Inserción

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por Cass Crokaert, 10 Junio 2013.

  1.  
    Cass Crokaert

    Cass Crokaert Entusiasta

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    Escritor
    Título:
    Inserción
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Ciencia Ficción
    Total de capítulos:
    10
     
    Palabras:
    4896
    Capitulo 10

    Aunque me había dado cuenta que la parte del hospital era pequeño, para mí, en estos momentos, me parecía más que un laberinto. Pequeños cubículos por aquí y por allá, con sus puertas y ventanas; tenía una pequeña probabilidad de probar si alguno de ellos aún estuviera abierto y así poder esconderme dentro y ganar un poco más de tiempo. Era una mínima posibilidad con los brazos no disponibles. No tenía tiempo de tratar abrirla con el costado, sería demasiado difícil y estúpido. La única opción sería dar vueltas y vueltas hasta encontrar uno que aún estuviera abierto.

    Con la cabeza dándome vueltas gradualmente seguí corriendo. Podía sentir la adrenalina correr por mis venas como pequeñas hormigas corriendo a través de mi cuerpo; el sudor derramándose sobre mi rostro y dejándome unos mechones húmedos pegados a el. Agitando los brazos fuertemente esperando que así la camisa empezara a desabrocharse pero sabía realmente que eso no sucedería. Seguí corriendo y echando un vistazo entre cada intersección en busca de ellos y golpeando las puertas con mí costado esperando que tan siquiera una estuviera abierta o por lo menos se abriera con el fuerte impacto. No me quedaba más remedio que soportar el dolor del golpe. Ahora no tenía el tiempo para quejarme; una puerta detrás de otra, un golpe detrás de otro.

    Estaba consciente de que con cada golpe, revelaba mi localización. No era el momento de ser sigilosa, varias personas estaban detrás. El repiqueteo de sus zapatos contra el piso hacía eco en todo el lugar, así como el estallido de mis golpes contra cada puerta.

    Jadeando por el esfuerzo empecé a disminuir el paso. Mis pulmones simulaban estar en llamas, cada vez que tragaba aire mi garganta ardía como si un ácido bajara lentamente hasta mis pulmones. Así hasta que me empezó a doler el costado por aspirar aire por la boca. A pesar de respirar por la nariz, las llamas de mis pulmones no cesaban.

    Estaba perdiendo una batalla que desde antes sabía que iba a perder.

    El ruido de los zapatos empezó a incrementarse, estaban cerca.

    No tenía oportunidad.

    Dejé de luchar.

    Al final me deslicé sobre la puerta de uno de los cubículos hasta quedar en el suelo. Mi pecho subía y bajaba hasta que poco a poco empezó a disminuir el alocado ritmo de las palpitaciones de mi corazón. Mis piernas empezaron a arder y mis costados comenzaron a doler. Estaba tan cansada que ya no tenía fuerzas ni para quejarme. Las llamas de mis pulmones se apagaron poco a poco y el ardor en mi garganta aún persistía; tenía la boca seca y estaba bañada en sudor. Las gotas me escurrían hasta por mis ojos.

    No puedo más.

    Nilo, lo siento.

    No soy tan fuerte como creía.

    Sebastian. Espero que estés bien…

    Tan cansada que incluso me costaba pensar.

    El sonido de sus voces me parecían muy lejanas a pesar de lo cerca que estaban; podía sentir la vibración que dejaban sus pisadas. Realmente no alcanzaba a entender que era lo que se decían unos a otro y ciertamente no me importaba.

    ¡Váyanse al diablo!

    Eso fue lo último que salió de mí o eso parece.

    Con la poca fuerza que aún me mantenía despierta, pude sentir como abrían la puerta que tenía detrás de mí y unas manos rápidamente me jalaron hacía el interior.

    Me habían atrapado.



    ― ¡Despierta niña!― alguien dijo con voz queda y desesperada.

    ―Tienes que hacerlo ya. Despiértala. Al final tendrán que revisar cada cubículo― otra había otra persona. Una mujer.

    ―Lo sé. Pero no reacciona. Mierda ¡Despierta, joder!― el hombre comenzaba a exasperarse. Sentí sus manos y apretó con fuerza mis brazos y con mucha fuerza me sacudió.

    No tenía la intención de despertar. Me sentía muy cansada y sobre todo, demasiado harta de todo esto. Quería descansar, aunque sea un poco.

    ―Manuel, tienes que darte prisa o a nosotros también nos agarrarán― habló la mujer con voz temblorosa y urgida.

    ―Cállate, joder. Ya sé ¿No ves que no reacciona?― Manuel le respondió primero con desagrado y al final con sarcasmo― Eso estoy tratando de hacer. Así que mejor cállate y sigue vigilando.

    ―No tienes por qué ser tan duro― chillo la mujer―. Solamente, apúrate.

    Manuel no respondió y siguió sacudiéndome con brusquedad.

    ¿Que estaba sucediendo?

    ¿No se suponía que no tenían que acercarse a mí, evitarme por lo extraño que ocurría en mí?

    ¿Por qué Manuel y aquella mujer querían despertarme?

    Siendo sincera, no quería saber ya nada al respecto. Todo estaba sucediendo de una manera extraña y confusa. No quería saber nada y eso era todo.

    ― ¡Ya empezaron a abrir los cubículos!― chilló la mujer y pude oír sus pasos; daba vueltas a la habitación de forma desesperada.

    ― ¡Mierda!

    ― ¡Despiértala ya! ― escuché como la mujer se dejó caer a mi lado, se acercó a mí y solo sentí su mano chocando contra mi mejilla.

    ― ¿Pero qué estás haciendo?― le reprochó Manuel.

    ― ¡Tratando de hacer algo que tú no puedes hacer!― aulló histérica y al final, otra vez su palma dio contra mi mejilla.

    El golpazo fue tan fuerte que me obligó abrir los ojos a pesar de que yo no estaba dispuesta y ni quería hacerlo. Además, el ardor en mi mejilla era insoportable.

    ― ¡Detente, ya despertó¡― con los ojos un poco nublados, pude apreciar como Manuel agarró la muñeca de la mujer antes de que esta asestara otro golpe. La empujó con fuerza y esta cayó a un lado con demasiado estrépito. Luego, Manuel de nuevo me sostuvo con sus manos― Hey. Niña, tenemos que irnos.

    Mis ojos aún no enfocaban muy bien del todo. Captaba perfectamente la forma de Manuel, pero su rostro estaba difuminado, como si alguien hubiera pasado los dedos sobre un pizarrón lleno de gis.

    ―Cárgala y vámonos― dijo la mujer, levantándose del suelo.

    ―Vamos. Despierta― siguió Manuel sin hacerle caso a la mujer. Dándome pequeños golpecitos en la mejilla.

    Le agradecí por eso. No iba a soportar otro golpe más.

    ― ¿Porqué hacen esto?― pregunté arrastrando las palabras. El ardor volvió a mi garganta.

    ― ¿Qué?― contestaron ambos al mismo tiempo y sorprendidos por lo que les pregunté.

    ― ¿Qué es lo que quieren? ¿Qué sucede?― tenía la boca seca.

    Mis ojos se aclararon hasta que por fin pude ver a Manuel de nuevo, con su cabeza rasurada, sus ojos claros y su piel curtida. Detrás de él, se hallaba la mujer, morena y con el cabello con el mismo corte que yo. A pesar de tener los ojos pequeños, sus ojos irradiaban desesperación y temor; sus facciones eran delicadas pero por las arrugas al lado de su boca y en la frente supuse que rebasaba los cuarenta.

    ― ¡No hay tiempo! ¡Tenemos que irnos!― Manuel me puso de pie de un jalón.

    Eso dolió.

    Con la cabeza mareada por la rapidez me tambalee un poco.

    ― ¡Nunca hay tiempo! ¡Quiero respuestas ahora!― demandé.

    Estaba harta de no saber qué es lo que estaba pasando. Al principio no tuve la oportunidad de preguntar nada y al traspasar las horas no obtuve ninguna respuesta; conforme pasaba el tiempo, dudas y más dudas me embargaban. Tenía el derecho de saber qué es lo que estaba pasando y porqué era el centro de todo esto.

    Ya era hora.

    Tenía que dejar de ser blanda y conformista. Esto tenía que hacerlo por mí. Tenía que ser lo contrario a todo lo que era, o al menos fingir por ahora. Tenía que dejar en claro que no iba a salir de aquí sin un motivo.

    ―Todo te será explicado…― inició Manuel, pero lo interrumpí.

    ―Ya he escuchado eso antes. Quiero saber por qué. Quiero algún motivo ¡Quiero saber qué demonios sucede!― miré a ambos sabiendo que solo estaba hablando con Manuel. La mujer no paraba de temblar y miraba a Manuel y luego hacia la puerta, una y otra vez.

    ―Mira― Manuel cerró los ojos y se apretó el puente de la nariz con la mano derecha. Exhaló― No estoy de humor para tus preguntitas― me miró de nuevo―. Tenemos que largarnos en este momento― junto las palmas y las apoyó en la nariz― Te prometo que yo contestaré a todas tus preguntas. Pero por favor, tenemos que irnos.

    ― ¿Como sé que no estás con Gavriel?

    Después de todo este tiempo no me había dado la oportunidad de pensar en si esto era una trampa. La verdad, no tenía nada que perder ya.

    Manuel bufó y la mujer se dirigió a la ventana.

    ― ¿No crees que si estuviera con él, ya te hubiera entregado?

    Era verdad, pero a estas alturas, ya no podía confiar en nadie con tanta facilidad.

    ―Manuel, tenemos que irnos. Están a unos pasos de aquí― dijo la mujer alarmada.

    ―Niña. Tú decides. Vienes con nosotros por las buenas o… ― Empezó acercarse de una forma amenazadora.

    ―Detente o grito― intenté amedrentarlo y al parecer resultó; se detuvo.

    ―No seas estúpida. Nos atraparan a todos si haces una idiotez como esa.

    ―Yo ya no tengo nada que perder. Pero ustedes, sí.

    ―Está bien. Calmémonos todos― Manuel levantó ambas manos― ¿Quieres respuestas? Perfecto. Todo esto…

    En un segundo, la mujer abrió la puerta y salió corriendo del cubículo gritando.

    A Manuel y a mí nos tomó por sorpresa.

    ―Pero que…― Manuel dio un vuelco velozmente y maldijo de todas las maneras posibles.

    ― ¡Ahí está!― resonó una voz por el pasillo y el eco delos zapatos sonó por todo el lugar.

    Manuel empezó a correr.

    ― ¡Espera!― gemí.

    ― ¿Y ahora qué?

    ―Quítame esto. Podré necesitar los brazos.

    Manuel se detuvo como si estuviera sopesándolo.

    ― ¿Y ahora lo piensas?

    ―Tienes razón. Aunque hubiera preferido que tuvieras un bozal― dijo sarcástico y se apresuró a quitarme la camisa.




    En la huida a ciegas por un lugar que ni siquiera tenía la más remota idea por dónde ir, avancé con una mano apoyada sobre la pared granulosa; raspándomela por lo rápido que iba, aunque me la estaba lesionando a cada momento, pelándomela hasta que pronto comenzaría a sangrar, no podía quitarla de la pared. Tenía que aprender a tolerarlo si quería sobrevivir en este lugar. Con los dientes extremadamente apretados dando paso al dolor, seguí corriendo.

    Aún con los oídos zumbándome por el esfuerzo, podía escucharlo atrás de mí; demasiado cerca. Traté de respirar correctamente y evitando hiperventilarme continué huyendo.

    ¿Acaso este jodido túnel no tiene final?

    Por reacción involuntaria, mi brazo se contraía queriendo evitar que siguiera dañando la palma de mi mano. A estas alturas debería estar roja, en carne viva.

    Por mi mente pasó en un segundo, la idea de enfrentarme al tipo o tipa. Pero mí sentido común lo descartó instantáneamente.

    Con la contracción de mi brazo, intermitentemente quitaba la mano de la áspera pared; gracias a eso, el ardor era más duro de soportar.

    Sus pasos resonaban cada vez más cerca y con ello un terrible frío me recorrió la columna, desde la nuca hasta la parte baja de la espalda, como si estuviera a milímetros de mí. Incluso, tenía la desagradable sensación de sentir su mirada en mi nuca, a pesar de que estábamos en completa oscuridad.

    Mi corazón latía incontrolablemente a causa del esfuerzo, combinado con una extraña mezcla de miedo, curiosidad y dolor muscular. Mis pulmones estaban a punto de colapsar y mis piernas y mis pantorrillas ardiendo hasta más no poder.

    Estuve a punto de mirar atrás si no fuera porque choqué contra algo, o más bien, contra alguien.

    ― ¡Demonios!― mascullé fastidiado.

    A buena hora tenía que suceder algo como esto. Ahora si estoy perdido.

    ―Disculpa. Pero estás encima de mí― era Sofía. Reconocí su voz al instante.

    ― ¿Qué?― no le presté demasiada atención. Tenía que salir de este lugar.

    De la nada. Una luz nos iluminó. Sofía había sacado una vara luminosa de un azul fosforescente y la puso enfrente de su rostro.

    ―Quítate de encima― estaba postrado exactamente sobre ella.

    Nuestros rostros estaban a milímetros de distancia. Nuestras narices casi se rosaban. La miré a los ojos, inclusive con esta luz azul, podía ver el color oscuro de sus ojos y la tez clara iluminada por la fosforescencia, dándole un tono azulino, como el de una criatura fantástica. Su cabello esparcido por todo el suelo, simulando una espesa cortina.

    ¿Pero en que estoy pensando?

    ― ¡Muévete!― gritó y me empujó; mi cabeza chocó contra la pared y la granulosidad me raspó ambos brazos y piernas.

    ― ¡Mierda! Eso duele― lo decía más por el resentimiento de mis músculos después de una larga huida por este oscuro túnel que por el golpe y los magulladuras que me había provocado Sofía.

    ―Te dije que te quitaras.

    ―Como sea―dije, y me sobé la cabeza con el dorso de mi mano donde me había asestado el golpe; punzaba.

    Sofía ya se había levantado del suelo junto con la luz fosforescente; la sostenía en mi dirección.

    ― ¿Piensas quedarte demasiado tiempo acostado? Por lo visto, luces tan cómodo― pude ver que levantaba una ceja, su mirada estaba cargada de recriminación y su voz desprendía sarcasmo.

    ―Sí. Se está muy cómodo en un lugar donde la rugosidad del piso y las paredes te ayuda a relajarte ¿Gustas acompañarme? ― le respondí con el mismo sarcasmo. Incluso, le hice una señal con la mano para que se sentara a mi lado.

    Sofía bufó y puso los ojos en blanco.

    Estaba tan concentrado en discutir con ella que me había olvidado por completo de mi perseguidor. Sofía lo notó en mi rostro a pesar de la luz, al parecer, era muy evidente.

    ― ¿Ahora qué?― puso una mano en su cintura y movió la varita formando sombras por las paredes.

    ―Alguien me venía persiguiendo― dije mirando hacia el fondo del pasillo, donde la luz no alcanzaba a alumbrar.

    ― ¿Enserio? ― alzó las dos cejas, su voz denotaba que no me creía.

    Aún permanecía sentado y con la espalda apoyada en la pared.

    ―Sí― me levanté con un poco de trabajo y cambié de tema; no tenía por qué darle más explicaciones― ¿Por cierto, donde está Román?

    Aún seguía mirando hacia la oscuridad.

    ―Me envió por ti ¿Qué no es evidente? ―dijo, golpeándome en el pecho con la vara.

    ―La verdad no me lo esperaba― le respondí con un tono agrio.

    ―Bueno. Entonces vámonos― dio media vuelta y comenzó a caminar.

    Habían sucedido demasiadas cosas en este poco tiempo que llevaba en este lugar, o pensándolo bien, desde que me separe de Mel. Desde que se llevaron hasta que por poco pierdo la vida. Tantas cosas en solo unas horas que en toda mi vida.



    Sofía seguía caminando con la luz sosteniéndola sobre su cabeza y ya empezaba a desvanecerse.

    Por un tiempo ninguno de los dos dijo ni una sola palabra, solo el eco de nuestras pisadas y nuestras respiraciones.

    La luz se apagó por un momento y Sofía sacó otra, pero esta vez la luz fue de un color anaranjado. Esta iluminaba más que la anterior ¿Sería por el color?

    Sofía fue la primera en hablar.

    ―Aunque te lo merecías, disculpa por empujarte de esa manera― dijo, con la mirada aún puesta hacia enfrente.

    ― Ni lo menciones, no fue nada― al solo recordarlo, la cabeza me volvía a punzar.

    ―Por si quieres saber, Román tuvo otros asuntos que atender. Por eso me mando por ti.

    ―Entiendo. No te ofendas pero parece que eres la única persona en todo este lugar que siempre está disponible ¿Acaso no pudieron enviar a otra persona?—la miré para ver cómo reaccionaba.

    ―En cierto modo― me miró después de todo este tiempo―. Es una larga historia que la verdad, no tengo ganas de contar.

    ―De acuerdo.

    No dije nada más. Seguimos caminando hombro con hombro.

    Luego de todo este silencio, miré hacia atrás por última vez.



    La luz se asomaba al final del túnel, cómo una de aquellas clásicas películas donde uno tiene que atravesar un obscuro túnel hasta que por fin veía la luz al final de camino, donde empezaba a recordar toda su vida y todas las acciones y errores que había cometido a lo largo de su existencia hasta que por último, entraba en la luz para no volver jamás. Sí, eso era. Pero ahora, en este momento, solo era un extenso, obscuro camino rocoso lleno hasta el tope de un incómodo silencio solo interrumpido por el sonido de nuestras pisadas.

    Un gran peso se desvaneció de mis hombros. Por fin salí de esta claustrofóbica oscuridad hacía, irónicamente, la luz. Estaba aún más tranquilo teniendo alguien a mi lado, a pesar de que fuera Sofía. No es que fuera una mujer, sino que no había congeniado de maravilla con ella desde el primer momento en que nos conocimos agregando el momento en que ella me vio desnudo. Después de eso, quería tener la menor interacción con ella estando solo nosotros dos y si era posible, evitarla todas las veces que fuera posible.

    Al pasar por el umbral, volvimos al mismo lugar donde hace poco había sido presentado ante toda la comunidad y en donde había conocido al enigmático Franco; al recordar su mirada, se me puso la piel de gallina, de nuevo.

    ―Y… ¿Ahora qué?― le pregunté.

    ―Es hora de dormir. Te llevaré a tu cuarto y espero que aprendas bien el camino― me miró y guardó a un costado la vara en su bolsillo.

    Yo metí mis manos en los bolsillos y el solo contacto me produjo un ardor agobiante.

    Solté un quejido e instintivamente me miré las manos.

    ― ¡Mierda!― grité. Al solo verlas, en mi cerebro se activo de manera sorpresiva una sensación de ardor y dolor insoportable.

    ― ¿Pero que te has hecho? ― sonó verdaderamente alarmada.

    ―Larga historia.

    ―Tenemos que ir a la enfermería― con sus manos, tomó las mías y las miró detenidamente― Esto se ve muy serio.

    ― ¿Tú crees?― le respondí con sorna y sarcasmo.

    ―Este no es el momento para bromas Sebastian. Hablo enserio― me miró a los ojos con seriedad; aún sostenía mis manos.

    Las miré otra vez, de un rojo brillante y con las palmas todas peladas. Con el solo toque de nuestras respiraciones sobre ellas, me producía un ardor verdaderamente insoportable.

    Con un dedo de su mano trató de tocar mi palma.

    ― ¿Qué haces?― empecé a alarmarme.

    ―Nada― siguió acercando la punta de su dedo.

    ― ¡NO LA TOQUES! ― las retiré lo más rápido que pude.

    Mala idea.

    Comenzaron a punzarme y el dolor se incrementó.

    ―Perdón, perdón, perdón― repitió rápidamente.

    ―No me las toques. Mejor vayamos a la enfermería antes de que muera por ardor.

    ―No seas delicado― comenzó a avanzar y yo la seguí con mis manos pegadas ligeramente contra mi pecho.

    ―Cállate y vallamos rápido.



    Pasando por el laberíntico lugar, nos dirigíamos a la enfermería. Sofía caminó a mi lado disculpándose por hacer que mis manos me dolieran aún más, o bueno, indirectamente, era culpable al hacer que yo las retirara bruscamente ¿No?

    ―Este lugar parece infinito con tantos túneles― comenté, tratando de romper el silencio.

    ―Más o menos― respondió.

    ―Desde que desperté, no he podido tener un día normal. Han ocurrido tantas cosas que todo esto me parece una broma de mal gusto― no sé porqué le dije eso a ella. Simplemente tenía que sacarlo; sentí que me quité un pequeño peso de encima.

    ― ¿Por qué lo dices?

    ―Perdí a mi hermana por imbécil. Llego aquí y me intentan asesinar dos veces, al parecer ¿No crees que es un broma bastante cruel?

    ―Ninguno de nosotros ha tenido un día normal desde que esos monstruos llegaron aquí. Lo siento, pero no eres el único que ha perdido algo o a alguien. Pero te comprendo.

    ― ¿Has perdido a alguien?― parecía incómoda por mi pregunta y no pensé que me fuera a contestar. La miré, ella seguía caminando junto a mí con la mirada al frente; luego de unos minutos de frió silencio, contestó.

    ―Sí. Mi hermana y mi madre― Sofía contestó con tono melancólico. Pude sentir el dolor en su voz; mi piel se erizó.

    Me miró.

    Tenía los ojos llenos de lágrimas y antes de que se derramaran, se limpió los ojos con el dorso de su mano.

    ― ¿Cómo las perdiste? ― sabía que me estaba metiendo en un asunto muy delicado y que no me incumbía.

    ― No quiero hablar de eso― dijo y siguió limpiándose los ojos.

    ―Está bien. Lo siento, no debí haber hecho esa pregunta― ella asintió y con ella sus cabellos se balancearon. Miré al frente.

    Durante el poco tiempo que caminamos hasta llegar a la enfermería, me puse a pensar en cómo yo habría reaccionado si ella me hubiera hecho la misma pregunta ¿Me habría puesto a llorar? ¿La miraría con desdén? ¿O simplemente no hubiera contestado? Era una fibra muy sensible que aún no cicatrizaba, era una enorme aguja de cristal en el corazón que se hundía cada vez que pensaba en mi hermana. Era imposible no recordar, pero haría el mayor esfuerzo posible por evitarlo si es que podía.

    ―Es… complicado― dijo al final.

    ¿Acaso trataba de explicarme?

    ―No tienes por qué decirme si no quieres. Es un asunto bastante personal.

    ―Lo sé. Pero si no se lo digo a alguien, explotaré por dentro. Pero no será hoy, tal vez después, quizá…― dijo con la voz un poco ahogada.

    ―No tienes porque contármelo a mí. No es que no quiera… ―balbucee un poco―Solo hazlo en el momento preciso y con la persona indicada.

    Habíamos pasado de un momento “gracioso” a uno más íntimo en poco tiempo. Había algo de incomodidad entre los dos. Me di cuenta que nos estábamos desahogando de nuestro problemas sin molestarnos que fuéramos precisamente nosotros, quienes habíamos empezado con el pie izquierdo, en situaciones verdaderamente incomodas y vergonzosas hasta este momento, como si fuéramos amigos desde hace mucho tiempo y nos tuviéramos la suficiente confianza para poder charla de cualquier tema, incluso, los más dolorosos.

    Era muy extraño en realidad.

    Se me formó un nudo en el estómago.

    Caminamos hasta que al fin llegamos a la enfermería.




    ―Eso no me hizo ninguna gracia― salí corriendo tras él.

    ―A mí, sí― dijo burlón―. Realmente no paras de hablar. Desde que llegaste no puedes estar callada ni un minuto. Solamente cuando te desmayas por fin cierras la boca.

    No podía seguirle el paso, a pesar de que yo era más joven y debía tener una mejor condición, estaba a unos pasos detrás de él, sin mencionar que desde un principio había hecho un enorme esfuerzo por encontrar una salida o por lo menos un escondite hasta que al final, me había agotado.

    ―Corre más rápido niña.

    ―Estoy demasiado cansada― traté de apurar el paso.

    Poder mover los brazos era un alivio después de tenerlos atados, me había proporcionado como un tipo de revitalización.

    Giramos por varios pasillos, burlando a los demás y Manuel al encontrarse con uno, lo tacleaba, lanzándolo por los aires.

    ― ¿Es necesario hacer eso?

    ― ¿Quieres hacerlo tú?

    ―No.

    ―Entonces cállate y sigue corriendo.



    Después de que Manuel noquera a uno que otro que se atravesaba en su camino, salimos del edificio. Tuve que detenerme un momento para poder recuperar el aliento.

    ―Espera…― dije entre jadeos.

    ―Ya casi llegamos. No te detengas― dijo, jalándome del brazo.

    ― ¿Dónde es?

    ―Tú solo limítate a correr. Después podrás hacer el interrogatorio.

    Bajo la luz sintética de las estrellas, volví a ver el paisaje que había visto con Nilo. Cuando hicimos una carrera inesperada y al final, nos zambullimos en el lago hasta que todo se tornó negro.

    Al recordar a Nilo, estuve a punto de mencionárselo a Manuel, pero desistí. Me volvería contestar de manera evasiva de nuevo.

    Nos dirigíamos hacia lo que parecían ser las granjas. Nunca había estado ahí, solo los había visto desde lejos el primer día que había llegado a este lugar; enfrente del comedor y del pequeño lago, era lo que ocupaba la mayor parte del lugar. Pequeños graneros y establos acumulados en filas uno al lado de otro con sus respectivos sembradíos. Pasamos por debajo del enorme agujero en medio del techo que era el que iluminaba todo el lugar, simulando ser el sol; en estos momentos estaba oscuro, como un hoyo negro que en cualquier momento podría succionarnos a lo desconocido; pasando por los senderos que conducían a los respectivos lugares, el primero hacia el hospital con los baños, el segundo hacia el comedor, el tercero hacia el lago y el último el de la izquierda, hacia los granjas.

    Al pasar por los senderos, oí crujir bajo mis pies el camino de piedras que conformaba cada sendero, esas típicas piedras rojizas que utilizaban en los jardines o en las pistas para correr en los parques o para señalar un sendero, como estos.

    Al llegar a la valla que señalaba el límite que encerraba por completo a la granja, Manuel me ayudo a saltarla ya que perderíamos el tiempo en entrar por la puerta principal ya que estaba a unos metros en dirección al enorme edificio donde todos dormían.

    Como todo estaba en silencio, en la distancia, en el edificio donde estaba el hospital, se podían oír los gritos de los cuidadores, separándose en todas direcciones en nuestra búsqueda.

    ―Ahí vienen― le dije.

    ―Vamos, que estamos cerca.

    Ya dentro de las granjas, Manuel me condujo a una que estaba situada hasta el fondo, pegada a la pared rocosa. No tenía ninguna diferencia de las demás; el mismo tamaño, el mismo color.

    ― ¿Qué hay aquí?

    Manuel abrió la puerta.

    ―Entra.

    Entré, después él lo hizo y la cerró.

    ―No veo nada, está oscuro― realmente no podía ver nada, era como estar ciega, solo había oscuridad, no podía distinguir absolutamente nada; ni una tenue silueta.

    ―No podemos prender nada. Se darían cuenta. Ven, sígueme― dijo y empezó a moverse en la oscuridad.

    ― ¿Cómo quieres que te siga si no puedo ver nada?― le reclamé.

    Manuel exhaló.

    ―Ven― de la nada, su manó agarró mi muñeca y me jaló.

    Estuve a punto de quejarme, pero lo dejé pasar.

    ― ¿Acaso puedes ver en la oscuridad?

    ― Ya es la costumbre. Se te queda grabado después de estar tantas veces en un lugar.

    Dimos unos pasos y nos detuvimos.

    ― ¿Qué sucede?

    ― ¿Qué no puedes cerrar la boca?

    No dije nada. Hasta el final, lo bombardearía con preguntas solo para fastidiarlo. Solo había el sonido de paja moviéndose hasta que el rechinido de una puerta interrumpió el silencio.

    Una luz emanó de ella.

    ― ¿Por fin llegamos?

    ―Sí. Por fin llegamos― al fin, después que la luz brotó, pude observar la silueta de Manuel tendiéndome la mano. La tomé y me ayudó a bajar cuidadosamente por unas escaleras de madera.

    Siete escalones en total.

    Cuando llegué hasta abajo y di media vuelta, había un extenso pasillo y el marco de esta era por lo menos unos centímetros más grande que yo (tal vez unos cinco y eso sería mucho). Manuel tendría que encorvarse para poder pasar.

    Por estar distraída, no me di cuenta cuando Manuel llegó junto a mí; posando su mano en mi hombro y provocando que un tenue escalofrío me recorriera la espalda y que la piel se me erizara.

    Di un pequeño brinco.

    ― ¿Qué te pasa? ¿Vas a tener otro ataque?― empezó a reírse.

    ―No me hace gracia― hablaba enserio y retiré bruscamente mi hombro de su mano.

    ―Calma chica rara, solo te estoy tomando el pelo. Bueno, basta de juegos y sigamos.

    Manuel se colocó adelante de mí, se encorvó un poco y entró por el pasillo. Yo le hice segunda y entré detrás de él.

    Después de caminar unos metros, nos topamos con una puerta sencilla. Manuel dio unos pequeños toques; dos lentos y tres rápidos.

    ¿Una contraseña?

    Luego de unos instantes, se abrió la puerta.

    ―Te tardaste― La misma mujer que había ido con Manuel a “rescatarme” se encontraba parada enfrente de nosotros.

    ¡¿Ella?!

    Aunque debo admitir que me había olvidado de ella.

    ―No fue mi culpa. La chica corre igual que una babosa.

    Qué linda comparación. Gracias― dije, simulando estar halagada.

    ―Es la verdad. No puedes negar que no eres precisamente una corredora.

    ―En primera, estaba exhausta. Segunda, después de recibir un golpe en la cabeza y despertar con un insoportable dolor, trata de correr. Tercera, inmediatamente de caer rendida trata de volver a correr. Y en cuarta, eres un idiota, pero creo que eso ya lo sabías.

    Me crucé de brazos y vi, como la mujer desprendió de sus labios una pequeña sonrisa.

    ―Mercedes, nos dejarás entrar o que― dijo Manuel.

    La mujer se movió a un costado, cediéndonos el paso.

    El primero en entrar fue Manuel. Antes de que yo entrara, la mujer me agarró del brazo.

    ―Siento lo de antes, lo del golpe―dijo apenada―. Pero ese lugar me pone de nervios.

    ―No te preocupes. Entiendo― le respondí con amabilidad.

    La verdad era que le guardaba un poco de rencor por eso. No creo que era necesario que estrellara su mano en mi rostro.

    La mujer hizo una mueca con los labios y en seguida me soltó.

    No había reparado hasta este momento en que ni Manuel ni esa mujer me temían. No tenían miedo en tocarme o en estar en el mismo espacio que ellos como la chica que me fue a llevar comida.

    Era muy interesante saber que era lo que ellos tenían que decirme, o que era lo que tenían planeado.

    Estaba sacando conjeturas precipitadas. Lo primero era saber: ¿Qué estoy haciendo aquí?
     
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    Borealis Spiral

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    ¡Sí, por fin tiempo! Lamento el retraso; un proyecto escolar que me consumió bastante xD Pero bueno, ya estoy aquí.

    Como siempre, un capítulo excepcional. Me contagié de la angustia de Mel en su carrera por los pasillos del hospital para intentar que no la atraparan, en serio; sin temor a exagerar, puedo decir que me tenías al filo de la silla. Hombre que con decirte que yo misma me cansé de leer su esfuerzo. Uff, y cuando decidió darse por vencida al reconsiderar los hechos y notar que en realidad no tenía escapatoria, casi quise gritarle que no se rindiera, pero nuevamente, una parte de mí comprendió que tenía razón. ¡Y nada! Otros reclusos fueron quienes terminaron por hacérsela en su poder y la ayudaron a escapar o.o ¿Por qué? ¬¬ Ya lo había dicho y lo sostengo; no confío en nadie en estos lugares. Me parece muy sospechoso que se arriesgaran de tal manera para salvarla... a menos claro que sea una rutina de ellos, pero no, no lo creo. Algo deben querer de Mel, la cuestión es ¿qué? Agh, me frustra que no le respondan sus preguntas a ella >.< Claro, claro, todo a su tiempo, pero es frustrante. Espero que Nilo esté bien, ya quiero saber razones de él. ¿También lo ayudaron Manuel y Mercedes? Ah, eso sí, aunque no confíe en nadie, Manuel me ha caído bien xD

    El caso de Sebastián o.o No sé si considerarlo un poco más alentador que el caso de Mel; también me preocupé mucho de que su perseguidor le diera alcance; menos mal que no fue así y se encontró con Sofía. Jajaja, eso sí, esos encuentros de ellos siempre resultan ligeramente bochornosos, jajaja; pobre Sebastián, pero mira al chico, como que empieza a ver a Sofía como alguien lindo xD Oh, y me pareció muy tierna, dentro de lo que cabe, esa conversación en la que se abrieron un poco más el uno al otro, a pesar de que ninguno ha contado exactamente cómo perdieron a sus seres queridos, al menos ya sabes a quiénes perdieron; él a su hermana y ella a su madre y hermana. Comprendo a Sofía, hablar de ese tipo de cosas carcome el alma... aunque no es peor que guardárselo, así que un desahogo sería bueno. Bueno, habrá que ver si la relación entre estos avanza y ella en verdad le platica un poco.

    Repito, gran capítulo, como siempre y espero el siguiente, ansiosa, para ver si algunas de mis dudas se resuelven, jejeje. Me gusta mucho cómo llevas el paralelismo entre los hermanos; ambos viven situaciones parecidas en sus respectivos lugares, pero siempre resultan diferentes, lo que lo hace agradable de leer, en serio. Y nada más por ahora, me despido deseándote lo mejor siempre y nos vemos/leemos en la próxima actualización. Te cuidas.

    Hasta otra.
     
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