido hermano?

    Kanon acompañó sus palabras con el mordaz gesto de abrir los brazos, invitando con esto en silencio a su gemelo a acercársele, sin embargo, aquello no logró provocar al de armadura negra, quien con su característica actitud formal contestó enseguida:

    —Deja la ironía… Actúa con seriedad y dime cómo es que regresaste a la vida. ¿Qué pretendes en este lugar?

    —Pues… yo podría hacerte las mismas preguntas…

    El otrora Dragón Marino usó su increíble velocidad para trasladarse a centímetros de su hermano, quien atónito al no ser capaz de verlo acercarse, se quedó paralizado observándolo cara a cara.

    —Es como verse en un espejo, ¿cierto?

    —¿A… a qué te refieres? —inquirió el de larga melena azulada, intentando ocultar su nerviosismo.

    —Vaya, no me digas que no recuerdas la apariencia que ves ahora en mí… También lucías esta cabellera gris y los mismos ojos carmesí, cuando tu corazón era invadido por las sombras. De hecho, con este talante fue que asesinaste a…

    Saga no le permitió terminar su réplica. Enseguida le estampó un fuerte puñetazo en el costado del rostro que lo envió a tierra con violencia. Tan potente fue la arremetida, que el impacto de Kanon sobre la superficie abrió una grieta en ésta y destrozó gran cantidad de flores.

    —¡No lo entiendo!! —le gritó inusualmente alterado el Geminiano en oscuros atavíos—. ¡Atenea perdonó todos tus pecados y…! ¡¿Aun así insinúas que has vuelto como un sirviente del mal?!!

    —Te equivocas, hermano —profirió el agredido, escupiendo con desprecio la sangre que se acumuló en su boca tras el golpe, y reincorporándose como si nada—. Tú más que nadie sabe que siempre he sido un ser malvado por naturaleza —la voz de Kanon se tornó amenazante, casi haciendo evidente su resentimiento—. ¿O no recuerdas que por esa razón me encarcelaste en Cabo Sunion?

    —Ya veo… —manifestó el recriminado, cerrando los ojos en un gesto de extrema seriedad—. Entonces por esa razón le has vendido tu alma al diablo… Lo único que buscas es vengarte de mí…

    Tales deducciones provocaron la incontrolable risa del guerrero en cloth de tonalidad clara.

    —Saga… A pesar de todos estos años y a pesar de haber sufrido el castigo de los dioses, no has cambiado un ápice. Siempre estás desconfiando de mí… —declaró entre sonoras carcajadas—. Sin embargo, te equivocas completamente. Admito que todavía te tengo algo de rencor por aquello, pero de hecho debería agradecerte por haberme encerrado. No deseo gastar mi tiempo ni energía en algo tan trivial como la venganza. Mis objetivos son más significativos. Bien sabes que… siempre he pensado en grande…

    Escuchando esto, el antaño Géminis supo lo que su hermano se proponía, así que enseguida se dispuso a detenerlo. Súbitamente empezó la tarea de avivar el nuevo cosmos negro que emanaba su ser.

    La en apariencia macabra aura oscura empezó a extenderse por todo el jardín, despojándolo de su aire pacífico al espantar a todos los pequeños animales que rondaban el bello ecosistema.

    —Sé lo que pretendes entonces, Kanon… —levantando ambos brazos sobre su cabeza y cruzándolos en forma de equis, Saga adoptó la clásica pose que le serviría para ejecutar su técnica más poderosa—. La ambición y las ansias de poder te han corrompido nuevamente tras regresar a la vida, así que en esta ocasión no me conformaré solo con encerrarte. ¡No cometeré dos veces el error de dejarte con vida!

    El firmamento se oscureció por un momento y los campos se sacudieron ante el abrumador y creciente poder de Géminis Negro.

    Aunque logró ocultarlo muy bien con una arrogante sonrisa, el de mirada escarlata quedó impresionado al ser testigo del poder superior que era capaz de manifestar su gemelo.

    —Tranquilízate, ¿quieres? —le exhortó gesticulando con irónica calma el antaño General de Poseidón—. No deseo empezar una innecesaria ‘Batalla de los Mil Días’. Solo escucha lo que tengo que decir antes de que hagas cualquier movimiento.

    Saga calmó por un momento sus ímpetus y acogió a regañadientes la petición tras normalizar su energía cósmica.

    —Habla de una vez…

    —No fui solo yo quien regresó desde el mundo de los muertos. Algunos de tus compañeros de generación también fueron revividos por Morrigan, la diosa celta de la muerte y la oscuridad. Aquella deidad de poder infinito no solo tuvo la amabilidad de otorgarme esta armadura blanca y una fuerza superior a la de un Santo de Oro promedio; también liberó mi verdadero ser.

    —Morrigan… —repitió furioso el de cabellera azul, frunciendo con rabia el entrecejo—. Entonces ese es el nombre de la malvada que los resucitó, para que pongan fin a la vida de los Caballeros de Atenea de esta época…

    —No has perdido tus capacidades de deducción, hermano. Es tal como dices. Nuestro deber es acabar con todo aquel que ose amenazar a nuestra nueva diosa, no obstante… —Kanon hizo una ligera pausa en su explicación para reír entre dientes—, te confieso que no pienso obedecer los caprichos de esa obstinada y petulante…

    Saga fue impactado por aquellas nuevas revelaciones. Intentando ocultar su expectativa, continuó escuchando las palabras de su hermano:

    —¿Lo entiendes ahora? ¡Será el poder superior que ella misma me otorgó, el que utilizaré para hacer realidad las ambiciones que quise materializar hace tantos años!! ¡Incluso siento que podría hacer lo que tú jamás lograste! ¡Seré capaz de acabar con la vida de la misma Atenea!!

    Escuchando tan atrevidas elucubraciones, el que vestía cloth oscura retiró con seriedad la mirada y guardó silencio por unos segundos.

    —Todo lo que has dicho son patrañas…—declaró implacable—. No creo en tus intenciones malvadas, Kanon.

    La certeza con las que su hermano pronunció tales aseveraciones, logró incomodar y exasperar a Géminis Blanco. Era la primera vez que se lo veía verdaderamente molesto desde que arribó a territorio chino.

    —¿De qué demonios hablas? ¿Acaso no recuerdas que hace años te propuse dominar juntos el Santuario y por lo tanto la Tierra? ¡No me vengas a decir ahora que…!

    —Es evidente que estás siendo manipulado por una voluntad corrompida, hermano —le interrumpió el Santo Negro—. Sé que eres un hombre bueno en realidad.

    —¡Tonterías! —clamó indignado el guerrero revivido por la deidad celta—. ¡No puedes refutar mis palabras tras volvernos a reunir en estas circunstancias!

    —Son los mismos hechos los que refutan tus palabras, Kanon… Escúchame, bien. Tú eres el guerrero noble que se redimió y fue aceptado como un Caballero por la misma Atenea. Defendiste con valentía el templo de Géminis y te aventuraste en lo profundo del infierno para combatir la maldad de Hades. ¡Recuerda el momento en el que sacrificaste tu vida para derrotar a ese Juez en el Inframundo y permitir con ello que las doce armaduras de oro se reunieran en Giudecca!! ¡No eres un ser malvado resucitado! ¡No olvides que eres un Santo de Atenea que tiene una segunda oportunidad para defender a su diosa!!!

    Escuchar su pasado pronunciado de una manera tan efusiva, irritaba su vil espíritu. Lo único que ansiaba en ese momento era callar a su gemelo a fin de detener el inexplicable e intenso dolor emocional que le producían sus palabras; así que en un impulso de ira, no se pudo contener y arrojó contra Saga una fuerte arremetida luminosa. El poderoso rayo ken de energía blanca viajó en línea recta, desintegrando todas las plantas y flores que se interponían en su camino.

    —¡Jamás he sido un buen hombre, Saga!! —gritó sumamente alterado el de gris cabellera en la transición con el impacto—. ¡Y tú tampoco lo eres! ¡Así que deja de actuar como un falso protector de la justicia!! ¡Eres tú quien no debe olvidar esos sentimientos negativos que te hicieron asesinar al Patriarca y que provocaron que yo logre manipular al mismísimo dios de los mares!!!

    El atacado consiguió contener el embate con ambas manos y, tras un sobrehumano esfuerzo, fue capaz de arrojarlo hacia el firmamento para que no dañe más el jardín. Por desgracia suya, no se había percatado de que aquella era una distracción deliberada para que baje la guardia, por lo tanto no pudo evitar que su hermano se le acerque a gran velocidad y le aseste un terrible puñetazo en la cara y, tal como él mismo lo habría hecho hace unos minutos; también logró derribarlo y enterrarlo de la misma manera violenta.

    —Te regreso la bienvenida que me diste hace rato, “hermanito” —le dijo el guerrero en armadura blanca, recuperando su actitud sarcástica al ver que su gemelo se arrastraba aturdido entre las flores maltrechas.

    Aún recostado entre las plantas, al antecesor oficial de Géminis lanzó una mirada furtiva a quien lo había tumbado y, tras limpiar con desdén la sangre que escapaba por las comisuras de sus labios; se desvaneció del campo visual de su hermano. Saga había utilizado su prodigiosa nueva velocidad para acercársele y propinarle sendo rodillazo en el abdomen.

    —Hermano… si tú mismo no puedes luchar contra la maldad que te domina, seré yo quien purifique tu alma —le advirtió el guerrero negro, con la rodillera aún clavada en su vientre—, ¡aunque eso signifique que tenga que matarte!

    Ni siquiera la resistente cloth blanca que portaba logró protegerlo de la devastación provocada en su cuerpo por tan terrible acometida. Kanon casi desorbitó los ojos de sus cuencas cuando expulsó gran cantidad de sangre por la boca, no obstante, a pesar del severo daño que acabó de experimentar, sonrió ampliamente para luego dejar escapar sonoras y dementes carcajadas que hicieron eco en todo el jardín.

    —Vaya… insensato —masculló con dificultad el violentado aún entre risas y toses sanguinolentas—. Intentaba… compartir contigo el control de la Tierra cuando… Atenea haya muerto, pero… ya que te niegas de una forma tan atrevida… ¡Acabas de convertirte en un obstáculo más en mi camino!!!

    Aprovechando que aún lo tenía cerca, Géminis Blanco atacó a su contraparte Negra con la misma intensidad y en la misma zona en la que fue agredido, solo que en lugar de infligir un rodillazo, hizo lo propio con un potente gancho bajo. Su puñetazo produjo los mismos estragos en el de cabello azul, siendo éste quien expulsara el líquido vital por la boca en esa ocasión.

    Los dos se alejaron del otro dando un par de tambaleantes pasos hacia atrás. Tras esto, instintivos movimientos lucieron idénticos en ambos cuando se dispusieron ejecutar la misma acción ofensiva:

    Viendo que su correspondiente rival tenía abierta la defensa, Saga y Kanon aprovecharon para cargar en sus manos una gran cantidad de cosmos y disparar al contrario sendas esferas de energía luminosa. La acción fue tan sincronizada y repentina, que ninguno de los dos vio venir el ataque del otro y los recibieron de lleno al mismo tiempo.

    Los estragos no se hicieron esperar: Los impactos de energía destrozaron el centro de los petos de ambos hermanos y los hirieron de gravedad.

    Dando tumbos, los dos gemelos lograron mantener el equilibrio y no caer a pesar de las severas heridas que los aquejaban. Ninguno de los dos notó que gran cantidad de sangre chorreaba por los agujeros en sus pechos, ya que se observaban desafiantes mientras respiraban agitadamente.

    —Así que vas en serio… —enfatizó Kanon con tono desafiante, al tiempo que intentaba palpar por instinto su más reciente herida—. Hasta que… al fin puedo ver tu lado asesino…

    —Esta batalla innecesaria no nos llevará a ninguna parte —respondió el aludido apenas recuperado el resuello, ignorando aquellas malintencionadas palabras—. Ambos poseemos… el mismo nivel de poder en estos momentos, así que… si continuamos luchando de este modo… seremos destruidos sin contemplaciones…

    —¡Pues eso está por verse, Saga!!

    Ignorando el paralizante dolor que le producía el agujero de su pecho, el guerrero en cloth alba se arrojó contra su oponente, quien fue capaz de contener el primer ataque con la resistencia de su guantelete negro.

    En esa única ocasión tuvieron la oportunidad de observarse a los ojos de cerca. Apenas en ese momento notaron el brillo retador con el que fulgían las pupilas azules de Saga y las rojas de Kanon.

    Leyendo en silencio las amenazantes intenciones en los ojos del otro, ambos empezaron una encarnizada lucha a golpe limpio. Cada salvaje puñetazo, codazo, patada y rodillazo que cualquiera de los dos asestaba, producía fuertes estampidos metálicos y devastadoras explosiones luminosas. Tan tremendas ondas de expansión destrozaban las flores del jardín y abrían la tierra en profundas grietas.

    Ninguno de los gemelos revividos supo medirse en sus arremetidas. Tal era la fuerza que imprimían en sus descontrolados golpes, que poco a poco sus armaduras se cuarteaban sin remedio. Fisuras por todas partes reflejaban el mal estado de las piezas de metal que conformaban las dos réplicas de las armaduras de Géminis.

    La furiosa lid se desequilibró solo cuando el de melena azulada perdió la concentración por milisegundos. Ínfimo lapso de tiempo que fue aprovechado por su malvado antagonista para conectarle un devastador gancho en la parte inferior de la quijada. Tal golpe fue infligido con tanta violencia, que consiguió proyectar varios metros hacia arriba a la víctima.

    Mientras el desorientado Saga se encontraba suspendido en los aires, su hermano revivido aprovechó la oportunidad para agarrarlo con ambas manos de una pierna, y usar el mismo impulso para azotarlo brutalmente contra el terreno divino. La inminente colisión resultante formó un profundo cráter y terminó a la vez el combate físico con un Géminis Negro retorciéndose boca abajo entre restos de flores destrozadas.

    —¡Levántate, Saga! —le exigió exaltado el que en actitud prepotente se mantenía erguido frente al caído—. ¡No me digas que tan fácilmente me permitirás ganar el primer asalto de nuestra pelea!!

    Los vehementes gritos hicieron reaccionar al yaciente guerrero, quien con gran dificultad consiguió reincorporarse ligeramente por instinto. Aunque por desgracia sus fuerzas físicas en ese momento le bastaron solo para gatear con la cabeza agachada en pose sumisa.

    —¿Qué se siente arrastrarse a los pies de tu hermano? —añadió el hombre de mirada carmesí con mala intención—. La última vez que me humillaste de esa misma forma, fue porque vestías la cloth de Géminis, pero creo que ahora se han invertido los papeles a pesar de…

    Kanon calló al notar una sensación diferente en su mejilla. Cuando acercó las yemas de los dedos a su rostro, estos quedaron empapados.

    —¿Pero qué…? ¿Lágrimas? No son mías…

    En ese momento Saga levantó el rostro para observar desafiante a su contraparte en atavíos albos, quien al verlo a la cara, notó con asombro que era el antaño portador original de la tercera constelación de oro, quien lloraba mientras apretaba los dientes con frustración.

    —Solo en una ocasión… derramé lágrimas por ti, Kanon —le contó a su gemelo, parándose tambaleando pero con gran decisión—. Cuando abandoné el Templo de Géminis tras nuestro encuentro de años atrás, no pude contener el llanto que provocó el orgullo que sentía por ti… Te confieso que jamás habría imaginado que te reivindicarías con Atenea y que decidirías luchar con honor por ella —enjugando los orbes que nacían de sus ojos, Saga encaró con rabia a su contendiente—. ¡Pero ahora mis lágrimas son de impotencia, de ira al saber que mi hermano fue convertido en un auténtico demonio!!

    Incomodado sobremanera al ver por primera vez que esos ojos azules desbordaban un sincero llanto, Géminis Blanco apartó la mirada de la imagen.

    —Guarda esas lágrimas para aquello que en realidad te importa…

    —¿Qué quieres decir? —inquirió confundido el aludido.

    —Conozco tu máxima debilidad, Saga… —el revivido por Morrigan clavó nuevamente su maliciosa mirada en la de su hermano—. Sé todo sobre esa mujer… La única que ha logrado que abrieras tu corazón sinceramente…

    Al escuchar esto, el Caballero Negro abrió los ojos como platos al sentir que todo en su interior se desmoronaba. Uno de los mayores secretos de su vida había sido descubierto, así que le fue imposible reaccionar ante tan inesperado hecho.

    Frente a la evidente expresión de estupefacción que acompañaba al mutismo del antaño Patriarca, Kanon recuperó su actitud irónica y además le añadió una dosis de misterio al continuar con sus hirientes comentarios:

    —Qué cruel es el destino… pensar que aquella mujer se encontraba segura en su refugio en Delfos… Vaya imprudencia más grande la que cometió al ascender a este lugar solo para verte…

    —Es… es imposible… —masculló titubeando un incrédulo Saga—. Ella no puede encontrarse en medio de esta batalla…

    —Máscara con aberturas en los ojos, cabellos vino tinto, vestido blanco al clásico estilo griego, armadura de bronce en tonalidades azuladas… La vi andar sin rumbo a través de una pradera contigua… pero no te preocupes, ya para estos instantes debió haber muerto en las manos de los Guardianes que cuidan estos terrenos sagrados.

    Kanon no pudo contener la risa al ver a su hermano en tal estado de asombro y vulnerabilidad. Sus fuertes carcajadas retumbando en el vacío del jardín, no le permitieron escuchar cuando Saga pronunció en un doloroso suspiro el nombre de la mujer que amaba.

    —Alalá…

    Continuará…
     
    Última edición: 2 Julio 2020
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    Kazeshini

    Kazeshini Caballero de Junini

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    [Longfic] Saint Seiya - Saga: CATACLISMO 2012
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    Acción/Épica
    Total de capítulos:
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    Palabras:
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    [Saint Seiya/ Los Caballeros del Zodiaco] – Saga: CATACLISMO 2012

    Escrito en Ecuador por José-V. Sayago Gallardo


    CAPÍTULO 49: ¡SAGA VERSUS KANON! EL MORTAL COMBATE DE DIMENSIONES

    ==Santuario de Atenea, Campos de Entrenamiento==

    La Tierra y el Santuario de Atenea disfrutaban de una pasajera época de paz hace treinta y nueve años. Fue precisamente en este lugar sagrado donde dos jóvenes aspirantes a Santos entrenaban con ahínco bajo las tenues luces anaranjadas del crepúsculo vespertino.

    Con cada golpe que cada uno de ellos asestaba a su rival, grandes porciones de polvo se elevaban desde el árido terreno. Era sobrehumana la potencia con la que venía reforzada cada arremetida.

    —¡Nada mal! —exclamó con júbilo el de corta cabellera azulada, conteniendo un puñetazo con la mano abierta—. ¡Has mejorado mucho desde la última vez que nos enfrentamos!

    —¡No hables como si fueras más fuerte que yo! —le reprochó en medio de la conmoción del combate su compañera: Una muchacha enmascarada de corta melena color vino tinto, ataviada en destartaladas ropas de entrenamiento —¡Verás que seré yo quien obtenga el derecho de portar aquella armadura sagrada!

    Desde niños, Saga y Alalá crecieron juntos en el recinto de la diosa protectora del planeta. El destino los juntó desde una edad muy tierna cuando Shion, el Patriarca y antaño Santo de Aries, les otorgó a ambos una vida digna junto con los demás niños que entrenaban para llegar a ser Caballeros.

    Debido a todo lo que representaba, Saga profesaba una arraigada admiración y respeto hacia el hombre que regía el Santuario de su diosa. Para él no había ser humano más recto y justo que Shion y, por ese motivo, su anhelo más grande era portar la armadura de plata perteneciente al legendario guerrero que apoyaba al sumo sacerdote en cada Guerra Santa: El Caballero de la constelación de Altar.

    Por su parte, la joven Alalá consideraba al Patriarca como su verdadero padre y lo idolatraba como su salvador. Su perspectiva no era exagerada, ya que para ella fue todo un milagro encontrarse con un hombre tan bondadoso y amable; cuando a sus tiernos ocho años perdió a su familia entera en un fatal incendio. Su sentimiento de gratitud creció junto con ella, y le obligó a no descansar un solo día en su entrenamiento para obtener el derecho de vestir la misma cloth que Saga anhelaba portar.

    Así nació una evidente rivalidad entre ambos jóvenes, pero fue precisamente aquello lo que afianzó su amistad durante los años, motivándolos a la vez a ser mejores cada día. Lo riguroso de los entrenamientos en el Santuario mancilló sus cuerpos, pero también fortaleció sus espíritus.

    —Algo te sucede, Alalá —le comentó el adolescente, evadiendo hábilmente uno de los golpes que le lanzó la jovencita—. Te noto demasiado desconcentrada el día de hoy.

    —¡Pues alucinas, Saga! —replicó muy decidida ella, sin dejar de atacar—. ¡Eres tú quien intenta distraerme del entrenamiento!

    La lucha se estaba tornando cada vez más intensa, así que Saga decidió tomar ventaja no con sus técnicas, sino con sus palabras…

    —Te equivocas. Si mi objetivo fuera desconcentrarte, te diría que siempre me ha gustado tu forma de ser…

    La enmascarada jamás habría imaginado escuchar una frase como esa de su siempre reservado amigo, por lo tanto no pudo evitar distraerse por unos segundos y dejar su guardia completamente abierta. Saga no dejó pasar desapercibido el momento y logró asestarle un contundente golpe en el centro de la frente, el cual terminó la lid de una manera abrupta.

    —Eso no fue nada honesto —le recriminó la agredida, apenas pudiendo levantarse tras el golpe que la aturdió—. Decirme ese tipo de cosas cuando estamos peleando seriamente es…

    La griega enmudeció cuando sintió que su máscara se agrietó para luego partirse. Su reacción inmediata fue cubrir su faz desnuda con ambas manos, evitando así que el atónito Saga pueda contemplarla.

    —¡No me mires! —le exigió exasperada tras darle las espaldas.

    —Alalá, discúlpame. Te aseguro que no vi nada y que mi intención no era romper tu máscara —se excusó él con sincero arrepentimiento—. Te compensaré por esto, lo prometo. De alguna forma la repararé y…

    —¿En serio no lo hiciste a propósito? —le preguntó de repente, interrumpiéndolo.

    El joven de quince años sintió que el corazón le dio un vuelco al escuchar aquella interpelación proferida con tanta seriedad. No tenía la certeza para responder, pero sí varias emociones guardadas, las cuales decidió expresar tras armarse de valor:

    —Pues… te confieso que sí deseo ver tu rostro después de tanto —manifestó él con timidez e inseguridad, tras retirar sonrojado la mirada—. La última vez que pude contemplar tu sonrisa, fue hace ya cinco años, cuando el Patriarca te trajo por primera vez al Santuario. Te confieso que cada día he imaginado lo hermosa que te habrás vuelto en todo este tiempo.

    Completamente perpleja, la futura Casiopea se quedó sin aliento tras escuchar que, por primera vez, su compañero pronunciaba palabras dulces. El corazón le latía con ímpetu y podía sentir como su rostro se ruborizaba y calentaba entre sus manos.

    —Lo… lo que me dijiste antes de romper mi máscara —le dijo titubeando y girándose para mirarlo entre las aberturas de los dedos que cubrían su semblante—. ¿En verdad… te gusta mi forma de ser…?

    —Sí —le respondió enseguida Saga, dejando la inseguridad a un lado—. Siempre has sido una chica generosa que da mucho más de lo que recibe. Y es precisamente aquello lo que más me gusta de ti.

    El futuro Dorado empezó a caminar lentamente hacia la nerviosa jovencita, quien maravillada y en silencio, contempló la radiante figura del Geminiano siendo resaltada por la caricia de la brisa y la tenue luz naranja del crepúsculo, la cual le otorgaba un bello contraste a su corta cabellera añil.

    —Nos conocemos demasiado, Alalá —continuó diciendo él con cierto dejo de añoranza—. Hemos compartido tantas alegrías, dolor y frustraciones; que ya las palabras casi no nos hacen falta para comunicarnos lo que sentimos.

    —Entonces quieres decir que…

    —Exactamente… Siempre supe que mis sentimientos hacia ti eran correspondidos —Saga tomó a la inmóvil aspirante a Amazona desde ambas muñecas y clavó su brillante y ansiosa mirada azulada sobre ella—. Me trataste como a un rival, pero siempre tenías sutiles detalles que me demostraban lo mucho que te importaba. Me diste a entender que querías abrirme tu corazón en varias ocasiones, pero jamás te atreviste a ello a pesar de la confianza que entablamos durante todos estos años.

    La chica se encontraba abrumada. Todo estaba ocurriendo tan rápido y por esa razón no supo cómo reaccionar al tener tan cerca al valiente muchacho que le abrió su corazón, y además, al saber que sus sentimientos habían sido desvelados desde hace mucho tiempo ya.

    —Pero ya es suficiente de titubeos para mí. Ha llegado el momento de comportarme como un hombre y dar el primer paso contigo.

    Ocultando su nerviosismo, empezó a bajar delicadamente sus manos junto con las que cubrían el rostro de Alalá.

    Tan maravillada estaba la doncella, que no opuso resistencia cuando Saga descubrió por completo sus facciones. En medio de sus ensoñaciones, para ella solo resaltó el embelesado y feliz semblante de quien en poco sería un Santo de Oro.

    —Eres hermosa… —la elogió embobado en un suspiro—. Valió la pena sacrificar mi vida si acaso decides matarme y no amarme…

    Por única vez en su vida, Alalá se sintió libre al estar despojada de la máscara que ocultaba sus emociones. Solo en ese instante tuvo la seguridad para hablar con total soltura, al estar en contacto directo con sus pasiones más ocultas e intensas.

    —Saga… —lo llamó nerviosa la ruborizada jovencita, posando su emocionada mirada resplandeciente sobre la de él—. Todo lo que has dicho es cierto…

    Los ojos del aludido casi se desorbitaron cuando escuchó la confesión. En ese momento fue él quien enmudeció a causa de un desbordante júbilo que también fue notorio en su cara.

    —Cada vez que intentaba manifestarte lo que sentía, mis inseguridades me lo impedían. Creía que el vínculo que desarrollamos con los años era suficiente para que interpretaras mis emociones, pero ahora, más que señales y las mismas palabras; dejaré que las acciones hablen por mí.

    Un repentino movimiento y la chica de cabellera vino tinto ya tenía entre sus brazos a la persona que más quería en este mundo. El abrazo transmitía tanta calidez y cariño, que Saga no pudo evitar dejarse llevar por tan emotivo momento.

    —¿Sabes algo? —continuó diciendo ella, riendo sutilmente al sentirse reconfortada por los latidos de corazón de Saga, quien para esos momentos había respondido al gesto rodeando también con sus brazos a la chica—. En varias ocasiones incluso tuve el impulso de dejar caer a propósito mi máscara para ver tu reacción.

    Una vez más la joven levantó la mirada para contemplar al futuro Dorado. Lentamente le fue acercando su rostro, y en especial sus labios. Se sentía embriagada por la calidez y la respiración agitada del muchacho.

    —Me has dicho que soy una mujer que siempre da más de lo que recibe… Y ya que te has armado de valor para confesarme que te gusto, yo te diré algo más grande al aceptar que te am…

    Justo cuando los labios de ambos estuvieron a punto de fundirse en un apasionado beso, las pupilas de Alalá se dilataron al recordar la cándida figura de Téngfēi de Tigre Blanco…

    Todos los recuerdos de Amazona de Casiopea golpearon su mente en un segundo, a la vez que el tiempo se paralizaba por completo.

    «Yo… yo me encontraba batallando en territorio de los dioses —recordó anonadada, quien repentinamente se encontró en un cuerpo más joven—. Lo último que recuerdo, fue la evocación del nombre la técnica de ese Guardián».

    Apenas ella fue consciente de la realidad, el Santuario entero se desvaneció en la nada. Dejando solo a Alalá y Saga en medio de un infinito, silencioso y vacío espacio blanco.

    —La felicidad que siento es falsa —profirió con decepción—. Saga nunca fue tan expresivo con sus sentimientos, ni yo tampoco…

    —Mi diosa Nü Wa tenía razón. Ustedes los humanos siempre son tan exigentes —intervino desde la nada la simulada voz del guerrero chino que provocó la ilusión—. Deberías disfrutar el privilegio que te ofrece el tigre Baihu con su técnica pacífica.

    —Te agradezco por permitirme ver nuevamente a Saga, Téngfēi —le dijo la Amazona sonriendo amable en su forma juvenil, mientras posaba por instinto su mano en la mejilla del inmovilizado joven de melena azulada—. Me disculpas, pero no puedo permanecer en el pasado…

    —No lo entiendo… —añadió el regente del otoño con su característica calma—. Siempre deseaste que el hombre que amas sea más cariñoso contigo, y aquí lo tienes frente a ti con una personalidad perfecta…

    —Y sin embargo éste no es el chico del que me enamoré en ese entonces —complementó implacable la aludida—. Con todo y sus defectos y virtudes, yo amo a Saga tal y como es.

    —Pero… ¿por qué conformarte con eso? Sí se puede vivir en el pasado y cambiarlo para que sea más amigable con uno. Ése es un privilegio que solo yo puedo darte. Así que sé libre de rehacer tu vida desde treinta y nueve años atrás junto con él, con Saga…

    —No puedoEres muy amable al querer otorgarme una felicidad perfecta, pero mi misión como Amazona está sobre mis deseos personales. Primero está el bienestar de Atenea y de la humanidad y luego habré de encontrar a Saga en tu territorio.

    —Ya veo —manifestó la voz de Téngfēi con una mezcla de comprensión y decepción—. Lo lamento pero… también tengo una misión que cumplir y por lo tanto no puedo liberarte de la ilusión. Me acabas de obligar a utilizar métodos más persuasivos contigo…

    Una fuerte luz blanca cegó a la versión adolescente de Alalá, haciéndola desaparecer del lugar.


    ==Maravilla Suprema. Jardín de K’uen-Luen, Entrada al Monte Penglai==

    —¡‘Guī Jiaké, La Coraza Invernal’! —exclamó solemne la Guardiana oriental.

    Gotas de lluvia empezaron a precipitarse delicadamente sobre ambas contendientes, cubriéndolas con una fina capa de brillante rocío. Poco después, el agua recién caída pareció cobrar vida propia y se dirigió en conjunto hacia el cuerpo de quien la invocó.

    No pasó mucho tiempo para que una cristalina cubierta de hielo se forme sobre el ser entero de Jíngfēi de Xuanwu, otorgándole a la vez una apariencia casi divina al resaltarse su belleza por la del agua congelada.

    —Atácame si así lo deseas, Guerrera —le retó con total calma y seguridad la quimera negra—. No me molestaré en defenderme…

    Al ver que su rival tenía la guardia completamente abierta, la Geminiana de nombre desconocido no hizo caso omiso a la petición y, sin demora, arremetió enseguida con su mano izquierda abierta a manera de garra. Su objetivo era arrancarle el corazón a la Sì Shòu, utilizando la misma modalidad que empleó para asesinar a Renshū de Qinglong hace unos minutos. No obstante, su esfuerzo fue infructuoso, ya que apenas sus dedos hicieron contacto con el pecho de la guerrera de Nü Wa, la simple resistencia de la armadura blanca y negra fue suficiente para neutralizar por completo el mortal embate.

    —Sería imposible que al menos logres rasguñarme —declaró la joven de la nueva especie, agarrando fuertemente por el brazo atacante a quien intentó matarla—. Mi técnica concentra el agua del ambiente para producir una capa congelada, la cual incrementa miles de veces la resistencia de todo mi ser. Mi cuerpo y armadura acaban de ganar una consistencia similar a la que poseen los ropajes sagrados de los dioses.

    Al verse cerca de su contendiente, la pelirroja en cloth dorada, aprovechó el momento para dirigir su mano libre hacia el cuello de quien la atenazaba con firmeza. Por desgracia para ella, su intento por asfixiar a Jíngfēi resultó en fracaso, al ser también su piel tan dura como el más resistente metal.

    —¡Te repito que es inútil el que intentes herirme! —insistió exasperada la de cabellera azul oscuro, clavando una implacable mirada celeste sobre su oponente—. ¡Ahora exijo contemplar la cara del monstruo sediento de sangre que se atrevió a asesinar a uno de mis compañeros!!

    Justo cuando la protectora del norte estuvo a punto de retirar la máscara dorada del rostro de la misteriosa mujer que enfrentaba, ésta utilizó su prodigiosa velocidad para soltarse y desaparecer de la vista de su rival.

    En las milésimas de segundo en las que se desarrolló la acción, Xuanwu intentó sentir la presencia de la desaparecida Amazona, mas en su fugaz momento de distracción, no notó que Géminis ya se encontraba a sus espaldas, sigilosa cual asesina de las sombras; posando de manera imperceptible la palma de la mano sobre la espalda baja de su víctima.

    Nada pudo hacer la tortuga-serpiente para evitar que un fuerte impulso de luz impacte de lleno contra su ser. La fuerza cósmica con la que el ataque vino reforzado fue tal, que propulsó con violencia a la joven asiática directamente hacia el masivo portón que marcaba la entrada a la montaña de jade. Como consecuencia del devastador choque, el umbral adornado por decoraciones autóctonas chinas se desplomó sobre sus cimientos, enterrando a la vez a la chica que colisionó sobre él.

    Encorvando el cuerpo en una postura poco natural, la dama envuelta en dorado empezó a caminar lentamente hacia los escombros que resultaron del choque. Estaba dispuesta a continuar tras sentir la desaparición del cosmos de su oponente. Sin embargo, no pasó mucho tiempo para que la más joven emergiera enérgica desde los pesados restos de roca.

    —No seré derrotada con un ataque tan débil —aseguró la contrariada Guardiana, respirando agitada—. Mi defensa es perfecta gracias a la coraza de Xuanwu que…

    Jíngfēi enmudeció al sentir que, irónicamente, la capa de hielo de la que alardeaba, crujió para luego fragmentarse y hacerse añicos ante su atónita mirada celeste claro. Su incredulidad fue mayor al sentir que algo tibio resbalaba a un costado de su frente, tras esto, solo dolor… Al acercar la mano a la cabeza, notó la presencia de una profunda herida que sangraba copiosamente a través de su cabello azulado.

    —No… no puede ser… —balbuceó con las pupilas dilatadas la de armadura blanca, al ver su mano manchada con su propia sangre—. ¿A qué momento fui…?

    —Ton… Tonta… —le imprecó tartamudeando la enmascarada Géminis en un tono macabro—. Tu… defensa no… no es perfecta… Tu coraza tiene un… punto débil… y eso te… costará la vida…

    En silencio la Guardiana del invierno entendió aquellas erráticas palabras. Apenas en ese momento se percató de que cuando la coraza de hielo se cerraba sobre su cuerpo, ésta lo hacía en conjunto en un solo punto de su espalda baja, dejando en el proceso una casi imperceptible y vulnerable abertura. Tarde entendió por qué la Amazona la atacó de una forma tan específica.

    —«Está ocurriendo nuevamente… —reflexionó la protectora más fiel de la diosa de la creación, apretando puños y dientes por la frustración de ver intacta a su antagonista—. Una vez más me siento acorralada e indefensa ante este monstruo…»

    Jíngfēi permitió que el miedo la invadiera por unos segundos, tras los cuales intentó recobrar la calma al rememorar sus orígenes:

    —Nacimos como seres de naturaleza tranquila y bondadosa —se recordó a sí misma, tras cerrar los párpados en un gesto de serenidad—. Nuestra misión es repoblar la Tierra para que renazca en un perpetua era de paz. Por esa razón no permitiremos que un ser malvado se interponga en nuestra noble causa.

    El aura cósmica grisácea de la guerrera china la cubrió nuevamente. Estaba lista para ejecutar nuevamente su ken:

    —¡‘La Sentencia de Zhàyu’!

    En esa ocasión, la Sì Shòu no usó su aro luminoso para rodear y detener a su rival, sino que lo transmutó en decenas de aureolas cortantes que arrojó veloz a quien a paso lento la acechaba con la clara intención de exterminarla.

    —Dos técnicas no… no funcionan dos veces en… un Caballero —susurró la Ateniense protectora del Tercer Templo del zodiaco, extendiendo confiada la palma de la mano.

    El objetivo de Géminis era destrozar los anillos de luz con tan solo su fuerza física, tal como lo había hecho con la primera versión del ken de su oponente; mas en esa segunda ocasión, los anillos venían reforzados con la creciente fuerza cósmica de una de las cuatro bestias legendarias de la mitología china.

    Apenas el primer círculo brillante hizo contacto con los dedos de la misteriosa dama, éste los amputó limpiamente…Meñique y anular izquierdos de la humana fueron cercenados, produciendo tras esto una abundante hemorragia…

    Solo al estar consciente de un intenso dolor en el área de sus cortes, en milisegundos la sádica pelirroja notó el peligro que representaban aquellos nuevos halos, así que en una desesperada maniobra, intentó esquivarlos con su prodigiosa velocidad. Por desgracia para ella, algunas arremetidas de luz sí lograron rozarla y otras rebanar profundamente su carne a pesar de estar vistiendo una armadura de oro.

    Amainados los efectos de la técnica ancestral, la ya quieta Géminis simplemente se desplomó de rodillas sobre el camino enjoyado, sangrando profusamente a través de cada herida. Por primera vez era su propio líquido vital el que opacaba al brillante tono áureo de su cloth, entremezclándose con el rojo intenso de la sangre de quien asesinó hace poco, la cual aún resbalaba por las piezas de metal que portaba.

    A través de su máscara, la silente Ateniense observó con indiferencia su destrozada mano izquierda despojada de dos dedos. Ni siquiera ante tal circunstancia emitió el más ligero sonido de sorpresa o sufrimiento. Parecía no importarle el hecho de que se estaba desangrando.

    Algo en su mente le ordenaba continuar con el ataque. En tales momentos críticos le fue imposible saber si era ella misma quien se auto infligía tan intensos sentimientos de ansias por arrebatarle la vida a su oponente. No sabía si era su instinto animal y mecánico el que le obligaba a arrastrarse sobre su vientre hacia la joven oriental. Poco le importaba verse limitada de movimientos a causa de las heridas, y formar con su agónico avance una grotesca estela de sangre que embarraba las alhajas del sendero.

    —Ya es suficiente —habló Jíngfēi con una mezcla de disgusto y lástima, al ser testigo del lento martirio de su rival—. A final de cuentas, parece ser que no eres invencible…

    Convencida ya de su victoria, Xuanwu vio seguro acercase a menos de un metro de la postrada mujer herida. Con sus tristes ojos celestes posados en la deprimente figura que se encontraba a su merced, la de enjoyada armadura blanca le dedicó unas palabras llenas de sincera pena:

    —¿Sabes algo? A pesar de todo, te perdono por haber matado a Renshū —le dijo con actitud digna—. Por esa misma razón te otorgaré el noble descanso que un Santo de Atenea merece, aunque muy en el fondo siga creyendo que eres un demonio despiadado.

    Al escuchar esas palabras, la aludida levantó su tapado rostro y echó la cabeza hacia su hombro en su clásico gesto de curiosidad. Parecía ser que la extraña mujer reaccionó a la piedad mostrada por su adversaria.

    —No… no soy un demonio… —pronunció Géminis con más dificultad que de costumbre—. Soy la humana que… te destripará en nombre de Atenea…

    La lesionada Amazona empleó toda la fuerza física que le restaba para dar un repentino y veloz salto horizontal hacia quien la había herido. Su propósito era enterrar su mano sana cual espada en el abdomen de su víctima, quien al encontrarse distraída y con la guardia abierta; no tuvo tiempo de reaccionar ante la fatal acometida.

    Justo cuando las uñas de la Dorada estuvieron a punto de incrustarse en las entrañas de la defensora del norte, una providencial intervención logró salvaguardar su vida. Un hombre de lacia cabellera color avellana apareció entre la vegetación para asestar un certero puñetazo en el centro del rostro enmascarado de la pelirroja. La violencia del golpe fue tal, que la mandó a volar en línea recta a varios metros lejos de la escena.

    —¿Te encuentras bien, Jíngfēi? —le preguntó el guerrero ataviado en armadura blanca, plantándose frente a ella en actitud protectora mientras le daba las espaldas.

    —Téngfēi… —masculló sorprendida en un suspiro la aludida—. No debiste abandonar el ‘Melocotonero de los Ocho Inmortales’ solo para rescatarme…

    Al escuchar esas palabras, el apacible guerrero de tigre blanco giró el rostro para mirar a su compañera y regalarle una tranquilizadora sonrisa. Para la joven aquella imagen lució sublime al estar armónicamente combinada con el verde puro de los ojos del Guardián.

    —No te preocupes. Después de terminar aquí, me acompañarás a mi territorio, ¿cierto? —sugirió él en tono amable y condescendiente—.Ya después pensaremos en qué haremos tú y yo en mi jardín para compensarme por el favor…

    La hermosa chica de cabellera azulada se encogió de hombros sonrojada y le retiró la mirada. Acababa de malinterpretar las palabras del primer hombre de su misma especie y, además, de quien suponía deseaba adelantar el proceso de repoblar el planeta junto con ella…

    —Sin duda vamos a hacerlo, Téngfēi… —profirió embelesada la guerrera de quimera negra, con la mirada perdida en el radiante y sereno rostro que tenía enfrente—. ¡Me refiero a proteger tu jardín! —se corrigió alarmada, percatándose de lo que había dicho una frase antes.

    Sin embargo, su nada experimentado compañero no fue capaz de leer el involuntario doble sentido de sus palabras.

    Tras observar a Jíngfēi con inocente duda por unos segundos, el joven protector del oeste reemplazó su actitud amena por una más seria. La poco agradable imagen que observó retorciéndose sobre el camino multicolor, logró perturbarlo tras llamar su atención.

    —¿Qué es esa cosa que te estaba atacando?

    —Es una humana, una Guerrera de Oro de Atenea —le comunicó su coterránea, regresando nuevamente a la realidad tras lanzar una mirada furtiva hacia la escena que contemplaba con atención el tigre albo—. Y es bastante peligrosa… Descuidarme en la lucha casi me cuesta la vida…

    Baihu y Xuanwu se juntaron hombro con hombro, esperando muy atentos a los movimientos de la impredecible Geminiana de nombre desconocido, quien en silencio logró reincorporarse a pesar de sus heridas.

    Agónico fue su esfuerzo de caminar tambaleándose hacia los dos protectores de Nü Wa.

    —Ustedes los Guardianes chinos… no son seres malvados… pero, por desgracia… debo exterminarlos y… y cumplir con mi misión —manifestó la sangrante dama con voz gutural, mientras avanzaba lentamente cual muerto en vida—. Es una lástima, pero… me acaban de… de facilitar la victoria al… enfrentarme dos a la vez. Yo… yo no perdono…ese tipo de errores tácticos…

    Por primera vez desde que arribó a la Maravilla Suprema, la Amazona de Oro desplegó su cosmos dorado hasta el Séptimo Sentido, para luego enviarlo con vehemencia a su mano derecha.

    —‘Satán… Imperial…’

    La fina descarga de energía en la que fue arrojado aquel temido ken psicológico, atravesó rauda el cerebro de Jíngfēi de Xuanwu.


    ==Maravilla Suprema. Corazón del Jardín de K’uen-Luen==

    —Extrañaba contemplar esa mirada fulgente en tu rostro, hermano —manifestó socarrón Kanon, al ser testigo del intenso resplandor que le daba una aire amenazante a los ojos de su contraparte—. Apuesto a que ansías arrebatarme la vida solo por el hecho de mencionar con este tono a esa mujer…

    —¿Cómo es que sabes sobre ella? —preguntó el de cloth oscura, apretando los dientes con desdén.

    —No seas ingenuo, Saga. ¡Era obvio lo que sentías por ella! —el antaño General de Dragón Marino hizo una pausa que le ayudó a evocar el pasado—. No podría olvidar nuestra juventud juntos en el Santuario. Recuerdo que, a causa de tus buenas acciones y de tu rostro amable y tranquilo; toda la gente de Rodorio te respetaba e idolatraba como si fueses un bondadoso dios encarnado en la Tierra. Sin embargo, tu comportamiento era sutilmente diferente cuando te encontrabas con aquella mujer… ¿Cuál era su nombre?

    —Alalá… —pronunció el de melena azulada con notoria rabia.

    —Cierto, Alalá… Para todos en el Santuario habrá pasado desapercibido, pero no para mí, quien como tu hermano te ha conocido desde siempre… Podía notar claramente como tu sonrisa mostraba auténtico regocijo con el simple hecho de encontrarte a su lado.

    Saga enmudeció por unos segundos y retiró su frustrada mirada de la de su gemelo. Ya había aceptado que lo que Kanon decía era cierto al recordarle el nombre de la Amazona de Casiopea.

    —Quieres correr para reunirte con ella ¿cierto? —inquirió con malicia el de mirada carmesí—. Ansías reencontrarte después de tantos años con la única mujer que apreciaste desde la infancia, ¡y sabes que para lograrlo primero deberás matar a tu propio hermano!

    —¡Cállate!!!

    Géminis Negro se sintió acorralado psicológicamente. Emociones encontradas invadían su ser con cada hiriente palabra que profería el de melena gris oscuro.

    —Esta vez no me silenciarás —reaccionó el revivido por Morrigan, entrecerrando los ojos con desprecio—. Recuerda que en estos momentos nos encontramos en igualdad de condiciones, y solo lograrás romper ese equilibrio si despiertas tus verdaderos colores.

    Los desesperados impulsos de Saga le obligaron a propinar una veloz y potente patada en el rostro del menor de los gemelos. Golpe que fue aplicado con tanto resentimiento, que fue capaz de proyectar con violencia al de cloth blanca y revolcarlo salvajemente sobre una porción de flores del terreno.

    Tras la conmoción, Géminis Blanco se reincorporó ignorando la acumulación de heridas y la sangre que escapaba por las comisuras de sus labios. A punto estuvo de responder al repentino ataque con la misma violencia, pero se detuvo para reír satisfecho al contemplar ligeros destellos rojos en los orbes del mayor de los Santos revividos.

    —¡Eso es, hermano!! ¡Saca al demonio que llevas dentro y muéstrame a la vil entidad que intentó asesinar a una inocente bebita con una daga!!

    —¡Jamás! ¡Ya no albergo maldad en mi interior! ¡Mi cuerpo ya fue purificado de la corrupción por la luz del escudo de Atenea!!

    —Pues entonces tendré que demostrarte que te equivocas… —replicó Kanon, recuperando la calma—. En poco ambos nos veremos como auténticos gemelos al lucir cabelleras grises y ojos escarlata que desbordarán ansias de poder. La maldad nunca abandona completamente los corazones de los seres humanos, incluso si es una diosa quien intenta cambiar su verdadera naturaleza…

    En otra maniobra inesperada, Saga dejó libre una vez más su portentoso cosmos negro.

    —Ya veo…entonces así son las cosas —dijo el antaño Patriarca, cerrando los ojos con seriedad—. Pues ya que aseguras que despertarás un inexistente lado corrupto en mí, ¡yo te juro que desapareceré la maldad de tu cuerpo y alma! ¡Las miradas y cabelleras de ambos volverán a rebosar del azul con el que nacimos!!

    Al ser testigo de la actitud decidida de su gemelo, el menor de ellos imitó sus acciones y, por primera vez desde que empezaron a batallar; encendió enormemente su cosmos. Tan asombrosa expansión de energía alba se manifestaba con la misma intensidad que la de la oscura creciente.

    —Más te vale que lo dices sea cierto, Saga, porque si no logras superarme esta vez, desapareceré todo este territorio y a la mujer que amas junto con él.

    La concentración en ambos ex Caballeros era abrumadora. El implacable cruce de sus miradas parecía representar el funesto presagio de lo que estaba a punto de acontecer con el incremento descontrolado del par de auras.

    —Alguna vez me preguntaste qué ocurriría si dos técnicas de Géminis tuvieran la infortuna de encontrarse entre sí… —rememoró el guerrero negro con aparente calma—. En esos momentos no tuve la certeza para responderte, pero creo que acaba de llegar el momento de resolver esa duda para ambos…

    —¡Me leíste la mente, “hermanito”! ¡De hecho ejecutar un ken similar al mío, será tu única opción para detener el caos que estoy a punto de desatar!

    Los predios centrales del territorio chino empezaron a temblar con frenesí, mientras que tiempo y espacio se distorsionaban y retorcían en confusas realidades. El otrora bello jardín de Nü Wa se vio devastado de manera horrible, al ser esparcidas y desintegradas las flores que lo adornaban. Atrás quedó la paz que manaba el ambiente natural en K’uen-Luen, tras ser mancillada de manera irreversible la vida vegetal que rebosaba en él. Pétalos y hojas multicolores invadieron el aire en una triste danza de plantas muertas dispersadas en el viento.

    Apenas las auras cósmicas blanca y negra hicieron ligero contacto, el notorio contraste en la naturaleza de ambas produjo fuertes estallidos de energía relampagueante, los cuales por poco incluso llegaron a lastimar de gravedad a quienes los produjeron.

    Ninguno claudicó a pesar de lo difuso que se había tornado el escenario. En sus mentes solo prevalecía la idea de exterminar de una vez a su respectiva contraparte, así que ninguno de los dos se distrajo con la conmoción del ambiente. Mientras que el gemelo mayor observaba al menor con abrumadora seriedad, el otro hacía lo propio pero con una arrogante media sonrisa que denotaba confianza en sí mismo.

    —¡Que lo infinito del espacio profundo purifique tu alma, hermano mío! —exclamó Saga con todas sus fuerzas, como preludio a la técnica que se proponía ejecutar—: ¡‘OTRA DIMENSIÓN’!!

    —¡Consúmete eternamente en la desesperación de vagar de manera perpetua en el limbo estelar! —vociferó Kanon con júbilo desbordado—: ¡‘TRIÁNGULO DORADO’!!

    Evocados y desplegados al mismo tiempo ambos kens, la realidad se desgarró y abrió de manera horizontal, mostrando al oscuro y misterioso espacio exterior a espaldas de Saga; y a una extraña dimensión blanca con estrellas distantes, planetas y demás astros negros detrás Kanon.

    Caos y descontrol reinaron en la sección principal del jardín. Ya no eran solamente flores muertas las que devoraban las dimensiones desconocidas. Grandes porciones de tierra se arrancaban desde el suelo y también eran tragadas por la fuerza de atracción de los espacios blanco y negro.

    Los hermanos se resistían con desesperación a ser absorbidos por el confuso ken convocado por el otro, pero tanta era la fuerza de ambos desgarros en tiempo-espacio, que los pies de los involucrados empezaban a arrastrarse sin remedio sobre el ya árido terreno.

    —¡Deja de luchar, Saga! —le exigió su gemelo ampliando su sonrisa malintencionada, al tiempo que se esforzaba por contrarrestar con su peso al arrastre que ejercía sobre él una cuadrícula de luz—. ¡Tendrás mucho tiempo para reflexionar cuando deambules para siempre en el vacío de mi dimensión!

    —¡Jamás me rendiré!! —replicó el de melena azulada cayendo sobre una rodilla, pero todavía extendiendo valientemente el brazo en un intento por reforzar su técnica con el máximo cosmos que fue capaz de manifestar—. ¡Si se me dio una segunda oportunidad en este mundo, aprovecharé cada instante de mi vida!! ¡Por Atenea y… por Alalá!!!

    El poder de la ‘Otra Dimensión’ de Saga y del ‘Triángulo Dorado’ de Kanon, llegaron a tal punto de descontrol, que ninguno de los dos hermanos fue capaz de contener sus respectivas técnicas. Tan inmensas eran las dos grietas espacio-tiempo que llegaron al extremo de abrirse súbitamente y, apenas la una dimensión hizo ligero contacto con la otra, un insólito fenómeno tuvo lugar: Toda materia a varios metros a la redonda empezó a comprimirse, mientras nacía una extraña y confusa combinación de realidades alternas.

    Ambos Géminis fueron engullidos enseguida por el caos de la implosión…

    La calma volvió al desaparecer los dos contendientes y sus kens sin dejar rastro. Solo un estéril terreno en el centro del territorio chino permaneció como mudo testigo del mortal combate que acababa de acontecer…


    ==Fusión de dimensiones de Géminis==

    Saga abrió lentamente sus pesados párpados solo para notar alarmado su situación: Se encontraba flotando sin rumbo en un distorsionado espacio, el cual estaba densamente poblado por infinidad de cuerpos celestes de irreales formas.

    Le fue bastante dificultoso recuperar su capacidad de orientación, ya que aquella realidad aturdía su mente con cada intermitente y drástico cambio de tonalidad. Por segundos el vacío y los astros lucían oscuros, para luego tornarse repentinamente en un luminoso blanco que deslumbraba la vista.

    —«La situación es extremadamente crítica —reflexionó el de cloth azabache, intentando nivelar su trayectoria para no continuar avanzando sin rumbo—. Nuestras técnicas combinadas son demasiado inestables y acabarán colapsando en cualquier momento…»

    Sus deducciones le fueron confirmadas tras presenciar innumerables cataclismos astrales en la distancia. Con notorio asombro vislumbró el choque de planetas, el nacimiento de quásares, la veloz dispersión de asteroides y meteoros, la hermosa y a la vez aterradora extinción de cometas, estrellas y galaxias.

    —Habré de abandonar esta realidad lo más pronto posible, o de lo contrario…

    No pudo concluir sus elucubraciones. Su perplejidad fue grande al percatarse del hecho de que su armadura y su ser material entero empezaban a desintegrarse y a esparcirse en la forma de pequeñas motas de luz. Su reacción instintiva al verse víctima del efecto de la combinación de espacios, fue intentar utilizar su cosmos restante para abrir una grieta dimensional que lo ayude a escapar de aquel dañino escenario; mas se detuvo al ver que, no muy lejos de él, estaba flotando a la deriva su hermano Kanon.

    —Todavía se mantiene con vida, pero ha perdido completamente el conocimiento —se dijo a sí mismo, tras acercarse al de cloth blanca y tomarlo en brazos—. Aunque a juzgar por su apariencia, todavía sigue corrompido por la maldad…

    Era la oportunidad perfecta. Su malvado gemelo se encontraba completamente indefenso a su merced y a tan solo un simple movimiento que le arrebataría la vida. Así que al no ver más opción que aquella, Saga elevó su brazo derecho cual verdugo alzando el hacha para ejecutar a un cautivo.

    —Perdóname, Kanon —se disculpó entre sinceras lágrimas—. Te juré que te liberaría del mal, incluso si aquello significaba matarte.

    Veloz, Géminis Negro dirigió su mano abierta hacia cuello descubierto del antaño General Marino, no obstante, fue el amor fraternal que todavía le profesaba, el que le impidió terminar la acción de fratricidio.

    —¡Maldición! ¡No puedo hacerlo! —se recriminó a sí mismo, tapándose el rostro con la mano en un gesto que denotaba frustración extrema.

    El menor de los hermanos parecía dormir plácidamente, imagen que logró conmover profundamente al mayor de ellos. Habían pasado varias décadas desde que no lo veía con un semblante tan sereno.

    —Ya encontraré una forma de liberarte de la perversidad que te ha corrompido… o simplemente buscaré un método para encerrarte nuevamente, tal y como lo hice hace años…

    Sosteniendo firmemente al de albos atavíos en un abrazo protector, el Caballero oscuro evitó con su cosmos que ambos continuaran levitando sin rumbo. Sin embargo, su alivio no duró mucho, ya que al poco tiempo la dimensión incrementó sus efectos nocivos sobre la pareja de guerreros.

    —«¡De… Demonios! —maldijo mentalmente el que aún mantenía la consciencia—. Nuestros cuerpos y almas han… comenzado un proceso de desdoblamiento».

    En efecto, las existencias materiales y espirituales de los gemelos luchaban por separarse, siendo atraídas éstas por las diferentes corrientes de energía originadas en el perturbador escenario.

    En medio del martirio de sentir su esencia siendo arracada de cuajo, Saga notó algo sumamente extraño en su aún desmayado hermano. Solo con el efecto de la combinación de kens dorados, claramente logró percibir la presencia de la ajena entidad inmaterial que invadía el cuerpo del hombre de larga melena gris…

    —¡Kanon, despierta!! —le exigió con desesperación, al tiempo que lo sacudía vehementemente—. ¡Deshazte del ruin espíritu que está poseyendo al tuyo propio!!

    Al no ver la más ligera reacción en su gemelo, el antaño Santo de Géminis decidió tomar medidas drásticas para de una u otra forma ‘exorcizar’ al malvado ser inmaterial que ocupaba el cuerpo de Kanon. No le importaba si ambos morían en el proceso. Si aquello le permitía recuperar al menos por unos segundos a su hermano, estaba dispuesto a sacrificar la poca energía que le restaba.

    Con profunda concentración, empezó la tarea de transmitirle su cosmos, el cual a pesar de lucir un espeso negro; manaba a la vez la bondad y sentido de justicia que le atribuían desde que se convirtió en Santo de Oro hace ya treinta y nueve años.

    Los efectos no se hicieron esperar y Géminis Blanco empezó a convulsionar y prorrumpir desgarradores gritos de dolor a pesar de aún mantenerse inconsciente. La tortura solo terminó cuando una especie de vapor oscuro salió expulsado desde el cuerpo del poseso guerrero.

    Tan violento fue el desalojo de aquel ser informe, que consiguió alejar varios metros a Saga y aturdirlo en el proceso.

    —Pero qué…

    Su confusión fue grande en ese momento, y más al ver que aquella amorfa masa espiritual rodeaba latente a su hermano y, además, emitía incomprensibles e inquietantes sonidos.

    Curiosamente, la calma invadió la escena. Pareció ser que todo en aquel universo hizo silencio en señal de respeto por el recién manifestado ente.

    —Hu… Humano… —lo llamó aquel efluvio con una voz gutural que retumbó en el vacío del espacio—. Te has atrevido a maltratar mi esencia…

    El aludido no se amedrentó a pesar de escuchar tan tenebrosa voz, ya que al ver a su gemelo aún a la merced de aquel espíritu; perdió la calma y lo desafió sin temor:

    —No buscaba solo maltratarte, vil abominación… ¡Ansiaba acabar con tu existencia!

    Al contemplar esos decididos ojos azules clavados con ira sobre sus imprecisas y fluctuantes formas, el ente cambió el tono de su voz al suyo original:

    —Deberías tener más cuidado con lo que dices, Caballero —profirió arrogante el ser incorpóreo, con el hablar más suave de una joven fémina—. No tienes idea de lo que desatarás si te atreves a enfurecerme…

    Paralizado por el más terrible temor que había sentido en toda su existencia, Saga fue estremecido por el creciente poder macabro que derrochaba el espíritu que hace poco ocupó el cuerpo del hombre en cloth alba.

    —Pero qué cosmos más inmenso y poderoso —murmuró en un suspiro que le apretujó el corazón y los pulmones cuando fue exhalado—. La energía que emana esta cosa me recuerda a la de la misma Atenea, solo que la suya transmite un pútrido sentimiento de maldad… No hay duda… Me encuentro frente a… un ser divino…

    —Justamente —le dio la razón con un hablar jactancioso la regente de las sombras en su forma espiritual—. Mi nombre es Morrigan. Soy la diosa celta de la muerte y la oscuridad.

    Las pupilas del Geminiano se dilataron tras conocer la identidad de la misteriosa deidad. Le fue difícil asimilar que tenía enfrente suyo a una de las máximas enemigas de la humanidad.

    —¡Entonces fuiste tú quien revivió a mi hermano y a mis otros compañeros de generación! —le gritó descontrolado, tras olvidar el miedo que le inspiró ella en primera instancia—. ¡Solo el más cruel de los dioses se atrevería a manipular a los seres humanos como si de marionetas se tratase!!

    —No se trata de crueldad, sino de una demostración de poderío —aseguró Morrigan entre irritantes risas—. Ante ti tienes el alcance de la magnificencia de nosotros los dioses, quienes somos capaces de jugar con la vida y la muerte de los seres inferiores… pero, aunque fue bastante divertido utilizar las emociones, recuerdos y viejas rencillas que se alojaban en este cuerpo; me siento bastante incómoda al seguir ocupando el cadáver en vida de tu querido hermanito.

    —¡Maldita seas! —reaccionó furioso el humano resucitado, intentando atacar impulsivamente a su interlocutora—. ¡Casi me veo a obligado a asesinar a mi hermano por tu culpa! ¡Y no solo eso, pagarás por haber causado el conflicto de dos guerreros leales a Atenea!!

    Una ligera porción de su poder divino le fue suficiente para detener en seco los movimientos de su maltrecho agresor.

    —Eres fuerte. Lo admito, humano. No cualquiera crearía una combinación tan terrible de realidades y sería capaz incluso de expulsar mi existencia espiritual de la material de Kanon; pero en la deplorable situación en la que te encuentras ahora, ¡no eres más que un inútil despojo!

    —No mereces… ser llamada ‘diosa’… —le imprecó el inmóvil Géminis con la voz entrecortada—. Solo eres un… demonio con aires de grandeza…

    A Morrigan difícilmente la alterarían las palabras de un humano, así que no se dignó a responder a los improperios. La nube de vapor negro en la que había transmutado, más bien insistía en rodear con curiosidad a su víctima con lentos movimientos circulares.

    —Fue bastante entretenido, ¿sabes?... poseer el cuerpo de tu hermano gemelo —la cética hizo una pausa para reír de manera estridente—. De todos los que reviví, él fue quien más resistencia opuso. Insistía con uñas y dientes a no dejarse dominar por mi influencia divina, hasta que en un punto me vi obligada a ingresar en su cuerpo para ganar por completo su obediencia…

    Saga luchaba por liberarse de la parálisis, pero en ese momento su fuerza no se comparaba con la de la malvada Morrigan. En silencio y bastante contrariado, se resignó a continuar escuchándola:

    —No hay nada más delicioso que presenciar el sufrimiento humano que nace de una guerra —continuó regodeándose la dama oscura—. Además, el toque emotivo de la lucha de dos poderosos hermanos, era algo que no podía perderme, por lo tanto no imaginas el inmenso placer que sentí al observar las reacciones del espíritu encerrado de Kanon, mientras lo obligaba a ejercer violentas acciones y a proferir tantas blasfemias y palabras crueles contra su hermano… Solo hubo algo que logró perturbarme… —Morrigan dejó su actitud socarrona para reemplazarla con una nada usual seriedad—. Tu gemelo por poco logra expulsarme de su cuerpo… Su espíritu reaccionó cuando lágrimas tuyas hicieron contacto con su rostro durante la lucha, y mucho más cuando te vio llorando…

    —Hermano…

    —Pero ya es suficiente de juegos por hoy. Me he cansado de permanecer en un cuerpo con emociones tan intensas, y cuando yo me canso de jugar de algo, ¡convierto en polvo a todo lo que lo rodea!!

    Transformando sus formas indefinidas en unas más amenazantes, la celta arremetió veloz contra el Santo Negro. Ansiaba quitarle la vida de una vez al arrancarle el espíritu con sus poderes oscuros, no obstante, se detuvo en seco y cesó la agresión a pocos centímetros del decidido rostro que tenía enfrente.

    —Esos ojos… por alguna razón me parecen familiares… —le dijo analizando minuciosamente su mirada—. Parece ser que a final de cuentas tu hermano no estaba tan errado en sus deducciones… En efecto, falta muy poco para que se manifieste lo que habita en tu interior…

    —¿A… a qué te refieres? —le preguntó nervioso el aludido, todavía luchando por soltarse de la parálisis.

    Agudas carcajadas de la diosa llenaron nuevamente el cambiante escenario.

    —Arruinaría la diversión si te lo dijera, Santo de Atenea. Así que por el momento solo te conviene saber una cosa: Les permitiré vivir…

    Sumido en la confusión y el misterio, Saga apenas pudo reaccionar cuando el poder divino de Morrigan se expandió completamente hacia la combinación de dimensiones.

    —¡Regresen a la Maravilla Suprema, humanos! ¡Será la ingenua de Nü Wa y su ejército de inútiles pacifistas, quienes tendrán que enfrentar a la verdadera amenaza del territorio chino!!

    Exclamado esto con verdadero júbilo, la más densa oscuridad se tragó a los gemelos y al ambiente espacial entero.

    —Fue bastante astuto de tu parte regresar en tales momentos de confusión —se dijo a sí misma la deidad de la muerte, tras verse sola en aquel nuevo ambiente vacío y silencioso—. Estoy ansiosa por presenciar la destrucción que desatarás… Ares…

    Continuará…
     
    Última edición: 2 Julio 2020
  14.  
    Kazeshini

    Kazeshini Caballero de Junini

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    [Longfic] Saint Seiya - Saga: CATACLISMO 2012
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    Total de capítulos:
    76
     
    Palabras:
    4374
    [Saint Seiya/ Los Caballeros del Zodiaco] – Saga: CATACLISMO 2012

    Escrito en Ecuador por José-V. Sayago Gallardo


    CAPÍTULO 50: ¡ENIGMA! EL ROSTRO OCULTO DETRÁS DE LA MÁSCARA

    ==Maravilla Suprema. Jardín de K’uen-Luen, Entrada al Monte Penglai==

    —¿Qué… acaba de ocurrir? —preguntó a la nada Téngfēi de Tigre Blanco, al ver a su compañera Guardiana pasmada y con la mirada perdida en el firmamento.

    Imbuida en un halo de cosmos dorado, la Guerrera que desplegó el ‘Satán Imperial’ empezó una lenta marcha hacia sus dos rivales orientales.

    —«¿Pero… qué clase de demonio es este…? —cuestionó para sí el impresionado Baihu, al contemplar el lento avance de la Amazona—. Por más Santo de Atenea que sea, no es posible que un ser humano pueda seguir en pie con heridas tan profundas y una hemorragia así de severa».

    Géminis se detuvo al encontrarse hombro con hombro con el regente del otoño, quien simplemente no pudo reaccionar ante la presencia intimidante de la mujer que fue capaz de dejar helada a su coterránea con un solo ataque.

    —«¿Por… por qué no puedo voltear a mirarla…?» —continuó reflexionando el castaño, al también verse paralizado por un irracional miedo y sentir que sudor frío recorría su frente.

    —Tú… Niño bonito… —lo llamó la Ateniense con una tétrica voz—. Si deseas que esa ingenua… vuelva a ser la de antes, deberás morir… ante sus ojos…

    Tan cruel sentencia borró el desasosiego del semblante de Téngfēi. Por primera vez se lo pudo ver auténticamente iracundo.

    Cual furioso tigre, se giró para encarar a su impredecible rival. Estaba dispuesto a exterminarla con sus propias garras, pero por desgracia suya, su semblante cambió a sorpresa cuando notó que la pelirroja ya se había esfumado sin dejar rastro. No tenía más asuntos pendientes en ese lugar, ya que estaba segura de que los dos Guardianes se matarían entre sí.

    —¡‘La Armonía del Shēngxiào’! —exclamó de repente Jíngfēi con toda la potencia de su voz.

    La serpiente metálica que también formaba parte de la armadura de la quimera del norte, arremetió contra Baihu y lo atrapó en una poderosa constricción. A espaldas de la víctima, un fantasmal círculo negro apareció para dar vida en su radio a las imágenes de los doce animales del zodiaco chino.

    —Por Nü Wa… Ésta es la técnica más poderosa del Sì Shòu llamado Xuanwu —susurró para sí el atacado, en un inútil intento por soltarse de la presión del reptil de metal.

    El Guardián otoñal se veía sobremanera alterado, ya que sabía que si la joven de cabellera azul oscuro recitaba los nombres de los doce animales; eso significaría su inminente deceso.

    —¡Recapacita, Jíngfēi!! —le exigió él en tono desesperado—. ¡¿Acaso no recuerdas que le prometiste a nuestra diosa que no ejecutarías una técnica tan violenta como ésta?!!

    —Téngfēi… ‘La Armonía del Zodiaco Chino’ no es un ken malintencionado como afirmas —reaccionó la aludida de la manera más calmada posible, pero con la cabeza agachada—. Mi máxima técnica es piadosa con la víctima, porque la purifica desde su mismo interior al despojarla suavemente de la savia de su vida…

    —Al arrebatarle cruelmente toda la sangre, querrás decir… —complementó entre dientes el paralizado Guardián.

    La joven quimera levantó la faz y al fin el guerrero de Tigre Blanco consiguió observar aterrado el drástico cambio de sus facciones:

    El delicado celeste de los ojos de la protectora del norte fue reemplazado por un amenazante carmesí. Su semblante que hace poco transmitía pureza, se vio alterado por una demente expresión, resaltada ésta por las oscuras ojeras que la habían marcado.

    Shǔ, Niú, Hǔ —pronunció lentamente la posesa doncella, frunciendo el entrecejo en un trastornado semblante de júbilo.

    Las imágenes de la rata, el buey y el tigre desaparecieron en el orden recitado. Los devastadores efectos no se hicieron esperar y enseguida el joven de mirada verde dejó escapar una inmensa cantidad del líquido vital por la boca.

    Las bellas joyas multicolores que adornaban el camino a la montaña de jade, se vieron cubiertas por el enorme charco de sangre que se desparramó desde el cuerpo del primer hombre de la nueva especie…

    —Por favor… detente ya, Jíngfēi… —le rogó por instinto la desorientada víctima, cuyas fuerzas fueron mermadas en gran proporción por la alarmante hemorragia—. Lo que en verdad me duele… es saber que no eres capaz de reconocerme…

    Tù, Lóng, Shé

    Las iconografías de tres animales más se esfumaron del círculo de luz negra. Liebre, dragón y serpiente abandonaron el zodiaco apenas evocados sus nombres en chino. Justo en ese momento, Téngfēi sangró dolorosamente a través de oídos, nariz y la mayoría de sus poros abiertos. La armadura blanca que alguna vez resaltó la pureza de su portador, en esos momentos se vio manchada por un perturbador carmesí.

    El regente del oeste había perdido ya la mitad de su sangre…

    —Mírame… Jíngfēi…

    La poseída quimera negra así lo hizo y fue capaz de suavizar un poco sus facciones cuando contempló la cálida sonrisa que le estaba dedicando su compañero. A pesar de la dolorosa tortura, se las había arreglado para observar a la chica con su clásico semblante amable y angelical. No obstante, sus sangrantes ojos verdes transmitían al mismo tiempo una profunda tristeza.

    —¿Sabes por qué… tengo esta sonrisa…? —inquirió el atenazado guerrero, casi llorando—. Es porque tú la provocas…

    La alterada Guardiana del invierno pareció reaccionar a las palabras y la imagen que tenía enfrente. Por un momento quiso contestar a lo dicho por Baihu, pero enseguida una fuerte jaqueca la detuvo y la obligó a desplomarse sobre sus rodillas.

    —Sé que no ha pasado mucho tiempo desde que nos conocemos —añadió él en tono suave—. De hecho, apenas transcurrieron un par de días desde que nuestra diosa nos otorgó el regalo de la vida; pero aún en el poco tiempo en el que he vivido, he aprendido a conocer la verdadera felicidad… Felicidad que nace de cada pequeño momento que he compartido contigo…

    El furioso cosmos escondido del Tigre Blanco se encendió con ímpetu y, aunque estaba disminuido en relación a su poder original, fue suficiente para liberar a Téngfēi de la técnica de Xuanwu. Aprovechando que la ejecutora del ken negro había perdido el control sobre el mismo, el guerrero despedazó en un instante la serpiente metálica y el círculo translúcido de cosmos negro.

    —¡No quería atacarte, pero haré todo lo posible para ver nuevamente tu tranquilo rostro y tu hermosa sonrisa! ¡Permite que mi técnica purifique tu alma, Jíngfēi! ¡‘Ilusión en el Paraíso de Qilin’!!

    Una cálida y benévola luz blanca saturó por completo la porción septentrional del jardín, concentrándose en especial en su protectora.

    El disminuido Baihu esperó con ansias los resultados, pero grande fue su decepción al percatarse de que su resplandor no logró contrarrestar los efectos nocivos de la temible técnica de Géminis.

    —Te mataré, estúpido Guardián —amenazó Xuanwu, mostrando aún malicia en su semblante, y clavando a la vez su nueva mirada escarlata sobre la verde pura de su oponente—. Solo me detendré cuando vea tu cadáver a mis pies…

    Con dolor Téngfēi corroboró las palabras que la Dorada le dijo antes de marcharse.

    Estaba abatido y desesperanzado, así que no pudo controlar sus emociones y estallar en llanto mientras observaba al firmamento. Sabía que únicamente el sacrificio de su vida serviría para liberar a su compañera de la influencia de la maldad.

    —Mi existencia es tuya, Jíngfēi… —declaró borrando por completo su expresión amena, solo para reemplazarla con una de inmenso desconsuelo y resignación—. Ven y tómala de una vez.

    Nuevamente la quimera negra reaccionó a lo que veía y escuchaba. La conmovedora imagen que invadía su campo visual se confundía en su mente con los recuerdos que tenía del joven castaño. Las lágrimas y sangre en el rostro de Téngfēi se combinaban a ratos con la cándida sonrisa y actitud amigable que lo caracterizaban normalmente.

    Tan desconcertante mezcla de imágenes logró aturdir a la primera mujer de la nueva especie, pero no fue suficiente para distraerla del cruel y poderoso dominio mental que la aprisionaba.

    Inspirada por su instinto asesino, la muchacha se abalanzó sobre el joven que para ese momento había bajado la guardia, tomándolo firmemente del cuello con ambas manos.

    A pesar de estar siendo asfixiado, el indefenso Guardián se las arregló para regalarle una última sonrisa a quien apreciaba como algo más que una compañera. Solo al sentir que la vida se le escapaba, tuvo el valor para aceptar en silencio sus más profundos deseos.

    —«Mi Jíngfēi… lo que más anhelaba en la vida… era que tú seas la madre de mis hijos…»


    ==Maravilla Suprema. Jardín de K’uen-Luen, Melocotonero de los Ocho Inmortales==

    Un desorientado Saga avanzaba erráticamente a través de la armónica combinación de plantas frutales y flores del lugar. Lejos estaba aquel paisaje paradisíaco de distraerlo de su estado actual, ya que ni siquiera la casi irreal paz que emanaba el jardín de Nü Wa, podía reconfortarlo en el agónico martirio que le significaba caminar. Adicional a esto, su dolor físico se incrementaba con el profundo remordimiento y amargura producidos por la batalla que recién libró con su hermano. No podía evitar preocuparse por su estado, ya que ambos fueron separados súbitamente cuando Morrigan los regresó al plano estable de la realidad.

    Sin embargo, una sensación diferente a la que manaba el jardín, lo invadió de manera súbita, provocando a la vez que olvide por un momento a su gemelo.

    —«Mi cuerpo y la armadura negra que visto, están prácticamente destrozados… —reflexionó, luchando por mantener la consciencia—. Casi no tengo energía ni para mantenerme en pies, pero es este sentimiento familiar que no había experimentado en lustros; el que me obliga a continuar a pesar del dolor y el cansancio».

    El maltrecho hombre trastabilló varias veces en su tortuoso trayecto. Solo ayudándose con los firmes troncos de varios árboles, evitó caer de bruces sobre el pasto.

    Ya casi no le restaban fuerzas. Era su instinto el que le obligaba a continuar con ansias, ya que algo le gritaba dentro de su cabeza para que no se detenga ni por un segundo. Algo lo convencía con desesperación de que, en el momento que alcance el lugar al que avanzaba a la deriva; la recompensa haría que el esfuerzo valga la pena.

    —«¿Pero qué son estas sensaciones de añoranza y nostalgia que estrujan mi corazón mientras continúo…? ¿Podría ser posible que ella…?»

    Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando cruzó los gruesos arbustos que daban al claro central del bosque. La bella imagen que invadió su campo visual provocó que su corazón palpite con frenesí, dejándolo a la vez boquiabierto e inmóvil. Aquella era la escena más sublime que había contemplado en toda su vida:

    Una mujer de cabellera color vino tinto se mantenía quieta bajo la sombra de sendo árbol de melocotones. Las pequeñas motas de luz alba que se desprendían del mismo, caían suavemente sobre ella para dotarle de una presencia casi angelical. El metal de su armadura de bronce y el inmaculado blanco de su largo vestido de diseño a la usanza griega; lucían más puros que nunca al armonizar perfectamente con las bellas flores y plantas de infinitos colores que danzaban con la suave caricia del viento.

    —Alalá… —musitó el Santo en un liberador suspiro, reconociendo enseguida a la dama que engalanaba el jardín con su figura.

    Saga se sintió en el más hermoso sueño. Todavía no daba crédito a la bella imagen que invadía sus pupilas azules.

    Más que por el dolor físico que había olvidado por un momento, el antaño Géminis fue pasmado por el asombro que también se reflejaba en su rostro. Simplemente no supo cómo reaccionar al ver cara a cara a la mujer que significaba tanto para él. Intentó acercársele, pero sus músculos se habían agarrotado. Intentó hablarle, pero no pudo coordinar las palabras para hacerlo. Incluso su sola presencia le había quitado el aliento.

    Solo al contemplar el opaco brillo en los ojos de la Amazona y sus párpados entreabiertos en un gesto de indiferencia; el guerrero de cabellera azulada recibió una cruel dosis de realidad.

    Su sueño se convirtió en pesadilla cuando se percató que la dama se mantenía en un profundo trance catatónico…

    —El destino es atroz e irónico, ¿cierto, Alalá? —le dijo, intentando ocultar su inmensa tristeza con la seriedad que lo caracterizaba—. Todas las noches me visitabas en el monumento que nos erigieron en el Santuario y en cada ocasión ansié dejar mi prisión de roca para tomar las orquídeas azules que me obsequiabas… —el guerrero en cloth negra sacó fuerzas de donde no las tenía para acercarse a Casiopea y tomarla suavemente de ambas hombreras—. Ahora te tengo aquí, frente a mí, pero te siento tan lejos… Como si alguien te hubiese arrebatado el espíritu…

    El llanto casi se le escapa cuando retiró la vista de la figura de la Amazona. Verla en esas condiciones era algo que le dolía en el alma, pero que no podía admitir a causa de su orgullo de Santo de Oro.

    —Tengo una misión que cumplir… Me marcho…

    Haciendo caso al llamado del deber de un Caballero de Atenea, Saga sintió la amargura más terrible cuando le dio las espaldas a la única mujer con la que abrió su corazón.

    A punto estuvo de dejarla a su suerte, cuando un recuerdo que golpeó su mente provocó que se detuviera en seco.

    —El brazalete…

    Saga rompió sin esfuerzo la porción ya cuarteada de su guantelete izquierdo, solo para ver aliviado que una delgada manilla de oro adornaba su muñeca.

    Al instante rememoró el momento en el que Alalá le obsequió la valiosa joya. Claramente recordaba las palabras que la entonces aprendiz de Amazona le había dicho con timidez al momento que le cedió la posesión de aquella reliquia.

    —«Tú conoces bien cómo es el señor Shion, ¿cierto, Saga? Siempre ha sido tan amable y paternal con nosotros dos… No sabes lo feliz que fui cuando me obsequió este hermoso brazalete. Yo era una niña huérfana de ocho años entonces, pero siempre me sentí acompañada al observar esta pulsera… Saga, no quiero que te sientas solo. Por eso cada vez que mires este objeto, recuerda que aunque no esté presente físicamente, me tendrás a tu lado por toda la eternidad».

    Géminis Negro se giró nuevamente y contempló la figura indefensa de Casiopea. Reponiéndose del dolor emocional para adoptar una postura solemne, se plantó frente a ella.

    —Que Atenea me perdone por distraerme de mi misión como uno de sus Caballeros, pero no voy a abandonarte en este lugar, Alalá —manifestó el guerrero revivido con abrumadora convicción—. Como sea encontraré la forma de despertarte de ese trance.

    Sin pensarlo dos veces, Saga retiró la máscara agujereada del rostro de la estática mujer. Grande fue su sorpresa al contemplarla a la cara, ya que lucía igual de joven de cómo la recordaba.

    —Es imposible —musitó el Geminiano con incredulidad—. Ni siquiera con el pasar de tantas décadas, el tiempo ha hecho mella en su belleza…

    Sacudiendo la cabeza para dejar a un lado esos pensamientos, el Ateniense decidió concentrarse en asuntos más importantes y averiguar el origen del estado actual de la Amazona. Con delicadeza posó la mano en su aún cálida mejilla y se concentró profundamente tras cerrar los ojos con seriedad.

    —«No puede ser… Fue un cosmos ajeno al humano el que aprisionó su alma… —reflexionó, apretando los dientes en un gesto de frustración—. ¿Acaso no seré capaz de recuperarla?»

    Un intenso sentimiento de fracaso hizo presa del Geminiano, así que no pudo evitar caer de rodillas y dar un fuerte puñetazo en el suelo lleno de flores.

    —¡Maldición!! ¡El nivel de cosmos que poseo actualmente no será suficiente para despertarla!! —gritó, alzando la mirada hacia el rostro de expresión inmutable que lucía la Guerrera—. Necesito… el poder de un dios…

    Dicho esto, los ojos de Saga empezaron a tornarse rojos y su cabellera a adoptar una oscura tonalidad gris… Los anhelos del humano provocaron que el espíritu del dios griego de la guerra despertara…


    ==Maravilla Suprema. Jardín de K’uen-Luen.Inmediaciones de la Torre de Porcelana==

    Kanon, Santo albo de Géminis, recuperó su apariencia normal tras ser liberado del dominio de la diosa céltica de la muerte. Una vez más su cabello lucía el radiante azul claro con el que nació y su semblante denotaba serenidad mientras dormía sobre una mullida superficie.

    No pasó mucho tiempo para que despertara reconfortado al percibir la inmensa paz que transmitía el jardín de Nü Wa. La cálida luz que se colaba por sus párpados entreabiertos, complementaba perfectamente el bienestar que sentía.

    —¿Dónde… estoy? —se preguntó aún somnoliento—. ¿Acaso me encuentro en el paraíso?

    Esa fue la primera impresión que tuvo el regenerado guerrero al verse rodeado de flores de todos colores y de la luminosa armonía en la que convivían los pequeños animales que moraban el territorio chino. En especial llamó su atención la gigantesca pagoda que se elevaba imponente no muy lejos del lugar donde yacía cómodamente.

    De repente, el alivió dejó de embriagarlo cuando sus pupilas azules se dilataron súbitamente. Sus más recientes recuerdos golpearon dolorosamente su cerebro…

    —¡Morrigan!! —gritó, sosteniéndose la cabeza con ambas manos.

    Kanon recordó la maligna presencia de la diosa que lo liberó de aquel gris limbo, en el cual creía vagaría eternamente tras su muerte en el Inframundo. Le sería imposible borrar de sus pensamientos los horribles instantes en los que fue dominado por el magno cosmos corrupto de la dama oscura.

    Intentando recomponer su psiquis, el menor de los gemelos sacudió la cabeza y se esforzó por reincorporarse, sin embargo, el paralizante dolor que todavía lo agobiaba le obligó a desplomar su peso sobre rodillas y codos.

    —Saga… fue al tenerte en esta misma pose sumisa, cuando te dije tantas cosas malintencionadas…

    Géminis Blanco derramó incontables lágrimas de frustración. Incluso sabiendo que sus acciones y palabras fueron producto de la influencia del mal sobre él; sintió un profundo dolor por todo lo que aconteció durante la batalla contra su hermano mayor.

    —Nada justifica lo que dije, ni todo el daño que te causé —profirió enjugando su llanto con rabia—. Lo que hizo esa malvada fue simplemente sacar a flote el resentimiento que te tuve desde hace décadas atrás…

    Recuperando la compostura, Kanon al fin logró ponerse en pies tras tambalear a causa de sus heridas.

    —Me reivindicaré contigo y con Atenea, hermano —juró, observando la torre de porcelana con la determinación que lo caracterizaba—. Erradicaré los planes de los dioses que intentan destruir a la humanidad.

    A paso lento pero firme, se dispuso a entrar a la morada principal de la diosa china de la creación. El simple hecho de caminar le significaba un insoportable martirio, pero supo sobrellevarlo al saber que tendría que enfrentar a enemigos fuertes en el interior de aquella pomposa pagoda.

    Pocos metros le faltaron para atravesar el adornado umbral del edificio, cuando un terrible presentimiento lo dejó sin aliento y le obligó a detenerse en seco…

    Era una sensación siniestra la que de pronto reemplazó a la tranquilizante del jardín. La influencia de una misteriosa presencia recién aparecida, esfumó por completo la paz en esa porción del terreno y produjo escalofríos en Kanon, quien atónito se giró para ver de quién se trataba.

    —«Es… es un Caballero Dorado… —reflexionó, al contemplar la figura que sigilosamente se había plantado a sus espaldas—, pero… lleva una máscara… Debe ser la Amazona de Géminis de esta época».

    El antaño Dragón Marino no sabía qué esperar de la sucesora de su constelación. Su mente le obligaba a desconfiar de ella al verla bañada en sangre; pero, por otro lado, su corazón le decía que aquella extraña mujer sí le era fiel a Atenea.

    Con suma cautela le dirigió la palabra:

    —¿Quién eres? —le preguntó, intentando sonar lo más calmado posible—. ¿Nuestra diosa te envió para detener a las deidades que moran esta fortaleza?

    La silente pelirroja ni siquiera prestó atención al interrogatorio. Estaba concentrada en analizar al maltrecho hombre que vestía una casi destruida armadura blanca, la cual, curiosamente, lucía idéntica a la suya con excepción de la tonalidad…

    —Es… es un impostor de Géminis —balbuceó tartamudeando, mientras lo señalaba irregularmente con los tres dedos de su mano destrozada—. Siento residuos de… la influencia del cosmos de Morrigan en… en ese cadáver andante…

    —No soy un cadáver… ¡Estoy más vivo que nunca! —renegó el referido, contrariado—. Fui liberado por completo de la influencia de esa malvada diosa, gracias a la ayuda de mi hermano Saga.

    —No le creas…—se dijo a sí misma la Dorada de nombre desconocido, de una forma tan mecánica, que por un momento Kanon dudó que se trataba de un ser humano—. Es solo una… marioneta poseída por la diosa que… asesinó a tanta gente en el Santuario… Su exterminación es… necesaria e inminente…

    La actual Géminis se arrojó de improviso contra el alarmado guerrero. En microsegundos decidió aprovechar una potencial ventaja, notando la gran herida que el de blancos atavíos tenía en el centro del pecho, producto del combate físico que protagonizó hace poco con su gemelo.

    Milímetros le faltaron a la Ateniense para incrustar completamente su garra derecha en el lastimado torso de su oponente, quien tuvo la suficiente velocidad de reacción para detener a su agresora con ambas manos apenas sintió que las uñas de ésta empezaban a perforarle la piel, músculos y esternón.

    —¡Detente… de una vez!! —le exigió enojado el hombre de larga melena azulada, mientras se esforzaba por contener la mano que ansiosa buscaba extraerle el corazón—. ¡Mi nombre es Kanon de Géminis! ¡Yo era quien portaba esa armadura antes que tú!

    Pareció ser que la guerrera reaccionó al conocer la identidad de su víctima, ya que enseguida se detuvo y retrocedió tras escuchar el nombre del antaño guardián de la Tercera Casa.

    —Kanon… —repitió la dama de dorado, despojando por un momento la voz de su usual aire macabro—. ¿Entonces… tú eres mi antecesor?

    —Exactamente —respondió el cuestionado, recuperando la calma y cerrando los ojos con seriedad—. Tú misma puedes corroborar mis palabras con la reacción de tu armadura.

    Dicho esto, la cloth que portaba la Amazona empezó a resonar con intensidad. Al parecer reconocía la presencia de quien la vistió hace décadas.

    —¡Eso no es cierto!! —gritó con demente ímpetu la pelirroja enmascarada, reemplazando su actitud indiferente con una nueva más agresiva—. ¡Tú no eres ni Kanon, ni Saga!! ¡Tú no eres ninguno de los legendarios hermanos que… sacrificaron sus vidas en el Inframundo!! ¡Solo eres un… espectro revivido por una voluntad malvada!!

    Géminis había sido cegada por cálida sensación que empezó a transmitir su armadura dorada. Aquello en lugar de tranquilizarla, la exasperaba; así que le fue imposible controlar sus acciones posteriores:

    Acumulando el cosmos que había desatado con su compulsiva ira, arrojó veloz un potente rayo ken desde su mano. En esa ocasión, Kanon estuvo atento a una posible contrarréplica, así que fue capaz de apartarse del trayecto de tan peligrosa acometida de luz dorada. Incluso con todas las heridas acumuladas que lo agobiaban, logró ejecutar perfectamente una ágil maniobra evasiva.

    Con otro rápido movimiento, apareció agachado sobre una rodilla a pocos centímetros de la descontrolada Guerrera de Oro. Por fortuna suya, ella solo notó su presencia cuando arrojó sobre su vientre un fuerte impulso de luz, el cual tenía como objeto empujarla a varios metros lejos de la armónica escena.

    —¡Ya es suficiente, Amazona de Géminis! ¡No tienes por qué atacarme! —le increpó él con el tono más implacable posible—. ¡Sé que cometí errores imperdonables en el pasado, pero debes saber que fui redimido por la misma Atenea! ¡Por tal razón, mi vida está dedicada a intentar ser un Santo digno para ella y para toda la humanidad que habré de proteger!!

    Tosiendo bajo su máscara, la atacada logró reincorporarse por inercia desde el campo de flores. Definitivamente no le importaba la acumulación de heridas consecuencia de su batalla contra Jíngfēi de Quimera Negra hace minutos, ya que en su perturbada mente solo estaba presente la idea de asesinar a quien veía como a un ser ruin.

    Encorvando el cuerpo en una postura poco natural, la sucesora de Géminis empezó a acechar a su víctima cual criatura abisal sedienta de sangre.

    —Despojo… basura… desecho… muerto en vida… esbirro del mal… espectro de Morrigan… No me queda más opción que… hacer esto…

    Con lentos movimientos, la Amazona retiró el casco dorado de su cabeza y lo arrojó sobre el pasto como si de basura se tratase. Enseguida su desordenada y exageradamente larga cabellera roja quedó libre para entremezclarse con los pétalos y hojas que flotaban con la brisa. Acto seguido, se quitó también la máscara dorada para que Kanon sea capaz de contemplar su rostro desnudo.

    —Ahora que me has visto a la cara… mi deber es… degollarte con mis propias manos…

    El guerrero en atavíos blancos se quedó pasmado al contemplar el rostro de quien estaba empeñada en asesinarlo. A causa del asombro extremo que le produjo, solo pudo proferir unas pocas palabras al reconocer a quien se escondía tras la máscara dorada que yacía entre las flores:

    —¿Tú…? ¿Pero… cómo es posible que vistas la cloth de Géminis? ¿Qué demonios te pasó…?

    La mitad izquierda del rostro de la dama todavía se mantenía cubierto por una porción de su desaliñado cabello, pero aun así se notaban claramente sus facciones delicadas y a la vez indiferentes. Su pálida piel era resaltada en belleza por el opaco celeste de su ausente mirada, la cual denotaba carencia absoluta de emociones.

    Sintiendo que parte de su faz aún estaba cubierta por un mechón de sus rojas hebras, la mujer de nombre desconocido usó su mano para echar detrás de su cabeza aquel cabello que estorbaba la visión de la integridad de su cara.

    A Kanon casi se le escapa todo el aire de los pulmones en un suspiro, cuando vio que la Amazona tenía el sello de Atenea tatuado en el lado izquierdo del rostro…

    Continuará…
     
    Última edición: 2 Julio 2020
  15.  
    Kazeshini

    Kazeshini Caballero de Junini

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    [Longfic] Saint Seiya - Saga: CATACLISMO 2012
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    Acción/Épica
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    76
     
    Palabras:
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    [Saint Seiya/ Los Caballeros del Zodiaco] – Saga: CATACLISMO 2012

    Escrito en Ecuador por José-V. Sayago Gallardo


    CAPÍTULO 51: CUANDO EL PASADO Y EL PRESENTE SE ENCUENTRAN…

    ==Hace treinta y nueve años. Grecia, Cabo Sunion==

    Varios días habían transcurrido desde que el menor de los gemelos fue confinado en la prisión de los antiguos terrenos de Poseidón.

    No obstante, a pesar de encontrarse en condiciones precarias, su ambición y ansias de poder no habían disminuido un ápice. Tenía la firme convicción de que su hermano ocultaba una personalidad maligna bajo su apariencia amable y justa; y era precisamente aquello lo que le daba la determinación para sobrevivir al suplicio que se le había impuesto.

    —¡Esto no me detendrá, Saga!! —exclamó con demencia un furioso Kanon, lanzando un golpe lleno de resentimiento contra los barrotes de su celda marina—. ¡Te aseguro que lograré salir airoso de este horrible lugar!!

    Los vehementes gritos que en mucho tiempo no habían recibido respuesta, al fin fueron escuchados por uno de los anónimos y muchas veces subestimados personajes del Santuario de Atenea.

    Uno de los soldados rasos de la diosa de la sabiduría se encontraba patrullando aquel lugar que creía abandonado, así que le extrañó bastante escuchar tal escándalo. Con cautela descendió a través del escarpado camino, solo para encontrar a un irritado prisionero encaramado a las varillas de su calabozo.

    —Hasta que ese traidor de Saga se dignó a enviar a alguien para que me vigile —profirió con ironía y rencor el prisionero, al percatarse de la presencia del soldado—. Aunque fue demasiado ingenuo de su parte pensar que un simple esbirro de baja categoría sería capaz de evitar mi venganza.

    —Acabo de unirme a las filas de Atenea —respondió con voz suave pero sin titubear, quien solo buscaba cumplir con el deber que se le encomendó—. No conozco a ningún ‘Saga’, ni a casi nadie en el Santuario de mi diosa.

    Kanon hizo silencio por unos momentos para analizar a la figura que tenía enfrente. Exhalando un suspiro de decepción, el futuro Dragón Marino notó que el recién aparecido era de constitución física un tanto frágil y de apariencia poco intimidante para un soldado de Atenea. Además, al intentar observarlo a la cara para identificarlo mejor, no fue capaz de hacerlo, ya que el grueso yelmo de cuero que usaba, cubría casi todas sus facciones.

    —Bah… un debilucho con voz de niña no podría sacarme de esta celda —expresó el de melena azulada, cruzando los brazos en un gesto de arrogancia—. Será mejor que te marches. No me sirves para nada, muchacho.

    —Parece ser que se ha confundido conmigo. Soy una mujer…

    Dicho esto, la joven soldado se retiró el casco para dejar libre su larga cabellera de color escarlata intenso y su rostro de suaves facciones.

    Por un momento Kanon se vio impresionado al contemplar la impensada belleza natural de su interlocutora, quien, además, lucía unos hermosos y brillantes ojos celestes que transmitían cordialidad y a la vez sentido de justicia.

    —Tengo el honor de decir que soy la primera mujer en servir a Atenea como una de sus soldados —añadió con orgullo la pelirroja, sonriendo ampliamente—. Y es justamente mi lealtad hacia ella lo que me impulsa a seguir adelante.

    Tras escuchar a la doncella regodearse en su devoción hacia la diosa griega, Kanon dejó a un lado el ensimismamiento que le produjo el verla por primera vez, para reemplazarlo con su clásica actitud esquiva y a la vez provocadora.

    —Vaya ingenua… ¿En serio crees que esa recién nacida será la deidad que guiará al planeta entero a su salvación? ¿Acaso no entiendes que ese viejo inútil del Patriarca te lavó el cerebro, al igual que a todos los imbéciles en el Santuario que siguen sin protestar sus órdenes cual ovejas descarriadas?!!

    —¡¿Cómo puede ser capaz de decir palabras como esas?! —vociferó la joven, borrando la sonrisa de su rostro para reemplazarla con un semblante de indignación—. Ahora entiendo por qué está encerrado. ¡Seguramente usted debe ser un traidor a Atenea!

    —Qué puede saber sobre traición o lealtad una tonta inexperta que ni siquiera conoce a los Santos de Oro —refunfuñó grosero el menor de los hermanos gemelos—. De todas formas, no me interesa lo que piense una simple sirviente de los inútiles del Santuario…

    Ofendida por los comentarios, la aludida se giró y se dio a la tarea de abandonar la escena sin darle a Kanon el gusto de verla enfadada.

    —Espero que mi diosa lo perdone por sus blasfemias, y que no permita que muera ahogado como castigo divino… —le dijo entre dientes, más a manera de compromiso que como gesto de sincera preocupación.

    —¡Ya deja de fastidiarme y lárgate de una vez!!

    Transcurrieron varios días desde el fugaz primer encuentro entre el adusto cautivo y la inexperta celadora y, a pesar de que las aguas habían disminuido su caudal y su violencia; el joven en maltrechas ropas de entrenamiento empezaba a sentir con intensidad los estragos de la falta de alimento y del cansancio.

    A pesar de contar con un poder digno de un Santo de Oro, era un ser humano, y su resistencia física estaba siendo mermada progresivamente a causa del hambre y la sed. Graves desventajas que, además, intensificaban sus delirios.

    —No me importa pasar por estos suplicios. Pronto encontraré algo terrible en estas grutas. ¡Algo que me permitirá derrotar a Atenea y poner al mundo entero en mis manos!

    Una sonora carcajada surgió de lo más profundo de su garganta, otorgándole un realce perturbador a la demente expresión que deformaba su rostro.

    Su frenesí desmedido fue interrumpido solo cuando se percató de algo que jamás habría imaginado ver: Entre uno de los extremos de la entrada a la cueva, una mano asomó tímidamente un plato de comida entre los barrotes…

    Kanon enmudeció a causa de la sorpresa que le produjo tan inesperado gesto de generosidad. Asombro que se intensificó cuando vio que era la misma joven soldado con la que había discutido, quien había decidido auxiliarlo a pesar de sus diferencias de opiniones y circunstancias.

    —Cinco días sin comer son demasiado —dijo la bella pelirroja, haciéndose la desentendida para intentar ocultar sus titubeos—. Todo este tiempo estuve vigilando desde lejos este lugar, pero por desgracia nadie se dignó a siquiera acercarse a su celda…

    Ruborizada, la doncella extendió los alimentos al prisionero mientras le desviaba la mirada.

    A pesar de que la comida que traía la joven lucía simple y humilde, logró despertar enseguida el apetito de Kanon con su aroma. Sus impulsos primarios le obligaban a tomarla con desesperación y devorarse incluso el plato, pero su desconfianza fue mayor en ese instante.

    —Alguien debió enviarte para que termines el trabajo sucio de mi hermano —supuso el de melena añil, entrecerrando los párpados—. Seguramente esos alimentos están contaminados o envenenados…

    Marcando el entrecejo, la chica cambió su semblante tímido para mirar con gran convicción a los ojos del prisionero.

    —No lo culpo por desconfiar de mí en estas circunstancias, pero le puedo asegurar que me indigna saber que un ser humano es tratado de esta forma, ya que ni siquiera el más vil de los traidores merecería que lo abandonen a su suerte de este modo.

    Internamente, el Geminiano fue estremecido por las palabras de la muchacha. Tan sinceros lucían sus brillantes ojos celestes, que el joven Kanon decidió confiar en ella y por instinto tomó la rústica vajilla que contenía la comida aún caliente.

    —Nadie… me envió —añadió ella con notoria incomodidad—. Me escabullí durante el receso para traerle estos alimentos.

    —Entonces… ¿esta comida es tu almuerzo?

    —Así es… y si no la consume rápido, se va a enfriar…

    Con actitud hosca, el menor de los gemelos se sentó en una de las rocas de celda y le dio las espaldas a su salvadora. Ocultando muy bien la intensa hambre que sentía, empezó a comer con toda tranquilidad.

    —No creas que te agradeceré por esto, niña —articuló él arrogante, a pesar de aún tener la boca llena—. El papel de ‘buena samaritana’ no te queda nada bien.

    —¡Tampoco esperaba que un patán grosero como usted me diera las gracias! — reaccionó en un puchero la resentida guerrera, girándose para dejar solo a su interlocutor—. ¡Me marcho de una vez! ¡Ya no lo soporto!

    —Espera un momento, novata.

    —¡¿Y ahora qué quiere de mí?!!!

    Tan rabioso y exasperado grito provocó que Kanon se sobresaltara y que por poco se atore con su comida.

    —Vaya… y luego dices que el grosero soy yo. Solo quería preguntarte cómo fue que llegaste al Santuario…

    Sorprendida, la joven dejó su actitud defensiva al sentir que el de melena azulada también había suavizado la suya. Por tal motivo decidió confiarle algunos detalles de su pasado más reciente:

    —Llegué hace unas semanas desde la capital de Grecia con el sueño convertirme en la guerrera más fuerte de Atenea. Por desgracia, mi maestro me expulsó del entrenamiento tras poco tiempo, asegurando que no sería capaz de siquiera despertar mi cosmos por más que me esfuerce. Llegué incluso al extremo de rogarle al mismo Patriarca para que me permita permanecer en el Santuario y, al final, accedió solo al concederme el rango de soldado raso —los ojos de la chica se iluminaron y una radiante sonrisa se dibujó en su rostro—. Acepté gustosa mi nuevo rol, sabiendo que aún podía ser útil para el ejército de Atenea.

    —¿Siempre eres así de positiva?

    —Debo serlo —respondió ella enseguida con entusiasmo—. Aunque todos dicen que fracasaré en mi intento de poseer la fuerza de un Santo, no descansaré hasta ver materializados mis sueños.

    Kanon observó de reojo a la animada joven. Su extrañeza era notoria, ya que por primera vez conocía a alguien con una actitud como la suya.

    Apenas en ese momento notó lo humilde de la apariencia de la chica, quien vestía viejas ropas y la más desgastada armadura de cuero. Con cierto remordimiento, imaginó los malos tratos que la joven tendría que soportar a causa de su juventud, inexperiencia y bajo rango y, sin embargo, su semblante se mantenía ameno y decidido, desviando la atención de sus fachosos atavíos.

    —Al parecer a ambos nos han hecho caer lo más bajo. La única diferencia entre nosotros es que tú sí puedes gozar de la libertad —comentó en un nostálgico suspiro el futuro General de Poseidón—. Nos parecemos mucho, pequeña.

    —No me llame “pequeña”, por favor —le pidió la pelirroja con una actitud más condescendiente—. Si va a referirse a mí de alguna forma, hágalo por mi nombre… Irene…

    —Irene… ¿Cómo la Horae mitológica de la paz?... Qué apropiado…

    —¿Apropiado?

    —No me prestes atención. De cualquier forma, Irene, puedes estar segura de que algún día te devolveré el favor que me acabas de hacer.

    —No se ofenda, pero no creo que pueda hacerlo en las condiciones en las que se encuentra actualmente, joven…

    —Kanon —complementó el guerrero, también presentándose—. Me llamo Kanon de Gém… Kanon, nada más. Y será mejor que recuerdes bien cada letra de mi nombre, porque en poco seré conocido en cada rincón de la Tierra.

    Escuchando palabras tan seguras, por primera vez la humilde doncella se vio intimidada, y más aún cuando su interlocutor se plantó frente a ella con un porte digno y solemne. Por un momento le pareció que ni siquiera los firmes barrotes que los separaban, serían capaces de detenerlo en sus ambiciones.

    —Ya has hecho suficiente por mí, Irene —continuó diciendo él, recuperando su habitual tono esquivo—. Será mejor que te marches de una vez, si no quieres que tus superiores te castiguen.

    —Me despido entonces, Kanon, pero solo por el día de hoy.

    —No es necesario que vuelvas —reaccionó el aludido, cerrando los ojos en un gesto serio y arrogante—. Podré arreglármelas solo en este…

    —Un prisionero no tiene la autoridad para darle órdenes a su celadora —le interrumpió la chica de mirada celeste, con un tono amistoso y bromista—. Le prometo que esta no será la última vez que nos vemos. Regresaré pronto con más provisiones.

    Kanon no tuvo tiempo de refunfuñar como solía hacerlo, ya que Irene se retiró de la escena tras dedicarle una última sonrisa.

    La noche cayó en el Santuario y finalmente la joven soldado concluyó su turno de vigilancia en los antiguos terrenos de Poseidón. Sobremanera exhausta, se retiró a su cabaña para tomar un merecido descanso.

    —¡Ya llegué! —exclamó alegre Irene, como siempre solía hacerlo apenas arribaba al que consideraba su hogar—. ¿Me extrañaste?

    —Lo correcto sería preguntarme si me preocupé por ti —respondió molesta la aprendiz a Amazona que compartía la rústica habitación con ella—. Con lo mucho que te gusta comer, me extrañó bastante tu ausencia durante el almuerzo.

    —Lo que pasa es que… vi un extraño pulpo azul cerca de los arrecifes y me quedé jugando con él… —improvisó la pelirroja, notoriamente nerviosa.

    La joven aspirante a Guerrera de Atenea no pudo evitar reír al escuchar tal respuesta.

    —Siempre me diviertes con tus ocurrencias, Irene, pero al menos podías inventar una excusa más convincente, ¿no crees? —dijo entre risas la joven, reemplazando luego su actitud divertida con una más misteriosa—: Sería una lástima que alguien decidiera reportar este incidente al comandante de tu escuadra…

    Al sentirse descubierta, la muchacha reaccionó abalanzándose sobre su interlocutora, y rodeándola cómicamente por el cuello con los brazos.

    —¡No se lo digas a nadie, por favor! ¡Me metería en problemas si alguien sabe que me escapé durante el almuerzo!

    —Está bien, está bien —articuló sonriendo la chica en ropas de entrenamiento, al tiempo que se soltaba de los brazos que por poco la dejan sin respiración—. Solo estaba bromeando, Irene. No tengo idea de dónde te encontrabas.

    Aún viéndose en apuros y poco convencida, la doncella perteneciente a la orden de los soldados rasos decidió distraer a su acompañante con otros asuntos.

    —¡Tu máscara! —exclamó de repente, apuntándole a la cara con el dedo índice—. ¡No estás portando la máscara que deben utilizar las aprendices a Guerreras de Atenea en todo momento! ¡Seguramente permitiste que un hombre vea tu rostro!! ¡Te acusaré!

    Una vez más la joven aspirante a Amazona rió divertida.

    —A veces actúas como una niñita pequeña, pero esa es una de las cosas que más me gustan de ti.

    Escuchando esto, Irene se calmó un poco y, engreída, le retiró la mirada con fingida indignación.

    —Es la segunda vez que alguien me llama “pequeña” en este día —susurró para sí.

    —¿Acaso fue el extraño pulpo azul el que también te llamó pequeña? —inquirió sonriendo la joven guerrera, tras oír los murmullos de su compañera de barracas.

    Irene palideció al escuchar la pregunta capciosa. Sin responder y con actitud sombría, tomó la primera manta que tuvo al alcance y cobijó su cuerpo entero sobre su humilde lecho de lona.

    —Estoy bastante cansada… —comentó la arropada jovencita tras el simulado sonido de un bostezo—. Continuaremos la conversación durante el desayuno… hermana.


    ==Hace treinta y nueve años. Santuario de Atenea==

    La mayoría de las veces, la vida termina siendo muy distinta a los deseos y expectativas del ser humano. Justamente aquello fue lo que ocurrió con Saga y Alalá hace casi cuatro décadas. Pese a que ambos jóvenes compitieron años para ganarse el derecho de vestir la armadura de plata de Altar, el destino les tenía preparado algo muy distinto.

    Saga terminó convirtiéndose en el Caballero Dorado de Géminis a la corta edad de quince años. Las cualidades y talentos casi divinos que le atribuían, permitieron que se ganara tal privilegio. Por otro lado, el mismo Patriarca Shion le otorgó a Alalá el rango de Santo Femenino, cediéndole la protección de Casiopea.

    Dicha formación estelar tenía un papel clave para Atenea desde la era del mito, ya que era la portadora de esta armadura de bronce, quien determinaba el destino de los futuros Santos, relacionándolos con las constelaciones que los protegerían.

    Desde las primeras guerras santas, La Guerrera de Casiopea fue la única entre todas las mujeres del Santuario a quien se le permitió mostrar los ojos a través de la máscara agujerada que formaba parte de su cloth. Esto debido al rol primordial de oráculo o pitonisa que cumplía para la diosa de la sabiduría, siendo su misión principal interpretar el movimiento de las estrellas para establecer qué persona nacería bajo la protección de cada constelación, designando así candidatos potenciales en todo el mundo para vestir una cloth.

    Por su importancia para el ejército de Atenea, la existencia de esta Amazona de Bronce se mantuvo en secreto para la mayoría de los habitantes del Santuario. Su identidad y presencia fueron camufladas tras una cortina de misterio, ya que solamente el Patriarca, la misma Atenea y un contado séquito de soldados tenían acceso al lugar en el que se la recluía: Un templo oculto lejos del recinto de la diosa, ubicado en la antigua ciudad griega de Delfos.

    A pesar del enorme sacrificio que representaba, Alalá aceptó con dignidad y convicción la importante responsabilidad que Shion le encomendó y, aunque le dolió en el alma tener que separarse de Saga, sobrepuso su deber de leal protectora de Atenea al aceptar sin vacilar su próximo confinamiento.

    —Ahora entiendo el porqué de tu nostalgia y tristeza —declaró en el vacío la voz simulada de Téngfēi de Tigre Blanco, dentro de su técnica—. También entiendo que las ilusiones perfectas no podrían engañar a una mujer como tú… Si en realidad deseo mantenerte en el ken de Baihu, debo recurrir a uno de los momentos más significativos de tu pasado real…


    ==Hace treinta y un años. Grecia, Templo de Delfos==

    La noche se mostró tan acogedora y tranquila, que por un momento Alalá se dejó llevar por sus impulsos. Con cautela abandonó por un momento su cautiverio solitario de años, al notar la ausencia de los guardianes que velaban por su seguridad.

    Despojándose de su armadura de bronce, se sentó en el claro de un río cercano. El largo vestido blanco que lucía, le permitió sentir mayor libertad al encontrarse en contacto directo con la naturaleza que tanto anhelaba presenciar nuevamente de manera abierta. Aunque su rostro aún era oculto por la máscara de su cloth, logró disfrutar al máximo de la pureza del viento que se colaba entre las hojas de los árboles.

    —«El río fluyendo a mis pies… casi había olvidado esta sensación de frescura —reflexionó nostálgica la doncella de cabellos vino tinto—. Extrañaba tanto esto… la suave brisa templada, el aroma de la tierra húmeda, incluso el escozor que produce el pasto en mi piel».

    A pesar del deleite que le significó su pequeña escapada, su mirada vista a través de los agujeros de su máscara, mostraba evidente desazón. Sus pupilas rojizas se abstrajeron con añoranza en el estrellado cielo nocturno.

    —Solo espero que te encuentres bien… Saga…

    La joven Amazona dejó escapar un suspiro lleno de amargura al susurrar el nombre de la persona que amaba con intensidad. Ni la distancia ni el tiempo lograron aplacar sus más apreciados sentimientos.

    A punto estuvo de dejarse invadir por la melancolía de sus recuerdos, cuando el ruido de pasos cercanos la obligó a distraer su atención y girarse hacia el lugar del que provenían.

    La imagen que contempló a continuación le quitó el aliento: Ante ella se presentó la imponente figura de un hombre alto, engalanado en un lujoso atuendo.

    El recién llegado vestía una larga túnica negra y senda estola dorada, sobresaliendo ésta desde las recargadas y pesadas hombreras puntiagudas de metal rojo que portaba. El grueso casco del mismo material que completaba el atavío, era coronado por un dragón con las alas desplegadas, y no permitía vislumbrar con claridad el rostro del intruso, ya que se complementaba perfectamente con la oscuridad de la noche.

    —¿Patriarca…? —susurró para sí Alalá, atónita a causa del impacto.

    —¿Por qué te encuentras fuera de tu templo? —inquirió a la vez el sumo sacerdote con una ronca voz cavernosa—. Te recuerdo que no existe circunstancia que te permita abandonar el confinamiento que implica ser la potadora de Casiopea.

    Notando irritación y molestia en las palabras del pontífice, la aludida reaccionó arrodillándose frente a él en actitud de sumisión.

    —Le ruego me disculpe, mi señor. No tengo excusa que justifique esta grave falta, es solo que… —la joven se armó de valor para pronunciar su siguiente frase sin titubear—: extrañaba tanto sentirme libre como un auténtico ser humano…

    —¡Inconcebible!! —rugió iracundo el gobernante del Santuario, provocando el sobresalto de su interlocutora—. ¡¿Acaso no estás consciente de que un descuido como este podría poner en peligro el bienestar de Atenea y el de todo su ejército?!!

    —Lo estoy, maestro… —añadió la enmascarada, agachando la cabeza—. Por ese motivo aceptaré sin protestar el castigo que considere justo imponerme.

    A Casiopea le había extrañado ver al pontífice en tan inusuales ropas, ya que siempre recordó a Shion vestido de blanco y portando su clásico yelmo dorado. Sin embargo, lo que en realidad le inquietó, fue las sensaciones de incertidumbre y desasosiego que transmitía aquel hombre con su sola presencia.

    Habían transcurrido ocho años desde que un poseído Saga acabó con la vida de Shion, con el fin de usurpar su puesto de Patriarca. Aquel espíritu corrupto que lo convirtió en asesino, fue el que predominó sus palabras y acciones durante todo ese tiempo, impulsándolo incluso a encargarse en persona de un asunto que no le permitió dormir tranquilo durante años: Acabar con la vida de la Amazona de Casiopea, quien en el retorcido pensamiento del Patriarca impostor, no significaba más que una amenaza en potencia. El que la guerrera posea los dones de clarividencia que se le atribuían a su constelación, ciertamente ponía en peligro sus egoístas propósitos.

    Hace años había planeado el asesinato de Alalá, pero cada vez que intentaba materializarlo, algo dentro de él se lo impedía. Sin embargo, al encontrarse rebosante de maldad en esos momentos, al camuflado Caballero de Géminis casi se le escapa una carcajada, percatándose de que sus planes estaban saliendo mejor de lo esperado…

    —Entonces prepárate para recibir tu castigo, Amazona de Atenea… —sentenció el mayor de los gemelos en tono sombrío.

    Por primera vez tenía a su merced a aquella mujer, indefensa y en una pose sumisa. Un simple movimiento a traición le bastaría para terminar con todo, así que sigilosamente extrajo una daga dorada desde la manga de su túnica, y la elevó empuñándola con firmeza. Había llegado demasiado lejos como para vacilar al ejecutar a su víctima.

    —¿En serio piensas asesinarme de una manera tan cobarde… Saga?

    Tal fue la sorpresa que recibió el mencionado al saberse descubierto, que no pudo evitar soltar el arma y retroceder un par de pasos por instinto. Notando esto, Alalá levantó la faz para que el Geminiano sea capaz de observar los ojos que asomaban a través de las concavidades de su máscara.

    A Saga no le hizo falta ver la cara entera de la joven Amazona. Un vistazo a sus acusantes y tristes pupilas rojizas le bastó para estremecerse por completo.

    —Tu voz podrá sonar diferente, pero sería imposible que me engañes como lo habrás hecho con todos en el Santuario —le reprochó ella con seria determinación—. ¡Por Atenea, Saga! ¡Te conozco desde que ambos éramos unos niños!!

    El regañado rió levemente tras los apasionados reclamos. Escucharlos le recordó lo volubles que eran los humanos cuando se dejaban llevar por sus vínculos sentimentales, así que borrando por completo la estupefacción que lo impresionó en primera instancia, soltó irónicas y burlonas carcajadas.

    —No eres nada tonta, Guerrera. Sabía que en algún momento descubrirías mi identidad —el asesino del Patriarca retiró el casco de su cabeza para que su interlocutora sea capaz de verlo con claridad—. En efecto, soy Saga de Géminis…

    A Casiopea le aterró contemplar por primera vez la apariencia que lucía el guardián de la Tercera Casa cuando era poseído por la maldad. Le fue casi imposible reconocer a su amado en esa vil sonrisa deformada por la crueldad. Característica que intensificaba su demente semblante, al complementarse con el drástico cambio en las tonalidades de sus ojos y cabellos.

    Bastó solo un segundo para que la imagen del bondadoso Santo de Atenea que atesoraba con cariño en sus recuerdos, se quebrara cual frágil cristal…

    —Sin duda eres tú —le dijo estupefacta, al tiempo que se reincorporaba y se le acercaba por inercia—, pero… ¿qué fue lo que te pasó?

    —Nada que te incumba —respondió él tajante, con su nueva voz cavernosa—. ¿De qué le sirve conocer la verdad a alguien que está a punto de morir?

    El tono grosero y malintencionado con el que el guerrero pronunció su sentencia, provocó que la joven agachara frustrada la cabeza.

    —¿Qué… qué fue lo que hiciste con el señor Shion? —preguntó vacilando ella, al tiempo que apretaba puños y dientes en un intento por controlar su rabia.

    —Lo maté con mis propias manos.

    Alalá no se pudo contener ante una respuesta tan fría e indiferente. Sin pensar en las consecuencias, se dejó llevar por sus impulsos de dolor emocional y estampó una estrepitosa bofetada en la mejilla de aquel hombre que apenas reconocía.

    La agresión fue aplicada con tanta violencia, que Saga fue obligado a volver su sorprendido rostro. Aún en esta posición, no supo cómo reaccionar al no imaginar que su víctima actuaría de una forma tan atrevida.

    Al final, se limitó a reír nuevamente.

    —Eres una mujer con agallas, lo admito —comentó el de cabellera gris, clavando sus amenazantes ojos escarlata sobre la dama—. ¡Es una lástima que alguien como tú tenga que morir de esta forma!

    Fue el turno del falso Patriarca para atacar a quemarropa. Sin remordimientos dirigió su puño cargado de chispeante energía carmesí hacia Casiopea, quien para ese momento tenía la guardia abierta y, para rematar; no estaba portando su armadura.

    A pocos centímetros estuvo de atravesarle el pecho, pero se detuvo intempestivamente y cesó la agresión.

    Géminis desplomó su peso sobre una rodilla mientras marcaba su semblante con una expresión de sufrimiento. Sudaba frío y se agarraba el torso con ansiedad, como si luchara con algo en su interior. Gradualmente su cabellera empezó a teñirse de su habitual tonalidad azulada…

    —Alalá… márchate… por favor… —le rogó con una actitud completamente diferente, tras recuperar su tono de voz normal—. No permitas que… te haga daño…

    En ese momento la aludida supo que el guerrero batallaba internamente para liberarse de lo que le obligaba a actuar con crueldad. A través de sus ojos aún rojos, conoció el dolor y la desesperación por los que Saga tenía que atravesar, para intentar contener a la presencia divina que habitaba dentro de él.

    —No puedo mantenerlo… bajo control durante mucho tiempo —añadió él de manera entrecortada, mientras derramaba lágrimas suplicantes—. ¡Ya vete… de una buena vez!!!

    —¡No! ¡Ya me obligaron a abandonarte hace ocho años y no lo haré nuevamente! —reiteró la chica en túnica blanca con abrumadora convicción—. ¡Encontraré una forma de liberarte de la maldad!!

    Fueron los sentimientos que todavía le profesaba al Caballero, los que le incitaron a permanecer a su lado. En tales instantes críticos, no le importó el peligro latente que significaba permanecer en ese lugar. Solo tenía en mente hacer cualquier sacrificio con tal de ayudar al hombre que amaba.


    ==Tiempo actual. Maravilla Suprema. Melocotonero de los Ocho Inmortales==

    Saga fue presa de la incredulidad y el pánico. Le era imposible concebir que nuevamente empezaba a invadirlo aquella horrible sensación que solía sacarlo de sus cabales.

    —«Esto no puede estar pasando —reflexionó arrodillándose y casi convulsionando—. Seiya había… purificado mi alma hace décadas con… la luz del escudo de Atenea».

    El Santo en armadura negra ignoraba que fueron sus intensos anhelos por ver nuevamente a Alalá, los que despertaron al espíritu del dios que se hospedaba en su cuerpo. Como antaño, Ares intentaba manifestarse en su avatar, transformando primero su apariencia. Dotar su cabellera de un tono gris y sus ojos de rojo sangre, serían solo el primer paso de la cruel posesión.

    La desesperación empezaba a consumirlo, ya que no le restaban fuerzas para detener el dominio de aquella vil entidad divina, a la cual confundía con una doble personalidad.

    Casi a punto de perder completamente la cordura, fue la imagen que contempló al levantar la vista, la que le permitió ganar unos segundos antes de que el proceso de trance esté completo.

    —Alalá… —llamó con notorio sufrimiento a la paralizada doncella, al tiempo que se reincorporaba y acariciaba su mejilla con una temblorosa mano—. Juro que… te recuperaré antes de… que el mal me consuma nuevamente… Tal como tú misma… me ayudaste en ese entonces…


    ==Hace treinta y un años. Templo de Delfos==

    Casiopea no tenía la certeza de cómo proceder en circunstancias tan críticas. Un miedo irracional la invadía, pero haría falta mucho más que eso para que abandone a quien significaba tanto para ella.

    Su inmediata reacción instintiva fue arrodillarse frente al abatido hombre que usaba los atavíos del Patriarca. Acto seguido, lo agarró fuertemente de su trémula mano, para que sea capaz de sentir nuevamente el calor de un ser humano.

    —¡Mírame, Saga!! —le exigió la pelirroja con autoridad.

    Él así lo hizo en medio de muecas de dolor y calambres, solo para contemplar algo que lo dejó sin aliento.

    Contemplar a Alalá sin máscara, provocó que el Santo de Oro olvidara por un momento el sufrimiento espiritual y físico que lo agobiaba, ya que habían pasado años desde la última vez que vio el hermoso rostro de la única mujer con la que abrió su corazón.

    Ella no había cambiado a pesar de los años. Su juventud se mantenía intacta, sin embargo, la marcada expresión de desconsuelo que lucía, fue completamente nueva para el Dorado. Jamás la había visto derramando tantas lágrimas como en ese momento.

    Fue aquella triste imagen la que logró amainar por un momento al alterado Saga. Se encontraba tan afligido, que por un instante su expresión mostró verdadera preocupación y no la vil demencia que le provocaba el espíritu del dios griego de la guerra.

    —Mis crímenes son tan graves, que no merezco perdón… —declaró el Santo con auténtico arrepentimiento—. Algo dentro de mí me obligó a asesinar al Patriarca, pero fue mi propio egoísmo el que me motivó a vengarme del hombre que nos separó al…

    —No digas nada más… —le interrumpió ella, posando dos dedos en su boca para callarlo con delicadeza.

    El alivio de la joven Amazona fue grande al notar que el Caballero había reaccionado a su presencia. Y aunque ella todavía sollozaba con intensidad, sus facciones irradiaban conmovedora dulzura mientras le dedicaba una cálida sonrisa.

    —A pesar de todo lo que has hecho yo… te perdono…

    Posando su mano libre en la mejilla del ya ojiazul, Alalá besó sus labios con sincera ternura.

    —Por favor, despierta… mi amado Saga…


    ==Tiempo actual. Maravilla Suprema. Melocotonero de los Ocho Inmortales==

    El maltrecho hombre en armadura oscura recordó entre lágrimas aquel instante de su pasado. En esa única ocasión, fue capaz de detener por completo al espíritu corrompido que le instaba a actuar con egoísmo y sed de sangre.

    Solo el amor era capaz de vencer a una entidad que rebosaba odio. Y aquello se lo demostró Alalá hace más de tres décadas.

    —Ahora entiendo que… solo estando juntos… podremos vencer a los mismos dioses… —la personalidad original de Saga empezaba a desvanecerse, pero ni así claudicó al sentirse más cerca que nunca de la dama que le inspiraba tantas nobles emociones—. ¡No permitiré que… nada nos vuelva a separar!

    Tomando con delicadeza a la ausente doncella de ambas mejillas, le levantó el rostro y se fundió con ella en un apasionado beso.

    —Por favor, despierta… mi amada Alalá…


    ==Maravilla Suprema. Jardín de K’uen-Luen,Inmediaciones de la Torre de Porcelana==

    Kanon no podría olvidar el rostro de la persona que se dignó a auxiliarlo durante su cautiverio en Cabo Sunion. A pesar de que su expresión lucía impasible y neutral, tenía la certeza de que se trataba de ella.

    Sin embargo, sus dudas crecieron al ver que la Ateniense vestía la armadura de Géminis, y más extraño todavía, al notar el hecho de que conservaba el mismo rostro joven con el que la conoció hace una buena cantidad de años, pero con la perturbadora adición del sello de Atenea tatuado en forma vertical sobre su mejilla izquierda…

    —¿Cómo es posible que sea la sucesora de Géminis? —inquirió para sí por inercia el de cloth blanca, completamente asombrado—. Ella misma me aseguró que no era capaz de despertar su cosmos, y que por esa razón fue degradada a soldado raso…

    La indiferente Amazona que escuchó la afirmación de su rival, no respondió con palabras sino con hechos. En un parpadeo ya había encendido su cosmoenergía, para luego levantar ambos brazos y formar con ellos una equis sobre su cabeza. El alterado Kanon sabía muy bien lo que significaba aquella pose.

    —Demonios… es la ‘Explosión de Galaxias’ —maldijo entre dientes el de cabellera azulada—. Con ese poder digno de un Santo de Oro, sin duda logrará ejecutarla…

    Al Geminiano se le acababan las opciones. Ya bastante herido se encontraba como para seguir batallando, pero más que nada, le dolía tener que enfrentar a la mujer que le inspiraba generosidad y justicia en sus recuerdos.

    —¡Detente de una buena vez! —le exigió con el corazón en la garganta—. ¡No quiero luchar contra mi compañera!!

    La pelirroja levantó su opaca mirada celeste y la clavó sobre su oponente y, con absoluta carencia de emociones, le dedicó unas frías palabras:

    —No soy compañera de… un esbirro de la diosa celta de la muerte…

    Completamente frustrado y exasperado, Kanon se vio obligado a también manifestar su cosmos. Notoriamente asombrado del gran poder que fue capaz de manifestar, al guerrero le perturbó el nuevo color blanco de su aura.

    —Lo ves… esa cosmoenergía alba… es característica de los sirvientes de Morrigan… —le hizo notar la Amazona con el mismo tono imperturbable—. Mereces regresar a… a tu tumba y podrirte eternamente…

    —¡No soy uno de los esclavos de esa maldita diosa despiadada!!!

    Las últimas palabras de la griega desataron la máxima furia del antaño Marino de Poseidón, cuyas intensas emociones provocaron que manifieste su cosmos original. Tras varios años de permanecer dormida, su energía rebosaba nuevamente de un resplandeciente dorado.

    A pesar de que su cloth blanca lucía destrozada, por unos instantes Kanon lució como un auténtico Santo de Atenea, y no solo eso, también logró igualar la fuerza que mostraba en ese momento la actual Géminis.

    Dejando sus vacilaciones a un lado, recuperó su talante serio y solemne al plantarse con firmeza frente a la Dorada. En un gesto de gran determinación, también levantó los brazos para mostrar la pose del máximo ken de la constelación de los gemelos.

    —Entonces será como quieras… Quien sobreviva a este combate, continuará peleando por Atenea…

    Tan intensas eran las sensaciones de calidez e integridad que transmitía Kanon, que la esencia viviente en la cloth de Géminis no pudo evitar reaccionar, teniendo enfrente a su antiguo portador. Aquello provocó que el inmutable rostro de su usuaria actual, luciera alterado por primera vez…

    Era un disgusto que no se explicaba el que empezaba a desconcentrarla y fastidiarla. Molestia que se convirtió en desasosiego cuando la armadura de oro que la protegía, resonó y brilló una vez más, pero con mayor intensidad que hace instantes anteriores de la batalla.

    Abatida por la confusión, la pelirroja se desplomó sobre sus rodillas.

    —Ya no necesito darte más pruebas de mis intenciones —aseguró el menor de los gemelos con voz austera, bajando los brazos en señal de tregua—. El que tienes enfrente, es un Santo de cosmos puro, ¡cuyos pecados fueron perdonados por la misma Atenea!!

    Aún en pose de rendición, la reacción de la aludida fue levantar la cara y observar con notorio resentimiento a su contendiente. Para ese momento sus ojos ya no lucían opacos y sin vida, sino rebosante de un intenso brillo azulado. Aquel resplandor de muerte denotaba las ansias de asesinar que tenía la protectora del Tercer Templo del zodiaco.

    —¡No!!! ¡Lo que dices son solo disparates!!! —a causa de la rabia inexplicable que sentía, por primera vez la Amazona consiguió articular sus palabras sin tartamudear mientras gritaba—. ¡Acabaré de una vez con el ser que me confunde tanto con su cálida energía!!!

    La velocidad que poseía Géminis era impresionante. Le bastó una ligera proporción de cosmos para desaparecer a la vista del hombre en armadura alba y luego reaparecer sorpresivamente a pocos centímetros de su rostro.

    Tal fue el sobresalto que recibió el de melena azulada al ver de cerca a su sucesora, que se quedó pasmado cuando ella posó ambas manos en sus mejillas. Ni siquiera notó que su cara fue manchada con la sangre que aún manaban los dos dedos cortados de la mujer.

    —¡Mírame bien a los ojos!! —le ordenó alterada la doncella de oro.

    El guerrero blanco así lo hizo por pura intuición. Le inquietó sentirse maravillado por el bello color de las pupilas y el aliento cercano de la dama en armadura de oro. Esto pese a que se encontraba paralizado por causas que no podía definir.

    —Contempla bien el celeste de mi mirada, Kanon —añadió ella en un suave tono maquiavélico—, porque este es el último obsequio de mi parte… antes de quedarme con tu vida…

    El aludido al fin reaccionó tras la sentencia y, mostrando también un intenso brillo en sus ojos añil, le respondió a la misteriosa Amazona con desmedido ímpetu:

    —¡Ya basta de tonterías!! ¡No eres tú la que está hablando! —el Santo no supo por qué, pero en tal momento crítico, recordó la sonrisa que aquella joven soldado le dedicó la última vez que se encontraron—. ¡No sé qué demonios te ocurrió en todo este tiempo, pero a pesar de que apenas nos conocimos, tengo la certeza de que eres una mujer bondadosa y justa! ¡No permitas que te consuma la locura, Irene!!!

    Escuchar ese nombre pronunciado con tanto ímpetu, provocó que la Geminiana por poco desorbitara los ojos de sus cuencas. Tanto era el asombro y la estupefacción que sentía, que en esa ocasión fue ella quien permaneció quieta al tensionársele todos los músculos del cuerpo. Con las pupilas dilatadas, soltó el rostro de Kanon y retrocedió un par de pasos tras disminuir su cosmos.

    —Irene… ¿por… por qué se me hace tan familiar ese nombre? —preguntó a la nada la perturbada guerrera embadurnada en sangre—. ¿Y por qué me confunde tanto?

    La cabeza le daba vueltas. Imágenes del pasado y el presente golpeaban su cerebro a tal velocidad, que consiguieron aturdirla y desubicarla de tiempo y espacio. Se agarraba la cabeza, casi enterrándose las uñas en el cuero cabelludo, incrementando así su desquiciado martirio.

    —Tú… tú eres el culpable de… mi actual estado, por… pronunciar ese nombre… —acusó ella un poco más tranquila a la única persona que tenía a la vista—. Jamás debimos encontrarnos… Mi único deber es alcanzar aquella torre… nada más…

    Una vez más la Dorada usó su extraordinaria rapidez, esta vez para propinar un certero puñetazo en el abdomen de su contraparte en armadura alba. Tan intensa fue la potencia del golpe que el agredido recibió de lleno, que éste se limitó a caer y retorcerse de dolor entre las flores del terreno.

    Aún sin poder recuperar el aliento, Kanon levantó la mirada, solo para notar que la Amazona había recuperado su habitual semblante indiferente y carente de sentimientos.

    —Jamás vuelvas a repetir el nombre… Irene… —le advirtió ella al postrado, mientras lo observaba con una indescifrable mirada opaca—. No quiero verme obligada a asesinar a… uno de mis compañeros de batalla…

    Una corriente de viento revoloteó el desordenado y largo cabello rojo de la doncella, mientras ésta se alejaba corriendo de donde yacía su antecesor. Sin pensarlo dos veces, se aventuró en el lugar donde la diosa Nü Wa esperaba con paciencia la llegada de los Santos de Atenea.

    Continuará…
     
    Última edición: 2 Julio 2020
  16.  
    Kazeshini

    Kazeshini Caballero de Junini

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    Escritor
    Título:
    [Longfic] Saint Seiya - Saga: CATACLISMO 2012
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    76
     
    Palabras:
    6394
    [Saint Seiya/ Los Caballeros del Zodiaco] – Saga: CATACLISMO 2012

    Escrito en Ecuador por José-V. Sayago Gallardo


    CAPÍTULO 52: ¡INICIA EL ENCUENTRO LUMINOSO!: LA BENEVOLENCIA DE NÜ WA

    ==Maravilla Suprema. Jardín de K’uen-Luen, Entrada al Monte Penglai==

    La situación alcanzó su clímax cuando Jíngfēi de Xuanwu agarró por el cuello a su indefenso compañero. El ‘Satán Imperial’ que desplegó la actual Géminis a través de su cerebro, continuaba ejerciendo dominio completo sobre su voluntad y sus acciones.

    Poco le faltó a la joven guerrera oriental para destrozar las cervicales de Téngfēi, cuando, de repente, un raudo haz de luz roja descendió desde la montaña de jade para impactar de lleno contra la poseída Guardiana.

    La arremetida carmesí fue tan intensa, que provocó que la protectora del invierno se viera obligada a soltar a la víctima que ansiaba asesinar.

    La acción transcurrió en menos de un segundo, así que el aturdido Tigre Blanco apenas notó que su contraparte femenina había sido alejada violentamente. No obstante, más que alivio al saber que su vida fue salvada, sintió enorme preocupación al ver que la chica de cabellera azul oscuro yacía tendida inmóvil sobre el camino de joyas multicolores.

    —¡Jíngfēi…!! —exclamó alarmado, apenas recuperado el aliento—. ¡Esto no puede ser…! ¡Se suponía que yo debía… morir en tu lugar…!

    El joven castaño avanzó erráticamente hacia la mujer que apreciaba. Tambaleaba mientras extendía con ansiedad la mano en pose suplicante. Solamente buscaba alcanzarla, a pesar de que en sus ojos verdes la sangre continuaba entremezclándose con sus lágrimas.

    A punto estuvo de reunirse con la muchacha en armadura blanca, cuando la misma luz escarlata que la atacó, se interpuso en el camino de Téngfēi y lo detuvo en seco.

    —¡¿Qué demonios… eres?!! —le preguntó frenético el Guardián otoñal, en medio de dolorosas y sanguinolentas toses—. ¡¿Qué fue lo que hiciste… con Jíngfēi?!!

    —Tranquilízate, mi niño —repuso con dulzura el indefinido y estático ente—. No sería capaz de lastimar a quien complementa tu alma…

    El resplandor intensificó su luminosidad hasta el extremo de cegar por unos segundos al primer hombre de la nueva especie, quien tras recuperar la visión, observó una imagen que lo sorprendió y maravilló al mismo tiempo:

    Ante él se encontraba aleteando con gracia una bella armadura ensamblada en la forma de la imponente ave mitológica china. El ropaje sagrado albo con detalles en carmesí, parecía poseer vida propia al ser rodeado por una intensa aura color rubí.

    —Es la armadura de la cuarta bestia sagrada… Zhuqué, el ave bermellón del sur —masculló incrédulo, al reconocer el diseño de aquellas piezas metálicas y la figura que éstas representaban en conjunto—. Pero… es imposible… Mi diosa nos aseguró que su portadora aún no había nacido…

    —Téngfēi —lo llamó la suave voz femenina que surgió de la armadura de la Guardiana del verano—, te ruego me perdones por todo lo que les he hecho pasar. Me duele tanto verlos sufrir…

    Al fin el aludido reconoció la voz de quien le hablaba con notoria tristeza, así que su reacción fue sobreponerse al dolor y arrodillarse ante el ave metálica en señal de respeto.

    —No tiene que disculparse con nosotros —articuló el castaño, recuperando su habitual hablar pacífico y amable—. Nuestras vidas le pertenecen, y por lo tanto a Jíngfēi y a mí nos honraría morir por usted, mi señora Nü Wa.

    —Aprecio tu lealtad y devoción, mi querido Guardián, pero no les otorgué el don de la vida para que lo sacrifiquen por mí. Ustedes fueron creados como una especie pacífica, y por lo tanto su rol no era involucrarse en la guerra final entre dioses y humanos.

    —Mi diosa… como siempre usted… tan bondadosa con… con nosotros…

    Las palabras del Tigre Blanco sonaron entrecortadas, porque ya no fue capaz de seguir aparentando normalidad. La extrema pérdida del líquido vital al fin hizo mella en su resistencia, y provocó que desplomara su adolorido cuerpo de boca sobre el sendero enjoyado.

    El joven apenas tuvo la suficiente energía para levantar la cara y clavar su suplicante mirada verde sobre la protección de la Sì Shòu custodia del sur. Con un tono apenas audible, apeló a la misericordia de su creadora.

    —Se lo ruego… por favor… libere a Jíngfēi… de la maldad que la agobia…

    —Justamente ese es mi propósito al traerles esta armadura —declaró la presencia espiritual de la diosa de la creación, en tono tranquilizador—. Mi deseo era asistirlos en persona, pero esto es lo más que puedo hacer por ustedes tras prometerle al dios Ra que no abandonaría mi recámara.

    El ave de metales blancos y rojizos emprendió vuelo hasta ubicarse entre los dos maltrechos Guardianes. Acto seguido, aleteó con ímpetu, generando con esto brillantes chispas de fuego rubí.

    —A diferencia de ustedes, la guerrera de Zhuqué no poseería habilidades de combate, sino de curación y apoyo —explicó pausadamente Nü Wa a su postrado protector—. Desde tiempos ancestrales, el fénix chino se ha caracterizado por las propiedades purificadoras de su fuego, las cuales acaban de ser reforzadas por mi propio cosmos.

    Una indescriptible sensación de paz y bienestar invadió al maltrecho Baihu, mientras la armadura de la Guardiana restante fulgía con intensidad.

    —¡Serán las doncellas de los ‘Templos del Sur’ quienes sanen sus cuerpos y espíritus! ¡Esta es la máxima técnica de mi cuarta hija!: ¡‘Bendición de las Siete Shǐ Nǚ’!!

    Inmediatamente la sangre fue restaurada en el cuerpo del guerrero otoñal. El color volvió a su piel y su vitalidad fue restablecida por completo.

    Por su parte, Jíngfēi también se vio beneficiada por las bondades del fuego sanador del ave escarlata. En un principio su faz mostraba agresividad y unas marcadas ojeras que alteraban su semblante, como si en medio de su inconsciencia estuviese atravesando una horrible pesadilla. Sin embargo, al alcanzarla el ken sanador, su rostro recuperó las facciones pacíficas que la caracterizaban y entonces pareció dormir con total tranquilidad.

    Al ver con alivio que su compañera fue sanada de la corrupción que invadía su alma, el impulso del ya renovado Guardián fue acercarse a ella y acomodarla sobre su regazo. Tras esto, le dedicó una amplia sonrisa y palabras de gratitud a su diosa manifestada en espíritu:

    —Solo su poder divino podía deshacer una técnica malintencionada como la de esa Amazona de Atenea. Suya es mi gratitud eterna por hacernos conocer nuevamente la luz de la vida.

    La deidad resplandeciente no respondió a los elogios. Simplemente guardó silencio mientras la armadura de Zhuqué aterrizaba.

    —¿Ocurre algo, mi señora? —inquirió Téngfēi, tras escuchar lo que le parecieron débiles sollozos provenientes del ropaje de la cuarta Sì Shòu.

    —Discúlpame, mi Guardián —replicó ella, con un tono de voz que denotaba profundo pesar—. Los cuerpos físicos que nos otorgó Yggdrasil, provocan que nuestras emociones se manifiesten con mayor facilidad. Cuando mencionaste que ustedes dos conocieron nuevamente la luz de la vida, no pude evitar recordar a Renshū. No imaginas el dolor que siento al saber que no fue capaz de disfrutar de las maravillas de este mundo.

    —A los dos nos duele, madre —acomodando con delicadeza a la desvanecida Quimera Negra a un lado del sendero, el custodio del oeste se plantó solemne frente a la manifestación luminosa de Nü Wa—, por esa razón me reivindicaré frente a usted y frente a nuestro hermano asesinado… acabando sin dilaciones con todo ser humano que encuentre en territorio chino.

    Téngfēi lució intimidante al articular su última frase. La furia e indignación que sintió por unos segundos fueron extremas, ya que era la por primera vez que escuchaba a su diosa afligida. Sus ojos verdes se tornaron felinos y mostraron el mismo resplandor asesino de un auténtico tigre de bengala.

    —Estás cometiendo un gran error —le hizo notar la deidad, tras recuperar su habitual hablar calmado—. La venganza constituye un círculo vicioso sin fin y no debe ser nuestra motivación para detener a los Caballeros de Atenea.

    —Pero… la maldad que han mostrado los humanos es inherente a su naturaleza y no puede quedar impune, además…

    —Les ordeno no intervenir más en este combate…

    Pese a que la repentina orden fue emitida con suma serenidad, también poseía tintes de gravedad y aplomo; por lo tanto el joven no pudo evitar sentirse intimidado al conocer ligeramente el lado severo de su diosa.

    —Permitiré que los humanos invadan la torre de porcelana —añadió la deidad asiática, al no recibir queja de su protector—. Me encargaré personalmente de purificar la maldad de los Santos de Atenea con la luz de mi cosmos.

    Escuchando la tranquila sentencia, el joven castaño retiró sus puros ojos de la armadura rodeada de energía grana. Su rostro usualmente amable mostró en ese momento un talante de desencanto y frustración.

    —Sé lo que estás pensando, Téngfēi —dijo comprensiva Nü Wa—, pero no es necesario que te preocupes por mí. Estoy consciente del poder que son capaces de manifestar los humanos y sé que puedo enfrentarlos. Estaré bien.

    Como último recurso, el guerrero del oeste le dedicó una solemne y elegante reverencia al espíritu de su diosa.

    —Me disculpa, mi señora, pero no puedo permitir que atraviese sola por esto —expresó él con su habitual hablar refinado, en un intento por ocultar la desesperación que comenzaba a invadirlo—. Es cierto que usted nos creó como seres pacíficos, pero también nos ha otorgado la voluntad y el poder para tomar nuestras propias decisiones. Por lo tanto, creo que también hablo por Jíngfēi cuando digo que nuestro deseo es continuar peleado por usted.

    —Gracias por tu lealtad y valentía, mi noble Guardián. Lo aprecio desde el fondo de mi corazón.

    El aludido sonrió al percibir el orgullo manifestado en las palabras de Nü Wa y por un momento sintió que revocaría su decisión de no permitirles continuar en la lucha. No obstante, su desilusión fue inmensa al sentir que la magna cosmoenergía rosa de la deidad lo rodeaba a él y a la durmiente doncella de Xuanwu.

    —Mi máximo anhelo es que ustedes tengan una vida pacífica y sin sufrimiento, pero eso no será posible si permanecen en la Maravilla Suprema. Por esa razón les permitiré tener una larga y feliz existencia en el planeta que tanto queremos proteger…

    —¡Deténgase, por favor, madre!! —le rogó desesperado Baihu, al tiempo que sentía que la energía divina los consumía cada vez más—. ¡Nuestro más grande anhelo es permanecer a su lado y…!

    —Te encantará la Tierra, Téngfēi —le interrumpió la diosa con suma ternura—. Los hijos que tengas con Jíngfēi, crecerán contentos en ese hermoso lugar.

    Aunque Nü Wa sonaba calmada, internamente se dolió profundamente por tener que separarse de sus Guardianes de una manera tan abrupta. Su tristeza incluso creció al notar que la última imagen que tuvo de quien consideraba como un hijo, fue la del desconsuelo que se reflejó en su rostro.

    Tigre Blanco y Quimera Negra se desvanecieron en un halo luminoso.

    —Espero que no me guarden rencor por esto, pero si es así, no los culparé —dijo para sí la deidad oriental con añoranza, sabiéndose sola en su territorio—. Aunque ya no puedan escucharme, solo es pido una cosa… Vivan y sean felices, mis niños…


    ==Maravilla Suprema. Jardín de K’uen-Luen, Inmediaciones de la Torre de Porcelana==

    Kanon se encontraba paralizado a causa del salvaje golpe que recibió por parte de la Guerrera de Géminis. Desafortunadamente, había bajado la guardia y no vio venir la fuerte agresión que impactó en su vientre.

    No obstante, a pesar del intenso dolor y la falta de aire, una forzada sonrisa se dibujó en su rostro al recordar las últimas frases que le dedicó la dama de oro momentos antes de que se adentrara en el templo de Nü Wa.

    —«Vaya… es la segunda vez que un Santo de Oro me acepta como su compañero —reflexionó con nostalgia el Geminiano, mientras se sentaba con dificultad entre las flores y sostenía por instinto el área afectada—. Deberás disculparme, Irene, pero soy un hombre de palabra, y por lo tanto sería incapaz de dejarte sola en esa torre. Más que por un sentido de compañerismo, te ayudaré por el favor que me hiciste hace varias décadas».

    A punto estuvo de reincorporarse para alcanzar a la pelirroja, cuando una sensación familiar le obligó a desviar la mirada hacia un grupo cercano de árboles.

    Estupefacto y olvidando por completo su dolor físico, vio que un hombre emergía desde el interior del bosque.

    El recién aparecido caminaba lentamente, pero con un porte digno y solemne a pesar del doloroso martirio que le significaba mover las piernas. Parecía no importarle las numerosas heridas frescas que lucía a través de los agujeros y grietas en su armadura negra. El aura también oscura que lo bañaba, revolvía su larga melena azulada, otorgándole a su apariencia cierto talante macabro. Sin embargo, lo que en realidad le impactó al guerrero en cloth blanca, fue contemplar los ojos índigo de aquel Caballero, los cuales brillaban con mayor intensidad que nunca antes mientras escrutaban al postrado.

    —Hermano… —exhaló para sí el antaño General Marino, en un suspiro en el que casi se le escapa el alma—. «Seguramente acabará con mi vida en compensación a todo el mal que te le causado…» —elucubró.

    Aquella fue la primera idea que tuvo Kanon al ver que el Santo Negro se plantaba frente a él. Verlo de cerca en esos momentos, le recordó la expresión seria e imperturbable que lució su hermano al momento de encerrarlo en Cabo Sunion…

    Un tenso silencio reinó entre los gemelos que fueron poseídos por espíritus divinos. Ambos se observaron sin siquiera parpadear, hasta que al final el menor de ellos fue consumido por un remordimiento acumulado de años y, avergonzado, agachó la cabeza.

    —Saga… —lo llamó, casi quebrándosele la voz—. Desde que éramos solo unos jóvenes de quince años, te incité para que te dejaras seducir por la maldad. Y ahora que se nos ha dado una nueva oportunidad de vivir y proteger a Atenea, provoqué con malicia el combate que te dejó en esas condiciones. Por todos estos motivos te pido que me perd…

    —Levántate, Kanon —le interrumpió el aludido con voz severa—. Un Caballero Dorado no puede permanecer tirado en el suelo sin hacer nada.

    El guerrero blanco no supo cómo reaccionar cuando su hermano le extendió la mano en un gesto que lo invitaba a reincorporase, así que por instinto la tomó y se puso de pies apoyado por su gemelo.

    Y encontrándose así, frente a frente y con las manos entrelazadas en un fraternal apretón, el hermano mayor le dedicó unas palabras llenas de convicción al menor:

    —No importa cuántas veces regresemos a la vida y nos sacrifiquemos por nuestra diosa, nada podría enmendar los graves errores que ambos cometimos en el pasado. No obstante, tras décadas de ser separados por el destino y por la misma muerte; nos hemos reunido por primera vez como dos Santos de Oro. ¡Así que pelearemos hombro con hombro como verdaderos hermanos!! ¡Lucharemos juntos por Atenea!!

    El hombre en armadura alba no pudo evitar sentirse conmovido por las palabras de su gemelo. A punto estuvo de derramar lágrimas y más al sentir que el saludo que unía sus manos se tornaba más firme, más rebosante de la fuerza del naciente pacto entre dos hermanos que finiquitaban sus diferencias al encontrarse cara a cara. Saga y Kanon supieron en silencio que aquel gesto constituiría, además, un símbolo de su compromiso por proteger juntos a la humanidad.

    —Así será, hermano —complementó con gran emoción el de melena azul claro—. ¡Por Atenea!!

    Lejos quedaron ya las dudas del antaño Dragón Marino, quien contagiándose de la determinación que mostrara su gemelo, se soltó del saludo y observó con gran seriedad la imponente pagoda que se erguía no muy lejos del lugar donde se encontraban.

    —Algo me dice que nuestro máximo desafío nos espera en ese lugar —comentó Kanon, sin retirar la vista de la cima del edificio—. Por fortuna tenemos una poderosa aliada que se nos acaba de adelantar.

    —Ya veo. Entonces el poderoso cosmos que enfrentabas, era el de una Guerrera de Atenea —dedujo pensativo Saga, colocándose a un lado de su contraparte e imitando la acción de contemplar a la torre—. Aunque no pude descifrar la naturaleza de su cosmos, confiaré en ella gracias a tus palabras.

    —Todavía tengo varias dudas sobre sus intenciones, pero tengo la certeza de que Irene de Géminis es una buena mujer.

    Por un momento el Ateniense en cloth azabache enmudeció al saber que era su misma sucesora quien los apoyaba entre el velo del sigilo y el misterio. Sin duda tuvo curiosidad por conocer más sobre ella, sin embargo, decidió concentrarse en comunicarle a su hermano otro asunto que consideró más importante:

    —Al parecer los hados nos sonríen, Kanon —comentó seguro el antiguo Patriarca, posando su mano en la hombrera rota de su interlocutor—. También contamos con otra aliada muy importante…

    El aludido no había notado que una tercera persona estaba siendo testigo del emotivo encuentro con su hermano. Apenas cuando Saga giró su confiado rostro hacia el bosque del que llegó, se percató de la presencia de la Amazona de Bronce que asomaba su enmascarado rostro desde detrás del tronco de uno de los árboles.

    Kanon se acercó a la dama de cabellos vino tinto y se tomó unos segundos para observarla.

    —Alalá… —dijo sonriendo el guerrero que vestía la armadura blanca de Géminis, al notar que su compañera de generación no tenía una sola herida—. Veo que todos estos años no han pasado en vano para ti. Me alegra saber que desarrollaste la fuerza suficiente como para sobrevivir sola en territorio divino.

    —Eso no es del todo cierto… —admitió ella en tono cortés—. Fue Saga quien me ayudó en el momento más crucial.

    —No me sorprende de él. Ya me lo imagino batallando de manera aguerrida con un enemigo poderoso, todo para defender a la persona que más aprecia en este mundo.

    —En realidad no hubo una batalla violenta —le comunicó la dama con cierto recelo, al tiempo que se encogía un poco de hombros—. Tu hermano me sacó del trance con un hermoso b…

    —Ya habrá tiempo para explicar los detalles del combate —le interrumpió un incómodo y ligeramente sonrojado Saga, atrayendo la atención de su hermano y amada—. No podemos darnos el lujo de perder más tiempo en este lugar…

    Por primera vez desde casi cuatro décadas, los gemelos dorados y su compañera de bronce se reunieron para encarar su contienda final. Los tres estaban muy conscientes de los peligros que habrían de enfrentar dentro de la torre, pero su sentido del deber era más fuerte que cualquier duda o temor que pudieran tener en un momento tan crucial.

    —«Saga, Kanon… les demostraré que soy lo suficientemente fuerte como para batallar a su lado —reflexionó con decisión la enmascarada doncella, mientras se plantaba en actitud valiente frente a los hermanos—. No en vano soy una Amazona de Atenea».

    Los maltrechos Santos de Géminis de la anterior generación se sobrepusieron al dolor y, corriendo junto con Casiopea, se llenaron de decisión para adentrarse en la fortaleza principal de Nü Wa.


    ==Maravilla Suprema. Jardín de K’uen-Luen, Torre de Porcelana==

    El interior del templo principal de territorio oriental lucía excesivamente adornado y pulcro. La escena evocaba a la ancestral cultura china del pasado en cada compleja artesanía y ornamento que la abarrotaba, mientras que centenares de exquisitas pinturas en las paredes complementaban su aire sagrado y solemne.

    Era curioso ver que aquel amplio espacio octogonal se encontraba más iluminado que el mismo exterior, esto a causa de la influencia del cosmos de la diosa que habitaba en la cima de la elevada construcción, en cuyo interior lo que más resaltaba, era la enorme escalera espiral que se elevaba hasta donde alcanzaba la vista.

    Fueron precisamente aquellas gradas que parecían infinitas, las que la portadora de la cloth de Géminis se apresuró en trepar.

    Tras un extenuante esfuerzo, arribó a un largo corredor que desembocaba en unas puertas que apenas podía divisar en el otro extremo. La luz que manaban las paredes y el piso era tan intensa, que apenas podía orientarse.

    Con cada paso que daba la misteriosa pelirroja, más le parecía estar avanzando a la deriva, ya que, además, sentía como si estuviese caminando sobre un sendero etéreo formado de esponjosas nubes.

    —Ya falta… poco —se convenció a sí misma la Dorada, en susurros carentes de emociones—. Al fin alcanzaré el lugar que… que más produce luz en… todo el territorio de los dioses.

    Aparte de cauteloso, su avance se tornó también errático. Las heridas que la Guardiana Jíngfēi le había infligido con su técnica cortante, fueron más severas de lo que le parecieron en primera instancia. Tenía agudas hemorragias sobre toda la piel debajo de su armadura y, sin embargo, continuaba avanzando sin borrar la indiferencia de su rostro.

    Las severas heridas no consiguieron alterar a la imperturbable guerrera, pero sí la inexplicable ansiedad que empezaba a nacer en su corazón.

    Por instinto su mano carente de dos dedos se dirigió a su ya descubierto rostro. El contacto con el sello de Atenea que se dibujaba en su mejilla, provocó que la dama contrajera sus facciones en una ligera mueca de dolor.

    —Al fin… pondré fin… a mi martirio…

    Pero pronto su desconcierto cambiaría a una acogedora paz, cuando escuchó el armónico sonido de música siendo entonada en un instrumento de cuerda.

    Géminis sacudió la cabeza para distraer su atención de la dulce melodía, pero se rindió completamente cuando ésta se complementó con el bello canto de una suave voz femenina, la cual acompañaba los finos acordes con el melancólico poema que recitaba:


    Las cuatro estaciones como agua de torrente,
    pasan veloces corriendo en círculo.


    Las aves nocturnas corean el abandono,
    los destellos del alba brillan radiantes.


    Me aburre ver al capullo volverse fruto,
    vi demasiados retoños convertirse en bambú.


    Diez mil leguas sin noticias ni cartas,
    diez años de dormir separados.


    El peso de la pena aplasta mi cabello perfumado,
    el llanto prolongado arruina mis bellos ojos.


    Te fuiste a vivir a Yükuan,
    yo me quedé a vivir en Hanku.


    Sólo veo esta habitación mohosa,
    que parece la cueva de una araña.


    Brindo con mi reflejo en la noche solitaria
    y persigo mi propia sombra.


    He cambiado mi cama de marfil por el fieltro y el bejuco,
    reemplacé los vestidos de seda por ropas de lino.


    Aunque el viento y la escarcha puedan ir y venir,
    viviré sola, te seguiré siendo fiel.

    Lágrimas afloraron espontáneamente desde los ojos de la ateniense. La letra del poema logró conmoverla por motivos que no supo precisar.

    —Basta… —susurró ella, reemplazando el éxtasis inicial que sintió, con un tono de irritación e ira—. ¡Ya es suficiente de tonterías sentimentales!!!

    Géminis fue cegada por sus instintos en ese momento. Lo único que ansiaba, era detener de inmediato aquel canto que le producía las mismas sensaciones que le provocó Kanon cuando pronunció el nombre Irene; así que con gran ímpetu corrió hasta el final del pasillo.

    Apenas abrió de par en par las enormes puertas de la recámara principal, un intenso resplandor blanco invadió y anuló momentáneamente su campo visual. En medio de su forzada ceguera, la doncella de oro advirtió que su ser entero era invadido por un cosmos inmenso. Se sintió nacer nuevamente al estar su cuerpo y alma en contacto con aquella preciosa y magna aura de naturaleza divina.

    —Esta cosmoenergía… —dijo la Geminiana para sí, parpadeando a fin de recuperar la visión—. Un poder tan cálido y bondadoso como este… es solo comparable con el de la misma Atenea…

    Cuando sus ojos se acostumbraron al nuevo ambiente, fue capaz de contemplar la majestuosidad de la habitación principal, la cual consistía en un extenso y pomposo vestíbulo decorado con mosaicos en techo y piso. Las complejas escenas elaboradas en gemas y baldosa, mostraban de manera magnífica los momentos exactos de la creación del universo y de la vida, según la mitología china.

    La mujer centró su atención en el extremo posterior de la recámara, donde un amplio balcón permitía contemplar el flotante Calendario Maya y parte del panorama que ofrecía el bello jardín de K’uen-Luen. A la vez, esa sección del recinto tenía la función de dejar entrar la luz que irradiaba la Maravilla Suprema.

    —Bienvenida, Guerrera de Atenea —expresó con suma distinción la misma voz que hace poco entonaba un triste poema.

    Al mismo tiempo, el dulce acompañamiento musical dejó de sonar.

    Apenas en ese momento, Géminis notó que quien le hablaba estaba cómodamente sentada cerca de la orilla del balcón. Se trataba de una joven fémina de aspecto delicado e inofensivo, ataviada tan solo en un elegante pien-fu de seda blanca con encajes en rosa. La bella dama de rasgos orientales resaltaba el vínculo que mantenía con la cultura china en la forma en la que estilaba su sedoso cabello avellana claro, ya que lo lucía en un moño perfectamente atado con adornos de metal dorado.

    Con una expresión que denotaba serenidad absoluta, posó sus ojos de pupilas rosadas sobre la cítara china que tenía enfrente.

    —La melodía que nace de este gǔzhēng es preciosa, ¿no crees? —inquirió con calma la dueña del recinto a la invasora del mismo, al tiempo que punteaba tres acordes—. Y, sin embargo, no es perfecta como la del natural trinar de las aves.

    La Amazona no atinó a responder. Había enmudecido al contemplar la manifestación del cosmos divino que la yaciente doncella emanaba con su sola presencia. Aquella simétrica aura luminosa parecía abarcar la totalidad de la habitación con su tonalidad rosa.

    —Por desgracia ya no puedo escuchar el canto de los animalitos de mi jardín, y por esa razón me he visto obligada a reemplazarlo con el sonido de este instrumento… —añadió la castaña con un ligero dejo de tristeza—. Es una lástima que ustedes los humanos se hayan descarriado tanto del sendero de la bondad. En todos mis milenios de existencia, no he llegado a entender por qué no están satisfechos hasta que llenan completamente la naturaleza con el silencio de la muerte…

    —Hablas de lo malvados que… somos los humanos, cuando ustedes los dioses… planean un genocidio…

    Un tenso silencio se produjo entre ambas, pero aún así, la divina dama no perdió la tranquilidad de su semblante.

    —Disculpa mi falta de delicadeza. No me había presentado como una deidad ante ti —profirió la de rasgos orientales con delicada cortesía, a fin de cambiar aquel tema de conversación que la incomodaba—. Me llaman Nü Wa y soy la diosa china de la creación.

    —Más bien eres… la diosa que representa la destrucción de… la humanidad —corrigió la guerrera de habla entrecortada, reiterando con su característica indiferencia el tópico de la exterminación de su especie—. Eres igual que… esa asesina de Morrigan…

    —Querida, fueron los mismos humanos quienes provocaron su destrucción al irrespetar su entorno y a sus propios semejantes. Es por esa razón que nosotros los dioses buscamos dar nacimiento a un nuevo ciclo de vida en el planeta. ¿En verdad no te parecen justas y nobles nuestras intenciones?

    El tono con el que Nü Wa habló fue tan dulce y bienintencionado, que por un momento la inmutable Amazona por poco se convence de que la erradicación de la humanidad era lo correcto. Al notar este hecho, sacudió varias veces la cabeza a fin de recordar que había llegado muy lejos como para empezar a dudar.

    —No lo… entiendo… —replicó con voz neutral la humana en armadura áurea—. Suponía que… una diosa que transmite tanta bondad y paz… lucharía por lo que es correcto…

    —Las visiones de lo correcto o lo incorrecto difieren según la perspectiva de cada una. Mientras tú, como Guerrera de Atenea, crees que lo correcto es proteger la existencia de tu propia especie; yo, como diosa perteneciente a la Alianza Suprema, creo firmemente que lo primero es cautelar el bienestar de los seres vivos que sí consiguen habitar armónicamente con la naturaleza.

    La deidad continuó entonando su cítara al no recibir respuesta, llenando de tranquilidad el ambiente en el proceso. No obstante, parecía ser que a la rival ya no le afectaba la influencia de su aura y música. La pelirroja se mantenía inalterable y no se dejó embriagar nuevamente por el bienestar que transmitía la dama asiática.

    —En tu perspectiva no soy más que una despiadada destructora, pero en realidad la naturaleza de mi cosmos es creadora de vida… ¡Y eso es justamente lo que te demostraré ahora mismo!

    La Dorada se puso en guardia al escuchar la repentina y vehemente declaración. Tenía la certeza de que nada bueno vendría, cuando vio que los delicados dedos de Nü Wa se acercaron a las cuerdas de seda templada y rasgaron notas cada vez más complejas.

    Las armónicas melodías entonadas se complementaron perfectamente con el grácil tarareo de la diosa, lo que en conjunto provocó que el sonido tome la forma física de veloces líneas de luz blanca, las cuales atravesaron veloces el aire hasta alcanzar a la guerrera humana; quien ni siquiera al poseer una prodigiosa velocidad, logró distinguir el trayecto de las arremetidas de luz que impactaron en la mano que tenía dos de sus dedos amputados.

    —¿Qué fue… lo que me hiciste? —inquirió la atacada, intentando ocultar su nerviosismo al saberse imposibilitada de movimiento.

    —Una de mis compañeras ya desaparecida, Mielikki, la diosa finlandesa de la caza; tuvo la amabilidad de elaborar armas para todos los dioses de la Alianza. No obstante, yo fui la única que no escogió algo tan violento para batallar. Le pedí a Mielikki que elabore un instrumento musical de mi cultura, y así fue como nació el gǔzhēng de dieciséis cuerdas que ves a mi regazo. Lo bauticé como Li Qingzhao, en honor a una escritora humana que aprecié mucho hace casi un milenio.

    —No has… respondido a mi pregunta… —replicó vacilante la sádica mujer.

    —Paciencia, querida. No tienes por qué temer. La función de Li Qingzhao no es destructora como la de las armas de los dioses, sino restauradora…

    Pronunciado esto, una sensación de agradable somnolencia y sosiego empezaron a invadir a la contendiente humana, quien al sentirse desvanecer en la inconsciencia, intentó forcejear en silencio para contrarrestar los hilos luminosos que poco a poco halaban su brazo. Para mala fortuna suya, le fue imposible liberarse del dominio de la diosa y rendida dejó caer todo su peso y el de su armadura dorada sobre ambas rodillas.

    Por un momento la Amazona se sintió insignificante ante la increíble fuerza de un dios. Le pareció inverosímil el hecho de que, a pesar de la gran fuerza que poseía, fue detenida sin aparente esfuerzo.

    Por desgracia suya, aquella demostración de poder divino no sería nada en comparación con lo que estaría a punto de experimentar:

    En su mano izquierda extendida por las finas cuerdas de luz, la envolvente energía de Nü Wa restauró por completo sus dedos anular y meñique. Por primera vez el rostro de la Geminiana reflejó auténtica sorpresa cuando sintió que, además, la acogedora calidez de la diosa china ascendía por su cuerpo entero y sanaba hasta la última de sus heridas y hemorragias.

    Atónita, la ateniense se reincorporó de un salto hacia atrás e, intimidada, tomó la pose amenazante de una fierecilla acorralada. Le era difícil concebir que acababa de recibir el auxilio de su antagonista.

    —¿Por… por qué me curaste? —le preguntó la humana con notoria desconfianza.

    —Pude sentir el sufrimiento que no manifestaste en tu rostro, pero que tu cuerpo sí me mostró claramente durante todo este tiempo —respondió amable, quien hasta el momento no había abandonado su postura de mantenerse sentada—. Te confieso que… en un principio deseaba erradicar a los humanos sin producirles angustia ni dolor. Utilizaría la misma energía pacífica que te acaba de sanar para tal propósito —la voz de Nü Wa pareció quebrarse por un momento y sus facciones ya no reflejaron paz sino profunda tristeza—. Por desgracia, cada uno de los dioses tenía ideado un castigo diferente para ustedes y no fui capaz de oponerme a su voluntad…

    La Guerrera de Oro no se conmovió con el gesto bondadoso, ni tampoco con las nacientes lágrimas que su oponente no fue capaz de contener, pero aun así, respetó con su silencio las emociones que a flor de piel la deidad desahogó abiertamente ante ella.

    —¿Por qué debería ser dolorosa la muerte? ¿Acaso su existencia como humanos no representa ya constante temor y sufrimiento? No creo que la muerte deba ser considerada como un sinónimo de desgracia y dolor. Al contrario, debería ser una transición sublime e indolora entre la materia y el espíritu.

    La delicada doncella de ojos rosas enjugó sus lágrimas y esbozó una cálida sonrisa que por poco desarma a su oponente y, al no escuchar réplica de ésta, continuó con su monólogo:

    —Querida, te permitiré conocer aquella paz eterna que pensaba compartir durante la transformación mística de toda la humanidad. Entre todos los de tu especie, serás la primera que trascienda sin dolor…

    Esas delicadas palabras sonaron como una terrible sentencia para la guerrera, quien alarmada dejó a un lado todo letargo, para hacer arder en gran proporción su cosmos dorado.

    —No eres más que… una pacifista ingenua… —le imprecó con voz hiriente la guardiana de la Tercera Casa—. El sufrimiento… el miedo y… el dolor son parte inherente de… la existencia del ser humano. ¡Y eso es justamente lo que experimentarás, cuando extinga tu luz!!

    Rebosante del poder de su constelación, se arrojó con naciente furia hacia su contendiente divina. Había extendido su ya renovada mano izquierda, formando con ella una garra que le serviría para acabar con su benévola oponente de un solo golpe concentrado.

    Nü Wa vio a la humana acercarse en pose amenazante, pero ni siquiera se inmutó con este hecho. Con total calma, extendió con gracilidad la mano y paralizó a su agresora en medio del aire con nada más que una gesticulación.

    En ese momento no lo supo, pero la pelirroja fue atenazada por el contacto cercano con el aura rosa que manaba la dama en túnica alba.

    Aprovechando que tenía al Santo Femenino a pocos centímetros de donde estaba sentada; Nü Wa pasó suavemente el dedo por la pieza de la armadura de Géminis que protegía el vientre de su portadora. Su propósito era palpar la sangre que todavía manchaba a quien acababa de curar.

    —Renshū… entonces fuiste tú quien lo asesinó —susurró entristecida la deidad de la luz, reconociendo la energía que todavía trasmitía aquel líquido vital—. Ahora entiendo por qué Jíngfēi se vio obligada a usar la fuerza contra ti, incluso cuando les di a mis Guardianes la orden expresa de no emplear métodos violentos contra ustedes.

    La acusada había dejado de forcejear con la presión cósmica que la estaba aprisionando. Se mantenía en silencio y ni siquiera se dio el lujo de proferir la más mínima interjección de resistencia o esfuerzo.

    Por un instante la opaca mirada celeste de la Ateniense se cruzó con la triste y brillante de la diosa. Aquello provocó desprecio inmediato en la primera.

    —Tonta… —le insultó en tono indiferente la que vestía una destajada cloth de oro—. ¿Por qué te… afliges tanto? Tú misma afirmaste que… la muerte era algo dulce…

    Más que aquellas palabras llenas de mala fe, a Nü Wa le disgustó la maquiavélica sonrisa que ampliamente se formó en los labios de su rival. Era la primera vez que Géminis sonreía en décadas, y cuando lo hizo con tal demencia, consiguió perturbar a una diosa…

    —¿Acaso intentas provocarme? —inquirió entrecerrando los ojos la castaña, dotando a su voz de un tono más incisivo.

    —Claro que… no… —replicó tartamudeando la paralizada guerrera—. Si intentara provocarte… diría que la vida de tus Guardianes no significa más que… el polvo o la basura para mí…

    —¡No lo entiendo! —declaró visiblemente indignada la dama china—. ¡¿Cómo pudo permitir Atenea que una humana sin corazón, forme parte sus doce guerreros más poderosos?!!

    —¿Qué no tengo… corazón, dices…? ¡Seré yo la que… te deje sin corazón!!

    La estrategia de la Dorada consistió en acumular gradualmente su cosmos, aprovechando los segundos en los que ambas discutían cara a cara. Con esto logró expulsar su energía de un solo impulsó, liberándose así del dominio que ejercía sobre ella el aura rosa.

    La pelirroja intentó beneficiarse por la corta distancia que existía entre ella y su rival, y se dispuso a terminar la trayectoria de su golpe a traición. Sin embargo, a pesar de que la indefensa doncella mantenía ambas manos sobre su instrumento al momento de la arremetida, supo defenderse con tan solo el poder de su mirada.

    Las pupilas de la diosa dispararon un potente impulso de luz, siendo esto suficiente para alejar de manera vertiginosa a la agresora, y revolcarla hasta la entrada a la habitación.

    —Es una lástima —comentó Nü Wa con su característica calma—. Pensar que tu insolencia fue la que…

    No pudo terminar su frase. Enmudeció al sentir que los adornos áureos que decoraban su cabeza, eran destrozados por una fuerza invisible que dejó libre su hermosa cabellera castaña.

    La expresión que lucía la diosa era de incredulidad, ya que por primera vez en toda su existencia, un ser no divino había conseguido el prodigio de tocarla…

    La guerrera dorada que todavía yacía sobre el piso de baldosa, no pudo contener otra deforme sonrisa al levantar la cabeza y ser testigo de lo que fue capaz. En silencio supo que la defensa de su rival no era infranqueable…

    —Tú… no eres un ser humano… —afirmó titubeando la deidad de la creación, sintiendo la caricia del viento entre sus ya sueltos cabellos—. ¡¿Qué eres realmente?!

    Continuará…
     
    Última edición: 2 Julio 2020
  17.  
    Kazeshini

    Kazeshini Caballero de Junini

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    [Longfic] Saint Seiya - Saga: CATACLISMO 2012
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    Para todas las edades
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    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    76
     
    Palabras:
    7294
    [Saint Seiya/ Los Caballeros del Zodiaco] – Saga: CATACLISMO 2012

    Escrito en Ecuador por José-V. Sayago Gallardo



    CAPÍTULO 53: ¡EL ORIGEN DE LA AMAZONA DE GÉMINIS!: LA FUSIÓN ENTRE LUZ Y OSCURIDAD

    La victoria de los Caballeros de Atenea sobre el todopoderoso Zeus pasó a formar parte de la historia de la humanidad. Siete años transcurrieron desde aquella épica hazaña, y al fin la Tierra atravesó una próspera época de paz.

    Saori aprovechó la pasajera tranquilidad para tomar las riendas de su Santuario y, esforzándose al máximo junto con los sobrevivientes de la más reciente Guerra Santa; empezó el arduo proceso de restablecer su ejército con una nueva armada de Santos y Amazonas.

    No obstante, siete años significaban un periodo relativamente corto, y por lo tanto haría falta mucho más tiempo para que la mayoría de constelaciones posean nuevos portadores.


    ==Hace quince años. Santuario de Atenea, Cámara del Patriarca==

    Saori, reencarnación de la diosa griega de la sabiduría, estaba lista para comenzar su rutina diaria. Aquella radiante mañana de verano le pareció perfecta para rondar el Santuario y visitar a los pocos habitantes que moraban las distintas áreas del mismo.

    Siendo que la mayoría de sus Santos se encontraba en misiones fuera del recinto sagrado, la deidad se entusiasmó al saber que podría convivir un poco con sus soldados rasos y aprendices a Santos.

    La doncella tomó su valioso báculo de Niké y caminó hacia la salida de la habitación del Patriarca. Al mismo tiempo, el humilde guardián que vigilaba el recinto le abría respetuosamente las pesadas puertas, y que le dedicaba una formal reverencia tras verla pasar.

    Pero algo la detuvo antes de atravesar el umbral. Un presentimiento la obligó a acercarse preocupada hacia quien resguardaba su recámara.

    —¿Qué te ocurre? —le preguntó Saori, sonando condescendiente y amable—. Es la primera vez que no veo tu rostro iluminado por una sonrisa, Irene…

    La siempre entusiasta y vivaz pelirroja mostraba una nada habitual seriedad en su semblante. Por un momento intentó desviar su mirada celeste de la de su diosa, pero el simple contacto cercano con la presencia de ésta, provocó que ya no sea capaz de contener el flujo de sus lágrimas.

    —No… no es nada, mi señora —aseguró la primera mujer soldado raso del Santuario, con un nudo en la garganta—. No quiero molestarla con mis problemas personales…

    Con su característica delicadeza, la diosa griega acercó sus dedos hacia la empapada faz de su protectora y, enjugándole con suavidad algunas lágrimas, intentó reconfortarla:

    —En los muchos años en los que has estado a mi lado, me demostraste de sobra tu lealtad y determinación. Por esa razón he llegado a estimarte tanto como a mis Caballeros y, además, te he permitido permanecer cerca de mi recinto. Sé que la confianza entre ambas es recíproca, Irene, así que por favor cuéntame lo que te agobia y te prometo que haré todo lo posible para que recuperes tu sonrisa.

    Irene solía poseer una fuerte personalidad, pero ante aquel discurso pronunciado con tan marcada bondad; se desarmó por completo y confesó de manera libre lo que la perturbaba:

    —Es… mi hermana —gimió con el habla entrecortada, producida por su intenso llanto—. Se encontraba bien hasta esta mañana, pero… parece ser que ha contraído una enfermedad grave que la ha fulminado por completo.

    Atenea se alarmó sobremanera al conocer las malas nuevas. Conocía muy bien a la hermana de su fiel soldado, y sabía que ambas no solamente compartían apariencias idénticas al ser gemelas. Había convivido con ellas por ya mucho tiempo, y estaba segura de que las dos mujeres la respetaban y eran igual de fieles y devotas a su autoridad como diosa protectora de la Tierra. Saori se sentía orgullosa de decir que tenía en su ejército a dos hermanas que siempre demostraron gran sentido de justicia, generosidad con sus semejantes y un ánimo incansable para materializar sus altruistas propósitos.

    Sin embargo, a pesar de sus evidentes similitudes, fue la gemela de Irene quien progresó de manera más evidente con los años; ya que destacó por poseer mayor madurez y seriedad, cualidades que le permitieron convertirse en la Guerrera de Bronce de Ave del Paraíso.

    Presurosas, diosa y soldado atravesaron en pocos minutos las Doce Casas al estar ausentes los pocos Santos de Oro que las custodiaban. No tardaron en cruzar la vacuidad del Templo de Aries, cuando Saori se detuvo en seco al percibir un extraño y fuerte cosmos.

    —No puedo reconocer la naturaleza de esta energía —declaró la de cabellera violeta, percatándose del desasosiego reflejado en el rostro de su acompañante—. Solo te puedo decir que alguien —o algo— acaba de invadir el…

    Las palabras de la diosa fueron interrumpidas por el estrépito de una fuerte explosión proveniente de las barracas. Ambas se aterraron al saber que no solo la convaleciente Amazona de Apus se encontraba en ese lugar, sino también gran cantidad de apéndices y demás personal del Santuario.

    Guiadas por la nube de efluvios negros que produjo el estallido, Saori e Irene arribaron al escenario de la catástrofe. Se les heló la sangre cuando contemplaron la horrible devastación que se presentó ante ellas:

    No solo las humildes cabañas se encontraban en ruinas. Decenas de cuerpos de aprendices, soldados y hasta Santos de Bronce yacían sin vida en medio del escalofriante paisaje. Varios lucían grotescamente desmembrados, otros sin corazón y decapitados; mientras los que aún se mantenían en una sola pieza, se veían embadurnados en su propia sangre. Lo que todos los fallecidos compartían en común, era la expresión de horror latente que deformaba sus muertes expresiones, reflejo del dolor que habían sentido instantes antes del repentino desastre.

    Los restos humanos y piezas rotas de armaduras eran cubiertos por el mismo vapor negro nocivo que se generó con la hecatombe, la cual, al parecer, solo había dejado a una única sobreviviente en el centro exacto del lugar de la masacre.

    Se trataba de una bella mujer de larga cabellera roja, quien al encontrarse arrodillada en pose de rendición, resaltaba confusión e incredulidad en su desorbitada mirada celeste. Este hecho se justificaba debido a que acababa de atravesar por el fuerte trauma psicológico de encontrarse rodeada de tal cantidad de muerte, y más inquietante aún, de no conocer la razón por la cual ella era la única que no tenía una sola herida o rasguño en su armadura de color amarillo claro…

    Sosteniendo por inercia la máscara que se suponía debía estar cubriendo sus facciones, la Amazona de Bronce intentó reincorporarse a fin de alejarse lo más rápido posible del escenario de la carnicería, no obstante, se detuvo al notar un hecho que por poco la saca de sus cabales:

    —Este cosmos negro que… me aterra tanto… —susurró Ave del Paraíso, invadida por el más terrible pavor—. Está naciendo desde lo más profundo de mi corazón… Fui yo quien asesinó a mis compañeros con esta energía maligna…

    Las elucubraciones de la Guerrera se confirmaron cuando notó que tenía las manos embarradas de sangre. Imagen seguida de recuerdos que empezaron a golpear su cerebro a gran velocidad.

    Atrás quedó su amable y decidido talante habitual, para ser reemplazado con uno que hacía evidente su desesperación. Rememorar la manera sádica en la que ejecutó a sus víctimas, provocó en ella un escalofriante shock.

    —¡Dánae!!! ¡¿Qué acabas de hacer?!!!

    Escuchando su nombre pronunciado con tanta vehemencia, la aludida dejó a un lado sus dementes pensamientos y observó sobresaltada a quien la había llamado.

    —Hermana… —le dijo titubeando, al tiempo que mostraba una sonrisa llena de nerviosismo—. Yo… yo no quería matar a nadie…

    Extendiendo la mano de manera suplicante, Dánae de Ave del Paraíso intentó acercarse a su gemela, pero por desgracia ésta ya no fue capaz de seguir controlando sus emociones. Escuchar la confesión de su hermana, verla rodeada de tanta muerte y de aquella destructiva aura negra que transmitía sadismo; provocó que Irene se dejara vencer por un miedo inexplicable. Tal acumulación de factores la desarmó completamente por dentro.

    Presa del pánico, la menor de las hermanas retiró con espanto su mirada de las pupilas celestes de la Amazona. Acto seguido, se asió por instinto del vestido blanco de Atenea, refugiándose a espaldas de ella. El cuerpo entero le temblaba, y no pudo evitar apretar fuertemente párpados y dientes.

    —Irene… tú… —A la desconcertada Guerrera de Apus le sorprendió sobremanera la reacción de su gemela. Ver en ella aquel gesto involuntario de terror, la incitó a considerarla como una traidora— ¡Mírame, maldita sea!!

    Ante tal exigencia pronunciada en un furioso grito, la mujer en armadura de cuero alzó intimidada la faz y observó en silencio el rostro desencajado que tenía enfrente.

    —¡Me conoces mejor que nadie en el Santuario! ¡¿En serio crees que sería capaz de asesinar por voluntad propia a las personas que siempre hemos apreciado?!!

    La cuestionada no atinó a responder. Sus ideas se entremezclaban en su cabeza y la aturdían. Lo único que pudo hacer fue caer de rodillas y cubrirse el rostro con ambas manos.

    —También te conozco, Dánae —intervino Saori, colocándose en actitud protectora a un costado a su paralizada soldado—. Siempre te has caracterizado por ser una mujer justa e intachable… pero por desgracia… —la voz de la diosa griega se quebró por un instante—. Temo que no serás capaz de controlar por ti misma lo que acaba de nacer en tu interior…

    —¿A… a qué se refiere, mi señora Atenea? —preguntó desconcertada y confundida la dama en cloth amarilla.

    —No habías contraído una enfermedad como Irene pensaba. La cosmoenergía negra que te cubre no es la de un ser humano normal, sino la de una semidiosa…

    Las gemelas fueron impactadas por las revelaciones de la deidad. En silencio la menor de ellas supuso que aquella era la razón por la cual el nuevo cosmos de su hermana se había mostrado tan poderoso y destructivo.

    Con profundo pesar, la de cabellera lila continuó su explicación.

    —Arce… la hija de Taumante, dios primordial de los mares y Electra, ninfa del océano; fue una manipuladora semidiosa que traicionó a los Doce Olímpicos durante la guerra con los Titanes en tiempos ancestrales. Sin dudarlo se convirtió en su fiel mensajera.

    —Es… imposible… —balbuceó atónita Dánae—. Yo… no sería capaz de traicionarla. Siempre le he demostrado lealtad con mis acciones y…

    —No es tu culpa, mi querida Amazona —le interrumpió Saori, sonando condescendiente—. Lamento mucho que el destino te haya impuesto nacer como la reencarnación de un ser sin escrúpulos.

    —¡Yo no soy un ser malvado!!! —gritó con frustración la pelirroja, posando con demencia sus manos ensangrentadas en la cabeza—. ¡Atenea, Irene, ambas deben creerme! ¡No soy ninguna semidiosa! ¡Mi nombre es Dánae de Ave del Paraíso!!!

    Tras gritar con su nombre con sus últimos rastros de humanidad, la Guerrera de Bronce perdió completamente la razón. En señal de su descontrol, dejó escapar histéricos alaridos de dolor, al tiempo que su físico empezaba a cambiar de manera drástica:

    El celeste de sus pupilas se oscureció en un profundo y brillante negro, mientras que la cosmoenergía del mismo tono que bañaba la escena de la matanza; incrementó su rango de alcance y empezó a fluctuar a su alrededor.

    El espíritu de Arce que dormía en Dánae, había despertado…

    El alma de quien fue la noble Guerrera de Apus fue encerrada en lo más recóndito de su propio corazón. De ella solo quedó su existencia física, que en ese momento lucía el porte solemne de un ser semi divino.

    —Atenea, observa bien la oscuridad que me rodea —le pidió la doncella envuelta en sombras, con una distinta voz calmada y seria—. La desarrollé al permanecer encerrada por milenios en el Tártaro, después de que tu padre me arrancara las alas por capricho.

    Saori e Irene observaron alarmadas como la semidiosa despojaba su cuerpo de las piezas de la cloth de Ave del Paraíso. Con sadismo e indiferencia las pisoteaba hasta destrozarlas, como si estuvieran hechas de frágil cristal. Al mismo tiempo, la bruma azabache se acumuló en su cabeza y tiñó su cabellera del más oscuro y resplandeciente negro, señal de que el proceso de posesión divina había sido completado.

    —Sentirás la frialdad de las sombras en las que vivió este ángel caído… Muere, hija de Zeus…

    Valiéndose de su impresionante velocidad, la reencarnación de Arce dio un gran salto horizontal hacia la diosa griega. Su objetivo era arrancarle la cabeza de cuajo con un único y raudo ataque cortante.

    No obstante, Atenea ya no era la misma de antes…

    La adolescente inexperta fue reemplazada por una mujer adulta y aguerrida. Saori había sido curtida años por el fragor de batallas pasadas, y fueron el infinito amor que sentía por todas las personas del planeta, más los vínculos que mantenía con sus tan apreciados protectores; los que le otorgaron más fuerza y decisión para batallar como toda una diosa de la guerra.

    En ese momento, Atenea hizo alarde del mismo coraje que la impulsaría a vencer a dioses de la talla de Hades y Zeus, ya que hace años había demostrado que no era una damisela que necesitaba ser protegida por sus Santos.

    Al permanecer atenta a cualquier maniobra repentina, la diosa resultó ser más rápida que la semidiosa, consiguiendo rechazarla de un certero golpe aplicado con su báculo de Niké.

    La agredida apenas pudo recuperar su sentido de orientación al encontrarse postrada sobre el árido terreno. Por inercia levantó la mirada, solo para sentir la más grande frustración al ver que ya tenía a la diosa a solo unos pasos de ella. En milisegundos, el cosmos divino de la deidad griega ya había abarcado todo el Santuario, disipando a la vez con su luz a la oscuridad que manaba su rival.

    Por un momento, la aplacada mensajera de los Titanes se sintió pequeña al encontrarse en contacto con la calidez y magnificencia del cosmos de una Olímpica.

    —Es suficiente, Arce —profirió con autoridad la diosa de la sabiduría—. No pienso pasar por alto los crímenes que acabas de cometer en mi Santuario. ¡Son valiosas vidas las que acabas de arrebatar sin piedad!

    —No me importa —respondió la aludida, recuperando su frialdad—. Ni siquiera el sacrificio de toda la humanidad sería suficiente para reparar todo el daño que me hicieron…

    Atenea sintió que se le oprimía el corazón al escuchar palabras tan carentes de emociones. En señal de compasión por su oponente, se arrodilló frente a ella.

    —Descansarás y olvidarás ese resentimiento, Arce. Purificaré tu alma con mi poder divino.

    —Estoy consciente de que no seré capaz de vencerte, Atenea, así que no me resistiré a lo que pretendas hacer conmigo. Solo permíteme decirte que jamás conseguirás saciar mi hambre de venganza, porque ante ti se encuentra la semidiosa que fue traicionada por los Olímpicos y la humana a la que su gemela le dio la espalda. No importa cuánto tiempo me tome, algún día obtendré mi retribución de los dioses y los humanos.

    Extendiendo implacable su cetro dorado, Saori disparó su energía divina en la forma de un halo luminoso, impactándolo sobre el extremo izquierdo del rostro de la antes Amazona.

    Letras griegas empezaron a dibujarse sobre su mejilla, pero aunque este proceso le infligía un enorme sufrimiento, no se dignó a emitir el más ligero quejido y simplemente se limitó a observar con odio a la diosa que nuevamente había frustrado sus planes.

    —«No lo entiendo… —pensó agotada la dama ataviada en vestido blanco—. Estoy empleando una gran proporción de mi cosmos, pero aún así no puedo completar el sello…»

    —Tonta… —le imprecó la de larga melena oscura, esbozando una misteriosa media sonrisa— No importa lo aguerrida y fuerte que te muestres ahora, seguirás siendo la misma confiada de siempre…

    Uno de los finos cabellos negros de quien solía llamarse Dánae transmutó en la forma de una mortal aguja de oscuridad reforzada, la cual recorrió veloz el aire con el objeto de atravesar sin piedad el corazón de la regente del Santuario.

    Saori no se percató de la imperceptible arremetida, sino hasta el instante en el que ésta estuvo a centímetros de perforar su pecho desprotegido. Al estar concentrada en completar el sello de Atenea, no fue capaz de reaccionar a tiempo.

    Para fortuna suya, recibió el auxilio providencial de un personaje inesperado.

    —Irene…

    La valiente soldado interpuso su mano abierta en la trayectoria de la casi invisible y malintencionada técnica, la cual, a pesar de penetrar dolorosamente la extremidad que se le interpuso, logró ser contenida antes de que impactara sobre la diosa.

    Ni Arce ni Saori podían creer lo que estaban presenciando. Ambas sabían que la pelirroja no era capaz de siquiera encender su cosmoenergía, pero se encontraba allí, deteniendo exitosamente el ataque a traición ejecutado por un ser casi divino…

    —Dánae… perdóname por temerte y dudar de ti… —le suplicó llorando la menor de las gemelas— Te prometo que haré todo lo posible para liberarte del dominio de esa cruel semidiosa.

    Un ligero halo de pura luz alba rodeó a la doncella en armadura de cuero. Se trataba de una naciente cosmoenergía comparable con la de la misma Arce.

    —«Increíble… —reflexionó estupefacta la diosa protectora de la Tierra, sabiendo que su visible manifestación de poder crecería más todavía— ¿Acaso fueron su amor fraternal y lealtad los que le permitieron despertar tan portentoso cosmos?»

    Maravillada, observó el drástico cambio físico que empezó a experimentar su fiel guardiana:

    El celeste en sus pupilas fue reemplazado por un deslumbrante plateado metálico, color que combinó armónicamente con el de su renovada cabellera, la cual ya no lucía roja, sino del más perfecto e inmaculado blanco.

    Sintiéndose rebosante de un magnífico poder, Irene se llenó de la confianza para extender con fuerza ambos brazos y transmitir su nuevo cosmos a su poseída hermana, provocando que tan extrema dosis de pureza y diáfana luz la debilitara drásticamente.

    La doncella de intenciones malignas no solo había aprovechado las circunstancias para ejecutar un imperceptible y mortal ataque, también había conseguido el prodigio de mermar ligeramente la influencia divina de Atenea, quien al verse libre del dominio oscuro de su rival, fue capaz de concluir el proceso de sellado.

    —Has conseguido un milagro… Irene —la felicitó con dificultad la deidad, sin quitar los ojos de encima de su antagonista—. Al igual que Dánae, tú no eres un ser humano normal… Es posible que seas…

    No pudo terminar su explicación. Con preocupación vio como la doncella albina se desplomaba abatida.

    Irene había tomado una drástica decisión segundos antes, y no dudó al consumir la totalidad de su cosmos, recuerdos y espíritu para reforzar el sello que encerraría la presencia de la semidiosa aliada de los Titanes; quien, tras pocos segundos, también se dejó caer inanimada sobre el terreno.

    Las gemelas ausentes enseguida recobraron sus apariencias normales al ser despojadas de todo poder sobrenatural. Nuevamente lucieron el mismo rojo resplandeciente que caracterizaba sus largas cabelleras, pero al mismo tiempo sus pupilas fueron desprovistas de brillo, y a partir de ese momento destacarían por el celeste opaco que las matizó. En adelante, lo único que las diferenciaría serían los notorios caracteres griegos tatuados verticalmente en la mejilla izquierda de Dánae…

    “Ἀθήνη”

    La calma y el silencio invadieron el Santuario tras la conmoción y solo Saori se mantenía en pie en medio del lugar que había presenciado la reciente tragedia. Soportando el dolor emocional que la invadía, la doncella de melena lila alzó su cetro de Niké y lo apuntó con determinación hacia la recámara del Patriarca.

    Enseguida un destello luminoso emergió desde uno de los puntos más altos del recinto y, obedeciendo a la silenciosa orden de la diosa griega, se le acercó veloz hasta aterrizar a sus pies.

    —Llegó el momento de asignarte una nueva portadora, armadura dorada de Géminis…

    La caja de pandora que contenía la mencionada cloth se abrió en el acto, revelando el recién restaurado object áureo perteneciente al Santo de Oro guardián del Tercer Templo.

    —Alalá de Casiopea no se equivocó en sus predicciones sobre ti, Dánae —susurró para sí Saori, sollozando con pesar—. Estabas predestinada para algo grande y, aunque sea en estas desafortunadas circunstancias, fue escrito que habrías de convertirte en la primera Amazona Dorada de la nueva generación.

    Las piezas doradas dejaron su inquietante forma de tótem de cuatro brazos para ensamblarse sobre el cuerpo de quien fue una Guerrera de Bronce. La reencarnación de Arce se mantenía inmóvil y parecía dormir tranquilamente, ataviada en su nuevo atuendo de oro.

    Atenea se acercó a Irene y la acomodó sobre su regazo. Con actitud maternal le retiró un mechón de cabello que le cubría la faz.

    —Te agradezco tanto por tu sacrificio… mi noble soldado —le dijo con voz tierna, derramando sus lágrimas divinas sobre ella—. Encerraste toda tu voluntad, cosmos y espíritu junto con en el sello de Atenea, y con ello conseguiste mermar la influencia de la aliada de los Titanes. Aunque a partir de ahora sean sus crueles instintos los que prevalecerán en el cuerpo de tu hermana, será tu dominio el que no le permitirá actuar con egoísmo o que lastime a sus propios compañeros… —acariciando con ternura la frente de la menor de las gemelas, Saori le dedicó unas últimas palabras—: Irene, aunque quizá no seas capaz de controlar el sadismo e instinto de venganza de Arce, te ruego que uses tu presencia en el sello para que tu ser más amado pueda cumplir con éxito su nuevo rol de Amazona de Oro.

    De Irene solo quedaría su cuerpo físico como un vacío cascarón. Su esencia y personalidad noble se mantendrían en constante lucha con los de su hermana dentro del sello de Atenea.

    Tomando desde el piso la máscara bronceada de la cloth de Ave del Paraíso, Saori se arrodilló frente a la nueva Dorada y le cubrió el rostro con ella. Enseguida la careta metálica se tornó áurea al ser bañada por el cosmos de la diosa y el de la misma Dánae.

    —Despierta, mi fiel Guerrera.

    La aludida acogió la orden y se reincorporó por inercia. En el pasado quedó su porte elegante y grácil, para ser reemplazado por una postura encorvada y poco natural. Aunque a partir de ese momento luciría el aire majestuoso que otorga el vestir una armadura de oro, la pelirroja se veía también como una extraña criatura humanoide de tres rostros dorados…

    Tras girar su enmascarada faz hacia el lugar en el que se encontraba la deidad, la pelirroja se arrodilló frente a ella y agachó la cabeza en señal de respeto.

    —Es… estoy a sus órdenes… mi señora… —profirió tartamudeando la nueva Geminiana.

    En señal de bendición, Saori empuñó su cetro con solemnidad y lo desplegó horizontalmente sobre la hombrera de su ascendida protectora.

    —Seas bienvenida a la orden más poderosa de los Santos de Atenea. ¡A partir de este momento la Tercera Casa del zodiaco será tu morada, así que ve y cumple con tu noble misión, Amazona Dorada de Géminis!

    A punto estuvo de partir a su nuevo recinto, cuando su mirada se desvió involuntariamente hacia la imagen de su catatónica hermana gemela. Le llamó la atención la expresión neutral dibujada en su rostro y sus nebulosos ojos celestes abiertos de par en par.

    —¿Quién es… esa mujer…? —preguntó la Dorada con cierto dejo de nostalgia.

    —Ella es… alguien a quien aprecio mucho.

    Saori se mordió el labio para evitar llorar nuevamente. En silencio supo que, con lo desordenados que estarían a partir de ese momento los pensamientos de Dánae; lo mejor sería que no recordara a su hermana.

    —Su rostro me… me es familiar.

    Dicho esto, dejó su pose de genuflexión e, ignorando las anteriores palabras de su diosa, acomodó a Irene entre sus brazos. Por varios segundos la contempló en silencio, inclinando la cabeza lateralmente sobre su hombro en un gesto de curiosidad.

    Con delicadeza se limitó a cerrarle los párpados y, sin decir nada, se alejó con ella hacia el lado contrario de los Doce Templos.

    A punto estuvo la diosa de evitar que se marchara, pero su sexto sentido la detuvo.

    —«Está bien, Dánae —reflexionó apesadumbrada—, permitiré que te despidas de tu hermana. Sé que todavía existen remanentes de amor fraternal en ti, y por esa razón estoy segura de que no le harás daño».

    Viéndose sola en el lugar que dejó una cruel matanza y la separación de dos hermanas, Saori se arrodilló para rezar por las almas de los recién caídos.

    —«Siento que el despertar de Arce es mi responsabilidad, así que yo seré la única que lo controle con la ayuda de la cloth que acabo de ceder —Atenea observó con desolación como su nueva guerrera áurea se alejaba en el horizonte enmarcado por el anaranjado crepúsculo vespertino—. Lo lamento, pero a partir de ahora solo yo conoceré tu verdadera identidad. Para todos los habitantes que restan en el Santuario, no serás nada más que una guerrera sin nombre… Dánae de Géminis».


    ==Tiempo actual. Maravilla Suprema. Jardín de K’uen-Luen, Torre de Porcelana==

    —¿Dices que… no soy un ser humano? —inquirió la aturdida pelirroja, reincorporándose trastabillando desde el piso de fina baldosa—. ¡Por supuesto que pertenezco a la especie que ansían exterminar!! ¡Soy la Amazona Dorada de Géminis!!

    —Es imposible que seas quien afirmas —refutó implacable la bella diosa china de la creación—. Tu sola presencia transmite incertidumbre y tu poder sobrenatural trasciende del bienhechor que debe poseer un Santo de Atenea… Eres una amenaza que ha de ser detenida sin contemplaciones…

    Dánae no se intimidó con la amenaza de su rival, ni tampoco cuando ésta empezó a acrecentar ligeramente la manifestación rosácea de su cosmos divino. En silencio se limitó a alzar la guardia en espera de una oportunidad estratégica para contraatacar.

    —Me mantengo firme en mi deseo de no lastimarte, Guerrera. Por tal motivo serás purificada sin dolor con una de mis técnicas compasivas… ¡‘LA RESTAURACIÓN DEL BÙZHŌU-SHĀN!

    Exclamado el nombre del ken, Nü Wa se dio a la tarea de entonar la más bella música en el instrumento de cuerda acomodado en su regazo. Los acordes eran tan dulces y perfectos, que a punto estuvo la Geminiana de rendirse ante la más hermosa melodía que había escuchado en toda su existencia.

    Por desgracia para Dánae, aquella música era solo el comienzo del embriagante ken. Con disimulado regocijo presenció el nacimiento de un brillante arcoíris emergiendo desde las cuerdas del gǔzhēng. Tan preciosa combinación de siete colores abarcó por completo el ser de la Amazona, despojándola en absoluto de todo espíritu de lucha.

    Era tan acogedora la energía multicolor que la cubría, que la antaño Ave del Paraíso no pudo evitar dejar caer su peso sobre sus rodillas. Le fue imposible ofrecer cualquier tipo de resistencia ante la magnífica técnica.

    —Aunque quizás no me creas, en tiempos ancestrales utilicé este mismo ken para salvar a la humanidad —empezó a explicar la asiática en tono calmado, aprovechando el absoluto letargo de su oponente—. Gonggong, regente de las aguas, y Zhuyong, quien controla el fuego; comenzaron una guerra sin cuartel hace milenios. En consecuencia, una porción gigantesca del cielo se desplomó, dejando al descubierto un gran agujero negro. Arriesgué mi vida para remendar esa brecha con la ayuda de piedras sagradas de colores, y así fue como creé el primer arcoíris que fue capaz de restaurar el cielo… Y ahora, querida, será la combinación de estas siete tonalidades la que ponga fin a tu sufrimiento. Esta variación de mi ken cesará sin dolor y de una manera piadosa las funciones de tu materia orgánica…

    En medio de su ensimismamiento, Dánae se alteró al escuchar aquella sentencia pronunciada con tanta calma y sin mala intención. Su desesperada reacción fue encender su cosmoenergía dorada en un intento por disipar el arcoíris que la rodeaba.

    —Rojo, naranja, amarillo, verde, azul, índigo y violeta. Cuando la luz que genera mi ken se descompone en esos siete colores, es capaz de desintegrar incluso la energía cósmica. Tu resistencia es fútil.

    —No me subestimes… diosa china…

    El más improbable escenario tuvo lugar en la cima de la Torre de Porcelana, y la doncella de oro se las arregló para contrarrestar la energía que le estaba arrebatando la vida. Empleando la totalidad de su fuerza de Amazona Dorada, más la suya disminuida de semidiosa; consiguió el prodigio de manipular a su voluntad la luz del benévolo ken multicolor de su oponente y recomponerla entre sus manos hasta formar una brillante y uniforme esfera blanca.

    —Esperaba que… exteriorices tu energía de este modo, Nü Wa… —añadió con dificultad la de cloth áurea, esforzándose al extremo por estabilizar el inconmensurable poder que tenía acumulado en ambas palmas— Serás tú… quien me libere de este martirio…

    —No puedo creerlo… —exhaló atónita la aludida, con los ojos rosas desorbitados a causa de la impactante demostración de fuerza que estaba presenciando— Por más poderosa que sea, es inconcebible que haya conseguido liberarse de una de mis técnicas divinas…

    Su asombro fue mayor cuando vio a su oponente dirigir la luz concentrada hacia su rostro.

    A pesar del peligro que representaba, lo que Dánae pretendía era cubrir su propia faz con una manifestación superior del precioso cosmos de Nü Wa, el cual, apenas hizo contacto con las letras del nombre de Atenea en griego; las borró de inmediato.

    El sello que aprisionó a Arce, la semidiosa oscura, fue roto…

    La cosmoenergía de la pelirroja —que hasta ese momento había lucido un fulgente dorado— se oscureció en un parpadeo e incrementó su rango de influencia. La más espesa aura negra empezó a contrarrestar y a consumir por completo al ken de la diosa oriental.

    —Quince años… —susurró para sí la ya lúcida reencarnación de quien traicionó a los Olímpicos en la Titanomaquia— Sabía que no serían capaces de detenerme durante mucho tiempo… Irene… Atenea…

    Sus recuerdos y pensamientos volvieron a reordenarse. Sus ideas se maquinaron nuevamente con lucidez, y al fin se sintió capaz de articular correctamente sus palabras al coordinarse de manera armónica su lengua y su cerebro.

    —Tú… diosa china de la creación —la llamó en tono indescifrable la renovada semidiosa—. Gracias a ti he sido capaz de recuperar mi poder y apariencia originales.

    Dicho esto, no solo la fuerza cósmica de Arce se incrementó, sino que su talante completo transmutó en uno muy diferente. A pesar de esto, la deidad aparentó perfecta calma en su expresión. No quiso mostrarse vacilante al atestiguar como la más negra penumbra matizaba en un brillante azabache las pupilas y cabellos de su rival.

    —¿Quién o qué eres en realidad? —le preguntó la diosa aún sentada en pose pasiva, entrecerrando los ojos con desconfianza.

    —Solo digamos que tenías razón en tus afirmaciones: No soy un ser humano, pero… tampoco soy una diosa —respondió con aire misterioso la dama de renovado porte solemne y casi divino, disimulando una sonrisa al sentir el gran poder que recorría su cuerpo—. Fui castigada injustamente por ciertos actos que cometí durante la era mitológica griega, hasta que logré despertar por segunda vez en épocas contemporáneas.

    —Ya veo… Entonces no me equivocaba al asegurar que tu naturaleza era diferente. Ahora entiendo el porqué de tu gran poder y de tus recientes proezas.

    Un tenso silencio reinó por unos segundos entre ambas contendientes. Las dos se observaban fijamente a los ojos sin siquiera parpadear, atentas a los movimientos que pudiera ejecutar la otra.

    —Me marcho —dijo de repente la semidiosa en armadura dorada, dándole las espaldas a la deidad—. Ya no tengo más asuntos pendientes en tu territorio.

    —Espera… ¿Acaso no pretendías derrotarme a fin de proteger a la humanidad?

    —Aquellos eran los propósitos que Atenea y la hermana de mi avatar me obligaban a cumplir con su influencia. Por fortuna, fui lo suficientemente astuta para engañar sus voluntades dentro del sello y convencerlas de que ascendería a territorio divino para detener a los dioses que amenazaban a los humanos.

    Girando la cara por encima de la hombrera, observó re reojo a Nü Wa y se percató de su semblante de confusión. Al no escuchar réplica, decidió aclararle ciertas cosas con su clásico tono neutral:

    —Por años esperé que un dios hiciera presencia nuevamente en la Tierra, pero tras la irrupción de Morrigan en el Santuario, creí que ella sería la única que intentaría erradicar a la humanidad. Aquello no servía para mis propósitos, ya que la deidad celta es una entidad que emana oscuridad, y por lo tanto no sería capaz de deshacer el sello que me aprisionaba. No obstante, mi naturaleza semidivina me permitió sentir la nada discreta reunión que ustedes diez tuvieron en la luna, y fue así como conocí la existencia de cierta diosa que poseía un cosmos de características similares al de Atenea…

    Una malintencionada sonrisa se formó en los labios de la recién despertada Arce, atestiguando la estupefacción que reflejó de repente el rostro de su interlocutora.

    —Veo que te has dado cuenta… No fue una coincidencia el que haya decidido enfrentarte. Solo aprovechando la luz que suponía transmitirías con tus técnicas, terminaría con mi suplicio… Por último, solo me queda agradecerte por ser tan benévola y condescendiente conmigo, diosa china de la creación…

    A la aludida le irritó la marcada ironía con la que su interlocutora pronunció sus últimas palabras.

    —Manipuladora perversa, tus escrúpulos y egoísmo te han llevado al extremo de utilizar a una diosa…

    —Tomaré eso como un cumplido —declaró arrogante la de cabellera negra, caminando despreocupadamente hacia la salida de la recámara—. Aunque deberías preocuparte más por lo que amenaza sus planes genocidas y menos por las acciones de un ser que ustedes los dioses siempre han considerado como inferior —Arce levantó la mano derecha para gesticular su despedida—. Hasta nunca, Nü Wa.

    Una de las cuerdas del ancestral gǔzhēng envolvió el dorado guantelete izquierdo de su semidivina portadora, deteniéndola en seco y obligándola a encarar nuevamente a la dama de suelta cabellera castaña.

    —Admito que cometí el grave error de subestimarte —aceptó la doncella oriental con acento más severo—, pero ahora que me has mostrado tus verdaderos colores, no pienso permitirte abandonar mi recinto.

    —No es necesario que reacciones de esta forma —replicó con fingida calma quien solía llamarse Dánae, forcejeando inútilmente con el objeto de seda templada que la aprisionaba—. Ante ti tienes a quien podrías considerar como a una aliada. Si deseas que acabe con los humanos o con los dioses griegos, lo haré con infinito placer.

    —Tus palabras solo reafirman mi desconfianza hacia ti. La sola existencia de un ser hambriento de venganza como tú, representa una grave amenaza para la nueva especie que he creado. Ya asesinaste a uno de mis amados hijos y no permitiré que hagas lo mismo con Jíngfēi y Téngfēi…

    —Te aseguro que no los lastimaré. Solo dime cómo reconocerlos y…

    —¡Suficiente! —le interrumpió implacable la diosa—. ¡No me engañarás nuevamente!

    No fue el tono riguroso en las palabras de Nü Wa lo que calló e irritó por dentro a Arce, sino contemplar el amenazante brillo que fulgía en sus pupilas rosadas. Con esta señal, la protegida por Géminis supo que había esfumado la característica calma de la siempre pacífica deidad oriental, solo para despertar la abrumadora determinación y espíritu aguerrido que también poseía y que no había manifestado hasta ese momento.

    —Vaya… entonces así son las cosas —dijo con velada resignación la mensajera de los Titanes, soltándose del agarre de la fina cuerda—. Pues ahora que nuestro enfrentamiento es algo inminente, me siento muy afortunada al decir que no estaré sola en esta batalla. Contaré con el apoyo de quien fue capaz de engañar a Poseidón y de quien estuvo a punto de asesinar a la misma Atenea…

    La puerta del escenario del combate fue destruida con violencia y, coincidentemente, entraron en la recámara tres personajes que enseguida se ubicaron a ambos costados a la Geminiana.

    —Ustedes son Santos de Atenea… —profirió contrariada Nü Wa, tras reconocer el diseño de los ropajes metálicos que vestía la triada de invasores—. Ya que han irrumpido en mi recinto de una manera tan estrepitosa, espero que al menos tengan la cortesía de presentarse.

    En silencio, los recién aparecidos Caballeros fueron estremecidos no solo por la grácil belleza y porte delicado de quien se suponía sería su máxima rival; sino que también los conmovió la inmensa paz y tranquilidad que transmitía la dama sentada en elegante pose, quien, además, tenía un extraño instrumento musical apoyado en el regazo. Enseguida los tres supieron que tenían enfrente a una diosa, y no pudieron evitar comparar su magnánimo cosmos con el de Atenea.

    —Mi nombre es Alalá, soy la Amazona de Bronce de Casiopea —declaró en tono educado la mujer enmascarada en cloth azulada, reaccionando de buena forma a la divina presencia bienhechora de la habitante de la Torre de Porcelana.

    —Soy Saga, antiguo portador de Géminis —secundó el de maltratada armadura negra con su característica seriedad.

    —Y yo soy Kanon, quien fue sucesor de la tercera constelación zodiacal en ausencia de mi hermano —se presentó solemne el que usaba un maltratado atuendo de metal albo—. Hemos venido en nombre de Atenea para…

    Su discurso se detuvo cuando su mirada se desvió hacia la Amazona de Oro. Apenas en ese momento se percató del drástico cambio en su apariencia.

    —¿Qué fue lo que… te ocurrió? —le preguntó un tanto preocupado, observando su ya inmaculado rostro y el profundo negro que había coloreado sus cabellos y pupilas.

    —«Es verdad… ese humano todavía debe pensar que soy la traidora de Irene —reflexionó la interrogada, entrecerrando la mirada en un perspicaz gesto—. No conviene que ninguno de ellos conozca mi verdadera identidad, así que espero tener éxito en engañarlos».

    —Responde a la pregunta que te acaban de hacer, guerrera —intervino la diosa china, llamando la atención de todos los presentes—. Explícanos el origen de la intoxicante oscuridad que te invade.

    —Tú eres responsable de la temible bruma que me rodea —replicó enseguida con marcado desdén—. Atenea, en su infinito amor, encerró el mal que habitaba en mi con su sello, pero tú lo has liberado sin contemplaciones para que lastime a mis propios compañeros. Por fortuna todavía conservo mi voluntad original y no descansaré hasta acabar con tus egoístas propósitos.

    Tan convincentes y nobles sonaron las palabras de Arce, que en un instante Kanon fue convencido de su veracidad, no obstante, la notoria oscuridad que manaba logró inquietar y despertar la desconfianza de Saga y Alalá.

    —¿Cuál es tu nombre, Amazona Dorada? —quiso saber en tono prudente el mayor de los gemelos.

    —Soy Irene de Géminis —declaró ella con una muy bien fingida sonrisa—, y para mí es todo un honor poder conocer a mi legendario antecesor.

    —Irene… —repitió Alalá, rememorando su larga estadía en Delfos— Las mismas estrellas predijeron que sería la guerrera llamada Dánae quien heredaría el derecho de portar la constelación de Géminis, y tú no…

    Casiopea interrumpió su explicación cuando escuchó los sollozos de su interlocutora. La ancestral habilidad de manipulación de Arce le permitió aflorar abundantes lágrimas desde sus ojos negros, las cuales, combinadas con su nuevo semblante de tristeza; lograron conmover y engañar con su aparente sinceridad a la Guerrera de Bronce.

    —Discúlpame, Alalá… Es solo que me duele tanto la mención del nombre de mi hermana Dánae —musitó la semidiosa, haciendo el ademán de abrazarse a sí misma en un gesto de añoranza—. Aunque todavía no he podido superar su repentina muerte, siempre siento su presencia viva dentro de la cloth que la misma Atenea me cedió en su nombre.

    La mujer en cloth dorada se acercó inesperadamente al antaño General de Poseidón y lo encaró con cierto recelo.

    —Kanon… perdóname por el daño que te hice momentos antes —se disculpó, transmitiendo auténtico arrepentimiento—. Son las sombras que me rodean las que me confunden y me obligan a actuar con sadismo en ocasiones.

    Con delicadeza tomó la mano del Caballero y lo miró a los ojos, provocando con esto que el menor de los gemelos sea capaz reconocer en ella a la chica que lo salvó de la muerte cuando se encontraba cautivo en Cabo Sunion. Por unos instantes logró atravesar el negro de la mirada de la dama, para contemplar ensimismado el resplandeciente celeste con el que recordaba sus vivaces pupilas.

    —Irene… si en realidad eres tú, debes recordar la promesa que me hiciste la última vez que nos vimos…

    —Jamás podría olvidarla, Kanon. Ese día te dediqué una sonrisa y te prometí que nos volveríamos a ver. Y aquí me tienes décadas después, como la guerrera dorada que consiguió materializar sus sueños, quien no descansará hasta vencer a quienes amenazan a la humanidad.

    En actitud sobria, Saga los interrumpió posando su mano sobre la hombrera blanca de quien fue revivido y poseído por Morrigan.

    —Hermano, al parecer conoces muy bien a esta guerrera que se hace llamar Irene. Solo con tus palabras confiaremos en las suyas y la consideraremos como una aliada.

    —No hay duda Saga —respondió ensimismado, sin quitar los ojos de la cándida figura de la impredecible Arce quien, a pesar de que le transmitía una inquietante sensación con su cosmos negro, también logró convencerlo con los recuerdos latentes que su hermana depositó en el sello que la aprisionaba—. Ella es Irene… nuestra digna sucesora y portadora de la armadura dorada de Géminis…

    —Eso es suficiente para mí —agregó el de armadura negra, plantándose con gran convicción en pos de la diosa china—. Ahora somos cuatro Santos de Atenea enfrentando su desafío final…

    —No puedo creer que en serio hayan caído en sus mentiras —se lamentó la deidad en vestido tradicional blanco—. ¿Acaso no se dan cuenta que los está utilizando para sus egoístas propósitos? ¡Ella acaba de confesar que es enemiga de los humanos y los dioses!

    —No hables sobre enemigos de los humanos —reaccionó la referida, fingiendo seria indignación—. ¡Diles a mis compañeros qué es lo que planeas hacer con la humanidad entera!!

    La diosa se sintió entre la espada y la pared al escuchar tan vehemente exigencia. Ver las miradas acusantes de los cuatro guerreros, le hizo saber que su manipuladora rival fue lo suficientemente astuta como para cambiar la situación a su favor y, sin embargo, a pesar de la abrumadora tensión que sentía; su naturaleza horada no le permitiría mentir al comunicar sus propósitos:

    —Mi más anhelado deseo es dar nacimiento a una nueva especie que repueble la Tierra —aceptó la asiática, cerrando los ojos en un gesto de estoicismo—, pero para ello debemos primero erradicar a la humanidad de una manera pacíf…

    —Ya la escucharon, amigos míos —le interrumpió implacable quien solía llamarse Dánae—. A pesar de su apariencia inofensiva y hablar sereno, ella intenta acabar cruelmente con las vidas de millones de inocentes… Ante ustedes tienen a Nü Wa, ¡la diosa china de la destrucción!

    Aquellas tergiversadas palabras fueron el detonante que despertó el natural instinto de protección y lucha que poseían Saga, Kanon y Alalá. Enseguida los tres alzaron la guardia y se dieron a la tarea de encender sus cosmoenergías para arremeter al unísono con sus mejores técnicas. Su sentido del deber no les permitiría dejar impunes los crímenes que creía cometería quien veían como su más grande amenaza.

    —Esperen un momento —los detuvo la Dorada extendiendo lateralmente el brazo, anticipándose así a las intenciones de sus tres acompañantes—. Llevo ya varios minutos luchando contra ella, y puedo asegurarles que no existe método racional para derrotarla.

    —¿Qué sugieres entonces, Irene? —preguntó Casiopea, intentando no sonar insegura.

    —El destino nos ha sonreído al permitir que tres Santos de Oro se reúnan en este lugar. ¡Eso significa que seremos capaces de ejecutar la ‘Exclamación de Atenea’!

    Continuará…
     
    Última edición: 2 Julio 2020
  18.  
    Kazeshini

    Kazeshini Caballero de Junini

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    [Longfic] Saint Seiya - Saga: CATACLISMO 2012
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    [Saint Seiya/ Los Caballeros del Zodiaco] – Saga: CATACLISMO 2012

    Escrito en Ecuador por José-V. Sayago Gallardo



    CAPÍTULO 54: ¡LA EXCLAMACIÓN DE ATENEA!: NACE UNA LUZ DE ESPERANZA

    ==Maravilla Suprema. Jardín de K’uen-Luen, Torre de Porcelana==

    —¿La… ‘Exclamación de Atenea’? —profirió vacilante Kanon, sin poder dar crédito a lo que su compañera acababa de sugerir.

    Por su parte, Saga se limitó a guardar silencio mientras una expresión sombría se dibujaba en su rostro.

    —Inclusive en otros panteones conocemos la magnitud e implicaciones de esa técnica —intervino la diosa de la creación, intentando recuperar su característica calma—. Traicionando sus principios elementales de batallar uno a uno, tres Santos manifiestan al unísono la fuerza del big bang a escala.

    —Precisamente —añadió pretenciosa la reencarnación de Arce—. ¿Qué se siente saber que será la misma fuerza que creó el universo la que terminará con tu existencia?

    La cizaña en las palabras de la dama oscura ya no logró alterar a la deidad de sereno talante, quien retirando la mirada rosa de sus cuatro rivales, dio un suspiro en señal de conformismo. Ella sabía bien que la portadora de Géminis tenía a los tres Santos recién llegados en la palma de su mano.

    —Supongo que nada de lo diga les hará cambiar de parecer, ¿cierto, Caballeros de Atenea? —Con grácil tranquilidad y en la misma pose pasiva, se dio a la tarea de afinar las cuerdas de seda templada de su gǔzhēng—. Hagan lo que su corazón les dicte, guerreros. Solo permítanme decirles que están cometiendo un grave error al dejarse llevar por las palabras de esa mujer de oscura presencia.

    —Agradecemos tu advertencia, Nü Wa —replicó Alalá de Casiopea con marcado respeto—, pero nos sería difícil creer en tus buenas intenciones después de que tú misma aceptaste que pretendes destruir a nuestra especie. Tu poder es magnífico y transmite una candorosa paz al igual que el de nuestra diosa, pero por lo visto aquella apariencia delicada es solo una fachada que intenta esconder tus terribles propósitos.

    —Querida, no hay nada terrible en lo que planeamos hacer —contestó la dama asiática, sonriendo con sincera amabilidad—. Es una lástima que su especie no entienda que su sacrificio es necesario para que el planeta renazca en perfecta armonía… Si consideran que por ser humanos tienen más derecho a existir que cualquier otra criatura viva, son ustedes los Santos de Atenea quienes tienen egoístas y nefastos propósitos.

    Aquellas palabras proferidas con tanta calma, lograron alterar a Kanon, quien en un principio tuvo el impulso de protestarlas de forma vehemente, sin embargo, supo controlarse tras apretar ambos puños y hablar con un tono serio y calmado:

    —Entonces, pese a todo lo que hemos luchado para ganarnos nuestra supervivencia, ¿ustedes los dioses ni siquiera nos consideran como seres que merezcamos existir…?

    —Su ciclo terminó, entiéndanlo —manifestó la dama de suelta cabellera castaña, resaltando auténtica tristeza en su pura mirada rosa—. El pueblo de Quetzalcóatl no se equivocó al profetizar que la humanidad conocería su fin en consecuencia por sus propios actos. La mayoría de su especie, por desgracia, perdió gradualmente el don divino que se le otorgó cuando fue creada.

    —¿A qué don te refieres? —preguntó confundido Géminis Blanco.

    —Ya es suficiente de charlas que no nos llevarán a ninguna parte —interrumpió exasperada la Guerrera de Oro, antes de que Nü Wa tenga la oportunidad de responder—. Es hora de poner fin a esta batalla de una buena vez.

    Dando un par de decididos pasos al frente, la avatar de Arce se apoyó sobre una rodilla. Acto seguido, echó adelante y juntó ambos brazos, para luego abrir al unísono las palmas de sus manos. Quien solía llamarse Dánae adoptó la pose central de la técnica prohibida por Atenea.

    —Amigos, les aseguro que juntos obtendremos la victoria… ¡Demostremos el verdadero poder de quienes luchan para proteger a la humanidad!

    Pese al apasionado discurso, los gemelos permanecieron inmóviles, como si una extraña fuerza hubiese paralizado todos sus músculos. Ninguno de los dos podía precisar la razón, pero dudas internas los invadieron en aquel momento tan crucial.

    Al notar que los hermanos no atinaban a acompañarla en su empresa, la semidiosa apretó dientes de manera imperceptible en señal de frustración. Una vez más se vería obligada a hacer uso de sus dotes de manipulación, así que muy tranquila giró el rostro sobre su hombrera y le dedicó una brillante mirada solicitante al menor de ellos.

    —Kanon, por favor no me dejes sola…

    Con tan pocas palabras, el aludido sintió que el corazón se le estrujaba dolorosamente. La imagen de una tímida joven soldado extendiéndole un plato de comida se formó en su pensamiento, y con esto se esfumaron sus inseguridades y vacilaciones.

    Armado de convicción, el guerrero en armadura blanca se colocó al costado izquierdo de su compañera, al tiempo que gesticulaba la pose del segundo componente necesario para armar la triada de oro.

    —Aunque tu apariencia haya cambiado, siempre veré en ti a la chica que desde el primer instante me inspiró bondad y justicia —admitió con un tanto de recelo el otrora Marina de Poseidón, sin quitar la mirada de encima de la cándida diosa—. No me abandonaste entonces, Irene, y yo no te abandonaré ahora.

    Para Arce fue algo sumamente inesperado, pero las palabras de Kanon produjeron desconocidas sensaciones en ella. Camuflando la irritación provocada por aquellas emociones que atribuyó a los recuerdos de su gemela; se las arregló para fingir una sonrisa y dedicársela al valiente guerrero que se erguía a su siniestra.

    —Gracias…

    Por su parte, el maltrecho hombre en armadura negra presenciaba en silencio lo que ocurría entre su hermano y sucesora. Él más que nadie conocía las implicaciones del empleo de aquel polémico ken colectivo, y por tal razón su mente se debatía entre la confusión y el deber. La vorágine en la que se habían tornado sus pensamientos estuvo a punto de desarmarlo por dentro, pero logró esconder muy bien sus inseguridades con su siempre serio e inmutable semblante.

    No obstante, él no contaba con que la mujer que lo acompañaba podía leerlo como a un libro abierto. A pesar de los años transcurridos, Alalá no había olvidado la forma de ser de su amado y de antemano sabía que algo lo afligía. Por lo tanto, en un gesto condescendiente y tierno, lo tomó delicadamente de la mano, sacándolo así de sus cavilaciones.

    —Sé que tu decisión será la correcta. Saga —le susurró al oído la Amazona enmascarada—, y por esa razón te apoyaré sin importar las consecuencias.

    El mayor de los gemelos exhaló hondo tras escuchar las palabras de Casiopea. Por un instante sus pensamientos se aclararon y una acogedora tranquilidad invadió su alma.

    —Alalá… por favor, bríndanos tu máximo cosmos —le pidió en su clásico tono inexorable—. Te prometo que cuando todo esto termine, te compensaré por todo el tiempo que estuvimos separados.

    Saga se soltó de la caricia de la Guerrera de Bronce y se juntó con Arce y Kanon, quienes para ese momento se habían encomendado a la tarea de incendiar sus cosmoenergías al unísono. Mientras que la de Kanon fulgía en un brillante dorado, la de la portadora de Géminis desprendía la intensa oscuridad característica de la Mensajera de los Titanes.

    Sin demora, el mayor de los gemelos expandió su energía de apariencia también sombría, plantándose a la diestra de su sucesora. Con una pose idéntica a la que lucía su hermano, completó la poderosa trinidad áurea.

    Nü Wa se sintió incómoda al presenciar la extraña mezcla del par de auras negras y la única clara. Le pareció casi irreal tan inquietante fluctuación de energías. Solo por un instante su atención se distrajo de aquel extraño espectáculo, recordando lo que había llamado su atención en sus oponentes hace unos instantes:

    —Santos de Atenea —los llamó con una melodiosa y serena voz—. A pesar de haber sido engaños por quien ustedes llaman Irene, debo admitir que respeto su valor y convicción. Déjenme decirles que para mí es todo un honor tener enfrente a los célebres protectores de la humanidad.

    A leguas se notaba la profunda concentración que se reflejaba en los rostros de los tres Dorados mientras intentaban armonizar sus incompatibles energías cósmicas; pero, a pesar de esto, escuchaban con atención a la diosa y sin duda se sorprendieron internamente por sus sinceros elogios.

    —Es el amor, Kanon —añadió la dama oriental, retomando la corta conversación que mantuvo con él hace pocos minutos—. El amor es el don que perdió la humanidad a lo largo de sus milenios de existencia. En realidad creí que ningún ser humano sería capaz de manifestar aquellas emociones con tal intensidad, pero he notado las que se profesan Saga y Alalá han formado entre ellos un vínculo que trasciende tiempo, distancia, e inclusive la misma muerte… Quizás ese hermoso sentimiento sea la clave para que ustedes sean capaces de salvar a la humanidad…

    Por un momento la energía que expulsaba la triada Ateniense se alteró peligrosamente. Escuchar las últimas palabras proferidas por la diosa, provocó que pierdan la concentración.

    —¿Qué… quieres decir exactamente? —le preguntó un tanto vacilante la Amazona de negra melena, sin dejar su pose.

    —Que inclusive tú podrías reivindicarte por tus pecados, guerrera —respondió amable la deidad—. Ustedes los Santos cometieron el grave pecado de acabar con poderosos dioses como Viracocha, Mielikki y… Ra…—Por un instante la voz de la deidad creadora se quebró al pronunciar el nombre del supremo egipcio, pero al final fue su nato sentido de misericordia el que la ablandó y le permitió continuar con lo que tenía que decir—: Entiendo su afán de querer sobrevivir desafiando inclusive a los mismos dioses, y por tanto les otorgaré una última oportunidad para que me demuestren la fuerza de sus vínculos de amor.

    Los tres humanos y la semidiosa se sobresaltaron ante tan benigno gesto. Muy para sus adentros, el cuarteto divisó una naciente luz de esperanza.

    —Ya la escucharon, amigos —añadió Dánae de Géminis, esbozando una media sonrisa que denotaba seguridad—. No desaprovechemos la amabilidad de nuestra rival.

    Nü Wa no pudo evitar sentirse maravillada al contemplar el bello espectáculo que de pronto le ofrecieron sus contendientes: En un instante las auras de Saga y Arce se tornaron doradas y se sincronizaron armónicamente con la de Kanon. La perfecta fusión de tres cosmos áureos le pareció algo alucinante, y más cuando floreció un hermoso contraste luminoso, al Casiopea posar su mano sobre la hombrera de la Amazona de Oro y expandir su cosmos púrpura junto con ella.

    —¡Adelante, guerreros de la esperanza! —les exhortó con inesperado ímpetu la doncella asiática—. ¡Recibiré sólo con mi cosmos la fuerza de sus valiosos vínculos! ¡Demuéstrenme que sus motivaciones son las correctas y que su amor e ideales son más fuertes que el poder de una diosa!!

    El airado desafío no pasó desapercibido y enseguida la trinidad de oro se dispuso a atacar con todo el poder que fue capaz de manifestar en conjunto.

    —¡Porque la humanidad merece existir en este hermoso planeta…! —vociferó efusivamente Saga, con toda la potencia de su voz.

    —¡Porque en nombre de Atenea lograremos un milagro…! —exclamó Kanon, complementando las palabras de su hermano mayor.

    —¡Y porque juntos somos invencibles…!! —añadió Dánae con la misma fiereza, segundos antes de que los tres guerreros del zodiaco gritaran al unísono el nombre de la máxima técnica de los Santos de Oro:

    —¡‘EXCLAMACIÓN DE ATENEA’!!!

    A pesar de contemplar el indescriptible poder concentrado que dio origen al universo, Nü Wa no perdió la calma ni abandonó su posición.

    —«Es… increíble… Los guerreros gemelos consiguieron igualar el poder de esa mujer en armadura de oro… —reflexionó impresionada la diosa, al tiempo que su avellana cabellera se agitaba a causa del violento vendaval que también fue generado por la fusión luminosa dorada—. Entonces este es alcance máximo de la técnica prohibida por Atenea…»

    Al ser reforzada también por la energía de Casiopea, el ken colectivo alcanzó niveles inconmensurables en su trayectoria hacia la deidad china, quien, a último momento, extendió la mano derecha para erigir una pantalla de energía con la ayuda del aura rosácea que estaba emanando en ese momento.

    La colisión entre la masiva manifestación de cosmos dorado y la coraza divina fue tan estrepitosa y brutal, que su sola onda de expansión hizo trizas en menos de un segundo la estructura entera de la habitación. Una densa polvareda se originó tras explotar paredes, columnas y dispersarse la luz áurea de la ‘Exclamación’ en los exteriores. No pasó mucho tiempo para que se pudiera divisar una fina y delicada lluvia de fragmentos de cerámica multicolores, los cuales hace poco formaron parte del bello mosaico que adornaba el techo.

    Los contendientes de la diosa respiraban agitados, producto de la extenuante acción que tanto esfuerzo les costó ejecutar. Ninguno dejó su posición a pesar de que sintieron extinguirse el cosmos divino de la postrada dama, y ansiosos esperaron a que el polvo se disipara para contemplar el resultado de la explosión.

    Pero lo que vieron cuando la calma y el silencio invadieron la destruida cima de la torre, los frustró sobremanera: Frente a ellos se encontraba Nü Wa intacta, sentada en la misma pose pasiva e indefensa.

    Con una expresión de absoluta serenidad, la bella diosa empezó a entonar melodiosos acordes en su ancestral instrumento de cuerda.

    —El poder que nace en los lazos de la humanidad, es algo extraordinario —enalteció la recién atacada, observando amable a sus consternados adversarios—. Al recibir directamente el ímpetu de los cosmos de Saga, Alalá y Kanon, fui capaz de corroborar que no existe un ápice de maldad en las intenciones de los Santos de Atenea…

    De repente la deidad llevó su mano hacia la frente y contrajo sus facciones en una mueca de dolor. Al mismo tiempo, el gǔzhēng en su regazo se despedazó y sangre divina brotó de un costado de su frente. Tan desorientada se veía la doncella, que no notó que parte de su níveo rostro fue recorrido por una gruesa línea carmesí, que terminó manchando su inmaculada túnica de seda blanca.

    —Los felicito por conseguir el prodigio de herirme… —alcanzó a decir ella, sin perder su tono cordial—, pero al final la fuerza de su amor no resultó ser más fuerte que la de una diosa…

    Ante la mirada atónita de los Atenienses, Nü Wa se reincorporó y dio un par de elegantes pasos hacia ellos. Tras haber sido destruido el instrumento que le obsequió Mielikki, consideró que era su turno para manifestar su energía cósmica a su máximo nivel.

    La desesperación hizo presa de los tres Geminianos. Se sintieron acorralados al saber que habían agotado su último recurso para obtener la victoria, y más aún cuando sintieron que la fuerza de su contrincante divina se elevaba vertiginosamente. Su instinto los obligó a alzar de manera valiente la guardia a fin de no lucir débiles ante la diosa, pero muy para sus adentros sabían que el más agobiante miedo carcomía sus espíritus y les hacía ignorar la intensa paz que transmitía la divina dama.

    ¿Acaso estaba todo perdido para los Santos de Atenea y la semidiosa? ¿Qué más serían capaces de hacer, conociendo de antemano que no podrían vencer incluso si atacaban al mismo tiempo con la ‘Explosión de Galaxias’?

    —No teman, queridos guerreros humanos —les instó con dulzura la dama envuelta en una gigantesca y magnífica aura rosada—. Desde un principio mi intención no era hacerles daño. Al contrario, les permitiré conocer el regocijo de la salvación perfecta…

    Haciendo el ademán de extender los brazos hacia los Santos, una débil luz alba se formó entre sus palmas abiertas. Tras atenuarse el resplandor, una pequeña estatuilla de metal rosa se materializó entre sus manos. La efigie a manera de object a escala lucía la figura de una doncella alada en grácil pose.

    —Esto que ven aquí, es un obsequio que el mismo Viracocha tuvo la amabilidad de elaborar para mí. Les presento con orgullo a mi Armadura Suprema.

    Dánae abrió desmesuradamente los ojos al escuchar la declaración. Hace siglos enfrentó a poderosos dioses griegos vistiendo sus Kamui divinos, y por lo tanto su reacción de alarma fue comprensible:

    —¡No debemos permitir que Nü Wa vista su armadura! —les gritó aterrada la de oscuro talante a sus tres acompañantes—. ¡Aunque el poder de un dios no radica en su ropaje sagrado, nos sería imposible vencerla si porta tal protección!!

    Acogiendo las palabras e imitando la represalia de la actual Géminis, los tres Santos se arrojaron impulsivamente contra la dama asiática, sin embargo, ésta los detuvo en su trayectoria con un potente impulso de luz. Los cuerpos de los cuatro guerreros fueron alejados decenas de metros lejos de la figura de la diosa, cuya velocidad fue tan extrema, que ninguno de sus atacantes pudo precisar el momento en el que fueron revolcados por el piso destruido.

    Al ser aturdidos por la cegadora luz y la veloz arremetida, los humanos y la semidiosa apenas fueron capaces de levantar la cabeza y, lo que observaron a continuación, produjo en ellos una confusa mezcla de terror y éxtasis.

    Ante los postrados guerreros se erguía Nü Wa en su apariencia original. La deidad oriental se mostró en toda su gloria al vestir con porte elegante su Armadura Suprema.

    El complejo ropaje metálico lucía una apariencia tan delicada como la de su portadora y, al mismo tiempo, realzaba su divina hermosura con el diseño de sus placas talladas con símbolos icónicos de la cultura china. Joyas de color fucsia intenso poblaban el ropaje, y se complementaban en tonalidad con las brillantes pupilas de la doncella. Un pequeño yin yang en blanco y negro resplandecía trémulo en el pectoral de la armadura, contrastando con los matices rosas que predominaban en sus componentes. Las piezas del ropaje sagrado que más resaltaban en primera instancia, eran las protecciones de las piernas; piezas que al abrirse, parecían emular la apariencia de un par de amplios abanicos tradicionales.

    La sublime escena continuó cuando la diosa desplegó con suavidad las dos alas a sus espaldas, produciendo con esto hermosos destellos de luz de todos colores. Para los impresionados espectadores, los recién aparecidos apéndices metálicos lucían como los de una perfecta mariposa, con la particularidad de que mostraban complejos diseños florales; entre los cuales parecían emerger ansiosos dos rostros de perfil, como representando el nacimiento de los seres de la nueva especie.

    Era la primera vez que Saga, Kanon y Alalá tenían la oportunidad de contemplar la majestuosa apariencia de un dios portando su armadura divina, así que no pudieron evitar sentirse embelesados por la sublime imagen que invadía sus campos visuales.

    —Todo lo que existe en este universo posee una esencia espiritual —empezó a explicar Nü Wa, sacando por un momento a sus oponentes de su letargo—. Inclusive los seres inanimados guardan ligeras proporciones de energía suficiente para formar lo que ustedes conocen como “alma”. Es por ese motivo que yo, con el empleo de mi máxima técnica creadora, soy capaz de purificar y transformar cualquier esencia espiritual para dar nacimiento a los seres de la nueva especie que repoblará la Tierra.

    Cerrando los párpados, la diosa en armadura rosada unió ambas manos en una clásica pose de plegaria. En un parpadeo manifestó aquel sentido que sobrepasa a los ocho conocidos. La inconmensurable instancia cósmica que separa de manera abismal a un dios de los mortales: ‘La Gran Voluntad’.

    Tal era la presión que ejercía la cálida energía de la deidad a su máximo, que sus cuatro contendientes se desplomaron enseguida sobre sus rodillas, pero pese a que el cosmos de Nü Wa abarcó en un segundo la totalidad del Jardín de K’uen-Luen, ninguno de los Atenienses se rindió e intentaron reincorporarse tras armarse de valor y convicción. Intentaron ignorar la abrumadora paz y tranquilidad que los invitaba gentilmente a abandonar la lucha mientras apretujaba sus corazones, pero al final la fuerza máxima de Nü Wa resultó ser tan extrema, que inclusive logró invadir sus almas y provocar que lágrimas empezaran a fluir de manera espontánea en sus ojos. Este hecho sorprendió sobremanera al cuarteto, ya que no imaginaban que existiera un cosmos tan fuerte como para llegar a conmoverlos a tal punto con su sola emanación.

    Ni siquiera Arce con su poder de semidiosa fue capaz de siquiera articular palabra ante tal demostración de poderío. Con una mezcla de frustración y sosiego, se limitó a observar impotente a su rival divina. Del mismo modo, Kanon, Saga y Alalá se mantuvieron quietos y en silencio al experimentar de manera distinta lo que la energía de la deidad provocaba en ellos. Por un momento casi experimentaron intensas epifanías que les revelaban el significado de la existencia de todos los seres vivos…

    —Todo está a punto de terminar, valientes guerreros de Atenea —les dijo también conmovida la castaña—. En recompensa por sus esfuerzos, compartiré con ustedes la belleza de la creación perfecta.

    Nü Wa alcanzó el pináculo de su poder luminoso y dador de vida:

    —¡‘LA COMUNIÓN CON LOS BĀXIĀN’!!

    Un grupo de figuras etéreas de apariencia humanoide hicieron presencia a espaldas de quien las acababa de convocar. Se trataba de los espíritus de las deidades primordiales del taoísmo: ‘Los Ocho Inmortales’.

    Los recién aparecidos lucían atuendos tradicionales similares al que engalanaba a la diosa creadora antes de que portara su Armadura Suprema. Ninguno de ellos tuvo la necesidad de proferir una sola palabra, ya que transmitían con su semblante la misma paz y tranquilidad que caracterizaba a Nü Wa.

    Al unísono y con total calma, los ocho dioses imitaron la pose de su invocadora y se encomendaron a oraciones susurradas en su ancestral lengua natal.

    Los cuatro guerreros empezaron a desvanecerse ante aquellos rezos que les sonaban incomprensibles, pero a la vez maravillosamente melódicos. Poco a poco se dejaron llevar por un sopor tan profundo, que paulatinamente sintieron como sus sentidos empezaban a desvanecerse sin que pudieran hacer nada al respecto.

    —«Entonces así termina todo… —reflexionó Saga completamente rendido y entre lágrimas de resignación—. Me reconforta saber que al menos estaré junto a Alalá antes de que la muerte me acoja nuevamente en su penumbra…»

    —«¿Entonces la venganza sobre dioses y humanos no era la respuesta al propósito de mi existencia? —se preguntó a sí misma Arce, sin tener fuerza ni para levantar la cabeza—. Talvez lo mejor sería permitir que mi espíritu sea encerrado por toda la eternidad…»

    —«Atenea, hermano, Irene, perdónenme por fallarles —se lamentó en silencio Kanon, luchando infructuosamente por arrastrarse hacia la dama que portaba la cloth de oro de Géminis—. Al final mi fuerza no resultó suficiente para luchar por ustedes…»

    Segura de que sus contendientes no serían capaces de reaccionar, la diosa china continuó con la ejecución de su ken magno:

    —En tan solo un par de minutos estará completa la plegaria de ‘Los Ocho Inmortales’ y entonces sus espíritus serán separados de sus existencias físicas. Luego, mi luz purificará sus almas y les permitirá reencarnar como seres renovados y sin recuerdos que no conocerán la tristeza, la violencia ni el dolor.

    —¡No!!! —exclamó de pronto una irritada voz femenina—. ¡Nosotros no buscamos una existencia perfecta!!!

    La diosa dio un respingo al escuchar la ferviente negativa y dirigió su sorprendida mirada hacia quien la había proferido:

    Se trataba de Alalá de Casiopea quien, desembarazándose de la parálisis sensorial provocada por la técnica de la diosa; logró no solo hablar, sino también reincorporarse con mucho esfuerzo a fin de erguirse en actitud desafiante ante su rival.

    La altivez de la Amazona de Bronce se reflejaba también en su mirada vista a través de los agujeros de la máscara que portaba. Sus ojos rojizos no solo dejaban escapar incontables lágrimas, también resplandecían en un desafiante brillo que resaltaba su convicción.

    —Pero… ¿cómo es posible que seas capaz de mantenerte en pie…? ¡Ningún ser humano podría resistir la máxima presión cósmica de una diosa!

    La aseveración de la deidad sonó tan vacilante como lucía la expresión de su rostro. En un instante parecieron esfumarse su calma y paciencia natas, para ser reemplazadas por el marcado asombro que le produjo presenciar la proeza de quien suponía era la más débil de sus oponentes.

    Internamente, Arce, Kanon y Saga se preguntaban lo mismo que la diosa. Ninguno podía creer la reciente hazaña de Alalá, y más cuando la vieron avanzar tambaleando lentamente hacia la quieta oponente. Los tres Dorados podían imaginar el esfuerzo en el rostro de la pelirroja con cada agónico paso que daba, ya que la energía del ken de Nü Wa continuaba afectándola y luchaba por rechazarla.

    —«¿Entonces ella tampoco es un ser humano común? —reflexionó dubitativa la dama oriental en armadura alada, analizando cuidadosamente a la atrevida humana que se le acercaba—. Ya veo… entonces Alalá recibió directamente una de las técnicas de Téngfēi… Quizás esa sea la razón por la cual es capaz de soportar la presión de una energía de naturaleza similar a la de mi hijo… Sin embargo, eso no explica el porqué no ha sucumbido ante la ‘Gran Voluntad’… Podría ser que… ¿su amor le haya otorgado tanta fuerza de repente?»

    —Nü Wa… —la llamó desafiante Casiopea, sacándola de sus elucubraciones—. Sé que tus intenciones son buenas al desear que renazcamos como entidades pacíficas, pero no puedo permitir que nos arrebates nuestros más preciados recuerdos. Como humanos, somos seres imperfectos por naturaleza, pero son precisamente los distintos matices de la existencia los que hacen de nuestras vidas algo hermoso.

    —Detente ahora mismo, Alalá —le instó la diosa oriental, intentando ocultar su nerviosismo—. Si te me acercas unos metros más, la sola fuerza cósmica concentrada de ‘Los Ocho Inmortales’ destruirá no solo tu cuerpo, sino que también fragmentará tu alma y la esparcirá en el infinito…

    La aludida ni se inmutó con aquellas solicitantes palabras, así que por primera vez Nü Wa se vio obligada a emplear en un tono severo:

    —¡Para de una vez! ¡No quiero que sientas más dolor!!

    —¡El dolor es parte de nuestras vidas como seres humanos! —replicó la valiente Alalá, con el mismo ímpetu que su interlocutora. La Amazona no retrocedería un solo paso en su lento calvario—. Ninguno de nosotros puede evitar sentir nostalgia, tristeza o decepciones, pero son precisamente aquellas dificultades las que nos dan fuerza y afianzan nuestros sentimientos más nobles. ¡Quizás para muchos de nosotros la vida no signifique más que sufrimiento constante y malas experiencias, pero es justamente aquello lo que nos enseña a apreciar más las pocas alegrías que experimentamos como humanos y a ser felices a pesar de todo!

    Saga sabía muy bien que no existían palabras que lograran detener a la mujer que amaba cuando se empecinaba en algo. Siempre le frustró lo testaruda que podía ser en ocasiones y ese momento crítico no fue la excepción.

    Tras tomarse muy en serio la advertencia de la diosa, el guerrero en cloth negra se desesperó al ver que Casiopea se acercaba cada vez más a ella; así que, haciendo un esfuerzo sobrehumano, consiguió moverse a rastras tras forcejear con la potente energía que lo aprisionaba.

    —¡Ya es suficiente, Alalá!!! —alcanzó a gritar, empleando todo el aire de sus pulmones. El intenso llanto que nacía en sus ojos azules congestionaba su campo visual—. ¡Detente, por favor!!!

    Ella así lo hizo, pero solo para girar ligeramente su enmascarado rostro hacia quien la había llamado con tanta efusividad. Dedicándole una brillante mirada serena y llena de paz, Alalá pareció despedirse en silencio del hombre que amaba.

    Tras encarar nuevamente a la doncella en ropaje divino, la Guerrera de Bronce continuó su dificultoso avance.

    —¡Te demostraré lo fuertes que pueden ser los lazos de amor de la humanidad! —aseveró Alalá, extendiendo el brazo con el propósito de alcanzar a la diosa con su más poderoso ken—. ¡Esto es por Atenea, por mi amigo Aioros, por Irene, por Kanon y… por mi amado Saga!!!

    —¡No pienso detener mi técnica! —advirtió la diosa, a fin de amedrentar a la mujer que se encontraba a tan solo un metro de donde ella se mantenía en pie—. ¡Por última vez te pido que no te atrevas a dar un paso más!!

    La pelirroja no acogió las palabras de su rival. Muy decidida dio el letal paso al frente en su intento por tocar a la diosa, quien al tener a la Guerrera de Bronce tan cerca, también extendió su mano hacia ella por instinto y alcanzó a acariciar ligeramente las yemas de sus dedos.

    No obstante, las consecuencias de la cercanía de Alalá con el cosmos de las deidades taoístas no se hicieron esperar. El poder luminoso concentrado que emanaban los rezos del grupo de ocho, destrozó en gran parte la armadura de tonalidades azuladas y púrpuras que vestía a la antaño pitonisa de Atenea. Su máscara agujerada también se deshizo entre chispas de luz, rebelando el decidido rostro de su portadora mientras se desplomaba inerte entre una estela de su propia sangre. Las células de la guerrera simplemente no fueron capaces de resistir tan desmedida cantidad de energía.

    Con absoluto remordimiento reflejado en su faz, Nü Wa retiró la vista de la imagen de la Amazona tendida sobre un amplio charco del líquido vital.

    —Su determinación y convicción fueron dignas de las que poseen los de su especie —susurró Nü Wa, intentando ocultar su congoja—. Es una lástima que aquellas cualidades a veces se vuelvan en su contra y representen también un arma de doble filo…

    La doncella oriental detuvo por completo la ejecución de su máxima técnica, tras ver que la cálida sangre de Alalá alcanzaba sus pies recubiertos en metal rosa. ‘Los Ocho Inmortales’ se desvanecieron en medio del aire y nuevamente la calma invadió la cima destruida de la Torre de Porcelana.

    Los tres guerreros de Géminis recuperaron los sentidos y el movimiento tras desvanecerse el cosmos rosáceo de la diosa. Kanon, por su parte, cayó exhausto sobre sus antebrazos para luego descargar su frustración de un violento golpe en el piso. Le dolía profundamente saber que no pudo mover un músculo para ayudar a su compañera de generación. Por otro lado, quien solía llamarse Dánae logró levantarse dando tumbos y, observando con cierto disgusto a la inmóvil Amazona a los pies de la deidad, se limitó a dar un suspiro que hacía evidente su frustración.

    Saga observó incrédulo cada momento de la tragedia sin poder hacer nada al respecto. Para él la escena transcurrió tan lentamente, que le pareció que el tiempo le tendía una cruel jugarreta al ralentizarse para que observe de mejor forma aquel horrendo instante. Fue tal el shock que recibió al ver a su amada en tan críticas condiciones, que se quedó pasmado y no supo cómo reaccionar a pesar de sentirse libre de la presión cósmica del ‘Último Sentido’.

    —¡Alalá!!! —gritó al fin, extendiendo ansioso el brazo para alcanzar la inerte figura de Casiopea.

    Viejas emociones que creía ocultas invadieron al antaño protector de la Tercera Casa. Hace veintiséis años tuvo la infortuna de presenciar la autoinmolación de su diosa con una daga dorada y, en ese instante, una desgracia similar se repetía con la mujer más importante de su vida…

    Inundados sus ojos de lágrimas, Saga tomó a Alalá en brazos y la acomodó con cuidado sobre su regazo. Grande fue su desesperación cuando percibió la extinción de sus últimos remanentes de cosmos y energía vital, y más aún cuando sintió su aún tibia sangre fluyendo entre sus dedos.

    —No… esto debe ser algún tipo de pesadilla… —declaró el Geminiano con las pupilas sumamente dilatadas a causa del indescriptible trauma emocional—. Tú… ¡Tú no puedes acabar de esta forma!!!

    Tan intenso fue su grito de negación que inclusive la diosa se sobresaltó por su potencia.

    Kanon observaba compungido el sufrimiento de su hermano, consciente de que era la primera vez que lo veía expresar tan efusivamente su dolor emocional. No pudo hacer más que cubrirse el rostro con ambas manos en un gesto de fracaso y lamentarse en silencio. Mientras tanto Arce, aun con todo lo indiferente y fría que solía ser; sintió cierto remordimiento y decidió apartar su fastidiada mirada negra de la triste escena que producía confusas emociones en su corazón.

    —Tuvimos que pasar por tantas penurias para volver a estar juntos —le dijo el abatido guerrero a su desaparecida amada, tomándola con suavidad del mentón—, y al final nuestra historia ha terminado en tragedia…

    Gritando a lágrima viva, Saga abrazó con fuerza a la mujer que apreció desde la infancia. Se negaba a aceptar su pérdida, así que su instintiva reacción fue aferrarse desesperadamente a su todavía cálido cuerpo.

    —¡Me prometiste que… no me abandonarías cuando me obsequiaste la pulsera del señor Shion!! —vociferó con la voz entrecortada—. ¡Por favor, no me dejes solo! ¡Yo… te necesito!! ¡Yo… te amo, Alalá!!!

    —Perder a un ser querido es algo muy difícil de asimilar, Caballero —intentó consolarlo Nü Wa con un tono condescendiente y tranquilizador—. Al ser inmortal, he experimentado muchas veces el dolor del contemplar el deceso de muchas personas que he apreciado a lo largo de mi existencia.

    —¡Pudiste… detenerla!! —le recriminó el Geminiano, observándola con marcado resentimiento y furia—. ¡Pudiste detener tu técnica antes de que todo esto ocurriera!!

    —Te equivocas, Saga. No podía poner un alto a mi ken hasta que me demostraran la verdadera fuerza de sus vínculos —reaccionó un poco más seria la deidad asiática—. Fue justamente Alalá quien, con un ligero contacto de sus dedos, me transmitió y me ayudó a entender el verdadero poder del amor de la humanidad. Supuse que los sentimientos conjuntos que expulsaron con la ‘Exclamación de Atenea’ no eran suficientes para probarme que sus lazos…

    Una grave risa interrumpió el discurso de la diosa. Fue el Santo en armadura negra quien burlonamente soltó estridentes carcajadas en el momento menos apropiado.

    —¿Qué es lo que te parece tan gracioso? —le inquirió la divina dama, extrañada y un tanto irritada.

    El cuestionado ni siquiera le prestó atención y continuó riendo entre dientes. Parecía ser que su tristeza se había esfumado por completo, ya que, además, agachó la cabeza y esbozó una misteriosa sonrisa malintencionada.

    —Entonces era esto… —dijo Saga para sí con inexplicable regocijo—. Ahora entiendo por qué el Patriarca del Santuario de Atenea insistió tanto en alejar a esta humana de mi avatar…

    La larga cabellera del guerrero transmutó súbitamente de su azul natural a un oscuro gris. Aquel drástico cambio fue acompañado del nacimiento de un aura tan roja como la sangre, la cual cubrió no solo el ser entero del Geminiano, sino también la totalidad de la habitación destruida. Una sensación de desasosiego y zozobra invadió a todos los presentes al sentirse en contacto con esa nociva energía, en especial a la deidad china, que era quien se encontraba más cerca del Santo.

    —Alalá… mi grito de guerra —pronunció con orgullo el gemelo mayor, acomodando a la aludida sobre el piso—. Tu sangre era el catalizador que me permitiría despertar por completo desde que poseí el cuerpo de este Caballero de Oro…

    Nü Wa actuó por inercia al retroceder varios pasos. La creciente presencia maligna que sentía en Saga logró intimidarla, y más cuando éste se reincorporó con un talante completamente diferente y clavó sobre ella unos ojos escarlata que transmitían violencia y ansias de matar.

    —«Este cosmos tan inmenso y lleno de furia —reflexionó la dama oriental, frunciendo ligeramente el entrecejo para ocultar la sensación de incertidumbre que empezaba a invadirla—. Su energía posee una naturaleza divina similar a la del mismo Ra, pero la suya se siente diferente… Además, su mirada me dice que lo único que busca es saciar su sed de sangre conmigo…»

    El guerrero poseído dejó su medida euforia para ubicarse en tiempo y espacio. Adoptando un porte solemne y una expresión seria y un tanto arrogante, centró su atención en la doncella que tenía enfrente.

    —¿Cuál es tu nombre, mujer? —exigió saber él, dotando su voz de un profundo tono cavernoso. Parecía no impresionarle en lo más mínimo la belleza de la deidad, resaltada por la majestuosa presencia que le otorgaba vestir su Armadura Suprema.

    —No soy una mujer humana, si acaso es eso lo que supones. Mi nombre es Nü Wa y soy diosa china de la creación —se presentó ella muy segura, irguiéndose también con una pose digna y formal que denotaba su naturaleza divina—. Aunque por delicadeza, debiste ser tú quien se presentara primero ante mí.

    —La delicadeza no es una de mis cualidades, te lo aseguro. Pero ya que insistes en conocer mi identidad, debes saber que soy Ares, dios griego de la guerra…

    Continuará…
     
    Última edición: 2 Julio 2020
  19.  
    Kazeshini

    Kazeshini Caballero de Junini

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    [Longfic] Saint Seiya - Saga: CATACLISMO 2012
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    76
     
    Palabras:
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    [Saint Seiya/ Los Caballeros del Zodiaco] – Saga: CATACLISMO 2012

    Escrito en Ecuador por José-V. Sayago Gallardo


    CAPÍTULO 55: ¡RENACE EL DIOS DE LA GUERRA! EL CAOS SE DESATA EN TERRITORIO CHINO

    ==Maravilla Suprema. Jardín de K’uen-Luen, Torre de Porcelana==

    Todos los presentes ahogaron interjecciones de asombro, conociendo la identidad del espíritu que acababa de despertar en el interior de Saga. De entre ellos, Kanon se veía más afectado, ya que era uno de los más terribles dioses olímpicos quien ocupaba el cuerpo de su hermano. Escalofríos atenazaron su cuerpo y le advirtieron sobre lo inminente de la sangrienta batalla que, debido a la terrible fama del dios, suponía se desataría en poco. Además, su frustración fue comprensible y notoria, porque hace pocos minutos los gemelos habían jurado luchar juntos por Atenea.

    —No imaginaba que un miembro de un panteón ajeno al griego, se atrevería a intervenir en la guerra perpetua que enfrenta a los humanos con los dioses —manifestó con voz grave el de cabellera gris, posando su entrecerrada mirada roja sobre la deidad femenina que tenía a pocos metros—. Aunque por las condiciones en la que se encuentra este lugar, debo suponer que estos guerreros te han causado bastantes problemas, Nü Wa…

    —¿Qué es lo que pretendes en mi territorio, Ares? —le preguntó con altivez la aludida al más reciente invasor, plantándosele con porte solemne.

    —No sólo en estas tierras, sino en la madre Gea entera; lo que pretendo se puede resumir en una sola palabra: ¡Destrucción!!

    Aquella funesta palabra fue pronunciada con tanto ímpetu, que la doncella en Armadura Suprema no pudo evitar sentirse estremecida, y más cuando el poseído Géminis Negro esbozó una malévola media sonrisa que cortaba como un cuchillo.

    El intimidante gesto fue acompañado por la expansión del aura del dios griego, cuyas fluctuantes formas de tono sanguinolento se abrieron paso desde la cima de la torre hacia la totalidad de los predios chinos. Las consecuencias no se hicieron esperar y enseguida animales y plantas fueron corroídos de manera horrible al simple contacto con tan nociva manifestación de energía divina. Lo único que se mantuvo en pie tras tan abrumadora demostración de poder destructivo, fue el Árbol de Inmortalidad.

    —¡Detente!! —le exigió alarmada la dueña y señora del jardín afectado, encendiendo también su cosmoenergía divina en contrarréplica—. ¡No tienes el derecho de acabar así con la vida natural!

    Ares supo controlar su poder, sólo para reír irónicamente de las palabras recién proferidas por su interlocutora.

    —Los humanos tampoco tienen el derecho de acabar con la vida de este modo, pero aún así lo hacen y de un modo más lento y malicioso —aseguró el dios de la guerra con cierto dejo de orgullo—. ¡Su crueldad inherente es la razón por la que son mi especie preferida!

    Las eufóricas carcajadas del dios incomodaron y enmudecieron a su contraparte asiática, quien, apretando puños y dientes, permitió que la frustración se apoderase de su ser. En algún momento, ella también pensó que la humanidad era la única responsable por la destrucción del medio ambiente.

    —Y eso no es todo, Nü Wa —continuó diciendo emocionado el helénico—. Lo que más me fascina de la humanidad, es que gracias a ellos puedo regodearme con la violencia y masacres que desatan durante sus guerras. Es un espectáculo sublime presenciar la fuerza bruta y ansias de matar que reflejan sus rostros cuando pelean entre sí. Son una raza tan admirable, que inclusive se sobreponen a sus miedos más profundos para liberar sus instintos y descubrir la sed de sangre. ¡Solo ellos son capaces de deleitarme con el sonido de incontables estampidos de espadas, violentas explosiones y con los dulces alaridos de sufrimiento de inocentes! ¡Gracias a la humanidad me puedo sentir vivo, al observar sus cadáveres descomponiéndose y los campos de batalla teñidos con el rojo perfecto de su sangre!!

    Las crueles declaraciones de Ares fueron el factor que terminó por sacar de sus casillas a Kanon. El guerrero en cloth blanca se dejó llevar por sus impulsos de rabia y enseguida dio un raudo salto horizontal hacia la deidad de la guerra. Pegando un furioso grito durante su trayectoria, extendió el puño con el objeto de acabar con su desalmado rival con un potente golpe; sin embargo, era tal la fuerza que poseía el dios tras su despertar, que le bastó solo el toque de su dedo índice para detener por completo la agresión, y de paso paralizar en medio del aire al atrevido humano.

    —Maldito… —le increpó el atacante sin amedrentarse, todavía forcejando con el puño a pesar de la indescriptible presión cósmica que producía sobre él la sola presencia del dios—. ¡Abandona ahora mismo el cuerpo de mi hermano!!!

    Ares no prestó atención a la vehemente exigencia. En lugar de responder, giró el rostro hacia Nü Wa y le dedicó un inquietante semblante que desbordaba regocijo.

    —¿Lo ves? Esto es justamente de lo que te hablaba. El gemelo de mi avatar te ha demostrado ese ímpetu, rabia y agresividad que caracterizan a los de su especie. ¡Los humanos siempre se dejan llevar por estas estúpidas emociones rudimentarias y, a pesar de su evidente inferioridad, creen que son capaces de desafiar a los dioses!

    A Ares sólo le hizo falta una gesticulación que denotaba desprecio para castigar al osado humano que levantó la mano en su contra. Con un simple ademán lo catapultó a grosso modo hacia el lado opuesto, como si de un veloz proyectil se tratase. Kanon apenas pudo percatarse del instante en el que fue herido de gravedad por la emanación de energía carmesí de su antagonista divino, y por un instante se abstrajo de tiempo y espacio al ser arrastrado y revolcado por lo que antes fue el duro piso de la cima de la torre.

    A punto estuvo el abatido guerrero de cabellera azulada de precipitarse desde el borde del edificio, pero una providencial intervención evitó la desgracia: Arce logró contener el maltrecho e inmóvil cuerpo de Kanon antes de que éste se desplome desde tan considerable altura.

    Como si de una fierecilla acorralada se tratase, la portadora de Géminis se aferró a quien acababa de rescatar e, intentando ocultar el pánico que transmitía el brillo de sus pupilas, observó al majestuoso dios que apenas en ese momento notó su presencia.

    —Cabellos y ojos de un negro tan profundo como el de la más oscura noche —le dijo Ares, escrutándola con una desconfiada mirada—. Tú eres Arce, la hija de Taumante y Electra, quien traicionó a la primera generación de Olímpicos y se convirtió en Mensajera los Titanes durante la guerra en la que luchó mi padre Zeus.

    A la semidiosa le dio un brinco el corazón al sentirse descubierta. No supo reaccionar al saber que quizás Ares intentaría castigarla por su participación en la ancestral Titanomaquia.

    —¡Vamos, Arce! ¡Di algo a tu favor! —le exigió el griego con voz potente—. ¡O al menos ten la decencia de confesar que has vuelto para vengarte de nosotros los dioses por arrojarte al Tártaro! ¡Admite que has estado manipulando a estos guerreros humanos para materializar tus egoístas propósitos!!

    —¡Te equivocas! —renegó indignado Kanon, apenas con fuerza para separarse de los temblorosos brazos de quien veía como su compañera—. ¡Ella no es ningún ser malvado! ¡Ella es Irene de Géminis, y es toda una Guerrera de Atenea!!!

    Su casi destrozada armadura blanca denotaba el paupérrimo estado en el que se encontraba su portador. La represalia de Ares fue más severa de lo que esperaba, ya que abrió las heridas de sus combates más recientes. Fue un esfuerzo monumental para él reincorporarse y plantarse tambaleando ante el dios, pero al final logró mantener el equilibrio y colocarse frente a su sucesora en una actitud valiente y protectora.

    —No me importa que sean los mismos dioses quienes nos amenacen —añadió, armado de convicción—. Como Santos de Atenea, tenemos la misión de detener a cualquiera que ponga en peligro la vida en nuestro planeta y, además… ¡Juntos te demostraremos que los humanos no somos unos asesinos despiadados! —Kanon aprovechó la emoción del momento, descargando los contenidos de su corazón con el dios que de manera tan indiferente lo escuchaba—: Es cierto que he cometido errores imperdonables, y que por lo tanto merezco cualquier improperio de tu parte… ¡Pero no permitiré que hables mal de Irene! ¡Ella es la mujer bondadosa y justa que salvó mi vida hace décadas, y por esa razón no la dejaré sola en este combate!!

    Remanentes del espíritu original de Irene provocaron que las palabras del humano alcanzasen el corazón de la semidiosa. En ese momento ella no supo por qué, pero lágrimas fluyeron espontáneamente desde sus ojos, y más cuando las fervientes frases que recién escuchó se complementaron con la imagen del sereno y sonriente guerrero que las acababa de pronunciar. Quien solía llamarse Dánae fue conmovida al ser la primera vez en toda su existencia que se abría a la sinceridad y calidez de un ser humano.

    Sacudiendo la cabeza para salir de su embelesamiento, la dama dorada recuperó su talante habitual tras enjugar con rabia sus lágrimas. Le irritaba sentirse y mostrarse débil en un momento tan crítico, así que, impulsada por el naciente sentimiento que no sabía le inspiraba la gemela de su avatar; decidió abandonar temporalmente sus planes de venganza para apoyar a Kanon. Colocándose a un costado de él, adoptó una pose de batalla que hacía evidente su deseo de luchar hombro con hombro al lado de quien depositó toda su confianza en ella.

    —Entonces que así sea, Kanon —declaró muy decidida la semidiosa, echando atrás su larga cabellera azabache en un arrogante gesto—. Al ser la actual portadora de la armadura de Géminis, haré valer mi rango de Amazona de Oro… junto a ti…

    En silencio Nü Wa se percató de lo mucho que le costó decir aquellas últimas palabras a quien hace poco batalló contra ella. En silencio se limitó a sonreír conmovida, sabiendo que acababa de surgir un fuerte vínculo afectivo entre Kanon y Arce. Lazos nacientes que consideró podrían llegar a ser tan fuertes como los que compartieron el poseído gemelo y Alalá. Vínculos afectivos que tal vez serían capaces de trascender del tiempo, la muerte y hasta del mismo poder de los dioses…

    —Interesante… —dijo Ares con su clásica sonrisa hiriente. Al mismo tiempo, pasó la lengua por instinto sobre el dorso del agrietado guantelete de la armadura negra de Géminis que portaba. La sangre de Alalá todavía manchaba gran proporción de la cloth oscura y su sabor lo vitalizaba y le producía regocijo—. Veamos lo que puede hacer el peculiar equipo formado por el hombre que engañó al mismo Poseidón y la semidiosa que traicionó vilmente a los Olímpicos ancestrales…

    A punto estuvieron los tres contendientes de batirse en encarnizado combate, cuando una autoritaria voz femenina rompió la tensión del momento:

    —¡Deténganse ahora mismo!! —les exigió exasperada la diosa de la creación—. ¡No permitiré que se derrame más sangre en territorio chino!!

    —Es inútil que intentes impedir lo inevitable, Nü Wa —replicó Ares con tono irrespetuoso, sin retirar la vista de quienes ansiaba destruir con sus propias manos—. La guerra sangrienta y brutal que por tanto he esperado, ha comenzado nuevamente. Una vez más los humanos han encendido aquel detonante que siempre les hace dejar a un lado la falsa paz en la que ingenuamente creen vivir. ¡Aquella paz que se esfuma cuando uno solo de ellos muestra ambiciones de poder, riquezas o territorio; lo cual provoca como consecuencia la pérdida de las vidas de millones en una guerra! —Ares se dejó llevar por un descontrolado regocijo. Sus ojos escarlata chispeaban de emoción—. ¡Sé muy bien que Kanon y Arce no son muy diferentes a la mayoría de la humanidad y, aunque tal vez sus ambiciones sean distintas, gracias a sus ansias por intentar detenerme he despertado mi deseo nato por sembrar el caos y la destrucción sobre toda la Tierra!! ¡Me hierve la sangre al saber que podré consumir la vida de cada ser vivo en el planeta con una guerra perpetua!!

    Un tenso silencio invadió la intemperie que antes fue la bella habitación de la deidad china, quien se sintió indignada y estremecida por las efusivas declaraciones del dios heleno. En medio del desasosiego que le producía la cosmoenergía encarnada que éste manaba, Nü Wa supo relajarse tras exhalar profundamente, y se armó de convicción para responder sin sonar vacilante:

    —Dos de mis Guardianes, a quienes considero como mis auténticos hijos; se encuentran ahora en la Tierra —le comunicó la doncella en Armadura Suprema al cruel dios, clavando unos amenazantes ojos rosas sobre su figura. El tono de su voz se tornó retador y severo como nunca antes—. Les prometí una vida pacífica como recompensa por todos sus esfuerzos, y por lo tanto no toleraré que arruines su felicidad perfecta con tus deseos de destrucción. ¡No permitiré que hagas lo que te plazca con la Tierra y con la vida que existe en ella, Ares!!

    Kanon y Arce se sorprendieron sobremanera con las declaraciones de la deidad china.

    —¿Una vida pacífica en la Tierra? ¿Felicidad perfecta, dices? —preguntó fastidiado el espíritu del olímpico a través de la voz de Saga—. Eres igual de ingenua que Atenea. De hecho, me la recuerdas bastante… —La mirada escarlata de Ares cambió de regocijo a naciente ira. Le exasperó la nueva actitud de quien supuso no se atrevería a detenerlo—. Te diré lo mismo que en alguna ocasión le expresé con desprecio a la ilusa de mi hermana: “No existe nada más patético que una diosa-humana…”

    —No soy como Atenea —lo contradijo Nü Wa, intentado obviar las hirientes afirmaciones de su interlocutor.

    En medio de la tensión de aquella situación que jamás habría imaginado, la dama oriental recordó el contacto con los dedos de Alalá y no dudó al pronunciar su siguiente discurso:

    —Pero al igual que la diosa protectora de la Tierra, también quiero creer que hasta el último de los seres humanos posee nobles sentimientos. Quiero creer en sus poderosos vínculos afectivos y… ¡Quiero creer que la humanidad ha ganado su derecho a existir junto con la naturaleza!!

    La pareja de portadores de Géminis sintió que la esperanza volvía a nacer en sus corazones. Las declaraciones de la diosa lograron conmoverlos y su cosmos luminoso empezó a transmitirles un sentimiento de protección y seguridad. Arce y Kanon entendieron en silencio que Nü Wa había decidido apoyarlos en el combate contra el dios de la guerra, y más cuando ésta se posicionó en medio de ellos.

    —Consideraré tus palabras como un insolente desafío —declaró con prudencia el dios bañado en un aura sanguinolenta—. Sólo no esperes que tenga la mínima consideración contigo. Aunque solamente seas una inofensiva ‘niña china’ que cree ser una diosa creadora, te destruiré sin piedad…

    Tan distraído estaba Ares en sus improperios, que no vio venir el vertiginoso rayo de luz que surcó el aire y peligrosamente se dirigió hacia su rostro. Apenas tuvo la capacidad de reacción para esquivarlo parcialmente, sin poder evitar que rozara y lastimara su mejilla. Al levantar su sorprendida y confundida mirada, notó que la causante de la agresión fue la diosa en Armadura Suprema quien, con una expresión de enojo en el rostro y con el brazo aún extendido y humeante; lo miraba indignada.

    —Sólo un dios se atrevió a llamarme de ese modo —señaló implacable ella, al tiempo que descansaba la mano con la que disparó su resplandeciente arremetida—. ¡No soportaré más faltas de respeto!

    La ira reverberaba desde lo más profundo del corazón del dios de la guerra. Sentir la tibieza de su propia sangre recorriéndole el rostro, le impulsaba a atacar sin contemplaciones a su agresora; no obstante, supo controlar sus naturales instintos agresivos tras contemplar impactado la figura de la doncella.

    Ares notó que algo había cambiado drásticamente en esa bella dama divina. Atrás quedó su aire inocente, para ser reemplazado por uno más decidido y aguerrido. Sus pupilas rosas estaban encendidas en amenazante furia y transmitían su convicción y deseo de batallar para proteger la creación divina.

    Desde su despertar, Ares subestimó a Nü Wa debido a la que consideraba una actitud suave y pacifista en su hablar y actuar. Hecho que se complementó para él al verla vistiendo aquella armadura de formas delicadas y femeninas. A primera vista dedujo que ella no estaba familiarizada con el cruel mundo de las guerras, y eso fue lo que provocó que la hiciera de menos.

    —Entonces vas en serio… —profirió el griego, sonriendo con naciente entusiasmo. Le emocionaba al extremo saber que logró despertar el lado agresivo en su futura contrincante—. Admito que te estuve subestimando todo este tiempo, Nü Wa, ¡pero de ahora en adelante te trataré como a una igual!! ¡Como a toda una diosa!!

    Aceptando en silencio las palabras de su contraparte, la aludida rasgó parte de la túnica blanca que sobresalía de una de las piezas de su armadura y, sin demora, recogió su cabellera castaña en una coleta y la amarró con aquella pieza de seda.

    En un parpadeo, la deidad china magnificó su energía divina a niveles insospechados. Su radiante cosmos ya no se percibía calmado, sino agresivo y aguerrido.

    —La naturaleza de mi cosmoenergía corresponde al elemento de la Luz —resaltó Nü Wa, haciéndole frente a su rival con valentía—. He destinado dicha energía benigna a dar vida y curar heridas, pero también soy capaz de adaptarla para crear devastadoras técnicas… No pretendía hacerlo, pero me has obligado a demostrarte que soy una diosa que es capaz de desenvolverse perfectamente en una lid…

    A punto estuvo la deidad asiática de lanzarse hacia adelante en un atrevido movimiento, pero su próximo oponente la instó a detenerse con un implacable ademán.

    —Espera un momento —le dijo con solemne seriedad.

    —¿Qué ocurre, Ares? —reaccionó ella, extrañada—. ¿Acaso no ansiabas batallar conmigo?

    —Ciertamente, diosa china de la creación, pero si vamos a combatir hasta la extinción, al menos permite que sea en igualdad de condiciones…

    El tono del dios no admitía disputa, así que su interlocutora se limitó a aceptar la proposición, asintiendo en silencio.

    Enseguida el espíritu de Ares abandonó el cuerpo de Saga en la forma de una indefinida masa de efluvios rojos. Acto seguido, el informe ente translúcido se sumergió en la aún cálida sangre de Alalá que se extendía por el piso, la cual pareció hervir y burbujear después de fusionarse con la esencia del dios.

    No pasó mucho tiempo para que la torre entera se sacudiera, tras emerger la figura de un fornido hombre desnudo desde el líquido vital de la desaparecida Casiopea.

    El recién aparecido se arrastró un par de metros con cierta dificultad, para luego incorporarse lentamente y plantarse altivo ante los tres contendientes que lo observaban impactados. Tras enjugar con el antebrazo la sangre que todavía embadurnaba su perfecto rostro, aquel extraño echó atrás su frondosa cabellera de tonalidad grisácea.

    —Extrañaba mi cuerpo original —manifestó Ares desbordando regocijo. El escarlata que rodeaba sus pupilas era comparable con el del más perfecto rubí, y provocó que Nü Wa, Kanon y Arce dieran un respingo cuando aquella voraz y resplandeciente mirada se clavó implacable sobre ellos—. Por fortuna, la sangre de Alalá me permitió regresar también en mi apariencia original y, además…

    Una vez más la sangre derramada de la aludida se agitó con violencia, esta vez para dar nacimiento a los componentes de la sagrada armadura del dios griego de la guerra.

    Con atronador ímpetu, las piezas del recién surgido Kamui encajaron a la perfección sobre el hercúleo cuerpo de su ancestral dueño, provocando que éste se sintiera tan vivo y rebosante de poder como en la era mitológica. Un deslumbrante rojo sangre predominaba en la armadura, cuyas pesadas placas metálicas mostraban un diseño estilizado pero a la vez amenazante, que poco a poco provocaba naciente desconcierto en quienes por primera vez contemplaban la apariencia original de un dios olímpico en toda su gloria.

    Tan sobrecargada y férrea protección parecía no tener puntos débiles al cubrir por completo el cuerpo de su orgulloso usuario, quien a simple vista lucía cómodo y libre de movimiento, a pesar de estar soportando el inmenso peso del ostentoso ropaje en conjunto.

    De todos los elementos del Kamui, el que más llamó la atención de los presentes fue el enorme yelmo que cubría su cabeza. Tan exagerado casco encrestado de clásico diseño griego le cubría casi por completo la faz, dejando visibles únicamente sus ojos cual dos faros rojos, surgiendo intimidantes entre la oscuridad y el misterio.

    —¡Cuando quieras, diosa china de la creación! —le instó emocionado el de majestuosa y amenazadora apariencia, con un histriónico gesto—. ¡Hagamos que el enfrentamiento de dos deidades de diferentes panteones sea algo digno de narrar por milenios!!

    —¡Que así sea entonces, Ares! —lo desafió a la vez Nü Wa, extendiendo con fuerza las alas de su armadura y adoptando una evidente pose de combate—. ¡Lucharemos por el destino de todo lo que existe!!

    Ambas deidades liberaron sus inconmensurables cosmos en la misma proporción, lo cual provocó que el territorio chino entero temblara con violencia. Mientras que una de las mitades del jardín fue todavía más devastada por la dañina energía encarnada del dios griego, la otra proporción del bastión fue cubierta por el aura bondadosa de la dama asiática, cuya intensa luz fue suficiente para contrarrestar al contacto la muerte que en primera instancia provocó la expansión cósmica de su rival divino. Exuberante vida vegetal surgió bellamente en aquella porción de terreno antes yermo, con el solo contacto con el resplandor que ella manaba.

    Ante la mirada atónita de humano y semidiosa, griego y china se abalanzaron al unísono hacia el otro. La velocidad de ambos fue tan extrema, que ninguno de los dos Geminianos consiguió siquiera contemplar la acción que acontecería a continuación:

    Ares se había arrojado con ambos brazos extendidos y las manos abiertas, ansioso por estrangular el frágil cuello de su contendiente; no obstante, él no contaba con que ésta tendría la suficiente fuerza y capacidad de reacción para agarrar con firmeza sus musculosas extremidades y evitar así que la lastime.

    —¡Excelente, conseguiste detenerme! —bramó gratamente sorprendido el heleno, aún forcejeando para soltarse y asfixiarla—. ¡No eres nada débil a pesar de tu apariencia delicada!

    La deidad creadora no respondió, estaba demasiado concentrada en seguir conteniendo el salvaje ataque. Sabía muy bien que no debía mostrar debilidad ante su rival, a pesar de que le estaba costando gran esfuerzo detener su fuerza brutal.

    —Eres una diosa aguerrida, lo admito, pero no me equivoqué al aseverar que no conocías nada sobre el mundo de los combates —señaló confiado Ares, al no escuchar réplica—. Acabas de cometer un grave error de estrategia al arrojarte a mí de un modo tan impudente. Es evidente que no consideraste que todo en mí constituye un arma: Mi cuerpo físico, mi armadura e inclusive mi cosmos…

    Varios adornos afilados y puntiagudos sobresalían de ciertas piezas del Kamui de Ares, elementos que el dios griego empleó para aplicar centenas de veloces golpes a su contraparte china, quien, con gran habilidad y destreza, consiguió evadirlos en gran mayoría.

    —No te será sencillo vencerme, Ares —aseveró la agredida en medio de la vertiginosa lid que producía incontables estallidos y resplandores. Había recibido ya varios golpes directamente con su cuerpo pero, para fortuna suya, la resistencia de su Armadura Suprema le fue suficiente para evitar que los bestiales embates le hagan daño—. ¡Aunque quizás cometa errores de estrategia, no debes subestimarme!

    —¡Pues eso ya lo veremos!!

    El dios ataviado en armadura divina cambió su modalidad de ataque. Decidió poner fin a su propia lluvia de golpes con un único y repentino tackleo aplicado con todo su peso. Tan potente resultó aquel derribe reforzado con el metal de un Kamui, que la diosa no pudo evitar ser disparada estrepitosamente hacia una pila de escombros de lo que antes fue la habitación principal de su torre.

    Sobremanera aturdida y desorientada, Nü Wa apenas pudo percatarse de que Kanon y Arce la estaban ayudando a reincorporarse, tomándola de ambos brazos. Alarmados al verla vulnerable, ambos habían reaccionado enseguida, acercándosele con la intención de protegerla.

    —Gracias, guerreros… —alcanzó a musitar la deidad femenina, clavando su mirada rosa sobre la imponente figura de su peligroso antagonista.

    Apenas la diosa recuperó el equilibrio, los portadores de Géminis se colocaron frente a ella y alzaron la guardia. Ambos tenían la convicción de hacerle frente a Ares sin detenerse a pensar en las consecuencias.

    —Esperen —les dijo la doncella oriental a sus protectores con cierta dificultad. El dolor más intenso que había sentido, nació desde el interior de su plexo solar, que fue donde impactó la arremetida de Ares. Faltaron milímetros para que el adorno afilado en la hombrera carmesí le atravesase la protección del abdomen.

    Muy para sus adentros, la frustración empezaba a invadir a la diosa, ya que sabía que su poder disminuyó tras recibir directamente la ‘Exclamación de Atenea’ y ejecutar su máxima técnica creadora.

    —Esperen, por favor —repitió suplicante—. No imaginaba que el dolor físico fuese algo tan terrible de soportar, y por lo tanto mi deseo es que no lo continúen experimentando en este combate.

    —Pero… Nü Wa… —intervino vacilante Kanon—. Nosotros somos Caballeros de Atenea y estamos acostumbrados a…

    —No insistas, por favor —le interrumpió más inflexible la diosa—. Les dije que lucharía por mis hijos y por la humanidad entera. Eso debería ser suficiente para ustedes…

    —No conmueves a nadie con tu actitud benevolente, diosa china —señaló en tono vejatorio la deidad de la guerra—. Si tanto deseas que ese par no continúe sufriendo y estorbando nuestro combate, ¡haré realidad tu deseo al desaparecerlos sin dolor!

    Si la armadura divina que vestía el dios lucía amenazante, la lanza y escudo que se materializaron entre sus manos lo eran mucho más. El par de peligrosos artefactos escarlata —que también formaban parte del Kamui olímpico— resplandecían y resonaban como si poseyeran vida propia.

    Sin pensarlo dos veces, el propietario de las recién aparecidas armas las arrojó con furor hacia sus tres oponentes. Tanta potencia imprimió la trayectoria de ambos objetos, que para quienes los vieron acercarse, éstos lucieron como un par silbantes rayos de luz encarnada.

    A punto estuvieron lanza y escudo de impactar sobre la desprevenida diosa, cuando una intervención providencial evitó la desgracia: Un par de intensos resplandores emergidos de la nada —uno azul y uno rojizo— se interpusieron justo a tiempo en el camino del ataque a traición de Ares, deteniéndolo en seco.

    —¡¿Pero qué…?! —El dios de la guerra sonó confundido al ver sus armas inútiles sobre el piso destrozado, y más cuando las luces intrusas fulgieron con mayor intensidad para mostrar lo que ocultaban:

    —Son las armaduras de Quinglong y Zhuqué —señaló sorprendida la doncella, quien al parecer era la única que reconocía los recién aparecidos ropajes metálicos.

    Armadas en la forma de dos de las cuatro bestias sagradas —o ‘Sì Shòu’—, las protecciones lucían radiantes levitando enfrente de su creadora. El par de armaduras pertenecían a los Guardianes chinos que no tuvieron oportunidad de intervenir en el combate: El desaparecido representante del poderoso Rey Dragón azur del este y, quien al nacer sería protegida por el ave de fuego bermellón del sur.

    —Mis niños… Sus espíritus vivían dentro de las armaduras e hicieron todo lo posible por protegernos —añadió en un hilo de voz mientras, con llanto aflorando de sus ojos, se acercaba conmovida al ropaje azulado que evocaba al clásico dragón chino y al rojizo ensamblado en la figura del fénix oriental—. Juro que en nombre de ambos, protegeré la creación de la amenaza de Ares… Renshū… Míngzhū…

    A centímetros estuvo de acariciar las armaduras, cuando éstas se hicieron añicos repentinamente. Con profundo pesar, Nü Wa entendió que la resistencia de los ropajes que diseñó y forjó no fue suficiente para contener el ímpetu del ataque bárbaro de Ares. La más grande impotencia se apoderó de su espíritu, al contemplar la hermosa lluvia de metales multicolores que se precipitó suavemente sobre sus palmas abiertas y temblorosas.

    —¿Lágrimas otra vez? —inquirió fastidiado el dios griego—. No me digas que te entristece la destrucción de esos inútiles remedos de armaduras.

    —¡Eran los espíritus de mis hijos!! —reaccionó furiosa la dama en Armadura Suprema, resaltando extrema ira en su mirada fucsia—. ¡Alguien despiadado como tú jamás entendería lo que significa perder a un ser querido!!

    Internamente, Ares admiró la nueva actitud furiosa de su contendiente. Le impresionó verla rebosando rabia, mientras se le plantaba con altivez. Lo mejor de todo, además, era que su rival se dejaba llevar fácilmente por sus provocaciones, y que aquello constituiría una gran ventaja para él.

    —Tienes razón, Nü Wa. No me duele en lo más mínimo perder a alguien cercano —respondió con frialdad la deidad guerrera, relajando su pose—. Aliados o enemigos, para mí todos son sólo artefactos, piezas que utilizo a placer durante una guerra.

    —Monstruo…

    Aquel improperio que se le escapó a la diosa en un impulso de indignación, provocó la risa entre dientes del aludido.

    —Deberías preocuparte menos por insultar a otros y más por las falencias en tus métodos de batalla. Al paso que llevas, jamás conseguirás siquiera lastimarme, ya que a leguas se nota que no sabes luchar —Un agobiante escalofrío recorrió la espina de la diosa. A pesar de seguir mostrando aplomo y seriedad, se sintió desnudada por las palabras de su peligroso contendiente—. Hasta el momento, lo único que has conseguido es defenderte gracias a la resistencia de tu armadura, pero créeme que pronto cederá y quedarás indefensa. Además, continúas cometiendo graves errores básicos de estrategia. No debiste atreverte a enfrentarme sin antes proteger una parte vital de tu cuerpo: La cabeza…

    Aparte de por su fuerza física, Ares también era conocido por su prodigiosa velocidad, solo superada por la del mismo dios Hermes. En ese momento, el heleno hizo uso de aquella cualidad para trasladarse sin previo aviso a pocos centímetros de su antagonista, quien ni siquiera fue capaz de notar su presencia hasta que lo vio con la pierna extendida hacia su sien. Ares consideró que una patada fulminante sería suficiente para machacar el cráneo desprotegido de la castaña.

    Ninguno de los presentes logró reaccionar o siquiera moverse ante la rauda y mortal arremetida…


    ==Hace unos minutos. Lu Shān, China==

    Jíngfēi —la Guardiana protegida por la bestia sagrada llamada Xuanwu— se sintió despertar de un hermoso sueño. Lo único que percibía era la agradable sensación que le otorgaba el confort y la tranquilidad de un descanso que le parecía eterno.

    Tan abstraída se encontraba en su sopor, hasta que su aún nublada mirada celeste se encontró con una figura inusual: Un majestuoso tigre blanco se encontraba plantado frente a ella y parecía cuidarla en absoluto silencio.

    La imagen del felino la sacó enseguida de su ensimismamiento, así que, de un salto, se reincorporó alarmada a fin de defenderse de una eventual agresión; no obstante, supo calmarse tras reconocer lo que se encontraba ante ella:

    —Es la armadura de Téngfēi —señaló extrañada para sí, escrutando con atención la inmóvil protección de su compañero, reposando a manera de object—. ¿Cómo es posible que…?

    La joven mujer en armadura blanca y negra apenas fue capaz de ubicarse en tiempo y espacio. Le fue difícil terminar sus elucubraciones, ya que su mente se abstrajo en el hermoso paisaje que se presentaba ante ella:

    Altas formaciones montañosas forradas en exuberante vegetación boscosa, se elevaban imponentes entre la densa niebla que se extendía a sus faldas. A lo lejos se escuchaba el trinar de las aves y las corrientes de ríos y cascadas golpeando con brío las rocas.

    Era la primera vez que Jíngfēi tenía la oportunidad de presenciar una escena como la que le ofrecía aquel inhóspito terreno, así que por un momento se dejó llevar por su belleza. Se sintió maravillada, y más al saberse en un sitio privilegiado para contemplar el milagro de la vida natural que abundaba en el lugar: la cima de una de las montañas.

    La atención de la Guardiana se había distraído de lo que provocó intriga en ella en primera instancia, hasta que dio un respingo al recordar la batalla que hace poco libró contra Dánae de Géminis.

    —¿Qué fue lo que ocurrió después de que esa extraña mujer encendiera su cosmos dorado? —se preguntó confundida. Alejados de su memoria quedaron los instantes en los que batalló contra su compañero de Baihu bajo el dominio del ‘Satán Imperial’—. ¿Cómo llegué a este lugar?

    —Nos encontramos en China —le comunicó una suave voz femenina detrás de ella—, en los Cinco Antiguos Picos.

    Sobresaltada, Xuanwu se giró para encarar a quien le había hablado con tanta cordialidad. Su instinto le obligaba a protegerse de la intrusa con sus técnicas, pero supo controlarse al ver que se trataba de una mujer de apariencia indefensa.

    En un inicio, Jíngfēi sintió seria desconfianza y cautela hacia la recién aparecida, pero en pocos segundos consideró que ésta no constituía un peligro. Sentir la serenidad que transmitía el rostro de aquella humana ataviada en un humilde atuendo tradicional purpura, le instó a bajar la guardia.

    —Tú no eres una guerrera —declaró incómoda la joven de mirada celeste, tras varios segundos en silencio—. Serías incapaz de hacerme daño, ¿cierto?

    —No me atrevería a lastimarla, señorita —respondió sonriente la mujer de cabellera negra en trenza, reaccionando a la inocencia de su interlocutora—. Es más, hace mucho tiempo el viejo maestro me enseñó a tratar bien a los visitantes.

    —Este tigre —le dijo la primera mujer de la nueva especie, señalando con el dedo la armadura en estado pasivo de su compañero—. ¿Has visto por aquí a su dueño?

    —Es un joven bastante amable —contestó alegre la dama oriunda de Rozán—. Ahora mismo se encuentra descansando cerca de aquellos arbustos.

    Enseguida la Guardiana del invierno se dirigió al lugar apuntado. Escoltada por la mujer que tan amablemente la recibió, sorteó unas pocas plantas no muy lejos de allí y halló al Adán contemporáneo sentado a orilla de un profundo acantilado.

    El representante de Tigre Blanco permanecía inmóvil y con una opaca mirada perdida en el paisaje. A Jíngfēi sin duda le costó reconocer al custodio del oeste en aquel rostro ausente y carente de la tranquilidad que siempre lo caracterizó.

    —¿Téngfēi?

    El aludido giró la faz al escuchar su nombre. De alguna forma intentó sobreponerse a la nostalgia que sentía, regalándole a su compañera una fingida sonrisa que no pudo ocultar su amargura.

    —Jíngfēi… Me alegra tanto que estés bien.

    —¿Qué fue lo que ocurrió? —preguntó enseguida ella, obviando las evidentemente forzadas palabras proferidas por Baihu.

    —No importa lo que ocurrió… —Fue la seca y fría respuesta del inquirido, para luego encarar nuevamente el vació y dotar su voz de un tono aún más taciturno—. Lo único que debes saber, es que todo terminó ya…

    La Tortuga-Serpiente no admitiría tal respuesta, así que, en un arrebato de ira, agarró por la fuerza las ropas del compungido joven, obligándolo a darle la cara.

    —¡Te conozco bien, Téngfēi, y sé que me estás ocultando algo! —le gritó, clavando sus chispeantes ojos celestes sobre los turbios verdes que intimidados la observaban—. ¡Te exijo que me digas qué fue lo que ocurrió en la Maravilla Suprema!!

    El Guardián otoñal dio un suspiro y le desvió la mirada. Solo al verla tan enojada se decidió a hablar, aunque fue incapaz de contarle la parte en la que ambos protagonizaron un encarnizado combate, en el cual ella estuvo a punto de matarlo.

    —No pude evitar que nuestra señora Nü Wa nos envíe a Rozán… Ella ya no desea que luchemos a su lado…

    Jíngfēi no fue capaz de salir de su incredulidad. Por instinto soltó a Baihu y consternada se llevó la palma de la mano a la boca. Sus pupilas se habían dilatado, ya que simplemente no podía concebir que su creadora acababa de prescindir de ella, su protectora más fiel.

    —No… No lo aceptaré… —balbuceó la Quimera Negra, apretando puños y dientes—. ¡Debemos volver y proteger a nuestra diosa!

    —No volveremos, Jíngfēi —la contradijo él, masticando sus palabras—. Aunque me duela en el alma, pienso respetar la voluntad de nuestra creadora. Y lo que ella más desea, es que ambos tengamos una vida pacífica aquí, en la Tierra…

    El joven Guardián no vio venir la bofetada que su compañera le estampó en un impulso de furia. Se quedó estupefacto y mudo tras la repentina agresión que ni siquiera imaginaba recibir de ella. Su reacción inmediata fue intentar tranquilizarla, pero vaciló al observar las lágrimas que inundaban sus ojos.

    —¡Aunque sea una orden directa, no pienso cumplirla! —le gritó efusiva la muchacha con un nudo en la garganta. La frustración hacía su llanto más copioso—. ¡Sé muy bien que nuestra diosa intenta evitar que suframos al alejarnos del campo de batalla, pero nosotros no lo necesitamos! ¡Sabes bien que somos fuertes y que no hace falta que nadie vele por nosotros!!

    Las vehementes palabras de la guerrera del norte estremecieron de impotencia al primer hombre de la nueva especie. La encrucijada moral en la que se encontraba, había liado sus pensamientos y mermado su convicción. Tan abstraído estaba en su desconcierto, que casi no se percató del instante en el que la Guardiana lo tomó con firmeza de ambos hombros.

    —¡Mírame, Téngfēi! —le exigió ella con la misma fiereza, obligándolo así a encararla—. ¡Deja de actuar como un gatito asustado y demuéstranos a Nü Wa y a mí que eres un tigre feroz…!!

    El aludido no tuvo la oportunidad de dar réplica, ya que, de repente, una fatal premonición estrujó los corazones de ambos guerreros orientales. Un sentimiento tan terrible y nefasto, que por poco provoca que se derrumbaran sobre sus rodillas.

    —Una… una entidad de enorme poder acaba de despertar en el Jardín de K’uen-Luen… —musitó vacilante la joven en armadura blanca y negra. Sudaba frío y le temblaban las extremidades a causa de la impresión.

    —Y no solo eso… —añadió Baihu con notoria preocupación—. Su presencia se siente demasiado violenta y amenazante… Mucho más que la de esa Amazona de Atenea…

    —¿Aun así piensas dejar sola a nuestra señora…? —inquirió a manera de reproche la de cabellera azulada, apenas recompuesta.

    —No… claro que no…

    Tras presentir el despertar de Ares y centrar su pensamiento en el peligro que corría Nü Wa; el protector del oeste cambió totalmente de actitud. Ya no se mostró vacilante, sino que empezó a transmitir seguridad, en especial en su mirada. A la misma Jíngfēi le sorprendió contemplar los nuevos ojos del guerrero otoñal, los cuales ya no emanaban tranquilidad y pureza con su verde claro, sino que en ese momento lucieron intimidantes al tornarse más brillantes y felinos.

    Las piezas de la armadura de Baihu reaccionaron a la nueva voluntad aguerrida de su dueño y se trasladaron hacia él para vestirlo con presteza. En ese momento, Téngfēi parecía haber renacido como un auténtico tigre blanco, ansioso por destrozar a su presa.

    El instinto salvaje del renacido guerrero lo exhortaba a partir de inmediato hacia el lugar del conflicto, sin embargo, supo tranquilizarse cuando su campo visual se cruzó con la imagen de la amable mujer que conoció hace poco.

    —Señora Shunrei —la llamó con respeto el castaño, esbozando su amable sonrisa característica—, le agradezco mucho por haber cuidado de Jíngfēi y de mí mientras estuvimos inconscientes. Gracias al contacto cercano con un ser humano como usted, ahora sé que no todos los habitantes de la Tierra son seres malvados y que quizás, en un futuro cercano, nuestras especies lograrán vivir en armonía en este hermoso planeta.

    —Estoy segura de que ustedes son seres bondadosos que pelean por lo que es correcto —respondió la aludida con la misma cordialidad— Y por esa razón oraré por ustedes en la cascada de Rozán a partir de este momento.

    —Lo apreciamos mucho —intervino la Quimera Negra con un poco más de reserva que su compañero, aunque sí tuvo la suficiente humildad como para dedicarle una solemne reverencia a Shunrei en señal de agradecimiento y despedida.

    La pareja de Guardianes chinos encaró con seria convicción el profundo precipicio que se extendía ante ellos.

    —No importa cómo, ni el esfuerzo que nos cueste… Debemos alcanzar la Maravilla Suprema —señaló muy serio el guerrero ataviado en ropaje blanco y plateado, sin quitar la mirada del vasto cielo de Lu Shān—. Por Nü Wa y… por la humanidad…

    —Lo lograremos, Téngfēi —asintió ella con la misma solemnidad—. Mientras estemos juntos y luchemos por lo que amamos, no permitiremos que aquella presencia maligna lastime a nadie.

    Sin vacilar, Baihu y Xuanwu saltaron al unísono hacia el abismo, perdiéndose así entre la densa niebla que cubría las bases de las montañas.

    Sabiéndose sola nuevamente, Shunrei no pudo evitar sentir nostalgia por las dos personas más importantes en su vida. Había pasado tanto tiempo desde que ambos partieron al Santuario de Atenea, y nada sabía de la situación en la que se encontraban en ese momento. Sólo tenía su amor de esposa y madre para infligirse paz:

    —«Con aliados como el señor Téngfēi y la señorita Jíngfēi, seguramente mis amados Shiryû y Senshi estarán bien… Tengo fe en ustedes… y en que pronto volveremos a estar juntos…»


    ==Tiempo actual. Maravilla Suprema. Jardín de K’uen-Luen, Torre de Porcelana==

    A milímetros estuvo la extremidad inferior de Ares de impactar un costado de la cabeza sin casco de la diosa; cuando algo la detuvo de manera intempestiva: Una serpiente de metal negro y blanco inmovilizó con una poderosa constricción la pesada pernera atacante.

    —¡¿Quién se atreve a interrumpir nuevamente nuestro encuentro divino?!! —exigió saber iracundo el ataviado en Kamui, mientras continuaba forcejeando con la presión del férreo reptil—. ¡¿Acaso creen que podrán detenerme más tiempo con algo tan simple?!

    Pero antes de que sea capaz de destrozar la serpiente que lo aprisionaba, un atronador grito lo sobresaltó y distrajo su atención:

    —¡‘Las Siete Estrellas de Jade Blanco’!!

    La técnica la pronunció una fuerte voz masculina y fue seguida de un ensordecedor rugido felino. Acto seguido, un grupo del mencionado número de cuchillas de luz alba atravesaron vertiginosas el aire e impactaron de lleno contra Ares, quien apenas tuvo la capacidad de instinto como para protegerse con ambos antebrazos. Tan poderoso fue el ken, que a pesar de la resistencia del atacado, logró arrastrarlo a la fuerza lejos de la diosa creadora.

    Aunque el embate de las medias lunas no logró lastimarlo en gran forma, si consiguió exasperarlo y arrancarle el yelmo de su Kamui. A punto estuvo Ares de descargar su ira a quemarropa contra todo ser vivo que se cruce en su camino; pero se detuvo al bajar los brazos y notar fastidiado la presencia de dos guerreros que habían hecho aparición en medio de la conmoción.

    Kanon, Arce y Nü Wa observaron incrédulos a quienes se habían posicionado frente a ellos, dándoles las espaldas en actitud altiva y desafiante: Los Guardianes Téngfēi de Tigre Blanco y Jíngfēi de Quimera Negra.

    Continuará…
     
    Última edición: 2 Julio 2020
  20.  
    Kazeshini

    Kazeshini Caballero de Junini

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    [Longfic] Saint Seiya - Saga: CATACLISMO 2012
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    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    76
     
    Palabras:
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    [Saint Seiya/ Los Caballeros del Zodiaco] – Saga: CATACLISMO 2012

    Escrito en Ecuador por José-V. Sayago Gallardo

    CAPÍTULO 56: ¡RESURRECCIÓN! RETUMBA EL GRITO DE GUERRA


    ==Maravilla Suprema. Jardín de K'uen-Luen, Torre de Porcelana==

    Segundos después de hacer sorpresiva aparición, los Guardianes Jíngfēi y Téngfēi se batieron en un encarnizado combate físico con el cruel dios de la guerra. Al no tener sus técnicas el efecto devastador que esperaban, el último recurso de Xuanwu y Baihu fue arrojarse intempestivamente hacia Ares.

    —¡No lo hacen nada mal! —admitió con emoción el ataviado en Kamui, esquivando con presteza los cientos de puñetazos y patadas que entre ambos intentaban propinarle—. ¡A leguas se nota que ustedes dos poseen gran fuerza!

    A la deidad griega le fascinó, además, lo bien que la pareja de la nueva especie se coordinaba y ejecutaba sus movimientos, aunque no lo atribuyó a la gran compatibilidad que ambos poseían desde el momento de su nacimiento.

    Sin embargo, a pesar del gran empeño que estaban poniendo en la lucha, ninguno de los Guardianes fue capaz de siquiera tocar a su rival divino, quien, al parecer les había permitido acercárseles a propósito, con el solo fin de empezar una lucha para calentar los músculos y de paso entretenerse.

    —¡Ya es suficiente! —añadió el atacado con cierto dejo de hastío, tras un par de minutos de vertiginosa lid—. ¡Me he cansado de jugar con ustedes!

    Ares empleó toda la fuerza física de su enorme brazo para agarrar por la garganta a la joven Quimera Negra, acto seguido, la arrojó con violencia contra su compañero de Baihu. Tales fueron la potencia y velocidad con las que el dios la propulsó, que Téngfēi no fue capaz de reaccionar y recibió de lleno el impacto del cuerpo de la chica. Ambos continuaron una veloz y peligrosa trayectoria hacia los restos de una columna derrumbada.

    Por fortuna para ambos, Nü Wa expandió su cosmos divino y consiguió detenerlos con suavidad, justo antes de que se estrellaran contra el mármol. Con la misma delicadeza, usó su energía para tenderlos sobre el piso.

    —Mis niños… No debieron volver a la Maravilla Suprema… —les reprochó apesadumbrada la doncella de cabellera avellana a sus aturdidos y aporreados protectores—. Mi deseo era que permanezcan en la Tierra y vivan la existencia perfecta que tanto ansío para ustedes.

    —Tendrá que disculparnos, mi señora —repuso el Tigre Blanco, reincorporándose con suma dificultad. Se las había arreglado para ocultar el dolor físico que sentía con su característica cálida sonrisa—, pero ya le había manifestado nuestros más apreciados anhelos: Queremos estar siempre a su lado y por lo tanto no la dejaremos sola nuevamente.

    —Téngfēi tiene razón —secundó la custodia del norte ya en pies, palpando por instinto las magulladuras en su cuello—. Más que dos Guardianes protegiendo a su diosa, somos dos hijos cuidando de su madre…

    La diosa fue conmovida por las palabras de quienes más apreciaba. A punto estuvo de replicarlas con la misma emoción, pero Arce, la semidiosa, no se lo permitió al interrumpirla con total descortesía:

    —No tenemos tiempo para reencuentros emotivos —dijo implacable—. Frente a nosotros tenemos al peligroso dios de la guerra y habremos de detenerlo sin importar las consecuencias.

    Su actitud, vocalización y tonalidad de ojos y cabello eran diferentes, pero los guerreros orientales supieron reconocer en ella a la sádica humana que tantos problemas les causó hace unos minutos y, además, a quien asesinó de manera salvaje a su compañero Renshū de Quinglong.

    —Aunque parece ser que te has ganado el honor de luchar junto a nuestra diosa, no creas que confiaré en ti tan fácilmente —la desafió con marcado resentimiento la joven en armadura blanca y negra—. Apenas termine este combate, yo misma te haré pagar por todos tus crímenes.

    Kanon se limitó a observar el tenso momento en el que se cruzaron las miradas de ambas féminas. Para él, ambas parecían retarse en silencio con las pupilas encendidas, esperando el mínimo detonante para arremeter contra la otra.

    —Es tan triste… —intervino el Sì Shòu del otoño en tono monocorde, llamando así la atención de sus aliados—. Pensar que la historia de Alalá y Saga terminaría de ese modo tan cruel…

    La mirada verde del Guardián se había posado sobre la lamentable imagen de Casiopea inerte sobre un espeso charco de su propia sangre y, no muy lejos de ella, Géminis Negro yaciendo inmóvil tras ser despojado su cuerpo del espíritu corrupto que por tanto tiempo lo poseyó.

    —Sus nombres —dijo Ares de repente con notoria seriedad—. Exijo conocer la identidad de los guerreros que se han atrevido a interrumpir la batalla entre dos dioses.

    —Mi nombre es Téngfēi —se presentó el joven castaño en actitud respetuosa, pero no sumisa—, soy el representante de Baihu, el Tigre Blanco protector del oeste de la bóveda celeste y ser primigenio creado por la misma diosa Nü Wa.

    —Y yo soy Jíngfēi de Xuanwu —complementó la hermosa guerrera invernal, con más altivez y osadía que su compañero—, Guardiana china que representa a la Quimera Negra del oeste y primera mujer de la nueva especie que poblará la Tierra en paz y armonía con la naturaleza.

    Tras la presentación de ambos, internamente Kanon sintió gran alivio al saber que contarían con el apoyo de los dos poderosos protectores de Nü Wa; por su parte, al dios griego lo invadió la aversión al conocer más sobre sus recientes atacantes.

    —Entonces son seres pacíficos que nacieron con el único propósito de repoblar el planeta cuando la humanidad haya desaparecido —dedujo Ares, con una mueca que hacía evidente la repulsión que sentía—. La ingenuidad en sus palabras es digna de la de su creadora, quien supongo no les habrá informado que, al inicio de los tiempos, los humanos también fueron concebidos como criaturas nobles y puras, pero con el pasar de los siglos se las arreglaron para idear creativos métodos para matarse entre sí de la manera más cruel. ¡No importa lo bienhechora que asegure ser su dichosa especie, en algún momento se dejarán llevar por egoístas ambiciones y sumirán al mundo en el caos con centenares de armas de destrucción masiva! ¡Eso es lo que implica poseer libre albedrío y la capacidad de razonar de la que tanto se han jactado los seres dominantes!

    —Eso… no ocurrirá con nosotros… —renegó vacilante entre dientes la de cabellera azul oscuro y ojos celestes. Había sido intimidada por tan implacables palabras—. Ni Téngfēi, ni yo permitiremos tal barbarie…

    —¿Ah, no? —se burló Ares, echando atrás la cabeza y soltando sonoras carcajadas—. ¡Pues entonces tendré que encargarme personalmente de sembrar discordia entre su especie!

    La pareja de Guardianes chinos no pudo controlar la rabia que les produjo las desalmadas declaraciones de la deidad helena. A punto estuvieron de arremeter intempestivamente contra su antagonista, pero Kanon lo intuyó y se colocó frente a ellos con los brazos extendidos lateralmente, deteniéndolos.

    —No lograremos nada si se dejan provocar y lo atacan de modo imprudente —señaló serio el Santo en destrozada armadura blanca, sin retirar la mirada del corpulento ser divino que a la vez los observaba con una asesina e impaciente mirada carmín—. Recuerden que es un dios olímpico a quien estamos enfrentando, y por lo tanto debemos unir fuerzas para obtener la victoria.

    —Jíngfēi… Téngfēi… —los llamó Nü Wa con una tierna voz maternal. Cuando se giraron hacia ella, contemplaron maravillados la cálida sonrisa que les estaba dedicando—. No les había agradecido por estar aquí, a mi lado. Al contar con su apoyo, siento que mi fuerza se renueva y que seremos capaces de proteger lo que amamos.

    Aunque la diosa en Armadura Suprema sonó convincente, muy para sus adentros se dolió por lo dicho. Lo que más deseaba, era que quienes consideraba como sus auténticos hijos no tengan que sufrir más, ni batallar nuevamente por ella.

    Rebosantes de nuevos bríos y seguridad de las que los llenó discurso de la diosa creadora, sus protectores se colocaron a ambos lados de ella. Ya no se posicionarían frente a Nü Wa en afán de protegerla, tampoco a sus espaldas, como esperado que ella los cuide con su poder divino; a partir de ese momento lucharían junto con ella hombro con hombro, simbolizando que desde entonces serían considerados como iguales.

    Sin proferir palabra, Kanon se situó a un lado de la Guardiana de Xuanwu, mientras que Arce hizo lo propio a un costado del Tigre Blanco.

    En férrea formación de batalla, el griego contempló con los ojos entrecerrados las figuras de una diosa, los dos primeros seres de la nueva especie, un Santo de Atenea y la semidiosa que escapó desde las entrañas del Tártaro. Los cinco peculiares aliados mostraban seria convicción en sus semblantes, debían hacerlo al tener que plantarse con la guardia alta frente dios que pretendía destruir la creación entera con una guerra perpetua.

    Un tenso silencio reinó durante un par de minutos. Ninguno atinó hacer el primer movimiento, hasta que Ares decidió tomar la iniciativa de una manera en la que sus oponentes jamás habrían previsto:

    —Las carnicerías son mejores mientras más participantes se hagan presentes… —afirmó en tono misterioso y con medida emoción el de larga melena gris—, así que espero que no les moleste que traiga a una invitada muy especial…

    La cosmoenergía escarlata del dios se tornó más intensa y nociva, para luego concentrarse sobre la destrozada e inerte Amazona de Bronce que hace poco sacrificó su integridad para defender a sus compañeros.

    —Vamos, la luz de Nü Wa no fue para tanto —le dijo sobremanera confiado a la guerrera que yacía inmóvil no muy lejos de él—. Despierta de una vez… Enio…

    Ante la sorpresa y horror de todos los presentes, la pelirroja fue presa de horribles convulsiones y espasmos musculares, tras lo cual se relajó un poco y empezó la tarea de arrastrarse sobre su vientre a través de su propia sangre. Con evidente dificultad, intentó reincorporarse por puro instinto.

    —¡Excelente! —clamó emocionado Ares, presenciando la grotesca escena—. ¡Ha regresado mi fiel acompañante! ¡Quien desde tiempos mitológicos me escoltó para destrozar vidas humanas con todo su ímpetu y fuerza!... ¡Enio, la "Destructora de Ciudades"!

    El resucitado cuerpo de Alalá empezó a manifestar un cosmos absolutamente distinto al suyo original. Aquella energía rojiza poseía una naturaleza tan malévola como la de Ares, aunque no alcanzaba todavía su mismo nivel de poder y divinidad; esto debido a que el espíritu de la mencionada diosa guerrera acababa de despertar en un cuerpo humano lastimado.

    La expresión que mostraba la poseída Casiopea era de ausencia absoluta. Sus opacos ojos clavados en ninguna parte, lograron inquietar al quinteto de aliados que alarmados la observaban. Ellos sabían muy bien que aquella mujer no era la misma que conocieron, ya que algo maligno acababa de apoderarse de ella.

    Aún bañada en sangre, con la armadura de bronce casi deshecha y sin decir palabra; Alalá avanzó tambaleando hacia el escudo y lanza pertenecientes al dios de la guerra. Enseguida empuñó las armas y, posicionándose frente al ataviado en Kamui, adoptó una pose de batalla que hacía evidente su deseo por protegerlo.

    Al ser testigo del gesto de lealtad de Enio, Ares reaccionó rodeándola con delicadeza por detrás del cuello con el antebrazo, luego, acercó el rostro a su oído para susurrarle algo:

    —Táctica de guerra número treinta y tres: Maratón.

    Enseguida la diosa destructora levantó el rostro y dibujó en el mismo una expresión de sobresalto. Parecía ser que su cerebro maquinaba infinidad de estrategias de batalla, que habían sido sepultadas en su mente por siglos.

    —¡ALALÁ! —prorrumpió con toda la potencia de sus pulmones el dios heleno, evocando su famoso grito de guerra. Su objetivo era sacar de su letargo a su fiel acompañante con la exclamación que solía emplear desde la era del mito para llenar de bríos a su armada de dioses aliados y Berserkers.

    A pesar del aún inexpresivo semblante de la mujer en la que reencarnó la diosa Enio, Ares consiguió su propósito de reanimarla con aquella única palabra.

    Tras asentir en silencio y fruncir el entrecejo, Enio se aferró con más fuerza a la lanza y escudo, luego, dio un veloz salto horizontal hacia a sus cinco objetivos, quienes sorprendidos vieron como la figura de la ausente Casiopea parecía multiplicarse decenas de veces durante su trayectoria. A la diosa china y sus acompañantes les pareció que un ejército entero de legionarios armados se dirigía raudo a su encuentro, ansiosos por destrozarlos con ferocidad en la clásica formación de 'falange griega'.

    A pesar de que Enio era conocida por su gran fuerza y velocidad, las que mostró en ese momento estaban lejos de igualar a las suyas originales; pero aunque su actual cuerpo físico se encontraba bastante maltratado, consiguió manifestar gran poderío y desenvolvimiento en batalla:

    La primera víctima de sus vertiginosos ataques fue Jíngfēi de Quimera Negra, quien no logró esquivar —o siquiera ver acercarse— el fuerte empujón que a manera de golpe luminoso le aplicaron con todo el peso del escudo carmesí del Kamui de Ares. De no ser por la resistencia de la armadura de Xuanwu, Enio le habría quebrado gran cantidad de huesos.

    Al ver a su compañera tendida sobre el piso, Téngfēi de Tigre Blanco pasó por alto lo convulsionado de su entorno e intentó socorrerla a pesar de la amenaza latente de la 'Destructora de Ciudades'; por desgracia para él, ésta no desaprovechó el momento e intentó hundir la lanza que empuñaba en sus entrañas. Al apenas ver venir el arma como un resplandor recto cortando silbante el aire, el joven Baihu se hizo a un lado y dejó pasar el peligroso objeto muy cerca de sus costillas y, adueñándose del instante, tuvo la suficiente capacidad de reacción para aprisionar el brazo de su agresora empleando la presión del suyo contra su costado.

    —¡Ya basta, Alalá! —le gritó con vehemencia el castaño, al tenerla inmóvil cara a cara—. ¡No permitas que esa diosa domine tus acciones!

    La apasionada exigencia no alteró en lo más mínimo las intenciones de la posesa Amazona, quien reaccionó estampando un potente puñetazo en la mandíbula del Guardián, tras soltar por milisegundos el escudo. El joven salió despedido por los aires, para luego chocar con violencia contra el suelo y permanecer en el mismo, retorciéndose de dolor.

    Al verse libre, Enio dirigió sus ímpetus hacia la semidiosa de cabellos y ojos azabache, quien fue capaz de evadir varios embates. Por desgracia para ella, la velocidad de la diosa guerrera resultó ser superior al final, y no pudo evitar que ésta le propine en la espalda el rodillazo más doloroso que había recibido en toda su existencia.

    Kanon se vio en serios apuros al observar a sus tres compañeros derrotados y convalecientes sobre la baldosa rota. Sabía que entre todos ellos, él era quien más lastimado se encontraba y, además, que aquel era un factor que la pelirroja no dejaría pasar desapercibido. Trasladándose a una velocidad superior a la de la luz, ella apareció repentinamente frente al desprevenido Caballero y le aplicó un certero codazo justo en la herida abierta que tenía en el centro del pecho, producto del combate que hace poco protagonizó con su hermano Saga.

    Tras desplomarse pesadamente el guerrero en cloth alba, Nü Wa fue la última que permaneció en pies. Enio se vería obligada a emplear toda su fuerza y velocidad para derrotar a la diosa, así que amplió su ilusión de batalla para ocultarse entre sus réplicas y fulminarla con las armas que sostenía.

    A centímetros estuvo de traspasarla con la lanza divina, pero la deidad creadora logró advertir el ataque y evadirlo con una hábil maniobra.

    Sería el turno de la doncella oriental para contraatacar, así que de inmediato le arrojó miles de rayos de luz multicolor desde sus manos abiertas. Aquellos resplandores divinos no tenían la intención de lastimar a la ausente Alalá, sólo de alejarla y mermar sus ímpetus violentos con su intenso brillo. Aturdida, desorientada e inmóvil, la guerrera deshizo su técnica y soltó las armas del griego. No supo reaccionar ya que, además, estaba cegada de momento.

    —No te perdonaré por esto, Ares… —sentenció indignada la diosa china, clavando una acusante mirada fucsia sobre su contendiente—. Has utilizado a un ser humano noble como Alalá para despertar en ella a una diosa malvada… ¡Y no contento con eso has propiciado que lastime a mis hijos y aliados!

    —Te equivocas completamente, Nü Wa —repuso enseguida el aludido con solemne seriedad—. Respeto demasiado a Enio como para utilizarla al igual que a cualquier otra de mis piezas. Te informo que ella ha batallado junto a mí desde épocas ancestrales, no porque esa sea su obligación, sino porque es su deseo y voluntad.

    La atención de los dos dioses se centró en la figura de la mencionada deidad recién despertada. A la dama asiática le impactó el instinto nato que mostraba la 'Destructora de Ciudades', quien a pesar de lucir como una muerta en vida, continuaba esforzándose por contrarrestar la energía luminosa que la agobiaba. Eran las ansias de seguir luchando por Ares, las que la impulsaban a mantenerse en su empeño por destrozar a quienes amenazaban a su acompañante.

    Tan distraída se encontraba Enio en intentar reorientarse, que no se percató de la presencia del hombre que, en un arriesgado movimiento, se había abalanzado sobre ella.

    —¡Alalá!

    Saga, Santo Negro de Géminis, recuperó la consciencia y su apariencia original segundos atrás, sólo para contemplar con dolor que la mujer que amaba se acababa de convertir en el avatar de una deidad sedienta de sangre. Su reacción impulsiva al ver a Casiopea en esas circunstancias, fue agarrarla firmemente de las hombreras y someterla a la fuerza contra una columna destrozada.

    —Vaya… jamás habría imaginado que mi contenedor humano sobreviviría a mi violento despertar —señaló el dios de la guerra, intentando ocultar su extrañeza con un hablar prepotente—. A pesar de haber albergado durante tanto tiempo mi espíritu, no esperes que nosotros los dioses griegos tengamos la mínima consideración contigo. Es más, espero que Enio te masacre de la manera más despiadada posible. Eso es lo que mereces como castigo por atreverte a poner tus manos sobre ella de ese modo.

    —¡Su nombre es Alalá y no Enio! —lo contradijo furioso el mayor de los gemelos, al tiempo que aplicaba más presión en sus hombros para inmovilizarla de espaldas a la gruesa piedra.

    Con lágrimas a punto de aflorar de sus ojos, Saga encaró con decisión a la mujer que tanto apreció desde la infancia. Lo sacrificaría todo con tal de despojar su rostro de esa demente expresión y, al mismo tiempo, de recuperarla nuevamente.

    —¡Escúchame bien! —le exigió el de larga cabellera azul a la ausente y todavía desorientada guerrera. Su propósito era alcanzar los más profundos recovecos de su alma con su voz—. ¡Tú no eres ninguna diosa malvada, tú eres una Amazona de Bronce de Atenea! ¡No permitas que ese vil espíritu te domine!

    Aun con lo efusivo del discurso, Alalá no daba señales de reaccionar. En silencio, respiraba de manera agitada y mantenía su opaca mirada perdida en las suplicantes pupilas azules del Caballero.

    —Necio… —le imprecó Ares con sumo desprecio, tras ser testigo de sus infructuosos esfuerzos—. Nada de lo que hagas te devolverá a esa humana llamada Alalá…

    —¡Cállate!

    En efecto, el dios se quedó mudo tras la inesperada exigencia, pero solo para reír entre dientes por la osadía de quien hace poco fue su avatar.

    —Tienes agallas, humano, lo admito —declaró socarrón el griego ataviado en Kamui—, pero ya me harté de soportar faltas de respeto… ¡Enio, acaba de una vez con él!

    La aludida acogió la orden, asintiendo en silencio. Enseguida deformó su mano derecha para hacerla lucir con una garra abierta y la dirigió sin remordimientos hacia el rostro del Santo.

    Lleno de convicción, Saga ni siquiera parpadeó a pesar de ver acercarse el vertiginoso ataque a quemarropa. A milímetros estuvo Enio de desgarrarle el rostro con las uñas, pero se detuvo intempestivamente antes de hacerlo. La mano agresora le temblaba y su expresión cambió de una expresión neutral a una de extremo dolor.

    —¿Sa… Saga? —musitó de manera entrecortada Alalá, también derramando un par de lágrimas.

    A través de los ojos de su amada, el antaño Patriarca fue testigo del sufrimiento que ésta atravesaba. Enseguida supo que ella libraba una encarnizada lucha interna por deshacerse de la diosa que intentaba apoderarse de manera definitiva de su cuerpo.

    —Sí, Alalá, frente a ti tienes al hombre que jamás te dejará sola —le aseguró el Geminiano, entrelazando sus dedos con los todavía abiertos en garra de la Amazona—. Peleemos juntos y liberemos tu alma del yugo de Enio.

    Al igual que con su gemelo en la combinación de dimensiones de Géminis, el guerrero en armadura negra empezó la tarea de transmitirle su cosmoenergía dorada a la posesa Ateniense.

    —¡No te rindas, hermano! —le exhortó el maltrecho Kanon, aún yaciendo en el piso—. ¡Lograrás expulsar a esa diosa, tal como lo hiciste con Morrigan de mi cuerpo!

    Ares se había relajado y cruzado los brazos para observar aquella escena que le pareció de lo más patética. Confiaba en que los esfuerzos de ese humano moribundo serían infructuosos, pero… no contó con que éste, en efecto, poco a poco estaba teniendo éxito en el exorcismo. Todo gracias a su fuerte deseo por recuperar a Casiopea y a la ayuda de su mismo espíritu.

    —¡Mortal insolente! —le gritó el dios de la guerra, al tiempo que se arrojó a Saga con la clara intención de detenerlo con un ataque a traición—. ¡No te atrevas a seguir mancillando la esencia de Enio!

    Pero antes de que el olímpico consiguiese impactar su brazo extendido sobre la humanidad de Saga, un veloz rayo ken se interpuso en su camino y lo detuvo en seco.

    —No permitiré que les hagas daño, Ares —afirmó Nü Wa implacable, reposando el brazo con el que había ejecutado su técnica luminosa—. Haré todo lo posible por defender el amor de Saga y Alalá de tu amenaza.

    Tan atrevidas declaraciones no hicieron más que enfurecer al dios heleno, quien, tras pegar un intimidante grito motivado por la ira, dirigió sus salvajes ímpetus contra la deidad en Armadura Suprema.

    La diosa aprendió mucho del combate que libró con su oponente hace poco. Sabía que debía evitar a toda costa que Ares se le acerque y descargue su fuerza física sobre ella; y por lo tanto dio un largo salto hacia atrás, que le permitió evitar el puño que se enterró con violencia sobre el suelo de su habitación.

    —Ahora eres tú quien está cometiendo 'errores de estrategia' —le indicó Nü Wa muy segura, alejándosele más todavía—. No debes dejarte llevar por tus impulsos de ira al luchar contra quien es capaz de utilizar técnicas a distancia…

    Un mayor número de arremetidas luminosas fueron disparadas por la diosa creadora; y aunque muchas de ellas fueron esquivadas por su ágil objetivo, algunas sí consiguieron impactarlo sin causarle gran daño.

    —¡¿Qué sabe una pacifista como tú sobre estrategias de batalla?! —preguntó furioso el griego de manera retórica, irritado al ver las estelas de humo que dejaba escapar su Kamui divino tras los impactos de luz.—. ¡Voy a destrozarte con mis propias manos!

    Cual bestia hambrienta cazando a su presa, Ares se arrojó incontables veces sobre la doncella que intentaba despedazar de la manera más cruel; pero en cada ocasión, ella lograba evadirlo y apartarse a distancia prudente.

    Mientras los dioses continuaban en encarnizada persecución, Saga se mantenía en su intento por recuperar a Alalá. Había invertido ya la mayoría de su energía cósmica y vital para tal fin, pero Enio no daba señales de rendirse en su empeño por seguir ocupando el cuerpo en el que decidió reencarnar en esta época. La energía combinada del Caballero apenas estaba siendo suficiente para mantener quieta a la diosa, mas no para expulsarla.

    A punto estuvo el antaño Géminis de desfallecer a causa del sobrehumano esfuerzo, cuando sintió que una mano se posó con firmeza sobre su agrietada hombrera negra. Al girarse para ver al responsable, se percató de la presencia de dos jóvenes de sereno talante, quienes, a pesar de lucir escandalosas heridas y armaduras casi destrozadas; transmitían casi la misma sensación de paz que su creadora.

    —No permitiremos que la historia de ambos termine en tragedia, Saga —lo reconfortó Téngfēi, sonriéndole amable en un gesto de compañerismo—. Gracias a ustedes, nuestra señora acaba de descubrir el verdadero valor de la humanidad, y por lo tanto lo está dando todo de sí para distraer a ese dios y mantenerlos a salvo. En su nombre, te apoyaremos con todo nuestros cosmos.

    —Considera tuyo a nuestro poder luminoso —secundó Jíngfēi con voz reconfortante y a la vez decidida, posando con suavidad su mano sobre el dorso del guantelete derecho del legendario guardián de la Tercera Casa—. ¡Así que no desaproveches la oportunidad que te estamos brindando y libera de una vez a la mujer que amas!

    Los dos Guardianes emplearon toda la fuerza sagrada que fueron capaces de manifestar las bestias mitológicas llamadas Baihu y Xuanwu, sumándose así al esfuerzo de Saga y transmitiéndole junto con él sus cosmoenergías a la poseída Alalá.

    Lleno de nuevos los bríos que le suministraron sus nuevos aliados, el mayor de los gemelos tomó con ambas manos el rostro de la pelirroja a fin de exhortarla con toda vehemencia:

    —¡Puedes hacerlo, Alalá! ¡Sólo recuerda lo que sentiste al despertar bajo ese árbol en el que nos reencontramos!

    ==Hace unos minutos. Jardín de K'uen-Luen, Melocotonero de los Ocho Inmortales==

    Llorando en silencio, Saga se fundió en un apasionado beso con Alalá. Aquél fue su desesperado último recurso por hacerla despertar del estado de parálisis catatónica en el que se encontraba. No se le ocurrió más que utilizar el método que ella misma había empleado, al momento en el que el espíritu de Ares le obligó a intentar asesinarla en Delfos.

    Al Caballero le parecieron eternos los segundos en los que la Amazona permaneció inmóvil; hasta que, con el corazón casi desbocándosele desde el pecho, sintió que dos brazos lo rodeaban por el cuello para después abrazarlo con ternura.

    Besando a su amado con la misma intensidad con la que él lo estaba haciendo, Casiopea regresó a la realidad y se dejó llevar por el momento. En este punto, el espíritu de Ares fue apaciguado de manera momentánea. Sin saberlo, entre ambos evitaron que el dios despierte nuevamente.

    —¿Es ésta… otra de las ilusiones de Téngfēi? —preguntó vacilante la otrora sacerdotisa de Atenea, separándose ligeramente de los labios que hace poco acariciaba con los suyos.

    —No, Alalá. Ésta es la realidad —le informó Géminis Negro, intentando disfrazar el regocijo que sentía con su característica seriedad—. Al fin he logrado recuperarte.

    No fue capaz de continuar fingiendo formalismos. En ese único instante, Saga desmoronó sus defensas y se mostró tal cual era en realidad. Por primera vez abrazaba con desbordada efusividad a la mujer que amaba.

    Alalá no habría imaginado recibir tan cariñoso gesto de su parte; sin embargo, no dudó al asegurar que, en efecto, se encontraba fuera del mundo de ilusiones del Tigre Blanco. Sentir tan de cerca el aroma y el calor del Santo —dos de tantas características suyas que jamás habría olvidado a pesar de los años—, la llenó de nostalgia y le permitió tener la certeza de que, tras largas décadas de dolor y soledad, por fin logró reencontrarse con el hombre que, a pesar de todo, continuó amando con la misma intensidad.

    —Me alegro mucho de volver a verte —le ella susurró en tono prudente. Aunque sus palabras mostraban cierta reserva, sus acciones decían lo contrario: Alalá se había aferrado con fuerza al Caballero. Su instinto le decía que, de soltarlo nuevamente, lo volvería a perder—. De aquí en adelante, no me alejaré de tu lado.

    —La voluntad de Atenea ha permitido que nos volvamos a ver, Alalá —manifestó él con voz solemne—. Así que, en su nombre, lucharemos juntos por primera vez desde que nos convertimos en sus Santos.

    Aquellas palabras lograron conmoverla y llenarla de emoción. Delicadamente, se separó del abrazo de Saga y lo encaró con un semblante ameno y a la vez seguro.

    Al Geminiano le agradó contemplar a su amada, sonriéndole de ese modo, ya que la imagen que prevalecía de ella en sus recuerdos, era la de una joven reservada y de mirada melancólica.

    —Pelearemos juntos por Atenea y por la humanidad —complementó ella muy animada, tomando y colocándose sobre el rostro la máscara que hasta ese momento había estado sosteniendo el de melena azulada.

    En un inesperado movimiento, Casiopea tomó de la mano a Saga y lo instó en silencio a seguirla. Un tanto confundido, él simplemente se dejó llevar a través del paradisiaco sendero de flores y frutos que se extendía a los lados del melocotonero.

    —¿Sentiste algún tipo de cosmos enemigo? —le preguntó un tanto confundido el Santo de oscura cloth.

    —Antes de adentrarnos en el campo de batalla, permíteme mostrarte algo —respondió la pelirroja, acelerando la marcha con notorio entusiasmo—. Lo vi antes de alcanzar la parte central de este hermoso jardín.

    Tras un par de minutos de atareada travesía, la pareja alcanzó un jugar oculto en K'uen-Luen.

    Saga fue sobrecogido al contemplar la perfección del cristalino estanque que se extendía ante sus ojos.

    —Es un paraíso dentro de otro paraíso… —Fue la denominación que se le escapó al Santo en voz alta, tras ser testigo de la preciosa armonía natural que derrochaba aquel paisaje casi divino.

    —Siéntate aquí, por favor —le pidió Alalá, aprovechando el embelesamiento que también le produjo a Saga la tranquilidad que manaban las aguas del pequeño lago.

    Él acogió la sugerencia por inercia y enseguida dejó descansar su maltrecho ser a orillas del puro estanque. Sintió un alivio sublime al percibir la caricia del pasto entre sus dedos y el perfume entremezclado de flores y dulces frutas.

    Tan abstraído estaba en aquella calma que tanto le hacía falta experimentar, que no opuso resistencia cuando la Guerrera de Bronce lo empezó a despojar de la cuarteada armadura azabache que lo vestía.

    —Vaya… Una vez más dependeré de ti para recuperarme —comentó el Caballero con un dejo de nostalgia. Su torso desnudo mostraba profundas heridas abiertas y frescas, en especial la que resaltaba en el centro de su pecho.

    Tal como solía hacerlo cada vez que se excedían en sus entrenamientos, Alalá se puso en la tarea de tratar los golpes y magulladuras que afligían a la persona más importante de su vida. Saga sabía bien que no podría contradecirla cuando se empeñaba en ello, así que se limitó a dejarla proseguir. Esbozando una ligera sonrisa, disfrutó del momento en el que Casiopea rasgó parte de su largo vestido blanco para improvisar vendajes.

    Enseguida la Amazona se encomendó a la minuciosa tarea de limpiarlo con el agua sagrada de la laguna.

    —Extrañaba tanto esto —manifestó el antaño Géminis, posando sus ojos azules en los coloridos peces que jugueteaban sobre la superficie del agua—. Te extrañé tanto, Alalá…

    El guerrero imaginó la sonrisa que provocó en ella, con solo notar el brillo en sus ojos vistos a través de los agujeros de la máscara que portaba. Por un par de minutos, la Amazona simplemente no supo qué decir.

    —A pesar de las circunstancias que tuvimos que atravesar, me siento bien ¿sabes?… —habló al fin la antaño pitonisa, curándolo con sumo cuidado—. Son los momentos más pequeños de la vida los que hacen que ésta sea plena y grandiosa. Mientras tenga la oportunidad de compartir experiencias así contigo, seré la mujer más feliz del mundo…

    En un impulso que ella no vio venir, Saga reaccionó acercándola a su cuerpo y abrazándola contra su costado con un brazo.

    No harían falta más palabras entre ambos. Alalá fue reconfortada por los pausados latidos del hombre que amaba, mientras que él se limitó a observar el casi irreal escenario que les ofrecía el jardín.

    Olvidarían que son dos leales guerreros de Atenea en ese único instante. No serían más que un hombre y una mujer manifestándose su amor durante aquel momento, durante su momento.

    ==Tiempo actual. Maravilla Suprema. Jardín de K'uen-Luen, Torre de Porcelana==

    Con su mano derecha entrelazada a la de Saga, Alalá de Casiopea logró reaccionar y sobreponerse al espíritu divino que la estaba poseyendo. Gracias a la ayuda del antecesor de Géminis y de los dos Guardianes chinos, fue capaz de salir airosa de su lucha interna por desterrar de su cuerpo a la desalmada Enio.

    Con la fuerza mermada, la manifestación incorpórea de la diosa destructora se refugió en las armas del olímpico de la guerra.

    Mientras esto ocurría, Ares se mantenía en su empeño por darle caza a la escurridiza Nü Wa. Sólo detuvo sus furiosos ímpetus al sentir que la presencia de la deidad que lo acompañó desde la era del mito, fue sometida.

    —No… esto no puede ser… —balbuceó con las pupilas dilatas un pasmado e incrédulo dios griego—. Mi compañera más fiel ha sido…

    Tales fueron la rabia y frustración que invadieron al de cabellos grises, que no pudo contener el desgarrador grito que soltó al aire. Tan aterradora y salvaje fue su exclamación, que sus entonces seis rivales fueron estremecidos e intimidados en el acto.

    —¡Acaban de deshonrar a nuestro panteón por última vez! —sentenció cegada por la ira la deidad helénica restante, con los ojos rubí más encendidos que nunca antes—. ¡Destruiré todo lo que aman como castigo a esta afrenta!

    Ares manifestó su cólera a través de su energía cósmica divina. Cuando la liberó en milisegundos hasta casi alcanzar la 'Gran Voluntad', el jardín entero tembló; y su espada y escudo se trasladaron con presteza hasta encajar sus manos.

    —Enio… todavía puedo sentir tu esencia viva en mis dos armas —pronunció con marcado resentimiento y un casi imperceptible tono de añoranza—. ¡Bríndame tu poder para provocar una devastación mayor a la de cualquier guerra vista por el ser humano en toda su historia…!

    La diosa asiática, sus dos Guardianes, los gemelos dorados, la Amazona de Bronce y la semidiosa se agruparon y; expectantes, contemplaron el alcance de la rabia del más violento de los dioses del Olimpo. Dudas empezaban a nacer entre los aliados ante tan brutal demostración de poderío cósmico, cuestión que logró despertar velada incertidumbre entre la mayoría de ellos.

    Sólo alguien se mostraba imperturbable a pesar de lo crítico de la situación:

    —¡Hagas lo que hagas, no tendrás éxito, Ares! —lo desafió altiva Nü Wa, haciéndole frente con valentía—. ¡A partir de ahora no te enfrentaré sola, ya que cuento con el apoyo de bravos guerreros de distintas especies que, dejando sus diferencias a un lado, se han unido para luchar por su supervivencia y la de quienes aman!

    —¡Ya me cansé de escuchar sandeces sobre ese rudimentario sentimiento que llaman "amor"! —replicó irritado el ataviado en Kamui encarnado, casi alcanzando el pináculo de su poder divino—. ¡De nada les servirán sus nobles intenciones cuando ejecute la técnica con la que incluso sacrificaré al espíritu de la misma Enio!

    Arrojando el enorme escudo a sus pies, Ares levantó la lanza con ambas manos sobre su cabeza. Su objetivo era imprimir más fuerza a la afilada punta del arma para ejecutar su técnica.

    —¡Cuando el ataque del arma más poderosa del Universo se enfrente a la resistencia más férrea del mismo, se generará el caos más terrible que tendrán el horror de presenciar! —sentenció el dios griego con demente ímpetu, al tiempo que dirigía veloz la hoja de la lanza contra el escudo—. ¡LA PARADOJA DEL ANDROFONTES!

    Continuará…
     
    Última edición: 2 Julio 2020
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