No era precisamente el día más brillante, era casi de noche y ni siquiera una clara, el cielo rojo lo iluminaba todo, amenazante a lanzar su húmeda ira contra la humanidad. Peculiar hora para una unión matrimonial por iglesia. Allí estaba ella, cabello rubio oscuro, a penas recogido sin velo, un vestido mucho mas largo de lo que debería ser que a poco le cortaba la respiración ya que no era precisamente su talle, además de terriblemente incomodo para caminar, guantes largos y zapatos que apenas le quedaban; se encontraba detrás de las puertas principales de la iglesia, era hora, estaba sola y debía de abrirlas para terminar con toda la farsa de una vez por todas. Abrió las puertas, entró y las cerró tras de si. Comenzó a caminar y en su cabeza se preguntaba ¿Era feliz? No, por supuesto que no, ni siquiera recordaba como había aceptado esto. Avanzaba lento, tal vez esperaba que alguien voltease a verla cuando las puertas retumbaron al cerrarse; pero no, nadie la miró, ninguno de los invitados por parte suya y muchísimo menos los que venían de parte del novio. Ah el novio, aquel, suponía, guapísimo hombre que le esperaba frente al altar; ni siquiera era capaz de verle el rostro puesto que estaba muy a gusto platicando con el padrino y el padre. Por fin había logrado recorrer el vestíbulo, aún no había música, sabia que ella era absolutamente prescindible; ¿habrían siquiera notado su presencia? Probablemente no, entonces una idea rozó su mente: ¿qué si decidía escapar? Una pequeña voz en su cabeza gritaba ‘hazlo, nadie notará que no estás, a nadie aquí le interesas realmente’ al llegar a la primera fila de bancos desde su perspectiva revisó nuevamente, nadie había notado su presencia aún, si actuaba con cuidado podría escabullirse y escapar de esta pesadilla por el corredor lateral de la iglesia; con cautela se sentó en el banco de su derecha esperando que el corredor se despejara. Nuevamente se escucharon las puertas principales de la iglesia, ella ya había ingresado, ¿quien más faltaba? Intentó mirar sin parecer demasiado curiosa, era él, su gran amor: cabello castaño, alto, delgado (aún más que ella), de rasgos demasiado delicados y con un hermoso lunar en la nariz. En el momento en que lo vio él se arreglaba los puños de la camisa bajo ese hermoso traje negro; se detuvo en su sitio y miró a su alrededor probablemente buscaba donde sentarse, cuando sus miradas se cruzaron; se dio cuenta, ella no deseaba ser desposada, estaba tan desesperada por escapar del sitio como él de llevársela de allí. Miró nadie se había percatado aún; se acercó y tomó su mano guiándola fuera del edificio, se detuvieron a escasos metros de la entrada. Él volteó, estaban increíblemente cerca tanto que ni siquiera hacia falta que acortaran distancia, tomó su cintura y ella colocó sus brazos alrededor de su cuello. Se besaron como si nunca lo hubiesen hecho, y como si fuese la última vez.
Que bonito redaccion, por un momento me diste las ganas de casarme xd...estare esperando otros de tus trabajos :3